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Jane Jacobs.

Muerte y vida de las grandes ciudades.

Florencia Vázquez Arellano

“Este libro es un ataque contra las teorías más usuales sobre urbanización y reconstrucción de
ciudades,…” advertencia insólita. Publicado en 1961, sigue siendo una fuente de ideas sobre
diversos aspectos que actúan y rigen en una ciudad, desde la economía, seguridad, hábitat, tráfico,
planificación.

De acuerdo a su experiencia, atención, sensibilidad, perspicacia, abierta a la observación y marcada


por el amor con la ciudad de Nueva York, contrastando con pequeños análisis de otras ciudades,
hace reflexiones sobre la experiencia vivida en la realidad cotidiana, desde distintas escalas de la
ciudad; como calle, barrio, distrito, sus límites y fronteras, parques y vacíos, comunicaciones, etc., y
el análisis y prueba detallada del fracaso, en la acción de políticos, planificadores y arquitectos.

“Muerte y vida de las grandes ciudades” estudia, en una primera parte, cómo funcionan las ciudades
a una escala microscópica para extraer lecciones de cara a su planificación urbanística.

La única garantía de éxito de nuestros barrios y ciudades es el fomento de la diversidad de usos.


Mezcla de usos primarios: oficinas, vivienda, cultura, ocio, parques… como una de las claves para
que los barrios sean ricos en actividad y no acaben declinando. Junto a ello, aboga por la densidad.
Jacobs se detiene en explicar que en los barrios que no son lo suficientemente densos, los
pequeños comercios difícilmente pueden florecer, y que sin ellos, las aceras se desertizan y,
finalmente, sin gente en las aceras, se convierten en inseguros, y con ello la vida de sus habitantes,
de casa al coche, del coche a casa, se empobrece.

Me permitiré reproducir algunos párrafos, que llamaron mi atención.


“Una calle agradable tiene siempre usuarios y mirones. El año pasado estuve en una
calle de esas, en el Lover East Side de Manhattan, mientras esperaba un autobús. Apenas llevaba
un
minuto, tiempo insuficiente para tomar conciencia de la actividad de la calle, sus viandantes, niños
y ociosos de las ventanas, cuando atrajo mi atención una mujer que abría una ventana situada en
el tercer piso del edificio de enfrente y empezó a gritarme. Cuando yo me percaté de que deseaba
llamar mi atención y respondí, ella me gritó: ¡Los sábados no pasa ningún autobús por aquí!.
Después, alternando los ritos con los gestos, me indicó la esquina.” Es así cuando uno se da cuenta
que un espacio que se puede observar, conocer, y sentir, hace que se haga propio un espacio, y por
ende sea agradable.

Jane Jacobs, logró entender la ciudad, porque la recorrió y la vivió. ¿Nosotros realmente conocemos
nuestra ciudad?

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