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El Mundo de Los Adolescentes
El Mundo de Los Adolescentes
ADOLESCENTES
Editorial Trillas
México, 2003
ÍNDICE DE CONTENIDO
IMPORTANCIA DE LA ADOLESCENCIA
Lo que ha estimulado el estudio de la adolescencia es, ante todo, el interés por conocer a fondo
este importante periodo de la vida, así como su repercusión en la conducta posterior del
individuo, ya que el adolescente de hoy es el adulto del mañana. De ahí la tendencia de
pensadores, profesores, educadores, pastoralistas, etc., en buscar soluciones prácticas concretas.
Durante la adolescencia, periodo de la vida característico de la especie humana que se extiende
entre la niñez y la madurez, tiene lugar cambios radicales en la organización biológica que pueden
acarrear al individuo problemas de conducta y de adaptación. Por otra parte, hay que tener en
cuenta que la adolescencia no es una entidad abstracta, definitiva y cerrada en sí misma, de lo que
se trata es de considerar al adolescente como una persona concreta, única, enmarcada en
situaciones específicas y comprometida por múltiples relaciones con el ambiente que la rodea.
Hoy más que nunca, el análisis de la adolescencia, antesala de la edad adulta, comprendida entre
los 10 y los 18 años, ha cobrado una gran importancia. La vertiginosa rapidez con que se vive en
los tiemposactuales, la modificación de los hábitos, las nuevas costumbres, el despertar al
conocimiento sobre ciertas materias, el desarrollo de la persona del individuo en su doble aspecto
psicofísico y, sobre todo, el nuevo criterio con el cual se esta tratando a lo que antes se mantenía
como un misterio ante la juventud (sexualidad, embarazo, parto, etc.) todo ello se traduce en
precocidad. Hoy, el encauzamiento de esta precocidad ha de formar parte de la educación que se
inicia en casa, se prosigue en la escuela y culmina en la universidad y en la calle, entretejida en esa
convivencia social donde ya no deben existir secretos ni tergiversaciones en lo tocante a las
verdades que constituyen el núcleo esencial de nuestra personalidad masculina o femenina.
Es evidente que la mala fama de los adolescentes no es algo nuevo. Esta cita podría servir de
epígrafe a más de un ensayo actual, lo cual no debe sorprendernos si estamos conscientes del
desconocimiento acerca de la adolescencia, hecho que genera miedos y rechazos de manera
infundada, incluso entre algunos profesionales de la medicina y de las ciencias de la conducta.
Para poder procurarle una correcta orientación y una asistencia en el nivel psicológico y de salud,
como las que reciben personas de cualquier otra edad, es urgente profundizar con rigor científico
en la problemática del adolescente.
Desde que, hacia 1900 Stanley may intentó crear la hebología (ciencia de la edad adolescente)
hasta la actualidad, el estudio de esta etapa ha transitado de una fase literaria a unafase científica
experimental. Considerar al adolescente como el adulto de mañana, como un futuro miembro de
la sociedad y reconocer la necesidad e profundizar en este periodo de la vida, han estimulado. Es
una etapa que no sólo se vive, sino que también se padece. Hoy, el tema de la adolescencia,
colocado en primer plano, suscita debates que ponen énfasis en su importancia fundamental
dentro del desarrollo de la persona y en la influencia que ejerce en el seno de la sociedad.
Los primeros estudios sobre la adolescencia se publican a principios del siglo XX. A partir de 1911,
G. Stanley y otros investigadores perfeccionan los métodos que permiten la evaluación del
crecimiento y desarrollo del adolescente hasta llegar a la obra fundamental de J. Taner (1962), que
aún en nuestros días es de obligada referencia. Desde el punto de vista clínico, después de la
segunda guerra mundial se despierta el interés por la asistencia integral al adolescente; en 1951 se
verifica la primera consulta especifica para adolescentes en Boston (J. R. Gallagher) y poco
después se crea la primera unidad hospitalaria especializada, en la ciudad e Washington, D. C.,
ambas en Estados Unidos. Veinte años después, la Academia Americana de Pediatría amplia la
edad pediátrica a los 21 años y, en 1979, funda la sección de Medicina del Adolescente,
impulsando la docencia en este campo con el fin de superar la falta de capacitación que los
propios pediatras mencionaban. Sin embargo, a pesar de todos estos esfuerzos, la mayoría de los
adolescentes no reciben el beneficio de revisiones periódicas desalud y siguen siendo atendidos
por médicos generales y eso exclusivamente cuando presentan algún problema.
Esta problemática también afecta a Europa y, a principios de la década de los 80, empieza a
ponerse en práctica el nuevo enfoque, principalmente en Francia y en Suiza. En España, la
Medicina del Adolescente es impulsada decisivamente desde Madrid, donde tanto el doctor
Taracena del Piñal, en el ya desaparecido hospital central de la cruz roja, como la Doctora Brañas,
en el Hospital del Niño Jesús, crean las primeras unidades de hospitalización e imparten los
primeros cursos sobre adolescencia en 1985. Poco después, en 1987, se funda la sección de
adolescentes en el seno de la asociación española de pediatría y, en 1990 se celebra la primera
reunión nacional. La adolescencia constituye una época de crisis física y psicosocial, pero muchos
de los problemas que afloran en ese momento son herencia de las edades anteriores y podrían
haberse prevenido. En el seno de esta coyuntura de crecimiento y desarrollo donde pretendo
encuadrar una serie de valores clave entre los jóvenes como son la amistad y el amor.
QUE ES UN ADOLESCENTE
Según la Organización Mundial de la Salud, adolescentes son todos los individuos comprendidos
entre los 10 y los 19 años, definiendo como primera adolescencia de los 10 a los 14 años, y como
segunda de los 15 a los 19, lo cual, en España, supone entre seis y siete millones de adolescentes.
Ésta resulta una definición más o menos útil para entendernos, pero es evidente que, desde el
punto de vista biológico, los adolescentes de hoy no sóloalcanzan mayores tallas, sino un
desarrollo sexual y una capacidad productiva con mayor antelación que loa de antes. Por otro
lado, en la concerniente al área social, la participación del adolescente en la vida adulta y su
independencia económica cada vez se retrasan más, debido a que los periodos de formación
escolar y profesional son cada vez más prolongados y a que las dificultades que han de enfrentar
en el mercado laboral se incrementan día a día.
Para madurar adecuadamente en los diversos ámbitos de su existencia. El adolescente tiene que
sufrir algunas crisis, una especie de encrucijadas, o procesos de discernimiento. Conviene
considerar estas crisis como situaciones de purificación y de crecimiento y podríamos decir que,
por su medio, muchachos y muchachas transitan de la oscuridad a la luz, de la confusión a la
comprensión.
¿Por qué seguimos frenando a tantos adolescentes con cadenas onerosas, ataduras indignantes y
prejuicios sociales que sólo los mantienen sumidos en un pésimo desolador? Nadie nace
condenado a una existencia insoportable. En el interior de cada adolescente late el gran misterio
de la vida; mil posibles amaneceres de felicidad le aguardan. Observando con atención su
quehacer podremos detectar la fuente de energía que inspira y nutre ese incontenible caudal de
creatividad y de fuerza del cual extrae raudales de aventura. Esto nos recuerda que, a menudo,
hemos percibido la inmensa riqueza interior que atesoramos y que frecuentemente interpretamos
con mezquindad debido a nuestra vacilante visión de la existencia. Es necesario redescubrir el
punto activación de una mente positiva, ilimitada en sus potencialidades; una mente que
proyecta, imagina, empuja, decide… querer algo, desearlo con todas las fuerzas, evocarlo
mentalmente, es ya una forma estupenda de hacerlo posible. No olvidemos que gracias a esa
fuente inagotable de energía positiva, desarrollada a partir de nuestra inteligencia estimulada por
laimaginación, todos podemos lograrlo.
La adolescencia es esa incierta etapa de la vida durante la cual se van estructurando el medio que
le permiten al individuo ir perfilando una personalidad madura, aún en situaciones de extrema
dificultad. Más que críticas o rechazo, lo que en realidad necesitan los jóvenes es apoyo y
comprensión. Es esencial que los padres asimilen que no son sólo sus hijos adolescentes quienes
manifiestan una serie de conflictos, dudas y problemas. Todos los adolescentes del mundo
enfrentan duelos y quebrantos que podrán ir solucionando con el apoyo respetuoso de los
adultos.
La adolescencia se caracteriza precisamente por un conflicto específico del sujeto consigo mismo y
con su entorno. El adolescente está inmerso en un proceso irrefrenable de personalización;
intenta reestructurar sus vivencias, revisa esquemas y creencias, pone en tela de juicio todo
aquello que considera mediocre o caduco. Sean cuales sean las circunstancias en las que deba
desarrollarse, la adolescencia es una etapa de progreso. A continuación expondremos brevemente
algunas características de la adolescencia, a reserva de tratarlas con mayor amplitud en lo
siguientes capítulos.
Crecimiento físico
Representa una compleja etapa de tránsito entre la niñez y la edad adulta y esta situación crea
una desconcertante ambigüedad. En el fondo se establece una lucha entre tranquilidad y
problemática, entre inconsciencia dependiente y responsabilidad. Esta época es tan fundamental
para la afirmación de sí mismo como para el descubrimiento reflexivo del yo y del mundo, enpocas
palabras, es la época durante la cual la oposición al entorno se manifiesta de manera más abierta.
A lo largo de esta etapa tiene lugar un importante crecimiento físico, que en talla representa 20 a
25% de la talla final, mientras que en peso se refleja hasta 50% del peso ideal del adulto. Las
proporciones corporales también sufren modificaciones que no siempre son simultáneas, al
principio se desarrollan pies y manos, después, los miembros inferiores, seguidos del crecimiento
del tronco y por último de los rasgos faciales y la musculatura. Además, puede percibirse un
desarrollo cualitativo de determinados tejidos, como, por ejemplo, en el varón el grosor de la
laringe y la distancia entre los hombros y en la mujer la distribución de grasa en la pelvis. Aunque
el pico máximo de crecimiento se produce en un breve lapso de alrededor de tres años, desde su
inicio el proceso total de desarrollo requiere aproximadamente 10 años para completarse.
Maduración sexual
“Pubertad” se deriva del latín pubes, “pubis” en clara referencia a los cambios que se producen en
dicha zona. Se define la pubertad como aquella etapa de la vida que se inicia con la aparición de
los caracteres sexuales secundarios, como son el vello púbico en ambos sexos, o bien el botón
mamario en las chicas y el aumento del volumen testicular en los chicos, y culmina con el logro de
la capacidad reproductiva, todo lo cual no debe confundirse ni suele coincidir con la aparición de:
- La primera regla (menarca) que se presenta siempre después del pico máximo de crecimiento,
con una maduración sexualavanzada, y que durante los dos primeros años se caracteriza
frecuentemente por periodos menstruales anavulatorios e irregulares.
- Las primeras eyaculaciones espontáneas nocturnas. Este signo aparece únicamente en los
varones y, a diferencia de lo que sucede con las chicas se presenta antes del pico máximo de
crecimiento y con una menor maduración sexual (incluso en ausencia del vello púbico), por lo que
la capacidad reproductiva suele posponerse unos dos o tres años.
Como sucede en cualquier otra etapa del desarrollo, tanto los padres como los propios
interesados deben tener en cuenta que existen amplias variaciones individuales, que no hay
límites precisos ni sincronía con sus compañeros del mismo sexo. Ante el hecho de que, hoy en
día, la mayoría de estos chicos y chicas se escolarizan de manera conjunta, pueden plantearse
serios problemas de interpretación e incluso de relación entre ellos, que debemos procurar
prevenir.
Cambios psicosociales
Fundamentalmente, estos cambios implican la búsqueda de la propia identidad y la lucha por la
independencia por parte de los adolescentes. Lo que nos interesa resaltar es que esa activa vida
interior, sumada a la preocupación generada por una imagen corporal tan intensa y bruscamente
transformada, provoca en ellos una sensibilidad muy especial. Este es un factor que deberemos de
tener siempre presente en nuestra relación con los jóvenes más aún ante situaciones delicadas
como pueden llegar a ser un trato educativo o una acción pastoral.
La juventud es un mito, una construcción cultural que ha ido cambiando a lo largo del tiempo, la
falta de un equivalente a las ceremonias rituales de iniciación, seguidas por nuestros antepasados
y aún presentes entre sociedades naturales de características tribales, recrudece la confusión y la
ansiedad del adolescente.
El papel infantil está claramente estructurado; el niño sabe perfectamente lo que puede y lo que
no puede hacer. Lo mismo sucede con el adulto que se adapta convenientemente a su papel. En
cambio, el adolescente se encuentra atrapado en una situación ambigua, y la incertidumbre
respeto a su papel le provoca muchos conflictos. Se convierte en un ser vacilante, hipersensible y,
en ocasiones, inestable o imprevisible en su comportamiento. Es sabido que un gran porcentaje de
los antecedentes delincuentes se remontan a la etapa de la adolescencia. En esta etapa cuando se
forja el éxito o se padece el fracaso en la adaptación heterosexual, cuando se plantea la vocación
que se ha de seguir y se modelan las filosofías de la vida. La comprensión por parte de los
educadores de los problemas que acompañan a este tránsito puede contribuir de manera decisiva
a que los jóvenes ingresen felizmente al status de adulto. Lógicamente, la falta de atención a esos
problemas creará ambientes de inadaptación social entre los adolescentes. En su libro desarrollo
humano y educación Robert Havighurst enumera las 10 tareas que son particularmente
significativas para el adolescente y que, por tanto, requieren mucha atención por parte de sus
mayores:
1. Lograr relaciones nuevas y más maduras con sus coetáneos de uno y otros sexos
2. definir un papel masculino o femenino, según el caso.
3. aceptar el propio físico y utilizar el cuerpo eficazmente
4. alcanzar independenciaemocional respecto a los padres y de otros adultos
5. obtener seguridad de independencia económica
6. elegir una ocupación y capacitarse para ejecutarla
7. prepararse para el matrimonio y la vida familiar
8. desarrollar las capacidades intelectuales y los conceptos necesarios para la vida de competencia
civil
9. lograr un comportamiento socialmente responsable
10. formar una tabla de valores y un sistema ético que guíen la acción.
Durante la pubertad, la sensación de equilibrio que experimentaba el niño es afectada por una
serie de dificultades o inadaptaciones, indiferente antes a cuanto no afectara directamente su
satisfacción o le infligiera dolor, el preadolescente es ahora victima de una intensa curiosidad,
producto de su autoconciencia y de una auténtica preocupación por las normas sociales y éticas
del mundo de los adultos.
El mundo de la adolescencia es el mundo de las indefiniciones, donde todo está revuelto y sin
acabar… un mundo donde se está gestando todo: desde la nueva configuración del cuerpo, y la
aparición de los caracteres sexuales secundarios, como latransformación de la voz, hasta la
afirmación de carácter y la confianza de uno mismo. Es el periodo durante el cual el ser humano
necesita mayor apoyo, mayor presencia y comprensión por parte del adulto, precisamente porque
todo parece derrumbarse, todo es cuestionado, todo se vuelve a revisar.
Aunque pueda parecer lo contrario, el adolescente está totalmente enfocado hacia su porvenir y,
angustiosamente, busca su propio camino. Desea vehementemente entrar en el mundo de los
adultos y desea hacerlo con autonomía, por iniciativa y mérito propios. Al joven le gusta “sudar”
para alcanzar su puesto en la sociedad; no es amigo de privilegios ni de “palancas”. A veces los
adultos sobre todo los padres en un afán excesivo por proporcionar al joven todo “hecho y
masticado” no se percatan que así sólo están cortando las alas de su idealismo, de su deseo de
“ser él mismo” y de abrirse brecha en la vida por sí mismo o, en todo caso, con ayuda de los de su
edad. Los adolescentes distinguen perfectamente entre el porvenir inmediato, y el porvenir
definitivo, que ellos mismos sitúan en el comienzo de la edad adulta, cuando adopten una
profesión y formen un hogar.
Frecuentemente dicho anhelado porvenir está aún muy idealizado, en ocasiones aparece envuelto
en brumas que no dejan ver con claridad, y, por supuesto, se dan también visualizaciones teñidas
de matices materialistas, sin lugar a dudas, la adolescencia es uno de los momentos más decisivos
de la vida, es el momento en que cada uno se sitúa frente a la encrucijada entre dos caminos: la
felicidad o la infelicidad.CARACTERÍSTICAS PSICOSOCIALES DEL ADOLESCENTE
“Nuestros jóvenes de ahora aman el lujo, tiene pésimos modales y desdeñan la autoridad,
muestran poco respeto por sus superiores y pierden el tiempo en grupo yendo de un lado a otro, y
están siempre dispuestos a contradecir a sus padres y a tiranizar a sus maestros”. Al leer este
párrafo podrá pensarse que corresponde a un artículo periodístico de nuestros días y, sin embargo
su autor es nada menos que Sócrates (siglo IV a. C) con esto queremos decir que los adolescentes
son siempre los mismos, lo que cambia es únicamente el contexto que les toca vivir. Para mitigar
la ansiedad, sobreponerse a los fracasos y proteger la integridad del yo nuestros muchachos se
ven obligados a elaborar una serie de estrategias de autodefensa. No hay que olvidar que el
adolescente tiene que preservar la autoimagen y el autoconcepto, que le confieren su propia valía
y le permiten incrementar la sensación de dignidad personal. Cualquier amenaza a la valoración de
sí mismo constituye una amenaza a su integridad. Recordemos brevemente algunas características
de los adolescentes:
• Los adolescentes están diciendo adiós a la infancia y no lo hacen de una manera pausada, sino
tumultos, brusca.
• Pasan de ser irresponsables a comenzar a tomar responsabilidad de sus cosas y de sus actos.
• Dependen aún en gran medida de sus padres pero, a la vez ansían ser independientes. Para
lograrlo, deberán realizar un proceso de identificación con algún adulto próximo, por lo general
sus padres, o dar tumbos de un modelo a otro, incorporandocaracterísticas de unos y de otros,
para ir forjando su imagen. Es la época de apasionarse por los grupos musicales, de interesarse en
las sectas, de seguir a los ídolos…
• Son rebeldes, para intentar reafirmarse lucha denodadamente por sus derechos, pero no tiene
muy claro cuáles son sus deberes, como padres entonces, nuestro papel es los, aunque reaccionen
con molestia, porque para orientarse, para medir sus fuerzas, para aprender a sentirse seguros, los
adolescentes necesitan una figura fuerte.
• Son muy sinceros, no saben fingir ser políticos, expresan lo que sienten y lo que quieren sin
prejuicios, son nobles y les resulta extremadamente doloroso que sus mayores les fallen.
• Un adolescente que miente lo hace porque se siente inseguro, para defender su yo frágil de la
crítica de los demás (Louise J. Kaplan. Adolescencia, el adiós a la infancia. Paidos 1986). Hemos de
tener en cuenta que la edad de sus padres fluctúa, en termino medio alredor de los 40 años, una
etapa de la vida en la que, en ocasiones, se resisten a envejecer, añoran su adolescencia, sobre
todo si su vivencia de la misma no fue plena, y pretenden recuperarla en cierta forma mediante
conductas excéntricas. Esta situación es exactamente lo contrario de los que espera el
adolescente. Esté preferiría ver a sus padres viviendo a plenitud la madurez, tanto sexual, como
profesional y pública, lo cual otorgará un parámetro a sus vidas. “lo que más hace sufrir a un joven
es ver a sus padres tratar de vivir a imagen y semejanza de él, haciéndole la competencia. Es el
mundo al revés” (Francoise Doltola causa de los adolescentes, Seix Barral 1990)
• Un joven, a los años, se siente incomprendido cuando los que lo rodean no le dan la razón en
todo y no lo aprueban sin reservas. En estos momentos el papel de los padres resulta
complicadísimo, pues no pueden, y no deben, otorgarle la adhesión total y espontánea que él
desearía, ya que son demasiado distintos tanto por su edad como por su función. De ahí que
deban hacer una gran esfuerzo por compensar sus indispensables negativas con actitudes flexibles
respecto a todo aquello que no consideren esencial y trascendente y, fundamentalmente,
reiterando su afecto. Los padres deben prepararse y preparar al adolescente para el nuevo tipo de
relación adulto-adulto, con su cúmulo de respetos y responsabilidades que, tarde o temprano van
a llegar. Si se llega a franquear con la debida serenidad esta etapa, se habrá dado el paso principal.
• Definición del yo, el joven se siente interiormente desligado de todo, y ha llegado a la colusión
de que no puede contar más que consigo mismo. Cuanto más descubre su mundo interno, sus
contradicciones y conflictos, más inexperto se encuentra y es entonces cuando empieza a elaborar
una síntesis del yo lo suficientemente fuerte para soportar esa disgregación de sus valores. Es así
como se inicia en el dominio de ese mundo interno.
• Sentimiento de soledad: aún viviendo en compañía, el adolescente se siente solo y tiende a
aislarse, tendencia que se acentúa entre los 15 y 16 años. Esta soledad es una manifestación
parcial del exacerbado desarrollo interior y procede de una vivenciadel yo que lo convierte en una
“isla” en parte porque el adolescente está conciente de que depende de sí mismo y quiere hacerse
cargo de todo lo que le concierne, y en parte porque ha definido una postura frente al mundo. A la
introversión, el cerrarse en sí mismo, le sigue una nueva extraversión y un nuevo análisis del
mundo exterior, dominado por la tristeza y el pesimismo. A este vaivén, algunos adultos lo
consideran como inestabilidad. Se acentúan la audacia, las actitudes poco reflexivas, un impetuoso
menosprecio de la realidad, un constante vanagloriarse y un afán de llamar la atención.
Muchachos y muchachas adoptan poses, lucen indumentarias extravagantes, usan frases
escogidas, lo que sea con tal de ser interesantes. Podríamos decir que, en un momento dado, los
adolescentes se convierten en perfectos snob.
• A esta exagerada autoconciencia se asocia una gran susceptibilidad, la presunción implica una
auto observación, obsesiva, típica de esta etapa, que desemboca en un doloroso reconocimiento
de su imperfección. Por eso los jóvenes son más sensibles a todo lo que pueda representar una
humillación. Velan por su prestigio y adoptan una postura hostil ante todo lo que constituya un
peligro en este sentido, ya que nunca se sienten seguros, esto los conduce a una actitud de
reserva, de descontento condigo mismos. Es el momento más interesante de su vida, lleno de
tensiones entre la parte intelectual y la parte anímico-vital.
A veces, los mayores viven encerrados en una incomprensión despreocupada, y los menores
adoptan una mala disposición hacia ellos. Se da, entonces, un abismo de incomunicación entre las
generaciones. Usted observa que sus hijos adolescentes han empezado a comportarse de una
manera extraña, comunicándose únicamente en el momento de los saludos obligatorios; evitan las
conversaciones animadas o las confidencias; si acaso, inician discusiones y dan muestras de
rebeldía más o menos contenida. Por otra parte, usted sabe que no son así todo el tiempo; sabe
que en cuanto salen de casa, se comportan de manera amable y jovial con sus amistades, incluso
con otras personas mayores.
¿Qué ha ocurrido? Han ocurrido muchas cosas: algunas por parte de los adolescentes, y otras por
parte de los padres. Por parte de los adolescentes ha tenido lugar un estallido en el interior de su
personalidad, que se debate en un marasmo de interrogantes, inquietudes y utopías. Por parte de
los padres también surgen interrogantes y dudas, pero mucho más controlables, ya que se
encuentra en una situación de mayor madurez que les permite ejercer cierta reflexión y
autodominio y comprender mejor lo que está sucediendo. Así, se espera que sean ellos los que
propicien las circunstancias para crear un ambiente de armonía y acercamiento. Sin afán de culpar
a nadie, vamos a analizar algunas fallas que hubieran podido ocurrir. Las guerras frías suelenseguir
a las guerras declaradas.
¿Han conculcado alguna vez los derechos de sus hijos? Los hijos tienen derecho s inviolables que
los padres no pueden atropellar. Ser padre es ser educador, no tirano. Los hijos tienen derecho al
amo, a que se les aprecie, a tener sus secretos, su dinero, a elegir su destino… si los padres no les
brindan atención ni tiempo, los hijos buscaran sustitutos ya que requieren enormes dosis de
presencia y de cariño, además de educación. Algunos padres aman a sus hijos, pero no saben
estimularlos. Les dan todo lo materialmente adquirible, pero les niegan la estima gradual a sus
crecientes actitudes dignas. Hemos dicho que los jóvenes tienen derecho a sus secretos, sobre
todo a los de conciencia. Una cosa es guiar y otra invadir su intimidad. La decepción que sufren por
esto es muy profunda.
En cuento al dinero; no basta con que al adolescente se le compre todo lo que le hace falta; es
necesario también enseñarle el valor de ahorrar y de usar sus ahorros. Y sobre todo, al llegar el
momento de elegir su destino profesional, esta prohibido imponerse. Hay que conocer sus
posibilidades se trata de su futuro de su vida. Si realmente desean ser responsables, limítense a
iluminar el camino para que ellos tomen la decisión, de acuerdo con sus propios intereses y
facultades, si lo consideran necesario, consulten a educadores, psicólogos, etc., pero no obliguen a
sus hijos a renunciar a su vocación. Toda imposición desembocará en una de esas guerras frías
entre padres e hijos. En cambio cualquier gesto de respeto a sus derechos serárecibido con
profundo agradecimiento por parte de sus hijos. Como padres, están fomentando la paz y el
aprecio mutuos, que son las bases de la energía y de la felicidad en el hogar, nunca dejen de teñir
presentes su edad, sus problemas y su intrínseca manera de ser.
Por otro lado, siempre ha existido la famosa “brecha generacional”, cierto desacuerdo entre hijos
y padres. Los primeros poseen mayor vitalidad e idealismo; los segundos más experiencia, más
decepciones y a veces se sienten cansados y desengañados. Los padres observan a sus hijos y los
ven a su modo, pero generalmente no se detienen a considerar como los ven sus hijos. En una
primera etapa, los ven como ídolos. Luego éstos se van derrumbando. En efecto, cuando son muy
pequeños, los hijos opinan que “papá sabe algo”, los preadolescentes dirán: “pude ser que papá
tenga razón”, mientras que los adolescentes afirmaran categóricamente: “papá no tiene ni idea”.
O sea que en las primeras etapas de la vida papá y mamá son vistos como ídolos y como tales
serán derribados cuando defrauden a los hijos por primera vez. Los jóvenes piensan: “mis padres
me legaron un mundo de etiquetas, trajes oscuros, esquelas mortuorias. Hablan de la vida plena,
pero actúan como si la vida careciera de valores, de sinceridad, de caridad” seamos lo bastante
humildes para descubrir y aceptar esa verdad en el mensaje de la rebeldía juvenil…
En ocasiones, los padres son contradictorios, al niño que es dócil que no es conflictivo lo dejan
hacer lo que quieran, mientras que al adolescente que es rebelde por naturaleza
pretendendoblegarlo. El adolescente se encuentra a medio camino entre el niño y el adulto; los
niños lo miran como si fuera una persona mayor y los adultos lo consideran como un niño. Esto lo
desconcierta; se encuentra flotando en el vacío, ya sea porque no se le presenta la ayuda
necesaria o porque se le rechaza categóricamente. Tanto si es demasiado débil como si es fuerte,
la familia es impotente para salvar el abismo que separa al adolescente de la sociedad. Si la familia
es demasiado fuerte, lo aísla del mundo. Si es débil ni siquiera le entrega lo único que sería capaz
de darle, el cariño, cuya ausencia condena al individuo al infantilismo prolongado.
En realidad más que alejados de sus padres, los adolescentes se sienten en pugna con ellos. Lo
tradicional se derrumba, la familia se transforma, los padres no sabemos que hacer. Es importante
que recordemos que nuestros hijos no son “nosotros”. No pretendamos que ellos cumplan
nuestros objetivos; ayudémosles a que encuentren los suyos. Valoremos positivamente todos sus
logros y desarrollemos una crítica constructiva cuando se desvíen del camino correcto. Y una vez
que hayamos analizado cómo son a esa edad los jóvenes, consideremos cómo puede colaborar la
familia en la educación de esos miembros tan importantes de la misma.
A pesar de las grandes diferencias individuales que puedan presentarse, el desarrollo del
adolescente se cumple indefectiblemente y de la manera previsible. El adolescente temprano
comienza por desairar a sus padres, cuestionando su autoridad, sus reglamentos y sus valores.
También es típicoque compare sus propios cambios puberales con los de sus coetáneos y que pase
más tiempo fuera de su casa, con sus amigos, por lo cual los padres se sienten más ignorados que
combatidos. Se inicia la exploración del sexo opuesto. Conforme va madurando, sus pensamientos
acerca de la vocación y del futuro se tornan, más realistas y, al final de la adolescencia, el hijo
vuelve a aceptar a sus padres, pero ya no como ídolos, sino como personas y, con gran frecuencia,
comparte sus valores. Se ha llegado al punto en que el adolescente puede entablar una relación
intima con otra persona y se forjan planes de estudio, trabajo, y familia.
Durante los últimos 50 años, aún ellugar más remoto del orbe ha experimentado más
transformaciones que las ocurridas en toda su historia anterior. Las migraciones internas, el
desempleo, los estados de guerra, la industrialización, la proliferación de los medio de
comunicación masiva y la complicada cadena de hechos asociados con la urbanización han ido
generando cambios irreversibles y de difícil integración. En una misma sociedad pueden
encontrarse grupos campesinos que sobreviven a base de una economía primitiva de tipo agrícola,
junto a una industria siderúrgica en desarrollo que ya compite en el nivel mundial. No es difícil
concebir entonces que, a principios del siglo XXI, las constantes fracturas que inciden en la vida
comunitaria hayan terminado por mutar la organización familiar y, en consecuencia, los estilos de
vida de los adolescentes. Este proceso es ya claramente visible en todas las grandes metrópolis.
Baste con mencionar a guisa de ejemplo, que un típico adolescente urbano de 18 años ha
invertido 18000 horas de su vida frente al televisor.
Al adolescente se le plantean los tres problemas fundamentales de la vida: el trabajo, la vida social
y el amor. Por otra parte, tiene que enfrentar el problema que significa él mismo. Además , se ve
forzado a ir tomando las riendas de su propio destino, lo cual lo confronta con múltiples tropiezos
en el camino de su autorrealización y, en casos extremos, con la ambivalencia de su propio ser.
Ante la crudeza del presente, que no le permite sentirse cómodo en su propio ser, el joven idealiza
el pasado y el mundo de la infancia se torna el prototipo de lafelicidad. Sin embargo, aunque sea
de modo implícito, el peso de la responsabilidad es percibido como prenda de futuro, como
promesa de plenitud.
El cúmulo de experiencias adquiere para el adolescente la categoría de cúmulo de problemas
consientes y directos a los que tiene que hacer frente. Está lejos ya de las preguntas del niño y las
respuestas de los adultos han dejado de satisfacerle. Es preciso llegar aún respuesta personal. La
adolescencia es una toma de conciencia reflexiva y personal ante la vida. Preguntas como ¿Quién
soy?, ¿Por qué existo?, ¿para que tanto estudiar?, afloran en la mente adolescente. Y no se trata
de preguntas filosóficas sino de cuestiones vitales para el chico o la chica que empieza a tomar
conciencia reflexiva de sí y del mundo.
Y esto es motivo de alegría para los padres que esperan con ilusión ver crecer a sus hijos, no es
menos cierto que esta nueva etapa, la adolescencia va a ser fuente de nuevas y grandes
preocupaciones. Muchos de nosotros nos sentimos desconcertados ante los cambios de los hijos.
A continuación aparece una serie de 20 frases incompletas. Léelas y trata de completarlas, una a
una, con el primer pensamiento que te venga a la mente. Anota lo primero que se te ocurra, no te
detengas a reflexionar. Procura trabajar tan rápido como puedas. Si no puedes completar una
frase, sigue adelante; ya volverás luego sobre ella.
Una vez que hayas terminado, espera en silencio a que te den la señal. Te vamos a proponer dos
puntos de reflexión, ten paciencia.
Reunión en grupo
1. Recogida del “eco” se le pregunta a cada uno de los participantes qué ha sentido al terminar las
frases, qué se le ocurría mientras lo hacía, lo que piensa del ejercicio, lo que me impresionó; si le
pareció importante. Y se les deja hablar…
2. Se invita a cada cual para que comente la frase que considere más importante para él.
Interpelación del grupo.
3. Se analiza, entre todos, las frases que no han sido comentadas en el número 2.
4. Se escuchan las conclusiones personales, con interpelación por parte del grupo a cada
conclusión, si da pie a ello.
5. Se realiza la evaluación.
Al adolescente le resulta difícil integrar sus modificaciones corporales, a veces se siente extranjero
en su propio cuerpo. Surgen entonces perturbaciones psíquicas asociadas con el comportamiento,
tales como complejos, dificultad para concentrarse o alteraciones en la percepción, tanto de sus
propias dimensiones como de las del medio en donde se mueve. Muy a menudo, el cambio de
apariencia física determina la aceptación del yo; no se trata solamente de ser como los otros, sino
de ser como los otros nos ven. He podido comprobar experimentalmente, en una muestra de 90
adolescentes del sexo femenino de 17 años de edad, que más de 50% externan preocupación y
hasta obsesión por su peso y su estatura. No cabe duda de que en este caso influyen en gran
medida los cánones culturales, pero tamben he comprobado que en la adolescencia más
temprana (12 y 14 años) el porcentaje de adolescentes agobiados por suapariencia física es aún
más elevado. Mis observaciones coinciden con las conclusiones de Schönfeld referentes a la
estrecha relación existente entre la percepción subjetiva corporal y el concepto de sí mismo, que
durante la adolescencia se manifiesta de manera más evidente que en cualquier otro periodo de
vida humana. No cabe duda que los adolescentes experimentan dificultades en su autoanalísis. La
reiterada expresión “no se que me pasa” ante el cuestionamiento directo del adulto acerca de sus
reacciones, nos indica que el método del conocimiento del adolescente no es método directo, sino
indirecto, al que denominare la técnica del espejo el espejo se convierte en el instrumento de
reconocimiento y de seguridad, pero no sólo como objeto, sino también como proyección. El
adolescente proyecta en el otro su “sí mismo” y sus identificaciones.
¿QUIÉN SOY?
Creo que la adolescencia constituye una de las etapas de la vida en las que el ser humano es más
influenciable, aún más que durante la niñez, cuando el sentido de pertenencia al mundo de la
familia es más profundo. El adolescente, por el contrario, experimenta cierto despego hacia ese
mundo, lo cual le es indispensable para poder construir sus propias ideas y modos de pensar. Es
por ello que las técnicas de conocimiento y de autoanalísis de representación o de desempeño de
ciertos papeles son muy útiles cuando se trata de ayudarles a enfrentar la problemática propia de
su edad. De manera similar, los analisis de problemas realizados en situaciones reales resultan
eficaces, debido a que son los mismos adolescentesquienes realizan el análisis, llegando a
conclusiones valorativas sobre sus experiencias, las cuales proyectan indirectamente en otros.
Según Erikson, la identidad del yo adolescente difiere de la imagen corporal, en el sentido en que
la primera engloba las identificaciones del individuo junto con las reacciones psicosociales. Los
jóvenes se encuentran enfrascados en una búsqueda incesante de la identidad, paralela a una
situación de “difusión del yo”. Esta última expresión, acuñada por Erikson, se refiere a la
incertidumbre que el adolescente experimenta respecto de sí mismo. La formación del yo y la
adquisición de la identidad implican múltiples identificaciones con los modelos del entorno
sociocultural que le rodea. Las aportaciones de Bandura y Walters nos demuestran que la mera
observación aprenda dicho comportamiento. Analizar la conducta del adolescente nos lleva a
analizar la conducta del mundo adulto. En ocasiones, y casi siempre de manera inconsciente,
proyectamos nuestras expectativas sobre los adolescentes, según lo que creemos deberían ser y lo
que, en nuestro tiempos fuimos. Cuando esto ocurre, nuestros propios temores vuelven a aflorar,
con el peligro de invalidar el crecimiento espontáneo y creador de los jóvenes.
Es preciso que el adolescente se acepte tal como es. Que se guste, que se dé cuenta de que posee
excelentes cualidades, de que es un ser colmado de posibilidades ilimitadas y de que tiene ante sí
significativas oportunidades de triunfo. Ello no significa que sea perfecto ni que deba adoptar una
actitud preocupante o encerrarse en una autosatisfacción enfermiza. Puede y debe aceptarse sus
defectos y limitaciones, siempre que no pierda el mando sobre sí mismo y se muestre capaz de
tomar las riendas de su personalidad.
Podemos decir que nacemos dos veces: una para vivir y otra para existir, la primera tiene lugar
cuando salimos del vientre de nuestra madre, y la segunda cuando logramos superar la crisis
adolescente. La evolución del adolescente va acompañada de una transformación física, que lo
confronta con un esquema corporal diferente y de una transformación sentimental, que genera
nuevas emociones, algunas de ellas extrañas y contradictorias. Su incipiente personalidad choca
con la realidad externa lo que, en ocasiones, lo conduce al aislamiento al silencio, o a las actitudes
defensivas.
Decía Séneca: “importa mucho más lo que tú piensas de ti mismo que lo que los demás opinen de
ti”. “la juventud es la sonrisa del porvenir ante un desconocido que es uno mismo”. Conviene que
el adolescente se mire en el espejo de sus vivencias para intentardescubrir su irrenunciable
identidad. Es lo que ha hecho Alicia, una muchacha de 14 años, inquieta y nerviosa. Ha intentado
no parpadear par lograr estudiar sus gestos, su mirada, su alma. Se ha preguntado observándose
fijamente: ¿Quién es ésta que está aquí?, “después de unos momentos de duda, reconoce su cara
de siempre.
“soy efectivamente, yo, la de todos los días, la que va y viene, la que ríe y llora, la que se rebela y
no está de acuerdo. Efectivamente, soy yo; pero los demás me ven de otra manera. Según mi
padre, soy una muchacha inteligente, de buen corazón, un poco perezosa e indolente. Según mi
madre, soy una chica muy guapa, muy espabilada, muy… muy… siempre hablan de mí, soy una
especie de obsesión para ella. Según mi abuelo, que me adora, soy un sol, un encanto, un ser
increíble. Según mis amigas… me lo reservo. Según mis maestros… ¡que voy a decir! Cada uno ve
en mí una persona diferente”
A los adolescentes se les define, se le estudia, se les etiqueta. En el colegio se dan informes sobre
su personalidad, sobre su coeficiente intelectual. Opinan de ellos los familiares, los vecinos, los
amigos… todo mundo parecen tener derecho a analizarlos, a juzgarlos, pero no siempre se les
escucha. Todo adolescente experimenta un drástico cambio en su personalidad. Es el proceso de
maduraron al que nadie puede sustraerse. Crisis, cambio, crecimiento, y aprendizaje son
elementos ineludibles que van a darse a lo largo del desarrollo de una juventud sana y feliz.
Uno de los problemas más frecuentes en la amistad entre adolescentes es decepcionarse del
amigo. La reacción inmediata es dejar de creer en la posibilidad de una amistad verdadera. A
medida que el joven va ahondando en los mecanismos de las relaciones, el idealismo de los
primeros años de la adolescencia se fractura. Esta secuencia contribuye de manera importante a la
maduración porque va perfilando al otro fuera ya de su espejo, porque vive otro yo distinto que
exige nuevos puntos de vista y nuevos compromisos.
Las amistades felices, las de larga duración, indican que el individuo posee el justo sentido de su
propio valor y la suficiente habilidad para darse sin temor a sentirse agotado. Es por ellos que una
de las preguntas claves planteadas durante la primera entrevista en un examen psicológico es la
siguiente: ¿ha tenido usted alguna relación amistosa de larga duración? Una pregunta que todos
deberíamos formularlos para, en caso negativo, intentarlo a tiempo.
Cuando no se cree en la amistad ¡que triste panorama!, podemos comprar cosas pero no amigos.
La amistad es esencial para el ser humano, y para los adolescentes, se convierte en un valor de
vida o muerte. Durante el siglo XX, llamado el siglo de los medios de comunicación, se gestó la
generación de la gente más sola jamás habida. El hambre de amistad no puede ser mitigada con
placebos. El amigo no tiene suplente, como lo tendría el deportista.
← Permitir que nuestros amigos sean ellos mismos: es decir, aceptarlos como son, agradecerles lo
que nos ofrecen y nolamentarnos por lo que no nos pueden dar. No debemos sentirnos
amenazados o molestos si los gustos de nuestros amigos difieren de los nuestros.
← Aconsejar oportuna y constructivamente: cuando un amigo necesita hablar, es necesario
escuchar sin interrumpir. Si nos pide consejo, brindárselo, procurando que sea siempre positivo.
← No invadir, no oprimir: cada uno de nosotros tiene derecho a sus sentimientos y pensamientos
privados. El amigo que intenta invadir el espacio interior del otro pone en riesgo la relación.
← Ser leales: la lealtad está en la base misma de la amistad. Significa fidelidad, significa honrar la
confianza, significa estar con nuestro amigo en las buenas y las malas, no desacreditarlo en su
ausencia ni permitir que otros lo hagan.
← Estar dispuestos tanto a dar como a recibir: esto quiere decir estar dispuestos a prestar ayuda y
apoyo, pero también estar dispuesto a pedirlos si es necesario, sin excedernos en nuestras
exigencias y sin permitir que abusen de nosotros.
← Saber alentar: comunicar a nuestros amigos lo que nos agrada de ellos y mostrarles cuan grata
nos es su presencia en nuestra vida; reconocer sus dotes y sus méritos, celebrar sinceramente sus
éxitos y nunca envidiar sus logros.
← Trato igualitario: en la amistad no hay lugar para alardes y vanas actitudes competitivas; mucho
menos para sentimientos de superioridad o de inferioridad.
← Ser sinceros y honestos: la comunicación abierta es esencial en la amistad. Nuestros
sentimientos, buenos o malos, debemos manifestarlos, no acallarlos y reservárnoslos para
rumiarlos, especialmentesi se trata de ansiedades o cólera. Aclarar los malentendidos, evitar los
resentimientos y recordar que, a veces hay cosas que es mejor no decir. Permitamos que nuestra
sensibilidad nos trace el límite de la prudencia.
← Aceptar el riesgo: en efecto, la amistad implica que estamos dispuestos a correr ciertos riesgos,
y uno de los principales obstáculos para cualquier relación amistosa es el temor de ser rechazado
o herido. Nos resistimos a mostrar nuestros puntos vulnerables. Pero si no nos atrevemos a
confiar plenamente en quienes llamamos amigos, entonces estamos condenando a una vida vacía.
LA AFIRMACIÓN DEL YO
A medida que la adolescencia avanza y los lazos que unen al adolescente con la familia y la escuela
se van adelgazando, el joven, rebosante de aliento y de pretensiones, entra en contacto más
directo con las diversas colectividades con las que habrá de convivir. Se produce aquí uno de los
choques más profundos para la afirmación del yo adolescente, y para acometer esta empresa el
adolescente deberá contar con las reservas morales y espirituales suficientes. Dicho proceso
incluye enfrentar los múltiples tropiezos que se originan tanto en las condiciones exteriores del
medio como en el propio mundo interior, planteemos ante un grupo de jóvenes la siguiente
pregunta: ¿Qué situación teocasiona mayor angustia?
Elige entre las siguientes respuestas:
En líneas generales, la clasificación por sexos sigue la distribución antedicha. Sin embargo, es de
descartarse que los varones conceden mayor importancia a los fracasos escolares (15.5 % frente a
8.5 % por parte de las mujeres). Este dato viene a ser el negativo de la mayor valoración del
estudio por parte de los varones que surgía del análisis de los cuadros anteriores. Las mujeres
parecen ser más sensibles a las “injusticias del mundo”, a la “propiaindecisión” y, en menor grado
a los “problemas amorosos”, mientras que no parecen verse afectadas por los problemas sexuales
(0.5% frente al 5% masculino)
Al analizar los datos en función de la edad, descubramos que las tensiones familiares y el egoísmo
son los problemas que con mayor fuerza repercuten en el grupo más joven. A medida que la edad
avanzada se presenta una tendencia a conceder menor importancia alas dificultades respecto a los
amigos, y la misma orientación se percibe al tratarse de los problemas sexuales. Por el contrario, la
curva de “problemas amorosos” se incrementa conforme nos acercamos al grupo de más edad:
5% a los 14 años, 11.5% a los 17 años… asimismo, “las injusticias en el mundo”, preocupan con
mucha mayor intensidad a este último grupo.
Los varones se sienten más afectados que las mujeres por los fracasos escolares y los problemas
sexuales, mientras que las mujeres muestran mayor sensibilidad ante los problemas del mundo en
general y ante su propia indecisión. Sin duda y a pesar de todo, el adolescente, es una persona
maravillosa, capaz, con evidentes cualidades. Merece respeto, consideración, una vida
satisfactoria, pero tiene que ganarse a pulso su plena realización personal; nadie lo hará por él. Y
para ello es preciso que se dé cuenta de que es una persona valiosa y de que puede lograr pensar
y hablar de sí mismo de una manera constructiva. No existe autoridad para prohibirle albergar
ilusiones, alimentar esperanzas, probar nuevas experiencias.
No venimos al mundo con una vida hecha, elaborada, preestablecida. Los pensamientos y las
actitudes son los que van diseñando el perfil de cada individuo. Al cultivar pensamientos positivos,
la vida florecerá en un jardín de sonrisas. El adolescente debe procurar abandonar los hábitos
negativos que lo impulsan a repetir una y otra vez: “soy un desastre”, “no sirvo para nada”, “jamás
lo lograré” “nadie me quiere”. Estos pensamientos sólo exacerban la falta de respeto a sí mismo.
El desánimo podría matarle; es urgente que recuerde el optimismo y que recuerde que hay
muchas cosas hermosas en su vida. Es preciso que el adolescente se juzgue a sí mismo con
benevolencia y bajo la luz de la esperanza. No todo va a salir mal. Debe aprender de los fracasos y
darse cuenta de que, aún con sus limitaciones, puede lograr maravillosas realizaciones en su vida.
Lo importante es que se aplique a gustarse a sí mismo, con sencillez y humildad, sin petulancia.
Debe estar convencido de que es una obra original, exclusiva y distinta, y de que sus sentimientos
representan un tesoro; emocionarse, reír, llorar, compadecerse, perdonar, y no olvidar que es
humano experimentar tristeza, decepción, frustración. La gran tarea del adolescente cosiste en ser
él mismo.
EVOLUCIÓN DE LA AUTOAFIRMACIÓN
La fuerza física se afirma en la lucha y en las competencias deportivas. El joven busca el riesgo,
descargando su agresividad constantemente (zancadillas, golpes, etc.) en la siguiente etapa, el
adolescente pretende el encuentro consigo mismo a través de los demás e incrementa la reflexión,
se siente menos perturbado por lo que antes lo irritaba. Su conducta es más serena y objetiva
porque se torna menos vulnerable a las contrariedades. En la medida en que su autodominio
progresa, aumenta la sensación de haber encontrado su propio equilibrio y de haber logrado
cierta conformidad con el mundo que le rodea.
El drama del adolescente radica en que entre la empresa de valerse por sí mismo, de adaptarse a
su nuevo papel en la vida y los medio disponibles para alcanzarla existe una desproporción
considerable. Es un periodo de tormentas, de dificultades de enfrentamientos con la familia. En
efecto, cuando los padres empezaban a sentirse satisfechos por que su hijo estaba de acuerdo con
sus criterios y podían intercambiar ideas, de pronto, un día han de sorprenderse ante una
respuesta desabrida.
Esta crítica situación dentro de la familia provoca que sus miembros se sientan muy alejados entre
ellos, el joven se da cuenta de que su cuerpo, muy distinto durante la infancia, se vahaciendo poco
a poco semejante al de los adultos, y simultáneamente, siente que sus ideas, opiniones y
aspiraciones son cada vez más distantes. Ante tal situación, el adolescente decide aislarse ya no le
gusta comunicar sus alegrías y esconde sus preocupaciones. La franqueza habitual del niño se
convierte en reserva. El adolescente se siente raro ante sus padres, ante sus hermanos, ante sí
mismo. Llora sin saber porque, en realidad llora por que su niñez se escapa. Busca la soledad como
un refugio donde encontrar su riqueza interior, su intimidad. Desde ese ámbito crea un mundo
independiente, original, nuevo, distinto.
PSICOLOGÍA DE LA INTIMIDAD
“La adolescencia puede caracterizarse como cierto nacimiento interior, como un nacimiento de la
intimidad; la aparición de tendencias sin objeto definido y la manifestación reflexiva y crítica del
propio pensamiento. El enamoramiento sin convicción, las ilusiones vagas, las inquietudes sin
causa conocida, son otras tantas manifestaciones de esas tendencias imprecisas, sin objeto claro,
que sumergen a los adolescentes en un inquietante mundo interior. La reflexión implica la vuelta
del sujeto sobre sí mismo… el adolescente ve en su interior el lugar donde ha de contrastar todo
conocimiento. De aquí que la adolescencia se una época de dudas y de crisis agudas… la
adolescencia es también época en la que el sujeto se enfrenta con el mundo de un modo nuevo; la
necesidad e concretar el puesto que va a ocupar” (diccionario de pedagogía labor)
La adolescencia es ante todo un periodo de crecimiento que hace posible el paso de lainfancia a la
edad adulta. Adolescente es aquel que “esta creciendo” en contraposición al adulto, que es “el
que ha crecido”. Se crece tanto en cantidad como en calidad. Se da un aumento en la talla, el
peso, en las capacidades mentales, en la fuerza y se produce un cambio en la forma de ser, una
evolución en la personalidad.
¿Qué es lo que hace posible esta última transformación? Para García Hoz, “la adolescencia es el
comienzo de un crecimiento cualitativo, lo cual vale tanto como decir que es el nacimiento de algo
en el hombre y ese algo no es otra cosa que la propia intimidad. El nacimiento de la intimidad
tiene lugar, de manera lenta y difícil durante los primeros años de la adolescencia. Al principio, el
adolescente experimenta el yo como algo que lleva en su interior, que no pertenece a nadie, que
es “suyo”. Este nuevo estado emotivo de momento lo sorprende y lo desconcierta, pero también
lo colma de satisfacción furtiva y de inquietud. La conciencia infantil, ligada a lo colectivo, va
siendo sustituida, de forma vacilante, pero continua, por una conciencia personal. Ante este
fenómeno, el mundo infantil se desmorona, produciéndose una ruptura con el pasado y con las
ideas de los mayores.
PSICOLOGÍA DE LA PUBERTAD
“Cuando tu cuerpo se halle listo para la pubertad, la hipófisis (una glándula del tamaño de un
garbanzo que hay debajo del cerebro) empezará asecretar hormonas por medio de las que enviará
mensajes a otras glándulas, a través del flujo sanguíneo, para que hagan lo mismo. La primera
señal evidente es la aparición de vello en el pubis (de ahí la palabra de pubertad). A continuación
notarás que tu crecimiento se acelera y que de pronto eres más alto y más fuerte. Este “estirón”
suele tener lugar entre los 13 y 14 años, pero cada muchacho se desarrolla en un momento
diferente. La maduración sexual se hace patente en el aumento del tamaño de los testículos, lo
cual ocurrirá un poco más adelante con el pene. Es importante dejar claro que el tamaño de estos
órganos es muy variable y que en ningún caso tiene nada que ver con la virilidad o la potencia
sexual. Esta serie de señales te indica que tu cuerpo está preparándose para la reproducción con la
consiguiente producción de espermatozoides, que son las células masculinas que tienen la
capacidad de fertilizar un óvulo femenino y dar lugar a una vida humana.
Los espermatozoides son transportados por el semen o esperma, fluido que los muchachos
empiezan a emitir más o menos un año después del inicia del crecimiento del pene.
Generalmente, esas emisiones ocurren durante el sueño, con diversa frecuencia. Durante esta
etapa tiene lugar también el cambio de voz, que cada vez se parece más a la de un varón adulto.
Durante los meses en que las cuerdas vocales se desarrollan, la voz puede presentar oscilaciones
chuscas entre el niño y el hombre. La piel también experimenta cambios. El tejido graso aumenta
en la cara y en la espalda. Tienden a aparecer granos yespinillas, que resultan sumamente
incómodos porque todo el mundo puede verlos. En la inmensa mayoría de los casos, tanto granos
como espinillas desaparecerán por completo al final de la adolescencia.
Tu reloj biológico ha empezado a marcar la hora de una serie de cambios profundos en tu cuerpo.
La hipófisis es la glándula que los dirige a todos. En la inmensa mayoría de los casos lo hace de
manera impecable y en el momento oportuno. La primera evidencia de tu paso a ser mujer (10-11
años de edad) es el inicio del desarrollo de las mamas. Notaras una zona dolorosa al tacto al lado
de los pezones; no es un tumor y muchos muchachos también lo sienten. Ese dolor desaparece en
unos meses y, a continuación, los pezones tienden a erguirse y las areolas se oscurecen. Al
principio,las mamas crecen en forma cónica, para más tarde tomar su forma definitiva de mujer
adulta. Notaras que tu estatura y tu peso aumentan a un ritmo acelerado y que las caderas se te
empiezan a ensanchar.
Aparecerá vello en el pubis, se ha iniciado la pubertad. En poco tiempo crecerá vello en las axilas.
Pero tal vez el acontecimiento más espectacular de este tránsito de niña a mujer es el
advenimiento de la menstruación o regla. Dependiendo de cada caso en particular y sobre todo de
la zona del mundo donde vivas, la primera regla o menarca puede ocurrir muy pronto ( a los 10
años) o más bien tarde ( a los 16 años). En promedio se presenta entre los 12 y 14 años. La
menstruación se presenta cada mes y dura unos tres o cuatro días.
Es un proceso completamente natural que la sociedad enfrenta de diversa maneras, mientras que
en muchos lugares la menarca o menarquía es motivo de alegría familiar, en otros se le rodea de
secretos y tabúes. La menstruación ocurre porque cada 28 días, aproximadamente, el útero se
prepara para recibir el óvulo, que si hubiese sido fertilizado por un espermatozoide llegaría a ser
un bebé. Al no ocurrir esto, la capa interna del útero, que se hallaba lista para la anidación del
óvulo fecundado, se vuelve innecesaria y por tanto es eliminada mediante la vagina en forma de
una pequeña hemorragia. Durante este proceso resulta necesario el uso de compresas o
tampones que absorban esa sangre mientras continua con tu vida normal.
Las mujeres embarazadas no menstrúan. Seguramente habrás observado que la piel de tu rostro
es ahora áspera ygrasosa y que te han empezado a brotar granos y espinillas, convienen que
mantengas tu piel lo más limpia posible. Al paso de la adolescencia, los granos desaparecen
definitivamente y la piel acabará suavizándose por sí sola. Es posible que tantos cambios te
desconcierten y a su vez te transformen, hay muchachas que se vuelven más comunicativas, y
otras se hacen más calladas; algunas se tornan melancólicas, mientras otras irradian de euforia.
Por supuesto, hay chicas que no experimentan la menor variación en su temperamento. Como
adolescente debes cuidar tu salud por medio del ejercicio físico moderado y el descanso necesario.
Una alimentación equilibrada es también imprescindible para apoyar tu desarrollo. Por ejemplo, la
perdida de sangre durante la menstruación ha de ser compensada por una dieta rica en vitaminas
y minerales, especialmente en hierro.
1. ¿Estás contento de vivir?, ¿Sabes descubrir lo que hay de bello y de bueno en las personas, en
las cosas…? ¿tienes muchas ilusiones para el porvenir?
2. ¿Cuáles son tus aspiraciones?, ¿terminar una carrera, tener mucho dinero, tener, tener, tener…
o llegar a ser útil, hacer algo que valga la pena?
3. ¿crees que tu vida está orientada hacia el amor, la amistad, la entrega a los demás? O más bien
¿vives sumido en una actitud egoísta, pensando sólo en ti?
4. ¿Qué es Dios para ti? ¿un amigo? ¿un padre?, ¿un ser lejano, ajeno a tu vida?, ¿un ser poderoso
al que temes? ¿Cómo es tu oración? ¿es un acto mecánico? ¿es una expresión personal? ¿te
limitas arecurrir a Dios cuando te encuentras afligido? ¿le das las gracias? ¿sabes ofrecerte?
5. ¿Cuál es tu actitud en casa? ¿colaboras de buena gana y te preocupas sinceramente por los
demás? O más bien, ¿mantienes una actitud tensa, distante, experimentado tu casa como un hotel
en el que comes y duermes, sin interesarte por tu familia?
6. ¿te aceptas tal como eres? ¿envidias la suerte de otros? ¿te conformas fácilmente con tu modo
de ser? ¿sueñas frecuentemente con lo que quisieras ser y no haces nada por conseguirlo? ¿Cómo
eres? ¿eres constante, responsable, sincera, dueño de ti, abierto, seguro, optimista?
7. ¿Qué significan para ti la castidad, la sexualidad, y la amistad? ¿Qué valor les asignas? ¿crees
que pueden ser maneras de amar? ¿Por qué? ¿has logrado cierta serenidad o autodominio al
respecto?
8. ¿Qué es para ti ser humilde? ¿crees que en la humildad radica la grandeza de un ser?
9. ¿es aceptable que un solo problema, al que otorgas vital importancia, sea tu única preocupación
y te este impidiendo evolucionar en otros aspectos de tu personalidad?
Trabajo personal
• En una primera vuelta, cada uno responde a lo que más le preocupó. Interpelación
• Entre todos se analiza lo que en la primera vuelta quedó sin verse. Evaluación
LA CRISIS DE LA ADOLESCENCIA
• El adolescente es idealista; intuye conceptos y abriga esperanzas que ha quedado fuera del
alcance del adulto que, con los años, se ha ido volviendo quizá “demasiado” realista.
• El adolescente dispone de energías físicas ypsicológicas capaces de lograr lo impensable.
• El adolescente está dotado de una poderosa creatividad que, en la mayoría de los casos, tiende a
desvanecerse o, al menos a atemperarse cuando ingresa a la edad adulta.
• El adolescente posee un vigoroso sentido de la justicia, porque aún no lo ciegan los intereses
personales ni los convencionalismos sociales.
• El adolescente es capaz de amar intensamente o de rechazar con igual fuerza.
En suma, el adolescente cuenta con mil recursos, que podrá utilizar con provecho sobre todo si
encuentra comprensión entre los adultos y estos reofrecen apoyo para encauzar sus talentos y
virtudes hacia un estilo de vida positivo y saludable.
¿QUE ES LA ADOLESCENCIA?
Aunque quizá semejante declaración pueda aplicarse a determinados casos, no podemos negar la
realidad de una serie de características propias de este estadio vital. Entre losestudiosos del
asunto existe cierto desacuerdo sobre la naturaleza de dichas características y especialmente
sobre el modo adecuado de tratarlas. Sin embargo, por consenso general, se reconoce la realidad
evidente de esa etapa llamada adolescencia. La adolescencia es, en definitiva, el periodo de
transición entre la niñez y la edad adulta.
“La verdad es que hay momentos en que no veo claro…” dice un adolescente ¿Cómo va a ver claro
si está bajo constante bombardeo de novedades y de expectativas que lo presionan? A ello
añadamos el plus de energía física e intelectual, que no siempre resulta fácil canalizar. Es lógico
que a veces se sienta abrumado y hambriento de esa orientación que únicamente sus mayores
pueden ofrecerle.
Stanley may señala el comienzo del estadio científico de la adolescencia con la publicación en 1904
de un voluminosos tratado sobre este estadio vital. Su teoría reitera la idea de que la adolescencia
es como un puente entre los años “salvajes” de la niñez y la “civilizada” edad adulta. Se espera,
pues que la adolecía sea un periodo turbulento, colmado de pasión, sufrimiento y rebeldía. La
efervescente actividad endocrinológica que se desata en esta época se traduce en cambios que
afectan de muy diversas maneras a los diversos individuos; lo que para algunos adolescentes
significa una tormenta, para otros puede resultar una etapa tranquila carente de dificultades
serias. Además de los posibles problemas, también hoy es reconocido el gran potencial del
adolescente, que le ofrece atributos mediante los cuales será capaz de enfrentar los posibles
problemas yde alcanzar logros significativos.
No es fácil determinar con precisión cuánto dura la adolescencia, especialmente en las complejas
sociedades de los países industrializados. Aunque con amplia variación, su inicio está determinado
por la componente biológica; es decir, por el advenimiento de la menstruación y demás
transformaciones en el caso de las niñas, y por el desarrollo genital, además de otros muchos
cambios, en los muchachos. El problema se presenta al querer determinar el final de la
adolescencia. ¿Cuándo podemos afirmar que la joven no es ya más una niña, sino una mujer? ¿En
que momento es correcto decir que el muchacho ya es un hombre?
La complejidad de este asunto se debe especialmente a que el criterio para determinar cuando se
inicia la edad adulta presenta, además de cierta componente biológica, una componente social.
Técnicamente, es adulto quien ha alcanzado la mayoría de edad (18 años en muchas legislaciones).
Sin embargo, en nuestro medio, la verdadera condición de adulto no se alcanza hasta haber
conseguido la independencia, la emancipación económica, la capacidad de generar ingresos. Los
adolescentes continúan dependiendo de sus padres durante los largos años que duran los estudios
y el lapso incierto de buscar y obtener empleo.
Los límites entre la adolescencia y la edad adulta son fluctuantes por tratarse de grados relativos
de madurez personal y no de mutaciones fisiológicas, objetivamente perceptibles, como sucede
entre la niñez y la pubertad. De ahíla diversidad de clasificaciones presentadas por los diversos
tratadistas de la psicología evolutiva. Unos encuadran la adolescencia entre la pubertad, alrededor
de los 11 años y el inicio de la primera edad adulta entre los 20 y los 40 años. Si consideramos que
ésta se inicia cuando el joven emprende tareas que implican mucha responsabilidad, como son
elegir pareja, fundar una familia, comprometerse con una profesión o tomar una postura política,
nos parece poco congruente con la realidad social ubicar en los 20 años el promedio del comienzo
de la vida adulta. Por diversas razones, la mayoría de los adolescentes necesitarán más tiempo
para estar en condiciones de abordar las tareas del adulto. Ello ha motivado a diversos psicólogos
a introducir bajo la denominación de edades que se adopte, resulta incuestionable que el periodo
de los estudios superiores suele coincidir con la edad juvenil, entendida de modo restringido y
actúa como gozne entre la adolescencia y la edad adulta.
Para comprender en su génesis el dinamismo propio de este momento decisivo del desarrollo
humano es necesario analizar a fondo las orientaciones básicas que van articulando internamente
la personalidad durante la adolescencia. La estructura de la personalidad se configura mediante un
proceso de convergencia de diversas vertientes de la realidad; la vertiente biológica, la psicológica
y sociocultural. Todas y cada una de las experiencias que el individuo va acumulando desde la vida
intrauterina tienen un significado determinado. Al irse entreverando dichas experiencias y
confrontándose entre sí,las distintas personalidades van adoptando determinada estructura,
según el tipo de significatividad que prevalezca.
Durante la primera infancia (desde el nacimiento hasta la edad de tres años), las experiencias
tienen un significado predominantemente biológico: se trata de acabar de troquelar el organismo
en vinculación con el medio, sobre todo con la madre, y de aprender a controlar el propio cuerpo.
Podríamos decir que la infancia es la “etapa de la supervivencia”. Sin embargo, este matiz
biológico no indica una prevalecía absoluta de los fenómenos somáticos sobre los psicológicos y
los sociales. Cada día está más convencida la ciencia biológica de que el desarrollo del recién
nacido está condicionado a la fundación de relaciones afectivas con los seres de entorno. Al
relacionarse con la madre, el niño contribuye a crear una “urdimbre afectiva” que será el germen
y, en buena medida, el paradigma de las diferentes formas de encuentro que el ser humano
deberá realizar para conducir su personalidad a su pleno desarrollo.
Dotado de un sistema motor autosuficiente, una vez troquelados los sistemas inmunológicos,
enzimático y neurológico, el niño inicia la etapa de estabilidad, de la configuración de la vertiente
afectiva, entre los cuatro y los 10 años multiplica las experiencias de adaptación al medio social,
como son la seguridad personal, la aceptación de los demás o las interrelaciones. Aunque las
vertientes biológica y social también se hallan en juego durante esta fase, la vertiente psicológica
parece cobrar cierta primacía.
La madurez del adolescente se produce de modo gradual, a medida que va descubriendo que la
plenitud humana no se alcanza ni mediante la fusión ni a fuerza de retracción, sino por la vía de la
separación. Los tres modos de realidad cuya confluencia forma el entramado de la personalidad
humana, la realidad somática, la psicológica y lo social, se logran de forma relacional:
CAPACIDAD DE INICIATIVA
El adolescente tiende a desbordar los límites de su individualidad para llevar a cabo experiencias
interpersonales y grupales que incrementan su capacidad de iniciativa, afirmen su poder de
decisión, amplíen su radio de acción y de influjo sobre los demás y robustezcan su conciencia de
seguridad. Entre la comunicatividad y los efectos que ésta produce en el dinamismo personal
media una relación circular. A mayorcomunicación, mayor seguridad ante sí mismo y ante los
demás, mayor capacidad para tomar decisiones, más amplia irradiación personal. Este
fortalecimiento del yo se traduce, a su vez, en un incremento del deseo de explorar modos de
comunicación más frecuentes más intensivos, y variados, en el ámbito de la persecución de las
metas propuestas, la práctica de la comunicación, entendida desde esta compleja perspectiva,
aparece vinculada al incremento del equilibrio personal, de la confianza en los demás, de la
constancia y de la estabilidad emocional.
En virtud de esta orientación básica, el adolescente tiende a elegir sus relaciones interpersonales
más en función del aspecto cualitativo que del cuantitativo. A la vez que procura fundamentar su
yo, se esfuerza por abrirlo a nuevos horizontes de realización. De hecho, la tarea de funda
mentalización se realiza como lo hemos indicado, por la vía de la apertura. Si el adolescente ansía
independencia y autonomía, ello no responde necesariamente, lo sepa y lo reconozca él o no, a un
deseo de romper amarras con el entorno, sino a la voluntad de posibilitar experiencias inéditas,
planteamos nuevos. Por tanto, ese afán de cambio animado por el ansia de conceder al yo la
máxima amplitud de despliegue y el más alto grado de firmeza, no se reduce a una mera
curiosidad frívola, a una versatilidad inconsistente, a una incoherente exaltación de lo novedoso.
CRISIS DE IDENTIDAD
La adolescencia se caracteriza por una verdadera “crisis de identidad” por cuanto la personalidad
infantil va desapareciendo y, en su lugar fatigosamente, va emergiendo una nueva que, en sus
primeros tanteos, resulta muy frágil y contradictoria. Es la etapa de la maduración de la pubertad;
las cargas instintivas y emotivas son muy fuertes y comprometen a toda la personalidad desde el
punto de vista racional; se alcanza el desarrollo de las capacidades lógico-abstractas y de
razonamiento; el conocimiento de las situaciones y de las estructuras sociales es ya bastante
sólido de confianza en sus capacidades. Pero la adolescencia no es la única fase crítica en nuestra
vida. Existen otras, como la que surge alrededor de los tres años, la que aparece frisando los siete,
y la llamada por antonomasia, “edad crítica de los 50”. Cada una de esas fases se presenta como
un lapso de inestabilidad, de transformaciones y es seguida por una fase de reposo. Los periodos
de inestabilidad preceden siempre a un “nuevo impulso evolutivo” y el no aceptaros como parte
de la evolución del individuo conduce a criterios erróneos sobre los adolescentes.
Los padres deben comprender que sus hijos atraviesan por una etapa pasajera. En ocasiones se
desconciertan ante las reacciones“incomprensibles” de sus hijos. Se obsesionan e incluso llegan a
sospechar anormalidades donde no ocurre sino lo más natural en la vida: un cambio. Lo que
sucede es que los jóvenes de la actualidad se ven obligados a desempeñar el papel de aprendices
de la vida durante más tiempo. Hasta los 25 años los jóvenes son aún dependientes
económicamente. Por lo general, aún requieren nuestro consejo, solicitan orientación y, sobre
todo, necesitan comprensión.
El joven se ve desbordado por sus “pulsiones”. Debido a su crecimiento, tanto físico como mental,
presenta una acentuada tendencia a la impulsividad. Se muestra turbulento e inestable. Se mueve
con lentitud. Hace lo que le ordenan, pero con tal calma que agota la paciencia de los padres. En
esos momentos hay que tener presente que al adolescente se le dificultad la coordinación de sus
movimientos y que sus “explosiones” solo son traducción de su desasosiego al sentirse torpe. En
cuanto a la lentitud con que realiza cualquier cosa, no se le debe recriminar. Lo mejor es no darle
importancia, ya que, por sí sola, esta actitud irá cambiando.
Para poder afirmar la propia personalidad, siente la necesidad de olvidar todo lo que se le ha
enseñado o impuesto hasta ese momento en que ya se percata de las contradicciones del mundo
adulto, tanto a nivel familiar como en el seno de la sociedad. Durante este periodo, el adolescente
trata de adquirir nuevos valores más verdaderos y profundos que los que observa en el mundo
adulto. La crisis puede ser particularmente prolongada y de difícil solución si los adultos que lo
rodean, sobre todo sus padres y sus maestros, viven de manera totalmente incoherente respecto
de las ideas que enarbolan o si proponen criterios utilitaristas hedonistas o de conformismo social.
Mientras que durante la infancia el ideal era un modelo que actuaba mediante un proceso
inconsciente de imitación, ahora el ideal es una meta hacia la que el adolescente decide enfocarse
íntegramente. Por mucho que los adultos sean criticados, a veces de modo despiadado, el
adolescente los sigue observando siempre con la esperanzade encontrar personas dignas de
crédito a las que pueda emular. Nunca deja de tener importancia para el joven la presencia de
figuras humanamente significativas.
Otras de las características del adolescente son la inconstancia y la incoherencia. Podría pensarse
que el niño era mucho más moral desde el punto de vista externo del comportamiento por cuanto
era obediente. Pero lo que el adolescente hace, lo hace por propia iniciativa, por estimulación
interior y por convicción, no por temor a la autoridad. Inconstancia e incoherencia están en
definitiva, determinadas por el hecho de que el sistema de valores todavía no esta completamente
consolidado y porque la estructura que lo debe poner en práctica apenas ahora comienza a
funcionar plenamente.
Es tarea de los educadores recordarles a los padres que la mayoría de las reacciones de su hijo
adolescente no son más que un modo contundente de afirmar su personalidad, y que la rebeldía
no es sino una prueba de que la libertad se está gastando en su alma joven. El adolescente
necesita tomar sus propias decisiones aunque se equivoque, porque necesita afirmar que tales
decisiones son suyas y solamente suyas.
Los adolescentes ansían mayores espacios de diálogo y comprensión con sus padres y educadores.
Muchas veces, la comunicación se dificulta por las diferencias generacionales, como por ejemplo,
el lenguaje. Los modelos de conducta que tradicionalmente ofrecían la familia y la sociedad no
tienen hoy cabida en el proceso social. Esto no quiere decir que ya no existan losvalores; lo que
ocurre es que ya no se realizan, no se manifiestan en acciones y actitudes. A veces, los modelos
más inmediatos no se trasmiten por carencia de comunicación y de afectividad. Es por ello que el
papel del educador, del sacerdote, del orientador se agiganta ante la labor que pueden realizar al
lado de la familia, en el colegio, en grupos juveniles de formación, en el apostolado, etc.
La educación debe instruir al adolescente acerca de los verdaderos conceptos del amor, los sanos
principios de la convivencia y el sentido del deber. Estos serán los mejores cimientos para la
integración social y la preparación para la vida.
Por último podemos comprobar la seria preocupación que surge entre los adolescentes por el
amor. Este fenómeno es fácil de entender si recordamos que su vida sólo tiene sentido en una
nueva dimensión del amor que empiezan a descubrir. Es el amor que se vive y sobre el cual se
apoya el joven como continua referencia. Ante los adultos que proclaman que el matrimonio es la
tumba del amor, el adolescente que sigue creyendo en el matrimonio y en el amor. Para él, el
amor no puede morir. La supervivencia afectiva, la seguridad interior y el equilibrio emocional
dependen de su posibilidad de amar, el adolescente siempre retorna sobre sí mismo. Si observa a
los otros es para enterarse de lo que va a pasar. Si la relación de sus padres es un fracaso, lo vivirá
como algo propio. Si, por el contrario, constituye un éxito, también lo vivirá como algo personal.
El último punto por desarrollar va dirigido de modo muydirecto a los padres: ¿Qué postura deben
adoptar ante un hijo que está experimentando crisis evolutivas? Antes que nada, los padres se ven
obligados a definirse en cuanto pareja, ya que se encuentran en medio de una encrucijada: por un
lado, han de enfrentar su propia vida, ya un poco cansada e inmersa en ciertas crisis
matrimoniales, y por otro lado, a unos hijos que florecen ante un incierto futuro profesional y que,
tal vez, han de ser testigos de conflictos familiares que repercuten de modo directo en su alma
adolescente. De la actitud que adopten los padres depende una actitud positiva o negativa. Si se
adapta una postura de silencia e indiferencia, el adolescente descubrirá, en primer lugar, la falta
de amor entre sus padres; además, este mutismos crítico expresado por sus mayores contribuirá a
aumentar su angustia e incertidumbre, lo cual provocará cierto desmoronamiento y desesperanza
personal. Al correr del tiempo, esta serie de decepciones mermarán su paz interior.
Sin embargo, cuando la pareja adopta una actitud positiva a través de un amor sincero, vivido y
compartido, puede guiar a los hijos hacia un camino feliz, dentro de estas coordenadas, los padres
deberán procurar trasmitir serenidad al adolescente, brindándole testimonio de unidad y cariño,
ofreciéndole ternura y comprensión. Si lo consiguen, no será nada difícil apostar a que su vida
futura estará iluminada por el amor, la solidaridad y la comunicación. A modo de conclusión de
cuanto hasta aquí hemos dicho, sirvan los siguientes puntos para orientar a los padres en algunos
aspectos críticos de laadolescencia.
• Los padres hemos de reconocer que el único modo de conservar la confianza por parte de
nuestros hijos es respetar su progreso en la vida, la falta de comprensión únicamente contribuye a
que se alejen de nosotros.
• Debido a que durante la adolescencia los amigos adquieren gran importancia, es preciso que los
padres aceptemos la individualidad de nuestros hijos, especialmente en cuanto a sus amistades,
sin por ello olvidarnos de de procurar apartarlos de las malas influencias.
• En casa debe seguir prevaleciendo el dialogo, precisamente porque en la comunicación radica el
secreto que nos ayudara a comprender a los adolescentes.
• Debemos permitir que los hijos comentan errores sin que sientan temor de ser rechazados, al
contrario es necesario reiterar a los chicos que “errar es de humanos” y que el equivocarse
constituye un aprendizaje hacia la madurez y el éxito.
• No debemos reprochar a nuestros hijos el hecho de que crezcan y maduren de manera diferente
de cómo maduramos nosotros, o de que elijan distintos caminos a los que, como padres, teníamos
pensados para ellos. Debemos limitarnos a apoyarlos para que decidan por sí mismos en el marco
de la actitud más positiva posible
a) Comprensión:
- Comprensión que en ningún momento debe confundirse con debilidad.
- Comprensión que funcionará siempre como un antídoto ante la intransigencia
- Comprensión que no significa eludir toda intervención correctiva en la vida del adolescente.
b) Observar y ponderar:
- Es necesario que el adulto preste auténtica atención a la vida, los intereses y las preocupaciones
del adolescente con el fin de discernir cuándo es oportuno ser enérgico con él y cuando es
necesario tratarlo con flexibilidad.
Los jóvenes aquejados de inmadurez persistente podrán convertirse en seres antisociales e incluso
en delincuentes si se enquistan en una situación de inadaptación. El pro la juventud es, sobre
todo, el problema de la juventud inadaptada, cuya desviada decisión es provocada
fundamentalmente:
Se podría estudiar la carta anterior en diversos grupos de trabajo para, al finalizar, realizar una
exposición en común, resaltando las ideas fundamentales relacionadas con los comportamientos
de los hijos y destacando las ideas y las orientaciones aplicables a la vida de cada uno en
particular.
ADOLESCENCIA Y JUVENTUD
Así como en la pubertad se destaca el elemento biológico, en la adolescencia predomina más bien
el aspecto psicológico. El adolescente busca, sobre todo, forjar su propia identidad, conseguir su
independencia y autonomía personales, amar y ser amado. Durante los primeros años de esta
etapa se va configurando, de manera casi imperceptible, el tipo de persona que desea llegar a ser.
La preocupación por el aspecto físico, la forma de vestir, la eventual iniciación en el tabaco y la
bebida, el tiempo libre vivido en un ambiente extrafamiliar, las opiniones personales, las religiosas,
etc., todo ello corresponde a distintos intentos por ser él mismo. Desde el punto de vista biológico,
culminan los procesos iniciados durante la pubertad, especialmente en las chicas, ya que la
regulación menstrual definida puede llevar algo más de tiempo. Más allá de la fase autoerótica de
la pubertad, la masturbación suele ser utilizada para aliviar la tensión que produce el proceso de
construcción del yo y de la integración social; por tanto, su motivación no tiene que ser
estrictamente sexual.
La maduración del individuo es unproceso global y, por tanto, la sexualidad ha de formar parte del
proyecto personal que cada quien diseñe. Durante estos años se trasciende la fase autoerótica
para llegar a la sexualidad adulta, evolución ésta que es paralela a la progresiva integración social
del joven. Un síntoma claro de la llamada a la socialización definitiva es el enamoramiento más
sólido que desplaza a los primeros gustos de épocas anteriores, en la adolescencia aparece un
evidente interés por la relación sexual, que al principio obedece más al impulso autoerótico que a
la búsqueda de una sexualidad compartida.
Desde el punto de vista de la configuración sexual del individuo, las dos etapas fundamentales son
la primera infancia y la pubertad, ambas íntimamente relacionadas, ya que durante la segunda se
manifiesta la sexualidad vivida en la primera. Llamamos fijación a la persistencia de determinada
conducta, típica de cierta etapa previa, en estadios posteriores de la evolución. Las fijaciones
impiden la plena maduración. La regresión, en cambio, supone el retorno a vivencias y conductas
típicas de etapas anteriores que ya habían sido superadas. Una vida sexual madura exige un
conocimiento profundo y una asimilación sana de la propia historia.
Somos lo que somos por lo que hemos sido. Es importante tener conciencia de cuál ha sido
nuestro proceso para ir descubriendo mediante la sexualidad los posibles complementos de
nuestra personalidad. El niño, la sexualidad está centrada en sí mismo. El adolescente va
intuyendo progresivamente al otro como un tú que puede enriquecer al yo. El adulto escapaz de
establecer un compromiso. Al iniciarse la adolescencia, el joven empieza a sentirse atraído hacia el
otro sexo y a percibir las perturbaciones fisiológicas correspondientes. Nuevas realidades, tales
como “el enamoramiento”, la amistad y el amor, irrumpen en la pique de chicos y chicas, que se
angustian ante la idea del sexo, por un lado y del amor, por el otro, ambos disociados. El amor es
vivido como un ideal desencarnado, desexualizado, puro, romántico, virgen, mientras que el
natural apetito sexual es padecido como algo degradante, abiertamente inmoral y por lo mismo,
rechazable. Aún se halla el adolescente lejos de la realidad humana.
Aprender a vivir es de vital importancia para la juventud de hoy. Cuantos hijos se lamentan de no
haber recibido la información adecuada por parte de sus padres en los momentos más decisivos
de su vida. Los jóvenes opinan que no reciben una educación sexual conveniente, educación que,
según ellos, debería ser fundamentalmente impartida por los padres, y en segundo lugar por los
educadores.
Aunque todavía no lo sea, el adolescente quiere que lo traten como una persona madura. No
quiere que le digan lo que tiene que hacer, sino que le permitan averiguarlo por su cuenta, y sabe
responder a las actitudes de confianza. Siempre que sea posible, el colegio y los profesores tienen
la obligación de brindarle esta oportunidad.
Durante su evolución, el adolescente atraviesa por una fase de adaptaciones. Una adaptación
interna, que abarca ciertasnecesidades psicológicas, religiosas y espirituales, y una adaptación
externa, que abarca ciertas necesidades de integración social. Para que esa evolución se realice de
una manera tranquila y pacífica, coherente y armoniosa, deberá seguir los cauces adecuados
respondiendo a esas necesidades y facilitando la adquisición de criterios formativos y la
asimilación de las pautas y los papeles que la sociedad tiene establecidos.
Este proceso puede entrañar algunos problemas: la tranquilidad se ve desbordada por una
turbulencia en la que aparecen los impulsos sexuales, los inconformismos, las protestas, las
rebeldías, la necesidad de emancipación y de autoafirmación, el hacerse valer, el ser tomado en
cuenta, amar, etc. se trata de un conjunto de fuerzas nuevas que irrumpen impetuosamente y que
es necesario poner en orden y apaciguar para poder actuar.
Otro problema es que el adulto deja de tener contacto con el adolescente o, a lo más, le sirve
como instructor. Hoy día, los padres están inmersos en sus ocupaciones y su papel educativo es
más restringido que en el pasado. Es en la adolescencia cuando la misión de los padres cobra
nueva fuerza, pues en ese momento el hijo requiere que su padres lo apoyen y lo ayuden
especialmente. La adolescencia es la etapa más compleja del desarrollo: implica una crisis singular
que debe ser resuelta correctamente, pues de esa solución dependerán la armonía y la integridad
de la persona.
Los adolescentes se encuentran abandonados a sí mismos en su formación moral o espiritual o, a
lo más, confiados a otros jóvenes. Es necesario que, siempre quepuedan, los educadores atiendan
las necesidades de los jóvenes, que tengan algo que decirles, algo que ayude a estos adolescentes
a entrar en la vida con ilusión, con confianza y entusiasmo. Esta situación pone de manifiesto las
dificultades con las que los jóvenes se encuentran, las cualidades morales a las que aspiran y los
problemas de orden metafísico que se plantean.
En el presente capítulo nos detendremos a considerar algunas de las necesidades básicas que
entran en escena durante la adolescencia, así como los principales problemas que generan en los
ámbitos familiar y escolar. Asimismo, procuremos brindar cierta orientación que nos ayude a
descubrir el camino para su adecuada solución.
Siempre que nos dirijamos a los adolescentes en cursillos de formación convivencias, clubes, etc.,
deberemos tener presente que un o de los propósitos fundamentales de la educación escolar es el
de buscar y encontrar respuestas a las tres necesidades básicas que resumen sus aspiraciones
esenciales: necesidad de seguridad y confianza, necesidad de autonomía y responsabilidad y
necesidad de verdad y de amor.
Para que el adolescente logre dominar la anarquía en que se debaten sus sentimientos, la
confusión que le provocan sus instintos y la desorientación que caracteriza a sus ideas y criterios,
es necesario que adquiera confianza y seguridad en sí mismo. Esa seguridad englobará el conjunto
de las condiciones imprescindibles para una buena evolución afectiva y los tres elementos que la
harán posible son el amor, la aceptación, y laestabilidad. El joven tiene hambre de cariño
verdadero, de ser aceptado tal como es, con sus virtudes y sus defectos, y de una familia estable,
consistente, sólida. Nada hay más nefasto que la incertidumbre para el desarrollo emocional del
adolescente.
El primer paso del educador consiste en hacerle descubrir al adolescente quién es, a donde va, que
le sucede y hacerle entrever la posibilidad de alcanzar su unidad interior. Cuantas veces hemos
escuchado las siguientes palabras en boca de un adolescente afligido: “se nos dice que estamos en
la edad de la punzada y que no se puede contar con nosotros” si el educador, en respuesta, afirma
con sinceridad que no se trata de una edad tonta, sino más bien de una edad difícil pero llena de
recursos, podrá comprobar cómo el joven atiende, recobra la esperanza y adquiere confianza.
Todo ello gracias a que se ha abierto el dialogo se le deben descubrir al adolescente tanto las
riquezas como las debilidades de su ser en evolución, lo que supone enseñare a aceptarse tal
como es, es decir, proporcionarle de manera lúcida bases sólidas y objetivos sobre los cuales
pueda construir su personalidad.
Mediante el conocimiento de sí mismo, la aceptación por parte de los demás y la propia estima, el
joven podrá ir disipando las inquietudes generadas por la desordenada irrupción de sus fuerzas
interiores. A medida que esto vaya sucediendo, cada vez será más capaz de orientar su conducta
de acuerdo con sus propias normas interiores y sus valores. Además los preceptos morales
adquiridos en la infancia han de mantenerse en pie para que la motivaciónde la propia estima no
se deteriore.
El adolescente también ganará en seguridad gracias a la comprensión y la confianza que le
demuestren. Ansía que los adultos sean sinceros y leales con él y que respondan sus interrogantes.
Debido a la ambivalencia, que es resultado del momento psicobiológico por el que atraviesa el
adolescente, a este le es imprescindible nuestra fe en él para afianzar su fe en si mismo. Todo el
proceso de maduración esta basado en la confianza. Nada hay más frustrante para el adolescente
que la falta de confianza en sí mismo. A partir de esta confianza el muchacho podrá sentir
confianza en la vida y confianza en los demás.
4. Personales:
a) Problemas para controlar el carácter
b) Preocupación por cuestiones mínimas
c) Susceptibilidad exagerada
d) Sentimientos de culpa
e) Inseguridad.
f) Falta de novia o de novio.
5. Vocacionales
a) Tipo de trabajo más apropiado
b) Dudas acerca de los verdaderos intereses
c) Dudas sobre la propia capacidad
d) Problemas para elegir una carrera
e) Campo de trabajo reducido para los graduados de la escuela secundaria.
Debido a la importancia que tiene para los jóvenes el proyecto de su vida futura, conviene que nos
detengamos a exponer someramente la problemática vocacional. El problema de la vocación
adquiere cada vez mayor importancia a medida que se aproxima el fin de los estudios
preuniversitarios. ¿Qué es lo que voy a ser? Con frecuencia, la primera decisión importante que
debe tomar un adolescente consiste en elegir entre estudiar una carrera universitaria o iniciarse
en el campo laboral.
Conocer al alumno, saber cuáles son las características que influyen en su aprendizaje y detectar la
forma en que sus aptitudes pueden desarrollarse al máximo, sonrequisitos indispensables para
que el profesor pueda realizar su tarea básica: orientar y educar. Para lograrlo exitosamente,
deberá recurrir a la observación permanente del alumno en los siguientes aspectos: puntualidad,
respecto a los demás, integración con sus compañeros, actitud ante el trabajo, actitud ante el
grupo, rendimiento escolar, etc.
Quizá el problema más difícil con el que el profesor se va a encontrar sea el del rendimiento
escolar de sus alumnos. Algunos tendrán dificultades para aprender, mientras que otros asimilaran
los conocimientos a ritmo diverso. Lo que el alumno aprende está determinado por:
La anorexia
A los 17 años, Patricia empezó a seguir una dieta y a perder peso de manera exagerada, a la escasa
ingesta de alimentos añadía dos o tres horas diarias de ejercicio físico y tomaba laxantes
regularmente. En unos cuantos meses su peso bajó de 55 a 40 kilogramos escasos. Dejó de
menstruar y entro en una etapa de debilitamiento general, todo lo cual alarmó a su familia. Pero
nadie lograba convencerla de que recuperase su peso normal; ella negaba su problema y seguía
hablando de perder un poquito más de peso, finalmente un día se desmayó, fue ingresada al
hospital donde le diagnosticaron anorexia nerviosa. Sólo después de un prolongado tratamiento
tanto médico como psicológico, Patricia logró recuperar una vida normal.
Pero ¿Qué es la anorexia?
La anorexia nerviosa es un trastorno que implica la pérdida del apetito. Esta última se experimenta
como una sensación agradable en la que los factores mentales desempeñan un importante papel.
Se presenta con mayor frecuencia en las mujeres que en los varones y suele manifestarse hacia el
final de la adolescencia. Según los últimos estudios 10% de los casos corresponde al genero
masculino, donde los síntomas aparecen bien definidos en la conducta del enfermo, que restringe
su alimentación, preocupándose, sobre todo por las calorías consumidas. Evita comer en familia,
practicael deporte de manera compulsiva y se aleja de sus amistades. En su intenso deseo por
adelgazar, pierde la percepción real de su pérdida de peso.
Por supuesto, todo ello se debe a un temor irracional a la obesidad. En el caso de las chicas, la
anorexia puede incluso provocar amenorrea, esto es, la interrupción de la menstruación. En los
países industrializados la anorexia está creciendo alarmantemente. Se cree que el prototipo de
esbeltez que exaltan los medios de comunicación (sobre todo la publicidad) junto con la cultura de
la dieta hipocalórica son los responsables de este trastorno. Al menos 10 % de los pacientes
anoréxicos mueren de inanición o comente suicidio.
La bulimia
• Debe existir una buena comunicación familiar para evitar que el adolescente viva su angustia de
manera aislada.
• El joven ha de aprender a canalizar la ansiedad, conviviendo con otras personas o viajando.
• Se debe reforzar su autoestima haciéndole ver que cada uno de nosotros es diferente y valioso a
la vez
• Se recomienda la adopción de buenos hábitos, incluyendo por su puesto la buena alimentación.
• Es esencial que el joven se sienta digno de confianza, lo que acrecentará su sensación de libertad
y su sentido de responsabilidad.
• Es importante que el adolescente con problemas como la anorexia y la bulimia recupere a sus
amigos, ya que la integración en grupo será muy positiva para su recuperación.
• Es nuestro deber enseñarle a valorar las cosas en su justa medida, ya que nada es tan importante
como a veces se cree.
• No olvidemos actuar con firmeza, pero sin llegar a ser duros, pues esto ultimo implicaría falta de
tolerancia.
• Es necesario que el paciente no recaiga, pero no podemos atosigarlo con nuestra vigilancia como
si fuera un niño.
Debemos seguir estos consejos del doctor Fernández, que es especialista en medicina nutricional.
Por lo demás, la mala alimentación puede convertirse en un serio problema que no debe ser
descuidado en manera alguna. Un déficit alimentario provoca efectos nocivos a corto y largo
plazo, tanto en el aspectofísico como en el psíquico. Aunque se ha afirmado que la actividad
intelectual representa un consumo energético muy inferior al desgaste corporal, el esfuerzo
cerebral que se invierte en el estudio disminuye, sin duda, la excitabilidad de las fibras nerviosas y,
en definitiva, produce alteraciones de tipo fisiológico que no deben ser menospreciadas.
Los especialistas en dietética han fijado (aún cuando esto pueda variar según la conformación
física de cada individuo, el sexo, la edad y el clima) la cantidad y la calidad de los nutrientes que
necesita el organismo humano para un desarrollo equilibrado y un funcionamiento normal. Incluso
se han elaborado tablas en las que con toda precisión se determinan las calorías que el organismo
necesita, así como la cantidad de prótidos, glúcidos, lípidos, etc., que debe consumir para producir
dichas calorías. Para el mejor conocimiento de lo que es un adecuado régimen alimentario, el
adolescente podrá consultar los numerosos folletos y publicaciones que se han editado al
respecto. He aquí algunas indicaciones útiles para el adolescente que estudia, en lo concerniente a
los alimentos que debe ingerir para mantenerse en óptimas condiciones:
• Leche, queso y huevos constituyen alimentos ideales para el estudiante, ya que son nutrientes
ricos en calcio y fósforo, minerales éstos que son indispensables para un buen rendimiento
intelectual.
• Se recomienda también que consuma legumbres verdes, frutos oleaginosos y chocolate, porque
contienen grandes cantidades de magnesio, el cual contribuye al fortalecimiento de la memoria.
•La deficiencia vitamínica genera debilidad y pérdida de energía. Es de vital importancia, pues,
consumir alimentos que, en conjunto, contengan todas las vitaminas que el organismo necesita
para un funcionamiento normal, sobre todo para el trabajo mental.
• Es conveniente ingerir comida ligera y de fácil digestión antes de entregarse al trabajo intelectual
intenso.
• Si la comida ha sido abundante y se presentan las consiguientes sensaciones de pesadez y
somnolencia, no es aconsejable entregarse al estudio o cualquier actividad mental antes de que
transcurra un tiempo prudencial, o sea una hora y hora y media.
• Los fisiólogos recomiendan masticar los alimentos cuidadosa y lentamente, porque el trabajador
intelectual (en este caso el estudiante) digiere sólo con el estómago.
• Un ligero ejercicio después de comer (que bien puede ser un paseo) reactiva la circulación y
proporciona descanso a la mente. Hay que procurar evitar los alimentos que contengan féculas.
• Hay que procurar rehuir las discusiones antes de comer y no leer durante la comida. Es
importante no desterrar prisas y ansiedades mientras se cumple esta importante función
biológica, y sentarse en la mesa en estado de total relajamiento.
• Es aconsejable suprimir por completo el uso del alcohol, no es cierto que constituya un
estimulante. Es por el contrario un destructor de vitaminas que altera y deteriora las funciones
fisiológicas, y que arruina la capacidad intelectual creadora.
• Si se tiene el habito de tomar café, deberá consumirse en pequeñas dosis y espaciadamente.
Lacafeína puede estimular al cerebro fatigado, pero no lo alimenta.
• Debe evitarse tomar pastillas para mantenerse despierto, ya que este tipo de estimulantes
alteran el ritmo cardiaco, con graves consecuencias para la salud.
Mencionemos, por ultimo, algunas cuestiones relativas a la higiene personal. Durante la
adolescencia las glándulas sudoríparas aumentan sus secreciones y el olor corporal se vuelve más
intenso, por lo que es conveniente cuidar la higiene personal. El baño diario, lavarse dos o tres
veces al día la cara, mantener las manos limpias, consumir una dieta balanceada, evitar ingerir
alimentos con alto contenido en grasas, azúcar y sal y visitar periódicamente al médico ha de
convertirse en hábitos para conservarse saludables.
En el caso de las adolescentes es muy importante lavar la zona de los genitales con agua y jabón,
con el fin de evitar infecciones. Otro aspecto importante que hay que tomar en cuenta es que al
limpiarse después de haber orinado o defecado, pueden propiciarse infecciones en la vagina y las
vías urinarias, originando el trastorno llamado cistitis, una de las infecciones más frecuentes del
aparato urinario, y que por lo general, es producida por bacterias que penetran a través de la
uretra. Esta enfermedad, que se presenta con mayor incidencia en la mujer, se manifiesta en
síntomas como micciones frecuentes y dolorosas, y la emisión de orina turbia e incluso
sanguinolenta.
Asimismo, los varones, al bañarse, deberán asear adecuadamente los genitales con agua y jabón,
manipulando hacia atrás el prepucio con objeto delavar bien la cabeza del pene (el glande) ya que
ahí se acumulan sustancias secretadas por diversas glándulas. Esas sustancias pueden favorecer la
proliferación de bacterias, originando infecciones.
La circuncisión que consiste en cortar circularmente una porción del prepucio, y que se efectúa
generalmente cuando el niño es aún recién nacido, contribuye a disminuir las infecciones. Sin
embargo, cabe señalar que no en todos los casos es necesaria, y es el médico quien ha de
determinar si se realiza o no. Los hábitos de higiene deben complementarse con exámenes
médicos y con autoexamenes. Entre las jóvenes, la autoexploración de las mamas debe realizarse,
por lo menos una vez al mes, observando el tamaño, el color, y la forma de los pezones, y
explorando cuidadosamente la mama, tratando de identificar la presencia de tumoraciones.
Cualquier modificación que se detecte deberá consultarse con el ginecólogo.
También los jóvenes deberán aprender a autoexplorarse los órganos sexuales, con el objeto de
detectar cualquier absceso, tumor, grano o aspereza en los testículos. En el caso de presentarse
alguna molestia o duda, será necesario recurrir al médico.
1- EL cuerpo
2- La afectividad
· Evolución mental
· Razonamiento lógico
· Capacidad de relacionar e interpretar
· Capacidad deintrospección.
· Nueva visión del mundo.
4- La competitividad
5- Nuevas responsabilidades
· Exigencias por parte de la sociedad para que el joven se integre como persona responsable y
autónoma.
Las siguientes sugerencias reforzarán la educación de los adolescentes por parte de los padres y
los profesores:
El conflicto que surge entre el adolescente y sus padres a menudo obstaculiza la comunicación
para exponer los problemas. Pero como la necesidad de dirección y comprensión por parte de los
adultos no desaparece, no es extraño que el joven procure obtenerlas de sus profesores. Si éstos
le brindan la posibilidad de una relación vital con el mundo de los adultos, entonces se
convertirían en personas muy importantes para el adolescente y se erguirán en figuras de
identificación. El adolescente es sumamente sensible a la actuación del profesor, no sólo en lo que
se refiere a su trata con él, sino también a la forma como trata a sus compañeros. No hay que
olvidar que el joven aprende de los adultos no tanto por lo que éstos dicen, sino por la forma en
que viven, o no, lo que dicen.
Para estudiar este cuestionario, se sugiere organizar al grupo en parejas. Posteriormente, los
jóvenes comentaran su trabajo y elaboraran sus conclusiones.
AFECTIVIDAD Y SEXUALIDAD
El amor siempre es sexuado y exige la plena aceptación de la propia sexualidad, así como la
progresiva maduración afectiva, a continuación analizaremos la interdependencia que existe entre
estos dos aspectos fundamentales del individuo. Cada hombre y cada mujer pueden vivir estas
realidades según su vocación sea dentro del matrimonio, sea en el celibato.
La adolescencia representa la edad típica de la afectividad, hecho éste que ofrece la posibilidad
deorientar ese periodo de cambios psíquicos y fisiológicos con mayor conciencia y conocimientos
de los mismos. La afectividad no significa forzosamente la receptividad frente a lo además, no la
obligación de mostrarse acogedor ante su modo de ser, sensible a sus aspiraciones, sagaz para con
sus disposiciones, atento a las carencias que padecen y que constituyen obstáculos o limitaciones.
La afectividad simplemente equivale a disponibilidad, y durante la adolescencia, se constituirá de
manera que permita otorgar su pleno sentido a esa dimensión del ser. La afectividad se inscribe en
el proceso comporamental comúnmente denominado conducta motivada. A la antigua división de
la psique en conocimiento y acción se agregó una tercera dimensión denominada Gefühl o
sentimiento en sentido amplio. Sin embargo, utilizando una terminología más precisa, cabría
denominar afectividad a esta nueva categoría básica, comprendiendo en ella tanto los
sentimientos (que son formas superiores del afecto) como las emociones. Muchas veces se
presenta esta realidad como un momento de las interrelaciones funcionales que existen entre el
conocimiento y la acción.
¿QUE ES LA AFECTIVIDAD?
El modelo conductista del aprendizaje, que se basa en el mecanismo de estímulo y respuesta,
puede ayudarnos a esclarecer el concepto de afectividad como fenómeno psicológico, la
afectividad es el eco que percibe el sujeto dentro de si al conocer un objeto, tendiendo a su
consecución o evitándolo, regocijándose por su posesión o sintiendo temor de perderlo por
resultarle placentero, o padeciéndolo cuando le provocadesagrado. La afectividad corresponde a
la relación existente entre el estímulo y el sujeto estimulado. En esta interacción se pone de
manifiesto la verdadera naturaleza del estímulo mediante la reacción del sujeto, que se siente
atraído por él o lo rechaza. En la respuesta del sujeto podrán observarse tanto su capacidad
receptora, motivacional, como las distintas repercusiones psicosomáticas que genera el estímulo.
La riqueza o la pobreza psíquica con que se viven las situaciones, la orientación de la razón y el
dominio de la voluntad, expresan el estilo de vida del individuo. La afectividad tiende a una
polarización subjetiva entre gozo y dolor, superficialidad, y profundidad, etcétera.
La filosofía clásica utilizaba la palabra afección para designar la manera como se veía
impresionando o afectado un sujeto. Distinguía una afección externa, producida por causas ajenas
al individuo y otra interna, generada en su interior. Emmanuel Kant (en la critica de la razón pura,
A, 19; B, 33) otorgaba parecida significación al término, afirmando que “la sensibilidad es la
capacidad de recibir representaciones según la manera como los objetos nos afectan” y que “la
sensación es el efecto de un objeto sobre nuestra facultad representativa de ser afectados. Esto es
la afección es el afecto que los objetos y los sucesos producen en nuestra integridad
psicosomática. La afectividad, como expresión de amor, sería una afección específica.
La personalidad está constituida por la fuerza de los aprietos y las pasiones los cuales son
orientados por el entendimiento y dominados por lavoluntad. Max Scheler distingue dos grupos
básicos de sentimientos: los que tienen un carácter afectivo y los que obedecen una
intencionalidad. Toma estos criterios como punto de partida para referirse, en primer lugar, a los
sentimientos sensibles, que consisten en la captación de determinado estímulo localizado en
diversas partes del cuerpo. Esos sentimientos se diferencian de la mera sensación (o sensibilidad)
por su relación con vivencias que comprometen a toda la personalidad, como son los sentimientos
de dolor o de placer.
A continuación, Scheler menciona los sentimientos vitales, como son los sentimientos de bienestar
o de malestares generales, propios de la salud o de la enfermedad. En tercer lugar analiza los
sentimientos psíquicos, que son intencionales y más duraderos, y que impregnan los tejidos del
ser personal para poner de manifiesto ciertos valores, como son la alegría y la tristeza. Finalmente,
existen los sentimientos espirituales, que rebasan los estados de ánimo y que emergen de lo más
profundo del núcleo de la personalidad, confundiéndose con este. A este último grupo pertenecen
todos los sentimientos relacionados con el aspecto trascendente de la existencia. Este sucinto
esquema no permitirá orientarnos en nuestro análisis de la afectividad.
La afectividad es la sede de la esfera relacional, de la capacidad de entrar en relación con el
mundo externo. Son afines al concepto de afectividad la capacidad de amar, la bondad, la calidez,
la cordialidad, la consideración a los demás, la simpatía, el altruismo, etc. Educar la afectividad
equivale a robustecer lacapacidad de simpatía y a erradicar la rudeza, la violencia y los bajos
deseos. La formación de la afectividad se propone fomentar el sentimiento de solidaridad con
todo lo creado, el respeto a todo aquello que existe junto a nosotros, sobre nosotros, y bajo
nosotros.
La formación de la afectividad alcanza su punto culminante en la relación personal. En efecto, las
relaciones personales constituyen un elemento esencial de la vida humana, pues sólo por medio
de ellas el individuo puede desarrollarse como persona y conservar un carácter. Una sociedad sólo
puede subsistir en virtud de las relaciones interpersonales duraderas, positivas y
complementarias.
LA SEXUALIDAD HUMANA
El ser humano está hecho para el amor, y el amor humano siempre es sexuado. La persona ama
desde la sexualidad que le es propia porque ésta es un elemento constitutivo de su ser. Suelen
distinguirse tres dimensiones en la sexualidad humana; la afectiva, la sexual, y la genital. En la
persona psicológicamente madura estos tres aspectos se armonizan íntimamente, y no solo
permiten la vivencia del amor, sino también la de la amistad. La dimensión afectiva hace
referencia a la capacidad de amar, y de ser amados, y nadie puede ni debe renunciar a ella. Es
imposible vivir la amistad, la virginidad como vocación o el matrimonio si no se ha alcanzado cierta
madurez afectiva. En ausencia de ésta, el individuo se sentirá infeliz, descontento y agresivo y se
tornara desconfiado, egoísta, apático…
La dimensión sexual, propiamente dicha, se vincula con la forma de ser de la persona: el hombre
con sumasculinidad, y la mujer con su feminidad. Ninguna persona, sea célibe o desposada, doncel
o doncella, marido o mujer, puede prescindir de su ser sexuado al relacionarse, al actuar, al amar,
al ser. No se trata sólo de una serie de características físicas o biológicas, sino de algo que afecta a
todas las facetas de la persona, sean estas de tipo biológico, psicológico, social o espiritual. El
encuentro con los otros y con Dios no lo realizamos como seres neutros o indefinidos, sino como
entes sexuados y diferenciados.
La genitalidad es el aspecto más superficial y, a la vez el más vulnerable de la sexualidad humana,
porque debe estar al servicio de los otros dos aspectos antes mencionados, a saber; la afectividad
y la sexualidad. Por eso es importante conocer a fondo los aspectos biológicos de la genitalidad y
su fisiología. La genitalidad en sí misma no puede ser considerada un valor propiamente humano si
no se presenta vinculada con la afectividad. Los animales se guían por esta dimensión biológica,
pero sólo de manera instintiva, mientras que es característico del hombre el poder orientar su
genitalidad hacia la relación y la complementariedad, y no sólo vivirla como una fuerza irresistible
del instinto de reproducción.
La renuncia al ejercicio de la genitalidad por motivos distintos de los que se supones perpetuar la
especia no pone en peligro la realización de la persona, sino que incluso puede potenciarla,
siempre que enriquezca su libertad y su capacidad de amar. De hecho, todos atravesamos por una
etapa de nuestra vida sin ejercitar esta dimensión, por que nos esprimordial alcanzar la madurez
afectiva y la apertura oblativa. La genitalidad tiene valor como fuerte de placer y su ejercicio es
indispensable para la reproducción, pero la vida requiere ante todo, responsabilidad y amor.
Tanto lo sexual como lo genital son realidades fragmentarias, y no absolutas que no pueden
dislocarse de la realidad integral de la persona. Ambas dimensiones han de integrarse en el amor
que, como fuerza superior, las asume, las orienta y las reúne. No podemos dividir radicalmente al
individuo en alma y cuerpo, sino integrar todos sus elementos de manera armónica, de lo
contrario es muy fácil caer en el dualismo e incluso en el maniqueísmo, privilegiando una
dimensión en detrimento de la otra.
Tampoco podemos ignorar la realidad evidente de la pulsión sexual. Toda persona
fisiológicamente madura siente una vehemente atracción hacia las personas del sexo contrario. No
puede erradicar de su naturaleza el instinto de apareamiento y de reproducción, ni impedir que el
deseo de fecundidad (paternidad o maternidad) aflore desde las capas más profundas de su ser.
(Excepciones anomalías, y patologías, no las podemos considerar aquí) ni la virginidad ni la
amistad, por más espirituales que sean, pueden abolir en el ser humano los sentimientos y los
deseos generados por dicha pulsión.
Ahora bien, no es conveniente que la imagen del sexo contrario tiranice u obsesiones a la persona.
Es el amor la dimensión donde hay que buscar la felicidad y, para encontrarla, se requiere libertad
y dominio de sí mismo; sólo así podremos entregarnos en oblación gratuita a los demás.Por eso, el
amor precisa, además de la presencia del otro, de cierta autonomía y de una soledad aceptada,
que no nos aleje del mundo ni del prójimo, sino que establezca la distancia adecuada para
poseernos a nosotros mismos y acceder a Dios, fuente exclusiva e inagotable de todo amor
verdadero.
Sólo en el ámbito de una sexualidad integrada en el amor podrá vivirse la virginidad, que no es
renuncia al amor, sino enriquecimiento del mismo en quien haya recibido esa vocación y podrá
existir la verdadera amistad como intercambio recíproco de amor benevolente. Tanto la virginidad
como la amistad son tendencias del espíritu y no de la carne. La integración y la aceptación de la
propia sexualidad serán elementos esenciales para poder vivir la castidad o para cultivar el amor y
la amistad dentro de la vida cristiana, además de constituir la base del aprendizaje de la
generosidad y la entrega.
CARACTERÍSTICAS DE LA AFECTIVIDAD
En el campo afectivo cabe destacar ciertas notas distintivas, tanto en el plano introspectivo como
en el comportamental y en el neurofisiológico, en el primero nos encontramos con el hedónico de
agrado-desagrado y con otros factores a él asociados. En el plano comportamental, las
manifestaciones expresivas gestuales y posturales son, asimismo, bien conocidas y por supuesto
pueden darse alteraciones del sistema autónomo, cuya intervención en las exteriorizaciones de la
afectividad es evidente. Pero hasta el análisis más profundo de la sintomatología resulta
insuficiente al estudiar la problemática afectiva del individuo. Para comprender laafectividad, en
primer lugar hay que engranarla en su intencionalidad, esto es, hay que inscribirla en el juego
integrado de conocimientos y de acciones que constituyen la unidad de la conducta motivada, de
la cual la afectividad es un momento inseparable. Una descripción atomizada de la afectividad
juvenil, desvinculada de sus circunstancias, resultaría insuficiente al no estar integrada
funcionalmente en el conjunto de la conducta real.
La afectividad humana implica apertura a los demás y disposición para simpatizar, empalizar y
mostrarse cordial con ellos. Supone un aprecio gratuito y buena voluntad hacia la otra persona,
que se traducen en delicadeza, ternura y amabilidad. (Lógicamente, los sentimientos negativos
también se expresan) el polo contrario de la afectividad cordial sería la efectividad fría y
pragmática que se manifiesta como el deseo de lograr algo en beneficio propio, y en la que
interviene el cálculo en términos de rendimiento y utilidad. Según sus diferentes temperamentos,
los individuos ponen el énfasis en la afectividad o en la efectividad.
La efectividad es como la huella que deja el sujeto al actuar y que impregna toda su personalidad,
esta huella modifica al sujeto y puede, por consiguiente influir en sus motivaciones y en sus
proyectos de vida, es decir, la afectividad puede ser, y de hecho es, un momento determinante de
los procesos comportamentales, como cumplidamente lo ha puesto de relieve la psicología
profunda.
Durante la adolescencia surgen y se desarrollan con pujanza fuerzas afectivas exuberantes y
altamente móviles, como lo son lassiguientes:
La afectividad también se vincula con la imaginación, sobre la cual ejerce profundas repercusiones.
No debemos olvidar que, cuando un sujeto planea un proyecto de vida, imagina ciertos actos y
circunstancias que parecen valiosas. Se establece en él una tensión o impulso, una tendencia hacia
acciones instrumentalmente dirigidas a la consecución de su propósito. Simultáneamente aparece
cierta orientación a la ternura por los niños más pequeños. La inclinación a la intimidad, a los
secretos y a los diarios, tiene una vigorosa raíz afectiva, en la cual se sustenta la personalidad y
debe ser entendida como algo natural en lugar de juzgarla una anomalía condenable.
Podríamos considerar que en la mayor parte de los adolescentes, el sector de la personalidad más
condicionado, apagado y problematizado es la afectividad. Ello se debe a un apoyo emocional
erróneo o insuficiente por parte de los adultos, lo que trae como consecuencia una serie de
carencias afectivas que provocan que muchos chicos y chicas presenten una trayectoria de vida
emocional orientada hacia dos vertientes igualmente indeseables. En la primera predomina una
especie de insensibilidad afectiva (frialdad, escasa capacidad para emocionarse; es característica
de chicos inertes, fríos y apáticos, reacios a tomar iniciativas, que no desean nada y apenas
reconocen los valores)
La segunda es violenta y pasional. Los chicos se muestran hipersensibles y de ánimoinestable; su
actividad se oculta, se reprime o se desborda de manera incontrolada. La psicología profunda
puede demostrar que esos adolescentes han carecido de amor auténtico desde la infancia, que no
gozaron de la entrega incondicional de una madre cuando aún eran lactantes. Por otra parte, hay
madres que solo logran impedir el proceso normal de crecimiento de sus hijos al amaros con cierto
egoísmo, con debilidad, buscando, sin darse cuenta, la exclusividad de su cariño. Esto sucede,
sobre todo, en las familias en las que sólo hay uno o dos hijos, y al final puede pagarse muy caro.
Por el contrario, el error más frecuente en que incurren los padres es acelerar el proceso de
alejamiento familiar por parte del adolescente al querer imponerle todo de manera autoritaria y
sin ofrecerle razones. Podemos afirmar, por tanto, que la causa principal de la inadaptación social
y de la desintegración educacional la constituye una afectividad mal entendida. Las tres carencias
fundamentales que impulsan a ese proceso son las siguientes: una enorme carencia de afectividad
social, una característica básica de afectividad familiar, y una carencia de comunicación que se
traduce en la carencia de un ideal o de un proyecto de vida.
La personalidad del individuo se consolida en función de la afectividad que la circunda. El
conocimiento y la acción están inmersos en esa fuerza mágica que todo lo preside y todo lo
transforma. Cuando hablamos de afectividad hablamos de una manifestación sustantiva del ser
psíquico del adolescente. Si nos referimos a su vitalidad, allí está presente la afectividadcomo
característica de toda su personalidad: soma y psique. No hay división cuerpo-alma, lo que hay es
la persona. La afectividad lo engloba todo: lo sentimental, lo emocional, lo intelectivo, lo volitivo,
lo instintivo, lo intencional. Todo el ser se rige por el común denominador de la afectividad. La
carencia de afectividad puede conducir a una indiferencia que desemboque incluso en una
auténtica personalidad criminal. La psicología ha estudiado este proceso desde dos ángulos:
En el primer caso, existen tres teorías para explicar este fenómeno psíquico:
• Es más brusco y desinteresado que las chicas y valora menos las situaciones estables y los
detalles.
• Es propenso a imaginaciones míticas, más dinámicas y menos románticas.
• Tiende a centrarse más en lo social que en lo personal y le beneficia el contacto con los demás.
• Busca la confrontación con el adulto en mayormedida, sin que pueda explicarse siempre la causa
concreta.
Dos son los problemas que pueden plantearse en relación con la afectividad del adolescente:
1. Una infancia prolongada: en ocasiones, el preadolescente puede seguir siendo alegre, juguetón,
superficial, poco propenso a las situaciones de excitación emotiva. Esas actitudes infantiles no
siempre responden a un desarrollo anormal, por lo que todo lo que se requiere es serenidad y
paciencia. Lo que sí es importante es mantenerse alerta ante cualquier choque que pueda
provocar una ruptura inesperada.
2. Una adolescencia prematura: cuando el preadolescente presenta síntomas de una afectividad
exacerbada o se muestra receptivo a influencias ambientales morbosas, requiere de un
tratamiento muy discreto y el contacto con personas equilibradas. En todo caso, es preciso
enfrentar, delicada pero firmemente, los diversos problemas concomitantes que la precocidad
acarrea.
Para superar estos problemas hemos de entender la amistad como la base de la afectividad
selectiva, ya que entrelaza las necesidades afectivas con las necesidades sociales. Durante la
adolescencia, las amistades, aunque fluctuantes han de ser consideradas como algo valioso y
promovidas previniendo siempre los excesos.
El preadolescente experimenta oscilaciones ante la amistad y sólo cuando comprende de manera
práctica su función deentrega y no considera al amigo como mero instrumento de diversión puede
decirse que ha aprendido a justipreciarla. Desde el punto de vista educativo, es preferible una
amistad abierta a varios compañeros que la que se centra exclusivamente en una sola compañía.
La vivencia de una afectividad sana, sea con vistas al matrimonio, a la vida consagrada o a la
soltería, no se improvisa, es un don del espíritu. La afectividad y la sexualidad impregnada todas
las actividades humanas. Del corazón nacen todas las fuentes de vida. La efectividad implica y
compromete todas las pulsiones; emociones y sentimientos. El afecto proporciona calor y colorido
a la vida; es sinónimo de energía y fuerza, de lucha y pasión, de ternura y coraje. La maduración de
la afectividad reviste especial importancia, y frecuentemente se ve sometida a bloqueos y
dificultades que debemos considerar.
La evolución de la afectividad en el adolescente sigue las mismas reglas que en cualquier otra
persona, aunque comporta algunos elementos peculiares que podemos relacionar con tres
variables: la identidad personal, la motivación vocacional y el estilo de relación.
• El autoconocimiento: la idea que se tiene de uno mismo y de los sentimientos que se albergan
hacia el propio yo, reviste gran importancia. Es necesario detectar los impulsos, los deseos, las
necesidades y las motivaciones correspondientes al yo real, así como tener conciencia de las
imágenes, los símbolos, los significados y lasracionalizaciones dependientes del yo ideal.
• Aceptar el propio cuerpo y la propia sexualidad con su genitalidad: el reconocer los impulsos
permitirá madurar las emociones y preparase para afrontar el encuentro con el otro y con la
soledad, cultivar el amor y la entrega, todo ello siempre bajo el signo de la libertad, para poder
decir sí o no sin que afloren las culpas.
• Superar los temores. Es preciso saber despedirse de las comodidades de lo que es conocido y
seguro aprender a discernir de los demás con respecto y autocontrol, trabajar en el propio
conocimiento, comprometerse con las responsabilidades aunque estas impliquen riesgos, superar
las culpas, los resentimientos y las envidias.
• Dinamizar la capacidad de amar y forjar una identidad fecunda: ello requiere liberarse del miedo
a los propios impulsos, al rechazo al “que dirán, al absurdo, a la entrega ciega que nos descubre al
amor como una experiencia de fecundidad.
• Tener conciencia de los propios límites. Hemos de aceptar el desgaste físico y psíquico, cuidar la
salud y no descuidar el aseo personal. Para ello es indispensable ubicarse en un sano realismo,
adoptar criterios de discernimiento, aceptar el apoyo de los demás para dejarse guiar, detectar las
dificultades personales, propiciar la experiencias afectiva en la oración, forjar proyectos de vida o
de trabajo en colaboración con los demás, mantener viva la esperanza y la ilusión, cultivar las
amistades profundas, la misericordia y la ternura, la predilección por los amigos y la caridad para
con las personas necesitadas de afecto y amor.Lo más normal será que un religioso o una religiosa
encuentren amistades entre los miembros de su congregación pero eso no restringe la posibilidad
de que desarrolle la amistad con personas ajenas a la comunidad, cualquiera que sea su sexo. En
ciertas ocasiones podrá existir el riesgo de que amistad y enamoramiento no estén bien
demarcados. La amistad en cierta forma, es riesgo y aventura, especialmente en el caso de las
amistades mixtas entre una persona consagrada y otra que no lo está. Nadie vive exento de
peligros ni de tentaciones, lo que se requiere es adquirir conciencia de ellos y no someterse
voluntariamente a su poder. Es fundamental mantener relaciones claras y abiertas, y evitar formas
de expresión ambiguas que puedan dar a malas interpretaciones.
Podemos distinguir, dentro de la experiencia afectiva, seis niveles que van ascendiendo de manera
gradual según la profundidad de las zonas afectadas en la persona.
El primer nivel corresponde al estadio en el que el individuo se encuentra aislado y carece
totalmente de lazos afectivos.
El segundo nivel comporta una relación superficial, de trato puramente formal. Sería el caso que
se presenta entre compañeros de estudio, de trabajo, de diversión, o de equipo deportivo, existe
entre ellos cierta sintonía y cierta comunicación, pero éstas no llegan a afectar los niveles
profundos de la sensibilidad.
El tercer nivel se da en el enamoramiento, que obedece a un impulso del corazón que desea
compartir el mundo interno y externo del otro. La persona amada esidealizada y se convierte en
objeto de un interés absorbente y de una fascinación apasionada. Los enamorados sienten la
necesidad imperiosa de comunicarse el deseo vehemente de la presencia física del otro. La
separación resulta dolorosa y sólo es mitigada por el reencuentro. El enamorado busca compensar
esa ausencia con regalos y con abundante signos sensibles que lo aproximen simbólicamente a la
persona del otro. También se vive cierto platonismo en la contemplación del ser amado: se le
vislumbra en sueños, se niegan sus defectos y se exaltan sus cualidades. El enamoramiento
produce un enaltecimiento de la realidad: todo parece más vivo y más bello, todo se renueva y se
torna majestuoso. Podríamos decir que la vida se convierte en un sueño porque el amor es ciego.
El cuarto nivel cristaliza en la amistad, relación que permite la comunicación de los corazones
aunada a una reciproca benevolencia. La amistad puede desembocar en el enamoramiento o
surgir después de este, pero no esta sometida a sus vicisitudes o a su carácter pasajero.
Normalmente, en efecto, el enamoramiento es un fenómeno afectivo transitorio que se diluye al
paso del tiempo, mientras que la amistad es más estable y perdurable.
El quinto nivel se refiere al amor de pareja. El matrimonio supone la fusión de cuerpos y almas.
Requiere estabilidad, fidelidad, permanencia en el tiempo y cercanía en el espacio para poder
compartir el mismo proyecto de vida, el mismo hogar y el mismo lecho. El amor de pareja supone
la unión de dos seres que conservan su respectiva individualidad.
El deseo de fusión corporal seexpresa en la atracción sexual, en el instinto de copulación y en el
anhelo de perpetuar la especie, que es uno de los impulsos más poderosos del género humano. El
amor de pareja incluye, por lo general, el amor y la responsabilidad para con los futuros hijos.
LA EDUCACIÓN DE LA AFECTIVIDAD
Una vez más, el sexo señala una diferencia notable, mientras que en la joven la madurez afectiva,
se alcanza alrededor de los 18 años, en el muchacho se da algo más tarde, entre los 22 y los 25
años, e incluso después. La afectividad desempeña un papel fundamental en el desarrollo de la
personalidad y constituye quizás uno de los resortes más decisivos en la vida del hombre. Es como
una tendencia innata ycompleja, que se manifiesta como una inclinación-hacia. Pero tal vez su
valor esencial radical en el hecho de que pone en marcha nuestra voluntad.
La afectividad puede ser una capacidad innata, pero para pulirla es necesario armonizar las ideas y
los sentimientos: una idea clara y firme con un sentimiento fuerte y energético. Por eso decimos
que la afectividad es la actividad consciente que sigue al conocimiento de un objeto y mediante la
cual apetecemos dicho objeto, nos inclinamos hacia él y tendemos a su posesión. En la vida
afectiva pueden distinguirse tres tipos de sentimientos: biológicos (vitales), sensibles (placeres y
dolores) e ideales (pertenecientes a la esfera superior)
Hay que tener presente que el gusto o la aversión que nos inspiran determinadas cosas no deben
ser el único resorte de la afectividad: hay otros valores, de carácter más elevado, que nos
impulsan a querer.
Para concluir, debemos insistir en lo siguiente:
1. ¿Es posible una formación que integre sexualidad, amistad, afectividad y amor?
2. ¿Qué entiendes por madurez afectiva y cuáles son sus condiciones?
3. ¿Cómo definir el amor auténtico?
4. ¿Qué es el pudor? ¿negar el propio cuerpo o afirmar su dignidad?
5. ¿Puede la falta de pudor ser considerada como una forma de exhibicionismo?
6. ¿Por qué la sinceridad, la honestidad y la integridad son cualidades deseables en la vida sexual
de cualquier ser humano?
7. ¿Por qué en mi vida sexual debo tomar una decisión personal y responsable sobre lo que haga o
deje de hacer?
8. ¿Por qué todas nuestras dificultades sexuales provienen de la ignorancia acerca de los que
somos y de lo que es la sexualidad humana?
Después de resolver este cuestionario, reflexiona sobre él y anota lo que más te ha llamado la
atención con el fin de entablar una discusión dirigida.
EL AMOR
El amor es una realidad compleja e inabarcable cuyo contenido nos obligará a emprender un
recorrido psicológico. Freud, en un momento determinado, incluso recomendaba abandonar el
término. En la actualidad, su uso y su abuso nos inclinan a seguir el mismo derrotero. A fuerza de
tanto utilizarla y, con frecuencia, de modo tan desafortunado, la palabra amor se ha convertido en
una expresión vacía cuyo significado hay querecuperar. Desbrozar la profundidad de este último
no es tarea fácil. De cualquier manera, no es un tema banal; en él se dan cita un conjunto de
diversos significados que es preciso matizar.
El amor es una vivencia que pertenece al ámbito afectivo, pero que irradia hacia todas las demás
componentes del patrimonio psicológico, permeándolas y orientándolas hacia una actitud de
aproximación gozosa que nos inicia a la posesión de algo, ya sea material, psicológico, o espiritual.
Como apunta Joseph Pieper, amar significa aprobar. Amar algo es darlo por bueno, celebrar su
existencia, reconocer que su realidad nos es grata. En resumen, el amor es tendencia, inclinación,
apetencia del objeto amado.
Antes de seguir adelante, quisiera detenerme un momento para comentar una confusión
generalizada, es común pensar que el amor, como elemento de la vida afectiva, arraiga
principalmente en lo sentimental, y esto no es correcto. El amor no sólo representa el primer acto
de la voluntad, sino que es también principio o fuente de las decisiones fundamentales. El amor
contribuye a ordenar la vida humana porque la virtud es el orden del amor. Y ese orden lo
tenemos que labrar, día a día, personalmente. Se desprende de ello una conclusión inmediata que
no conviene perder de vista: en su insistencia, en su cometido, en su perseverancia, en su lucha,
en su conquista, el amor es un acto de voluntad.
Si el amor fuera un fenómeno vivencial dependiente del viento de los sentimientos, bien podría
aceptarse que va y viene. Pero eso no es cierto. Ese modo de ver las cosas sólo llevaría consigo
lajustificación, tan en boga, de que cuando entre un hombre y una mujer existen serios problemas
de convivencia es por que el amor ha muerto.
En realidad el “amor” al que alude en esa afirmación es sólo un producto de la industria de la
frivolidad, que nada tiene que ver con el auténtico y verdadero amor.
Son múltiples los significados del término amor. Analicemos algunos de ellos que circulan en el
lenguaje coloquial:
← Relación de amistad y simpatía que ha ido cobrando cierta intensidad hasta alcanzar un
considerable nivel de compenetración ideológico y funcional.
← Amplísima gama de relaciones interpersonales, que incluye a padres, hijos y demás familiares, a
amigos, a compañeros de estudio, de trabajo, a los vecinos, etc., como protagonistas del
encuentro afectivo.
← El término amor es asimismo, utilizado para referirse a objetos inanimados (amor a los muebles
antiguos, al arte medieval, a la literatura romántica, etc.,) por los cuales se siente especial aprecio.
← También puede hablarse de amor hacia entidades ideales (amor a la justicia, al bien, a la
verdad, al orden, etc.,) o hacia actividades o formas de vida (amor a la tradición, al trabajo, a la
riqueza, a la vida natural, etc.)
← El amor al prójimo, entendido éste en su sentido literal como buena voluntad hacia todas las
personas, hacia el ser humano en cuanto tal.
← El amor entre un hombre y una mujer, el cual constituye una vía de conocimiento
prácticamente inagotable, ya que en él se compromete toda la naturaleza de la persona, desde el
ámbitofísico hasta el espiritual y el psicológico.
← El amor a Dios, que le permite al hombre de fe establecer una verdadera amistad con su
creador cuando descubre que el amor natural se funda en el amor sobrenatural.
1- Amar es reinventar a la persona amada. ¿Cómo ayudas a la persona amada para que pueda
realizar su personalidad?
2- El amor es liberador. ¿en que medida liberas a las personas que amas para que encuentren su
razón de existir?
3- La sexualidad humana se ejerce en la relación con una persona, no con un animal ni con un
objeto. ¿tratas a los demás como persona y no como objetos? ¿Cómo se lo demuestras?
4- El amor es el camino de acceso a Dios, al vivenciar tu amor, ¿descubres al amor que Dios te
tiene?
5- Amar es construir juntos una sociedad feliz. ¿Qué haces a favor de la edificación de una
convivencia feliz?
6- El amor es el camino de acceso a Dios. Al vivenciar tu amor, ¿descubres el amor que Dios te
tiene?
7- El amor es la gran palanca que posibilita una grata convivencia. Señala cuatro enemigos del
amor.
8- La técnica en sí no puede salvar a la humanidad. Sólo el amor salva. Explica porque es así.
9- El amor es darse ¿eres capaz de entregarte a los demás sin esperar nada a cambio? ¿Cómo es tu
entrega?
EL INICIO DE LA AMISTAD
AFECTIVIDAD Y AMISTAD
Si tuviera que definir en pocas palabras la amistad auténtica, diría que es la más cumplida síntesis
de afecto verdadero y de lealtad incondicional hacia otra persona. En ella no caben la infidelidad,
la mentira y las segundas intenciones. El amigo verdadero nunca opera en secreto, la verdad va
siempre por delante, aunque duela. Más no se trata de una verdad descarnada, intransigente y
adusta, sino de una verdad matizada por la compasión y la sinceridad.
Finalmente, podemos afirmar que la amistad es afecto incondicional. Quien pone condiciones no
es amigo; quien ama de verdad no sabe lo que es ser calculador. El cariño al amigo es siempre
gratuito. El sujeto narcisista, egocéntrico e indiferente a los demás difícilmente tendrá amigos. La
amistad requiere un mínimo de disponibilidad para acoger al amigo; contribuye a paliar las
soledades y a aceptarse tal como se es; alienta la generosidad y acepta las divergencias. Aunque
no la exige, la amistad supone la reciprocidad en lo afectivo y en lo espiritual. Trasciende la
corporalidad y la temporalidad, pero no las rechaza, y sabe apreciar la oportunidad de los
encuentros y de los gestos simbólicos para afianzarse. Para valorar una amistad, particularmente
durante laépoca juvenil hay que tomar en cuenta los siguientes puntos de referencia:
La amistad que se guía por estas coordenadas garantiza un amor maduro entre los amigos, amor
que se verá reflejado en un crecimiento psicológico y moral, en una mayor capacidad de servicio a
los demás. Una amistad así crecerá san ay contribuirá al desarrollo afectivo de las personas que la
cultivan.
Amistad y enamoramiento
En la adolescencia tardía, la relación con una persona del sexo opuesto se va haciendo cada vez
más exigente y selectiva. Los jóvenes buscan caer bajo el embrujo del enamoramiento. Algunos lo
logran fácilmente, mientras que otros no lo consiguen aunque se esfuercen. Cuando un
adolescente cambia constantemente el objeto de su enamoramiento, ello se debe a que se siente
vulnerable e inseguro, y a que necesita encontrarse a sí mismo a través de los estímulos que le
proporcionan otras personas, lo que resulta curioso es que las elegidas suelen ser sumamente
dispares y distintas entre sí.
Entre los que se mantienen inmunes a los amoríos y no consiguen encontrar a alguien con quien
compartir sus inquietudes e ideas, algunos se creen superiores, otrospueden sufrir una timidez
patológica, y hay quienes se aburren o no logran entrar en sintonía con lo que dicen o hacen los
miembros del sexo opuesto.
El enamoramiento altera la condición vital, hipoteca el comportamiento e incluso el
discernimiento, lo que piensa, opina o hace el elegido adquiere decisiva importancia. Uno es lo
que el otro quiere que sea y viceversa, los estudios, la familia y los amigos asan a un segundo
plano, porque toda la vida se centra en el otro, a quien se encuentra formidable y sin defectos.
El enamoramiento también puede trastornar algunos hábitos: quita el sueño o, por el contrario,
permite dormir mejor que nunca; produce inapetencia o desencadena un hambre atroz. En el caso
de las personas muy sensibles, la palidez, feliz ante la presencia o el solo pensamiento de la
persona amada. Desea ser objeto de su admiración y se siente impulsado a realizar grandes cosas.
Pero no puede hacerlas porque le resulta muy difícil concentrarse. El enamorado no se aburre,
tiene la risa fácil, da gusto verlo. No obstante, esta etapa de frenesí tiende a durar poco; cuando el
estado semihipnotico se esfuma pueden ocurrir dos cosas: o el enamoramiento termina tan
súbitamente como empezó, o se consolida un amor más sereno y racional. En el primer caso, casi
nunca coinciden las dos partes; el que se desenamora antes sufre menos, mientras el otro se
siente decepcionado y vacío: le parece que la vida deja de tener sentido y, ya sea para llamar la
atención del que se ha ido, o porque en verdad no puede superar la separación, puede llegar a
albergar ideas desuicidio.
Uno de los motivos principales de quebranto en el enamoramiento es la manera tan distinta en
que lo viven respectivamente los chicos y las chicas. Ellas maduran sexualmente antes que los
chicos y, como consecuencia, son más precoces en el enamoramiento. La chica no considera al
chico como un medio para satisfacer su sexualidad, sino como un camino que la lleva a confirmar
su feminidad. Su enamoramiento es sobre todo de tipo emocional y demanda igualdad de trato.
Interpreta el impulso sexual masculino como algo humillante, que la rebaja a un mero objeto
sustituible y desecharle.
Ellos tienen más experiencia en el contacto físico-sexual que ellas. En el chico interviene un factor
biológico: se enamora para satisfacer su impulso sexual y liberar la tensión que este le produce.
No comprende que la chica espera de él una relación profunda o un compromiso duradero.
El tono afectivo del enamoramiento es pasional e intempestivo; esta sujeto a la temporalidad y a
esa intensidad vehemente que se deriva de la atracción sexual. Un estado continuo y prolongado
de enamoramiento indicaría cierta inmadurez afectiva, por lo que para evitar esta última, deberá
evolucionar hacia el amor de pareja o hacia la amistad.
El amor maduro no es la simple atracción de un hombre y una mujer ni se identifica con el instinto
de copulación, sea que éste se manifieste como deseo o que se haga efectivo en el coito. Tampoco
equivale a un ansia compulsiva de buscar al otro para escapar de la propia soledad. No se reduce a
un mero sentimentalismo, y tampoco se cumple como ensueño romántico o comoideal platónico.
Desde la perspectiva psicológica, el enamoramiento responde a factores inconscientes. Según Carl
Gustav Jung, todos albergamos en lo más profundo de nuestra personalidad la imagen o el
arquetipo de ambos sexos. Cuando el anima ( lo femenino) o el animus ( lo masculino) buscan
integrarse en la vida real y lo logran, se desencadena entonces esa fuerza arrebatadora a la que
llamamos enamoramiento. Por eso se dice que el amor es ciego, porque al reflejarse en la imagen
ideal que ha logrado tomar el cuerpo, la persona ve exclusivamente el objeto de su anhelo.
Esa proyección fulminante puede surgir de la pasión que inspiran las cualidades que el otro posee
o de las que carece el enamorado, el cual tiende a apropiarse de ellas, o bien, puede obedecer a la
compasión que inspiran las carencias del otro, que el enamorado procurará subsanar.
El joven y la joven precavidos sabrán distinguir entre enamoramiento y amistad, y podrán vivir sus
relaciones afectivas de manera ecuánime y sin comprometer su dignidad personal, lo cual requiere
cierto sentido del pudor para defender la propia intimidad. La ascética preconciliar preconizaba la
negación de sí mismo, la represión de los sentidos, la renuncia a los placeres lícitos, el recelo ante
el propio cuerpo y sus apetencias, la mortificación voluntaria de los sentidos, los intercambios
limitados con las demás personas, el celibato como estado ideal, etc. La espiritualidad actual, en
cambio, tiende a propiciar la autorrealización, la expresión de los propios sentimientos eideas
relativizando la opinión de los demás, la integración de las necesidades afectivas y sexuales, la
valoración de la corporeidad y la gratificación sensual como elementos esenciales para el
equilibrio integral del individuo. Sin embargo, en toda persona existe naturalmente un sentimiento
llamado pudor, que se erige como protección ante los posibles ataques debidos a la indiscreción
de otras personas y contribuye a la expresión de las emociones con mayor prudencia y
autenticidad.
El pudor nace de la reserva íntima que se opone al exhibicionismo, así como del sentimiento de
pertenecerse a otro o de pertenecerse a sí mismo. No es represión rígida ni ausencia de ternura o
de afecto en la relación; no es artificio ni compostura; no es distanciamiento defensivo ni falta de
naturalidad; no obedece a la desconfianza sino que es un medio para facilitar el respeto y la
transparencia en las relaciones. El pudor se opone a la indiscreción, a la vana curiosidad y a la
dispersión del corazón. Un pudor enfermizo puede dar lugar a la desconfianza o a una entrega
deficiente, pero por lo general es medio de depuración de las motivaciones y ayuda a mesurar la
expresión de los efectos.
AMOR Y AMISTAD
Amar es desearle el bien al prójimo. El objeto es el bien, lo bueno, lo verdadero, lo bello, lo justo,
el sujeto es la persona, amare est velle alicui bonun : amar es querer el bien del amado. Al amor
recíproco que une a las personas lo llamamos amistad. Se trata de una comunicación de carácter
ontológico que rebasa por mucho lo meramente epidérmico.
El amor es la tendencia de un ser hacia otro ser, al que se considera un bien, el amor sensible tiene
por objeto el bien sensible, percibido por los sentidos y por la imaginación como algo amable. El
amor racional tiene por objeto el bien racional, estimado por el intelecto como algo deseable. El
amor de caridad tiende al bien sobrenatural, el cual es percibido como fin último por la fe.
En todo tipo de amor se distinguen cuatro elementos principales:
← La simpatía hacia el objeto amado
← El impulso y la atracción hacia el objeto amado
← La unión de los cuerpos, las mentes y los corazones con el fin de comunicarse recíprocamente
los bienes.
← La felicidad experimentada ante la presencia del objeto amado
← El amor genera gozo, esperanza audacia, consuelo, alegría de vivir…
1- EL amor erótico (el deseo posesivo, la atracción pasional) que nos impele a desear al otro por su
belleza física. A este amor lo denominaban eros.
2- El amor de benevolencia de amistad, de afecto al que denominaban filia.
3- Elágape que cosiste en un amor de predilección y de comunicación profunda en el plano
espiritual.
LA AMISTAD AUTENTICA
La amistad auténtica no es fácil de encontrar, pues se oculta entre la hojarasca egoísta de la propia
limitación y debilidad. Hay que tener presentes las características ya mencionadas y los criterios
que a continuación enunciamos para poder discernir lo que es la genuina amistad.
Apertura: el amigo admite que su amigo ame y sea amado por otras personas con libertad. La
verdadera amistad no acapara, no polariza, no desarrolla una proyección excluyente de otros
afectos. La preferencia legítima, pero los celos, y el egoísmo posesivo están reñidos con la amistad.
Superación: los amigos deben servir de estímulo recíproco en la persecución del bien, la libertad y
la generosidad. El amigo se sabe aceptado y amado tal como es, se siente acogido sin
desconfianza; pero sabe que una buena amistad es exigente, y por ello sentirá el impulso para ser
mejor y cobrará un aliento para luchar por las metas más altas, la amistad es cuestión de altura de,
volar siempre más lejos.
Gozo: la amistad genera satisfacción, gozo sereno, paz duradera, suavidad en el trato, cordialidad.
El encuentro entre amigos no es un placer superficial y pasajero, sino una alegría profunda, la
presencia, el trato, la palabra, el recuerdo, las cartas del amigo, provocan siempre sentimientos
positivos. Su ausencia física, la incomunicación temporal y la distancia significan otras formas de
comunión, tal vez dolorosas, pero nunca llegan a suscitar una añoranza insoportable o una
nostalgiamelancólica, ni la desesperación que sufren los enamorados cuando, en contra de su
voluntad, ha de separarse.
Paz: el amigo no se obsesiona por el amigo ni en su presencia ni en su ausencia seguirá sintiendo
afecto y benevolencia en el recuerdo, a través de la oración o de la comunicación a distancia, si
por el contrario, la presencia o la ausencia del amigo provocase desasosiego, inquietud, ansiedad,
celos envidias o discordias, entonces habría que pensar que, en vez de amistad lo que existe es
egoísmo disfrazado o inmadurez.
Generosidad: la amistad no tiene porque desplazar otras amistades ni separar al amigo de los
demás ni de los compromisos contraídos, sino que es solidaria. Los amigos abren su círculo para
acoger a los demás, en especial a los más débiles, nunca son absorbentes; antes bien, son capaces
de crear fraternales lazos de comunicación. La amistad permite desarrollar la propia vocación y la
disponibilidad para servir a los demás, aunque, ello suponga renunciar a la presencia del amigo en
un momento determinado, porque fomenta la generosidad y la responsabilidad, la amistad jamás
esclaviza, siempre es una fuente de donde manan la libertad y el amor abierto, un amor que se
extiende sin fronteras.
Comunión: la amistad promueve la sincronización de los corazones, de las vivencias y de los
ideales. Es una comunicación basada en la confianza y en la libertad. Los amigos se sienten unidos
aunque no estén juntos. Valoran y aprovechan las oportunidades de encuentro, las visitas mutas,
la comunicación epistolar. Las manifestaciones externas de afecto son positivas ynecesarias, pero
no imprescindibles, un regalo, una carta, un abrazo, un saludo, una visita, una caricia: todas ellas
son expresiones que siempre agradan, pero la amistad va más allá. Se aman al amigo por lo que
es, no por lo que nos da. Por eso es preciso conocerlo con objeto de respetar su alteridad.
Gratuidad: la amistad no exige nada, no es utilitarista ni interesada, no busca la confidencia
forzada ni trata de penetrar en los secretos del amigo. Tampoco espera signos de afecto efusivos,
gestos de confianza infalibles o expresiones corpóreas de cariño.
Austeridad: la amistad, especialmente la que existe entre personas de distinto sexo, requiere un
íntimo de autocontrol y de prudencia para que las manifestaciones de afecto no se tornen
ambiguas. El ejercicio de la amistad supone la renuncia de si mismo para darse poseyéndose,
como dueño y señor de uno mismo, y para saber recibir sin apropiarse del otro. La búsqueda del
placer erótico, la inmadurez afectiva y la imposición de compensaciones son malos consejeros en
el cultivo de la amistad.
Espiritualidad: la amistad es capaz de despertar en el hombre los sentimientos más nobles y
profundos. Ayuda a las personas a descubrir y a cultivar sus mejores cualidades y a fortalecer
todas las potencias del alma. La amistad en última instancia, debe conducir a la espiritualidad, de
donde emana todo amor y en donde maduran los frutos de este.
La amistad trasciende las riquezas, las ocupaciones, las cualidades y las virtudes del amigo. Es una
proyección vital que se orienta a otra persona, una fuerza que impulsa el corazón de losamigos
hacia el bien. El amigo es fortaleza para el amigo. Canto más excelsa y elevada es la amistad, tanto
más se complementan los corazones; cuanto más estrecha es la unión, mayor es el aliento que la
impulsa hacia la eterna unidad de la divinidad.
El amor de amistad es un proceso que trasciende el narcisismo, el amor platónico, los ensueños
románticos, los amoríos pasajeros, los afectos eróticos, los enamoramientos repentinos, las
pasiones exacerbadas, el insistió de reproducción, la filantropía pasiva o la compasión.
Como ya lo hemos dicho, la amistad se funda en una sólida comunión de ideas, de afectos, de
sentimientos y de voluntades, provoca la unión de los corazones y fomenta a benevolencia
recíproca. Desde el punto de vista del sujeto es el amor a sí mismo que desea la propia dicha
mediante la comunicación del bien y de la felicidad a la persona amada. Según el objeto, la base es
la bondad de la persona amada.
La amistad exige un mínimo de madurez y de seriedad porque no se puede improvisar, sin o que
ha de cultivarse progresivamente, la amistad requiere disciplina, constancia, tiempo. La amistad
resiste el paso de los años, la distancia y las pruebas más difíciles, incluso la muerte del amigo.
Normalmente, la amistad crece y se desarrolla al ritmo de la vida, y se acrisola con el mutuo
perdón de los errores y las limitaciones; el tiempo y el conocimiento recíproco depuran sus
motivaciones y su intencionalidad. La amistad es sinónimo de aceptación y aprecio, y requiere
paciencia y comprensión, tanto con el amigo comoconsigo mismo. Sin valoración del amigo o sin
autoestima no puede fructificar una verdadera amistad. La amistad debe permitir ser y conocerse
verdaderamente, así como realizar todas las potencialidades porque se llega a ser persona desde
el amor, en la relación; por eso uno se conoce mejor en el encuentro con los demás. Es imposible
amar sin la presencia de otras personas. El autoconocimiento se asienta sobre la veracidad y la
confianza; por tanto, no hay nada mejor que un buen amigo para reflejar lo que somos y
ayudarnos a descubrirnos.
Suma los sí y los no. Si tienes por lo menos 10 si, tu amistad goza de buena salud. Si tienes de 6 a 7
hay puntos sobre los que debes trabajar. Si sólo tienes 3 ó 4 hoy mismo debes emprender un
análisis a fondo que te permita mejorar tu sentido de la amistad.
LA AMISTAD
FASES DE LA AMISTAD
Primera fase
Antes de nacer, el niño está protegido del mudo exterior por el cuerpo de su madre. Después del
nacimiento esta situación se modifica, pero el estrecho vinculo exístete entre la madre y el niño no
se pierde. Durante esta primera etapa, el padre permanece aún en segundo término. De los dos a
los cuatro años de edad, el niño empieza a desarrollar una voluntad propia, con lo que se inicia el
proceso de disolución de su unidad simbiótica con el medio. Descubre que la madre es limitada y
empieza a descubrir la esfera de acción del padre, cuya importancia aumenta además de
autoridad, el niño de cuatro años encuentra en su padre protección y refugio. El pequeño
comienza a relacionarse con otros niños para jugar y empieza a formar grupos.
Segunda fase
En la escuela que asume una serie de funciones antes reservadas a la familia, tiene lugar la
segunda fase del proceso de separación del niño respecto de tus padres. Sin embargo, todavía se
refugia en la madre en busca de amparo y le cuenta suspequeños disgustos. El padre adquiere aún
más relieve, mayor importancia y autoridad. Sobre todo en los varoncitos, es frecuente que sea el
padre el ideal al que aspira el niño. En una encuesta que se les hizo a 928 muchachos, los de
cuatro a nueve años eligieron como ideal al padre en una proporción de 4% y a la madre en una de
17% mientras que para los de 10 a 11 años, el ideal era el padre para 23% de ellos, y la madre lo
era sólo para 3%
Tercera fase
Los niños de nueve a 11 años de edad se reúnen en grupos de trabajo; construyen una casita en un
árbol o forman un muñeco de nieve. Esto los estimula para trabajar en común, para tener la
vivencia de la acción en grupo. El motor de la acción no son lo otros niños, sino el objetivo, las
tareas. Se vive el espíritu de grupo.
Cuarta fase
Por lo que se refiere a las niñas, las cualidades de la amiga deben ser, preferentemente, amor,
veracidad, comprensión, buen humor, confianza, reserva para con los secretos confiados, bien
natural, inteligencia, buenos principios y franqueza.
Entre los 11 y 12 años, las niñas comienzan a distinguir entre camaradería y amistad. A los 13 años,
el concepto de amistad gana en claridad, ya que en el mundo de la niña los sentimientos de
simpatía, antipática, comprensión y confianza han evolucionado.
A pesar de que una gran parte de las amistades entre adolescentes terminan en enemistad y
desengaño, la profundidad y la pureza con que viven su relación rara vez volverán a presentarse,
es cierto que hay mucho de apariencia y cierto autoengaño en el sentimiento mismo, pero el
desarrollo del alma es real y la riqueza que ese afecto le comunica a la vida del sujeto esverdadera.
Dentro de una sociedad masificada como la nuestra, la amistad es el único punto de apoyo del
adolescente. En esta etapa, la necesidad de sentirse amados es imperiosa. Y el amor no es un
supuesto; antes bien, ha de manifestarse y comprobarse mediante la actitud, expresarse por
signos. La amistad es aceptación, acogida, estar cerca, respeto, disponibilidad… ¡tantas cosas! No
tendríamos tantos problemas si amáramos de verdad.
En la prepubertad, la separación entre ambos sexos se completa, y tanto los chicos como las chicas
adoptan una actitud de reserva y, a veces, incluso de hostilidad respecto del sexo opuesto. La
chica es considerada por los muchachos como demasiado melindrosa y sensible, mientras que la
jovencita encuentra al chico violento y grosero y se siente ofendida por su conducta. Ni unos ni
otras se encuentran aún en edad de resolver el enigma de las complicadas relaciones entre los
sexos.
En la vida psíquica de las chicas influye más el desarrollo biológico, de modo que la sexualidad las
afecta de manera másglobal y les resulta menos fácil sublimar los impulsos instintivos. Los
sentimientos y las emociones que integran la afectividad son fuerzas que Dios nos brinda para
formar y perfeccionar la personalidad, darle sentido a nuestra vida e impulsarnos a obrar con
mayores energía y constancia. No son faros destinados a guiarnos, sino fuerzas anárquicas que hay
que aprender a dirigir. No es conveniente dejarse gobernar por la afectividad y los sentimientos.
Adoptar como norma de acción el “porque me gusta”, es lo mismo que tomar un autobús sólo
porque es más cómodo o más bonito, sin tomar en cuenta a dónde se dirige.
La chica desea sobresalir ante los chicos; esto es un efecto del eros, del entusiasmo por la belleza,
la cual no se refiere únicamente al ser humano, sino a todo aquello que atrae en virtud de su
armonía. La gracia y la belleza de una muchacha, la prestancia y la decidida actitud de un joven
despiertan el mágico sentimiento del amor erótico. Eros es amor del alma, instintivo y espiritual a
un tiempo; puede inspirar canciones y poesías y, con frecuencia, aparece consignado en los diarios
en que, celosamente, los jóvenes anotan sus vivencias.
EL TRATO Y LA CONVIVENCIA
La chica casta, bien sabedora de lo significa el “vergel cerrado y sellado”, empieza pronto a querer
ser compatiblecon una insensata coquetería, a la que la impulsa el miedo de no perder una
oportunidad, estropeando con frecuencia lo que debió ser el resultado de una elección ponderada
y justa; estropeando también una amistad y una sana alegría de pandilla.
Es preciso tener siempre en cuenta que los años de la adolescencia son años de preparación.
Solamente cuando se ha alcanzado la madurez, cuando se ha logrado alcanzar el status de hombre
y de mujer adultos es cuando pueden establecerse relaciones con miras a compartir la vida. La
adolescencia constituye un periodo de desarrollo y de acrisolamiento para acceder a la plenitud,
por lo que es aconsejable no desparramar las fuerzas.
No hay que vivir bajo el influjo de las impresiones, sino de la reflexión y el dominio de sí mismo. El
galanteo inútil no lleva a ninguna parte.
ES NECESARIO CONOCERSE
El deseo de agradar que caracteriza a la chica es una tendencia natural; antes de los 14 o los 15
años sale al mundo y dice “aquí estoy”.
El deseo de agradar es humano, tanto en los hombres como en lasmujeres. Al chico le preocupa
quedar bien; a la chica le gusta caer bien. Todo ser humano anhela ser querido, y desde los
primeros años intuye quién lo ama y quién no.
Los padres creyentes pueden hacer que sus hijos que, además de que el origen de la sexualidad es
divino, Dios organizó el mundo en familias con el fin de proteger a los hijos.
BIENAVENTURADOS LOS QUE AMAN
En virtud de que la amistad es una de las formas del amor, para finalizar este capítulo hemos
elegido un texto que, a nuestro modo de ver, sintetiza con claridad y sencillez la dicha legítima que
el amor le reporta a quien lo entrega sin reservas.
Bienaventurados los que procuran por los intereses del otro como si fueran propios, porque
alcanzarán la paz y la unidad.
Bienaventurados los que están siempre dispuestos a dar el primer paso, porque descubrirán que el
otro está mucho más abierto de lo que parecía.
Bienaventurados los quenunca dicen “¡Ya basta!”, porque encontrarán un nuevo comienzo.
Bienaventurados los que primero escuchan y después hablan, porque serán escuchados.
Bienaventurados los que descubren el átomo de verdad que anida en cada discusión, porque
podrán integrar y mediar.
Bienaventurados los que jamás se aprovechan de su posición, porque serán respetados.
Bienaventurados los que nunca se ofenden ni desilusionan, porque ellos crearán un clima de
esperanza.
Bienaventurados los que son capaces de someterse y de perder, porque el Señor puede entonces
ganar.
Es necesario que descubras que la amistad puede contribuir a tu propia superación. Responde a
las preguntas siguientes y después reflexiona en qué sentido se desarrollan tus amistades:
1. ¿Cuál es mi reacción cuando sobreviene una dificultad o aparece una diferencia? ¿Me dejo
llevar por el enfado? ¿Tengo la tentación de abandonarlo todo?
2. ¿Soy verdaderamente mejor desde que amo a ese amigo?
3. ¿Me olvido de mí mismo para buscar el bien de mi amigo?
4. ¿He sido capaz de luchar, de sufrir, de estar solo,con tal de ayudarlo?
5. Al discutir con él, al contraponer mis juicios con los suyos, ¿he logrado superar las diferencias
que podrían constituir un obstáculo entre nosotros?
6. ¿Hemos pensado alguna vez en llevar a cabo juntos una empresa superior a nosotros?
7. ¿Rezamos juntos? ¿Logramos comunicarnos nuestras intenciones por medio de la oración?
Tu amistad no debe apartarte de los demás en ningún sentido. Plantéate las siguientes
interrogantes con el fin de conocerte mejor en este aspecto:
1. ¿Mi amistad me hace más sociable, más amable, más abierto y más atento con los demás o, por
el contrario, la atención exclusiva que dedico a mi amigo me aleja de los otros?
2. ¿Qué le aporta mi amistad al grupo de mis compañeros?
3. ¿He reflexionado sobre la necesidad de armonizar inteligentemente la intimidad con mi amigo
con la dinámica del grupo?
Es necesario que lleves a tu amistad la oración. Tu amistad debeestar perneada por la oración. No
reces solamente para que tu amistad perdure; reza para que tú y tu amigo sean fieles el uno al
otro, en respuesta a la voluntad divina.
La autoestima es la visión más profunda que cada cual tiene de sí mismo. Cuando esta visión se
traduce en una aceptación positiva de la propia identidad es porque está sustentada en la
conciencia de la valía y de la capacidad personales. La autoestima se estructura a partir de la suma
de la autoconfianza, del sentimiento de la propia competencia y del respeto a nosotros mismos.
Por tanto, refleja un juicio de valor que todos formulamos al enfrentar los desafíos que se nos
presentan a lo largo de nuestra existencia. Considerada como actitud, la autoestima es la forma
habitual de percibirnos, de pensar, de sentir y de comportarnos en relación con nuestro ser. Es la
disposición con que evaluamos nuestra identidad.
Para Carl Rogers (El Proceso de convertirse en persona, Paidós, Barcelona, 1994, pp.86-96), la
autoestima constituye el núcleo básico de la personalidad. Por su parte, Markus y Kunda (“Stability
and malleability of the self-concept”, Journal of Social Psichology, 51, 1986) consideran que la
autoestimadesempeña un papel importante en la autorregulación de la conducta, mediando en la
toma de decisiones, influyendo en la elección de objetivos y determinando el establecimiento de
planes de acción.
El percibir que se nos valora de una manera positiva tiene una importancia decisiva para cada uno
de nosotros. Nuestra manera de actuar estará hasta cierto punto condicionada en mayor medida
por lo que consideramos que somos capaces de hacer que por la existencia objetiva de la
capacidad en cuestión. Lo que creemos ser condiciona lo que de hecho somos, de modo que nos
comportamos según la idea que de nosotros mismos nos forjamos.
Querernos a nosotros mismos y valorarnos como personas es algo a lo que la educación debería
contribuir. Y más aún durante la adolescencia, cuando la antigua seguridad del sujeto se
desmorona y el desarrollo corporal y la búsqueda dolorosa de la identidad se intensifican. En
efecto, las preguntas “¿quién soy?”, y, sobre todo, “¿quién seré?”, pueden constituirse en
amenazas que destruyan el aprecio que sentimos por nosotros mismos.
Una de las grandes tareas que los educadores tenemos entre manos es enseñar a cada educando a
amarse a sí mismo. Amarse a sí mismo significa aceptarse, valorarse positivamente como único y
original mientras que valora al otro como original y único, aceptándolo incondicionalmente. En
definitiva, se trata de privilegiar el ser como el tener, según reza el título de uno de los libros del
psicoanalista Erich Fromm.
Una cosa es que no nos gusten ciertos colores, cierta música o ciertas sensaciones, pero cuando
rechazamos partes de nosotros mismos, las estructuras psicológicas que mantienen a uno vivo se
ven seriamente dañadas. Juzgarse y condenarse a uno mismo produce un enorme dolor. Y del
mismo modo como procuramos prevenir las enfermedades, solemos evitar todo aquello que
puede provocar el autorrechazo.
Cuando padecemos una baja autoestima enfrentamos mayores dificultades para desarrollarnos
con los demás, pues limitamos nuestra capacidad de abrirnos a ellos para pedir ayuda, resolver
problemas, etcétera.
Para evitar nuevos autorrechazos y juicios desfavorables levantamos barreras defensivas. Tal vez
nos inculpemos sin motivo, o nos encolericemos a la menor provocación, o nos paralicemos en un
afán de perfeccionismo. Por tanto, uno de los recursos para mejorar nuestra autoestima es tratar
de curar las antiguas heridas, fruto de anteriores autodevaluaciones. La forma en que nos
percibimos a nosotros mismos puede cambiar. Cuando así sucede, todas las áreas de nuestra vida
se venafectadas de manera positiva.
EFECTOS DE LA AUTOESTIMA
Entre los efectos positivos que se derivan de un desarrollo adecuado de la autoestima (J. A.
Alcántara, Cómo educar la autoestima, CEAC, Barcelona, 1993) cabe destacar los siguientes:
Todo lo anterior confirma nuestra convicción de que una de las tareas más importantes de la
educación es, sin duda, mejorar la autoestima de los alumnos.
A mayor grado de autoestima positiva, más preparados estaremos para afrontar las adversidades y
resistir las frustraciones, más oportunidades se nos presentarán en nuestro trabajo, mayor
facilidad encontraremos de establecer relaciones enriquecedoras, más inclinados nos sentiremos a
tratar a los demás con respeto y magnanimidad y más satisfacción encontraremos en el mero
hecho de vivir. (S. Ruiz, Crecer como persona, San Pablo, Madrid, 1994).
Según Clemens (Cómo desarrollar la autoestima en niños y adolescentes, Debate, Madrid, 1991),
el adolescente con alta autoestima actuará con autonomía y responsabilidad, afrontará retos,
disfrutará sus logros, tolerará decepciones y será capaz de influir en otros; todo lo cual repercutirá
favorablemente en el proceso de su educación.
Por el contrario, el adolescente con deficiente autoestima menospreciará sus cualidades, creerá
que los demás no lo valoran, sentirá que sus recursos son escasos, se dejará influir fácilmente por
los demás, le costará mucho expresar sus sentimientos, mostrará poca tolerancia a las situaciones
de ansiedad, se frustrará fácilmente y se mantendrá permanentemente a la defensiva, tendiendo
a culpar de sus fracasos, errores y debilidades a sus semejantes: todo lo cual repercutirá en una
serie de efectos negativos en su evolución emocional, en su educación y en surendimiento escolar.
Gozar de una alta autoestima es sentirse competente, capaz y valioso. En una situación semejante
no tenemos necesidad de echar mano de emociones negativas ni de ideas erróneas. Tampoco nos
sentimos obligados a interpretar papeles que no corresponden a nuestra personalidad. Somos
como somos y como tales nos aceptamos, sin que esto suponga pactar con la mediocridad.
Reconocemos nuestras aptitudes y nuestras actitudes positivas y, al mismo tiempo, estamos
conscientes de las negativas; por tanto, nos esforzamos honestamente en enmendarlas. En el caso
de no conseguirlo de inmediato no nos apabulla la frustración ni nos infravaloramos. Seguimos
siendo quien somos y, pacientemente, seguimos intentando mejorar, centrándonos más en lo
positivo que ha de desarrollar que en lo negativo que se ha de corregir.
Sufrir baja autoestima (Ruiz, op. Cit., pp. 61-62; Branden, Cómo memorar su autoestima, Paidós,
Barcelona, 1991, pp. 55-61) es sentirse incapaz de afrontar los desafíos de la existencia; no es sólo
percibir que nos hemos equivocado en tal o cual tema, sino aceptar que nos hemos equivocado
como personas. Esta situación se torna tan dramática que nos exige estar en permanente alerta
contra todo y contra todos. Pronto aparecen los sentimientos negativos que nos condenan como
individuos. Nuestra mente, entonces, es acosada por ideas obsesivas y erróneas, y nos prestamos
a interpretar personalidades idealizadas que no corresponden a nuestra realidad interior. En
consecuencia, el crecimiento personal se ve bloqueado por esos mecanismosautodestructivos.
Por otro lado, nos encontramos con otro tipo de jóvenes que, en el fondo, creen que todo lo que
hacen es irreprochable. La menor crítica los abate; sólo escuchan a quienes los alaban. No quieren
encarar su limitación y se refugian en un sueño de perfección, en la imagen dorada que tienen de
sí mismos… Viven el papel de un personaje ideal y están convencidos de que los que no los ven así
están equivocados. No aceptan su connatural imperfección; temen romper el ídolo que se han
forjado de sí mismos. Este comportamiento obedece al mismo sutil mecanismo de defensa que,
aparentemente, los exime de la responsabilidad de asumir su autorrealización.
Pero, ¿cómo se detecta la baja autoestima? En algunas personas que la padecen podremos
encontrar, entre otras, las siguientes características (L. L. Hay, El Poder está dentro de ti, Urano,
Barcelona, 1996; H. Clemens, Cómo desarrollar la autoestima en niños y adolescentes, Debate,
Madrid, 1991):
• Sensación de serinútiles, innecesarios, de no tener importancia.
• Incapacidad de disfrutar, pérdida del entusiasmo por la vida.
• Tristeza y melancolía permanentes.
• No se aceptan físicamente.
• Sienten que no tienen amigos.
• Se consideran inferiores a los demás.
• Son hipercríticos consigo mismos y viven en constante estado de insatisfacción.
• Están convencidos de no ser muy inteligentes.
• Temen desagradar y perder la estima y la aceptación de los demás.
• Son hipersensibles: sienten que la menor crítica los hiere y los agrede.
• Padecen indecisión crónica por temor a equivocarse.
• En ellos predominan la desesperanza, la apatía, la sensación de derrota y el abandono total.
• Se sienten incapaces de hacer las cosas por sí mismos.
• Se consideran estudiantes deficientes.
• Adolecen culpabilidad neurótica y se autocondenan cuando cometen errores.
• Los obsesiona un perfeccionismo esclavizador que los conduce a un desmoronamiento anímico
cuando las cosas no salen como ellos esperaban.
• Los agobian el pesimismo, la depresión, la amargura, y una visión negativa global en la que se
incluyen a sí mismos.
Conviene examinar estas actitudes a fondo para intentar modificarlas adecuadamente, teniendo
en cuenta que la autoestima puede aprenderse y, en consecuencia, mejorar.
• Aceptación de sí mismo.
• Percepción clara y eficiente de la realidad.
• Apertura a las experiencias nuevas.
• Integración, cohesión y unidad de la personalidad.
• Espontaneidad, expresividad y vitalidad.
• Un yo real, una identidad firme; sentimiento de autonomía y de unicidad.
• Objetividad, independencia y trascendencia del yo.
• Creatividad.
• Capacidad de fusión de lo concreto con lo abstracto.
• Gran capacidad amorosa.
• Código moral propio.
• Búsqueda ocasional de la soledad para llevar a cabo un encuentro consigo mismo.
• Tendencia a preocuparse por los problemas de los demás y no sólo por los propios.
• Relaciones interpersonales profundas.
• Expresión espontánea de sentimientos y opiniones.
• Sentido del humor sano.
Por su parte, Carl Rogers (El proceso de convertirse en persona, Paidós, Barcelona, 1994) describe,
de manera similar, las características de la persona que se valora y se acepta a sí misma,
consiguiendo así alcanzar un nivel alto de autoestima.
Dyer (Tus zonas erróneas, Grijalbo, Barcelona, 1995) considera que el perfil de la persona con
suficiente nivel de autoestima y que se encuentra en proceso de autorrealización puede dar la
impresión de un personaje de ciencia ficción, pero, por fortuna, no se trata de un ideal
inalcanzable en la realidad. La posibilidad de funcionar plenamente, liberándonos constantemente
de los comportamientos autodestructivos, es real, está a nuestro alcance.
En primer lugar, queremos insistir en la importancia que reviste para la autoestima aprender a
reconocer la dignidad intrínseca del ser humano.
Todos, por limitados que estemos, a pesar de los errores que comentamos, merecemos el respeto
de los demás y, sobre todo, de nosotros mismos.
Como lo expresó magistralmente Antonio Machado: “Por mucho que valga un hombre, no tiene
valor más grande que el valor de ser hombre.”
También conviene recordar una vez más que, en la génesis de la autoestima, la infancia es
decisiva, Judith McKay (Autoestima, evolución y mejora, Martínez Roca, Barcelona, 1991, pp. 199-
223) considera que un ambiente de aceptación, de diálogo y de amor en el seno familiar
constituye el clima adecuado para que el individuo crezca aprendiendo a confiar en sí mismo. En
este sentido, no basta con querer a nuestros hijos; es necesario que ellos se sientan queridos. Es
conveniente aprovechar todas las oportunidades para alentarlos y elogiarlos de manera sincera
con objeto de que confirmen lo mejor de su identidad. Pero también es preciso tener en cuenta
que el elogio excesivo puede resultar artificial y más coercitivo que estimulante. La mentira y la
adulación no son métodos adecuados para formarse una imagen positiva de sí. J. J.Brunet, y J. L.
Negro (¿Cómo organizar una escuela para Padres?, San Pío X, Madrid, 1994) hacen hincapié en la
necesidad de que los padres, los profesores y los educadores en general:
• Aremos los campos en los que nuestros hijos o nuestros alumnos puedan destacar.
• Corrijamos de manera oportuna y razonada, suprimiendo las palabras destructivas, las amenazas
y los malos augurios. En cualquier caso, lo que hay que criticar es la falla, no a la persona. Es muy
distinto decirle a un chico: “Eres un inútil”, que decirle: “Eso no lo has hecho bien.”
• No exageremos las dificultades para evitarles peligros. Esta actitud sólo genera ansiedad.
• Promovamos su crecimiento, buscando el equilibrio entre libertad y responsabilidad. Fomentar
una dependencia excesiva contribuye a formar personas inmaduras.
• Alentémoslos a superar desde los pequeños fracasos hasta las frustraciones más serias.
Hagámoslos entender que todos nos equivocamos, pero que eso no significa que nos
autodefinamos o definamos a otros exclusivamente a partir de los errores, que es posible
corregirse, mejorar y, por lo tanto, que no hay que abandonarse al desánimo.
• Evitemos que nuestras acciones contradigan nuestras palabras. Hemos de ser congruentes si
queremos alentar conductas positivas.
Pertenencia. Todos, y en especial los adolescentes, tenemos una necesidad básica de pertenencia,
esto es, de formar parte de algo, de sentirnos vinculados. De alguna forma, en determinadas
situaciones todos buscamos en los demás la afirmación de nuestro yo. Por ello, el objetivo inicial
de todo educador que pretenda fomentar y fortalecer la autoestima de sus alumnos consistirá en
promover una relación positiva entre los miembros del grupo, así como un clima de participación y
de colaboración en el aula que le permita a los alumnos superar su resistencia inicial y descubrir
en sí mismos y en sus compañeros lo que tienen en común como seres humanos.
Valía personal. Sentirse valioso significa autopercibirse en lo más íntimo como una persona buena,
lo cual no implica creer que se es perfecto. En el proceso educativo, cualquier momento puede ser
oportuno para fomentar la autoestima del alumno. Pero como ésta evoluciona al compás del
desarrollo psicoafectivo, pueden presentarse circunstancias críticas en su vida que la afecten
negativamente. Un disgusto familiar, una decepción amorosa, un fracaso escolar, una
derrotadeportiva, etc., constituyen, sobre todo si la persona es muy sensible, una fuente de
autodevaluación ocasional. Conviene, pues, que el educador esté atento a cualquier indicio que el
alumno manifieste, y preparado para intervenir de manera apropiada.
En nuestros días, la reflexión que aborda la cuestión pedagógica que nos ocupa, ¿cómo mejorar o
enriquecer la autoestima?, es amplia y plural (Auger, Ayudarse a sí mismo, Sal Terrae, Santander,
1987; Branden, op. Cit., 1991; Hay, op. Cit., 1991; Martín, Razones para vivir, Atenas, 1992; Ruiz,
op. Cit., 1994; Lacase, Tengo una cita conmigo, Sal Terrae, 1994). A continuación ofrecemos, de
manera resumida, algunas respuestas que constituyen el común denominador de diversas
investigaciones en torno a la mejora de la autoestima:
Si tenemos una percepción positiva de nosotros mismos y nos consideramos capaces de lograr
nuestros deseos, es muy posible que éstos se cumplan.
Como bien lo sabe cualquier persona que haya alcanzado la madurez, estructurar una identidad
propia no es tarea fácil. El niño llega a la adolescencia con una opinión sobre sí mismo que habrá
adquirido durante su infancia, y que se verá radicalmente transformada durante la nueva etapa, al
sumársele gran cantidad de impresiones que le brindarán un nuevo sentido de valía mucho más
personal.
Un adolescente que haya desarrollado una imagen positiva de sí mismo estará más capacitado
para:
• Actuar de forma autónoma e independiente.
• Asumir responsabilidades.
• Afrontar con entusiasmo nuevos retos y dificultades.
• Sentirse orgulloso de sus logros.
• Expresar con mayor amplitud sus emociones y sentimientos.
• Tolerar la frustración.
Los padres pueden influir en la autoestima del adolescente organizándole nuevas experiencias y
relacionándose convenientemente con él.
Podemos encontrarnos ante un adolescente que experimenta serias dificultades para relacionarse
con los demás; su autoestima es negativa o está poco desarrollada y, por tanto, piensa que los
otros tampoco ven en él algo agradable o atractivo. Aunque no es lo más frecuente, en este caso
se hará necesaria la intervención de los padres para que el adolescente pueda establecer nuevas
amistades.
Como siempre, la comunicación es fundamental. Los padres debemos dedicar una parte de
nuestro tiempo para sentarnos al lado de los hijos y escucharlos, olvidándonos de nuestros
prejuicios y opiniones, y demostrándoles que realmente estamos interesados en su problemática.
Es muy importante que el adolescente se sienta tratado como un adulto. Para ese efecto, es
conveniente manifestarle nuestros sentimientos. “Siento lo que pasó ayer” o “Me preocupa tu
amistad con ese chico” son expresiones que pueden servir para estrechar los lazos. Por otra parte,
podemos comentar con nuestros hijos adolescentes nuestras dudas, dificultades o intereses, pero
evitando siempre abrumarlos y, además, tomando en cuenta su edad. La confianza genera
confianza, y si hacemos partícipes a nuestros hijos de lo que ocurre en nuestra vida,
estaremossentando las bases de una relación más sólida y perdurable. Tal vez el adolescente no
nos corresponda de inmediato, pero si tenemos paciencia y confiamos tanto en él como en
nosotros mismos, seguramente, a la larga, tendremos éxito.
Es esencial respetar las amistades del adolescente, dándole la oportunidad de establecer sus
propios vínculos. Tal vez algún amigo no parezca ser la compañía más adecuada, pero hay que
hacer un esfuerzo y eliminar los juicios prematuros. Los padres podemos y debemos guiar las
amistades y conocer a las personas con las que se relacionan nuestros hijos, pero sería absurdo
intentar prohibirlas, pues así sólo conseguiríamos el efecto contrario. No debemos olvidar que un
adolescente con baja autoestima necesita establecer algún tipo de vínculo que le permita darse
cuenta de que es capaz de hacer las cosas por sí mismo. Por ejemplo, si no aprobamos ninguna de
las amistades del adolescente podemos crearle una gran inseguridad con respecto a sus criterios.
Resulta muy útil realizar alguna actividad agradable tanto para los padres como para los hijos,
como sería, por ejemplo, salir de campamento, ir al cine o a un museo juntos. Ello les ayudará a
establecer una relación más relajada, propicia para la comunicación.Como siempre,
recomendamos la paciencia. Nos podemos impacientar ante un adolescente tímido que nos
contesta con monosílabos a todo lo que le preguntamos. Tarde o temprano, su actitud más segura
nos demostrará que ha aprovechado la atención que se la ha dedicado.
Me ha llamado la atención una llamada telefónica que he escuchado a las doce de la noche, a
través del radio, donde una chica le solicitaba al locutor un poco de atención: “Me siento sola,
muy sola. Mis padres son demasiado importantes como para atender mis llamadas. Quiero
hablarles del colegio, decirles que tengo nuevos amigos, que me gusta un chico del vecindario, que
a veces estoy cansada de vivir, de tener que pasar mis crisis completamente sola. Usted me ha
inspirado confianza y por eso le llamo.” Pienso que los padres que no escuchan la voz de sus hijos
están criando seres muy tristes, que seguramente terminarán atrofiados emocionalmente. Los
adolescentes son personas necesitadas de cariño. Se les debe prestar atención, escucharlos,
otorgar importancia a lo que dicen, darles apoyo, brindarles cariño. Si no lo hacemos, no nos
sorprendamos mañana de estar ante unos seres doloridos, malhumorados, condenados a vivir una
existencia gris y fracasada.
Los hijos solitarios, abandonados por sus padres, aunque estén colmados de cosas materiales se
sentirán perdidos en una soledad insufrible. De ahí a la desesperación total sólo hay un paso. En el
seno del hogar es donde se despierta el interés por la vida. Los padres, con su presencia y
suprotección atenta, son los que trazan los caminos de la verdad y del amor. Los buenos padres
aprenden a impulsar a sus hijos a ser ellos mismos, a desarrollar sus cualidades, a enriquecer su
autoestima sin necesidad de imitar a nadie.
Aprendan los padres a interrumpir lo que están haciendo cuando su hijo se les acerque. Dediquen
buenos ratos a estar con ellos, no solamente a su lado. Esto supone mirarlos, atenderlos,
escucharlos, acogerlos. Bajen el volumen de su televisor, tiren el periódico, devuelvan el libro al
estante y contemplen esa maravillosa joya que Dios ha puesto en sus manos: un hijo.
¿Quiénes son los que se comunican mal? ¿Los padres o los adolescentes? Sería de gran interés
estudiar detenidamente la forma en que los padres y los educadores entienden el lenguaje de los
jóvenes, sus inquietudes, su problemática existencia. Los niños y los adolescentes probablemente
saben mucho más sobre sus padres y sus profesores de lo que imaginamos. Son grandes
observadores y llegan a convertirse en nuestros jueces. Cuando no hallan en nosotros el ideal puro
y digno con que soñaron sufren una gran desilusión.
Para su buen desarrollo en todos los aspectos, el adolescente debe alcanzar una autoestima
suficiente. Para apoyarlo en este proceso, los adultos deberemos valorar más el esfuerzo y la
dedicación que los resultados. Conviene estar plenamente atentos a sus progresos, por
insignificantes que éstos sean, y resaltarlos debidamente. Su persona es infinitamente más valiosa
que el mero rendimiento académico. Como parte del respeto quedebemos a sus capacidades, nos
abstendremos de evitarles cualquier esfuerzo, ya que sólo lo que se consigue con esfuerzo tiene
verdadero valor para el ser humano.
El ser humano siempre es responsable de sus aciertos y de sus fracasos. El adolescente saludable
ha de asumir gozoso sus propias responsabilidades si descubre que ello le brinda mayor
independencia. Su prioridad es prepararse para el futuro, buscar su sitio en la sociedad. Hay que
favorecer una progresiva toma de conciencia para que sepa asumir de manera constructiva sus
éxitos y sus fracasos.
Habrá que combatir, en lo posible, el desánimo ante los tropiezos que se van a presentar
indefectiblemente. Con reproches constantes sólo conseguiremos minar la autoestima del
adolescente. La vida de estudio ha de ser una experiencia gratificante. Valorar de manera obsesiva
los exámenes y las calificaciones por encima del aprendizaje en sí puede aniquilar a un joven. Y,
por supuesto, hay que dejar a un lado toda comparación con los hermanos, los amigos, los vecinos
o los compañeros. Cada adolescente tiene su identidad y vive de manera diferente su
adolescencia.
El adolescente deberá encontrar su camino, hacerse sus preguntas y encontrar sus respuestas.
¿Por qué estudio? ¿A dónde me conducirán los estudios que he emprendido? ¿Cuáles son mis
objetivos en la vida? ¿A dónde quiero llegar?
Resulta lamentable vagar sin rumbo por la vida, haciendo lo que hacen todos, viviendo pendientes
de lo que otros esperan de uno. Es preciso despertar, estar alerta para decidir responsablemente.
La libertad no es solamente un concepto abstracto. El adolescente tiene pleno derecho a ser él
mismo, a ser libre. A medida que va haciéndose mayor, irá tomando más decisiones sobre sí
mismo: sobre el dinero que puede gastar, sobre la hora de regresar a casa, sobre el tiempo que va
a hablar por teléfono, sobre dónde quiere ir. Ser libres también implica ser responsables.
Cada medida que tomamos como adultos para incrementar nuestra autoestima supone un regalo
indirecto para nuestros hijos (Dorothy C. Briggs). Al principio, la autoestima surge de los juicios
positivos que los demás emiten sobre nosotros. Más adelante, al ir acumulando pequeños éxitos,
llegamos a la convicción de que en verdad somos individuos capaces.
Por otra parte, la autoestima se contagia, se trasmite con el ejemplo, por medio de lo que yo llamo
“ósmosis psíquica”. Esto significa que los padres con buena autoestima, seguros de sí mismos, le
trasmiten a sus hijos de manera natural suspropios sentimientos de autoconfianza y de capacidad.
Casi siempre los mensajes no son verbales; se establece un sutil lenguaje de mente a mente, de
corazón a corazón, de psiquismo a psiquismo. Desafortunadamente, lo mismo ocurre con los
sentimientos negativos como son la ansiedad, la inseguridad, el miedo y una baja autoestima por
parte de los padres. Los hijos los detectan y se sienten desprotegidos y no merecedores de afecto,
lo cual los detectan y se sienten desprotegidos y no merecedores de afecto, lo cual se traduce en
un golpe bajo a la autoestima.
Así pues, conviene determinar cómo se comportan los padres con baja autoestima. Por principio,
son inestables y ansiosos o, en ocasiones, perfeccionistas y escrupulosos. Casi todo lo convierten
en un problema, pierden el control con frecuencia y contagian a los suyos con su inseguridad. No
pocos pretenden que sus hijos “sean lo que ellos no pudieron ser”. Estos niños y adolescentes
viven en una permanente indefinición, dudando entre ser ellos mismos o ser lo que sus padres han
decidido que sean con el fin de superar su propia frustración, la cual vienen arrastrando desde su
infancia.
Otra característica de los padres con baja autoestima es que están incapacitados para motivar a
sus hijos reforzando y alentando conductos positivas, y puede ocurrir que no les alaben ni
reconozcan nada, o que los elogien a destiempo o por cualquier fruslería. Tal vez lo pero que
pueden hacer esos padres es acercarse a sus hijos para endilgarles más crítica negativa. A mayor
autoestima, mayor fuerza, ilusión ycapacidad de amar a sus hijos tendrán los padres.
LA AUTOESTIMA NO ES EGOÍSMO
“Aquel que es malo consigo mismo, no será bueno con nadie” (Proverbio). Por paradójico que
pueda parecer, el amor a sí mismo, la autoestima, es exactamente lo opuesto al egoísmo. ¿Por
qué? Porque el egoísta es alguien tan centrado en su ego que es incapaz de abrirse para amar a los
demás. El verdadero amor es consecuencia de un amor a sí mismo, tan generoso que necesita
derramarse en otros corazones y sentir la propia felicidad hecha eco en la felicidad de los demás.
La frase bíblica “Ama a tu prójimo como a ti mismo” deja bien en claro que el amor a la propia
persona está inseparablemente ligado al amor por cualquier otra persona.
Nadie puede dar lo que no tiene. El autoamor o autoestima hace posible que el individuo rompa
las barreras del egoísmo, del aislamiento y del empobrecimiento emocional, y que se acerque a los
demás con una individualidad amorosa que, a su vez, es enriquecida por el prójimo.
1. ¿Recuerdas alguna ocasión en la que alguien te trató de tal modo que te hizo sentir que
respetaba tanto tu dignidad como la suya?
2. ¿Recuerdas si alguna vez alguien te trató como si el concepto de dignidad humana no existiera,
como si fueras un número o una cosa?
3. ¿Qué sensación te dejó cada una de esas experiencias?
4. Ante esas situaciones, ¿cómo debemos actuar?
Se lamentaba la gran poeta George Elliot: “¿A dónde fue la sabiduría que perdimos con el
conocimiento, a dónde el conocimiento que perdimos con la información?” Hoy día estamos
enterados de todo, pero en realidad no sabemos nada. Vivimos bajo el imperio de la información,
pero el conocimiento languidece y agoniza la sabiduría.
El modelo atlético, eminentemente juvenil, está de moda y constituye el ideal de todas las
generaciones. La publicidad se encarga de fomentar ese sueño de eterna juventud, y las
muchedumbres que ya no son tan jóvenes castigan sus cuerpos con dietas, aerobics, gimnasios y
cirugías estéticas. La gente vive pendiente de las calorías, el colesterol, los triglicéridos, las bebidas
light y los alimentos fat free. Cada día es más frustrante ser feo, gordo, viejo o padecer alguna
enfermedad.
El cuerpo, que durante siglos fue enfermizamente rechazado y castigado como algo inmundo,
condenado a laputrefacción, hoy se redescubre como fuente de placer.
Somos cuerpo, en efecto; un cuerpo hecho para el disfrute, y por eso debemos gozarlo. Pero que
el hedonismo o la búsqueda del placer se establezca como único modo de vida, y la satisfacción
del deseo como modo superior de conducta, conduce a una relajación de las costumbres y
minimiza el valor del esfuerzo. Se imponen la cultura de lo light, la actitud comodina y la debilidad
de carácter en un mundo fragmentado, cuyo repertorio de valores todo lo admite. La privación y el
sacrificio, reducidos exclusivamente a dietas y ejercicios extenuantes, sólo persiguen alcanzar el
ideal del cuerpo juvenil y nuevos disfrutes.
La ética es desplazada por la dictadura de las apariencias y la moral se torna relativa. Ser bueno
equivale a sentirse bien. Por consiguiente, cada cual hace con su cuerpo lo que quiere y resuelve
su sexualidad y su afectividad como puede.
El problema reside en que en esta sociedad del libre mercado, en la que todo se comercia, el
cuerpo se convierte en una de las principales mercancías. Se generaliza así todo tipo de
prostitución, incluyendo la infantil, que a pesar de que legalmente está penada se está
incrementando de manera alarmante a nivel mundial.
Se consideran como válidas y normales las prácticas que hasta hace poco se consideraban
desviaciones enfermizas: sadomasoquismo, fetichismo, exhibicionismo, homosexualidad,
bisexualidad, zoofilia y necrofilia se expanden al ritmo vertiginoso de las nuevas tecnologías. Ya
nadie puede considerarse a salvo de esas tendencias,porque hasta el ciberespacio está siendo
invadido con todo tipo de materiales pornográficos.
El erotismo ha sido confiscado por el poder del dinero a través de la publicidad. La sexualidad está
siendo reducida a la mera genitalidad, y el sexo, que debiera ser diálogo de los cuerpos y de los
corazones, a simple gimnasia corporal. El único gran ausente dentro de este panorama social es el
amor.
LA IMAGEN CORPORAL
La idea de imagen corporal fue elaborada por Schilder, en un esfuerzo por integrar el pensamiento
biológico al psicoanalítico, y definida como la imagen que nos formamos mentalmente de nuestro
cuerpo; el modo en que lo vemos. Más tarde, Kolb afinó el concepto, desglosando la imagen
corporal en dos componentes: la percepción del cuerpo y el concepto del cuerpo. La primera está
integrada por las múltiples percepciones vinculadas con el cuerpo, mientras que el segundo
depende de los procesos psicológicos internos. Todos tenemos una imagen mental de nuestra
apariencia, que constituye algo más que la imagen que nos devuelve el espejo y que puede o no
aproximarse a la realidad. De hecho, aunque se trata de un fenómeno exclusivamente psicológico,
la imagen corporal abarca la visión que tenemos de nosotros mismos, no sólo en el sentido físico,
sino también fisiológico, sociológico y psicológico.
En la bibliografía especializada, esa imagen ha sido denominada autoconciencia, concepto del yo,
yo corporal, identidad personal, identidad del yo y esquema del cuerpo. Durante la adolescencia,
esta conciencia de uno mismo seintensifica de manera notable, debido a los radicales cambios
físicos que tienen lugar en esta etapa, así como a la creciente introspección, a la importancia que
le atribuye el grupo de compañeros a los rasgos físicos, y a la influencia cada vez más decisiva que
ejercen ciertas normas de carácter cultural.
Un motivo muy común de inquietud es la adecuación del desarrollo sexual. Cuando éste es atípico
en relación con las normas del grupo al cual pertenece el adolescente, sea por la estatura o por la
configuración, tiene lugar una disminución de la autoestima, se adquiere una humillante
conciencia de sí mismo y se desarrollan adaptaciones malsanas.
La estructura de la imagen corporal está determinada por la percepción subjetiva del aspecto
físico y de la capacidad funcional, por factores psicológicos internalizados, por factores
sociológicos y por la imagen corporal ideal.
Todo adolescente necesita tener certeza de su valor, y cualquier cosa que lo hagasentir
inadecuado o inferior puede suscitar de inmediato alguna clase de reacción defensiva por su parte.
La mayor parte de las aberraciones en el comportamiento de los chicos y las chicas que atraviesan
por la segunda década de la vida son ocasionadas por una incorrecta reacción ante la sensación de
ser y sentirse diferentes. Para un joven, ser diferente significa habitualmente ser inferior.
El adolescente se forma una imagen corporal ideal a partir de sus experiencias y percepciones, así
como de las comparaciones e identificaciones que establece con otras personas, tanto reales
como imaginarias. Esto se debe a que, a lo largo de su niñez, se le ha comparado con otros,
básicamente en lo que se refiere a la altura, el peso y la inteligencia. Ahora, sin darse cuenta, el
adolescente se compara con sus padres. Los medios de comunicación masiva contribuyen a
exacerbar esta crisis al otorgarle una importancia excesiva a normas poco realistas, en las que se
determinan los parámetros de cuerpo ideal, descalificando cualquier característica que se aparte
de ellos.
Muchos de los problemas de adaptación de los jóvenes son consecuencia de las perturbaciones de
la imagen corporal asociadas con desviaciones reales, exageradas o imaginadas del proceso de
maduración.
Las condiciones que con mayor frecuencia influyen en la imagen que de sí tiene el adolescente
(autoimagen) son las siguientes:
Crecimiento físico: Los jóvenes que se desarrollan precozmente son tratados casi como adultos y
suelen desarrollar un concepto positivo de sí mismos, con lo cualresulta más fácil la adaptación.
Todo lo contrario ocurre con los que creen tardíamente y siguen siendo tratados como niños
cuando ya no lo son.
Atractivo sexual: Los intereses y un aspecto sexualmente atractivo favorecen una buena
autoimagen.
Nombres y apodos: Cuando éstos no implican el ridículo, resultan un estorbo y pueden crear
complejos.
Las relaciones familiares: Cualquier relación positiva entre el adolescente y algún miembro de la
familia es motivo de identificación.
Compañeros: La relación con los coetáneos influye en dos sentidos. En primer lugar, el concepto
de sí mismo que tiene el adolescente es un reflejo de lo que él cree que es el concepto en que lo
tienen sus compañeros. En segundo lugar, el grupo de amigos contribuye a desarrollar las
características de la personalidad, que son objeto de su aprobación.
a) Somos corpóreos; somos un cuerpo, un cuerpo sexuado y, por tanto, nuestra figura corporal lo
mediatiza todo: nuestros pensamientos, nuestros deseos, nuestros afectos y conductas, nuestro
modo de ser y de sentir y nuestro sistema de relaciones. De ello se desprende que, para tener
confianza en uno mismo y, en consecuencia, poder abrirse a las demás personas, es esencial
aceptar el propiocuerpo. Quien no estima su figura corporal no se cree capaz de agradar ni de
interesar a los demás.
c) La primera impresión que nos formamos de una persona, incluso antes de haber hablado con
ella, es la que corresponde a la percepción de su apariencia física (estatura, desarrollo y
proporciones corporales, rasgos faciales, ojos y mirada, color de cabello, forma de vestir o de
peinarse, etc.).
d) A su vez, nuestra apariencia es lo primero que le proyectamos a los demás. Este hecho siempre
ha sido importante, pero lo es aún más hoy, cuando estamos inmersos en una sociedad que le
otorga una enorme importancia a la imagen corporal.
En resumen, podemos definir la imagen corporal como la visión que cada quien tiene de su
apariencia física (positiva o negativa, perfecta o imperfecta), es decir, la visión que cadacual tiene
de su presencia personal susceptible de ser físicamente percibida y valorada por las demás
personas.
En consecuencia, resulta claro que la imagen corporal constituye uno de los elementos
fundamentales de la autoestima, que podría considerarse como una dimensión relativamente
estable de la personalidad, cuyo contenido puede definirse como la teoría que las personas
elaboran sobre sí mismas (cómo se ven, representan, interpretan, etc.) y el grado de satisfacción
que esa teoría les proporciona (si se gustan o no, si se ven valoradas positivamente o no, si se
afectan o se rechazan, etc.).
Quien no asume su cuerpo no puede entregarlo, no puede abandonarse al otro. Sin estar en paz
consigo mismo, sin confiar en la propia capacidad de atraer no es posible aventurarse al encuentro
ni mantener relaciones interpersonales satisfactorias.
Nadie puede amar a otra persona si antes no se ama a sí mismo. Quien no logra estimarse,
reconocerse como valioso y defender la propia identidad no está en disponibilidad para querer ni
para ser querido. Quien no se siente digno de ser aceptado no puede aceptar al otro. “Sólo si me
quiero puedo amarte.”
Esa problemática se agudiza yse hace aún más compleja debido a la influencia decisiva que los
modelos de belleza, impuestos por la sociedad, ejercen en los jóvenes.
Basta con poner atención a los medios de comunicación masiva y observar los desfiles de modas o
los prototipos de hombre y de mujer “ideal” que aparecen en las películas, las telenovelas o la
publicidad. Ese modelo, que se presenta socialmente como el bueno, bello y deseable, ejerce una
presión constante en el inconsciente. En consecuencia, determina de manera importante el
equilibrio psicosocial. Podría afirmarse que las nuevas patologías que afectan a los adolescentes y
a los jóvenes (como son la anorexia, la bulimia, la vigorexdia y la dimorfia) son el producto directo
de la obsesión social por la imagen corporal.
Desde el punto de vista histórico-cultural, siempre han existido prototipos de belleza, y cada
individuo concreto, en la corriente de su generación, los ha percibido y asimilado como modelos
únicos y estables. En la actualidad, la moda exige que parezcamos jóvenes, independientemente
de la edad que tengamos; que cumplamos con las características de altura, peso y proporciones
ideales, sin tomar en cuenta el cuerpo que realmente tenemos, y que lo que más nos debe
preocupar es coincidir con el prototipo dominante.
Tal vez la mayor amenaza para la autoestima es la tendencia a la comparación, uno de los
mecanismos mentales y emocionales más socorridos por el ser humano. Quien se compara se
enajena de sí mismo y toma al otro como referencia; está condenado a sentirse inferior, a vivir en
el temor dedejar de ser atractivo y a la envidia.
Las personas con baja autoestima acostumbran compararse, y lo peor es que se comparan con
mayor insistencia en lo que están menos favorecidos. Es propio de la baja autoestima recurrir a
diversas distorsiones cognitivas. Entre ellas es conveniente destacar las siguientes:
Entre los factores que suelen generar o reforzar una percepción negativa de la imagen corporal
podemos citar la presión cultural, los mensajes que relacionan el éxito con estar delgados o con
ganar peso, la falta de autoestima, los cambios producidos por el embarazo y los que perduran
después del parto, los signos de envejecimiento, las bromas referidas a defectos físicos, las
enfermedades crónicas, etcétera. De ahí que nuestros esfuerzos tengan que encaminarse a
analizar y relativizar el modelo de belleza dominante y a evitar las comparaciones.
En función de laadecuación o la inadecuación respecto de ese modelo, cada cual se forjará una
autoimagen corporal positiva o negativa.
La representación mental en que finalmente cristaliza la propia imagen corporal tiene su origen en
las experiencias sociales vividas por cada sujeto, sean estas reales o meras fantasías.
Algunas de esas experiencias serían las siguientes:
• Experiencias perceptivas del propio cuerpo: imagen ante el espejo, sentimientos de placer,
bienestar, dolor, etcétera.
• Experiencias sociales, especialmente en relación con las figuras de apego, los compañeros o las
personas con las que se establecen relaciones íntimas.
• La imagen trasmitida por los demás a propósito de la propia imagen corporal, sea directamente
(las referidas al adolescente), sea indirectamente (las referidas a aquellos con los que se compara).
• Las experiencias de éxito o de fracaso en las relaciones (la aceptación o el rechazo por parte de
quienes rodean al adolescente).
En relación con la imagen corporal, podemos señalar, por lo menos, cuatro grandes hechos que
tienen lugar durante la pubertad.
2. Esas preocupaciones se ven magnificadas por los cambiospropios de la edad que el jovencito
experimenta y por la actitud que los demás adoptan antes esos cambios. La imagen corporal se
convierte en el objetivo fundamental (prácticamente, en una obsesión) que acapara la máxima
atención en relación consigo mismo. Uno de cada cuatro adolescentes tiene dificultades
importantes respecto a su imagen corporal. El 75% de los adolescentes acepta que, si fuera
posible, cambiarían alguna característica corporal. Aunque en los últimos tiempos la diferencia ha
disminuido, las chicas se muestran más insatisfechas con su imagen corporal que los chicos.
4. Las chicas se ven obligadas a soportar una presión más fuerte y, por tanto, desarrollan más
ansiedad. Sin embargo, en los últimos años, el cuerpo del chico se ha convertido en sujeto
permanente de comparación, competencia y desafío.
Un cuerpo interiorizado es un cuerpo que piensa, que se acepta, que sonríe; es un cuerpo
satisfecho de lo que es, en armonía con su sexualidad, consciente de sus limitaciones y capaz de
compartir su riqueza con los demás.
Hay que educar al cuerpo para hacer de él una auténtica obrad de arte, aprovechando al máximo
todo su potencial. Hay que poner en obra nuestras cualidades conocidas y descubrir las que aún
están ocultas. Ello es cuestión de voluntad, porque requiere la constancia necesaria para adquirir
una técnica y un aprendizaje, como si fuéramos atletas.
Tenemos que desarrollar nuestro cuerpo y mantenerlo en forma mediante una alimentación
balanceada, ejercicio físico, descanso conveniente, etcétera.
Tenemos que preservarlo de los estímulos perjudiciales, como son el tabaco, el licor, las pastillas
no prescritas por el médico, las drogas, etcétera.
Tenemos que interiorizarlo mediante el desarrollo intelectual y la sensibilidadartística, y
expandirlo mediante las relaciones humanas.
Hemos de respetar y cuidar a nuestro cuerpo, no permitirle que actúe a su capricho.
Hemos de amar a nuestro cuerpo, pues es lo más valioso que tenemos.
Un cuerpo en paz, unos nervios en calma y un rostro sereno tranquilizan el alma. El cuerpo
resiente inmediatamente las tensiones del alma.
Para que el adolescente aprenda a vivir con su cuerpo convendrá inculcarle los siguientes
preceptos:
• Si tu cuerpo está sano y es feliz, tú estarás sano y serás feliz. Cuídalo.
• El cuerpo de los pequeños necesita caricias y abrazos, pero el de los mayores también.
• Ama y respeta tu cuerpo. Empieza por conocerlo.
• Trata a tu cuerpo con cariño: no es un forastero que va y viene, es tu permanente compañero de
viaje.
• No creas que tu cuerpo es otro yo. Tu cuerpo eres tú mismo. Identifícate con él; lo que él es, eso
eres también tú.
• Tu cuerpo necesita ejercitarse y descansar.
• Muchos viven como si el cuerpo fuese sólo la cabeza, descuidando el resto.
De la belleza se ha dicho casi todo, incluso la verdad; es decir, que no existe más allá de la química
ni más acá del amor. Es subjetiva, no tiene reglas.
No existe la belleza más que dentro de nosotros mismos, y sólo desde lo más íntimo de nuestro
ser puede romperse la coraza de la vulgaridad para que brote la hermosura.
La exaltación desmesurada del cuerpo se debe al hecho de haber tomado una parte por el todo.
También sería un error considerar al cuerpo como la cárcel del alma. Cuerpo y alma constituyen
dos realidades diferentes, pero complementaras por cuanto una requiere a la otra.
Lo propio del alma es animar al cuerpo. Lo propio del cuerpo es reflejar el alma. De aquí la
importancia que tiene la persona: en ella, alma y cuerpo funden su destino y se vuelven
inseparables.
Se distribuye a los participantes en grupos del mismo sexo. Se les pide que respondan a las
preguntas siguientes:
Con objeto de que cada cual sondee su imagen corporal, lo que luego servirá para orientar la
actividad educativa, se pedirá a los participantes que respondan a las siguientes preguntas:
1. ¿Qué parte de tu cuerpo te gusta más?
2. ¿Qué parte de tu imagen corporal rechazas?
3. ¿Qué cambiarías de ti mismo(a) o de tu imagen corporal?
4. Indica cuatro características de la imagen corporal de un(a) chico(a) que lo(a) hace atractivo(a) y
seductor(a).
5. ¿A qué actor (actriz) te gustaría parecerte?
6. ¿Qué actor (actriz) te resulta más atractivo(a)?
7. ¿Qué cantante admiras más y te resulta más atractivo(a)?
10
De suyo, la adolescencia suele caracterizarse por sus contradicciones: una explosiva energía física,
momentos de atolondramiento y periodos de no querer hacer nada; una búsqueda constante de
originalidad y una intensa necesidad de autoafirmación, que puede llevar a la masificación y a la
pérdida de identidad al adoptar acríticamente la actitud de otros adolescentes. El adolescente es
capaz de realizar actos temerarios mediante los cuales intenta vanamente ocultar su timidez y su
inseguridad; puede mostrarse sensible y ser muy generoso con personas extrañas, pero con
frecuencia es desconsiderado con sus propios padres. Puede aparentar aplomo y, por dentro,
sentir pánico al ridículo; puede mostrarse desafiante aunqueinternamente se esté desmoronando
al sentirse ignorado o rechazado; quiere decidir libremente su conducta y sus horarios y, a la vez,
seguir dependiendo económica y afectivamente de su familia.
Ser adolescente es ser rebelde. Pero también es necesitar protección y cariño. Por naturaleza, el
adolescente tiende a ser gregario, le gusta andar en pandilla, y busca el ruido y las
aglomeraciones.
Durante la adolescencia, los conceptos vivenciales que se formaron durante la infancia entran en
crisis. Es imprescindible cuestionarlos, sea para rectificarlos o para ratificarlos, antes de que
cristalice la personalidad adulta. Cuando un niño ha padecido una infancia infeliz, rodeado de
humillaciones y malos tratos, o bajo la presión emocional de una extorsión afectiva, seguramente
se sentirá mal consigo mismo, con los demás y con la vida en sí. Al entrar en la adolescencia, sin
duda ese niño presentará un cuadro mucho más agudo de contradicciones porque en su
inconsciente perdura la huella de las circunstancias que lo llevaron a “decidir” que no vale nada,
que no tiene dignidad y que la vida carece de sentido. No sólo mostrará una rebeldíanormal, sino
también depresión e inseguridad. Si durante esta etapa de revisión y “apelación” no logra
rectificar “su concepto experimentado” acerca de él mismo, de la vida y de los demás, le será muy
difícil lograr un cambio positivo en los años posteriores. Nadie mejor que los padres puede
colaborar con eficacia en esa rectificación, siempre que sean capaces de aceptar que le han
transmitido a sus hijos mensajes negativos, mensajes que devalúan.
Una buena gestión parental durante la pubertad de los hijos puede evitar que éstos, a futuro,
requieran algún tipo de psicoterapia para salir adelante.
Pero aún en el caso contrario, es decir, cuando los hijos han recibido mensajes positivos que les
permiten disfrutar de la existencia, valorarse a sí mismos y valorar a los demás manteniendo una
actitud básica de optimismo y confianza en la vida, durante la adolescencia tendrán que revisar y
cuestionar esos conceptos “experimentados”, para convertirlos en conceptos “razonados”.
Por eso es sano correr el riesgo de sumar a los afectos seguros de los padres las lealtades inciertas
de los amigos y demás personas ajenas a la familia. El adolescente necesita saber y demostrarse a
sí mismo que en realidad vale, que es capaz, que es aceptado y apreciado, que es apto para
disfrutar y para hacer disfrutar a los demás.
Sin embargo, y aunque tengan muchos aspectos en común, no todos los adolescentes son iguales.
Los hay disciplinados y serios, y los hay que pertenece a grupos marginales. Estos últimos, en su
mayoría, crecen en compañía delalcohol, el tabaco, la droga y el sexo; es decir, de todo lo que
nuestra sociedad sataniza en los jóvenes pero admite sin reservas para los adultos. Vivimos en una
sociedad donde la doble moral impera. Vivimos en una sociedad hipócrita. Millones de
adolescentes están desenmascarando a un sociedad que cada día se muestra más incapaz de
brindarles el espacio social, cultural y recreativo que necesitan, sociedad que no sólo no les aclara
sus dudas, sino que se las multiplica.
Se pregunta un autor: “¿Qué improntas del padre y de la madre hay en el comportamiento del
joven? ¿En qué se parece a lo que fuimos nosotros?” En este sentido, muchos padres
experimentan cierta culpabilidad y bastante impotencia ante la educación de sus hijos.
Preocupados, ven cómo se les escapan de las manos.
Ante esa falta de autoridad, los adolescentes se las arreglan como pueden y, por lo general, hacen
lo que los manipuladores quieren que hagan.
BUSCÁNDOSE A SÍ MISMO
Para algunos psicólogos, la crisis más aguda y generalizada de la experiencia psicológica del ser
humano es la búsqueda de la identidad durante la adolescencia. A lo largo de toda una vida
consagrada a la observación y a la investigación, el psicólogo danés Eric Erikson (1902-1994) hizo
una importante aportación al estudio de ese fenómeno. La expresión crisis de identidad, acuñada
por Erikson, forma ya parte del léxico psicológico habitual. Los resultados de sus múltiples estudios
fueron respaldados por los de muchos otros investigadores que siguieron la dirección de Erikson.
Después de haber analizado cierta cantidad de casos provenientes de diversos medios sociales,
Erikson dedujo que el ser humano sigue un modelo de desarrollo a lo largo de su existencia. En ese
patrón identifica ocho etapas que representan otros tantos momentos críticos de la evolución
psicológica mencionada. La crisis de identidad es la más decisiva, pues de su adecuada solución
depende el ajuste personal y social definitivo.
Esa crisis, que irá siendo superada de una u otra forma, requiere descubrir dentro de sí y en el
entorno una serie de interrogantes que no tienen respuesta fácil. El hombre en sí es un problema.
Toda persona se pregunta más de una vez.
• ¿Quién soy?
• ¿Cómo puedo llegar a ser yo mismo?
• ¿Cuáles son mis cualidades y cuáles mis limitaciones?
• ¿Cómo puedo reconciliarme conmigo mismo yvivir en paz?
¿QUÉ ES LA IDENTIDAD?
Ser uno mismo es la única manera de ser persona. Ser uno mismo es usar consciente, libre y
responsablemente la capacidad de ser, de pensar, de sentir y de actuar. Es asumir que uno es el
sujeto activo de sus propias acciones y aceptar las consecuencias. Es obrar y vivir sencilla y
espontáneamente, sin tener que demostrar que se tiene una gran personalidad.
Tenemos dos opciones: vivir interiormente libres, como personas, o vivir ajenos a nosotros
mismos, permitiendo que nos manipulen. Ser uno mismo es el mayor reto que se nos presenta en
la vida.
Por supuesto, algunos condicionamientos sonirremediables, imprescindibles. Es imposible ser
inmunes a ellos, pero podemos conscientizarlos. Estamos condicionados por la educación, la
propaganda, las creencias, las tradiciones, las ideologías, etcétera.
Vivimos en un mundo que con terquedad e insolencia pretende dictarnos cómo vivir. Es más
urgente que nunca perfilar nuestra identidad y tener confianza en nosotros mismos. No puede
pensar en gobernar su propia vida quien no se siente capaz y seguro de sí mismo. En resumen,
vivir puede convertirse en un grave problema cuando nos sentimos inadaptados o ineptos.
Lo peor de este problema es que, por lo general, el sujeto prefiere ignorarlo, intentando falsas vías
alternas. Y aquí es donde aparecen dos maneras opuestas entre sí de vivir el mismo problema. La
inseguridad que se siente puede negar a este último, o bien, conducir a la resignación de
padecerlo. Cada una de esas opciones desembocará en estilos de vida completamente distintos.
Los tres aspectos fundamentales de la identidad son los siguientes: el vocacional, el sexual y el
ideológico. En cada uno de esos tres ámbitos, el adolescente procurará responderse ciertas
preguntas:
• ¿Quién soy?
• ¿Qué papel voy a desempeñar en la sociedad?
• ¿Soy ya un hombre? ¿Soy ya una mujer?
• ¿Cuáles son mis creencias?
• ¿Qué es lo más importante en la vida?
• ¿Cuál es el propósito de mi existencia?
La identidad sexual, que permite la identificación con el mundo adulto masculino o femenino,
según corresponda, también es fuente de conflictos. El adolescente toma conciencia de estar
ingresando a una comunidad de varones y de mujeres, lo cual requiere un nuevo enfoque de las
relaciones personales.
Esta crisis quizá sea más evidente en las muchachas de hoy, cuando el machismo a ultranza que
antes imperaba va dando paso a una sociedad en busca de un mayor equilibrio entre los sexos.
Por su parte, el joven ve incrementarse la competencia laboral ante un gran número de mujeres
que, legítimamente, desean alcanzar puestos profesionales importantes.
La identidad ideológica es otro de los dilemas que el adolescente tiene que afrontar. No puede
continuar aceptando ciegamente la ideología de los padres o de otros adultos cercanos. Necesita
explorar por sí mismo, y aceptar, rechazar o modificar los valores familiares de su iglesia y de su
comunidad. Tiene que alcanzar una convicción personal respecto a sus creencias y su ideología.
David Elkind, especialista en problemas de la adolescencia, analiza en su libro All grown up and no
place to go una serie de características propias de la adolescencias. Mencionaremos sólo las más
significativas:
El adolescente se enfrenta al mundo adulto. El respeto y la admiración quelos niños sienten por los
padres, los profesores y los adultos en general se desvanecen; en su lugar se presenta una actitud
desafiante. Ante las elevadas expectativas del adolescente, las imperfecciones de quienes alguna
vez consideró infalibles resultan manifiestas.
El adolescente ha aprendido a argumentar. La nueva capacidad mental propia de esta edad faculta
al joven para esgrimir argumentos lógicos y rebatir con éxito a su oponente. Este progreso
intelectual con frecuencia confronta a los padres, que no se sienten capaces de persuadir a sus
hijos con la misma facilidad de antes. El adolescente es por demás sensible. Los chicos y las chicas
tienden a interpretar una conversación en voz baja como la prueba de que se les está excluyendo
o de que se está tramando algo en su contra. Esta actitud suspicaz a menudo se dirige hacia los
padres, pero puede hacerse extensiva a otros familiares y a los mismos compañeros. Cuando esta
característica se convierte en desconfianza generalizada, el riesgo de deterioro de las relaciones es
grande.
Ahora bien, esa inestabilidad no se limita a las aptitudes. Algunos adolescentes consideran tener
mayor fuerza de voluntad o autocontrol que el promedio de sus compañeros, lo cual puede
resultar peligroso. Por ejemplo, cuando a un muchacho le ofrecen una droga yresponde: “Yo
puedo probarla porque, desde luego, no me voy a enganchar… A otros les puede pasar, pero a mi,
¡qué va!” O cuando una muchacha afirma ante una situación de riesgo: “¿Quedar embarazada?
¿Yo? Imposible.”.
El adolescente ofrece, en algunas ocasiones, una imagen inconsistente. Como el joven vive tan
apasionadamente, tiende a adoptar posturas extremistas. Esto provoca que los adolescentes
incurran en aparentes incoherencias. Por ejemplo, un grupo de adolescentes pacifistas se
manifiesta en contra de la violencia de manera tan radical que llega a usar la violencia contra la
autoridades.
Lo normal es que las características propias de la adolescencia se vayan atemperando con el paso
de los años. Entre tanto, para poder apoyar con mayor eficacia a chicos y chicas, hemos de
empezar adentrándonos en la evolución de su personalidad.
Los dos tipos más sobresalientes en este sentido son los fanfarrones, que pretenden negar su
inseguridad personal, y los tímidos, que la ocultan padeciéndola.
Los fanfarrones
Los fanfarrones pretenden soslayar su inseguridad negándola en primera instancia. Esta actitud
tiene dos vertientes: una con respecto a sí mismo, y la otra en relación con los demás.
En relación consigo mismos, los fanfarrones sufren y tienen miedo de sí mismos, de esa zona
negativa cuya existencia han optado por negar. Toda su vida se reduce a tratar de ignorar esa área
interna, tentativa en la que sólo a medias tienen éxito. Temen lo queno conocen, pero cuanto
mayor es su temor tanto más sienten inseguridad. Su personalidad es tambaleante.
Los fanfarrones son internamente débiles, pero no se lo pueden confesar a sí mismos y, como
defensa, hacia fuera aparentan todo lo contrario: aseguran no equivocarse nunca, y siempre están
prontos a atribuirle culpas y responsabilidades a los demás.
• Como están dominados por una percepción negativa de sí mismos, inconsciente e insoportable,
los fanfarrones tienen necesidad de dominar, de colocarse por encima de los otros, no pueden
contenerse con ser uno más. Su lógica los lleva a pensar: “Mientras más domino, más soy.”
• Viven las relaciones personales en función de un enfrentamiento exasperado, de una envidia
sutil y de una conflictividad llevada al extremo, todo lo cual manifiesta una profunda inseguridad.
• Perciben al otro como un atentado a su propia seguridad, lo que los mantiene en una constante
actitud defensiva.
En resumen, su vida se reduce, por un lado, a una búsqueda afanosa del aplauso y, por el otro, a
una huida desesperada del fracaso.
Los tímidos
Los tímidos son aquellos que reconocenla propia inseguridad y no hacen nada por evitarla, sólo la
padecen. Ponen atención exclusivamente a los aspectos negativos de su personalidad, anulando
los positivos.
Los tímidos se sienten incapaces. Temen no poder y se cierran en sí mismos. Este sentimiento de
inseguridad-incapacidad se proyecta a todos los demás sectores de su vida, incluso al espiritual.
Se sienten oprimidos por un sentimiento de culpa permanente y son prisioneros de un complejo
de inferioridad; sin embargo, esto no significa que estén dispuesto a aguantar siempre todo:
ocasionalmente, los tímidos estallan en un desmesurado arrebato de ira.
Por lo normal, los tímidos tienden a aislarse; eventualmente se relacionan para incorporarse a un
grupo, lo cual les permite vivir sin comprometerse, delegando en los demás sus tareas y sus
responsabilidades. Proyectan en los otros sus sentimientos de culpa y de incapacidad, y justifican
su falta de compromiso adoptando el papel de víctima.
Es difícil que existan fanfarrones o tímidos en estado puro. Sin embargo, es probable que nos
reconozcamos en alguna de las características mencionadas, pues todos oscilamos entre estas dos
actitudes según las personas, las situaciones y los ambientes con los que entramos en relación.
Para mejor educar al adolescente, no está de más que los adultos tengamos presentes los
siguientes puntos:
1. El joven procurará ser él mismo. Defenderá sus derechos, cumplirá sus obligaciones, respetará a
los demás. No permitirá que lo manipulen. No renunciará a la propia identidad para satisfacer
deseos ajenos ni para someterse al conformismo. Nadie debe ser la copia de nadie. Los demás sólo
son puntos de referencia.
2. Aprenderá a decir no sin sentirse culpable. Es preferible decir no directamente que engañar a
los demás con falsas promesas. Aceptar y luego encontrarse con la imposibilidad de cumplir el
compromiso es una situación sumamente angustiante. Al adolescente se le ofrecerán mil
propuestas a las que será preciso decir no.
3. Intentará controlar el estrés, la ansiedad y el temor, que no podrá evitar porque forman parte
de la vida y pueden contribuir a templar el carácter si se aprende de ellos. Hay que moderar el
ritmo acelerado de la vida, ritmo que a menudo se nos escapa de las manos. No puede hacerse
todo al mismo tiempo ni estar en todas partes de manera simultánea.
4. Enriquecerá sus capacidades a partir de la introspección y el autoconocimiento. Si el joven
observa sus reacciones, estudia sus gustos y atiende a sus pensamientos irá integrando sus
valores, los cuales no podrán sermenos que personales, reflexionados y capaces de otorgarle
sentido a su existencia.
5. Afrontará la crítica de manera constructiva, pues ello le permitirá mejorar su existencia y vivir
en paz. Nadie es dueño de la verdad absoluta. Criticar es un arte complejo, ya que supone un
análisis concienzudo, criterios sólidos, convicciones maduras y reflexiones serenas. Criticar por
criticar resulta una frivolidad más o menos malintencionada.
6. Aprenderá a dar y a recibir con humildad. Aunque en algunas ocasiones nos cuesta dar o
darnos, frecuentemente nos resulta bastante más difícil saber aceptar una dádiva, cualquiera que
sea ésta. Conviene aprender a recibir en la misma medida en que solemos dar. Al aceptar apoyo
estamos valorando a la persona que nos lo brinda.
7. No permitirá que lo sigan tratando como a un niño pequeño, incapaz de manejar su vida. Evitará
ser manipulado, porque toda forma de manipulación impide el adecuado desarrollo de la
personalidad. Para ello es preciso consolidar los propios criterios. El poder de decidir, de optar
entre diversas posibilidades, es la prueba de que su vida le pertenece al joven.
8. Procurará cultivar la amistad. Somos seres sociales y necesitamos a los demás para poder
desarrollarnos plenamente. Tener amigos supone vivir en los dominios de la solidaridad y del
aprecio mutuo. Los enemigos de la amistad son el egoísmo y la intransigencia. Cuando se procura
vivir únicamente para uno mismo y no se está dispuesto a compartir lo que se tiene y lo que se es,
muy pronto se encontrará uno solo, aislado, sin amigos.Tener personalidad supone ser uno mismo
y defender los propios derechos, pero también requiere mantenerse al tanto de lo que sucede y
reconocer los derechos de los demás. Nadie puede ser feliz creyendo que el mundo le pertenece
en exclusiva.
Depende de cada uno construir una personalidad madura o conformarse con un carácter de
derrotado. Ricardo León solía afirmar que en el interior de todo hombre suelen coexistir un
caballero y un pícaro. A veces el hombre de bien se impone al pícaro, pero, por lo regular, el pícaro
aniquila al hombre de bien. Ser una persona integral, equilibrada y feliz es una aventura
apasionante que está al alcance de todos aquellos que en verdad se proponen ser mejores.
En nuestra sociedad globalizada existen ciertos ritos iniciáticos utilizados por el adolescente para
mostrarse a sí mismo y demostrarle al grupo que “ya es”. Algunos empiezan a beber, otros
experimentan con las drogas, los más se atreven a transgredir normas que hasta ese momento
eran intocables; algunos jóvenes incluso se fugan del hogar. Los educadores debemos
mantenernos alerta y procurar que la iniciación implique los menores riesgos posibles,
adecuándola a la edad real de los chicos. Un paseo, un campamento o un viaje, si así es posible,
son maneras sanas de canalizar sus impulsos y su creciente necesidad de independencia.
Pero para poder acercarse a los adolescentes hay que haberse ganado su confianza, haber estado
a su lado desde que eran muy pequeños, haber sabido escucharlos. Los padres deben dedicar
tiempo a sus hijos, un tiempo cotidiano y de calidad. Es posible conocer a los hijos, es posible
caminar y disfrutar juntos, ser amigos. Esto no significa que los padres dejen de señalar los límites:
los hijos los precisan. Cuentan que una niña llamaba por la noche a su padre: “Papá, ven.” El padre
fue y le preguntó “¿Qué quieres hija?”, y ella no contestó. Así sucedió durante muchas noches,
hasta que en una ocasión ante la consabida pregunta del padre, la niña exclamó: “Quiero que me
digas no”.
Darle a los niñosjuguetes, dinero y paseos sin medida es un error; haremos de ellos unos seres
egoístas y caprichosos. Si además no les damos nuestro tiempo y nuestra dedicación, tendrán la
sensación de que sólo queremos quitárnoslos de encima y nos considerarán no más que cajeros
automáticos. Hay padres que se dan cuenta de que tienen hijos sólo durante las vacaciones
(algunos, ni eso).
Tener hijos no es lo mismo que ser padres. La familia educa por ósmosis; los hijos aprenden de los
modelos vivos, del ejemplo, no de la crítica destructiva y casuística. En el hogar han de trasmitirse
los valores éticos, ha de educarse en función de los ideales, de la no violencia, de la aceptación de
lo distinto, de la reflexión, de la utilización del óptimo mediador que es el lenguaje. Hay que
retomar la charla, el sentimiento de proximidad, el interés por el otro. Sin embargo, la educación
no se reduce al ámbito familiar; la escuela, las revistas, la música, la TV y el grupo de compañeros
son otros tantos vehículos de educación. Los amigos pueden convertirse en fuente de socialización
o de aislamiento. Es importante conocer a los amigos de nuestros hijos y procurar, sin intervenir,
que las amistades sean sanas y duraderas. Tal vez es aconsejable que los hijos participen en
círculos de conocimiento de la naturaleza, o en viajes en grupo (que enseñan a evitar la
endogamia, a valorar la riqueza de lo distinto), o en grupo de teatro, de música, de pintura, etc.
Ahí los amigos surgen con motivo de las actividades y de las afinidades. Además, pueden colaborar
en alguna ONG (Organizaciones nogubernamentales), donde ya se ha integrado una generación de
jóvenes solidarios. Pero, independientemente de cualquier actividad en grupo, hay otros grandes
amigos que, como padres, tenemos el deber de presentarles: los libros.
Hay que educar la capacidad crítica para que los jóvenes puedan defenderse de esos modelos
psicopáticos que abundan en la pantalla o en la TV, donde el duro, el vengador y el inmisericorde
son los que triunfan. Paralelamente, debemos esforzarnos para comprenderlos, respetar sus
modas y entender el mensaje implícito en los logotipos de sus camisetas. Debemos conocer sus
intereses y percibir sus emociones. Lo más básico de la educación no se le puede delegar a la
escuela. Si urge cierto problema con algún profesor es conveniente que los padres hablen con este
último con el fin de apoyarse mutuamente, en beneficio del adolescente. Lo que no conviene es
erigirse en abogados de los hijos, pues entonces haremos de ellos unos perfectos tiranos.
Hay jóvenes que no viven en casa, que la utilizan como un hotel: se marchan los viernes y regresan
los lunes por la mañana. Hay quien ejerce la violencia intrafamiliar. ¿Qué es lo que ha fallado en la
educación? El laissez-faire es un grave error; las normas y las sanciones son necesarias, educativas;
pero recuerde que la sanción puede ser positiva (para lograr hacer más y mejor) y nada tiene que
ver con el castigo físico.
Es tarea de todos los ciudadanos educar a los jóvenes en el respeto y el autodominio. Valorar el
silencio, conocerse a sí mismo, ponerse en el lugar delotro, emplear la razón y aprender a ser
libres son cuestiones que no pueden aprenderse sólo en la escuela, sino también en la cotidiana
convivencia.
Asimismo, es preciso valorar lo realmente importante: la persona, los animales, el agua, los
árboles, el aire. Disfrutar del patrimonio cultural de nuestros pueblos y ciudades, sentirse
partícipes de un aprendizaje y utilizar el sentido del humor son lecciones que se viven en familia,
entre amigos, e incluso con desconocidos. Es urgente que nuestros jóvenes no vivan tan aprisa.
Para ello tenemos que reeducarnos nosotros los adultos.
Dice la canción vasca Txuria Txozi: Si yo le cortara las alas sería mío, no se escaparía…, pero ya no
sería nunca más un pájaro, y yo quiero al pájaro” (Javier Urra, “La educación en la encrucijada”,
Zaguán, núm. 8, abril-junio de 1998, p.5).
LA CONDUCTA ANTISOCIAL
Los graffiti que tanto auge han cobrado en algunas ciudades son, aparte de otras consideraciones,
el reflejo de la necesidad que tienen los jóvenes de expresarse; constituyen una manifestación de
rebeldía o una protesta contracultural ante un sistema incapaz de proporcionarles los espacios
adecuados. Es recomendable que las generaciones adultas estemos al corriente de todos estos
movimientos para poder tender más y mejores puentes entre nosotros y los adolescentes de hoy,
tal como son, no como éramos nosotros.
Definitivamente, en algunas ocasiones el grupo es decisivo, pues lo mismo puede ser foco de
problemas. Podemos encontrarnos casos sorprendentes de muchachos que,habiendo sido
ejemplares durante la niñez, acabaron en la delincuencia debido a la influencia del grupo.
“Aquí estoy yo” Si, por naturaleza, el adolescente tiende a mostrarse desafiante, la influencia de
las modas y de los paradigmas sociales le inspiran estilos de vida que a menudo chocan con los de
sus mayores y levantan una barrera generacional. La prevención desde la infancia es, sin duda, la
mejor arma contra cualquier situación límite. Los padres y las madres de los niños y los
adolescentes son los naturalmente indicados para efectuar esa tarea preventiva con más éxito que
ninguna otra fuerza social. En términos generales, hay una serie de factores que van asociados con
la conducta antisocial en los jóvenes. Veámoslos:
Por logeneral, los delincuentes provienen de hogares disfuncionales. Existen los padres
alcohólicos, los padres con conductas delictivas, o los padres que son demasiado severos,
demasiado laxos o en exceso incoherentes. También los hogares rotos o en los que hay problemas
en las relaciones conyugales propician la delincuencia juvenil. Cualquier problemática en casa
tiende a favorecer la conducta antisocial en el adolescente (C. Izquierdo, La delincuencia juvenil en
la sociedad de consumo Mensajero, Bilbao, 1987).
Lo que sucede en el hogar se refleja en la escuela. Ciertos factores escolares negativos (bajo
rendimiento académico, ausentismo, dificultades en la relación con los profesores y los
compañeros, etc.), se presentan con mayor frecuencia en los adolescentes conflictivos que en el
resto de la población. En términos generales, en los centros escolares de mejor calidad suelen
darse los índices más bajos de conducta antisocial. En concreto, el buen estado de las
instalaciones, la limpieza, el orden, la disponibilidad de los profesores y la valoración de la buena
conducta han sido identificados como una salvaguardia contra la conducta delictiva.
Por último, existen importantes diferencias respecto al sexo: los varones inciden hasta tres veces
más que las muchachas en las conductas antisociales. Además, ellos muestran los primero
síntomas de esa conducta mucho más prematuramente que las muchachas. Diversos estudios han
puesto de manifiesto que una buena orientación en las técnicas de interrelación social puede
aportar cambios significativos tanto en laprevención como en el tratamiento de la conducta
antisocial en el adolescente. Debido a que esta conducta generalmente se “aprende” en el grupo,
es importante centrar la atención en las relaciones.
El adolescente necesita aprender a:
Si se observan esos principios, el grupo será para el adolescente una fuente de influencia positiva.
En primer lugar, porque con su actitud inicial evitará incorporarse a un grupo negativo; en
segundo lugar, porque una vez integrado al grupo sabrá relacionarse de forma que no sólo sea
enriquecedora para él, sino también para los demás integrantes (J. Melgoza, Para adolescentes y
padres, Safeliz, Madrid, 1997, p.88).
1. Amarás a tu hijo con todo tu corazón, con toda tu alma, de verdad; pero también lo amarás
sabiamente, con toda la capacidad de tu inteligencia.
2. Verás en tu hijo a un a persona, no algo que te pertenece.
3. No habrás de exigirle amor y respeto; habrás de ganártelos.
4. La agresividad es mala consejera y tiene consecuencias funestas. Cada vez que estés a punto de
estallar, trata de recordar tu adolescencia.
5. Recuerda también que tu ejemplo será más elocuenteque mil palabras.
6. Recuerda que tu hijo te mira como a un ser superior; no lo desilusiones.
7. Te habrás de convertir en una señal preventiva, pero no podrás impedir que tu hijo tomo
nuevos rumbos.
8. Enséñale a admirar las cosas bellas de la vida, todo lo bueno: la voz del niño, el humo de la
fábrica, el trabajo del abuelo; enséñale a buscar lo agradable, a estar abierto a la amistad, a la
verdad, a la honradez.
9. Debes estar siempre dispuesto a escuchar los problemas de los hijos; no son “problemitas”, son
“problemones”.
10. Harás de tu casa un verdadero hogar, un ámbito de armonía para ti, para tu esposa, para tus
amigos, para tus hijos y para los amigos de tus hijos.
¿Quién soy?
Descríbete en los aspectos que a continuación se enumeran:
Físicamente soy
__________________________________________________________________________
Mentalmente
soy__________________________________________________________________________
Emocionalmente soy
__________________________________________________________________________
Me desempeño mejor en
__________________________________________________________________________
Me desempeño peor en
__________________________________________________________________________
Mi meta en la vida es
__________________________________________________________________________
¿Qué siento?
Explora el temple de tus emociones completando las frases que siguen:
Me da miedo cuando
__________________________________________________________________________
Me siento querido
cuando__________________________________________________________________________
11
RELACIONES FAMILIA-ADOLESCENTE
RELACIÓN FAMILIA-ADOLESCENTE
Alguien dijo en cierta ocasión que vivir con un adolescente es compartir el hogar con una persona
que sufre una ligera locura pasajera. La afirmación no es del todo inexacta. Los adolescentes
experimentan una falta de control emocional de la que en gran medida no son responsables. Ello
sobreviene de pronto y a veces les asusta. En ocasiones se repliegan en sí mismos sin ningún
motivo aparente; a veces lesgusta discutir por discutir, buscando y exagerando sus errores de
lógica y los de los demás. En resumen, su comportamiento es impredecible.
Y como no es realista esperar que existan padres y educadores infalibles, ante todo procuremos
ser discretos para no agravar las tensiones. Es preciso adoptar una actitud serena y un ánimo
abierto que nos permitan rectificar cuando así sea necesario, evitando intransigencias estériles
que sólo agravan los conflictos y aumentan la ansiedad en el seno familiar.
En las charlas que les dirijo a los padres de adolescentes suelo encontrarme con núcleos familiares
atrapados en un callejón sin salida, que todos los días protagonizan escaramuzas frustrantes en las
que no hay vencedores, sólo vencidos. Por ejemplo, el drama de la familia en la que todos los días
la madre se queja del desorden que existe en el cuarto de la hija adolescente. La madre regaña,
ordena, exige, amenaza e incluso insulta. Y todos los días la hija vuelve a dejar su cuarto hecho un
desastre. Durante semanas y meses sucede a diario lo mismo, con idénticos resultados. ¿No es
asombrosa la incapacidad del adulto para buscar nuevas opciones de solución a los motivos del
conflicto?
La educación requiere más imaginación que imposición. Si un método que suponemos “educativo”
no logra el resultado deseado, ¿no será prudente sustituirlo cuantas veces sea necesario hasta
encontrar alguno que sí funcione?
Hay padres sumamente reaccionarios que sólo saben gritar: “Así me educaron mis padres, y así los
voy a educar yo.” Estas palabras,y la decisión de que son portadoras, resultan un poco primitivas.
El mundo cambia, evoluciona; las costumbres se van transformando irrevocablemente.
Tenemos que educarnos como padres. Una de las cuestiones que tenemos que aprender es la del
alcance de nuestra autoridad y de su uso adecuado. Dicho de otra manera, no esperemos
demasiado de nuestra autoridad, pretendiendo que es infalible en todos los terrenos de la vida,
sobre todo de la vida moderna. Es frecuente que nuestros hijos, desde muy jóvenes, sepan más
que nosotros, e incluso que tengan más experiencia en asuntos que desconocemos, sencillamente
porque cuando teníamos su edad esas circunstancias no existían. Esto no significa que debamos
inhibirnos ante sus planteamientos ni que tengamos que darles la razón en todo.
Para que todo siga funcionando bien en casa, para que los hijos puedan continuar formándose a
nuestro lado, hay que tratar de tender un puente de comprensión que salve esa brecha. La tarea le
compete en mayor medida a los adultos, ya que no se le puede exigir a quien apenas está
intentando encontrarse a sí mismo.
No se trata de ceder, sino de tender siempre una mano; de procurar estar presentes cuando se
nos necesita; de escuchar, de dialogar. También se trata de ser firmes cuando se requiere, pero
siempre con cariño. Se trata de asegurar una presencia, más que física, espiritual.No hay nada más
triste y perjudicial que los padres ausentes, desconocedores de los problemas de sus hijos.
Como padres, debemos reconocer nuestros errores de apreciación y también debemos ser
capaces de pedir una disculpa.
Por otro lado, la natural tendencia del adolescente a descubrir la propia interioridad se enfrenta
hoy día con el progresivo movimiento de desinteriorización que caracteriza al sistema,
circunstancia que provoca en el adolescente una sensación de superficialidad que lo abruma y lo
excita a la vez, llevándole a situaciones externas en las que incluso llega a exponer su vida
(Heinrich Muchow).
Durante la infancia, el niño idealiza a los padres. Al llegar a la adolescencia los ídolos son
destrozados. Los hijos empiezan a notar defectos y limitaciones. Simultáneamente, anhelan ser
independientes. Se ha abierto una brecha entre criterios, valores, actitudes y formas de vida.
A continuación incluimos dos casos para diagnósticos de la forma en que se va modificando la
opinión que los hijos se forman de sus padres. Exponemos en primer lugar el caso de la hija
respecto de su madre:
Después de leer lo anterior no podemos menos que preguntarnos: ¿Cuáles son las diferencias más
significativas entre los padres y los adolescentes? Conviene conocerlas, pues ellas nos permitirán
actuar de manera constructiva. Veamos:
• Los padres son más autoritarios, serenos, seguros de sí mismos y anticuados. Los adolescentes,
en cambio, manifiestan ser más liberales, nerviosos e inseguros, y están más dispuestos a
emprender nuevas aventuras.
• El adolescente se rebela contra la autoridad, se niega a ser controlado. Cualquier orden,
observación o negativa es percibida como un bloqueo a su espontaneidad, como una limitación a
susposibilidades.
• El adolescente es sumamente crítico respecto de sus padres y sus profesores, así como de los
sacerdotes, tendiendo a resaltar más los defectos que las cualidades de todos ellos.
• Percibe el hogar como un hotel para dormir, un restaurante para comer y un banco para obtener
dinero; para algunos adolescentes, la familia se convierte en una “cárcel azucarada” de la que
ansían escapar.
• Rechaza las normas escolares, familiares y sociales. Le molestan los horarios, sobre todo la hora
señalada para volver a casa. Rechaza colaborar en el hogar y se siente incómodo ante las
exigencias de la cortesía.
• Expresa la necesidad constante de integrarse a un grupo de jóvenes para imitarlos. Quiere una
moto, quiere irse solo de excursión, quiere vestir a la moda y escuchar la música del momento,
etcétera.
• Suele aburrirse cuando cumple con un compromiso social o cuando viaja con sus padres y sus
hermanos, con quienes constantemente rivaliza.
• Se queja sistemáticamente de casi todo: del escaso dinero que se le asigna, de la ropa que tiene
que usar, de lo que se le manda hacer en casa, de las obligaciones escolares, etcétera.
¿Qué tenemos que hacer los padres y los educadores para acercarnos a los jóvenes, para
ayudarlos si lo requieren, para facilitarles un desarrollo equilibrado?
• Intentar conocer a los hijos. Debemos vivir más cerca de ellos, sin que ello signifique inmiscuirse
en su vida. Procuremos ser objetivos al valorar lo que pueden dar de sí mismos. Es preciso
comprender lasluchas internas propias de su edad, adivinar el mensaje implícito en sus
contradicciones y estar siempre dispuestos a responder a sus demandas legítimas.
• Démosles estímulo en todo momento, siempre a partir de sus propias motivaciones. No
debemos imponerles nuestros gustos, y tampoco exagerar nuestras expectativas sobre su
desarrollo intelectual o social.
• Hay que animarlos a estudiar. Un buen estudiante es un adolescente con un alto nivel de
autoestima. Valorar los esfuerzos, destacar oportunamente los progresos y reconocer los
pequeños éxitos son factores que tienden a fomentarla.
• Alentar su responsabilidad. El adolescente tiene su lugar en la familia. Los padres debemos
fomentar las relaciones afectivas, permitiendo que el hijo madure por sí mismo, dejándolo soñar y
hacerse responsable tanto de sus éxitos como de sus fracasos. Para crecer tenemos que aprender
a equivocarnos.
• Evitar herir la autoestima del adolescente con críticas severas y castigos desproporcionados. No
es conveniente reprochar una y otra vez los malos resultados. También debemos evitar hacer las
cosas por él, pues esto hará de él un inútil. Favorecer su creatividad y respetar su espontaneidad,
aunque a menudo se equivoque, son actitudes que benefician la libertad de nuestros hijos.
• Conviene crear en casa una atmósfera cordial, acogedora y tranquila. Una buena comunicación
ayuda a ver el lado positivo de las personas y de los acontecimientos. Es preciso comprender y
respetar la informalidad que el adolescente implanta en suhabitación, en su atuendo, etcétera.
Los padres conservarán la serenidad aún en medio de las frecuentes explosiones del adolescente.
No olvidemos que nuestro hijo está pasando por una etapa conflictiva: no está satisfecho consigo
mismo; busca afanosamente su sitio en el mundo, lucha por conquistar el territorio lejano de su
madurez personal. Más que reproches y castigos, lo que los jóvenes requieren son comprensión y
paciencia.
Hace poco, un adolescente me escribió estas palabras: “Hasta que la mano amiga de mi madre se
posó sobre mi espalda, no había logrado romper el silencio de mi vida ni intentado buscar
soluciones a mis problemas. Ahora, todo ha cambiado. He comprendido que mis padres pueden
ser mis mejores amigos. Sólo ellos pueden asomarse a mi interior sin quebrar mi interioridad.
Pero, por otra parte, me doy cuenta que cultivar una amistad profunda con ellos es tan difícil
como sublime. Necesito a mis padres para superar mi infancia y llegar hasta la madurez.”
Hay que tener en cuenta el comentario de Pedro Orive: El adolescente es un ser inmaduro que
vive una paradoja sumamente original: cuando más necesita ayuda del exterior, más se revuelve
contra ella, por temor a recaer en la tutoría de la infancia. Todos, padres, educadores y
adolescentes, debemos observar el siguiente decálogo del desarrollo humano, que vendrá a
enriquecer nuestra vida.
EL TRATOCON EL ADOLESCENTE
Aunque los términos pubertad y adolescencia suelen usarse como sinónimos, aquí los utilizaremos
en sus dos sentidos diferentes: por pubertad entendemos el cambio biológico que se da en forma
necesaria y natural, y llamamos adolescencia al cambio psicológico que experimenta el joven y que
puede presentar infinitas características, dependiendo de las condiciones sociales, culturales y
espirituales. Así pues, no podemos hablar de la psicología de la adolescencia, sino de una
psicología del adolescente.
Conviene entender la adolescencia como una etapa en la que el desarrollo integral sufre cierto
desfasamiento, colocándose el crecimiento físico a la delantera y quedando el crecimiento
intelectual un tanto rezagado. En un momento determinado, el adolescente ha alcanzado la
estatura, la fuerza física y el equilibrio corporal que corresponden al adulto joven; pero en todos
los demás aspectos de su desarrollo no ha accedido aún a la edad adulta: todavía no es
autosuficiente en lo económico, en lo psicológico, en lo afectivo, en lo social y en lo intelectual.
La adolescencia ocupa el lapso que transcurre desde el momento en que el niño deja de serlo
biológicamente, hasta el momento en que, en el ámbito psicológico, ha logrado definir una
personalidad propia y adulta. Normalmente, ese lapso se sitúa en la segunda década de la vida del
ser humano, pero todos conocemos a alguien que en su tercera o cuarta década aún no ha logrado
ser autosuficiente porque no ha podido definir esa personalidad adulta e individual. En
otraspalabras, ese sujeto no maduró a tiempo y continuará siendo adolescente durante toda su
vida.
Si llega a ser preciso intervenir en sus divagaciones y volubilidades, que no sea arrojándoles un
jarro de agua fría. El adolescente transita por un estado de aguda inestabilidademocional.
Oponerse y rebelarse constituyen par él una necesidad psicológica que lo impulsa a romper con su
vida anterior para poder buscar nuevos caminos. Los adultos no somos más que una parte del
cascarón que los jóvenes han de romper antes de acceder al nuevo mundo.
Los adolescentes sueñan con realizar grandes hazañas y ensayan el arte de agradar, sumidos ya en
el ensueño de amar y ser amados. Se entregan a la idealización y, como consecuencia, a la
imitación de personajes destacados: deportistas, profesores, músicos e ídolos de la pantalla se
vuelven sujetos de interés para el joven que empieza a buscar su identidad.
Ahora bien, aún cuando la mayoría de las características mencionadas son comunes a los chicos y
a las chicas, existen también entre éstos notables diferencias. En el género femenino, el proceso se
inicia un año o dos antes que en los varones. Estos últimos son más activos, más drásticos,
absorbentes e impetuosos; las chicas, en cambio, son más imaginativas y románticas, y se
entregan en mayor medida al sentimentalismo y a la fantasía.
En ambos casos, sin embargo, las contradicciones estarán a la ordendel día: por un lado, grandes
ideales; por el otro, falta de voluntad a la hora de cumplir con los deberes. Los héroes y las
heroínas se exaltan y se desaniman alternativamente todos los días. Pero para eso estamos los
padres y los educadores: para tenderles la mano con firmeza y con absoluta comprensión.
Un momento clave de la adolescencia es el del primer amor. Antes, el chico consideraba a las
niñas como unos seres que le fastidiaban y con quienes no se podía contar; las tenía por
chismosas, miedosas, etc. Para la chica, los niños eran unos desconsiderados, unos brutos que
destruían sus muñecas y que perturbaban sus juegos.
Pero de pronto todo cambia. Ellos empiezan a lavarse el cuello y las orejas, y se esmeran para lucir
vestidos y peinados según la moda. Ellas miran de otra manera y con un interés especial a los
chicos: ensayan el arte de agradar, les gusta que algún compañero las acompañe hasta el portal de
su casa y, en el trayecto, se encargan de llevar la conversación en el caso de que él sea tímido.
Y el día menos pensado aparece el “primer amor”. Ese primer amor que casi nunca es el verdadero
ni el definitivo, pero que ha arrebatado al muchachito o a la jovencita de manera irrevocable.
En calidad de padres, ¿qué hay que hacer? Lo mismo de siempre, sólo que ahora de manera más
penetrante: brindar comprensión y actuar con tacto. Aunque es verdad que el adolescente ha
despertado a la sexualidad, no es menos cierto que el primer amor suele seguir el derrotero más
idealista y romántico. Por tanto, no amerita ningunarepresión, sino sólo una discreta vigilancia.
Por ningún motivo y en ninguna circunstancia nos burlaremos de los jóvenes enamorados
trivializando su condición. Tampoco debemos gravar su conciencia con sentimientos de culpa que
luego pueden transformarse en traumas. Hay que respetarlos auque consideremos que lo que les
está aconteciendo no es el amor, sino algo provisional y pasajero. Para los jóvenes se trata de algo
sublime que puede ser el origen de muchas actitudes y conductas permanentes.
En resumen, lo que no debemos hacer cuando los adolescentes se enamoran por primera vez es lo
siguiente:
• Burlarnos de ellos mediante ironías, chacotas, desprecios, bromas de mal gusto, etcétera.
• Exigirles capacidad de reflexión y experiencia de la vida.
• Prohibirles el trato con jóvenes del sexo opuesto.
• Permitirles indiscriminadamente el trato con jóvenes del sexo opuesto.
• Hacerles demasiadas preguntas sobre sus amistades.
• Montar una vigilancia policíaca sobre sus idas y venidas, interceptarles el correo, abrir sus cartas
y leerlas, revisarles sus cajones y sus cosas privadas; asomarse a sus diarios y enterarse de sus
apuntes.
Incluimos a continuación los lineamientos que, a nuestro juicio, resultan de mayor utilidad para
encaminar la educación de los jóvenes por parte de los padres.
Los que tenemos varios hijos podemos observar que cada uno es distinto de los demás a pesar de
venir del mismo tronco y compartir el mismo hogar. Ni siquiera los mellizos son iguales, afirman
los psicólogos.
• Nadie puede renegar de los hijos; debemos aceptarlos como son, no podemos modificar la
esencia de su personalidad.
• Nunca debemos ridiculizar a un hijo para enaltecer a otro.
• Hay que buscar lo buenode cada uno en lugar de insistir en los fracasos de los menos dotados.
Los que aprenden con menor facilidad requieren mayor comprensión y motivación. Debemos
querer a todos los hijos por igual, tomando de cada uno según sus capacidades y dando a cada uno
según sus necesidades.
• Debemos conocerlos para encauzar su manera de ser por senderos positivos: sólo entonces
podremos tratar de limar aristas.
• De un niño inquieto y travieso no vamos a conseguir hacer un sujeto pacífico y tranquilo, auque
recurramos al autoritarismo. ¿De qué valdría que se convirtiera en un ser anodino para su padres?
¿No sería mejor encaminarle a una integración grupal para que canalizara su energía
desbordante?
El niño bueno, modelo, que no causa problemas, a veces manifiesta falta de energía, pobreza de
iniciativa e incapacidad de autoafirmación. Tengamos siempre presente que cierto grado de
rebeldía es signo de un desarrollo psicológico saludable.
La familia en sí constituye un ámbito educativo. Los padres educan más con el ejemplo que
mediante sus órdenes y mandatos. Del ambiente que ellos creen depende la mentalidad de
quienes se desarrollan en él. Por diferentes que sean entre sí, los hijos reciben una misma
impronta, que por lo general es tanto más profunda cuanto menos se ha impuesto.
Entre mis alumnos hay un chico muy desordenado. En una ocasión hablé con sus padres, y éstos
me contestaron: “Mire, a nosotros nos gusta que cuando los hijos llegan a casa se la pasen bien, y
no nosparece que debamos atosigarlos con cuestiones de orden.” Entonces comprendí al
muchacho y traté de explicarle que pasarlo bien no está peleado con el orden.
En otra ocasión, un matrimonio me pidió que le dijera a su hijo que asistiera a la misa los
domingos. Hablé con el chico y me respondió: “Es que no entiendo a qué voy, porque no veo
nunca a mis padres en la iglesia. Me mandan a mí, pero ellos no van…”
La educación no entra a voces en el alma. Hay que dar ejemplo, pero sin ponernos de ejemplo.
El niño valora que sus padres dejen de leer el periódico para atenderlo cuando llega del colegio.
Cuando jugamos y platicamos con él, cuando rezamos juntos, cuando nos ve sonreír, estamos
proponiendo un ejemplo.
El niño necesita encontrar en la familia tres elementos clave para su educación:
1. Un yo qué imitar.
2. Un modelo qué admirar.
3. Una autoridad que sepa cómo poner límites, orientándolo.
1. Hay que darle desde pequeña cuanto desee; así crecerá convencida de que el mundo entero le
debe todo.
2. Hay que festejarle las tonterías; así creerá que es muy graciosa.
3. Hay que negarle cualquier formación espiritual: “Ya la escogerá cuando sea mayor.”
4. Nunca hay que decirle “Esto está mal”. El niño podría adquirir “complejos de culpa” que, más
tarde, cuando, por ejemplo, sea detenido por robar un coche, pueden resultar en paranoia.
5. Es preciso levantar todo lo que va tirando por el suelo; así se reforzará su idea de que todos
estamos a su servicio.
6. Debemos permitirle el acceso a cualquier información: desinfectar la vajilla en que come, pero
dejando que su espíritu se recree en la torpeza.
7. Hay que discutir siempre delante de él; así se irá acostumbrando, y cuando la familia se disuelva
no se dará cuenta.
8. Démosle todo el dinero que pida; no sea que sospeche que para obtenerlo es necesario
trabajar.
9. Hay que satisfacer todos sus deseos: comer, divertirse, salir de noche, etc.; de otro modo se
sentirá frustrado.
10. Es imprescindible darle siempre la razón. Son los profesores, los agentes de la ley o el resto del
mundo los que están equivocados.
Y cuando los hijos ya sean un desastre, defendámonos diciendo que les dimos todo e hicimos todo
por ellos.
Cuando nos dispongamos a corregir a nuestrohijo debemos hacerlo con delicadeza, cordialidad y
mesura. Estamos hablando con un amigo, no con un enemigo. Hay que plantear el problema sin
precipitaciones, con prudencia y sinceridad, y en el momento oportuno. Sólo así podremos sentar
las bases del edificio de la personalidad de nuestros hijos. Y es conveniente no olvidar nunca esas
normas, que deberían convertirse en regla de oro del trato con ellos, especialmente con los
adolescentes. Debe prevalecer siempre un clima de amor y de diálogo. Es preciso evitar las ironías
y los sarcasmos. Debemos actuar con la misma delicadeza con la que curaríamos una herida.
Dice Víctor Hugo: “Amigos míos, retened esto: no hay ni malas hierbas ni hombres malos. No hay
sino malos jardineros.”
Por principio, sin perder la autoridad. No debemos asentir a todo lo que pida sin permitirle hacer
todo lo que le venga en gana. El abandono y la permisividad sólo fomentan la inadaptación,
fenómeno nada infrecuente en la actualidad. Ser padres no es fácil. Y tan reprobable es lapostura
de unos padres déspotas y autoritarios como la de unos padres consentidores y débiles. Lo difícil
es alcanzar el justo medio, una dirección firme y, a la vez, comprensiva. Es difícil contemporizar
con los sentimientos y los estilos de una generación que no es la nuestra y, además, acertar en
todo momento. Es difícil enfrentar la agresividad y la insolencia con las que a veces reaccionan los
jóvenes sin responder con nuestra artillería pesada. Ser padres es difícil, pero, a la larga, puede ser
altamente satisfactorio (A. Vallejo-Nagera, op. Cit.).
Sólo seremos capaces de educar bien si continuamos educándonos a nosotros mismos durante
toda la vida. Y a ello contribuirá reflexionar sobre los siguientes puntos.
Se pretende que ellos puedan hablar con plena libertad de sus problemas con sus padres y que
éstos los escuchen con atención y serenidad. Conviene recurrir al sentido del humor para restarle
dramatismo a las situaciones apretadas.
A veces no estamos de humor y tenemos poca paciencia para soportar las “burradas”, las
incoherencias o las insensateces de nuestros adolescentes. Pero, como dice sabiamente el refrán,
“Hagamos de tripas corazón”, que no es lo mismo que aceptar lo inaceptable.
En resumidas cuentas, para poder conocer lo que piensan nuestros hijos tenemos que ser capaces
de enterarnos sin desfallecer, y planteadas en su peculiar lenguaje, de sus abruptas opiniones y de
sus juicios no pocas veces ofensivos. Sólo entonces podremos emitir nuestra opinión y contrastarla
con lasuya.
De los muchos adolescentes y jóvenes con los que dialogo, un porcentaje muy elevado de ellos
reconoce que con sus padres no existe comunicación alguna sobre temas que les preocupan y les
interesan. En seguida se acaloran, no los toman en serio, se ríen de sus “despistes”, se los
comentan a las visitas, no admiten que se les contradiga… y muchas cosas más.
Hay asuntos que, para algunos padres, no se pueden tratar en absoluto, como son el
enamoramiento, la sexualidad y la religión, cada uno por un motivo diferente. La sexualidad,
porque en los albores del siglo XXI no hemos logrado desterrar el puritanismo; el enamoramiento,
porque el adolescente teme que se rían de él o que pongan al descubierto su intimidad; la religión,
porque ésta se reduce a un recordatorio de deberes. Pocas veces se entabla una conversación que
realmente procure responder a las muchas interrogantes y dudas que se plantea el adolescente.
Luis, Pilar y Juan, que están estudiando la preparatoria, me dijeron en una ocasión: “Parece
mentira que nuestros padres no se acuerden de que ellos fueron como nosotros; que tuvieron los
mismos problemas, pasaron por las mismas situaciones y vivieron momentos de desconcierto.”
Pilar, más explícita, comento lo siguiente: “Yo a mis padres no les cuento ni el cuento de
Caperucita. Si les digo a dónde voy o qué hago, me sermonean o no me dejan salir; si les llevo la
contraria, se enfadan y mi padre me hace callar. Piensan que todos los jóvenes somos unos vagos
o unos inconscientes. Como si ellos no hubieran tenidodieciséis años…”
Es urgente crear en casa un clima de diálogo y de confianza, donde pueda hablarse de lo divino y
de lo humano.
Los padres no han de desautorizarse entre sí, sobre todo delante de los hijos y en lo referente a
ellos. No son raros esos tristes espectáculos en los que los padres discuten, exhibiendo ante sus
hijos su propia inmadurez e inconsistencia. Pocas cosas pueden causarles a los jóvenes mayor
desconcierto. Está bien que uno de los progenitores intente fungir como abogado, siempre que
ello se haga de mutuo acuerdo y con destreza: así podrá perfeccionarse y humanizarse la
autoridad. Pero si las disposiciones y las resoluciones que han de tomar los padres al unísono son
motivo de disputa entre ellos, si marido y mujer no están de acuerdo, ¿cómo van a concentrarse
con los hijos?
Aunque creamos que nuestro cónyuge ha cometido un error, no lo discutamos delante de los
muchachos. Tratemos el asunto en privado para después presentarnos conciliados ante nuestros
hijos. No olvidemos que para éstos el desacuerdo entre los padres es fuente de angustia y una de
las principales causas de desarraigo y de las desviaciones morales y psicológicas.
Seamos consecuentes
Que nuestras órdenes y nuestros permisos no dependan del talante del momento. No nos
desautoricemos a nosotros mismos aceptando hoy y negando mañana. Si así lo hacemos, nuestro
prestigio caerá por los suelos y dejaremos de contribuir a que nuestros hijos vayan adquiriendo
una visión adecuada de la vida.
No seamos indecisosLos que tienen derecho a ser indecisos, vacilantes, son los jóvenes. Ellos
necesitan un apoyo seguro, y ese apoyo lo tenemos que brindar nosotros. Somos su seguridad. Los
adolescentes no sólo quieren que les concedamos las cosas: también quieren que se las
neguemos. Necesitan saber que hay alguien que no los dejará ir más allá de donde deben, que hay
alguien que sabrá frenarlos en el momento preciso. Ese alguien psicológicamente robusto somos
nosotros, los padres y los educadores.
No abdiquemos
Por difíciles que sean los jóvenes, por muy incomprensivos, díscolos y abúlicos que se nos
presenten, no nos retiremos, no los dejemos abandonados a su suerte. No hagamos lo que
muchos padres han optado por hacer: dejar que sigan su vida como puedan mientras ellos hacen
la suya. Para eso no los trajimos al mundo. Por mucho que protesten, nuestros hijos nos necesitan.
No podemos dejar a medias esa estupenda obra que nosotros iniciamos. Estamos ayudando a
madurar al fruto más excelso de toda la creación: el ser humano. Se trata de un hijo, de una hija.
No abdiquemos hasta que hayan conseguido ser todo un hombre o toda una mujer.
Pensemos que los adolescentes son lo mejor de cada casa, aunque a veces pueden convertirse en
los torturadores de sus sufridos y desconcertados padres, o someter al tercer grado a sus
profesores y demás adultos. Los padres tienden a imponer cada vez menos reglas por temor a
parecer dictadores; a veces no saben qué hacer y abandonan la lucha (A. Vallejo- Nágera, op. Cit.).
Nuestra labor como padres de adolescentes puede suavizarse si tenemos siempre en cuenta sus
tres necesidades básicas: búsqueda de identidad personal, necesidad de aceptación social y
cuestionamiento del sentido existencial. Se trata de tres aspectos simultáneos de una misma
interrogante esencial, la cual surge ante la agonía inevitable de la personalidad infantil, que debe
desaparecer para dar paso a la nueva personalidad adulta. A este proceso se le llama el parto
psíquico.
Los cambios ocurridos durante la pubertad no sólo han modificado el cuerpo, sino también el
alma. De hecho, no existe una dualidad alma-cuerpo cuyos elementos evolucionan de manera
independiente, sino una bi-unidad que sólo se consolida en la madurez, gracias a la capacidad de
readaptación y de reubicación consigo mismo en lo espiritual, así como en relación con los
factores ambientales que retardan o favorecen ese progreso hacia el equilibrio.
¡Bendita crisis de identidad que lleva a muchos jóvenes de hoy a rebelarse contra el simulacro de
los valores religiosos, morales y sociales que la mayoría de los adultos sólo enarbolamos por
conveniencia y no por convicción! Sin crisis de identidad, los jóvenes se verían condenados a
perpetuar una inercia deplorable que cancelaría toda esperanza de un futuro diferente.
Las conductas provocativas que adoptan los adolescentes suelen ser las siguientes:
• Se muestran desaliñados y sucios. Procuran llamar la atención no sólo con el atuendo, sino
también con el lenguaje y con la forma de actuar. No se les entiende cuando hablan entre sí.
• No parecen tener nada que comunicar a sus mayores; se muestran olvidadizos con las tareas
escolares y con las obligaciones domésticas. Discuten con los padres, oponiéndose a cualquier
límite o regla. Eventualmente se escapan alguna noche de casa sin que los padres se enteren.
• Se pelean con los hermanos.
• Sus valores humanos parecen disolverse y sus puntos de referencia quedan anulados.
• En la escuela bajan el rendimiento y transgreden los reglamentos. Su desinterés parece total.
Faltan con cierta frecuencia a clase o se escapan un día completo con un grupo de amigos.
• Presentan bruscos cambios de humor y se dejan dominar por la ira, la depresión o la euforia.
• Con relativa frecuencia pierden el apetito y les cuesta trabajo conciliar el sueño.
• Adoptan habitualmente conductas irresponsables.
• Las nuevas amistades han desplazado alas antiguas y no se las presentan a su familia.
• Salen de casa sin decir a dónde y con quién.
• Su demanda económica es mayor y más presionante. Toman dinero u objetos valiosos a
escondidas.
• Están completamente desorientados: o se sienten seres superiores, casi profetas, o son seres
acomplejados y se sienten inferiores.
• Son apáticos y conformistas, sistemáticamente rebeldes e improductivamente inconformes.
• Son solitarios y reservados cuando no están con su grupo. Buscan sitios solitarios; se resisten a
salir con la familia y, cuando lo hacen, presentan episodios de nerviosismo o de malestar físico
inexplicables.
• Existe un desinterés por todo y no tienen ilusiones ni metas razonables.´
• Descuidan totalmente sus pertenencias.
• No cooperan en ninguna circunstancia.
• Se adjudican todas las libertades sin pedir permiso y sin importarles los regaños o castigos, ya
que están dispuestos a desafiar toda autoridad. Asumen posturas obcecadas y no aceptan
razones.
• Son intolerantes e incapaces de aceptar ambientes distintos de los de sus amigos; cuando están
con éstos, se identifican al grado de perder la propia individualidad en aras del grupo.
Es innegable que los adolescentes necesitan disciplina. Sin embargo, es más cómodo maleducar
que educar bien, pues es agotador estar luchando desde que nos levantamos hasta que nos
acostamos con un chico que nos dice que no a todo. Tanto los niños como los jóvenes requieren
límites para saber a qué atenerse.Si no se señalan esos límites, los chicos se hacen caprichosos y a
veces se convierten en verdaderos dictadores de sus padres. Pongamos el ejemplo de la hora de
llegar a casa: si les decimos que vuelvan a las 12, probablemente lleguen una hora más tarde; pero
si no se les pone límite, en lugar de llegar a la una de la madrugada llegarán a las siete de la
mañana. Los jóvenes demandan libertad a gritos, sobre todo en lo que les está prohibido. Las
presiones que el sistema le impone a nuestros adolescentes son inaceptables, y se necesita una
resistencia casi heroica para contrarrestarlas.
Ahora bien, al educar a nuestros hijos, ¿no corremos el peligro de ser demasiado intransigentes y
de que ellos acaben rebelándose aún más?
Es que hay de límites a límites. De éstos, los más conflictivos son los que son negociables. ¿Cuáles
son los límites negociables? Los que no atentan contra la vida y la seguridad del joven o de
terceras personas, ni contra los valores morales que la familia sustenta. La forma de vestirse y la
hora de llegar a casa son negociables. Pero hay límites que no lo son, como conducir un automóvil
sin tener licencia o traer al novio a dormir a casa. La primera escuela es el hogar. A nosotros, los
adultos, los jóvenes nos parecen “irracionales”, y reaccionamos con enfado ante la descortesía y la
rudeza de sus modales en vez de hablar serenamente sobre el tema. Es conveniente adoptar cierta
perspectiva sin llegar a despreocuparnos, y permanecer tan ecuánimes como sea posible,
sorteando las provocaciones con paciencia y sentido de justicia.Si nuestro hijo ha tenido siempre
una conducta promedio, no hay duda de que esta época pasará sin dejar secuelas en él.
Un problema grave es que ahora muchos padres apenas están en casa. Pero los niños tienen una
capacidad de adaptación fantástica. Desde muy pequeñitos se dan cuenta de que sólo tienen a sus
padres a una hora determinada o durante los fines de semana. Lo importante es que en esos
momentos el padre sea padre y la madre sea madre. Más que la cantidad, lo que importa es la
calidad de lo que se comparte. En el tiempo que se está con ellos deben prodigarse el amor y la
confianza.
Antes, cuando un hijo se iba de casa quedaban otros cuatro, y cuando se iba el último empezaban
a llegar los nietos. Nunca se quedaba la casa sola. Ahora, en cuanto los hijos se hacen mayores, los
padres se encuentran con que han invertido dedicación, dinero y cariño en unas personas que no
se sabe si se van para no volver. Por lo general los hijos se recuperan si hemos sabido estar con
ellos. La edad del pavo afortunadamente pasa y, al final, nos encontramos con unos seres que se
parecen bastante a nosotros. Hay que ser realistas. Incluso los padres que saben desempeñar bien
su función con los chicos experimentan problemas, reveses y desengaños en el camino. La familia
irreprochable y el adolescente de conducta intachable no existen.
Hasta en las mejores familias las cosas se estropean de vez en cuando. A pesar de ello, los padres
que son responsables y tenaces salen adelante.
Incluso el joven que ha recibido una meticulosa ybuena información puede cometer, a veces,
estúpidos errores, casi siempre por equivocación, no por mala voluntad. Los cambios por los que
está atravesando, además de las influencias de los compañeros y de las presiones sociales, lo
tienen desconcertado.
Existe, por otra parte, una cuestión que conviene aclarar, a saber: que un padre no puede ser, en
primera instancia, amigo de su hijo. El progenitor tiene que ser un ejemplo, un guía; tiene que
estar ahí donde los amigos no pueden estar porque les falta experiencia. Los adolescentes buscan
a sus amigos para desarrollar una dimensión fundamental de su vida, para descubrir nuevos
caracteres y personas que se identifiquen con sus criterios e ideales, etcétera.
Otro de los problemas es el que se plantea como sigue: ¿Es normal que, en su afán por salirse con
la suya, el adolescente ataque al padre más débil? Sí, el hijo va a chantajearlo cuanto pueda. Por
eso es importante que los cónyuges estén de acuerdo uno con el otro. No puede ser que un padre
funja como “el bueno” mientras el otro desempeña el papel de “el malo”. Ahora bien, no es fácil
estar de acuerdo, y menos cuando la pareja está separada. Como quiera que sea, hay que realizar
un esfuerzo de entendimiento y, en el caso de separación conyugal, no es conveniente que los
progenitores intenten ganarse al hijo con regalos.
No es raro que los hijos deseen autoafirmarse retando a sus padres. ¿Qué hacer ante esas
provocaciones? No amedrentarse. Al respecto, los psicólogos aconsejan seguir una regla de oro,
difícil de llevar a la práctica,pero que suelo tener presente: “Mientras el hijo esté en casa no debe
salirse con la suya.” No se trata de imponer una norma porque “aquí mando yo, y punto”. Lo que
hay que hacer es exponerla con respeto, pero también con firmeza. Probablemente ese hijo no se
extralimite, pero si lo hace, habrá que aplicarle un castigo: tal día no sales, o en tantos días no
hablas por teléfono. Esto último funciona sobre todo con las chicas, que son auténticas adictas al
teléfono. Pero los padres deben saber, tanto en la adolescencia como en la infancia de sus hijos,
que éstos necesitan confirmar que sus padres distinguen entre lo que es su comportamiento y lo
que son ellos en sí. Los padres quieren a sus hijos sin condiciones, pase lo que pase, hagan lo que
hagan, los quieren tanto que se proponen corregir sus faltas y así, forjar su carácter.
Muchas veces los adolescentes resultan problemáticos aún sin querer causar problemas. En estos
casos es conveniente serenarse para no crear más tensiones. Se han portado mal, pero no son
malos.
Comunicarle a los hijos que uno se siente defraudado es mucho más eficaz que una explosión de
violencia: “Has fallado de nuevo, pero confiamos en que no volverás a cometer el mismo error por
tercera vez.” Este modo de hablar les refrenda nuestro amor por ellos y nuestro gran deseo de
verlos madurar. La disciplina ha de ser consecuencia del cariño.
Ahora conviene considerar la manera en que los adolescentes reaccionan ante un conflicto.
Desde pequeños, los chicos buscan ocupar un puesto en la jerarquía; laschicas, en cambio, buscan
el consenso. ¿Cómo? Contándose secretos. Si se observa un recreo de alumnos de primaria,
notaremos que los chicos invaden el patio con juegos en los que interviene la competencia,
mientras que las chicas se sientan a platicar en algún rincón. Estas tendencias se conservan en la
adolescencia. Como los chicos no están ejercitados en el arte de la dialéctica, cuando algo les
molesta dan un portazo y se encierran en su cuarto con la música a todo volumen. Respecto a las
chicas, todo es objeto de disección lingüística, todo lo discuten y no es frecuente que se aíslen.
Por último, trataremos brevemente dos cuestiones que siempre serán motivo de preocupación
para los padres: el alcohol y el sexo.
Por lo que al último se refiere, sucede que cuando los jóvenes entran en la adolescencia se niegan
a hablar sobre sexo con los padres. El tema les interesa y les preocupa en gran medida, pero no
quieren que los adultos se enteren de ello. Para que a esta edad exista confianza es necesario
empezar a tratar el asunto desde que los niños son muy pequeños, cuando surgen muchas
preguntas de manera espontánea. El 80% de los abusos sexuales cometidos contra menores son
perpetrados por una persona que los conoce. Tenemos la obligación, como padres, de prevenir a
nuestros hijos para que nada malo les ocurra, igual que los prevenimos para que aprendan a
cruzar la calle. Es absolutamente necesario explicarle al niño pequeño que nadie tiene derecho a
tocarle los genitales ni a pedir que se los toquen. También es imprescindible decirle que si algo
asíocurre no debe mantenerlo en secreto, sino que ha de contárselo de inmediato a sus padres o a
sus profesores.
En lo que toca al alcohol, ¿qué debe hacerse ante el abuso de bebida por parte de los jóvenes?
Digamos, al respecto, que un descuido ocasional no es motivo de desesperación. Si nuestro hijo
vuelve a casa borracho, de madrugada, o si nuestra hija ha probado alguna vez un cigarrillo de
marihuana con un grupo de amigotes, ello no significa que los jóvenes se han dado a la perdición.
Por supuesto, debemos actuar con rapidez y decisión y hablar seriamente con ellos. A veces puede
aprenderse mucho de los errores aislados. Lo que importa es que esos errores no se conviertan en
hábitos. De nuestra comprensión dependerá la ayuda que podamos brindarles. Nuestra
responsabilidad es sacar a nuestros hijos adelante. En cuanto a la bebida, hay que dar el ejemplo.
Si los padres se moderan, los hijos no podrán menos que hacer lo mismo.
En definitiva, ¿qué hacer con un hijo adolescente? Respondamos que, ante todo, hay que estar
ahí, a su lado, siempre. Los hijos necesitan atención. Ellos constituyen nuestro proyecto vital más
importante. Un niño es un libro en cuyas páginas en blanco tenemos que escribir los padres. Lo
que escribamos entre su nacimiento y los siete años va a condicionar toda su vida. No se trata de
llenar muchas páginas, sino de consignar algo constructivo con fundamento en el amor.
Los niños no pueden ser objetivos porque aún carecen de perspectiva. Cuando se merecen un
castigo porque se han extralimitado no debemosahorrárselos. Pero es muy importante hacerles
ver que son responsables de sus acciones. Ignoremos las impertinencias propias de su edad: lo
fundamental es brindarles comprensión y guía firme. Reflexionemos en los puntos siguientes con
el fin de consolidar en nosotros las cualidades que precisa el ser padres:
• Hay que tener en cuenta que el hijo también se sorprende de las cosas que hace, ya que no
todas ellas dependen de su voluntad, sino que son consecuencia de las transformaciones que está
experimentando.
• Los padres nunca debemos perder los estribos ante las insolencias de los adolescentes.
• Es conveniente hablar con otros padres que se encuentran en una situación semejante a la
nuestra. Así adquiriremos una mejor perspectiva del problema y estaremos en condiciones de
restarle dramatismo a los problemas.
• Existe una gran cantidad de libros sobre la educación que corresponde a cada edad.
Consultémoslos.
• Ya que los adolescentes no pueden ser objetivos, entonces seámoslo nosotros.
• Como padres, debemos distinguir entre su comportamiento y lo que ellos son en sí.
• Cuando el hijo comete algún error es necesario controlar el impulso de hostigarlo y de responder
con gritos a sus gritos. Tal vez sea necesario esperar a que los ánimos se calmen para hacerle ver
que, aún cuando nos decepcionó, seguimos confiando en él.
Para finalizar, deseo hacer una reflexión sobre algunos de los puntos más significativos que
pueden ayudarnosa entender a los adolescentes y a entendernos a nosotros mismos en el trato y
la convivencia con ellos. Para muchos jóvenes, los vínculos familiares tradicionales representan
una camisa de fuerza que paraliza su creatividad y amputa su libertad. Otros muchos se sienten
desarraigados, desposeídos del sentido de pertenencia. La permisividad, que no es sino una
reacción extrema ante el autoritarismo a ultranza, ha generado una generación de niños
narcisistas, egocéntricos, preocupados exclusivamente por su bienestar, sin límites ni puntos de
referencia, sin anclaje en el pasado ni lineamientos en el presente, sin una verdadera estructura,
sin parámetros estables, sin capacidad para tolerar la frustración, etc. Esos niños carecerán de
recursos emocionales al llegar a la adolescencia, y difícilmente podrán superar la crisis.
Para comprender mejor el problema que nos ocupa debemos retomar algunas nociones relativas
al desarrollo del niño y del adolescente.
Desde el momento de nacer nos vemos perennemente confrontados a un doble deseo. Este
fenómeno es conocido como ambivalencia, es decir, un deseo de dependencia que se opone al
deseo de autonomía, antagonismo que es preciso resolver para poder crecer.
El deseo de dependencia surge de la necesidad de apego, de afecto, de presencia, de continuidad
y de pertenencia a un grupo (la familia, los amigos, la sociedad).
El mito de hoy día, como lo señala Murielle Forest en un excelente artículo intitulado “Le Retour
de la Familla” (en Psychologie Preventive, núm. 20), es el de la relación igualitaria (el padre-
amigo), que conlleva una actitud de “dejar-hacer” y teme y evade la confrontación.
Tal es prototipo de padre que impera en la actualidad: el que poco a poco le permite a su hijo que
abusede él. El temor a “frustrar” al hijo a causa de los castigos y las prohibiciones nos ha
conducido a la permisividad. ¡Cuántos progenitores no se lamentan de no haber corregido a su
hijo a tiempo!
En consecuencia, no está de más que cuestionemos nuestros conceptos a propósito del niño y de
la educación:
• En nuestro fuero interior todos imaginamos al niño de nuestros sueños: un pequeño ser ideal,
dócil y gratificante, que hace la felicidad y el orgullo de sus padres. Ese niño no existe. El niño real
llora, hace pipí y a veces se enferma. En fin, a la vez que nos inquieta es motivo de satisfacción. Es
necesario desprenderse del ideal y aceptar al hijo real que, antes que nada, es otra persona.
• Hablamos de reproducción, hablamos de reproducirnos. Instintivamente, cada progenitor busca
en el niño que acaba de nacer rastros de semejanza consigo mismo. Pero, como lo dice Jacquard
en Elogio de la diferencia, se trata de un ser completamente diferente de todos los que lo han
precedido. Se trata de un ser original, único, distinto de nosotros. Sólo mediante la educación
iremos creando semejanzas y afinidades. Es absolutamente necesario que ayudemos al niño a
diferenciarse, a afirmarse en su yo de manera original. Se trata de celebrar la rica complejidad de
la humanidad, no su uniformidad.
Otra cuestión que conviene considerar con mayor lucidez es la que se refiere a las etapas del
desarrollo. A la luz de los descubrimientos basados en el psicoanálisis nos hemos habituado a
considerar la evolución del individuo como unasecuencia de etapas, lo cual se traduce en una
visión demasiado lineal. Tengamos presente, en primer lugar, que la evolución no ocurre de
manera aislada, sino en un contexto específico, es decir, en determinado ambiente familiar y en
una sociedad concreta. El enfoque sistémico, desarrollado durante los últimos 20 años, pone de
manifiesto que cada etapa del niño provoca inevitablemente una modificación en la comunicación
existente entre los progenitores; el ingreso a la escuela provoca en el pequeño el descubrimiento
de un mundo más amplio, donde existen otros adultos y otros niños de su misma edad.
Por lo que se refiere al adolescente, éste tiene la necesidad de afirmarse, de rechazar toda forma
de autoridad familiar con el fin de experimentar por sí mismo los valores; se siente inseguro ante
la sexualidad y ve su futuro profesional como una preocupación lejana. Toda esta problemática ha
de ser compartida por sus progenitores que también experimentan sus propias crisis. En efecto, a
estas alturas muchas parejas empiezan a contar el tiempo hacia atrás, a cuestionarse sobre su
femineidad o sobre su masculinidad, a preguntarse si deben abandonar ciertas ilusiones y a revisar
sus objetivos de vida, a experimentar pérdidas (muertes o separaciones). Esta superposición de
dos crisis, la de los padres y la de los hijos, es la que a mi juicio hace tan difícil la adolescencia.
Necesitamos aprender a reconocer y a manejar esas crisis familiares.
No debemos temer a las crisis como si sólo fueran portadoras de destrucción. Se entra en crisis
por estar sometido apresiones; al estallar, el caos resultante nos permite reorganizarnos en un
estado de equilibrio superior. Hay que considerar la crisis como una curación, como un ascenso de
nivel.
Si tenemos en cuenta las anteriores observaciones y estamos conscientes de la crisis innegable por
la que atraviesan los jóvenes, las familias y la sociedad en su conjunto, nos preguntaremos: ¿Qué
conviene hacer? ¿Habrá que regresar a los valores tradicionales?
Responderé con lo que sólo en apariencia es una paradoja: Sí y no. Veamos los siguientes
ejemplos:
• Como educadores, debemos ayudar a nuestros jóvenes y a sus progenitores a recuperar la
seguridad, la confianza y la calidez, contribuyendo a la consolidación de las estructuras y a la
definición de las reglas y los límites. La familia tiene que ser de nuevo el primer lugar de
pertenencia si lo que se quiere es favorecer el desarrollo del sentimiento de identidad.
• Lo que no debemos hacer es retroceder a un autoritarismo estrecho, anquilosado en preceptos
rígidos y sofocantes, donde la obediencia ciega y el miedo sustituyen a la comunicación. Los
papeles estereotipados en los que nos confinamos y pretendemos confinar a los jóvenes impiden
toda creatividad.
Para concluir, permítanme citar a Murielle Forest: “Ningún niño quiere que se le dirija ni que se le
controle, pero todos saben que necesitan ser educados. Todos los niños aman la libertad, pero
ninguno cuenta aún con la capacidad para ejercerla. Es en estos contextos en los que la autoridad
paterna adquiere su sentido: una autoridad al servicio de la formación de la identidad del niño, en
lugar de una autoridad al servicio del poder” (“Le Retour de la Familla”, Psychlogie Preventive,
núm. 20).
Esa identidad constituirá la plataforma desde la cual el joven diseñará su proyecto de vida. En
efecto, al finalizar la adolescencia, cuando se está a punto de terminar la educación media,
empieza a surgir la pregunta: “¿Qué voy a hacer de mi vida?” La familia entera se siente obligada a
tomar decisiones al respecto, pero sólo el adolescente es responsable de su elección.
Las vivencias del joven, el grado de madurez que ha alcanzado, el conocimiento de sí mismo y de
la realidad, su capacidad para aprovechar las oportunidades que el medio le ofrece, todos ellos
son factores que influyen en la toma de decisiones y en la orientación que seguirá su proyecto de
vida.
Tal vez el conocimiento de sí mismo sea el factor de mayor importancia parala construcción de ese
proyecto. En la medida en que tenga identificados sus recursos personales, sus debilidades y sus
fortalezas, le será mucho más fácil seguir el camino que conduce al desarrollo personal.
Le corresponde, pues, a los padres y a los educadores ayudar al joven a revisar, jerarquizar y
construir su proyecto de vida mediante una formación que le permita identificar, reforzar y
movilizar sus recursos (talentos, aptitudes y experiencias).
Los problemas, las crisis y los errores son oportunidades de aprender. Al experimentar,
mejoramos. Si mejoramos, podemossuperarnos y seguir adelante.
1. El adolescente debe ser tratado siempre con respeto. No es un hombre o una mujer a medias.
Es una persona capaz de pensar, de elegir y de tomar decisiones.
2. El adolescente tiene derecho a experimentar sus sentimientos y a expresarlos.
3. Es capaz de llevar a la práctica sus opiniones y de expresarlas; sin embargo, no debe atribuirles
el carácter de verdad absoluta, pues puede equivocarse. Por ello es oportuno que advierta con
claridad la diferencia entre su verdad y la verdad.
4. El adolescente tiene derecho a ser escuchado y tomado en cuenta. Es esencial que diga lo que
piensa y siente, que advierta que no es un don nadie, sino una persona que reflexiona, siente,
piensa y decide.
5. El adolescente puede y debe decidir su creencia. Nadie puede decidir por él en su fuero más
interno.
6. El adolescente tiene derecho a pedir lo que crea conveniente. Los demás, por supuesto, pueden
concederlo o negarlo sin que ello represente una frustración insuperable.
7. El adolescente ha de estar consciente de que va a cometer errores, y también debe saber que
ello no es una tragedia, sino una forma de crecer en la vida y de aprender a superar la frustración.
8. El adolescente debe amar y cuidar su propio cuerpo: alimentarlo correctamente, hacer ejercicio
físico, descansar, dominar sus impulsos, etcétera.
9. El adolescente tiene derecho a la intimidad. Tiene derecho a mantener sus secretos, a escribir
sus vivencias en diarios íntimos, a cultivar sus amistades sinque los padres interfieran con afán de
control absoluto.
10. El adolescente asumirá su responsabilidad en el momento de tomar decisiones, de
comportarse en cierta forma, de integrar su ideología y de expresar sus sentimientos.
El adolescente irá tomando conciencia de sus derechos a medida que evoluciona. Es necesario
dejarlo que aprenda a reflexionar, a decidir, a asumir las consecuencias de sus actos. El es la única
persona capaz de saber qué le conviene en cada instante. Es vital que aprenda a cuidar de sí
mismo, que tenga autoestima y que se valore. De no ser así, ¿cómo esperar que los demás lo
valoren?
PENSÁNDOLO BIEN…
• En una familia, todos han de mirar en la misma dirección: una dirección en la que inicialmente
figuran dos, luego tres, etcétera.
• Debemos educar a los hijos para el amor, que sólo se predica con el amor. Aquí, el fin y el medio
son una misma cosa.
• El amor debe expresarse mediante la bondad, procurando el bien del otro.
• Ser padre es ser ejemplo, responsabilidad, presencia en el hogar y respeto.
• El hijo que dialoga con sus padres recorre con mayor decisión el camino de la vida.
• Ser padre es tener la capacidad de seguir siendo joven a través de los hijos.
• Ser hijo es ser capaz de no provocar un envejecimiento prematuro en los padres.
• La juventud de nuestros hijos no debería hacernos sentir viejos, sino estimularnos a rejuvenecer
nuestro corazón.
• El joven debe aceptar su responsabilidad para la renovación y elprogreso de la sociedad actual.
• La inseguridad del joven proviene de la insatisfacción consigo mismo.
• Muchas veces, la “crisis de la adolescencia” es más un prejuicio por parte de los adultos que un
estadio por el que pasan los jóvenes.
• El adolescente vale por sí mismo, no porque se esté convirtiendo en adulto.
• No hagamos padecer al adolescente inquieto, nervioso y confuso un doloroso proceso de
enfrentamiento con la vida.
• No llamemos “hijo difícil” al adolescente que sólo busca ser él mismo y se resiste a ser sometido,
manipulado.
• Los adultos hablamos de la crisis de los adolescentes, los criticamos y los juzgamos, pero
olvidamos fácilmente que con nuestros comportamientos inmaduros hemos generado una buena
parte de esa crisis. ¿Acaso la sociedad de consumo no ha sido inventada y organizada por los
mayores? ¿No son los adultos los artífices de la publicidad, de las modas y de los más chabacanos
espectáculos?
• El adolescente no es ni un niño grande ni un adulto pequeño.
• La adolescencia es la etapa durante la cual el joven elabora su proyecto de vida; es la etapa de la
entrega total y desinteresada, es la etapa de los sueños. Respetémosla.
1. ¿Qué opinas del ambiente que prevalece en tu familia? ¿Te sientes oprimido, o libre y feliz?
2. ¿Qué tendrían que hacer los padres para acercarse a sus hijos y poder ayudarles mejor?
3. ¿Qué piensas de la orientación que te dan tus padres? ¿Está pasada de moda?
4. ¿Crees que tus padresconocen tu vida, tus ilusiones e inquietudes, o eres un desconocido para
ellos?
5. ¿Qué opinas de los adolescentes que consideran su hogar como una posada para dormir, una
fonda para comer y un banco para sacar dinero?
6. Menciona cinco tareas, valores o actitudes con las que enriqueces tu vida familiar.
7. Menciona cinco cosas o valores que recibes de tu familia. ¿Te consideras agradecido?
8. ¿Qué actitudes consideras acertadas de tu parte en el trato con tus padres?
9. ¿Qué actitudes consideras que tus padres deberían corregir para mejorar el ambiente familiar?
10. ¿Qué puedes aportar para que tu familia sea más feliz?
(Puesta en común con la participación de todo el grupo. Debate dirigido por un moderador.)
12
PADRES EN GUARDIA
Hay padres que sobrellevan con pánico la etapa adolescente de sus hijos: esperan “sufrirla” en vez
de “disfrutarla” (que sería lo correcto), y ello es porque se han dejado influir por el entorno, que
les ha pintado esa etapa como una “enfermedad que se cura con el tiempo”. Gran cantidad de
progenitores viven en tensión perpetua y en guardia, sofocando despiadadamente el más mínimo
intento de independencia por parte del chico o de la chica. Esos padres encaran la adolescencia
como un periodo de constantes enfrentamientos, de los cuales han de salir a toda costa
vencedores sin que importen las vejaciones y los sufrimientos infligidos al supuesto adversario.
Las dificultades que se presentan en larelación padres-hijos adolescentes no deben ser vistas
como algo necesariamente anómalo. De una u otra forma, en mayor o en menor cuantía, ellas
surgen prácticamente en todos los casos. Constituyen algo explicable y normal en relación con las
circunstancias. Entre los padres y sus hijos adolescentes existe una triple distancia (biológica,
psicológica y generacional) que explica por sí misma las deficiencias en la comunicación.
Lo que debe ser considerado una anomalía son los conflictos persistentes. Esta situación puede
prevenirse en la mayoría de los casos desde la infancia, y limarse durante la adolescencia
mediante una educación adecuada. La capacidad de adaptación del adolescente a su nueva
situación es directamente proporcional a la actitud de los padres.
Paradójicamente, en la época en la que los jóvenes pretenden alcanzar mayor independencia los
padres imponen mayor disciplina. En algunas ocasiones, esa disciplina llega a ser indiscriminada y
se ejerce sobre cosas sin importancia, descuidándola en las situaciones que de verdad la
requieren.
Una actitud que debe evitarse es pretender eliminar los factores que generan la inseguridad
ocupando el lugar del joven para resolver sus problemas. Toda ayuda innecesaria limita. Además,
aumenta la inseguridad, incapacita para afrontar la vida e impide aprender por experiencia propia.
Los hijos suelen rechazar esa actitud sobreprotectora.
Tampoco es correcto negarle al hijo todo tipo de ayuda, esperando que resuelva exclusivamente
con sus fuerzas los problemas que se lepresentan. Esta es una postura abandonista que genera,
sobre todo, un conflicto de carencia afectiva y fomenta, asimismo, la inseguridad. Si no se sienten
apoyados, los adolescentes no se sentirán amados.
Como siempre, hay que buscar el justo medio. Una actitud equilibrada buscará ayudar sólo en la
medida en que sea necesario. Una ayuda semejante será solicitada por el hijo, y no consistirá en
resolver el problema por él, sino en guiarlo e informarlo respetando su libertad personal.
Un dilema que ocasionalmente tendrán que afrontar los padres es el que consiste en encontrar la
manera de suscitar en los hijos la necesidad de recibir ayuda cuando así se crea conveniente, e
incluso cuando ellos no la soliciten. Otro dilema es el que surge cuando nos vemos obligados a
negarles una ayuda necesaria cuando son ellos quienes la solicitan. En este caso debemos evitar
dar la falsa impresión de que se les abandona.
Los adultos, por desgracia, hemos olvidado nuestra juventud. Los padres sólo podrán educar a los
adolescentes si se reeducan a sí mismos. En el momento en que entendemos a nuestro hijo
adolescente aflora el pujante material psíquico que guardábamos en el desván de los recuerdos, y
que quizá había permanecido reprimido.
Con base en una encuesta dirigida a los adolescentes (y elaborada por ellos mismos) sobre la
educación y la libertad en la familia, exponemos a continuación las siguientes acusaciones que los
hijos le dirigen a sus padres.
“¿Qué representan tus padres para ti? ¿Qué esperas de ellos?” La respuesta no se hace esperar:
“Que me quieran y que me quieran de verdad, pues si tratan de compensar con obsequios o
dinero el tiempo que no me brindan, es un amor demasiado pobre. Nuestro padre resulta
formidable para todo el mundo, excepto para nosotros. Todo le apasiona, todo lo motiva, todo,
excepto los hijos. La prueba fehaciente es que nunca está en casa.”
El problema de la incomprensión
Se debe comprender a los hijos: su timidez, sus complejos, susvacilaciones. “Limitan mi libertad,
me atosigan con prohibiciones, parece que mis padres nunca fueron jóvenes.”
A veces se sueña con el hijo ideal sin tener en cuenta las aptitudes y las limitaciones del h hijo real.
Es vital dejar a los chicos ser ellos mismos: que sean lo que pueden y lo que quieren ser. La madre
se debate en medio del ausentismo del padre y de la maraña de problemas del hijo.
En muchos hogares, todo el peso de la educación de los hijos recae sobre la madre. “Tengo la
impresión de que soy una viuda; a mis hijos los estoy educando yo sola.” La negligencia del padre
es producto de una incapacidad generada por un monstruoso egoísmo. Conozco un hogar donde
el padre y la madre trabajan. Cuando llegan a casa al anochecer, el padre se apoltrona ante el
televisor y rechaza a los hijos cuando éstos le quieren exponer sus pequeños problemas, sus
alegrías y sus tristezas, pues “está cansado”. Mientras tanto, la madre se dispone a preparar la
cena. Algunas veces el padre se siente inopinadamente jefe y toma todas las decisiones
importantes. Otras veces encuentra a su mujer más capacitada y trata de descargar sobre ella “los
conflictos de los niños”. Muchos padres, cuando se sienten aventajados por sus hijos en algunos
aspectos, temen perder su prestigio y adoptan posturas rivalizantes.
El problema de la confianza
Hoy, más que nunca, los hijos necesitan mantener una relación de confianza recíproca con sus
padres. La ausencia de éstos amenaza gravemente la comunicación en el hogar.Muchos padres
experimentan esta situación dolorosa: sus hijos adolescentes han perdido la confianza en sí
mismos y en ellos, y no saben cómo acercarse de nuevo a los chicos para ayudarlos a romper el
hielo. Es conveniente que el adulto realice un autoexamen lúcido con el fin de afrontar este
delicado problema.
Hay muchos padres que brindan una confianza desconfiada. Los hijos se desconciertan ante esas
posturas ambiguas, desprovistas de sinceridad y de tacto. Decía una muchacha: “No confían en
nosotros porque dudan de sí mismos.” No todos los padres se esfuerzan en conocer a fondo a sus
hijos. Algunas lecturas sobre la psicología de la adolescencia pueden ser útiles para emprender las
tareas formativas, pero de quienes más hay que aprender es de los propios hijos. Se quejaba un
muchacho: “Es difícil tener confianza en los padres, porque ellos desconfían de nosotros; quitan
por un lado lo que dan por el otro.”
La confianza restringida, lejos de estimular a los jóvenes los hace más desconfiados. A veces no es
fácil arriesgarse a tener una confianza total, pero merece la pena esforzarse por ella, pues sólo así
podremos conocer mejor a los hijos y ellos tendrán la oportunidad de demostrar que son dignos
de nuestras expectativas.
Los adolescentes tienen confianza en quien escucha sin juzgar, aconseja sin tomar partido y brinda
apoyo en los momentos difíciles. Esta no es una tarea sencilla, pero resulta indispensable si se
pretende ser buenos padres. Fiarse de los hijos significa ir delegando gradualmente en ellos las
responsabilidades. Ladesconfianza anula su incipiente personalidad y la torna desconfiada,
temerosa. La confianza y el amor son las fuerzas que están al servicio de un mismo fin, a saber: el
desarrollo armonioso de la persona. La confianza exige disponibilidad, sinceridad e intimidad.
Confiar en el adolescente es decirle siempre la verdad, no engañarlo jamás. El diálogo tiene que
entablarse desde la infancia y ser procurado por ambas partes, no imponerse.
A su vez, los educadores deben desconfiar de una formación que no lleve a esa aceptación mutua
y al nacimiento de la amistad y del amor.
Me preocupa, por supuesto, la actitud de no pocos padres que se acostumbran a no hacer caso de
los gritos de auxilio de sus hijos. Cuando surge alguna dificultad grave, tienen que lamentar el
haber llegado tarde. Reflexionemos un poco sobre este hecho.
Existen innumerables adolescentes que nunca escuchan de sus padres una palabra de interés, de
alivio, de cariño. Tal vez la forma en que expresan sus necesidades no siempre es fácil de
entender. Los padres no llegan a percibir el grito de socorro implícito en la perentoria necesidad
de llamar la atención.
Hay muchos adolescentes, aparentemente fríos y ausentes, que en su interior reclaman ser
tomados en cuenta, ser abrazados.
A veces me pongo a pensar que nuestro mundo está lleno de padres, pero de padres de hijos
huérfanos. Incluso algunos padres que están ahí, en el hogar, parece como si no estuvieran.
Atienden prioritariamente el periódico, la televisión, los negocios, el teléfono y a los amigos,
perose deshacen de los hijos, dejándolos instalados ante el televisor, o en su habitación, rodeados
de objetos materiales. Piensan que con proveer ese tipo de satisfactores ya han cumplido su
misión educadora. La falta de afecto familiar, provocada por ausencias repetidas y dolorosas
esperas, impele a los adolescentes a convivir con los amigos más horas de lo que es normal, y
también puede llevarlos a recurrir al alcohol o a la droga. Los jóvenes buscan fuera de su familia lo
que no encuentran en ella.
Observo a numerosos adolescentes:
¿Quiénes son los que no saben comunicarse? ¿Los padres o los adolescentes? El día en que los
padres y los educadores logren entender el lenguaje de los jóvenes, sus inquietudes y su
problemática existencial, ese día se reestablecerá la comunicación. “Los niños y los adolescentes
saben mucho más sobre sus padres y maestros de lo que imaginamos; lo han aprendido
observando lo que hacen y comprobando lo que dejan de hacer. Son nuestros jueces más severos
y sufren una gran desilusión cuando no cumplimos sus expectativas” (Alzola).
1. Que sus padres se interesen por ellos y los ayuden, aún cuando muchas veces manifiesten lo
contrario.
2. Que sus padres los escuchen y traten de comprenderlos. Quizá no estén de acuerdo con sus
ideas, pero el diálogo en sí mismo leproporciona bienestar emocional al joven.
3. Que sus padres les ofrezcan amor y aceptación. Los jóvenes saben de sobre que cometen
algunos errores, pero necesitan que sus padres, además de las reprimendas, les ofrezcan perdón,
cariño y aceptación.
4. Que confíen en ellos, para poder demostrarse a sí mismos y a sus padres que son capaces de
ejercer una libertad responsable.
5. Que se les confiera cierta autonomía en función de esa confianza. La autonomía es una facultad
que ha de irse desarrollando en el adolescente; si sus padres se oponen a ir dosificándola, la
maduración biológica proseguirá, pero no así la emocional.
Mucho se ha hablado acerca de las crisis de los adolescentes, pero apenas se mencionan las crisis
de los padres que tienen hijos adolescentes. Lo cierto es que muchos de los temores,
inseguridades y contradicciones que se manifiestan en la conducta del adolescente obedecen a la
actitud que adoptamos los mayores.
Es tanto lo que hemos escuchado sobre los peligros (reales o imaginarios) que acechan a esa etapa
de la vida, que en no pocas ocasiones nos alarmamos ante conductas o actitudes que, lejos de ser
una señal de alerta, son claros signos de maduración personal.
A veces la madre se siente molesta cuando el hijo o la hija, que antes disfrutaba siempre de las
actividades familiares, prefiere ahora salir con sus amigos o quedarse en casa escuchando música.
El padre puede sentirse rechazado cuando la hija responde a su ofrecimiento de llevarla a donde
va: “Gracias papá, no te molestes.Me voy caminando.”
El padre y la madre se preocupan cuando notan que el hijo se aísla, no quiere hablar de lo que le
sucede o explicar a qué obedece una baja calificación. También sienten que, sin razón aparente, el
hijo les ha perdido la confianza.
Resulta curioso que los padres de familia, habiendo vivido su adolescencia, se hayan olvidado de
ella. Pero si logran recordar los temores y la inseguridad que experimentaron en carne propia a
esa edad, aún cuando las circunstancias sean otras podrán comprender y apoyar a sus hijos de
mejor manera.
“Recordar o repetir” es, precisamente, la advertencia que formula la psicología profunda. Quien
no es capaz de recordar su pasado está condenado a repetirlo, pero también es verdad que quien
recuerda su pasado tiene la oportunidad de revivirlo. No toda vivencia es aleccionadora; sólo
cuando somos capaces de reflexionar sobre los hechos éstos se convierten en enriquecedora
experiencia. A partir de la acumulación de experiencias se va formando el criterio.
¿Por qué la mayoría de los adultos no conservamos recuerdos nítidos de nuestra adolescencia?
Seguramente porque pretendemos juzgarlos desde una perspectiva de adultos. Tal vez nos
resultan ridículos o, habiendo sido fuente de angustias, los hemos soterrado en la región oscura
del inconsciente: preferimos no recordarlos.
Por esta razón, de manera automática y sin razonar, los adultos repetimos algunas conductas
equivocadas frente a las conductas que consideramos equivocadas en nuestros hijos. Nos
desesperamos antesus contradicciones, somos intolerantes ante sus respuestas inusitadas,
incomprensivos frente a sus estados de ánimo fluctuantes; a veces minimizamos sus angustias, los
reprendemos acremente por sus fallas y tropiezos, ridiculizamos sus actitudes y negamos su
capacidad para crecer en libertad y en responsabilidad. Si recordáramos nuestra propia
adolescencia podríamos establecer cierta empatía y no nos dejaríamos llevar tan fácilmente por
las actitudes que han generado nuestras frustraciones.
La adolescencia no tiene que ser, ni para los padres ni para los hijos, una etapa necesariamente
dolorosa y conflictiva. Como en cualquier otra etapa de la vida, a veces surgirán conflictos o
reinará la melancolía, pero ello n significa que estos sucesos fortuitos se conviertan en la tónica
dominante. Y si bien los hijos pueden y deben colaborar para instaurar la armonía en las
relaciones, la mayor responsabilidad nos corresponde a los padres.
Actitudes equivocadas
No olvidemos que en todo tiempo y lugar ser padre es difícil. Pero cualquier dificultad puede
superarse con ideas claras y con un corazón bien puesto en su lugar.Muchas veces los padres
piensan que su trabajo de papá empieza y termina con traer el sustento a casa. Y como esto
resulta cada día más difícil, en esa obligación se invierte casi todo el tiempo. Si además agregan
unos toquecitos de “autoridad” para que los chicos no se desbanden, entonces todo está bien.
Sin embargo, los chicos escapan a su control y los padres no saben por qué. El papel de padre va
mucho más allá de proporcionar bienestar material. La verdadera seguridad se forja por medio del
cariño, del afecto.
Hay muchas formas de maltratar a un hijo. Además del maltrato físico (tragedia que a veces
también se cierne en algunos hogares), puede existir un maltrato emocional, cuyo resultado es
que los hijos se sientan menospreciados. Y entonces sucede que se les acusa, no se les corrige. La
corrección cree en un cambio, pero la acusación solamente recrimina, dando por hecho que el
cambio no es posible.
Ignorar la necesidad de amor, de ternura y de compañerismo que tienen nuestros hijos equivale a
un maltrato emocional agudo. ¿Cómo no buscar afuera aquello que, como el aire, nos es vital, y no
recibimos en el hogar? No hay riqueza ni pobreza, abundancia ni miseria que justifique la falta de
amor. Pero para querer hay que conocer, y para conocer hay que escuchar: en efecto, la charla y el
diálogo son pasos que conducen al amor.
También es necesario enseñar. No importa que nos equivoquemos (sobre todo si somos capaces
de recapacitar). Lo que no puede hacer un padre es borrarse, dejar inerme al hijo, sin ideas,
sinmetas, sin opiniones. Si dejamos que persista este vacío los jóvenes lo llenarán de cualquier
manera, con las ideas, las opiniones y las razones de otros que quizá estén más desorientados que
ellos mismos. De aquí que no trasmitir enseñanzas constituya también un maltrato emocional.
Pero tal vez la tarea más difícil de la misión de los padres es ser. Nadie puede proyectar lo que no
es. Si un padre no actúa de acuerdo con aquello que le predica a los demás (en particular a sus
propios hijos), les inflige entonces el maltrato emocional de la incoherencia.
Así pues, la mayor dificultad de ser padres tal vez consista en “aprobar” el examen de “ser
humano” delante de esa sangre nueva, fresca y pura, que son los niños y los jóvenes. Lo más
complicado no es “dar la vida”, sino “entregar la libertad” a los hijos. Esto sólo se consigue
mediante un correcto ejercicio de la autoridad (que es servicio), en procura de su crecimiento,
desarrollo y prestigio.
Aprendan los padres a dejar de hacer lo que están haciendo cuando su hijo se les acerque.
Dediquen buenos ratos a estar con ellos, no sólo físicamente presentes. Mírenlos, atiéndanlos,
escúchenlos y acójanlos. Apaguemos el televisor, tiremos el periódico al cesto, devolvamos el libro
al estante y contemplemos esa maravillosa joya que Dios ha puesto en nuestras manos: nuestros
hijos.
Los Hijos
Son los padres quienes han de desempeñar un papel fundamental en la educación de los hijos, y
es el seno familiar el lugar idóneo donde han de aprenderse las primeras pautas. Los hijos
reproducirán lo que vean; con el ejemplo adquirirán la práctica de hábitos sanos. En el hogar se
dan también los primeros pasos en el camino de la socialización.
Todos los miembros de la familia deben colaborar, en la medida de sus posibilidades, al bienestar
común.
Los hábitos de la limpieza y el orden son necesarios y ayudan a la convivencia si el espacio
habitable es reducido. Todos los miembros del hogar han de compartir responsabilidades en el
cuidado y el mantenimiento de la casa para que el proceso de aprendizaje de esos hábitos tenga
éxito.
Desde pequeños hay que enseñarles a los niños a guardar sus juguetes y a mantener su habitación
limpia y ordenada.
Desde pequeños ha que enseñarles a hacer su cama, primero con nuestra ayuda, después sin ella.
No importa que no quede “perfecta”.
La integración y la aceptación de las diferentes responsabilidades que se van presentando en el
seno familiar son el primer paso para la posterior incorporación a la sociedad.
En un hogar saturado de ruidos es difícil establecer una buena comunicación. Debemos inculcar el
valor de la música y el valor del silencio.
No mirar la televisión en la hora de la comida seguramente noshará disfrutar más de la misma y,
de paso, podremos conversar sin interferencias con los miembros de la familia.
Los medios de comunicación masiva (la televisión, la radio, el internet) son positivos cuando se
usan correctamente, para servirnos, pero pueden resultar contraproducentes cuando se
convierten en una obsesión. Por tanto, es conveniente dosificarlos, eligiendo junto con nuestros
hijos la programación que consideremos más conveniente. Permanecer frente al televisor durante
horas impide la realización de otras actividades más necesarias para el desarrollo integral de los
chicos, como son la lectura, el deporte, el arte, etcétera.
En particular, la práctica de cualquier deporte siempre es recomendable. Aparte de contribuir al
desarrollo armónico del cuerpo, los deportes en equipo cumplen una labor de socialización.
Dice el refrán: el mejor amigo, un libro. Aficionar a nuestros hijos a la lectura estimulará el
desarrollo de su imaginación y su creatividad, al tiempo que les servirá como fuente de
información.
Leámosles cuentos desde que son pequeños. Con ello estaremos facilitando el desarrollo de la
comprensión lectora y la visualización de las palabras mientras estrechamos con ellos los lazos
afectivos.
Cuando ya sean mayorcitos, la lectura de diarios y revistas con objeto de comentar con ellos las
diversas noticias del mundo les facilitará el conocimiento y la comprensión del entorno donde se
mueven, o sea, de la sociedad.
En cuanto a la alimentación, el niño tiene que se educado para comer de todo(dieta equilibrada) y
no desperdiciar la comida, fomentando así el sentido del ahorro y de la solidaridad.
La comunicación forma parte esencial de la convivencia familiar. Tenemos que propiciarla para
que ellos se nos acerquen con confianza y con la seguridad de que no vamos a esquivar sus
preguntas. No olvidemos que ellos tienen a sus amigos. Si acuden a nosotros es porque esperan
una opinión más sólida y más crítica, aunque sólo sea para discutirla.
Por lo que se refiere al dinero, debemos pagarles pequeñas sumas en compensación por algunas
tareas que les asignemos, de modo que aprendan a administrarse. El desembolso que hagamos
deberá ser proporcional al trabajo que hayan desempeñado.
En cuanto al tiempo libre, es importante que nuestros hijos ocupen sus ratos de ocio en algo que
los divierta y que a la vez contribuya a su formación: la lectura, el cine, el teatro, los deportes, las
excursiones, las visitas a museos, la participación en grupos juveniles y en talleres de arte para
jóvenes, etcétera.
En general, no debemos evitar tratar con ellos ningún tema, por difícil o trivial que éste
parezca:sexualidad, primer amor, amistades, consumo de tabaco y de alcohol, educación vial,
conducción de vehículos, etcétera.
Como lo podemos ver, todas las actividades mencionadas favorecen la comunicación familiar, la
sensación de pertenencia a la unidad básica de la sociedad. La comunicación con nuestros hijos no
tiene por qué interrumpirse al llegar la adolescencia. Es en el marco familiar donde nuestros hijos
tienen que aprender a discutir y a ser tolerantes, a superar las frustraciones.
En el caso de que así sea necesario, los padres tenemos la obligación de acudir a escuelas para
padres o a charlas y conferencias, actualizando nuestros conocimientos acerca de la adolescencia
con el fin de comprender mejor a nuestros hijos.
También es conveniente colaborar con el colegio a través de las asociaciones de padres, del
consejo escolar, o mediante reuniones con los responsables de la educación escolar de nuestros
hijos.
Esta serie de medidas no pretenden erigirse en dogmas; constituyen más bien una orientación, un
mero punto de referencia. No se trata de obtener el título de padres modelos ni de crear hijos
perfectos, sino de aprender a vivir juntos en armonía física, social, espiritual y moral.
Ya hemos visto que una educación autoritaria tiene como consecuencia la rebeldía o una actitud
de confinamiento en la represión por parte de los hijos. También hemos analizado cómo una
educación paternalista produce ansiedad y vacilación tanto en los padres como en los hijos.
¿Cómo educarlos entonces?Durante mucho tiempo, la idea de autoridad fue confundida con la de
poder. Muchos padres pensaban que su función equivalía a “imponer su autoridad”, es decir, a
conseguir que los hijos acataran sus decisiones sin la menor queja y obedecieran al instante, como
autómatas.
Cuando la experiencia demuestra que una actitud o una actuación es errónea, parece que lo más
fácil es optar por el extremo opuesto. En los años 50 se alzó la voz del doctor Spock, afirmando
que los niños no debían ser contrariados para no traumatizarlos. No tardaron en hacerse patentes
los estragos producidos por esta mentalidad permisiva, que obligaba a los padres a eludir gran
parte de por esta mentalidad permisiva, que obligaba a los padres a eludir gran parte de sus
responsabilidades y dejaba a los niños en una situación de desamparo. El doctor Spock tuvo la
valentía de reconocer públicamente que se había equivocado, y les aconsejó a los padres que
actuaran con serenidad, pero con energía.
Actuar con autoridad al educar, para los hijos equivale a manifestar que poseemos las cualidades
necesarias para ello. Para que un niño pueda recibir educación resulta indispensable desarrollar
previamente en él el sentimiento de seguridad. Si el pequeño no encuentra en su medio familiar
esa firmeza, más tarde se sentirá perdido en un mundo complejo y adverso. Al carecer de la
experiencia que le permita situarse correctamente en la realidad, difícilmente alcanzará la
madurez emocional.
Los padres no pueden ignorar que el adolescente:
Lo contrario del autoritarismo es la flexibilidad: saber hablar, saber escuchar a los hijos, darles
razones conforme a su capacidad. Escribe Gustavo Thibon:
Es conveniente explicar los motivos de sanción, pero se necesita también a veces castigar cosas
que todavía no se pueden comprender. El niño obedecerá primero y después comprenderá
también el motivo. Así educa la fuerza de las cosas. Cuando el niño toca el fuego, ¿comprende por
qué se quema? Quita primero la mano y no la vuelve a poner, queda por esto predispuesto para la
neurosis del fracaso. Como el temor a Dios, el choque con la experiencia férrea de la necesidad es
el inicio de la sabiduría.
Tanto el autoritarismo como el paternalismo van en contra de la libertad de los hijos, no sólo
porque anulan su voluntad, sino también porque les impide ejercitarla y aprender a asumir la
responsabilidad correspondiente.
Por eso, muchas veces el origen de esas posturas erróneas de los padres está en la comodidad o
en el miedo: es más fácil dictar una orden tajante que explicar sus motivos; es más fácil hacer uno
mismo las cosas que enseñar a hacerlas.
Y es que, precisamente, la autoridad se refuerza mediante la participación. La autoridad trata de
convencer, de comprobar la validez de su postura ante la verdad que se ha descubierto y que
parece imprescindible. La autoridad recurre al diálogo como un medio que propicia la libertad y el
compromiso de cada cual con la verdad.
¿Cómo alcanzar ese punto de equilibrio, esa comprensión, esa fortaleza? Por el camino de la
confianza en los hijos y del afecto al que todos los niños responden. Ejercer la autoridad constituye
todo un programa al que los padres deberán apegarse a la hora de diseñar y poner en obra su
tarea educadora. Decía un gran sacerdote:
Aconsejo siempre a los padres que sean padres de sus hijos. Hoy corren las ideas de hacerse
amigos de sus hijos.No comparto esa tendencia. Los padres no deben olvidar que son padres. No
se trata de ser colegas. El ser padre es la tarea fundamental. Se puede armonizar perfectamente la
autoridad paterna que la misma educación requiere con un sentimiento de amistad, que exige
ponerse de alguna manera al mismo nivel de los hijos. Los chicos –aún los que parecen más
díscolos y despegados- desean siempre ese acercamiento, esa fraternidad con sus padres. La clave
suele estar en la confianza: que los padres sepan educar en un clima de familiaridad, que no se
den jamás la impresión de que desconfían, que den libertad y que enseñen a administrarla con
responsabilidad personal. Es preferible que se dejen engañar alguna vez: la confianza que se pone
en los hijos hace que ellos mismos se avergüencen de haber abusado, y se corrijan; en cambio, si
no tienen libertad, si ven que no se confía en ellos, se sentirán movidos a engañar siempre.
Resulta sumamente conveniente tener en cuenta los intereses, las motivaciones y las experiencias
característicos de la adolescencia para evitar dar una formación desconectada de la vida real. De
este modo se facilitará la maduración progresiva de su fe.
Sin embargo, y puesto que los intereses de los chicos no coinciden exactamente con sus
necesidades ni las agotan, será oportuno tener en cuenta la doctrina católica para evitar el riesgo
de mutilar la dimensión trascendente de la persona.
• La sinceridad es un medio indispensable para que puedan llevar una vida auténtica. Esa cualidad
se adquiere mediante el conocimiento y la aceptación de sí mismos, incluyendo sus limitaciones.
• La reciedumbre y la fortaleza los ayudarán a ser personas sobrias, templadas; a ejercer su
señorío y dominio en el uso de las cosas.
• La actitud de colaboración y de servicio hacia los demás ha de ser uno de los objetivos esenciales
al que apunte su capacidad de ilusión y de entrega.
2. Forjar la personalidad. Esta edad es un momento decisivo para edificar una personalidad
auténtica, así como también constituye la ocasión propicia para ceder a formas desorganizadas de
vida. Por ello:
• Deberá orientarse a los jóvenes de modo que no cifren la personalidad en las meras apariencias,
sino en valores profundos.
• Se les debe orientar igualmente en la adquisición de discernimiento y de criterios personales.
4. Enseñar el valor del trabajo. Debido a que en esta etapa los adolescentes ya han adquirido una
mayor capacidad de trabajo individual y de organización de su tiempo, es oportuno orientarlos y
ayudarlos para que la desarrollen con seriedad, perseverancia, orden, espíritu de servicio,
etcétera.
6. Los padres le deben ofrecer siempre al adolescente tanto los privilegios como las
responsabilidades que les corresponden a este último.
7. Por último, es importante ejercer control sobre el chico, pero el apoyo emocional incondicional
nunca deberá faltar.
1. Antes de hablar, escuchemos a nuestros hijos con atención. Su mundo nos interesa.
2. No nos fijemos sólo en lo que dice, sino en cómo lo dice. Eltono de voz, la expresión del rostro y
la postura corporal son a veces más expresivos que las palabras.
3. No les dirijamos palabras airadas; éstas no producen ningún efecto positivo y, en cambio,
pueden hacer mucho daño.
4. Dialoguemos con nuestros hijos a profundidad; que no sólo nos interese lo que hacen y a dónde
van, sino también sus dudas, sus temores, sus anhelos y sus insatisfacciones.
5. No nos alarmemos si nuestros hijos hablan poco. Es propio de esta edad y no significa nada
personal contra los padres.
6. Reconozcamos sus méritos y cualidades con palabras de aprecio; esto les hará darse cuenta de
que estamos con ellos.
7. No insistamos reiteradamente en la misma idea una vez que la hemos expuesto con claridad. Al
repetirla una y otra vez pierde fuerza y provoca frustración en los jóvenes.
8. Evitemos las expresiones que impiden la comunicación (“¿Cómo estuvo el viaje?”), y utilicemos
aquellas que la facilitan (“Cuéntame lo que más te ha gustado del viaje”).
9. Con cariño, advirtámosles acerca de las consecuencias que pueden acarrear ciertos
comportamientos. Si, de todos modos, incurren en ellos y se convierten en víctimas de su propia
conducta, nunca hay que decirles “Te lo dije”, pues ya lo saben.
10. Cuando sea preciso, no tengamos reparo en aceptar y reconocer nuestros errores; además,
pidámosles una disculpa por ellos.
“El Mundo de los Adolescentes,” Izquierdo Moreno Ciriaco, Ed. Trillas, México, 2003.