Está en la página 1de 206

Biblioteca 13

de teología
Herbert
Vorgrimler

Teología
mm
sacramentos

Herder
BIBLIOTECA DE TEOLOGÍA HERBERT VORGRIMLER
PANORAMA ACTUAL DEL PENSAMIENTO CRISTIANO

13

TEOLOGÍA DE LOS SACRAMENTOS TEOLOGÍA


Por HERBERT VORGRIMLER
DE LOS
SACRAMENTOS

BARCELONA
EDITORIAL HERDER BARCELONA
1989 EDITORIAL HERDER
1989
Versión castellana de MARCIANO VILLANUEVA, de la obra de
HERBERT VORGRIMLER, Sakramententheologie,
Patmos Verlag, Dusseldorf 1987

A
Erich Zenger

© 1987 Patmos Verlag, Dusseldorf

© 1989 Editorial Herder S.A., Barcelona

Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, el almacenamiento en


sistema informático y la transmisión en cualquier forma o medio: electrónico,
mecánico, por fotocopia, por registro o por otros medios, sin el permiso previo y
por escrito de los titulares del Copyrigth

ISBN 84-254-1651-5

ESPROPIEDAD DEPÓSITO LEGAL: B. 20 284-1989 PRINTEDIN SPAIN

GRAFESA - Ñapóles, 249 - 08013 Barcelona


índice

Abreviaturas 11

Introducción 13

Presupuestos teológicos de la teología de los sacramen-


tos 18
1. Experiencias divinas y revelación de Dios 18
2. La imagen y los símbolos de Dios 22
3. El «principio sacramental» en la tradición judía y cris-
tiana 27
4. Teología cristiana, «sacramentos viejotestamen-
tarios» y «sacramentos naturales» 30
5. Presupuestos cristológicos, pneumatológicos y trinita-
rios 33

Ubicación de los sacramentos 38


1. Los sacramentos como liturgia de la Iglesia 38
2. El sujeto de la liturgia de la Iglesia 42
3. La presencia de Jesucristo en la liturgia 44

La economía sacramental de la salvación 47


1. La creación y la elección como sacramento 49
2. Jesucristo como sacramento originario 51
3. La Iglesia como sacramento fundamental 54
4. Los sacramentos concretos como actualizaciones del
sacramento fundamental 63

Los sacramentos en general 67


v
1. El concepto general de sacramento 67
2. Apuntes históricos para una teología general de los
sacramentos . 71
4.2.1. El Nuevo Testamento 71 8.2.1. Los relatos de la cena 180
4.2.2. Los padres de la Iglesia 74 8.2.2. Otros textos neotestamentarios 187
4.2.3. Laedadmedia 77 8.2.3. Resumen y problemas 189
4.2.4. La teología sacramental de los reformadores 83 8.3. Forma fundamental y concepto de la eucaristía 194
4.2.5. La doctrina oficial de la Iglesia sobre los sacramentos 86 8.3.1. La forma litúrgica fundamental 194
4.2.6. La teología sacramental después de Trento 91 8.3.2. El concepto de la eucaristía 199
4.3. Estructura y límites de la teología general de los sa- 8.4. Etapas y documentación histórica 200
cramentos y de la doctrina sobre cada uno de ellos . 96 8.4.1. La evolución de la teología eucarística 200
8.4.2. Concentración en la presencia real 204
5. Elementos básicos de una teología general de los sa- 8.4.3. La teología escolástica acerca de la eucaristía 209
cramentos 99 8.4.4. La doctrina reformista sobre la cena 214
5.1. Las acciones litúrgicas simbólicas como mediación de 8.4.5. La presencia real 217
la presencia de Dios 99 8.4.6. El sacrificio de la misa 225
5.1.1. La eficacia del acontecimiento simbólico 99 8.4.7. Eucaristía y sacerdocio ministerial 234
5.1.2. Jesucristo, origen de los sacramentos 105 8.4.8. El concilio Vaticano II 240
5.1.3. El número septenario y la desigualdad de los sacra- 8.4.9. Lacomunión 243
mentos 108 8.5. La renovación déla teología eucarística 248
5.2. El sacramento como acontecimiento de la palabra de Bibliografía vi 252
Dios 110
5.3. Sacramento, oración y seguimiento 112 9. El sacramento de la penitencia 257
5.4. Sacramentos de la fe 116 9.1. Cuestiones teológicas preliminares 257
5.5. El sacramento como mediación de la gracia divina .... 122 9.2. Formas del perdón 261
5.6. Los sacramentos y el tiempo 126 9.3. Fundamentos bíblicos 264
5.7. Sacramentos de la Iglesia 128 9.4. Historia del sacramento de la penitencia 266
Bibliografía i 131 9.5. Documentación eclesial 271
Bibliografía n 136 9.6. Resumen 282
9.7. Las indulgencias 283
6. El bautismo 138 Bibliografía vu 286
6.1. Fundamentos bíblicos 138
6.2. El rito de iniciación 144 10. La unción de los enfermos 289
6.3. Datos históricos 147 10.1. Fundamentos bíblicos 289
6.4. El bautismo de los niños 151 10.2. La historia de la unción de los enfermos 292
6.5. Perspectivas ecuménicas 156 10.3. Documentación eclesiástica 295
6.6. Resumen 157 10.4. Resumen 300
Bibliografía m 158 Bibliografía vm 302
Bibliografía iv 159
11. El sacramento del orden 303
11.1. Introducción 303
7. La confirmación 161
11.2. El origen del ministerio eclesial 309
7.1. Fundamentos bíblicos 161
11.2.1. Datos bíblicos 309
7.2. Documentación histórica 164
11.2.2. La configuración postbíblica 318
7.3. Resumen 170
11.3. Evolución de la doctrina sobre el sacramento del or-
Bibliografía v 172
den 324
11.3.1. Desde la antigüedad a la escolástica 324
8. La eucaristía 173
11.3.2. Documentación histórica 327
8.1. Introducción 173
11.3.3. El concilio Vaticano n y el nuevo Código de derecho
8.2. Fundamentos bíblicos 180
canónico 333

8 9
11.4. El sacramento del orden: Aspectos sistemáticos 340
11.4.1. Elobispo 340
11.4.2. Elpresbítero 343
11.4.3 Eldiácono 345 Abreviaturas
11.4.4. La ordenación de mujeres 346
11.5. El diálogo ecuménico 350
11.5.1. La perspectiva de las Iglesias orientales 350
11.5.2. Un consenso mínimo 353
11.5.3. Cuestiones pendientes 354
Bibliografía ix 355

12. El sacramento del matrimonio 360


12.1. Introducción 360
12.2. Fundamentos bíblicos 364
12.2.1. El Antiguo Testamento 364
12.2.2. Jesús y la tradición de Jesús 366 AA Véase Vaticano n.
12.2.3. Pablo y la carta a los Efesios 368 AAS «Acta Apostolicae Sedis» (declaraciones oficiales de
12.2.4. Otras declaraciones 370 los papas y de las autoridades vaticanas).
12.3. Documentación histórica 371 CIC Código de derecho canónico, Católica (BAC MINOR
12.3.1. La evolución de la teología, de la liturgia y del dere- 66), Madrid 121984 (edición bilingüe latino-castella-
cho matrimonial 371 na).
12.3.2. Declaraciones doctrinales anteriores al Vaticano n .... 377 COD Conciliorum oecumenicorum decreta, ed. preparada
12.3.3. El concilio Vaticano n y el nuevo Código de derecho por el Centro di documentazione de Bolonia, bajo la
canónico 383 dir. de G. Alberigo, Roma 1962ss.
12.4. Síntesis de la teología del matrimonio 393 DCT P- Eicher (dir.), Diccionario de conceptos teológicos,
Bibliografía x 396 2 vols., Herder, Barcelona 1989.
DS H. Denzinger-A. Schónmetzer, Enchiridion symbo-
13. Los sacramentales 399 lorum, definüionum tí declarationum de rebus fidei et
Bibliografía xi 404 morum, Herder, Barcelona 361976 (los textos se citan
por los números marginales).
índice de nombres 405 £>z E. Denzinger, El magisterio de la Iglesia, Herder,
Barcelona 31963 (los textos se citan por los números
marginales).
£KL E. Fahlbusch (dir.), Evangelisches Kirchenlexikon,
Gotinga 31986ss (ed. revisada).
Escritos K. Rahner, Escritos de teología, 7 vols., Taurus, Ma-
drid 1961-1969 (véase abreviatura Schriften).
Finkenzeller J. Finkenzeller, Die Lehre von den Sakramenten in
allgemeinen, I. Von der Schrift bis zur Scholastik;
II. Von der Reformation bis zur Gegenwart, Friburgo
1980-1982.
QE Véase Vaticano H.
Qg Véase Vaticano n.
j^KR J. Listl - H. Müller - H. Schmitz (dirs.), Handbuch
des katholischen Kirchenrechts, Ratisbona 1983.
LQ Véase Vaticano n.

11
10
LThK J. Hofer - K. Rahner (dirs.), Lexikon für Theologie
und Kirche, Friburgo 21957-1965.
MS J. Feiner - M. Lóhrer (dirs.), Mysterium Salutis.
Grundriss heilsgeschichtlicher Dogmatik, Einsiedeln- Introducción
Zurich-Colonia 1965-1981 (trad. cast., Mysterium Sa-
lutis. Manual de teología como historia de la salva-
ción, Cristiandad, Madrid 1969ss).
OE Véase Vaticano n.
PL Migne, Patrología latina.
PO Véase Vaticano n.
SC Véase Vaticano n.
Schriften K. Rahner, Schriften zur Theologie, Einsiedeln-Zu-
rich-Colonia 1954-1984 (véase abreviatura Escritos).
ThWNT G. Kittel - G. Friedrich (dirs.), Theologisches Wórter-
buch zum Neuen Testament, Stuttgart 1933-1973.
TRE G. Krause - G. Müller (dirs.), Theologische Realen-
zyklopadie, Berlín-Nueva York 1976ss. En las discusiones teológicas y en las publicaciones
UR Véase Vaticano n. que se ocupan de temas sacramentales se obtiene no
Vaticano II Concilio Vaticano II, Constituciones. Decretos. Decla-
raciones, Católica (BAC 252), Madrid 1965. Los do-
raras veces la impresión de que ni la mentalidad ni la
cumentos conciliares citados según esta edición bilin- sensibilidad contemporáneas se sienten particularmente
güe latino-castellana son, por orden alfabético: atraídas por los sacramentos. Como razones de por qué
AA = decreto Apostolicam actuositatem. las acciones sacramentales deben resultar por fuerza
GE = declaración Gravissimum educationis. ajenas y distantes se indica que son numerosas las perso-
GS = constitución pastoral Gaudium et spes.
LG = constitución dogmática Lumen gentium. nas que se concentran en lo que es científica y técni-
OE = decreto Orientalium Ecclesiarum. camente experimentable y factible y que «la religión es
PO = decreto Presbyterorum ordinis. un elemento extraño» al mundo actual. Estas objeciones
SC = constitución Sacrosanctum Concilium. se aplican no sólo al estricto ámbito sacramental sino
UR = decreto Unitatis redintegratio.
también, y más allá del marco eclesial, a la fe cristiana
Nota: En esta lista no aparecen las abreviaturas con que se citan los
en su conjunto. Pero tampoco debe olvidarse que tam-
libros bíblicos y las obras de los teólogos clásicos (Agustín, Tomás de bién entre los cristianos son muchos los que sienten es-
Aquino, etc.) por considerarlas innecesarias. caso interés por los sacramentos. Se sitúa -y muy acer-
tadamente- a los sacramentos en el campo de los símbo-
los. Hay cristianos que consideran tales acciones sacra-
mentales un cómodo sustitutivo de la dura praxis
cristiana. No pocas veces se exterioriza la sospecha de
que hay círculos peculiares dentro del espacio intraecle-
sial que, al insistir tanto en los sacramentos, lo que ha-
cen, en realidad, es sustraerse a un cristianismo de obras
y de testimonio convincente ante el mundo. Al reducir
los sacramentos a la práctica de una serie de acciones
prescritas de antemano, se les ha privado forzosamente

12 13
de aquella expresión espontánea y creadora que hoy día La teología se ocupa cada vez más de la «zona neu-
anhelan muchas personas; la impresión de unos pro- tra», de la explanada en la que se perfilan las posibilida-
cesos mecánicos siempre iguales estaría, así, en contra- des para una comprensión nueva de los sacramentos.
dicción con las esperadas e insospechadas experiencias Busca, por ejemplo, trazar vías de acceso antropológicas
de la fe. En consecuencia, una buena parte de la actual para captar el sentido de las acciones simbólicas3. Presta
crítica a la Iglesia se convierte en una crítica a los sacra- también atención a las estructuras de la percepción y de
mentos. la comunicación exterior e interior. Ha convertido en
Bajo el influjo de la formación teológica ha surgido uno de sus temas de estudio la función indispensable de
en diferentes lugares una conciencia histórica crítica, la corporeidad humana en toda forma de comunicación.
que ha sido aplicada, como rigurosa norma, al estudio Clasifica los sacramentos en categorías que son también
del origen y de la práctica de los sacramentos. A una con accesibles a otras ciencias, como por ejemplo el lengua-
la irrenunciable referencia al Jesús histórico, se tiene je, o la realidad del símbolo (en especial el dato del
también clara conciencia de que es sumamente improba- símbolo real). El diálogo ecuménico entre las Iglesias
ble que haya sido el mismo Jesús quien ha «fundado» o (todavía) separadas tiene particular aplicación al campo
instituido los sacramentos. En la acuñación práctica de de los problemas relativos a los sacramentos y ha permi-
algunos de ellos se percibe nítidamente la huella de fuer- tido destacar ya varias coincidencias y puntos de vista
tes intereses eclesiásticos, no siempre de índole reli- compartidos (respecto, por ejemplo, de la relación entre
giosa. Se da a menudo con excesiva facilidad el paso de palabra y sacramento).
lo «históricamente condicionado» a lo «insignificante» o No es posible describir adecuadamente en un manual
carente de importancia. estas dos realidades, es decir, el rechazo, por un lado, y
Ahora bien, las informaciones que hablan de estas y la nueva atención, por el otro, dedicada al ámbito de los
de otras dificultades parecidas para expresar las actuales sacramentos. Tampoco querría, por lo demás, demorar-
experiencias humanas a través de la fe de la Iglesia se me por más tiempo en la «zona neutra» con la intención
ven enfrentadas con otros testimonios. Hay toda una de hacer aceptables los sacramentos a partir de estructu-
poderosa corriente de literatura esotérica que manifiesta ras y acontecimientos que se dan también en el universo
una búsqueda de lo extraño, de lo hostil a la técnica y humano. Pero los sacramentos tampoco deben aparecer
también, y plenamente, de lo religioso. Existen numero- en nuestro campo de visión algo así como «de derecho
sas iniciativas para la realización del encuentro y de la positivo», como fundaciones o instituciones aisladas de
comunión-comunicación humana que incluyen también Dios en Jesucristo, que, en el marco de los restantes
una especie de nuevos gestos rituales 1 . La comunicación contenidos de la fe y de la teología, podrían causar el
en el ámbito religioso se ha hecho más viva, busca efecto de cuerpos extraños. Querría, más bien, partir de
nuevos medios de expresión y somete a nueva prueba las la idea de que el trato y relación de Dios con los hom-
antiguas posibilidades. Son varias las ciencias que se de- bres no puede ser sino «sacramental». Las estructuras y
dican al estudio de los símbolos y la investigación simbó- acontecimientos sacramentales caracterizan, ya desde
lica muestra una línea ascendente 2 .
religiones, la antropología cultural, el análisis de la conducta, la teoría de la comunicación, la
1. Cf. F.-J. Nocke, Wort und Geste, Munich 1985, 11-58; U. KUhn, Sakramenle, Gutersloh informática, etc. Cf. también infra 5.1.
1985. 197ss. 3. Son felices ejemplos de ello las vías de acceso a la teología de los sacramentos de
2. Así, por ejemplo, entre otras, la psicología profunda, el psicoanálisis, la ciencia de las Th. Schneider y F.-J. Nocke.

14 15
los orígenes, la historia de Dios con los hombres. Es teologías de los sacramentos publicadas en alemán no
decir, desde que el hombre existe, estas estructuras y proporcionen ninguna información sobre bibliografía en
estos acontecimientos impregnan todos los ámbitos de lenguas extranjeras.
una teología que tiene una estructura histórico-salvífica. Un seminario superior conjunto con el evangélico
Pero esta concepción sacramental no se produce por sí Martin Resé, especialista en temas neotestamentarios,
sola; es eficaz únicamente cuando desciframos la reali- sobre los textos de Lima, enfrentó una y otra vez a los
dad a partir de lo que llamamos revelación. Dicho de participantes católicos -aunque siempre en el marco de
otro modo: la fe es uno de los presupuestos irrenuncia- una atmósfera cordial y amistosa- con la inflexible pre-
bles de una teología sacramental. Y esta fe tiene, a su gunta: ¿Cómo os protege vuestra concepción de los sa-
vez, en su acuñación eclesial y en su expresión litúrgica, cramentos de la acusación de que pretendéis disponer de
una estructuración dialógica. la gracia de Dios? Esta pregunta planea constantemente
Intentaré, pues, mostrar, en primer término los pre- sobre las páginas de esta obra. Si tuviera que aplicar un
supuestos de fe en que se apoya la teología sacramental calificativo a la teología de los sacramentos que en ella
y cómo se insertan en el cuerpo total de la teología. se expone, me atrevería a decir que es una teología
Seguirán a continuación algunas breves aclaraciones ecuménica y -también respecto del judaismo- abierta y
del concepto de sacramento y de su historia, las afir- dispuesta al diálogo, una teología que se entiende como
maciones de la tradición eclesial respecto de los sacra- íeo/óg/co-litúrgica y que intenta fundamentarse en la
mentos en general y los rasgos básicos de una teología mística de Jesús.
de los sacramentos. Dedico este libro a mi amigo y colega Erich Zenger.
Se expondrán después las explicaciones teológicas a Le debo gratitud por varios motivos: porque es un maes-
cada uno de los siete sacramentos de la Iglesia católica tro en el arte de explorar el Antiguo Testamento como
(incluidas algunas materias emparentadas con ellos, co- libro de la vida; porque es motor infatigable del diálogo
mo las indulgencias y los sacramentales). judeocristiano, y porque he recibido de él ayudas muy
Séame permitido poner fin a esta introducción con concretas e inapreciables.
algunas observaciones personales. Para la elaboración
de esta teología de los sacramentos no he recabado Münster, Año Nuevo de 1987 Herbert Vorgrimler
ayudas, porque ante una inhabitual acumulación de tra-
bajo -simultánea atención a dos cátedras y, ya en el
tercer año, las tareas del decanato de la Facultad- me vi
en la precisión de encomendar a mis colaboradoras y
colaboradores otros cometidos. En consecuencia, la bi-
bliografía que he recopilado y seleccionado no tiene pre-
tensiones de exhaustividad. Aun así, estoy seguro de
que a los interesados en profundizar en temas concretos
les servirán de ayuda estos resúmenes bibliográficos.
Tuve especial interés en mantenerme en contacto, en la
medida de lo posible, con la teología no alemana y no
considero beneficioso el hecho de que las recientes

16 17
del hombre como fruto de la bondad de Dios que se
difunde y a los hombres como socios y compañeros que
1. Presupuestos teológicos Dios se ha procurado para entablar una relación amisto-
de la teología de los sa y confiada. Pero, si Dios quiere manifestarse desde sí
sacramentos mismo a los hombres, necesita -en razón de la imposi-
bilidad de establecer una comunicación inmediata- una
intermediación para llegar hasta la capacidad de recep-
ción humana. En este punto, la concepción judía acudió
a la idea de que Dios -permaneciendo siempre en sí y
cabe sí- puede comunicarse de una doble manera: me-
diante su palabra y mediante la «morada» o «presencia»
(sekinah) espiritual 2 . Hasta donde nos es posible anali-
zar y decir algo sobre los procesos en los que Dios se
1.1. Experiencias divinas y revelación de Dios deja percibir (se «revela»), podemos afirmar lo siguien-
te: a los hombres.se les abre una visión interior, o son
Los sacramentos constituyen, indudablemente, una arrastrados por un impulso que no pueden atribuir a sus
parte de la relación entre los hombres y Dios. Esta cons- experiencias ordinarias, sino que más bien se sienten
tatación, algo trivial, debería alertar acerca del hecho de arrebatados por encima de sí mismos (sobrepasados,
que toda reflexión sobre los sacramentos presupone de trascendidos). Y como estos sucesos encierran algo que
entrada una reflexión sobre la relación de Dios con los estremece a los hombres, que es contrario a sus deseos
hombres. Tal como ha reconocido la tradición judeo- normales, no puede tratarse de ilusiones o proyecciones.
cristiana, Dios es siempre el gran misterio, impenetrable Se los puede calificar, ciertamente, de «experiencias de
e incomprensible. Es, en su esencia íntima, tan distinto sí mismo», pero añadiendo la precisión de que el «sí
de los hombres que el pensamiento que avanza tantean- mismo» queda desbordado, en virtud de una dinámica
do no puede abarcarlo ni el lenguaje humano puede que no ha sido producida por él, sino que le ha sido
describirlo plenamente 1 . Estas afirmaciones son válidas dada. Estas experiencias que trascienden a los hombres
también en la dirección opuesta: dada la total disparidad están siempre necesitadas de interpretación. Hay ya una
de los dos «socios», no parece posible establecer una interpretación cuando el hombre se explica conceptual-
comunicación directa e inmediata entre los hombres y mente tales sucesos y también cuando intenta ponerse
Dios. de acuerdo con otros sobre ellos. Pero nadie está obli-
gado a aceptar la interpretación de que Dios haya com-
Ahora bien, a diferencia por ejemplo de las ideas
partido con el hombre su propia dinámica, que Dios
griegas sobre lo divino, la tradición judeocristiana afir-
mismo haya pronunciado la palabra interior en el hom-
ma que Dios tuvo y tiene un gran interés por su
bre. Dicho de otra forma: los autotestimonios de Dios
creación, que quiso y quiere relacionarse con los hom-
ante los hombres nunca son tan convincentes que los
bres. Esta tradición entiende la creación del universo y

2. Así lo indican las concepciones sobre el Logos divino y sobre la Sekinah de Dios,
1. Cf. las resumidas exposiciones y las indicaciones bibliográficas de H. Vorgrimler, Doc- concepciones que, en todo caso, eran perfectamente posibles dentro del pensamiento ortodo-
trina teológica de Dios, Herder, Barcelona 1987, 25-44. xo judío.

18 19
hombres no puedan, libremente, negarse a admitirlos. iniciar una historia común con los hombres y quiere lle-
La aceptación y el asentimiento del hombre deben avan- varla a su final feliz, se ha inclinado a los hombres mo-
zar por la senda de la fe, no por la senda de la evidencia vidos por el amor y tiene in mente su universal salvación
(de la certeza basada en pruebas concluyentes). Cuando (salom). Busca, en cuanto amor que se difunde y derra-
un hombre llega a la convicción de que Dios se le ha ma, la cercanía humana. Cuando se deja percibir en la
manifestado y acepta esta palabra de Dios aparece interioridad del hombre, está ya, él mismo, allí. Cuando
-expresa o tácitamente- el carácter dialógico de este su palabra y su gloria (sekinah = morada, presencia)
proceso. Un sí a los impulsos de Dios, sea cual fuere su están junto a los hombres, no «representan» a un Dios
naturaleza, tiene un nombre propio: oración. ausente, sino que expresan más bien la manera de su
Al proceso descrito en las anteriores palabras la presencia más íntima en el interior de los hombres, de
teología judeocristiana lo llama «revelación». Acontece todos los hombres, pues nadie queda excluido de esta
principalmente, según los testimonios de la fe, en la in- voluntad salvífica de Dios que brota de su amor. Cierto
terioridad del hombre, allí donde todavía no se ha escin- que con esto no se cumple ya en su plenitud el propósito
dido en visión de la razón y deseos de la voluntad, donde de este Dios tan cercano a los hombres. El amor de Dios
es todavía un solo ser original, en su conciencia o, como es concreto y tiende a lo concreto. Ha descendido hasta
decía la tradición, en su «corazón». «Dios es más íntimo una humanidad que se cierra una y otra vez a él. Frente
a mí que yo mismo», en fórmula de Agustín 3 . Pero la a estas oposiciones, intenta cambiar tan radicalmente a
revelación no acontece únicamente en la interioridad de la humanidad que esté dispuesta, como comunidad de
un individuo concreto (que, por lo demás, y en virtud de hombres justificados, reconciliados, amantes de la paz,
su dependencia respecto del lenguaje, no es un indivi- a aceptar, de una vez por siempre, el reino ilimitado de
duo aislado). Puede también tomar el camino del inter- Dios.
cambio de experiencias y de la comunicación entre los Según la fe judeocristiana, Dios sigue actuando
hombres. A Dios se le puede percibir desde fuera del siempre para darse a conocer, para conseguir ser escu-
propio yo, tal como se ha manifestado y se sigue ma- chado y respondido, para alcanzar, en fin, el objetivo
nifestando en otros hombres y también en sucesos, en que se ha propuesto con su creación. Uno de los auténti-
hechos humanos o en acontecimientos (acciones) que cos misterios de una concepción religiosa de la historia
incluyen la creación no humana. Allí donde los hombres es el relativo a la pregunta de hasta qué punto los hom-
intercambian estas experiencias de Dios, allí donde bres pueden impedir que Dios (omnipotente, según los
permiten que de todo ello brote la confesión de la co- creyentes) convierta en realidad sus propósitos. Es, en
mún convicción, del recuerdo común y de la común todo caso, un hecho de experiencia que existen numero-
oración, allí surgen las comunidades de fe, surge la Igle- sísimos hombres que se niegan a conocer al Dios que se
sia. les acerca, y a poner en práctica su voluntad revelada.
Hasta ahora hemos hablado de los caminos, pero no En este sentido, se perfila una dependencia de Dios res-
de los contenidos de la revelación de Dios, es decir, no pecto de los hombres, lo que no quiere decir, por su-
de como qué Dios se ha manifestado y se sigue manifes- puesto, que se deje manipular por ellos. No obstante,
tando. El Dios que según la fe judeocristiana quiso están amenazados los modos de su presencia, los hom-
bres pueden ser o parecer ciegos ante ella, pueden inter-
3. «Interior íntimis meis», In Ps. 118, 22,6. pretarla de erróneas maneras. Esto en nada cambia la

20 21
realidad de esta presencia, pero sí puede impedir que ra moverlos a emprender, a una con toda la creación, el
sea una presencia eficaz. Con esto no se quiere decir que camino de vuelta hacia él, hacia Dios. Con ello, los
las experiencias de la ausencia de Dios sean sólo en- hombres no dejan de ser hombres y los acontecimientos
gaños subjetivos. La fe que se pide a los judíos y los siguen siendo acontecimientos causados por los hom-
cristianos no es una confianza ciegamente optimista en bres: en ambos, hombres y acontecimientos, está Dios
un «Dios amoroso». Esta fe se sabe expuesta a tinieblas presente y actuando, pero sin destruir la peculiaridad de
que no pueden atribuirse exclusivamente a culpa hu- ninguno de ellos. Ésta es la «estructura sacramental» o
mana, pero que la incitan a aceptar con firmeza la vo- el «principio sacramental» que guía la historia entera de
luntad de Dios de estar permanente y eficazmente pre- Dios con los hombres, que impregna también la vida de
sente y admitir la demostración del poder de Dios sobre todos y cada uno de los individuos, se tenga o no con-
la historia, al menos en el punto final de su recorrido. ciencia de ello.
Tras estos presupuestos de fe 4 , fundamentales para Dado que la palabra «sacramento» procede de «sa-
la comprensión de los sacramentos, debemos pasar a cramental», concepto técnico acuñado por la Iglesia, la
mencionar, ya más directamente, los presupuestos explicación del cual exigiría toda una teología de los
teológicos. sacramentos, debemos preguntarnos en este lugar si
existen otros conceptos con los que poder poner en claro
lo que se entiende por «estructura sacramental» o «prin-
1.2. La imagen y los símbolos de Dios cipio sacramental».
Ha surgido de una venerable herencia cultural la
El punto de partida más cercano para una teología concepción de que en una imagen puede hacerse presen-
de los sacramentos es la recién mencionada convicción te el representado (sobre todo cuando se trata de santos,
de fe de que la revelación de Dios, el conocimiento de de ángeles o del mismo Dios). Esta concepción tuvo
Dios, el anuncio de la voluntad de Dios y la presencia de repercusiones en el cristianismo no sólo a través de la
Dios se les dan a los hombres no de modo directo, sino influencia de la filosofía de Platón -en la visión platónica
mediante intermediarios. ¿Cómo concebir, más exac- lo representado, el modelo primigenio, está presente en
tamente, esta mediación? Dios manifiesta su presencia y la copia- sino que adquirió vigencia gracias sobre todo a
voluntad cuando emprende un camino que se cruza con la teología de la imagen del Nuevo Testamento, cuyas
el de los hombres y/o de los acontecimientos. Su co- expresiones concretas se han prolongado hasta nuestros
municación no consiste en dar «conocimiento de», «in- días en la teología y en el culto a los iconos de las Iglesias
formación» o «noticias sobre». Su comunicación es él orientales. El incienso y las velas encendidas ante los
mismo. Dios es inmanente a los hombres y a los acon- iconos están destinados al que (a la que, o lo que) se
tecimientos para estar cerca de los hombres con amor, cree está presente de forma espiritual y misteriosa en la
para cambiarlos, para empujarlos a nuevas acciones, pa- imagen. En lenguaje occidental a un icono de la Tri-
nidad o de Cristo se le podría llamar muy bien «sacra-
mental»: misteriosa presencia divina en una figura visi-
4. Estos presupuestos se analizan con mayor detalle en cada una de las pertinentes seccio-
nes concretas de la teología. Para ahondar en este tema deben añadirse también los trabajos
ble. Si no desarrollamos aquí con mayor amplitud la
referentes a la filosofía de la religión y a la teología fundamental (y en especial los concernien- posibilidad de entender el «sacramento» a partir de la
tes a los caminos del conocimiento de Dios y de la revelación) y, entre los estudios dogmáti-
cos, los que se consagran a la teología de la creación y a la teología de la gracia.
teología de la imagen es debido a que la imagen sólo

22 23
puede ser una parte limitada, en cierto modo estática, gica7. Quien haya entendido la esencia de lo simbólico,
del sacramento, y le falta, por tanto, el elemento vivo no puede contraponer lo «meramente simbólico» a lo
que se da en los hombres (también a través de las pala- «real».
bras de interpretación y de respuesta) o en los aconteci- Si toda realidad humana es realidad simbólica, este
mientos. Ello no obstante, al analizar los sacramentos principio es aplicable ante todo a la relación que Dios
volveremos de nuevo sobre este concepto de imagen. quiso y quiere entablar con los hombres y que determina
El lenguaje de la teología y de la Iglesia utiliza desde decisivamente, desde el principio hasta el fin, la realidad
antiguo otros conceptos para designar los sacramentos: humana. Si Dios quiere estar presente al hombre, esta
se les llama «símbolos»5. Por símbolo se entendía origi- presencia tiene que crearse una expresión simbólica pa-
nariamente, en la antigüedad, un signo o una señal de ra que pueda ser real para los hombres, ya que dada la
reconocimiento. Así, pues, símbolo puede entenderse, total diferencia entre Dios y los hombres no es posible
al igual que «señal», como simple indicación, como una una presencia y una manifestación inmediata de Dios.
especie de señalización o de indicador de algo distante, Expresión simbólica quiere decir, pues, en este con-
de una persona ausente. Pero, tomado en este sentido, texto, que en la medida en que Dios puede alcanzar a los
no podría expresar la «estructura sacramental». Karl hombres, puede ser dicho o dado a los hombres, está
Rahner (t 1984), en un estudio fundamental 6 , llamó la presente en un medio creado que conserva su peculiari-
atención sobre el hecho de que en sentido propio y es- dad de cosa creada pero que, para el conocimiento in-
tricto un símbolo no es nunca simple alusión o indica- terpretativo, es transparencia hacia Dios. Dedicar aten-
ción, sino que es siempre «símbolo real». Se basa en la ción a este medio no significa un aumento del conoci-
reflexión filosófica de que todo ser, para llegar hasta sí miento o de la información habitual, es más bien un
mismo, para descubrir su propia esencia, tiene que abrirse del hombre a la autocomunicación de Dios, una
crearse necesariamente una «expresión», y esto equivale apertura que no es alcanzada autónomamente por los
a afirmar que todo ser es, necesariamente, «simbólico». hombres, sino que es causada por la gracia preveniente
Al expresarse, el ser se realiza. Dicho con otras pala- de Dios; en la dedicación a este medio acontece, pues, el
bras: un símbolo lleva a un ser a la realidad y así es descubrimiento de la íntima proximidad de Dios, acon-
eficaz. La expresión «símbolo real» quiere decir que un tece la revelación.
símbolo auténtico causa lo que significa. El ejemplo más
Una reflexión teológica que sea consecuente con es-
caro a Rahner era el del cuerpo humano: el hombre sólo
tas consideraciones llega a la conclusión de que la reali-
es «real» en el protosímbolo de su cuerpo; el espíritu
dad total que nos sale al encuentro está impregnada de
humano se «exterioriza» y se realiza en la corporeidad.
posibilidades simbólicas o sacramentales. La vida que se
La corporeidad exterior «significa» el espíritu humano
nos ha concedido, los hombres con los que nos encon-
que actúa en él. El ulterior desarrollo de estas ideas cae
tramos, el tú amado, los compañeros de camino a los
dentro del campo de estudio de la antropología teoló-
que nos unimos en solidaridad, nuestro trabajo y sus
frutos que realmente nos afectan, los acontecimientos
5. Este uso lingüístico se remonta a la teoría del signo de san Agustín (430). A través del conmovedores de la vida (y en primer lugar la muerte),
Decreto de Graciano (hacia 1142), llegó al concilio de Trento, que (1551) denominó al sacra-
mento «symbolum rei sacrae» (DS 1639; Dz 876: «símbolo de una cosa sagrada»). Cf. también
M. Schmidt (dir.). Typus, Symbol, Allegorie beí den óstíichen Váíern und iht-e Parallelen im
Millelaller, Ratisbona 1982. 7. Sigue conservando actualidad F.P. Fiorenza-J.B. Metz, Der Mensch ais Einheit von
6. Para una teología del símbolo (ed. orig. alemana, 1959), en Escritos IV, 283-321. Leib und Seele, en MS II, 1967, 584-632.

24 25
las experiencias de liberación, de justicia, de recon- 1.3. El «principio sacramental»
ciliación, las auténticas obras de arte, la creación de en la tradición judía y cristiana
Dios que constituye y configura nuestro mundo ambien-
te y circundante: todo puede ser tal transparencia de Las comunidades de fe viven de un común acuerdo
Dios que muestre su presencia real. Y así es como nues- sobre las experiencias de Dios reconocidas por todos
tra vida puede ser entendida, en conjunto, como el sa- como auténticas y vinculantes. Dado que las experien-
cramento básico 8 , en cuanto que nuestra concepción de cias humanas de Dios tienen siempre una estructura sa-
la vida y nuestras interpretaciones perciben la transpa- cramental, hay, a partir de aquí, dos tipos básicos de
rencia y no se quedan en la banal superficie de las cosas. «sacramentos» o símbolos: los que tienen sólo validez
En una perspectiva histórico-teológica estas ideas individual y carácter condicionado por la situación y
han existido siempre, desde que Israel reflexionó sobre que, de suyo, pueden darse en todos los hombres y to-
las autocomunicaciones de Dios. A remolque de la re- dos los tiempos, y aquellos otros que son admitidos, en
forma surgió en amplios círculos la desconfianza sobre la el seno de una tradición de fe, como los lugares o los
posibilidad de entender en el sentido sacramental antes acontecimientos especiales de la percepción de la pre-
indicado la creación y la vida humana. Si los hombres sencia de Dios. Aquí hablaremos en primer lugar de
están radicalmente corrompidos, lo único que pueden estos últimos.
hacer por sí mismos es oscurecer aún más a Dios. Sólo la Según la tradición judeocristiana, uno de los lugares
palabra misma de Dios y las instituciones en signos fun- predilectos de la presencia de Dios es el hombre. «Dijo
damentadas en esa palabra pueden dar seguridad (pero, Dios: "Hagamos al hombre a imagen nuestra, según
¿cómo podemos reconocerla como tal?). Frente a esta nuestra semejanza..." Y creó Dios al hombre a imagen
postura, judíos y católicos han defendido con firmeza la suya: a imagen de Dios le creó; macho y hembra los
transparencia de lo creado -incluido Auschwitz. Esta creó» (Gen l,26s). El modo de referirse el Génesis (Es-
trágica palabra, que sintetiza todo cuanto de amenaza crito Sacerdotal) al hombre como imagen de Dios encie-
radical pende sobre la humanidad y la creación, muestra rra un triple significado, de los que el segundo y el terce-
hasta qué punto el pensamiento sacramental depende de ro se refieren a la protección y amorosa configuración de
la fe, de una fe amenazada por inmensas tinieblas. Es la creación. En cuanto al primero, Erich Zenger lo ex-
una fe que vive del recuerdo y de la esperanza en el pone así: «A partir del significado de la palabra hebrea
cumplimiento de las promesas de Dios. selem, los hombres deben actuar en el mundo como una
especie de imagen viviente de Dios o de una viviente
estatua de Dios. Según las concepciones del Oriente an-
tiguo y del antiguo Egipto, una imagen de Dios repre-
senta a la divinidad reproducida y es portadora de su
poder. Es, por así decirlo, el lugar desde el que la divini-
8. Sobre esta cuestión cf. A. Schmied, Perspekíiven (cf. bibliografía, p. 136) VI: Sátira-
mente und «Gottesdienst des Lebens»; las introducciones de L. Boff en Kleine Sakramentenleh-
dad actúa. La imagen de Dios señala el dónde y el cómo
re exponen con mayor detenimiento estas reflexiones. A partir de estas ideas se abren nuevas de la vida y de la actividad divinas. De ahí que se trate a
perspectivas sobre los modos de fe y las posibilidades de salvación de los no cristianos, tal
como las analiza K. Rahner bajo el epígrafe de anonymes Christentum («cristianismo anóni- las imágenes divinas como si fueran seres dotados de
mo»). No insistiremos más aquí sobre este tema. Cf. E. Klinger (dir.), Christentum innerhalb vida. Son como un cuerpo en el que penetra la divinidad
und ausserhalb der Kirche, Friburgo 1976; N. Schwerdtfeger, Gnade und Welt. Zum Grund-
gefüge von Kart Rahners Theorie der «anonymen Christen», Friburgo 1982. viviente para hacerse presente y actuar por su medio en

26 27
el mundo. En virtud de este enfoque conceptual, los alcanza su plenitud en la encarnación de la Palabra de
hombres deben ser, en cuanto vivientes imágenes y esta- Dios, en la que se da, al mismo tiempo, la respuesta
tuas del Creador, medios del poder vital divino en la humana a la palabra divina.
tierra» 9 . La afirmación de fe de que el hombre es imagen/sa-
Esta concepción de los hombres explica por qué es cramento de Dios no se apoya tan sólo, por supuesto, en
posible, de acuerdo con la voluntad del Creador, encon- el pasaje del Génesis (de enorme influencia en la tra-
trar a Dios en el encuentro con los hombres, venerar a dición). Hunde sus raíces en la concepción judeocris-
Dios en la veneración a los hombres, amar a Dios en el tiana del hombre. Esta concepción se ha mantenido viva
amor a los hombres. Aflora aquí el principio sacramen- y vigorosa hasta nuestros días. Se la encuentra, por
tal según el cual representar a Dios no es representar (y ejemplo, en el campo cristiano, en las tesis de Karl Rah-
mucho menos sustituir) a un ausente, sino que es autén- ner sobre la unidad del amor a Dios y el amor a los
tica -y no sólo conceptual- actualización en un símbolo hombres 11 . En el campo judío constituye el fundamento
sensiblemente perceptible de aquel que, en razón de su de la filosofía dialógica de Martin Buber y de la concep-
propia esencia, no puede hacerse visible por sí mismo en ción de Emmanuel Lévinas sobre el otro como puerta de
nuestra dimensión humana. Se advierte también hasta acceso hacia la trascendencia. Lévinas considera que en
qué punto el sacramento/símbolo puede verse expuesto el trasfondo de la sensibilidad del Antiguo Testamento
a la incomprensión y el abuso: puede ocurrir que no se por los extranjeros, las viudas y los huérfanos se encuen-
venere a los hombres como imágenes actualizadoras de tra la experiencia de Dios como «búsqueda de huellas en
Dios, sino que más bien se los vilipendie de varias for- el rostro del otro» 12 .
mas, pueden también deshonrarse a sí mismos y conver- La presencia de Dios se realiza también, según el
tir así en mentira su capacidad de símbolo. «principio sacramental», en los acontecimientos y en las
Hans Urs von Balthasar (nació en 1905), en sus re- magnitudes históricas. El acontecimiento más importan-
flexiones sobre el hombre como palabra de Dios, ha te que, según la tradición judía, debe mencionarse a este
desarrollado un aspecto esencial de esta concepción ju- propósito es el éxodo del pueblo de la esclavitud de
deocristiana del hombre como sacramento/símbolo 10 : Egipto 13 . En este ejemplo se puede advertir claramente
dado que el hombre ha recibido de Dios su esencia, que la diferencia entre la concepción banal y superficial y
se expresa en el lenguaje, el ser humano es capaz de una interpretación basada en la fe, que va hasta el fondo
convertirse en palabra de Dios. Esta capacidad humana de las cosas. Lo que para una mirada fugaz no pasa de
ser la afortunada huida de un reducido grupo de escla-
vos que cruzan las fortificaciones fronterizas es, en reali-
9. E. Zenger. Das Geheimnis der Schópfung ais ethische Vor-Gabe an luden und Chri- dad, una superación, un ir más allá de sí mismos, inex-
sten, en Damit die Erde menschlich bleibt, dirigido por W. Breuning-H. Heinz, Friburgo 1985,
36-60, cita 44. Puede verse una más detallada fundamentación exegética en E. Zenger, Gottes plicable por las solas fuerzas humanas, unido al conoci-
Bogen in den Wolken. Untersuchungen zu Komposition und Theologie der priesterschrisftli-
chen Urgeschichte, Stuttgart 1983, 84-96 (incluyendo el análisis de otras traducciones e inter-
miento de que la voluntad de Dios se orienta hacia la
pretaciones). En ibídem 87, se apoya E. Zenger en E. Otto: «Carece, pues, de sentido
preguntarse sobre alguna cualidad o característica singular del hombre que le convierta en
imagen de Dios. Es imagen de Dios el hombre en cuanto tal. Además: si el sentido del
predicado "imagen" egipcio es que el faraón, en cuanto "imagen", es el representante de Dios 11. Detallada exposición de las fuentes y de las consecuencias en A. Tafferner, Die Elnheit
en la tierra, entonces la divinidad aparece allí donde aparece el faraón. Otro tanto puede von Gottes- und Náchstertliebe in der Theologie Karl Rahners (tesis para la licenciatura),
decirse de la tradición israelita acerca del hombre. Donde está el hombre, allí está Dios.» Munich 1986 (con bibliografía).
12. Cf. J. Becker, Im Angesicht des Anderen. Gott erfahren, Francfort 1981.
10. H.U. von Balthasar, Gott redet ais Mensch, en ídem, Verbum Caro, Einsiedeln 1960,
13. E. Zenger, Das Buch Exodus, Dusseldorf 21982; «Concilium» 23 (1987), n.° 1.
73-99.

28 29
justicia y la libertad. En el solemne y festivo recuerdo de sámente hablando, a los ritos y los materiales insti-
la liberación quiere actuar Dios mismo de modo que tucionalizados. Se prestaba particular atención a la cir-
«todo el pueblo contemple y acepte con alabanzas y cuncisión como signo de la alianza y de la salvación.
acciones de gracias la gloria de Dios del éxodo que está Tomás de Aquino (t 1274) mencionaba un buen número
presente en medio de ellos»14. de «sacramentos viejotestamentarios» 17 , entre ellos, y
Israel, como pueblo de Dios, es una magnitud histó- de forma destacada, el cordero pascual. Se admitían,
rica, simbólico/sacramental, y ello desde varios puntos naturalmente, los signos salvíficos que desempeñaron
de vista. Cuando se congrega el pueblo para las solem- un papel en la vida del judío Jesús, es decir, la circunci-
nes festividades, cuando celebra en el santuario los cul- sión y el cordero pascual. Según una línea conceptual
tos de expiación y de acción de gracias, aparece en gloria que se encuentra ya en el pensamiento de Pablo y de sus
y majestad el Dios que convoca a asamblea a la comuni- discípulos, se considera que los sacramentos de la anti-
dad liberada 15 . Esta sacramentalidad se aplica en primer gua alianza eran verdaderos signos de la gracia, aunque
término al propio Israel. Pero, a su vez, Israel ha sido perdieron su eficacia con la entrada en vigor de la nueva
reunido y agrupado por el bien de los demás pueblos. alianza (Col 2,11). En la perspectiva cristiana son tan
En la fiesta común de los «hombres libres» (dicho con sólo «sombra» de los bienes futuros (Heb 10,1). En esta
terminología moderna: «en igualdad de derechos»), se misma línea se inserta una concepción histórico-salvífica
cumple la tarea encomendada por Dios «de llevar una ampliamente difundida, según la cual la antigua alianza
vida ejemplar, que es lo que constituye, en definitiva, la ha sido disuelta por la alianza nueva y la Iglesia, como
meta y el sentido del mundo creado, confiado a todos los nuevo Israel, ha sustituido al Israel antiguo. Pero este
pueblos por el Creador» 16 . modo de ver las cosas no tiene en cuenta que las pro-
mesas de la gracia y la llamada de Dios son irrevocables
(Rom 11,29) y que Dios nunca ha anulado su alianza con
1.4. Teología cristiana, «sacramentos los judíos ni con los pueblos anteriores a Israel (alianza
viejotestamentarios» y «sacramentos naturales» con Noé). Es de esperar que la teología cristiana consiga
unas concepciones más matizadas sobre este punto. Una
En la exposición de la «estructura sacramental» des- teología de la encarnación que parte del principio de que
arrollada en las páginas anteriores se han utilizado los es voluntad de Dios insertarse en su propia creación,
conceptos «sacramental» y «sacramento» en un sentido darse como promesa, en el hombre Jesús de Nazaret, a
amplio, no según su significación teológica estricta. La la humanidad y conseguir que esa promesa sea acep-
teología sacramental clásica admitía que en la historia de tada, está perfectamente capacitada para poner en claro
Dios con los hombres hubo ya antes de Cristo sacramen- que todo debe entenderse como una referencia - o como
tos en sentido estricto, a los que llamó «sacramentos referido- a Jesucristo (Col l,15ss).
naturales» y «sacramentos viejotestamentarios». Cuan- Una comprensión «tipológica» de la Biblia, tal como
do la teología cristiana señalaba la existencia de sacra- se da dentro del Nuevo Testamento, y que quiere ver,
mentos en Israel antes de Jesucristo, se refería riguro- por ejemplo, en Moisés o en el cordero pascual un «ti-
po» (una imagen anticipada) de Jesucristo, no debe des-
14. E. Zenger, Das Geheimnis der Schopfung, 54.
15. Ibídem.
16. Ibídem. 17. Cf. K. Rahner, Sakramente, alueslamentliche, en LThK IX, 239s.

30 31
valorizar el tipo, sino que debe reconocer la vigencia del emitir juicios precipitados sobre los símbolos no cris-
valor que tiene en sí y por sí mismo. La afirmación de tianos.
Pablo «todos (nuestros padres) comieron el mismo
alimento sobrenatural, todos bebieron la misma bebida
sobrenatural, es decir, bebían de la roca sobrenatural 1.5. Presupuestos cristológicos, pneumatológicos y
que los seguía, y la roca era Cristo» (1 Cor 10,3s), no trinitarios
está necesariamente vinculada a la afirmación siguiente
de que «Dios no se complació en la mayoría de ellos». Entre los supuestos que deben darse para la com-
Bajo la rúbrica de «sacramentos naturales» o «sacra- prensión de la teología de los sacramentos se encuentra,
mentos de la naturaleza», la teología sacramental anali- esencialmente, la convicción de fe de que en Jesús de
za la pregunta de si a) en la humanidad anterior a la Nazaret ha acontecido, de forma singular y suprema, la
revelación judeocristiana de Dios o b) en la humanidad autocomunicación de Dios a los hombres. Para esto no
no judía ni cristiana se han dado y se siguen dando tam- son suficientes los testimonios bíblicos sobre el «Jesús
bién en la actualidad símbolos -principalmente cultu- histórico». Su «cristología implícita» es, por supuesto,
rales de la presencia y de la acción divinas (concrecio- parte irrenunciable de la teología de los sacramentos.
nes, «corporeizaciones» de la voluntad salvífica univer- Las peculiares características de la persona de Jesús, a
sal de Dios: Otto Semmelroth) 18 . Si se habla -como ha- saber, que se supo enviado por Dios, que se refirió siem-
cemos nosotros aquí- de sacramento/símbolo en un pre y plenamente, en sus acciones y oraciones, a Dios,
sentido amplio, no institucional, hay que dar a esta pre- que su actividad, siempre orientada a la ayuda, la libera-
gunta una respuesta afirmativa. Existen, indudablemen- ción y la reconciliación de los hombres, estuvo indisolu-
te acontecimientos en la vida individual y colectiva que blemente vinculada a aquella referencia a Dios, que se
conmueven y fascinan (como el nacimiento, los convi- supo auténtico revelador de la voluntad divina, que ha-
tes, la sexualidad, la muerte), que inducen, por tanto, a bló a los sentidos de los hombres y les abrió así a una
los hombres a rodearlos de ritos para concentrarse así en dimensión más profunda, que, a pesar de toda su crítica
la dimensión profunda de su esencia y permitir la pre- profética al culto mantuvo una actitud positiva respecto
sencia de Dios. Frente al simbolismo fundamental (aun- de las acciones simbólicas de su pueblo, todas estas co-
que a menudo amenazado o sacudido) de la vida y de la sas tienen una importancia fundamental para la teología
historia humana, resulta tarea superflua buscar, en esta de los sacramentos. Pero esta teología sólo pudo surgir
temática, instituciones divinas jurídicamente percepti- desde la meditación creyente de la experiencia pascual.
bles de cada uno de los símbolos especiales. A partir de A partir de ella se abrió paso 19 la interpretación cristo-
los supuestos de que la voluntad salvífica de Dios abarca lógica y soteriológica expresa de la persona y de la obra
a todos los hombres y es, de por sí, eficaz, y de que sólo de Jesús que desembocó finalmente, en el dogma de
Dios conoce todos los caminos eficaces de salvación, la Calcedonia, en la afirmación de la unidad -sin mezcla ni
fe cristiana debe contar con la presencia salvífica divina división- de la divinidad y la humanidad en Jesús de
en todos los lugares y todos los tiempos, aunque sin Nazaret. La resurrección de Jesús arrojó nueva luz so-
bre su vida y obra. Se comprendió -en la fe- que aquella
18. Cf. O. Semmelroth, Natursakramente, en LThK VII, 829s. Para la teología clásica
sobre los sacramentos precristianos, cf. J. Finkenzeller I, 66-68 (preescolástica), 90-93, 99s
(escolástica primitiva o incipiente), 148-157 (alta escolástica). 19. Cf. H. Vorgrimler, Doctrina teológica de Dios, Herder, Barcelona 1987, 73-81.

32 33
vida fue y es figura transparente de la presencia y de la cristiano frente al mal de este mundo no se expresa me-
acción de Dios. La posibilidad -concedida en principio a diante la creación de ámbitos sacros, ni la realización
todos los hombres- de ser «sacramento», esta posibi- religiosa del cristianismo puede consistir en acciones sa-
lidad tantas veces oscurecida y bloqueada, alcanzó su cras.
más perfecto cumplimiento en aquel hombre que no Por otro lado, incluso la singular presencia de Dios
opuso ninguna resistencia a Dios, que fue plenamente en Cristo necesitaba, para ser conocida, de «los ojos de
poseído por Dios y estuvo libre de pecado. la fe» y de la interpretación; no era evidente en sí misma
En Jesús, tal como se le contempla a la luz del dogma y sólo se la podía percibir allí donde los hombres no se
cristológico, se advierte claramente cómo el Dios que ha cerraban a la comprensión concedida por Dios. Y así, la
llegado hasta la más íntima proximidad, el Dios que de- revelación de Dios no excluye, ni siquiera en Jesús, sino
sea comunicarse -Dios en aquello que puede decirse de que incluye un verdadero ocultamiento. Su cercanía
él, esto es, como Logos- necesita una forma creada, una quedaba oculta no sólo bajo las condiciones de una vida
expresión humana, para poder ser percibido por los humana (ocultamiento de un ser creado) sino que se
hombres. En Jesús puede verse cómo la máxima cerca- entenebreció aún más en la espantosa muerte en cruz
nía de Dios no reduce ni mucho menos destruye la pe- (ocultamiento de un ser culpable). La «palabra de la
culiaridad de la criatura, sino que la libera para sí mis- cruz» (ICor 1,18-31) sirve, pues, de orientación en el
ma. El dogma cristiano proclama que la unidad sin mez- ámbito de la teología de los sacramentos.
cla ni división de la divinidad y la humanidad impregna y Entre los presupuestos de fe de la concepción sacra-
cruza la vida total de Jesús desde sus primerísimos oríge- mental se halla la convicción de que Dios no abandonó a
nes hasta su plenitud y consumación en Dios. Esta afir- su suerte, en la hora de la muerte, al Jesús que él mismo
mación implica que fueron realización y expresión de la había enviado, sino que le acogió en su dimensión di-
presencia de Dios, de su amor y de su salvación, no soló vina. Según los testimonios de la fe, salvó lo que había
los momentos supremos, por así decirlo «oficiales», de de humano y perecedero en Jesús mediante su Espíritu,
esta vida (el nacimiento y la muerte), sino que Dios se que tiene el poder de dar a todo lo terreno y perecedero
manifiesta también en los sucesos más pequeños y trivia- un nuevo e imperecedero modo de ser. De ahora en
les. De donde se derivan dos importantes presupuestos adelante, la humanidad, la corporeidad de Jesús, está
de la teología de los sacramentos: por un lado, que no es marcada por el Espíritu, causada por el Espíritu, es
posible, desde la óptica de la fe cristiana, la escisión de pneumática y se halla, por ende, sustraída a las limita-
la realidad en un ámbito sacro y otro profano. Un ám- ciones del tiempo y del espacio.
bito sacro (es decir, referido a lo sacrum, a lo santo) Después de la partida de Jesús a Dios, este mismo
significaría apartar a hombres y cosas de lo «mundano» Espíritu establece el modo como Dios permanece pre-
para orientarlos exclusivamente a Dios, para reservár- sente en los hombres, se les comunica, les actualiza a
selos a él sólo, para que estuviera cerca sólo de él. Pero Jesús 20 . Les da -nos da- la capacidad de entender la
la encarnación de Dios en Jesús de Nazaret dice, por el vida y la obra de Jesús en orden al misterio divino y de
contrario, que el ámbito en el que Dios se acerca a los comprender así sus dimensiones más profundas, que de-
hombres comunicándose y permaneciendo junto a ellos
no está separado del mundo, aunque éste tenga un ca-
20. Cf. sobre este punto, cf. las pneumatologías de Y. Congar, El Espíritu Santo, Herder.
rácter tan marcadamente negativo. El distanciamiento Barcelona 1983: Ch. Schütz. Einführung in die Pneumatologie, Darmstadt 1985.

34 35
ben permanecer ocultas a quienes no pasan de la super- tucionalmente surgida de Israel, que fue su avanzada 22 ,
ficie de los hechos de la historia. Lo que la Iglesia es en en aquel movimiento que tuvo su inicio y tendrá su fin
su núcleo más íntimo, lo que constituye la esencia de los en el misterio eterno e incomprensible de Dios. A este
sacramentos, son cosas imposibles de entender sin el fundamento divino de todo cuanto es y será, lo llama la
pneuma divino. El Espíritu no sólo proporciona una teología trinitaria, con una expresión tomada del mismo
comprensión personal, individual, de Jesús y de su mi- Jesús, «Padre». El es el amor que se difunde y derrama,
sión, sino que dispone además al creyente a recibir a de él brotan, bajo diversas formas, la Palabra, el Espí-
Jesús desde la Iglesia, cuyas concepciones de la figura ritu, y la humanidad, para que la creación y la humani-
de Jesús son siempre más amplias y completas que las de dad estuvieran preparadas para el reino de su gloria. La
cualquier concepto que de él puedan hacerse las perso- teología de los sacramentos, concentrada en el ámbito
nas privadas. De aquí se derivan consecuencias muy de los símbolos, analiza la doble dirección de este mo-
concretas para el modo de abordar el Nuevo Testamen- vimiento, desde Dios a la humanidad en la misión del
to en lo referente a la Iglesia y los sacramentos. Los Hijo y del Espíritu, y desde la humanidad -a una con el
escritos neotestamentarios implican la voluntad de acep- Hijo y el Espíritu- a la gloria de Dios Padre.
tar la conexión permanente, creada por el Espíritu, en-
tre Jesús resucitado y la Iglesia, a la que llaman «cuerpo
de Cristo». Estos textos significan que se aceptan como
auténticas las profundizaciones teológicas que desbor-
dan el ámbito de los Sinópticos y están unidas a los nom-
bres de Pablo y Juan; inducen también a reconocer co-
mo legítimos y como causados por el Espíritu los testi-
monios sacramentales del Nuevo Testamento que, se-
gún la investigación, son indudablemente formaciones
de las comunidades de la primitiva Iglesia. Es el Espíritu
de Dios el que, como vivificador, empuja a la Iglesia
hacia adelante por los caminos de la historia, quien la
impulsa a buscar la manera acertada de presentar el tes-
timonio de la fe, quien puede preservarla del estan-
camiento y de la tentación de dirigir la mirada sólo hacia
el pasado, quien quiere iluminar las sombras arrojadas
en su presente por la culpa humana. Reconocer, pues, a
este Espíritu significa aceptar la necesidad de reformas y
de cambios, también en el ámbito sacramental.
El Espíritu mantiene en movimiento a la humanidad,
que es desde el principio Iglesia21, y a la Iglesia insti-

21. Sigue siendo importante Y. Congar, «Ecclesia ab Abel», en R. Reding (dir.), Abhand-
lungen über Theologie und Kirche, Dusseldorf 1952, 79-108.
22. Cí. J. Daniélou-H. Vorgrimler (dir.), Sentiré Ecclesiam (Homenaje a Hugo Rahner),
Friburgo 1961.
36
37
Siempre ha existido la tentación de destacar unila-
teralmente una de estas tareas, a saber, la litúrgica, y de
2. Ubicación de los sacramentos minusvalorar, por consiguiente, las otras dos. Cuando se
concibe a la Iglesia no como una agrupación meramente
humana, que debería explicarse desde la sociología, sino
como el cuerpo de Cristo, que sólo vive con y desde su
cabeza, cuando se atribuye toda la actividad de la Igle-
sia -tal como esta actividad debe ser cuando alcanza sus
objetivos- a la iniciativa y la ayuda del Pneuma divino,
entonces es preciso dejar al juicio de Dios cuál de las
concretas tareas de la Iglesia es, a los ojos divinos, la
más distinguida. No se puede considerar de antemano a
la liturgia -con su parte constitutiva esencial, los sacra-
2.1. Los sacramentos como liturgia de la Iglesia mentos- como la suprema forma de realización de la
Iglesia.
Ahora es ya posible pasar a determinar con mayor
La gran teología lo ha sabido desde siempre: Dios no
precisión el lugar teológico de los sacramentos: éstos son
«vincula» su gracia a los sacramentos 3 .
una parte esencial de la liturgia de la Iglesia. A explicar
esta afirmación se dedican las páginas siguientes. Deben tenerse en cuenta estas reflexiones cuando se
plantea la pregunta de qué es, en definitiva, la liturgia y
En el curso de la renovación de la reflexión sobre la
qué definición debe darse de ella. Emil Joseph Lenge-
Iglesia llevada a cabo en este siglo, se descubren una y
ling (1916-1986), resumiendo la tradición oficial católi-
otra vez intentos por exponer en un puñado de densos y
ca, elaboró la siguiente fórmula: «Liturgia es la actua-
precisos conceptos las tareas de la Iglesia. Podría, sin
lización de la nueva alianza, realizada por la comunidad
duda, conseguir asentimiento ecuménico una formu-
eclesial, a través de Cristo, el mediador entre Dios y los
lación como: la Iglesia intenta poner en práctica el se-
hombres, en el Espíritu Santo, bajo unos signos eficaces
guimiento de Jesús mediante el culto, la predicación y el
y en el orden legítimo»4. Ya en estas mismas palabras
servicio a los hombres y a la sociedad 1 o mediante
aflora un problema: «alianza» es una denominación de
leitourgia, martyria y diakonia. Esta descripción de las
las relaciones con Dios que sólo puede emplearse con
tareas fundamentales de la Iglesia es, por supuesto, me-
algunas restricciones 5 . Cuando se utiliza el concepto de
nos problemática que el recurso del Vaticano II a los
«nueva alianza» debe tenerse en cuenta que no debe
conceptos ministeriales derivados -y muy necesitados de
abusarse de él para minusvalorar la alianza antigua; la
aclaraciones- de tareas sacerdotales, doctrinales y pas-
relación adecuada con Dios, querida por Dios mismo, es
torales que competen a Jesucristo y a la Iglesia consi-
derada en su conjunto (la jerarquía y todos los restantes
miembros) 2 . 3. Tomás de Aquino, S. th. III. q. 64, a. 7, c.
4. DCT I. Todo el artículo de Lengeling ofrece una excelente información.
5. La investigación viejotestamentaria ha mostrado que en la redacción final del Deute-
ronomio se abandonó la concepción de que Dios se comporta con su pueblo en el marco de un
1. Cf. H. Háring, Iglesia-Eclesiología, en DCT I. El artículo expone, con visión sistemáti-
contrato (de vasallaje): Yahveh es un Dios fiel, cuya indescriptible fidelidad no depende de
ca, una buena síntesis de los problemas de la eclesiología.
que los hombres cumplan las obligaciones del contrato. El concepto de alianza tiene tintes
2. Cf. L. Schick, Das dreifache Amt Christi und der Kirche, Francfort-Berna 1982. Cf.
jurídicos y no incluye ya de por sí el amor y la gracia.
también más adelante, cap. 11.

38 39
actualizada por la Iglesia también mediante martyria y pero el Espíritu divino es uno y el mismo en la cabeza y
diakonia. También éstas son, en sentido amplio, «sacra- en los miembros del cuerpo de Cristo 8 .
mentales», en cuanto que testifican de forma perceptible La expresión «actualización de la nueva alianza», tal
y comprensible la presencia real de Dios. Esto aparte, la como se la entiende en la definición de la liturgia, recu-
definición se adapta bien como aproximación a la teolo- rre a la terminología aliancista de los relatos de la última
gía de los sacramentos. Las líneas que siguen se funda- cena (concretamente ICor 11,25; Le 22,20). La «nueva
mentarán siempre en las declaraciones y manifestacio- alianza» designa la totalidad de los hechos salvíficos de
nes del concilio Vaticano n. Este concilio no sólo ha Jesucristo, de su obra redentora (para utilizar los con-
recogido la herencia del movimiento litúrgico de este ceptos sintetizadores habituales en la teología para de-
siglo, sino que ha desarrollado además una notable litur- signar lo que Jesús fue e hizo por y para nosotros). En la
gia sacramental 6 . Constitución sobre la liturgia del concilio Vaticano n se
Es de primordial importancia la idea (que brota de habla de la «obra de nuestra redención» (SC 2, 5), de la
los presupuestos de la teología de la gracia) de que la «obra de salvación» (SC 6) o del «misterio de Cristo»
liturgia es posibilitada y sustentada por Dios mismo, que (SC 35, 102). Forma parte de este misterio su vida toda,
es quien introduce en el gran movimiento de retorno a él hasta su nueva venida en la parusía (SC 102), con el
a quienes se confían a él en la liturgia. Los especialistas punto culminante del «misterio pascual» (SC 5).
en temas litúrgicos gustan de hablar, y ciertamente con La definición de la liturgia, que como ya se ha dicho
razón, de los dos aspectos o componentes de la liturgia7. incluye en sí toda una tradición eclesial, entiende por
El aspecto «descendente», o catabático, se refiere al «actualización de la nueva alianza» la actualización sal-
«descenso», a la venida salvadora de Dios en el Espíritu vífica de esta totalidad de los hechos salvíficos de Jesús.
Santo; con el aspecto «ascendente», o anabático, se de- Y dado que estos hechos de Jesús son inseparables de su
signa la glorificación de Dios Padre, el servicio divino o persona y que, además, la fe parte de la certeza de que
el culto en sentido estricto. Pero no deben concebirse Jesús y sus hechos salvíficos viven junto a Dios, y puesto
estos dos componentes como si el primero afectara sólo que estas dos cosas no pueden ser actualizadas ni tras-
a Dios y el segundo se refiriera a la parte puramente ladadas al momento presente por ningún poder hu-
humana. mano, se concluye que es Jesús mismo el que causa, en
La «venida» de Dios no debe entenderse, por su- el Espíritu Santo, esta presencia (o, como dice la defini-
puesto, como si «antes» no hubiera estado presente. El ción: «realizada por Cristo... en el Espíritu Santo»). Se
hombre sólo puede glorificar a Dios mediante el Es- reasume así un viejo tema: durante siglos, y con la mi-
píritu que habita en él (Rom 8,26; 5,5). Es preciso ad- rada puesta especialmente en la eucaristía, se ha venido
vertir, en este contexto, que en ningún caso es lícito discutiendo el problema de cómo puede hacerse real-
identificar a Jesucristo con la Iglesia (en contra de la mente presente en el momento actual un hecho del pa-
afirmación sustentada en el siglo XIX, según la cual la sado y cómo debe entenderse exactamente la presencia
Iglesia sería «Cristo que continúa viviendo» en la tierra), de Jesucristo 9 .

6. Cf. F. Eisenbach, Die Gegenwarí Jesu Christi im Goííesdienst. Systematische Studien zur 8. H. Mühlen, Una mystica persona, Munich-Paderborn 31966, 359-598 (para la eclesio-
Liturgiekonstitution des Zweiten Vatikanischen Konzils, Maguncia 1982. logía pneumática del Vaticano n).
7. E.J. Lengeling, o.c. El Vaticano n llama a estos dos componentes «glorificación» y 9. Este tema tiene una enorme importancia ecuménica. Las perspectivas más promete-
«santificación» (SC 7). doras se abren a partir de las reflexiones desarrolladas por Odo Casel, asumidas y explicadas

40 41
Llegados aquí, es importante para nuestra temática El concilio Vaticano II acometió en diversas ocasiones la
teologicosacramental determinar quién es, en la concep- tarea de confirmar la conciencia de que todos los creyen-
ción de la Iglesia católica, y de su teología, el sujeto (el tes son Iglesia. En esta línea se inscribe la insistencia en
portador activo) de la liturgia y cómo se concibe en la el pueblo de Dios como magnitud precedente a la di-
liturgia la presencia de Jesucristo. visión de clérigos y laicos (LG 9-16); aquí tienen su lugar
las afirmaciones sobre el sacerdocio común de todos los
creyentes (SC 14, 48; LG 9s, 26,34). El hecho de que el
2.2. El sujeto de la liturgia de la Iglesia concilio haya considerado necesario destacar en varias
ocasiones las diferencias y las competencias jerárquicas
La doctrina teológica del concilio Vaticano II acerca no modifica en nada la concepción básica de que todos
del sujeto de la liturgia puede resumirse de la siguiente los miembros de la Iglesia participan activamente en la
manera 10 : Jesucristo no es mero objeto del recuerdo, ni liturgia11.
sólo el fundamento permanente (la causa) de la liturgia; Este modo de hablar acerca de la «Iglesia» puede, tal
es, más bien, el sujeto presente, que actúa aquí y ahora, vez, parecer demasiado abstracto. ¿Quién es, en concre-
de todos los actos litúrgicos que revisten importancia to, la Iglesia que sirve, como sujeto secundario de la
para la salvación de los hombres. Se une así a la Iglesia liturgia, a Jesucristo? Según una doctrina constante, de
como a algo que siempre está referido a él, que depende la que ofrecen numerosos testimonios los santos padres
de él, que es sólo sujeto secundario de la liturgia. y que ha sido reasumida también por el concilio Vatica-
La doctrina según la cual Jesucristo es el sujeto prin- no II, la Iglesia en concreto es la comunidad reunida,
cipal de la liturgia, su portador y sustentador activo, el por reducido que sea el número de los participantes. El
que desempeña la acción esencial, hunde sus raíces en la sujeto secundario concreto de la liturgia es la comunidad
teología de los padres de la Iglesia y en sus reflexiones reunida que celebra la liturgia. Lo que la Iglesia es,
sobre los textos de teología sacramental de Pablo y Juan aquello que constituye su núcleo (su esencia, su miste-
y, sobre todo, de la carta a los Hebreos. Entre los santos rio) lo que está orientado hacia la salvación de los hom-
padres merece ser citado en lugar preferente Agustín. El bres, se realiza en la asamblea litúrgica (hasta en la más
fundamento de esta doctrina patrística es, por supuesto, pequeña), y se anuncia también hacia el exterior. Y es
la convicción de fe de que Jesús ha resucitado de entre precisamente aquí donde acontece la presencia de Jesu-
los muertos, que ahora vive para siempre, como reden- cristo 12 .
tor, junto a Dios, y quiere llevar activamente a su punto
final su misión de congregar a los hombres y conducirles
al Padre.
La Iglesia, que depende de Jesucristo y no puede 11. Cf. H. Vorgrimler, Liturgie ais Thema der Dogmatik, en K. Richter (dir.), Liturgie,
ein vergessenes Thema der Theologie?, Friburgo 1986, 113-127, espec. 125ss, con cierta reser-
actuar por sí sola, es el sujeto secundario de la liturgia. va respecto de la idea de una liturgia prescrita «desde arriba».
12. K. Rahner, Über die Gegenwart Chrisíi in der Diasporagemeinde nach der Lehre des
Zweiten Vatikanischen Konzils, en Schriften VIII, 409-425. Se produce un auténtico acto de la
Iglesia cuando miembros de la Iglesia, capacitados y sostenidos únicamente por la gracia de
por numerosos autores y a las que han prestado atención también algunos teólogos evangéli- Dios, dirigen su oración a Dios. Tal como ha mostrado Rahner (con la oposición de J.
cos. Cf. F. Eisenbach, o . a ; A. Schilson. Theologie ais Sakramententheologie. Die Mysterien- Pascher) para realizar una oración «en nombre de la Iglesia» no se requiere delegación nin-
Iheologie Odo Caséis, Maguncia 1982. Cf. también infra, 8.5.
guna de una autoridad eclesiástica. Cf. sobre esto F. Eisenbach, o . c , 273s. El nuevo Código
10. Me apoyo aquí, aunque con algunos puntos de vista personales, en F. Eisenbach, o . c , de derecho canónico ha omitido, consecuentemente, la distinción entre bendiciones privadas y
217s. Los textos fundamentales son SC 7 y 47.
bendiciones eclesiales. Cf. infra 13.

42 43
2.3. La presencia de Jesucristo en la liturgia que se abre paso, desde un estar presente y silencioso en
la creación hasta la conciencia humana, hasta el corazón
La praxis de la liturgia y, por ende, de los sacramen- del hombre. En la perspectiva teológica hay una sola
tos, vive de la convicción de fe de que Jesús, en quien presencia de Dios, a saber, la autocomunicación de Dios
estuvieron y están unidas la divinidad y la humanidad, a lo no divino. Pero esta presencia es experimentada y se
quiere y puede hacerse realmente presente en cuanto hace consciente según las diversas maneras en las que la
Señor resucitado, viviente y exaltado, para aquellos que presencia de Dios actúa dinámicamente, como gracia,
creen en él y a él se orientan. Esta convicción creyente en los hombres. Y puede ocurrir muy bien que en dicha
se fundamenta a su vez en las experiencias de la presen- actuación se registren grados de intensidad totalmente
cia de Jesús resucitado de entre los muertos: «Porque diferentes entre sí. De todas formas, la meta final es
donde están dos o tres congregados por razón de mi siempre la misma: la comunicación real, graciosa, perso-
nombre, estoy yo entre ellos» (Mt 18,20). nal del hombre con Dios.
La idea de la presencia de Dios en la comunidad Estas ideas acerca de la presencia mediada de Dios
reunida pertenece al acervo conceptual común a judíos y necesitan alguna mayor precisión cuando se las aplica a
cristianos. La asamblea del pueblo de Israel (qahal; en la liturgia. Desde el punto de vista de la teología trinita-
la traducción griega del Antiguo Testamento ekklesia, ria hay que decir que la promesa de la presencia de Dios
asamblea, iglesia) vive de y en la conciencia de la pre- en la asamblea litúrgica no se refiere simplemente al
sencia de Dios. Dios habita en los hombres a modo de la misterio divino eterno e incomprensible que Jesús anun-
misteriosa y resplandeciente sekinah. «Donde están dos ciaba de su y nuestro Padre. Sería erróneo pensar que la
sentados y están entre ellos las palabras de la Torah, allí liturgia hace presente a Dios Padre. Más bien somos
permanece la sekinah entre ellos», pudo afirmar la Mis- nosotros (también) los que en la liturgia y con su ayuda
nah (Sentencias de los padres III, 2). La concepción cris- somos hechos presentes a Dios Padre, somos llevados
tiana del servicio divino y la concepción católica de la ante su rostro por su Hijo Jesús en el Espíritu Santo.
liturgia no dice que la comunidad reunida cause la pre- Este, como algo que es común a Jesús y a los fieles, es,
sencia de Dios. La comunidad en cuanto sujeto (secun- en la liturgia, el médium de la presencia de Jesús 14 , de su
dario y dependiente) de la liturgia está orientada, en la persona y de todo el destino de su vida. Las maneras
fe, la esperanza y el amor, a la venida de Dios y todo lo concretas en que este médium -el Pneuma de Dios- ac-
que puede hacer es orar pidiendo esta venida. Esta túa eficazmente en la liturgia, es decir, los modos como
oración confía en la promesa del Resucitado. lleva a cabo la presencia de Jesús en su persona y en sus
obras, son las acciones simbólicas de la Iglesia (o «signos
Pero, ¿qué quiere decir aquí presencia? Karl Rahner
eficaces»), como dice la antes mencionada definición de
ha desarrollado una serie de reflexiones 13 , según las
la liturgia, y de forma destacada los sacramentos), en las
cuales la presencia es siempre, para los hombres, una
que quien verdaderamente actúa es Jesús, la Palabra
presencia mediada, necesitada de un médium asequible
que -cuando es leída como Palabra de Dios- es pronun-
y comprensible al modo de ser humano. Esta afirmación
ciada por el mismos Jesús, y, en fin, la oración y los
es aplicable también a la presencia de Dios, en cuanto
cantos de la comunidad reunida (SC 7).

13. K. Rahner, Die Gegenwarí des Herrn in der christüchen Kultgemeinde, en Schrifíen 14. Ibfdem, 398.
VIII, 395-408.

44 45
De lo dicho se deduce claramente que esta actualiza-
ción de Dios por Jesús en el Espíritu Santo es producida
por la iniciativa del Espíritu divino, una iniciativa que 3. La economía sacramental de la salvación
despierta también la fe de la Iglesia que celebra la litur-
gia. Con todo, esta actualización, esta presencia actual
de Dios, sólo alcanza su meta cuando las posibilidades
de mediación, sobre todo la de la liturgia, llegan hasta el
nivel de la conciencia y son emocionalmente aprehen-
didas. Insertarse, introducirse en la liturgia, cuyo sujeto
y portador es siempre Jesucristo, significa, en todos y
cada uno de los casos (y en todos y cada uno de los
sacramentos) el recuerdo de Jesús; la celebración de la
liturgia es celebración del recuerdo, es memorial de Je-
sús, un recuerdo cuya intensidad subjetiva depende de El «pensamiento sacramental» es un modo de com-
la vivencia de Jesús que tienen las personas que lo cele- prensión. En esta frase, la palabra «sacramental» se em-
bran. Esta celebración es siempre un insertarse, un ins- plea en un sentido amplio. Quiere expresar la experien-
cribirse en la voluntad de Dios anunciada en Jesús, de cia de fe de que una situación o circunstancia concreta,
tal modo que su intensidad se manifiesta también en la aprehendida a través de los sentidos, una realidad o un
voluntad de llevar un género de vida según los deseos de acontecimiento exterior, es «más», encierra algo «más
Jesús. profundo» que lo que aparece en la superficie y a pri-
mera vista. Dado que aquí nos ocupamos de un modo de
ver propio de la fe cristiana, se ha elegido, a ciencia y
conciencia, la palabra «sacramental», porque la realidad
interior y más profunda, que se sirve, como de medio,
de la realidad exterior, es la realidad del Dios trascen-
dente. En nuestro contexto, la palabra «sacramental» es
más exacta y más apropiada que el adjetivo «simbólico»,
pues, si bien todo lo sacramental es simbólico (en el
sentido del símbolo real), no todo lo simbólico es sacra-
mental, porque no todo símbolo (real) media o transmi-
te la presencia de Dios.
Según una concepción específicamente católica, la
historia de Dios con los hombres tiene estructura sacra-
mental, en el sentido de que el movimiento que parte de
Dios y que, a lo largo y ancho de toda la historia hu-
mana, retorna a Dios, va adquiriendo rasgos sacramen-
tales cada vez más precisos. Para la comprensión de la fe
«más precisos» significa aquí: rasgos sacramentales que

46 47
no se apoyan sólo en la comprensión y en la interpre- tos concretos como realizaciones actualizadoras del sa-
tación humana, sino que están vinculados a la promesa cramento fundamental.
explícita y eficaz de Dios.
Este modo de ver las cosas se apoya en la concepción
de la acción historicosalvífica cristocéntrica de Dios, que 3.1. La creación y la elección como sacramento
hunde sus raíces en la teología neotestamentaria y tiene
en el Símbolo -es decir, en la confesión de fe- su expre- La fe en la creación dice que el Dios eterno e in-
sión más exacta y concisa. Dicha acción historicosalvífi- creado permite, con soberana libertad, existir lo total-
ca de Dios, la oikonomia, se encuadra por supuesto en mente otro y, al admitirlo, lo mantiene, lo conserva en
un marco teológico: tiene su punto de partida en el amor el ser. La relación de Dios con los hombres, de cuya
del Padre, que se difunde y derrama y vuelve a él, glo- existencia está plenamente convencida la fe judeocris-
rificándolo, para que sea «todo en todos» (ICor 15,28). tiana, se refiere a algo distinto de lo que expresa esta
Pero, mientras tanto, todo está concentrado en la afir- breve descripción de la fe en la creación. Para empezar:
mación histórica de lo que puede decirse de Dios, en la Dios quiere hacerse perceptible a los hombres, quiere
autocomunicación radical de Dios a lo no divino, en la comunicarse con ellos, quiere descubrirles el sentido y la
venida de Dios en carne humana. «Toda la oikonomia es meta de sus vidas. Y esto ocurre al anunciarse, a través
acontecimiento en Cristo. Cristo no reparte con el Espí- de las realidades creadas, como Padre interesado en la
ritu, pues todo le pertenece (en cuanto obra subjetiva suerte de los hombres. Los hombres sólo pueden perci-
histórica, tal como se la describe en el Credo), del mis- bir por intermediación sensible esta realidad espiritual
mo modo que también le pertenece todo al Espíritu, que tan radicalmente diferente, que vive en otra dimensión,
es de Cristo, como aquello que hay que anexionarse y a la que llamamos Dios. Si, pues, lo creado es, en este
hacer suyo» 1 . sentido, transparencia hacia Dios y si los hombres inter-
El acontecimiento que se inicia con el comienzo mis- pretan en óptica religiosa las experiencias correspon-
mo de la creación es ya un acontecer en Cristo y, por dientes, se llega a una fe fundamental. Esta fe no consis-
consiguiente, es sacramental, aunque en un sentido no te en que los hombres piensen que pueden adueñarse
institucional. El acontecimiento de anexión o apropia- del poder del más allá -lo que sería magia- sino más
ción que brota del Espíritu de Jesucristo es, por el con- bien en el reconocimiento de la plena y total dependen-
trario, sacramental en un genuino sentido institucional. cia de lo creado respecto de Dios, en la humilde acep-
A esta concepción responde una sencilla clasificación de tación voluntaria de la meta señalada por Dios. Los
la economía sacramental de la salvación: la creación y la hombres pueden dar a esta fe una expresión corpórea
elección como sacramento, Jesucristo como protosacra- mediante signos palpables y perceptibles o mediante ac-
mento o sacramento originario, la Iglesia como sacra- ciones simbólicas, y repetir así situaciones del conoci-
mento básico o fundamental, cada uno de los sacramen- miento de Dios. ¿Quién se atreverá a negar que Dios, a
quien nadie encuentra sin que él lo haya encontrado
primero, puede conceder en tales circunstancias un en-
1. A. Grillmeier, Christologie, en LThK II, 1156-1166, aquí 1161. Todo el artículo es cuentro en gracia con él? Tales encuentros serían lo que
sumamente ilustrativo para la relación entre theologia y oikonomia en la tradición cristiana.
Cf. también una excelente síntesis de la reciente investigación y de los últimos descubrimientos la teología clásica llama «sacramentos naturales».
de la economía sacramental de la salvación en el siglo xx en C E O'Neill, en H. Vorgrimler-
R. Vander Gucht (dirs.), Bilanz der Theologie im 20. Jahrhundert III, Friburgo 1970, 252ss. Pero, superado este estadio, la tradición de fe judía

48 49
habla de experiencias según las cuales Dios quiso anun- trata de los sacramentos de Israel. Y no sólo porque los
ciar a toda la humanidad, por medio de la elección de un judíos siguen siendo el pueblo elegido de Dios, pues los
pueblo, su voluntad concreta, quiso poner su morada dones y las promesas divinas son irrevocables, sino tam-
permanente entre los hombres de modo que éstos, en la bién porque la palabra de Dios, convertida en Israel en
unidad del amor a Dios y el amor a los hombres, fueran palabra humana, conserva su carácter vinculante para la
capaces de crear situaciones acordes con la voluntad di- Iglesia y porque la asamblea litúrgica de Israel, que su-
vina, de tal suerte que el mundo humano pudiera con- plica en la oración la presencia de Dios, permanece
vertirse en reino de Dios. Si también ahora, y en razón unida, bajo más de un aspecto, a la liturgia de la Iglesia.
de la fundamental diferencia entre Dios y los hombres,
el encuentro de Dios con sus elegidos necesita ser me-
diado, se perfilan dos modos relevantes de «estructura 3.2. Jesucristo como sacramento originario
sacramental»: la mediación o transmisión de la palabra
de Dios en palabras humanas y la asamblea que recuer- La convicción de fe de que Jesús es el sacramento de
da, agradece, glorifica y se reconcilia con Dios. Es Dios tiene hondas raíces en el Nuevo Testamento. Los
evidente que ambos modos, con su acuñación dialógica, testimonios sobre los acontecimientos de su vida, sobre
están unidos en la oración de respuesta y de súplica. su trato y relaciones con los hombres, muestran hasta
Puede detectarse la presencia de los «sacramentos viejo- qué elevado punto su persona fue un «signo», una de-
testamentarios» sobre todo en las asambleas litúrgicas mostración de la presencia de Dios (también aparecen
de los hijos de Israel, aunque desde la perspectiva cris- en esta vida los elementos que ponen en peligro un sa-
tiana deban añadirse algunas reflexiones teológicas so- cramento: la tentación, el miedo...). Toda su vida, espe-
bre esta materia. cialmente los momentos culminantes, y en primer lugar
La posterior fijación cristiana en ritos aislados a pro- su muerte, son símbolos reales de la presencia concreta
pósito de los «sacramentos viejotestamentarios» estaba de Dios. Unido a ello, aparece la interpretación dada
ya dominada por un pensamiento que trabajaba con es- por el propio Jesús: También el acontecimiento de la
quemas y se preguntaba, en consecuencia, cuál es la palabra que sucedió en él tenía carácter sacramental,
«materia» de un sacramento. Debería ser evidente que actualizador de Dios 2 .
un acto ritual, como por ejemplo la circuncisión, que ha La posterior concepción neotestamentaria de Cristo
surgido por motivaciones tanto nacionales como higié- destacó acertadamente esta sacramentalidad de Jesús.
nicas, no puede reclamar para sí el mismo rango que una Sin perder sus rasgos personales -dice Augustin
asamblea litúrgica del pueblo elegido. Este ejemplo Schmied- Jesús, como Cristo, ha atraído hacia sí el po-
muestra cuan problemático resulta que los cristianos der de los protosímbolos humanos (luz, fuente, pastor,
juzguen «desde fuera» las señales y las acciones simbó- puerta, pan) 3 . Se le puede describir como el icono, la
licas en las que posiblemente tiene lugar un encuentro imagen por excelencia de Dios (2Cor 4,4; Col 1,15)4,
con Dios. Sobre este punto baste aquí señalar, a pro-
pósito de otras religiones no cristianas, que no se ve
2. Cf. los datos sobre este punto en A. Schmied, Perspektiven (véase bibliografía Ib).
razón alguna para negar que puedan darse en ellas «sa- 3. A. Schmied, o . c , 19.
cramentos extracristianos». 4. Ch. von Schónborn, L'icóne du Christ, Friburgo 21978 (donde se muestra que existe una
teología del tipo-antitipo genuinamente tipológico-historicosalvífica y cristológico-trinitaria
Pero, una vez más, la situación es distinta cuando se que no es de origen platónico).

50 51
como la epifanía visible de la esencia invisible de Dios Para Tomás de Aquino, Jesucristo es el «sacramento
(Heb l,ls; Un 1,1; también Jn 14,9). fundamental, en cuanto que su naturaleza humana cau-
El dogma cristológico de Calcedonia del año 541 (DS sa, como instrumento de la divinidad, la salvación»
301; Dz 148) profundizó esta concepción sacramental de (Wolfgang Beinert) 6 . Partiendo de Agustín 7 , pudo muy
Jesús. Si debe admitirse que la intención de Dios respec- bien afirmar Martín Lutero: «La Sagrada Escritura sólo
to de la humanidad consistió en que quiso comunicarse a conoce un sacramento, Cristo, el Señor» 8 . Cuando, al
sí mismo y quiso expresarse dentro de la humanidad, hilo de las grandes renovaciones de la teología eclesial
entonces es cuando se advierte claramente que Dios del siglo XIX (cf. infra 3.3), se prestó una mayor aten-
mantenía con firmeza y sin impedimento esta meta, con ción a la sacramentalidad de la Iglesia y a su relación con
la única condición de que a su comunicación y promesa la sacramentalidad de Jesucristo, se aplicó, en un primer
respondan los hombres con una pura y simple acep- momento, a Jesús la denominación de «el gran sacra-
tación. La intimísima cercanía de Dios (su esencia, la mento» 9 . Al reanudarse en el siglo XX esta línea de pen-
gracia increada) y la naturaleza humana que le recibe samiento, fue, al parecer, Cari Feckes (t 1958) el pri-
como símbolo real de esta cercanía (signo eficaz) se dan mero que, en 1934, designó a Jesucristo como Ursa-
en Jesús sin confusión ni división. Esta fórmula traza krament (protosacramento o sacramento originario) so-
también el límite del dogma cristológico: el carácter de bre el que se apoyarían y del que se derivarían «el mun-
acontecimiento, de cosa realmente sucedida, de esta do sacramental» de la Iglesia y cada uno de los sacra-
unión insuperable de Dios y el hombre, su dinámica, se mentos concretos 10 .
expresa de manera a lo sumo implícita en esta afir-
Dentro del espíritu de renovación del tomismo y ba-
mación más bien estática de las dos naturalezas unidas
jo la influencia de la filosofía existencialista del encuen-
en la persona de Jesús.
tro (experiencia del otro), describió Edward Schille-
La denominación de Jesús como sacramento se beeckx (nació en 1914) a Jesucristo como el sacramento
apoya en la teología neotestamentaria del mysterion5. del encuentro con Dios 11 . Más en concreto, consideraba
En las cartas a los Efesios y a los Colosenses la palabra que el protosacramento era el ser humano de Jesús, por-
mysterion no se refiere a un misterio, sino a los propósi- que precisamente en él había acontecido el doble mo-
tos salvíficos de Dios, tal como los reveló y los llevó a vimiento: irrupción de la gracia «desde arriba», culto del
cabo en el curso de su oikonomia. Su revelación plena y amor a Dios «desde abajo». En la cristología de Karl
su realización total aconteció en Jesucristo (Ef l,9s; Rahner se entendía a Jesucristo -ya antes del concilio-
2,11-3, 13; Col 1,20. 26s; 2,2; cf. también Rom 16,25s).
De ahí que muchos padres de la Iglesia, entre ellos el 6. Summa contra gen. IV, a. 41. W. Beinert, Die Sakramentalitat der Kirche im theologi-
influyente Agustín, le llamen mysterium Dei. Y dado schen Gesprach, en Theologische Berichte 9, Zurich 1980, 13-66, aquí 17s.
7. «Non est enim aliud Dei mysterium nisi Christus» (Ep. 187, 9,34; CSEL 57/4, 113).
que en las antiguas versiones latinas de la Biblia la pala- 8. Disp. de Fide infusa et adquisita (WA 6,86, 5ss).
9. W. Beinert, o . c , 22.
bra mysterion se traducía por sacramentum (cf. infra, 10. Ibídem 23. En ibídem, 17, ofrece el dato de que el canonista evangélico Rudolf Sohm
4.1) resultaba obvio llamar a Jesucristo sacramentum (t 1917), en una colaboración publicada por vez primera en 1918, había afirmado; «Para la
Iglesia viejo-católica el protosacramento es Cristo mismo.»
Dei. 11. E. Schillebeeckx, Christus, Sakrament der Gottbegegnung, Maguncia 1959. Se trata de
una redacción resumida del tomo u de una teología de los sacramentos siguiendo las ideas de
Tomás de Aquino y con la mirada puesta en la actual problemática de los sacramentos. Del
primer volumen, publicado en Amberes, en 1952, bajo el título de De sacraméntele heilseco-
5. Sigue siendo fundamental todavía hoy día G. Bornkamm, Mysterion, en ThWNT IV,
nomie sólo existe edición holandesa; este primer volumen ofrece preciosos materiales de la
1942, 809-834.
tradición eclesial relacionados con los temas de todo este capítulo 3.

52 53
como «la presencia real histórica de la misericordia es- es la cabeza según Ef y Flp, es algo más que una simple
catológicamente victoriosa de Dios en el mundo», o imagen. A ello se añaden las restantes imágenes de la
también como «la primordial palabra sacramental de Iglesia en el Nuevo testamento, todas las cuales afirman
Dios en la historia de la humanidad una» 12 . la plena dependencia de la Iglesia respecto de su verda-
El concilio Vaticano II ha expresado la sacramentali- dero y no humano pastor, esposo, viticultor, arquitecto,
dad de Jesucristo de la mano de la cristología de Calce- etc. 13 Precisamente en virtud de esta subordinación y
donia y en la línea de pensamiento de Tomás de Aqui- dependencia, la primitiva Iglesia tuvo plena conciencia
no, pero sin recurrir a los conceptos de «sacramento» o de que podía y debía desempeñar, en calidad de instru-
de «sacramento originario». En la reciente teología ca- mento de Dios, un servicio real para la salvación de los
tólica se acepta generalmente, a cuanto yo sé, la concep- hombres, un servicio mediante la palabra y el sacramen-
ción de Jesucristo como el sacramento originario. to (como se dijo más tarde), en el que en la autorreali-
zación o en la actualización de la Iglesia (como también
aquí se diría más tarde) quien verdaderamente habla y
3.3. La Iglesia como sacramento fundamental actúa es el mismo Jesucristo.
El Nuevo Testamento testifica asimismo que ya en la
La idea de que Jesucristo vive y lleva adelante, en el primitiva Iglesia este servicio fue desempeñado de ma-
Espíritu Santo, su misión de transformar la humanidad nera muy imperfecta. Los cristianos se hicieron culpa-
hasta que la creación alcance su plenitud para gloria de bles de muchas cosas, sus faltas y pecados mancillaron a
Dios Padre presupone la intervención del Resucitado en la Iglesia (que intentó, mediante sus actos penitenciales,
la humanidad. La eclesiología del Nuevo Testamento restablecer la figura que Dios quería de ella). Desde sus
entendió desde el principio a la Iglesia como la comuni- orígenes, estuvo la Iglesia expuesta a la tentación de
dad de seguimiento que, henchida y guiada por el Pneu- querer convertirse en una magnitud independiente, en
ma divino, continúa la misión de Jesucristo. Esta perma- hacerse a sí misma objeto de la proclamación, de com-
nencia continuada de la acción salvífica de Jesús no es portarse no según la voluntad de Dios, revelada por Je-
entendida en ningún pasaje del Nuevo Testamento co- sús, sino al modo de «este mundo», de negarse a inser-
mo si la Iglesia hiciera suya la tarea de Jesús de modo tarse en el movimiento desencadenado por el Pneuma
que representara a un ausente e intentara sustituirlo. divino y aferrarse a sus propias tradiciones.
Más bien, la conciencia de sí de la Iglesia ha declarado El lugar de la Iglesia en la historia de Dios con la
ya desde el primer instante que se sabe plenamente de- humanidad en la oikonomia estuvo caracterizado desde
pendiente de Jesucristo, formada y configurada por el el principio por la relativización y la provisionalidad (y
Espíritu Santo para ser instrumento útil de la presencia precisamente en esto consistía y consiste su radical di-
permanente de Jesucristo. La descripción de la Iglesia ferencia respecto de Jesucristo): su servicio se ordena,
local como cuerpo de Cristo formado por muchos miem- en último término, a la gloria de Dios, pero empezando
bros que, según Rom y ICor, es congregada por el Espí- por los hombres y por su vinculación con Dios; lo único
ritu divino para formar una unidad, de la que Jesucristo que tenía y que tiene que transmitir es lo que ella misma

13. Sintetizado en LG 6s del Vaticano n. En este contexto se hace preciso prestar atención
12. K. Rahner, La Iglesia y los sacramentos, Herder, Barcelona 21967, 14 y 17 (ed. orig. a la eclesiología de Miguel M. Garijo Guembe. Para la concepción evangélica cf. U. Kiihn,
alemana: 1960). Kirche, Gütersloh 1980.

54 55
ha recibido como don; Dios no la pensó ni la piensa hoy padres expresaron la sacramentalidad de la Iglesia a tra-
día como la figura final de la humanidad, ya que será vés de imágenes más numerosas y diversas que las utili-
superada/suprimida en el reino de Dios. zadas en el Nuevo Testamento. Hugo Rahner (t 1968)
A través de estos componentes teológicos -bre- resumió con gran acierto algunas de ellas en estas pala-
vemente enunciados- de la Iglesia se advierte claramen- bras: «La Iglesia es peregrina y al mismo tiempo está ya
te que se conserva y se prolonga en ella aquella estructu- en el hogar. Forma parte de su doble e indisoluble figura
ra sacramental que hemos venido destacando hasta su, por así decirlo, celeste terrenalidad. Es, como acen-
ahora: en cuanto comunidad de los hombres que creen túa de nuevo la reciente teología y como sabían ya bien
en Jesús y que desean seguirle, la Iglesia posee una di- los padres de los primeros tiempos, el gran sacramento
mensión externa visible, que alude y remite a una reali- hacia el reino de Dios, la madre que muere al dar la
dad más profunda. Su dimensión interior consiste en vida, la luna cuya luminosidad decrece a medida que se
que Jesucristo la convierte, en el Espíritu Santo, en se- acerca el sol, Cristo, el arca que deja salir a la familia de
ñal e instrumento de los que se sirve para llevar a su Dios que, salvada, desembarca en el reino de la paz» 15 .
término final su obra de renovación y de transformación El concepto de sacramento fue trasladado a la Iglesia
de la humanidad, para gloria de su Padre. De este mo- a través de la idea del mysterion (Ef). El primer testi-
do, la dimensión exterior es como un signo, dotado de monio de ello, en Oriente, es el aportado por la Didakhe
estructura historicosocial, que remite no a una magnitud (Siria-Palestina, primera mitad del siglo n), que califica
extraña y distante sino a un ser presente, que es el que a la Iglesia de «misterio cósmico», mientras que el pri-
realmente actúa. La sociedad o comunidad humana que mer testimonio occidental lo ofrece Cipriano (t 258),
constituye la dimensión exterior no puede por sí sola ni que habla del sacramentum unitatis16. Algunos desta-
esperar ni implorar ser capaz de prestar este servicio; es cados padres de la Iglesia, Agustín entre ellos, hablaron
el Espíritu divino quien le concede esta esperanza y esta del sacramento (o misterio) de la Iglesia en el marco de
oración. La dimensión exterior está siempre expuesta a la descripción de la economía global sacramental de la
cometer abusos y en peligro, por tanto, de oscurecer y salvación17. Una oración del siglo V, que forma parte
menoscabar la realidad interior de la gracia. hoy día de la liturgia y aparece citada por el Vaticano II
En razón de esta estructura sacramental de la Iglesia (SC 5), suplica a Dios que mire benignamente «el sacra-
parece natural que también a ella se la califique de sa- mento admirable de la Iglesia entera».
cramento. Al hacerlo así, se le aplicaba un concepto de Tras la acuñación, a mediados del siglo xil, de un
sacramento amplio, en una época en la que aún no exis- concepto especializado y estricto de sacramento, pasó a
tía el concepto restringido, en cierto modo especiali- un segundo plano esta concepción sacramental de la
zado, de lo que es, estrictamente, un sacramento. Iglesia (contrariamente a la cristología, cf. 3.2). Se insis-
Debemos contentarnos aquí con unas breves indica- tió en la dimensión exterior e institucional de la Iglesia
ciones respecto de la historia de esta designación 14 . Los como reacción a todos los movimientos de reforma

14. Más detalles en W. Beinert, o.c. (en nota 20); J.M.R. Tillard, en Initiation a lapratique von der Kirche ais dem Sakrament des Heils für die Welt, en Renovatio et reformatio, ed. por
de la théologie II, París 1983, 387-391 (la sacramentalidad de la Iglesia); W. Kasper, Die M. Gerwing-G. Ruppert, Münster 1985, 80-116 (bibliografía).
Kirche ais universales Sakrament des Heils, en Glaube im Prozess, ed. por E. Klinger-K. 15. H. Rahner, Symbole der Kirche. Die Ekklesiologie der Vater, Salzburgo 1964, 653.
Wittstadt, Friburgo 1984, 221-239 (bibliografía); Th. Schneider, Die dogmatische Begründung 16. Testimonios patrísticos en W. Beinert, o . c , 15-17.
der Ekklesiologie nach dem Zweiten Vatikanischen Konzil. Dargestellt am Beispiel der Rede 17. Ibídem, 16s.

56 57
«desde la base» 18 . Con la irrupción, en el siglo XIX, de
una renovada mentalidad sobre la Iglesia, se redescu- niinación de «protosacramento» 25 . Para evitar el con-
brió la dimensión profunda de la idea de «sacramento» lusionismo conceptual que podría provocar el hecho de
como designación de la Iglesia, no sólo en la etapa ro- uplicar también a Jesucristo esta misma designación y
mántica de la primera mitad del siglo, sino también en- para poner bien en claro la permanente diferencia cuali-
tre los neoescolásticos de la segunda mitad. Merecen, en tativa entre Jesucristo y la Iglesia, Semmelroth se refirió
este campo, especial mención los teólogos Johann E. más adelante a esta segunda como «sacramento radical»
Kuhn (t 1887)19, Johann H. Oswald (t 1903)20 y Mat- (Wurzelsakrament)26, en tanto que Rahner prefería lla-
thias J. Scheeben (t 1888)21. Tras una interrupción que marla «sacramento fundamental» (Grundsakrament)21'.
se prolongó hasta los años 30 del siglo xx, ha vuelto a También el concilio Vaticano II utilizó el concepto
imponerse una eclesiología que, a través del concilio de «sacramento» para designar a la Iglesia28. Walter
Vaticano II, ha adquirido un peso determinante en el Kasper hace una buena síntesis de la intención y del
momento actual. contenido de esta denominación: «Tal como el concilio
Vaticano II utilizó el concepto para referirse a la Iglesia,
En la neoescolástica se registraron intentos oca-
se trata de un medio de expresión conceptual, entre
sionales por explicar en conceptos claros las diferencias
otros varios, para superar el triunfalismo, el clericalismo
entre Jesucristo, la Iglesia y cada uno de los sacramentos
y el juridicismo eclesiológicos, y para destacar, expresar
concretos de la Iglesia. Si a Jesucristo se le llama «pro-
y explicar el misterio de la Iglesia oculto bajo su forma
tosacramento» o «sacramento originario», la Iglesia re-
visible y sólo perceptible a los ojos de la fe, según el cual
cibe la denominación de «supersacramento» 22 . Erich
la Iglesia, por un lado, procede totalmente de Cristo y
Przywara la describía como «sacramento total» (Ganz-
está permanentemente referida a él, mientras que, por
sakrament)23.
otro lado, en cuanto signo e instrumento, se halla total-
Animados por la intención de renovar la eclesiología mente al servicio de los hombres y del mundo. El con-
a partir del espíritu de los padres de la Iglesia, los teólo- cepto es adecuado, sobre todo, para establecer una cla-
gos franceses Yves Congar (1937) y Henri de Lubac sificación diferenciadora y una subordinación entre la
(1938) asumieron la visión sacramental de la historia de estructura visible y la naturaleza espiritual de la Igle-
la salvación y la concepción de la Iglesia como «sacra- sia»29.
mento» 24 .
La eclesiología sacramental del concilio tenía, pues,
Acabada la segunda guerra mundial, Otto Sem- la intención de contemplar a la Iglesia en su dimensión
melroth y Karl Rahner aplicaron a la Iglesia la deno- relativa, es decir, referida al autor único y verdadero de

18. En ibídem, 18, W. Beinert cita a Louis de Thomassin (f 1695) como el primer teólogo
25. W. Beinert, o . c , 25-29; respecto de K. Rahner, también J. Herberg, Kirchliche Heils-
de la edad moderna que insistió sobre el tema de la sacramentalidad de la Iglesia, en el marco vermittíung. Ein Gesprdch zwischen Karl Barth und Karl Rahner, Francfort 1978.
de una visión historicosalvífica en la que, para él, el hombre en sí, y luego Adán y Jesucristo, 26. MS IV/1, 1972, 318-348.
son sacramentales. 27. Curso fundamental sobre la fe, Herder, Barcelona 31984, 473 (la primera ed. alemana
19. Para su eclesiología sacramental, cf. J. Finkenzeller II, 139-143. es de 1976); E. Jüngel-K. Rahner, Was ist ein Sakrament?, Friburgo 1971,75.
20. Ibídem, 145-148. 28. Los pasajes más importantes: LG 1, 9, 48; GS 42, 45; AG 1, 5; además, en las citas
21. Ibídem, 148-153. tomadas de la época patrística SC 5, 26. Para una interpretación más detallada cf. W. Kasper,
22. Así en C. Feckes, hacia 1934, muy influyente en los temas de eclesiología; W. Beinert, o.c. (en nota 14). Kasper hace notar que la expresión veluli (= como, a modo de un sacramen-
o . c , 23s. to) fue utilizada para tranquilizar a quienes se mostraban preocupados por el número septe-
23. En un texto de 1942: E. Przywara, Ignatianisch, Francfort 1956, 98. nario de los sacramentos. Aquí «sacramento» no se entiende en el sentido estricto en que lo
24. W. Beinert, o . c , 24s. También H. U. von Balthasar entiende a la Iglesia como sacra- interpreta la teología especializada.
mento; cf. últimamente Theodramaíik II/2, Einsiedeln 1978. 29. W. Kasper, o . c , 228s.

58 59
una considerable importancia ecuménica. La afirmación
la salvación, a Jesucristo en el Espíritu Santo, de acuer- de esta sacramentalidad implica una notable aproxima-
do con la voluntad del Padre. Pero dado que bajo ción a las Iglesias orientales 30 . Éstas, en efecto, han con-
ningún concepto pretendió el concilio ver a la Iglesia servado como herencia de los padres de la Iglesia una
como fundamento de la salvación humana, no quiso mentalidad que puede hablar del cosmos como del sa-
aplicarle -actuando con clara conciencia- el concepto de cramento universal y puede entender toda la eclesio-
«protosacramento» y se contentó con aludir a los límites logía desde la óptica eucarístico-sacramental. La teolo-
de una eclesiología sacramental al mencionar la simple gía de las Iglesias surgidas de la reforma tuvo diversas
analogía -es decir, la semejanza dentro de una deseme- reacciones ante la doctrina de la sacramentalidad de la
janza mayor- entre el misterio de Jesucristo y el misterio Iglesia31. La gran preocupación de la teología evangélica
de la Iglesia, entre la humanidad de Jesús y la estructura consiste en dejar bien clara la diferencia entre las pala-
visible de la Iglesia (LG 8). Según el Vaticano H, el bras y los hechos de Dios por un lado y las palabras y las
sacramento Iglesia está al servicio de la salvación de acciones de la Iglesia por otro 32 .
toda la humanidad. En sus documentos de mayor am-
bición teológica describió el concilio con mayor exac- En la teología de Karl Rahner aparecen claramente
titud este servicio como martyria o servicio a la Palabra las grandes posibilidades, pero también las limitaciones
de Dios (Constitución sobre la divina revelación, Decre- de la concepción sacramental de la economía de la salva-
to sobre la actividad misionera de la Iglesia), como ción33. Si la creación de Dios se orienta no sólo al de-
leitourgia (Constitución sobre la sagrada liturgia), como venir de la humanidad (por ejemplo, como socio de
diakonia (Constitución pastoral). En insistentes decla- Dios), sino, ya de antemano, a la autocomunicación de
raciones, explicó el concilio que la Iglesia nunca llevará Dios, entonces esta autocomunicación debe entenderse
a su plena perfección este servicio, que es más bien pro- radicalmente como la venida de Dios mismo en lo no
visional, y que, a una con sus sacramentos, pasará (LG divino y toda la realidad está siempre orientada hacia
48): sólo Dios es el autor y el consumador de la salva- Jesucristo, en quien debe acontecer y ha acontecido ya
ción. la autocomunicación de Dios trino, en la verdad y el
amor.
También reconoció el Concilio, en diversas ocasio- Aquí, pues, en este acontecimiento salvífico cen-
nes, que la Iglesia está expuesta al pecado. Forma parte tral de la «encarnación», está el sentido de toda la
de la sacramentalidad de la Iglesia el hecho de que no se creación y de la historia humana. Este acontecimiento
identifica con la realidad salvífica contenida en ella, que
sólo imperfectamente puede cumplir su misión de servi-
cio como señal e instrumento y que también ella está en 30. W, Beinert. o.c., 41-44; y, sobre todo, R. Hotz (véase bibliografía la).
31. W. Beinert. por ejemplo, en o . c , 44-49, encuentra simpatía en P. Tillich, K. Barth, W.
camino. Por consiguiente, el Vaticano II tuvo también Pannenberg, H. Ott; repulsa en R. Bultmann, E. Kasemann, P. Brunner. Cf. también H.
que admitir que todos los hombres están orientados a la Dóring, Grundriss der Ekklesiologie, Darmstadt 1986: Die sakramentale Struktur der Kirche,
ibídem, 100-166 (también en perspectiva ecuménica). Bibliografía sobre estos temas, ibídem
economía sacramental de la salvación y, por ende, al 324-327.
32. U. Kühn, Sakramente (véase Bibliografía la). En ibídem, 208-211 exposición de la
camino querido por Dios que la Iglesia debe emprender concepción eclesíológica de los sacramentos; en 211ss, la crítica evangélica a dicha concep-
en su misión de servicio, pero que esta posibilidad de ción.
33. Cf. especialmente K. Rahner, Überlegungen zum personalen Vollzug des sakramen-
salvación está abierta también para quienes no son íalen Geschehens, en Schriften X, 405-429, artículo verdaderamente importante después del
miembros de la Iglesia (LG 12-16). concilio, en el que Rahner explica por qué los sacramentos pueden producir «también» lo que
«ya significan». Cf. la opinión favorable de W. Kasper a este punto de vista en o . c . 236s.
La concepción de la Iglesia como sacramento tiene
61
60
salvífico central ni fue desencadenado por la culpa de los además, causa esta relación gratuita» 35 . Y también: «La
hombres ni llevado a cabo para su eliminación (repara- Iglesia es el grande y excepcional gesto de Dios y el
ción redentora). Con esta visión, Rahner se sitúa en una gesto de la humanidad que lo recibe, en el que se expre-
gran tradición cristiana, que se inicia con las cartas a los san y se dan externamente el amor divino, la recon-
Efesios y a los Colosenses y que lleva, a través de la ciliación y la autocomunicación de Dios» 36 .
teología de la pedagogía, la ascensión y la divinización La segunda consideración tiene su formulación más
cultivada por los teólogos griegos, y a través de las ideas eficaz en las preguntas que plantea, por ejemplo, J.B.
de Agustín, a la gran teología franciscana de la edad Metz a la visión historicosalvífica optimista de Rahner,
media (escotismo). Una de las raíces (ignorada por Rah- preguntas relacionadas con el «acicate apocalíptico».
ner) de esta concepción se hunde en la visión optimista También puede Metz apoyarse en una gran tradición
de la creación de la sabiduría judía. bíblica y cristiana, la de la apocalíptica. Rahner está, por
En esta perspectiva, no debe considerarse a la Iglesia supuesto, en lo cierto en cuanto que según la opinión
y cada uno de los sacramentos (sobre los que se hablará compartida de judíos y cristianos, al final Dios se alzará
a continuación, en 3.4) como intervenciones medicinales con la victoria. No obstante, la amenaza de la historia de
de Dios desde el exterior, sino que son manifestaciones la humanidad desde el interior por el mal (lo «negativo
de lo que el mundo y la historia humana son ya en su existencial» en el lenguaje de Rahner) no es una amena-
verdadero interior -en virtud de la autocomunicación de za eficaz sólo fuera de la Iglesia, sino que lo es también
Dios- esto es, manifestaciones de la «liturgia del mun- dentro de la Iglesia y de su sacramentalidad.
do», símbolos reales del propósito realizado por Dios,
acontecimientos salvíficos para el mundo. El movimien-
to lleva, según una concepción de los sacramentos que el 3.4. Los sacramentos concretos como actualizaciones
propio Rahner califica de «copernicana» 34 , no desde el del sacramento fundamental
sacramento al mundo, sino, como «movimiento espi-
ritual», desde el mundo al sacramento. Si, según la afirmación del concilio Vaticano II, la
Deben tenerse en cuenta, sin embargo, dos consi- Iglesia es el sacramento universal de la salvación de Je-
deraciones. Es preciso tomar muy en serio la preocu- sucristo, queda pendiente la pregunta de cómo se realiza
pación de los teólogos evangélicos de que no se mezcle este ser sacramento (ser símbolo, ser signo, ser instru-
ni confunda la diferencia fundamental entre Dios y la mento). Y es preciso que se realice, porque la expresión
Iglesia y de que no se oscurezca, en virtud de un triun- «la Iglesia es sacramento» es, para empezar, una afir-
falismo eclesiástico-sacramental, la soberanía absoluta mación abstracta; traducida a términos concretos, po-
de Dios. En Rahner, Dios y la Iglesia tienen una peli- dría verse también vinculada a falsos contenidos. La
grosa proximidad, tal como muestran las siguientes afir- existencia de la Iglesia debe ser tan concreta como con-
maciones: «Dios, Jesús y la Iglesia -los tres considera- creto es el modo como el sacramento realiza su función
dos en cierto modo como un sujeto actuante- ponen un de signo y de instrumento. La realización acontece en la
signo, un gesto, que no sólo expresa la relación gratuita martyria, la leitourgia y la diakonia, porque en estas tres
de Dios con el hombre que acepta este gesto, sino que,
35. K. Rahner, Fragen der Sakramententheologie, en Schriften XVI, 398-405, aquí 398. Cf.
también mis objeciones a la visión demasiado triunfalista de la Iglesia en Schriften XIV, 60s.
34. K. Rahner, o . c , 405. 36. K. Rahner, Schriften XVI, 401.

62 63
formas del servicio eclesial debe hacerse visible y per- una autorrealización de la Iglesia en su máximo nivel de
ceptible la voluntad salvífica eficaz de Dios. La liturgia actualidad, el nivel del «carácter público concebido co-
de la Iglesia tiene su expresión y realización más desta- mo ministerialcomunitario». Pudo así describir cada uno
cada en la práctica de cada uno de los sacramentos con- de los sacramentos como «realizaciones básicas esencia-
cretos en las concretas asambleas litúrgicas (por reduci- les de la Iglesia misma» 39 , que tienen su lugar en las
das que sean). situaciones salvíficas decisivas de cada ser humano con-
Esta idea de entender cada uno de los sacramentos creto.
como realizaciones, actualizaciones o despliegues del sa- La pregunta teológica determinante que se plantea-
cramento fundamental, la Iglesia, siempre, por supues- ba en esta concepción de los sacramentos era la relativa
to, en el Espíritu Santo y sobre la base del sacramento a la mediación o transmisión de la gracia de Dios por la
originario, Jesucristo, penetró en la teología católica po- Iglesia. La teología católica, que siguió en gran parte las
co antes del concilio Vaticano II. El camino para esta ideas de Rahner, acentuó la total dependencia de la ac-
aceptación había sido allanado gracias a las renovadas ción eclesial respecto del Espíritu divino, que une a Je-
reflexiones sobre la economía sacramental de la salva- sucristo, como cabeza, con los miembros humanos de su
ción. En un primer momento, los defensores de estas cuerpo 40 . Ulrich Kühn ha puesto de relieve la gran im-
ideas ignoraban que las Iglesias orientales habían consi- portancia que en este campo tan sensible tienen los ma-
derado desde siempre la celebración de la eucaristía co- tices del lenguaje: mientras que él, en cuanto teólogo
mo la realización concreta preferente de la Iglesia. evangélico, no tiene la menor dificultad en admitir que
Deben citarse aquí de manera destacada, por la in- «los sacramentos son acciones o respectivamente reali-
fluencia de su pensamiento, los nombres de dos teólo- zaciones vitales de la Iglesia» 41 , prefiere evitar el con-
gos: Edward Schillebeeckx y Karl Rahner. Edward Schil- cepto de autorrealización de la Iglesia, porque implica la
lebeeckx, en su teología de los sacramentos, una y otra posibilidad de oscurecer el sentido de los sacramentos
vez revisada y reeditada a partir de 1952, entendía cada «como acontecimientos de la aplicación salvífica divina
uno de los sacramentos concretos como «manifestación que se anticipa a los hombres» 42 .
eclesial del amor divino de Cristo a los hombres (don de La coordinación estudiada por Rahner entre cada
la gracia) y del amor humano a Dios (culto)» 37 . Les uno de los sacramentos y el sacramento universal, la
daba así un fundamento que era a la vez cristológico y Iglesia, arrojó luz sobre los problemas concretos cuyo
eclesiológico. Karl Rahner analizó en un estudio 38 , pu- análisis acometeremos más adelante. Este punto de vista
blicado por primera vez en 1955, los diversos «grados de permitió a la dogmática entender (de nuevo) los sacra-
actualidad» y las diversas «autorrealizaciones» de la mentos como liturgia y no como actos jurídicos. Los
Iglesia. Según Rahner, cada uno de los sacramentos es conceptos «realizar», «actualizar» o «celebrar» cierran
el paso a la concepción de que Dios, por así decirlo, ha
entregado a la Iglesia los sacramentos como magnitudes
37. E. Schillebeeckx, Ctiristus, Sakrament der Gottesbegegnung, Maguncia 1959, 74. Tuvo
una gran importancia: ídem, Sátiramente ais Organe der Gottbegegnung, en Fragen der Theo-
logie heute, edit. por J. Feiner-J. Trütsch-F. Bóckle, Einsiedetn 1957, 379-401. Cf. sobre estas 39. Ibídem, 21.
materias C E . O'Neill, en Bilanz der Theologie im 20 Jahrhundert III, 256-259 (excelente 40. Cf. R. Schulte, Eínzelsakramente ais Ausgliederung des Wurzelsakraments, en MS
síntesis); J. Ambaum, Glaubenszeichen. Schillebeeckx' Auffassung von den Sakramenten, Ra- IV/2, 45-155; H. Denis, Les sacrements font VÉglise-sacrement, «La Maison Dieu» 152
tisbona 1980; también H. Háring, en «Theol. Revue» 78(1982)221-223. (1982)7-35 (el principio pneumatológico de la teología de los sacramentos).
38. Como libro: K. Rahner, Kirche und Sakramente, Friburgo 1960 (trad. cast., La Iglesia 41. U. Kühn, Sakramente, 197.
y los sacramentos; véase anteriormente nota 12). 42. Ibídem, 212.

64 65
fijas y rígidas. En la palabra «realización» se expresa, sin
más, la actividad de todos cuantos participan en la asam-
blea litúrgica, de la comunidad de los bautizados, y per- 4. Los sacramentos en general
mite situar en un segundo plano la poco afortunada di-
visión de los participantes en ministros o administra-
dores y receptores.
La pregunta de por qué Dios ha querido -según la
teología católica- que haya precisamente siete sacra-
mentos, ni uno más ni uno menos, pierde importancia si
se insertan los sacramentos-institución en el marco más
amplio de la economía sacramental de la salvación. El
número septenario puede entenderse simbólicamente y
no es preciso demostrar que debe ser necesariamente
ese número y ningún otro. Se ha podido comprobar que 4.1. El concepto general de sacramento
el intento por atribuir cada uno de los sacramentos al
Jesús histórico está condenado al fracaso, y que ha sido No existe un concepto general de sacramento total-
equivocado el camino por el que ha pretendido avanzar mente satisfactorio, porque no hay sacramentos en ge-
la teología, seducida por la obstinación de Martín Lu- neral, sino sólo sacramentos concretos. Se han registra-
lero, empeñado en atribuir al mismo Jesús la fundación do algunos intentos por expresar bajo un solo concepto
o institución de los signos visibles: la pneumatología lo que tienen de común todos los sacramentos. Aunque
neotestamentaria, la teología joánica del nacimiento de insuficientes, estos intentos han aportado una cierta
la Iglesia y de sus sacramentos de la herida del costado contribución a la comprensión de las relaciones de Dios
de Cristo crucificado, han señalado el camino que con- con los hombres. Comenzaremos por exponer algunos
duce a una visión positiva de las posibilidades con que de los hitos más importantes de estas tentativas de for-
cuenta la Iglesia para configurar los sacramentos y para mación del mencionado concepto 1 .
determinar su número, sin por ello entregar a la libre
Por lo que hace a las comunidades de que nos infor-
disposición de la Iglesia la gracia de Jesús, que es quien
ma el Nuevo Testamento, hay que partir de dos tipos de
realmente actúa en la liturgia y en los sacramentos, por
datos. Por un lado, existen testimonios que demuestran
medio de su Espíritu.
la existencia de una praxis litúrgica y ritual muy diver-
sificada y con diferentes grados de importancia: ocupan
el lugar más destacado el bautismo y la eucaristía; fi-
guran a continuación los actos penitenciales, la imposi-
ción de manos y la unción. No hay en el Nuevo Testa-
mento una denominación (colectiva) unitaria (ni, por
supuesto, una teología común) para estos diversos actos.

1. Para la historia de esta evolución, cf. J. Finkenzeller I y II; además, ídem, Sakrament,
en LThK IX, 220-225, con bibliografía.

66 67
Por otro lado, aparece el concepto de mysterion que dores correspondía al templo y era destinada al culto.
(como ya se ha señalado en 3.2) indica la realización y la A través de los teólogos africanos Tertuliano (t des-
revelación del designio salvífico de Dios. Estaba conce- pués del 220), Cipriano (t 258) y Agustín (t 430), la voz
bido en Dios desde la eternidad y se hizo eficaz y fue sacramentum pasó a enriquecer el vocabulario teológico
revelado en la historia en Jesucristo. Para los autores de eclesial. En los comentarios al mysterion de Ef y Col se
Ef (cap. 3) y Col (cap. 1), la Iglesia es la figura en la que aplica la denominación de sacramentum a la realización
sigue realizándose y revelándose este designio divino. del designio salvífico, a Jesucristo, a la encarnación (sa-
La meta de este mysterion es la unidad plena de todos cramentum incarnationis), a la Iglesia (en Cipriano: sa-
los hombres con Dios y entre sí, la realización de aquello cramentum unitatis), a la fe y a la confesión de fe. Por
de lo que Jesucristo puso los cimientos, la creación de cuanto sabemos, fue Tertuliano el primero que aplicó al
una humanidad justa y reconciliada en la que queden bautismo y a la eucaristía la denominación de «sacra-
suprimidas las diferencias que separan, en resumen, mento». En el bautismo, señaló la semejanza con la
aquello que en la predicación de Jesús se denomina obligación ético-religiosa que asumían los reclutas en
«reino de Dios». En este concepto de mysterion se en- virtud de su promesa. En conjunto, en la época patrísti-
cierra ya la economía sacramental de la salvación, en ca se aplicaba el nombre de sacramentum a ritos muy
cuanto que dicha economía abarca a Jesucristo y a la dispares.
Iglesia y sus realizaciones vitales. Al interpretar Agustín el Nuevo Testamento a la luz
Las antiguas traducciones latinas de la Biblia ver- de los conceptos de la filosofía platónica, se convirtió en
tieron mysterion bien con el préstamo directo de myste- el primer teólogo que consiguió elaborar una teoría de
rium (ítala, Vulgata), o bien con la palabra sacramen- los sacramentos 2 . Colocó el sacramentum en el género
tum (Biblias africanas). Este concepto de sacramentum de los signa, de los signos visibles, que expresan o in-
se inserta en el ámbito de vocablos relacionados con dican una realidad invisible. Un sacramentum es un sa-
sacrum y sacrare. De acuerdo con las concepciones de la crum signum, esto es, un signo que remite a Dios, que
religión pagana romana, sacrare significa la trasferencia alude a una realidad divina (res divina) y la contiene en
jurídicamente válida de una persona o de una cosa al sí (cf. más detalles en 4.2.2).
ámbito de lo sacrum, de lo santo, y, por consiguiente, su El influjo de Agustín sobre la teología occidental tu-
separación respecto del mundo profano, su asignación a vo y sigue teniendo también en nuestros días una excep-
una zona especial en la que tienen vigor especiales dere- cional importancia. Cruzando por encima del abismo del
chos y deberes, establecidos por los dioses. En este con- hundimiento del mundo antiguo, sus ideas pasaron a las
texto, sacramentum indica el compromiso adquirido por nuevas culturas (visigodos, anglosajones, francos, etc.).
un recluta ( j u r a de la bandera) y aceptado por la auto- Siguiendo sus huellas, importantes teólogos preescolás-
ridad estatal, en virtud del cual es recibido en la «milicia ticos 3 entendieron por sacramentum la forma visible de
sagrada» {sacra militia), en tanto que él se obliga, por su la gracia invisible (invisibilis gratiae visibilis forma), cir-
parte, a llevar la adecuada conducta ética. Sacramentum cunlocución que encierra muchos aciertos, pero que no
puede significar asimismo -también aquí con el elemen- es una genuina definición.
to de una autoobligación de tipo eticorreligioso- la suma
de dinero que los participantes en un pleito debían de-
2. J. Finkenzeller I, 38-61.
positar en el templo; la parte aportada por los perde- 3. Una síntesis en ibíd., 62-64.

68 69
En la escolástica se registraron varias tentativas por
definir los sacramentos de la Iglesia mediante un con- divina. Dado que las Sentencias de Pedro Lombardo
cepto de sacramentum que fuera aplicable a todos ellos. fueron el manual de la teología de las universidades des-
de el siglo x m al xiv, ejercieron una considerable in-
Mencionaremos aquí las dos más importantes 4 .
fluencia en la comprensión de los sacramentos 5 . Ello no
Hugo de San Víctor (t 1141) definió el sacramento
obstante, ya durante la época escolástica se dejaron oír
como el elemento corporal o material que se utiliza sen-
voces que ponían en duda la posibilidad misma de dar
sible y externamente y que actualiza, con cierta se- una definición de los sacramentos, porque para ello se-
mejanza, la única gracia invisible y espiritual, la designa ría preciso agrupar y unificar muchas y muy diferentes
en virtud de la institución (por Jesucristo) y la contiene cosas6. De hecho, las posteriores definiciones de los sa-
(para santificación de los hombres). Las diversas partes cramentos fueron tan amplias que no puede hablarse de
de esta definición descubren la problemática de aquella un concepto exacto, por ejemplo, cuando Tomás de
época: hace depender, en efecto, al «sacramento» de la Aquino lo definía como «signo de una realidad espiritual
presencia de un elemento corpóreo o material y de una que santifica a los hombres» 7 , o cuando se renunciaba a
institución (institutio) por Jesucristo, no acierta a decir intentos de definición y, en vez de ello, se ofrecían expli-
nada concreto sobre la gracia y no ofrece ninguna in- caciones coherentes.
dicación de cómo esta gracia puede estar contenida en el
signo. El hecho de que una teología construida por mon-
jes y para monjes no contenga ninguna referencia al
4.2. Apuntes históricos para una teología general
mundo -que sí se hallaba incluido en el mysterion bíbli-
de los sacramentos
co- contribuyó a que surgiera un mundo sacramental
aparte, yuxtapuesto a la vida normal. Se explica, en
En esta breve síntesis se enunciarán los temas teoló-
cambio, menos que el mundo de las escuelas conven-
gicos esenciales de una teoría general de los sacramen-
tuales y catedralicias, marcado por la liturgia y la
tos, pero sin acometer aún su exposición pormenori-
oración, no intentara descubrir una definición sacra-
zada.
mental que insertara en esta oración y esta liturgia la
noción del sacramento.
Pedro Lombardo (t 1160), obispo de París, definió el 4.2.1. El Nuevo Testamento
sacramento como signo de la gracia de Dios y forma de
la gracia invisible, de tal forma que es al mismo tiempo La teología del mysterion de los escritos neotesta-
imagen y causa (causa) de dicha gracia. Se dejaba aquí mentarios más tardíos no contiene una reflexión sobre la
de lado el elemento corpóreo (así como la institución vida eclesial ni, por tanto, sobre los sacramentos, aun-
por Jesucristo) y, en su lugar, se entendía al sacramen- que puede advertirse fácilmente que en el designio salví-
tum -con explícita referencia a Agustín- como signum fico de Dios se halla incluido todo aquello mediante lo
(signo o imagen). Aquí se dice, por primera vez, que el
sacramento es la causa o el fundamento de la gracia
5. Su fórmula fue aceptada por los más importantes teólogos de la alta escolástica, como
Buenaventura, Alberto Magno y Tomás de Aquino. Cf. sobre este punto J. Finkenzeller,
ibídem 131s.
4. Una exposición de estas tentativas en la primitiva escolástica en ibíd., 84-88; para la alta 6. Ibldem, 127.
escolástica, ibíd., 127-137. 7. S. Ih. III, q. 60, a. 2.

70 71
cual se percibe y se anuncia eficazmente el aconteci- el contexto se deduce claramente que estas dos fiestas
miento de la gracia de Dios por Jesucristo en el Espíritu conmemorativas celebran los hechos poderosos del Dios
Santo. que resucitó a Jesucristo de entre los muertos y que ha
El Nuevo Testamento ofrece fundamentos teoló- enviado al Espíritu Santo; pero no por ello debe olvidar-
gicos para los posteriores siete sacramentos de la Iglesia se que los fieles, en el bautismo y la eucaristía, reciben
católica, como se demuestra al entrar en el análisis de un don que debe tener inmediatas y concretas reper-
cada uno de ellos. En los casos del bautismo y de la cusiones ético-religiosas en su género de vida.
eucaristía presenta algo más que simples fundamentos. Responde también a la mentalidad judía la idea de la
En la imposición de las manos puede darse una conexión personalidad «corporativa» (o «colectiva»): una persona
con la comunicación del Espíritu Santo; en la unción de se identifica realmente con la comunidad a que perte-
los enfermos se mencionan el perdón de los pecados y la nece; las acciones de cada uno de los individuos tienen
recuperación de la salud; en el matrimonio se destaca su repercusiones concretas sobre la colectividad; lo que
significación religiosa; en los ritos penitenciales se ad- una persona experimenta de Yahveh es válido también
vierte claramente que la relación del pecador con la para la comunidad en su conjunto. Estas convicciones
Iglesia influye en su situación religiosa ante Dios. En la reaparecen en los principales sacramentos neotestamen-
acuñación de los elementos básicos de la teología de los tarios, el bautismo y la eucaristía. El que se bautiza en-
sacramentos del Nuevo Testamento fueron y siguen tra -en el sentido de una incorporación real- en la per-
siendo determinantes las concepciones judías. Men- sonalidad corporativa de Cristo (Rom 6,3-8) y, a la vez,
cionaremos aquí las dos más importantes 8 . en aquella personalidad corporativa de la que también
Es propio de la mentalidad judía traer al presente, Cristo es miembro, esto es, la de Abraham (Gal 3,26-29;
en el recuerdo o memoria (en hebreo zkr), un aconteci- cf. Col 2,llss). La teología y pneumatología paulina del
miento del pasado y hacer que tenga eficacia en el mo- cuerpo de Cristo tiene una estrecha conexión con estas
mento actual, también en el sentido de que impulsa a la ideas (ICor 12,12-31, especialmente los vers. 12-13.27;
acción. Esta «memoria» es auténtica actualización, no cf. también ICor 10, donde Pablo analiza simul-
recuerdo retrospectivo. Los días de conmemoración ju- táneamente, en perspectiva tipológica indirecta, el
díos eran, bajo la invocación del nombre de Yahveh, bautismo y la eucaristía). Tiene también importancia
algo más que simple mirada dirigida al pasado. Quienes aquí la afirmación de que la muerte de Jesús puede re-
asistían, por ejemplo, a la fiesta de Pascua, participa- dundar en bien de otros (cf. el trasfondo de la temática
ban, en el momento presente, del acontecimiento li- judía de los mártires y del Siervo de Yahveh).
berador y salvador del éxodo. Las dos grandes conme- Estos pensamientos judíos acuñaron el origen de la
moraciones cristianas básicas teológicamente descritas vida sacramental de la Iglesia; a través de ellos fue posi-
en el Nuevo Testamento, a saber, la eucaristía (ICor ble entender los sacramentos como acontecimiento sal-
10,14-22; 11,26-29) y el bautismo (ICor 6,11; Rom vífico del presente en la actualización de Jesucristo en el
6,2-11) unen ritos y palabras y, de este modo, actualizan Espíritu Santo, con acciones de alabanza a los hechos
la muerte de Cristo como acontecimiento salvífico (la poderosos del Padre. Esta mentalidad permite ver la
eucaristía: ICor 11,26; el bautismo: Rom 6,3). Por todo conexión constitutiva entre la Iglesia y los sacramentos,
así como las repercusiones éticas concretas -incluidas las
8. Cf. también B. van Iersel, Einige biblische Voraussetzungen des Sakramenís, «Conci-
lium» 4(1968)2-9. sociales y comunitarias- de los sacramentos.

72 73
Está fuera de toda duda que el Evangelio de Juan cerraban para ellos múltiples contenidos: verdades de
habla, a través de un lenguaje propio, en parte sólo fe, acontecimientos salvíficos o instituciones del Anti-
mediante insinuaciones y en parte lleno de simbolismos, guo Testamento con su significación tipológica, pro-
del bautismo y de la eucaristía entendidos como sacra- mesas y cumplimientos en y por Jesucristo, y también el
mentos, es decir, de tal modo que a través de ellos y ámbito litúrgico-sacramental de la Iglesia. Una similar
después del envío del Espíritu Santo se hace presente y amplitud de contenido tuvo entre los teólogos latinos, a
fructifica en la Iglesia la acción salvífica singular de partir de Tertuliano, el concepto de sacramentum10.
Jesús 9 . Los textos más significativos se refieren al bautis- La más influyente de todas las teologías sacramen-
mo (Jn 3), la eucaristía (Jn 6, 52-58), el origen de ambos tarías es la de Agustín, que surge como resultado de la
sacramentos y su influjo salvífico a partir de la muerte confluencia de varias corrientes de ideas. En realidad,
en cruz de Jesús (Jn 19,34 con Jn 5,6-8), el perdón de los no es una teología general de los sacramentos, sino más
pecados en virtud del Espíritu Santo que la Iglesia ha bien una exposición, hecha al hilo de los ejemplos del
recibido (Jn 20,22ss). Esta teología sacramental está tan bautismo y de la eucaristía, aunque Agustín también
fuertemente interesada -bajo la creciente influencia he- conocía otros ritos con efectos sacramentales, como por
lenista- en la permanente unión de los creyentes con ejemplo la penitencia.
Jesucristo y en la «vida eterna» inherente a esta unión El punto de partida de la teología sacramental agus-
que puede inducir, con mayor facilidad que las concep- tiniana lo constituye la inclusión de los sacramentos en
ciones antes reseñadas, a una interpretación errónea de el género de los signos o, más exactamente, de aquellos
los sacramentos, en el sentido de una salvación egoísta y signos visibles que en sí y de por sí-es decir, en virtud de
distanciada del mundo. su propia naturaleza y no por acuerdo o convicción (por
mutuo convenio)- permiten conocer otras cosas, aparte
lo que indica a primera vista su apariencia externa. Son,
4.2.2. Los padres de la Iglesia pues, signos que permiten extraer conclusiones, del mis-
mo modo que de la existencia de humo se desprende que
Los padres de la Iglesia anteriores a Agustín se com- hay fuego. Esta «otra cosa» es una realidad invisible
portaron exactamente igual que los autores del Nuevo (res, concepto importante para la posterior teología de
Testamento. Hablaron de cada una de las acciones ecle- los sacramentos). El más noble y excelso de todos los
siales, destacando en especial el bautismo y la eucaristía, signos es la palabra, porque por su medio se puede cap-
centraron su atención en la actualización del aconteci- tar la realidad invisible desde y en sí misma.
miento salvífico en Jesucristo y en los hechos salvíficos Agustín aplicó esta filosofía de la mutua pertenencia
que de él fluían y combatieron las acciones del culto o correspondencia de diversas magnitudes al ámbito de
pagano, pero no formularon una «teología general de los bienes. Los bienes materiales son signos de bienes
los sacramentos». Los conceptos mysterion-mysteria en- más altos, espirituales; el mundo visible es signo del
universo eterno. A los hombres se les ha confiado la
tarea de esforzarse por alcanzar un conocimiento más
9. J. Finkenzeller I, 14-16. con bibliografía y una síntesis de las posiciones contrapuestas,
minimizadoras. culturales e «intermedias». Más información sobre la teología neotestamen- profundo y de adoptar frente a los bienes la actitud
taria de los sacramentos (tesis de la escuela de la historia de las religiones y de la teología de
los misterios) en el resumen de R. Schnackenburg en LThK IX. 218-220; R. Tragan (dir.).
Fede e sacrameníi negli scritti giovannei, Roma 1985. 10. Una buena síntesis en J. Finkenzeller I, 16-37.

74 75
adecuada, es decir, la de emplear los bienes materiales 4.2.3. La edad media
como meros instrumentos y disfrutar sólo de los espi-
rituales. En su interpretación teológica, afirma Agustín Puede seguirse el rastro de la eficaz influencia de la
que Adán pervirtió la relación entre los bienes y los teología sacramental agustiniana en la Iglesia occidental
signos querida y ordenada por Dios, pero que, en su a lo largo de toda la edad media y, a través de la edad
designio salvífico, Dios comenzó a restablecer el orden moderna, hasta nuestros días. Sus ideas básicas fueron
correcto. Entra aquí el don de los sacramenta, de los retransmitidas y repetidas, sin experimentar amplia-
signos sacros que muestran y encierran lo divino. Su ciones en sus puntos esenciales, hasta el siglo xn. La alta
aspecto exterior tiene semejanza con su contenido sa- edad media fue una época «sin teología» 12 . No obstante,
cro, de modo que los sacramentos no son signos por en este período se registraron ya ciertas tomas de po-
convención o previo y mutuo acuerdo, sino que son «na- sición de decisiva importancia para la posterior teología
turales», puesto que indican o señalan en virtud de su de los sacramentos. Hubo un afán generalizado por
propia esencia. Los signos «sacramentos» constan de un practicar de forma correcta los ritos en la administración
elemento que puede ser percibido por los sentidos y de de los sacramentos. Dada la gran autoridad del apóstol
la palabra que los explica. Pero, como lo más excelso es Pedro, portero celeste, esta tendencia tuvo su expresión
la palabra, es ella la que convierte al elemento material más destacada en la liturgia romana, que las jóvenes
en sacramento. Por consiguiente, al sacramento se le culturas que habían sustituido al mundo antiguo inten-
puede llamar también «palabra visible» (visible ver- taron introducir e imitar con todas sus fuerzas. Pero no
bum). Esta palabra que produce el sacramento es la pa- por ello consiguieron también asimilar el amplio y abier-
labra creyente de la Iglesia. La realidad invisible señala- to espíritu romano. Mientras que en Roma el pensa-
da y actualizada en el signo sacramental no es simple- miento se concentraba en el simbolismo de los medios
mente la gracia, sino el Christus totus, el Cristo total, de la gracia, en otros lugares (como testifica en Milán, y
cabeza y miembros, en el Espíritu Santo, que es quien en el siglo IV, Ambrosio) se concebía el sacramento co-
realmente actúa y causa, el que, al actuar en los sacra- mo materia consagrada. De aquí surgió la concepción de
mentos, produce la gracia, pero de tal modo que se trata la primitiva escolástica de que la gracia estaba contenida
también siempre de realizaciones de la Iglesia. Ahora en el sacramento como la medicina está contenida en el
bien, como el que verdaderamente actúa en los sacra- frasco13.
mentos es Jesucristo, la realidad y la eficacia sacra de los Mientras que en la liturgia romana (y oriental) mi-
sacramentos no puede verse disminuida o perjudicada nistros y receptores de los sacramentos estaban dialó-
por ministros indignos 11 . gicamente unidos, ahora era la consagración de los
elementos (pan, vino, agua, aceite) la que pasaba a ser
el verdadero acto constitutivo en la realización del sa-
cramento. Mientras que antes los elementos eran sólo

12. A. Angenendt, Bonifatius und das Sacramentum initíationis. Zugleich ein Beitrag zur
GesMchte der Firmung, «Romische Quartalschrift» 72(1977)133-183, especialmente 159-169;
11. Cf. nota 2; W. Simonis, Ecclesia visibilis et invisibilis. Untersuchungen zur Ekktesio- ídem, Religiosttat und Theologie. Ein spannungsreiches Verhallnis im Miítelalíer, «Archiv für
logie und Sakramentenlehre in der afrikanischen Tradition von Cyprianus bis Augustinus, Liturgiewissenschaft» 20-21(1978-1979)28-55.
Francfort 1970, aquí 103-109. Cristo es, en Agustín, el verdadero ministro del bautismo. 13. A. Angenendt, Bonifatius, 159s.

76 77
«simbolizadores» de la comunicación de la gracia, ahora quier el número septenario de los sacramentos, entre
se les veneraba como si fueran ellos, en sí mismos, los otras razones (y no la menos importante) debido a que
portadores de la gracia 14 . En la alta edad media gozó de se quiso marcar una estricta frontera entre los sacramen-
amplia difusión la idea de la existencia de objetos san- tos de la Nueva Alianza y el amplio «campo sacramen-
tos, benditos. La primitiva celebración litúrgica de los tal» de los sacramentos naturales, de los sacramentos
sacramentos «se vació de contenido al convertirse en viejotestamentarios y de las consagraciones y bendicio-
simple distribución de una materia salvífica previamente nes cuasisacramentales. Se reconoció definitivamente a
preparada» 15 . los sacramentos neotestamentarios una dignidad más
Revistieron también excepcional importancia en la elevada y una eficacia más segura. En este contexto se
teología de la alta edad media las cuestiones relativas a desarrollaron las enseñanzas sobre el opus operatum y
la cualificación de la persona consagrante y a la recta sobre la intención y, respecto del bautismo, la confirma-
pronunciación de las palabras sacras, que procedían de ción y la ordenación sacerdotal, las cuestiones relativas
los labios mismos del Hijo de Dios 16 . «Sólo una ejecu- al «carácter sacramental».
ción correcta y al pie de la letra garantiza la validez»17. Opus operatum (la obra realizada) y ex opere ope-
Y aunque la alta escolástica recuperó en parte puntos de ranto (en virtud del rito ejecutado) son expresiones que
vista más amplios, siguió conservando una excepcional designan, desde el siglo XII, la eficacia objetiva de un
importancia, dentro de la teología sacramental, la con- sacramento, contemplada, por así decirlo, desde Dios y
cepción ritualista y ritualizada. prescindiendo tanto del que administra como del que
De entre las restantes cuestiones debatidas, tiene recibe los sacramentos. Opus operantis (anteriormente
particular interés la considerable oscilación respecto del operans), la obra del que actúa, alude a la acción hu-
número de sacramentos. Hubo al principio una tenden- mana subjetiva cuando se realiza el sacramento. La
cia a aumentar su número y, a una con ello, las compe- causa de la gracia es única y exclusivamente el opus
tencias de la Iglesia en esta materia (así, Pedro Damia- operatum; el opus operantis es sólo la condición para
no, t 1072, enumeraba doce sacramentos, entre ellos la que pueda venir la gracia. La discusión de esta materia
unción y el matrimonio de los reyes). En el curso de la estaba siempre presidida por la preocupación que des-
controversia de las investiduras se trazó una línea de pertaban los ministros indignos. Para preservar la efica-
separación más estricta entre la Iglesia y el mundo, cuyo cia del sacramento, se establecieron, además de la doc-
resultado fue una creciente y acentuada clericalización trina del opus operatum, otras condiciones mínimas: la
del ámbito eclesial (de suerte que ya no se consideraron existencia de autoridad o potestad en el ministro y la
sacramentos la unción de los monjes, de las monjas y de intención de hacer lo mismo que hace la Iglesia en el
los monarcas) y el espacio sacramental se fue convirtien- correspondiente sacramento.
do cada vez más en un universo aparte y especial. La doctrina del «carácter sacramental» tenía su base
A mediados del siglo XII, y en virtud de la influencia en la reflexión agustiniana de que la eficacia de algunos
determinante de Pedro Lombardo, se impuso por do- sacramentos (y en particular del bautismo) no puede
limitarse al corto espacio de tiempo de la acción sacra-
14. Ibídem, 160s.
mental, sino que, por el contrario, debe tener una du-
15. Ibídem, 161, apoyándose también en J. Ratzinger. ración ilimitada e inextinguible, algo así como un sello
16. Ibídem, 163.
17. Ibídem, 164. impreso en el alma. (Para explicar la persistencia de la

78 79
eficacia del bautismo, incluso en los pecadores y apósta- exactamente hablando el sacramento? ¿Cuándo se pro-
tas, Agustín había recurrido a la comparación con el duce en realidad ese efecto? ¿Quién puede producirlo,
«carácter», es decir, la marca o señal a fuego que lle- en puridad?
vaban los legionarios romanos.) Al mismo tiempo, y con La teología de la alta escolástica intentó dar respues-
este mismo propósito, se desarrolló la doctrina según la ta a estas preguntas a partir de la cristología. En conse-
cual, y en razón de la eficacia permanente propia de cuencia, se analizó detenidamente la influencia de Jesu-
determinados sacramentos, éstos son irrepetibles (cf. cristo en los sacramentos. Tenía importancia, en este
más detalles en 4.3). punto, la «institución» por Jesucristo, así como los po-
La teología general de los sacramentos conoció en el deres que sobre estas materias puede delegar en los
siglo XIII una ampliación sustancial gracias al influjo del apóstoles, a quienes pudo asimismo haber confiado la
recién redescubierto pensamiento aristotélico. La teoría misión de dar a conocer la institución de un sacramento,
hilemórfica, según la cual las cosas se componen de dos en el caso de que no se hubieran conservado palabras
principios esenciales, a saber, la materia, indeterminada institucionales del mismo Jesús.
e informe pero determinable, y la forma, que determina Fue entonces cuando se abrió paso una reflexión, a
dicha materia, fue aplicada, desde principios de este si- cargo especialmente de Tomás de Aquino, sobre la doc-
glo xm, a los sacramentos. Esta tentativa por explicar trina que aparece por vez primera en Pedro Lombardo,
con mayor precisión conceptual lo que es, en realidad, el según la cual el sacramento es «causa» de la gracia. Los
signum en los sacramentos, forzó una esquematización teólogos de la alta escolástica eran plenamente cons-
de todos los sacramentos: en todos ellos se hacía preciso cientes de que establecer una conexión directa entre la
descubrir de alguna manera la materia, es decir, un acción de poner la causa (el sacramento) por iniciativa
elemento visible, mutable y determinable 18 , y la forma, de la Iglesia y la aparición del efecto (la gracia de Dios)
constituida por las palabras interpretativas y determina- equivalía a afirmar que los hombres disponen de esta
tivas del ministro del sacramento. gracia. Pero lo cierto es que al «instituir» o «fundar» los
En esta nueva situación decreció forzosamente el in- sacramentos por medio de Jesucristo, Dios había pro-
terés por el contexto total de la liturgia. La concentra- metido la eficacia de su gracia, es decir, se había conver-
ción en lo esencial de un sacramento debía desembocar tido en garante de que el sacramento sería eficaz y se-
irremediablemente en la búsqueda de las condiciones guía siendo, por tanto, la causa principal (causa prin-
mínimas para su realización, unas condiciones que de- cipalis) de su gracia, mientras que los sacramentos mis-
berían darse también en situaciones de necesidad. Esta mos, confiados por Jesucristo a la Iglesia, son, en las
mentalidad, preocupada por la seguridad, suscitaba toda manos de Dios, causa instrumental (causa instrumen-
una serie de nuevas cuestiones: ¿Qué es lo que causa talis) de esta gracia19.
Tuvo importancia una triple distinción: el signo ex-
terior, compuesto de materia y forma, es sólo signo y no
18. Ya en la alta escolástica se distinguía cuidadosamente entre el mero elemento material
y los gestos que lo acompañaban. Cuando faltaba el elemento material, como por ejemplo en
el sacramento de la penitencia, podía bastar la acción ritual acompañada de la palabra (en
cuyo caso se hablaba de cuasimateria). Por lo que hace a la evolución de cada una de las 19. Para más detalles, véase J. Finkenzeller I, 203-207, que analiza también la evolución de
afirmaciones doctrinales en la edad media, es suficiente remitir aquí a la detallada exposición la doctrina en la obra de Tomás de Aquino. En ibídem, 199-203, la opinión divergente de los
de J. Finkenzeller. Para la temática «materia-forma», ibídem, I, 138-142. Si se desean ul- teólogos franciscanos, que rechazaban la idea de que los sacramentos contuvieran la gracia y
teriores aclaraciones, hay que recurrir a los amplios estudios históricos sobre la piedad y la sólo admitían que estos sacramentos preparaban para la recepción de la gracia, directamente
sociedad, como el acometido por Arnold Angenendt. concedida por Dios.

80 81
es todavía su contenido. Recibe el nombre de sacramen- to) fueran reemplazadas por fórmulas indicativas. De
tum o «sacramento exterior». El contenido, el efecto acciones litúrgicas simbólicas y de acontecimientos vi-
último del sacramento, es decir, la gracia de Dios, no es tales, los sacramentos pasaron a ser gestos puntuales,
signo. Se le llama res sacramenti. Hay, finalmente, algo extremadamente abreviados. En estas fórmulas breves y
intermedio entre ambos, que es producido por el pri- sintetizadas no tenían ya cabida las manifestaciones se-
mero, por el signo, y que causa inmediatamente lo se- gún las cuales los individuos asumían la obligación de ser
gundo, la gracia. Este intermedio se llama res et sacra- testimonio y servicio para el mundo.
mentum o «sacramento interior» 20 . Los ataques de los reformadores a la teología sacra-
Mencionaremos finalmente la tentativa de Tomás de mental eclesiástica se explican en gran parte sobre el
Aquino, que quiso razonar o fundamentar el número telón de fondo de estas consecuencias prácticas.
septenario de los sacramentos basándose en que respon-
den a las siete facetas o actividades en que se expresa la
naturaleza individual y social del hombre y en que, en 4.2.4. La teología sacramental de los reformadores
virtud de esta doble capacidad expresiva, aluden a que
la vida total humana debe ser asumida dentro de la vida Ni en Martín Lutero ni en los escritos confesionales
de Dios. Los actos o acontecimientos más importantes luteranos existe la tentativa de elaborar un concepto ge-
en el curso de la vida de un ser humano - a saber, el neral de los sacramentos 21 . Las ideas de Lutero sobre
nacimiento, el crecimiento, la alimentación- serían san- «el sacramento» se encuentran en el contexto de sus
tificados y llevados a su plenitud por el bautismo, la manifestaciones sobre sacramentos concretos (el bautis-
confirmación y la eucaristía; lo que amenaza al hombre mo y la cena). Sus opiniones teológicas sobre el tema
y le hunde en la enfermedad se transformaría en salud tenían un acentuado carácter cristológico, a partir de la
mediante la penitencia y la unción; la existencia social idea de Jesucristo como único sacramento testificado
humana fructificaría ante Dios mediante la ordenación por la Escritura y del sacramento de su cruz. Para la
sacerdotal y el matrimonio. concepción que tenía Lutero de las acciones simbólicas
Las aportaciones escolásticas a la teología sacramen- sacramentales de la Iglesia revestía excepcional impor-
tal siguen ejerciendo una influencia determinante tam- tancia la promesa de Dios -que no puede ni engañar ni
bién en la teología contemporánea. El hecho de que ser engañado- de que en la palabra pronunciada en el
estuvieran marcadas por una filosofía concreta ha unido sacramento se encuentra la acción salvífica de Dios, en
su destino al de aquella filosofía. Es evidente que tanto Jesucristo, sobre los hombres. Si el hombre es creyente,
los problemas precisos que se planteaban como las res- es decir, si acepta la palabra de Cristo como roca y fun-
puestas que se daban respondían a un juridicismo y un damento, si se deja agraciar sin confiar en las obras hu-
clericalismo mayor del que ya de suyo arrastra la historia manas, entonces la fe anunciada en el sacramento pro-
de la Iglesia. Aquella especie de aislamiento, en virtud duce la salvación. Así, pues, tiene decisiva importancia
del cual se sacaba a los sacramentos del contexto litúr- la conexión promesa-palabra-fe (que contiene los ele-
gico global, se expresó también en el hecho de que las mentos esenciales de la teología de la palabra de Agus-
oraciones sacramentales (la invocación del Espíritu San-
21. Para Lutero y los escritos confesionales luteranos (sobre todo la Confessio Augustana),
20. J. Finkenzeller I, 142-144. cf. la síntesis (y bibliografía) de J. Finkenzeller II, 2-25; más detalladamente, U. Kühn, o.c.

82 83
tín). A pesar de esta preeminencia, es indispensable el
signo eclesial-sacramental, y ello en virtud de la volun- Calvino, que fundamentó su concepción de los sacra-
tad y de la disposición de Dios. Cuando esta voluntad y mentos en las enseñanzas de Agustín, entendió el sacra-
esta disposición son obedecidas, se realiza válidamente mento como un signo o símbolo exterior visible, que
el sacramento, incluso aunque se ejecute sin fe, aunque señala un don santo que no se confunde con el sacra-
en este último caso no tiene efectos salvíficos. Lutero mento mismo. En este signo actúa Dios en nosotros for-
entendía el opus operatum como obra meritoria del taleciendo nuestra fe y sellando su promesa. Un elemen-
hombre y rechazaba, por consiguiente, este concepto. to natural o signum se convierte en sacramento cuando
En cuanto al número de los sacramentos, el criterio de- Dios, mediante la institución, vincula a este signo su
cisivo, en su opinión, era la conexión de una promesa de promesa. El sacramento es la promesa hecha visible y
Jesucristo con un signo visible. Y, a su parecer, sólo tiene, en virtud de su origen divino, un valor objetivo
existía certeza acerca de esta conexión en los casos del que no depende de la fe.
bautismo y de la cena, mientras que se mostró vacilante Según Calvino -y de acuerdo con lo dicho por Agus-
respecto de la absolución. Tan sólo los testimonios bíbli- tín invocando la herida del costado de Cristo- son dos
cos sobre Jesús -y, por tanto, probablemente, sin la tra- los sacramentos (aunque también los sacramentos viejo-
dición eclesial humana- garantizan con seguridad esta testamentarios fueron verdaderos sacramentos, dotados
conexión y, en consecuencia, el sacramento. de eficacia, en virtud de la fe en las promesas). Con la
Los escritos confesionales luteranos entienden los fe, los sacramentos se convierten por el Espíritu Santo
sacramentos como signos (signa y también ritus o ce- en medios o instrumentos de la gracia, que causan lo que
remonia) que, por haber sido instituidos por Dios en significan (a diferencia de Zuinglio, para quien los sa-
Jesucristo, y no introducidos por los hombres, son cramentos serían sólo signos de recuerdo y de confe-
auténticos signos de la gracia, testimonios visibles de la sión). Su función consiste en insertarnos en Jesucristo y
voluntad salvífica de Dios respecto de los hombres, no en los misterios de su vida; el poder del Espíritu Santo
simples signos de confesión de la fe. Cuando, en virtud supera la distancia entre él y nosotros. De acuerdo con
de la institución (institutio) aparecen juntos el mandato su doctrina de la predestinación, Calvino afirmaba que
y la promesa (mandatum y promissio) de Dios y se cree los sacramentos sólo eran eficaces en los positivamente
en esta promesa, entonces el sacramento transmite con predestinados. Los sacramentos serían necesarios no co-
certeza la gracia de Dios. Apoyándose en las ideas de mo transmisores de la gracia, sino debido a la naturaleza
Agustín, los escritos luteranos consideran que el signo sensible de los hombres y a causa de la flaqueza de su fe.
está constituido por la palabra y el elemento; ambos son La concepción de los sacramentos que aflora en los
esenciales, aunque la preeminencia recae sobre la pala- escritos confesionales de la reforma está totalmente con-
bra. No es el ministro o dispensador, sino quien recibe el figurada por la teología de la palabra de Dios. Mediante
sacramento, el que ha de tener fe y confianza en la pro- el anuncio de esta palabra se produce la presencia real y
mesa. En sentido propio y estricto sólo son sacramentos viviente de Jesucristo en la comunidad y en cada uno de
los ritos introducidos por mandato divino y unidos a una los fieles; de esta palabra anunciada forma parte el sa-
promesa de la gracia; y sólo hay tres ritos en los que cramento como «palabra visible». Se le puede llamar
concurran estas condiciones; los restantes, admitidos también «signo externo de la gracia de Dios» o «sello en
por la Iglesia católica, no son signos seguros de la gracia. el espíritu Santo». Hace lo que señala. El verdadero
agente y el auténtico ministro del sacramento es su fun-
84
85
dador, Jesucristo. El bien de la salvación es idéntico en «Para la más fácil doctrina de los mismos armenios... reducimos a
la palabra y en el sacramento; sólo se diferencian en lo esta brevísima fórmula la verdad sobre los sacramentos de la Iglesia.
Siete son los sacramentos de la nueva ley, a saber, bautismo, confir-
referente a la percepción y a la eficacia: la palabra
mación, eucaristía, penitencia, extremaunción, orden y matrimonio,
quiere despertar la fe en ella, mientras que el sacramen- que mucho difieren de los sacramentos de la antigua ley. Éstos, en
to quiere fortalecer la fe ya existente en la palabra. De efecto, no producían la gracia, sino que sólo figuraban la que había de
ahí que los sacramentos estén, en parte, destinados a los darse por medio de la pasión de Cristo; pero los nuestros no sólo
débiles en la fe: nadie debe menospreciarlos, pero se contienen la gracia, sino que la confieren a los que dignamente los
reciben. De éstos, los cinco primeros están ordenados a la perfección
puede prescindir de ellos. espiritual de cada hombre en sí mismo, y los dos últimos al régimen y
multiplicación de toda la Iglesia. Por el bautismo, en efecto, se renace
espiritualmente; por la confirmación aumentamos en gracia y somos
4.2.5. La doctrina oficial de la Iglesia sobre los fortalecidos en la fe; y, una vez nacidos y fortalecidos, somos alimen-
tados por el manjar divino de la eucaristía. Y si por el pecado con-
sacramentos traemos una enfermedad del alma, por la penitencia somos espiritual-
mente sanados; y espiritualmente también y corporalmente, según
Las primeras declaraciones oficiales del magisterio conviene al alma, por medio de la extremaunción. Por el orden, em-
de la Iglesia sobre los problemas de la teología general pero, la Iglesia se gobierna y multiplica espiritualmente, y por el ma-
trimonio se aumenta corporalmente. Todos estos sacramentos se reali-
de los sacramentos defendían la doctrina, sustentada zan por tres elementos: de las cosas, como materia; de las palabras,
desde los tiempos de Agustín, de que la validez y la como forma, y de la persona del ministro que confiere el sacramento
eficacia de un sacramento no dependen de la dignidad con intención de hacer lo que hace la Iglesia. Si uno de ellos falta, no
del que lo administra (papa Inocencio III, 1208: DS 793; se realiza el sacramento. Entre estos sacramentos hay tres: bautismo,
confirmación y orden, que imprimen carácter en el alma, esto es,
Dz 424; concilio de Constanza 1415 y 1418: DS 1154,
cierta señal indeleble que la distingue de las demás. De ahí que no se
1262; Dz 584, 674). El concilio de Florencia hizo una repitan en la misma persona. Mas los cuatro restantes no imprimen
detallada exposición de la teología general de los sacra- carácter y admiten reiteración.»
mentos. En la reunificación -de corta duración tempo-
ral- de las Iglesias armenia y copta con la Iglesia ro-
Para el Decreto de los coptos, o jacobitas, del año
mana, los representantes de aquellas Iglesias orientales
1442, cf. texto latino en DS 1348, y texto castellano en
tuvieron que suscribir decretos que, entre otras cosas,
Dz 712.
contenían la concepción católica romana de los sacra-
mentos. Las Iglesias orientales no consiguieron, en cam- El concilio de Trento se consideró obligado a reac-.
bio, introducir en los textos conciliares su preciosa he- cionar ante las posiciones tomadas por los reformistas en
rencia, la correcta ubicación de los sacramentos en el lo concerniente a la práctica y a la teología de los sacra-
cuerpo de la liturgia, con la súplica por la venida y por la mentos y a reafirmar, frente a ellos, la doctrina de la
eficaz actuación del Espíritu Santo. El texto más detalla- Iglesia. De los sacramentos en general se trató en la
do, el del Decreto para los armenios (1439: DS 1310- sesión vil, del año 1547. Se adoptaron como líneas di-
1313; Dz 695), fue tomado en gran parte del pequeño rectrices lo decretos de Florencia, pero se acordó evitar
escrito De articulis fidei et Ecclesiae sacramentis de To- la terminología específicamente escolástica, centrarse en
más de Aquino y reproduce, por consiguiente, tanto los los aspectos esenciales y rechazar las doctrinas reformis-
puntos de vista de este teólogo como la terminología de tas acerca del número de sacramentos y de su eficacia
la teología sacramental de la escolástica: sólo desde la fe, aunque sin condenar nominalmente a
los reformadores. Se convino asimismo en que no se
86 87
tomarían decisiones sobre los puntos en que, salva siem-
»Can. 5. Si alguno dijere que estos sacramentos fueron instituidos
pre la fe, hubiera opiniones contrapuestas entre las di- por el solo motivo de alimentar la fe, sea anatema.
versas escuelas teológicas. El Decreto sobre los sacra- »Can. 6. Si alguno dijere que los sacramentos de la nueva ley no
mentos, de 1547, aprobado por todos los asistentes al contienen la gracia que significan, o que no confieren la gracia misma
concilio, se limita, respecto de los sacramentos en ge- a los que no ponen óbice, como si sólo fueran signos externos de la
neral, a una introducción o proemio y 13 declaraciones gracia o justicia recibida por la fe y ciertas señales de la profesión
cristiana, por las que se distinguen entre los hombres los fieles de los
doctrinales (DS 1600-1613; Dz 843a-856). infieles, sea anatema.
»Can. 7. Si alguno dijere que no siempre y a todos se da la gracia
«Proemio por estos sacramentos, en cuanto depende de la parte de Dios, aun
cuando debidamente los reciben, sino alguna vez y a algunos, sea
»Para completar la saludable doctrina sobre la justificación que
anatema.
fue promulgada en la sesión próxima pasada con unánime consenti-
»Can. 8. Si alguno dijere que por medio de los mismos sacramen-
miento de todos los padres, ha parecido oportuno tratar de los sacra-
tos de la nueva ley no se confiere la gracia ex opere operato, sino que la
mentos santísimos de la Iglesia, por los que toda verdadera justicia o
fe sola en la promesa divina basta para conseguir la gracia, sea
empieza, o empezada se aumenta, o perdida se repara. Por ello, el
anatema.
sacrosanto, ecuménico y universal concilio de Trento, legítimamente
reunido en el Espíritu Santo, presidiendo en él los mismos Legados de »Can. 9. Si alguno dijere que en los tres sacramentos, a saber,
la Sede Apostólica; para eliminar los errores y extirpar las herejías que bautismo, confirmación y orden, no se imprime carácter en el alma,
en nuestro tiempo acerca de los mismos sacramentos santísimos ora se esto es, cierto signo espiritual e indeleble, por lo que no pueden re-
han resucitado de herejías de antaño condenadas por nuestros padres, petirse, sea anatema.
ora se han inventado de nuevo y en gran manera dañan a la pureza de »Can. 10. Si alguno dijere que todos los cristianos tienen poder en
la Iglesia católica y a la salud de las almas: adhiriéndose a la doctrina la palabra y en la administración de todos los sacramentos, sea
de las Santas Escrituras, a las tradiciones apostólicas y al consenti- anatema.
miento de los otros concilios y padres, creyó que debía establecer y »Can. 11. Si alguno dijere que en los ministros, al realizar y confe-
decretar los siguientes cánones, a reserva de publicar más adelante rir los sacramentos, no se requiere intención por lo menos de hacer lo
(con la ayuda del divino Espíritu) los restantes que quedan para el que hace la Iglesia, sea anatema.
perfeccionamiento de la obra comenzada. »Can. 12. Si alguno dijere que el ministro que está en pecado
mortal, con sólo guardar todo lo esencial que atañe a la realización o
»Cánones sobre los sacramentos en general colación del sacramento, no realiza o confiere el sacramento, sea
anatema.
»Can. 1. Si alguien dijere que los sacramentos de la nueva ley no
»Can. 13. Si alguno dijere que los ritos recibidos y aprobados de la
fueron instituidos todos por Jesucristo Nuestro Señor, o que son más o
Iglesia católica que suelen usarse en la solemne administración de los
menos de siete, a saber, bautismo, confirmación, eucaristía, peniten-
sacramentos, pueden despreciarse o ser omitidos, por el ministro a su
cia, extremaunción, orden y matrimonio, o también que alguno de
arbitrio sin pecado, o mudados en otros por obra de cualquier pastor
éstos no es verdadera y probablemente sacramento, sea anatema.
de las Iglesias, sea anatema.»
»Can. 2. Si alguno dijere que estos mismos sacramentos de la
nueva ley no se distinguen de los sacramentos de la ley antigua, sino en
que las ceremonias son otras y otros los ritos externos, sea anatema. No fueron muchas las cosas dichas en sentido positi-
»Can. 3. Si alguno dijere que estos siete sacramentos de tal modo
son entre sí iguales que por ninguna razón es uno más digno que otro,
vo. Volvieron a repetirse anteriores decisiones doctri-
sea anatema. nales (el número septenario, el hecho de que los sacra-
»Can. 4. Si alguno dijere que los sacramentos de la nueva ley no mentos contienen la gracia, la recta intención, la irre-
son necesarios para la salvación, sino superfluos, y que sin ellos o el levancia -para la validez de un sacramento- de que el
deseo de ellos, los hombres alcanzan de Dios, por la sola fe, la gracia ministro sea indigno, el carácter sacramental). No se da
de la justificación -aun cuando no todos los sacramentos sean necesa-
rios a cada uno-, sea anatema. una definición o descripción de la esencia de los sacra-
mentos; en la doctrina sobre la eucaristía del año 1551
88
89
tuce el Concilio, acerca de los sacramentos en general, ritual. Este concilio presentó la vida sacramental de la
que son «símbolo de una cosa sagrada y forma visible de Iglesia como obra del Espíritu Santo que congrega a los
la gracia invisible» (DS 1639; Dz 876). Se expone, con fieles para formar aquel cuerpo de Cristo en el que és-
términos absolutamente claros, una actitud conciliar tos, «por medio de los sacramentos y de manera miste-
opuesta a la de los reformadores respecto del número de riosa pero real», se hacen uno en Jesucristo (LG 7). El
los sacramentos 22 (canon 1), de la relación con la fe Vaticano II entendió los sacramentos como realizaciones
(cánones 4, 5, 8), del opus operatum (canon 8), de la de la Iglesia (LG 11) y como «sacramentos de la fe» (LG
necesaria potestad (canon 10), de la intención de los 21). Consideró los sacramentos en el contexto global de
ministros (canon 11). Se adoptó -contra la reforma- la la liturgia (SC 7, 27). Dedicó un texto importante a la
tesis de que para recibir la gracia bastaba con que el palabra de Dios (Constitución sobre la divina revela-
receptor no pusiera impedimentos (obex, canon 6). El ción), subrayó en diversas ocasiones el predominio de su
concilio no quiso pedir un plus de disposición o prepara- proclamación y acentuó la acción del Espíritu Santo
ción personal, para no poner en peligro la práctica del «por medio de la fiel predicación del evangelio y la ad-
bautismo de los niños, que entonces se había convertido ministración de los sacramentos» (UR 2; respecto de la
ya en norma para el esquema del sacramento en general. palabra de Dios, ídem 21). Destacó los puntos comunes
Una de las consecuencias de esta exigencia mínima fue esenciales que, respecto de los sacramentos, conservan
prescindir, ya totalmente, del contexto litúrgico de los las Iglesias separadas (ibídem 15, 22). Evitó el lenguaje
sacramentos. En efecto, quien recibe un sacramento sin de la escolástica, que adolece de unilateralidad filosó-
tener conciencia de ello -como ocurre en el caso del fica, y mostró una clara preferencia por las expresiones
bautismo de los niños- no puede estar capacitado para revestidas de símbolos e imágenes. Insinuó repetidas ve-
participar en actos litúrgicos. ces la conexión entre la vida sacramental y la praxis de la
El concilio no se propuso valorar los aspectos positi- vida en el mundo.
vos de las ideas reformistas, sobre todo en el tema de la
fe. Dejó sin respuesta problemas ya entonces bien pa-
tentes, porque no pudo ni quiso arrojar luz sobre ellos. 4.2.6. La teología sacramental después de Trento
Pueden citarse, a este propósito, la cuestión de cómo
debe entenderse exactamente la «institución» por Jesu- La teología sacramental de cuño exclusivamente es-
cristo (punto sobre el que el concilio tomó postura en colástico se mantuvo en vigor en la Iglesia católica hasta
algunos sacramentos concretos), cómo debe concebirse bien entrado el siglo XX. Era una teología muy dada a
el deseo (votum) de los sacramentos (canon 4), cómo teorizar, pero no se le infiere ninguna falsa imputación si
interpretar más en concreto el «carácter sacramental» y se afirma que «la teología postridentina no hizo progre-
en qué se fundamenta esta doctrina. sos esenciales en la doctrina de los sacramentos» 23 , o se
Algunas de las cosas que en Trento se pasaron por dice que las teorías sobre la intención y sobre el tipo de
alto fueron explicadas, 400 años más tarde, por el conci- eficacia de los sacramentos tienen un interés meramente
lio Vaticano II, en una poderosa síntesis teológica y espi- histórico. Como consecuencia de las enseñanzas acerca
de los presupuestos y de las condiciones mínimas, acep-
22. Respecto del número de sacramentos, M. Seybold, Die Siebenzahl der Sakramente
(Con. Trid. sessio VII, can. 1), «MUnchener Theol. Zeitschrift» 27(1976)113-138; para el
número septenario en las Iglesias orientales, cf. J. Finkenzeller II, 166-172. 23. J. Finkenzeller, en LThK IX, 224.

90 91
tadas por el mismo concilio de Trento y luego cada vez del mismo Jesús -el acto salvífico mismo, pero no según
más ampliadas y difundidas, la teología sacramental fue sus circunstancias históricas, sino "sacramentalmente".
cayendo progresivamente bajo el dominio del derecho Y como en el acontecimiento salvífico interviene Dios,
canónico y se hizo, por consiguiente, cada vez menos salvando, en el tiempo, trasciende el tiempo y puede
teología. asumir en el sacramento un nuevo modo de ser. Esta
Los movimientos de renovación del siglo XX (litúr- presencia mistérica está oculta en los signos, pues es a
gico, ecuménico, bíblico, retorno a la tradición, espe- través de esos signos como se produce una presencia
cialmente a la patrística) inyectaron nueva vida en la objetiva. Es, en primer lugar, la presencia de la muerte
teología sacramental 24 . Dado que en el capítulo 5 se de Cristo y luego también de todo el misterio pascual y,
expondrán las líneas de pensamiento actuales, bastarán por tanto, a la vez de toda la obra redentora, desde la
aquí algunas pinceladas sobre los temas estudiados. encarnación a la parusía» 26 .
1. Los progresos más importantes en el ámbito de la Gracias a los impulsos intuitivos de esta teología
teología de los sacramentos en el período entre las dos -que abre, a su vez, múltiples interrogantes y tiene im-
guerras mundiales fueron aportados por la teología de portancia especialmente para el bautismo y la eucaristía,
los misterios y por la renovación de la concepción de la aunque no tanto para los sacramentos en general- se
Iglesia como cuerpo de Cristo 25 . Respecto de la teología suscitó de nuevo el sentido del mysterion en la liturgia,
de los misterios, merece la pena citar la siguiente síntesis se promovió la mística de Jesús (al igual que en el mo-
de Colman E. O'Neill: «Odo Casel (1886-1948), refle- vimiento bíblico) y se superaron así el reduccionismo
xionando sobre las relaciones entre los misterios pa- canónico y la minimización de la teología sacramental.
ganos y los sacramentos cristianos (punto en el que, co- En la Constitución sobre la liturgia del concilio Vaticano II
mo se vio claramente en el curso del enfrentamiento con puede percibirse, como mínimo, la presencia de cier-
sus adversarios, sólo atribuía a los misterios paganos una tos impulsos de la teología mistérica. La insistencia en la
analogía formal y no causal), llegó a la conclusión de presencia de Jesucristo en todos los actos litúrgicos (SC
que el culto constituye un camino de acceso a los miste- 7) ofrece una buena base para entender los sacramentos,
rios salvíficos de Cristo. La idea esencial, a la que Casel lógicamente, y a partir de su propia peculiaridad, como
dio nueva vida, era: para participar en la redención, el liturgia.
hombre debe revestirse de la figura de Cristo mediante
la participación en sus misterios salvíficos. Y para que 2. Para la renovación de la eclesiología y el redescu-
esto sea posible, la liturgia tiene que actualizar realmen- brimiento de la economía sacramental de la salvación,
te los actos salvíficos de Cristo. Es evidente que la inten- cf. supra 2.1 y 3.
ción fundamental concuerda con Pablo y con la auténti- 3. Para el redescubrimiento de los sacramentos como
ca tradición... Según Casel, en las acciones simbólicas acontecimiento de la palabra, cf. infra 5.2.
del culto de la Iglesia se actualizan las acciones salvíficas 4. A partir de la tentativa fundamental de Helmut
Peukert por presentar los acontecimientos de la comuni-
cación y la interacción como categorías teológicas bá-
24. C E . O'Neill. en Bilanz der Theologie im 20. Jahrhunderl III. 1970. 244-294 (con
síntesis bibliográfica que sigue siendo muy valiosa): Ch. Schütz. en MS. volumen complemen- 26. Ibídem. 250s. Cf. la exposición científica global y la clasificación de la teología de los
tario. 1981. 347-353; A. Schilson. Sakrameni ais Symbol (véase bibliografía. Ib). 122-150: A. místenos y su discusión en A. Schilson, Theologie ais Sakramententheologie (véase bibliogra-
Schmied. Perspekriven. fía la); también. Th. Maas-Ewerd. Odo Casel OSB und Karl Rahner SJ, «Archiv für Liturgie-
25. C E . O'Neill. o . c . 248. wissenschaft» 28(1986)193-234 (con amplia bibliografía).

92 93
sicas27, se multiplicaron las descripciones que presen- En estos ensayos, la descripción de la comunicación
taban a los sacramentos como «acciones comunicati- de la gracia de Dios discurre de una manera ambigua e
vas», ya sea, de una manera general, como ámbitos de incorrecta, ya sea que se hable de que «los actores hu-
comunicación de la realidad de Dios y realidad de los manos» «imitan las palabras creadoras que se les han
hombres 28 , o preferentemente a través de planteamien- enseñado» y «repiten las palabras de Dios» 33 , o bien, en
tos teóricos sobre la comunicación 29 . Tiene razón Chris- fin, que se considere posible «una repetición del co-
tian Schütz cuando insinúa que estas interpretaciones mienzo», cuando se constituyó la Iglesia en la vida,
producen la impresión de construcción artificial, que no muerte y resurrección de Jesús 34 .
se plantean la pregunta de «si, y en qué medida, puede
5. Existen dos tentativas contrapuestas para explicar
trasladarse el modelo de la comunicación interhumana y
los sacramentos desde el ámbito cultural. Los puntos
las consecuencias que de él se derivan para la teoría de
débiles se encuentran en que el «culto» se refiere a una
la comunicación a la relación entre Dios y el hombre» 30 .
acción solamente humana, a diferencia del concepto de
Da la impresión de que se describe demasiado técni-
liturgia, henchido de contenido teológico. Puede emer-
camente esta relación cuando Alexandre Ganoczy, por
ger aquí un aspecto importante de los sacramentos cuan-
ejemplo, entiende a la Iglesia como «el colectivo de la
do se los presenta como interpretaciones humanas del
comunicación de Dios entre los hombres» 31 y define a
ser 35 o cuando se les entiende -con toda razón- como
los sacramentos como «sistemas de comunicación verbal
imperativos de la configuración social y como antici-
y no verbal mediante los cuales los hombres llamados a
paciones de una vida equilibrada (también en el campo
la fe en Cristo entran en el movimiento de intercambio
de lo «material») 36 . Pero todas estas interpretaciones
de cada comunidad concreta, toman parte en ella y, de
ignoran los rasgos de la teología cristológica y trinitaria
esa manera, llevados por la autocomunicación de Dios
que son esenciales en los sacramentos.
en Cristo y en su Espíritu, avanzan por el camino de la
autorrealización» 32 . 6. Deben mencionarse, finalmente, las vías de acceso
que intentan explicar los sacramentos a partir de consi-
deraciones antropológicas. Cuando Karl Rahner inter-
27. H. Peukert, Wissenschaftstheorie, Handlungstheorie, Fundaméntale Theologie, Dussel- pretó cada uno de los sacramentos concretos como pro-
dorf 1976; para la repercusión y evolución de las ideas de Peukert. cf. H.U. von Brachel-N.
Mette (dirs.). Kommunikation und Solidaritat, Friburgo-Münster 1985. mesa de la salvación de Dios otorgada por la Iglesia, con
28. L. Lies, Sátiramente ais Kommunikationsmittel, en G. Koch y otros. Gegenwártig in compromiso total, a cada uno de los hombres y, además,
Wort und Sakrament, Friburgo 1976, 110-148.
29. P. Hünermann, Sakrament, Figur des Lebens, en R. Schaeffler-P. Hünermann, An- en cada una de las situaciones decisivas de la historia de
kunft Gottes und Handeln des Menschen, Friburgo 1977; 51-87; A. Ganoczy, Einführung in la salvación de cada uno de estos hombres concretos,
die katholische Sakramentenlehre, Darmstadt 1979, 106-135. Para una valoración crítica:
Ch. Schütz, en MS, vol. complementario, 349ss; U. Kühn, o . c , 220s. (con bibliografía); A, estaba ofreciendo una nueva formulación de la interpre-
Schilson, Sakrament, 137.
30. Ch. Schütz, en MS, vol. complementario, 351.
tación -ya anticipada por Tomás de Aquino- de los siete
31. O . c , 114. sacramentos a partir de la historia personal y social de
32. Ibídem, 116; rechazo expreso de la concepción de los sacramentos como «autorreali-
zaciones de la Iglesia», porque a esta Iglesia apenas es posible percibirla empíricamente. Cf.
los individuos 37 . Este enfoque fue asumido y prolija-
también afirmaciones como: «el cristiano avanza de una a otra etapa de comunicación»; la
práctica de los sacramentos debe «progresar al modo de una "estrategia de futuro" de tipo
procesal» (ibídem, 127); por lo que hace el acontecimiento sacramental, no debe aplicarse la 33. Ibídem, 121.
idea escolástica de causalidad, sino «las categorías mentales de la cibernética» (ibídem); ha- 34. P. Hünermann, o . c , 76.
bría que entender al ministro de los sacramentos como «el que sirve de catalizador de re- 35. R. Schaeffler, Kultisches Handeln (cf. nota 29), 9-50.
laciones interactivas» y al signo sacramental como «información esencialmente referida a unos 36. F. Schupp, Glaube, Kultus, Symbol. Versuch einer kritischen Theorie sakramentaler
destinatarios e impregnada de realidad» (ibídem, 134). Praxis, Dusseldorf 1974. Cf. también Ch. Schütz, o . c , 353ss; H. Kühn, o . c , 227.
37. K. Rahner, La Iglesia y los sacramentos, 44-80.

94 95
mente repetido, a veces bajo fórmulas simplificadas, en rica o puramente práctica, puede tomar también na-
publicaciones de teología pastoral. El sínodo conjunto turalmente bajo su tutela a la teología sacramental. Esta
de los obispos alemanes de Würzburgo dijo, por ejem- teología ejerce una función crítica frente a la predica-
plo: «En cada sacramento en particular se despliega la ción y la praxis eclesial oficial. Entre sus cometidos fi-
esencia sacramental de la Iglesia en las situaciones con- gura también la «advertencia a no convertir los sacra-
cretas de la vida humana» 38 . A partir de aquí, hay auto- mentos en el exponente principal y adecuado de la to-
res que afirman que los «puntos de conexión» o «empal- talidad de la vida cristiana. Ni la Iglesia es solamente
mes» de la existencia humana pasarían a ser símbolos de Iglesia de los sacramentos ni la vida sacramental del cris-
su referencia a la trascendencia 39 . En estos ensayos pa- tiano abarca la totalidad de su vida, ni Dios, en fin, ha
rece más fácil redescubrir la sacramentalidad -acorde vinculado toda su gracia a los sacramentos (Tomás de
con su creación- del hombre, su carácter de imagen y Aquino, S. th. III, q. 64, a. 7, c.)» 41 . La teología sacra-
símbolo real de Dios que cuando se la quiere hallar en mental ejerce su función crítica principalmente frente al
cada uno de los sacramentos de la Iglesia. En efecto, derecho canónico y sus pretensiones normativas.
incluso interpretando religiosamente las situaciones bio- A partir de la visión de la estructura sacramental de
lógicas originarias de la vida humana, y aun admitiendo toda la realidad creada y sobre la base del creciente
una expresa alusión cristológica, según la cual una vida esclarecimiento de la sacramentalidad a lo largo de la
humana se convirtió en Jesucristo en la máxima expre- historia de la salvación, ha lanzado Karl Rahner la pro-
sión de Dios, no se alcanza aún el contenido teológico- puesta de no estudiar los sacramentos por separado y
trinitario de la teología sacramental. uno tras otro, sino de explicarlos en su lugar correspon-
diente, en el marco de una antropología del hombre
creyente que vive en el seno de la Iglesia42. La propues-
4.3. Estructura y límites de la teología general de los ta ha sido aceptada y seguida en Mysterium Salutis y en
sacramentos y de la doctrina sobre cada uno de la Initiation á la pratique de la théologie. No obstante,
ellos sigue conservando su sentido práctico una visión de con-
junto de los sacramentos según el método tradicional.
La teología de los sacramentos, como tratado teoló- Dentro de ese mismo contexto, fijó Rahner como
gico 40 , es una parte de la dogmática (de la doctrina de la lugar de la teología general de los sacramentos la ecle-
fe) y, por tanto, de la teología sistemática, aunque con siología, la doctrina teológica sobre la Iglesia43.
una acentuada orientación hacia la teología práctica. Está, pues, justificado, hablar globalmente de los sa-
Cuando se entiende la ciencia de la liturgia como ciencia cramentos en general a partir de la consideración teoló-
teológica y, por tanto, no como ciencia puramente histó- gica de la estructura sacramental de la Iglesia y de su
liturgia y exponer así todos los contenidos esenciales de
38. Para los centros neurálgicos de la actual pastoral de los sacramentos, cf. Getneinsame
la teología sacramental tradicional, a condición, por su-
Synode der Bülümer in des Bundesrepublik DeuíscMand. Offizieíle Gesamtausgabe, vol. I, puesto, de que se evite luego encajar a la fuerza a todos
Friburgo 1976, 245-257.
39. Cf., por ejemplo, las referencias bibliográficas (sobre W. Kasper, J. Ratzinger) en
A. Schilson, Sakrament, 134. No es posible abordar aquí la voluminosa bibliografía catequd-
tica, religioso-pedagógica y litúrgico-pastoral sobre los sacramentos. 41. Ibídem, 242.
40. Sigue conservando vigencia en estas cuestiones K. Rahner, Sakramententheologie, en 42. Escritos I, 30, 43-49.
LThK IX, 240-243. 43. Ibídem, 43; LThK IX, 241ss.

96 97
y cada uno de los sacramentos en el mismo y único es-
quema.
Si se quieren analizar los sacramentos uno por uno y
según su orden, la tradición católica proporciona ya una 5. Elementos básicos de una teología general
lista (evidentemente desde el punto de vista metodológi- de los sacramentos
co se puede seguir otro orden): bautismo, confirmación,
eucaristía, penitencia, unción de los enfermos (o extre-
maunción), orden y matrimonio (cf. el concilio de Flo-
rencia: DS 1310; Dz 695; el concilio de Trento: DS 1601;
Dz 844; y el concilio Vaticano II: LG 11). Los cinco
primeros responden a situaciones de la vida individual
y los dos últimos a situaciones de la vida colectiva o
social, según una clasificación habitual en Tomás de
Aquino. Al abrir la serie con los sacramentos del bautis-
mo, la confirmación y la eucaristía, se reproduce la se- 5.1. Las acciones litúrgicas simbólicas como mediación
cuencia de la iniciación solemne de la primitiva Iglesia de la presencia de Dios
romana 44 , lo que le confiere un alto valor tradicional. La
íntima unidad y correspondencia entre el bautismo y la 5.1.1. La eficacia del acontecimiento simbólico
eucaristía no queda rota por la intercalación de la confir-
mación, ya que ésta forma parte del bautismo. Así, Ya desde los inicios mismos de la reflexión teológica
pues, en este libro hablaremos de cada uno de los sacra- sacramental se entendieron los sacramentos como «sig-
mentos según el orden tradicional. nos» (cf. supra 4.1. y 4.2.2). Pero esta concepción es
todavía imprecisa y está necesitada de ulteriores expli-
caciones. Hay signos que se limitan a indicar algo distan-
te, algo o alguien ausente. Hay también signos de co-
municación convencionales, señales, etc. Como denomi-
nación más precisa de los sacramentos aparece el con-
cepto de «símbolo». En cuanto a su etimología, esta
palabra procede del griego symballein (literalmente:
echar a la vez, amontonar), que expresa la idea de apro-
ximar dos partes que habían estado originariamente
unidas, con la finalidad de llegar a conocer algo. El sím-
bolo es, pues, un «signo de conocimiento» o de «recono-
cimiento» (y así se comprende por qué al credo o confe-
sión de fe cristiana se le diera, ya desde fechas muy
tempranas, el nombre de symbolon). Así, pues, el sím-
bolo está esencialmente vinculado al conocimiento, la
comprensión y la intelección. No existe, sin embargo, un
44. A. Angenendt, Bonifatius (cf. nota 12).
concepto unitario de símbolo bajo el que puedan agru-

99
parse las diversas ciencias y los diversos grupos que hoy Cuando una realidad se manifiesta en el umhitn ,/,
se ocupan de los símbolos1. A la teología le asiste el los símbolos como también presente dentro del m-nn
indiscutible derecho de atenerse a su propia concepción tecimiento, se la denomina «símbolo real». Si una reiili-
del símbolo. Por lo demás, para la intelección de las dad se manifiesta en el ámbito del lenguaje como repre-
cuestiones de la fe es importante analizar los aspectos sentación de algo acontecido, a este proceso se le dn el
que tienen en común la concepción cristiana y la concep- nombre de «mito»3. Bajo el aspecto de que la realidad
ción no religiosa del símbolo. Existen, de hecho, estos aludida está verdaderamente presente en el aconteci-
aspectos comunes, que consisten en lo siguiente. miento del lenguaje (y, por tanto, el lenguaje no es sim-
Los símbolos no son simples imágenes, señales mu- ple información), a dicho acontecimiento se le llama
das y estáticas, representación de algo ausente. Se les «discurso preformativo»4.
considera, más bien, «acontecer relacional», crean re- Son precisamente estas peculiaridades las que mues-
laciones, pertenecen a un «campo intencional», es decir, tran los puntos comunes más relevantes de la concep-
llevan a una comprensión de la realidad que está orien- ción religiosa y no religiosa del símbolo. Menciona-
tada relacional y dinámicamente a procesos2. Tienen, remos a este propósito, en primer lugar, los estudios
pues, la peculiaridad propia de un acontecimiento o de llevados a cabo por la ciencia de la religión sobre los
una acción consciente, tienden puentes por encima de símbolos. Aunque es cierto que estos símbolos se refie-
las distancias temporales, también en el sentido de que ren sobre todo a actualizaciones de una trascendencia
hacen presente el pasado y no se agotan, por tanto, en todavía indeterminada, el cristianismo puede reconocer
un mero actualismo. Conocer, entender, comprender en ellos valores genuinos, de los que no debe separarse
las cosas que ocurren en el acontecimiento simbólico es abruptamente. Merece la pena citar las observaciones
algo impensable sin el lenguaje y su función crítica. Los de Gerardus van der Leeuw: «Hay protosímbolos que
símbolos y el lenguaje pueden coincidir aquí en dos reaparecen una y otra vez, que lanzan los puentes que se
aspectos esenciales: 1) Una realidad «se manifiesta» en dan en la esencia de la existencia humana entre los dos
una «representación» dramática, esto es, en la represen- mundos de que participa el hombre. Los símbolos son la
tación de algo acontecido; la «representación» se com- frontera en la que coinciden ambas realidades. No son
pone de materiales de nuestro mundo experimental, es una proyección, una invención de la mente humana, si-
decir, no surge inmediatamente de su realidad interna, no que se le dan al hombre por anticipado.» Y también:
aunque en su esencia más profunda pertenece a ella; 2) «Todo acontecimiento puede ser un "tener lugar", un
la aludida realidad interna está «ahí», en la represen- realizarse lo santo. Cuando es así, hablamos del "símbo-
tación dramática misma, y se «desprende» dramática-
mente de ella.
3. Esto equivale a decir que en la amplia discusión en torno a los mitos (cf. la bibliografía
1. Como más importantes, entre estas ciencias, pueden citarse la psicología profunda de la nota 6) se parte del supuesto de que en las narraciones míticas puede manifestarse una
(símbolos, manifestaciones del inconsciente psíquico), la filosofía lingüística, la antropología realidad, del mismo modo que en el símbolo. Que esto ocurra o no es algo que no depende ya
cultural y la etnología (rituales), la psicología y la sociología social (formación o promoción de sólo del mito, ni sólo del símbolo: se requieren otras experiencias de esta realidad para
la personalidad mediante interacción simbólica). Obras principales: E. Ortigues, Le discours adquirir la certeza de que no se trata de meras proyecciones. En todo caso, las actuales
et le symbok, París 1962; T. Todorov, Théories du symbole, París 1977; L.-M. Chauvet, Du discusiones demuestran que ha llegado a su fin la descalificación racionalista del mito. Cf. H.
symbolique au symbole, París 1979 (en diálogo con los estructuralistas, Heidegger, Rahner); Blumenberg, Arbeit am Mythos, Francfort 2 1981; K. Hübner, Die Wahrheit des Mythos,
véase también; «Neue Zeitschrift für systematische Theologie und Religionsphilosophie» Munich 1985.
27(1985), n.° 2 (número especial sobre las modernas teorías del símbolo). 4. El concepto se remonta a J.L. Austin y J.R. Searle y se ha ido aclimatando poco a poco
2. D. Zadra, Symbol und Sakrament, en Christíicher Glaube in moderner Gesellschaft 28, también en la teología; cf. D. Zadra, o . c , lOlss.; J.-M.R. Tillard, Les sacrements de VÉglise,
Friburgo 1982, 88-121, aquí 94s. en Iniíiation II (véase bibliografía Ib), 392ss.

100 101
lo"»5. También aquí es válida, por supuesto, la corre- pretensión de disponer de la gracia de Dios? En el fondo
lación entre simbolismo, poesía y, sobre todo, mito 6 . En de estas preguntas subyace un erróneo planteamiento
la perspectiva filosófica de la religión, la presencia de lo teológico. La teología sacramental no afirma que los sa-
santo acontece cuando se lo «representa» simbólicamen- cramentos causen o produzcan la cercanía de Dios que,
te, cuando se habla de ello. ¿Qué es, pues, lo que distin- de no ser por ellos, estaría ausente. El falso supuesto
gue a un sacramento tal como lo entiende la fe cristiana consiste en atribuir a Dios una distancia espacial respec-
de esta perspectiva filosófica-religiosa? to del mundo y de los hombres, una distancia que sería
El sacramento es una acción simbólica en la que par- salvada gracias a los sacramentos. A veces se le atribuye
ticipan los hombres en cuanto creyentes, en cuanto que también a Dios una distancia intencional, como si se
celebran una liturgia, en cuanto que actúan simbólica- comportara de una forma neutra y se mantuviera a la
mente; el Espíritu divino se sirve de esta actividad hu- espera frente a los hombres, antes de que el sacramento
mana como de medio y camino para que Jesucristo se le mueva a otorgar su gracia. Respecto del aconteci-
haga real y actualmente presente, en el recuerdo, con su miento salvífico en Jesucristo, esta falsa línea argumen-
obra salvífica, históricamente única y singular. tal asume con frecuencia una distancia temporal, algo
Así, pues, esta actualización no acontece sin los así como si el sacramento pudiera arrancar al pasado un
hombres, pero tampoco ocurre simplemente por medio acontecimiento hundido en la noche de tiempos re-
de ellos (como es el caso en la perspectiva de la ciencia motos. Se descubren en ocasiones, dentro del ámbito
de la religión), sino más bien por medio del espíritu de eclesial, ciertas declaraciones que favorecen esta menta-
Dios, que es quien toma la iniciativa, quien sostiene lidad. Así, por ejemplo, cuando se habla de la ausencia
todo el acontecer, quien introduce los resultados en el o lejanía de Dios, que se produciría cuando no es posi-
interior de los hombres, aunque sin anular -sino más ble administrar los sacramentos. Se olvidan aquí los pre-
bien fortaleciendo- la actividad humana. supuestos teológicos básicos: que Dios, en su santo Es-
Puede describirse con mayor precisión aún el modo píritu, está realmente en su creación y en la humanidad
como los sacramentos, en cuanto acciones simbólicas, y no bajo la forma de un horizonte estático, sino con su
transmiten la presencia de Dios. En las objeciones teóri- dinámica voluntad amorosa, en permanente autocomu-
cas contra la práctica cristiana de los sacramentos aflo- nicación. Su venida insuperable a la creación y a la hu-
ran siempre las mismas dudas: ¿Cómo pueden los sím- manidad en Jesucristo no es para Dios, que está por
bolos o los gestos humanos «obligar» a Dios a hacerse encima del tiempo, pasado sino puro presente. En esta
presente, precisamente aquí? ¿Cómo pueden los hom- «actitud» no necesita una nueva motivación para cada
bres que realizan estas acciones simbólicas abrigar la caso, ningún aumento de intensidad ni ningún otro cam-
bio. El cambio es necesario por parte de los hombres
5. H.G. Hubbeling, Der Symbolbegriff bei Gerardus van der Leeuw, «Neue Zeitschrift für para quienes, dada su naturaleza, la cercanía de Dios, la
systematische Theologie» (cf. nota 1), 100-110, aquí 106 y 104.
6. Cf. las penetrantes reflexiones sobre la función del mito de H.-P. Müller, Mythos, voluntad de autocomuniación de Dios, el acontecimien-
Anpassung, Wahrheit. Vom Recht mystischer Rede und aeren Aufhebung, «Zeitschrift für to salvífico en Jesucristo no se dan siempre con la misma
Theologie und Kirche» 80(1983)1-25; ídem. Das Motiv für die Sintflut. Die hermeneutische
Funktion des Mythos und seiner Analyse, «Zeitschrift für die alttestamentliche Wissenschaft» cercanía y la misma intensidad. En las acciones sacra-
97(1985)295-316 (importantes aclaraciones sobre la «representación» de Dios en la estructura mentales simbólicas -pero no sólo en ellas- el Espíritu
intuitiva mística); ídem, Mythos und Kerygma. Anthropologische und theologische Aspekte,
«Zeitschrift für Theologie und Kirche» 83(1986)405-435 (también sobre la percepción de Dios de Dios realiza la «apertura» de las limitaciones que
en el mito). Tiene razón H.-P. Müller cuando pide, para un adecuado análisis y una correcta
interpretación del mito, la recuperación de la metafísica.
alzan los hombres contra la presencia actual de Dios.

102 103
Este Espíritu actualiza e intensifica lo que es y está «des- manera por los hombres. El sacramento se caracteriza
de siempre». Forma parte de este proceso la ya varias también por el hecho de que es aceptado por un grupo,
veces mencionada capacidad de la acción simbólica de la comunidad de los creyentes.
anunciar hacia el exterior y hacer claro y perceptible lo Por el lado católico, Karl Rahner (1904-1984) no se
que, desde su interior, empuja hacia la actualización. limitó a desarrollar el concepto de símbolo real (cf. su-
Han existido ciertamente falsas concepciones y re- pra 1.2.), que señala la «manifestación» de una concreta
presentaciones de los sacramentos, que los imaginaban a y determinada realidad inserta en el símbolo, a diferen-
modo de «canales» o «vasos» materiales de una indefi- cia de los signos arbitrariamente elegidos 11 ; Rahner en-
nida gracia divina; pero la teología ha sabido siempre tendió el símbolo también como acontecimiento. Así lo
que el concepto más adecuado de los sacramentos es el demuestran los siguientes ejemplos de acontecimientos
que los entiende como acciones simbólicas que median simbólicos que él mismo enumera: «En la Trinidad, el
la presencia de Dios 7 . Mencionaremos los nombres de Padre es él mismo en cuanto que se expresa a sí mismo
dos teólogos que han contribuido señaladamente al de- en el Hijo, distinguiéndole de él. El alma es, o realiza,
sarrollo de estas ideas. Por el lado evangélico, Paul Til- su propia esencia, al expresarse y tomar cuerpo, infor-
lich (1886-1965) ha analizado de excelente manera los mando al cuerpo distinto de ella. El hombre consigue
símbolos religiosos y lo sacramental 8 . Tillich no sólo una determinada actitud al realizarla con unos gestos
destacó la capacidad causal de los símbolos y su función determinados. Al "exteriorizarse", la actitud se hace
de apertura o alumbramiento; habló también expre- ella misma o aumenta en profundidad existencial»12. Si
samente de la acción de Dios por medio de los símbolos: los reformadores pretendían afirmar que el sacramento
«Al revelarse, Dios crea símbolos y mitos a través de los no es otra cosa sino la señal o signo de la promesa de la
cuales puede ser reconocido y puede acercarse a los fe, que es la única que salva, esta concepción del sacra-
hombres» 9 . Y esto no por iniciativa del hombre, sino mento de Rahner como autoconocimiento simbólico
porque estos símbolos y mitos «quedan incluidos en la complejo y eficaz entraría, naturalmente, en colisión
unidad sacramental con el Espíritu divino» 10 . Símbolo y con las ideas de la reforma.
sacramento son para Tillich conceptos sinónimos. En- La teología sacramental aquí expuesta desde su di-
tendía el mundo finito como henchido de símbolos; esta- mensión simbólica real entraña una apertura ecuménica,
ba convencido de que los hombres podían descubrir lo en cuanto que la acción simbólica debe apoyarse necesa-
sacramental por doquier. Concebía los sacramentos de riamente en la fe que sólo Dios concede y halla en esta
la Iglesia como lugares en los que, por así decirlo, se fe su garantía última y definitiva.
concentra lo sacramental en su sentido general. Aflora
aquí también la idea de que no todos los símbolos re-
ligiosos eficaces son conocidos y reconocidos de igual
5.1.2. Jesucristo, origen de los sacramentos

7. Cf. las síntesis de A. Schilson, Sakrament ais Symbol; A. Schmied, Perspektiven; El concepto moderno de «fundación» o «institución»
U. Kühn, Sakramente. de los sacramentos por Dios en Jesucristo induce a
8. Cf. P. Lengsfeld, Symbol und Wirklichkeit. Die Machí der Symbole nach Paul Tillich, en
W. Heinen (dir.), Bild, Wort, Symbol, Würzburgo 1969, 207-224; U. Reetz, Das Sakramen-
lale in der Theologie Paul Tillichs, Stuttgart 1974. 11. K. Rahner, Para una teología del símbolo, en Escritos IV, 283-321.
9. P. Tillich, Gesammelte Werke VIH, Stuttgart 1970, 79. 12. K. Rahner-H. Vorgrimler, Symbol, en Kleines theol. Wórterbuch, Friburgo 151985, 398
10. ídem, Systematische Theologie III, Stuttgart 1966, 146. (trad. cast., Diccionario teológico, Herder, Barcelona 1966, 698).

104 105
error, porque sugiere la idea de un acto jurídico pun- de Dios, escatológicamente victoriosa en Jesucristo, el
tual. Es indudable, por un lado, que, de acuerdo con el sacramento de la salvación del mundo, porque muestra
judaismo de su tiempo, Jesús adoptó una actitud positi- y hace presente en el mundo como escatológicamente
va respecto de las acciones simbólicas, ya que él mismo victoriosa aquella gracia que ya nunca se apartará de
las practicó y manifestó sus preferencias por algunas de este mundo y que mueve incontrastablemente a este
ellas. Pero es imposible, por otro lado, aducir pruebas mundo hacia la plenitud del reino de Dios» 14 .
históricas que demuestren que llevó a cabo actos jurídi- A partir de este presupuesto puede entenderse cada
cos. La escolástica, de la que el concilio de Trento (cf. uno de los sacramentos como ulteriores despliegues o
supra 4.2.5.) tomó la idea de la institutio, no poseía un explanaciones y como actos actualizadores de esta hon-
concepto estricto y puntual de la misma. Insertó, más da esencia sacramental de la Iglesia (cf. supra 3.4). Su
bien, los sacramentos en un marco que abarcaba espa- origen, pues, es Dios en Jesucristo por el Espíritu Santo,
cios temporales muy anteriores a Cristo, pues llegaban en cuanto que es Dios el origen de la Iglesia. Fácilmente
hasta el inicio mismo de la creación. Los teólogos es- se comprende aquí que la Iglesia sólo llegó a descubrir
colásticos pusieron el máximo empeño en descubrir en sus primigenias acciones simbólicas a lo largo de un len-
la vida de Jesús palabras o sentencias «institucionaliza- to proceso, durante el cual fue aprendiendo a distinguir
doras». Y cuando no pudieron hallarlas, recurrieron a la los elementos de importancia esencial de los que no eran
tradición apostólica. La escolástica pudo también consi- tan importantes. Este proceso tuvo un curso paralelo al
derar como «institución» el hecho mismo de que Dios del reconocimiento del canon de los libros bíblicos: la
comunicara a los sacramentos la capacidad de ser efica- meditación y reflexión sobre cuáles son los escritos que
ces, aunque tampoco aquí pudiera determinarse el mo- contienen bajo la forma sacramental de palabras hu-
mento temporal en que lo hizo y, a veces, se atribuía a la manas la palabra de Dios se prolongaron, con múltiples
acción del Resucitado por medio del espíritu 13 . oscilaciones, hasta finales del siglo vil. En el caso de los
La teología sacramental consiguió evadirse de esta sacramentos concretos, este proceso no llegó a su fin
estrecha concepción juridicista a la búsqueda de mo- hasta el siglo XII. Si a esto se añaden las diferencias
mentos o elementos fundacionales cuando emprendió el ecuménicas respecto de ambos valores -es decir, respec-
camino trazado por Karl Rahner: se parte aquí del su- to del canon de la Escritura y del número de los sacra-
puesto de una interconexión interna y externa entre Je- mentos-, debe admitirse que aún no ha llegado a su final
sucristo y la Iglesia, que esencialmente consiste en que este proceso de clarificación.
la encarnación de Dios en Jesús constituye el protosím- En el transcurso del mencionado proceso se han ido
bolo o protosacramento de su gracia; en que Jesús es la perfilando las estructuras que ya nos han salido al paso
promesa eficaz de la palabra gratuita de Dios; en que el varias veces en el contexto sacramental: las acciones
Espíritu de Dios quiere una permanencia y una manifes- simbólicas no han sido «inventadas» ni han sido «pres-
tación perceptible de esta promesa salvífica de Dios en critas de antemano», sino que han ido surgiendo poco a
Jesús, esto es, quiere la Iglesia. «La Iglesia es, en virtud
de su fe, creyentemente oída y proclamada, en la gracia
14. K. Rahner-H. Vorgrimler, Sakrament, en o.c., 366s. Por «escatológico» se entiende
aquí lo que tiene validez permanente y nunca será superado, tampoco en el futuro. Cf.
también el resumen de la teología sacramental de Rahner: K. Rahner, Das Grundwesen der
13. J. Finkenzeller 1,173-184; A. Schmied, Was isl ein Sakrament? (véase bibliografía Ib), Kirche, en Handbuch der Paslorallheologie I, Friburgo 1964, 118ss; ídem, Die SakramenK ais
aquí 151s. Grundfunktionen der Kirche, en ibídem, 323-332.

106 107
poco, vinculadas a palabras narrativas e interpretativas.
tales, han sido cerradas, propiamente hablando, no por
Encierran, pues, ciertos rasgos que tienen algo de condi-
la naturaleza misma de las cosas, sino por la insistencia
cionado y casual; pero lo que hay en ellas de esencial y
de la tradición en fundamentar en actos «instituciona-
de absolutamente importante está presente precisamen-
lizadores» (esto es, como ya se ha indicado, en buscar un
te en esa figura. En esta perspectiva, resulta ya posible
origen directamente divino) como garantía de una efica-
plantearse la pregunta de los poderes o facultades que
cia segura. Dejando aparte la problemática evolución de
puede tener la Iglesia para modificar la forma que ahora
la confirmación, está en lo cierto Karl Rahner cuando
tienen las acciones simbólicas sacramentales. La pre-
indica que cada uno de los sacramentos tiene su lugar en
gunta admite muchas y matizadas respuestas, según el
las concretas situaciones salvíficas de cada persona que
sacramento concreto de que se trate; en todo caso, son
pone cada una de sus (nuevas) decisiones bajo el am-
respuestas que exigen, como condición previa, conocer
paro de la acción simbólica litúrgica de la Iglesia y que
la historia y respetar la tradición 15 .
está dispuesta a aceptar, precisamente desde aquí, la
promesa de salvación.
A una con este mayor número de los sacramentos
5.1.3. El número septenario y la desigualdad de los
admitidos por los católicos, se da también una diferencia
sacramentos
en su rango (cf. supra 4.2.5). Según la tradición, los
sacramentos «mayores» o «principales» son el bautismo
El número septenario de los sacramentos de la Igle-
y la eucaristía 17 . Esta insistencia en la preeminencia de
sia católica, definitivamente fijado en Trento (cf. supra
rango, importante respecto de las Iglesias de la reforma,
4.2.5.), es el resultado de un largo proceso de reflexión.
puede justificarse por la naturaleza misma de ambos sa-
No existen argumentos intrínsecos convincentes que
cramentos. Partiendo justamente de los notables testi-
fuercen a admitir este número. Ha surgido con el correr
monios bíblicos en favor del bautismo y de la eucaristía,
de la historia y el valor simbólico que se le atribuye (por
puede afirmarse que en ellos se hace presente simbólica
ejemplo: 3 personas intratrinitarias + 4 elementos
y realmente, como en ningún otro lugar, toda la eficacia
del mundo = 7, como número que indica la plenitud salvífica de Jesucristo, y en especial el misterio pascual,
de la acción salvífica de Dios) no tiene peso como prue- y que en su celebración litúrgica adquiere una especial
ba argumental 16 . Tampoco es un número tan fijo y intensidad la invitación a participar en la realización del
estable que no se le pueda ampliar de hecho median- destino vital de Jesucristo, en el sentido de una mística
te varios desdoblamientos de un mismo sacramento. de Jesús. También respecto de su rango eclesial desta-
Las vías de acceso hacia ámbitos en los que no hay sa- can el bautismo y la eucaristía, el primero como acción
cramentos en el sentido estricto en que los entiende la simbólica de la incorporación a la Iglesia y el segundo
Iglesia católica romana, pero sí estructuras sacramen- como actualización litúrgica de la comunión de fe.

15. La Iglesia procedió con suma cautela respecto de la eucaristía, debido a la venerable
tradición de los relatos de la cena; la máxima flexibilidad aparece en el sacramento del orden.
Cf. también el principio de la reforma litúrgica según el cual los ritos han de expresar con la
máxima claridad y deben ser fácilmente comprensibles (SC 21; también en este texto se habla
de «una parte que es inmutable, por ser de institución divina»).
16. Ha iniciado una nueva tentativa en esta dirección especulativa J. Dournes, Die Sieben-
zahl der Sátiramente. Versuch einer Entschlüsselung, «Concilium» 4(1968)32-40. 17. Cf. Y. Congar, Die Idee der sacramenta maiora, «Concilium» 4(1968)9-15, con gran
acopio de material.

108 109
5.2. El sacramento como acontecimiento de la palabra ticamente (como elemento o materia) el componente no
de Dios verbal del signo externo, se consideraban las palabras
sacramentales concomitantes (la «forma») como la mag-
La palabra de Dios tiene una participación intensiva nitud decisiva para la realización del sacramento. Cuan-
en la estructura sacramental: causa lo que el sacramento do el discurso teológico comenzó a prestar mayor aten-
«indica» de forma sensible, a saber, la gracia de Dios ción a la dimensión sacramental de toda la economía
por Jesucristo en el Espíritu Santo. La reflexión acerca salvífica, se destacó más nítidamente aún la supremacía
de la capacidad salvífica de la palabra de Dios arranca, de la palabra de Dios 19 . Se entendió, en clave cristológi-
obviamente, de la misma Sagrada Escritura. Esta refle- ca, que la proclamación de la palabra es la función esen-
xión presta particular atención al origen trinitario: ya cial de la Iglesia y se admitió que el sacramento es la
antes de todo tiempo se dio, en la capacidad de expre- forma más excelsa y condensada de la palabra procla-
sarse y decirse a sí mismo Dios, aquel Logos eterno que mada por la Iglesia. Karl Rahner llegó incluso a escribir:
se hizo hombre en cuanto Palabra del Padre y que es, en «La esencia fundamental del sacramento es la pala-
una misma persona, la promesa de Dios a la humanidad bra» 20 , la promesa salvífica absoluta. Cuando, en estas
y la aceptación por la humanidad de aquella promesa. A nuevas reflexiones, se comparan entre sí la procla-
partir de aquí, están ya para siempre unidas entre sí en mación sacramental y la extrasacramental de la palabra
todo acontecer salvífico, también en el sacramental, pa- de Dios y se sitúa en el sacramento el punto culminante,
labra y materialidad. La palabra de Dios (siempre reves- interesa no olvidar que la diferencia no está en lo causa-
tida de palabra humana) tiene -con independencia del do o producido, en el don otorgado. La palabra eficaz
modo como sea expuesta- carácter no sólo indicativo e de Dios, tal como es anunciada y oída en la Iglesia,
informativo, sino también causativo, en cuanto que pro- causa o produce en cuanto que es palabra de Dios (y no
duce o causa lo que significa18. comunicación, enseñanza, instrucción, etc. humana), en
Desde que y dondequiera que hay sacramentos, la todas las formas de proclamación, la verdadera presen-
acción simbólica sacramental está siempre acompañada cia de la gracia de Dios, del acontecimiento salvífico en
de la palabra, no sólo de la palabra que suplica en la Jesucristo, en virtud del Espíritu Santo. Es también dis-
liturgia y explica (en la homilía, etc.), sino también de la tinto -precisamente respecto de la intensidad, de la
palabra (narrativa, recitativa) proclamada de Dios. Esto «densidad» de la realización- el modo de comunicarse el
ha dado pie, ya a partir de la primitiva teología sacra- don 21 . Pero, una vez más, la diferencia no está en el
mental (Agustín) y hasta nuestros días, a reflexiones so- don, sino en el modo como llega.
bre la relación exacta entre esta palabra sacramental y el Para la teología y la praxis sacramental es de funda-
signo externo. Ya en una época en que se concebía está- mental importancia no reducir el acontecimiento de la

19. R. Schulte, Die Wort-Sakrament-Problematik in der evangelischen und katholischen


i s . Cf. las síntesis de la reciente teología de la palabra de Dios: F. Sobona, Die Heilswirk- Theologie, en Theologische Berichte 6, Zurich 1977, 81-122; F. Eisenbach, o . c , 542-555 (con
samkeií der Predigt in der theologischen Diskussion der Gegenwart, Tréveris 1968 (con biblio- bibliografía, especialmente sobre K. Rahner y O. Semmelroth).
grafía); H. Jacob, Theologie der Predigt. Zur Deutung der Wortverkündigung durch die neuere 20. K. Rahner-H. Vorgrimler (véase nota 12), 366. En Schriften XVI, 389, dice Rahner
katholische Theologie, Essen 1969; F. Eisenbach (véase bibliografía la), 502-533 (con biblio- que el sacramento «es el caso más intensivo de revelación de la palabra de Dios». Parecidas
grafía); U. Kühn, Sakramente, 218, nota 61 (con mención de la bibliografía de L. Scheffczyk, reflexiones presenta, en el campo evangélico y a propósito de G. Ebeling, M. Raske, Sakra-
O. Semmelroth, H.J. Weber); J. Thomassen, Überlegungen zur Heilswirksamkeit der Verkün- ment, Glaube, Liebe. Gerhard Ebelings Sakramentsverstandnis, eine Herausfordemng an die
digurtg, en L. Lies (dir), Praesentia Christi, Dusseldorf 1984, 311-320 (con bibliografía); ídem, katholische Theologie, Essen 1973; U. Kühn, o . c , 215-218.
Heilswirksamkeit der Verkündígung, Kritik und Neubegründung, Dusseldorf 1986. 21. Cf. U. Kühn, o . c , 218s.

110 111
palabra en el sacramento a la recitación de una breve acción física correspondiente 25 . Esta reducción al mí-
«fórmula» que puede estar justificada, a lo sumo, sólo nimo no hace entera justicia al acontecimiento sacra-
en casos de urgente necesidad y bajo determinadas cir- mental en su conjunto. Debe recordarse aquí, una vez
cunstancias y condiciones. El sacramento debe ser en- más, que con la única excepción de los casos de grave
tendido siempre como liturgia, inserto, por consiguien- necesidad, es la acción litúrgica simbólica total la que
te, en un contexto total verbal. Es parte constitutiva de configura la realización del sacramento y que no es lícito
él, además de la súplica por la venida del Espíritu Santo prescindir caprichosamente de alguno de sus elementos
y de la proclamación de la palabra eficaz de Dios, la constitutivos. Sería, además, deseable que las «palabras
respuesta humana 22 . Los sacramentos son también, esenciales» de la «administración de los sacramentos»
esencialmente, «acciones de respuesta desde la fe, recuperaran la forma optativa de súplica. No se trata de
causadas por el Espíritu» 23 . un deseo espiritual adicional y, en el fondo, superfluo.
Estas consideraciones sobre el sacramento como Está aquí en juego la forma fundamental de los sacra-
acontecimiento de la palabra se aplican, por supuesto, mentos: son oraciones y, para decirlo con mayor pre-
de diversas maneras a cada uno de los diferentes sacra- cisión, oraciones «en nombre de Jesús», pronunciadas
mentos concretos: este acontecimiento verbal en un sa- por la comunidad de los creyentes, por el «ministro» y
cramento afecta a una determinada situación de una co- por los «receptores», con un contenido que se deriva de
munidad y/o de una determinada persona concreta, es la situación de cada sacramento concreto. Esta oración
una promesa salvífica en el seno de esta situación, actua- invoca a Dios, que ha revelado el nombre en el que nos
liza la correspondiente situación de Jesús, inserta en di- podemos salvar (Act 4,12). A esta oración 26 se le ha
cha situación a los creyentes, cambia así la situación de garantizado una eficacia segura, la certeza de ser oída
estos creyentes y, a través de este cambio, modifica tam- (Jn 14,13s; 16,23s; cf. Me 11,24; Mt 7,7-11; 21,22 etpas-
bién la situación del mundo. sim). Se trata de la forma originaria de la liturgia. En
orden a la recuperación de la forma orante de los sacra-
mentos es mucho lo que puede aprenderse, en el campo
religioso y teológico, de la epiclesis de las liturgias orien-
5.3. Sacramento, oración y seguimiento
tales, de la petición de la venida del Espíritu divino que
santifica la materia terrena. Se recuperaría así la con-
En el decurso de su evolución histórica, la Iglesia ciencia de que es el Espíritu Santo el que actúa en los
latina ha creado fórmulas de administración de los sa- sacramentos para salvar a los hombres. Y se evitaría la
cramentos a las que ha dado (con excepciones que se errónea interpretación de que la persona -hombre o
analizarán al hablar de cada sacramento concreto) for- mujer- a la que, según el ordenamiento litúrgico, le
ma indicativa24. Y a la pregunta de cuándo se producía compete pronunciar las «palabras esenciales», dispone a
exactamente el sacramento, la respuesta era: cuando el su voluntad de los sacramentos y de su eficacia sobre la
ministro pronuncia esta fórmula, acompañándola de la gracia, o que posee una especie de poder mágico que la
22. Cf. E. Lessing, Kirchengetneinschaft und Abendmahlsgemeinschaft, «Wissenschaft und
Praxis in Kirche und Gesellschaft.» 69(1980)450-462, aquí 458s; A. Schmied, Perspektiven, 32.
23. U. Kühn, o . c , 219. 25. Cf. el Decreto para los armenios del año 1439'. (DS 1312; Dz 695).
24. Aquí la antigua liturgia romana se mostró durante mucho tiempo indecisa. Los pri- 26. R. Schwager, Wassertaufe, ein Gebeí um die Geisttaufe?, «Zeitschrift für kath. Theo-
meros testimonios de fórmula indicativa se remontan a finales del siglo vn: A. Angenendt, logie» 100 (1978), aquí 56-59 sobre la oración «en el nombre de Jesús», también y precisamen-
Bonifaüus, 135. te en el contexto sacramental.

112 113
distingue radicalmente del resto de los asistentes. La tos de la vida y muerte de Jesús, en los que se exponen
renovación de los sacramentos como liturgia de la en su plenitud las esperanzas de la resurrección. Tam-
oración tendría importantes consecuencias ecuménicas, bién aquí aparece una conexión con el punto de vista de
tanto respecto de las Iglesias orientales como de las sur- Karl Rahner, para quien sólo se entiende la gracia en
gidas de la reforma e incluso respecto del judaismo (del sentido cristiano cuando se la contempla no como una
que ha recibido la Iglesia la estructura de su sacramento divinización metafísica sino como una asimilación a Je-
supremo, la forma del canon eucarístico) 27 . sucristo cuya traducción existencial es el seguimiento 30 .
Mientras no se modifique la praxis hasta ahora ha- Esta mística arranca del acontecimiento verbal de los
bitual, que trasluce una mentalidad como mínimo auto- sacramentos, y en la actualización de los acontecimien-
ritaria 28 , debe dirigirse al menos la atención a las tos de la vida y muerte de Jesús es (también) adoración
oraciones que acompañan al sacramento. No son aspec- verbal del Padre y, al mismo tiempo, (también) un po-
tos superfluos o marginales. Ofrecen una posibilidad es- nerse a disposición de los impulsos del divino Espíritu.
pecial de poner en diálogo con Dios, como sujetos, a Pero no es una mística limitada a los ámbitos del lengua-
quienes celebran el sacramento y esperan algo de él. je y de la reflexión conceptual. Tiene razón Johann Bap-
Sería una concepción demasiado estrecha pretender re- tist Metz cuando describe los sacramentos como «praxis
ducir la participación subjetiva de quienes realizan el sensible de la gracia, sin la que no hay ninguna mística
sacramento, y en especial de quienes lo reciben, sólo a la de la gracia» 31 . En su forma corporalmente sensible y
fe. La teología sacramental afirma, con entera razón, perceptible, los sacramentos promueven la actualización
que los sacramentos son lugares de encuentro con Jesu- mística del Dios amable y afectuoso, de la praxis amisto-
cristo. «Encuentro» significa aquí algo más que simple y sa hacia lo corpóreo de que dio ejemplo, son «llamadas
puntual coincidir juntos. Tiene un contenido místico, es de la gracia en los sentidos» 32 . Se advierte aquí cla-
decir, significa que los hombres se unen de una manera ramente que esta visión no quiere ser una mera in-
especialmente intensa con la persona y el destino de teriorización y alejamiento del mundo exterior, sino que
Jesucristo. Así lo sabía ya la antigua teología cuando a esta dimensión mística une -tal como hizo Jesús- una
entendía los sacramentos como imitación de los hechos, dimensión concreta y práctica, una dimensión también
y de los misterios de la vida de Jesús 29 , una dimensión política.
que hoy ha desaparecido ya enteramente de nuestro
campo de visión. Los sacramentos son los lugares en los Puede contribuir a esta línea de pensamiento la si-
que los acontecimientos de la vida y la muerte del hom- guiente reflexión. Normalmente, la conciencia de los
bre se expresan y se introproyectan en los acontecimien- nombres que rezan se representa la dimensión de Dios
en un lejano «cielo», en una liturgia celeste liberada de
27. Karl Rahner ha expuesto en La Iglesia y los sacramentos, 23-35. 62-74, importantes
las angustias de este valle de lágrimas. Pero al hacerlo
ideas acerca del sacramento como oración de la Iglesia, primero a propósito de los sacramen- así no se toma suficientemente en serio la verdadera
tos en general y luego de la unción de los enfermos en particular. Cf. también, especialmente
para una comprensión epiclético-pneumatológica de los sacramentos desde el punto de vista
cercanía de Dios respecto de su creación, de su humani-
de las Iglesias orientales, R. Hotz (véase bibliografía la), 173-300. Cf. también B. McDer- dad, también en sus concretas situaciones de angustia y
mott. Das Sakrament ais Gebetsgeschehen, «Concilium» 18(1982)626-630.
28. A. Angenendt, o . c , 161, apoyándose también en J. Ratzinger. necesidad. Para Jesús, esta cercanía significaba -como
29. Sobre este punto G. Lohaus, Die Geheimnisse des Lebens Jesu in der Sutnma theo-
logiae des heilígen Thomas von Aquin, Friburgo 1985. Sugerencias de tipo más inclusivo sobre
30. K. Rahner, Escritos I, 220s.
esta materia también en L. Lies, Trinitatsvergessenheit gegenwártiger Sakramententheologie?,
31. J.B. Metz, Jenseits bürgerlicher Religión, Munich-Maguncia 1980, 78.
«Zeitschrift für kath. Theologie» 105(1983)290-314.
32. Ibídem, 73; cf. toda la sección 73-79.

114 115
afirmó Pascal- la prolongación de la permanencia de los significa que no es mero asentimiento y obediencia) y
sufrimientos de su pasión y muerte hasta el fin de los que halla su plenitud en la unidad del amor a Dios y el
tiempos. Está presente en la liturgia, en virtud del Espí- amor a los hombres.
ritu, no sólo el Resucitado glorioso, sino también el Je- En la concepción de la fe neotestamentaria nunca se
sús doliente, el maltratado en las criaturas. trata de fundamentar esta fe -además de en Dios, o
incluso en lugar de Dios- también, adicionalmente, en
la Iglesia, ni de confiarse total y plenamente a ella. La fe
5.4. Sacramentos de la fe se dirige a y se fundamenta siempre exclusivamente en
Dios. Pero se extiende también siempre, ya desde las
Ya hemos hablado de la fe como uno de los pre- primeras comunicaciones de Dios, a lo que Dios anuncia
supuestos de la teología sacramental (cf. supra 1.5). como su voluntad. La fe no es sólo la actitud de una
Analizaremos ahora con mayor detalle las interconexio- roqueña confianza. Tiene también contenidos. Para las
nes entre la fe y los sacramentos. convicciones cristianas, la Iglesia es uno de esos conte-
En un sentido muy general, fe es aceptar libremente nidos 34 , pero no como magnitud autónoma ni como fin
las afirmaciones de una persona como verdaderas por- de sí misma, sino como quien vive enteramente en vir-
que se tiene confianza en ella 33 . Así, pues, hay una parte tud de su cabeza, Jesucristo, y en el Espíritu Santo. De
constitutiva esencial de la fe que se inscribe en el ámbito esta concepción se desprende una conexión -ya testifica-
de las relaciones personales, tiene carácter de respuesta da en el Nuevo Testamento-entre fe y sacramento, en
y se basa en la credibilidad de la persona que se ma- virtud de la cual el sacramento puede ser entendido co-
nifiesta. Si el que se manifiesta es Dios, esta manifesta- mo plenitud sensible y visible o como confesión de la fe
ción ocurre siempre por medio de o a través de algo o de (Rom 6,1-11, Gal 3,26s; Act 8,35ss; Me 16,16; Jn
alguien (supra 1.1), de modo que vista, desde el lado 6,47-51).
humano, la comunicación de Dios es siempre más os- Así, pues, la tradición eclesial ha visto siempre, en la
cura que la de un hombre. Dada la infinita distancia aceptación de los sacramentos y en su realización, ante
entre Dios y los hombres, la tradición judeocristiana todo y sobre todo, la confesión de la fe y, en este senti-
afirmó siempre que los hombres sólo pueden aceptar do, ha hablado de los «sacramentos de la fe»35. Por con-
libremente esta comunicación de Dios cuando es Dios siguiente, si esta misma tradición eclesial, prolongada
mismo quien la hace posible. Así lo testifican experien- hasta nuestros días (concilio Vaticano II, SC 59), dice
cias transmitidas de distintos modos y por distintos ca- también que los sacramentos, por su parte, alimentan y
minos. La expresión frecuentemente empleada en el fortalecen la fe, no se produce aquí una extrapolación
Antiguo Testamento para referirse a la fe significa «co- ilegítima. ¿Por qué el testimonio sensible y perceptible
nocer (o saber) con seguridad». de la fe no habría de fortalecer la actitud interna, que
A la llamada de Dios y a la experiencia de seguridad
corresponde inmediatamente la exigencia de Dios a los 34. H. de Lubac, Credo Ecclesiam, en J. Daniélou-H. Vorgrimler (dirs.). Sentiré Eccle-
hombres en todas sus dimensiones, exigencia que, en siam, Friburgo 1961, 13-16.
definitiva, fomenta el amor del hombre a Dios (lo que 35. La obra clásica: L. Villette, Foi el sacrement I, París 1959 (desde el Nuevo Testamento
hasta Agustín), II, París 1964 (desde Tomás de Aquino hasta K. Barth). Cf. también: Fides
sacramenti sacrameníum fidei. Studies in honour of Pieter Smulders, ed. por H. J. Auf der
Maur y otros, Assen 1981 (que incluye 10 colaboraciones sobre historia de los dogmas y 4
33. K. Rahner-H. Vorgrimler (véase nota 12), 149-155 (Clauben). sobre dogmática, referidas a la interconexión entre fe y sacramento).

116 117
nunca es meramente espiritual, sobre todo si se repara pero dotados de potestad previamente recibida, se plan-
en que es el mismo Espíritu Santo de Dios quien actúa teaba la pregunta de si no serían inválidos los sacramen-
en ambos? La primigenia correlación entre fe y sacra- tos administrados por ellos. Agustín, que tuvo que en-
mento es tan estrecha que la pregunta acerca de si la fe frentarse con este problema en el curso de sus contro-
es necesaria para la realización del sacramento debe so- versias con los donatistas, formuló la tesis de que estos
nar por fuerza como algo absolutamente insólito. Ello sacramentos son válidos, a condición de que sean ad-
no obstante, esta pregunta se fundamenta en una doctri- ministrados bajo la forma reconocida por la Iglesia.
na generalmente admitida por los católicos, aunque de- Entra así en escena una nueva distinción entre la
be ser entendida e interpretada en su contexto histórico. administración «válida» e «inválida» de un sacramento.
Se trata de la doctrina de las condiciones mínimas para La Iglesia se atribuyó la facultad de poder sentenciar
la celebración de un sacramento, en la que aparecen cuándo se produce - o n o - un sacramento. A partir de la
algunos distingos y divisiones de carácter problemático. posición agustiniana sobre esta materia, se desarrolló en
El primer distingo que debe mencionarse en nuestro el siglo Xlii la teoría de la recta intención como segunda
análisis es el que se da entre el ministro o administrador condición que debe cumplir el ministro del sacramen-
de un sacramento y la persona que lo recibe. La contra- to 37 . En esta época los problemas no eran ya tan
posición de este par conceptual técnico tiene en alemán acuciantes como en tiempos de Agustín: se preguntaba
una cierta inaceptable rudeza (Spender como quien dis- -en un plano teórico- qué ocurriría si una madre, cuan-
tribuye algo y Empfánger como quien lo recibe) que no do baña a su hijo, lo bautiza, jugueteando, en el nombre
se da en las lenguas románicas. En latín, minister lleva de la Trinidad o cuando un sacerdote imparte, sólo por
ya en sí la idea de ayuda o de servicio. Fuera como broma, la absolución. Había consenso teológico en ad-
fuere, el hecho es que la evolución de la teología de los mitir que, en el supuesto de que el ministro puede real-
sacramentos tomó tal rumbo que resultó imposible re- mente dispensar un sacramento (es decir, tiene la ne-
nunciar a este binomio conceptual. Si bien en los inicios cesaria potestad), dispensa o administra válidamente si
de la praxis sacramental prevalecía la liturgia realizada tiene la intención de «hacer lo que hace la Iglesia». El
en común, la común celebración de la acción sacramen- concilio de Trento hizo suyo este parecer (supra 4.2.5).
tal simbólica, con la aparición del ministerio episcopal y La Iglesia católica fijó, pues, unas condiciones mí-
sacerdotal, y en el contexto de la necesidad de salva- nimas que, en realidad, no están a la altura del hecho
guardar la unidad y el orden en las comunidades, surgió sacramental considerado en su conjunto: no se interroga
pronto la cuestión de las competencias en los sacramen- acerca de la fe del ministro del sacramento, no considera
tos, punto testificado con absoluta certeza por Hipólito necesaria la fe de uno de los actores principales de la
de Roma (t hacia el 236). En consonancia con la menta- liturgia sacramental. En casos críticos, la Iglesia católica
lidad jurídica latina, se exigió, como una de las condicio- está dispuesta incluso a suplir la falta de potestad del
nes que debe necesariamente cumplir el administrador o ministro, en el sentido de que reconoce que un sacra-
dispensador de los sacramentos, que tuviera potestad36. mento «inválidamente» administrado pero recibido de
A consecuencia de las escisiones que se produjeron en el buena fe confiere la gracia con la misma eficacia que los
seno de la Iglesia y de la aparición de ministros herejes,

37. Ibídem. 108-111, 190-195; J.-M. Tillard, Zur lnlention des Spenders und des Empfán-
36. J. Finkenzeller I, 103ss. gers der Sakramente, «Concilium» 4 (1968) 54-61 (con bibliografía).

118 119
sacramentos válidos, porque en este caso ella misma -la más bien en torno a la cuestión de si pueden recibir
Iglesia- acude en ayuda del que actúa de buena fe y «dignamente» los sacramentos las personas incapacita-
suple la falta38. Por extraña que esta postura pueda pa- das para manifestar expresamente su voluntad de re-
recer, emerge en ella con fuerza la convicción de que cibirlos. La costumbre de bautizar a los niños lactantes o
quien actúa en el sacramento no es el hombre, sino Jesu- de administrar la extremaunción a enfermos que ya han
cristo, por medio del Pneuma divino, cuya eficacia no perdido la conciencia, planteó el problema de la dispo-
puede ser obstaculizada ni por la más grave indignidad, sición mínima necesaria para la recepción. La Iglesia
ni tan siquiera por la incredulidad de los ministros. Y católica hizo suya una teoría cuyos rasgos esenciales ha-
ésta es -digámoslo una vez más- la convicción de la fe, bían sido elaborados por Alberto Magno y Tomás de
de la Iglesia en su conjunto. Aquino. Según ella, basta una disposición negativa para
Hay una problemática paralela respecto de los «re- la recepción válida y digna de un sacramento. Más con-
ceptores» de los sacramentos. Su origen se remonta a las cretamente, la disposición negativa consiste en que el
comunidades neotestamentarias que, en aquellos años, hombre no ponga impedimento (obex) a la voluntad sal-
podían remitirse a los principios judíos. El deseo de per- vífica de Dios. Serían óbices o impedimentos inequí-
tenecer a la comunidad de Dios implica la voluntad de vocos la voluntad expresa de no recibir el sacramento y
orientar la vida según la fe de dicha comunidad. A la el estado o situación de culpa o pecado grave y sin arre-
inversa, la comunidad no puede tolerar cualquier tipo de pentimiento. La Iglesia aceptó oficialmente, en el conci-
conducta de sus miembros. Sobre este telón de fondo lio de Trento, esta doctrina de la disposición mínima
debe entenderse la argumentación paulina (ICor 11, (supra 4.2.5).
27ss) acerca de la recepción «digna» de la eucaristía. De Tampoco esta concepción, unilateralmente orien-
la frecuente meditación de estas sentencias, que halla- tada a los casos extremos, hace entera justicia al proceso
ron su expresión sensible en la institución paleoeclesial global de la liturgia de los sacramentos. Es cierto que
de la penitencia, se derivó la distinción entre recepción expresa, a su modo, que es la fe -concedida por el Pneu-
«digna» de un sacramento y recepción «indigna», que ma divino- la que soporta la totalidad de los procesos
lleva a la condenación. La Iglesia antigua tenía ideas sacramentales, que la acción graciosa de Dios se anticipa
muy claras y concretas sobre la «dignidad» del receptor siempre al hombre y que abarca también a los peque-
de los sacramentos. Para ser «digno» hay que confesar ñuelos y a las personas que ya han perdido el conoci-
públicamente la fe y dar muestras palpables de un gé- miento. Pero la fe, tal como ha sido detalladamente pre-
nero de vida cristiano. sentada por la palabra revelada de Dios, debe ser acep-
La teología no se planteó, en un primer momento, el tada por los sujetos concretos y debe ser traducida a las
problema de si debe atribuirse mucha importancia a los formas de la confesión, la liturgia y la conducta perso-
merecimientos humanos, porque, a partir de una inequí- nal. De esta concepción surgió la doctrina, generalmen-
voca teología de la gracia, se tenía la inquebrantable te aceptada, de la recepción «fructuosa» de un sacra-
convicción de que el hombre no puede hacer nada mento, que sólo se da cuando un hombre, bajo el impul-
bueno si Dios no le da el poder, el querer y el obrar so de la gracia de Dios, convierte el sacramento en signo
mismo. En el plano teológico las discusiones giraban de su aceptación creyente de la promesa salvífica divina.
Esto mismo puede suceder también cuando hace cons-
38. H. Herrmann, Ecclesia supplel, Amsterdam 1968. cientemente suyo el sacramento que una vez se realizó

120 121
En esta correlación de sacramentos y venida concre- donde concluían que éstos no eran un camino de salva-
ta de la gracia de Dios surge obviamente la pregunta de ción absolutamente necesario, aunque sí un camino más
si esto significa que los sacramentos son necesarios para conveniente. Y se buscaban razones antropológicas en
la salvación de los hombres. A esta pregunta sobre la favor de esta conveniencia: responde a la naturaleza hu-
necesidad de los sacramentos para la salvación debe dár- mana llegar hasta las realidades espirituales a través de
sele una cauta y matizada respuesta. Por un lado, si Dios las cosas sensibles. Cuando una persona no conoce la
hubiera establecido algo así como mediante una dispo- obligatoriedad del camino eclesial para salvarse, no
sición legal la necesidad de uno o de varios sacramentos puede hablarse de que los sacramentos sean necesarios
para poder salvarse, esto habría equivalido a predesti- para la salvación. Pero cuando un hombre conoce la
nar de antemano a la condenacióna un número inconta- capacidad de signo y la importancia de un sacramento,
ble de personas, pues Dios no ignora cuántos y cuan ya no le está permitido ignorarlo. Puede ocurrir también
diversos son los obstáculos que impiden a muchísimos que un determinado sacramento pueda ser necesario pa-
hombres llevar una vida sacramental. Y esta predesti- ra un hombre concreto (concilio de Trento: DS 1604; Dz
nación negativa estaría en contradicción con la revela- 847). Consagrarse a y enfrentarse con la existencia de los
ción de la voluntad salvífica divina, que quiere que todos sacramentos puede proporcionarle la ocasión de aceptar
los hombres se salven (Rom 11,32; ITim 2,1-6). Por otro ante Dios su condición humana, con su naturaleza sensi-
lado, los impulsos del Espíritu divino muestran, a través ble, su referencia a los demás, su necesidad de salva-
de la revelación, la elección y la vocación, que Dios ha ción. El hecho de que este tipo de enfrentamiento se
llevado a cabo su promesa de salvación y su venida salví- desarrolle como un proceso, que está expuesto a oscila-
fica por el camino de la formación del pueblo de Dios y ciones según las experiencias de cada uno con la Iglesia
de la Iglesia, un camino que ,unos deben recorrer por concreta y las diversas etapas de su vida, en una palabra,
otros y al que, en cuanto testigos de Dios, deben invitar el hecho de que en el curso de una vida individual
a los demás. Según esto, no es posible imaginar otros puedan registrarse a menudo distancias respecto de los
caminos de salvación que corran tan descaminados que sacramentos, es algo tan natural y comprensible como lo
simplemente nunca lleguen a encontrarse ni tengan un es la conveniencia de los sacramentos para la Iglesia
punto de conexión. Se abre así paso, finalmente, una vía que, en cuanto comunidad de fe, necesita, como cual-
quier otra comunidad, acciones simbólicas.
de acceso a la concepción de fe católica según la cual,
considerado todo atenta y cuidadosamente, no puede En la doctrina eclesial del deseo (votum) de los sa-
afirmarse que los sacramentos, en su conjunto, sean in- cramentos se expresa bien la interconexión de los diver-
necesarios o superfluos (concilio de Trento: DS 1604; sos caminos de la salvación: también sin pertenecer a la
Dz 847). Iglesia visible y sin recibir los sacramentos se le puede
El tema de la necesidad de los sacramentos para la otorgar a un hombre la gracia sacramental, cuando -mo-
salvación fue discutido por los teólogos de la alta es- vido por el impulso de Dios- tiene un deseo serio y
colástica del siglo Xiil y hubo consenso en la respuesta 40 . positivo de la Iglesia y de los sacramentos. Respecto del
Citaron a menudo la sentencia de que Dios no ha vincu- bautismo y de la penitencia, el concilio de Trento decla-
lado su gracia exclusivamente a los sacramentos, de ró expresamente que estos sacramentos pueden ser sus-
tituidos por el deseo de los mismos. Pero este deseo de
40. J. Finkenzdler 1, 144-147.
los sacramentos y de la Iglesia puede darse también de

124 125
forma implícita, esto es, cuando una persona está dis- medieval en un sentido teológico trinitario, de modo
puesta a cumplir la voluntad de Dios tal como se la dicta que se perciba claramente la estructura fe-amor-espe-
su conciencia. Así, pues, la posibilidad de vivir en gracia ranza. Un sacramento es siempre, en primer término,
de Dios, de ser justificado y de alcanzar la vida eterna un signo conmemorativo (en Tomás de Aquino: signum
no presupone necesariamente un conocimiento explícito commemorativum). Es decir, es recuerdo, narración
de la Iglesia y de los sacramentos (DS 3870ss). Con esta conmemorativa 43 de un pasado que, mediante el signo
doctrina no se renuncia a la concepción unitaria de la eficaz, se hace presente. Se trata de aquel pasado en el
gracia divina: la gracia que suscita este deseo es la gracia que debe buscarse la fuente y el origen de toda gracia
única de Dios Padre en Jesucristo por el Espíritu Santo, que santifica y perdona. La teología mística medieval
la gracia que ya ha llegado y ha sido aceptada en el Hijo vio en la pasión de Cristo la fuente generadora de este
y, por su medio, en la humanidad, y que sigue buscando presente. Pero, más allá de esta pasión, el recuerdo se
su expresión sensible, su «corporeidad» concreta, en la aplica a la vida entera de Jesús, a su pertenencia al pue-
Iglesia y en cada uno de los sacramentos, y ha producido blo judío, a su origen en la eternidad como Hijo y Pala-
ya anticipadamente en algunas personas esta corporei- bra del Padre, en quien se hallaba siempre inscrita la
zación como su fundamento permanente 41 . salvación de la creación y de la humanidad.
Un sacramento es, en segundo lugar, signo de la gra-
cia que actúa en el momento presente (signum demons-
5.6. Los sacramentos y el tiempo trativum). Designa al espíritu de Dios que causa, aquí y
ahora, en el hombre, el amor divino, el amor humano y
En las acciones sacramentales simbólicas se ponen el perdón.
ante Dios las situaciones concretas de una vida indivi- El sacramento es, en tercer lugar, pronóstico eficaz
dual o de una comunidad, ante un Dios que no está (signum prognosticum) del futuro. Alude a la plenitud
lejano, sino presente en su amor preveniente. La pre- del propósito de Dios, a la creación que alcanza a su fin,
sencia de Dios no es como la presencia actual, aquí y al reino de Dios implantado a escala universal y tam-
ahora, de los hombres: en el presente de Dios están bién, incluida en este reino, a la plenitud de la vida
también presentes el pasado y el futuro. Si los sacramen- individual en la muerte y en la eterna bienaventuranza.
tos son signos que causan lo que significan - a saber, Y así, esta actualización del futuro desemboca en la glo-
transmiten la presencia salvífica de Dios por Jesucristo rificación y la adoración de Dios Padre.
en el Espíritu Santo- entonces actualizan pasado, pre- La práctica sacramental olvida con harta facilidad
sente y futuro, y, además, no un suceso histórico cual- esta actualización, este hacer presente la historia total
quiera, sino la totalidad de la historia, cualificada por como historia de salvación en cada uno de los sacramen-
Dios. tos. Sobre todo cuando se realiza el sacramento median-
La teología escolástica tuvo clara conciencia de ello 42 te un rito reducido, toda la atención se centra exclusiva-
cuando se refería a la triple función de signo de los sa- mente en el acontecimiento actual de la gracia. Pero
cramentos. No es ciertamente falso ampliar la visión cuando se lo celebra como auténtica liturgia -cosa que

41. K. Rahner-H. Vorgrimler (véase nota 12), 439 (Volum). 43. J.B. Metz, Glaube in Geschichte una Gesellschafl, Maguncia 1977, 185, habla de una
42. J. Finkenzeller I, 128s. concepción básicamente narrativa del acontecimiento sacramental.

126 127
de ordinario sólo ocurre en la eucaristía- es cuando al- responden al canon eucarístico, considerado como la
canza su forma plena en cuanto que atrae hasta el pre- «suma y síntesis» de toda la liturgia, es decir, que se
sente el pasado imperecedero y se extiende hasta el fu- componen de la idea de la acción salvífica de Dios, de la
turo ya comenzado. anamnesis, de alabanzas y acciones de gracias y de súpli-
cas por la venida y la actuación del divino Espíritu (epi-
clesis). Cuando el acto fundamental consiste en la
5.7. Sacramentos de la Iglesia oración en común, se relativiza, en principio, el proble-
ma del «ministro» o «dispensador». Se perfilan, al me-
Por lo dicho hasta ahora se advierte claramente que nos, posibilidades futuras de ver en la oración de bendi-
los sacramentos pueden entenderse como actos de la ción sacramental el elemento constitutivo del sacramen-
vida o como formas de la actualización de la Iglesia, sin to y de no imponer limitaciones injustificadas respecto
que se vea afectada lo más mínimo la soberanía de Dios de quiénes están, o no, capacitados para orar. No por
en la comunicación de su gracia. Bajo el supuesto, siem- ello, sin embargo, debe pasarse por alto que los centros
pre vigente, de que es únicamente Dios quien garantiza, de gravedad del interés eclesiástico han sido, desde la
como a él le plazca, la venida de su gracia, sea por ca- edad media hasta nuestros días, la existencia de potes-
minos sacramentales o extrasacramentales, es preciso tad, la recta intención del ministro o dispensador, y la
reconocer un multiforme entrelazamiento de la Iglesia disposición del que recibe los sacramentos, temas ya tra-
con el ámbito de los sacramentos. tados en páginas anteriores (5.4). También la insistencia
Para empezar, debe mencionarse aquí, una vez más, en los aspectos jurídicos es expresión de la veneración
que según la fe católica corresponde a la Iglesia señalar y que se tributa a los sacramentos.
marcar con fuerza normativa las condiciones para la va- Aparte esta función ordenadora de la Iglesia respec-
lidez y la licitud de la administración de los sacramentos. to de los sacramentos, la teología sacramental admite
Dado que los sacramentos son liturgia de la Iglesia, que los sacramentos tienen acuñación eclesial interna.
compete indudablemente a ésta la misión de tutelar la Consiste ésta en que toda persona que participa en un
forma, el orden y la reforma de la liturgia sacramental. acto sacramental (que pide «recibir« un sacramento) ex-
Esto no excluye que en la aplicación concreta de este presa la voluntad de ser miembro vivo de la Iglesia;
principio haya muchas cosas mejorables respecto, por quien quiere encontrar a Jesucristo en los sacramentos
ejemplo, de la concepción minimalista y legalista antes desea también, positivamente, encontrar a la Iglesia, a
mencionada (4.2.3), o la exclusión de la mayoría de los la que ni puede ni quiere excluir de este encuentro. De-
cristianos de la configuración de una liturgia que sigue be buscarse el fundamento teológico de esta intercone-
siendo todavía acentuadamente la liturgia de la jerar- xión entre dos magnitudes tan sumamente desiguales
quía clerical. Es preciso reconocer que la reforma litúr- como Cristo y la Iglesia en las sentencias neotestamen-
gica puesta en marcha por el Vaticano II ha creado los tarias relativas al cuerpo de Cristo {supra 4.2.1). La
supuestos necesarios para la modificación de esta estre- teología ha expresado esta conexión en el acto sacra-
cha visión. A la hora de reformar un rito sacramental mental mediante el concepto escolástico de res et sacra-
(tema al que se aludirá más adelante, al estudiar cada mentum {supra 4.2.3). Res et sacramentum, especie de
uno de los sacramentos), se admitieron en el rito esen- efecto intermedio entre el signo sacramental {sacramen-
cial las bendiciones que, de acuerdo con su estructura, tum tantum) y el efecto último de la gracia (res sacra-

128 129
menti) debe participar tanto del efecto último como de kharakter, cuyo significado directo es el de «signo distin-
la visibilidad del signo, pero de tal manera («inter- tivo» o «signo espiritual», se denomina aquel «signo es-
media») que dicho res et sacramentum no se identifique piritual e indeleble» que, según los concilios de Floren-
con ninguna de las otras dos magnitudes. Para algunos cia (DS 1313; Dz 695) y de Trento (DS 1609; Dz 852)
teólogos 44 , este «intermedio» tiene una especial referen- imprimen en el alma humana los tres sacramentos an-
cia eclesial, de la que participaría también el primer tes mencionados. Esta doctrina surgió como fruto de la
efecto del sacramento; por ejemplo, en el bautismo sería creencia de la antigua Iglesia de los siglos m y IV de que
la aceptación en la Iglesia como cuerpo de Cristo y, con no era preciso repetir el bautismo y la ordenación ni
ello, el perdón de todos los pecados; en la eucaristía siquiera en el caso de que hubieran sido administrados
sería la comunión con la Iglesia como comunión de amor por ministros heréticos o indignos. Esta doctrina testi-
y, con ello, la comunión con Jesús mismo; en la peniten- fica, a su modo, que la iniciativa de Dios se anticipa
cia se trataría de la reconciliación con la Iglesia ultrajada siempre a las decisiones humanas, pero manifiesta, so-
por el pecado y, con ello, la anulación de la culpa por bre todo, que la promesa salvífica divina en el sacramen-
Dios. En cualquier caso, cada sacramento actualiza to es también, a la vez, llamada a cada hombre concreto
siempre el sacramento fundamental que es la Iglesia e para que, superando todo lo individual, pueda aceptar
introduce en él a cuantos celebran los sacramentos con- «ser conforme a Cristo» (Gal 3,27) como existencia ecle-
cretos -en cada uno de ellos a su propia manera-. De sial y asumir las tareas que le competen dentro de la
aceptarse esta línea de pensamiento, que no tiene por Iglesia. A partir de los tres citados sacramentos, la pri-
qué expresarse necesariamente en el lenguaje de la es- mera de estas tareas es el compromiso con la liturgia,
colástica, la realización de los sacramentos podría li- pero no sólo con ella (según Tomás de Aquino el «carác-
berarse de concepciones que giran en torno a la salva- ter» confiere, en los tres sacramentos, participación en
ción individual. Podría, además, comprenderse mejor, el sacerdocio de Cristo, pero este sacerdocio encierra en
desde un punto de vista teológico, por qué la Iglesia sí el testimonio mediante la palabra y el género de vi-
puede negar los sacramentos a quienes no tienen la vo- da) 46 . La llamada a este sacerdocio y a este testimonio
luntad de comprometerse vitalmente con la comunidad es permanente, es decir, no desaparecerá en el futuro,
eclesial. Con ello no niega a los afectados la gracia de de modo que no puede perderse ni será superada por
Dios, sobre la que la Iglesia no tiene ningún poder de algo mayor o mejor.
disposición.
Otra de las derivaciones de esta creencia en una in-
terconexión interna entre la Iglesia y los sacramentos es Bibliografía I
la doctrina católica según la cual hay tres sacramentos, a
saber, el bautismo, la confirmación y el orden, que con- Los sacramentos en general
fieren «carácter sacramental» 45 . Con la palabra griega a) Libros
Adam, A., Grundriss Liturgie, Friburgo 1985 (bibliografía).
44. Con la lógica anticipación de K. Rahner. La Iglesia y los sacramentos, seguido en este
punto por algunos autores. Cf. L. Bertsch-G, Gade, Res et Sacramentum. Zur Wiederentdek-
Ambaum, J., Glaubenszeichen. Schillebeeckx' Auffassung von den
kung der kirchlichen Dimensión in der Sakramentenkatechese, en W. Loser y otros (dirs.), Sakramenten, Ratisbona 1980.
Dogmengeschichle und katholische Theologie, Würzburgo 1985, 451-478.
45. E. Ruffini, Der Charakter ais konkrete Sichtbarkeit des Sakraments in Beziehung zur 46. R. Rahner, La Iglesia y los sacramentos, y E. Schillebeeckx, Christus, Sakrament der
Kirche, «Concilium» 4(1968)47-53 (con bibliografía). Gottbegegnung, 160, 170 et passim; LG 11.

130 131
Auer, J., Sacramentos. Eucaristía, Herder, Barcelona 31987. Kress, B., The church. Communion, sacrament, communication,
-, Los sacramentos de la Iglesia, Herder, Barcelona 21983. Nueva York 1985.
Baudler, G., Korrelationsdidaktik: Leben durch Glauben erschüessen, Kühn, U., Sakramente (Handbuch Systematischer Theologie 11), Gü-
Paderborn 1984 (también para el símbolo y los sacramentos). tersloh 1985.
Beeck, F.J., van, Grounded in love: sacramental theology in an ecume- Lorizio, G. (dir.), Ecclesiae sacramentum (Homenaje a A. Marran-
nical perspective, Londres 1982. zini), Ñapóles 1986.
Biemer, G., Katechetik der Sakramente, Friburgo 1983. Luthe, H. (dir.), Chrístusbegegnung in der Sakramenten, Kevelaer
2
Boff, L., Kleine Sakramentenlehre, Dusseldorf 51982. 1984.
Borobio, D. y otros, La celebración en la Iglesia, I, Salamanca 1985 Lligadas Vendrell, J., «Ex opere operato». El significado de la doctrina
(fundamentos teológico-litúrgicos); II, Salamanca 1988 (cada uno tridentina sobre la eficacia de los sacramentos, Roma 1981.
de los sacramentos). - , La eficacia de los sacramentos: «Ex opere operato» en la doctrina del
Browing, R.L.- Reed, R.A., The sacraments in religious education and concilio de Trento, Barcelona 1983.
liturgy: an ecumenical model, Birmingham (EE. UU.) 1985. Martimort, A.G. (dir.), La Iglesia en oración. Parte III: Los sacra-
Chauvet, L.-M., Du symbolique au symbole, París 1979. mentos (Jounel, Cabié, Gy, Martimort, Évenou), Herder, Barce-
- y otros, Sacrements de Jésus-Christ, París 1983. lona 31987 (ed. revisada y actualizada).
Denis, H., Sacrements, sources de vie, París 1982. Martos, J., Doors to the sacred. A histórica! introduction to sacraments
Duval, A., Des sacrements au concile de Trente, París 1985 (todos los in the christian Church, Londres 1981.
sacramentos a excepción de la confirmación). Mens concordet voci (Homenaje a A.G. Martimort), París 1983 (va-
Eisenbach, F., Die Gegenwart Jesu Christi im Gottesdienst. SyStemati- rios artículos sobre la teología de los sacramentos).
sche Studien zur Liturgiekonstitution des Zweitens Vatikanischen Müller, A., Die Sakramente der Kirche, Friburgo 1975.
Konzils, Maguncia 1982. «Neue Zeitschrift für systematische Theologie und Religionsphiloso-
Finkenzeller, J., Die Lehre von den Sakramenten im allgemeinen. I: phie» 27(1985), n.° 2, sobre las modernas teorías del símbolo.
Von der Schrift bis zur Scholastik (HDG IV/la), Friburgo 1980. Nocke, F.-J., Wort und Geste. Zum Verstandnis der Sakramente, Mu-
-, Die Lehre von den Sakramenten im allgemeinen. II: Von der Refor- nich 1985.
marían bis zur Gegenwart (HDG IV/lb), Friburgo 1982. O'Neill, C , Sacramental realism. A general theory on the sacraments,
Francesconi, G., Storia e símbolo. «Mysteñum in figura», Brescia 1981 Wilmington 1983.
(los sacramentos en Ambrosio). Rahner, K., La Iglesia y los sacramentos, Herder, Barcelona 21967.
Frenkle, N. J. y otros, Zum Thema Kult und Liturgie, Stuttgart 1972. Reetz, U., Das Sakramentale in der Theologie Paul Tillichs, Stuttgart
Ganoczy, A., Einführung in die katholische Sakramentenlehre, Darm- 1974.
stadt 1979. Ries, J. (dir.), Le symbolisme dans le cuite des grandes religions, Lo-
Heumann, J., Symbol, Sprache der religión, Stuttgart 1983. vaina 1985.
Hotz, R., Sakramente, im Wechselspiel zwischen Ost und West, Zurich Rordorf, W., Liturgie, foi et vie des premiers chrétiens. Eludes patristi-
1979. ques, París 1986.
Jetter, W., Symbol und Ritual. Anthropologische Elemente im Gottes- Rosenberg, A., Einführung in das Symbolverstandnis, Friburgo 1984.
dienst, Gotinga 1978. Ruster, Th., Sakramentales Verstehen, Francfort-Berna 1983 (parti-
Jourjon, M., Les sacrements de la liberté chrétienne selon l'Église an- cularmente importante para la relación palabra-sacramento).
cienne, París 1981. Die Sakramentalitát der Kirche in der ókumenischen Diskussion, edit.
Jüngel, E.-Rahner, K., Was ist ein Sakrament?, Friburgo 1971. por Johann-Adam-Móhler-Institut, Paderborn 1983.
Kirchhoff, H. (dir.), Ursymbole und ihre Bedeutung für die réligióse Scharfenberg, J.-Kampfer, H., Mit Symbolen leben, Olten 1980.
Erziehung, Munich 21985. Schillebeeckx, E.H., Christus, Sakrament der Gottbegegnung, Magun-
Klockener, M.-Glade, W. (dirs.), Die Feier der Sakramente in der cia 1960.
Gemeinde (Homenaje a H. Renning), Kevelaer 1986. Schilson, A., Theologie ais Sakramententheologie. Die Mysterien-
Knoch, W., Die Einszetzung der Sakramente durch Christus. Eine Un- theologie Odo Caséis, Maguncia 1982.
tersuchung zur Sakramententheologie der Frühscholastik von An- Schmid-Keiser, St., Aktive Teilnahme: Kriterium gottesdientslichen
selm von Laon bis zu Wilhelm von Auxerre, Münster 1983- Handels und Feierns, 2 vols., Berna-Francfort 1985.
Koch, G. y otros, Gegenwarting in Wort und Sakrament. Eine Hinfüh- Schneider, Th., Zeichen der Nahe Gottes, Maguncia 41984.
rung zur Sakramentenlehre, Würzburgo 1976. Schonborn, Ch. von, L'icóne du Christ, Friburgo 21978.

132 133
Schupp, F., Glaube, Kultur, Symbol. Versuch einer kritischen Theorie Dulles, A., The symbolic structure of revelation, «Theological Studies»
sakramentaler Praxis, Dusseldorf 1974. 41(1980)51-73.
Semmelroth, O., Vom Sinn der Sakramente, Francfort 1960. Eijik, A.H.C. van, De Kerk ais sakrament en het heil van de wereld,
Skowronek, A., Sakrament in der evangelischen Théologie der Gegen- «Bijdragen» 45(1984)295-330.
wart, Paderborn 1971. Fransen, P., Modellen in de théologie van de sacramenten, «Collatio-
Snela, B., Das Menschliche im Christlichen. Elementare Strukturen der nes» 12(1982)131-155.
religiósen Zeichen, Munich 1986, espec. 42-59 (donde se intenta - , De sacramenten ais gemeenschapsviering van de goddlijke mysteries,
trazar una vía de acceso a las estructuras elementales y a las unida- «Collationes» 13(1983)139-163.
des semánticas del sistema sacramental de la Iglesia). Gamber, K., Die Christus- und Geist-Epiklese in derfrühen abendlán-
Spiegel, Y., Glaube wie er leibt und lebt, vol. 3, Munich 1984, 8-38 dischen Liturgie, en Praesentia Christi (Homenaje a J. Betz), Dus-
(para los símbolos). seldorf 1984, 79-100.
Stock, U., Die Bedeutung der Sakramente in Luthers Sermonen von Ganoczy, A., Sacramento, en DCT II.
1519, Leiden 1982. García Prada, J.M., Hermenéutica de los símbolos y crisis del lenguaje
Stóhr, J., Wann werden Sakramente gültig gespendet?, Aschaffenburg religioso, «Ciencia tomista» 111(1984)515-550.
1980. Garijo Guembe, M.M., Sakrament und Sakramentalitat, «Catholica»
Symbolische und künstlerische Ausdrucksformen im Gottesdienst, 40(1986)110-124.
«Concilium» 16(1980), n.° 2. Gottesdients, en TRE XIV, 1985, 1-97 (con bibliografía).
Symbol und Kommuníkation, «Liturgisches Jahrbuch» 35(1985), nú- Houssiau, A., La redécouverte de la liturgie par la théologie sacramen-
mero 4. tare (1950-1980), «La Maison-Dieu» 149(1982)27-55.
Zur Théologie der Sakramente, «Concilium» 4(1968), n.° 1. Hotz, R., Religión, Symbolhandlung, Sakrament, «Liturgisches Jahr-
Theologische Berichte 9: Kirche und Sakrament, Zurich 1980. buch» 31(1981)36-54.
Tragan, R. (dir.), Fede esacramenti negliscrittigiovannei, Roma 1985. Hünermann, P., Reflexionen zum Sakramentenbegriff des II. Vatika-
Triacca, A.M. (dir.), Trinité et liturgie, Lovaina 1984. nums, en Glaube im Prozess, edit. por E. Klinger-K. Wittstadt,
Villalón, J., Sacrements dans l'Esprít. Existence humaine et théologie
Friburgo 1984, 309-324.
sacramentelle, París 1977.
Irwin, K.W., Recent sacramental theology, «Thomist» 47
Wehrle, P., Die Bedeutung des Symbols für die religióse Erziehung,
(1983)592-608.
Munich 1980.
Jüngel, E., Die Kirche ais Sakrament?, «Zeitschrift für Théologie und
Worgul, G.S., From magic to metaphor: a validation of christian sacre-
Kirche» 80(1983)432-457.
ments, Londres 21986.
Lengeling, E.J., Wort, Bild, Symbol in der Liturgie, «Liturgisches
Jahrbuch» 30(1980)230-242.
Lies, L., Kultmysterium heute. Modell sakramentaler Begegnung, «Ar-
b) Artículos y ensayos
chiv für Liturgiewissenschaft» 28(1986)2-21.
Margerie, B. de, Vers une relecture du concite de Florence gráce á la
Baumer, I., Interaktion, Zeichen, Symbol. Ansatze zu einer Deutung
liturgischen und volksfrommen Tuns, «Liturg. Jahrbuch» 31(1981) reconsidération de l'Écriture et des Peres grecs et latins, «Revue
9-35. Thomiste» 94(1986)31-81.
Beinert, W., Die Sakramentalitat der Kirche im theologischen Ge- McKenna, J. y otros, The epiclesis, «Ephemerides Liturgicae»
sprách, en Theologische Berichte 9, Zurich 1980,13-66. 99(1985)314-382.
Borobio, D., Cristología y sacramentología, «Salmanticensis» 31 Oñatibia, I., De la dialéctica al simbolismo, «Estudios eclesiásticos»
(1984)5-47. 56(1981)1398-1431.
Brinkman, B.R., For an aesthetic of sacramentology: a retrospective, Paprocki, H., Le Saint Esprit dans les sacrements de l'Église, «Istina»
«Zeitschrift für kath. Théologie» 107(1985)341-364 (con abundan- 28(1983)267-281.
te bibliografía). Pesch, O.H., Das katholische Sakramentsverstándnis im Urteil gegen-
Chauvet, L.-M., Sacrements et institution, en M. Michel (dir.), La wartiger evangelischer Theologen, en Verifikationen (Homenaje a
théologie a l'epreuve de la vérité, París 1984, 201-235. G. Ebeling), Tubinga 1982, 317-340.
Dalmais, I.-H., Le «mysterion», contribution á une théologie. de la Rahner, K., Devoción personal y sacramental, en Escritos II, 31967,
liturgie, «La Maison-Dieu» 158(1984)14-50. 119-145.
- , Para una teología del símbolo, en Escritos IV, 1964, 283-321.
134
135
Rahner, K., Überlegungen zum personalen Vollzug des sakramentalen Dantine, J., Zur Konvergenzenzerklarung, «Ókumenische Rund-
Geschehens, en Schrifien X, 1972, 405-439. schau» 32(1983)12-17.
Richter, K., Riten und Symbole in der Industriekultur, «Concilium» Eham, M., Gemeinschaft im Sakrament? Die Frage nach der Móglich-
13(1980)108-113. keit sakramentaler Gemeinschaft zwischen katholischen und nich-
Schillebeeckx, E., Sakramente ais Organe des Gottbegegnung, en katholischen Christen, Francfort-Berna 1986.
J. Feiner-J. Trütsch-F. Bockle, Fragen der Theologie heute, «Ephemerides Theologicae Lovanienses» 61(1985)327s; 62(1986)335s:
Einsiedeln 1957, 379-401. bibliografía relativa a los textos de Lima.
Schilson, A., Sakrament ais Symbol, en Christlicher Glaube in moder- Fahey, M.A. (dir.), Catholic perspectives on baptism, eucharist and
ner Gesellschaft 28, Friburgo 1982, 122-150. ministry, Londres-Nueva York 1986.
Schmied, A., Was ist ein Sakrament?, «Theologie der Gegenwart» Geldbach, E. y otros, Kommentar zu den Lima-Erklarungen, Gotinga
20(1977)143-152. 1983.
- , Perspektiven und Akzente heutiger Sakramententheologie, «Wis- Gemeinsame róm.-kath./ev.luth. Kommission, Einheit vor uns. Mo-
senschaft und Weisheit» 44(1981)17-45 (con bibliografía). delle, Formen und Thesen katholischllutherischer Kirchengemein-
Schneider, Th., Die dogmatische Begründung der Ekklesiologie nach schaft, Paderborn-Francfort 1985.
dem Zweiten Vatikanischen Konzil, en Renovatio et reformatio Hinz, Ch., Kommentare zu den Lima-Erkliirungen, «Theol. Literatur-
(Homenaje a L. Hódl), Münster 1985, 80-116. zeitung» 109(1984)173-180.
Schütz, Ch., en MS, volumen complementario, Einsiedeln 1981, «Kerygma und Dogma» 31(1985), n.° 1: sobre los textos de Lima.
347-355. Kühn, U., Das reformatorische Proprium und die Okumene, «Keryg-
Schützeichel, H., Calvins Stellungnahme zu den Trienter Cañones über ma und Dogma» 32(1986)170-186 (respecto de las reacciones ne-
die Sakramente im allgemeinen, «Catholica» 38(1984)317-339. gativas a los textos de Lima, especialmente las de E. Herms).
Schulte, R., en MS IV/2, Einsiedeln 1973, 46-155. Lehmann, K.-Pannenberg, W. (dirs.), Lehrverurteilungen, kirchen-
- , Die Wort-Sakrament-Problematik in der evangelischen und katholi- trennend? Parte I: Rechtfertigung, Sakramente und Amt im Zeital-
schen Theologie, en Theologische Berichte 6, Zurich 1977, 81-122. ter der Reformation und heute, Friburgo-Gotinga 1986.
Schultz, F., Die jüdischen Würzeln des christlichen Gottesdienstes, «Mélanges de science religieuse» 42(1985)3-19: sobre los textos de
«Jahrbuch für Liturgik und Hymnologie» 28 (1984)39-55. Lima.
Seybold, M., Die Siebenzahl der Sakramente, «Münchener theologi- Neuner, P., Kleines Handbuch der Okumene, Dusseldorf 1984,
sche Zeitschrift» 27(1976)113-141. 141-177.
Standart, B. y otros, Le mystére de l'Ésprit, «Questions liturgiques» Pfnür, V., Die Wirksamkeit der Sakramente sola fide und ex opere
67(1986)87-179. opéralo: Das Herrenmahl, Paderborn-Francfort 1979, 93-100.
Strebel, A., Symboldenken und Symbolverstandnis in der mueren Regli, S., Ókumenische Konsenserklarungen mit róm.-kath. Beteili-
evangelischen Theologie, «Symbolon», nueva serie 6, Colonia, gung über Taufe, Eucharistie und Amt: Ergebnisse, en Theologi-
1981, 129-144. sche Berichte 9, Zurich 1980, 129-171.
Tillard, J.-M.R., Les sacrements de TÉglise, en Initiation á la pratique Seybold, M.-GlSsser, A., Das «Lima-Papier», Eichstátt 1985.
de la theologie II, París 1983, 385-466. Slenczka, R., Ókumenische Erklarungen und dogmatische Klárungen,
- , Église et salut. Sur la sacramentante de TÉglise, «Nouvelle revue «Kerygma und Dogma» 32(1986)207-232.
théologique» 106(1984)658-685. «Studia Litúrgica» 16(1986), n.° 1-2, p. 3-128: (sobre los textos de
Zadra, D., Sakramente und Zeit, en Probleme und Perspektiven dog- Lima.
matischer Theologie, edit. por K.H. Neufeld, Dusseldorf 1986, Thurian, M. (dir.), Churches respond to «Baptism, Eucharist and Mi-
250-272 (para el sistema de los símbolos). nistry», vol. I, Ginebra 1986.
Tillard, J.-M.R., Ecclésiologie de communion et exigence oecuméni-
que, «Irénikon» 59 (1986) 201-230.
Bibliografía II Voigt, G. y otros, Lima und das reformatorische Proprium, Hannover
Discusión ecuménica sobre los sacramentos, especialmente los textos de 1984.
Lima
Baciocchi, J. de, Les ministéres ecclésiaux dans le Texte de Lima, «Mé-
langes de science religieuse» 40(1983)73-90.

136 137
servaron como elementos constitutivos del bautismo
cristiano las acciones simbólicas del bautismo de Juan
6. El bautismo
-inmersión en agua corriente que tiene un cierto aspecto
amenazador, en este caso de hundimiento y desapa-
rición de una antigua y errónea orientación de la vida- y
el contenido interno, una seria voluntad de arrepen-
timiento y conversión, una nueva orientación a la volun-
tad divina y al cercano reino de Dios. En este punto tuvo
sin duda una importancia determinante para la primera
comunidad cristiana el hecho de que Jesús mismo hubie-
ra recibido el bautismo de Juan, dando a entender, con
este gesto de solidaridad con «toda la región de Judea y
todos los habitantes de Jerusalén» (Me 1,5), que consi-
6.1. Fundamentos bíblicos deraba correcto e importante manifestar externamente,
mediante acciones simbólicas, los sentimientos internos.
El bautismo es la acción simbólica cristiana más fre- Con ello no se pretende afirmar, por supuesto, que los
cuentemente testificada en el Nuevo Testamento. Hay Sinópticos hayan narrado el bautismo de Jesús con el
dos pasajes que contienen una clara alusión de Jesús al propósito de poner los cimientos y de presentar con an-
bautismo, pero en ambos casos se trata de formu- telación el posterior sacramento del bautismo. Es de la
laciones que no salieron de los labios mismos de Jesús, máxima importancia para la teología sacramental en ge-
sino que reflejan un estadio evolutivo posterior: Mt neral y para la teología del bautismo en particular la
28,19 está claramente marcado por la liturgia; Me 16,16 circunstancia de que, al configurar la perícopa bautis-
pertenece a la conclusión inauténtica de Marcos, cuyo mal 3 , los Sinópticos hayan añadido a la escena del
origen se remonta al siglo n. Así, pues, no existen bautismo la de la revelación, según la cual inmediata-
pruebas evidentes de que el bautismo haya sido institui- mente después de haber sido bautizado Jesús descendió
do personalmente por Jesús. Pero no es menos induda- sobre él el divino Espíritu y se proclamó su misión.
ble que ya las más antiguas comunidades cristianas co- Tiene interés teológico no sólo la (posibilidad de la) se-
nocían la práctica de bautizar. Hasta donde alcanza el cuencia temporal entre el bautismo de agua y el bautis-
nivel actual de nuestro conocimiento 1 , la aparición del mo del espíritu, sino también la idea de que con ello los
bautismo cristiano no puede atribuirse ni a influencias Sinópticos no pretendían negar, por supuesto, que ya
helenistas ni a ritos de purificación ni al bautismo de los antes del bautismo Jesús estuviera totalmente henchido
prosélitos del judaismo. El bautismo cristiano enlaza del Espíritu y tuviera plena conciencia de su misión.
más bien con el bautismo de Juan Bautista «de conver- También en otros pasajes del Nuevo Testamento se tes-
sión para el perdón de los pecados» (Me 1,4)2. Se con- tifica que no puede entenderse la comunicación del Es-

1. Cf. Lohfink. Der Ursprung der christlichen Taufe, «Theologische Quartalschrift»


156(1976)35-54; R. Schwager. Wassertaufe, ein Gebeí um die Geisttaufe?, «Zeitschrift für kath. 3. Analiza esta perícopa, con sumo tacto y con su habitual penetración, A. Vogtle, Her-
Theologie» 100(1978)36-61, aquí 36, nota 3 (con bibliografía); G. Barth. Die Taufe in früh- kunfl und ursprünslicher Sinn der Taufeperikop Mk 1,9-11, en ídem, Offenbarungsgeschehen
christlicher Zeií, Neukirchen 1981 (análisis exegético). und Wirkungsgeschichte, Friburgo 1985, 70-108. Incluye minuciosos análisis de la literatura
2. Cf. G. Barth, o . c , 38ss. sobre el tema y en especial de los recientes comentarios al Evangelio de Marcos.

138 139
píritu como un episodio puntual y aislado. En este senti- «nosotros» hemos muerto en la cruz con Jesucristo antes
do, es preciso distinguir entre la comunicación del Espí- del bautismo (cf. Rom 5,6-10; 7,4; 2Cor 5,14). El Após-
ritu y su manifestación exterior (bajo diversas formas, tol conoce incluso un ser-con de los creyentes con Jesu-
entre las que, a veces, se encuentra la forma sacramen- cristo, una vinculación con su destino total -vida, muer-
tal). te y resurrección- un verdadero estar inserto en él que
Aunque el Nuevo Testamento no ofrece en ningún supera el tiempo y el espacio y tiene importancia decisi-
lugar una teología del sacramento (protocristiano) del va para la vida cristiana. Esta meditación, enraizada en
bautismo, contiene numerosas indicaciones y aseve- un amor personal fuerte y profundo a Jesús, recibió al
raciones que más tarde pudieron contribuir a su forma- principio la denominación de «mística de Cristo», con-
ción4. Mencionaremos a continuación las más importan- cepto que más tarde ha padecido una injustificada de-
tes. valuación. En Rom 6,4-8 describe Pablo un aconteci-
1. Los Hechos de los apóstoles distinguen claramen- miento en el que «nosotros» 7 estamos vinculados, de
te entre el bautismo de agua y el bautismo de espíritu; una forma totalmente concreta, a la muerte en cruz, la
puede ocurrir a veces que el bautismo en el espíritu an- sepultura y la resurrección de Jesús. Uno de los elemen-
teceda al bautismo de agua (10,47; 11,16). La separa- tos de este acontecimiento lo constituye el bautismo en
ción temporal entre ambos en 8,12-17 proporcionó más la muerte de Jesús, esto es, la vinculación a la sepultura
tarde el fundamento bíblico para fijar un distanciamien- de Jesús, que es un verdadero estar sepultado con (así
to entre la confirmación y el bautismo. El bautismo se también la afirmación bautismal procedente de la escue-
lleva a cabo «en el nombre de Jesús» (2,38; 8,16; 10,48; la de Pablo en Col 2,lis). La sepultura, que no es en sí
19,5; cf. 22,16). Según la teología del nombre del Nuevo un acontecimiento salvífico, alude al estar muerto real,
Testamento, y especialmente de los Hechos, lo decisivo de modo que surge como contenido de la acción simbó-
de este proceso es que acontece en nombre de Jesús, lica del bautismo. En ella reconoce el bautizado que ya
pues en este nombre se dan el perdón de los pecados y la mucho antes de esta acción actual ha muerto en la cruz
redención 5 , y en Jesús está resumido y concentrado, con con Jesucristo. En esta vinculación -ya perceptible- con
suprema concisión, el acontecimiento de la salvación. Jesús se da la salvación del hombre, de tal modo que el
2. En Rom 6,1-11 se trata de dar a la nueva ética de bautismo es verdaderamente acontecimiento salvífico (y
la vida cristiana un fundamento total, pero no se preten- no simple recuerdo). Una vez más, no debe entenderse
de ofrecer una exposición teológica sacramental del lo dicho en un sentido puntual, pues el conocimiento de
bautismo 6 . De este pasaje, y de la teología paulina en su estar unido con Cristo en la cruz parte de una fe ya
conjunto, se desprende que el acontecimiento salvífico salvadora. En la fe, el bautizado está también unido a la
en Jesucristo afecta de forma inmediata no sólo a los resurrección de Jesús, de modo que en esta fe acontece
hombres que han abrazado la fe y recibido el bautismo, también la corresurrección y el inicio de la nueva vida.
sino a la humanidad entera. Pablo pudo afirmar que Pablo hace aquí una importante alusión a la correspon-
dencia (pero manteniendo también las diferencias) entre
4. En las páginas que siguen me guío por la fundamental exposición de R. Schwager (véase el acontecimiento salvífico en Jesucristo, la acción sim-
nota 1).
5. Ibídem, 39s.
6. En R. Schwager, o . c , 41, notas 14 y 15, con bibliografía exegética sobre este pasaje.
Para lo que sigue, ibídem, 41-47. Para Rom 6,1-11 cf. también A. Schilson, Theologie (véase 7. Rom 6,5 no habla de parecido, de semejanza o de copia, sino de una figura absoluta y
bibliografía la), 234-245 (con bibliografía). totalmente concreta («una misma cosa»: R. Schwager, o . c , 46).

140 141
implícita. La fórmula posterior «en el nombre del Padre,
bólica y la vida práctica de los cristianos, que están del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28,19) es una evolu-
muertos para el pecado.
ción trinitaria de la confesión cristológica. En el bautis-
Otros pasajes paulinos permiten asimismo conocer
mo en el nombre de Dios Trino y en la proclamación de
que la fe salvadora precede al bautismo: así, cuando se
la palabra acontece, tal como muestra el contexto de Mt
dice que todos hemos sido bautizados en un espíritu pa-
28,18 y 20, la actualización de Jesús, de su resurrección y
ra no formar más que un solo cuerpo (ICor 12,13), se
está afirmando que la transmisión del Espíritu no se de su poder sobre los cielos y la tierra, una actualización
inicia con el bautismo 8 . Según Gal 3,26s es la fe la que que abarca todos los tiempos y lugares y es, por tanto,
convierte a los hombres en «hijos de Dios»; el bautismo pneumática.
anuncia (públicamente) que se está sepultado con Cristo 4. Al acontecimiento total, esto es, a la acción simbó-
y la voluntad de permanecer con él en una vida nueva 9 . lica del bautismo de agua y el bautismo en espíritu en la
Basta esta sencilla ojeada para comprobar que Pablo fe para una nueva vida cristiana, puede denominársele,
concede mayor peso a la fe que al bautismo 10 . Es tam- en síntesis, «renacimiento» o «baño de regeneración»
bién importante, en este contexto, la distinción que hace (Jn 3,5; Tit 3,5).
el apóstol entre reconciliación y redención: la recon- A partir de estos datos neotestamentarios, es claro 11
ciliación ocurre en la cruz, mientras que la redención que el proceso del bautismo de agua no puede ser enten-
acontecerá en el futuro, mediante la fe. El bautismo, dido exclusivamente como la comunicación decisiva de la
cuando se lo entiende como distinto de la confesión de gracia de Dios, del Espíritu Santo, de la justificación,
fe y se lo considera en sí mismo como acción simbólica, etc. La acción simbólica del bautismo de agua, que hace
es la expresión sensible de que en la cruz ha sido aniqui- referencia a la muerte en cruz de Jesús por nosotros, se
lado el poder de la muerte y ha sido reconciliado el inserta dialógicamente en la fe en aquella acción de Dios
mundo con Dios ya antes de la conversión individual en que precede a toda conversión y a toda fe y en aquella
la fe. Para Pablo es de todo punto evidente que esta oración suplicante al Padre por el Hijo en el Espíritu
acción simbólica es propia de la Iglesia (cf. el contexto Santo que se afana especialmente por la ayuda del di-
de ICor 12). vino Espíritu en la nueva vida y a la que puede designar-
3. En IPe 3,19-21 al bautismo se le califica de antiti- se, con fórmula resumida, como «oración en el nombre
po de la salvación a través del agua sobre la que navegó de Jesús» 12 . Se trata de la confesión de fe común, de la
el arca en los días del diluvio, con la aclaración de que común oración de la comunidad, de la Iglesia, pero no
«no consiste en quitar una impureza corporal, sino en de un acto bautismal común. En este símbolo del ser
pedir a Dios una conciencia buena; y todo, por la resu- sepultado el bautizando hace que acontezca algo en él,
rrección de Jesucristo» (vers. 21). Se expresa aquí la se comporta como «quien recibe», como el que, con esta
importante idea de la llamada de Dios, que en la fórmu-
renuncia a lo viejo, adquiere el poder para una vida
la «en nombre de Jesús» sólo aparecía de una manera

11. Ibídem, 58s.


8. Cf. además ibfdem, 50s. 12. R. Schwager estudia detalladamente, en ibídem, 56-59. la oración «en nombre de
9. Ibfdem. 52 s. Jesús» eficaz y segura de ser oída (Jn 14,13s; 16,23s; cf. Me 11,24; Mt 7,7-11; 21,22; Sant 1,6;
10. Habría que añadir aquí sus explicaciones sobre la proclamación salvífica y su pneu- Un 3,22). Cf también F. Courth, Die Taufe «auf den Ñamen Jesu Christi» in den Zeugnissen
matología, además de sus observaciones acerca del «poder de Dios», un poder atribuido al der Dogrnengeschkhte bis zur Hochscholastik, «Theologie und Glaube» 69(1979)121-147.
anuncio del evangelio, de la cruz, pero no al bautismo (ibídem. 53). Tiene razón Courth (aquí 147) cuando expone el deseo de que las fórmulas bautismales sean
expresión sintetizadora de la súplica oficial (epiclesis) y de la aceptación eclesial de la fe.

142
143
nueva (ambas cosas causadas por el Espíritu), como Los testimonios postbíblicos más antiguos 14 sobre la
aquel a quien se le garantiza ser aceptado en el cuerpo celebración del bautismo muestran una conexión entre
de Cristo que es la Iglesia. La conclusión a que llega el baño bautismal y la triple invocación (trinitaria) sobre
Raymund Schwager tiene base neotestamentaria: la ac- el bautizando (epiclesis). Según la Tradición apostólica
ción simbólica del bautismo de agua es una «proto- de Hipólito (hacia el 215), la solemne iniciación tenía
oración» eclesial, segura de ser oída, que pide el bautis- lugar al cabo de un catecumenado de tres años de du-
mo del Espíritu, pero Dios puede conceder este bau- ración 15 . Comprendía el bautismo -con sus ritos antece-
tismo del Espíritu también sin esta oración 13 . dentes y consiguientes- y concluía con la celebración de
la eucaristía. Entre los ritos preparatorios antecedentes
se contaban -con la intención de hacer perceptible, tam-
6.2. El rito de iniciación bién externamente, el «cambio de dominio»- las expul-
siones del demonio y la renuncia a él 16 , así como una
El acontecimiento salvífico que afecta a cada indivi- unción prebautismal. El bautismo tenía lugar mediante
duo concreto y le permite iniciar un género de vida cris- la inmersión en el agua, a una con la confesión de fe en
tiano se denomina también, con una expresión tomada tres pasos (trinitarios) y en forma dialogante («adminis-
de la ciencia de la religión, iniciación (consagración). En tración interrogativa del bautismo»). Del testimonio de
cuanto acontecimiento verdaderamente fundamental, Hipólito se deduce claramente que lo importante no era
no se reduce a un acto puntual, sino que se prolonga a lo el bautizante, ni la intención que le guiaba o su calidad
largo de toda la vida. A partir del Nuevo Testamento, moral, sino el bautizando, con su asentimiento a la fe 17 .
y de acuerdo también con las actuales concepciones, Tras el bautismo, el sacerdote daba una unción (post-
puede abordarse este acontecimiento desde varias pers- bautismal) al bautizado y a continuación el obispo le
pectivas: como unión mística con Jesucristo, descrita, imponía las manos, lo signaba en la frente y lo ungía con
con expresiones que van más allá de simples imágenes, el crisma. Entre los elementos esenciales de la iniciación
como un entrar en él, ser con él, revestirse de él, como figuraban la celebración eucarística y las oraciones de la
introducción en la realización de su destino, como acon- comunidad por el bautizado.
tecimiento verbal-dialógico en la llamada de la procla- No puede hablarse en absoluto de una fórmula
mación de la palabra y en la respuesta de la fe, como bautismal en la que estuviera concentrado todo el acon-
aceptación en la Iglesia en cuanto cuerpo de Cristo, co- tecimiento. La fórmula indicativa «yo te bautizo», que
mo un ser aprehendido por el Espíritu que envía Cristo se explica fácilmente en el marco del bautismo de los
resucitado. niños, está testificada por vez primera en la liturgia ro-
El concepto de «iniciación» puede contribuir a que la mana a finales del siglo vil 18 . Ya en los siglos ni y IV
atención deje de centrarse exclusivamente en la acción
simbólica del bautismo y tenga también en cuenta el 14. En primer término Justino (t 165). A mi parecer, la Didakhe es de fecha posterior.
Habla de ayunos precedentes, de la instrucción y sólo consiste una alusión a Mt 28,19.
acontecimiento en su totalidad. 15. A. Angenendt, Kaiserherrschaft und Kónigstaufe, Berlín 1984, parte I: Das Sakrament
El antiguo rito de iniciación expresaba acertadamen- der lnitiation im frühen Mittelalter, 21-164 (con bibliografía).
16. ídem, Der Taufexorzismus und seine Kriíik in der Theologie des 12. und 13. Jahrhun-
te esta interrelación. derts, en Miscellanea Mediaevalia II, edit. por A. Zimmermann, Berlín 1977, 388-409.
17. ídem, Kaiserherrschaft, 27.
18. ídem, Bonifatius und das Sacramentum iniíiationis. Zugleich ein Beiírag zur Geschíchíe
13. R. Schwager. o . c , 60. der Firmung, «Romische Quartalschrift» 72(1977)133-183, aquí 135.

144 145
aparece la práctica de bendecir o consagrar el agua aparece ya en Novaciano, a mediados del siglo III21. Es-
bautismal (testigos principales: Tertuliano en Occidente ta separación se vio, por supuesto, impulsada por la
y Basilio en Oriente), que se llevaba a cabo en virtud de práctica, ya ampliamente difundida en el siglo III, de
la expulsión del Maligno y la santificación del agua me- bautizar a los niños. Tuvo gran importancia una carta
diante una epiclesis. De este modo, las fijaciones ma- del papa Inocencio I, en el año 416, al obispo de Gubbio
teriales comenzaron a entorpecer y enturbiar la concep- (DS 215; Dz 98). En ella se permite a los presbíteros
ción dinámica del acontecimiento total. En el contexto ungir a los bautizados con el crisma, a condición de que
de la controversia sobre el bautismo administrado por éste haya sido consagrado por el obispo, pero se les
los herejes y de las discusiones con los donatistas (cf. prohibe, en cambio, signar la frente con el mismo óleo:
infra, 6.3), surgieron problemas respecto de los minis- «lo cual corresponde exclusivamente a los obispos,
tros bautizantes (que, en la campiña, podían ser diáco- cuando comunican el Espíritu paráclito.» Se rompía así
nos o incluso laicos). La imposición de las manos siguió claramente la unidad del acontecimiento bautismal y na-
siendo derecho reservado a los obispos 19 . En la liturgia cía el sacramento de la confirmación. Este proceso que-
romana, esta imposición iba unida a una segunda unción dó definitivamente sellado cuando la reforma carolingia
postbautismal, también reservada al obispo. Esta prác- aceptó la liturgia romana 22 .
tica era desconocida en el resto de la Iglesia occidental,
pero estaba en cambio generalizada por doquier la cos-
tumbre de utilizar para las unciones sólo óleo consagra- 6.3. Datos históricos
do por el obispo. Al igual que en el caso del agua bautis-
mal, también aquí la atención se cifraba y se concentra- Las primeras cuestiones sobre las que se emitieron
ba, perdiendo de vista la totalidad del acontecimiento decisiones magisteriales eclesiásticas vinculantes giraban
litúrgico, en este óleo, al que se consideraba auténtico en torno a la validez del bautismo administrado -tras la
portador de la gracia 20 . Surgieron algunas cuestiones aparición de las escisiones- fuera de la Iglesia católica.
prácticas a propósito, por ejemplo, de si en todos los El papa Esteban i defendió, el año 256, esta validez
bautismos debía estar presente el obispo de cada cir- frente al obispo Cipriano de Cartago, en la llamada con-
cunscripción episcopal (a menudo de gran extensión) o, troversia del bautismo de los herejes (DS llOs; Dz 46).
en caso contrario, cómo o por quién debía estar repre- En este mismo sentido, Silvestre i prohibió, en el 314,
sentado. En la Iglesia occidental, a toda esta proble- rebautizar a los donatistas que volvían a la madre Igle-
mática vino a sumarse la ampliación de los plazos para sia, siempre que hubieran sido bautizados en el nombre
recibir el bautismo, ya que la nueva doctrina sobre el de la Trinidad (DS 123; Dz 53). Este tema fue ampliado
pecado original creó tal ansiedad por la salvación que ya más tarde: ya no se planteaba tan sólo la validez del
no parecía prudente ni aconsejable administrar el bau- bautismo administrado por ministros indignos, sino que
tismo sólo por Pascua. El primer testimonio de la se- se preguntaba también por la validez del bautismo con-
paración entre el bautismo y la imposición de las manos, ferido por judíos o paganos. Nicolás I, en una respuesta
junto con la signación en la frente, reservadas al obispo, del año 886 a Bulgaria, donde habían ocurrido algunos

19. Ibídem. 143. 21. Ibídem, 157.


20. Ibídem. 145s. 22. Ibídem, 157s.

146 147
casos, afirmó que no se debía proceder a rebautizar, cielos (cf. Jn 8,5). La materia de este sacramento es el agua verdadera
siempre que el bautismo hubiera sido administrado en el y natural, y lo mismo da que sea caliente o fría. Y la forma es: Yo te
bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. No
nombre de la Santa Trinidad o en el nombre de Cristo 23 negamos, sin embargo, que también se realice verdadero bautismo por
(DS 644-646; Dz334a-335). En la teología, esta doctrina las palabras: Es bautizado este siervo de Cristo en el nombre del Padre
se daba la mano con la concepción del «carácter» sacra- y del Hijo y del Espíritu Santo; o. Es bautizado por mis manos fulano
mental, es decir, de la señal impresa para diempre por el en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Porque siendo
la santa Trinidad la causa principal por la que tiene virtud el bautismo,
bautismo, desarrollada por Agustín (cf. supra 5.7).
y la instrumental el ministro que da externamente el sacramento, si se
Ya desde los tiempos de Tertuliano, en el siglo III, se expresa el acto que se ejerce por el mismo ministro con la invocación
han registrado siempre duras críticas a la costumbre de de la santa Trinidad, se realiza el sacramento. El ministro de este
bautizar a niños pequeños, incapaces de culpa. Pero esta sacramento es el sacerdote, a quien de oficio compete bautizar. Pero,
en caso de necesidad, no sólo puede bautizar el sacerdote o el diácono,
praxis fue también siempre defendida por las autorida- sino también un laico y una mujer y hasta un pagano y hereje, con tal
des eclesiásticas, por ejemplo por Inocencio m, en 1201 de que guarde la forma de la Iglesia y tenga intención de hacer lo que
(DS 780; Dz 410) y 1208 (DS 794; Dz 424), que se hace la Iglesia. El efecto de este sacramento es la remisión de toda
apoyaban para ello en la doctrina del pecado original: culpa original y actual, y también de toda la pena que por la culpa
misma se debe. Por eso no ha de imponerse a los bautizados satisfac-
del mismo modo que una persona incurre en el pecado
ción alguna por pecados pasados, sino que, si mueren antes de co-
original sin su personal consentimiento, puede verse li- meter alguna culpa, llegan inmediatamente al reino de los cielos y a la
bre de él, también sin su consentimiento, en virtud de visión de Dios.»
este sacramento del bautismo. Se enseñaba asimismo,
en este contexto, que era contrario a la religión cristiana Este texto habla como si el bautismo de adultos fuera
obligar a nadie a abrazar el cristianismo 24 ; si alguien es todavía el caso normal. No se analiza la relación entre la
bautizado contra su voluntad y nunca lo acepta, no re- fe y el bautismo. La alusión a Jn 3,5 muestra que ya se
cibe los efectos ni el carácter del sacramento (Inocencio había perdido la conciencia de que el proceso del «re-
m, en 1201: DS 781; Dz 411). nacimiento» incluye la venida del divino Espíritu y la
La primera declaración doctrinal global sobre el sa- aceptación de la fe y que el bautismo del Espíritu no se
cramento del bautismo se encuentra en el Decreto para identifica con el bautismo de agua.
los armenios del concilio de Florencia de 1439 (DS El concilio de Trento, en su sesión vil, del año 1547,
1314-1316; Dz 696). El texto, que se inspira en Tomás enunció 14 cánones o decisiones doctrinales sobre el
de Aquino, dice así: bautismo. No se desarrolla en ellos una doctrina global
sobre el bautismo, sino que se toma posición respecto de
«El primer lugar entre los sacramentos lo ocupa el santo bautismo, ciertas cuestiones en las que se consideraba particular-
que es la puerta de la vida espiritual, pues por él nos hacemos miem- mente amenazada la doctrina católica (DS 1614-1627;
bros de Cristo y del cuerpo de la Iglesia. Y habiendo por el primer
hombre entrado la muerte de todos, si no renacemos por el agua y el
Dz 857-870). Algunas de estas declaraciones se refieren
Espíritu, como dice la Verdad, no podemos entrar en el reino de los a temas que ya han sido estudiados en páginas an-
teriores, por ejemplo la relación entre fe, ley y pérdida
de la gracia (can. 6-10). El concilio hizo suya la doctrina
23. Para la actitud reservada y precavida de los teólogos de la alta escolástica respecto del
bautismo administrado en el nombre de Jesucristo, cf. F. Courth. o.c. de que también los «herejes» administran válidamente
24. Agustín interpretó erróneamente el pasaje de Le 14.23 en el sentido de que es lícito
recurrir al empleo de la violencia en el ámbito religioso. Cf. O. Karrer, Compelle íntrare, en
el bautismo (can. 4), declaró que el bautismo es necesa-
LThK III. 27s. rio para la salvación (can. 5) e irrepetible (can. 11).

148 149
Defendió la licitud de la práctica del bautismo de los »5. Si alguno dice que por la gracia de nuestro Señor Jesucristo que
niños -también en contra del movimiento baptista del se confiere en el bautismo, no se remite el reato del pecado original; o
también si afirma que no se destruye todo aquello que tiene verdadera
siglo x v i - (can. 12-14), con la indicación de que estos y propia razón de pecado, sino que sólo se rae o no se imputa: sea
niños no reciben el sacramento en virtud de un acto de anatema. Porque en los renacidos nada odia Dios, porque "nada hay
fe personal, sino por la fe de la Iglesia (can. 13). de condenación en aquellos que" verdaderamente "por el bautismo
Las afirmaciones doctrinales del concilio de Trento están sepultados con Cristo para la muerte" (Rom 6,4), "los que no
andan según la carne" (Rom 8,1), sino que, desnudándose del hombre
acerca de la fe no podían conciliarse con la teología de la viejo y vistiéndose del nuevo, que fue creado según Dios (Ef 4, 22ss;
fe de los reformadores. Para valorar adecuadamente los Col 3,9s), han sido hechos inocentes, inmaculados, puros, sin culpa e
esfuerzos de los padres conciliares sobre esta materia hijos amados de Dios, herederos de Dios y coherederos de Cristo
debe tenerse también en cuenta su importante decreto (Rom 8,17), de tal suerte que nada en absoluto hay que les pueda
retardar la entrada en el cielo» (Dz 791-792).
sobre la justificación. Pero también aquí es de lamentar
que el interés se centrara en los temas de la justicia y de
la validez del bautismo y de su necesidad para la salva- La contribución esencial del concilio Vaticano II al
ción, sin aducir razones o interconexiones teológicas. tema del bautismo se inscribe en el ámbito ecuménico
No se mencionan ni la inserción del bautizado en el des- (infra 6,5). Merece, con todo, citarse aquí también la
tino de Jesucristo ni su incorporación a la Iglesia. Una reforma litúrgica, que desembocó en un rito del bautis-
parte de lo que aquí se echa en falta había sido ya abor- mo de los niños que ya no está orientado según el esque-
dado por el concilio el año 1546, en su Decreto sobre el ma del bautismo de los adultos. Esta nueva liturgia ha
pecado original (DS 1514s; Dz 787s). En su primera par- creado, además, una forma de iniciación específica para
te, que citamos a continuación, se limita a repetir literal- adultos 25 .
mente la doctrina del sínodo norteafricano de Cartago
del año 418.
6.4. El bautismo de los niños
«4. Si alguno niega que hayan de ser bautizados los niños recién
salidos del seno de su madre, aún cuando procedan de padres bauti- La praxis y la teología del bautismo de los niños han
zados, o dice que son bautizados para la remisión de los pecados, pero tenido una gran importancia para la teología de los sa-
que de Adán no contraen nada del pecado original que haya necesidad cramentos: dado que al bautizar a los niños recién na-
de ser expiado en el lavatorio de la regeneración para conseguir la vida
cidos se rompe el proceso en el que un hombre llega a la
eterna, de donde se sigue que la forma del bautismo "para la remisión
de los pecados" se entiende en ellos no como verdadera, sino como fe e inicia un género de vida cristiano, y no se tiene en
falsa: sea anatema: Porque lo que dice el Apóstol: "Por un solo hom- cuenta la secuencia -testificada en el Nuevo Testamen-
bre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así a t o - de escucha de la palabra, conversión, aceptación de
todos los hombres pasó la muerte, por cuanto todos habían pecado" la fe y acción simbólica, se produjo una disyunción entre
(Rom 5,12), no de otro modo ha de entenderse, sino como lo entendió
siempre la Iglesia católica, difundida por doquier. Pues por esta regla la fe, el acto personal y el sacramento. Se confirmaba así
de fe procedente de la tradición de los Apóstoles, hasta los párvulos la impresión de que el acontecimiento «propiamente di-
que ningún pecado pudieron aún cometer en sí mismos, son bauti-
zados verdaderamente para la remisión de los pecados, para que en 25. R. Kaczynski, Enchiridion tlocumentorum instauraúonis liíurgicae I (1963-1973). Turín
ellos por la regeneración se limpie lo que por la generación contra- 1976:556-572, bautismo de los niños; 830-859. iniciación de los adultos. Cf. también A.E.
jeron. Porque "si uno no renaciere del agua y del Espíritu Santo, no Hierold. Taufe und Firmung, en HKR. 659-675; aquí 660s. sobre el bautismo de adultos (con
catecumenado) desde 1972, según la antigua secuencia bautismo-confirmación-eucaristía;
puede entrar en el reino de Dios" (Jn 3,5). ibídem 665s, sobre las condiciones previas para el bautismo, especialmente el de adultos.

150 151
cho» era el rito. De este modo, el bautismo de los niños del bautismo para la salvación de los niños, incluso de
pasó a ser el modelo sacramental clásico, en cuanto que los recién nacidos. ¿Por qué -se preguntaba- se bautiza
en él se ve claramente que la eficacia del sacramento es a los niños, si no están encadenados por la culpa ni ne-
independiente de la dignidad de quien lo administra y de cesitados de perdón para salvarse? La idea de que las
la conciencia de quien lo recibe, con la sola condición de personas allegadas a estos niños debían acudir en su
que éste no ponga impedimentos (óbices) contra su re- ayuda era más importante que la relativa a la necesidad
cepción y sea clara y visible la relación entre la materia de una decisión personal. Surgió así la convicción de que
válida y la forma correcta. Las deficiencias y los peligros la fe de la Iglesia podía y debía suplir la fe de los infan-
de esta evolución provocaron incesantes discusiones so- tes. La teología escolástica aportó en esta materia la
bre la legitimidad del bautismo de los niños, sobre las distinción entre la fe como capacidad (habitus) dada,
causas que pueden justificar la demora de estos bautizos infundida por la gracia de Dios, y la fe como realización
y sobre otras cuestiones parecidas 26 . personal y responsable de esta capacidad (actus): los ni-
En este punto, no ha llegado a conclusiones claras ños reciben en el bautismo la fe como habitus, pero no
una amplia controversia desencadenada a mediados del por ello están dispensados de despertar y actualizar más
siglo xx sobre los datos aportados por el Nuevo Testa- adelante, al llegar a la edad adulta, este hábito de la fe,
mento. De hecho, en los escritos bíblicos neotestamen- para convertirlo en acto.
tarios no existe ningún testimonio seguro e incontestable La grave inquietud que despertaba en la teología y
a favor de la probabilidad del bautismo de los niños. Ni en la Iglesia el problema de la salvación de los niños
la mención del bautismo de «toda la casa», ni la invita- que, por las circunstancias que fueren, morían antes de
ción hecha por Jesús a los niños (Me 10,13-16), ni la recibir el bautismo, ha sido superada en nuestro siglo
sentencia de Pablo según la cual los hijos nacidos de gracias a una profunda reflexión. No se trata de abolir la
matrimonios creyentes son «santos» (ICor 7,14) son doctrina del pecado original ni las enseñanzas que de
pruebas concluyentes 27 . este pecado original se desprenden. Se trata, sencilla-
Los testimonios inequívocos a favor de este bautismo mente, de reducirlo a su verdadero núcleo 29 .
se remontan a finales del siglo II y principios del III, y La doctrina del pecado original basada en la teología
dan por supuesto que se trata de una costumbre ya fir- paulina (sobre todo en Rom 5) y en el concilio de Trento
memente establecida. En las menciones más destacadas dice que, ya desde el principio, la humanidad rechazó la
a partir de estas fechas (Tertuliano, Hipólito, Agustín), voluntad claramente conocida de Dios y que, en conse-
aparecen ya los padrinos, y en primer lugar los padres 28 . cuencia, ya también desde el principio, se implantó un
Basándose en esta práctica, desarrolló Agustín, en su contexto de condenación, en el que todos los hombres se
enfrentamiento con Pelagio y sus seguidores, a propósi- hallan inmersos. Todo ser humano nace, sin que se re-
to de la teología de la gracia, la doctrina de la necesidad
29. Cf. H.M. Kóster. Urstand, Fall und Erbsünde in der kath. Theologie unseres Jahrhun-
derís, Ratisbona 1983 (obra fundamental, con bibliografía); ídem. Urstand, Fall und Erbsün-
26. De la bibliografía IV. cf. especialmente F. Reckinger. W. Molinski. H. Hubert. E. de. Von der Reformaíion bis zur Gegenwarí (Handbuch der Dogmengeschichte II/3c). Fribur-
Nagel. go 1982; ídem. Paradles, Ur-imd Erbsünde im Denken reprdsenlaíiver Theologen der Auf-
27. En A. Angenendt. Kaiserherrschaft, 67. se encuentra la indicación de que la familia klárungszeit, «Triere theologische Zeitscbrift.» 91(1982)116-132. 195-205. 281-290; ídem, Ur-
cristiana era al principio -y a diferencia de lo que ocurría en la temprana edad media- de tipo iana, Fall und Erbsünde in der evangelischen Theologie des 19. Jahrhundem, Francfort-Berna
nuclear o familia nuclear reducida, en la que no era probable que fuera el padre quien tomara 1983; también A. de Villalmonte. El pecado original, Salamanca 1978 (comentario de cerca de
las decisiones sobre el bautismo. 800 publicaciones aparecidas desde 1950); N. Lohfink y otros. Zum Problem der Erbsünde.
28. Ibídem. 92. Essen 1981; A.M. Dubarle. Le peché originel. París 1983.

152 153
cabe su opinión, dentro de una situación que está mar- entramado de relaciones interhumanas en las que se co-
cada por la negativa frente a Dios, por la ausencia ge- noce y se reconoce la voluntad de Dios, en las que se
neral de paz, por la injusticia y la seducción. No es una opone resistencia a los poderes maléficos de conde-
situación que haya surgido por generación espontánea, nación. Si, por las razones que fuere, no se le administra
sino que ha sido creada en virtud de decisiones humanas el bautismo a un recién nacido, esto no significa que se
conscientemente erróneas y cada vez más generalizadas. le prive de la gracia divina ni que haya sido rechazado
En este sentido, se la puede calificar de situación «pe- por Dios.
caminosa». Las palabras «heredar» y «hereditario» sig- No debe sobrevalorarse, pues, en un plano teoló-
nifican, en este caso, que toda persona entra, al nacer, gico, el bautismo de los niños. No obstante, hay impor-
en esta situación ya de antemano marcada con un signo tantes argumentos a favor de este bautismo. Ningún ser
o sello negativo. Así, pues, según esta interpretación no humano nace en una situación familiar, social, humana,
se trataría de un pecado del que los recién nacidos enteramente neutra. Ninguna vida humana se inicia en
fueran personalmente responsables. Esta situación ge- un absoluto punto cero. Todos nos hallamos sometidos a
nera una culpa que sólo es imputable cuando alguien la las influencias y a las decisiones de otras personas. Si
admite, la hace suya y actúa de acuerdo con ella. aquellos sobre quienes recae la responsabilidad del niño
Ahora bien, la situación en que se encuentran los están convencidos de la cualidad positiva de las re-
seres humanos al nacer no consta única y exclusivamen- laciones cristianas, desearán insertar en ellas a sus hijos.
te de elementos nefastos, que lleven irremediablemente En tal caso, el bautismo significa su reconocimiento tan-
a la condenación. Al contrario, hay también en ella, ya to del amenazador espacio maléfico al que no quieren
desde el primer momento, la llamada de la gracia y de la entregar a sus hijos, como de la cobijadora comunidad
misericordia de Dios Padre, que acoge a todos los hom- de fe en la que quieren instalarlos: que este niño tenga
bres sin excepción bajo el amparo de su voluntad salví- que vivir en un lugar y en unas circunstancias concretas,
fica universal. Nacen, pues, los hombres en el seno de es cosa que los padres o responsables deciden porque les
una humanidad que ha sido santificada por la encar- parece bien, y no puede afirmarse que se incurra aquí en
nación del Hijo eterno de Dios, ya antes incluso del una violación de la libertad. El bautismo significa tam-
momento cronológico de aquella encarnación. Perte- bién, por tanto, el reconocimiento, por parte de los
necen a una humanidad en la que actúa incansablemente afectados, de la gracia preveniente de Dios, de la elec-
el Espíritu de Dios. Pero no deben concebirse estas dos ción y la vocación de Dios. Si, a tenor de lo antes dicho
preacuñaciones («existenciales», en terminología de (6.1) se entiende el sacramento del bautismo como sú-
Rahner) de la humanidad, la una negativa y positiva la plica, entonces, en el caso del bautismo de los niños la
otra, a modo de dos fuerzas opuestas de igual rango y Iglesia suplica por ellos, para que cuando alcancen la
poder. Al contrario, la fe dice que Dios es incompara- edad adulta y tengan capacidad de decisión puedan
blemente más poderoso que el Maligno, y que la victoria elegir el camino de Jesús. Que luego sus educadores
se decanta, ya desde ahora, del lado de la gracia divina. proporcionen al niño una compañía y un entorno positi-
En esta perspectiva, el bautismo es la acción simbó- vamente marcados por la fe no excluye para nada una
lica eficaz por medio de la cual la Iglesia anuncia que la educación para la libertad, ni significa necesariamente
gracia de Dios alcanza la victoria también en beneficio violencia espiritual ni menoscabo de la autodetermi-
de los recién nacidos y que éstos se hallan insertos en un nación.

154 155
6.5. Perspectivas ecuménicas En los trabajos llevados a cabo para esclarecer los
puntos de convergencia ecuménicos, y que culminaron
Las controversias de los siglos m y iv dieron paso a en 1982, en los llamados Textos de Lima, el bautismo
la idea de que el bautismo era el último residuo de lo fue la materia que provocó menores dificultades31.
que aún tenían en común los cristianos separados. Como
el principal agente del bautismo es Jesucristo mismo,
debe reconocerse la validez de este sacramento tanto 6.6. Resumen
dentro como fuera de la Iglesia y, por ende, no se le
debe repetir, una vez recibido. Esta convicción se man- El bautismo, en cuanto primera acción simbólica de
tuvo incólume también a través de las grandes escisiones la Iglesia en la vida del cristiano, es parte sustancial de
y agitaciones del siglo XVI. El movimiento ecuménico, un proceso global que, en sentido estricto, señala el
cada vez más claro y perceptible a partir del año 1910, inicio del género de vida cristiana y, en sentido amplio,
ha permitido comprender que el bautismo no es sólo ni abarca esa vida en su totalidad. Dentro de ese proceso,
principalmente aquel mísero residuo sino que constituye la acción simbólica significa, en primer término, la re-
más bien la expresión de una comunidad de fe realmente nuncia a un estilo de vida marcado por la situación ne-
existente y de un comienzo esperanzador 30 . Bajo esta fasta y corrompida de la humanidad. Este proceso, con-
perspectiva entendió también el Vaticano n este sacra- templado en su conjunto -en el que se incluye, por en-
mento: «Por el sacramento del bautismo, debidamente de, también el bautismo- es, ante todo, obra de Dios,
administrado según la institución del Señor, y recibido no iniciativa humana. Y esto quiere decir, en concreto,
con la requerida disposición del alma, el hombre se in- lo siguiente: 1) El bautismo significa -y causa en cuanto
corpora realmente a Cristo crucificado y glorioso, y se que significa- la incorporación del hombre al cuerpo de
regenera para el consorcio de la vida divina, según las Cristo, esto es, a la humanidad renovada de los creyen-
palabras del Apóstol: Con él fuisteis sepultados en el tes en Jesús. Este proceso se desarrolla, con unidad in-
bautismo, y en él, asimismo, fuisteis resucitados por la disoluble, en el nivel espiritual interno y en el externo y
fe en el poder de Dios, que lo resucitó de entre los social y abarca tanto la pertenencia como la solidaridad
muertos (Col 2,12; cf. Rom 6,4). El bautismo, por tan- de la muchedumbre innumerable de los fieles desconoci-
to, constituye un poderoso vínculo sacramental de uni- dos del pasado, del presente y del futuro. Incluye asi-
dad entre todos los que con él se han regenerado. Sin mismo la incorporación jurídica a la Iglesia y la perte-
embargo, el bautismo por sí mismo es tan sólo un prin- nencia a una comunidad determinada. 2) Justamente así
cipio y un comienzo, porque todo él se dirige a la conse- pone en claro el bautismo que la salvación de Dios en
cución de la plenitud de la vida en Cristo. Así, pues, el Jesucristo por el Espíritu Santo ha llegado hasta esta
bautismo se ordena a la profesión íntegra de la fe, a la persona, de modo que en virtud de la gracia preveniente
plena incorporación a los medios de salvación, deter- de Dios le son borrados los pecados (en el caso de que
minados por Cristo, y, finalmente, a la íntegra incor-
poración en la comunión eucarística» (UR 22; cf. 3).
31. Edición de los textos: Taufe, Eucharistie und Amt. Konvergenzerklarungen der Kom-
mission für Glauben und Kirchenverfassung des Ókumenischen Rales der Kirchen, Francfort-
Paderborn 1982 (sobre el bautismo: 9-17); cf. también el comentario Wachsende Übereinstim-
30. Cf. J. Trütsch, Taufe, Sakrament der Einheit, Eucharistie, Sakrament der Trennung?, mung in Taufe, Eucharistie und Amt, edit. por G. Voss. Freising-Paderborn 1984 (sobre e!
en Theologische Berichle 9, Zurich 1980, 67-95. bautismo: 22-36). y la bibliografía II.

156 157
sea pecador) y se le concede la justificación. 3) El Bibliografía IV
bautismo coloca la vida total de esta persona al amparo
de la oración suplicante de la Iglesia. Esta oración ex- Bautismo
presa el deseo de la Iglesia de que el bautizado acepte,
por libre decisión, la fe que el Espíritu de Dios ha susci- Angenendt, A., Der Taufexorzismus und seine Kritik in der Theologie
des 12. und 13. Jahrhunderts, en Miscellanea Mediaevalia, ed. por
tado en ella, y de que la fortalezca y profundice a lo A. Zimmermann, vol. 11, Berlín 1977, 388-409.
largo del curso de su vida. El bautismo expresa la per- - , Kaiserherrschaft und Kónigstaufe, Berlín 1984.
manente llamada del bautizado a ser testigo («carácter Aubin, P., Le baptéme, París 1980.
sacramental») de esta fe, no sólo de palabra sino tam- Barth, G., Die Taufe in frühchristlicher Zeit, Neukirchen 1981.
Burnish, T., The meaning of baptism, Londres 1985.
bién de obra: en la unidad del amor a Dios y el amor a Courth, F., Die Taufe «aufden Ñamen Jesu Christi» in der Zeugnissen
los hombres, en el seguimiento de Jesús, en el servicio a der Dogmengeschichte bis zur Hochscholastik, «Theologie und
la justicia. Cuando se dan juntos estos tres efectos del Glaube» 69(1979)121-147.
bautismo, puede calificarse con razón a este sacramento Delling, G., Die Taufe im Neuen Testament, Berlín 1963.
de inicio de una vida nueva desde el Espíritu Santo y se Duggan, R.D., Conversión in the «Ordo initiationis christianae adul-
torum», «Ephemerides Liturgicae» 96(1982)57-83, 209-252.
le puede aplicar el concepto bíblico de «renacimiento» o Hierold, A. E., Taufe und Firmung, en HKR, 659-675.
«baño de regeneración». Houssiau A. y otros, Le baptéme, entrée dans Texistence chrétienne,
Bruselas 1983.
Hubert, H., Kírchenbild, Sakramentsverstandnis und Kindertaufe,
Bibliografía III «Münchener theol. Zeitschrift» 20(1969)315-329.
- , Der Streit um die Kindertaufe. Eine Darstellung der von Karl Barth
1943 ausgelósten Diskussion um die Kindertaufe und ihre Bedeu-
Los sacramentos de la iniciación tung für die heutige Tauffrage, Francfort 1972.
Jüngel, E., Barth-Studien, Zurich 1982, 246-314 (el bautismo).
Angenendt, A., Bonifatius und das Sacramentum initiationis. Zugleich Labourdette, M.-M., Le peché originel dans la tradition vivante de
ein Beitrag zur Geschichte der Firmung, «Rómische Quartal- l'Église, «Revue Thomiste» 92(1984)357-398.
schrift» 72(1977)133-183. Lienemann-Perrin (dir.), Taufe und Kirchenzugehórigkeit, Munich
Baptism-confirmation. International bibliography 1975-1984, Estras- 1983 (también datos históricos).
burgo 1985. Lohfink, G., Der Ursprung der christlichen Taufe, «Theol. Quartal-
Bourgeois, H., L'initiation chrétienne et ses sacrements, París 1982. schrift» 156(1976)25-54.
Brosseder, J., Bautismo-confirmación, en DCT I. Maki, P. (dir.), Taufe und Heiliger Geist, Helsinki 1979.
Farnedi, O. (dir.), I simboli dell'iniziazione cristiana, Roma 1983. Molinski, W. (dir.), Diskussion um die Taufe, Munich 1971.
Schmitz, H., Taufe, Firmung, Eucharistie. Die Soleramente der Nagel, E., Die «Heiligkeit» der Christenkinder nach Tertulian, «Zeit-
Initiation und ihre Rechtsfolgen in der Sicht der CIC von 1983, schrift für kath. Theologie» 100(1978)62-68 (con bibliografía sobre
«Archiv für katholisches Kirchenrecht» 152 (1983)369-407. el bautismo de los niños).
Sprinks, B.D. (dir.), The sacrifice of praise, Lovaina 1981 (estudios - , Kindertaufe und Taufaufschub. Die Praxis von 3.-5 Jahrhundert in
sobre el bautismo y la eucaristía). Nordafrika und ihre theologische Einordnung bei Tertullian, Gy-
Strukturen christlicher Initiation, «Concilium» 15(1979), n.° 2. prian und Augustinus, Francfort 1980.
Thurian, M.-Wainwright G. (dirs.), Baptism and eucharist, Ginebra Nepper-Christensen, P., Die Taufe im Mattháusevangelium, «New
1983 (Textbuch zu liturgischen Traditionen). Testament Studies» 31(1985)189-207.
Neunheuser, B., Taufe und Firmung (Handbuch der Dogmenge-
schichte IV/2), Friburgo 21982.
Orbanic, Z., L'atteggiamento e la prassi della Chiesa sull'etá del batte-
simo, Roma 1983.

158 159
Quesnel, M., Baptisés dans l'esprit. Baptéme et Esprit Saint dans les
Actes des apotres, París 1985.
Reckinger, F., Kinder taufen, mit Bedacht. Eine Darstellung der Dis-
kussion um die Kindertaufe im katholischen Raum seit 1945 mit 7. La confirmación
kritischen Stellungnahme und pastoralen Ausblicken, Steinfeld-
Kall 1982.
Schenke, L., Zur sog. «Oikosformel» im NT, «Kairos» 13(1971)
226-243.
Schillebeeckx, E., Begierdetaufe, en LThK II, 112-115.
Schulte, R., Die Umkehr (metanoia) ais Anfang und Form des christli-
chen Lebens, en MS V, 1976, 117-221.
Schulz, H.-J., «Wann immer einer tauft, ist es Christus der tauft!», en
Praesentia Christi (Homenaje a J. Betz), Dusseldorf 1984, 240-260
(patrística griega).
Schwager, R., Wassertaufe, ein Gebet um die Geisttaufe?', «Zeitschrift
für kath. Theologie» 100(1978)36-61.
Stenzel, A., Die Taufe. Eine genetische Erkliirung der Taufliturgie, 7.1. Fundamentos bíblicos
Innsbruck 1958 (importante por la documentación histórica).
Trütsch, J., Taufe, Sakrament der Einheit. Eucharistie, Sakrament der
Trennung?, en Theologische Berichte 9, Zurich 1980, 67-95. Según la fe católica, el sacramento de la confirma-
ción es la acción litúrgica simbólica que transmite sensi-
blemente el Espíritu divino. De donde se deduce que
para la recta comprensión de este sacramento y de su
problemática deben tenerse en cuenta y analizarse pre-
viamente las sentencias bíblicas sobre el Espíritu Santo.
Reviste especial importancia para la conexión entre la
pneumatología neotestamentaria y la confirmación la
doble obra lucana 1 . Fue el Espíritu de Dios el que actuó
en el hombre llamado Jesús (Le 1,35), descendió visible-
mente sobre él (Le 3,22) y lo «llenó» (Le 4,1), por su-
puesto ya también desde antes de este «descenso». Con
el poder de este Espíritu desarrolló Jesús las actividades
de su vida pública (Le 4,14), en él fundamentó su mi-
sión, tanto religiosa como terrena, de acuerdo con la
profesía de Isaías (Le 4,18s). De este Espíritu divino
aprendió que Dios Padre le concedería cuanto le pidiera
(Le 11,13). Aparece aquí la doble perspectiva del Espí-
ritu divino: viene sobre individuos concretos, los llena y

1. Cf. sobre este punto los comentarios a Le y Act; M. Resé. Das Lukas-Evangelium. Ein
r'orschungsbericht: Aufsíieg und Niedergang der rdmischen Welt, parte II, vol. 25. Berlín 1985,
2258-2328 (con bibliografía); F. Hahn. Der gegenwártige Stand der Erforschung der Apostel-
geschichte, «Theologische Revue» 82(1986)177-190 (con bibliografía).

160 161
los impulsa animosamente a una determinada misión, pósito del pasaje de Act 8,14-17, que la teología católica
pero, al mismo tiempo, también necesitan este Espíritu considera como el testimonio clásico en favor del sacra-
todos cuantos sencillamente quieren vivir en la humani- mento de la confirmación. Había fieles en Samaría 3 que
dad renovada de Dios, porque él es el don salvífico me- habían recibido la palabra de Dios y habían sido bauti-
siánico prometido por los profetas 2 . zados, pero sobre los que no había «descendido» el Es-
Los Hechos se remiten expresamente a la promesa píritu. Los apóstoles de Jerusalén les enviaron a Pedro y
del Espíritu divino del profeta Joel (2,28-32) y Pedro Juan; éstos bajaron a Samaría, oraron por ellos para que
ofrece la siguiente interpretación de la experiencia del recibieran el Espíritu Santo, les impusieron las manos y
Espíritu del primer Pentecostés: «A este Jesús Dios lo también ellos recibieron el Espíritu. A continuación se
resucitó; de lo cual todos nosotros somos testigos. Y dice que se les daba el Espíritu divino «mediante la im-
exaltado a la diestra de Dios, ha recibido del Padre el posición de las manos de los apóstoles» (ibídem, 18s).
Espíritu Santo prometido y ha derramado lo que vos- Esta afirmación no debe entenderse en sentido exclu-
otros veis y oís» (Act 2, 32s; cf. ibídem, vers. 17-36: todo sivista, ni el rito de la imposición de las manos debe
el discurso de Pedro). Es necesario recibir el Espíritu contraponerse a la súplica por la venida del Espíritu. El
para ser salvados para Dios de las angustias de la muer- antiquísimo gesto de bendición de la imposición de las
te; pero es Dios, y sólo él, quien determina en quiénes manos (Gen 48,15) estaba acompañado de la oración 4 .
se cumple esta promesa de salvación. No obstante, Pe- En los Hechos se le cita sin añadir ningún tipo de refle-
dro asegura que los que se convierten y «se bautizan en xión teológica, pues se le tenía por algo evidente (cf.
nombre de Jesucristo para el perdón de los pecados» 6,6: imposición de las manos después de orar; 9,12-18;
recibirán el don del Espíritu divino (ibídem, 38ss). Se 19,6), pero en ninguna parte aparece como sustitutivo
perfila aquí claramente la doble manera de la venida de de la capacidad de salvar y de conferir la gracia que es
este Espíritu: viene espontáneamente, en virtud de la propia de la fe en el evangelio (cf. 15,7s).
soberanía sin límites del Padre celeste que lo envía por Estos testimonios neotestamentarios sobre el Espí-
medio de Jesucristo, y se da en conexión con la puesta ritu justifican, por tanto, la conclusión final de que, por
en práctica de la reorientación de la vida y con el sacra- un lado, el Espíritu de Dios, como don del Padre por el
mento. No debe entenderse ninguna de estas dos ma- Hijo, ha sido prometido y también concedido a hombres
neras como si la una excluyera a la otra. En ambos casos que representan la nueva humanidad y en los que, por el
es Dios quien da y quien conserva su total soberanía, poder de este Espíritu, ha comenzado ya la vida eterna
también en el acto sacramental, porque es él quien de- y, por otro lado, la Iglesia puede suplicar eficazmente la
cide su venida a los hombres y los efectos de esta venida.
Los textos neotestamentarios sobre el Espíritu no ofre- 3. No podemos abordar aquí el estudio de la intención que tuvo el autor de los Hechos al
cen el más mínimo apoyo a la opinión de que la Iglesia insertar este episodio. La idea de que el Espíritu Santo proféticamente prometido para el fin
de los tiempos había sido derramado de hecho sobre la primitiva comunidad cristiana y la
se haya arrogado la facultad de disponer del Espíritu reclamación de que sólo los comisionados o facultados por la comunidad podían imponer las
divino o de «canalizarlo». manos debe situarse indudablemente en el contexto de una separación o distanciamiento de la
Iglesia respecto de Israel.
Deben tenerse en cuenta estos datos también a pro- 4. La obra clásica sobre el tema de la imposición de las manos es K. Gross, Menschenhand
und Gotteshand in Anlike und Chrislentum, Stuttgart 1985. También a propósito del sacra-
mento del orden se plantea la pregunta, hasta hoy sin respuesta, de si las imposiciones de
2. Es fácil hallar pruebas a favor de esta idea en las pneumatologías, por ejemplo, las de manos mencionadas en el Nuevo Testamento fueron en su totalidad, o en muy buena parte,
Y. Congar y Ch. Schütz (v. supra 1, nota 20) o en los artículos de diccionarios en la entrada no gestos de bendición, sino señales de elección (alzar la mano). Cf. también A.T. Hanson y
Pneuma. otros, Handauflegung, en TRE XIV, 1985, 415-418.

162 163
venida del divino Espíritu con un objetivo determinado. -como símbolo de que el hombre queda fortalecido y
Los hechos aluden, de modo asistemático, a unas tareas consagrado para Dios (consagración)- y la imposición
concretas para cuyo desempeño se necesita el divino Es- de las manos por el obispo (cf. supra 6.2). Esta escisión
píritu: dar testimonio de la fe (2,22-36; 4,8-12 etpassim), alcanzó su estadio definitivo en la reforma carolingia 5 .
ganar mediante la actividad misionera a otros hombres Las escasas reflexiones teológicas que acompañaron a
para la fe (8, 29,39; 13,2ss etpassim), tomar decisiones este proceso de escisión y separación se centraron en el
importantes beneficiosas para la vida de la Iglesia hecho mismo de la unción (que también fue interpretada
(10,19; 11,12; 15,28; 20,28). pneumatológicamente) y en la imposición de las manos,
Los restantes testimonios neotestamentarios sobre el de modo que se conservó una referencia al bautismo: el
Espíritu -en primer lugar los de Pablo y Juan- no con- rito ahora separado fue entendido como una plenitud
tradicen este punto de vista de la doble obra lucana. No del bautismo, reservada al obispo. Así en un sínodo de
obstante, se centran más en el divino Espíritu que da Elvira (Granada) de hacia el año 300 (DS 120s; Dz
creadoramente nueva vida, transforma a los hombres, 52dc).
los lleva a la fe y a visiones y concepciones cada vez más Fue Cipriano de Cartago (t hacia 258) el primer es-
profundas, quiere producir en ellos incansablemente critor que defendió que la imposición de las manos esta-
«frutos del espíritu» con repercusiones en la vida prác- ba reservada exclusivamente al obispo, aduciendo como
tica de las relaciones humanas, los impulsa a utilizar la razón el pasaje de Act 8,14-17. También se reserva en
libertad que se les ha concedido, otorga diversos dones exclusiva a los obispos la consagración del crisma (com-
para la edificación de la comunidad cristiana y garantiza puesto de aceite de oliva y bálsamo).
así la unidad de los creyentes. En resumen: describen al Hay testimonios de la época patrística que entienden
Espíritu como la esencia de Dios (Jn 4,24), como el el rito subsiguiente al bautismo no sólo como comple-
modo de estar Dios presente en la humanidad después mento o plenitud exterior, sino también como fortaleci-
de la exaltación de Jesús. En este modo de venir Dios y miento del acontecimiento del bautismo. La reflexión
de permanecer, el Espíritu es absolutamente libre, in- teológica se centraba en dos conceptos simbólicos,
disponible e incalculable. Entraría en contradicción con khrismas y sphragis. Se concebía la unción como trans-
el Nuevo Testamento quien quisiera hacer depender de misión sensible de la fuerza interior que proporcionaba
la administración de un sacramento la presencia del Es- aquella fortaleza desde la que es posible afrontar el mar-,
píritu divino en el corazón del hombre. Pero no lo con- tirio, el testimonio por la fe, incluso al precio de la pro-
tradiría quien viera en un sacramento la súplica por una pia vida. Se entendía el bautismo, que alcanza su forma
venida y una eficacia especial del Espíritu. plena mediante la imposición de las manos del obispo,
como transferencia de un hombre a la propiedad y al
servicio de Jesucristo, como sello (sphragis) de una de-
7.2. Documentación histórica cisión tomada de una vez por siempre. A partir de aquí
se advierte ya claramente que tenía que concederse tam-
En la Iglesia latina la confirmación se configuró co- bién a la confirmación el carácter indeleble que se atri-
mo sacramento distinto del bautismo a consecuencia de buye al bautismo. Estas consideraciones permiten com-
la disyunción o separación temporal que se produjo en-
tre el acto mismo de bautizar y la unción (postbautismal) 5. Cf. A. Angenendt, Kaiserherrschafl und Kónigstaufe, Berlín 1984, 75-91,

164 165
prender por qué la teología latina aplicó a este sacra- 697). En este texto, tomado de Tomás de Aquino, se
mento el nombre de confirmatio. habla de los frutos específicos del sacramento de la con-
La teología escolástica centró su atención en el con- firmación. Se dice que en virtud de este sacramento
tenido interno de la confirmación: señaló que, mediante «aumentamos en gracia y somos fortalecidos en la fe»
la recepción de este sacramento, el cristiano llega a la (DS 1311; Dz 695) y se añade: «El efecto de este sacra-
edad adulta en el terreno religioso espiritual, se le trans- mento es que en él se da el Espíritu Santo para forta-
mite la capacidad de dar testimonio de su fe en un senti- lecer, como les fue dado a los Apóstoles el día de Pente-
do universal y se le impone la irrenunciable tarea (de costés, para que el cristiano confiese valerosamente el
ahí, junto con el «carácter», la irrepetibilidad de la con- nombre de Cristo. Por eso, el confirmado es ungido en
firmación) de tomar parte en la vida y en la misión de la la frente, donde está el asiento de la vergüenza, para
Iglesia. Se conservó siempre la referencia al bautismo y que no se avergüence de confesar el nombre de Cristo y
nunca se pretendió que la confirmación fuera el camino señaladamente su cruz, que es escándalo para los judíos
exclusivo, ni siquiera el preferido, por el Espíritu Santo y necedad para los gentiles... por eso es señalado con la
para llegar a los hombres. señal de la cruz» (DS 1319; Dz 697). Con su doctrina
Las declaraciones doctrinales de la Iglesia respecto sobre el carácter sacramental de la confirmación, este
de la confirmación fueron el resultado de los esfuerzos concilio consolidaba la idea de su irrepetibilidad (DS
llevados a cabo en los siglos xiv y x v en pro de la unidad 1313; Dz 695).
con las Iglesias separadas de Oriente. En la teología de El magisterio eclesiástico tuvo ocasión de pronun-
las Iglesias orientales se defendía la estricta distinción ciarse de nuevo sobre la confirmación cuando los refor-
entre la «unción del bálsamo» y el bautismo, si bien la madores rechazaron este sacramento. Según ellos, en
primera ha estado siempre vinculada, hasta el día de efecto, la confirmación es una devaluación del bautismo
hoy, al segundo, de modo que fue y sigue siendo ad- y, por tanto, y de acuerdo con su idea básica de que todo
ministrada a los infantes por los simples sacerdotes. El sacramento ha debido ser expresamente instituido por
año 1351 expresaba el papa la esperanza de que los ar- Cristo y debe estar acompañado de una promesa de gra-
menios admitieran que el crisma sólo puede ser consa- cia, no reconocieron la existencia del sacramento especí-
grado por el obispo (DS 1068; Dz 571), que el sacramen- fico de la confirmación. En su sesión VII, del año 1547,
to de la confirmación no puede ser administrado «de el concilio de Trento, en sus sentencias doctrinales sobre
oficio» y «ordinariamente» (es decir, según el orden es- los sacramentos en general, mencionó expresamente la
tablecido) por otro que no sea el obispo (DS 1069; Dz confirmación como uno de los siete sacramentos institui-
572), que sólo el papa posee la potestad de delegar la dos por Jesucristo (DS 1601; Dz 844) y reafirmó la doc-
administración de este sacramento en presbíteros que no trina de que imprime carácter (DS 1609; Dz 852). En la
tengan la ordenación episcopal (DS 1070; Dz 573), y que mencionada sesión VII se enunciaron tres cánones sobre
quienes no hayan recibido la confirmación de acuerdo este sacramento (DS 1628-1630):
con estas normas deben ser nuevamente confirmados
por el obispo (DS 1071; Dz 574). «Canon 1. Si alguno dijere que la confirmación de los bautizados es
ceremonia ociosa y no más bien verdadero y propio sacramento, o que
También el concilio de Florencia intentó, en 1439, en antiguamente no fue otra cosa que una especie de catequesis, por la
su decisión doctrinal para los armenios, imponer el pun- que los que estaban próximos a la adolescencia exponían ante la Igle-
to de vista latino sobre la confirmación (DS 1317; Dz sia la razón de su fe, sea anatema.

166 167
»Canon 2. Si alguno dijere que hacen injuria al Espíritu Santo los El concilio Vaticano II expresó sus puntos de vista
que atribuyen alguna virtud al sagrado crisma de la confirmación, sea sobre varios aspectos concretos de la confirmación. En
anatema.
»Canon 3. Si alguno dijere que el ministro ordinario de la santa
la Constitución sobre la liturgia se dice: «Revísese tam-
confirmación no es sólo el obispo, sino cualquier simple sacerdote, sea bién el rito de la confirmación, para que aparezca más
anatema» (Dz 871-873). claramente la íntima relación de este sacramento con
toda la iniciación cristiana; por tanto, conviene que la
Con esta tercera sentencia no se quería condenar la renovación de las promesas del bautismo preceda a la
praxis de las Iglesias orientales, según la cual también celebración del sacramento» (SC 71). En la Constitución
los simples sacerdotes pueden administrar la confirma- dogmática sobre la Iglesia las expresiones relativas a los
ción, pero se entendía que dicha práctica era un procedi- efectos de la confirmación se basan evidentemente en
miento «fuera de lo ordinario». una comparación con el bautismo. De los fieles se dice
Las Iglesias evangélicas consideraron la confirma- que «por el sacramento de la confirmación se vinculan
ción, ya desde el siglo XVI, como una acción litúrgica más estrechamente a la Iglesia y se enriquecen con una
extrasacramental, en la que los adultos (a partir apro- fortaleza especial del Espíritu Santo» (LG 11). Se alude
ximadamente de los 14 años de edad) eran admitidos también a una misión específicamente eclesial cuando se
por la comunidad como miembros de pleno derecho fundamenta en el Señor resucitado, a través del bautis-
de la Iglesia; todo ello iba unido con un recuerdo del mo y de la confirmación, la llamada al apostolado de los
bautismo y con la obligación, expresamente reconocida laicos (LG 33). Las exigencias derivadas de las situacio-
por el confirmando, de caminar por la senda de Jesucris- nes prácticas han hecho que en la Iglesia católica puedan
to. Esta costumbre, ampliamente difundida desde el si- administrar el sacramento de la confirmación no sólo los
glo XVIII, denuncia una necesidad, que también se de- obispos sino también los simples presbíteros a quienes
jaba sentir en la Iglesia católica, a saber, la de solicitar los obispos hayan concedido esta facultad (y, en caso de
de los adultos una toma de posición propia, personal y necesidad, cualquier sacerdote, aun sin esta concesión).
responsable respecto del bautismo que recibieron cuan- El concilio Vaticano II aclaró el problema del «ministro»
do eran niños y, en el caso de que esta actitud fuera cuando dijo de los obispos que «son los ministros origi-
positiva, obligar a los jóvenes cristianos a llevar un gé- narios (originarii) de la confirmación» (LG 26), es decir,
nero de vida conscientemente testimonial. La idea de no son ministros exclusivos, y reconoció expresamente
que el bautismo, así entendido, requiere una comple- la costumbre de las Iglesias orientales de que sean los
mentación y una última perfección, provocó en el campo simples sacerdotes quienes administren también la con-
católico amplias discusiones de tipo teológico-práctico, firmación con crisma consagrado por los obispos o los
acerca de la edad adecuada para recibir la confirmación. patriarcas (OE 13s).
Cuanto más se quería y se quiere ver en este sacramento Según la reforma del rito de la confirmación6, este
un acto público de aceptación interior consciente de la sacramento se administra, tras una súplica por la venida
conversión y de la fe, una actualización del aconteci-
miento del bautismo, el ingreso libre, voluntario y con- 6. Nueva ordenación de la confirmación mediante la constitución Divinae consortium
vencido en una existencia eclesial misionera, más se naturae (15 de agosto de 1971): AAS 63(1971)657-664, y las correspondientes normas litúr-
gicas en R. Kaczynski, Enchiridon documentorum instauraíionis liíurgicae I (1963-1973), Tu-
aproxima la fecha propuesta para recibir la confirmación rto 1976, 814-820; cf. sobre esto A.E. Hierold, Taufe und Firmung, en HKR, 659-675, aquí
671-675 sobre la confirmación; para las nuevas disposiciones sobre el «ministro de la confirma-
a la mayoría de edad de la persona. ción», véase p. 672s.

168 169
del Espíritu Santo, ungiendo la frente del confirmando Es preciso evitar dos interpretaciones erróneas: 1)
con el crisma, a una con la imposición de las manos, No debe entenderse la confirmación como la comuni-
mientras se pronuncian las palabras: «Sé signado por el cación primera y fundamental del Espíritu divino a una
don de Dios, el Espíritu Santo.» Cuando los bautizandos persona. Dado que, en primera línea, la gracia de Dios
y confirmandos son adultos, se restablece la antigua se- no es otra cosa sino Dios mismo, y dado que la venida de
cuencia de la iniciación: bautismo - confirmación - euca- Dios a una persona, su morar en el centro más íntimo
ristía. del hombre, depende única y exclusivamente de la libre
iniciativa de Dios, el punto temporal de la comunicación
del Espíritu divino al hombre se identifica con esta lle-
7.3. Resumen gada gratuita de Dios; el hombre está radicalmente in-
capacitado para determinar este momento. En la confir-
Tomando como punto de partida el origen del sacra- mación, como acontecimiento de la gracia, el Espíritu
mento de la confirmación, es posible concebir este sa- divino presente en el hombre mueve al creyente en una
cramento como aquella acción simbólica, en virtud de la determinada dirección para cumplir la voluntad de Dios.
cual la Iglesia suplica, a favor de una persona bautizada, 2) Tampoco debe entenderse la confirmación como
una eficacia especial del Espíritu Santo. Básicamente, la el sacramento específico del apostolado de los laicos.
Iglesia dispone de libertad para fijar en términos concre- Designa el inicio del ser cristiano ante la opinión pública
tos el objetivo de esta súplica. La tradición parece incli- del mundo y de la Iglesia como don y como tarea, la
narse a ver en este sacramento la plenitud del bautismo, fortaleza de la fe y la capacidad o disposición de dar
en el sentido de que en la confirmación el bautizado testimonio de ella. Por consiguiente es, junto con el
recuerda su bautismo, actualiza su íntima unión con Je- bautismo, un sacramento fundamental para todos los
sús y confirma la orientación de toda su vida a Cristo «estados» y todos los servicios de la Iglesia.
(«conversión») y la aceptación de la fe de la Iglesia. A La confirmación forma parte del grupo de los sacra-
todo ello puede añadirse una nueva y personal obli- mentos «menores». Nunca se le ha considerado como
gación de ser testigo de esta fe ante el mundo, es decir, necesario para la salvación. Tiene, no obstante, una
la aceptación de un mandato eclesial («misión», «apos- gran importancia como expresión sensible de la depen-
tolado»). Ninguno de estos contenidos internos es obra dencia en que el hombre se encuentra respecto del Espí-
o fruto de la actividad humana. Es Dios quien los otorga ritu Santo de Dios. En cuanto reconocimiento de la pro-
gratuitamente por medio de su Hijo resucitado, en mesa profética del Espíritu y de su cumplimiento según
cuanto que éste desea que su misión sea continuada en la voluntad misteriosa de Dios, como acción simbólica
la tierra por la comunidad de los fieles con el poder del con los venerables ritos de la unción y de la imposición
Espíritu Santo presente en ella. Cuando la Iglesia de- de las manos, expresa la unión y vinculación permanen-
fiende firmemente que el verdadero actor o ministro de te de la Iglesia cristiana con Israel. La necesidad de la
este sacramento es Jesucristo, en cuanto que es él quien confirmación sentida por las Iglesias reformadas indica
envía el Espíritu que le concedió el Padre a los suplican- que este sacramento no supone ningún obstáculo en el
tes, para el cumplimiento de determinadas tareas, está camino de las iniciativas ecuménicas.
declarando que no pretende apoderarse del Espíritu di-
vino ni dispone de él.

170 171
Bibliografía V

Confirmación 8. La eucaristía
Amougou-Atangana, J., Ein Sakrament des Geistempfangs?, Friburgo
1974.
Barral-Baron, N., Renouveau de la confirmation, París 1983.
Biemer, G., Firmung. Theologie und Praxis, Würzburgo 1973 (con
bibliografía).
Ferrari, G., Teología e liturgia della confirmazione in Oriente e Oc-
cidente, «Nicolaus» 12 (1985)295-316.
Firmung, «Internationale kath. Zeitschrift» 11(1982)409-456.
Halleux, A. de, Confirmation etchrisma, «Irénikon» 57(1984)490-515.
// sacramento della confermazione, Bolonia 1983.
Kretschmar, G., Firmung, en TRE XI, 1983, 192-204.
Lanne, E., Les sacrements de l'initiation chrétienne et la confirmation 8.1. Introducción
dans l'Église d'Occident, «Irénikon» 57(1984)196-215, 324-346.
Larrabe, J.L., La confirmación, sacramento del Espíritu en la teología
moderna, «Lumen» 32 (1983)144-175. Entre los siete sacramentos de la Iglesia, el rango
Ligier, L., La confirmation, París 1973 (desgraciadamente sitúa la im- supremo lo ocupa la eucaristía. Para los católicos y los
posición de las manos en un segundo término respecto de la un- ortodoxos, ella es la liturgia por antonomasia. En ella se
ción; abundante material). atinan, como en ningún otro sacramento, el rito objetivo
Meyer, H.B., Aus dem Wasser und dem Heiligen Geist, Aschaffenburg
1969. y la profunda piedad subjetiva, también emocional y
Mühlen, H., Firmung ais sakramentales Zeichen der heilsgeschichtli- mística; a su servicio se han puesto todos los talentos y
chen Selbstüberlieferung des Geistes Christi, «Theologie und todas las capacidades humanas (música, arquitectura,
Glaube» 57(1967)263-286. escultura, pintura, poesía); en torno a ella han desarro-
Nordhues, P.-Petri, H. (dirs.), Die Gabe Gottes. Beitráge zur Theo- llado y siguen desarrollando sus mejores esfuerzos todas
logie und Pastoral des Firmsakraments, Paderborn 1974.
Schützeichel, H., Katholische Calvin-Studien, Tréveris 1980, 9-27 (crí- las disciplinas teológicas para comprenderla mejor y
tica de Calvino a la confirmación). realizarla del modo más digno que sea posible, a ella
Zerndl, i., Die Theologie der Firmung in der Vorbereitung und in den hacen referencia todas las enseñanzas básicas, desde la
Akten des Zweiten Vatikanischen Konzils, Paderborn 1986. teología de la creación hasta la escatología. Esta dedica-
ción tan intensiva y extensiva hace que sea prácticamen-
te imposible la tarea de exponer de forma adecuada, en
una breve síntesis, todos los aspectos relativos a este
sacramento y a su historia.
En las páginas que siguen sólo se podrá aludir de
pasada, y esto en el mejor de los casos, a las crisis a que
se ha visto sometida la eucaristía con el correr de los
tiempos. Cuando se habla de las inhibiciones y del des-
interés que suscitan hoy día la liturgia y los símbolos,
debe advertirse que las repercusiones cultuales de esta

172 173
situación afectan en primera línea a la eucaristía. Y otro supuestos que deben darse para que pueda hablarse de
tanto cabe decir respecto del nuevo interés que ahora se verdad de eucaristía. Con independencia del valor que
despierta: «La cena como garantía de la pertenencia, los recuerdos de Jesús —entendidos en sentido amplio—
como experiencia del seguro refugio; la cena como puedan tener para las nuevas vías de acceso a la praxis y
nuevo comienzo frente a las marañas de la culpa y la a la fe de la cristiandad, lo cierto es que la celebración
violencia; la cena como el acontecimiento de la vida cristiana sólo bajo ciertos supuestos puede reclamar el
compartida, porque es pan mutuamente compartido; la derecho al nombre que tanto los católicos como los
cena como banquete de la esperanza, como sueño» 1 . La evangélicos prefieren dar a este sacramento: eucaristía
eucaristía debería, pues, comprometer política y social- o, respectivamente, cena del Señor.
mente bajo formas nuevas a la Iglesia —siempre dinámi- Un primer supuesto es la voluntad real y activa en
ca y siempre joven—, debe presentarla como invitadora pro de la unidad de la Iglesia. Esta unidad está amena-
y misionera; debe ser, yendo mucho más allá del círculo zada, en primer lugar, por las actitudes intransigentes,
de iniciados, «banquete comunitario público y abierto por la agresividad y el espíritu de contradicción (¡en to-
para la paz y la justicia de Dios en el mundo» 2 , un ban- dos los bandos!). Hay una sentencia de Jesús transmi-
quete en el que puedan participar, comer y beber, inclu- tida por la tradición según la cual la liturgia presupone la
so los no bautizados. En los esfuerzos desplegados por reconciliación (Mt 5,23s). En una época en la que to-
preservar al máximo posible a la eucaristía de la impre- davía vivían numerosos testigos de vista y oído de Jesús,
sión de lo cultual, que por lo demás da buena prueba de hablaba Pablo de la imposibilidad de celebrar la eucaris-
su enorme vitalidad en las grandes aglomeraciones de tía en el clima de escisión y divisiones de la comunidad
las festividades solemnes, se insiste especialmente en la (ICor 11, espec. 17-20; cf. también 10,17). En una frase
significación antropológica y sociológica de la comida y todavía hoy muy citada de Agustín, se definía a la euca-
la bebida en común 3 . ristía como «signo de la unidad, vínculo de la caridad»
Esta praxis tan abierta (de la que también forman (CS 47). Tiene razón Walter Kasper cuando afirma: «Va
parte, en forma más modesta, las «iniciativas arbitra- ciertamente contra la esencia de la eucaristía y contra las
rias» de las celebraciones litúrgicas) y las reflexiones que pertinentes decisiones de la primera Iglesia hacer de la
la acompañan no sólo han dado pie a advertencias y eucaristía una eucaristía de raza, o de clase, porque se la
amonestaciones de parte de las autoridades eclesiásticas convierte bien en celebración eucarística reservada a
y de los teólogos, sino que ahondan aún más los fosos privilegados, bien en celebración revolucionaria de los
existentes dentro de la misma Iglesia y provocan incluso explotados. Y no va menos contra la esencia de la euca-
escisiones sectarias4: la herencia de Jesús como fuente ristía desconocer los presupuestos y las consecuencias
de discusión, de fricciones y divisiones. Estas y otras éticas de la común celebración de la eucaristía: el ágape
observaciones hacen que la atención se centre en los concretamente realizado (cf. Mt 5,23s), cuyo mínimo (la
cursiva es mía) es el cumplimiento de las exigencias de la
justicia social»5.
1. U. Kühn, Sakramente, 264.
2 J. Moltmann, Kirche in der Kraft des Geistes, Munich 1975, 270.
3. M. Josuttis - G.M. Martin (dirs.). Das heilíge Essen. Kulturwissenschafdiche Beitrdge
zum Verstandnis des Abendmahís, Stuttgart-Berlín 1980.
4. Puede citarse, a título de ejemplo, la gravísima actividad del grupo Lefebvre; cf. la tesis 5. W. Kasper, Einheií und Vielfalt der Aspekíe der Eucharístie, «Internationale kath. Zeit-
doctoral, hecha bajo mi dirección, de A. Schifferle, Marcel Lefebvre. Árgernis und Besin- schrift 14(1985)196-215, aquí 212s (trad. cast. en ídem. Teología e Iglesia, Herder. Barcelona
nung, Kevelaer 1983, espec. 131-166. 1989).

174 175
La eucaristía como suma y síntesis de la confesión de Logos eterno. Allí donde está Dios realmente presente,
fe plantea casi inevitablemente el problema de la fe de allí se da también la presencia real de Jesús.
los celebrantes. En ciertos recuerdos sobre Jesús es pa- Esta presencia de Dios no puede describirse con ca-
tente que no se tiene clara conciencia de que Jesús era el tegorías o conceptos espaciales y temporales. No tiene
«judío piadoso» por excelencia, un hombre que vivía sentido preguntarse cuándo comienza y cuándo acaba la
total y enteramente desde Dios y hacia Dios, henchido presencia de Dios, como no lo tiene la pregunta de
de su misión y dispuesto con toda su voluntad a ser «dónde» está Dios. A partir de los testimonios bíblicos
obediente hasta el final al Padre que le había enviado. sobre Dios, la fe cristiana designa a Dios como Espíritu
¿Cómo es posible conmemorar a Jesús sin descubrir a o Pneuma (Jn 4,24), y por tanto su presencia es para
Dios? Sólo tiene sentido hablar de la celebración euca- nosotros una presencia pneumática (cf. supra 2.3 y
rística cuando hay fe en Dios y en su presencia que todo 5.1.1). Cuando decimos de un hombre que fue resuci-
lo llena. Todo esto puede parecer mucho más evidente tado por Dios de la muerte para la vida eterna y que fue
de lo que lo es para algunos. En ciertas celebraciones salvado y rescatado en su totalidad — esto es, que re-
eucarísticas, ¿no subyace la idea de que gracias a este sucitó de entre los muertos—, queremos referirnos tam-
sacramento se hace presente Jesús —y con Jesús Dios—, bién, obviamente, a su cuerpo. Ahora bien, como ICor
que de no ser por esto se hallaría ausente, lejano, retira- 15,35-55 argumenta con penetrante razonamiento, el
do en el «cielo», de que Jesús es «hecho» presente me- cuerpo que entra definitivamente en la gloria de Dios
diante un hombre? Entre los presupuestos de la celebra- tiene una calidad enteramente distinta de la de nuestro
ción de la eucaristía —y de cualquier otro sacramentó- cuerpo sujeto al tiempo y al espacio. El cuerpo oculto en
se encuentra la firme convicción de fe de que Dios es la Dios es un cuerpo «causado por el Espíritu» (pneumati-
realidad que todo lo determina, que está siempre y en kos: no un cuerpo espiritual, como dicen muchas traduc-
todas partes presente. ciones). Así, pues, la presencia de Dios y la presencia de
La presencia de Dios trino es una presencia real. La Jesús —como Hijo de Dios y como hombre glorifi-
contraposición a una presencia auténtica y sumamente cado— sólo pueden ser, siempre, una presencia pneu-
real sería una presencia imaginada, tal vez ilusoria y, en mática.
todo caso, insegura. Y, ¿cómo imaginar a un Dios en la Uno de los principios fundamentales de la fe cris-
gran lejanía espacial, al otro lado del gran abismo que tiana y, por tanto, también de los presupuestos de la fe
tal vez nuestro pensamiento pueda salvar? Dios está real en la eucaristía, es que la presencia de Dios sólo es posi-
y verdaderamente presente en todo y en todos, e incluso ble por medio de su santo Pneuma, el Espíritu divino.
en el caso de que Jesús no fuera sino un hombre resca- Este Espíritu no debe buscarse acá o acullá, sino dentro
tado para Dios estaría allí donde están los muertos res- de nosotros mismos, en nuestros «corazones» (Rom
catados para Dios, es decir, estaría junto a Dios. Y así, 5,5). Aquí acontece, por medio de él, y no en virtud de
en todo caso estaría realmente presente para quienes nuestros esfuerzos y merecimientos, aquella apertura
creen en la presencia real de Dios. Ahora bien, Jesús es que llamamos «fe» y aquella manifestación de Dios en
incomparablemente más que un simple hombre resca- una unión o communio que no puede describirse con
tado para Dios, porque él es aquel hombre con el que se palabras. Esta apertura es la meta de la fe cristiana y de
ha unido indisolublemente, aunque sin mezcla ni confu- su praxis, el fin de toda piedad y también, por tanto, de
sión, lo que hay de decible y de expresable en Dios, el todos los sacramentos y, en primer lugar y sobre todo,

176 177
de la eucaristía. Si una celebración cristiana no está pueden explicar cómo la primigenia comunidad cristiana
orientada a la presencia real pneumática de Dios en Je- pudo inventarse, en el escaso espacio temporal transcu-
sús por su Espíritu, si no tiene como finalidad suprema y rrido desde la partida de Jesús, la tradición sobre la
última esta unión con Dios, no se la puede llamar «euca- eucaristía. Pero que exista una «relación fundacional»
ristía». precisamente entre Jesús y la eucaristía, esto es algo que
Falta por mencionar otro presupuesto pneumato- no puede garantizar el historiador, sino que lo causa el
lógico de la eucaristía. Es el espíritu de Dios el que Espíritu de Dios.
suscita la fe en el corazón del hombre, el que le induce al De lo dicho hasta ahora se desprende que la Iglesia
testimonio y la confesión de esta fe y forma así la Iglesia. puede, en principio, reservarse ciertos «derechos de ad-
Los actos y las realizaciones fundamentales de la Iglesia misión» a la celebración de la eucaristía, sin que ello
están inspirados y causados por el Espíritu de Dios. Este signifique una injusticia objetiva. Al negar la admisión,
Espíritu no sólo los lleva al encuentro individual con no se pronuncia para nada sobre la posibilidad de que
Dios sino que, además, configura una y otra vez a la Dios, con su gracia y amor, habite en la más íntima
Iglesia como comunidad. Uno de los elementos consti- cercanía de una persona. La exclusión no debe enten-
tutivos de toda celebración sacramental es la firme con- derse forzosamente en el sentido de que los cristianos
fianza en esta acción del Espíritu, la convicción de que que permanecen en el seno de la Iglesia deban alejarse,
los celebrantes no están en un error, no son víctimas de también en el área de las relaciones humanas y de la
ilusiones. Entre los aspectos de esta confianza en el Es- diaconía eclesial, de quienes sustentan otras opiniones.
píritu Santo figura la certidumbre de que la investi- Respecto de los ateos o de los seguidores de otras re-
gación histórica no podrá socavar ni desmoronar nin- ligiones no cristianas, la Iglesia cuenta con múltiples po-
guno de los actos fundamentales realizados en el curso sibilidades para dar muestras de su voluntad acogedora
del tiempo por la Iglesia. Los datos históricos relaciona- y de sus sentimientos humanitarios. Pero para ello no
dos con la fe nunca serán tan evidentes y seguros que puede ni debe desvirtuar la eucaristía, transformándola
fuercen a una persona a abrazar formalmente una deter- en una cena a la que está invitado todo el mundo.
minada convicción: en caso contrario no podría hablarse Distinta es la situación respecto de la comunidad de
de la libertad de la fe. En el tema de la eucaristía, la la cena entre los cristianos de las Iglesias separadas 6 .
exégesis histórico-crítica ha expuesto dudas fundadas ¿Debe exigírseles una confesión de fe común? La fe en
sobre si podemos hablar de una «fundación» o «insti- la Trinidad y la confesión de la presencia real de Dios
tución» inmediata y directa del Jesús histórico, de si en- por su Hijo en el Espíritu Santo que todos ellos compar-
cargó él mismo celebrar «esto» en su memoria, de si las ten es, obviamente, presupuesto irrenunciable de la ce-
palabras explicativas sobre el pan y el cáliz pudieron ser lebración y de la comunión eucarística. Esto aparte, al-
pronunciadas por él tal como han llegado hasta nos- gunas Iglesias, como las ortodoxas y la católica romana,
otros, y otras cosas parecidas. Los testimonios que se exigen el restablecimiento de la unidad eclesial plena y
nos han transmitido llevan, respecto de las afirmaciones total como condición previa para una plena comunión
esenciales de la eucaristía, a una tal cercanía de Jesús,
tanto respecto del tiempo como del contenido, que la fe
tiene suficientes puntos de apoyo históricos para poder 6. Hay algunas excelentes síntesis de la situación actual, por ejemplo U. Kühn en TRE I,
1977, 145-212; G. Wainwright en EKL I, 1986, 29-32, los dos con bibliografía. Cf. también
proceder con honradez intelectual. Los historiadores no Th. Schneider, Zeichen (véase la bibliografía la), 173-183.

178 179
eucarística 7 . Aunque en los últimos 25 años el diálogo ricos y teológicos de la eucaristía o cena del Señor 9 . No
ecuménico ha experimentado notables progresos, hay son, por supuesto, relatos históricos en el sentido en que
en la herencia histórica determinadas aseveraciones lo entiende la moderna historiografía. Presuponen la
dogmáticas que, en opinión de algunos dirigentes ecle- primitiva liturgia cristiana, la reunión «en el nombre del
siásticos, no pueden abandonarse sin que la Iglesia pier- Señor», en la fe en su presencia real, en el recuerdo de
da su identidad. Así, por ejemplo, respecto de la euca- lo que Dios hizo en él, en la experiencia de una co-
ristía la Iglesia católica pide el reconocimiento de una munión real con él, en la esperanza en un permanente
presencia real especial de Jesucristo (cf. infra 8.4.2 y estar junto a él. Son relatos que evidentemente preten-
8.4.3) y exige que toda celebración de una fiesta eucarís- den ponerse al servicio de la forma concreta de esta
tica «válida» esté presidida por un sacerdote «válida- liturgia y de su comprensión teológico-religiosa10.
mente» ordenado 8 . Con todo, la ausencia de esta validez Bajo un punto de vista histórico la eucaristía se re-
no debe interpretarse en el sentido de que falte también monta a la última cena que celebró Jesús, con sus discí-
la presencia graciosa de Dios, ni que las ceremonias en pulos más íntimos, la noche anterior al día de su muerte.
las que no hay un sacerdote no tengan ningún valor. Puede darse también por históricamente seguro que Je-
Frente a estas exigencias, nada cuentan pequeños gru- sús tuvo como mínimo el firme presentimiento de que
pos y algunos teólogos particulares. Hay, no obstante, moriría de muerte violenta, cuando, en cumplimiento de
en la tradición cristiana testimonios que no consideran su misión, lanzó una provocación extrema a la jerarquía
que la unidad plena de Iglesia y confesión sea condición del templo. Apenas puede dudarse que esta última cena
previa irrenunciable de la comunión eucarística y que no se distingue de todas las anteriores comidas de Jesús
sólo ven en la eucaristía un signo de la unidad plena, justamente en virtud de la interpretación que él mismo
sino que la entienden también como medio y camino daba a su muerte ya prevista. «La última cena de Jesús
para profundizar cada vez más en una unidad que ya mantiene, sin duda, una estrecha conexión con las co-
existe gracias a la fe y el bautismo: la eucaristía señala y midas que tuvo con sus discípulos y con los publicanos y
causa la unidad de la Iglesia (Inocencio ni, fl216: PL pecadores (Me 2,16; Le 15,2), en las que, a modo de
217, 879). anticipación de una época de salvación mesiánica, ga-
rantizaba la comunión salvífica con Dios; pero presenta
también un punto de inflexión respecto de ellas: si hasta
8.2. Fundamentos bíblicos
entonces la comunión había sido posibilitada por la pre-
sencia de Jesús, la cena de despedida contempla ya si-
8.2.1. Los relatos de la cena
Todas las Iglesias cristianas consideran los relatos de 9. Para lo que sigue, y como primera información, cf. G. Delling, Abendmahl III, en TRE
I, 1977,47-58; H. Frankemólle - B.I. Hilberath-Th. Schneider, Eucaristía, en DCT I, esp. el
la cena neotestamentarios como los fundamentos histó- apartado A sobre la teología bíblica; J. Roloff, Abendmahl, 2, en EKL I, 1986, 10-13, los dos
con bibliografía. Para un análisis más profundo; Th. Schneider, Zeichen, 128-173; X. Léon-
7. La Iglesia católica se muestra más dispuesta que la ortodoxa a ofrecer la hospitalidad Dufour, Das letzte Mahl Jesu und die testamentarische Tradition nach Lk 22, «Zeitschrift für
eucarística sin reciprocidad, tal como puede verse en la bibliografía. Cf. también A. Mayer, kath. Theologie» 103(1981)33-55; ídem. Le partage du pain eucharistique selon le Nouveau
Die Eucharistie, en HKR 676-691. Testament, París 1982; H.-J. Klauck, Herrenmahl und hellenistischer Kult. Eine religions-
8. U. Kühn, Sátiramente, 302, observa complacido que el concilio Vaticano II no utiliza el geschichtliche Untersuchung zum ersten Korintherbrief, Münster 1982; U. Kühn, Sakramente,
concepto de «validez» y que, respecto de la cena evangélica, habla de un defecto, no de una 266-278.
ausencia o falta total. El Catecismo católico para adultos de la Conferencia Episcopal Alema- 10. Desde el punto de vista de la historia de las formas pertenecen, empleando un concep-
na de 1985 dice, sin embargo, remitiéndose a DS 802 (Dz 430) y 1771 (961), que la única to poco atrayente, al género de las etiologías cultuales; cf., sin embargo, lo que ha destacado
celebración «válida» es la realizada por un sacerdote «válidamente ordenado» (359). X. Léon-Dufour a propósito de Le 22.

180 181
tuaciones nuevas, determinadas por la inminencia de su Jesús con los discípulos, de una forma nueva (es decir,
muerte» 11 . No existen tampoco dudas razonables acerca dando gracias, «en memoria» e invocando al Espíritu),
del hecho de que Jesús inscribía esta cena en el marco de pero reclamando al mismo tiempo y con razón que
la liturgia judía de la mesa. Según los relatos sobre la aquellas celebraciones prepascuales (y en especial la úl-
misma, al partir y distribuir el pan y al entregar la copa tima de ellas) eran un don que el Señor había dado a su
de la bendición, añadió algunas palabras que explicaban Iglesia»14.
su sentido. Hoy día ya no es posible, por supuesto, re- En las narraciones de la última cena, tal como hoy se
construirlas en todo su exacto tenor literal, pero no encuentran, se han introducido tanto la praxis litúrgica
puede razonablemente cuestionarse que fueron dichas de las primitivas comunidades cristianas como interpre-
por el mismo Jesús y que se referían a él mismo y a su taciones de tipo teológico-religioso. El relato de Marcos
destino 12 . Así, pues, cuanto a su núcleo esencial se las (Me 14,22-25) y el de Pablo (ICor 11,23-26) son, según
puede considerar como históricamente ciertas. Tal vez el estadio actual de las investigaciones, redacciones anti-
las palabras que acompañaron la distribución del pan guas, independientes entre sí, de una formulación pri-
fueron: «Éste es mi cuerpo» y, al entregar la copa: «Esta mitiva que no ha llegado hasta nosotros 15 . Hoy día ya no
copa es mi sangre por muchos» 13 . La sentencia sobre el es posible saber si la última cena de Jesús fue la cena del
pan se refiere, de acuerdo con el arameo gufa, a la to- pesaj o cena pascual judía, como dicen los Sinópticos, a
talidad de la persona históricamente existente. La sen- diferencia de Juan (Jn 18,28; 19,14). La tradición no ha
tencia sobre la copa «prolonga» el movimiento vital de conservado ninguna interpretación de Jesús especial-
Jesús por los demás y lo lleva, precisamente en favor mente referida al pesaj. Sólo una teología posterior afir-
de los alejados de Dios, hasta la misma muerte: también mó que habría que desvalorizar la Pascua judía, en
esta muerte redundó en provecho de muchos, de los cuanto que era simplemente imagen del «misterio pas-
distanciados de Dios. Al entregar los dones así interpre- cual» de Jesús. Las palabras sobre la copa en Me 14,24:
tados, precisamente en el marco de una comida, se pro- «ésta es mi sangre, la de la alianza, que va a ser derra-
mete que, por encima y más allá de la muerte, será posi- mada por todos», interpretan la muerte violenta de Je-
ble la comunión con él, con toda su persona, y no sólo sús, en conexión con Éx 24,5-8, como conclusión de un
con su «causa». Será también posible la comunión de los nuevo pacto y conciben a Jesús como el nuevo Siervo de
comensales entre sí, con la mirada puesta en todo aque- Yahveh que contemplaba Isaías que, en cuanto media-
llo por lo que Jesús vivió y murió, es decir, por el reino dor de la alianza (cf. Is 42,6; 49,8), cargó con los pe-
de Dios. cados de «los muchos», es decir, de todos, y se presentó
«La comunidad postpascual, guiada por el Señor re- ante Dios en favor de los pecadores (Is 53,12). Apare-
sucitado presente en el Espíritu, siguió celebrando las cen también aspectos escatológicos (Me 14,25; Mt 26,29;
comidas prepascuales, y en especial la última cena de Le 22,18) que, aunque no se remontan directamente al
mismo Jesús, sí están totalmente informados y confor-
mados según su espíritu. Son rasgos o aspectos que re-
11. J. Roloff, o . c , 11.
12. Cf., por ejemplo, J. Roloff, o . c , lOs, contra los intentos emprendidos por H. Lietz- producen aquella seguridad que albergaba Jesús de que
mannn y W. Marxsen. H.-J. Klauck analiza detalladamente y rechaza la tesis de un origen en
el helenismo. Según sus investigaciones, Jesús transfirió a los discípulos, mediante las acciones
del pan y del vino, su entrega a la muerte como un signo del cumplimiento profético que luego
ellos interpretaron a la luz de la experiencia pentecostal: o . c , 365-374. 14. U. Kühn, Sakramente, 269.
13. J. Roloff, o . c , 10, por lo que hace una posible «redacción primitiva». 15. Cf. J. Roloff, o . c , 10.

182 183
se realizaría el reino de Dios y muestran aquella con- «nueva alianza», en cumplimiento de la profecía de Jer
fianza con que Jesús afrontaba la muerte como judío 31,31-34. Los participantes actualizan una y otra vez li-
justo, con la firme fe de que Dios no abandonaría a túrgicamente este pacto de alianza y ponen así ante la
quienes confiaban en él 16 . mirada el hecho de que Dios espera de los socios del
El relato de Mateo (Mt 26,26-29) depende entera- pacto un determinado comportamiento ético. En esta
mente de Marcos, aunque tiene una mayor impronta concepción actualizadora, los participantes, si celebran
litúrgica17. Amplía la idea del derramamiento de sangre «dignamente» la eucaristía, anuncian «la muerte del Se-
«por muchos» con el inciso clarificador de que es «para ñor hasta que venga» (11,26): ésta es la forma bajo la
el perdón de los pecados». que se conserva aquí la visión escatológica de Jesús.
En el antiguo relato de la cena de Pablo (ICor La investigación reciente 19 ha aludido al hecho de
11,23-26) se ha conservado, como tradición primitiva, el que en este relato aflora una aproximación de la eucaris-
hecho de que las palabras interpretativas se aplicaban tía a las comidas helenistas en memoria de los difuntos.
directamente a la copa, no a la sangre 18 . Se trata, por lo Tendrían indudablemente suma importancia el apoyo en
demás, de un texto estilizado, henchido de teología, que una institución o fundación histórica de Jesús y la in-
ha sido colocado aquí al servicio de la intención de Pablo fluencia de la mentalidad histórica judía, pero podría
de censurar los abusos cometidos en la celebración de la percibirse, en tal caso, una helenización en múltiples
eucaristía en Corinto. Precisamente así es como permite áreas. Habrían contribuido a ello, de forma destacada,
advertir la temprana evolución de la concepción de la la evolución de la eucaristía hasta convertirse en un acto
eucaristía. En este texto se establece ya una clara distin- cultual estilizado y, por lo que hace a la anamnesis, la
ción entre la cena del Señor y las comidas ordinarias. Es aproximación a las comidas helenistas en memoria de
indudable que Pablo y los destinatarios de la carta com- los seres fallecidos. Respecto de estas conclusiones de-
partían la fe en una actualización real, «sacramental», be, por lo menos, indicarse que ya el banquete judío
de Jesús (cf. 11,27). Pero los destinatarios habían ol- tenía impronta litúrgica (los conceptos «culto» y «cul-
vidado, debido evidentemente a una roma intelección tual» deberían reservarse para los actos paganos) y que
del sacramento, que en el banquete eucarístico se trata la concepción actualizadora de los hechos poderosos de
de un encuentro personal con el Crucificado, que pre- Dios fueron y siguen siendo parte constitutiva esencial
supone —y debe producir, como efecto resultante— un de la liturgia judía. Que la eucaristía sea una celebración
comportamiento humano solidario. En su apremiante conmemorativa no es cosa que dependa del concepto de
exhortación utiliza Pablo el concepto de «memoria» o «anamnesis». Aunque Jesús no dijo «haced esto en mi
«recuerdo» (anamnesis) para expresar así que en esta memoria» en sentido helenista, su acción simbólica, lle-
comida se hace presente el acontecimiento de la cruz, en vada a cabo en el marco de un banquete judío, pudo
el que deben participar cuantos comen y beben. A tenor servir de fundamento para la estructura conmemorativa
de las palabras interpretativas sobre la copa, el efecto de la eucaristía. Parece, por lo demás, que la investi-
inmediato del acontecimiento de la cruz debe ser la gación se ha adentrado por una senda equivocada cuan-
do pretende conferir credibilidad histórica a la «funda-
ción» de la eucaristía por el judío Jesús aduciendo que
16. Cf. H. Vorgrimler, Hoffnung auf Vollendung, Friburgo 21984, 41s (bibliografía sobre
la escatología de Jesús).
17. J. Roloff, o.c.
18. Ibídem. 19. Cf. H.-J. Klauck, o . c , 285-364.

184 185
en el judaismo de su tiempo se conocían rituales ya só- tamentaria en los escritos judíos. En su opinión, esta
lidamente establecidos, muy posiblemente con pan y vi- tradición cristaliza en el Nuevo Testamento en el género
no, a los que luego Jesús se habría limitado a atribuir un literario de los «discursos de despedida» de Jesús. El
nuevo significado, ya fuera la bendición de la mesa (be- Evangelio de Juan habría sustituido, a ciencia y concien-
rakah)20 o la ofrenda de alabanza (todah)21 histórica- cia, la tradición litúrgica por la testamentaria. Lucas, en
mente dudosa. cambio, habría insertado la tradición litúrgica (actua-
Las palabras interpretativas del relato lucano (Le lización de Jesús, 22,19, y —en una acción actualizadora
22,15-20) utilizan conceptos tomados de la teología sa- simbólica— de su muerte, 22,20) en un discurso de des-
crificial («entregado», vers. 19; «derramada», vers. 20) pedida, dando así al conjunto forma testamentaria (que
y, como Pablo, la sentencia sobre la «nueva alianza», abarca desde 22,15 a 22,38). Al evangelista le interesa,
concluida en la sangre de Jesús (ver. 20). La demanda por tanto, insistir en que la institución de la acción sa-
«haced esto en mi memoria», que figura dos veces en cramental no configura por sí sola el testamento de Je-
Pablo, se encuentra una sola vez en Lucas. En un estu- sús, sino que forman también parte de ella las apremian-
dio sobre el relato lucano ha aportado Xavier Léon- tes exhortaciones a servir de corazón y con obras
Dufour una importante observación 22 . Dice, en efecto, (22,24-30), a vigilar en las tribulaciones (22, 31-48) y a
que las primeras comunidades cristianas dieron una do- esperar la plenitud del banquete en el reino de Dios
ble respuesta a las preguntas de cómo puede mantenerse (22,15s). De este modo, recordaba el evangelista a los
el recuerdo real y eficaz de Jesús entregado a la muerte y cristianos de su tiempo qué era lo que esencialmente le
cómo es posible una unión personal con él, vivo, pero interesaba a Jesús, a saber, que la relación con Dios no
ausente. La primera respuesta tuvo su eco en una tra- puede agotarse en la piedad litúrgica.
dición cultual, la segunda en una tradición testamen-
taria. No son respuestas mutuamente excluyentes.
La tradición cultual —aunque mejor sería decir «tra- 8.2.2. Otros textos neotestamentarios
dición litúrgica»— se concentra en el nuevo modo de la
presencia de Jesús y del acontecimiento de la cruz; el Los relatos de comensalidad con el Resucitado por
grupo de los discípulos se convierte en una comunidad Dios (Le 24,13-35; Jn 21,1-14) reflejan la experiencia de
reunida en torno a Jesús en una comida litúrgica. Esta que Jesús, condenado a muerte por los hombres, vive y
concentración litúrgica aparece reflejada en los relatos puede hacerse presente también bajo formas sensibles.
de la cena de Me y Mt. La tradición testamentaria pone, Estos ejemplos de comensalidad cumplen una función
en cambio, el acento en el «testamento» que deja tras de explicativa: del mismo modo que las comidas de Jesús
sí aquel que parte de este mundo. Léon-Dufour ha lla- con los marginados y los pecadores públicos ponían en
mado la atención sobre varios ejemplos de tradición tes- claro la misericordia y la voluntad de perdón de Dios,
así las experiencias postpascuales hicieron posible una
20. Por parte católica, intentó derivar la eucaristía de la berakah el influyente L. Bouyer, comprensión cada vez más profunda de los hechos
Eucaristía, Herder, Barcelona 1969 (ed. orig. francesa: 1966).
21. H. Gese, Die Herkunft des Herrenmahls, en ídem, Zur biblischen Theologie, Munich poderosos de Dios en y sobre Jesús; impulsaron, como
1977, 107-127 afirmó que el origen estaba en la todah; lo acepta J. Ratzinger, Das Fest des dice el relato de Emaús, al testimonio (cf. también Act
Glaubens, Einsiedeln 1981, 47-54; lo rechaza H.-J. Klauck, o.c.
22. X. Léon-Dufour, Das letzte Mahl Jesu (sobre Le 22); también ídem. Le partage, 10,41).
211-317 (véase nota 9).
Los textos neotestamentarios, que son ya una refle-
186
187
xión teológica sobre la eucaristía, presuponen claramen- mentalista. La acusada insistencia puesta en ambos debe
te una transformación respecto de los dones, pero no atribuirse a la redacción final, antidocetista, del Evan-
hablan de lo ocurrido en los dones. Su interés se centra gelio. Pero el discurso no se contenta con contemplar el
más bien en aquella comunión con Jesús que es posible contenido salvífico de los dones sacramentales; tiene un
justamente mediante la participación en estos dones. carácter acusadamente dinámico, que pone ante los ojos
Para Pablo esta comunión tiene un claro carácter so- la misión de Jesús, su venida y su retorno al Padre y
teriológico y cristológico: es comunión salvadora con la garantiza a los creyentes y a los participantes en el sacra-
sangre de Cristo (ICor 10,16) y pertenencia al ámbito de mento su inclusión en este movimiento, que lleva a la
dominio del Señor divino (ICor 10,21). Pero tiene tam- vida y es impulsado por el Espíritu divino, porque «es el
bién una cualificación eclesiológica: la comunión en un Espíritu el que da la vida, la carne no sirve de nada»
solo pan causa (no: «corona») la unidad del cuerpo de (63).
Cristo que es la Iglesia (ICor 10,17).
El Evangelio de Juan indica, en un plano teológico,
que los dos sacramentos principales, y con ellos la Igle- 8.2.3. Resumen y problemas
sia, tienen su origen en el Crucificado (Jn 19,33-37).
Este Evangelio se refiere a la eucaristía en el gran dis- El Nuevo Testamento presenta ante nuestros ojos la
curso del pan (Jn 6,22-65),que ha sido situado en el con- eucaristía como una configuración litúrgica, distinta de
texto de la fiesta de Pascua (6,4) y de la comida de cinco las comidas comunitarias normales 23 , aunque tiene en
mil personas (6,5-15). Al «pan verdadero de Dios» se le común con éstas los ritos de la bendición y de la alaban-
compara con el maná del desierto, que era un verdadero za. Lo que diferencia a la eucaristía de las restantes li-
alimento, aunque no preservó de la muerte, y en todo turgias es el don, que se remonta a las acciones de Jesús
caso constituyó un «tipo» del pan verdadero. En el dis- durante su última cena 24 . En el tiempo que transcurre
curso hay que distinguir un aspecto cristológico y otro desde la muerte de Jesús hasta la unión perfecta y de-
sacramental. Es común a los dos la afirmación: quien finitiva con él, la eucaristía garantiza la comunión (sa-
tiene una relación viva («personal») con Jesús tiene ya la cramental) con el Señor, explica el significado de su
vida eterna y será resucitado de la muerte corporal. En muerte y resurrección y promueve la comunión con los
la sección cristológica (31-516) se presenta al pan verda- creyentes.
dero de la vida como don del Padre celestial. La comida En el marco de las acciones sobre los dones hay tres
que da la vida eterna es la fe en el Hijo (una fe que, a su sentencias que revisten singular importancia: la de la
vez, es dada por el Padre: 6,44). En la sección sacra- repetición conmemorativa, la del pan y la de la copa. La
mental, es Jesús mismo el que se da en los dos dones de sentencia sobre la repetición conmemorativa dice que es
la eucaristía, que son su carne y su sangre (51c-59). Co- Dios, en Jesús, el verdadero realizador de este aconteci-
mer y beber estos dones causa una mutua permanencia miento; es sólo su poder el que hace posible actualizar el
íntima (56). Ello no obstante, la mirada ofrece, ya desde pasado; en virtud de esta sentencia, la Iglesia se halla
el comienzo, una ampliación soteriológica: «El pan que
yo le voy a dar es mi carne por la vida del mundo» (51c). 23. Cf. W.-D. Hauschild, Agapen I. ln der Alten Kirche, en TRE I, 1977, 748-753.
24. Para lo que sigue me apoyo en las ideas de X. Léon-Dufour, Le parlage, y en la reseña
Al realismo del pensamiento encarnacionista responde de M. Resé, «Theologische Zeitschrift» (Basilea) 40(1984)423-425, que acepta las tesis del
en este Evangelio el realismo del pensamiento sacra- milor francés.

188 189
siempre referida a Jesús. La sentencia sobre el pan de- y los caminos hacia una mejor y más profunda compren-
clara que es el mismo Jesús —en su realidad total, per- sión de la eucaristía basada en los datos bíblicos: «Las
sonal e histórica— quien se da en la distribución de este condiciones: la eucaristía significa esencialmente co-
pan; al tomar y comer este pan invita, además, a unirse munión y no la relación de cada individuo particular con
con él de la manera más profunda e íntima. Se dirige a el "santo sacramento"; las palabras de la institución no
una multitud de personas y declara de este modo que son válidas respecto de la cosa aislada en sí, sino que
entre quienes comen conscientemente este pan surge están insertas en un relato que se orienta fundamental-
una auténtica comunión. La sentencia sobre la copa mente a las relaciones de todos los participantes entre sí.
quiere descubrir el sentido profundo de la acción de Je- Respecto de los caminos, Léon-Dufour menciona en
sús: con su sangre ha fundado una relación nueva y de- primer término el ritmo de culto y cotidianidad en la
finitiva de la comunidad humana con Dios, una relación vida de los cristianos, a lo que podría añadirse la tra-
en la que quedarán asumidos quienes beban conscien- dición cultual y testamentaria de los relatos sobre la úl-
temente de esta copa. tima cena de Jesús, porque en ellos el don, que es el
Estas afirmaciones están, por supuesto, íntimamente mismo Jesús mediante su sacrificio personal en la cruz y
relacionadas con otros temas bíblicos centrales, en los su resurrección, se une a la tarea —impuesta desde en-
que se habla de la conducta afectuosa de Dios con los tonces a los cristianos— de amarse los unos a los otros.
hombres, de su presencia, de su común historia con el En segundo lugar menciona Léon-Dufour la interpre-
género humano. A la eucaristía le afecta directamente tación simbólica de eucaristía: el pan y el vino designan
todo cuanto la revelación ha manifestado acerca de la las dos dimensiones —vida diaria y días de fiesta— de la
acción vivificante del Espíritu divino, todo cuanto se ha vida humana y el alimento se endereza a la nueva vida
dicho sobre el poder creador de la divina Palabra. Así, concedida a la comunidad. En tercer lugar, para este
según los datos bíblicos, la proclamación de la palabra y autor, las realidades de la alianza, de la sangre derra-
la súplica por la acción del Espíritu forman parte, ya mada y de la participación podrían aludir al misterio de
desde el principio, de la celebración eclesial de la euca- las relaciones de Dios con los hombres. Pero las tres
ristía. Pero lo que la tradición testamentaria —expre- son, ante todo y sobre todo, un don» 26 .
samente estudiada por Léon-Dufour— muestra sobre Si se desea obtener una mejor comprensión de estos
todo es que no puede celebrarse la eucaristía sin una datos neotestamentarios básicos mediante categorías de
referencia a la vida concreta de los hombres. No sólo la tradición teológica, puede decirse lo siguiente: un
presupone un sentimiento y una praxis ética solidaria, cierto pluralismo en las interpretaciones teológicas de la
sino que incita también a consecuencias prácticas: «El eucaristía en el Nuevo Testamento y, sobre todo, las dos
amor al prójimo traducido en obras es la "realidad" veces en que aparecen las palabras interpretativas del
única que vive auténticamente en la Iglesia desde Cris- pan y de la copa, han «facilitado» una exposición teoló-
to» 25 . gica de la eucaristía que, durante mucho tiempo, se ha
Para el Nuevo Testamento, las explicaciones teoló- hecho de forma fragmentaria, como por bloques separa-
gicas son menos importantes que los accesos vitales ha- dos. En la doctrina oficial de la Iglesia católica estos
cia la eucaristía. Léon-Dufour enumera las condiciones bloques han sido, como se verá más tarde, la presencia

25. X. Léon-Dufour, o . c , 114. 26. M. Resé, o . c , 425, citando a X. Léon-Dufour, o . c , 321-340.

190 191
real, el sacrificio de la misa y la comunión sacramental. obvia —si fuera suficiente— sería ver su voluntaria
Por lo que se ha dicho hasta ahora es claro que, desde el aceptación de la muerte sencillamente como la obedien-
punto de vista neotestamentario, es la comunión la que te consecuencia de su envío por el Padre y de su amor a
menos dificultades presenta. Aunque los textos del los hombres y la hora de su muerte como el punto culmi-
Nuevo Testamento no están interesados en ofrecer una nante de su «pro-existencia»27. Resultarían así super-
exposición detallada y cuidadosa del modo de estar pre- fluas las múltiples objeciones que han levantado Antón
sente Jesús en los dones, testifican en todo caso un Vogtle y otros contra la opinión de que Jesús habría
realismo sacramental, es decir, se atienen firme e incon- entendido su muerte como sacrificio vicario expiatorio y
moviblemente a la idea de la presencia real de Jesús en que esto sería una condición más para la salvación,
la plena totalidad de una persona viviente. Dan, añadida al primitivo anuncio de Dios hecho por Jesús 28 .
además, por supuesto, que los dones se disfrutan con la Todavía dentro del marco de lo que sabemos acerca del
finalidad de entrar en íntima comunión con él y no para Jesús histórico, las denominaciones «sacrificio» y «auto-
saciarse con ellos, es decir, que en esta fiesta o celebra- entrega» sirvieron para significar su aceptación conse-
ción se transforman en algo distinto de lo que eran an- cuente de la muerte: estos términos incluyen —aunque
tes. Para los cristianos procedentes del judaismo que bajo una forma expuesta a erróneas interpretaciones,
participaban en la celebración de la eucaristía era de porque tienen un sesgo pasivo— la obediencia radical de
todo punto evidente que no eran los participantes hu- Jesús respecto de su misión, su identificación con todos
manos quienes llevaban a cabo esta transformación. los hombres que son víctimas del mal y su intercesión
Quien lo hace todo es Dios, el omnipresente, a quien suplicante en favor de todos 29 . ¿Es que al final de la vida
pertenecen todas las cosas sin excepción. También el de Jesús le exigió Dios una expiación vicaria como con-
pan y el vino son dones suyos, de los que dispone según dición previa para la reconciliación? Contra esta con-
su voluntad. En la bendición que se hace sobre ellos se cepción se aduce que la entrega de la vida humana en la
le invoca a él y la fe confía en su acción sobre los bienes. muerte como expiación es un pensamiento absoluta-
La mayoría de las dificultades gira en torno al con- mente ajeno al Dios de la revelación bíblica30. Por otra
junto de materias que, resumiendo, podríamos denomi- parte, según algunos testimonios del Nuevo Testamen-
nar «temática sacrificial» (bien entendido que, en el to, existe una estrecha relación entre la muerte de Jesús
contexto bíblico, se trata únicamente del sacrificio de y la idea de representación vicaria y expiación31. Helmut
Jesús). Las dificultades surgen ya a propósito de los pro- Merklein reasume algunos conceptos inicialmente ex-
pios datos neotestamentarios y de las diversas interpre- puestos por Rudolf Pesch según los cuales en la muerte
taciones que esos mismos textos ofrecen. Ciertamente la
eucaristía actualiza la resurrección de Jesús, porque se
cree que él es el Resucitado vuelto a la vida, y se dan 27. Cf., resumiendo sus estudios anteriores, H. Schürmann, Pro-Existenz ais chrisíologi-
scher Crundbegriff, «Analecta Cracoviensia» 17(1985)345-371. Cf. también H. Merklein, Der
gracias al Padre por haberlo exaltado. Pero, como in- Tod Jesu ais steltvertretender Sühnetod, «Bibel und Kirche» 41(1986)68-75, aquí 68.
dican las palabras sobre la copa, lo que la eucaristía 28. A. Vogtle, Offenbarungsgeschehen und Wirkungsgeschichte, Friburgo 1985, 141-168
(los temas fundamentales en torno a la discusión sobre la interpretación de la muerte de Jesús
actualiza en primer término es la muerte de Jesús y su como mediador de la salvación. Argumentos de los respectivos autores).
significación salvífica para nosotros y para todos los 29. R. Schwager, Der Tod Christi und die Opferkritík, «Theologie der Gegenwart»
29(1986)11-20 (con bibliografía).
hombres. Surge aquí inevitablemente la pregunta de có- 30. H. Frankemólle, en DCT I, 373ss. Para la interconexión de los problemas, cf F.-L.
Hossfeld, Versóhnung und Sühne, «Bibel und Kirche» 41(1986)54-60 (con bibliografía).
mo entendió Jesús su propia muerte. La respuesta más 31. A. Weiser, Der Tod Jesu und das Heil der Menschen, ibídem. 60-67 (con bibliografía).

192 193
de Jesús fue Dios mismo quien hizo expiación por un hecho de que las recientes investigaciones hayan dedica-
Israel siempre recalcitrante 32 . Según esto, no habría que do especial atención a la estructura teológica de la litur-
corregir el anuncio de Dios que hace Jesús: Dios es el ya gia eucarística 36 .
por siempre reconciliado, de quien procede toda recon- Como antes se ha dicho, hoy día resulta ya imposible
ciliación. Toda conversión humana está lógica y cro- reconstruir la última cena de Jesús. Tampoco pueden
nológicamente precedida por el perdón de Dios 33 . Es reconstruirse los detalles concretos de la forma en que
Dios quien abroga la ley según la cual los pecados deben los cristianos de los primeros siglos celebraban la euca-
descargar sobre los pecadores. Así, pues, la «recon- ristía; fueron demasiadas las cosas confiadas a la tra-
ciliación» no es la reparación exigida por una ofensa dición oral y, más allá del siglo IV, a la libre formu-
hecha a Dios, sino la posibilidad abierta, concedida por lación. En todo caso, de los testimonios del Nuevo Tes-
el mismo Dios, de que aquellos que en Israel rechazaron tamento llegados hasta nosotros puede concluirse con
a Jesús puedan escapar al juicio anunciado. Por consi- certeza que la forma de la celebración se orientaba siem-
guiente, los elementos que entraron en la tradición de la pre según un esquema estructural. En la investigación
cena, la referencia al siervo de Yahveh de Is 53, la vícti- teológica e histórico-litúrgica se acepta unánimemente
ma escatológica de la alianza mencionada en Ex 24,8, o desde hace ya largo tiempo que este esquema estructural
considerada como cumplimiento de Jer 31,31-34 testi- tiene un origen judío viejotestamentario. Cesare Girau-
fican la inquebrantable fidelidad de Dios con Israel. Pe- do ha logrado seguir paso a paso la estructura lógico-
ro no se pretendería afirmar con ello que la muerte de teológica de este esquema y de su aceptación en el cris-
Jesús sea una condición adicional de la salvación para tianismo 37 . Se trata de una oración dirigida a Dios (en la
todos 34 . tradición cristiana fundamentalmente al Padre), y cons-
ta de dos partes principales. Una parte es de orientación
histórica: en ella se recuerdan los hechos poderosos de
Dios y, según la mentalidad hebrea, hay ya una actua-
8.3. Forma fundamental y concepto de la eucaristía lización causada por Dios mismo (parte anamnética). La
otra parte es una súplica, que invoca a Dios para que se
8.3.1. La forma litúrgica fundamental digne seguir acordándose de su pueblo orante (parte
epiclética) 38 .
El mejor y más profundo testimonio sobre el modo
canon eucarístico como testimonio normativo de la fe); K. Richter (dir.). Liíurgie, ein verges-
como la Iglesia entiende la eucaristía es el que propor- senes Thema der Theologie?. Friburgo 1986 (espec. las aportaciones dogmáticas de M.M.
ciona la liturgia misma 35 . De ahí la gran importancia del Garijo Guembe y H. Vorgrimler).
36. C. Giraudo, Lastrutíura letterarla dellapreghiera eucarística, Roma 1981; H.B. Meyer.
Das Werden der Uterarischen Struktur des Hochgebets, «Zeitschríft für kath. Theologie»
105(1983)184-202 (con bibliografía); E. Mazza, Le odíeme preghiere eucharisliche, 2 vols.,
32. H. Merklein. o . c , espec. 69s (con bibliografía). Bolonia 1984; H.B. Meyer, en «Zeitschrift für kath. Theologie» 108(1986)170-174; J.-M. R.
33. ídem, Die Gottescherrschaft ais Handlungsprinzip, Würzburgo 1978, 204. Cf. 2/Cor Tillard, Segen, Sakramenlalitát und Epiklese, «Concilium» 21(1985)140-149.
5,19. 37. C. Giraudo, o.c. 11-177, 179-269; las estructuras de la oración en el Antiguo Testamen-
34. Se restaría así esperanza a la discusión que se plantea sobre si puede decirse que Jesús to y en el judaismo; 271-355; estas mismas estructuras en los cánones eucarísticos (de las
murió «por todos» —como se hace en las traducciones litúrgicas de algunas Conferencias Iglesias de Oriente y de Occidente). Los datos aportados por Giraudo conservan su validez,
Episcopales— o si debe imponerse la traducción literal «por muchos». A partir de la eficaz aunque parece demasiado optimista cuando admite la existencia de una todah. aduciendo
voluntad amorosa de Dios, nadie queda excluido de antemano y nunca ha sido rescindida la como argumento el pasaje de Neh 9, 6-37.
alianza entre Dios y Noé, la cual incluía a todo el género humano. 38. El recuerdo está unido a menudo con la súplica mediante un «y ahora» que fundamenta
35. J. Betz, en Sacramentum Mundi II, Herder, Barcelona 31982, 961s. Cf. H.-J. Schulz, la petición. A veces, en el Antiguo Testamento esta estructura se amplía con una «eulogía de
Okumenische Glaubenseinheit aus eucharistischer Überlieferung. Paderborn 1976. 24-32 (el apertura» y una «doxología final». Cf. los 45 textos que presenta C. Giraudo, o . c . 155-159.

194 195
A veces se introduce en una u otra de estas dos par- ción y de las palabras exactas que la producen (es decir,
tes o secciones una ampliación (llamada embolismo, es acerca de cuál es la «forma» de este sacramento) consti-
decir, «intercalación»), bajo la forma de cita de la Escri- tuyen un planteamiento histórico-litúrgico y teológico
tura relativa a alguna acción salvífica específica. Girau- erróneo del problema. La oración eucarística en su con-
do ha podido demostrar que la oración litúrgica de la junto, con sus tres secciones esenciales (anamnesis con
Iglesia tiene exactamente esta estructura bipartita y que la acción de gracias a partir del gradas agamus, el relato
en la sección anamnética se introdujo, en forma de re- de la institución, y la epiclesis), no se refiere a los dones.
lato directo, y como cita escriturística, la narración de la Es una oración dirigida a Dios Padre 41 . «Aquí coincide
institución. Esta cita del relato de la institución es «la la celebración eucarística con lo que Jesús hizo en la
cumbre central de la dinámica de la oración» sobre la última cena, cuando oró al Padre sobre los dones de los
que se apoya y fundamenta toda la celebración (punto alimentos. Porque y en cuanto que la Iglesia hace esto
en el que hay que distinguir entre este fundamento in- mismo siguiendo el mandato de Jesús, su celebración
terior de la celebración y su ocasión exterior) 39 . El acon- eucarística "participa" de la eficacia "sacramental" de la
tecimiento singular que, merced a la cita, se recuerda acción de Jesús que, en virtud de su palabra en la última
como hecho central, es la acción salvífica de Dios en cena, eficaz por siempre, ha realizado ya anticipada-
Jesucristo, el misterio pascual de Jesús, todo lo que Dios mente su Pascua. Y esto quiere decir que es el canon en
ha llevado a cabo en su muerte y resurrección. El punto su conjunto y en cuanto tal el que "eucaristiza" el pan y
de conexión común y primario entre la cena de Jesús y la el vino» 42 . Estas reflexiones arrojan también nueva luz
celebración eucarística de la Iglesia es esta actuación de sobre el sacerdote, que es necesario para la «validez» del
Dios en y por Jesús. La celebración eucarística no es, acontecimiento sacramental: actúa in persona Ecclesiae,
pues primariamente la memoria o conmemoración de la esto es, como portavoz autorizado de la comunidad,
última cena de Jesús 40 . El sentido de la actualización cuando obra en su nombre y, mediante su «amén»,
laudatoria anamnética de la acción salvífica de Dios en anuncia los hechos poderosos de Dios (sección anam-
Jesucristo no radica primariamente en la transformación nética) y ora porque sean eficaces en la celebración ac-
de los dones; este sentido consiste más bien, en primera tual (sección epiclética) 43 .
línea, en llevar a los participantes (los participantes ple-
nos: los comulgantes) a una singular comunión con Je- La liturgia eucarística contiene además otros ele-
sús, a una comunión que para los hombres es una parti- mentos teológicamente importantes. La sección anam-
cipación —mediada por los dones eucarísticos— en su nética no recuerda sólo, ni ya al instante, los hechos
misterio pascual y en su gloria actual. salvíficos de Dios en Jesucristo. Es recuerdo del nombre
de Dios, de la creación, de todos los hechos poderosos
Contempladas desde la liturgia de la Iglesia, se ad- del pasado y de aquella actuación —inserta en ellos— en
vierte claramente que las preguntas acerca del «momen- y sobre Jesús que llega a su punto culminante en la glo-
to justo» en que se produce la transformación/consagra-
41. E. Mazza, o . c , 1,283-317; C. Giraudo, o . c , 361-365. H.-J. Schulz, o . c , 78-87, explica
cómo puede compaginarse este punto de vista con las declaraciones de los concilios de Floren-
39. H.B. Meyer, Das Werden (véase nota 36), 198. cia y Trento. Cf. también A. Angenendt, Bonifatius (véase bibliografía III), 163; originiaria-
40. Cf. E. Dekkers, L'eucharistie, imitation ou anamnése de la derniére cene?, «Recherches mente todo el canon (incluido el prefacio) tenía eficacia consacratoria; Ambrosio mantiene la
de science religieuse» 58(1984)15-23. H.B. Meyer (1986) (véase nota 36),172. llama a la concepción más estricta.
última cena anticipación (proléptico-sacramental) y a la eucaristía repetición (anamnético- 42. H.B. Meyer (1986) (véase nota 36), 173.
sacramental) del misterio pascual de Jesús. 43. C. Giraudo, o . c ; H.B. Meyer, Das Werden (véase nota 36), 200, nota 58.

196 197
rificación de Jesucristo. Ésta es, a su vez, anuncio pro- 8.3.2. El concepto de la eucaristía
fético de la plenitud futura y definitiva de la creación
total. En el relato de la institución y en la anamnesis que No existe una palabra capaz de expresar por sí mis-
le sigue (en realidad ya una «intercalación» en la anam- ma y ella sola todos los contenidos y significados de la
nesis) se «actualiza litúrgicamente» este preanuncio, eucaristía 49 . Todas las que se le aplican se limitan a se-
prolongado en la oración por los difuntos44, esperando ñalar un aspecto parcial, que se toma por el todo (pars
que Dios lleve, también en ellos, a su creación a la ple- pro toto). El nombre de «eucaristía», que es el más ge-
nitud. neralmente utilizado en nuestros días por los católicos,
La celebración eclesial de la eucaristía consta de dos se deriva del griego eukharistein, que significa estar o ser
centros o puntos de cristalización, aparte el precedente agradecido, dar las gracias. Se trata, en realidad, de la
servicio de la palabra de Dios. Ambos están acompaña- traducción al griego del vocablo hebreo berakah, que
dos de una epiclesis, una oración a Dios Padre suplican- designa la acción de gracias de la oración de la mesa (Le
do la intervención del Espíritu Santo 45 . El relato de la 22,19 par.). A finales del siglo i y comienzos del II esta
institución es el centro de la anamnesis actualizadora. Se palabra adquirió carta de naturaleza como concepto ya
le añade la primera epiclesis, que pide la aceptación de establecido para referirse a la liturgia eucarística en ge-
los dones, la intervención del Espíritu para transformar- neral y a la sección del canon más en particular (impor-
los y, en la «prolongación» de esta epiclesis, las tantes testimonios en Ignacio de Antioquía y, en el si-
oraciones contenidas en el canon, que suplican que el glo II, en Justino). En Pablo aparece la expresión «cena
Espíritu actúe eficazmente en todos aquellos cuyo re- del Señor» (ICor 11,20), que en el lenguaje ecuménico
cuerdo se evoca para implorar que lleguen a la ple- de nuestros días se considera libre de cargas, acentos o
nitud 46 . Al segundo centro se le añade la epiclesis de la alusiones confesionales. Pero la «cena» sólo señala uno
comunión, para que la eucaristía, esta oración, alcance de los aspectos del acontecimiento y está, además,
su meta, la comunión con Jesucristo bajo la forma de un acompañada de la palabra «Señor», que puede suscitar
estar unidos el uno en y con el otro (y no sólo una simple la idea de discutibles títulos honoríficos. La denomi-
presencia) y luego la unidad de la Iglesia y el «degustar nación preferida por los evangélicos desde que fue em-
anticipado del banquete de la inmortalidad» 47 . Estas dos pleada por Lutero en 1522, es «cena», que recuerda su
oraciones al Espíritu muestran una vez más que tanto el origen en la última cena de Jesús, de modo que no se
cuerpo de Jesucristo y su presencia en la eucaristía como insiste ya tanto en el acontecimiento actual. Pero aparte
la comunión con él son causados por el Espíritu, es de- el hecho de que con la palabra cena sólo se enuncia un
cir, son pneumáticos 48 . aspecto parcial, se ha observado que ya desde el siglo I
la Iglesia antigua celebraba la fiesta eucarística pre-
44. H.B. Meyer, ibídem. 199, nota 53. Para la eucaristía como signo escatológico: ferentemente los domingos por la mañana. Los primiti-
G. Wainwrigbt, Eucharist and eschatology, Nueva York 1981.
45. Es teológicamente erróneo calificar de «desafortunado» el desdoblamiento de la epi-
vos conceptos cristianos de «fracción del pan» (que
clesis en dos partes, como hace K.-H. Bieritz en EKL I, 1986, 9.
46. H.B. Meyer, Das Werden, 200.
47. Ibídem, ídem (1986) (véase nota 36), 174. Cf. también C. Giraudo, o.c., 366-370,
donde hay interesantes reflexiones sobre la eucaristía como sacramento del perdón de los 49. Cf. J.A. Jungmann, «Abendmahl» ais Ñame der Eucharistie, «Zeitschrift für kath.
pecados. Theologie» 93(1971)91-94; J. Talley. Von der Berakha zur Eucharistie. «Liturgisches Jahr-
48. Cf. J.-H. Nicolás, en H. Luthe (véase bibliografía I), 316; F.X. Durrwell, Der Geist des buch» 26(1976)93-115; L. Lies, Eulogio. Überlegungen zur formulen Sinngestalt der Eucharis-
Herrn, Salzburgo 1986, 140-145 (la eucaristía sería el sacramento por antonomasia del Espí- tie. «Zeitschrift für kath. Theologie» 100(1978)69-97; C. Giraudo, o . c , 260-269; J. Roloff en
ritu Santo). EKL I, 1986, l i s .

198 199
puede emplearse también para referirse a una comida de la eucaristía sobre todo en sus sermones y catequesis.
ordinaria) y «asamblea» o «reunión» no han conseguido La contribución esencial de la teología eucarística de los
imponerse. Algunos importantes teólogos griegos de los primeros siglos brotó de la conjunción de las afir-
siglos ni y iv aplicaron a la eucaristía el nombre de eulo- maciones bíblicas sobre la eucaristía y el pensamiento
gia, palabra que significa concesión de una bendición, platónico. No es que el cristianismo «aceptara como su-
glorificación y autoglorificación de Dios, recuerdo agra- yo» un sistema filosófico cerrado; lo que se pretendía
decido de los dones de Dios. Los conceptos —antes re- era aclarar o explicar los contenidos de la fe mediante
feridos por los católicos— de «santísimo sacramento del formas conceptuales y recursos lingüísticos que po-
altar» y «sacrificio de la misa» —imbuidos de una in- dríamos tal vez definir como propios de la «filosofía po-
negable tendencia contra las concepciones reformistas, pular». Entran dentro de este campo de visión la creen-
aunque su origen es más antiguo— sólo expresan aspec- cia en la existencia de un mundo espiritual trascendente,
tos parciales de un todo. El también antes usual término que es el hogar y la patria de lo divino, de lo auténtico,
de «misa» (ya incluido en el de «sacrificio de la misa») de lo verdadero, de lo bueno y de lo bello; una visión
aparece desde el siglo vi, bien como missa o bien, con poco optimista de nuestro mundo sensible, perecedero,
expresión más reforzada, como missarum sollemnia. de apariencia a menudo engañosa y falsa; la aceptación
Con él se significaba al principio el acto final de una de que se ha producido una comunicación entre ambos
celebración litúrgica, que concluía con la bendición. mundos. Mientras que a los hombres les es posible as-
Ahora bien, en el latín profano esta palabra también cender al mundo superior mediante duras renuncias y la
puede significar «renuncia» y recordaría, por tanto, el superación de pesadas pruebas, por un camino que con-
sacrificio. El vocablo se aplicó más tarde a la totalidad siste esencialmente en liberarse de las cadenas de nues-
de la celebración eucarística. tro mundo, la venida de lo divino a nuestro universo se
entendía en el sentido de que convertía a las realidades
terrenas en copia, imagen o reflejo de aquel otro mundo
8.4. Etapas y documentación histórica divino y, al mismo tiempo, en su lugar o morada de
residencia. Esta imagen, accesible a los sentidos, haría
8.4.1. La evolución de la teología eucarística que el protomodelo divino estuviera verdaderamente
presente y garantizaría la comunión con él e incluso la
La historia de la reflexión y de la proclamación participación en él, aunque se tratara tan sólo de una
teológica sobre la eucaristía ha generado un caudal tan presencia provisional y velada de lo divino. Es evidente
abundante de literatura y ha sido descrita con tanto lujo que el pensamiento cristiano descubrió en estas ideas
de detalles que todo intento de resumirla debe parecer muchos rasgos comunes con sus creencias, algunos de
forzosamente superficial50. Los teólogos de la Iglesia an- los cuales se han conservado en el cristianismo hasta el
tigua, que eran a la vez casi siempre liturgos, hablaron día de hoy como elementos irrenunciables. De esta
mentalidad de modelo y copia o imagen surgió la teoría
del símbolo real, de tanta importancia para la teología
50. La mejor exposición, fácilmente accesible, es la de A. Gerken, Theologie der Eucharis- de la eucaristía. La posibilidad de la presencia de Dios y
íie. Munich 1973, 61-156. Para profundizar en aspectos concretos, cf. los trabajos de J. Betz en
LThK 111,1142-1157; la eucaristía como misterio central en MS IV/2, 1973, 185-319 (con toda de su mundo, oculta pero sumamente real, se debe, se-
la historia de los dogmas); la eucaristía en la Escritura y la patrística: Handbuch der Dogmen-
geschichte IV/4a, Friburgo 1979.
gún la fe cristiana, a la acción del Espíritu divino.

200 201
Se da la mano, de feliz manera, con esta concepción te y conceden, en cambio, importancia primordial al
la idea judía de la presencia real de acontecimientos pensamiento de la encarnación. Los teólogos antioque-
pertenecientes al pasado cuando se los recuerda en pre- nos se concentraron, por su parte, en la identidad del
sencia de Dios. Esta mentalidad se acopló bien con el cuerpo eucarístico de Jesús con su cuerpo histórico y
concepto griego de la anamnesis y lo amplió hasta veían en la anamnesis (sobre todo Juan Crisóstomo) la
adecuarlo a la visión de la historia habitual para los ju- actualización del acto redentor de la cruz. Consideraban
díos: ahora podía ya creerse que estaban realmente pre- que se daba aquí cumplimiento a la promesa de Mal 1,11
sentes en la copia o imagen no sólo Dios por su Santo (un pasaje bíblico de gran importancia para los padres
Espíritu y las personas divinizadas, sino también acon- de la Iglesia). Designaban a la eucaristía, a partir de
tecimientos, hechos poderosos de Dios ocurridos en la Did.14,1, como sacrificio (prosphora, sacrificium, obla-
historia. Esta presencia en la imagen o el símbolo era, do). Llamaban a la presentación de los dones offerre,
como ya se ha dicho, provisional y oculta, pero sería aunque con ello no pretendían instituir un sacrificio
erróneo afirmar que está sólo en imagen, o que es sólo nuevo y propio junto a la cruz de Jesús. Declararon
simbólica, porque en esta línea de pensamiento puede expresamente que los dones se toman de algo que ya de
decirse que cuanto más espiritual es algo, más real es. antemano pertenece en su totalidad a Dios; en realidad,
Cuando los teólogos de la edad antigua hablaron de la los ponían ante la mirada de Dios en actitud de recuer-
presencia de Jesucristo en imagen, en alegoría, en sím- do: memores offerimus. En esta atención preferente a
bolo, etc., no pretendían en modo alguno insinuar una los dones materiales subyace, indudablemente, una ten-
disminución de la realidad, sino más bien expresar la dencia antignóstica. Pero la eucaristía realiza ante todo
esperanza de que sería posible alguna vez el encuentro el sacrificio espiritual, en el sentido de IPe, 2,5 o de Heb
cara a cara, sin velos, en la eternidad de Dios. 13,15, como sacrificio de alabanza de todos los concele-
Al referirse los teólogos griegos, desde Justino a Cri- brantes por los hechos poderosos de Dios, comenzando
sóstomo, desde los alejandrinos a los antioquenos, a la por la creación y llegando a su punto culminante en el
presencia verdadera de Jesucristo y a su acción salva- acontecimiento de Cristo.
dora, ponían el acento —cada uno según sus peculiares Para los teólogos latinos, como Tertuliano y Ci-
intereses— en la persona de Jesús o en su obra reden- priano, en la ofrenda por separado de los dos dones hay
tora. Las afirmaciones sobre la presencia real de Jesús una alusión a la pasión y muerte de Jesús. El interés por
en la eucaristía muestran que ya desde fechas muy tem- los «elementos» es mucho más acentuado en ellos que
pranas (Justino, Ireneo, Tertuliano, Ambrosio) se creyó en los griegos. Ambrosio (t 397) bosqueja una teoría
en una transformación de los dones. El texto bíblico expresa de la tranformación (metabolismo). Aparece
básico en que se fundamentaba esta creencia era Jn 6. también entre los latinos, hacia el año 400, y en menos-
La reflexión teológica sobre este aspecto de la eucaristía cabo de la epiclesis, la idea de que el relato mismo de la
avanzó, como es natural, al mismo paso que el desarro- institución tiene efectos consacratorios. Pero en todas
llo de la cristología. Cuando los teólogos alejandrinos partes y todos los teólogos afirman que el hecho actua-
(Clemente, Orígenes, Cirilo de Alejandría) entienden la lizador debe atribuirse a la acción del Espíritu Santo y
eucaristía como la venida del Logos divino al pan y la que en él es Jesucristo, según la carta a los Hebreos, el
comunicación con el Logos como el aspecto esencial, auténtico liturgo, que incluye a los hombres en la glorifi-
sitúan en un muy segundo plano la memoria de la muer- cación del Padre.

202 203
Agustín merece, desde dos puntos de vista, una ante todo y sobre todo por la presencia real y por la
mención especial. Por un lado, analizó con singular pe- perceptibilidad de Dios en el sacramento, tanto más se
netración la presencia de la realidad divina y original en agravaba la crisis del pensamiento simbólico. Pueden
su copia o imagen sacramental (cf. supra 4.1 y 4.2.2) y lo seguirse los primeros pasos de este proceso ya desde el
hizo, además, pensando expresamente en la eucaristía. siglo v. Cuanto más retrocedía —en virtud de un senti-
Por otro lado, ofreció una visión sintetizadora de la miento de radical temor y veneración— la práctica de la
teología sacramental y de la eclesiología centrada en el comunión frecuente en el pueblo cristiano, más se en-
cuerpo de Cristo. En la eucaristía se contiene y está cumbraba la posición del celebrante. En las regiones
siempre presente Cristo entero, el cuerpo individual de donde no se entendía la lengua utilizada en la liturgia,
Jesús y el cuerpo místico universal que es la Iglesia. Es el como por ejemplo en los pueblos que suelen englobarse
sacramento del totus Christus, caput et corpus; la euca- bajo el concepto colectivo de «germanos», crecía el de-
ristía existe precisamente para que se forme la Iglesia seo de ver cosas sensibles, de una especie de escenifica-
una y santa; esta Iglesia es, pues, la realidad interna de ción dramática de la liturgia. Se puso así en marcha un
la gracia de la eucaristía querida por Dios, la res de este proceso en el curso del cual ya no se contemplaba la
sacramento. No hay aquí una supravaloración de la Igle- eucaristía como inserta en la dinámica trinitaria de
sia en el sentido de una autoglorificación autónoma, alabanza, recuerdo y súplica, sino que se la consideraba
porque el principal agente sigue siendo siempre su ca- como el medio preferido de la transmisión de la gracia,
beza y, sin Jesucristo, la Iglesia nada puede. Era inevita- que se da «desde arriba» (primeros planteamientos en
ble que estas dos concepciones tuvieran consecuencias Isidoro de Sevilla, t 636).
negativas, sobre todo porque no se entendió bien el pen- Tuvo graves consecuencias la aceptación de la refor-
samiento original de Agustín. El hecho de que su teolo- ma de la liturgia romana en Francia, país en el que sólo
gía del símbolo y de la imagen tuviera mayor éxito que muy toscamente podían entenderse los contenidos
otras teologías se debe simplemente a que en la edad teológicos de aquella reforma 51 . «Del mismo modo que
media Agustín fue la máxima autoridad teológica des- junto al sacrificio único y definitivamente válido de Je-
pués de la Biblia. Su concepción eclesial de la eucaristía sucristo se configuró la idea de la misa como sacrificio
impulsó la opinión de que, además de la actualización nuevo y hasta independiente, otro tanto ocurrió con el
del sacrificio de la cruz, la Iglesia se ofrece a sí misma en sacerdocio: junto al sacerdote y mediador único Jesu-
sacrificio y actúa, sacrificándose, a una con Jesucristo. cristo aparecen ahora otros sacerdotes, que se llaman
también mediadores» 52 .
En los siglos VIII-IX, y en el marco de las penitencias
8.4.2. Concentración en la presencia real según tarifa (cf. infra 9.4), se implantó la celebración de
la eucaristía como medio expiatorio 53 . El antiguo sacri-
La teología de la eucaristía no supo conservar ni
51. J.A. Jungmann, Von der «Eucharistie» zur «Messe», «Zeitschrift für kath. Theologie»
siempre ni en todas partes aquel alto rango espiritual y 89(1967)29-40; H.B. Meyer, en TRE I, 1977. 278-282; A. Angenendt, Theologie und Liturgie
el carácter relativamente unitario que había tenido en der mittelalterlichen Toten-Memoria, en Memoria, dir. por K. Schmid-J. Wollasch, Mu-
nich 1984, 79-199, aquí, sobre la eucaristía, 143-148.
los teólogos griegos y en Agustín. Cuanto más acusada 52. A. Angenendt, Missa specialis. Zugleich ein Beitrag zur Entstehung der Privatmessen,
en Frühmittelalterliche Studien, dir. por K. Hauck, vol. 17, Berlín 1983, 153-221, aquí 217, con
fue la evolución de un pensamiento sacramental realísti- documentación.
co —basado en los dogmas cristológicos—, interesado 53. Ibídem, 213.

204 205
ficio cristiano, que había sido entendido en sentido espi- y de la sangre de Jesucristo. Por consiguiente, su cuerpo
ritual como expresión de unos sentimientos enteramente y su sangre están ocultos, a una con su poder divino,
volcados en Dios, y que en virtud del sacerdocio común bajo los velos de estas figuras. Según esto, no se puede
había sido realizado ante todo como sacrificio de decir que se ha recibido verdaderamente (in veritate) el
alabanza 54 , se convirtió en la época carolingia en un sa- cuerpo de Jesucristo, sino que se le recibe más bien en
crificio expiatorio presentado única y exclusivamente figura, en imagen, en misterio y en poder. Con estas
por el sacerdote. Este cambio en la perspectiva teológica ideas no pretendía Ratramno negar una presencia ver-
fue una de las razones fundamentales de la implantación dadera del cuerpo de Jesucristo, sino que intentaba tan
de la práctica de la misa privada diaria de los sacer- sólo rechazar la plena identificación del cuerpo histórico
dotes 55 . con el eucarístico. Siguiendo esta línea de pensamiento,
En conexión con esta evolución crítica y con la in- rechazaba también la afirmación de una nueva y diaria
capacidad de entender la acción litúrgica simbólica y los pasión: prefería hablar de una repraesentatio en misterio
símbolos de los dones como símbolos reales, surgió la de la pasión y muerte sufrida una vez por siempre. Es,
pregunta de una explicación más exacta de la presencia pues, falso calificar de «simbolista» la concepción de
real de Jesucristo en el sacramento; es decir, el tema de Ratramno 56 .
la «presencia real» pasó a convertirse en el problema La segunda controversia sobre la cena fue provocada
capital de la teología eucarística de la edad media. Esta por el canónigo Berengario de Tours (t 1088), cuando,
preocupación estuvo en el origen de dos controversias amparándose en la autoridad de Agustín y de Ratram-
en torno a la cena y más tarde de dos decisiones eclesia- no, negó la presencia real del cuerpo de Jesucristo en la
les a las que pudo remitirse después el magisterio oficial eucaristía, porque este cuerpo glorificado no puede
de la Iglesia. La primera de estas controversias fue de- «descender» del cielo antes del fin del mundo. A partir
sencadenada por Pascasio Radberto (t hacia el 859), de la figura aparente del pan y del vino intentó aducir la
abad del monasterio benedictino de Corbie, venerado prueba filosófica de que la eucaristía no modificaba en
como santo por la Iglesia. En su primera monografía nada este pan y este vino y recurrió para ello a los con-
sobre la eucaristía llegada hasta nosotros, De corpore et ceptos de «substantia», la esencia espiritual, la realidad
sanguine Domini, defendía la plena identidad del cuerpo espiritual de una cosa, y «accidentes», la apariencia ex-
del Jesucristo histórico, nacido de María, y el cuerpo terior cuyos diversos componentes (tamaño, peso, co-
eucarístico, y entendía la repetición diaria de la pasión y lor, gusto, etc.) están como soportados y cohesionados
muerte de Cristo en la misa como una verdadera in- por la esencia espiritual. Berengario consideraba el pan
molación (mactatio). En sentido contrario, el monje Ra- y el vino de la eucaristía como figuras del cuerpo de
tramno, del mismo monasterio (t después del 867) re- Jesucristo y su recepción como medio de unirse espi-
dactó, a instancias del rey, un escrito, igualmente titula- ritualmente con el Resucitado en el cielo. Estas ideas
do De corpore et sanguine Domini, en el que se dice que fueron condenadas en cuatro sínodos entre 1047 y 1054.
el pan y el vino no son modificados por la transforma- El año 1059 Berengario tuvo que suscribir, en un sínodo
ción y son, por tanto, sólo «figuras» (figurae) del cuerpo celebrado en el Laterano de Roma, una confesión en la

54. Así todavía Beda (t 735); cf. A. Angenendt, ibídem, 176 y 219.
55. A. Angenendt, o . c , analiza en este contexto el problema de los estipendios de las 56. K. Vielhaber, Rathramnus, en LThK VIII,1001s, también en cuanto a las condenas
misas en su perspectiva histórica. injustificadas.

206 207
que se decía que después de la consagración el pan y el la teología del símbolo real. No puede negarse, por otra
vino no eran ya un sacramento, sino el verdadero cuerpo parte, que al recurrir a la idea de la filosofía popular de
y la verdadera sangre de Jesucristo y que este cuerpo y una realidad espiritual definitiva, que se halla en el fon-
esta sangre son movidos por las manos del sacerdote y do de todas las cosas, se había superado el crudo realis-
desgarrados por los dientes de los fieles «no sólo en el mo, expuesto a las peores interpretaciones, de la fórmu-
sacramento, sino en realidad» (non solum in sacramen- la del año 1059. Si la presencia de Jesucristo, también de
to, sed in veritate!) (DS 690). De regreso en su patria, su cuerpo, era contemplada en una dimensión espiritual
Berengario se detractó de aquella confesión, lo que mo- —y el concepto de substancia sólo expresa, en efecto,
tivó que en un sínodo romano del 1079 tuviera que sus- una dimensión de este género— quedan excluidos los
cribir nuevamente la siguiente fórmula: «Yo Beren- conceptos corporales y espaciales, también el de un
gario, creo de corazón y confieso de boca que el pan y el «descenso» del cuerpo glorioso desde un cielo situado
vino que se ponen en el altar, por el misterio de la sagra- más allá del universo. Al menos no se bloqueaba la po-
da oración y por las palabras de nuestro redentor, se sibilidad de distanciarse del medio de la gracia y de re-
convierten sustancialmente en la verdadera, propia y vi- conquistar la inmanencia y la acción del Espíritu divino
vificante carne y sangre de Jesucristo Nuestro Señor, y en el símbolo real. El concepto de substancia, estático y
que después de la consagración son el verdadero cuerpo atemporal, no era ni es el adecuado para expresar la
de Cristo que nació de la Virgen y que, ofrecido por la idea de que se hacen realmente presentes acontecimien-
salvación del mundo, estuvo pendiente en la cruz y está tos históricos y una persona humana con sus circunstan-
sentado a la diestra del Padre; y la verdadera sangre de cias, relaciones, su biografía, etc.
Cristo, que se derramó de su costado, no sólo por el
signo y virtud del sacramento, sino en la propiedad de la
naturaleza y la verdad de la sustancia, como en este 8.4.3. La teología escolástica acerca de la eucaristía
breve se contiene, y yo he leído y vosotros entendéis.
Así lo creo y en adelante no enseñaré contra esta fe. Así La «cosificación» de las doctrinas sobre la eucaristía
Dios me ayude y estos santos Evangelios de Dios» (DS dio nuevos pasos cuando en el siglo XII la teología es-
700; Dz 355). colástica introdujo en la sacramentología el binomio
En este juramento se utilizan conceptos que ya ha- conceptual de «materia» y «forma» (cí.supra 4.2.3.). Se
bían empleado los adversarios de Berengario, Lanfran- consideró como materia del sacramento de la eucaristía
co de Bec (t 1089) y Guitmundo de Aversa (t 1085): las el pan y el vino; el principio formal esencial estaba cons-
sustancias terrenas se transforman (mientras que perma- tituido por las palabras de la institución, es decir, las
necen las figuras o especies exteriores). Según esto, y palabras pronunciadas por Jesús en primera persona:
en cuanto al contenido mismo, aparecen aquí ya la doc- «Esto es ...» Se creía que ellas, y sólo ellas, producen
trina de la transubstanciación (aunque este sustantivo la transformación substancial y, con ello, la presencia
fue utilizado por vez primera hacia 1140-1142 por Orlan- del cuerpo y de la sangre de Jesucristo. En esta perspec-
do Bandinelli, más tarde Alejandro m). tiva, es perfectamente comprensible que la atención se
La contraposición entre signum y virtus sacramenti, concentrara aún más en el sacerdote oficiante, en su
por un lado, y proprietas naturae y ventas substantiae, potestad y en su rectitud de intención. El tema de la fe
por el otro, muestra hasta qué punto se había perdido ya en la eucaristía fue estudiado en el contexto de la recep-

208 209
ción de la comunión. Las celebraciones eucarísticas co- dactó en 1215 una confesión de fe, en la que respecto de
munitarias se redujeron en la teología escolástica (que la eucaristía se dice:
era una teología de y para monjes y sacerdotes) «a cier-
tas acciones sacramentales del clero y la "devoción de la «Y una sola es la Iglesia universal de los fieles, fuera de la cual
misa" de los laicos»57. nadie absolutamente se salva y en ella el mismo sacerdote es sacrificio,
Hubo dos factores, en este contexto, que desem- Jesucristo, cuyo cuerpo y sangre se contiene verdaderamente en el
sacramento del altar bajo las especies de pan y vino, después de tran-
bocaron en la formación de la «doctrina de la conco-
sustanciados, por virtud divina, el pan en el cuerpo y el vino en la
mitancia», en virtud de la cual la comunión con el cáliz sangre, a fin de que, para acabar el misterio de la unidad, recibamos
quedaba en la edad media reservada exclusivamente a nosotros de lo suyo lo que él recibió de lo nuestro. Y este sacramento
los sacerdotes celebrantes, y en el deseo de poder ver y nadie ciertamente puede realizarlo sino el sacerdote que hubiere sido
recibir al Cristo entero, con su divinidad y su humani- debidamente ordenado, según las llaves de la Iglesia, que el mismo
Jesucristo concedió a los apóstoles y a sus sucesores...» (DS 802; Dz
dad. En el siglo XII se confeccionó la lista de las «partes» 430).
de que se componía el Christus totus: cuerpo, sangre,
alma y divinidad. La doctrina de la concomitancia o de
la coactualización quería decir que, en virtud de las pa- En contra de las ideas de Juan Wyclif y Juan Hus, el
labras de la consagración, y en el nivel de la esencia concilio de Constanza defendió en 1415 (DS 1198; Dz
espiritual, de la substancia, el pan se convierte en el 581ss) y en 1418 (DS 1257; Dz 666ss) la doctrina de la
cuerpo de Jesucristo y el vino en su sangre. Pero dado concomitancia y, además, en 1418, contra Wyclif, la
que el cuerpo y la sangre están indisolublemente unidos presencia real (DS 1256; Dz 666).
con las otras realidades (la sangre forma parte del cuer- El concilio de Florencia, en su Decreto para los ar-
po, la humanidad de la divinidad, sin mezcla ni confu- menios de 1439, destinado a servir de base y fundamento
sión, pero también sin separación, como reza el dogma para la unión de las respectivas Iglesias, hizo suya la
cristológico) también éstas se hacen presentes cuando se doctrina de Tomás de Aquino (t 1274) sobre la eucaris-
pronuncian las palabras de la consagración, de modo tía. Aparecen aquí claramente los elementos escolásti-
que en cada «parte» está presente Cristo entero y, al cos: materia, forma, transubstanciación, concomitancia.
privar a los laicos de la comunión del cáliz, se creía que, Figura aquí, por vez primera en un documento del ma-
en realidad, no se les privaba de nada. gisterio oficial, la formulación de que en la consagración
el sacerdote actúa in persona Christi. El texto se
Las concepciones escolásticas han tenido eco en al-
apoyaba en la errónea traducción latina de 2Cor 2,10,
gunas declaraciones del magisterio oficial de la Iglesia.
donde Pablo dice haber perdonado in persona Christi
El papa Inocencio III insistía en 1208, en una confesión
(= en presencia de Cristo). También aquí habló por vez
de fe expresamente redactada contra los valdenses, en
primera un concilio del efecto de la gracia de la eucaris-
las condiciones para una celebración válida de la euca-
tía. El texto, ligeramente abreviado, dice así:
ristía: el sacerdote ordenado (con independencia de sus
prendas morales), las palabras de la consagración y la
recta intención del celebrante (DS 794; Dz 424). Frente «El tercer sacramento es el de la eucaristía, cuya materia es el pan
a los errores de su tiempo, el concilio IV de Letrán re- de trigo y el vino de vid, al que antes de la consagración debe añadirse
una cantidad muy módica de agua. Ahora bien, el agua se mezcla
porque ... se cree que el Señor mismo instituyó este sacramento en
57. H.B. Meyer, en TRE I, 1977, 281. vino mezclado de agua; luego, porque así conviene para la represen-

210 211
tación de la pasión del Señor... Ya también, porque conviene para Tomás de Aquino 60 . Como en aquel entonces se ignora-
significar el efecto de este sacramento, que es la unión del pueblo
cristiano con Cristo. ... La forma de este sacramento son las palabras ba el significado de los conceptos de «cuerpo» y «san-
con que el Salvador consagró este sacramento, pues el sacerdote con- gre» en el contexto hebreo-arameo de Jesús, se veía en
sagra este sacramento hablando en persona de Cristo. Porque en vir- la actualización o representación por separado del cuer-
tud de las mismas palabras, se convierten la sustancia del pan en el po y de la sangre la actualización de su muerte violenta
cuerpo y la sustancia del vino en la sangre de Cristo; de modo, sin
embargo, que todo Cristo se contiene bajo la especie de pan y todo en cruz y, justamente en ello y por ello, el carácter sacri-
bajo la especie de vino. También bajo cualquier parte de la hostia ficial de la eucaristía 61 . Se sentaban así las bases para las
consagrada y del vino consagrado, hecha la separación, está Cristo posteriores teorías sobre el sacrificio de la misa.
entero. El efecto que este sacramento obra en el alma del que digna- En su teología sacramental, esquemática y a menudo
mente lo recibe, es la unión del hombre con Cristo. Y como por la
gracia se incorpora el hombre a Cristo y se une a sus miembros, es con apariencias de artificiosa, la escolástica conservó
consiguiente que por este sacramento se aumente la gracia en los que perspectivas de la tradición que pudieron desempeñar
dignamente lo reciben; y todo el efecto que la comida y la bebida un importante papel en los posteriores movimientos de
material obran en cuanto a la vida corporal, sustentando, aumentan- renovación. Así ocurrió, en concreto, con la doctrina
do, reparando y deleitando, este sacramento lo obra en cuanto a la
vida espiritual. En él, como dice el papa Urbano, recordamos agra-
sobre la eucaristía. Entran en este apartado los concep-
decidos la memoria de nuestro Salvador, somos retraídos de lo malo, tos de sacramentum y de res (véase supra, 4.2.3). El pan
confortados en lo bueno, y aprovechamos en el crecimiento de las y el vino son sólo signo sacramental (sacramentum tan-
virtudes y de las gracias» (DS 1320-1322; Dz 698)58. tum). Es res et sacramentum o efecto sacramental inter-
medio, el corpus Christi verum, la verdadera presencia
En este texto se advierte claramente el gran distan- del cuerpo de Cristo. La realidad última y definitiva, la
ciamiento que se había producido ya entre la doctrina res, tiene dos aspectos, uno señalado por el sacramento
sacramental y la doctrina del sacrificio de la misa. No es y contenido en él, a saber, el mismo Jesucristo, y otro
que esta última estuviera ausente en la teología escolás- también señalado pero no contenido, es decir, el corpus
tica, pero en el decreto de Florencia figura sólo en el Christi mysticum o comunidad-comunión de los san-
contexto de la mezcla de vino con agua (véase el texto tos 62 . Se conservaba así, pues, la interconexión entre la
latino en DS 1320). eucaristía y la Iglesia, tan importante en la antigüedad 63 .
En la doctrina del sacrificio de la misa la escolástica En la doctrina sobre el signum se mantenía, de forma
introdujo conceptos que fueron muy fecundos en épocas condensada, la dimensión histórica, pues la eucaristía en
posteriores. Mantuvo firmemente la idea de la memoria cuanto signum rememorativum es el signo de la acción
(recuerdo, conmemoración, memorial) y habló, ade- salvífica de Dios en Jesucristo, llevada a cabo de una vez
más, de repraesentatio (representación, actualización) por siempre, en cuanto signum demonstrativum señala la
del sacrificio de la cruz (así Pedro Lombardo, obispo de acción salvífica actual de Dios en los hombres y en cuan-
París, t 1160)59 y de applicatio passionis Christi ad nos to signum prognosticum anticipa la plenitud de la salva-
(aplicación a nosotros de la pasión de Cristo), según ción en el banquete del reino de Dios 64 . Existe unani-

58. Tomás de Aquino expone el efecto de la gracia de la eucaristía de una manera aún más 60. Post. super Jo 61,6.
radical que el concilio de Florencia en el texto citado: «Efectus proprius eucharistiae est 61. Tomás de Aquino, S. th. III, q. 79, a. 7; q. 83, a. 1.
transformatio hominis in Deum» (ln IVSenl., d. 12, q. 2, a. 1). El concilio pasó también por 62. Ibídem, q. 73, a. 6; q. 80, a. 4.
alto el perdón de los pecados, que Tomás enumeraba, de forma destacada, entre los efectos 63. Cf. H. de Lubac, Corpus mysticum. Kirche und Eucharistie im Mittelalter, Einsiedeln
de este sacramento (Exp. super ls 4 in fine; Opuse. 57, c. 24). 1969.
59. IV Senl., d. 12, c. 5. 64. Tomás de Aquino, S. th. III, q. 60, a. 3.

212 213
midad de pareceres entre los investigadores de la histo- Para Martín Lutero, los relatos neotestamentarios
ria de la teología acerca de la decadencia de la posterior sobre la cena y el discurso del pan de Jn 6 eran un funda-
doctrina escolástica sobre la eucaristía, de la «desorgani- mento seguro para hacer de la presencia real del cuerpo
zación de la práctica de la misa» y de la necesidad de una y de la sangre el centro de sus afirmaciones sobre este
reforma. No debe, sin embargo, achacarse la responsa- sacramento. Entendió siempre las palabras «Esto es...»
bilidad de esta evolución negativa exclusivamente a la de los relatos de institución como identificación real.
teología escolástica, pues en conjunto fue «más abierta» Respecto de la doctrina de la transustanciación, vio en
de lo que la escolástica tardía y la neoescolástica parecen ella una simple opinión privada, que él personalmente
querer admitir. rechazaba. Su propia y precavida concepción partía de
una permanencia del pan y del vino junto con el cuerpo
y la sangre de Jesús (consustanciación). La presencia
8.4.4. La doctrina reformista sobre la cena del cuerpo y la sangre de Cristo glorificado significaba
para él también la presencia de la divinidad, de cuya
Las teologías de los reformadores sobre la cena se omnipresencia participa también el cuerpo glorioso de
caracterizan por una orientación básica a la palabra de Jesús (doctrina de la ubicuidad), que a su vez, y desde
Dios, a la fe y al perdón de los pecados, de modo que Cristo, está unido en el sacramento del altar con el pan y
pasan a un segundo plano los sacramentos como garan- el vino. Del texto literal «tomad y comed» extraía Lu-
tía de las promesas divinas (cf. supra 4.2.4) 65 . Pero en el tero la conclusión de que el sacramento es un suceso
curso de los ataques a la teología eucarística de la Iglesia limitado: la promesa de la presencia de Jesús sería válida
católica, los reformadores señalaron algunas enseñanzas sólo para el usus, esto es, para el tiempo que va desde la
concretas, estrechamente vinculadas a la praxis, que, en pronunciación de las palabras de la institución hasta la
su opinión, constituían peligrosas desviaciones respecto consumición. Lutero rechazó la piedad eucarística surgi-
de la verdadera fe cristiana. Figuraban en este apartado da de la costumbre de guardar las hostias consagradas
la doctrina de la transustanciación, la teología del sacri- para los enfermos, que originó formas de piedad tales
ficio de la misa —que era la que más escándalo les como la devoción al Santísimo Sacramento y las pro-
causaba, porque desvalorizaba el acontecimiento sin- cesiones eucarísticas, porque en la institución no se dice
gular y único de la cruz y la que más fuerte impulso nada acerca de ellas. Respecto del carácter sacrificial de
proporcionaba a la mentalidad religiosa del mérito— y la misa, lo único que admitía era que se trata de un
la teoría de la concomitancia. sacrificio de acción de gracias por lo que en ella se con-
memoraba.
No existía, en cambio, opinión unánime entre los
reformadores respecto del concepto de la cena, de suer- Huldrych Zuinglio admitió una presencia del Dios
te que surgieron nuevos enfrentamientos en el seno de Trino en los hombres, pero localizó el cuerpo glorioso
las Iglesias evangélicas, perpetuados hasta nuestros días, de Cristo en el cielo, de donde no puede descender real
en torno a la comunidad de la cena 66 . y esencialmente al pan. Según Jn 6,63 tampoco el alma
humana puede nutrirse con la carne de Cristo. Por con-
65. Cf. la síntesis de J. Betz en MS IV/2. 243-247.
66. Para la situación actual de los problemas, cf. bibliografía II; para una primera infor- res sobre la última cena me he basado en la precisa síntesis de J. Betz en MS IV/2,247-251 (con
mación, por ejemplo, G. Wainwright en E K L I , 1986, 29-82, que incluye también los textos de datos sobre las fuentes). Más detallado U. Kühn, Sakramente.
Lima. Para la exposición, forzosamente muy resumida, de las concepciones de los reformado-

214 215
siguiente, el pan de la cena no es el cuerpo de Cristo expresan sólo una venerable tradición, de suyo reforma-
sino, al igual que el vino, un signo de recuerdo que sirve ble, que se quería defender frente a las innovaciones.
de apoyo a la fe («esto es» equivaldría a «esto signi- Los capítulos o exposiciones doctrinales pretendían ex-
fica»). Sólo la fe puede producir una presencia in- poner de la forma más exacta y detallada los fundamen-
mediata de Cristo entero en el alma humana. Debe re- tos en que se apoyan los cánones.
chazarse, según Zuinglio, el carácter sacrificial de la mi-
sa, porque el sacrificio de Jesús fue singular y único y los
hombres sólo pueden darle la respuesta de su recuerdo y 8.4.5. La presencia real
su agradecimiento.
Juan Calvino se propuso lanzar un puente de unión En su sesión x m , del año 1551, el concilio de Trento
entre Lutero y Zuinglio. El sacramento está vinculado a aprobó un Decreto sobre la eucaristía61. La tarea más
una acción de Dios por el Espíritu Santo y señala, garan- dificultosa fue la formulación de los 11 cánones sobre
tizándola, esta acción de Dios, de modo que no es mera esta materia. Estaban precedidos de 8 capítulos doctri-
señal o simple referencia, aunque tampoco un «medio nales, elaborados en un corto período de tiempo y, aun-
de la gracia». Es cierto que, en virtud de este sacramen- que no tienen la misma autoridad doctrinal que los cá-
to, se recibe realmente el cuerpo y la sangre de Jesús, nones, revisten importancia para su correcta interpre-
pero no bajo la forma de un gustar con la boca. Esta tación. Citamos a continuación, en su tenor literal, estos
concepción de la presencia real sustancial, en la que Je- textos, todavía hoy relevantes para una teología de la
sucristo estaría como encerrado bajo elementos perece- eucaristía.
deros, era para él algo perverso y suponía una humilla-
ción de Cristo. También Calvino sitúa el cuerpo glorioso «Capítulo 1. De la presencia real de Nuestro Señor Jesucristo en el
de Cristo en el cielo; es el Espíritu Santo quien produce santísimo sacramento de la eucaristía. Primeramente enseña el santo
la participación con él en la comunión y quien eleva Concilio, y abierta y sencillamente confiesa, que en el augusto sacra-
mento de la eucaristía, después de la consagración del pan y del vino,
hasta Cristo a quienes le reciben con fe, de suerte que se contiene verdadera, real y sustancialmente (canon 1) nuestro Señor
reciben no la carne de Cristo, pero sí la posibilidad de Jesucristo, verdadero Dios y hombre, bajo la apariencia de aquellas
vivir de la sustancia de su carne. cosas sensibles. Porque no son cosas que repugnen entre sí que el
mismo Salvador nuestro esté siempre sentado a la diestra de Dios
El concilio de Trento (1545-1563) quiso responder a Padre, según su modo natural de existir, y que en muchos otros lu-
los ataques y los interrogantes de los reformadores e gares está para nosotros sacramentalmente presente en su sustancia,
incluyó desde el primer momento a la eucaristía entre por aquel modo de existencia, que si bien apenas podemos expresarla
las cuestiones más importantes. Pero sobre la base de la con palabras, por el pensamiento, ilustrado por la fe, podemos alcan-
teología medieval y tardomedieval no le resultaba posi- zar ser posible a Dios y debemos constantísimamente creerlo» (pri-
mera parte del capítulo: DS 1636; Dz 874).
ble hablar de la eucaristía con visión unitaria,, de modo
que la analizó por partes. El concilio adoptó para sus
declaraciones doctrinales una forma literaria invariable
y constante. Las doctrinas que son obligatorias para los
67. Para la historia: H. Jedin, Geschichte des Konzils von Trient, 3 vois., Friburgo
católicos se condensaban en breves sentencias (cá- 1951-1970; A. Duval (véase bibliografía I); para la interpretación de la doctrina sobre la
nones). Aquí los investigadores deben analizar, caso por eucaristía: K. Rahner, La presencia de Cristo en el sacramento de la cena del Señor, en
Escritos IV, 367-396; J. Wohlmuth, Realprdseni und Transsubstantialion im Konzil von
caso, si estos cánones formulan un dogma irrefutable o Trient, 2 vols., Berna-Francfort 1975.

216 217
Se rechazan aquí las ideas de Zuinglio y de Calvino En el capítulo 5, dedicado al culto y veneración de
sobre la presencia de Jesucristo. este sacramento, se encuentra la notable frase A Do-
El capítulo segundo se refiere a la institución de la mino, ut sumatur, institutum, es decir, que fue «institui-
eucaristía. Y sigue el capítulo 3: do por el Señor para ser recibido» (DS 1643; Dz 878). El
capítulo 6 habla del modo de reservar el sacramento; el
«Capítulo 3. De la excelencia de la santísima eucaristía sobre los capítulo 7 trata de la preparación para recibir dignamen-
demás sacramentos. Tiene, cierto, la santísima eucaristía de común
con los demás sacramentos "ser símbolo de una cosa sagrada y forma te al Señor y el capítulo 8 del «uso» o «disfrute», en el
visible de la gracia invisible"; mas se halla en ella algo de excelente y que se expresa la importante interconexión entre la co-
singular, a saber: que los demás sacramentos entonces tienen por vez munión sacramental y la espiritual (DS 1648; Dz 881; cf.
primera virtud de santificar, cuando se hace uso de ellos; pero en la infra 8.4.9).
eucaristía, antes de todo uso, está el autor mismo de la santidad (ca-
non 4). Todavía, en efecto, no habían los apóstoles recibido la eucaris- Los cánones de mayor trascendencia teológica son
tía de mano del Señor, cuando él, sin embargo, afirmó ser verdadera- los siguientes:
mente su cuerpo lo que les ofrecía; y ésta fue siempre la fe de la Iglesia
de Dios: que inmediatamente después de la consagración está el ver- «Canon 1. Si alguien negare que en el santísimo sacramento de la
dadero cuerpo de Nuestro Señor y su verdadera sangre juntamente eucaristía se contiene verdadera, real y sustancialmente el cuerpo y la
con su alma y divinidad bajo la apariencia del pan y del vino; cier- sangre, juntamente con el alma y la divinidad, de nuestro Señor Jesu-
tamente el cuerpo bajo la apariencia de pan y la sangre bajo la cristo y, por ende, Cristo entero; sino que dijere que sólo está en él
apariencia de vino en virtud de las palabras; pero el cuerpo mismo como en señal y figura o por su eficacia, sea anatema» (DS 1651; Dz
bajo la apariencia del vino y la sangre bajo la apariencia del pan y el 883).
alma bajo ambas, en virtud de aquella natural conexión y concomitan- «Canon 2. Si alguien dijere que en el sacrosanto sacramento de la
cia por la que se unen entre sí las partes de Cristo Señor que resucitó eucaristía permanece la sustancia de pan y de vino juntamente con el
de entre los muertos para no morir más; la divinidad, en fin, a causa de cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesucristo, y negare aquella ma-
aquella su maravillosa unión hipostática con el alma y con el cuerpo ravillosa y singular conversión de toda la sustancia del pan en el cuer-
(cánones 1 y 3). Por lo cual es de toda verdad que lo mismo se contiene po y de toda la sustancia del vino en la sangre, permaneciendo sólo las
bajo una de las dos especies que bajo ambas especies. Porque Cristo, especies de pan y vino; conversión que la Iglesia católica aptísimamen-
todo e íntegro, está bajo la especie del pan y bajo cualquier parte de la te llama transustanciación, sea anatema» (DS 1652; Dz 884).
misma especie, y todo igualmente está bajo la especie de vino y bajo
»Canon 3. Si alguno negare que en el venerable sacramento de la
las partes de ella (canon 3)» (Ds 1639-1641; Dz 876).
eucaristía se contiene Cristo bajo cada una de las especies y bajo cada
una de las partes de cualquiera de las especies hecha la separación, sea
anatema» (DS 1653; Dz 885).
Se trata, pues, de un capítulo en el que se expone la
doctrina de la concomitancia. El siguiente está dedicado
a la transustanciación: Hay también declaraciones sobre el tema de la con-
comitancia en la doctrina sobre la comunión bajo ambas
«Capítulo 4. De la transustanciación. Cristo, Redentor nuestro,
especies, ultimada por el concilio en su sesión XXI del
dijo ser verdaderamente su cuerpo lo que ofrecía bajo la apariencia de año 1562 (DS 1731-1734; Dz 934-936).
pan; de ahí que la Iglesia de Dios tuvo siempre la persuación y ahora
nuevamente lo declara en este santo concilio, que por la consagración «Canon 4. Si alguno dijere que, acabada la consagración, no está el
del pan y del vino se realiza la conversión de toda la sustancia del pan cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesucristo en el admirable sacra-
en la sustancia del cuerpo de Cristo, Señor nuestro, y de toda la sus- mento de la eucaristía, sino sólo en el uso, al ser recibido, pero no
tancia del vino en la sustancia de su sangre. La cual conversión, propia antes o después, y que en las hostias o partículas consagradas que
y convenientemente, fue llamada transustanciación por la santa Iglesia sobran o se reservan después de la comunión, no permanece el verda-
católica (canon 2)» (DS 1642; Dz 877). dero cuerpo del Señor, sea anatema» (DS 1654; Dz 886).

218 219
Con esta sentencia doctrinal se pretendía rechazar la
gar, a propósito del tratamiento otorgado a la tradición
opinión luterana de que, con la comunión recibida en
bíblica y viejotestamentaria, a la que ciertamente se
la celebración litúrgica, llegaba a su fin la presencia real.
acercaron con el máximo conocimiento y rectitud de que
El canon 5 declara que la eucaristía produce varios fueron capaces pero que, en comparación con las an-
efectos y que no es el principal la remisión de los pe- teriores perspectivas, mostraba una gran unilateralidad
cados. y estrechez de conceptos (al igual, por lo demás, que las
Los cánones 6 y 7 se refieren a las formas de la concepciones de los reformistas). Por otro lado, el con-
piedad eucarística. cilio utilizó categorías interpretativas y recursos lingüís-
ticos que 400 años más tarde ya no son los adecuados
«Canon 8. Si alguno dijere que Cristo, ofrecido en la eucaristía, para una comprensión íntima de las verdades de fe ni
sólo espiritualmente es comido, y no también sacramental y realmen-
te, sea anatema» (DS 1658; Dz 890). para el mutuo entendimiento en el trato y relaciones con
los demás. También aquí, lo mismo que en otras muchas
El canon 9 establece la exigencia mínima de comul- afirmaciones de fe, urge la tarea de descubrir lo que
gar una vez al año, por Pascua; el canon 10 habla de la «propiamente» se quiso decir entonces y de expresarlo
comunión del sacerdote. de tal modo —incluyendo en las nuevas fórmulas los
contenidos de las antiguas tradiciones— que la Iglesia
«Canon 11. Si alguno dijere que la sola fe es preparación suficiente no pierda su identidad.
para recibir el sacramento de la santísima eucaristía, sea anatema. Y El núcleo de la declaración de fe sobre la presencia
para que tan gran sacramento no sea recibido indignamente y, por real confiesa la presencia real y verdadera de Jesucristo
ende, para muerte y condenación, el mismo santo concilio establece y en la celebración y en el sacramento de la eucaristía. Se
declara que aquellos a quienes grave la conciencia de pecado mortal,
por muy contritos que se consideren, deben necesariamente hacer pre- incluye aquí también la afirmación cristológica de que el
via confesión sacramental, habida facilidad de confesar. Mas si alguno Crucificado vive y de que aquel hombre unido a Dios de
pretendiere enseñar, predicar o pertinazmente afirmar, o también pú- tan singular manera permanece en la eternidad. Esta
blicamente disputando defender lo contrario, por el mismo hecho que- afirmación rechaza toda concepción «meramente» sim-
de excomulgado» (DS 1661; Dz 893). bólica, pero precisamente así insinúa ya el inicio de un
proceso histórico de progresivo empobrecimiento: una
Este canon debe ser contemplado en el contexto de concepción simbólica puede ser también simbólico-real
la doctrina sobre el sacramento de la penitencia (cf. in- y expresar, por tanto, una verdadera presencia en el
fla 9.2). símbolo.
Basta una atenta lectura para descubrir los numero- Las declaraciones conciliares sobre la presencia real
sos puntos hermosos y positivos de las declaraciones de no se inscriben en el marco de las reflexiones fundamen-
los obispos y teólogos del siglo XVI. Por lo demás, tam- tales sobre la presencia de Dios trino en el hombre ni
bién es cierto que estas afirmaciones conciliares tienen hablan del modo como puede introducirse a los hombres
sus limitaciones teológicas y lingüísticas, sobre las que
ha llamado la atención la nueva sensibilidad de nuestro
siglo68. Estas limitaciones se dejan sentir, en primer lu- B.J. Hilberath-Th. Schneider. en DCT I, 380ss. También informa muy bien sobre los moder-
nos esquemas mentales a partir de los años 30 de este siglo J. Wohlmuth, Nochmah: Trans-
substantiation oder Transsignifikation?, «Zeitschrift für kath. Theologie» 97(1975)430-440;
G. Hintzen, Die neuere Diskussion über die eucharistische Wandlung, Berna-Francfort 1976;
68. Cf. la condensada síntesis de J. Betz en MS IV/2,256-262 (con bibliografía); A. Ger- H.-J. Schulz, «Wandlung" (véase bibliografía VI).
i, o . c , 173499; J.A. Sayes, Presencia real de Cristo y transubstanciación, Burgos 1974;

221
220
en el presente de la Trinidad. Entraba aquí también la conocían la total plenitud de contenidos de los concep-
meditación sobre la actualización de Jesucristo, hombre tos judíos de «carne» y «sangre». Los padres conciliares
e Hijo de Dios, mediante el Espíritu Santo. La presencia se limitaron a considerarlos como «partes» del ser hu-
de su humanidad «sólo» puede ser, también aquí, una mano. Sólo el capítulo 1 (DS 1636; Dz 874) alude a una
presencia pneumática, entendiendo aquí por «pneu- presencia del hombre Jesucristo, en vez de mencionar la
mático» la forma suprema de la plenitud de la corporei- presencia de sus partes constitutivas. Además, la es-
dad humana. Dada la ausencia de reflexiones funda- cisión entre la doctrina del sacrificio de la misa y esta
mentales, el concilio dejaba abierta la puerta a las con- otra de la presencia real indica que se estaba pensando
cepciones según las cuales habría que imaginarse al Dios tan sólo en la presencia de una persona determinada en
trino en la lejanía de un cielo situado más allá del su estado de plenitud perdurable y para siempre, y no en
universo, de modo que era forzoso localizar también a la la presencia de toda su vida, en la totalidad de su histo-
humanidad de Jesús más allá del mundo; en este senti- ria individual. Todo esto tuvo lamentables consecuen-
do, la función del sacramento sería abrir la posibilidad cias para la concepción de la eucaristía como celebración
de convertir en cercanía la lejanía espacial. Pero incluso litúrgica. Al centrarse la atención en la presencia de la
cuando se evitan las concepciones espaciales, están los persona de Jesús con su divinidad y su humanidad, se
teólogos sujetos a la tentación de contraponer el modo fomentó la idea de que el sentido de la eucaristía consis-
de la presencia de Dios en Jesús a otros modos, por tía en hacer presente esta divinidad y humanidad, con el
ejemplo, cuando, utilizando expresiones comparativas, propósito de poder adorarla y recibirla en comunión. La
se afirma que la presencia eucarística significa un au- plenitud de los contenidos del «recuerdo» se veía, así,
mento de intensidad y de amplitud respecto de otros disminuida. Por consiguiente, a la veneración tradicio-
modos de presencia 69 . nal de la eucaristía le faltaba el elemento esencial de
También los recientes intentos de interpretación to- toda liturgia: la glorificación de Dios por sus grandes
pan con fronteras lingüísticas: cuando se dice de la pre- obras.
sencia de Jesús en la eucaristía que es una presencia real Forma parte del núcleo de las afirmaciones de fe del
«somática», es decir, corpórea, todavía no se expresa lo concilio de Trento la idea de que el acontecimiento de la
que propiamente debería decirse, a saber, que el soma eucaristía es causado por Dios y no por los liturgos. Sólo
de Jesús tiene ahora y por toda la eternidad una existen- Dios puede dar cumplimiento a la promesa de este sa-
cia pneumática. La doctrina de la transformación sus- cramento, contenida en el «esto es». Los hombres tan
tancial (transustanciación) insinúa, a pesar y por encima sólo alcanzarían a poner signos indicativos, que no se-
de la limitación de los medios de expresión, y dice, in- rían sino meras señales, en las que no estaría presente
cluso, que una realidad espiritual se ha cambiado en ninguna realidad. La Iglesia antigua expresó su firme fe
otra, también espiritual. Por consiguiente, todas las en la acción de Dios bajo la forma de epiclesis, de súpli-
ideas acerca de una presencia real corporal o somática ca por la intervención transformadora del divino Espí-
deben entenderse como insertas en el marco de una pre- ritu. El concilio de Trento intentó conservar esta idea
sencia real pneumática o espiritual-sustancial. cuando habló de un suceso ocurrido a nivel ontológico:
Ni la tradición escolástica ni el concilio de Trento sólo Dios puede cambiar una realidad en el nivel del ser.
Los hombres sólo pueden modificar su significación me-
69. Así, sintetizando, F. Eisenbach, o.c, 446. diante el recurso de acentuar, según sus deseos, uno u

222 223
otro aspecto, pero no pueden llegar al fondo de la reali- nueva significación y un nuevo objetivo precisamente
dad última y definitiva. porque contienen una nueva "realidad" que podemos,
Resulta ciertamente difícil de transmitir este con- con razón, llamar ontológica». Por el contexto se ad-
tenido en una época en la que se afirma que no es vierte que Pablo vi intentaba prevenir frente a la idea
posible una reflexión sobre el ser o sobre la esencia. El de querer contentarse con una reinterpretación subje-
lenguaje de la filosofía natural, que recurre a concep- tiva o con un simple cambio de función. Debe tenerse
tos tales como «sustancia» y «accidentes» es, hoy día, muy en cuenta esta amonestación cuando se piensa
ininteligible. Hay que apresurarse a decir, por supues- que no ha de atribuirse el nuevo significado a la subje-
to, que los católicos no están obligados a admitir como tividad humana, sino a la intervención de Dios: «Los
dogma ni este lenguaje de la filosofía natural ni el dones del pan y del vino son colocados, por el mismo
concepto de «transustanciación». Lo único que el con- Jesucristo, crucificado y exaltado, y en virtud de su
cilio de Trento afirmaba es que este concepto es muy santo Espíritu, en una relación completamente nueva
adecuado para expresar la transformación interna, es- para con nosotros, reciben una nueva significación,
piritual, de los dones. Queda, así, abierta la puerta alcanzan una nueva función de signo que no es funda-
para la búsqueda de conceptos mejores. mentada ni causada (!) por nosotros, sino por él y que
Los intentos por una nueva formulación del dogma nosotros conocemos y aceptamos en la fe. Al entrar
de la presencia real introdujeron en la discusión las así al servicio divino pierden los dones su anterior
categorías del encuentro personal y de una ontología autorreferencia y experimentan un cambio de signi-
relacional 70 . Se inserta en este contexto la observación ficación definitivo, que entraña, ya en sí mismo, un
de que la «esencia» de un producto cultual —y el pan y cambio de la "cosa" misma» 73 .
el vino son productos cultuales— puede cambiar real-
mente según el destino que se le dé. O, con palabras
de Bernhard Welte: es la referencia de las cosas al 8.4.6. El sacrificio de la misa
hombre la que determina esencialmente el ser del en-
te 71 . La modificación del ser o de la esencia a que En la sesión XXII, del año 1562, puso el concilio de
alude el concilio de Trento sería, por consiguiente, Trento punto final a su «doctrina acerca del santísimo
modificación del objetivo o de la significación72. En la sacrificio de la misa». Consta de 8 capítulos y 9 cá-
encíclica Mysterium fidei, de 1965, se creyó Pablo vi nones. Citamos a continuación, en su tenor literal, los
en la obligación de insistir en que «después de la trans- que revisten mayor importancia teológica.
formación esencial las especies del pan y del vino
tienen evidentemente una nueva significación y una «Capítulo 1. De la institución del sacrosanto sacrificio de la mi-
finalidad nueva, porque han dejado de ser comida y sa. Como quiera que en el primer Testamento, según testimonio del
bebida ordinarias para pasar a ser signos de una reali- apóstol Pablo, a causa de la impotencia del sacerdocio levítico no se
dad nueva, de un alimento espiritual; reciben una daba la consumación, fue necesario, por disponerlo así Dios, Padre
de las misericordias, que surgiera otro sacerdote según el orden de
Melquisedec (Gen 14,18; Sal 109,4; Heb 7,11), nuestro Señor Jesu-
70. Cf., para la primera de ellas, las indicaciones de J. Betz, o . c , 260, a propósito de Piet
Schoonenberg, y, para la segunda, A. Gerken, o . c , 199-210.
73. B.J. Hilberath-Th. Schneider, en DCF I, 1989, 380ss (véase nota 9). Respecto de una
71. Cf. J. Betz, o . c , 259.
nueva formulación de la presencia real en la reciente visión evangélica: U. Kühn. Soleramente,
72. En las nuevas formulaciones: transfinalización o respectivamente transignificación.
278-286.

224 225
cristo, que pudiera consumar y llevar a perfección a todos los que verdaderamente propiciatorio (canon 3), y que por él se cumple que,
habían de ser santificados (Heb 10,14). Así, pues, el Señor y Dios si con corazón verdadero y recta fe, con temor y reverencia,
nuestro, aunque había de ofrecerse una sola vez a sí mismo a Dios contritos y penitentes nos acercamos a Dios, conseguimos miseri-
Padre en el altar de la cruz, con la interposición de la muerte, a fin cordia y hallamos gracia en el auxilio oportuno (Heb 4,16). Pues
de realizar para ellos la eterna redención; como, sin embargo, no aplacado el Señor por la oblación de este sacrificio, concediendo la
había de extinguirse su sacerdocio por la muerte (Heb 7,24 y 27), en gracia y el don de la penitencia, perdona los crímenes y pecados,
la última cena, la noche que era entregado, para dejar a su esposa por grandes que sean. Una sola y la misma es, en efecto, la víctima,
amada, la Iglesia, un sacrificio visible, como exige la naturaleza de y el que ahora se ofrece por el ministerio de los sacerdotes, es el
los hombres (canon 1), por el que se representara aquel suyo san- mismo que entonces se ofreció a sí mismo en la cruz, siendo sólo
griento que había una sola vez de consumarse en la cruz, y su me- distinta la manera de ofrecerse. Los frutos de esta oblación suya (de
moria permaneciera hasta el fin de los siglos (ICor ll,23ss), y su la cruenta, decimos) ubérrimamente se perciben por medio de esta
eficacia saludable se aplicara para la remisión de los pecados que incruenta: tan lejos está que a aquélla se menoscabe por ésta en
diariamente cometemos, declarándose a sí mismo constituido para manera alguna (canon 4). Por eso, no sólo se ofrece legítimamente,
siempre sacerdote según el orden de Melquisedec (Sal 109,4), ofre- conforme a la tradición de los apóstoles, por los pecados, penas,
ció a Dios Padre su cuerpo y su sangre bajo las especies de pan y de satisfacciones y otras necesidades de los fieles vivos, sino también
vino y bajo los símbolos de esas mismas cosas, los entregó, para que por los difuntos en Cristo, no purgados todavía plenamente (canon 3)»
los tomaran, a sus apóstoles, a quienes entonces constituía sacer- (DS 1739-1743; Dz 938-940).
dotes del Nuevo Testamento, y a ellos y a sus sucesores en el sacer-
docio, les mandó con estas palabras: Haced esto en memoria mía,
etc. (Le 22,19; ICor 11,24) que los ofrecieran. Así lo entendió y Los capítulos siguientes se refieren a cuestiones li-
enseñó siempre la Iglesia (canon 2). Porque celebrada la antigua túrgicas y prácticas: las misas en honor de los santos
Pascua, que la muchedumbre de los hijos de Israel inmolaba en (cap. 3), el canon de la misa (cap. 4), las ceremonias
memoria de la salida de Egipto (Ex 12,lss), instituyó una Pascua
nueva, que era él mismo, que había de ser inmolado por la Iglesia
solemnes del sacrificio de la misa (cap. 5), las misas en
por ministerio de los sacerdotes bajo signos visibles, en memoria de que sólo comulga el sacerdote (cap. 6), la mezcla del
su tránsito de este mundo al Padre, cuando nos redimió por el derra- vino con agua (cap. 7) y, finalmente, la celebración de
mamiento de su sangre, y nos arrancó del poder de las tinieblas y la misa en lengua vulgar y la explicación de sus miste-
nos trasladó a su reino (Col 1,13). rios al pueblo.
»Y ésta es ciertamente aquella oblación pura, que no puede Los primeros cuatro cánones se oponen a las afir-
mancharse por indignidad o malicia alguna de los oferentes, que el maciones doctrinales de los reformadores:
Señor predijo por Malaquías (Mal 1,11) había de ofrecerse en todo
lugar, pura, a su nombre, que había de ser grande entre las nacio-
nes, y a la que no oscuramente alude el apóstol Pablo escribiendo a «Canon 1. Si alguno dijere que en el sacrificio de la misa no se
los corintios, cuando dice que no es posible que aquellos que están ofrece a Dios un verdadero y propio sacrificio, o que el ofrecerlo no
manchados por la participación de la mesa de los demonios entren a es otra cosa que dársenos a comer Cristo, sea anatema.
la parte en la mesa del Señor (ICor 10,21), entendiendo en ambos »Canon 2. Si alguno dijere que con las palabras: Haced esto en
pasos por mesa el altar. Ésta es, en fin, aquella que estaba figurada memoria mía (Le 22,19; ICor 11,24), Cristo no instituyó sacerdotes
por las varias semejanzas de los sacrificios, en el tiempo de la na- a sus apóstoles, o que no les ordenó que ellos y los otros sacerdotes
turaleza y de la Ley (Gen 4,4; 8,20; 12,8; 22; Éx passim), pues ofrecieran su cuerpo y su sangre, sea anatema.
abraza los bienes todos por aquellos significados, como la consu- »Canon 3. Si alguno dijere que el sacrificio de la misa sólo es de
mación y perfección de todos. alabanza y de acción de gracias, o mera conmemoración del sacri-
«Capítulo 2. El sacrificio visible es propiciatorio por los vivos y ficio cumplido en la cruz, pero no propiciatorio; o que sólo aprove-
por los difuntos. Y porque en este divino sacrificio, que en la misa cha al que lo recibe; y que no debe ser ofrecido por los vivos y los
se realiza, se contiene e incruentamente se inmola aquel mismo difuntos, por los pecados, penas, satisfacciones y otras necesidades,
Cristo que una sola vez se ofreció él mismo cruentamente en el altar sea anatema.
de la cruz (Heb 9,27); enseña el santo concilio que este sacrificio es »Canon 4. Si alguno dijere que por el sacrificio de la misa se

226 227
infiere una blasfemia al santísimo sacrificio de Cristo cumplido en la cilio de Trento hasta nuestros días 74 y pasar direc-
cruz, o que éste sufre menoscabo por aquél, sea anatema» (DS tamente al análisis de la situación actual de la refle-
1751-1754; Dz 948-951). xión teológica se advierten ya importantes puntos de
partida para nuevas formulaciones y se detecta una gran
Los cinco cánones restantes defienden las ceremo- aproximación ecuménica, aunque también la persisten-
nias y las prácticas litúrgicas antes mencionadas. cia de graves problemas.
Con su doctrina sobre el sacrificio de la misa, el Expresiones tales como el «sacrificio de la cruz» o
concilio arrojaba la deseada luz sobre algunas cues- «acto sacrificial» de Jesús en el Gólgota y otras pareci-
tiones y eliminaba ciertos aspectos escandalosos de las das fueron consideradas demasiado técnicas, demasiado
concepciones tardomedievales. Acentuó la unidad del restringidas a sólo la pasión y muerte, demasiado inade-
sacrificio de la cruz y el de la misa, una unidad que cuadas respecto del modo de hablar empleado por el
quedaba garantizada en virtud de la identidad del sa- mismo Jesús. Algunos teólogos, como Theodor Schnei-
cerdote sacrificante y del don del sacrificio y ponía en der, prefieren expresiones más dinámicas, que engloben
claro que el sacrificio de la misa es, a la vez, conme- todo el curso y movimiento de la vida de Jesús, como
moración, actualización y aplicación del sacrificio de por ejemplo «ofrenda de la vida», «autoentrega» o
la cruz, esto es, que no se trata de una repetición de la «autorrenuncia» de Jesús 75 . En cualquier caso, se tiene
acción única y singular realizada en un momento del más clara conciencia de que la terminología utilizada en
pasado por Jesús, ni tampoco de un nuevo sacrificio este tema ejerce una influencia determinante sobre la
llevado a cabo por Jesús, tal como se había venido imagen o concepto de Dios, o, respectivamente, que
enseñando repetidas veces en el curso de la historia. tiene su origen en una determinada concepción de la
La afirmación de que la misa es en sí misma un sacri- divinidad. Allí donde predomina una fuerte conciencia
ficio verdadero y propio tuvo forzosamente que pa- cristológica, que no quiere ver entre Dios Padre y Jesús
recerles escandalosa a los reformadores, sobre todo en una disensión dramática 76 , puede entenderse el destino
su formulación posterior, según la cual es sacrificio de la vida, pasión y muerte de Jesús en primer término
propiciatorio por los vivos y los difuntos. La obvia como expresión del amor de Dios y la muerte de Jesús
utilización del término «sacrificio» para designar la como autoentrega a Dios 77 . Puede considerarse como
muerte en cruz de Jesús y la comparación con la cuestión secundaria el hecho de que ya en el Nuevo
piedad sacrificial judía —una comparación que consi- Testamento se recurra a conceptos como sacrificio y ex-
dera, con excesiva precipitación, abolido el Antiguo
Testamento— no les parecieron a los reformadores 74. Para esta evolución, y en especial para las llamadas teorías del sacrificio de la misa,
cf. J. Betz en MS IV/2, 254-256 (con bibliografía); para las nuevas orientaciones del siglo XX,
cuestiones tan problemáticas como de suyo son. En ibídem, 256-262 (con bibliografía). Ofrecen un claro ejemplo de las grandes dificultades que
tuvo que vencer la nueva concepción —también en las materias relacionadas con la distri-
cambio, la concepción bíblica historizante de la refor- bución de los «frutos del sacrificio de la misa», los estipendios de las misas, la concelebración,
ma no podía aceptar la idea de que con el encargo de etc. y las limitaciones con que tropezaba— K. Rahner-A. Haussling, Die vielen Messen und
das eine Opfer, Friburgo 1966.
repetirlo en su memoria dado por Jesús en la sala de la 75. Cf. B.J. Hilberath-Th. Schneider en DCT II, 1989 (art. Sacrificio), apoyándose en la
última cena se ponían los cimientos del sacerdocio mi- teología de los sacramentos de Th. Schneider.
76. Como ocurre en la teodramática de J. Moltmann y H.U. von Balthasar; cf. una
nisterial eclesial de los apóstoles y «de sus sucesores síntesis, con bibliografía, en H. Vorgrimler, Doctrina teológica de Dios, Herder, Barcelona
en el sacerdocio». Al prescindir, en aras de la reque- 1987. 188-199.
77. B.J. Hilberath-Th. Schneider, art.c. Cf. también 2Cor 5,19: «¡es Dios quien recon-
rida brevedad, del desarrollo de las ideas desde el con- cilia!»

228 229
piación para expresar la disposición de Jesús a tomar repita. Actualización 79 y recuerdo o conmemoración
sobre sí las consecuencias que de la maldad humana se le (memoria, anamnesis) 80 coinciden aquí en lo referente a
derivaban a su misión y de entregarse voluntariamente a su contenido esencial, hasta el punto de que basta uno
una muerte violenta. Fuera como fuere, está en pleno de los dos conceptos para expresar lo que se quiere de-
apogeo la discusión en torno a los conceptos de expia- cir. En consecuencia, el carácter sacrificial de la eucaris-
ción y de representación 78 . tía puede describirse, en este primer punto de vista, co-
Puede entenderse el destino total de la vida y muerte mo «anamnesis que produce la realidad de la entrega de
de Jesús como un doble movimiento y, por ello —y sin la vida de Jesucristo» 81 . La afirmación de que puede
concepciones rituales— como liturgia, esto es, como un otorgarse o aplicarse a los hombres el acontecimiento de
movimiento que va desde Dios a los hombres y desde el la cruz sucedido una sola vez en el pasado y que de
hombre Jesús a su Padre. Cuando para describir este hecho esto es lo que ocurre en la eucaristía —una afir-
segundo movimiento se recurre a una terminología sa- mación que no debe entenderse, por supuesto, en el
crificial, como en la carta de los Hebreos, se abandona sentido de «sólo en la eucaristía» —, es aceptada donde-
la concepción cultual técnica del sacrificio habitual en la quiera se admita que los sacramentos llevan a los hom-
historia general de las religiones. El don del sacrificio, bres a la presencia de Dios y les abren a su gracia. El
que se identifica con el sacerdote sacrificante Jesús, sujeto de esta actualización y aplicación es, naturalmen-
tiene aquí carácter personal. te, Jesucristo mismo, por el Espíritu Santo.
El concilio de Trento aplica a la celebración eucarís- 2. ¿Hasta qué punto es la celebración eucarística
tica de la Iglesia la denominación de «sacrificio» y ello también sacrificio propio y verdadero de la Iglesia? Esta
bajo una doble perspectiva: en primer lugar, bajo el pregunta conduce al centro mismo de la teología de la
punto de vista de su conexión intimísima con el «sacri- gracia y de las discusiones ecuménicas que se han pro-
ficio de la cruz» de Jesucristo y, en segundo lugar, en ducido sobre este tema. Los reformadores extremaron
relación a la actividad de la Iglesia misma. su preocupación para que la idea de un sacrificio de la
1. La aclaración intentada en el concilio de Trento, Iglesia, y más en especial de un sacrificio expiatorio por
en la que se prescindió, a ciencia y conciencia, de los los vivos y los difuntos ofrecido por el sacerdote, no
conceptos de «renovación» o «repetición» del sacrificio menoscabara lo más mínimo la singular y excepcional
de la cruz y otros similares y se entendió la eucaristía significación del sacrificio de la cruz de Jesús para la
como actualización, conmemoración o recuerdo y apli- justificación de los pecadores, ya que es éste el único y
cación del sacrificio de la cruz, en nada menoscababa la verdadero sacrificio de expiación, cuyo «fruto» se otorga
singularidad del acontecimiento de la cruz (Heb 8 y 9). en el sacramento 82 . De ahí que en la celebración de la
La nueva orientación teológica del siglo x x ha ayudado misa sólo quisieran ver, en el mejor de los casos, un
a comprender mejor cómo un hecho singular del pasado sacrificio de alabanza y de acción de gracias, pero caren-
puede hacerse realmente actual y presente, sin que se te de todo poder de justificación. Por parte católica na-

79. Cf. H. Hofmann, Reprasentation. Studien zur Wort- und Begriffsgeschichte von der
78. Cf. supra 8.2.1 para los relatos neotestamentarios de la cena. Respecto de una teología Antike bis ins 19. Jahrhundert, Berlín 1974.
de la expiación en el círculo de H.U. von Balthasar. cf. N. Hoffmann, Sühne. Zur Theologie 80. Cf. supra 4.2.6: los resultados de la fructífera discusión sobre la teología de los miste-
der Stellvertreíung, Einsiedeln 1981; ídem, Kreuz und Trinitaí. Zur Theologie der Sühne, rios de O. Casel y la coincidencia del recuerdo o memorial hebreo con el símbolo real.
Einsiedeln 1982. donde aparece una espantosa descripción de Dios. Cf. la reseña de R. 81. B.J. Hilberath-Th. Schneider, en DCT II, art.c.
Schwater en «Zeitschrift für kath. Theologie» 105(1983)341s. 82. U. Kühn, Sakrameme, 286-289.

230 231
die puede discutir hoy que la justificación viene sólo y brante en la entrega — glorificadora de Dios y salvadora
exclusivamente de Dios y que ningún acto eclesial puede del mundo— de Jesús al Padre, la participación en su
tener la pretensión de justificar a los pecadores. De Pascua, en la que se fundamenta la nueva alianza» 85 .
igual modo, nadie, en el lado católico, puede afirmar Ulrich Kühn opina que también los evangélicos po-
que los hombres tengan la facultad o la capacidad de drían admitir esta teología del sacrificio: «Parece, pues,
presentar ante Dios, antes de ser justificados, méritos adecuada la sustitución del conecpto "cultual técnico"
autónomos ni ofrendas propias, con la esperanza de del sacrificio por el de la entrega personal a Dios y a los
conseguir así la gracia y la reconciliación. La pregunta hombres, tal como ha sido llevada a cabo por la actual
básica que en esta discusión83 plantean los católicos teología católica. Esta entrega (en el doble sentido) que
es más bien la siguiente: la gracia justificante de Dios, abarca, además de la muerte, la vida toda entera, es la
¿causa en el hombre tan sólo la actitud de un mero re- suma y síntesis del reino de Dios manifestado en Jesús.
cibir pasivo y agradecido, o le capacita para una activi- En la cena, nos concede Jesús una participación eficaz
dad personal, si bien total y enteramente posibilitada y en su entrega y en la totalidad de su vida. Así, pues, los
sostenida por el mismo Dios? La respuesta católica ad- que celebran la cena quedan incluidos en la entrega total
mite esta capacidad de actuar. Así, del mismo modo que a Dios (factor cultual) y en su entrega a los hombres
toda oración es posibilitada y sostenida por el Espíritu (desbordamiento de lo cultual). Aquí es donde debe
de Dios, así también la súplica de la Iglesia por los vivos verse el legítimo sentido de la doctrina católica del "sa-
y los difuntos es posibilitada y sostenida por Dios y jus- crificio conjunto de la Iglesia con Cristo"» 86 .
tamente así es oración que la Iglesia presenta como suya Esta posibilidad, abierta por el Espíritu de Dios, de
ante Dios. Cuando hablamos de «correalización» nos que los hombres caminen a una con Jesús y en la direc-
estamos refiriendo a una correalización posterior, no si- ción de su vida y muerte, no acontece por supuesto sólo
multánea. Respecto de la temática del sacrificio, esta en la liturgia. Pero es que, además, tampoco la liturgia
posibilidad de acción se describe como un ser admitido a gira en primer término en torno a la Iglesia. Hans Urs
participar en el acto existencial de Jesucristo (en su von Balthasar ha acuñado una aguda fórmula para lla-
«autoentrega por amor») 84 . La «ofrenda» de este sacri- mar la atención sobre su exacto significado: Jesús no ha
ficio de la Iglesia, posibilitada y sostenida por Dios, no muerto por la Iglesia sino por el mundo, de ahí que en
sería una acción o un mérito «añadido» al de Jesús, ni las celebraciones eucarísticas la Iglesia no suplique en
desde luego una ofrenda cosificada. Tampoco se trataría primer término por sí misma, sino por los distantes y
tan sólo de una acción de gracias, sino de la «aceptación
e inclusión, posibilitadas por él y a él suplicadas, de la
persona de cada individuo y de toda la comunidad cele- 85. H.B. Meyer. en «Zeitschrift für kath. Theologie» 108(1986)172. H.U. von Balthasar se
ha pronunciado en varios artículos sobre el sacrificio de la Iglesia en contra de esta idea de una
inclusión de la Iglesia en la autoentrega de Jesucristo como elemento característico del sacri-
ficio de la Iglesia. Según él. este elemento característico consistiría más bien en aceptar el
83. Cf. Das Opfer Jesu Chrisli und seine Gegenwarí in der Kirche, ed. por K. Lehmann- abandono de Cristo en el suceso de la cruz. Aquí es donde el sí de María alcanzaría una
E. Schlink.Friburgo-Gotinga 1983; Okumenische Perspektiven von Taufe, Eucharistieund Amí, significación vicaria; este sí buscaría no la justificación personal ni, por tanto, un sacrificio
ed. por M. Thurian, Paderborn-Francfort 1983 (para la eucaristía, cf. especialmente las apor- redentor autónomo, sino que sería un sí a que el «amado» sobre todas las cosas (Jesús) tomara
taciones de M. Thurian. 110-123, y de J.-M.R. Tillard. 124-137); Dokumente wachsender sobre sí, y en lugar de la humanidad, el sacrificio que es a un mismo tiempo expresión del
Überinstimmung. Samtliche Berichte und KonsenstexK interkonfessioneller Gesprache auf amor y de la cólera de Dios, Lo esencial, en el sacrificio de la Iglesia, consistiría por consi-
Wellebene 1931-1982, ed. por H. Meyer-H.J. Urban-L. Vischer, Paderborn-Francfort 1983; guiente en poner en práctica esta actitud mariana de renuncia suprema. Cf. la exposición de
St. N. Bosshard, Zur Bedeutung der Anamneselehre für ein ókumenisches Eucharistieverstand- esta teoría, que no cuenta con puntos de apoyo en la revelación bíblica, en G. Bátzing, Die
nis, «Zeitschrift für kath. Theologie« 108(1986)155-163 (con bibliografía). Eucharistie ais Opfer der Kirche nach Hans Urs von Balthasar, Einsiedeln 1986.
84. B.H. Hilberath-Th. Schneider, art.c. 86. U. Kühn, en TRE I, 1977, 201.

232 233
por los difuntos 87 . Si a esta solidaridad se la puede lla- cepción de la Iglesia católica, pero hay que añadir algo:
mar «expiación», porque se trata de la intención de la debe garantizarse que cada comunidad concreta se sepa
reconciliación y el perdón, entonces el «sacrificio de ex- inserta en la tradición de fe que se remonta a los apósto-
piación» radicaría en la correalización —en un momento les como testigos de vista y oído de Jesús y que se halle
posterior— de la intercesión de Jesús en favor del mun- en comunión con todas las restantes comunidades que
do y de los alejados de Dios. viven en esta misma tradición. Según el modo de ver
católico, esta tarea de una doble vinculación en la
unidad de la fe sólo se cumple cuando no se limita a la
8.4.7. Eucaristía y sacerdocio ministerial buena voluntad en la interioridad de cada uno de los
miembros de la comunidad, sino que cuenta, además,
De lo dicho hasta ahora acerca de la teología de los con la seguridad de una garantía institucional. Según la
sacramentos en general y sobre la eucaristía en parti- fe católica, la institución que garantiza esta conexión y,
cular se desprende que quien actúa primariamente en un con ella, la identidad de la Iglesia a lo largo de su histo-
sacramento es Jesucristo, mediante el Espíritu Santo de ria, es el colegio de los obispos, en cuanto sucesores del
Dios. Respecto del carácter sacrificial de la eucaristía, «colegio» de los apóstoles.
este aspecto fue destacado por el concilio de Trento Por lo que hace a la eucaristía, esta concepción de la
cuando afirmó que en toda celebración eucarística es él fe puede detectarse lo más tarde ya a finales del siglo i o
el auténtico sacerdote del sacrificio. A la Iglesia se la principios del II, en un primer momento sin los concep-
puede llamar sujeto absolutamente secundario de la ce- tos de «sacrificio» y «sacerdocio». El primer testimonio
lebración eucarística en el sentido antes indicado, de- se remonta a Ignacio de Antioquía (t no después del
rivado e instrumentado. Así lo expresa el concilio de 117): «Seguid todos al obispo, como Jesucristo al Padre,
Trento, cuando al referirse al sacrificio dijo que Cristo y al colegio de ancianos como a los apóstoles; en cuanto
«instituyó una Pascua nueva, que era él mismo, que ha- a los diáconos, reverenciadlos como al mandamiento de
bía de ser inmolado por la Iglesia por ministerio de los Dios. Que nadie, sin contar con el obispo, haga nada de
sacerdotes bajo signos visibles» (Dz 938). cuanto atañe a la Iglesia. Sólo aquella eucaristía ha de
De todas formas, esta descripción de la participación tenerse por válida que se celebre por el obispo o por
humana se mantiene todavía en niveles muy abstractos: quien de él tenga autorización. Dondequiera apareciere
¿dónde y cómo se da «la Iglesia»? A juzgar por los dos el obispo, allí esté la muchedumbre, al modo que don-
componentes básicos del canon eucarístico —a saber, el dequiera estuviere Jesucristo, allí está la Iglesia univer-
recuerdo de alabanza y glorificación de Dios y la súplica sal. Sin contar con el obispo, no es lícito ni bautizar ni
por la intervención del Espíritu—, son unos concretos celebrar la eucaristía; sino más bien, aquello que él
sujetos humanos quienes realizan estos actos de recuer- aprobare, esto es también lo agradable a Dios, a fin de
do y oración. Por consiguiente, el sujeto secundario de que cuanto hagáis sea seguro y válido» 88 .
esta celebración sería la comunidad concreta reunida Este concepto que Ignacio tiene del obispo no impli-
para la celebración eucarística. Ésta es también la con- ca en modo alguno una minusvaloración de los cristianos

87. H.U. von Balthasar, Das eucharistische Opfer, «Internationale kath. Zeitschrift» 88. Smyrn. 8. Más datos en esta dirección en J. Martin. Der priesterliche Dienst III. Die
14(1985)193-195, aquí 195. Genese des Amípriestertums, Friburgo 1972. 89.

234 235
«ordinarios» ni de su dignidad litúrgica. De hecho, Ig-
nacio los llama «compañeros de camino, portadores de línea, en los obispos, considerados como «sumos sacer-
Dios, portadores de un templo y portadores de Cristo, dotes», tal como puede verse en los teólogos norteafri-
portadores de santidad» 89 . Las afirmaciones relativas al canos del siglo n Tertuliano y Cipriano de Cartago. En
obispo se hallan totalmente al servicio de la unidad de la Ignacio se advierte ya que el obispo está rodeado de un
Iglesia90. Se trazaba así de antemano la línea de una colegio de titulares de segundo rango, en cuyos miem-
determinada evolución. Pero respecto al obispo así en- bros puede delegar determinadas tareas y facultades,
tendido, eran todavía muchas las cosas que dependían según lo pidan las necesidades prácticas. En fechas tem-
de sus cualidades subjetivas, debido a que aún no estaba pranas (como testifica Ignacio) recibieron el nombre de
«objetivamente» asegurado el ministerio episcopal. «presbíteros», pero según el ordenamiento eclesiástico
de Hipólito tanto ellos como el obispo son consagrados
La evolución de los siglos n y ni tenía la finalidad de
para el sacerdotium y rigen el pueblo de Dios. A media-
conseguir esta seguridad, en primer lugar mediante la
dos del siglo III se les llamaba ya claramente sacerdotes.
exigencia de que el obispo se hallara inscrito en la su-
A ellos, obispos y sacerdotes, les está inequívocamente
cesión apostólica —es decir, mediante la garantía de su
reservada la presentación y ofrecimiento del «sacri-
inserción en una línea tradicional que se suponía remon-
ficio»93. Su acción no fue en modo alguno entendida
tarse históricamente hasta los apóstoles— y, en segundo
como una especie de competencia o de complemento del
lugar, mediante la confianza depositada en la gracia del
sacrificio de la cruz, sino que se trata más bien de una
ministerio, otorgada mediante la ordenación. Ambas
actividad referida siempre a la cena de Jesús, que pre-
concepciones se encuentran expresamente testificadas
tendía, a ciencia y conciencia, «imitar» a Jesucristo 94 .
por vez primera en Ireneo de Lyón (t hacia el 202) 91 .
Pero esta imitación dependía de la potestad transmitida
Según la normativa eclesiástica testificada por Hi-
por la ordenación. En este sentido, el primer concilio
pólito de Roma, que refleja las opiniones romanas de
ecuménico, el de Nicea, del año 325 habla (canon 18) de
comienzos del siglo III, la ordenación del obispo confiere
la potestad de ofrecer el sacrificio (en griego: exousia y
tanto el «espíritu de dirección» (pneuma hegemonikon)
prospherein; en latín: potes tas offerendi). Las controver-
como la plenitud de la potestad sacerdotal; con estas
sias bautismales con los herejes y los donatistas hicieron
ideas se vuelve expresamente al Antiguo Testamento 92 .
recordar muy pronto —frente a quienes concebían la
Como consecuencia de la clara y profunda división de
potestad como un poder autónomo— que se trata de
los fieles en las categorías de clero y laicos, surgió la
facultades de segundo rango, ordenadas a un servicio, y
concepción de que los ordenados estaban capacitados
que quien verdadera y propiamente actúa en los sacra-
para realizar acciones que no podían ejecutar quienes no
mentos es, siempre, Jesucristo.
habían recibido la ordenación. Cuando se hablaba de
ordenados/consagrados, se pensaba siempre, en primera En la teología escolástica se produjo un notable des-
lizamiento: el centro de todas las reflexiones respecto de
las «facultades» o «potestades» acerca de la eucaristía no
89. Eph. 9,2. Cf. J. Martin, o . c , 93.
90. J. Martin, o . c , 94.
91. Ibídem, 95-98, con documentación. Prescindimos aquí de las cartas pastorales, dadas 93. Con absoluta claridad en Cipriano. La «ofrenda de los dones» a cargo de los presbíte-
las dificultades que presenta su fijación cronológica. Cf. 11.2.1. ros-obispos en los años noventa del siglo I, según la primera carta de Clemente (44,4), no es
92. Ibídem, 98-103; para Hipólito, la jefatura y el sacerdocio, pertenecientes respecti- un testimonio tan claro. Cf. también la recopilación de textos de A. Cunningham, The bishop
vamente a las tribus de Judá y de Leví, confluyen en Jesucristo y, de él, pasan a los apóstoles y irt íhe Church, Wilmington 1985.
a los obispos. 94. J.D. Laurance, The eucharist as íhe imitation of Chrisí, «Theological Studies»
47(1986)286-296 (con citas patrísticas sobre el tema sacerdote/obispo y sacrificio).

236
237
estaba ocupado ya por el obispo, sino por el sacerdote. de la liturgia eucarística 97 . El sacerdote no tiene la facul-
De hecho, hacía ya varios siglos que eran los sacerdotes, tad de inducir a Cristo resucitado a realizar siempre
y no los obispos, quienes celebraban ante los fieles la nuevos actos: lleva a cabo, nuevamente, in persona
ceremonia de la eucaristía. La ocasión concreta que mo- Christi, la actualización de lo que la teología del sacri-
vió a los teólogos, y más tarde también a los concilios, a ficio llama el único acto sacrificial de Cristo.
insistir en la potestad de los sacerdotes fue el ataque En la concepción de la teología escolástica el sacer-
desencadenado por los cataros y los valdenses contra el dote tiene, en virtud de esta «cuasiidentidad» 98 con Je-
clero de aquella época. La crítica a la miserable situa- sucristo, un puesto en la celebración eucarística que le
ción de los sacerdotes reavivó la polémica de si un minis- diferencia radicalmente de los restantes asistentes.
tro indigno puede administrar válidamente un sacra- Además, y en virtud de la ordenación y del grupo de
mento. La respuesta negativa implicaba el rechazo del personas que le ha sido encomendadas, es representante
sacerdocio en sí y, entre los cataros del siglo xn, el re- de la comunidad. Fue Tomás de Aquino el primero que
chazo de la transformación eucarística 95 . La réplica afirmó que el sacerdote actúa in persona Ecclesiae,
teológica no consistió tan sólo en acentuar una potestad puesto que el culto, en cuanto confesión de fe y oración,
que garantiza, con independencia de la dignidad del mi- es un acto humano 99 .
nistro, la realización válida del sacramento y en fijar las Aunque propiamente hablando esta concepción ca-
condiciones —como, por ejemplo, la exacta pronuncia- tólica no sitúa al sacerdote en una especie de posición
ción de las palabras consagratorias— para la seguridad intermedia entre Dios y los hombres —cosa imposible
del acontecimiento. Incluso bajo esta concepción estre- según el Nuevo Testamento— sí lo ve como el represen-
cha se supo y se defendió siempre que es Jesucristo tante del mediador y sacerdote único, Jesucristo, v de su
quien realiza la transformación de la eucaristía. Se citó a comunidad, esto es, como representante del totus Chris-
menudo una sentencia atribuida a Agustín, según la cual tus. De aquí se deriva, respecto de cada una de las con-
la transformación no ocurre en virtud de los méritos del cretas celebraciones litúrgicas, un cambio de papel o
consagrante, sino mediante la palabra del Creador y el función muy difícilmente imaginable y no exenta de
poder del Espíritu Santo 96 . ciertos involuntarios rasgos propios de una represen-
Cuando, en este contexto, la teología escolástica tación escénica: «Aquí el sacerdote es representante del
(basándose en la errónea traducción latina de 2Cor cuerpo, en cuanto que representa a la cabeza y expresa,
2,10), afirmaba que el sacerdote actúa en la liturgia en su acción litúrgica, la compleja relación entre Cristo y
in persona Christi, y cuando entendía el carácter indele- su Iglesia, pues, bien actúa en la persona del Señor de la
ble (character indelebilis) de la ordenación sacerdotal comunidad, bien se dirige al Señor en nombre de la
como asimilación a Jesucristo y capacitación para el cul- comunidad y luego, de nuevo en el papel del Señor que
to, perseguía la misma intención: la calificación otor- une a su cuerpo consigo, presenta la oración y el sacri-
gada al sacerdote por la ordenación lo une a Cristo de tal ficio de todo el cuerpo místico» 100 .
modo que es éste, y no el sacerdote, el sujeto primario
97. Sobre este punto, cf. P.J. Cordes, Sendung zum Dienst, Francfort 1972; F. Eisenbach
(véase bibliografía I), 405-441.
98. P.J. Cordes, o . c , 185.
95. K.J. Becker, Der priesterliche Dienst II. Wesen und Vollmachten des Priestertums nach 99. F. Eisenbach, o . c , 421, nota 286 (con bibliografía). Sería, por tanto, igual que «en
dem Lehramt, Friburgo 1970, 18-43. nombre de la Iglesia».
96. Ibídem, 23 (con documentación). 100. Ibídem, 440.

238 239
Toda prolongación o profundización teológica del tradición teológica, bajo la cita expresa y literal del con-
estado actual de nuestros conocimientos sobre las re- cilio de Trento: «Está presente (Cristo) en el sacrificio
laciones entre la eucaristía y el sacerdocio ministerial de la misa, sea en la persona del ministro "ofreciéndose
debe tener en cuenta y respetar esta constatación histó- ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que en-
rica: que el sujeto primero y principal de la celebración tonces se ofreció en la cruz", sea sobre todo bajo las
eucarística es Jesucristo en el Espíritu Santo; que existe especies eucarísticas» (SC 7). En la exposición de la per-
legítimamente un servicio que le «representa» (no que le manencia del sacrificio de la cruz se insiste en la idea del
sustituye); que este servicio es parte de aquel ministerio memorial recuerdo: «Nuestro Salvador, en la última ce-
de la Iglesia que, a su vez, está, en su totalidad, al servi- na, la noche que lo traicionaban, instituyó el sacrificio
cio de la unidad de la fe; que tal servicio no está expues- eucarístico de su cuerpo y sangre, con el cual iba a per-
to ni depende de las cualidades subjetivas y morales del petuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la
servidor que lo desempeña. Esta profundización teoló- cruz y confiar así a su esposa, la Iglesia, el memorial de
gica debe esforzarse, también y no en último término en su muerte y resurrección: sacramento de piedad, signo
el diálogo ecuménico, por no reducir ni disminuir la po- de unidad, vínculo de caridad, banquete pascual, en el
sición de Jesucristo como cabeza única de la Iglesia y, cual se come a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos
por tanto, también de las celebraciones eucarísticas, de da una prenda de la gloria venidera» (SC 47). La teolo-
modo que quien «representa» a Jesucristo en la liturgia gía del sacrificio de la misa se aclara mediante la inclu-
(pero no en el sentido de representar a un ausente) está sión de los cristianos: «... no asistan como extraños, sino
teológicamente en y no sobre la comunidad, tal como le que ... participen consciente, piadosa y activamente en
corresponde en cuanto oyente y creyente y en cuanto la acción sagrada ... den gracias a Dios, aprendan a ofre-
receptor agradecido que alaba y recuerda. cerse a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada no sólo
por manos del sacerdote, sino juntamente con él...» (SC
48); véase PO 2; una síntesis también en LG 28.
8.4.8. El concilio Vaticano II Hay un texto, imbuido de una sugestiva mística de
Jesús, que sitúa a la eucaristía en el marco de la teología
El concilio Vaticano II se ha referido al tema de la del cuerpo místico (LG 7). La diferencia esencial que,
eucaristía en varios contextos y con distintos estilos lin- según este concilio, se da entre el sacerdocio común de
güísticos, movido por el deseo de recoger adecuadamen- todos los fieles y el sacerdocio jerárquico implica tam-
te, por un lado, las manifestaciones doctrinales del pa- bién una actuación por un lado común y por otro diversa
sado y de dar, por otro, impulso a nuevos progresos del en la eucaristía: «Porque el sacerdocio ministerial, en
pensamiento teológico 101 . virtud de la sagrada potestad de que goza, modela y
Las afirmaciones acerca del sacrificio enlazan con la dirige al pueblo sacerdotal, efectúa el sacrificio eucarís-
tico ofreciéndolo a Dios en nombre de todo el pueblo;
101. Aquí tenemos que limitarnos a mencionar las declaraciones más importantes. Las
los fieles, en cambio, en virtud de su sacerdocio real,
restantes pueden encontrarse fácilmente en los índices de materias o analíticos que acom- asisten a la oblación de la eucaristía, y lo ejercen en la
pañan a las traducciones de los textos conciliares. En 1967, la Congregación para el culto
divino intentó resumir, en una instrucción sobre la celebración y la veneración del misterio de
recepción de los sacramentos, en la oración y acción de
la eucaristía, las declaraciones esenciales del magisterio eclesiástico. Remitimos aquí expre- gracias, con el testimonio de una vida santa, con la ab-
samente a los comentarios a los textos del concilio del LThK, merced a los cuales se ve
claramente el contexto y el alcance de las afirmaciones conciliares. negación y caridad operante» (LG 10; también n.° 11).

240 241
El concilio intentó ofrecer un nuevo enfoque en su reunida la comunidad bajo el ministerio sagrado del obispo, se ma-
teología del ministerio episcopal, que debería permitir nifiesta el símbolo de aquella caridad y "unidad del cuerpo místico de
superar la concentración escolástica sobre el sacerdote Cristo sin la cual no puede haber salvación". En estas comunidades,
por más que sean con frecuencia pequeñas y pobres o vivan en la
en beneficio de la perspectiva patrística. Aquí el concilio dispersión, Cristo está presente, el cual con su poder da unidad a la
atribuye principalmente al obispo la representación y la Iglesia, una, católica y apostólica. Porque "la participación del cuerpo
administración de los sacramentos: «Así, pues, en los y sangre de Cristo no hace otra cosa sino que pasemos a ser aquello
obispos, a quienes asisten los presbíteros, Jesucristo que recibimos."
nuestro Señor está presente en medio de los fieles como »Ahora bien, toda legítima celebración de la eucaristía la dirige el
obispo, al cual ha sido confiado el oficio de ofrecer a la divina majes-
pontífice supremo. Porque, sentado a la diestra de Dios tad el culto de la religión cristiana y de administrarlo conforme a los
Padre, no está lejos de la consagración de sus pontífices, preceptos del Señor y las leyes de la Iglesia, las cuales él precisará
sino que principalmente, a través de su servicio eximio, según su propio criterio adaptándolas a su diócesis» (LG 26).
predica la palabra de Dios a todas las gentes y adminis-
tra sin cesar los sacramentos de la fe a los creyentes»
(LG 21, comienzo). Con estas afirmaciones sobre los 8.4.9. La comunión
obispos, la eucaristía y la comunidad oferente, se consi-
gue delinear una eclesiología eucarística 102 : La communio (koinonia) con Jesús constituye, junto
con el memorial actualizador, el segundo punto culmi-
«El obispo, revestido como está de la plenitud del sacramento del nante, la meta y la plenitud de la celebración eucarística.
orden, es "el administrador de la gracia del supremo sacerdocio" sobre La forma externa de esta communio es la comida y la
todo en la eucaristía que él mismo distribuye, ya sea por sí, ya sea por
otros, y que hace vivir y crecer a la Iglesia. Esta Iglesia de Cristo está bebida de los dones sacramentales. Ahora bien, esta co-
verdaderamente presente en todas las legítimas reuniones locales de mida y bebida no deben entenderse como las comidas
los fieles que, unidos a sus pastores, reciben también el nombre de ordinarias, pues ya en el Nuevo Testamento tiene una
Iglesias en el Nuevo Testamento. Ellas son el pueblo nuevo, llamado estilización litúrgica y se la distingue nítidamente de las
por Dios en el Espíritu Santo y plenitud (cf. ITes 1,5). En ellas se
congregan los fieles por la predicación del evangelio de Cristo y se
comidas habituales. Dado que también en la comunión
celebra el misterio de la cena del Señor "a fin de que por el cuerpo y la es Jesús el agente primero y principal, puede describirse
sangre del Señor quede unida toda la fraternidad". En todo altar, este acontecimiento, en una primera aproximación, del
siguiente modo: Jesús da aquí una participación en él,
como persona concreta y viviente, una participación en
102. Han aportado una contribución esencial a estos textos los trabajos ecuménicos, en
especial los relacionados con las Iglesias ortodoxas (cf. también UR 15). Mediante estas ideas la totalidad de su destino vital, y produce, por el poder
sobre la comunión y la colegialidad, el concilio intentaba superar los inconvenientes de la del Espíritu Santo, aquella unión (él en nosotros y noso-
eclesiología oriental que, al acentuar la autocefalia, ponía en peligro la unidad de la Iglesia
universal. La unión de todas las Iglesias autocéfalas no se identificaría con la Iglesia universal tros en él) que constituye la forma más íntima que cabe
como communio de las Iglesias locales en el sentido en que lo entiende la Iglesia católica. Para
las consecuencias que se derivan de la eclesiología oriental, cf., además de R. Hotz (véase imaginar de un «estar juntos y unidos», la máxima cer-
bibliografía I), P. Plank. Die Eucharistieversamlung ais Kirche. Würzburgo 1980. espec. 145. canía. Esta participación personal acontece, según el
Para esta doctrina conciliar, K. Rahner, Uber die Gegenwart Christí in der Diasporagemeinde
nach der Lehre des Zweitens Vaükaníschen Konzils, en Schriflen VIII,409-425; O. Saier, testimonio del Nuevo Testamento, primariamente al co-
Communio in der Lehre des Zweitens Vatikanischen Konzils, Munich 1973. No podemos mer su cuerpo. Aquí debe reflexionarse con sumo cuida-
abordar aquí las reformas prácticas que tienen también relevancia teológica, como por ejem-
plo la concesión del «cáliz de los laicos» y la aclaración que recibe la idea de la colegialidad del do sobre el modo de su presencia y sobre el de su cuerpo
presbiterio en virtud de la concelebración. Respecto de esta última, cf-, además de la obra
pionera de K. Rahner-A-, Háussling (véase bibliografía VI), recientemente E. Mazza, o . c , I glorificado, instalado en la dimensión de Dios (cf. supra
46-54 (véase nota 36). 8.4.5): se trata de una presencia real, pneumática, en la

242 243
que Jesús, «por lo demás» siempre junto a los suyos, se en Cristo por el Espíritu Santo, concebirá este «aumen-
transmite en la communio de forma sacramental. La to» en el sentido de la posibilidad, otorgada por Dios, de
concepción cristiana de la fe excluye, de antemano, una experimentar cada vez más intensamente la real intimi-
representación corpórea cosificada, pero ha admitido y dad e interioridad de Dios en el hombre. Forman parte
defendido los aspectos sensiblemente perceptibles de la de este aumento de la intensidad las dimensiones
transmisión sacramental, en contra de las interpre- emocionales —el concilio de Florencia utilizó la palabra
taciones hostiles a lo corpóreo y a las realidades sensi- «deleite» — , las repercusiones éticas —el concilio de
bles. Trento habla de «triaca» o remedio contra los pecados—,
La communio como «proceso interno» de la unión y también indudablemente la superación de miras pu-
acontece en aquel ámbito de las relaciones entre Dios y ramente individualistas. «Aumento» de la gracia implica
el hombre en el que los hombres no tienen ya ninguna una configuración o conformación cada vez más acen-
función de mediación ni ningún poder de disposición. tuada con Jesús: conformación en la tarea de hacer la
Fácilmente se comprende que la comunión sólo puede voluntad de Dios en este mundo, en la práctica de la
acontecer donde los hombres están dispuestos por la fe, unidad del amor a Dios y a los hombres, en el segui-
la esperanza y el amor, pero esta disposición, en defini- miento de Jesús para la realización, ya iniciada, del
tiva y una vez más, sólo puede ser posibilitada y soste- reino de Dios, en el servicio de la paz y de la recon-
nida por la gracia de Dios. Y así, también se le sustrae al ciliación, en la oposición y resistencia a la injusticia, en
hombre la capacidad de juzgar si está presente o no la dedicación a la causa de los débiles, de los proscritos,
aquella fe que, por parte humana, debe aportar la unión de los extraños.
del hombre con Jesús en la comunión. Desde el punto Enlazando con la promesa de vida de Jn 6, se men-
de vista de la teología, sólo puede decirse lo siguiente: ciona también finalmente como efecto de la comunión el
donde por la gracia de Dios se dan las condiciones para ser prenda de nuestra gloria futura y de la felicidad eter-
esta communio, donde el Espíritu de Dios hace que es- na. Quien recibe a Jesús es introducido en aquella di-
tos supuestos alcancen su objetivo, pueden percibirse, mensión divina en la que los hechos realizados por Dios
según la revelación y la tradición de fe, los efectos gra- y cuantos alcanzaron por él la plenitud son un puro pre-
tuitos de esta comunión. El efecto de la comunión sacra- sente permanente en el que el creyente espera ser recibi-
mental, ya testificado en ICor 10,17 y, a partir de aquí, do un día para siempre. Dado que los hombres se ven
enérgica y repetidamente acentuado por la tradición, oprimidos y combatidos por todas partes y de diversas
consiste en que la unión con Cristo crea a su vez la maneras a lo largo de una vida llena de desgarramientos
unidad entre sí de cuantos comulgan con fe y amor y y contradicciones, estos efectos místicos y gratuitos de la
alimenta de este modo continuamente el cuerpo de Cris- eucaristía no pueden ser duraderos. De ahí que este sa-
to que es la Iglesia. cramento, en su doble dimensión de celebración conme-
El fruto más inmediato del sacramento de la eucaris- morativa actualizadora y de communio, deba ser recibi-
tía en quien lo recibe es, según la tradición doctrinal de do repetidas veces.
la Iglesia, el aumento de la gracia. Bajo esta afirmación Analizando esta doctrina eclesial sobre los efectos
pueden fácilmente deslizarse falsas ideas cuantitativas. gratuitos de la comunión eucarística en el horizonte de
Una teología de la gracia purificada de tales conceptos, la teología de la gracia y de la pneumatología, se advier-
que por «gracia» entienda la autocomunicación de Dios te que dichos efectos pueden ser concedidos por Dios

244 245
también fuera de los sacramentos (lo que, en los seres tipo espiritual es, al igual que el Pneuma divino que la
humanos, nunca equivale a decir de manera puramente causa, algo absolutamente real y no se la puede inter-
espiritual), a excepción del efecto «eclesial», la edifi- ceptar, con intención meramente humana, con una
cación y cohesión visible del cuerpo de Cristo que es la unión o conexión de tipo mental abstracto. Para que se
Iglesia en virtud de la comunidad en común del único produzca se requiere, según la doctrina de la Iglesia, el
pan. Podemos, pues, remitirnos a uno de los principios ardiente deseo de la comunión sacramental —siempre
básicos de la teología sacramental general, a saber, que que sea posible. Por parte católica, esta doctrina es la
los sacramentos no pueden entenderse como caminos respuesta oficial hoy posible, frente a situaciones en las
exclusivos (o «monopolísticos») de la gracia de Dios. que no puede realizarse el sacramento:
Esta idea nos lleva a la concepción de la eucaristía de — En los actos de culto sin la presencia de sacerdotes
Agustín, según la cual este sacramento se da precisa- (en los que, a tenor de las enseñanzas de la Iglesia, la
mente a causa del cuerpo eclesial de Cristo y no, por comunidad no puede otorgar potestad a quien «no esté
tanto, porque no sea posible de otra forma una presen- ordenado»).
cia de Jesucristo en su cuerpo glorioso. —En las personas que se hallen impedidas de asistir
La concepción aquí expuesta está confirmada por la a las celebraciones litúrgicas.
doctrina eclesiástica sobre la «comunión espiritual». Po- —En los casados por la Iglesia y que, divorciados por
dría entenderse bajo este concepto el tipo de piedad lo civil, han contraído nuevo matrimonio, también civil
eucarística surgido en el siglo XIV, que tuvo más tarde (personas no ciertamente excomulgadas, pero sí ex-
una considerable difusión gracias sobre todo a la mística cluidas de la recepción de los sacramentos).
francesa y española 103 . Pero no nos referimos aquí a —En la cena evangélica (debido sobre todo, según la
ella, sino a una doctrina eclesiástica, desarrollada espe- doctrina católica, a la falta del sacramento del orden,
cialmente por Tomás de Aquino 104 , y posteriormente que hace que no exista la originaria y plena realidad del
aceptada por el concilio de Trento (DS 1648; Dz 881). sacramento de la eucaristía, aunque, por otro lado, no
Gracias a esta comunión espiritual es posible recibir los se trata de un signo ineficaz).
«frutos» o la «cosa» (res), esto es, los efectos de la gracia Respecto de las personas que se encuentran en estas
de la eucaristía, también sin la recepción del sacramen- y otras parecidas circunstancias, la Iglesia católica en-
to. Esta comunión se llama «espiritual» sólo para di- seña: «Si, profundamente guiados por el deseo del sa-
ferenciarla de la comunión que es a la vez «espiritual y cramento y unidos en la oración con toda la Iglesia,
sacramental» 105 . Se trata de aquella unión en fe y en claman al Señor y elevan a él sus corazones, tienen, en
amor con Jesús que, en el «caso normal» del hombre virtud del Espíritu Santo, comunión con la Iglesia, que
que vive en el seno de la Iglesia, antecede (como dispo- es el cuerpo vivo de Cristo, y con el Señor mismo.
sición causada por la gracia) a la comunión sacramental Unidos a la Iglesia mediante el deseo del sacramento
y es, al mismo tiempo, su fruto supremo. Esta unión de están, aunque externamente separados de ella, íntima y
realmente vinculados a ella y reciben, por consiguiente,
103. Cf. H.R. Schlette, Kommunikation und Sakrament. Theologische Deutung der geistli- los frutos del sacramento» 106 . Así, pues, según esta doc-
chen Kommunion, Friburgo 1959 (¡insuperable!).
104. Cf. Tomás de Aquino, S. ífi. III, q. 73, a. 3; q. 80, a. 1, ad 3.
105. Aquí la palabra «espiritual» debe entenderse como algo sumamente real, y no en el 106. Escrito de la Congregación para la doctrina de la fe Sobre algunas cuestiones concer-
sentido del «sólo espiritualmente» en que lo empleó el concilio de Trento, como contrapuesto nientes al ministro de la eucaristía, del 6 de agosto de 1983 (texto castellano en «Ecclesia»,
a lo real y sacramental (DS 1658; Dz 890). n,° 2141 (17 de septiembre de 1983)13-15 y 18.

246 247
trina es posible alcanzar los efectos todos del sacramen- dición impetrada a Dios y el «anabático» del sacrificio
to, incluido el efecto específicamente eclesial, también de alabanza.
«extrasacramentalmente». Las ideas de Max Thurian han ejercido gran influen-
cia en los recientes diálogos ecuménicos sobre la cena
del Señor, incluido el «documento de Lima». Por parte
8.5. La renovación de la teología eucarística católica siguen en pie las cuestiones relativas al carácter
expiatorio de este sacrificio (¿no se podría acaso inter-
La teología de la eucaristía debería consagrar sus pretar este carácter como la acción reconciliadora de
mejores esfuerzos a la tarea de conseguir una visión Dios, o no se podría pensar que está incluido en la súpli-
unitaria con la que poner remedio a la fragmentación de ca por la salvación y la bendición de Dios?) y a la con-
la doctrina sobre este sacramento. Esta tentativa aviva- cepción del sacramento del orden y la consagración sa-
ría la esperanza de que las Iglesias separadas puedan tal cerdotal 107 .
vez hallar un punto de encuentro en esta concepción Entre los católicos, Johannes Betz se ha esforzado
básica. Merece la pena destacar aquí las opiniones de por situar bajo el común denominador del pensamiento
dos teólogos que se han consagrado al estudio de esta unitario de nuestro tiempo las múltiples aportaciones de
materia. los trabajos bíblicos, teológico-litúrgicos, patrísticos y
Por parte evangélica, Max Thurian ha destacado la ecuménicos desarrollados en este siglo. Los impulsos
categoría central del recuerdo o memoria, situando en más importantes procedieron por un lado de la renova-
ella las ideas del sacrificio y de la presencia actual. Ha ción de la teología de la palabra de Dios, cuya procla-
aludido a su conexión con la liturgia judía, que Jesús mación lleva a la presencia de lo proclamado, y, por el
habría llevado a su plenitud con la eucaristía, sin des- otro, de las intuiciones de Odo Casel. Aunque es cierto
truir el ritual. Así, pues, la eucaristía debe entenderse que la discusión desencadenada en torno a sus afir-
como sacrificio de gratitud y de alabanza en memoria de maciones históricas y sus argumentos teológicos ha re-
los hechos poderosos de Dios; en el seno de este acon- velado algunos de los puntos débiles del pensamiento de
tecimiento sucede, por la acción del Espíritu Santo, la Casel 108 , son muchos, entre ellos Betz, los que consi-
presencia sacramental del sacrificio singular y único de deran acertado entender la eucaristía como actualiza-
Jesucristo y, con ello, de la persona misma de Jesucristo. ción simbólica real de la acción salvífica de Dios acon-
En esta perspectiva, a la Iglesia le compete presentar
litúrgicamente este sacrificio del Hijo ante el Padre, pa- 107. Para M. Thurian, cf., por ejemplo, J.B. Lies, en «Zeitschrift für kath. Theologie»
ra que se acuerde de su pueblo y derrame sobre él la 100(1978)79-82; St. N. Bosshard, ibíd., 108(1986)159-161; M. Thurian, Das eucharistische
Gedáchínis: Lob- und Bittopfer, en Ókumenische Perspektiven von Taufe, Eucharislie und
bendición conseguida por el Hijo mediante su sacrificio. Ami, dir. por M. Thurian, Paderborn-Francfort 1983, 110-123. Cf. los «textos de Lima»,
especialmente sobre la eucaristía: 3s (sacrificio de alabanza), 5-7 (memorial anamnesis), 8
La Iglesia se une así, bajo la forma de una participación, (acción de gracias y súplica), 13 (presencia real). 14 (epiclesis del Espíritu Santo); sobre el
a la súplica del Hijo en favor de todos los hombres, para ministerio; 14 (el ministerio consagrado y la eucaristía). Para la crítica católica a estos textos;
M. Seybold-A. Glasser (véase bibliografía II); L. Lies. Ókumenische Erwdgungen zu Abend-
que el Padre les conceda la salvación y para que llegue mahl, Priesterweihe und Messopfer «Zeitschrift für kath. Theologie», 104(1982)385-410. Para
su reino. Se tienen aquí en cuenta los tres elementos que la crítica evangélica a las nuevas concepciones de la cena del Señor: E. Volk, Mahl des Herrn
oder Mahl der Kirche?. «Kerygma und Dogma» 31(1985)33-64 (reservas luteranas contra las
aparecían en la antigua forma básica de la eucaristía: la influencias calvinistas y ortodoxas). Para la discusión ecuménica, también G. Hintzen, Das
reformaíorische Abendmahl aus katholischer Sicht, «Catholica», 40(1986)203-288 (con biblio-
anamnesis y la epiclesis y, engarzada en ellas, la presen- grafía).
cia real «somática»; el movimiento «catábico» de la ben- 108. Cf. la obra clásica de A. Schilson (véase bibliografía I).

248 249
tecida de una vez por siempre en Jesucristo. Betz inten- poral de su persona, entregada en la muerte y glorifi-
tó formular con precisión teológica esta idea básica de cada, con el objetivo de conseguir la máxima comunión
Casel, para mostrar cómo están «contenidos» en el posible: actualización de la persona en la actualización
acontecimiento único total tanto el sacrificio como la del acontecimiento. En la renovación de la teología de la
presencia personal real de Jesús. Para lograr este objeti- eucaristía posterior a Betz se insiste en la pneumatología
vo, distinguió tres modos de presencia, enlazados entre con más fuerza que lo hace el propio Betz. Se expresa
sí, y todos ellos referidos a una presencia real y pneu- así, de forma inconfundible, lo que Betz había desta-
mática: 1) La presencia eficaz, personal y pneumática de cado siempre: que la celebración eucarística no brota de
Jesucristo resucitado: éste actúa en la realización del la iniciativa humana, no es mérito humano, no es pro-
sacramento eucarístico como el agente principal (prin- ducto autónomo, no añade ningún valor a la acción sal-
cipalis agens) por su Espíritu, al servirse del sacerdote. vífica de Jesús. Pero fundamentar la eucaristía en la
A esta presencia del Resucitado que actúa aquí y ahora, pneumatología puede también provocar erróneas inter-
y sin la cual no serían posibles ni la oración ni el recuer- pretaciones, como si fuera el hombre quien en este sa-
do ni la liturgia misma, le da Betz el nombre de «presen- cramento, y disponiendo de Dios, induce la venida de
cia actual principal». 2) La comunidad celebrante feste- Jesús. A partir de esta pneumatología alcanza la fe
ja, gracias a los actores antes mencionados, la memoria aquella seguridad en la presencia real de Jesús en el
o recuerdo de la obra redentora, que por medio de Jesu- Espíritu Santo. Esta presencia no es causada por la con-
cristo está presente no como un recuerdo subjetivo, sino ciencia y el recuerdo subjetivo, ni por la súplica por la
real y verdaderamente. La comunidad ratifica este sacri- venida del Espíritu Santo, porque allí donde se ora, allí
ficio de Jesús, llevado a cabo sin su intervención, lo donde se alaban los hechos poderosos de Dios, está ya
reconoce como sacrificio hecho por su bien y en su lu- Dios presente.
gar, y se lo apropia y lo hace fructificar en el símbolo de
En el sacramento de la eucaristía está sacramental-
la cena. Ésta sería, según Betz, la «presencia actual
mente presente y sintetizado todo cuanto según la fe
anamnética, conmemorativa». 3) En esta presencia ac-
cristiana se encierra bajo la palabra «salvación»110. En
tual del acto sacrificial de Jesús hace Dios —porque es él
él, la comunidad reunida presenta su alabanza y su ac-
quien actualiza el acontecimiento sacrificial total— que
ción de gracias ante Dios Padre por todo cuanto en él
esté presente también la persona corporal de Jesús en el
tiene su origen, la creación y la historia de la salvación.
cambio que experimentan los dones para convertirse en
En él, la comunidad se transforma en el cuerpo de Jesu-
aquel deleite en el que puede tener lugar el más íntimo
cristo, crucificado, resucitado y exaltado y se convierte
encuentro personal. A esto llama Betz «presencia real
así en lugar de reconciliación, de confesión y de gozo
somática personal» 109 .
festivo, y también en lugar de lamentación por la reden-
Así, pues, en la celebración eucarística la presencia ción incompleta, de compasión por los que padecen. En
del Resucitado en su Espíritu causa la presencia de su él se obsequia a cada uno de los creyentes con la más
santa acción salvífica y, a una con ésta, la presencia cor- íntima cercanía con Jesús, de suerte que el hombre ad-

109. Cf. la breve síntesis de Sacramentum Mundi II, Herder. Barcelona 31982, 964-970.
Las ideas de Betz han merecido amplia acogida, desde A. Gerken, Theologie der Eucharistie
(1973) hasta W. Kasper, Einheit und Vielfalí der Aspekte der Eucharistie (véase nota 5), 202s 110. «In hoc sacramento comprehenditur totum mysterium nostrae salutis»: Tomás de
(1985). Aquino, S. th. III, q. 83, a. 4,c. Para lo que sigue: U. Kühn, Sakramente, 293-297: el sentido
de la cena.

250
251
Gesteira García, M., La Eucaristía, misterio de comunión, Madrid
quiere, de manera siempre nueva, la certeza de la auto-
1983.
comunicación de Dios en él. En los hombres reunidos y Gesú e la sua morte (Atti della XXVII Settimana Bíblica), Brescia
en los dones preparados están presentes las esperanzas, 1984, espec. G. Ghiberti, Gesú e la sua morte secondo i raconti
las alegrías y los problemas de la creación del mundo, della cena. Alcune interpretazioni del XX secólo, 129-153.
suplicando la bendición de Dios, esperando ansio- Giraudo, C, La struttura letteraria della preghiera eucaristica, Roma
1981.
samente la plenitud de la redención y así acontecen la Grotzinger, E., Luther und Zwingli. Die Kritik an der mittelalterlichen
acción de gracias, el recuerdo y la súplica: posibilitados, Lehre von der Messe ais Wurzel des Abendmahlsstreites, Colonia-
sostenidos y hechos fructíferos por la presencia del Espí- Gütersloh 1980.
ritu Santo de Dios. Heron, A.I.C., Table and tradition. Toward an ecumenical understand-
ing of the eucharist, Filadelfia 1983.
Hintzen, G., Die neuere Diskussion über die eucharistische Wandlung,
Bibliografía VI Francfort-Berna 1976.
Holeton, D.R., Les hussites et la communion des petits enfants. Res-
Eucaristía sourcement patristique et mouvement de piété populaire
(1380-1421), París 1983.
a) Libros Interkommunion. Hoffnungen, zu bedenken, Friburgo 1971 (con bi-
bliografía).
Averbeck, W., Der Opfercharakter des Abendmahls in der mueren Kann man injedem Fall die Eucharistie feiern?', «Concilium» 18(1982),
evangelischen Theologie, Paderborn 1966. n.°2.
Batzing, G., Die Eucharistie ais Opfer der Kirche nach Hans Urs von Klauck, H.-J., Herrenmahl und hellenistischer Kult, Münster 1982.
Balthasar, Einsiedeln 1986. Léon-Dufour, X., Le partage du pain eucharistique selon le Nouveau
Betz, J., Eucharistie. In der Schrift und Patristik (Handbuch der Dog- Testament, París 1982.
mengeschichte IV/4a), Friburgo 1979. —, Abendmahl und Abschiedsrede im Neuen Testament, Stuttgart
Bistumkommission für okumenische Fragen Münster (ed.), Die Eu- 1983.
charistie im Gesprách der Konfessionen, Kevelaer 1986. Lies, L., Wort und Eucharistie bei Orígenes, Innsbruck 1978.
Bode, F.-J., Gemeinschaft mit dem lebendigen Gott. Die Lehre von der De Lubac, H., Corpus mysticum. Eucharistie und Kirche im Mittelal-
Eucharistie bei Matthias Joseph Scheeben, Paderborn 1986. ter, Einsiedeln 1969.
Bosshard, St. N., Zwingli, Erasmus, Cajetan. Die Eucharistie ais Zei- Maas-Ewerd, Th.-Richter, K. (dirs.), Gemeinde in Herrenmahl, Fri-
chen der Einheit, Wiesbaden 1978. burgo 1976.
Bürki, B., Cene du Seigneur, Eucharistie de TÉglise, 2 vols., Friburgo Macy, G., The theologies of the eucharist in the early scholastic period
1985 (textos reformados). (ca. 1080-ca. 1220), Oxford 1984.
Die Eucharistie ais Feier der Gegenwart des Herrn, «Concilium» Martimort, A.G. (dir.), La Iglesia en oración, Herder, Barcelona
4(1969), n.° 12. 3
1987 (parte II: R. Cabié, La eucaristía, p. 307-558).
Eucharist. International Bibliography 1975-1984, Estrasburgo 1985. Mazza, E., Le odierne preghiere eucharistiche, 2 vols., Bolonia 1984.
Feld, H., Das Verstdndnis des Abendmahls, Darmstadt 1976. Meyer, H.B., Luther und die Messe, Paderborn 1965.
Felmy, K.Ch. Die Deutung der góttlichen Liturgie in der russischen Molí, H., Die Lehre von der Eucharistie ais Opfer. Eine dogmenge-
Theologie, Berlín 1984. schichtliche Untersuchung von Neuen Testament bis Irenáus von
Feneberg, R., Christliche Paschafeier und Abendmahl, Munich 1971. Lyon, Colonia 1975.
Gamber, K., Sacrificium Missae. Zum Opferverstandnis und zur Li- Nélis, J., Histoire de la pratique et de la doctrine eucharistiques de
turgie der Frühkirche, Ratisbona 1980. l'Églese Occidentale, París-Bruselas 1984.
—, Beracha: Eucharistiegebet und Eucharistiefeier in der Urkirche, Ra- Pesch, R., Das Abendmahl und Jesu Todesverstandnis, Friburgo 1978.
tisbona 1986. Piolanti, A., // mistero eucharistico, Roma 31983.
Gemeinsame rom.-kath./ev. luth. Kommission, Das Herrenmahl, Pa- Plank, P., Die Eucharistieversammlung ais Kirche. Zur Entstehung
derborn-Francfort 1978. und Entfaltung der eucharistischen Ekklesiologie Nikolaj Afanas'
Gerken, A., Theologie der Eucharistie, Munich 1973. evs (1893-1966), Würzburgo 1980.

252 253
Piatzner, F., Messe und Kreuzesopfer. Die Krise der sakramentalen Feuillet, A., L'eucharistie, le sacrifice du Calvaire et le sacerdoce du
Idee bei Luther und in der mittelalterlichen Scholastik, Viena 1970. Christ, «Divinitas» 29(1985)103-149 (los Sinópticos y la carta a los
Pruisken, J., Interkommunion im Prozess, Essen 1974. Hebreos).
Rahner, K.-Haussling, A., Die vielen Messen und das eine Opfer, Fri- Fiedler, P., Probleme der Abendmahlsforschung, «Archiv für Litur-
burgo 1966. giewissenschaft» 24(1982)190-223.
Reumann, J., The supper of the Lord, Filadelfia 1984 (Nuevo Testa- Frankemolle, H.-Hilberath, B.J.-Schneider, Th., Eucaristía, en DCT
mento, diálogo ecuménico). I, 1989.
Sánchez Caro, J.M., Eucaristía e historia de la salvación, Madrid 1983 Giraudo, C , Le récit de i'institution dans la priére eucharistique, a-t-il
(teología de las Iglesias orientales). des précédents? «Nouvelle revue théologique» 106(1984)513-526
Sayes, J.A., Presencia real de Cristo y transubstanciación, Burgos (con bibliografía).
1974. Greshake, G., Konzelebration der Priester, en Glaube im Prozess, dir.
Schafer, Ph., Lebensquelle Eucharistie, Ratisbona 1985. por E. Klinger-K. Wittstadt, Friburgo 1984, 258-288 (con biblio-
Schillebeeckx, E., Die eucharistische Gegenwart, Dusseldorf 1967. grafía).
Schneider, Th., Deinen Tod verkünden wir. Gesammelte Studien zum Hauschild, W.-D., Agapen I. In der alten Kirche, en TRE I, 1977,
erneuerten Eucharistieverstandnis, Dusseldorf 1980. 748-753.
Schulte, R., Die Messe ais Opfer der Kirche. Die Lehre frühmittelalter- Hilberath, B.J.-Schneider, Th., Sacrificio, en DCT II, 1989.
licher Autoren über das Opfer, Münster 1959. Kandler, K.-H., Abendmahl und Heiliger Geist, «Kerygma und Dog-
Verheul, A., La priére eucharistique dans la primitive Église, Lovaina ma» 28(1982)125-227.
1983. Kilmartin, E.J., The active role of Christ and the Holy Spirit in the
Walter, E., Eucharistie. Bleibende Wahrheit und heutige Fragen, Fri- sanctification of the eucharistie elements, «Theological Studies»
burgo 1974. 45(1984)225-253.
Wiederkehr, D., Das Sakrament der Eucharistie, Friburgo 1976. Klauck, H.-J., Eucharistie und Kirchengemeinschaft bei Paulus, «Wis-
Wohlmuth, J., Realprasenz und Transsubstantiation im Konzil von senschaft und Weisheit» 49(1986)1-14.
Trient, 2 vols., Berna-Francfort 1975. Kühn, U., Abendmahl, en Sakramente (véase bibligrafía I), 259-304.
Zizioulas, J.D., Being in communion, Crestwood N.Y. 1985 (eclesio- Kunz, E., Eucharistie. Ursprung von Kommunikation und Gemein-
logía eucarística). schaft, «Theologie und Philosophie» 58(1983)321-345.
Legrand, H.-M., La présidence de ¡'eucharistie selon la tradition an-
cienne, «Spiritus» 18(1977)409-431 (testimonios prenicenos).
Lessing, E., Kirchengemeinschaft und Abendmahlgemeinschaft, «Wis-
b) Artículos y ensayos senschaft und Praxis in Kirche und Gesellschaft» 69(1980)450-462.
Lies, L., Okumenische Erwagungen zu Abendmahl, Priesterweihe und
Angenendt, A., Missa specialis. Zugleich ein Beitrag zur Entstehung Messopfer, «Zeitschrift für kath. Theologie» 104(1982)385-410.
der Privatmessen, «Frühmittelalterliche Studie» 17(1983)153-221. —, Verbalprásenz-Aktualprasenz, en Praesentia Christi (Homenaje a
Beinert, W., Eucharistie ais Sakrament der Einheit, «Catholica» J. Betz), Dusseldorf 1984, 79-100.
36(1982)234-256. Madeja, S., Analisi del concetto di concelebrazione eucarística nel con-
Betz, J., Die Eucharistie ais Gottes Milch in frühchristlicher Sicht, cilio Vaticano II e nella riforma litúrgica posteonciliare, «Ephe-
«Zeitschrift für kath. Theologie» 106(1984)1-26, 167-185. merides Liturgicae» 96(1982)3-56.
Callam, D., The frecuency ofmass in the Latín Church ca 400, «Theo- Mayer, A., Die Eucharistie, en HKR.676-691.
logical Studies» 45(1984)613-650. Medisch, R., Kirchliches Amt und Eucharistie, «Theologie der Gegen-
Congar, Y., Lutherana. Theologie de ¡'eucharistie et christologie chez wart» 28(1985)182-188 (con bibliografía).
Luther, «Revue des sciences philosophiques et théologiques» Nocke, F.-J., Wort und Geste (véase bibliografía I), 59-83.
66(1982)169-197. Rahner, K., Palabra y eucaristía, en Escritos IV, 323-365.
- , Doctrine christologique et theologie de Veucharistie, «Revue des Ramis, G., El memorial eucarístico (anaphora), «Ephemerides Litur-
sciences philosophiques et théologiques» 66(1984)15-23. gicae» 96(1982)189-208.
Dekkers, E., L'eucharistie, imitation ou anamnése de la derniére cene, Roux, J.-M., Corporéité et symbole eucharistique, «Bulletin de litté-
«Recherches de science religieuse» 68)1984)15-23. rature ecclésiastique» 86(1985)101-126, 87(1986)29-56.
Delling, G. y otros, Abendmahl, en TRE I, 1977, 47-229. Salado Martínez, D., La interrelación simbólica eucaristía-penitencia

254 255
en el organismo sacramental, «Escritos del Vedat» 16(1986)
179-215.
Sánchez Caro, J.M., «Probet autem seipsum homo» (ICor XI,28).
Influjo de la praxis penitencial eclesiástica en la interpretación de un
9. El sacramento de la penitencia
texto bíblico, «Salmanticensis» 32(1985)293-334.
Schulz, H.-J., «Wandlung» im ostkirchlich-liturgischen Verstandnis.
Eine Orientierung im Disput um Transsubstantiation und Trans-
signifikation, «Catholica» 40(1986)270-286 (con bibliografía espec.
de B.J. Hilberath y G. Hintzen).
Schwager, R., Der Tod Christi und die Opferkritik, «Theologie der
Gegenwart» 29(1986)11-20 (con bibliografía).
Thunberg, L., Symbol and mystery in St. Maximus the Confessor, en
F. Heinzer-Ch. Schónborn (dirs.), Maximus Confessor, Friburgo
1981, 285-308.
Tilliette, X., Problémes de philosophie eucharistique, «Gregorianum»
64(1983)273-305.
Trütsch, J., Taufe, Sakrament der Einheit - Eucharistie, Sakrament der 9.1. Cuestiones teológicas preliminares
Trennung?, en Theologische Berichte 9, Zurich 1980, 67-95.
Volk, E., Evangelische Akzente im Verstandnis der Eucharistie, «Ke- En las páginas que siguen se dan por supuestos, a
rygma und Dogma» 32(1986)188-206.
Wenz, G., Die Lehre vom Oper Christi im Herrenmahl ais Problem
partir de la revelación de Dios en la Biblia y de la tra-
ókumenischer Theologie, «Kerygma und Dogma» 28(1982)7-41. dición de fe de la Iglesia, algunos datos básicos, a saber:
que Dios ha revelado cuál es su voluntad concreta por lo
que respecta a una conducta humana acorde con los pre-
ceptos divinos; que los hombres, en general, con algunas
excepciones de diverso tipo, son capaces de conocer la
voluntad de Dios (Rom 1,18-3,20); que Dios no ha pre-
destinado o predeterminado a nadie al mal, es decir, que
ofrece a todos la posibilidad de cumplir la divina volun-
tad, pero que los hombres, en general, y también aquí
con algunas excepciones, tienen libertad suficiente para
rechazar la voluntad de Dios. A este rechazo o negativa
se le llama en el lenguaje bíblico y eclesial «pecado».
Cuando esta negativa a cumplir la voluntad de Dios im-
plica una decisión libre, esciente y consciente y radical,
se le llama «pecado mortal» y si se mantiene esta actitud
irrevocablemente hasta la muerte, llevaría al distan-
ciamiento eterno frente a Dios.
Cuando la voluntad de Dios es conocida de modo
imperfecto, o cuando la libertad humana se halla dismi-
nuida o restringida, o cuando la negativa no afecta a
ninguno de los valores esenciales queridos por Dios, la

256 257
tradición cristiana habla de «pecado leve» o «pecado to. En su solidaridad con los pecadores, testificada a lo
venial». En la vida real, estos dos géneros de pecados largo de toda su vida, en su aceptación del bautismo de
pueden revestir formas de realización muy diversas, des- penitencia de Juan, en sus comidas con los pecadores,
de el rechazo frontal y definitivo de Dios hasta la lenta en sus acciones para salvar y perdonar, en su dedicación
acumulación de pequeñas negativas, casi impercepti- hasta la muerte a los alejados de Dios se percibe, de
bles. En los dos géneros debe introducirse, además, la manera insuperable, el amor incondicional y prevenien-
distinción de si se producen justo en el «centro» o más te de Dios. Quien, con conciencia de su culpa, busca
bien en la «periferia» de la persona humana. No es pre- confiadamente refugio en Jesús, ha sido ya captado y
ciso, por otra parte, que se dirijan siempre y expre- asumido en una dinámica impulsada por el Espíritu San-
samente contra Dios, ya que existe una relación tan es- to, una dinámica que le asegura el perdón cabe el «Pa-
trecha entre cada ser humano con Dios y con los demás dre de misericordia y Dios de toda consolación» (2Cor
hombres que las negativas fundamentales frente a Dios 1,3).
se desarrollan siempre en áreas sociales o comunitarias Esta fe es comúnmente compartida por todos los
compartidas por muchas personas y es precisamente en cristianos. Las divergencias se inician con la pregunta de
el seno de estas áreas donde ha manifestado Dios su qué es, propiamente hablando, lo que se perdona. ¿Es el
voluntad clara y concreta, tanto en el Antiguo como en pecado una corrupción común a toda la humanidad, que
el Nuevo Testamento 1 . no es realmente eliminada por el perdón divino, sino
Una de las convicciones de la tradición de fe judeo- que simplemente, en consideración a la cruz de Jesús, ya
cristiana es que nadie puede perdonar pecados sino sólo no es imputada, de modo que después del perdón el
Dios. Los escritos de ambos Testamentos testifican las hombre sería a la vez pecador y justo? 2 ¿O es el pecado
constantes exhortaciones de Dios a la conversión, es de- una conducta concreta que nace de una decisión básica
cir, a que se aparte el hombre de su errónea conducta y errónea y que es perdonado por Dios al mismo tiempo
se vuelva a Dios mediante una reorientación de la vida. que aquella decisión, en el sentido de que, después del
Pero ya esta misma conversión es un don de Dios al perdón, desaparecen realmente tanto el pecado como la
hombre, pues sólo de la iniciativa de Dios proceden el decisión errónea, de tal suerte que en el hombre, des-
querer, el poder y la realización de una vida nueva. pués de perdonado, ya no habría sino la mala inclinación
Es parte constitutiva de la estructura sacramental de y ciertas consecuencias o secuelas del pecado, pero ya
la relación con Dios (cf. supra 1.2) el que los hombres no la corrupción misma?
dependan, también en este aspecto, de una mediación Todos los cristianos concuerdan en creer que si al-
sensible, es decir, que se les deba abrir un lugar o un guien advierte lo errado de su conducta y se orienta de
espacio para el perdón de Dios. Para los creyentes cris- nuevo a Dios, ello sólo es posible en virtud de la gracia
tianos este lugar experimentable del perdón y de la re- proveniente de Dios que alcanza a esta persona. Esta
conciliación divinos tiene un nombre concreto: Jesucris- conversión concedida a los hombres tiene su manifesta-
ción concreta en su vida espiritual a través del arrepen-
1. Existe una literatura especializada sobre los conocimientos teológicos, psicológicos, timiento, que es, a la vez, voluntad activa de una nueva
sociopsicológicos, etc. en torno al pecado. Cf. también H. Vorgrimler. Der Kampf des Chri-
sten mil der Sünde, en MS V, 1976, 349-448. aquí espec. 365, nota 34 (con bibliografía) y 375,
nota 60 (con bibliografía); P. Hoffman-V. Eid, Jesús von Nazareth und eine christliche Moral,
Friburgo 31979; J. Werbick, Schulderfahrung und Bussakrament, Maguncia 1985; J. Blank- 2. Para una concepción más matizada, H. Wulf, Simul iustus et peccator, en LThK IX.
J. Werbick (dirs.), Sühne und Versbhnung (Theologie zur Zeit 1), Dusseldorf 1986. 778-780 (con bigliografía).

258 259
conducta y desviación total y decidida del camino an- 9.2. Formas del perdón
terior. También en la perspectiva católica, el arrepen-
timiento es siempre confianza en el Dios perdonador; no El perdón de la culpa otorgado por Dios debe consi-
se le puede entender, pues, como autojustificación. A derarse, en perspectiva teológica, como un don singular
tenor de la experiencia que se refleja en la doctrina ca- del poder creador de Dios, mediado por Jesús en el
tólica, el hombre que reflexiona con clara conciencia Espíritu Santo. Es posible que a lo largo del curso de
sobre su conversión descubre varios motivos de arrepen- una vida humana este don se vea reprimido, se esterili-
timiento, es decir, de condena de sus pecados. En el ce, pero también que —en las múltiples y variadas di-
arrepentimiento perfecto, o «contrición», este motivo mensiones de la vida del hombre— se vivifique. De
consiste en el amor a Dios, otorgado por el mismo Dios, acuerdo con ello, la tradición de fe cristiana conoce múl-
un amor que el hombre hace conscientemente suyo. En tiples formas en las que puede concretarse el único per-
el arrepentimiento imperfecto o «atrición» el motivo es dón de Dios 3 . En cuanto acciones humanas, están sus-
inferior al amor, pero también está revestido de valor tentadas por la oración constante de toda la Iglesia que
ético. En cambio, el simple temor al castigo divino no suplica el perdón de la culpa. Citaremos a continuación
constituiría un motivo éticamente válido. algunas de entre la pluralidad de estas formas.
En la perspectiva católica, la conversión se manifies- 1. Reconciliación mediante la escucha de la palabra
ta en todas las capas y dimensiones del hombre afec- de Dios. Partiendo siempre de la base de la iniciativa
tadas por la errónea orientación y puede también, por exlusiva de Dios, su palabra llega como palabra recon-
tanto, tener carácter emocional («lágrimas de arrepen- ciliadora bajo la forma de oferta a todo oyente y de
timiento»). De igual modo, el perdón de Dios tiene, de verdadero perdón a todo el que, con arrepentimiento
acuerdo con la estructura sacramental de la relación con otorgado por la gracia, tiene conciencia de estar necesi-
Dios, tendencia a procesos sensibles, perceptibles, que tado de perdón. El encuentro con la palabra perdonado-
acontecen en el ámbito de la comunidad y de la comuni- ra de Dios (en la predicación, la lectura, la conversación
cación humanas. También debe tenerse en cuenta, una o en la forma dialogante de la oración) no tiene, en
vez más, que las negativas relevantes a la voluntad de modo alguno, menor eficacia y seguridad que la que se
Dios acontecen en ámbitos que los hombres comparten da en otras formas, por ejemplo en el acto sacramental.
con sus semejantes y que es ahí donde ha de tener su 2. Reconciliación mediante reparación (desagravio).
expresión práctica la reconciliación con Dios. En esta La reconciliación con personas que han sido injustamen-
dimensión de lo perceptible y comunitario tiene también te tratadas, que han sido ofendidas o cuyos derechos han
su lugar la súplica de los unos por los otros. Cuando el sido conculcados es condición previa para la eficacia del
perdón se entiende como fe en el evangelio gracio- perdón de Dios (Mt 3,23s;6,12).
samente concedida —es decir, como algo que pertenece 3. Reconciliación mediante un amor eficaz y produc-
exclusivamente al ámbito interno del encuentro de Dios tivo. Cuando una persona se desvía de la fijación en sí
con cada hombre concreto— desaparece del campo de misma y en sus personales y exclusivos intereses y se
visión la dimensión perceptible y comunitaria de la re- aleja de la esterilidad inherente a esta fijación, cuando
lación con Dios. se compromete, individual o colectivamente, en favor

3. Cf. H. Vorgrimler. en MS V (véase nota 1); ídem, en DCT II, 1989.

260 261
de otros, en virtud de un amor efectivo y practicado a) El sacramento más importante para el perdón de
concedido por el mismo Dios, se le perdonan los pe- los pecados es, según la doctrina cristiana universal, el
cados, aunque no invoque expresamente a Dios y su bautismo. Su singularidad se corresponde con la singula-
palabra perdonadora. ridad de la conversión radical, concedida por la gracia
4. Reconciliación mediante el diálogo. Las exhor- de Dios, que se «encarna» en este sacramento, se incar-
taciones neotestamentarias a hablarse y escucharse mu- dina en el marco de referencia eclesial y llega a una
tuamente ponen en claro que el diálogo, la crítica y la conclusión «socialmente» perceptible y de ricas conse-
autocrítica pueden tener una importancia determinante cuencias. La tradición eclesial considera el bautismo co-
para la venida de la palabra eficaz del perdón. mo la penitencia «más ligera», comparada con las arduas
5. Reconciliación mediante el conmorir con Jesús. penitencias que había que practicar por las faltas poste-
Ciertas prácticas penitenciales concretas pueden tener riores, o por la apostasía de un bautizado arrepentido.
su origen en ideas falsas o deficientes. Si se evita la men- b) Entre los sacramentos de reconciliación de los
talidad del mérito y las concepciones masoquistas de la bautizados se encuentra, en primer lugar, la eucaristía.
expiación, resulta posible entender las formas de vida Sus ideas básicas —conmemoración de la vida y muerte
ascética, la aceptación de situaciones sin salida (soledad, de Jesús, en conexión con el mensaje de reconciliación
vejez) o la paciencia para soportar dolores incomprensi- contenido en su predicación, la gozosa anticipación de la
bles que no pueden eliminarse como una muerte del yo y vida reconciliada en el reino de Dios y la realización del
de su culpa, como un conmorir con Jesús y como situa- cuerpo de Cristo en una comunidad humana— incluyen
ciones del perdón otorgado por Dios a través de Jesús. la reconciliación de todos los participantes entre sí y con
6. Reconciliación por medio de la Iglesia. Ésta se Dios. La celebración eucarística se consideraba, antes
entendió a sí misma, ya desde el principio, como la co- incluso de la exhortación de Pablo (ICor 11, 28s) a una
munidad de los llamados por Dios, cuya misión consistía recepción «digna» de la eucaristía, más como fiesta de
en proporcionar, en medio de un mundo impío, un espa- los ya reconciliados que como medio y camino de recon-
cio de paz y de reconciliación. Pero como ya desde muy ciliación. En la disciplina eclesiástica se impuso la con-
temprano se hizo patente la disparidad entre el encargo cepción paulina: antes de recibir la comunión hay que
de ser propiedad sin pecado («santa») de Dios y la reali- confesar los pecados mortales (DS 1661; Dz 893). Existe
dad marcada por multitud de erróneos comportamien- una tensión entre este canon y la doctrina eclesiástica
tos, la Iglesia buscó lo «objetivamente» santo, lo que no según la cual la eucaristía otorga el don de la penitencia
podía ser empañado por la culpa humana, y lo encontró y borra también los pecados mortales (DS 1743; Dz
primariamente en el ámbito de los sacramentos. Recien- 940).
temente se ha añadido a ello, de una forma espontánea, c) En la doctrina y la praxis eclesial sobre los sacra-
la concepción de Jesús como el protosacramento o sa- mentos que perdonan los pecados ocupa el primer plano
cramento originario y de la Iglesia como sacramento bá- el sacramento de la penitencia, al que dedicamos este
sico fundamental. Los sacramentos, en cuanto actos vi- capítulo 4 . A través de este sacramento, el pecador arre-
tales de la Iglesia, son acciones simbólicas accesibles a pentido recobra «la paz con la Iglesia»; en el símbolo
los sentidos, en las que también actúa eficazmente el don real del sacramento se convierte en presencia eficaz el
del perdón divino. En la primitiva Iglesia estas ideas se
aplicaron a algunos sacramentos de forma especial: 4. Breve síntesis de las causas de la crisis actual del sacramento de la penitencia, en ibídem.

262 263
principio de que Dios es juez de los pecados y de los que la comunidad, o respectivamente sus dirigentes, no
pecadores, de que en la muerte de Jesús es aniquilado el esperaban ya una conversión del pecador 5 . Con todo,
pecado y de que en el juicio de gracia el pecador queda esta resignación se refiere sólo a la opinión humana, ya
libre de toda culpa. que según el Nuevo Testamento no hay pecadores inco-
d) En el sacramento de los enfermos (unción de los rregibles. Incluso para los autores de pecados «graves»,
enfermos) se produce la conexión entre la oración de la Dios sigue siendo aquel Padre que no niega su amor a
comunidad eclesial para obtener fortaleza ante la aflic- ningún hombre y perdona gozosamente a quienes vuel-
ción provocada por una enfermedad grave y perdón de ven a la casa paterna (Le 15,1-32).
los pecados y la acción simbólica. A partir de estos datos, se ha desarrollado el poste-
rior sacramento de la penitencia. Desde comienzos del
siglo III (controversias norteafricanas sobre la peniten-
9.3. Fundamentos bíblicos cia) se citan como textos clásicos a favor de la «insti-
tución» del sacramento de la penitencia por Jesús el
Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento testi- «atar y desatar» de Mt 16,19 y 18,18 y el «perdonar y
fican que la comunidad de fe se halla bajo el signo del retener los pecados» de Jn 20,23. Una investigación más
amor de Dios que perdona y que este indicativo es, a la detallada sobre el significado de «atar y desatar» en el
vez, un imperativo —a saber, el de conservar lo conce- contexto de aquella época ha dado los siguientes resul-
dido—, pero también que esta comunidad nunca llega a tados: los lugares paralelos de «atar y desatar» de la
cumplir perfectamente esta exigencia y que está amena- literatura rabínica entienden bajo esta expresión la po-
zada de fracaso. Este fracaso adquiere en algunos de sus testad de los rabinos de declarar prohibido o permitido
miembros forma tan crasa que llega a amenazar incluso algo y de excluir (y respectivamente volver a admitir) a
la identidad cristiana de la comunidad concreta. En tales los pecadores. Aplicado a la Iglesia, significa el distan-
casos se abre un proceso con el objetivo de mantener la ciamiento de la comunidad cristiana respecto del pe-
comunidad libre de mal, es decir, de distanciarse del cador y respectivamente la readmisión del pecador arre-
pecador declarando que éste se ha alejado por su propia pentido. Según las palabras de Mt, este proceso tiene su
voluntad y debido a su insensato comportamiento. Para repercusión «en el cielo», ante Dios. Este binomio lin-
una comprensión auténticamente teológica de la Iglesia, güístico tiene también un telón de fondo «demonológi-
las repercusiones de este proceso son más profundas que co» en el mundo antiguo: «desatar» significa liberar a
las derivadas de un simple castigo disciplinar. En las alguien del influjo del mal; «atar» significa, por el con-
cartas paulinas se describe un proceso gradual: hay pri- trario, entregar a una persona al mal, ya que, en su
mero exhortaciones y reprensiones; en los casos ordi- obstinación, ella misma se ha entregado a él.
narios no se considera que la exclusión tenga carácter Los exegetas dudan sobre si la promesa del poder de
definitivo; existen testimonios de que se elimina el dis- «atar y desatar» de Mt 16 y 18 se remonta a palabras
tanciamiento cuando el pecador se arrepiente. El pro- auténticas de Jesús 6 . Mt 18 pone bien en claro lo que el
cedimiento de expulsión enlazaba conscientemente con
la praxis judía (ICor 5,9ss se fundamenta en Dt 19,5). 5. Así ocurre especialmente en el caso de la apostasía de la fe y de los «pecados contra el
Para los casos extraordinarios, el vocabulario utilizado Espíritu Santo»; cf. H. Vorgrimler, Busse und Krankensalbung, Friburgo 1978. 21ss.
6. Bibliografía exegética hasta 1978 en H. Vorgrimler, ibídem, 12-19; también A. Vogtle
(exclusión acompañada de maldición) permite concluir (véase bibliografía VII).

264 265
propio Jesús esperaba del círculo de sus discípulos: la Iglesia, el proceso penitencial, se tuvo siempre clara
regla comunitaria contenida en Mt 18,15-18, que insinúa conciencia de la participación activa y litúrgica de toda
ya una institucionalización bastante avanzada, se halla la comunidad. La correspondiente eclesiología permite
inserta en un amplio contexto, en el que se habla de conocer que dicho proceso no fue considerado como una
manera muy destacada del perdón de la culpa por Dios, «disciplina» eclesiástica meramente jurídica: la exclu-
mientras que al círculo de los discípulos se le impone sión de los actos vitales de la Iglesia tenía una funesta
encarecidamente la obligación de perdonar sin limita- significación para las personas afectadas, ya que la paz
ciones (cf. Mt 18,23-34). El «perdonar y retener» de Jn con la Iglesia era importante para la salvación ante Dios.
20,23 es, según la reciente exégesis, una variante tra- Hasta el año 589 (ni concilio de Toledo) los testimonios
dicional del «atar y desatar» de Mateo. También aquí las de la Iglesia afirman que, después del bautismo, sólo
palabras van dirigidas no a los titulares de ministerios podía hacerse penitencia una vez en la vida. En los en-
sino a los discípulos del Resucitado. Que los hombres frentamientos con las concepciones rigoristas sobre la
puedan «perdonar» los pecados sólo es posible mediante penitencia (montañismo, novacianismo) prevaleció, ya
el Espíritu Santo comunicado por Jesús (Jn 20,22). desde el siglo m, la opinión intermedia, según la cual
pueden ser perdonados todos los pecados mortales, in-
cluidos los capitales (apostasía, asesinato y adulterio),
9.4. Historia del sacramento de la penitencia pero todos ellos, incluidos los «ocultos», han de ser bo-
rrados mediante penitencia eclesial pública. A partir del
En la compleja historia de este sacramento, que aquí siglo iv, el proceso penitencial fue adquiriendo crecien-
no puede seguirse ni siquiera de manera aproximada 7 , tes rasgos litúrgicos y se reguló mediante prescripciones
deben destacarse dos decisiones importantes: la intro- para casos particulares (razón por la cual esta praxis
ducción de la confesión privada, individual y repetible, y sacramental de la antigua Iglesia recibe el nombre de
la doctrina acerca de los efectos de la absolución sacer- «penitencia canónica»). Se comenzaba siempre por cons-
dotal. tatar el distanciamiento oficial de los pecadores («pe-
A finales del siglo i y comienzos del II y a lo largo de nitencia de excomunión»). El proceso eclesial no plan-
este segundo siglo aparecen varios testimonios sobre la teó problemas teológicos porque estaba bien anclado en
práctica eclesial de la penitencia (Clemente de Roma, la cristología o la pneumatología: es Jesucristo quien
Pastor de Hermas). En la época primitiva no hay refle- perdona los pecados por medio de la Iglesia, con la que
xiones teológicas. En conexión con la tendencia de con- forma una unidad, el totus Christus, en el que él, como
fiar a los titulares ministeriales, además de la doctrina de cabeza, es el único que tiene autoridad y competencia.
la fe, también las funciones litúrgicas esenciales, se re- El Espíritu Santo guía y gobierna de tal modo a la Iglesia
serva al obispo, a comienzos del siglo m (según el testi- que también a ella se le aplica, lo mismo que al Espíritu,
monio de Hipólito, t 236) la «potestad» de perdonar los la expresión simbólica de columba (paloma). Y así, se
pecados. Pero dondequiera estuvo vigente, en la antigua tuvo por evidente que en la reconciliación del pecador
arrepentido con la Iglesia gravemente ofendida por el
7. Cf. también, basándose en los amplios trabajos de B. Poschmann y K. Rahner: pecado se concedía también la paz con Dios. En la Igle-
H. Vorgrimler, ibídem. Para algunos teólogos, la investigación sobre el proceso penitencial y la
evolución del sacramento de la penitencia ha significado una vivencia decisiva en lo relativo a
sia latina, tras la reconciliación oficial en la semana san-
la historia de los dogmas. ta, se establecieron duras condiciones, que se prolon-

266 267
gabán a veces durante el resto de la vida, como demos- te nueva, pasó de la mano de los misioneros irlandeses y
tración del auténtico arrepentimiento (prohibición del escoceses al continente, donde, según el testimonio de
acto matrimonial de por vida, prohibición de ejercer los libros penitenciales, ya en el siglo v m se había difun-
ciertas profesiones, etc.). La consecuencia fue que, da- dido por doquier 9 . En vano intentaron las autoridades
do que el proceso penitencial sólo podía realizarse una eclesiásticas oficiales oponerse a esta nueva práctica,
vez en la vida, se lo fue aplazando —incluso mediante que hacia el año 1000 estaba ya sólidamente implantada.
disposiciones sinodales— hasta edad avanzada y a veces Aun así, y en una visión de conjunto, no parece que este
hasta el lecho de muerte 8 . En la Iglesia oriental puede procedimiento contribuyera mucho a fomentar la prác-
observarse, a partir del año 391, una suavización de la tica de la penitencia. Ya en la época del iv concilio de
práctica de esta severa penitencia oficial. En su lugar, se Letrán (1215) se consideró necesario promulgar una se-
hizo cada vez más frecuente la confesión individual con rie de disposiciones oficiales que impusieran un número
un director de almas (con frecuencia un monje, no ne- mínimo de confesiones: «Todo fiel de uno u otro sexo,
cesariamente un sacerdote o un obispo, a condición de después que hubiere llegado a los años de discreción (es
que gozara de prestigio espiritual: la «confesión mo- decir, a la edad en que puede comprender qué es el
nacal»). Se concedía y se sigue concediendo también pecado) confiese fielmente... por lo menos una vez al
hoy en día, en las Iglesias orientales, poder de borrar los año, todos sus pecados» (DS 812; Dz 437). El motivo
pecados a ciertos elementos litúrgicos, además del sa- principal de esta rigurosa legislación obedecía, proba-
cramento de la penitencia, por ejemplo al humo pro- blemente, al deseo de que los cuidados de la pastoral
ducido por el incienso. llegaran al mayor número posible de fieles.
El primer cambio significativo se llevó a cabo en vir- En la transmisión de la teología agustiniana de los
tud de un proceso que aparece testificado ya desde el sacramentos a la Iglesia de la alta edad media, al pro-
siglo vi. El espacio eclesiástico irlandés-anglosajón, en ceso eclesial de la penitencia se le aplicó el nombre de
el que pueden detectarse ciertas influencias de las Igle- «sacramento de la reconciliación» o «sacramento de la
sias orientales, modificó conscientemente la anterior confesión». A partir de la aparición de la concepción
praxis penitencial pública. Ahora ya se permitía recibir escolástica de los sacramentos y del desarrollo del nú-
varias veces la absolución del sacerdote (y no sólo del mero septenario de los mismos, a mediados del siglo xil,
obispo), y ello cualquier día del año. Al principio se al sacramentum paenitentiae se lo incluye siempre entre
mantuvieron en vigor las duras imposiciones peniten- los siete sacramentos entendidos en sentido estricto. La
ciales como prueba de un verdadero arrepentimiento, discusión básica giraba en torno a la pregunta de si la
pero muy pronto se cambiaron por otras prácticas: li- absolución del sacerdote actuaba causalmente en la can-
mosnas, oraciones frecuentes, flagelaciones, etc. De- celación déla culpa ante Dios. Hasta mediados del siglo
bido a este sistema de cálculos y compensaciones, se xm prevaleció la respuesta negativa, pero más tarde se
hicieron necesarios libros con detalladas «tarifas pe- registró el segundo importante cambio en la concepción
nitenciales» (y la penitencia pasó a denominarse «pe- de este sacramento. Guillermo de Auvernia, Hugo de
nitencia tarifaria»). Esta práctica penitencial, totalmen- San Cher y Guillermo de Melitona defendieron la teoría

8- Además de la bibliografía citada en la nota 7, cf, los trabajos de A. Angenendt (véase 9. También, en este punto, véanse las investigaciones de A. Angenendt sobre la temprana
bibliografías III, IV, VI y VII). edad media y su piedad.

268 269
de que la absolución impartida por el sacerdote tiene aporta, y en la absolución del sacerdote. Se entiende
como efecto el perdón de los pecados ante Dios. Buena- aquí que los actos del penitente —arrepentimiento, con-
ventura (t 1274) y Tomás de Aquino aceptaron esta fesión, satisfacción— son la «materia» del sacramento,
doctrina que, en la época posterior, acabó por imponer- mientras que la absolución es la «forma». Para Duns
se en la Iglesia católica. Scoto, los actos del penitente son sólo condición previa
Tomás de Aquino desarrolló una sutil teoría, dotada imprescindible del signo sacramental; el sacramento
de notable rigor lógico, en virtud de la cual el perdón de consistiría únicamente, según él, en la sentencia que
los pecados estaba reservado exclusivamente a Dios. El pronuncia el sacerdote en cuanto juez.
sacramento —la absolución— no influye, según dicha Hasta finales del primer milenio predominaron en la
teoría, en la «efusión» o producción de la gracia divina; forma litúrgica del sacramento de la penitencia las
su influencia se circunscribe al proceso interior del hom- oraciones suplicatorias. Luego se fueron reduciendo,
bre, mediante el cual éste se abre a la gracia de Dios de hasta resumirse en una breve frase desiderativa, unida a
tal suerte que esta gracia puede quitarle verdaderamen- una fórmula de absolución indicativa del sacerdote: «Yo
te su culpa 10 . Aquí permanece siempre abierta la posibi- te absuelvo de tus pecados.» Con el giro experimentado
lidad de que el hombre, por falta de fe o de amor, se por la teología penitencial en el siglo xill, se entendió la
cierre internamente a este proceso; así, pues, tampoco absolución indicativa como la «forma» única del sacra-
en la teoría escolástica actúa el sacramento automáti- mento. Se perdía así la conciencia de que este sacramen-
camente, ni dispone de la gracia de Dios. to es una liturgia comunitaria, una de cuyas partes cons-
Las anteriores concepciones teológicas sobre la ca- titutivas esenciales es la súplica de la comunidad por y
pacidad de borrar los pecados atribuida a la contrición con el pecador.
se conciliaron con esta doctrina de la absolución de la
siguiente manera: la verdadera contrición borra los pe-
cados, al igual que el sacramento, porque, si es contri- 9.5. Documentación eclesial
ción verdadera, lleva en sí el deseo íntimo del sacramen-
to. Si el pecador se acerca al sacramento de la penitencia La problemática del sacramento de la penitencia se
con un arrepentimiento «imperfecto» (atrición), éste se inició con la crítica a los ministros indignos. Los justi-
transforma en arrepentimiento «perfecto» en virtud de ficados deseos de reforma concluyeron a menudo en el
la gracia del sacramento. El teólogo franciscano Juan intento de negar la justificación de la existencia de un
Duns Scoto (t 1308) simplificó —de una forma tolerada sacramento o de una institución 11 . En el curso de las
por la Iglesia— esta concepción: el arrepentimiento tumultuosas controversias con los cataros y los valden-
«imperfecto» (atrición) es suficiente porque los pecados ses, el IV Concilio de Letrán insistió, el año 1215, en la
son borrados no por el arrepentimiento, sino por la co- realidad de una posibilidad de penitencia: «Si alguno,
municación de la gracia en la absolución. después de recibido el bautismo, hubiera caído en pe-
cado, siempre puede repararse por una verdadera pe-
El signo sacramental del sacramento de la penitencia
nitencia» (DS 802; Dz 430; cf. también DS 855; Dz 464).
consiste, según Tomás de Aquino, en los «actos del pe-
nitente», es decir, en lo que el pecador arrepentido
11. Sobre los conflictos sobre la penitencia y las reacciones de la Iglesia, cf. ibídem
IÍ4-159.
10. H. Vorgrimler, Busse und Krankensalbung, espec. 131-138.

270 271
El concilio de Constanza defendió contra Juan Wy- tución de una penitencia exterior y de una sentencia
clif (D 1157; Dz 587) la fe en la confesión el año 1415, y el absolutoria que daban fundamento suficiente para una
año 1418, contra Wyclif y Jan Hus, el sacramento de la confesión privada, que el propio Lutero admitía y de-
penitencia y la potestad sacerdotal (DS 1260s, 1265; Dz fendía, pero sin el fatigoso esfuerzo de tener que confe-
670s, 675). En el decreto de 1439, que, en el contexto de sar todos los pecados uno por uno. Con todo, tras al-
los esfuerzos llevados a cabo en el concilio de Florencia gunas vacilaciones y titubeos, negó a este proceso la
en pro de la reunificación con Roma, debían admitir los dignidad de un sacramento, porque no aparecía en el
armenios como doctrina católica romana, se dice, si- Nuevo Testamento el testimonio de la institución divina
guiendo a Tomás de Aquino: de un signo sacramental. Para Lutero, el sacramento del
perdón de los pecados es el bautismo, y entendía como
«El cuarto sacramento es la penitencia, cuya cuasimateria son los un retorno al bautismo todos los legítimos esfuerzos pe-
actos del penitente, que se distinguen en tres partes. La primera es la nitenciales de los cristianos.
contrición del corazón, a la que toca dolerse del pecado cometido con Felipe Melanchthon compartió las dudas y vacilacio-
propósito de no pecar en adelante. La segunda es la confesión oral, a
la que pertenece que el pecador confiese a su sacerdote íntegramente nes de Lutero respecto de la sacramentalidad del pro-
todos los pecados de que tuviere memoria. La tercera es la satisfacción ceso penitencial, pero en todo caso le concedía —con
por los pecados, según el arbitrio del sacerdote; satisfacción que se una confesión sólo general de los pecados— más valor
hace principalmente por medio de la oración, el ayuno y la limosna. que el que el propio Lutero le otorgaba. Según Me-
La forma de este sacramento son las palabras de la absolución que
profiere el sacerdote cuando dice: Yo te absuelvo, etc.; y el ministro lanchthon, la absolución individual tiene gran importan-
de este sacramento es el sacerdote que tiene autoridad de absolver, cia en cuanto garantía del perdón divino. La Confessio
ordinaria o por comisión de su superior. El efecto de este sacramento Augustana enumeró la absolución entre los sacramentos
es la absolución de los pecados» (DS 1323; Dz 699). y se pronunció por el mantenimiento de la confesión
(aunque sea sólo de derecho humano). Si bien para Me-
Tampoco es tarea fácil sintetizar brevemente la doc- lanchthon eran de todo punto imprescindibles la pe-
trina de los reformadores sobre la penitencia 12 . La nitencia y la «mortificación», no pudo aceptar las con-
unilateral insistencia de Lutero en la justificación del cepciones y determinaciones eclesiales sobre el arrepen-
pecador por la sola fe le llevó a acentuar los sentimien- timiento, porque consideraba que en ellas se insistía mu-
tos internos de penitencia, que deberían impregnar la cho más en los méritos del hombre que en la acción del
vida toda del creyente, porque la gracia de Dios nada Espíritu Santo.
consigue cuando el hombre no reconoce su pecado. A Zuinglio y Calvino promovieron una disciplina pe-
esto va unido el perdón mutuo de los fieles. Las en- nitencial eclesial y pública. Pero no admitieron el sacra-
señanzas y las prácticas de la Iglesia sobre el arrepen- mento de la penitencia. Para Calvino, el verdadero sa-
timiento perfecto, la satisfacción, las indulgencias (y el cramento de la penitencia es el bautismo, aunque permi-
purgatorio) chocaban frontalmente con la convicción de tió la práctica de la confesión individual como conversa-
Lutero de que, según el evangelio, sólo Dios puede con- ción en busca de consejo. Todos los reformadores
ceder la gracia al pecador y las rechazó, por tanto, desde coincidían, por supuesto, en rechazar un sacerdocio mi-
el primer momento. Veía en Mt 16,19 y 18,18 la insti- nisterial con poderes judiciales. Concedían a todos los
cristianos la potestad de impartir la absolución, es decir,
12. Ibídem, 159-166 (con bibliografía); J. Lell, en DCT II, 1989, K.H. zur Mühlen, en de fortalecer en la fe. No consideraban justo ni confor-
EKL I, 1986, 602s.

272 273
me a derecho la praxis de la Iglesia católica romana de «Canon 29. Si alguno dijere que aquel que ha caído después del
reservar a instancias superiores (reserva) la absolución bautismo no puede por la gracia de Dios levantarse; o que sí puede,
pero por sola fe, recuperar la justicia perdida, sin el sacramento de
de ciertos pecados, ni tampoco la concesión de facul- la penitencia, tal como la santa, romana y universal Iglesia, enseñada
tades de absolución (jurisdicción). por Cristo Señor y sus apóstoles, hasta el presente ha profesado, guar-
El año 1520 condenó León X varias tesis de Lutero dado y enseñado, sea anatema (cf. Dz 807).
que afectaban, entre otras materias, a la esencia de la «Canon 30. Si alguno dijere que después de recibida la gracia de la
justificación, de tal manera se le perdona la culpa y se le borra el reato
penitencia (DS 1455-1464; Dz 745-754). El concilio de de la pena eterna a cualquier pecador arrepentido, que no queda reato
Trento habló por vez primera de este sacramento en su alguno de pena temporal que haya de pagarse o en este mundo o en el
sesión vi (1547), en el contexto de la doctrina de la otro en el purgatorio, antes de que pueda abrirse la entrada en el reino
justificación: de los cielos, sea anatema (cf. Dz 807)» (DS 1579; Dz 839).

«Capítulo 14. De los caídos (en pecado) y de su reparación. Mas Es de gran importancia la interconexión de todas las
los que por el pecado cayeron de la gracia ya recibida de la justifica- afirmaciones; el concilio acentuó, en efecto, la absoluta
ción, nuevamente podrán ser justificados (canon 29), si, movidos por
Dios, procuraren, por medio del sacramento de la penitencia, recupe-
iniciativa de la gracia de Dios en la justificación del pe-
rar, por los méritos de Cristo, la gracia perdida. Porque este modo de cador, pero subrayó también la posibilidad de que el
justificación es la reparación del caído, a la que los santos padres hombre actúe positivamente, basado en la justificación
llaman con propiedad "la segunda tabla después del naufragio de la que le ha sido concedida, y de que luche activamente
gracia perdida". Y en efecto, para aquellos que después del baustismo
caen en pecado, Cristo Jesús instituyó el sacramento de la penitencia
contra el pecado.
cuando dijo: Recibid el Espíritu Santo; a quienes perdonareis los pe- En la sesión Xiv, del año 1551, el concilio aprobó
cados, les son perdonados y a quienes se los retuviereis, les son reteni- una «doctrina sobre el sacramento de la penitencia» que
dos (Jn 20,22-23). De donde debe enseñarse que la penitencia del consta de nueve capítulos (DS 1667-1693; Dz 893a-906)
cristiano después de la caída es muy diferente de la bautismal y que en
ella se contiene no sólo el abstenerse de los pecados y el detestarlos, o
y 15 cánones. Esta doctrina defiende la existencia del
sea, el corazón contrito y humillado (Sal 50,19), sino también la confe- sacramento de la penitencia, que habría sido instituido
sión sacramental de los mismos, por lo menos en el deseo y que a su por Jesús «principalmente» en virtud de las palabras de
tiempo deberá realizarse, la absolución sacerdotal e igualmente la sa- Jn 20,22s (cap. 1). Recuérdese que en el lenguaje de la
tisfacción con el ayuno, limosnas, oraciones y otros piadosos ejer- teología escolástica la «institución» puede referirse tam-
cicios, no ciertamente por la pena eterna, que por el sacramento o por
el deseo del sacramento se perdona a la par de la culpa, sino por la bién perfectamente a la acción que el Señor resucitado
pena temporal (canon 30), que, como enseñan las Sagradas Letras, no lleva a cabo por medio de su Espíritu. El concilio enseña
siempre se perdona toda, como sucede en el bautismo, a quienes, asimismo que el bautismo y la penitencia son dos sacra-
ingratos a la gracia de Dios, que recibieron, contristaron al Espíritu mentos distintos (cap. 2). Detalla la «forma» y la «cuasi-
Santo (cf. Ef 4,30) y no temieron violar el templo de Dios (ICor 3,17).
De esta penitencia está escrito: Acuérdate de dónde has caído, haz
materia» de la penitencia (los actos del penitente) e in-
penitencia y practica tus obras primeras (Ap 2,5), y otra vez: La triste- dica que el contenido y fruto de este sacramento es la
za que es según Dios, obra penitencia en orden a la salud estable «reconciliación con Dios» (cap. 3). Tras establecer una
(2Cor 7,10), y de nuevo: Haced penitencia (Mt 3,2; 4,17), y: Haced clara distinción entre la contrición perfecta y la imper-
frutos dignos de penitencia (Mt 3,8)» (DS 1542; Dz 807).
fecta, expone el punto de vista católico sobre la contri-
ción o arrepentimiento que, cuando es verdadero, es
A esta doctrina responden los cánones 29 y 30: siempre «un don de Dios e impulso del Espíritu Santo»
(cap. 4). La doctrina conciliar reafirma la competencia

274 275
judicial de los sacerdotes y exige la confesión de boca de gelio, o de la absolución, por la que uno cree que sus pecados le son
todos los pecados mortales «de que tienen conciencia perdonados por causa de Cristo, sea anatema.
después de diligente examen de sí mismos» (cap. 5). »Canon 5. Si alguno dijere que la contrición que se procura por el
examen, recuento y detestación de los pecados, por la que se repasan
Acentúa que sólo los sacerdotes —también los malos los propios años en amargura del alma (Is 38,15) ponderando la gra-
sacerdotes— pueden impartir la absolución, y no en el vedad de sus pecados, su muchedumbre y fealdad, la pérdida de la
sentido de una declaración de un perdón ya previamente eterna bienaventuranza y el merecimiento de la eterna condenación,
concedido, sino en el sentido de una verdadera senten- junto con el propósito de vida mejor, no es verdadero y provechoso
cia de remisión; como fundamento de esta enseñanza dolor, ni prepara a la gracia, sino que hace al hombre hipócrita y más
pecador; en fin, que aquella contrición es dolor violentamente arran-
adujo el «poder de las llaves» de Mt 18,18 y Jn 20,23 cado y no libre y voluntario, sea anatema.
concedido no a todos los hombres, sino sólo a los obis- «Canon 6. Si alguno dijere que la confesión sacramental o no fue
pos y sacerdotes (cap. 6). Se defienden tanto la compe- instituida o no es necesaria para la salvación por derecho divino; o
tencia jurisdiccional como la reserva (por razones pe- dijere que el modo de confesarse secretamente con solo el sacerdote,
dagógicas) de pecados de singular gravedad (cap. 7). Se que la Iglesia católica observó siempre desde el principio y sigue ob-
servando, es ajeno a la institución y mandato de Cristo, y una inven-
distinguen las nociones de culpa y castigo y se expone el ción humana, sea anatema.
sentido de las obras de satisfacción como penitencia por «Canon 7. Si alguno dijere que para la remisión de los pecados en
los pecados (cap. 8 y 9). el sacramento de la penitencia no es necesario de derecho divino con-
Los cánones relativos a esta doctrina dicen: fesar todos y cada uno de los pecados mortales de que con debida y
diligente premeditación se tenga memoria, aun los ocultos y los que
son contra los dos últimos mandamientos del decálogo, y las circuns-
«Canon 1. Si alguno dijere que la penitencia en la Iglesia católica tancias que cambian la especie del pecado; sino que esa confesión sólo
no es verdadera y propiamente sacramento, instituido por Cristo Se- es útil para instruir y consolar al penitente y antiguamente sólo se
ñor nuestro para reconciliar con Dios mismo a los fieles, cuantas veces observó para imponer la satisfacción canónica; o dijere que aquellos
caen en pecado después del bautismo, sea anatema. que se esfuerzan en confesar todos sus pecados nada quieren dejar a la
divina misericordia para ser perdonado; o, en fin, que no es lícito
»Canon 2. Si alguno, confundiendo los sacramentos, dijere que el
confesar los pecados veniales, sea anatema.
mismo bautismo es el sacramento de la penitencia, como si estos dos
sacramentos no fueran distintos y que, por ende, no se llama recta- «Canon 8. Si alguno dijere que la confesión de todos los pecados,
mente la penitencia "segunda tabla después del naufragio", sea ana- cual la guarda la Iglesia, es imposible y una tradición humana que
tema. debe ser abolida por los piadosos; o que no están obligados a ello una
vez al año todos los fieles de Cristo de uno y otro sexo, conforme a la
»Canon 3. Si alguno dijere que las palabras del Señor Salvador
institución del gran concilio de Letrán, y que, por ende, hay que per-
nuestro: Recibid el Espíritu Santo, a quienes perdonareis los pecados
suadir a los fieles de Cristo que no se confiesen en el tiempo de cuares-
les son perdonados; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos (Jn
ma, sea anatema.
20,22s), no han de entenderse del poder de remitir y retener los pe-
cados en el sacramento de la penitencia, como la Iglesia católica lo «Canon 9. Si alguno dijere que la absolución sacramental del sacer-
entendió siempre desde el principio, sino que las torciere, contra la dote no es acto judicial, sino mero ministerio de pronunciar y declarar
institución de este sacramento, a la autoridad de predicar el evangelio, que los pecados están perdonados al que se confiesa, con la sola condi-
sea anatema. ción de que crea que está absuelto, aun cuando no esté contrito o el
sacerdote no le absuelva en serio, sino por broma; o dijere que no se
»Canon 4. Si alguno negare que para la entera y perfecta remisión requiere la confesión del penitente para que el sacerdote le pueda
de los pecados se requieren tres actos en el penitente, a manera de absolver, sea anatema.
materia del sacramento de la penitencia, a saber: contrición, confesión
«Canon 10. Si alguno dijere que los sacerdotes que están en pecado
y satisfacción, que se llaman las tres partes de la penitencia; o dijere
mortal no tienen potestad de atar y desatar; o que no sólo los sacer-
que sólo hay dos partes de la penitencia, a saber, los terrores que
dotes son ministros de la absolución, sino que a todos los fieles de
agitan la conciencia, conocido el pecado, y la fe concebida del evan-
Cristo fue dicho: Cuanto atareis sobre al tierra, será atado también en

276 277
el cielo, y cuanto desatareis sobre al tierra será desatado también en el que escapa a las competencias de un concilio). La afir-
cielo (Mt 18,18) y: A quienes perdonareis los pecados les son perdo-
nados y a quienes se los retuviereis les son retenidos (Jn 20,23), en
mación de que la confesión de los pecados es «de dere-
virtud de cuyas palabras puede cualquiera absolver los pecados, los cho divino» es una conclusión extraída de la existencia
públicos por la corrección solamente, caso que el corregido diere su misma del sacramento: el hombre debe reconocer sus
aquiescencia, y los secretos por espontánea confesión, sea anatema. pecados ante Dios. La exigencia de que debe hacer este
«Canon 11. Si alguno dijere que los obispos no tienen derecho de reconocimiento en confesión individual ante el sacer-
reservarse casos sino en cuanto a la policía o fuero externo y que, por
ende, la reservación de los casos no impide que el sacerdote absuelva
dote no pertenece tan necesariamente al sacramento de
verdaderamente de los reservados, sea anatema. la penitencia. Esta exigencia, firmemente mantenida
»Canon 12. Si alguno dijere que toda la pena se remite siempre por por la Iglesia, no está en contradicción con lo que Jesu-
parte de Dios juntamente con la culpa, y que la satisfacción de los cristo ha revelado y puesto en marcha. Pero es básica-
penitentes no es otra que la fe por la que aprehenden que Cristo mente conciliable con otras formas de confesión de los
satisfizo por ellos, sea anatema.
»Canon 13. Si alguno dijere que en manera alguna se satisface a
pecados —un punto de vista de indudable importancia
Dios por los pecados en cuanto a la pena temporal por los merecimien- ecuménica—. Es lógico interpretar el canon 7 desde esta
tos de Cristo con los castigos que Dios nos inflige y nosotros sufrimos posición fundamental del canon 6. La Iglesia pide aquí
pacientemente o con los que el sacerdote nos impone, pero tampoco obediencia con especial énfasis. Cuando, siguiendo la
con los espontáneamente tomados, como ayunos, oraciones, limosnas
teoría escotista, se califica al acto de la absolución como
y también otras obras de piedad, y que por lo tanto la mejor penitencia
es solamente la nueva vida, sea anatema. acto judicial (canon 9), no se pretende establecer una
»Canon 14. Si alguno dijere que las satisfacciones con que los pe- semejanza entre el sacramento de la penitencia y los
nitentes por medio de Cristo Jesús redimen sus pecados no son culto procesos judiciales de los tribunales seculares. No hay
de Dios, sino tradiciones de los hombres que oscurecen la doctrina de contradicción alguna con el concilio de Trento cuando se
la gracia y el verdadero culto de Dios, y hasta el mismo beneficio de la
entiende el sacramento de la penitencia como actualiza-
muerte de Cristo, sea anatema.
»Canon 15. Si alguno dijere que las llaves han sido dadas a la ción del juicio de gracia de Dios.
Iglesia solamente para desatar y no también para atar, y que, por La doctrina del concilio de Trento sobre la peniten-
ende, cuando los sacerdotes imponen penas a los que confiesan, obran cia ha determinado las concepciones y la práctica de la
contra el fin de las llaves y contra la institución de Cristo; y que es una
ficción que, quitada en virtud de las llaves la pena eterna, queda las Iglesia católica hasta el siglo xx. Los repetidos esfuerzos
más de las veces por pagar la pena temporal, sea anatema» (DS desplegados en pro de la renovación de la confesión in-
1701-1715; Dz 911-925). dividual en el espacio evangélico permiten concluir que
no carece de esperanza la posibilidad de un diálogo
En el terreno teológico se discute hasta dónde quiso ecuménico sobre este sacramento 14 .
aquí el concilio formular afirmaciones dogmáticas vincu- La contribución esencial aportada por una amplia
lantes para los fieles y en qué medida pretendió tan sólo investigación histórica en torno a la penitencia ha sido el
proteger en los cánones —bajo amenaza de excomu- redescubrimiento de la dimensión eclesial del proceso
nión— prescripciones y normas jurídicas que juzgaba penitencial. En el lenguaje de la teología escolástica, se
irrenunciables 13 , la discusión se plantea sobre todo res- denominaba res et sacramentum o efecto intermedio del
pecto de los cánones 6, 7 y 8 (no es correcta la afir- sacramento de la penitencia a la reconciliación del pe-
mación del canon 6 relativa a hechos históricos, materia
14. Ibídem, 166-168 (con bibliografía); también E. Bezzel. Frei zum Eingestándnis. Ge-
13. Con mayor detalle en H. Vorgrimler, Busse und Krankensalbung, 177-182. schichle und Praxis der evangelisehen Einzelbeichte, Stuttgart 1982.

278 279
cador contrito con la Iglesia, mientras que el efecto úl- que acontecen las experiencias verdaderamente graves
timo (de la gracia) era la reconciliación con Dios 15 . Que- de la degradación del hombre, la opresión, el engaño y
daba así abierta la posibilidad de conocer con mayor la explotación del ser humano, la destrucción de la con-
exactitud el signo visible también en este sacramento y vivencia y del medio ambiente. No es cierto que la re-
de renovarlo en el terreno litúrgico. No se menoscaba, velación divina tenga como finalidad única la destruc-
pues, lo más mínimo el predominio absoluto de la gracia ción causada por el pecado (grave) en el corazón del
divina, que es la que mueve al pecador a la conversión y pecador individualmente considerado; se orienta más
la reconciliación. bien —y así lo atestiguan numerosos ejemplos concre-
El concilio Vaticano II ha pedido la reforma del sa- tos— al mal que se hace a los semejantes y que no se
cramento de la penitencia (SC 72) y ha recordado el elimina sólo con reconciliaciones simbólicas. No ha dis-
papel de la Iglesia en el proceso penitencial (SC 109). minuido la disposición al diálogo como consecuencia de
Esta visión renovada ha encontrado su expresión teoló- la superación de las angosturas individuales, pero ahora
gica en las siguientes palabras: «Los que se acercan al se busca una auténtica situación dialogante y una verda-
sacramento de la penitencia obtienen el perdón de la dera capacidad de diálogo. Muchos de los que andan
ofensa hecha a Dios por la misericordia de éste y al desorientados, desconcertados y en busca de consejo re-
mismo tiempo se reconcilian con la Iglesia, a la que, claman la presencia de personas dotadas de verdadera
pecando, ofendieron, la cual, con caridad, con ejemplos capacidad terapéutica.
y con oraciones les ayuda en su conversión» (LG 11). Se No debe olvidarse, por otra parte, que, a pesar de la
recuerda especialmente la responsabilidad de los obis- urgencia de prestar ayuda en casos de necesidad, el sa-
pos respecto de la disciplina penitenciaria (LG 26; sobre cramento de la penitencia es una liturgia de la Iglesia16.
el servicio de los sacerdotes en el sacramento de la pe- Algunos deseos de remodelación en sentido comunitario
nitencia, cf. LG 28, PO 5). y terapéutico pudieron verse satisfechos merced a las
La crisis del sacramento de la penitencia en la Iglesia devociones penitenciales que surgieron a partir del año
católica no data del Vaticano II. La oposición a una mo- 1947. Cuando, en respuesta a los deseos expresados por
ral unilateralmente construida como moral de culpa, el Vaticano II, se procedió a la remodelación litúrgica
que coloca a los cristianos en la permanente situación de del sacramento de la penitencia, las celebraciones co-
acusados, hunde sus raíces en el mensaje liberador de munitarias de reconciliación alcanzaron una firme po-
Jesús. Las sentencias del Nuevo Testamento y de la tra- sición en el ámbito penitencial de la Iglesia. Se intentó
dición sobre los pecados que llevan a la muerte eterna aquí reservar la prescripción tridentina de la confesión
permiten poner en duda que tales pecados sean frecuen- individual para los casos de pecados graves y de satis-
tes en la vida de los cristianos ordinarios. Se han modifi- facer al mismo tiempo el deseo de «absoluciones genera-
cado, y con muy buenas razones, el sistema de valores y les» tras la confesión común y general de los pecados.
la conciencia de culpa de los cristianos cuando han am-
16. ¿Sería realmente mucho pedir que el derecho canónico reconozca que el sacramento es
pliado el campo de visión para pasar de la microestruc- liturgia? En su exposición de las varias formas litúrgicas del sacramento de la penitencia,
tura individual del rechazo a la macroestructura en la R. Weigand, Das Bmsakrament, en HKR, 692-707, mantiene una tendencia acusadamente le-
galista y restrictiva, aquí 695-698, que llega a su punto culminante cuando reconoce como
válida una confesión por teléfono con absolución también telefónica: 698s. Una confesión así
puede muy bien tener sentido como ejercicio terapéutico (para tranquilizar a conciencias
15. Desarrolla esta tesis, con más detenimiento, K. Rahner, en Schrifren VIII, 469; tam- escrupulosas), pero no tiene nada que ver con la tradición penitencial y con la liturgia de la
bién H. Vorgrimler, Busse und Krankensalbung, 195s. Iglesia.

280 281
Así se refleja en las normas de pastoral emitidas por la gua Iglesia, aunque lo cierto es que la Iglesia puede
Congregación para la doctrina de la Fe 17 el año 1972 y distanciarse del pecado, pero no de los pecadores, por-
en un nuevo Ordo Paenitentiae de la Congregación para que se trata de su propia culpa protooriginaria. Cuando
la Liturgia 18 de 1973. La cúpula dirigente romana ha acepta la confesión de los pecados y pronuncia la sen-
insistido en que en caso de pecado mortal debe recurrir- tencia de reconciliación, no sustancia un juicio al modo
se a la confesión sacramental individual, siempre que de los actos jurídicos humanos. El sacramento de la pe-
haya posibilidad de ello (cf. CIC 1983, canon 960). nitencia es el memorial eficaz del juicio de la gracia de
Cuando hay serias dudas sobre si el pecado es grave o Dios, en el que el amor del Padre hacia el Hijo, y, a
mortal, no existe la obligación de confesarlo. La refor- causa del Hijo, en el Espíritu Santo, hace desaparecer la
ma litúrgica amplió el papel de la oración también en la culpa humana.
confesión individual: tras el reconocimiento de la recon-
ciliación de Dios con el mundo por su Hijo y del envío
del Espíritu Santo para el perdón de los pecados, sigue
9.7. Las indulgencias
la oración: «Que por el ministerio de la Iglesia te conce-
da (Dios) el perdón y la paz.» Y sólo después se procede
El telón de fondo teológico de la concepción católica
a la absolución, que el sacerdote pronuncia con las ma-
de las indulgencias19 es la doctrina de la «pena del pe-
nos extendidas: «Yo te absuelvo de tus pecados en el
cado» o, por mejor decir, de las «dolorosas consecuen-
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.»
cias del pecado». Se enraiza en la praxis penitencial de la
primitiva Iglesia, a través de la cual la Iglesia expresaba
su convicción de que, cuando se borra una culpa ante
9.6. Resumen Dios, no por eso desaparecen ya también completamen-
te sus repercusiones en la vida de las personas (ni las
El sacramento de la penitencia es aquella liturgia penas, ni las malas inclinaciones, etc.). Estas secuelas
que, bajo la forma de oración, de confesión y de absolu- deben eliminarse poco a poco, mediante obras peniten-
ción, actualiza el juicio de la gracia de Dios sobre el ciales, tarea en la que la Iglesia adopta una actitud so-
pecador arrepentido. Es, en el ámbito de la Iglesia, sig- lidaria con el penitente en virtud de sus oraciones de
no sensible de la conversión del hombre desde la situa- súplica.
ción de perdición, un signo que el hombre no se limita a
Indulgencia significa, desde el punto de vista histó-
permitir que suceda en él, sino en el que colabora ac-
rico, la remisión o condonación de obras de penitencia,
tivamente. Su deseo de penitencia sacramental es una
sustituidas por la promesa de la súplica eclesial y por la
parte de la penitencia de la Iglesia penitente, sustentada
imposición de una obra agraciada con una indulgencia.
por el recuerdo constante de los padecimientos y la
En este sentido, de conmutación sustitutiva de las obras
muerte de Jesús y de su interrelación con la culpa de los
de penitencia, las indulgencias aparecen por vez primera
hombres. En el sacramento de la penitencia todavía se
en Francia en el siglo XI, concedidas por los obispos y los
conserva algo del proceso de distanciamiento de la anti-
confesores. A finales de este siglo XI y durante el si-
17. Texto en AAS 64(1972)510-514.
18. R. Kaczynski, Enchiridion documentorum instaurationis liturgicae I (1963-1973), Turín 19. Para una primera información: G.A. Benrath, en TRE I, 1977. 347-364; H. Vorgrim-
1976. 981-997. ler. Busse und Krankensalbung, 203-214 (con bibliografía); R. Henseler, Der Ablass, en
HKR, 707-712.

282 283
glo XII, los papas hicieron suya esta nueva costumbre. sido borrados ante Dios, concedida por el romano pon-
Concedieron indulgencias a los que partían para las cru- tífice a partir del tesoro de los méritos superabundantes
zadas o a quienes las apoyaban con su dinero. Esta prác- de Cristo y de los santos, a los vivos a modo de absolu-
tica fue ásperamente combatida por algunos teólogos ya ción y a los difuntos a modo de sufragio (DS 1447-1449;
en el mismo siglo XII. A partir de Hugo de San Cher Dz 740a).
(t 1263), se fue desarrollando en la teología escolástica
A la luz de las investigaciones sobre los orígenes de
la doctrina del «tesoro de la Iglesia», es decir, del tesoro
las indulgencias desarrolladas por la historia de los dog-
formado por la sobreabundancia de los méritos de Jesu-
mas, han intentado Bernhard Poschmann (t 1955) y
cristo y de los santos, al que podían recurrir los papas
Karl Rahner (t 1984) corregir la visión jurídico-jurisdic-
para conceder indulgencias.
cional de las indulgencias y entenderlas como súplicas
Hubo maestros, como Alberto, Buenaventura y To- cualificadas de la Iglesia en favor de los pecadores con-
más, que aceptaron esta doctrina y la ampliaron teoló- tritos que se enfrentan con las funestas consecuencias
gicamente. Clemente VI la asumió en el año 1343 (DS temporales de sus pecados. En esta tentativa, habría que
1025-1027; Dz 550-552). La prescripción de la confesión proceder también a eliminar la idea de que las indulgen-
como condición para lucrar las indulgencias todavía per- cias son una fácil transacción para sustituir una peniten-
mitía entrever su primitiva conexión con el rito peniten- cia necesaria.
cial. Pero pronto se difundieron enseñanzas según las En la reforma de las indulgencias del año 1967 com-
cuales las indulgencias podían aplicarse también a los partió Pablo vi este punto de vista. El documento men-
difuntos. En la edad media tardía, durante los siglos XIV ciona la eliminación de las secuelas de los pecados y la
y XV, papas y obispos transformaron todo lo relacionado ayuda mutua entre los cristianos para vencer los pe-
con las indulgencias en fuente de ingresos económicos, cados. Apoyándose en la doctrina del «tesoro de la Igle-
mientras que entre las capas populares se propagaban sia», declaraba: «El tesoro de la Iglesia es Cristo Reden-
múltiples desviaciones supersticiosas. La crítica teoló- tor, en cuanto que en él encuentran fundamento y va-
gica fue tornándose cada vez más severa. lidez la satisfacción y los merecimientos de su obra re-
Los papas defendieron la doctrina de las indulgen- dentora.» En este proyecto de reforma se entienden las
cias contra los ataques de Juan Wyclif y Juan Hus (DS indulgencias no sólo como oración de súplica sino tam-
1266s; Dz 676s), y contra las afirmaciones de Lutero de bién como distribución, hecha con la debida autoridad,
que las indulgencias son «una mentira piadosa» (DS del tesoro de la Iglesia. El papa declaraba también, en
1647-1662; Dz 880-884). Con sincera voluntad refor- este documento, que compete a la libertad de los hijos
madora, previno el concilio de Trento frente a los de Dios decidir si quieren, o no, lucrar indulgencias
abusos y el gran número de indulgencias, pero mantuvo (texto castellano de la constitución apostólica de Pa-
firmemente la doctrina de las indulgencias en cuanto tal blo vi, en «Eclesia», n.° 1326 [1967] 5-14).
y enseñó que eran sobremanera saludables y que debían El derecho canónico actualmente en vigor entiende
conservarse (DS 1835; Dz 989). De todas formas, los las indulgencias como «la remisión ante Dios de la pena
padres conciliares no se pronunciaron respecto de la temporal por los pecados, ya perdonados en cuanto a la
doctrina sobre las indulgencias de León X, el año 1518, culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas
según la cual la indulgencia es una dispensa o remisión condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la
de la pena temporal debida por los pecados que ya han cual, como administradora de la redención, distribuye y

284 285
aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Delumeau, J., Le peché et la peur. La culpabilisation en Occident
Cristo y de los santos» (CIC 1983, canon 992). Son apli- (XIII'-XVW siécles), París 1983.
cables también a los difuntos a manera de sufragio Der sakramentale Dienst der Versóhnung, «Concilium» 7(1971), n.° 1.
(ibídem, canon 994). La Sede Apostólica se reserva el Dooley, C , Devotional confession. An histórica! and theological
study, Lovaina 1982.
derecho de conceder a otros la potestad de otorgar in- Dooley, K., From penance to confession, en The Celtic contribution,
dulgencias (ibídem, canon 995). Se ha publicado recien- «Bijdragen» 43(1982)390-411.
temente (Roma 1986) una edición revisada del Enchi- Fleming, T.L., The second Vatican council's teaching on the sacrament
ridion indulgentiarum. of penance and the communal nature of the sacrament, Roma 1981.
Frend, W.H.C., Saints and sinners in the early Church, Londres 1985
La crisis generalizada a que se ha visto sujeto todo lo
(historia de la penitencia de los seis primeros siglos).
relacionado con el tema de las indulgencias puede signi- Gaudemet, i., Le débat sur la confession dans la Distinction I du de
ficar una desconfianza respecto de la pretensión de la poenitentia (Décret de Gradan, c. 33. q. 3), «Zeitschrift der Savi-
Iglesia de disponer de los «méritos y satisfacciones» de gny-Stiftung für Rechtsgeschichte, Kanonist. Abt.» 102(1985)
Jesucristo —radicalmente apartados de nuestra dimen- 52-75.
Groupe de la Bussiére, Pratiques de la confession. Des peres du désert
sión—. Pero no debe significar que cesen también los a Vatican II. Quinze études d'histoire, París 1983.
sufrimientos y padecimientos solidarios ni las súplicas de Guilluy, P., Pardon et peché dans la nouvelle alliance, en Initiation á la
los unos por los otros en el seno de la Iglesia. pratique de la théologie IV, París 21984, 268-294.
Hagele, G.,Das Paenitentiale Vallicellianum I. Ein oberitalienischer
Zweig der frühmittelalterlichen Bussbücher, Sigmaringa 1984.
Hallonstein, G., Satisfactio bei Tertullian, Malmoe 1984, 120-151.
Henseler, R., Der Ablass, en HKR 707-712.
Bibliografía VII Jorissen, H., Die Busstheologie der Confessio Augustana, «Catholica»
35(1981)58-89.
Sacramento de la penitencia Kerff, F., Das Paenitentiale Pseudo-Gregorii III. Ein Zeugnis karolin-
gischer Reformbestrebungen, «Zeitschrift der Savygni-Stiftung für
Amato, A., // sacramento della penitenta nella teología grecoortodos- Rechtsgeschichte, Kanonist. Abt.» 100(1983)46-63.
sa. Studi storico-dogmatici (sec. XVI-XX), Salónica 1982. Lendi, R., Die Wandelbarkeit der Busse, Francfort-Berna 1983.
Angenendt, A., Missa specialis. Zugleich ein Beitrag zur Entstehung Lozano Sebastián, F.J., La penitencia canónica en la España romano-
der Privatmessen, en Frühmittelalterliche Studien, dir. por K. visigoda, Burgos 1980.
Hauck, vol. 17, Berlín 1983, 153-221 (también para lo relativo a los Margerie, B. de, La mission sacerdótale de reteñir les peches en liant les
libros penitenciales). pécheurs, «Recherches de science religieuse» 34(1984)300-317 (con
—, Théologie und Liturgie der mittelalterlichen Toten-Memoria, en prolongación hasta Trento).
Memoria, dir. por K. Schmid-J. Wollasch, Munich 1984, 79-199, Marliangéas, B.M., Bulletin de théologie sacramentaire. Pénitence et
aquí 131-156: la penitencia en la alta edad media, 164-168 la pe- réconciliation, «Revue des sciences philosophiques et théologi-
nitencia de los moribundos. ques» 66(1982)441-461.
Martel, G. de, Les textes pénitentiels du ms Lisbonne 232, «Sacris
Baumler, C.-Neidhart, W. (dirs.), Seelsorge, Schuld und Vergebung,
erudiri» 27(1984)443-460.
«Theologia Practica» 19(1984)267-354.
Mélia, E., L'acte ecclésial de la réconciliation dans l'Église orthodoxe,
Bernhard, J., Le sacrement depénitence au Concile de Trente, «Revue
«Revue de droit canonique» 34(1984)336-348.
de droit canonique» 34(1984)249-273.
Merle, R., La pénitence et la peine, París 1985.
Calvo Espiga, A., Algunas orientaciones actuales de la teología de las
Metzger, M., La pénitence dans les Constitutions Apostoliques, «Re-
indulgencias, «Burgense» 21(1980)417-450.
vue du droit canonique» 34(1984)224-234.
Catholicisme X, 1985, 1007-1061 (Peché), 1125-1168 (Pénitence).
Mühlsteiger, J., Exomologese, «Zeitschrift für kath. Théologie»
Clerck, P. de, Célébrer la pénitence, ou la réconciliation?, «Revue de
103(1981)1-32, 129-155, 257-288 (analiza la confesión a través de la
théologie de Louvain» 13(1982)387-424.
historia de la penitencia).
286
287
Munier, C , La pastorale pénitentielle de St. Césaire d'Arles (503-543),
«Revue de droit canonique» 34(1984)235-244.
Nocke, F.-J., Wort und Geste (véase bibliografía I), 84-132.
Payer, P.J., The humanism of the penitentials and the continuity of the
penitential tradition, «Mediaeval Studies» 46(1984)340-354.
10. La unción de los enfermos
Penance and reconciliation. International bibliography 1975-1983, Es-
trasburgo 1984.
Peters, A., Busse, Beichte, Schuldvergebung in evangelischer Theo-
logie und Praxis, «Kerygma und Dogma» 28(1982)42-72.
Platelle, H., Pratiques pénitentielles et mentalités religieuses au Moyen
Age, «Mélanges de science religieuse» 40(1983)129-155.
Sancho, J. y otros, Reconciliación y penitencia, Pamplona 1983.
Schützeichel, H., Katholische Calvin-Studien, Tréveris 1980, 29-48
(para la postura de Calvino respecto del sacramento de la peniten-
cia).
Tillard, J.-M. y otros, Le sacrement de la reconciliation, «Studia Mo-
ralia» 21(1983)3-202.
Vergebung in einer unversóhnten Welt, «Concilium» 22(1986), n.° 2. 10.1. Fundamentos bíblicos
Vógtle, A., Offenbarungsgeschehen und Wirkungsgeschichte, Fribur-
go 1985, 109-140: el problema del origen de Mt 16,17-19 (con bi- Los textos bíblicos que la Iglesia antigua aducía co-
bliografía).
Vorgrimler, H., Busse und Krankensalbung (Handbuch der Dogmen-
mo fundamentos de la institución de la unción de los
geschichte IV/3) Friburgo 1978 (con bibliografía). enfermos, a saber, Me 6,12s y Sant 5,14s, deben enten-
Vorgrimler, H.-Lell, J., Penitencia-perdón, en DCT II, 1989 (con bi- derse en el contexto de la dedicación de Jesús y de las
bliografía). primeras comunidades cristianas a los enfermos. Tanto
Weigand, R., Das Busssakrament, en HKR, 692-707. el Antiguo como el Nuevo Testamento atribuían la en-
Zalba, M., La doctrina católica sobre la integridad de la confesión,
«Gregorianum» 64(1983)95-138.
fermedad, al menos en gran parte, a las repercusiones
destructoras del pecado sobre los hombres y veían am-
bas cosas, enfermedad y pecado, también como secuen-
cia de la actuación de poderes maléficos sobre el género
humano. Una ingenua teología de la desmitologización
llegó a creer que podría rechazar definitivamente las
afirmaciones bíblicas sobre los poderes y las potestades
maléficas, junto con la antigua concepción del mundo.
A una con la idea de que existen energías espirituales
supraindividuales que pueden influir en los hombres y
de que los comportamientos y las decisiones negativas
acumuladas en la humanidad pueden «envenenar» y en-
fermar a las personas, ha vuelto a ganar terreno el anti-
guo punto de vista, aunque purificado, por supuesto, de
la concepción de que los demonios son una especie de
fantasmas. La actividad de Jesús estuvo orientada en su
totalidad a destruir las situaciones e interconexiones ma-

288
289
léficas y a permitir la eclosión de aquellas situaciones importancia al contacto corporal en las curaciones. Jesús
nuevas que se denominan «reino de Dios». En el estadio mismo lo practicó bajo varias formas (incluido el empleo
inicial de este reino de Dios esto significa proceder con- de la saliva, Jn 9,6). La tradición dedicó una especial
tra todos los elementos que alienan y enferman la vida atención a las curaciones que llevó a cabo mediante la
humana, con la promesa de que, en la consumación ple- imposición de las manos (Le 4,40).
na de este reino, la enfermedad y la muerte quedarán Así, pues, la dedicación de las primeras comuni-
definitivamente eliminadas. Al situar el reino o dominio dades cristianas a los enfermos, no sólo en sentido ca-
de Dios como tema central de la actividad de Jesús, se ritativo y terapéutico, sino también a través de la pala-
da ya por supuesto y admitido que lo que en primera bra y de las acciones simbólicas, denotaba una gran pro-
línea se proponía Jesús era cumplir la voluntad del Pa- ximidad temporal con Jesús. En el escrito doctrinal y
dre. Y esto quiere decir también, indudablemente, de- admonitorio que circulaba a finales del siglo I al amparo
dicación a los necesitados de ayuda, sanación de las si- del nombre de «Santiago, hermano del Señor», su autor
tuaciones y circunstancias humanas, pero a }a vez re- habla, en el contexto del tema de la oración, de los her-
quiere, como condición previa irrenunciable, el recono- manos en la fe sujetos a enfermedad: «¿Está enfermo
cimiento de Dios como Creador y Padre, su alabanza y alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la
glorificación. Contrariamente a lo que hicieron algunos Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nom-
grandes personajes del mundo antiguo, Jesús no se con- bre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y
centró en actividades terapéuticas. Cuando curaba en- el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pe-
fermos sus acciones estaban siempre ordenadas a la pro- cados, le serán perdonados. Confesaos, pues, mutua-
clamación práctica del reino de Dios, unida a menudo mente vuestros pecados y orad los unos por los otros,
expresamente a la expulsión del Maligno y al perdón de para que seáis curados. La oración ferviente del justo
los pecados. Dicho de otro modo: no eran acciones mé- tiene mucho poder» (5,14-16). Los conceptos aquí utili-
dicas o terapéuticas, sino más bien carismáticas, dotadas zados para referirse a los enfermos inducen a pensar en
de simbolismo real 1 . A través de ellas transmitía Jesús enfermedades graves, pero no necesaria ni exclusiva-
de forma sensible y perceptible su mensaje de la gran mente en situaciones ya agónicas. De acuerdo con el
misericordia de Dios ante la angustiosa situación en que colorido judeocristiano del escrito, por presbíteros debe
se encontraban los enfermos y los pecadores. entenderse aquí a los jefes o dirigentes de la comunidad.
Según Me 6,7-13, Jesús dio a los doce, en cuanto Su acción primaria en favor del enfermo es la oración. A
compañeros y enviados suyos, una participación en su la oración creyente se le promete ser escuchada en la
misión, de tal modo que pudieron predicar, curar y ex- forma de redención, de restablecimiento y (si fuere ne-
pulsar demonios. Utilizaron para ello la unción con acei- cesario) de perdón de los pecados. Y como la unción se
te, remedio medicinal de uso generalizado en tiempos hace «en el nombre del Señor» —es decir, invocando su
de Jesús. Por supuesto, en la antigüedad se concedía nombre salvador—, se trata más de una acción simbólica
que de una aplicación medicinal. De ella se espera un
resultado que afecta a la salud total y unitaria del hom-
1. R. Pesch, Das Markusevangelium I, Friburgo 1976, 127. Cf. también H. Vorgrimler, bre, de modo que no es lícito contraponer los diversos
Busse und Krankensalbung, Friburgo 1978, 216-218 (con bibliografía); W. Kirchschláger, Jesu
exorzistisches Wirkenaus der Sichtdes Lukas, Klosterneuburg 1981; O. Betz y otros, Heilung/ aspectos. En la concepción de esta carta, los pecados a
Heilungen, en TRE XIV, 1985, 763-774; W. Schrage, Heil und Heilung im Neuen Testament,
«Evangelische Theologie» 46(1986)197-214.
que se refiere no son las faltas cotidianas, sino acciones

290 291
que engendran la muerte (cf. Sant 1,15; 5,20). Que se ocupaciones, no pueden visitar a todos los enfermos. El
produzca, o no, el efecto de la curación y del perdón es óleo bendecido («crisma») es un «género de sacramen-
cosa que depende sólo de Dios. El texto no ofrece to» (genus sacramenti) y, por tanto, no puede derramar-
ningún punto de apoyo para entender el acontecimiento se sobre los penitentes,, ya que a éstos se les niegan (an-
recomendado como curación milagrosa. tes de la reconciliación) los sacramentos. Este pasaje del
documento pontificio fue citado numerosas veces en la
Iglesia occidental e insertado en las principales compi-
10.2. La historia de la unción de los enfermos laciones del derecho eclesiástico. Por lo demás, el su-
mamente influyente Decretum Gratiani (primera mitad
En los primeros siglos de la historia de la Iglesia no del siglo Xll) suprimió precisamente los pasajes referen-
es posible deslindar, de entre los actos litúrgicos, uno tes a los enfermos como receptores y a los fieles (es
específicamente referido a la unción de los enfermos. decir, también a los laicos) como administradores.
No se han conservado, en este punto, ni regulaciones Según testimonios del siglo vi, en caso de enfer-
jurídicas ni reflexiones teológicas. Los textos más anti- medad (y no sólo en peligro de muerte) los cristianos
guos en los que aparece testificada se refieren a podían ungirse a sí mismos y ungir a los suyos con el óleo
oraciones para la bendición del aceite con que se ungía a consagrado; al parecer, hubo por aquella época una
los enfermos. Algunas de ellas se remontan a los pri- cierta competencia con los hechiceros. Este dato apare-
meros años del siglo III2: el aceite debe adquirir una ce testificado todavía en el siglo v m por Beda (t 735).
nueva eficacia, para que pueda convertirse en auxilio Apoyándose en Sant 5,16, Beda consideró que el pro-
para el cuerpo y el alma. También se le podía tomar ceso penitencial constituía el punto culminante de la un-
como bebida. ción de los enfermos.
El primer texto extralitúrgico sobre la unción de los A partir del siglo v m , y principalmente en el siglo ix,
enfermos procede de una carta del papa Inocencio I, del se modificaron tanto la teología como la praxis de la
año 416; en ella se cita, por vez primera, el pasaje de la unción de los enfermos, que pasó a ser, junto con la
carta de Santiago en conexión con la unción de los enfer- penitencia y la eucaristía, el sacramento de los moribun-
mos (DS 216; Dz 99). El papa abordaba en este escrito el dos. Las razones fueron, por un lado, las severas obli-
tema de la utilización correcta del óleo; no pretendía, gaciones que se contraían, de por vida, con la unción,
pues, exponer una doctrina completa sobre la unción de comparables a las obligaciones penitenciales; por otro
los enfermos. Según este documento, a todos los cris- lado, que se entendía que la unción era parte constituti-
tianos les está permitido usar el óleo del crisma prepara- va de la penitencia. Todavía estaba sujeta a oscilaciones
do por el obispo «para ungirse en su propia necesidad o la secuencia de los tres sacramentos. Hasta el siglo XIII,
en la de los suyos». Pero sólo el obispo puede consagrar la unción de los enfermos se recibía después de la recon-
el óleo. Los obispos tienen potestad para derramar este ciliación penitencial y antes del viático. Pero a partir de
óleo; si el pasaje de la carta de Santiago habla de los este siglo, y hasta el Vaticano II, se generalizó la práctica
«presbíteros» es porque los obispos, impedidos por otras de administrarlo después de los otros dos. Ya desde el
siglo IX se reservó a los sacerdotes su administración. El
rito no era uniforme. En algunos lugares, el sacerdote
2. H. Vorgrimler, o . c , 218-220: los testimonios más antiguos, con indicación de las fuen-
tes. consagraba el óleo inmediatamente antes de la unción

292 293
del enfermo; en otros, el obispo consagraba los óleos cerca de siete siglos, la concepción escatologizadora y
específicamente para este sacramento. Era frecuente la
espiritualizadora de este sacramento.
práctica de ungir los cinco sentidos del enfermo, pero
existen testimonios de más de 20 unciones diferentes,
cada una de ellas acompañada de su propia oración. 10.3. Documentación eclesiástica
A veces la unción se administraba durante siete días
seguidos; en algunas regiones —y todavía, en la actua- Las declaraciones doctrinales del magisterio de la
lidad, en el rito bizantino— se requería la presencia de Iglesia relativas al sacramento de la unción de los enfer-
varios sacerdotes para la unción. Así aparece en Tomás mos anteriores al concilio de Trento son extremadamen-
de Aquino. Por diversas razones, esta praxis tenía efec- te escasas. En el siglo XIII se le menciona en tres
tos disuasorios, de modo que el sacramento tuvo que ocasiones: en 1208 bajo el nombre de «unción de los
superar varias etapas críticas3. enfermos», y en 1254 como «extremaunción» (DS
Hasta bien entrado el siglo Xll, a la unción de los 794,833; 860; Dz 424,451; 465). El catálogo de pregun-
enfermos se la denominaba generalmente oleum infir- tas de Martín V para los seguidores de Juan Wyclif y de
morum, debido al óleo empleado en su administración, Juan Hus del año 1418 contiene la afirmación de que el
pero más tarde la teología escolástica acuñó el término cristiano que desprecia la recepción de los sacramentos
de extrema unctio, última o «extrema unción» porque se de la confirmación y de la extremaunción y la solemne
había convertido de hecho en sacramentum exeuntium, celebración del matrimonio comete pecado mortal (DS
sacramento de los moribundos. Desde que se fijó, en la 1259; Dz 669). En la doctrina sobre los sacramentos del
primera mitad del siglo XII, en siete el número de los Decreto para los armenios, extraída de Tomás de Aqui-
sacramentos, la extremaunción se contó entre ellos. Hu- no, se dice:
bo importantes teólogos de la alta Escolástica que ads-
cribieron su institución a los apóstoles, mientras que «El quinto sacramento es la extremaunción, cuya materia es el
otros consideraban que fue fundado por el mismo Jesús, aceite de oliva, bendecido por el obispo. Este sacramento no debe
darse más que al enfermo, de cuya muerte se teme, y ha de ser ungido
si bien, al igual que en el caso de la confirmación, fueron en estos lugares: en los ojos, a causa de la vista; en las orejas, por el
los apóstoles quienes lo dieron a conocer oficialmente. oído; en las narices, por el olfato; en la boca, por el gusto o la lo-
El mayor problema con que se enfrentaba la teología cución; en las manos, por el tacto; en los pies, por el paso; en los rí-
escolástica en el tema de la unción de los enfermos era el ñones, por la delectación que allí reside. La forma de este sacramento
es ésta: Por la santa unción y por su piadosa misericordia, el Señor te
de la determinación de su(s) efecto(s). Se fue perdiendo perdone cuanto por la vista, etc. Y de modo semejante en los demás
cada vez más la visión unitaria y, por tanto, pasó a muy miembros. El ministro de este sacramento es el sacerdote. El efecto es
segundo plano el efecto de la curación del enfermo. Al la salud del alma y, en cuanto convenga, también la del mismo cuerpo.
fin, acabó por imponerse la idea de que este sacramento De este sacramento dice el bienaventurado Santiago apóstol: ¿Está
enfermo alguien entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia,
eliminaba los últimos impedimentos para la entrada del para que oren sobre él, ungiéndole con óleo en el nombre del Señor; y
creyente en la gloria celeste y llevaba a su coronación la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor le aliviará y, si estuviere
todos los esfuerzos desplegados por la Iglesia para la en pecados, se le perdonarán (Sant, 5,14)» (DS 1324s; Dz 700).
salvación del alma. A partir de aquí prevaleció, durante
Mientras que las Iglesias orientales separadas de Ro-
3. Ibídem, 221s, con ejemplos y pruebas documentales. ma admiten, en general, que la unción, unida a la

294 295
oración, es uno de los siete sacramentos instituidos por
El canon 1 no enuncia un nuevo dogma, porque la
el Señor (aunque con notables diferencias, en lo re-
sacramentalidad de la unción de los enfermos había sido
ferente a la praxis y a las concepciones de unas Iglesias a
ya dogmáticamente establecida en la sesión vil, del año
otras), los reformadores negaron la sacramentalidad de
1547 (DS 1601; Dz 844). El fundamento bíblico aducido
la unción de los enfermos. Para Martín Lutero y Juan
no es parte constitutiva del núcleo de la afirmación. El
Calvino los testimonios bíblicos son simplemente relatos
canon 2 rechaza la antes mencionada opinión reformista
de curaciones milagrosas; no se le habría conferido a la
de que los testimonios bíblicos se refieren a un don de
Iglesia posterior el don correspondiente. Combatieron
curaciones que sólo existió en el pasado. Para el conte-
enérgicamente la costumbre de dar la unción a los mo-
nido histórico del canon 3 se recurre a una fórmula muy
ribundos. Para negar la sacramentalidad, Lutero aducía
cuidadosa, que insinúa la vía mediante la cual Roma
el argumento de que la unción de los enfermos ni había
intentó en el pasado y sigue intentando en la actualidad
sido instituida por Jesús ni ha tenido de él ninguna pro-
trazar una línea de conexión entre el Nuevo Testamento
mesa de gracia. Pero la aceptó como una de las ayudas
y los ritos que han ido surgiendo con el paso del tiempo:
mediante las cuales un creyente puede conseguir el per-
lo nuevo nunca puede entrar en colisión con los testi-
dón de los pecados y la paz, al igual que ocurre, por
monios bíblicos. El canon 4 defiende el orden jurídico
ejemplo, con el uso del agua bendita.
sacramental. Según él, el ministro propio y ordinario de
Al abordar el tema de la unción de los enfermos, el la extremaunción es el sacerdote. Pero con esto no se
concilio de Trento consideró que una de sus tareas más excluye que pueda haber ministros extraordinarios, por
apremiantes era la de defender su sacramentalidad. En ejemplo los diáconos.
la sesión xiv, del año 1551, aprobó y promulgó una
La «doctrina» insiste expresamente en que el mo-
«doctrina sobre el sacramento de la extremaunción» en
mento en que debe recibirse la extremaunción es al final
3 capítulos y 4 cánones. Éstos dicen así:
de la vida. Este sacramento estaría «insinuado» en Me
6,13 y habría sido anunciado y recomendado a los fieles
«Canon 1. Si alguno dijere que la extremaunción no es verdadera y por Santiago. Habría sido también Santiago quien se-
propiamente sacramento instituido por Cristo nuestro Señor y promul- ñaló la materia, la forma, el ministro y el efecto. Se dice,
gado por el bienaventurado Santiago apóstol, sino sólo un rito acep-
tado por los padres, o una invención humana, sea anatema. además: «La oración representa, de la manera más apta,
«Canon 2. Si alguno dijere que la sagrada unción de los enfermos la gracia del Espíritu Santo por la que invisiblemente es
no confiere la gracia, ni perdona los pecados, ni alivia a los enfermos, ungida el alma del enfermo» (cap. 1: DS 1695; Dz 908).
sino que ha cesado ya, como si antiguamente sólo hubiera sido la Se explica luego, con mayor detalle, en el cap. 2, la
gracia de las curaciones, sea anatema.
realidad de esta gracia del Espíritu, «cuya unción limpia
«Canon 3. Si alguno dijere que el rito y uso de la extremaunción
que observa la santa Iglesia romana repugna a la sentencia del biena- las culpas, si alguna queda aún por expiar, y las reliquias
venturado Santiago apóstol y que debe por ende cambiarse y que del pecado y alivia y fortalece el alma del enfermo...
puede sin pecado ser despreciado por los cristianos, sea anatema. (que) soporta con más facilidad las incomodidades y tra-
«Canon 4. Si alguno dijere que los presbíteros de la Iglesia que bajos de la enfermedad, resiste mejor a las tentaciones
exhorta el bienaventurado Santiago se lleven para ungir al enfermo,
no son los sacerdotes ordenados por el obispo, sino los más viejos por
del demonio ... y, a veces, cuando conviniere a la salva-
su edad en cada comunidad, y que por ello no es sólo el sacerdote el ción del alma, recobra la salud del cuerpo» (DS 1696;
ministro de la extremaunción, sea anatema» (DS 1716-1719; Dz Dz 909). En esta «doctrina» se menciona en primer lu-
926-929). gar a los obispos, antes que a los sacerdotes, como mi-

296 297
nistros ordinarios de la extremaunción. Los receptores
primera plasmación oficial en la Constitución sobre la
son los enfermos, «señaladamente aquellos que yacen
liturgia del concilio Vaticano n, que admite que la extre-
en tan peligroso estado que parezca están puestos en el
maunción puede llamarse también y mejor, «unción de
término de la vida» (cap. 3: DS 1698; Dz 910). Este
los enfermos» y fija el momento oportuno para recibirla
«señaladamente» ha desempeñado un importante papel
«cuando el cristiano ya empieza a estar en peligro de
en la nueva orientación del siglo x x , ya que, según estas
muerte por enfermedad o vejez» (SC 73). En el número
palabras, el concilio de Trento no estableció que este
74 se dice que el ritual se celebra por el orden siguiente:
sacramento esté exclusivamente reservado a los mo-
primero la confesión, luego la unción y, al final, la euca-
ribundos. Se dice también que se le puede recibir varias
ristía (viático). A continuación (número 75), pide que se
veces, cuando el enfermo, después de recuperada la sa-
adapten, según las circunstancias, el número de las un-
lud, recae en un nuevo peligro de perder la vida. Res-
ciones y que se revisen las oraciones correspondientes al
pecto de las cuestiones históricas, el concilio se expresó
rito de la unción. Más adelante, y como consecuencia de
en términos exactamente iguales a los empleados en el
esta nueva orientación, enseñó el concilio: «La Iglesia
canon 3. Califica el desprecio de este sacramento de
entera encomienda al Señor paciente y glorificado a los
«pecado muy grande e injuria contra el mismo Espíritu
que sufren, con la sagrada unción de los enfermos y con
Santo» (ibídem).
la oración de los presbíteros, para que los alivie y los
Con esta doctrina, el concilio de Trento consiguió salve (cf. Sant 5,14-16); más aún, los exhorta a que,
superar las posturas teológicas unilaterales. Su propósi- uniéndose libremente a la pasión y a la muerte de Cristo
to principal fue defender la institucionalización sacra- (Rom 8,17; Col 1,24; 2Tim 2,11-12; IPe 4,13), contri-
mental (es decir, más allá del carisma) de la unción de buyan al bien del pueblo de Dios» (LG 11).
los enfermos, demostrar que la praxis católica no es La deseada reorganización llevó al siguiente resul-
opuesta al testimonio de las Escrituras y enseñar la sig- tado: El nuevo Orden de 1970 para la consagración del
nificación salvífica de este sacramento para los enfer- óleo de los catecúmenos y los enfermos y del crisma
mos. En las enseñanzas de Trento predomina la concep- reserva, en términos generales, al obispo la bendición de
ción de que esta unción de los enfermos es, en primer los óleos, pero en caso de auténtica necesidad también
término, una ayuda espiritual concedida para el momen- pueden bendecirlos los sacerdotes. En la oración que
to final de la vida, pero el concilio no quiso enunciar acompaña a la bendición se enumeran los efectos de la
dogmáticamente que sea un «sacramento de los mo- unción: es signo santo de la misericordia divina, que
ribundos». En la época siguiente se registraron tenden- expulsa la enfermedad, el dolor y las tribulaciones, y
cias que propugnaban la «escatologización» de este sa- protección para la vida, el alma y el espíritu. La nueva
cramento, convirtiéndolo en una «unción de la muerte» ordenación de la unción misma 5 , de 1972, de la que se
o «unción del cuerpo resucitado». No obstante, desde dice, en términos expresos, que es válida sólo para el
mediados del siglo x x se registran también tentativas rito latino (para las Iglesias orientales, véase OE 12,27),
que propugnan una renovación de la «unción de los en- devuelve al sacramento su forma litúrgica. Tras el inicio
fermos». y el servicio de la palabra de Dios, se procede, en silen-
Estos esfuerzos reformadores 4 han encontrado una
5. R. Kaczynski, Enchiridion documentorum instaurationis liturgicae I (1963-1973), Turín
4. Una síntesis de las dos orientaciones, en ibídem, 231s, con pruebas documentales. 1976, 905-914.

298 299
ció, a la imposición de las manos por el «ministro»; sigue Pero si la Iglesia considera que la enfermedad es el lugar
una alabanza al óleo consagrado (en caso de necesidad de un sacramento, debe tomarse en serio la amenaza
puede consagrarse el óleo para una situación determina- que esta enfermedad encierra para los hombres. Cuando
da). La unción, simplificada, se aplica en la frente y en es una enfermedad grave, se convierte en señal de la
las manos, y a continuación se recita la oración: «Por sujeción a la muerte. Enfrenta inevitablemente al enfer-
esta santa unción y por su bondadosa misericordia, te mo con el problema de la fe ante el sufrimiento, de la
ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo. Amén. relación con Dios, en la que debe ejercitarse y mante-
Para que libre de tus pecados, te conceda la salvación y nerse firme, «ya ahora», aquella cercanía de Dios que se
te conforte en tu enfermedad. Amén.» le ha asignado al hombre de una vez por siempre y sin
La unción debe administrarse en caso de enfermedad rupturas; plantea, en fin, también siempre el problema
grave (también antes de una intervención quirúrgica, o del punto final de la vida. Significa para los hermanos en
en los casos de achaques de ancianidad, aunque no se la fe, para la Iglesia, la tarea de combatir el dolor renun-
padezca una enfermedad específica). Puede adminis- ciando a falsos consuelos, allí donde sea posible luchar
trarse a varios enfermos comunitariamente, en la Iglesia contra él. Y pide, además, dedicación solidaria bajo for-
o en un local adecuado. Puede repetirse ante una nueva mas humanas —es decir, también sensibles— y re-
enfermedad o un empeoramiento del estado de salud. Y ligiosas. La acción simbólica de la unción de los enfer-
no se ordena sólo a fortalecer la fe del enfermo, sino que mos puede expresar que se hace frente, con fe y con la
es también una expresión de esta fe. esperanza puesta en Dios, a esta situación y puede in-
La reforma de este sacramento, con la radical mo- dicar, además, mediante el contacto personal, aquella
dificación de la fórmula de administración, muestra el cercanía humana que, cuando no es sólo simbólica, tiene
alto grado de libertad de configuración que la Iglesia efectos saludables 8 . Es la confesión de la comunidad —y
católica se atribuye en los sacramentos 6 . Se expresa de los enfermos que hay en su seno— de que la salvación
aquí, de feliz manera, que el sacramento es una liturgia decisiva y definitiva debe esperarse de Dios Padre, por
y que la «fórmula» de los sacramentos es esencialmente su Hijo, en aquel Espíritu divino por cuya intervención
oración de súplica, epiclesis del Espíritu Santo 7 . se suplica en esta acción simbólica. Para aquellos a
quienes la unción con el óleo les resulte una cosa extraña
y a quienes sólo con grandes dificultades se les puede
10.4. Resumen procurar, es consolador saber que el sacramento propio
y verdadero de los moribundos ha sido, desde siempre,
El lugar sacramental de la unción de los enfermos es, la eucaristía 9 . También este sacramento presupone, co-
indudablemente, la enfermedad, no el final de la vida. mo la unción de los enfermos, que no se rechaza la situa-
ción, sino que se la actualiza conscientemente y se la
6. Esta idea encontró su primera expresión clara y perceptible en la reforma del sacramen-
to del orden de Pío XII en 1947 (cf. infra 11.3.2). Estas reformas, analizadas en el contexto del
concilio Vaticano II, muestran que las anteriores afirmaciones distaban mucho de ser intoca-
8. Este aspecto ha llevado al redescubrimiento de la unción de los enfermos, por ejemplo
bles. Es, por tanto, posible considerar que el Decreto para los armenios, que tanta influencia
en el espacio anglicano. Cf. la bibliografía citada por H. Vorgrimler, o . c , 227, nota 60.
ejerció en el pasado en cuanto declaración conciliar del año 1439, fue, simplemente, la des-
9. Sobre este tema, véase especialmente R. Kaczynski, Die Feier der Krankensakramente,
cripción del estado de la cuestión de aquella época.
«Internationale kath. Zeitschrift» 12(1983)423-436. Kaczynsky rechaza aquí también el inten-
7. Cf, sobre esto E.J. Lengeling, "Per islam sanctam unctionem... adiuvet ie Dominus
to de G. Greshake de interpretar la unción de los enfermos como «sacramento de la renova-
gratia Spiritus Sancti». Der Heilige Geist und die Krankensalbung, en G.J. Békes-G. Farnedi
ción del bautismo frente a la muerte». Tiene razón Kaczynski cuando indica que este sacra-
(dirs.), Lex orandi lex credendi, Roma 1980, 235-294.
mento es justamente la comunión eucarística: ibídem, 435.

300 301
pone, por ende, ante la presencia del Dios amante y
misericordioso.

11. El sacramento del orden


Bibliografía VIII

Álvarez Gutiérrez, C.G., El sentido teológico de la unción de los enfer-


mos en la teología contemporánea (1940-1980), Roma 1981.
Jorissen, I.-Meyer, H.B., Pastorale Hilfen in Krankheit und Alter.
Über Krankheit, Alter und das Sakrament der Krankensalbung,
Innsbruck 1874.
Kaczynski, R., Die Feier der Krankensalbung, «Internat. kath. Zeit-
schrift« 12(1983)423-436.
Kirchschláger, W., Jesu exorzistisches Wirken aus der Sicht des Lukas,
Klosterneuburg 1081.
Lengeling, E.J., «Per istam sanctam unctionem... adiuvet te Dominus 11.1. Introducción
grada Spiritus Sancti». Der Hl. Geist und die Krankensalbung, en
G.J. Békes-G. Farnedi (dirs.), Lex orandi lex credendi, Roma
El sacramento del orden está estrechísimamente vin-
1980, 235-294.
Probst, M.-Richter, K. (dirs.), Heilssorge für die Kranken, Friburgo culado con el ministerio o, por mejor decir, con los mi-
1975. nisterios y servicios de la Iglesia. De ahí que sea imposi-
Schützeichel, H., Katholische Calvin-Studien, Tréveris 1980, 75-98 ble hablar del uno sin tener en cuenta los otros. Pero es
(ideas de Calvino sobre la unción de los enfermos). justamente en el tema del ministerio en la Iglesia donde
Stefariski, J., Von der letzten Ólung zur Krankensalbung, en P. se hacinan los problemas que tienen, a su vez, reper-
Jounel-R. Kaczynski-G. Pasqualetti (dirs.), Liturgia (Homenaje a
cusiones por así decirlo retroactivas para la comprensión
A. Bugnini), Roma 1982, 429-452.
Vorgrimler, H., Busse und Krankensalbung (Handbuch der Dogmen- del sacramento del orden.
geschichte IV/3), Friburgo 1978, 215-234 (con bibliografía). Es fundamental, en toda esta temática, la eclesio-
Ziegenaus, A., Die Krankensalbung, en H. Luthe (véase bibliografía logía, es decir, la concepción teológica de la Iglesia1,
I), 421-480. que debe asentarse sobre una sólida base histórica. La
teología católica está siempre expuesta al peligro de
querer atribuir al Jesús histórico demasiados detalles
concretos relacionados con la existencia y la constitución
de la Iglesia. Sólo así —parecen pensar algunos— puede
garantizarse la legitimación divina; sólo aquello que ha-
ya sido concretamente fundado por Jesús mismo puede
tenerse como fundación divina, como institución de de-
recho divino (iuris divini). Indudablemente debe garan-
tizarse un punto de conexión entre Jesús y la existencia

1. Sobre este punto podrá consultarse la eclesiología de M.M. Garijo Guembe, de pró-
xima aparición.

302 303
de la Iglesia y sus instituciones esenciales. Pero no ha de comunión humana. En la prolongación de la misión y
sido la actual teología la primera que ha intentado esta- en la identidad del mensaje deben verse los elementos
blecer esta conexión bajo una forma «más amplia», llena básicos de la continuidad histórica (y deben, por tanto,
de contenido teológico. En su decisión doctrinal sobre la ser considerados como de «derecho divino»).
institución de la confesión sacramental de los pecados Dentro de la recién fundada comunidad de fe sur-
por derecho divino, el concilio de Trento señaló que la gieron obviamente distintas funciones y servicios. Debe
forma concreta que puede observarse en la Iglesia ya contemplarse en una doble perspectiva la conexión con
desde el principio responde a la institución y al mandato Jesús, que no quiso apartarse ni apartar a su comunidad
de Cristo y no es, por tanto, mera invención humana de Israel. Por un lado, al instruir y enviar a sus discí-
(DS 1706; Dz 913). Pero ya en la teología escolástica no pulos establecía evidentemente una diferencia entre la
se identificaba necesariamente el concepto de «insti- masa general de los que creían en él y aquellos a quienes
tución» con el de fundación histórica. Podía verse tam- tomaba a su servicio especial. Corresponde a los exege-
bién la institución en un impulso procedente de Jesús tas descubrir los motivos de esta distinción. Por otro
resucitado. lado, no todos los seguidores de Jesús participaron de
Se perfilan así las dos líneas o dimensiones que de- igual modo en las experiencias pascuales con el Señor
ben darse en la Iglesia y en sus instituciones esenciales, a resucitado. A través de esta diversidad cristalizó un gru-
saber: la aproximación o correspondencia histórica (que po nuclear, constituido por testigos de vista y oído, que
es cosa distinta de la fundación concreta) y el impulso podía y debía testimoniar la identidad del Jesús histórico
proporcionado por el Espíritu. Fácilmente se advierte con el Resucitado.
que, en esta concepción, no debe contemplarse a la Igle- A partir de estos datos de la misión y del testimonio,
sia y sus ministerios en una perspectiva meramente his- la Iglesia se entendió y se sigue entendiendo como
toriográfica, sino como fundamentados sobre una base «apostólica», con independencia de que se defina con
trinitaria e historicosalvífica. Para satisfacer las exigen- más exactitud el concepto de apóstol 2 . Se da, en sentido
cias históricas basta con que una evolución responda (es genérico, la «sucesión apostólica» cuando la Iglesia se
decir, sea positivamente acorde o conforme con y, en mantiene firmemente dentro de la fe de los primeros
todo caso, no contraria) a lo que encierra la predicación discípulos y apóstoles, en especial dentro de la fe trinita-
y el género de vida de Jesús. ria y cristológica, y lleva adelante, en este sentido, la
A la hora de fijar o definir los contextos o las corres- proclamación y la misión. Es evidente, por lo demás,
pondencias históricas es importante preguntarse cómo que todo esto forma parte del seguimiento práctico de
pudo imponerse un proceso o una evolución determina- Jesús.
da en el corto espacio de tiempo que media después de A partir de la significación del testimonio, que es el
la partida de Jesús, si no podía establecerse una co- factor constitutivo de la Iglesia, se deriva el concepto de
nexión positiva con el mismo Jesús. El nacimiento de la «sucesión apostólica» en sentido estricto y formal: el
primitiva comunidad cristiana (en aquel entonces to- ministerio está en la Iglesia al servicio de la identidad y
davía dentro del judaismo) y, por tanto, de la Iglesia, de la continuidad del testimonio de fe. Recibe su legiti-
presuponía la conciencia de que era lícito llevar adelante
la misión de Jesús, dar testimonio a favor de él y de su 2. Cf-, para una primera aproximación, los artículos de TRE III. 1978. 430-483 y EKL I.
mensaje, ganarse a los hombres y vivir una nueva forma 1986, 221-223, los dos con bibliografía.

304 305
mación no sólo en virtud de la identidad entre su fe y su cuerpo de Cristo ellos fueran la cabeza y los simples
confesión y la fe y la confesión de los primeros testigos, fieles miembros. Estos testigos y mensajeros son, más
sino también en virtud de su origen histórico a partir de bien, señales o indicaciones de aquel «ante» o «frente a»
tales testigos. Este punto de vista no es, con todo, com- fundamentador y único que es el mismo Jesucristo (no
partido por todas las Iglesias cristianas; justamente aquí en último término como sujeto propio y auténtico de
se inician los problemas ecuménicos relativos al ministe- toda la liturgia).
rio y al sacramento del orden (cf. infra 11.5). La Iglesia Con esto, se perfilan ya los rasgos básicos de una
católica no puede renunciar al principio de la sucesión teología del sacramento del orden. El ministerio de ser-
apostólica, en su sentido tanto general como específico, vicio en la suceción apostólica es uno de los elementos
entendido como elemento esencial de la Iglesia y como constitutivos de la Iglesia. Por consiguiente, la acep-
criterio de la verdadera Iglesia de Jesucristo, porque los tación solemne de una persona en este ministerio de
mensajeros y testigos deben acreditarse no sólo median- servicio es un sacramento. Las funciones del ministerio
te su fe y su praxis cristiana (que pueden presentar la- de servicio, que en el lenguaje bíblico se pueden de-
gunas) sino también mediante la legitimidad de su su- nominar también servicio al crecimiento del cuerpo de
cesión. Sólo aquellos mensajeros que acrediten su le- Cristo o edificación de este cuerpo, han sido ya bosque-
gitimidad tienen derecho a una predicación que exige jadas en la sección precedente, y a partir de la situación
ser creída. Una comunidad humana no puede, en cuanto originaria, como servicio al evangelio. En el curso de la
magnitud histórica, fundamentar su identidad y conti- evolución histórica este servicio fue adquiriendo en la
nuidad sólo en un factor tan necesitado de interpre- praxis eclesial rasgos muy diversos. De él se esperaban
tación como es un libro (la Biblia). Necesita, además, la —no exclusivamente, pero sí de una manera especial—
sucesión legítima de sus testigos y mensajeros. las tres funciones fundamentales de la Iglesia: martyria,
A partir de esta idea surge la concepción peculiar, leitourgia, diakonia. Forma parte de la martyria el servi-
específicamente católica, de la relación entre los minis- cio especial a la predicación, de la leitourgia la dirección
terios y la comunidad. Por un lado, todos ellos juntos del culto, incluida la mayor parte de los sacramentos, y
configuran la unidad de la Iglesia. Todos ellos son, a la de la diakonia el testimonio del género de vida cristiano.
vez, oyentes, creyentes y confesores. Todos ellos for- Es evidente que, para ser plenamente desarrolladas, es-
man, junto con Jesús, un cuerpo, una comunidad y una tas tareas exigen una dedicación total por parte de las
comunión creyente en el Espíritu Santo. Esta funda- personas que las asumen. Es, por tanto, comprensible
mental igualdad y pertenencia ha recibido su expresión que a la hora de elegir y formar a estas personas, la
sacramental sensible en el bautismo. Por otro lado, el Iglesia haya tenido en cuenta dimensiones y puntos de
ministerio del servicio representa una especie de «ante» vista muy diferentes de los que se emplean en otras
o «frente a» la comunidad. Los mensajeros o testigos asociaciones, por muy humanitarias que sean, para el
presentan ante y frente a la comunidad la palabra apos- nombramiento de sus funcionarios. Es también patente,
tólica que contiene e interpreta el mensaje de Jesús a través de la experiencia histórica, que, de una u otra
—palabra de Dios—, para que sea escuchada y aceptada forma, los hombres nunca alcanzan totalmente el ideal y
siempre y renovadamente y sea transmitida en la confe- que en parte fracasan. Es justamente esta visión realista
sión. Con esta acción no ocupan los mensajeros el pues- de la flaqueza y de la incapacidad humanas lo que ayuda
to que corresponde a la cabeza, de tal suerte que en el a contemplar con más clara mirada los contenidos de

306 307
este servicio: la palabra que debe anunciarse, la presen- bien perturbadores del orden y del ministerio debe citar-
cia que debe suplicarse y señalarse sensiblemente, no se asimismo el lenguaje jurídico: ¿Es verdaderamente
son la palabra y la presencia de los titulares del ministe- adecuado aplicar a los dones necesarios para la edifi-
rio; son siempre la palabra y la presencia del Dios único cación y la vida de la Iglesia el nombre de «potestades»?
y soberano. El hecho de que los titulares del ministerio Cuando se habla de ejercer, administrar, comunicar,
no pueden ni deben ser, en razón de su propia perso- compartir o limitar potestades, se están oscureciendo,
nalidad, aquel «ante» y «frente a» mencionado más arri- mediante un lenguaje impropio, las dimensiones de la
ba, sino que simplemente lo señalan mediante su activi- invocación del Espíritu Santo, de la fe y de los efectos
dad, se expresa a través de la doctrina que dice que el que proceden de la fe y la fortalecen.
servicio del orden confiere «carácter sacramental». El ministerio de servicio se ha ido desarrollando en
De lo dicho debería ya desprenderse claramente que el curso de la historia de la Iglesia con diversa insistencia
los contenidos esenciales del ministerio de servicio son respecto de los contenidos del servicio, tema sobre el
los que Dios concede para la edificación y vida de la que volveremos de inmediato con mayor detalle. La
Iglesia. Son comunicados mediante el Espíritu divino, Iglesia ha considerado esta evolución como despliegue
invocado y presente en el sacramento. Esto significa, legítimo de los fundamentos puestos por Jesús y entien-
por un lado, que son dones de Dios, no posesión de la de, por tanto, que esta evolución se ha producido dentro
Iglesia, y que, por consiguiente, no pueden ser transmi- del marco del «derecho divino». Y esto significa que se
tidos por la comunidad (mediante «delegación», «auto- trata de una evolución irreversible, no sujeta a re-
rización» o cosas semejantes). Por otro lado, Dios los visiones básicas. Dado que se han registrado diversos
concede para edificación y vida de un todo mayor, de acentos a lo largo de la historia, pueden desplazarse los
modo que los titulares nunca son, por sí solos, «la Igle- centros de gravedad, pueden algunos de ellos caer en el
sia» y lo que hacen por sí solos es siempre fragmentario olvido, pero ninguno puede ser totalmente abolido o
(en las tres funciones básicas de la Iglesia), en tanto no eliminado. Es, además, cierto que siempre que se crea
sea compartido, sostenido y realizado también por la en la presencia del Espíritu divino, este despliegue sigue
comunidad3. abierto hacia el futuro, de suerte que a la forma ya ad-
Hay ciertas formas o configuraciones concretas del quirida por el ministerio de servicio de la Iglesia podrán
ministerio que oscurecen este sentido más hondo y que añadírsele nuevas configuraciones en los tiempos por
impiden sus efectos positivos. Entra aquí la división de venir.
hecho de la Iglesia en dos secciones o clases, el clero y
los laicos; entra también el ejercicio del poder tal como
lo practican muchos titulares. Estos impedimentos del
11.2. El origen del ministerio eclesial
verdadero servicio no pueden eliminarse a base tan sólo
de consideraciones teológicas4. Entre los elementos más 11.2.1. Datos bíblicos
3. Por un lado, no cabe pensar, por principio, en una «democratización» de la Iglesia;
pero, por otro, es perfectamente posible en la práctica y cuenta con legitimación teológica la
En la estrecha correspondencia entre el ministerio y
idea de una participación mucho más amplia de las comunidades en la designación de los el orden son dos las preguntas que se plantean respecto
titulares.
4. En el Nuevo Testamento aparecen con toda claridad críticas al poder, por ejemplo. Me
de poderes. Pero no sería honesto actuar como si no se ejerciera en la Iglesia un poder
11,42-45; Mt 23. Ciertamente no puede contemplarse a la Iglesia bajo el prisma de la división
oprimente y todo fuera «servicio» desinteresado.

308
309
del Nuevo Testamento: bajo qué formas surgió en la nificativa», en el sentido de que con ella Jesús pretendía
Iglesia el ministerio de servicio y qué es lo que podemos señalar o indicar su permanente voluntad de reunir a
saber acerca de la admisión de una persona en el minis- todo el pueblo de Israel.
terio. Por lo que hace al tema de la transición de estos doce
La cuestión histórica, que se remonta hasta la vida prepascuales a los apóstoles postpascuales, no podemos
misma de Jesús, sólo puede tener como punto de partida afirmar nada con absoluta certeza. La autodenomina-
y referencia el círculo de los doce. Para el tiempo de la ción de «apóstol de Jesucristo» con que se califica Pablo
vida terrena de Jesús no hablamos de apóstoles, porque se sitúa seguramente en una época intermedia, pero ni
este concepto pertenece con toda certeza a una época Pablo se entendía como titular de un ministerio, ni, dada
posterior 5 . Según la exégesis mejor fundamentada, es su espera de la próxima parusía, pretendía expresar sus
prácticamente seguro que el círculo de los doce se re- cuidados y preocupaciones por el destino de sus comuni-
monta a una etapa prepascual 6 . Dado que Jesús no qui- dades después de su muerte 7 . Su apostolado fue un caso
so reunir un nuevo pueblo de Dios ni fundar una co- singular. De todas formas, Pablo se inserta en la poste-
munidad especial dentro de Israel, en un primer mo- rior concepción del apostolado en cuanto que, en virtud
mento no fue posible considerar a los doce como pa- de su experiencia de Jesús, pudo también reclamar para
triarcas de la cristiandad, instituidos por Jesús. Es muy sí haber sido testigo de vista y oído de Jesús resucitado.
probable que, en los inicios de su actividad, formara Fue también, por tanto, receptor de aquella revelación
Jesús un círculo abierto y creciente de personas para que de Dios que se encarnó en Jesús. Pero, justamente este
le siguieran. Cuando también en este círculo de discí- centro de gravedad del concepto de apóstol —es decir,
pulos surgieron dudas sobre la validez de su mensaje, el testimonio directo, la recepción directa de la revela-
fundó el círculo de los doce. Así, pues, en esta funda- ción— hace imposible entender aquel apostolado como
ción debería verse, ante todo, un acto mediante el cual un ministerio en el que pudiera haber «sucesores», fuera
quería asegurar la permanencia de un grupo fiel de se- cual fuere el sentido de tal sucesión. «En su peculiaridad
guidores. El hecho de que el Evangelio de Mateo con- de receptores de una revelación historicosalvífica excep-
tenga una serie de logia dirigidos a los doce, y que esta cional acerca de la cual pudieron constituir una tradición
misma serie aparezca en otros contextos redaccionales normativa, los apóstoles no pudieron ni pretender tener
como destinada a todos los creyentes indica que incluso sucesores ni nombrarlos directamente; sólo respecto de
mucho tiempo después de la partida de Jesús no se en- su responsabilidad por la proclamación y preservación
tendía la diferencia entre los doce y los restantes fieles del evangelio y por un género de vida de las comuni-
en el sentido de una división o distinción jerárquica (y dades acorde con este evangelio cabe pensar en "suceso-
otro tanto cabe decir respecto de los testigos de la resu- res"» 8 .
rrección y de los restantes discípulos en el Evangelio de Ahora bien, esta responsabilidad no recaía única y
Juan). Con esto no se excluye que en la fundación del exclusivamente sobre los «sucesores de los apóstoles».
círculo de los doce pueda verse también una acción «sig- Es posible demostrar con datos históricos que existió

5. Cf. la bibliografía citada en la nota 2. 7. A. Vógtle, Exegetische Reflexionen zur Apostolizitat des Amtes und zur Amtssukzes-
6. A. Vógtle, Das Problem der Herkunfl von Mt 16,17-19, en ídem, Offenbarungsgesche- sion, ibídem 221-279 (con abundante bibliografía), aquí 235. Respecto del círculo y de las
hen und Wirkungsgeschichte, Friburgo 1985. 109-140, aquí 139s, nota 109. También para lo actividades de posibles apóstoles antes de Pablo no sabemos prácticamente nada.
que digo a continuación me guío por las reflexiones de A. Vógtle. 8. Ibídem, 221.

310 311
esta responsabilidad, pero no es posible probar que De las diferentes denominaciones de funciones re-
afectara sólo a los sucesores de los doce o de otros após- lacionadas con ministerios no puede deducirse que Pa-
toles. Sería también completamente erróneo pretender blo conociera una jerarquía. La instancia o autoridad
descubrir dentro del Nuevo Testamento testimonios a responsable es toda la comunidad (local), inmediata-
favor de una dirección de la Iglesia universal. Lo único mente sometida a Cristo. La norma y la medida correc-
que aflora es una estructura ministerial en algunas co- tora de todos los carismas y servicios son, como es bien
munidades locales. Si es tarea equivocada, por un lado, sabido, la edificación del cuerpo de Cristo y el amor.
querer trazar una evolución rectilínea de la sucesión Pablo apela a la libertad y la autonomía de las comuni-
apostólica desde los doce, pasando por los apóstoles, dades; él mismo sólo interviene a título de ayuda 11 . To-
hasta los obispos, no lo es menos, por otro, pretender da la vida de la comunidad y sus relaciones con el após-
contraponer los carismas (dones libres de la gracia) que tol están transidas de la confianza «en el poder unifi-
aparecen en los primeros testimonios (los de los escritos cador y guiador del Espíritu» 12 .
paulinos), a los ministerios o intentar distinguir entre Entre los restantes testimonios importantes del
servicios carismáticos y no carismáticos. Nuevo Testamento respecto de la evolución del ministe-
Pablo atribuye a la acción del Espíritu Santo todas rio debe mencionarse aquí la carta a los Efesios, que
las actividades de la comunidad, todo cuanto se men- circulaba bajo el nombre (pseudoepigráfico) de Pablo.
ciona en las listas de carismas y todos los servicios intro- Antón Vógtle la fecha hacia los años 80-90. Según este
ducidos con independencia de estas listas. No ofrece fir- escrito, seguía siendo normativa la predicación de los
mes y claros puntos de apoyo ni para una comprensión apóstoles y los profetas y es directamente Jesús resuci-
precisa ni para un modelo de comunidad. A partir de las tado quien suscita los servicios actualmente necesa-
alusiones paulinas puede entenderse la posterior evolu- rios 13 . El «ministerio» es una consecuencia y función del
ción, en virtud de la cual unos determinados dones del evangelio que se debe transmitir. Deben tenerse como
Espíritu fueron tenidos por indispensables y configura- constitutivas de la Iglesia las funciones de proclamación
dos como instituciones 9 . En la enumeración de caris- y derección: Antón Vógtle acepta expresamente esta te-
mas, Pablo destaca funciones (existentes ya desde antes) sis de Helmut Merklein 14 . Aparecen estrechamente
que muestran tendencia a ser permanentes y a vincular- unidas entre sí la doctrina y la dirección de la comuni-
se a unas personas concretas: maestros, profetas, pre- dad. La comunidad reconoce y admite de hecho a las
sidentes. Pablo acepta el hecho de que la comunidad personas que están dotadas para esta doctrina y esta
nombrara titulares de funciones y les aplicara títulos ins- dirección y así lo han demostrado. Y aunque estos hom-
titucionales: «obispos» y «diáconos» (Flp 1,1). No existe bres no son receptores directos e inmediatos de la re-
testimonio alguno de que Pablo considerara el ministe- velación, se les puede considerar como «sucesores» de
rio episcopal como indispensable o de que le concediera
una especial importancia. En los territorios de misión de 11. Ibídem, 238.
Pablo se impuso, dos decenios después de la muerte del 12. Ibídem, 239. Hay importantes observaciones sobre los primeros planteamientos relati-
vos al ministerio eclesial en B. Holmberg (véase bibliografía IX). También este autor llega a la
apóstol, la «institución sinagogal presbiterial» como «es- conclusión de que Pablo contribuyó a la institucionalización de la autoridad en la Iglesia no
tructura ministerial ordinaria» 10 . tanto en virtud de sus iniciativas personales cuanto más bien en virtud del reconocimiento de
lo que acontecía en las comunidades: 195.
13. A. Vógtle, o . c , 244. También me atengo a Vógtle para los datos y las fechas que
9. Ibídem. 232. también para lo que sigue. siguen.
10. Ibídem, 230. 14. Ibídem, 246.

312 313
los apóstoles y de los profetas. También aquí, la kharis
preservarlo de los peligros, y en especial de defender la
sigue siendo la realidad que todo lo abarca.
tradición apostólica frente a los errores interiores y ex-
La primera carta de Pedro, redactada no mucho des- teriores. Puede así verse, sobre todo en Act 20, cómo
pués de Ef, muestra cómo la concepción carismática de aparecen unidos entre sí la tutela de la tradición de fe/
la comunidad se da la mano con la necesidad de una doctrina y el ministerio/dirección. El Espíritu Santo y el
autoridad dirigente clara y estable. Aquí nos sale al en- ministerio eclesial son, cada uno a su manera, «elemen-
cuentro expresamente la preocupación por el ulterior tos que forman la Iglesia» 18 .
destino de la comunidad en la época postapostólica. Al
Así, pues, en el último tercio del siglo I aparecen
igual que en el libro de los Hechos de los apóstoles,
testimonios que documentan, sobre una base relati-
escrito algunos años antes, y que en la posterior carta de
vamente amplia, la tendencia a insistir sobre la tradición
Santiago, en la 1 Pe 5,1 ss aparece ya el colegio presbite-
apostólica (ya en parte fijada por escrito) como línea
rial —conocido a partir de la sinagoga— como instancia
normativa y a protegerla frente a los cambios y modifi-
dirigente y superior ya admitida 15 . Pero el auténtico pas-
caciones. Las cartas pastorales y la segunda carta de
tor y obispo de los creyentes es el mismo Cristo resuci-
Pedro son testimonios posteriores de la implantación de
tado (2,25). Así, pues, a los dirigentes de la comunidad
estas tendencias. La preocupación por el «depósito con-
no se les llama pastores porque el Resucitado actuara en
fiado» lleva a una sucesión en la doctrina apostólica,
allos 16 : IPe no atribuye su existencia a Dios (como en
pero no en el sentido de esforzarse por demostrar la
ICor 12,28), ni al Santo Epíritu (como en Act 20,28), ni
existencia de una sucesión apostólica de los ministerios
al Resucitado (como en Ef 4,11).
hasta los doce y Pablo, mediante una secuencia ininte-
En los Hechos de los apóstoles aparece directamente rrumpida de imposiciones de manos. En la segunda y
el grupo de los presbíteros (11,30) y en 20,28 se les men- tercera generación cristiana todavía seguía siendo posi-
ciona junto al colegio de los obispos («inspectores»). Tal ble una inserción en el ministerio directamente pneu-
como indica la decisión de Pablo y Bernabé al designar mática 19 .
«presbíteros» (14,23), el autor de los Hechos está intere-
sado por el «principio de continuidad» 17 . No es la co- Para concluir, deben añadirse, muy resumidamente,
munidad carismática, sino el Espíritu Santo, quien elige algunas consideraciones sobre la terminología. Estuvo
a los presbíteros (cf. el discurso de Mileto: 20,17-34); a de moda durante algún tiempo —con ciertas reper-
él deben rendir cuentas los presbíteros por la adminis- cusiones prolongadas hasta nuestros días— establecer
tración de su ministerio; tienen la misión no sólo de una contraposición polémica entre los inicios de una
dirigir al pueblo propiedad de Dios, sino también de evolución de los ministerios en el Nuevo Testamento,
con los ya mencionados centros de gravedad en la doc-
trina y la dirección (para preservar la unidad de la co-
15. Ibídem, 249s. munidad) y lo cultural. A la evolución ministerial post-
16. Así A. Vógtle, ibídem, 252, con Helmut Merklein.
17. Ibídem, 257. Sigue habiendo dudas sobre la interpretación exacta de la imposición de bíblica se le reprochaba ser una recaída en el funciona-
manos. En la bibliografía sobre el tema se alude con frecuencia a la influencia de Núm
27,18-23. Es curioso notar que no se ha recurrido a la «transmisión del Espíritu» a los discí-
riado del culto, una «sacerdotalización», etc. Se insistía
pulos de los rabinos según Dt 34,9. Los pasajes discutidos son Act 6,6; 13,3; 14,23; lTim4,14 y sobre todo en que las palabras utilizadas: episkopoi («vi-
2Tim 1,6 (respecto de estos dos lugares, ¿se trata de una transmisión del carisma mediante la
imposición de manos?); ITim 5,22 (¿ordenación o reconciliación?). Cf. también O. Knoch,
Die Funktion der Handauflegung itn Neuen Testamenta «Liturgisches Jahrbuch» 33 18. A. Vogtle, o . c , 256, 262s.
(1983)222-235. 19. Ibídem, 267. Cf. también, en bibliografía IX, H. von Lips, Glaube, Gemeinde, Amt;
G. Lohtink, Die Normativitdt; W. Trilhng, Zum «Amt».

314
315
guantes», «inspectores»), presbysteros («anciano») afirmaciones neotestamentarias no cortan de raíz el len-
diakonos («servidor») tienen carácter profano y que in- guaje litúrgico: aparecen expresiones según las cuales
cluso otras denominaciones primitivas del ministerio toda la vida de los creyentes debe ser un acto de culto,
como «maestro», «presidente», «pastor», no son con- todos ellos son templo y casa de Dios, los creyentes son
ceptos propios del ámbito cultural sacro. En esta po- el pueblo sacerdotal propiedad de Dios (IPe 2,5.9; Act
lémica se han deslizado numerosas simplificaciones. 1,6; 5,9s; 20,6 en referencia a Éx 19,6; Is 61,6).
También se detectaron, por supuesto, algunos im- Habría que mencionar otros muchos detalles 20
portantes y auténticos problemas teológicos, cuyo nú- —aparte el discutido servicio sacerdotal de Pablo en
cleo consiste en lo siguiente: un culto que debe recon- Rom 15,16—, especialmente en relación con Jesús: se le
ciliar con Dios mediante actos litúrgicos, un sacrificio describe como don y como ofrenda {prosphora y thysiá)
bajo el que subyace la idea de que Dios se complace en no sólo en Heb (5-10), sino también en Ef 5,2; su sangre
renuncias y hasta en la aniquilación de la vida, un sacer- se entiende como la de la alianza según Éx 25,5-8; con-
docio que se considera imprescindible como mediación fiere a la última cena un perfil litúrgico y se despide de
entre Dios y los hombres, son cosas absolutamente in- sus discípulos con la bendición (Le 24,50s); los fieles
compatibles con el mensaje de Dios traído por Jesús. Es participan de su sacerdocio: Heb 10,14-25; 13-16.
indudable que el Nuevo Testamento se pronuncia, en Resumiendo, hasta finales del siglo i, y probable-
general, contra las expiaciones en el templo (pero no mente hasta la primera mitad del siglo n, el Nuevo Tes-
contra la oración en el templo) y que, también por esta tamento ofrece una notable cantidad de material mol-
razón, las denominaciones de los ministerios cristianos deable y también ya las primeras institucionalizaciones,
se mantuvieron alejados de todo cuanto podía traer el a partir de las cuales pudieron surgir después más cla-
recuerdo del personal dedicado al culto. ramente los ministerios y ordenaciones, con sus corres-
La crítica al culto en el Nuevo Testamento, también pondientes teologías. Deben evitarse en este campo dos
y especialmente en el mismo Jesús, está enraizada en el errores metodológicos: ni el desarrollo posterior presen-
suelo del judaismo. Debe vérsela en la línea de la dura ta tal contraste con el «centro del evangelio» que sea
crítica profética a los sacrificios (cf. por ejemplo, Os 6,6; necesario considerarlo como una evolución equivocada,
Is 1,10-17; Miq 6,5-8; Jer 7,21-23; Sal 50,7-15). El ni este desarrollo se produce en los apóstoles de Jerusa-
Nuevo Testamento hizo suya la alternativa positiva, que lén personalmente llamados —con una sola excepción—
aparece también en el judaismo: sacrificio de alabanza y por el mismo Jesús. Aparte el hecho de que sólo más
acción de gracias por los hechos poderosos de Dios (Sal tarde (Act 8,1) se estilizó a los doce como los patriarcas
50,23), practicar la justicia para con los pobres (Is 1,17; de la Protoiglesia residentes en Jerusalén 21 , de este cír-
Miq 6,8), el amor compasivo y misericordioso (Os 6,6 culo no arranca ninguna línea directa con los obispos
citado por Mt 9,13 y 12,7): éstas son las cosas que deben «monárquicos» de la época postbíblica. Todavía no
sustituir al culto sacrificial. Pero esta renovada piedad aparecen indicios de unos primeros pasos hacia la consa-
puesta en práctica no excluye de ninguna manera la gración sacramental. La época posterior se sirvió de la
alabanza, la adoración y la invocación, también bajo
formas culturales. Entre las esperanzas de Israel figura-
ban también las de un sacrificio puro (Mal 1,11) y un 20. Cf. A. Vanhoye, Prétres, anciens, prétre nouveau selon le Nouveau Testament, París
1980.
sacerdocio renovado (Mal 3, 3s; Eclo 45,7.15.24). Las 21. Así A. Müller (véase bibliografía IX), 102.

316 317
institución de diáconos mediante la oración y la imposi- posterior jerarquía católica: el obispo sería la imagen de
ción de las manos (Act 6,6) como modelo para la consa- Dios Padre, los diáconos deben ser honrados como Je-
gración que comunica o respectivamente suplica al Espí- sucristo, a los presbíteros habría que considerarlos como
ritu. Pero los investigadores discuten si la imposición de al colegio de los apóstoles. El ministerio eclesial es, para
las manos de que da testimonio el Nuevo Testamento Ignacio, el lugar predilecto del Espíritu Santo y de su
puede ser tenida por una «ordenación». acción y considera que la Iglesia no se realiza si no es allí
donde este ministerio existe. El obispo preside la liturgia
y es el responsable de la unidad de la comunidad.
11.2.2. La configuración postbíblica A diferencia de estos dos testimonios, en una época
posterior hay otros documentos (segunda de Clemente,
Los testimonios postbíblicos de los siglos I y II22 in- Pastor de Hermas) que sólo mencionan a los presbíte-
dican que se siguió registrando una configuración y con- ros.
solidación de los ministerios eclesiásticos, pero no ofre- En el curso de las grandes turbulencias provocadas
cen todavía reflexiones sobre el hecho mismo de la or- por los partidarios de la gnosis y de los cultos mistéricos
denación. El centro de gravedad teológico se situaba en y por las escisiones de las sectas, surgió, en el siglo n,
la preocupación por la vinculación con la tradición apos- una sólida conciencia de los aspectos institucionales e
tólica, y ello tanto en lo referente a la fe y a la doctrina históricos de la Iglesia, cuyo testigo más destacado es
como también respecto de las instituciones. Ireneo de Lyón. Ahondó en la visión teológica que ha-
La carta de Clemente permite conocer que en la co- bía aflorado en el último tercio del siglo i según la cual lo
munidad de Corinto la dirección y la liturgia («presen- apostólico tiene significación normativa para la Iglesia.
tación del sacrificio») eran competencia del ministerio. Se esforzó por demostrar que la Iglesia sólo está y per-
Aparte el ministerio estructurado de forma a la vez pres- manece en la verdad si se mantiene unida a la Iglesia de
biterial y episcopal, existían los diáconos. Se atribuía el los apóstoles. La sucesión apostólica de la Iglesia católi-
origen de los ministerios a la voluntad y disposición de ca tiene su manifestación sensible en la sucesión de los
Dios y se los comparaba (y éste es el primer testimonio ministerios: al enumerar una línea de sucesores en el
escrito llegado hasta nosotros) con la jerarquía judía. ministerio, que corre, sin lagunas, desde los apóstoles
Se cita con frecuencia a Ignacio de Antioquía como hasta los obispos, se asegura también al mismo tiempo
el testigo en el que llega a su punto final la evolución que se ha conservado la tradición de fe y de doctrina y
hacia un «episcopado monárquico» o «monoepiscopa- que no se han introducido errores ni falsas ideas, porque
do». En realidad, Ignacio sólo ofrece una visión de ám- los «sucesores de los apóstoles» han recibido el «carisma
bito regional entre otras varias. Su interés teológico es- seguro de la verdad».
taba condicionado por la idea de la imagen o tipo. Aflo-
ra aquí una curiosa tipología, que no coincide con la Fue Tertuliano el primer escritor que aplicó a los
obispos el título de summus sacerdos (sumo sacerdote),
22. Cf. también, de entre la bibliografía IX, especialmente J. Martin, Der priesíerliche
influido indudablemente por la teología del sacerdocio
Diensl III; G. Kretschmar, Die Ordination im frühen Christeníum; J. Rhode. Urchrisíliche de Melquisedec (Sal 110,4; Heb 5-7). Se abría paso así,
und frühkaíholische Ámíer; A. Jilek, Bischofund Presbyterium; B. Kleinheyer, Ordinationen
und Beauftragungen; de la bibliografía más antigua: K. Rahner-H. Vorgrimler (dirs.), Diaco- en el campo teológico, la idea de que el Antiguo Testa-
nia in Chrislo, Friburgo 1961; P. Fransen, Órdenes sagradas, en Sacrameníum Mundi V. mento tuvo su pleno cumplimiento en el Nuevo también
Herder. Barcelona 3 1985, 22-69.
en lo relativo a sus instituciones. Fue igualmente Tertu-
318
319
liano quien, utilizando un término latino especializado, con sus funciones en el servicio de la predicación, la
agrupó a todos los titulares de ministerios eclesiásticos pastoral y el sacerdocio, constituye la forma plena y per-
en una clase concreta: ordo. Halló este concepto —que fecta del ministerio eclesial comunicado mediante la
entre los romanos se aplicaba al grupo dirigente, es de- oración y la imposición de manos. En esta ordenación o
cir, a una capa que se distinguía del pueblo— en la tra- consagración se pide para el candidato y se le otorga «el
ducción latina del Sal 110,4 y pasó a ser en las lenguas poder del espíritu de dirección» y así es aceptado dentro
romances, hasta nuestros días, la designación del sacra- de la misión de Jesucristo y de los apóstoles causada por
mento del orden: sacramentum ordinis. Lo que aparecía el Espíritu Santo. Destacan, como tareas fundamentales
ya insinuado en la carta de Clemente adquiere aquí una del obispo, la presentación eucarística de los dones ofre-
expresión explícita: han desaparecido ya los obstáculos cidos por la comunidad y portados por los diáconos (la
psicológicos o teológicos que impedían utilizar en el len- acción de gracias y la alabanza son realizadas y presen-
guaje cristiano de los ministerios conceptos no cris- tadas por toda la comunidad, pero sólo el obispo pro-
tianos, como «sumo sacerdote», «sacerdote» y «orden» nuncia la «eucaristía») y la dirección de la penitencia
o «clase especial». pública. Frente al obispo, los sacerdotes quedan un poco
En el siglo m dio Cipriano un paso más: según él, el como en la sombra; el colegio presbiterial ayuda al obis-
sacerdotium está referido al altar eucarístico; hablaba po en sus tareas de dirección. Los diáconos no están
del clericus (del griego kleros: parte o suerte) como de subordinados a los sacerdotes sino al obispo y desem-
aquel a quien, en virtud de su estado, le corresponde peñan un servicio de mediación entre el obispo (o res-
una parte o participación especial en Dios. Parecidas pectivamente el altar) y la comunidad. La especial co-
ideas expuso también Orígenes (raíces bíblicas: Dt 4,20; nexión entre la imposición de manos que confiere el
9,29; Act 1,17). El concepto contrapuesto y comple- Espíritu y la eucaristía se explica también mediante ob-
mentario de laikos para designar al pueblo sencillo servaciones que no se refieren a los ministerios antes
aparece ya en la carta de Clemente. Cipriano llamó mencionados: los «confesores» pueden desempeñar ta-
«grados» a los diversos ministerios dentro del orden, reas sacerdotales incluso sin la imposición de manos,
llevando así adelante el proceso de jerarquización. porque con su martirio han demostrado que poseen el
Está indudablemente relacionado con la actitud de- Espíritu Santo. A las viudas no se les imponen las manos
fensiva —tanto hacia el interior como hacia el exterior, porque su servicio principal (las obras de caridad) no se
sobre todo en la lucha contra las doctrinas gnósticas de refiere a la eucaristía.
la salvación— el hecho de que a partir del siglo II se
mencionen cada vez más raramente las funciones caris- Aunque el modelo de Hipólito no tenía aún validez
máticas de la comunidad fuera del «orden», siendo así para la Iglesia universal, puede afirmarse, si se lo consi-
que en todos los tiempos ha habido en la Iglesia libres dera a una con los restantes testimonios, que en el si-
impulsos carismáticos. Merece la pena advertir que to- glo III afloran claramente los componentes del ministe-
davía Tertuliano conocía a las profetisas, que tenían de- rio, a saber, permanencia, competencias fijas y deter-
recho a hablar en los actos de culto. minadas y sucesión regulada. Es factor constitutivo del
Por aquella época, Hipólito de Roma había recopi- ministerio la apostolicidad, mientras que el ministerio
lado, en la Tradición apostólica, elementos de la teolo- es, a su vez, factor constitutivo de la Iglesia23, Es claro
gía y de la liturgia del orden. El ministerio episcopal,
23. Así A. Müller, o . c , 106.

320
321
que la colación del ministerio se entiende, en los tres se lo entiende tanto como servicio pastoral en la co-
ministerios concretos, bajo una óptica sacramental y que munidad cuanto más bien como «plenitud» del sacer-
en dos de ellos implica competencias respecto de la litur- docio. De todas formas, lo verdaderamente prevalente
gia eucarística. en la concepción del obispo es su posición jurídica: sus
La Tradición apostólica ejerció una influencia deter- modelos o prototipos histórico-salvíficos son Moisés y
minante gracias al hecho de haber sido incluida en las Aarón.
Constituciones apostólicas, ordenamiento eclesial jurídi- También se modificaron los ritos de la ordenación.
co-litúrgico del espacio sirio del siglo IV, que sirvió de Desde el siglo III se había perfilado, como núcleo del
base y fundamento a todas las liturgias de consagración rito de este sacramento, tanto para los obispos como
de las Iglesias orientales (aunque con algunas modifi- para los presbíteros y los diáconos, la oración y la im-
caciones: ampliación de la epiklesis, caracterización del posición de las manos. «Imposición de manos» pueden
sacerdote como liturgo ordinario en la proclamación de indicar también, en los tres primeros siglos, sólo la elec-
la palabra y en la celebración de la eucaristía). ción o el nombramiento; de igual modo, el verbo or-
La evolución postbíblica desembocó, pues, en la dinare puede tener el sentido de «designar». A partir del
configuración del ministerio eclesial y, dentro de él, en siglo IV se aclimatan ya conceptos fijos y bien definidos
la posición dominante del obispo, una posición teoló- para el rito de la ordenación, sobre todo la «imposición
gicamente fundamentada en la idea de la apostolicidad. de manos», la «bendición» (benedictio) y la «consagra-
Pero entre los siglos vi y IX se produjo un importante ción» (consecrado).
deslizamiento, al que contribuyeron varias y muy di- Además de los tres ministerios mencionados hubo,
ferentes causas 24 . En esta breve síntesis bastará con es- tanto en Oriente (primeros testimonios en Clemente de
bozar las líneas que jugaron un papel determinante en la Alejandría y Orígenes) como en Occidente (primeros
teología del sacramento del orden, limitando, además, testimonios en Tertuliano y Cipriano) toda una serie de
el campo de visión de la Iglesia occidental. Mientras que servicios menores, en los que se entraba mediante un
en Roma, en el siglo v, en las oraciones que acompaña- sencillo rito y cuyo número oscilaba entre 2 y 8 (algunos
ban a la imposición de manos, los presbíteros todavía de ellos se concedían también a las mujeres).
figuraban en un segundo plano respecto del obispo, a Según la Tradición apostólica, el obispo (elegido por
quien debían ayudar en las tareas de la predicación, más el pueblo) recibía de otro obispo la imposición de ma-
tarde, bajo el influjo antiguo-galicano (siglo vi) y, sobre nos; desde el concilio de Nicea del 325, y el sínodo de
todo, franco (siglo vin), su servicio en la eucaristía pasa Arles de 314, la consagración episcopal debía ser reali-
a ocupar un puesto central. A partir de aquí, se desarro- zada por 3 obispos; a la imposición de manos se añadió
lla una imagen sacerdotal propia y peculiar: ahora se los la del libro de los Evangelios. El sacerdote era ordenado
ve como los sacerdotes del sacrificio de la nueva alianza por el obispo también mediante la imposición de manos;
a quienes ha sido comunicada, irrevocablemente, me- desde la Tradición apostólica también imponían las ma-
diante la ordenación sacramental, la potestad de consa- nos los sacerdotes presentes. En la consagración del
grar. Frente a estas ideas, fue perdiendo terreno la diácono sólo imponía las manos el obispo (respecto de
teología del ministerio episcopal. Teológicamente ya no las diaconisas, cf. infra 11.4.4). El concilio de Calce-
donia del 451 prohibió en su canon 6 (COD 66) la «or-
24. Una buena síntesis en P. Fransen, o . c , 26-40. denación absoluta» de presbíteros, diáconos y otros

322 323
«grados eclesiásticos», es decir, que tanto en Oriente
como en Occidente toda persona ordenada debía estar episcoporum, pide la Iglesia para él aquella ayuda de la
adscrita («ordenación relativa») a una determinada co- gracia de Dios que le capacite para cumplir sus fun-
munidad (iglesia, monasterio). ciones. Forma parte de la garantía de la unidad de la
Bajo la influencia franca, a partir del siglo vil, al rito Iglesia que se le reserven al obispo algunas tareas deter-
de la consagración episcopal se le añadieron la unción de minadas. No se construye una falsa sistematización
la cabeza con el crisma, la entrega del báculo y el anillo y cuando se articula el servicio episcopal en tres centros de
la entronización: se consideraba la potestad del obispo gravedad de funciones esenciales, esto es, el servicio de
como «señorial». A la consagración del sacerdote se la predicación, el de la liturgia y el de la dirección de la
añadieron la unción de las manos, la entrega de pan y comunidad, y ello sin olvidar que respecto de la predica-
vino, o respectivamente de una patena y un cáliz, y una ción y la liturgia su función es dirigente, ya que sobre él
segunda imposición de manos para comunicar el poder recae la responsabilidad última. La concepción propia-
de perdonar los pecados: el servicio del sacerdote se mente teológica veía al obispo inserto en el servicio y la
entendía aquí primariamente como un servicio litúrgico. misión de Jesús, por el Padre, en virtud del Espíritu
Un sínodo romano del año 1099 permitió la «ordenación Santo. Esta inserción significaba haber recibido la gra-
absoluta». cia de Dios mediante la cual podía ser imagen (typos)
del Padre o, respectivamente (sobre todo a partir del
En el siglo X está testificada en Francia una nueva
siglo IV), de Jesucristo y podía actualizar sensiblemente
liturgia de la ordenación para las «órdenes menores» de
al que estaba presente invisiblemente, para fortalecer y
la Iglesia latina. En ella se hacía patente la influencia
conservar fielmente la fe transmitida por los apóstoles.
franca, debido a la importancia prevalente concedida a
Cuando, ya desde el siglo III, comenzó a concebirse
los correspondientes «instrumentos» del servicio. Como
teológicamente este servicio como un servicio sacer-
órdenes menores se conferían el ostiariado, el lectorado,
dotal, se consideró que la «gracia del sacerdocio» se
el exorcistado, el acolitado y el subdiaconado. En reali-
realizaba en primera línea en el obispo. (Para poner en
dad, ya no iban acompañadas de verdaderas funciones
claro esta evolución se hace preciso repetir aquí algunas
en la comunidad y en los actos litúrgicos: eran simples
de las cosas ya dichas en 8. 4.7.)
etapas en el camino hacia el sacerdocio, y su misión
consistía en preparar a los candidatos para los diversos Desde el siglo IV se dejó sentir, tanto en la Iglesia
aspectos del servicio sacerdotal. oriental como en la occidental, una tendencia que hacía
referencia al «poder» espiritual de los titulares de minis-
terios 25 y admitió una igualdad teológica entre obispos y
11.3. Evolución de la doctrina sobre el sacramento del sacerdotes. Los testimonios episcopales (de los obispos
orden de Roma, de la liturgia romana del orden, etc.) insistían
por el contrario a ciencia y conciencia en considerar el
11.3.1. Desde la antigüedad hasta la escolástica sacerdocio de los presbíteros como subordinado, secun-
di meriti munus. Ante la importancia de los testimonios
La teología del orden se concentró, en la Iglesia anti-
gua, principalmente en el obispo: en la liturgia de la 25. Sus motivos no son claros. En Jerónimo aparecen en conexión con ataques a los
diáconos y al obispo de Jerusalén. Esta tendencia aparece muchas veces vinculada a su nom-
ordenación, en la que un hombre es aceptado en el ordo bre, pero fue también defendida por otros importantes testigos de la antigüedad, como Am-
brosio y Juan Crisóstomo. Cf. P. Fransen, o.c, 46-48.
324
325
en favor de la tendencia presbiterial, esta opinión fue el obispo seguía siendo el «ministro» ordinario de la
aceptada por los teólogos francos y retransmitida, por confirmación. Pero era, y es, ante todo, «ministro de las
consiguiente, a la teología escolástica. Cuando el pro- órdenes sagradas»: sólo los obispos pueden ordenar a
blema sobre el «poder» cristalizó en el problema sobre los sacerdotes y los diáconos 29 , y, en los casos normales,
la «potestad», se abrió paso la idea de que la potestad se requiere la presencia de varios obispos para llevar a
más importante en el ministerio eclesial es la referente a cabo una ordenación episcopal.
los sacramentos, y dado que los sacerdotes poseen, en
virtud de su ordenación, una potestad respecto de la
eucaristía y la penitencia que ya no puede ser superada,
11.3.2 Documentación histórica
se deduce que la ordenación episcopal no añade potesta-
des superiores a las otorgadas por la ordenación sacer-
dotal. De ahí que el influyente Pedro Lombardo Las primeras declaraciones del magisterio oficial se
(t 1160) enseñara que la ordenación episcopal no es un refieren a la «validez» de las ordenaciones hechas por
sacramento, en tanto que, desde la aclaración producida herejes, cismáticos o incluso simoníacos: son válidas
a mediados del siglo XII en torno al concepto de sacra- (DS 487, el año 601; DS 705, el año 1106; en Dz 249 y
mento, se consideró que la ordenación sacerdotal es el 358 respectivamente). El concilio II de Lyón de 1274,
sacramento del orden. Lo peculiar del ministerio epis- que habló de los siete sacramentos (DS 860; Dz 465) no
copal se situó, pues, no en el plano sacramental, sino en exigió ya (como se había hecho en 1254) a las Iglesias
el jurisdiccional («potestad pastoral») 26 . Así, respecto separadas de Oriente la aceptación de las órdenes me-
del sacerdote se hablaba de una potestas in corpus eu- nores (cf. Dz 454).
charisticum y respecto del obispo de una potestas in cor- En el texto que el concilio de Florencia presentó, en
pus mysticum. De esta bipartición surgieron diversas 1439, en las negociaciones para la unión, a los armenios
imágenes del obispo y del sacerdote, sujetas, por lo de- separados de Roma, se reproduce en breves palabras,
más, a oscilaciones en el curso de la historia 27 . tomadas de Tomás de Aquino, la concepción escolástica
Los ámbitos de la «potestad de orden» y «potestad del sacramento del orden:
de jurisdicción» no estaban, por supuesto, total y ab-
solutamente separados 28 . Para la teología sacramental «El sexto sacramento es el del orden, cuya materia es aquello por
cuya entrega se confiere el orden: así el presbiterado se da por la en-
es importante la reserva de sacramentos. En el sacra- trega del cáliz con vino y de la patena con pan; el diaconado por la
mento de la penitencia los sacerdotes sólo podían (y entrega del libro de los Evangelios; el subdiaconado por la entrega del
pueden) impartir la absolución cuando, además de la cáliz vacío y de la patena vacía sobrepuesta, y semejantemente de las
«potestad» que se les ha conferido por la ordenación, otras órdenes por la asignación de las cosas pertenecientes a su ministe-
tienen la potestad jurisdiccional. En la Iglesia occidental rio. La forma del sacerdocio es: Recibe la potestad de ofrecer el sacri-
ficio en la Iglesia, por los vivos y por los difuntos, en el nombre del Pa-
dre y del Hijo y del Espíritu Santo. Y así de las formas de las otras
26. Los canonistas defienden firmemente la sacramentaiidad de la consagración episcopal. órdenes, tal como se contiene ampliamente en el Pontifical Romano.
Para el desarrollo de la controversia, cf. P. Fransen, o.c., 47s.
27. Sobre esta materia hay una bibliografía específica que no podemos citar aquí, pero
que. en todo caso, está urgentemente necesitada de una ampliación hacia el campo de lo
sociohistórico. Para una primera aproximación, cf. P. Fransen, o . c , 38-42.
29. Hay también otras consagraciones que normalmente sólo lleva a cabo el obispo
28. Para adquirir una idea inicial es muy instructivo K. Mórsdorf, Iglesia, Potestades de la, (cf. infra 13). Respecto de las excepciones históricas, en las que fueron simples presbíteros
en Sacramemum Mundi III, Herder, Barcelona 31984, 676-693. quienes realizaron la ordenación sacerdotal, cf. P. Fransen, o . c , 45s (con aportaciones de
datos).

326
327
El ministro ordinario de este sacramento es el obispo. El efecto es el
aumento de la gracia, para que sea ministro idóneo» (DS 1326; Dz 701). institución que existe por «divina disposición» (Dei or-
dinatione, o también divina res), en la que se dan diver-
Se exponía así, bajo una forma que no era dogmá- sos grados. Confirmó, al mismo tiempo, la doctrina de la
ticamente vinculante, la doctrina entonces vigente en la existencia del sacramento del orden. Estas declaraciones
Iglesia, pero ya no válida en nuestros días, sobre la ma- conciliares se encuentran en los cuatro capítulos doctri-
teria y la forma. En este texto florentino ni siquiera nales y los ocho cánones correspondientes de la sesión
aparece la referencia a la ordenación de los obispos. XXIII, del año 1563. Los capítulos dicen:
Los reformadores reavivaron decididamente la idea
del sacerdocio general (como entonces se decía; aunque «Capítulo 1. De la institución del sacerdocio de la nueva ley. El
es preferible hablar de sacerdocio común) 30 . A partir de sacrificio y el sacerdocio están tan unidos por ordenación de Dios que
este concepto, combatieron enérgicamente la distinción en toda ley han existido ambos. Habiendo, pues, en el Nuevo Testa-
mento, recibido la Iglesia católica por institución del Señor el santo
entre clérigos y laicos; negaron la existencia del sacra-
sacrificio visible de la eucaristía, hay también que confesar que hay en
mento del orden y de la potestad de consagrar transmi- ella nuevo sacerdocio, visible y externo, en el que fue trasladado el an-
tida por su medio. Lutero enseñó expresamente que el tiguo (Heb 7,12ss). Ahora bien, que fue aquel instituido por el mismo
bautismo consagra a todos los cristianos para sacerdotes Señor Salvador nuestro, y que a los apóstoles y sucesores suyos en
y obispos, de modo que, en adelante, ya no necesitan el sacerdocio les fue dado el poder de consagrar, ofrecer y administrar
el cuerpo y la sangre del Señor, así como el de perdonar o retener los
ninguna mediación sacerdotal. Enfrentados a los testi- pecados, cosa es que las Sagradas Letras manifiestan y la tradición de
monios del Nuevo Testamento, no negaron los reformis- la Iglesia enseñó siempre.
tas la existencia, en el seno de la comunidad de los cre- «Capítulo 2. De las siete órdenes. Mas como sea cosa divina el
yentes, de ministerios (officia) legítimos, pero ad- ministerio de tan santo sacerdocio, fue conveniente para que más dig-
mitieron como de «derecho divino» tan sólo un ministe- namente y con mayor veneración pudiera ejercerse, que hubiera en la
ordenadísima disposición de la Iglesia, varios y diversos órdenes de
rio, el de la predicación, que se confiere a todos los ministros (Mt 16,19; Le 22,19; Jn 20,22s), que sirvieran de oficio al
creyentes. De aquí puede deducirse también un «frente a» sacerdocio, de tal manera distribuidos que, quienes ya están distingui-
entre el ministerio y la comunidad. Hay titulares es- dos por la tonsura clerical, por las órdenes menores subieran a las
peciales de los ministerios basados en una llamada espe- mayores. Porque no sólo de los sacerdotes, sino también de los diáco-
nos, hacen clara mención las Sagradas Letras (Act 6,5; ITim 3,8ss; Flp
cial del Espíritu Santo y «ordenados» por personas auto-
1,1) y con gravísimas palabras enseñan lo que señaladamente debe
rizadas por la comunidad, es decir, instituidas en su mi- atenderse en su ordenación; y desde el comienzo de la Iglesia se sabe
nisterio mediante la oración, en beneficio y al servicio que estuvieron en uso, aunque no en el mismo grado, los nombres de
del orden público en la comunidad (más detalles infra las siguientes órdenes y los ministerios propios de cada una de ellas, a
11.5). saber: del subdiácono, acólito, exorcista, lector y ostiario. Porque el
subdiaconado es referido a las órdenes mayores por los padres y sagra-
Frente a estas ideas, el concilio de Trento defendió la dos concilios, en que muy frecuentemente leemos también acerca de
existencia de un sacerdocio exterior, visible, entendido las otras órdenes inferiores.
en el sentido de que el ministerio sacerdotal (sacerdotu «Capítulo 3. Que el orden es verdadero sacramento. Siendo cosa
ministerium) es el concepto general para designar una clara por el testimonio de la Escritura, por la tradición apostólica y el
consentimiento unánime de los padres, que por la sagrada ordenación
que se realiza por palabras y signos externos, se confiere la gracia;
30. Para la concepción reformista, cf. W. Lohff, en LThK VII, 1222-1224. Cf. también nadie debe dudar que el orden es verdadera y propiamente uno de los
la obra colectiva H. Vorgrimler (dir.), Amí und Ordinaííon in dkumenischer Sichí, Friburgo siete sacramentos de la santa Iglesia. Dice, en efecto, el Ajjóstol: Te
1973.
amonesto a que hagas revivir la gracia de Dios que está en ti por la

328
329
imposición de mis manos. Porque no nos dio Dios espíritu de temor, Iglesia católica otros órdenes, mayores y menores, pro los que, como
sino de virtud, amor y sobriedad (2Tim l,6s). por grados, se tiende al sacerdocio, sea anatema.
»Capítulo 4. De la jerarquía eclesiástica y de la ordenación. Mas «Canon 3. Si alguno dijere que el orden, o sea, la sagrada ordena-
porque en el sacramento del orden, como también en el bautismo y la ción no es verdadera y propiamente sacramento, instituido por Cristo
confirmación, se imprime carácter, que no puede ni borrarse ni quitar- Señor, o que es una invención humana, excogitada por hombres ig-
se, con razón el santo concilio condena la sentencia de aquellos que norantes de las cosas eclesiásticas, o que es sólo un rito para elegir a
afirman que los sacerdotes del Nuevo Testamento solamente tienen los ministros de la palabra de Dios y de los sacramentos, sea anatema.
potestad temporal y que, una vez debidamente ordenados, nuevamen- «Canon 4. Si alguno dijere que por la sagrada ordenación no se da
te pueden convertirse en laicos, si no ejercen el ministerio de la pala- el Espíritu Santo; y que, por tanto, en vano dicen los obispos: Recibe
bra de Dios. Y si alguno afirma que todos los cristianos indistintamen- el Espíritu Santo; o que por ella no se imprime carácter; o que aquel
te son sacerdotes del Nuevo Testamento o que todos están dotados de que una vez fue sacerdote puede nuevamente convertirse en laico, sea
potestad espiritual igual entre sí, ninguna otra cosa parece hacer sino anatema.
confundir la jerarquía eclesiástica que es como un ejército en orden de «Canon 5. Si alguno dijere que la sagrada unción de que usa la
batalla (cf. Cant 6,3), como si, contra la doctrina del bienaventurado Iglesia en la ordenación, no sólo no se requiere, sino que es desprecia-
Pablo, todos fueran apóstoles, todos profetas, todos evangelistas, to- ble y perniciosa, e igualmente las demás ceremonias, sea anatema.
dos pastores, todos doctores (cf. ICor 12,29; Ef 4,11). Por ende, de- «Canon 6. Si alguno dijere que en la Iglesia católica no existe una
clara el santo concilio que, sobre los demás grados eclesiásticos, los jerarquía, instituida por ordenación divina, que consta de obispos,
obispos que han sucedido en el lugar de los apóstoles, pertenecen presbíteros y ministros, sea anatema.
principalmente a este orden jerárquico y están puestos, como dice el «Canon 7. Si alguno dijere que los obispos no son superiores a los
mismo Apóstol, por el Espíritu Santo para regir la Iglesia de Dios (Act presbíteros, o que no tienen potestad de confirmar y ordenar, o que la
20,28), son superiores a los presbíteros y confieren el sacramento de la que tienen es común con los presbíteros, o que las órdenes por ellos
confirmación, ordenan a los ministros de la Iglesia y pueden hacer conferidas sin el consentimiento o vocación del pueblo o de la potestad
muchas otras más cosas, en cuyo desempeño ninguna potestad tienen secular, son inválidas, o que aquellos que no han sido legítimamente
los otros de orden inferior. Enseña además el santo concilio que en la ordenados y enviados por la potestad eclesiástica y canónica, sino que
ordenación de los obispos, de los sacerdotes y demás órdenes no se proceden de otra parte, son legítimos ministros de la palabra y de los
requiere el consentimiento, vocación o autoridad ni del pueblo ni de sacramentos, sea anatema.
potestad o magistratura secular alguna, de suerte que sin ella la or-
denación sea inválida; antes bien, decreta que aquellos que ascienden «Canon 8. Si alguno dijere que los obispos que son designados por
a ejercer estos ministerios llamados e instituidos solamente por el pue- autoridad del Romano Pontífice no son legítimos y verdaderos obis-
blo o por la potestad o magistratura secular y los que por propia pos, sino una creación humana, sea anatema» (DS 1771-1778; Dz
temeridad se los arrogan. Todos ellos deben ser tenidos no por minis- 961-968).
tros de la Iglesia, sino por ladrones y salteadores que no han entrado
por la puerta (Jn 10,1). Estos son los puntos que, de modo general, ha
En el Tridentino se entiende el sacerdocio desde la
parecido al sagrado Concilio enseñar a los fieles de Cristo, acerca del liturgia, y más concretamente desde las «potestades» re-
sacramento del orden» (DS 1764-1769; Dz 957-960). servadas al sacerdote. Presenta dificultades la afir-
mación de los dos órdenes salvíficos («en toda ley»). Se
halla indisolublemente unida a ella la doctrina de la je-
El texto literal de los cánones reza: rarquía que, según el canon 6, se debe a una disposición
o ordenación divina (no a una institución). Los padres
«Canon 1. Si alguno dijere que en el Nuevo Testamento no existe conciliares evitaron, a ciencia y conciencia, pronunciar-
sacerdocio visible y externo, o que no se da potestad alguna de consa- se sobre el tema de si la ordenación episcopal es un
grar y ofrecer el verdadero cuerpo y sangre del Señor y de pordonar sacramento en sí. La doctrina del carácter sacramental
los pecados, sino sólo el deber y mero ministerio de predicar el evan-
gelio, y que aquellos que no lo predican no son en manera alguna
permanente impreso en la ordenación significa no sólo
sacerdotes, sea anatema. una profesión de fe en la fidelidad de Dios cuyos dones
«Canon 2. Si alguno dijere que, fuera del sacerdocio, no hay en la de gracia —concedidos por el poder del Espíritu Santo—

330
331
son irrevocables. Significa, además, que de este modo se 11.3-3. El concilio Vaticano II y el nuevo Código
garantiza el derecho de la comunidad a recibir servicios de derecho canónico
independientemente de la calidad personal de los titula-
res. En perspectiva positiva, esto quiere decir que el Los movimientos de renovación del siglo x x han
servicio reclama la existencia total del ordenado y que producido, merced especialmente a un gran número de
no puede reducirse a una mera función. Dentro de la estudios bíblicos, patrísticos e histórico-litúrgicos, un re-
jerarquía, los obispos constituyen la autoridad superior ciente desplazamiento del centro de gravedad de la
(sin que haya una mención explícita del papa). La ar- teología del sacramento del orden. Estos trabajos halla-
ticulación y el estilo de este texto indican que sólo se ron acogida en los textos del concilio Vaticano n, sobre
pretendió rechazar las afirmaciones reformistas, sin tra- todo en la Lumen gentium, tras las pioneras iniciativas
zar una teología completa del sacramento del orden; por de la Constitución sobre la liturgia. No dejaron, en cam-
consiguiente, no se quiso entrar en el análisis de los bio, huellas tan profundas en los textos conciliares los
fundamentos bíblicos. Se eliminaron los puntos de vista diálogos ecuménicos sobre la problemática de los minis-
unilaterales; es evidente, por tanto, que el concilio no terios; sólo después del concilio se registraron avances
quiso negar la importancia de la proclamación de la pa- decisivos sobre esta materia (cf. infra 11.5).
labra y del sacerdocio común, ni la participación del También en el terreno de la exposición de la ordena-
pueblo en la elección de los obispos 31 . ción eligió el Vaticano II un camino que, aceptando
siempre las declaraciones doctrinales del pasado, am-
Tuvo una importancia excepcional para la teolo-
pliaba el campo de visión, desplazaba los centros de gra-
gía sacramental en general, y para el sacramento
vedad y renovaba de este modo tanto la teología como la
del orden en particular, la constitución apostólica de
praxis de este sacramento. Mantuvo, por supuesto, la
Pío XII Sacramentum ordinis, de 30 de noviembre
distinción entre el clero y los laicos, pero relativizándola
de 1947 (DS 3857-3861; Dz 2301). En ella expone el
a base de anteponer y acentuar las características co-
papa las competencias de la Iglesia respecto de los sacra-
munes de todos los miembros de la Iglesia. El primer
mentos. Declara que en la ordenación de los diáconos,
concepto global, válido para todos, es el de «pueblo de
sacerdotes y obispos la materia única es la imposición de
Dios» (LG, cap. II), que, bien aplicado, debe incluir
las manos y que la única forma son las palabras que
realmente —y no de forma subordinada— al pueblo de
determinan «el sentido de la aplicación de esta materia»
Israel.
y que expresan con toda claridad los efectos sacramen-
tales, a saber, la potestas ordinis y la gracia del Espíritu La segunda característica general es el sacerdocio co-
Santo. Estas declaraciones fueron fundamentales para mún: en virtud del bautismo, todos son consagrados sa-
las manifestaciones del concilio Vaticano n relativas a la cerdotes, capacitados y llamados a ofrecer el santo sacri-
teología sacramental y para la subsiguiente reforma li- ficio, a predicar y a dar testimonio. Y esto se entiende
túrgica. Con ellas, determinaba también el papa que la como una participación en el sacerdocio de Cristo (LG
entrega de los instrumentos litúrgicos no formaba (ya) 10). A continuación se establece una distinción dentro
parte de la ordenación sacramental. de este sacerdocio común:

31. Para la doctrina del Tridentíno sobre el orden, cf., en la bibliografía IX, entre otros, «El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial o
L. Ott, Das Weihesakrament: P. de Clerck, Ordination; en la bibliografía I: A. Duval, Des jerárquico se ordenan el uno para el otro, aunque cada cual participa
sacraments au concite de Trente. Para la crítica a Trento; B. Snela, en DCT II, 1989.

332 333
de forma peculiar del único sacerdocio de Cristo. Su diferencia es lugar, el servicio de la predicación de la palabra de Dios.
esencial no sólo gradual. Porque el sacerdocio ministerial, en virtud
de la sagrada potestad de que goza, modela y dirige al pueblo sacer- Desde aquí pasa el concilio a la doctrina de que «con la
dotal, efectúa el sacrificio eucarístico ofreciéndolo a Dios en nombre consagración episcopal se confiere la plenitud del sacra-
de todo el pueblo; los fieles, en cambio, en virtud de su sacerdocio mento del orden» (LG 21).
real, asisten a la oblación de la eucaristía, y lo ejercen en la recepción Se abandona, pues, así la formulación de la teología
de los sacramentos, en la oración y acción de gracias, con el testimonio
de una vida santa, con la abnegación y caridad operante» (ibídem). tradicional sobre este sacramento que hablaba de pelda-
ños ascendentes de las ordenaciones y afirmaba que la
consagración episcopal es un aditamento no esencial de
Del mismo modo que aquí se establece una relación
la consagración sacerdotal. Por ordo se entiende a los
mutua y complementaria entre ambas actividades sacer-
sacramentalmente consagrados, una magnitud compleja
dotales, también se relaciona, según este concilio, el co-
que responde al antiguo concepto del sacerdotium. Al
mún sentir de la fe de todos los creyentes y el magisterio
obispo le compete la «plenitud» del sacerdocio, mientras
oficial de la Iglesia; su fundamento común es la parti-
que los restantes grados del orden confieren una parti-
cipación en el ministerio profético de Jesucristo (LG
cipación limitada, si bien ésta no depende desde todos
12).
los puntos de vista de aquella plenitud.
Tras haber expuesto estas líneas básicas, el concilio
En las líneas siguientes declara el concilio que la con-
pasa a hablar de la «constitución jerárquica de la Iglesia
sagración episcopal confiere los tres oficios, a saber, el
y particularmente del episcopado» (LG, cap. III). Ya el
de santificar, el de enseñar y el de regir. Se contempla,
mismo título marca una acentuación que enlaza cla-
pues, la unidad interna —y dentro del sacramento— de
ramente con el siglo ni (con la ordenación eclesiástica de
las «potestades» de consagración y de jurisdicción. El
Hipólito y con las liturgias orientales que le siguieron) 32 .
concilio afirma también que los obispos sólo pueden
Parte de la afirmación de que los titulares de ministerios
ejercer el oficio de enseñar y regir en plena unión con el
tienen una «potestad sacra», que no se describe con ma-
papa y con el episcopado universal (con lo que aborda
yor detalle (LG 18). Habla de los doce, de la unidad de
ya el problema ecuménico de los obispos verdaderos,
los apóstoles con y bajo Pedro para formar un «colegio»
pero separados de Roma). En las líneas finales de este
o, en la interpretación del concilio, un círculo de suceso-
importante capítulo (LG 21) habla el concilio de la «ple-
res en el ministerio. Y así, debe entenderse a los obispos
nitud» del sacramento del orden. Se defiende aquí la
como pastores de la Iglesia que «por institución divina»
sacramentalidad de la consagración episcopal: «En efec-
suceden a los apóstoles (LG 20; cf. 28: los apóstoles
to, según la tradición, que aparece sobre todo en los
«encomendaron legítimamente el oficio de su ministerio
ritos litúrgicos y en la práctica de la Iglesia, tanto de
en diversos grados a diversos sujetos en la Iglesia»).
Oriente como de Occidente, es cosa clara que con la
Acerca de los obispos enseña el concilio que en ellos imposición de las manos y las palabras consagratorias se
está presente y actúa Jesús, en cuanto que son sus servi- confiere la gracia del Espíritu Santo y se imprime el
dores. Jesucristo actúa «principalmente» —pero no ex- sagrado carácter de tal manera que los obispos en forma
clusivamente— a través de este servicio de modo sacra- eminente y visible hagan las veces de Cristo, maestro,
mental; dentro de este servicio se menciona, en primer pastor y pontífice y obren en su nombre. Es propio de
los obispos admitir, por medio del sacramento del or-
32. Para lo que sigue, cf. los comentarios al concilio. En el original alemán, utilizo la
traducción que publiqué en el Kleines Konzilskompendium, 109-115. den, nuevos elegidos en el cuerpo episcopal» (ibídem).

334 335
Desde aquí aborda el concilio el tema del colegio
unión con su obispo, un presbyterium, que constituye un
episcopal, que existe en la Iglesia por disposición divina
analogado respecto de la colegialidad de los obispos.
y al que compete, junto con y bajo el papa, la potestad
Hacen «de alguna manera presente» (quodammodo
plena y suprema. «Uno es constituido miembro del
praesentem reddunt) al obispo y asumen parte de sus
cuerpo episcopal en virtud de la consagración sacramen-
funciones. «Bajo la autoridad del obispo, santifican y
tal y por la comunión jerárquica con la cabeza y miem-
rigen la porción de la grey del Señor a ellos confiada,
bros del colegio» (LG 22).
hacen visible en cada lugar a la Iglesia universal... y,
El obispo de Roma es el principio visible «de la
preocupados siempre por el bien de los hijos de Dios,
unidad de la multitud de los fieles», principio «visible»
procuren cooperar en el trabajo pastoral de toda la
porque el principio verdadero y último es el Espíritu de
diócesis y aun de toda la Iglesia» (LG 28). Puede perci-
Jesucristo. En paralelo con ello, cada obispo es el prin-
birse claramente en estas manifestaciones la recupe-
cipio visible de la unidad de su Iglesia particular. Es
ración de algunos elementos de la eclesiología de los
importante la doctrina conciliar según la cual «de todas
padres de la Iglesia (desde Ignacio de Antioquía; LG 28,
las Iglesias particulares queda integrada la única Iglesia
a completar con PO).
católica» (LG 23). Tras una serie de declaraciones sobre
la misión y el magisterio de los obispos (LG 24 y 25), A continuación, el Vaticano II quiso presentar una
habla el concilio de las comunidades locales: en ellas doctrina sobre el diaconado y abrir, además, nuevas
está la Iglesia toda entera presente en la palabra, la oportunidades para introducir en la Iglesia latina este
eucaristía y el amor; también estas comunidades locales, grado como ministerio permanente. Enseñó, así, que los
reunidas en torno al altar, están dirigidas por el obispo diáconos son ordenados sacramentalmente y perte-
(LG 26). necen, por tanto, a la jerarquía. Pero, a diferencia de los
obispos y de los sacerdotes, no son consagrados en or-
Los padres conciliares ofrecen una serie de reflexio-
den al sacerdocio, sino en orden al ministerio. Aquí se
nes sobre el oficio de regir de los obispos (LG 27) y, a
entiende el sacerdotium desde los «poderes» eucarísti-
continuación, dedican su atención al sacerdocio. No en-
cos, como se ve por el hecho de que el texto dice que los
tran en problemas históricos concretos, sino que se li-
diáconos «están en el grado inferior de la jerarquía». Se
mitan a declarar que los apóstoles «han encomendado
indica a continuación cuál es la función específica que
legítimamente el oficio de su ministerio en diverso grado
les compete en cuanto diáconos: hacer palpable y visible
a diversos sujetos en la Iglesia». Mediante una serie de
el servicio de la jerarquía al pueblo de Dios. Los oficios
giros lingüísticos —«a imagen de Cristo», «participación
q u e a renglón seguido se les adscriben concuerdan con
en el oficio de mediador único», «actuar en nombre de
los que, con mayor o menor frecuencia, fueron desem-
Cristo» — quiere expresar el concilio una relación espe-
peñados, en el curso de la historia de la Iglesia, por los
cial y directa de los sacerdotes con Jesucristo. De forma
diáconos (LG 29).
paralela a los obispos, también los sacerdotes parti-
cipan, en virtud de la ordenación sacramental, de los Son nuevos, sobre todo, en la concepción del Vatica-
tres oficios o ministerios y son así verdaderamente sa- n o II, los aspectos dinámicos. A partir de la misión de
cerdotes. También en la insistencia en el oficio de pre- Jesucristo en el Espíritu Santo y de la idea de que a los
dicar existe un paralelo con la doctrina sobre los obis- hombres se les ha concedido una participación en esa
pos. Los sacerdotes de las Iglesias locales forman, en misión, los padres conciliares entienden el ministerio
eclesial como participación en el triple ministerio de Je-
336
337
sucristo al servicio del pueblo 33 . Se describe el sacra- nombre de Cristo 36 . Los ordiñes en la Iglesia latina son
mento del orden desde la consagración episcopal, consi- episcopatus, presbyteratus et diaconatus (CIC, canon
derada como el caso primario y universal de la ordena- 1009,1). Sólo ellos constituyen, desde el 1 de enero de
ción ministerial 34 ; pero no se ofrece una explicación de- 1973, el clero. A partir de estas fechas, quedaron aboli-
tallada de la relación teológica de las tres ordenaciones das en la Iglesia latina las órdenes menores, incluido el
entre sí. Se afirma, de la mano de las enseñanzas tra- subdiaconado. Se mantienen el lectorado (el oficio de
dicionales, que la ordenación (para el sacerdocio y el leer ante la comunidad) y el acolitado (servicio en los
episcopado), junto con la comunicación del carácter es- altares), pero no como ordines, sino como ministerio: no
pecial, capacita para actuar «en nombre de Cristo» (cf. se confieren mediante ordinatio (consagración, insta-
también PO 2), y si bien los sacerdotes están subordina- lación en el cargo) sino mediante una institutio (un en-
dos al obispo, la fuente de su sacerdocio no está en el cargo) 37 . Ni los así encargados o comisionados, ni los
ministerio episcopal, sino única y exclusivamente en Je- hombres y mujeres que ayudan en la comunión, perte-
sucristo 35 . necen al clero. Desempeñan estos servicios como laicos.
El nuevo Código de derecho canónico ha intentado El signo externo de cada uno de estos tres órdenes se
mantenerse dentro del campo de visión proporcionado compone de la imposición de manos y de la correspon-
por el Vaticano II. Del sacramento del orden dice que diente oración consagratoria 38 . Estas oraciones dicen,
«mediante el sacramento del orden, por institución di- para la consagración de los obispos: «Derrama ahora
vina (ex divina institutione), algunos de entre los fieles también sobre este siervo tuyo la fuerza que procede de
quedan constituidos ministros sagrados (sacri ministri), ti: el Espíritu Santo que comunicaste a tu Hijo Jesucristo
al ser marcados con un carácter indeleble, y así son con- y que él transmitió a los apóstoles, quienes fundaron en
sagrados y destinados (consecrantur et deputantur) a todo lugar la Iglesia como santuario tuyo para alabanza
apacentar el pueblo de Dios según el grado de cada uno y gloria de tu nombre.» En la ordenación de los sacer-
(pro suo quisque gradu), desempeñando en la persona dotes: «Te pedimos, pues, Padre todopoderoso, que
de Cristo cabeza las funciones de enseñar, santificar y concedas a estos tus siervos la dignidad del presbitera-
regir» (CIC, canon 1008). La expresión consecran indica do: infunde en su interior el Espíritu Santo; que reciben
que se trata de un hecho que afecta a la existencia total, de ti, ¡oh Dios!, el ministerio de segundo orden, y que su
de algo más profundo que lo que sería una simple insta- vida sea ejemplo para los demás.» En la ordenación de
lación en un cargo o ministerio, ya que en este segundo los diáconos: «Derrama en ellos, Señor, el Espíritu San-
caso se habría recurrido al verbo ordinari. Se utilizó ex- to, para que, robustecidos con la fuerza de su gracia
presamente la frase ex divina institutione, en lugar de ex septiforme, cumplan con fidelidad el servicio del diaco-
Christi institutione, porque no se quiso afirmar que el nado» 39 .
sacerdocio y el diaconado hayan sido instituidos por Je-
sucristo. No deben entenderse como necesariamente
aplicables al diaconado el carácter y la actuación en 36. Ibídem, 718.
37. Ibídem, 719. Sobre este punto, cf. también B. Kleinheyer, Ordinationen und Beauftra-
gungen (véase bibliografía IX).
38. Pablo VI, Constitución apostólica Pontificalis Romani (del 18 de junio de 1968), en
AAS 60(1968) 369-373, confirmando la decisión de Pío XII del año 1947; Motu proprio Minis-
33. Cf. I. Schick, Das dreifache Atnt Christi und der Kirche, Francfort 1982. teria quaedam (del 15 de agosto de 1972), en AAS 64(1972)529-534.
34. H. Müller, en H K R J l ó s . 39. Según H. Müller, o . a , 719s. La traducción castellana sigue las versiones oficiales de la
35. Ibídem. Iglesia española.

338 339
Al referirse al «ministro» del sacramento del orden,
A partir de él es como más claramente puede decirse lo
el nuevo CIC concede gran importancia a los conceptos
que la consagración es y produce.
de validez y licitud. Tiene interés teológico la afirmación
La ordenación o consagración en sentido católico no
de que todo obispo consagrado puede administrar vá-
es una mera «instalación en el cargo»; es la donación del
lidamente los tres grados (episcopado, presbiterado,
Espíritu en forma de epiclesis, es decir, en aquella
diaconado) del sacramento del orden (CIC, canon
oración de súplica de la Iglesia que, en su fe, tiene la
1012)40.
certeza de ser oída. La súplica se refiere, pues, al caris-
Respecto de los ordenados se dice: «Sólo el varón
ma, a la eficacia del don del Espíritu divino al que la fe
bautizado recibe válidamente la sagrada ordenación»
considera presente aquí y ahora. Esta fe, por su parte,
(canon 1024)41. (Respecto de la consagración de mu-
cree que Dios hará posible que el consagrado haga sen-
jeres, cf. infra 11.4.4.) La admisión a la ordenación se
siblemente presente (simbolismo real) la acción de Cris-
produce en virtud de una llamada divina para este servi-
to en la Iglesia y, por medio de ésta, en el mundo: en el
cio eclesial, que, a tenor de una antigua experiencia de
obispo, quien actúa verdaderamente es siempre Jesu-
la Iglesia, puede reconocerse a través de la inclinación y
cristo en su Espíritu para gloria del Padre; para este
la aptitud de los candidatos. Las Iglesias locales estable-
servicio es tomado el consagrado; no es, pues, como
cen toda una serie de criterios para discernir las vo-
persona, el representante de un Jesucristo ausente 43 .
caciones auténticas 42 .
Naturalmente, el Espíritu santo de Dios viene a la
Iglesia como un todo, como cuerpo místico de Cristo: el
Jesús histórico prometió este Espíritu a los creyentes
11.4. El sacramento del orden: Aspectos sistemáticos
irrevocablemente y el Jesús exaltado la guía por medio
de su Espíritu. Suscita en ella, con soberana libertad, los
11.4.1. El obispo
dones que quiere conceder. La Iglesia sostiene firme-
mente que entre las acciones del Espíritu se encuentra la
Contemplado desde la historia, el «sagrado ministe-
unificación de la Iglesia en una comunidad articulada y,
rio» abarca un amplio campo en la Iglesia e incluye la
por ende, la articulación en ordines y que el carisma de
posibilidad de trasladar los centros de gravedad de un
dirección que se concede en el ordo es uno más entre
punto a otro según las necesidades de cada época. Con
otros muchos.
el correr de los tiempos han ido cambiando las «imáge-
El Espíritu que actúa en la Iglesia es el que le inspira,
nes del sacerdote» y no todo cuanto se ha afirmado
según el testimonio neotestamentario (Rom 8,36), lo
teológicamente de esta «imagen» resiste el examen de la
que ella debe pedir. Es también este mismo Espíritu el
auténtica tradición. Según nuestros actuales conoci-
que la ha movido a unir a la imposición de manos —ya
mientos, el centro de gravedad teológico del sacerdocio
practicada desde antiguo— la oración para formar un
sacramental se encuentra indudablemente en el obispo.
signo sacramental, sin que sea necesario que así lo hayan

40. Ibídem, 720-723, con las normas acerca de la licitud y con menciones de casos proble-
máticos. 43. Hay una buena exposición de esta materia, incluida la indicación de que para esta
41. Ibídem. 723. temática la Iglesia antigua no se guió por el principio aristotélico de la causalidad, sino por la
42. Más detalles, con bibliografía, ibídem, 724-727 (incluidos los impedimentos para la idea platónica de la relación, en A. Müller, o . c , 111. También P.J. Cordes (véase bibliografía
IX), 191, entiende la actuación ¿n persona Christi como «exclusivamente referida a la acción
recepción de las órdenes).
misma».

340
341
dispuesto expresamente el mismo Jesucristo o los após- La gracia sacramental especial debe ser entendida
toles 44 . Con esta liturgia, que confiere el Espíritu en el como la ayuda otorgada por el Dios amoroso y justifica-
sentido antes indicado, el consagrado queda a la vez dor para el cumplimiento de la misión específica (in-
incorporado en una comunidad intraeclesial (de los cluida en el ministerio) del servicio 46 .
obispos, los presbíteros y los diáconos).
Mediante su consagración, el obispo es aceptado en
el colegio que es testigo de la fe apostólica, que man- 11.4.2. El presbítero
tiene unidas a las Iglesias locales en la continuidad de la
fe, que representa la unidad de la Iglesia, asume la res- El sacerdote es colaborador del obispo. Las tareas
ponsabilidad de la liturgia como glorificación de Dios y que en esta calidad le competen dependen hasta cierto
garantiza así la identidad empírica, la cognoscibilidad de punto de las situaciones concretas, de modo que no ha
la Iglesia. La dinámica de este ministerio es a la vez llegado a cristalizar plenamente la «imagen» teológica
histórica y escatológica: no hay contradicción entre la del sacerdote. Hay, no obstante, ciertas tareas y fun-
disposición del divino Espíritu y el hecho de que este ciones que se mantienen permanentemente a lo largo de
ministerio se haya ido construyendo, configurando y la tradición y han sido reafirmadas por el concilio Va-
concretando al compás de la historia y en virtud de de- ticano II (y por la evolución registrada desde entonces).
cisiones históricas. Responde, más bien, a la validez úl- Deben citarse, en este sentido, como firmemente ancla-
tima y definitiva del mensaje de Dios transmitido y ga- das tanto en el pasado como en el presente en la
rantizado por este medio el hecho de que una evolución «imagen del sacerdote», las tareas relacionadas con la
tan importante como éste sea irrevocable, irreversible. celebración de la eucaristía. En la mayoría de los ám-
Este ser tomado al servicio de Jesucristo, que es el bitos en que desarrollan hoy sus actividades los presbíte-
auténtico y verdadero agente, reclama la existencia total ros puede distinguirse con razón un «polo sacramental»
de la persona y participa de aquel carácter irrevocable; y y otro «polo institucional» de sus tareas 47 . La capaci-
aunque puede, por supuesto, permanecer inactivo en tación de los sacerdotes en el ámbito sacramental no les
determinadas circunstancias de la vida (por ejemplo, en adviene a través del obispo, ni en virtud del encargo de
los obispos, por razón de la edad), no es anulable. Esto unas tareas, ni tampoco a través de la comunidad, sino
es lo que se quiere dar a entender con la doctrina del por medio de la ordenación que hace que puedan ser
carácter sacramental, que declara que la ordenación só- —tal como se ha dicho ya de los obispos— imágenes e
lo se puede recibir una vez y es irrepetible 45 . instrumentos de Jesucristo invisiblemente presente. Es
Cristo quien, por medio del servicio sacerdotal, dirige su
Es ya de por sí evidente que la persona así consagra-
palabra de proclamación y quien en la liturgia glorifica a
da y tomada al servicio sigue siendo un oyente entre los
su Padre en el Espíritu para la salvación de los hombres.
oyentes, un creyente entre los creyentes, un pecador
En el desempeño concreto del servicio en la celebración
entre pecadores, y que no se ha convertido en una espe-
cie de «naturaleza superior».
44. A. Mülleí, o . c , 119. 46. P. Fransen. o . c , 65.
45. Buenas observaciones acerca del carácter sacramental del orden en P. Fransen, o . c , 47. Ibídem, 60s (la bibliografía informa sobre algunas recientes teologías del sacerdocio
62-65. Este autor entiende el carácter sacramental, en primera línea, como el rito visible de la que no han encontrado general aceptación, por ejemplo el enfoque de K. Rahner al tema de
ordenación sagrada, «por la cual el ordenado queda incorporado jurídicamente al colegio de la proclamación de la palabra, con la tendencia, ligeramente peligrosa, de institucionalizar lo
su orden, asumiendo con ello un conjunto de derechos y deberes» (64). profetice etc.).

342 343
litúrgica de los sacramentos, de la que forma parte el vivencia de las comunidades cristianas (cf. también lo
servicio de la palabra, los presbíteros dependen del obis- dicho supra 8.4.9, sobre la comunión espiritual). Pero
po al que representan. Ante esta doble dependencia, no es lícito afirmar que en estas situaciones de necesidad
ante este retroceso del hombre a un segundo plano, «de- pueda la comunidad, por sí misma, «dar poderes» o
trás» de las acciones litúrgicas simbólicas y «detrás» de «autorizar» a personas delegadas por ella para el servi-
la palabra del otro, se ha hablado, no sin razón, de una cio en el ámbito sacramental.
despersonalización» del sacerdote 48 . Se desprende de Sí es cierto, en cambio, que las situaciones de necesi-
aquí que la liturgia alcanza su objetivo con independen- dad pueden contribuir a corregir torcidas concepciones
cia de las cualidades del presidente. Pero no por eso se del sacerdocio y a insertar a los sacerdotes más, y de
concluye que pueda concebirse el servicio sacerdotal co- manera más visible y palpable, en la comunidad. Entra
mo una mera función; la concepción teológica de los aquí que tanto en el ámbito sacramental (bautismos,
«siervos de Cristo» no puede contentarse con un mínimo presencia en los matrimonios, unción de los enfermos,
de funcionamiento; tiene que exigir una cierta espi- predicación, bendiciones, entierros) como en el insti-
ritualidad que, en su núcleo interno, consiste en una tucional (enseñanza, organizaciones, etc.) los sacerdotes
mística de Jesús. En las tareas de la pastoral y de la puedan ser reemplazados por personas que no han re-
catequesis y en el ámbito institucional queda siempre un cibido las órdenes. La revitalización de la colegialidad
número más que suficiente de posibilidades para des- presbiterial puede contribuir a superar la concepción del
arrollar plenamente en ellas las cualidades personales. sacerdote como exponente de un poder espiritual 49 .
Por lo que al carácter sacramental y a la gracia de la
ordenación sacerdotal se refiere, se les puede aplicar
proporcionalmente lo que se ha dicho a propósito de los 11.4.3. El diácono
obispos.
No es preciso introducir modificaciones radicales, La renovación del grado del diaconado permanente
bajo la presión de situaciones de necesidad, en la teolo- en la Iglesia latina 50 ha obedecido a dos causas principa-
gía del servicio del ministerio sacerdotal. La estructura les: 1) La jerarquía de los ordenados, como grupo espe-
del ministerio, con el colegio de presbíteros consagrados cial dentro de la Iglesia, tenía que demostrar palpable y
y servidores reunidos en torno a su obispo, ha surgido visiblemente que también forma parte de ella la diako-
bajo el impulso del divino Espíritu y se ha acreditado en nia, el servicio en el ámbito de las obras sociales y carita-
la edificación «normal» de la Iglesia y en el cumplimien- tivas, y que este servicio está estrechamente conexiona-
to de sus tareas. En las mencionadas situaciones de ne-
cesidad, cuando no hay sacerdotes, la significación fun- 49. Frente a la tentativa de E. Schillebeeckx de hacer de la ordenación relativa el caso
damental del sacerdocio común de todos los fieles, el ideal, debe destacarse el elemento positivo constituido por el hecho de que al sacerdote se le
contempla en primer término como inserto en el colegio presbiterial. Este colegio encierra
recuerdo de su capacitación para la fe, la oración y la múltiples posibilidades respecto de la ayuda mutua y la flexibilidad que no se dan cuando el
liturgia, la esperanza en la acción carismática y nunca sacerdote depende plena y exclusivamente de una comunidad.
50. Cf.. además de los comentarios a LG 29, K. Rahner-H. Vorgrimler, Díaconia in
incoherente del divino Espíritu (también fuera de los Christo, Friburgo 1961 (con bibliografía); J.G. Plóger-H.J. Weber, Der Diakon. Wiedereni-
deckung und Erneuerung seines Diensíes, Friburgo 1980 (con bibliografía); H. Schwenden-
sacramentos) puede y debe ser suficiente para la super- wein. Der standige Diakon, en HKR 229-238; S. Zardoni (véase bibliografía IX). Sobre el
redescubrimiento práctico y teológico informa la revista «Diakonia XP», del Centro Inter-
nacional del Diaconado de Friburgo de Brisg. (que no debe ser confundida con la revista
48. lbídem, 58s. «Diakonia» de Viena).

344 345
do con la liturgia. 2) Había que acudir, en muchas regio- distinto trato que padecen en el campo socioeconómico,
nes, en ayuda de las situaciones de necesidad derivadas de la negación de la igualdad de derechos civiles. Un
de la falta de sacerdotes, aunque aquí estaban y están movimiento de emancipación de alcance mundial actúa
excluidas, ya de antemano, por expresa prescripción de como factor catalizador y gana terreno también en la
la Iglesia, la presidencia de la eucaristía y la administra- Iglesia católica51. Entre las peticiones presentadas al
ción del sacramento de la penitencia. No se han detalla- Vaticano n se hallaba la de permitir la ordenación sacer-
do nítidamente —ni pueden en realidad detallarse— las dotal también a las mujeres. En el contexto ecuménico,
tareas de los diáconos; no se les reserva en exclusiva varias Iglesias evangélicas discuten (y algunas ya han
ninguna de las funciones que el Vaticano II menciona concedido) la ordenación de «pastoras».
como posibles (LG 29). Pero las desempeñan todas co- En la teología sacramental católica, y hasta el Va-
mo miembros de la jerarquía, del clero, y pertenecen, ticano II, se daba por supuesto, sin que causara proble-
sean casados o no, al grupo de los consagrados mediante mas, que las mujeres estaban excluidas del sacerdocio
el sacramento. En sus personas se ve claramente que la (CIC de 1917, canon 968). Karl Rahner provocó una
liturgia debe tener repercusiones concretas en el mundo discusión dogmática en torno al tema de si esta exclusión
y en sus necesidades y que el trabajo en el mundo ba- estaba fundada en la revelación y era, por consiguiente,
sado en el amor tiene una dimensión espiritual. La or- de «derecho divino»52. En la declaración ínter insignio-
denación sacramental suplica y causa en ellas aquella res, de 15 de octubre de 1976, la Congregación para la
gracia que les permite realizar el servicio que se les ha doctrina de la fe establecía53 que, por fidelidad al ejem-
confiado. plo del Señor y de los apóstoles, la Iglesia no se siente
Esto aparte, en la Iglesia latina sigue existiendo el autorizada a permitir la ordenación sacerdotal de mu-
grado sacramental del diaconado como peldaño hacia el jeres. A esto se añade que el sacerdote representa al
presbiterado. Su función consiste en hacer que los can- varón Jesucristo (entre otras cosas como esposo de la
didatos adquieran conciencia de la dimensión diaconal Iglesia). No se analizaban en este documento los ar-
(es decir, servicial) de su vocación. En términos genera-
les, estos diáconos suelen desempeñar su servicio, en 51. Cf. las síntesis históricas en Frauen in der Mánnerkirche?, «Concilium» 16(1980), n.° 4.
prácticas concretas, durante un cierto espacio de Es inabarcable la bibliografía feminista-teológica aparecida desde aquellas fechas. Puede ver-
se la literatura corriente, agrupada bajo una rúbrica específica, en «Ephemerides Theologicae
tiempo. Lovanienses». Cf. también M. Kaiser, Die Stellung der Frau in der Kirche, en HKR 179-181
(con bibliografía).
52. La tesis doctoral de H. van der Meer, Priestertum der Frau, dirigida en 1962 por K.
Rahner y publicada en Friburgo en 1969, no admitía la existencia de razones suficientes para
11.4.4. La ordenación de mujeres excluir del sacerdocio a las mujeres. La tesis doctoral de M. Hauke, Die Problematik um das
Frauenprieslertum vor dem Hintergrund der Schópfungs- und Erlósungsordnung, Paderborn
1982, hecha bajo la dirección de L. Scheffczyk, llegaba a la conclusión opuesta, a saber, a la
No hablamos en este apartado de las bendiciones por exclusión del sacerdocio de las mujeres por divina disposición. Tiene razón W. Beinert cuan-
do escribe sobre el trabajo de Hauke: «Qui nimis probat, nihil probal (quien prueba de-
y para las mujeres (cf. infra 13), sino de la admisión de masiado no prueba nada). En él se ha recopilado, con enorme esfuerzo, material (en realidad
no reelaborado) procedente de todos los campos posibles e interpretado en clave ideológica.
mujeres al ministerio consagrado. Y lo hacemos con una Se ha desperdiciado en esta obra la oportunidad de entablar una discusión directa y objetiva
referencia expresa al sacramento del orden. El siglo XX de un problema que hubiera podido aportar, o iniciar al menos, una respuesta bien fundada.
Cabe pensar que ha conseguido el efecto contrario: quien analiza sus argumentos, se siente
asiste a la creciente conciencia con que las mujeres están más bien inclinado a aceptar la tesis opuesta», en «Theologie und Glaube» 73(1983)203.
descubriendo y denunciando su situación de opresión y 53. AAS 69(1977)98-116. Edición alemana con comentarios tendenciosos (en el sentido de
que rechazan, de entrada, la posibilidad del sacerdocio femenino): Die Sendung der Frau in
de degradación (a veces bajo formas muy sutiles), del der Kirche, Kevelaer 1978.

346 347
gumentos en contra, por ejemplo, que la mujer puede nisterial de cuño plenamente masculino. Esta evolución
administrar un sacramento (el bautismo, el matrimonio) no puede interrumpirse abruptamente, sino sólo revisar-
y, en este caso, también ella «representa» —es decir, se, con la mirada puesta en el futuro, en el sentido de
hace presente— a Jesucristo. La citada declaración con- una remodelación que vaya ampliado las perspectivas.
cede que no puede aportar pruebas definitivas en favor 2) Debe contemplarse esta problemática en un contexto
de la praxis de la Iglesia, pero se niega a analizar el ecuménico, en el que las Iglesias separadas de Oriente
problema en el contexto de la controversia sobre la se consideran custodias especiales de la auténtica tra-
igualdad de derechos de las mujeres, porque el acceso al dición apostólica. La admisión de mujeres en el sacer-
sacerdocio no puede entenderse como un derecho. La docio sin un previo acuerdo con estas Iglesias acarrearía
línea argumental de este documento suscitó vivas crí- dificultades adicionales a las fatigas del ecumenismo.
ticas 54 . El nuevo Código de derecho canónico ha recogi- Totalmente distinta es la cuestión de la posible or-
do literalmente el texto del antiguo canon sobre este denación de mujeres como diaconisas. Esta ordenación
punto, pero omitiendo el pasaje relativo a la exclusión se ha dado de hecho en el pasado 55 . Existen importantes
de las mujeres en la ordenación sacerdotal (CIC, canon razones para admitir que hubo ya en la época neotesta-
1024). mentaria mujeres que formaban parte del círculo de co-
Muy probablemente con esta determinación se ha laboradoras del que surgió más tarde el ministerio con-
cerrado la puerta de admisión de mujeres en el sacer- sagrado de las diaconisas. La existencia de diaconisas
docio durante los próximos años. Las razones son claras. está testificada en Asia Menor en el siglo II y en Siria en
La Iglesia latina no toma decisiones —y mucho menos el siglo III. La Iglesia occidental mostró en parte una
las que son de gran importancia— cuando se ve sujeta a actitud de rechazo, pero de todas formas hubo diaco-
fuertes presiones. Pero es que, además, de tener que nisas desde el siglo v, cuya presencia se prolongó en
tomar una decisión sería negativa, desde el momento en Roma hasta el siglo xi y en la Iglesia bizantina hasta el
que la petición ha sido planteada bajo la forma de una siglo xv 5 6 . En Oriente fueron adscritas al clero en virtud
exigencia de tipo emancipatorio y de lucha de clases, no de una ley imperial 57 . Según la Didascalia (ordenación
pocas veces vinculada a la amenazante extorsión de que, eclesiástica del norte de Siria, en el siglo m), a las diaco-
en caso de que se les niegue la demanda, las mujeres nisas se las debe venerar como tipo del Espíritu Santo.
abandonarían la Iglesia. La pregunta de si su consagración era sacramental sólo
pudo plantearse desde la perspectiva de la reflexión so-
No existen razones teológicas definitivas a favor de
bre la teología sacramental de la alta escolástica. En la
la actitud excluyeme de la Iglesia latina. Tampoco el
nuevo Código de derecho canónico invoca el «derecho
divino» para justificar su posición. Ello no obstante, en 55. Entre la bibliografía reciente, cf. H. Frohnhofen, Weibliche Diakone in der frühen
Kirche, «Stimmen der Zeit» 111(1986)269-278 (con bibliografía); Ch. Oeyen, Priesleraml der
el campo de la discusión teológica existen dos razones Frau?, «Ókumenische Rundschau» 35(1986)254-266. También la revista «Diaconia XP»
(véase nota 50) aporta bibliografía sobre la consagración diaconal de las mujeres.
muy dignas de nota, y hasta plausibles, a favor de la 56. A.G. Martimort, Les diaconesses, París 1982, interpreta las fuentes con un criterio
exclusión: 1) En el curso de una evolución de casi 2000 nítidamente minimalista. En su opinión, ninguno de los textos sobre diaconisas en los que no
se citen servicios litúrgicos se refiere a diaconisas en sentido estricto (cf. Ch. Oeyen, o . a ,
años, ha ido surgiendo y asentándose una estructura mi- 257). Martimort tampoco valora lo suficiente, por supuesto, el hecho de que con anterioridad
al concilio de Nicea del año 325 la palabra diakon podía designar indistintamente al diácono y
a la diaconisa.
54. H. Pissarek-Hudelist, Die Bedeutung der Sakramententheologie Kart Rahners für die
57. Sobre este punto, cf. H. Frohnhofen, o . c , y, más detalladamente, O. Barlea, Die
Diskussion um das Prieslertum der Frau, en Wagnis Theologie, ed. por H. Vorgrimler, Fribur-
Weihe der Bischofe, Presbyíer und Diakone in vornicánischer Zeit, Munich 1969.
go 1979, 417-434 (con bibliografía); H. Müller (véase nota 34), 724 (con bibliografía).

348 349
liturgia bizantina, esta consagración tiene todas las ca- Oriente, distingue la consagración (kheirotonia) de los
racterísticas de ser una de las llamadas órdenes ma- tres grados mayores —obispos, presbíteros, y diáconos y
yores 58 . diaconisas— de la bendición (kheirothesia), propia de
Ante la común tradición de Oriente y Occidente, no los grados menores. Las tres consagraciones mayores
existe ninguna razón de peso para seguir excluyendo a tienen la misma estructura: solemne aprobación de los
las mujeres de un diaconado permanente flexiblemente presentes para la ordenación de un candidato, epiclesis
entendido 59 . La consagración de mujeres para el diaco- al Espíritu Santo suplicando la gracia que es necesaria
nado sería, sin lugar a dudas, una ordenación sacramen- para el desempeño del correspondiente ministerio, im-
tal, y las mujeres así ordenadas formarían parte del posición de manos, investidura.
clero. En las concepciones de las Iglesias orientales hay al-
go similar a lo que en el ámbito latino se llama «derecho
divino». No es forzosamente necesario que lo que, des-
11.5. El diálogo ecuménico de Dios, es constitutivo de la Iglesia, haya de aparecer
expresamente testificado en el Nuevo Testamento: a es-
11.5.1. La perspectiva de las Iglesias orientales tos elementos constitutivos se los entiende como magni-
tudes históricas pero también, siempre, como causados
Aunque las diferencias fundamentales entre la Igle- por el Espíritu Santo. La triple gradación canónica de
sia católica romana y las Iglesias separadas de Oriente los ministerios consagrados es considerada como la for-
en el ámbito de los ministerios se refieren al modo de ma constitutiva dotada de la máxima dignidad histórica
entender el ministerio de Pedro, existen también al- y ecuménica. Aquí el mayor peso del ministerio recae
gunas divergencias respecto de la concepción teológica sobre los obispos: a la Iglesia de Jesucristo se la concibe
de otros ministerios. Son, con todo, diferencias poco como una Iglesia episcopal. El colegio de los obispos es
profundas, que aunque producen divergencias entre las visto como el sucesor del colegio de los apóstoles. La
Iglesias, se encuadran dentro de la legítima pluralidad fórmula prevista ya desde el concilio de Nicea del 325,
de opiniones, merced a la cual un punto de vista puede según la cual la ordenación episcopal requiere la presen-
desempeñar una función crítica y correctora respecto de cia de tres obispos consagrantes, quiere dar a entender
otras posiciones. que el consagrado entra a formar parte del colegio epis-
La liturgia oriental 60 , que es, junto a la Biblia, la copal y —en virtud de la «sucesión apostólica», a través
fuente más importante de la teología de las Iglesias de de una serie ininterrumpida de imposiciones de manos—
de la edificación de la Iglesia sobre el fundamento de los
apóstoles. En las Iglesias locales, que forman el cuerpo
58. Ch. Oeyen, o.c. (con bibliografía); E. Theodorou. Das Priestertum nach dem Zeugnis
der byzantinischen liturgischen Texte, «Ókumenische Rundschau» 35(1986)267-280, aquí 271. de Cristo no por suma o adición sino en virtud de la
Tienen importancia fundamental los datos descubiertos por C. Vagaggini. L'ordinazione delle
diaconesse nella tradizione greca e bizantina, «Ortentalia Christiana Periódica» 40-
mutua conexión, el obispo es el representante y enviado
(1974)145-189. de Jesucristo 61 .
59. H. Müller, o . c , 724. alude a un volum del sínodo de Würzburgo del año 1975 que
solicitaba del papa un estudio del problema de la consagración de diaconisas. acompañado de El servicio fundamental lo presta Cristo, enviado por
informes positivos de Y. Congar, P. Hünermann, O. Semmelroth y H. Vorgrimler. En 1986
aún no se había recibido una respuesta a dicha petición. Cf. M. Kaiser (véase nota 51), 181. el Padre; el titular del ministerio es sólo su instrumento,
60. Sobre esto, cf. E. Theodorou (véase nota 58) y —todavía no superado— J.D. Zi-
zioulas, acerca de la ordenación en las Iglesias orientales, en Aml und Ordination in ókume-
nischer Sicht, dir. por H. Vorgrimler, Friburgo 1973, 72-113. 61. E. Theodorou. o . c . 274s,

350 351
que actúa en perspectiva cristológica y pneumatológica. 11.5.2. Un consenso mínimo
En las Iglesias orientales no se entiende al sacerdote
como alguien que actúa in persona Christi; es, más bien, La concepción teológica del ministerio sustentada
como un symbolon Khristou, un representante, que no por las Iglesias orientales y la Iglesia católica romana no
ocupa ontológicamente el lugar de Cristo, sino que ac- se compagina con la teología surgida de la reforma. Ello
túa en vitud de la gracia del Espíritu. Expresado con no obstante, se ha puesto en marcha el diálogo con esta
mentalidad latina, el sacerdote actuaría por un lado in teología y se han conseguido ciertos resultados positi-
nomine Christi y, por otro, in persona Ecclesiae. Las vos, Harald Wagner sintetiza de la siguiente manera el
Iglesias orientales no pueden hacerse a la idea de que los consenso mínimo alcanzado hasta ahora 66 :
sacramentos se realicen mediante fórmulas indicativas ni Las Iglesias admiten que los cristianos todos están
que (en caso de necesidad) sea posible la transformación llamados, por la fe, a proclamar la palabra del evan-
eucarística sin epiclesis62. gelio, pero esto no excluye que haya ministerios y servi-
Mediante la epiclesis, los laicos se convierten en co- cios vinculados a personas determinadas. Éstas depen-
liturgos. Pero existe una diferencia cualitativa, esencial, den de la llamada interna del Espíritu Santo y de la
y no sólo gradual o funcional, entre el ministerio espi- ratificación de su servicio por la totalidad de la Iglesia.
ritual y el laicado. Clero y laicos se relacionan entre sí Esta ratificación y autorización por la Iglesia acontece
como magnitudes comunicantes: el servicio sacerdotal en la ordenación, normalmente realizada por otros ti-
ministerial es el presupuesto del servicio sacerdotal de tulares de ministerios ya ordenados, que mediante la
todos los fieles63. oración y la imposición de manos llaman a los ordenados
El diácono pertenece al estamento de los sacramen- al ministerio especial. El ordenado se compromete, con
talmente consagrados; se halla en una posición inter- la confianza puesta en la gracia de Dios, a desempeñar
media entre los actos de culto y las obras de caridad, su servicio en espíritu de obediencia a la palabra de Dios
pero ninguna de sus tareas llega al ámbito «estrictamen- y en unidad con las confesiones (dogmas) de la Iglesia.
te consagra torio» (eucarístico) del sacerdotium64. Todas las Iglesias admiten una sucesión apostólica en el
Resumiendo, se puede decir que las funciones del sentido de que la fe de cada Iglesia debe estar en ar-
ministerio eclesial producen en los creyentes la dispo- monía con el testimonio de los apóstoles y, por ende,
sición para la acción de la gracia del Espíritu Santo. Esta debe conservarse y garantizarse una conexión perma-
acción se materializa sacramentalmente en las funciones nente con el servicio fundamental de los apóstoles. El
del ministerio. El ministerio espiritual es expresión de la ministerio eclesial sólo posee autoridad en la medida en
realidad carismática, es decir, de la realidad de Jesucris- que está al servicio de la autoridad absoluta de la pala-
to, presente en la Iglesia por su Santo Espíritu 65 . Esta bra de Dios. Este ministerio sólo «representa» a Jesu-
concepción básica de la teología sacramental no se dis- cristo y su «frente a» la comunidad en la medida en que
tingue de la mantenida por la teología católica. es expresión del evangelio.
Por parte católica se han aducido los siguientes ar-
62. Ibídem, 276s.
63. Ibídem, 277s. 66. H. Wagner, Das Amí vor dem Hintergrund der Diskussion um eine evangelish-katholi-
64. Ibídem, 278s. Es erróneo afirmar que las tareas que LG 29 enumera para los diáconos sche Grunddifferenz, «Catholica» 40(1986)39-58. Sigo a Wagner también en la elección del
les competan a ellos exclusivamente; así ibídem, 278. vocabulario. Cf. también la bibliografía II; para el primitivo estadio del diálogo ecuménico,
65. Ibídem, 280. S. Regli (véase bibliografía II).

352 353
gumentos 67 , que tratan de aproximarse, a ciencia y con- fieren 1) a la sucesión apostólica en el ministerio epis-
ciencia, a las posiciones evangelistas: el ministerio se copal y 2) al sacramento del orden, en cuanto que ca-
entiende como participación en los tres «ministerios de pacita a los ordenados para representar a Cristo (y así
Cristo» (analizados y diseñados en la teología de Calvi- —se dice— para allanar la diferencia esencial entre Dios
no). Aquí se concede la preeminencia a la proclamación y el hombre) y, por tanto, para hacer que en toda cele-
de la palabra de Dios. Se acentúa también el carácter de bración «válida» de la eucaristía sea indispensable la
servicio del ministerio, incluido el de la dirección de la presencia del presidente. Las diferencias de opinión
comunidad. Se «suaviza» la doctrina del «carácter sacra- dentro de la Iglesia católica se centran principalmente
mental» a base de entenderlo en el sentido de que el en el tema de la representación de Cristo y, a una con
sacramento del orden es irrepetible. La sucesión apostó- ello, en el tema de la potestad que el sacramento del
lica se entiende como una sucesión de la fe, de la palabra orden confiere a los sacerdotes. Está casi unánimemente
viva y de las personas. Podría también solucionarse el compartida la idea de que en la celebración de la euca-
problema de la sacramentalidad del orden una vez que ristía es necesario mantener una dirección, para conser-
la teología de todas las Iglesias se libere, merced a la var y garantizar el orden eclesial. Es también convicción
presión de las investigaciones exegéticas, de una fijación compartida que admitir esta autoridad no significa que
en palabras institucionales pronunciadas por el mismo el sacerdote actúe por su propio poder. En este sentido,
Jesús y se tenga una visión más amplia del concepto de ciertas afirmaciones del tipo de que en la ordenación se
los sacramentos. Allí donde la teología evangélica no produce una «equiparación cuasiesencial» con Jesucristo
niega al ministerio la dimensión del Espíritu Santo, está lo único que pueden hacer es sembrar confusión.
admitiendo implícitamente su sacramentalidad 68 .

Bibliografía IX
11.5.3. Cuestiones pendientes
Ministerio y ordenación
Prescindiendo del hecho de que en todas las Iglesias
hay cristianos concretos que, empujados por el gusto a) Libros
por la separación, demuestran poseer una especial ca-
Amt und Dienst in den liturgischen Versammlungen, «Concilium»
pacidad para descubrir y acentuar los factores diferen- 8(1972), n.° 2.
ciadores 69 , las afirmaciones que todavía separan se re- Barlea, O., Die Weihe der Bischófe, Presbyter und Diakone in vorni-
canischer Zeit, Munich 1969.
67. A. Müller. o . c , 113.
Becker, K.J., Der priesterliche Dienst II, Friburgo 1970.
68. Ibídem. 118. Cf. también las propuestas de unificación de H. Fries-K. Rahner, Betti, U., La dottrina sull'episcopato del concilio Vaticano II, Roma
La unión de las Iglesias. Una posibilidad real, Herder, Barcelona 1987, aquí 117-210; comen- 1984.
tario y respuestas de Fries a las críticas suscitadas por las primeras ediciones de su obra. Cordes, P.J., Sendung zum Dienst. Exegetisch-historische und syste-
69. Sólo así puede entenderse la afirmación de Eilert Herms cuando, en su discusión del
texto de Lima («Kerygma und Dogma» 31[1985]67-96). dice que lo único que tiene que hacer matische Studien zum Konzilsdekret «Vom Dienst und Leben der
el ministerio es testificar la revelación, mientras que según la concepción católica tiene que Priester», Francfort 1972.
transmitirla. Si esta aseveración tiene algún sentido, es bajo el supuesto de que como telón de Cunningham, A., The bishop in the Church, Wilmington 1985 (recopi-
fondo sustente la idea de que la revelación ha sido fijada de una vez por siempre —incluido
también su ropaje lingüístico— y que la fe debe referirse a ella tal como está consignada, lación de textos patrísticos).
renunciando a toda comprensión y reflexión. Una tal construcción idealista-platónica ya no Das Recht der Gemeinde auf einen Priester, «Concilium» 16(1980),
merecería el nombre de revelación de Dios. n.°3.

354 355
Deissler, A. y otros, Der priesterliche Dienst I, Friburgo 1970.
Mumm, R. (dir.), Ordination und kirchliches Amt, Paderborn-Bie-
Delhaye, P.-Elders, L. (dirs.), Episcopale munus, Assen 1982.
lefeld 1976 (resultados de la discusión ecuménica).
Der Bischof und die Einheit der Kirche, «Concilium» 8(1972), n.° 1.
Ott, L., Das Weihesakrament (Handbuch der Dogmengeschichte
Der Streit um das Amt in der Kirche, Ratisbona 1983.
IV/5), Friburgo 1969.
Faivre, A., Naissance d'une hiérarchie, París 1977.
Rahner, K., Vorfragen zu einem ókumenischen Amtsverstandnis, Fri-
Farnedi, G.-Rouillard, Ph. (dirs.), / / ministero ordinato nel dialogo burgo 1974.
ecuménico, Roma 1985.
Reform und Anerkennung kirchlicher Ámter, Maguncia 1973.
García Manzanedo, V., Carisma-ministerio en el concilio Vaticano se-
Rhode, J., Urchristliche und frühkatholische Ámter, Berlín 1976.
gundo, Madrid 1982.
Richter, K., Die Ordination des Bischofs von Rom. Untersuchung der
Gaudemet, J., Les élections dans l'Église latine des origines au XVI'
Weiheliturgie, Münster 1976.
siécle, París 1979.
Schick, L., Das dreifache Amt Christi und der Kirche, Francfort-Berna
Gegenseitige Anerkennung der Ámter, «Concilium» 8(1972), n.° 4.
1982.
Gemeinsame róm.-kat./evang.-luth. Kommision, Das geistliche Amt,
Schillebeeckx, E., Christliche Identitdt und kirchliches Amt, Dussel-
Paderborn-Francfort 1981.
dorf 1985.
Genn, F., Trinitat und Amt nach Augustinus, Einsiedeln 1986 (sólo a Schróer, H.-Müller, G., Vom Amt des Laien in Kirche und Théologie,
Jesucristo le compete, según Agustín, la potestas; la idea de la Berlín-Nueva York 1982.
representación no es agustiniana). Tillard, J.-M.R., L'évéque de Rome, París 1984.
Ghirlanda, G., Hierarchica communio, Roma 1980 (el obispo según la Université d'Angers (ed.), L'évéque dans Thistoire de l'Église, Angers
Lumen Gentium). 1984.
Greshake, G., Priester sein. Zur Théologie und Spiritualitat des prie-
Vanhoye, A., Prétres anciens, prétre nouveau selon le Nouveau Testa-
sterlichen Amtes, Friburgo 1982.
ment, París 1980.
Hainz, J. (dir.), Kirche im Werden. Studium zum Thema Amt und
Vogel, C , Ordinations inconsistantes et caractére inamissible, Turín
Gemeinde im NT, Paderborn 1976.
1978.
Holmberg, B., Paul and power. The structure of authority in the pri- Vorgrimler, H. (dir.), Amt und Ordination in ókumenischer Sicht,
mítive Church as reflected in the Pauline Epistles, Lund 1978. Friburgo 1973.
Hopko, Th. (dir.), Women and the priesthood, Crestwood (N.Y.) Wess, P., Ihr alie seid Geschwister. Gemeinde und Priester, Maguncia
1983. 1983; también Lies, L., en «Zeitschrift für kath. Théologie»
Jilek, A., Initiationsfeier und Amt. Ein Beitrag zur Struktur und Théo- 108(1986)176-179, y Wess, P., ibídem, 179-185.
logie der Ámter und des Taufgottesdienstes in der früher Kirche, Zardoni, S., / diaconi nella chiesa, Bolonia 1983 (historia y teología).
Francfort-Berna 1979. Zemp, P., Das Sakrament der Weihe, Friburgo 1977.
Kertelge, K., Gemeinde und Amt im Neuen Testament, Munich 1972. Zollitsch, R., Amt und Funktion des Priesters. Eine Untersuchung zum
Kónig, D., Amt und Askese. Priesteramt und Mónchtum bei den latei- Ursprung und zur Gestalt des Presbyterats in den ersten zwei Jahr-
nischen Kirchenvatern in vorbenediktinischer Zeit, St. Ottilien hunderten, Friburgo 1974.
1986.
Laurance, J.D., «Priest» as type ofChrist. The leader ofthe eucharist in
salvation history according to Cyprian of Carthage, Nueva York- b) Artículos
Francfort-Berna 1984.
Lecuyer, J., Le sacrament de Vordination. Recherche historique et Angenendt, A., Kaiserherrschaft und Kónigstaufe, Berlín, 1984, 135s:
théologique, París 1983. ordenación absoluta y ordenación relativa de los presbíteros en
Lips, H. von, Glaube, Gemiende, Amt. Zum Verstándnis der Ordina- perspectiva histórica.
tion in den Pastoralbriefen, Gotinga 1975. Blank, J.-Snela, B., Sacerdote-obispo, en DCT II, 1989 (con bibliogra-
Macquarrie, J., Theology, Church and ministry, Londres 1986. fía).
Marliangéas, B.-M., Clés pour une théologie du ministére. In persona Clerck, P. de, Ordination, Ordre, en Catholicisme X, 1983, 162-206.
Christi. In persona Ecclesiae, París 1978. Congar, Y., Note sur une valeur des termes «ordinare, ordinatio», «Re-
Martelet, G., Théologie du sacerdoce, I, París 1982. cherches de science religieuse» 68(1984)7-14.
Martimort, A.G., Les diaconesses, Roma 1982. Dassman, E., Zur Entstehung des Monepiskopats, «Jahrbuch für An-
Martin, J., Der priesterliche Dienst III, Friburgo 1972. tike und Christentum» 17(1974)74-90.
356
357
Dóring, H., Das Amt in ókumenischer Kontext, «Theol. Revue» Müller, H., Die Ordination, en HKR, 715-727.
78(1982)185-192 (con bibliografía). Neumann, J. y otros, Bischof, en TRE VI, 1980, 653-697 (con biblio-
Dupuy, B.D., Theologie der kirchlichen Amter, en MS IV/2, 1973, grafía).
488-594. Oeyen, Ch., Priesteramt der Frau?, «Ókumenische Rundschau»
Faivre, A. y otros, Le devenir des ministéres, «Lumiére et vie» 35(1986)254-266.
33(1984)106. Rohls, J, Das geistliche Amt in der reformatorischen Theologie, «Ke-
Fischer, B., Das Gebet der Kirche ais Wessenselement des Weihesa- rygma und Dogma» 31(1985)135-161.
kramentes, «Liturgisches Jahrbuch» 20(1970)166-177. Roloff, J. y otros, Apostel, Apostolat, Apostolizitat, en TRE III, 1978,
Frohnhofen, H., Weibliche Diakone in der frühen Kirche, «Stimmen 430-483.
der Zeit» 111(1986)269-278 (con bibliografía). Schwendenwein, H., Der standige Diakon, en HKR, 229-238.
Hein, M.-Jung, H.-G., Bischof, Bischofsamt, en EKL I, 1986, Stein, A., Diakon, en EKL I, 1986, 848-850.
518-522. Stockeimer, P., Das Amt in der alten Kirche, en Kirche: Ursprung und
Hilberath, B.J., Das Verhaltnis vom gemeinsamen und amtlichen Gegenwart, dir. por H. Althaus, Friburgo 1984, 39-61.
Priestertum in der Perspektive von Lumen gentium 10, «Trierer Theodorou, E., Das Priestertum nach dem Zeugnis der byzantinischen
theol. Zeitschrift» 94(1985)311-326. liturgischen Texten, «Ókumenische Rundschau» 35(1986)267-280.
Hódl, L., Das priesterliche Amt in der Kirche, «Munchener theologi- Tortras, A.M., El ministerio a la luz de las liturgias de la ordenación,
sche Zeitschrift» 34(1983)22-36. «Estudios eclesiásticos» 60(1985)411-441.
Hoffmann, J., L'Église et son origine, en Initiation a la pratique de la Trilling, W., Zum Amt im Neuen Testament, en U. Luz-H. Weder
theologie II, París 1983, 55-141 (con bibliografía). (dirs.), Die Mitte des Neuen Testaments, Gotinga 1983, 316-344.
Jilek, A., Bischof und Presbyterium, «Zeitschrift für kat. Theologie» Vanhoye, A.-Crouzel, H., Le ministére dans l'Église, «Nouvelle revue
106(1984)376-401 (sobre Hipólito). théologique» 104(1982)722-748 (Nuevo Testamento e Iglesia anti-
Kaczynski, R., Das Vorsteheramt im Gottesdienst nach den Zeugnissen gua).
der Ordinationsliturgie des Ostens und des Westens, «Liturgisches Vodopivec, G., Lo Spirito Santo e il ministero ordinato, «Euntes Do-
Jahrbuch» 35(1985)69-84. cete» 36(1983)329-360.
Karrer, M., Apostel, Apostolat, en EKL 1,1986, 221-223. Vogt, H.J., Zum Bischofsamt in der frühen Kirche, «Theologische
Klauck, H.-J., Gemeinde ohne Amt? Erfahrungen mit der Kirche Quartalschrift» 162(1982)221-236.
in den johanneischen Schriften, «Biblische Zeitschrift» 29 Wagner, H., Das Amt vor den Hintergrund der Diskussion um eine
(1985)193-220. evangelisch-katholische Grunddifferenz, «Catholica» 40(1986)
Kleinheyer, B., Handauflegung tur Geistmitteilung, «Liturgisches 39-58.
Jahrbuch» 30(1980)154-173. Zizioulas, J.D., Episkopé et Episkopos dans l'Église primitive, «Iréni-
—, Ordinationen und Beauftragungen, en B. Kleinheyer-E. von Se- kon» 56(1983)484-502.
verus-R. Kaczynski, Sakramentliche Feiern II, Ratisbona 1984,
7-65.
—, Apg 1,24 im Kontext der Weiheliturgie, «Zeitschrift für kat. Theo-
logie» 107-(1985)31-38.
Knoch, O., Die Funktion der Handauflegung im Neuen Testament,
«Liturgisches Jahrbuch» 30(1983)222-235.
Kretschmar, G., Die Ordination im frühen Christentum, «Freiburger
Zeitschrift für Philosophie und Theologie» 22(1975)35-69.
Legrand, H., Les ministéres de l'Église lócale, en Initiation a la prati-
que de la theologie II, París 1983, 181-273.
Lengeling, E.J., Die Theologie des Weihesakramentes nach dem Zeug-
nis des neuen Ritus, «Liturgisches Jahrbuch» 19(1969)142-166.
Lohfink, G., Die Normativitat der Amtsvorstellungen in den Pastoral-
briefen, «Theologische Quartalschrift» 157(1977)93-106.
Müller, A, Amt ais Kriterium der Kirchlichkeit? Kirchlichkeit ais Krite-
rium des Amtes?, en Theologische Berichte 9, Zurich 1980, 97-128.

358 359
símbolo real de Dios (cf. supra 1.3), este simbolismo se
acomoda perfectamente a la relación entre el varón y la
12. El sacramento del matrimonio mujer. El análisis del matrimonio como sacramento
puede iniciarse a partir de la reflexión de que la puber-
tad, el matrimonio, la sexualidad, el nacimiento están en
prácticamente todas las culturas vinculados a símbolos
religiosos.
Por otro lado, desde la perspectiva religiosa del ma-
trimonio surgen problemas más penetrantes y matiza-
dos. Un análisis profundo de la actuación de Dios en la
historia y de su revelación puede plantearse, como mí-
nimo, la pregunta de si Dios ha fundado instituciones
humanas o si más bien no ha dejado en manos de los
12.1. Introducción hombres los problemas de organización y se ha limitado
a proporcionar los impulsos de su voluntad hacia los
El matrimonio es «una relación jurídicamente re- caminos que deben tomar las instituciones y organi-
conocida entre dos personas de distinto sexo para una zaciones. Se puede y se debe preguntar, además, si a la
comunidad total de vida» 1 . Según la fe de la Iglesia ca- relación de pareja de que habla el Génesis se la puede
tólica, el matrimonio entre dos personas bautizadas es llamar matrimonio en el sentido en que hoy lo enten-
un sacramento. Por tanto, el matrimonio es punto focal demos.
en el que confluyen problemas de diversas dimensiones. De hecho, el matrimonio en cuanto institución ha
Dado que aquí sólo se tratará del sacramento, debere- experimentado tales cambios en el curso de la historia,
mos prescindir de ciertos aspectos que son, por lo de- que es preciso indagar si a lo largo de los siglos se ha
más, de gran importancia. Así, por ejemplo, no se abor- mantenido un núcleo estable que haya constituido algo
darán, en la perspectiva de la teología de los sacramen- así como la «esencia» del matrimonio. En cuanto insti-
tos, los temas de la sexualidad y de su calidad humana, tución jurídica, el matrimonio ha tenido sus fundamen-
ni la emancipación de la mujer, ni los problemas que tos históricos y sociales primariamente en el ámbito de
surgen de la cohabitación o vida en común de dos perso- la garantía de las relaciones de propiedad 2 . Así, en el
nas, ni el celibato y sus valores. terreno de la historia el matrimonio aparece en primer
Según la teología escolástica clásica, fue Dios mismo término como una comunidad de producción y una
quien instituyó el matrimonio en el paraíso. Así, pues, si unidad económica. La comunidad de vida está marcada
se quiere distinguir entre el orden de la creación y el de por el esquema patriarcal: a la mujer se la conceptúa
la redención, hay que decir que el origen del matrimonio como una propiedad adquirida; el fin del matrimonio
se encuentra ya en el orden de la creación. El Génesis consiste en engendrar descendientes masculinos; se con-
habla de forma sumamente expresiva del varón y de la sidera legítima la poligamia, aunque en la práctica es
mujer (1,27; 2,21-24) y si ya cada individuo puede ser un siempre poliginia; los privilegios del varón para mante-

1. A. Stein, en TRE II, 1982, 355. 2. H. Ringeling, ibídem, 351.

360 361
ner relaciones sexuales extramatrimoniales estaban
ción del matrimonio, impulsada desde el exterior por los
orientados al interés por tener hijos de sus concubinas,
movimientos de emancipación de la mujer5, fue desarro-
esclavas, etc. Esta concepción del matrimonio, perfecta-
llado, en el seno de las Iglesias cristianas, en la primera
mente atestiguada en el Antiguo Testamento, hunde sus
mitad del siglo XX, por teólogos y antropólogos aislados,
raíces —cuando se considera el matrimonio como una
entre los que merecen citarse, en el campo evangélico, a
institución fundada por Dios— en el orden mismo de la
Karl Barth y, en el campo católico, y sobre la base del
creación, y fue aceptada y practicada no sólo por hom-
personalismo cristiano, a Herbert Doms y Ernst Michel
bres corrompidos e inmorales, sino por los patriarcas del
(al principio con prohibición eclesiástica de publicar sus
pueblo de Israel 3 .
obras). Los lemas que defendían eran: total unidad de
En el cristianismo prevaleció hasta la época de la alma y cuerpo, personalidad con igualdad de derechos,
ilustración (Kant) y de su mentalidad basada en el dere- responsabilidad mutua. Las recientes teologías del matri-
cho natural una concepción del matrimonio de tipo pu- monio, así como las declaraciones del concilio Vatica-
ramente objetivo-práctico. Se definía la esencia del ma- no II, bosquejan cuadros ideales del matrimonio.
trimonio como un contrato cuyos fines se describían con
En contraste con ello, la realidad es que el presente
exactitud: generación y educación de los hijos, apoyo
se caracteriza por crisis profundas de la institución ma-
mutuo de los cónyuges y satisfacción ordenada de los
trimonial, de las que aquí citaremos solamente dos: la
impulsos sexuales. Esta definición expresaba también el
creciente incapacidad de vivir unas relaciones de pareja
punto de vista oficial del matrimonio de la Iglesia católi-
satisfactorias y la rápida pérdida de autoridad de la Igle-
ca hasta el concilio Vaticano II. La concepción del matri-
sia católica. La desvalorización de la institución jurídica
monio como una institución meramente jurídica crista-
del matrimonio y la separación entre las actividades se-
lizó bajo diversas formas, pero en ninguna de ellas se
xuales y el matrimonio han demostrado que la satisfac-
ponía en tela de juicio la afirmación de una posición de
ción de los impulsos sexuales no garantiza el éxito del
poder de tipo patriarcal.
amor 6 . El magisterio oficial de la Iglesia católica se
El tema de unas relaciones amorosas caracterizadas opuso y se sigue oponiendo (sobre todo bajo Juan Pa-
por la camaradería, la libertad y la afectuosidad en blo n) a estas tendencias 7 , pero pagando el precio de que
igualdad de derechos fue de la máxima importancia tan- su postura frente a los divorciados (Familiaris consortio,
to en el judaismo como en el cristianismo, pero en el 1981) y frente a la regulación de la natalidad (Humánete
tema del matrimonio esta idea sólo aparece incidental-
mente y no se consideraba que formara parte de su esen-
chogenetische Studien über Eheschliessungsvorgange vom 12. bis 15. Jahrhundert, Francfort
cia. Con el advenimiento del romanticismo, en el si- 1985; J. Goody, La evolución de la familia y del matrimonio en Europa, Herder, Barcelona
glo XIX (la «revolución de los sentimientos») se abrió 1986.
5. Este trabajo llevó, en el espacio de aproximadamente 80 años (por ejemplo, en Alema-
paso otra concepción del matrimonio basada en el amor, nia, desde el Código Civil a la reforma del derecho matrimonial de 1977 en la República
Federal) a un paulatino pero acusado retroceso de lo jurídico en el ámbito de los juicios
pero no logró imponerse ni en la Iglesia ni en la socie- morales.
dad 4 . El trabajo previo para una renovación de la concep- 6. Para el análisis de esta crisis, que amenaza no sólo al matrimonio, sino a toda relación
amorosa, cf., entre otros, J. Willi, Die Zweierbeziehung, Reinbek 1975; D. Claessens y otros,
Familiensoziologie, Konigstein 1980; N. Luhmann, Liebe ais Passion. Zur Codierung von
3. No entraremos aquí en el análisis de las evasivas teológicas de épocas pasadas (por Inlimitat, Francfort 1982; R. Sennen, Verfall und Ende des óffentlichen Lebens. Die Tyrannie
ejemplo, que Dios habría concedido dispensa a los patriarcas en los casos de poligamia). der Intimitdt, Francfort 1983; R.A. Johnson, Traumvorstellung Liebe. Der lrrtum des Abend-
4. Para la historia, cf. I. Weber-Kellermann, Die deutsche Familie. Versuch einer Sozialge- landes, Olten-Friburgo 1985; J. Willi, Koevolution. Die Kunst gemeinsamen Wachsens, Rein-
schichte, Francfort 51979; G. Duby. Ritter, Frau und Priester. Die Ehe imfeudalen Frankreich, bek 1985.
Francfort 1985; M. Schróter, «Wo zwei zusatnmenkommen in rechter Ehe...» Sozio- undpsy-
7. Para la posición evangélica, divergente, cf. H. Ringeling, en TRE IX, 353.

362 363
vitae, 1968) haya sido rechazada o ignorada por muchos la tierra», de «administrar y configurar amorosamente el
católicos y considerada como expresión de una dureza mundo como el hogar y casa paterna que les ha sido
carente de compasión. Donde la capacidad humana fa- destinado» 10 . La sociedad, la camaradería del varón y la
lla, se hace tanto más necesario fijar la mirada en el mujer no consiste, pues, en girar el uno en torno al otro
sacramento, sin que ello signifique, por supuesto, que y buscar la «plenitud», sino en entregarse a sus tareas
deba crear escisiones en el ámbito ecuménico. «Frente a siguiendo una misma dirección.
la definición tradicional de los fines del matrimonio y de Son de gran importancia para una teología del matri-
la teología biologista del derecho natural de la escolástica monio los textos viejotestamentarios en los que se des-
tardía, se acentúan ahora los valores personales y el ideal cribe el matrimonio, o respectivamente los esponsales,
del compañerismo del matrimonio, el amor mutuo de los como imagen y semejanza de las relaciones de Dios con
cónyuges como elemento normativo y como razón de su pueblo Israel (por ejemplo: Os 1-3; Jer 2,2; 3,1; Ez
ser; y, a través de la idea cristológica de la alianza, parece 16; 23; Mal 2,14-16). No les falta a estos textos aquella
también posible un entendimiento ecuménico sobre el tierna delicadeza, intimidad y ardiente emoción que for-
concepto del sacramento del matrimonio» 8 . man parte de una profunda comprensión del matrimo-
nio. Pero no debe extraerse de los textos más de lo que
contienen, pretendiendo deducir de ellos que la relación
12.2. Fundamentos bíblicos matrimonial, o respectivamente esponsalicia, equivalga
a una alianza concluida ante Yahveh y orientada a una
12.2.1. El Antiguo Testamento fidelidad permanente. Y aunque no han llegado hasta
nosotros ritos religiosos especiales para la celebración
Los pasajes del Génesis tienen una sorprendente del matrimonio, es muy importante el testimonio de una
densidad de contenido y un alto nivel, ya en el Yahvista, bendición de los padres a la esposa o a los cónyuges
que representa el estrato más antiguo de la tradición (Gen 24,60; Tob 11,17).
(2,21-24): la mujer y el varón han sido creados por Dios En tiempos de Jesús, la celebración del matrimonio
como compañeros con iguales derechos y destinados el tenía para el judaismo un aspecto jurídico y otro festi-
uno al otro como mutuo complemento. Según el Escrito vo 11 . El primer paso era una promesa de matrimonio,
Sacerdotal (l,26s), el varón y mujer fueron creados «a antes de que el novio (por término medio a los 18 años
imagen y semejanza de Dios» 9 . En este pasaje se afirma de edad) «adquiriera» a su esposa (en general de 12 años
la semejanza con Dios de todos los hombres (sin distin- y medio), lo que simbólicamente representaba la acep-
ción de sexos), en razón de su naturaleza humana. No tación del pueblo de Israel por su Dios. La conducción
puede deducirse de aquí una teología de la sexualidad y de la novia a la casa del esposo ponía término al pro-
el matrimonio, pero sí se dice que a todos los seres hu- ceso, que consistía en una gran fiesta familiar de varios
manos se les ha asignado la tarea de «asegurar y pro- días de duración. Desde el punto de vista estrictamente
teger el orden vital de la creación», de «ser modos de
manifestación y medio de revelación del poder divino en 10. Ibídem, 90.
11. H.-F. Richter, Geschlechtlichkeit, Ehe und Familie im Alten Testament und seiner
Umwelt, Berna-Francfort 1078; B. Reicke, en TRE IX, 319s; A. Tostato, II trasferimento dei
beni net matrimonio israelítico, «Bibbia e Oriente» 27(1985)129-148 (con bibliografía), impor-
8. Ibídem, 353s.
tante para evitar los clichés negativos; M. Hutter, Das Ehebruch-Verbot, «Bibel und Líturgie»
9. Para una explicación del hombre como imagen y semejanza de Dios, cf. E. Zenger,
59(1986)96-104 eucaristía.
Corres Bogen in den Wolken. Stuttgart 1983, 84-96. •

364 365
jurídico se trataba, sin duda, de un contrato, fundamen- de su voluntad y, por consiguiente, aquella separación
tado en la voluntad de los padres de los desposados. Por no puede estar prevista en una fórmula legal. Es induda-
varias razones le estaba permitido al hombre repudiar a ble que esta sentencia debió de tener repercusiones po-
su mujer, aunque en este caso tenía que devolver el sitivas sobre la posición de la mujer.
«precio de compra» que había pagado por ella. Para También la instrucción a los discípulos de Me
suavizar la dura situación en que se veía envuelta una 10,10-12 es una formación de la comunidad. En ella se
mujer repudiada, la Torah ordenó que se le extendiera considera el caso de un hombre que repudia a su mujer y
un «acta de divorcio», merced a la cual quedaba en li- se casa con otra, o el de una mujer que repudia a su
bertad para contraer nuevo matrimonio (Dt 24,1-4). marido y se casa con otro: en ambas hipótesis se trata de
adulterio. Evidentemente, aquí se ha repetido la senten-
cia de Jesús de la ilicitud de la separación (Me 10,9),
12.2.2. Jesús v la tradición de Jesús pero ahora en un ambiente etnicocristiano y, además,
con una formulación muy severa.
Jesús nunca puso en duda que la voluntad de Dios se En el sermón de la montaña figura la sentencia de
encuentra en la Torah, y así, cuando se planteaban cues- Jesús sobre la ilicitud de la separación (Mt 5,31s), unida
tiones legales, se preguntaba por el sentido último, pro- a la afirmación de que el hombre que despide a su mujer
fundo, radical de lo que la Ley decía 12 . En la sentencia mediante el acta de divorcio se hace culpable del nuevo
de Mt 10,9 par, se unen los pasajes de Gen 1,27 y 2,24 y matrimonio que ella contrae y, por tanto, de su adul-
se atribuyen a Dios la existencia y la indisolubilidad del terio; tenemos, pues, aquí, una toma de posición no a
matrimonio. Jesús no pretendió aquí desempeñar el pa- favor de la fidelidad conyugal sino a favor de las mu-
pel de nuevo legislador, sobre todo porque ante la pers- jeres, porque se apela a la especial responsabilidad de
pectiva de una pronta venida del reino de Dios que- los varones. Pero en el versículo 32 se añade la «cláusula
daban relativizadas todas las cuestiones sobre el matri- de fornicación»: evidentemente, la comunidad de Mateo
monio (Me 12,25 par.). se sabía «autorizada» en determinados casos —«forni-
En una escena compuesta por la comunidad (Me cación» significa a menudo en el Nuevo Testamento
10,1-9), en la que se insertó una sentencia auténtica de idolatría— a conceder excepciones respecto de la indiso-
Jesús (Me 10,9), se le pregunta si está permitido el re- lubilidad; no entendía, pues, la sentencia de Jesús en el
pudio. Pero él se negó a entrar en discusiones sobre sentido de una ley.
interpretaciones de la Ley. Cuando se expone aquí el En Mt 19,1-2 se repite la controversia de Me 10,1-9,
pasaje de Dt 24,1-4 como una concesión a hombres de pero ahora de tal modo que Jesús se viera forzado a
duro corazón, tal vez nos hallamos ante el telón de fon- tomar partido en la discusión rabínica 13 entre las escue-
do de la polémica antijudía de la primitiva comunidad las de Hillel (insistencia en las prerrogativas masculinas:
cristiana. En todo caso, todo ello concuerda bien con la el varón puede despedir a su mujer por cualquier mo-
intención de Jesús: dado que Dios quiere la unión per- tivo) y la de Sammai (limitaciones a los derechos del
manente de los cónyuges, toda separación va en contra hombre casado: el divorcio sólo está permitido en los
casos de adulterio y de conducta deshonrosa de la mu-

12. Para la interpretación sigue siendo importante V. Eid-P. Hoffmann, Jesús von Naza-
reth und eine chrisíliche Moral, Friburgo 31979, 109-146. 13. Más detalles en Z.W. Falle, en TRE IX, 315-317.

366 367
jer). Jesús rechaza ambas posiciones: interpreta la vo- origen del llamado «privilegio paulino»). Así, pues,
luntad de Dios a la luz de Gen 1,27 y 2,4, aunque acep- también Pablo ve la posibilidad de atenerse básicamente
tando, también aquí, la excepción de la «cláusula de a las instrucciones de Jesús, pero admitiendo al mismo
fornicación». tiempo algunas excepciones a la regla.
La sentencia de Le 16,18, que tal vez proceda del En ICor 7,25-38 el apóstol habla de los solteros. Pre-
mismo Jesús, vuelve a insistir en que toda separación, senta en este pasaje el matrimonio como un valor pa-
seguida de nuevo matrimonio, es adulterio. sajero (bajo la «reserva escatológica»). En su preferen-
Las tendencias que quieren ver en el matrimonio una cia por el estado del celibato pueden distinguirse dos
compañía de larga duración entre dos camaradas en motivos: en la tensa espera del fin ya próximo no merece
igualdad de derechos pudieron y pueden seguir invocan- la pena iniciar algo de larga duración, como es el matri-
do en su favor la autoridad de Jesús. Ello no obstante, monio. Además —dato importante para el caso personal
en la aplicación concreta del mensaje de Dios procla- de Pablo— las tareas misionales no dejan tiempo para
mado por Jesús pueden detectarse dos líneas, una más preocuparse por las cosas de este mundo. Ello no obs-
severa y otra más mitigada. tante, Pablo entiende que también casarse es bueno.
En las llamadas «tablas domésticas» del Nuevo Tes-
tamento se encuentran varias parénesis sobre el correcto
12.2.3. Pablo y la carta de los Efesios comportamiento mutuo entre hombre y mujer. De entre
ellas, tuvo una gran importancia para la teología matri-
En ICor 7 Pablo tomó posición respecto del matri- monial de la Iglesia el texto de Ef 5,22-33, aunque no
monio como reacción frente a ciertos círculos entusias- procede directamente de la pluma de Pablo. También
tas y ascéticos de los cristianos de Corinto procedentes este pasaje está condicionado por la mentalidad de
de la gentilidad que experimentaban ante el matrimonio aquella época, que daba por supuesta una autoridad del
y la sexualidad un temor de raíces religiosas (cf. ICor varón sobre la mujer; pero se les pide a los hombres que
7,1-9 y 36-38). Buscó razones que exculparan al uno y la amen a sus mujeres «como Cristo amó a la Iglesia y se
otra y las descubrió en la debilidad humana (cf. también entregó a sí mismo por ella» (5,25). Se explica con más
ICor 7,26-28). En ICor 7,10s cita la sentencia de Jesús detalle este amor (5,28-31) y se lo fundamenta en Gen
que declara la ilicitud de la separación para ambos cón- 2,23s, comparando la unión corporal de hombre y mujer
yuges, añadiendo, además, en el caso de la mujer, la con la unidad de los miembros del cuerpo de Cristo.
prohibición de contraer nuevo matrimonio. Dice el autor: «Gran misterio (mysterion: en la traduc-
En respuesta al temor de los casados cristianos de ción latina antigua sacramentum) es éste; lo digo respec-
quedar contaminados si mantenían relaciones sexuales to a Cristo y la Iglesia» (5,32). La interpretación más
con su cónyuge no cristiano, declara Pablo que el cón- probable de este difícil pasaje es que la unión de los
yuge cristiano «santifica» al no creyente y también a los cónyuges es imagen de la unión de Jesucristo con su
hijos (ICor 7,14). A tenor de las enseñanzas de Jesús, el Iglesia y (parenéticamente) así debe ser. Dicho con
cónyuge cristiano no puede separarse del no creyente; el otras palabras: aquella tensa espera próxima de Pablo se
no creyente sí puede, en cambio, separarse y, si lo hace, ha amortiguado aquí, los matrimonios se han convertido
el creyente queda en libertad para volver a casarse en práctica habitual también entre los cristianos y no
(ICor 7,12-16 en su conjunto; aquí se encuentra el sólo como concesión, sino con una función positiva de

368 369
imagen en el plan salvífico de Dios realizado en Jesucris- Al principio no se entendió que el celibato de Jesús
to. O bien: las nuevas relaciones que, según la predica- (de Juan Bautista, de Pablo) fuera un ejemplo que los
ción de Jesús, caracterizan al reino de Dios pueden vi- titulares de ministerios en la Iglesia debieran imitar for-
virse también en el pequeño círculo del matrimonio. zosamente (cf. ITim 3,2-12; Tit 1,6). Pero sí se planteó,
en algunos círculos eclesiales concretos, la pregunta de
cuántas veces le está permitido a un cristiano contraer
12.2.4. Otras declaraciones nuevo matrimonio (en el caso de la muerte del cónyuge,
cf. ibídem y ITim 5,9). Estaba difundida la opinión de
Los puntos de partida que para una teología del ma- que en la vida eterna con Dios no existía ya el matri-
trimonio ofrece el Nuevo Testamento muestran que el monio (Mt 22,23-29 par; ICor 7,29-31).
matrimonio tiene relevancia no sólo en el terreno de la
teología de la creación, sino también en la teología cris-
tológica, en la de la gracia y en la eclesiología. La com- 12.3. Documentación histórica
paración del matrimonio con las relaciones entre Dios y
su pueblo Israel encuentra su prolongación en la compa- 12.3.1. La evolución de la teología, de la liturgia y
ración de las relaciones de Jesús con su Iglesia, en las del derecho matrimonial
imágenes que describen a Jesús como el esposo y a la
salvación como un banquete nupcial. Es posible y desea- Del mismo modo que Jesús y Pablo se encontraron
ble contraer y vivir el matrimonio «en el Señor» (ICor con el matrimonio como una institución dada, respecto
7,39), de modo que sea camino de salvación con reper- de la cual tenían que adoptar una postura, también los
cusiones positivas sobre los cónyuges y sus hijos (ICor posteriores misioneros tuvieron que anunciar el evan-
7,12-16). gelio en sociedades en las que existía el matrimonio, el
Aparecen por doquier afirmaciones condicionadas derecho matrimonial y (en el mundo grecorromano) la
por la mentalidad de la época, que producen la impre- crisis de esta institución. Fueron particularmente impor-
sión de que el correcto comportamiento del hombre en tantes en la evolución de la Iglesia latina las concep-
el matrimonio es la preocupación activa, mientras que ciones romanas. La celebración del matrimonio tenía
de la mujer se espera la adaptación pasiva. Pero en la dos aspectos. El primero se insertaba en el derecho
visión teológico-religiosa esta concepción queda supera- natural, era materia perteneciente al derecho familiar.
da: aquí pueden descubrirse afirmaciones que hablan En esta perspectiva, la conclusión del matrimonio
también de igualdad (Gal 3,28; IPe 3,7). (sponsalia) se concebía como un contrato, como la ma-
En este contexto, el adulterio es el pecado, que no nifestación pública de una coincidencia de voluntades
sólo viola notablemente el orden (de propiedad), sino (pactio coniugalis). El segundo aspecto consistía en el
que destruye el carácter religioso de imagen transparen- inicio de una vida común (nuptiae). A este segundo
te que tiene el matrimonio. Jesús radicaliza la situación aspecto se le daba ya entre los romanos una significación
cuando declara que es adulterio no sólo la comisión del religiosa: el hogar doméstico era contemplado bajo una
acto delictivo, sino también el simple deseo (Mt 5,28). óptica plenamente religiosa. De ahí que, en el matri-
Pero con las personas concretas que se han hecho culpa- monio entre cristianos, se considerara que las nupcias
bles, hay que ser dulce y misericordioso (Jn 8,2-11). eran el lugar indicado para una bendición especial. Aun-

370 371
que son escasos los testimonios de la temprana época de monio, al que, de la mano de Ef 5,32, llamaba sacra-
los dos primeros siglos llegados hasta nosotros (según mentum, tanto el vínculo (vinculum) jurídico como el
Ignacio de Antioquía para casarse los cristianos necesi- símbolo religioso real (signum) que, en todo matri-
tan la aprobación del obispo; en Tertuliano aparece la monio, alude a la unión esponsalicia de Jesús con la
Iglesia como mediadora —conciliator— del matrimonio Iglesia y se consuma en el bautismo, en el que se realiza
y se menciona una benedictio especial en la eucaristía la incorporación en el cuerpo de Cristo. Por consiguien-
para los desposados), es muy probable que se adoptara te, los bienes (bona) del matrimonio ofrecen la siguiente
la oración de bendición judía, por la sencilla razón de secuencia: aparece en primer lugar la descendencia (bo-
que también en otras importantes ocasiones se impar- num prolis: Gen 2,23s, que sólo alcanza su plenitud en el
tían dichas bendiciones 14 . bautismo); figura a continuación la exclusiva fidelidad
En los siglos IV y V aparecen testimonios más abun- sexual (bonum fidei: Gen 2,23s, con la interpretación de
dantes. La concepción del matrimonio de los padres de Jesús) y, en tercer lugar, la consumación del amor na-
la Iglesia figura principalmente en sus explicaciones e tural en la santificación (bonum sacramenti: Ef 5,32).
interpretaciones de los textos bíblicos. Al matrimonio Apartándose de una dilatada tradición, que va desde
contraído de acuerdo con el derecho civil se lo considera Filón a Jerónimo, Agustín acepta que los primeros pa-
confirmado por Dios; al matrimonio monógamo, ha- dres tuvieron relaciones sexuales en el paraíso antes del
bitual en el derecho romano, se lo considera —a di- pecado original, de suerte que los actos matrimoniales
ferencia de este derecho— indisoluble, porque la son radicalmente buenos. Cierto que el pecado original
«unión» mencionada en el muchas veces citado pasaje introdujo un mal en este bien, a saber, la concupiscencia
de Gen 2,23s fue «instituida» por Dios. Se habla a me- o deseos desordenados, que entorpecen gravemente a la
nudo de la dimensión teológica del matrimonio, en razón. Sólo bajo estas circunstancias considera Agustín
cuanto imagen de la unión de Cristo y de su Iglesia. Y que es necesaria una causa que justifique el acto sexual;
así, se entiende el matrimonio positivamente como un para él, esta causa era la orientación a la descendencia.
valor que lleva a la salvación, si bien se proclama por En esta época el matrimonio seguía inserto en la es-
doquier la superioridad del celibato. Se aceptaban los fera del derecho civil, pero los testimonios indican que
puntos de vista de la Stoa sobre los fines del matri- ya se habían convertido en costumbre el rito de cubrir la
monio: está, en primer lugar, la generación de descen- cabeza con un velo (velado), las oraciones de súplica y
dencia; a continuación se menciona el amor, mediante el de bendición (benedictio), unidas, según el Liber
cual se supera el egoísmo y, en perspectiva cristiana, hay Praedestinatus III (de mediados del siglo v) a la celebra-
una imitación del amor de Jesús. ción de la eucaristía. El velo blanco de la esposa (to-
A la hora de enjuiciar la sexualidad practicada en el mado de la consagración de las vírgenes, sólidamente
matrimonio, los padres de la Iglesia tropiezan con al- testificada desde el siglo vi) simbolizaba la unión de
gunas dificultades. Deben mencionarse aquí especial- Jesucristo con su esposa, la Iglesia. También entraron a
mente las aportaciones de Agustín 15 . Veía en el matri- veces en la liturgia algunos ritos de origen pagano, como
la coronación (coronado) de la esposa y la unión de las
14. Sobre este punto cf. K. Stevenson. Nuptial blessing, Londres 1982; D. Dacquino,
Storia del matrimonio cristiano alia luce della Bibbia, Turín 1984. dos manos derechas (dextrarum coniunctio). Hacia el
15. Cf. las interpretaciones, más matizadas e imparciales, de E.Schmitt, Le mariage chré-
üen dans ioeuvre de saint Augustin, París 1983; P. Langa, San Agustín y el progreso de la
400 aparece también el testimonio de la existencia de
teología matrimonial, Toledo 1984. una Missa pro sponsis.

372
373
En las colecciones de cánones del derecho eclesiásti- yente Decretum Gratiani, aunque, según él, también es
co figuran, ya desde el siglo IV, ciertos impedimentos válido el matrimonio contraído ante las autoridades ci-
para el matrimonio, fijados por la Iglesia, en especial los viles. Hacia el 1200 aparece una celebración de matri-
provocados por la diferencia de religión y por el paren- monio religioso llevado a cabo mediante un rito desarro-
tesco sanguíneo. Respecto de la pregunta de si, a la llado ante la puerta de la Iglesia, en el que la oración del
muerte del cónyuge, el superviviente cristiano puede sacerdote ya no es optativa: «Que Dios os una» (Deus
volver a casarse una segunda y hasta una tercera vez, los coniungat vos), sino que declara indicativamente: «Yo
padres mantuvieron actitudes más bien restrictivas y os uno» (ego vos coniungo); a este rito seguía la celebra-
hasta negativas. La separación a causa de diferencias de ción de una eucaristía nupcial en el recinto de la iglesia.
religión (privilegium paulinum) está testificada varias A partir de aproximadamente el 1300 se celebraba tam-
veces, así como la motivada por adulterio. A menudo se bién en el interior la ceremonia nupcial.
toleró e incluso se autorizó en estos casos un nuevo ma- En el mundo de cuño germánico se seguía mante-
trimonio 16 , en ocasiones después de cumplir alguna pe- niendo el principio de que el matrimonio adquiere va-
nitencia impuesta por la Iglesia. lidez tras el primer acto sexual consumado y que sólo
En las Iglesias orientales se impuso, ya a comienzos este acto le confiere su carácter de indisoluble (teoría de
del siglo X, un punto de vista diferente. Aquí, para la la cópula). En el campo teológico este punto de vista
validez del matrimonio cristiano se exigía necesariamen- aparece por vez primera en Hincmaro de Reims (t 882).
te la bendición sacerdotal. Formaban parte del matri- La unión de un hombre y una mujer bautizados se con-
monio por la Iglesia el rito de las «aras» y el de la «co- vierte, mediante esta consumación matrimonial, en ma-
ronación». Con expresa referencia a Ef 5,32, en las Igle- trimonio sacramental indisoluble, incluso en el caso de
sias orientales separadas de Roma se considera, hasta el que tal unión se mantenga en secreto. Más tarde, esta
día de hoy, que el matrimonio contraído con bendición teoría de la cópula fue defendida por la importante es-
sacerdotal es un sacramento. cuela jurídica de Bolonia.
En el espacio eclesiástico occidental se impuso, a Frente a ella, también tuvo partidarios la teoría del
partir de la época franca, la tendencia a tomar bajo la consenso del derecho romano: la manifestación de la
protección de la Iglesia también el genuino acto consti- voluntad, la promesa inmediata de matrimonio (spon-
tutivo de la celebración del matrimonio. Dado que a los salia de praesenti), es la causa eficiente (causa efficiens)
sacerdotes se les tenía, en general, por personas dig- del matrimonio y la que le hace indisoluble. La consu-
nas de confianza, deseó Carlomagno que fueran ellos mación matrimonial tendría mero carácter complemen-
quienes se encargaran del «examen de los esposos», es tario. Para poder ser signo de la unión de Cristo con la
decir, de indagar la existencia de posibles impedimentos Iglesia, el matrimonio debe ser también consumado si
matrimoniales, así como de unir o casar a los cónyuges. los cónyuges son, por la fe, miembros de Jesucristo. Así
Ambas cosas exigía, a mediados del siglo xil, el influ- lo enseñaron, entre otros, Ivon de Chartres (t 1116),
Hugo de San Víctor (f 1114) y, con ellos, la importante
ía. Testimonios en H. Crouzel, en TRE IX.329. Para ia concepción del matrimonio en las escuela de París.
Iglesias orientales, cf. también R. Hotz (véase bibliografía I). 249s. Es falsa la afirmación de
que las Iglesias de Oriente permiten el divorcio y el nuevo casamiento. También ellas defien- El papa Alejandro m (t 1181), especialista en dere-
den con firmeza la indisolubilidad del matrimonio. Pero respecto del trato dispensado a las
personas cuyo matrimonio ha fracasado, se atienen al principio de la misericordia, que, a
cho canónico, esbozó una solución de compromiso que
tenor de la economía divina, tiene prevalencia sobre el principio del dogma. perdura hasta el día de hoy en el derecho canónico de la

374 375
Iglesia católica: es el consentimiento el que fundamenta matrimonial y de indisolubilidad). La bendición que el
un matrimonio verdadero y válido, pero sólo la consu- sacerdote imparte durante la celebración es sólo, para
mación matrimonial le hace absolutamente indisoluble. Tomás, un sacramental (cf. infra 13). A partir de aquí es
Mientras tanto, la reflexión teológica sobre los sacra- ya posible considerar a los contrayentes como verda-
mentos había conseguido una cierta clarificación. A me- deros «ministros» del sacramento del matrimonio. En
diados del siglo XII se había llegado ya a un concepto virtud de esta concepción, aún más acentuada por la
clásico firme y bien determinado del sacramento. En el fijación en el matrimonio como acto jurídico, se perdió
siglo XI Pedro Damiano (t 1072) enumeraba 12 sacra- la conciencia de que la celebración del matrimonio es,
mentos, entre los que mencionaba el matrimonio. Tu- en cuanto sacramento, liturgia de la Iglesia. En las Igle-
vo una gran importancia para fijar en 7 el número de sias de Oriente, en cambio, nunca se ha echado en ol-
los sacramentos la autoridad de Pedro Lombardo 17 vido esta perspectiva litúrgica.
(t 1160); también él admitía en este número al matri-
monio, al que consideraba signo sacro de una realidad
sacra. La controversia entre la teoría de la cópula y la 12.3.2. Declaraciones doctrinales anteriores al
del consenso tuvo reprecusiones sobre la pregunta de Vaticano II
cuándo se produce o realiza el sacramento. Según la
decisión de Alejandro ni, el matrimonio entre bauti- Entre los seguidores de los movimientos laicos y re-
zados, que se produce mediante consenso, es un verda- formistas del siglo XII hubo algunos que, por diversas
dero sacramento ya aunque no se haya consumado (con razones, negaron los sacramentos y los ritos de la Igle-
anterioridad a la consumación se habla de matrimonium sia. Frente a ellos, el II concilio de Letrán, del año 1139,
ratum et non consummatum). defendió la legitimidad de las nupcias contraídas ante la
Surgieron dificultades en la teología escolástica a la Iglesia (DS 718; Dz 367). Lo mismo hizo en 1184 el
hora de trasladar al matrimonio los conceptos de «ma- concilio de Verona: aquí, y por vez primera en un do-
teria» y «forma»18. Hubo importantes teólogos que ne- cumento oficial, se califica al matrimonio de «sacramen-
garon que el matrimonio, en cuanto sacramento, tuviera to» (DS 761; Dz 402).
un elemento material. También para Tomás de Aquino En la confesión de fe que se le propuso en 1267 al
tienen las palabras una excepcional importancia: el con- emperador bizantino, con el objeto de conseguir la
sentimiento mediante las palabras de presente (verba de reunificación de las Iglesias de Oriente y Occidente, se
praesenti) son causa eficiente y «forma» del sacramento decía:
del matrimonio. De ellas surge el vínculo matrimonial y
«Respecto del matrimonio, enseña (la Iglesia) que un hombre no
se crea una disposición que posibilita —en virtud de la puede tener a la vez varias mujeres ni una mujer varios hombres. Pero
institución divina— la recepción de la gracia de Dios. El si un matrimonio contraído conforme a derecho se disuelve por la
efecto (res) del sacramento se ve, por un lado, en el muerte de uno de los cónyuges, declara que es lícito contraer un se-
nivel de la significación (unión de Jesucristo con la Igle- gundo y un tercer matrimonio, sucesivamente, si no existen impedi-
sia) y, por otro, en el nivel de la obligación (de vida mentos canónicos o el matrimonio no puede celebrarse por alguna
otra razón» (DS 860; Dz 465).

En este mismo texto se enumera al matrimonio entre


17. J. Finkenzeller 1.123.
18. Ibídem, 140, 142. los siete sacramentos de la Iglesia.

376 377
En el decreto destinado a promover la unión con su distinción de un «regimiento» o «régimen» espiritual
Roma de los armenios separados, el concilio de Floren- y otro mundano o profano de Dios situaba Lutero al
cia enseñaba, en 1439, de la mano de Tomás de Aquino: matrimonio en esta segunda esfera. Alababa el celibato
como carisma concedido a unos pocos, que podían de-
«El séptimo sacramento es el del matrimonio, que es signo de la dicarse íntegramente a la oración y a la predicación del
unión de Cristo y la Iglesia, según el Apóstol que dice: Este sacramen- evangelio. A este punto de vista unía Lutero duros ata-
to es grande; pero entendido en Cristo y en la Iglesia (Ef 5,32). La
causa eficiente del matrimonio regularmente es el mutuo consenti-
ques contra la praxis eclesial de someter el matrimonio
miento expresado por palabras de presente. Ahora bien, triple bien se al derecho canónico, de reconocer los matrimonios se-
asigna al matrimonio. El primero es la prole que ha de recibirse y cretos, de aceptar el voto del celibato, etc. Pedía que la
educarse para el culto de Dios. El segundo es la fidelidad que cada celebración del matrimonio fuera pública y que la decla-
cónyuge ha de guardar al otro. El tercero es la indivisibilidad del
matrimonio, porque significa la indivisible unión de Cristo y la Iglesia.
ración del consentimiento, en cuanto causa y fundamen-
Y aunque por motivos de fornicación sea lícito hacer separación de to del matrimonio, se hiciera ante testigos. En caso de
lecho, no lo es, sin embargo, contraer otro matrimonio, como quiera adulterio, o de malicioso abandono por parte de uno de
que el vínculo del matrimonio legítimamente contraído es perpetuo» los cónyuges, permitía la disolución de un matrimonio
(DS 1327; Dz 702). de suyo indisoluble.
Esta misma idea compartía Melanchthon, que habla-
Los reformadores 19 combatieron la doctrina de la ba de acciones que pueden destruir un matrimonio per
Iglesia sobre el matrimonio a partir de dos elementos se indisoluble.
desencadenantes; a causa de la supravaloración eclesial El concilio de Trento, en su sesión vil del año 1547,
del celibato frente al matrimonio y a causa de la posición fijó en siete el número de los sacramentos de la Iglesia
dominante del derecho canónico. La afirmación de Lu- católica y citó entre ellos el del matrimonio (DS 1601;
tero de que el matrimonio es «asunto profano» o «mun- Dz 844). Enseñó también que por medio de los sacra-
dano» ha sido a menudo mal interpretada por los católi- mentos se produce una comunicación de la gracia (DS
cos. También para Lutero el matrimonio se fundamenta 1606-1608; Dz 849-851). En la sesión xxiv, del año
en el orden de la creación de Dios; los impulsos sexuales 1563, promulgó una «doctrina sobre el sacramento del
y el deseo de una unión matrimonial habrían existido matrimonio», con sus 12 cánones correspondientes. La
—y serían buenos— también antes del pecado original; doctrina, en lo esencial, dice así:
tras esta caída, el matrimonio sería una situación del
amor, de la cruz y de la fe. Pero no sería un sacramento, «El perpetuo e indisoluble lazo del matrimonio lo proclamó por
porque el Nuevo Testamento no contiene ninguna sen- inspiración del Espíritu divino el primer padre del género humano
tencia de promesa de Cristo en favor de un sacramento cuando dijo: Esto sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne.
del matrimonio. No obstante, a partir del orden de la Por lo cual abandonará el hombre a su padre y a su madre y se juntará
a su mujer y serán dos en una sola carne.
creación, el matrimonio sería un signo (parábola o com- »Que con este vínculo sólo dos se unen y se juntan lo enseñó más
paración) de la acción gratuita de Dios y un signo, tam- abiertamente Cristo Señor, cuando refiriendo, como pronunciadas por
bién ahora, de la unión de Cristo con sus miembros. En Dios, las últimas palabras, dijo: Así, pues, ya no son dos sino una sola
carne (Mt 19,6), e inmediatamente la firmeza de este lazo, con tanta
anterioridad proclamada por Adán, confirmóla él con estas palabras:
Así, pues, lo que Dios unió, el hombre no lo separe (Mt 19,6; Me
19. Para una primera información, cf. M.E. Schild, en TRE IX, 336-346, para Lutero y los
restantes reformadores. 10,9). Ahora bien, la gracia que perfeccionara aquel amor natural y

378 379
«Canon 7. Si alguno dijere que la Iglesia yerra cuando enseñó y
confirmara la unidad indisoluble y santificara a los cónyuges, nos la enseña que, conforme a la doctrina del evangelio y de los apóstoles
mereció por su pasión el mismo Cristo, instituidor y realizador de los (Me 10; ICor 7), no se puede desatar el vínculo del matrimonio por
venerables sacramentos. Lo cual insinúa el apóstol Pablo cuando dice: razón del adulterio de uno de los cónyuges; y que ninguno de los dos, ni
Varones, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a su Iglesia y se siquiera el inocente, que no dio causa para el adulterio, puede contraer
entregó a sí mismo por ella (Ef 5,25), añadiendo seguidamente: Este nuevo matrimonio mientras viva el otro cónyuge, y que adultera lo
sacramento grande es; pero yo digo, en Cristo y en la Iglesia (Ef 5,32). mismo el que después de repudiar a la adúltera se casa con otra, como la
«Como quiera, pues, que el matrimonio en la ley del evangelio que después de repudiar al adúltero se casa con otro, sea anatema.
aventaja por la gracia de Cristo a las antiguas nupcias, con razón
»Canon 8. Si alguno dijere que yerra la Iglesia cuando decreta que
nuestros santos padres, los concilios y la tradición de la Iglesia univer-
puede darse por muchas causas la separación entre los cónyuges en
sal enseñaron siempre que debía ser contado entre los sacramentos de
cuanto al lecho o en cuanto a la cohabitación, por tiempo determinado
la nueva ley. Furiosos contra esta tradición, los hombres impíos de
o indeterminado, sea anatema.
este siglo, no sólo sintieron equivocadamente de este venerable sacra-
«Canon 9. Si alguno dijere que los clérigos constituidos en órdenes
mento, sino que, introduciendo, según su costumbre, con pretexto del
sagradas o los regulares que han profesado solemne castidad, pueden
evangelio, la libertad de la carne, han afirmado de palabra y por escri-
contraer matrimonio y que el contraído es válido, no obstante la ley
to muchas cosas ajenas al sentir de la Iglesia católica y a la costumbre
eclesiástica o el voto, y que lo contrario no es otra cosa que condenar
aprobada desde los tiempos de los Apóstoles, no sin grande quebranto
el matrimonio; y que pueden contraer matrimonio todos los que, aun
de los fieles de Cristo» (DS 1979-1800; Dz 969-970).
cuando hubieren hecho voto de castidad, no sientan tener el don de
ella, sea anatema, como quiera que Dios no lo niega a quienes recta-
Respecto de la materia, la forma y el ministerio de mente se lo piden y no consiente que seamos tentados más allá de
este sacramento, que según la concepción escolástica aquello que podemos (ICor 10,13).
deben ser claramente perceptibles en los sacramentos, »Canon 10. Si alguno dijere que el estado conyugal debe antepo-
nerse al estado de virginidad o de celibato, y que no es mejor y más
no quiso el concilio hacer ninguna declaración. perfecto permanecer en virginidad o celibato que unirse en matri-
Los cánones dicen: monio, sea anatema.
«Canon 11. Si alguno dijere que la prohibición de las solemnidades
«Canon 1. Si alguno dijere que el matrimonio no es verdadera y de las nupcias en ciertos tiempos del año es una superstición tiránica
propiamente uno de los siete sacramentos de la ley del evangelio, e que procede de la superstición de los gentiles; o condenare las bendi-
instituido por Cristo Señor, sino inventado por los hombres de la Igle- ciones y demás ceremonias que la Iglesia usa en ellas, sea anatema.
sia, y que no confiere la gracia, sea anatema. «Canon 12. Si alguno dijere que las causas matrimoniales no tocan
»Canon 2. Si alguno dijere que es lícito a los cristianos tener a la a los jueces eclesiásticos, sea anatema» (DS 1801-1812; Dz 971-982).
vez varias mujeres y que esto no está prohibido por ninguna ley divina,
sea anatema.
»Canon 3. Si alguno dijere que sólo los grados de consanguinidad o
El concilio no sólo defendió la sacramentalidad y la
afinidad que están expuestos en el Levítico (18,6ss) pueden impedir eficacia de la gracia del sacramento, sino también las
contraer matrimonio y dirimir el contraído; y que la Iglesia no puede competencias de la Iglesia para regular, en su derecho
dispensar de algunos de ellos o estatuir que sean más los que impidan canónico, las cuestiones relativas a este sacramento 20 .
o diriman, sea anatema. Se destaca claramente la indisolubilidad del vínculo ma-
»Canon 4. Si alguno dijere que la Iglesia no pudo establecer im-
pedimentos dirimentes del matrimonio, o que erró al establecerlos,
trimonial. Dio pie a vivas discusiones, en el terreno de la
sea anatema. historia de los dogmas 21 , el canon 7: el concilio eligió
»Canon 5. Si alguno dijere que, a causa de herejía o por cohabi-
tación molesta o por culpable ausencia del cónyuge, el vínculo del 20. Cf. R. Lettmann, Die Diskussion über die klandestinen Ehen und die Einführung einer
matrimonio puede disolverse, sea anatema. zur Gültigkeií verpflichtenden Eheschliessungsform aufdem Konzil von Trient, Münster 1966;
»Canon 6. Si alguno dijere que el matrimonio rato, pero no consu- G. Baldanza, La grazia sacraméntale matrimonióle al concilio di Tremo, «Ephemerides Litur-
gicae» 97 (1983)89-140; A. Duval, Des sacrements (véase bibliografía I).
mado, no se dirime por la solemne profesión religiosa de uno de los 21. P. Fransen, Das Thema -«Ehescfteidung nach Ehebruch» auf dem Konzil von Trient.
cónyuges, sea anatema.

381
380
cuidadosamente fórmulas en virtud de las cuales se de- la Iglesia, la concepción católica del matrimonio entró
fendía la praxis católica contra la acusación de yerro; en conflicto con pretensiones de tipo socioestatal, como
pero no quiso condenar la praxis, más suave, de las Igle- las que se perfilan, por ejemplo, desde la injerencia del
sias orientales ni la doctrina de los padres reconocidos josefinismo en la totalidad de la jurisdicción matri-
por la Iglesia universal en que aquella praxis se apoyaba. monial hasta la introducción, en numerosos países, del
En la sesión xxiv, de 1563, promulgó el concilio el matrimonio civil obligatorio 23 .
decreto Tametsi para la reforma de la celebración del Entre las declaraciones que insistieron en la doctrina
matrimonio (extractos en DS 1813-1816; Dz 990-992). de la Iglesia sobre el matrimonio merecen destacarse la
Hasta este concilio, la Iglesia nunca había prescrito la encíclica Arcanum divinae sapientiae de León XIII, en
celebración religiosa del matrimonio con tal rigor: sin 1880 (DS 3142-3146; Dz 1853-1854), el CIC de 1917 y la
esta forma el matrimonio sería inválido. A la vista de los encíclica Casti connubii de Pío xi en 1930 (DS
numerosos matrimonios contraídos en secreto, en los 3700-3714; Dz 2225-2241).
que simplemente se ignoraba si alguno de los contrayen- Frente al hecho de que en la discusión teológica,
tes estaba ya válidamente casado, o si existían impedi- sobre todo en el siglo xx, se ha criticado duramente,
mentos matrimoniales, ordenó el concilio, en una dispo- bajo la presión de la mentalidad personalista y de la
sición disciplinar, que en adelante el matrimonio se cele- renovación bíblica, la concepción eclesial «cosificada»
brara en presencia del párroco (o de un sacerdote de- del matrimonio como un contrato, un juicio sereno y
bidamente autorizado) y de dos o tres testigos; el equilibrado no debería pasar por alto la enorme contri-
católico que no se atuviera a este deber formal, no po- bución de la Iglesia, mediante la idea del contrato, a la
dría contraer matrimonio válido 22 . emancipación de la mujer y a la liberación de ambos
Se fue formando así, a lo largo de quince siglos, una cónyuges respecto de las superpoderosas vinculaciones
sólida idea católica sobre el matrimonio. En el primer socioeconómicas de clan y estirpe. Y ello fue posible
milenio surgieron —aunque sin conexión mutua— la ce- precisamente porque insistió siempre en el libre acuerdo
lebración civil del matrimonio y la bendición litúrgica de la voluntad de ambos cónyuges y en un consentimien-
eclesial, aunque para los católicos resultaban obligato- to que, si era otorgado bajo presión o coacción, se consi-
rias ambas cosas, es decir, que la celebración fuera vá- deraba nulo.
lida y que hubiera bendición nupcial. Y dado que se
seguía entendiendo que para contraer matrimonio vá-
lido el elemento esencial era el consentimiento y que 12.3.3. El concilio Vaticano II y el nuevo Código de
éste era interpretado como un contrato, tanto la doctri- derecho canónico
na de la fe como el derecho eclesiástico siguieron afir-
mando que el contrato y el sacramento eran elementos Han sido numerosos los esfuerzos en pro de una vi-
inseparables. En el curso de la evolución contempo- sión teológica y religiosa renovada y profundizada del
ránea, con sus mezclas de confesiones religiosas y el cre- matrimonio que han hallado acogida en los documentos
ciente distanciamiento de muchas personas respecto de del concilio Vaticano II. Tras una primera petición, ya

«Concilium» 5(1970)343-348 eucaristía. Fransen sintetiza en este trabajo amplios estudios


anteriores. 23. Para esta evolución, cf. W. Moliniski, Theologie der Ehe in der Geschichte, Aschaffen-
22. Más detalladamente en R. Lettmann, o.c. burg 1976, 196-213.

382 383
expresada en la constitución sobre la liturgia a favor de recho canónico del «objeto del contrato» como entrega
una reelaboración y un consiguiente enriquecimiento recíproca «del derecho al propio cuerpo» tenía que ser
del rito del matrimonio (SC 77 y 78), la constitución forzosamente repudiada como cosificación verdadera-
dogmática sobre la Iglesia adoptó la siguiente postura mente inaceptable). Es cierto que el artículo dice que el
respecto de este sacramento: matrimonio se ordena a la generación y educación de los
hijos, pero tiene buen cuidado en evitar una jerarqui-
«Por fin, los cónyuges cristianos, en virtud del sacramento del ma- zación de los «bienes del matrimonio». Y así, para bus-
trimonio, por el que manifiestan y participan del misterio de la unidad
y del fecundo amor entre Cristo y la Iglesia (Ef 5,32), se ayudan
car un contrapeso a las anteriores concepciones biologis-
mutuamente a santificarse en la vida conyugal y en la procreación y tas, prefiere acentuar la importancia fundamental del
educación de los hijos y, por tanto, tienen en su condición y estado de amor (párrafo segundo) y describe, a partir de aquí, la
vida su propia gracia en el pueblo de Dios (cf. ICor 7,7). Pues de esta sacramentalidad del matrimonio cristiano. El resto del
unión conyugal procede la familia, en que nacen los nuevos ciuda-
artículo está destinado sobre todo a los deberes respecto
danos de la sociedad humana, que por la gracia del Espíritu Santo
quedan constituidos por el bautismo en hijos de Dios para perpetuar el de los hijos (con una breve frase en reconocimiento del
pueblo de Dios en el correr de los tiempos. En esta como Iglesia honor que merece el estado de viudez) y considera al
doméstica los padres han de ser para con sus hijos los primeros pre- matrimonio y la familia como testimonio «de la presen-
dicadores de la fe, tanto con su palabra como con su ejemplo, y han de cia viva del Salvador en el mundo».
fomentar la vocación propia de cada uno, y con mimo especial la
vocación sagrada» (LG 11). El artículo 49 habla del «amor auténtico entre ma-
rido y mujer en el matrimonio». Describe lo que este
El concilio expresó sus puntos de vista sobre el ma- amor es y causa, y constata que se expresa y se realiza de
trimonio y la familia también en otros pasajes 24 . Los singular manera en la auténtica realización del matri-
más importantes son los seis artículos (47-52) de la cons- monio. D e ahí que el concilio atribuya valor ético a los
titución pastoral Gaudium et spes. actos conyugales. La única —y perfectamente lógica—
El artículo 47 expresa su sincera alegría por los tra- cláusula de reserva dice: «ejecutados de manera verda-
bajos y esfuerzos que, en torno a la dignidad del matri- deramente humana» (que admite diferencias en cada
monio y de la familia, se están llevando a cabo, también uno de los participantes). A los cristianos de nuestro
fuera de la cristiandad, y menciona los graves peligros a tiempo pueden tal vez parecerles evidentes estas decla-
que están expuestas hoy día ambas instituciones. El ar- raciones conciliares. Pero muchas generaciones de ca-
tículo 48 elige, para designar el matrimonio, la palabra tólicos han sido educadas en una mentalidad que ve en
«alianza», intentando tal vez así distanciarse de la con- el matrimonio algo así como una incontinencia legali-
cepción jurídico-objetiva «cosificada» que se había ins- zada y necesitan tener, para cada acto matrimonial, una
talado en el primer plano en la Iglesia católica y se trans- razón moralizadora adicional. A esta concepción se en-
parentaba en la expresión especializada «contrato matri- frentaba el concilio. El artículo alude, en su parte final,
monial». Los partidarios de la palabra «contrato» fueron al hecho d e que el testimonio ofrecido por los cónyuges
definitivamente rechazados (la descripción que da el de- cristianos puede influir en el concepto de la opinión pú-
blica sobre el matrimonio. Llama también la atención
sobre la formación que, a su debido tiempo, debe dárse-
24. Por ejemplo LG 35 y 41, AA 10 y 29. GE 3, 6 y 8 y también GS 12, 61, 67 y 87. La les a los jóvenes en los temas relacionados con la educa-
síntesis que sigue se atiene a lo que he escrito en mi introducción al Kleines Konzilskompen-
dium 434-436. ción sexual.

384 385
El artículo 50 aborda el tema de la generación y este campo, si bien el ejercicio de dicho derecho debería
educación de los hijos que dominó, unilateralmente, du- adoptar urgentemente formas que no se limitaran al
rante siglos, la moral católica. No dice, ni directa ni análisis detallado del acto matrimonial, a dictar normas
indirectamente, que todos y cada uno de los actos matri- concretas para los cónyuges a través de los confesores,
moniales deban ordenarse, en cuanto tales, a la genera- etc. Todo el artículo se inserta en el contexto del proble-
ción de la prole. Lo único que dice es que el matri- ma de la regulación de la natalidad. Es bien sabido que
monio, en su conjunto, y en razón de su propia natura- las normas sobre esta materia —y siempre que ello no
leza, está orientado a la generación y educación de los afecte a la dignidad humana y a una vida ya engendra-
hijos. Los cónyuges están llamados, como dice la segun- da— no constituyen orientaciones dogmáticas sino sólo
da sección del artículo, a ser «cooperadores del amor instrucciones auténticas que los creyentes deben aceptar
creador» y «como sus intérpretes». Estas expresiones con aprobación interna, aunque no irrevocable.
muestran que los esposos no están sujetos a ciegas leyes El artículo 52 se consagra a la esencia de la familia, a
biológicas de la naturaleza ni deben abandonarse al azar las funciones de los hombres y a los deberes del Estado
en virtud de una confianza falsamante entendida en la respecto de ella. Las tres últimas secciones declaran que
divina providencia. El artículo menciona los factores las ciencias profanas deben preocuparse por las posibi-
que deben tenerse en cuenta para una paternidad res- lidades de la regulación de la natalidad, que los pastores
ponsable y llega a la conclusión de que son, en defini- deben apoyar y fortalecer a los esposos (nótese el tacto y
tiva, los propios cónyuges quienes pueden (y deben) de- la discreción de la fórmula) y, finalmente, que los cón-
cidir sobre la conveniencia (momento, número) de tener yuges deben ser fieles testimonios del misterio del amor
más hijos. La última sección del artículo recuerda, una de Jesucristo.
vez más, que el matrimonio no se orienta tan sólo a la Los textos conciliares y la carta apostólica de Juan
generación de los hijos y fundamenta precisamente aquí Pablo II Familiaris consortio de 1983, en la que se sinte-
—y con una alusión al amor de los cónyuges— el dere- tiza la tradición eclesial sobre el matrimonio, han sido
cho de los casados sin hijos a la plena realización del los cimientos del nuevo derecho canónico matri-
acto matrimonial. monial 25 . Merece la pena, en este punto, llamar la aten-
El artículo 51 analiza las dificultades con que muchas ción sobre algunos elementos de especial relevancia
veces tropieza una prole numerosa. Alude, con claras e teológica. También en el nuevo CIC se sigue entendien-
inequívocas expresiones, a los peligros de una plena do el matrimonio como un contrato y la vida matri-
continencia matrimonial. Traza firmes fronteras contra monial como una relación jurídica nacida de este contra-
el aborto o el infanticidio; evoca expresamente la espe- to. A su vez, el contrato se lleva a cabo mediante el
cial dignidad de la sexualidad humana y afirma, una vez consentimiento o unión de voluntades. Pero para indicar
más, que los actos realizados de acuerdo con esta digni- que el matrimonio no es sólo ni exclusivamente una re-
dad «merecen un máximo respeto». Dice además que, lación jurídica, sino también una realidad personal y re-
en una regulación responsable de la natalidad, la calidad ligiosa, el derecho canónico recurre al concepto de
ética del modo de actuar viene determinada no sólo por «alianza» ya usado en el concilio26: en virtud de esta
la sincera intención y apreciación de los motivos, sino
también por criterios objetivos. Se da así la razón de por 25. Cf., para esta materia, los autores en HKR y también K. Lüdicke (véase bibliografía
X).
qué la Iglesia reclama para sí el derecho a intervenir en 26. M. Kaiser, en HKR,731ss. Sigo a este autor debido a su notable precisión en los temas

386 387
alianza irrevocable, el varón y la mujer se entregan y se la dignidad y los deberes de su estado (canon 1134). Por
aceptan mutuamente (CIC 1983, canon 1057,2) y, de consiguiente, entre bautizados todo matrimonio válido
este modo, forman ambos un destino de vida común es a la vez Iglesia (canon 1055,2).
(canon 1055). Al describir esta alianza con giros propios Según esta concepción del derecho canónico que
del idealismo romántico, tales como «entrega mutua», el cuenta con sólidos fundamentos, el nuevo Código no
derecho canónico quiere dar a entender que todavía no toma posición respecto del problema del «ministro» del
se han entrado en el tema de las legítimas exigencias sacramento del matrimonio. De todas formas, para po-
«personales»: el matrimonio no puede significar que una ner esta señal de la alianza y para llevar adelante este
persona se transfiere o se traspasa a otra; más bien, cada género de vida se requiere una cierta cooperación minis-
una de ellas debe vivir en tal relación con la otra parte terial de la Iglesia 28 .
que le permita comportarse y realizarse como persona, El matrimonio religioso —o «matrimonio por la Igle-
pues en caso contrario la institución jurídica del matri- sia»— es la forma ordinaria y obligatoria de contraer
monio conservaría aquel carácter torcidamente humano matrimonio entre los católicos (canon 1117). En las Igle-
de privación legalizada de la voluntad. sias de Oriente esta forma consiste, desde épocas muy
Los «fines del matrimonio» aparecen en una secuen- antiguas, en la bendición litúrgica de los consortes. En la
cia distinta y se expresan con concepto parcialmente Iglesia de Occidente se concreta en el acto jurídico de
nuevos: el matrimonio se ordena, por su misma índole las preguntas y de las respuestas mediante las que se
natural, al bien de los cónyuges y a la generación y declara la mutua voluntad de entrega y aceptación (ca-
educación de la prole (canon 1055,1). non 1108,2). Pero no debe entenderse —con visión mi-
El nuevo derecho canónico mantiene, por supuesto, nimalista— que la participación ministerial oficial de la
con firmeza, la unidad e indisolubilidad del matrimonio Iglesia se reduzca al hecho de que la celebración del
como propiedades esenciales del mismo (canon 1056), matrimonio se hace en público 29 .
así como la idea de que en todo matrimonio válidamente El nuevo Código de derecho canónico ha reflexio-
contraído surge un vínculo que es, por su propia natura- nado mucho sobre el concepto de validez que, por la
leza, perpetuo y exclusivo (canon 1134). Pero, en virtud misma naturaleza de las cosas, está más indicado en un
de una cierta relativización de las propiedades esencia- acto jurídico y en una institución de derecho que en un
les 27 , la autoridad eclesiástica reclama para sí la potes- sacramento, ya que sólo un acto jurídicamente válido
tad de poder disolver matrimonios no consumados y no tiene efectos o repercusiones jurídicas, mientras que só-
contraídos sacramentalmente (cánones 1142-1150). lo Dios sabe si un sacramento produce los efectos de la
El derecho canónico considera el matrimonio no sólo gracia. Los presupuestos de la validez de un matrimonio
como contrato y como alianza, sino también como Igle- son capacidad para contraerlo —es decir, ausencia de
sia (canon 1055), como señal de la alianza de Dios con impedimentos — , voluntad de contraerlo por ambas par-
los hombres, señal de la alianza de Jesucristo con la tes y celebración conforme al derecho del mismo 30 .
Iglesia, que da a los esposos una especial fortaleza y una La suprema autoridad eclesiástica sigue reclamando
especie de consagración, para que puedan desempeñar

jurídico-canónicos, que llega hasta la cuidadosa selección de los vocablos a la hora de traducir 28. Ibidem, 739.
las nuevas normas del derecho eclesiástico. 29. Ibídem. 739s.
27, Ibídem, 736. 30. Debe consultarse el CIC para los detalles concretos.

388 389
para sí el derecho de declarar auténticamente qué im- ello es lógicamente aplicable al matrimonio entre perso-
pedimentos de derecho divino se oponen a la celebra- nas de diferente religión (canon 1129)32.
ción de un matrimonio (canon 1075,1), así como de esta- Pueden contraer matrimonio personas de diferente
blecer para los bautizados otros impedimentos (no de religión, previa licencia expresa de los ordinarios (canon
derecho divino, canon 1075,2). Respecto de los efectos 1124s), cuando ello no suponga amenaza para la fe del
jurídicos derivados, en el campo profano, de la celebra- consorte católico y éste se comprometa sinceramente a
ción del matrimonio personal, la autoridad eclesiástica hacer cuanto esté en su mano para bautizar y educar a
reclama competencias sólo en los casos en que uno de sus hijos en la religión católica (canon 1125,), se informe
los contrayentes es católico, porque la Iglesia de Jesu- en su momento al contrayente no católico sobre las pro-
cristo no se compone exclusivamente de la Iglesia católi- mesas que debe hacer la parte católica (ibídem, 2), am-
ca romana 31 . En los matrimonios entre no bautizados la bas partes hayan sido instruidas sobre los fines y propie-
Iglesia no reclama ninguna competencia. dades esenciales del matrimonio y ninguno de los dos los
Un matrimonio en el que al menos uno de los contra- rechace (ibídem, 3). No se permite una «doble celebra-
yentes está obligado a contraerlo en la forma establecida ción», aunque sí, ciertamente, una «celebración común»
por la Iglesia (un católico) sólo es válido, en principio, si ecuménica 33 .
el consentimiento se otorga ante el ordinario del lugar, o Según el derecho canónico, el matrimonio es absolu-
el párroco o —por delegación de éstos— ante otro sa- tamente indisoluble si se ha contraído válidamente se-
cerdote, o diácono, o incluso ante un laico (sobre esto gún la concepción de la Iglesia católica, ha sido consu-
último, cf. especialmente el canon 1112) y dos testigos mado y ambos cónyuges son bautizados. En efecto, se-
(canon 1108,1). Para los casos de necesidad se prevé gún la doctrina católica sólo es sacramento el matri-
igualmente la presencia de dos testigos (canon 1116,1). monio entre bautizados. «Sólo de la sacramentalidad le
Quienes han abandonado la Iglesia no están obligados a adviene al sacramento aquella firmeza que ya no con-
contraer matrimonio en la forma establecida por ella siente ninguna disolución» 34 . Algunos juristas opinan
(canon 1117). Es válido el matrimonio contraído entre que el sacramento del matrimonio se produce ya por el
un católico y un no católico perteneciente a una Iglesia simple hecho de que quienes se casan son personas
oriental que haya sido bendecido por un sacerdote no bautizadas, aunque no tengan fe 35 . Este problema se
católico (canon 1127). Si existen graves dificultades para plantea ante la situación —ciertamente grave para la
que un católico observe la forma canónica del matri- Iglesia— de que tras el fracaso de muchos matrimonios,
monio, puede ser dispensado de esta obligación algunos de los cuales fueron contraídos sin intención re-
(ibídem). Si este caso se da entre personas de diferentes ligiosa, y tras el divorcio y un nuevo matrimonio, hay
cultos cristianos debe instruirse a la parte no católica
sobre la significación de esta dispensa; debe, en efecto, 32. Para este conjunto de temas, de gran importancia práctica, cf. B. Primetshofer, en
HKR.788-793, y H. Heinemann, ibídem, 807.
saber que también mediante una celebración eclesial no 33. En la «doble celebración» se realizan (a la vez o por separado) los ritos de las dos
católica o simplemente civil —los novios pueden elegir confesiones, a cargo de cada uno de los titulares de cada Iglesia. En la «celebración ecumé-
nica» uno de los titulares lleva a cabo los ritos de una confesión, mientras que el titular de la
la forma, si bien sería preferible una celebración ecle- otra Iglesia toma parte activa en el servicio de la palabra. H. Heinemann, ibídem, 803s; M.
Kaiser, ibídem, 645.
sial— se contrae matrimonio válido y sacramental. Todo 34. H. Flatten, ibídem, 815. Merece la pena leer todo este trabajo.
35. Ibídem, ibídem, 816s. En sentido contrario, Th. Schneider, Zeichen (véase bibliogra-
fía I), 290s, afirma que para que haya sacramento se requiere la intención mínima de contraer
31. M. Kaiser, o . c , 746, que alude a LG 8. matrimonio como cristianos.

390 391
personas que recuperan sus sentimientos religiosos y de- una mujer; si le resulta difícil hacerlo con la primera con
sean que la Iglesia les permita recibir los sacramentos. que se casó, puede elegir como esposa a alguna de las
Se enfrentan aquí dos puntos de vista eclesiales, uno otras 41 .
más suave y otro más riguroso, absolutamente incon- Ante estas posibilidades de disolución, y ante el len-
ciliables36. guaje canónico, que recurre a expresiones como «dis-
Lo que a primera vista puede parecer un divorcio pensa papal», resulta difícil explicar por qué el derecho
eclesial, es en realidad, en la mayoría de los casos, la matrimonial y la teología parten de la idea de la existen-
constatación, por parte de las autoridades eclesiásticas, cia permanente —incluso en los casos más patentes de
de la nulidad de un matrimonio 37 . Pero hay también, de ruina y descomposición del matrimonio— del «vínculo
hecho, casos en los que la Iglesia disuelve matrimonios, conyugal». Es postura compartida con las Iglesias orien-
por ejemplo en los no consumados, mediante decreto tales separadas de Roma y también con los reformado-
papal de disolución38. En los matrimonios entre no res que hay que atenerse a la indisolubilidad del matri-
bautizados, uno de cuyos cónyuges recibe más tarde el monio y que el divorcio no puede convertirse en una
bautismo, puede disolverse el matrimonio, de acuerdo posibilidad legal para los cristianos. Pero, ¿no puede
con la interpretación que da la Iglesia al llamado «pri- llegar a adquirirse clara conciencia de que se han des-
vilegio paulino» (cf. supra 12.2.3), de modo que el con- truido los fundamentos de un matrimonio y que, por
sorte bautizado puede contraer válidamente un nuevo ende, ha desaparecido también, a una con ellos, el
matrimonio 39 ; los matrimonios no sacramentales vínculo conyugal?
pueden disolverse por decreto papal 40 . De especial im-
portancia para el llamado tercer mundo es la nueva re-
gulación canónica de la poligamia (el canon 1148 habla 12.4. Síntesis de la teología del matrimonio
de poliginia, pero, de acuerdo con el sentido, es aplica-
ble también a la poliandria): si un hombre abraza el La bibliografía sobre el sacramento del matrimonio
cristianismo, sólo puede seguir llevando vida marital con indica que, por un lado, predominan las obligaciones
legales (unidad e indisolubilidad) y que, por el otro,
36. Según la opinión católica más rigurosa, defendida por ejemplo por H. Flatten. ibídem aparece en primer plano, respecto del sacramento, la
817-819, que puede invocar en su apoyo las sentencias de Juan Pablo II, los católicos que se
divorcian y vuelven a contraer matrimonio «por lo civil» no están ciertamente excluidos de la
pregunta: ¿Qué les aporta a los consortes, qué efectos
Iglesia pero sí de los sacramentos de la penitencia y la eucaristía. Sólo se les puede permitir la de gracia causa? Aquí se pasa por alto, en muy buena
recepción de estos sacramentos a condición de que, en señal de arrepentimiento, prometan
vivir su nuevo matrimonio «como hermano y hermana». La ra2ón fundamental a favor de esta medida, que el sacramento del matrimonio es liturgia de
tesis es el temor al «efecto de ruptura de dique». Si la Iglesia comienza a ceder en su actitud,
se difundiría la idea de que acepta el divorcio y la consecuencia sería la multiplicación de
la Iglesia. Una vez admitido y entendido esto, la pregun-
matrimonios contraídos «a prueba». La opinión más suave es de que se analice cuidadosamen- ta sobre los «ministros» de este sacramento se plantea de
te, y caso por caso, si un matrimonio ha fracasado y si existen valores en el nuevo enlace, y
declara que la Iglesia debe descubrir caminos que posibiliten a los afectados un nuevo comien-
forma diferente a como se hace de ordinario en la litera-
zo ante Dios en el ámbito sacramental eclesial. Defiende esta postura Th. Schneider, o.c. tura sobre el tema. Quien realmente actúa en el sacra-
298-300, que aduce en su favor los puntos de vista de W. Kasper y K. Lehmann, Cf. supra,
nota 16: las Iglesias orientales se consideran autorizadas, en virtud de la preeminencia del mento es Cristo, que obra en la Iglesia por su Espíritu
principio de la misericordia (que es de origen divino) a dar muestras de la adecuada benig-
nidad.
para gloria de Dios Padre. Visto en su vertiente hu-
37. Para esto y para la vía procesal, cf. H. Flatten, o . c , 819-821.
38. Ibídem, 821s.
39. Ibídem, 822-824 (según los cánones 1143-1150). 41. Para la problemática relacionada con esta materia, cf. N. Bitoto Abeng, en EKL I,
40. Ibídem, 824-826. 1986, 971-974.

392 393
mana, en la liturgia de la celebración del matrimonio se mo permanente describe esta perdurable capacidad de
trata de un asentimiento consciente de ambos cónyuges, signo y el constante «ser Iglesia» y «edificar la Iglesia».
y de los asistentes a la ceremonia, a esta glorificación de Es justamente de aquí de donde se derivan tanto la in-
Dios que, en este caso concreto, acontece mediante el disolubilidad del matrimonio contraído por cristianos
matrimonio como «sacramento permanente», mediante creyentes como la unidad (monogamia) de este sacra-
el sacramento de la vida matrimonial, que se inicia con mento, características que no pueden demostrarse con-
las nupcias. Para poder lograrlo se precisa la bendición vincentemente sólo con argumentos de tipo racional. De
de Dios en el Espíritu Santo: el enlace matrimonial tiene estas consideraciones teológicas se deduce que el matri-
que tener forma epiclética. monio —al menos el matrimonio conscientemente sa-
En el siglo XX, y ante la división de la Iglesia en clero cramental— no puede construirse sobre un amor enten-
y laicos y de los asistentes a los actos litúrgicos en «dis- dido ante todo como sentimiento, emoción, simpatía,
pensadores», o «ministros», y receptores, a muchos lai- atracción. De acuerdo con la filosofía cristiana clásica, el
cos les resultaba interesante oír decir a los teólogos que amor debe concebirse más bien como acto de la volun-
no es el sacerdote quien les «administraba» el sacramen- tad iluminada por la razón. Así contemplado, el amor se
to del matrimonio, sino que se lo «administraban» a sí manifiesta, aparte de la decisión voluntaria con que se
mismos quienes se casaban (en contra de lo cual argüían inicia, sobre todo en la fidelidad.
los canonistas que nadie puede «dispensar» o «adminis- El efecto de la gracia del sacramento del matrimonio
trar» lo que todavía no tiene). Al sacerdote asistente al se orienta, pues, 1) a la significación religiosa y cons-
enlace matrimonial se le definía como «testigo de ciente y al ser Iglesia de acuerdo con las posibilidades
oficio». Considerar la celebración del matrimonio como individuales de los cónyuges, aspecto bajo el que se in-
liturgia no significa una nueva clericalización de la teo- cluye la fecundidad, puesta bajo la bendición de Dios,
logía matrimonial, en el sentido de que se deba desta- porque la prole deberá seguir construyendo la Iglesia; 2)
car más la figura del sacerdote como «ministro» o «dis- al acto de la voluntad —prolongado de por vida— de la
pensador» de este sacramento. Lo único que se quiere fidelidad. Allí donde las fuerzas humanas parecen ser
decir es que los consortes celebran conjuntamente esta demasiado débiles para alcanzar estos objetivos, el re-
liturgia, cuyo verdadero titular y sujeto es Jesucristo, cuerdo del sacramento declara que la gracia de Dios
que es una liturgia de la Iglesia, en la que, por consi- puede capacitar a la libertad humana para una autotras-
guiente (y fuera de los casos de necesidad) deben parti- cendencia 42 en la que el hombre se supera a sí mismo,
cipar también otros miembros de la Iglesia y que, por también cuando se halla vinculado a algo o alguien. Y,
tanto, debería constar, en razón de su misma esencia, no ademas, la fe confía en que será escuchada la epiclesis
sólo de la declaración pública del consentimiento sino que suplica que la protección de Dios no abandone a los
también de una súplica de bendición. consortes en el curso de su vida.
En esta liturgia de la celebración del matrimonio se
hace sensiblemente presente el amor de Dios a la hu-
manidad que, a su vez, ha encontrado su expresión «sa- " \£
cramental» en el amor de Jesucristo a la Iglesia. Precisa-
mente así es como se constituye la forma más reducida
de la Iglesia, la «Iglesia doméstica». El matrimonio co- 42. Así F. Bóckle, en Handbuch der christlkhen Elhik II, 117-135.

394 395
Bibliografía X Guzetti, G.B., // nesso contratto-sacramento nel matrimonio dei bat-
tezzati in un rícente dibattito, «Scuola Cattolica» 110(1982)211-253.
El sacramento del matrimonio Handbuch des kath. Kirchenrechts, Ratisbona 1983: M. Kaiser,
Grundfragen des kirchlichen Eherechts, 730-746; H. Zapp, Die
Aymans, W., Die Sakramentalitat christlicher Ehe in ekklesiologisch- Vorbereitung der Eheschliessung, 746-754; ídem, Die rechtliche
kanonistischer Sicht, «Trierer theol. Zeitschrift» 83(1974)321-338. Ehefáhigkeit und die Ehehindernisse, 755-756; B. Primetshofer,
Baldanza, G., La grazia sacraméntale matrimonióle al concilio di Tren- Der Ehekonsens, 765-782; ídem, Die Eheschiliessung, 782-795; H.
to, «Ephemerides Liturgicae» 97(1983)89-140. Heinemann, Die konfessionsverschiedene Ehe, 796-808, K.-Th.
Baltensweiler, H., Die Ehe ím Neuen Testament, Zurich 1967. Geringer, Die konvalidation der Ehe, 808-815; H. Flatten, Nichtig-
Bernhard, J., Le décret «Tametsi» du concile de Trente, «Revue de keitserklarung, Auflósung und Trennung der Ehe, 815-826.
droit canonique» 30(1980)209-234. Kasper, W., Zur Theologie der christlichen Ehe, Maguncia 1977.
Bóckle, F., Ehe und Ehescheidung, en Handbuch der christlichen Kliendienst, E., Partnerschaft ais Prinzip der Ehepastoral, Würzburgo
Ethik II, Friburgo 21979, 117-135. 1982 (también para la sacramentalidad).
Corecco, E., Die Lehre der Unternnbarkeit des Ehervertrages vom Kleinheyer, B.-von Severus, E.-Kaczynski, R., Sakramentliche Feiern
Sakrament in Lichte des scholastischen Prinzips «Gratia perficit, II, Ratisbona 1984, 67-156 (B. Kleinheyer, Riten um Ehe und Fa-
non destruit naturam», «Archiv für kath. Kirchenrecht» 143 milie).
(1974)374-442. Koch, G.-Breuning, W., Die Ehe des Christen. Lebensform und Sa-
Cottiaux, J., La sacralisation du mariage de la Genése aux incises Mat- krament, Friburgo 1981.
théennes, París 1982. Kramer, H., Ehe war und wird anders, Dusseldorf 1982.
Christen, E., Ehe ais Sakrament, en Theologische Berichle 1, Zurich Kruse, H., Eheverzicht im Neuen Testament und in der Frühkirche,
1972, 11-68 (con bibliografía). «Forum kath. Theologie» (1984)94-116.
Dacquino, D., Storia del matrimonio cristiano alia luce della Bibbia, Langa, P., San Agustín y el progreso de la teología matrimonial, To-
Turín 1984. ledo 1984.
Desserprit, A., Le mariage, un sacrement, París 1981. Lettmann, R., Die Diskussion über die klandestinen Ehen und die
Die Zukunft der Ehe in der Kirche, «Concilium» 9(1973), n.° 8-9. Einführung einer zur Gültigkeit verpflichtenden Eheschliessungs-
Duss-von Werdt, J., Theologie der Ehe. Der sakramentale Charakter form auf dem Konzil von Trient, Münster 1966.
der Ehe, en MS IV/2, 1973, 422-449. Lüdicke, K., Eherecht, Essen 1983.
Eid, V.-Vaskovics, L. (dirs.), Wandel der Familie, Zukunft der Fa- Malone, R.-Connery, J.R. (dirs.), Contemporary perspectives on
milie, Maguncia 1982. christian marriage, Chicago 1984.
Engelhardt, H. (dir.), Die Kirchen und die Ehe, Francfort 1984 (con Mieth, D., Ehe ais Entwurf, Maguncia 1984 (también las vidas en
las normas jurídicas de la Iglesia católica, evangélica, ortodoxa, común no matrimoniales).
anglicana y la legislación de derecho civil). Molinski, W., Theologie der Ehe in der Geschichte, Aschaffenburg 1976.
Evdokimov, P., Sacramento del amor. El misterio conyugal a la luz de Nautin, P., Le rituel de mariage et la formation des Sacramentaires
la tradición ortodoxa, Barcelona 1966 (original: Sacrement de l'a- Léonien et Gélasien, «Ephemerides Liturgicae» 98(1984)425-457.
mour, París 1962). Ott, D., Christliche Ehe heute, Francfort 1983.
Fransen, P., Das Thema «Ehescheidung nach Ehebruch» auf dem Pannenberg, W., Anthropologie, Gotinga 1983, 415-431 (con biblio-
Konzil von Trient «Concilium» 5(1970)343-348 (con bibliografía: grafía).
se trata de una síntesis de estudios anteriores más amplios). Pesch, R., Freie Treue. Die Christen und die Ehescheidung, Friburgo
—, Hermeneutics of the councils, Lovaina 1985, 126-197 (investi- 1971.
gaciones sobre la doctrina tridentina del matrimonio), Rahner, K., Die Ehe ais Sakrament, en Schriften VIII, 1967, 519-540.
van Gansewinkel, A., Ehescheidung und Wiederheirat in neutestament- Ratschow, C.H. y otros, Ehe, Eherecht, Ehescheidung, en TRE IX,
licher und moraltheologischer Sicht, «Theologie und Glaube» 1982, 308-362 (con bibliografía).
76(1986)193-211 (con bibliografía). Reinhardt, K.-Jedin, H. (dirs.), Ehe, Sakrament in der Kirche des
Gregg, R.C., Die Ehe. Patristische und reformatorische Fragen, «Zeit- Herrn, Berlín 1971.
schrift für Kirchengeschichte» 96(1985)1-12. Richter, K.-Plock, H.-Probst, M., Die kirchliche Trauung, Friburgo
Grimm, R., L'institution du mariage, París 1984. 1979.

396 397
Ritschl, D. y otros, Ehe, Ehescheidung, en EKL I, 1986, 956-985 (con
bibliografía).
Ritzer, K., Formen, Riten und religióses Brauchtum der Eheschlies-
sung in den christlichen Kirchen des ersten Jahrtausends, Münster 13. Los sacramentales
2
1981.
Schillebeeckx, E., Le mariage, París 1966 (fundamental).
Schmalzle, U.F., Ehe und Familie im Blickpunkí der Kirche, Friburgo
1978.
Schmitt, E., Le mariage chrétien dans l'oeuvre de Saint Augustin. Une
théologie baptismale de la vie conjúgale, París 1983.
Sequeira, J.B., Tout mariage entre baptise's, est-il nécessairement sacra-
menten, París 1985.
Stevenson, K., Nuptial blessing. A study of christian marriage rites,
Londres 1982.
Verspieren, P., Le mariage, un sacrement?, en Initiation á la pratique
de la théologie, IV, París 21984, 421-442.
Vogel, C , Le role du liturge dans la formation du lien conjugal, «Re- El concepto de «sacramentales» se remonta al si-
vue de droit canonique» 30(1980)7-27. glo XII y surgió en el curso de las reflexiones en torno al
Weber, L.M., Mysterium magnum, Friburgo 1964. concepto de sacramento. Cuando se fijó en 7 el número
de los sacramentos, se dio el nombre de «sacramentales»
a ciertas acciones litúrgicas que estaban muy próximas a
aquéllos (por ejemplo, la bendición o consagración del
agua para el bautismo, de varios óleos para las unciones,
del altar para la eucaristía), a las que se profesaba gran
veneración, pero que no se hallaban en la lista de los
sacramentos1. Se quiere indicar así un cierto parecido o
parentesco con estos útimos. En la Constitución sobre la
liturgia ha explicado el Vaticano II lo que se entiende
por sacramentales con las siguientes palabras:

«La santa madre Iglesia instituyó, además, los sacramentales. És-


tos son signos sagrados creados según el modelo de los sacramentos,
por medio de los cuales se expresan efectos, sobre todo de carácter
espiritual, obtenidos por intercesión de la Iglesia. Por ellos, los hom-
bres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se
santifican las diversas circunstancias de la vida.
»Por tanto, la liturgia de los sacramentos y de los sacramentales
hace que, en los fieles bien dispuestos, casi todos los actos de la vida
sean santificados por la gracia divina que emana del misterio pascual
de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, del cual todos los sacra-

1. M. Lohrer, Sacramentales, en Sacramentum Mundi IV, Herder, Barcelona 31986,


157-164; aquí 160s: aspectos históricos.

398 399
mentos y sacramentales reciben su poder, y hace también que el uso ligros: 1) La tentación de dividir dualistamente la
honesto de las cosas materiales pueda ordenarse a la santificación del creación de Dios en un ámbito sacro y otro profano, y de
hombre y a la alabanza de Dios» (SC 60-61). sacralizar el mayor número posible de cosas. 2) La su-
perstición de que los hombres que se entregan volun-
Los sacramentales tienen su origen en el judaismo 2 , tariamente a los poderes malignos pueden desencade-
en la alabanza a Dios, que finaliza con la súplica de narlos, creando así un poder peligroso independiente,
bendición. El Antiguo Testamento no presenta a Dios que debería conjurarse por medios rituales. 3) La su-
como el único que imparte la bendición; habla también perstición de que la bendición puede introducir en los
de hombres que bendicen, es decir, hombres que, tras la hombres y en las cosas corpóreas una fuerza mágica po-
actualización agradecida de las pruebas del poder de sitiva.
Dios, se saben dependientes de la bendición divina y Aunque los reformadores se pronunciaron enérgica-
suplican que siga manteniendo su actuación salvífica mente contra las supersticiones y las erróneas interpre-
concreta. Estas bendiciones adoptaron ya en la época taciones, en la cristiandad reformada se han conservado
viejotestamentaria una forma estilizada. Las fórmulas numerosas bendiciones sobre las personas y las cosas.
de bendición no se refieren sólo a las personas, sino No se rechaza que la palabra pueda reforzarse mediante
también a las cosas, como la comida, la bebida, los cam- gestos 4 . Aparecen así bendiciones litúrgicas que los
pos y las cosechas. En definitiva, todos los deseos de hombres expresan recurriendo a las fórmulas predilectas
bendición se ordenaban a una vida rica y abundante de Núm 6,24-26 y 2Cor 13,13, así como las consagracio-
que, para los hombres creyentes, no es otra cosa sino la nes de las iglesias5. Las Iglesias separadas de Oriente
participación en la vida misma de Dios. superan a la Iglesia romana en el uso del signo de la
Como herencia del judaismo, también el Nuevo Tes- cruz, del óleo bendito, del incienso y del agua bendita.
tamento conoce, desde los tiempos de Pablo, abundan- El nuevo CIC 6 marca con una fórmula que apareció
tes y estilizados deseos de bendición. Al deseo de bendi- por vez primera en el lenguaje oficial en la encíclica
ción judía de la «paz» se añadía el cristiano de la «gra- Mediator Dei, de 1947 (DS 3844), la diferencia entre los
cia». Como evidente trasfondo teológico figura, tanto en sacramentos y los sacramentales: los sacramentales no
el Antiguo como en el Nuevo Testamento, la convicción actúan ex opere opéralo, es decir, en virtud de la obra
de la eficacia de la palabra. Ha quedado también pro- salvífica de Jesús actualizada, sino ex opere operantis
fundamente impreso en el Nuevo Testamento el deseo Ecclesiae (por intercesión de la Iglesia) (CIC 1983, ca-
de la bendición consistente en la participación de la vida non 1166). Habría que añadir aquí, obviamente, que la
de Dios. No otra cosa quiere decirse con la palabra «gra- intercesión de la Iglesia sólo puede alcanzar su objetivo
cia». por la fuerza del Espíritu Santo que la mueve a la
Sobre este fundamento bíblico se desarrolló en la oración.
historia del cristianismo una multitud de consagraciones
y bendiciones 3 , en las que siempre amenazaban tres pe- mos que, a pesar de estar siempre formulados en tono imperativo, no son sino una oración de
súplica de la Iglesia en favor de un enfermo, ibídem, 275-291. Una breve exposición histórica
en D. Power, Die Segnung von Gegenstanden, «Concilium» 21(1985)96-106.
2. R. Schmid, Segnen und Weihen in derBibel, en J.Baumgartner(dir.), Glaubiger Umgang
4. J.G. Davies, en TRE V, 1980, 565.
mitder Weh, Zurich-Friburgo 1976,13-29; P. Scháfer, e n T R E V, 1980,560-562; I. Nowell, Der
5. Cf. ibídem, 568s, una exposición informativa sobre la consagración de templos e iglesias
narrative Kontext von «Segen» im Alten Testamenta «Concilium» 21(1985)81-88.
desde el siglo VIII.
3. R. Kaczynski, en B. Kleinheyer y otros, Sakramentaliche Feiern II, Ratisbona 1984,
6. Las líneas que siguen se apoyan en H.J.F. Reinhardt, en HKR, 836-839.
233-274. Tiene razón este autor cuando excluye del análisis de los sacramentales los exorcis-

400 401
El CIC concede una gran importancia a las compe- nidad sacramental. Por lo demás, el nuevo Código no
tencias de la Sede Apostólica en el ámbito de la correcta ofrece dudas sobre el hecho de que también los laicos
utilización de los sacramentales (canon 1167). pueden impartir bendiciones.
El lenguaje eclesial sobre los sacramentales presenta Evidentemente, la invocación a Dios en las bendicio-
ciertas complicaciones. De acuerdo con la tradición, se nes no añade algo «más» por la circunstancia de que sea
distingue entre consagraciones y bendiciones. La consa- un sacerdote quien la hace. Incurriría en concepciones
gración significa que determinadas personas, cosas o lu- mágicas quien creyera que debe atribuirse mayor efica-
gares son apartadas de una finalidad puramente munda- cia a la bendición papal que a la que los padres, por
na y quedan orientadas, como signos, a solo Dios. La ejemplo, pronuncian sobre sus hijos.
bendición se refiere a una súplica de la Iglesia, que pide La edición romana del Libro de las bendiciones del
la bendición salvífica de Dios a favor del bendecido. año 1984 incluye notables afirmaciones teológicas y
Explicado con ejemplos: son lugares consagrados las prácticas 7 . Ve en las bendiciones el reconocimiento de
iglesias, los cementerios; son cosas consagradas los al- que todas las cosas están henchidas de la presencia salví-
tares, las campanas; son personas consagradas los fica de Dios. Se esfuerza por interpretar las bendiciones
abades y abadesas. Pueden ser lugares bendecidos la como liturgia de la Iglesia cuando expresa el deseo de
casa, los campos; personas bendecidas, los enfermos, los que estén acompañadas al menos de un servicio de la
ancianos, los desposados; cosas bendecidas, los auto- palabra y de una oración en común. En ningún caso es
móviles, las hortalizas, los frutos, etc. suficiente una simple señal de la cruz. Debe evitarse
El CIC de 1983 utiliza los siguientes conceptos: la hasta la más mínima impresión de que se trata de una
consagración de personas acompañada de una unción, especie de transferencia de poderes. Sólo deben bende-
se llama consecrado; la consagración de lugares y cosas, cirse las cosas que pueden dedicarse a usos lícitos y no
acompañada también de unción, se llama dedicado; la aquellas cuya finalidad sea ambigua. Así, se prohibe
consagración (cambio de una finalidad meramente pro- bendecir las armas (del mismo modo que ya en 1947 se
fana) de personas, lugares y cosas no acompañada de había prohibido la bendición de emblemas políticos).
unción se llama benedictio (constitutiva). Estas consa- No debe entenderse —como se hacía en el pasado— que
graciones y dedicaciones sólo pueden ser realizadas vá- las bendiciones de los laicos, a diferencia de las bendi-
lidamente por los obispos, así como por los presbíteros ciones eclesiásticas, tengan carácter meramente pri-
que tengan permiso expreso para ello (canon 1169, vado.
1206s). La razón es, evidentemente, que en estas accio- Así, pues, en una perspectiva teológica los sacra-
nes se ejerce la autoridad de la Iglesia. Los obispos mentales no son meros signos. Son acciones litúrgicas,
pueden suprimir la bendición otorgada, es decir, pueden cuya estructura fundamental es la epiclesis (o la anam-
reducir a usos profanos cosas antes bendecidas o dedica- nesis y la epiclesis)8. Cuando las cosas y los lugares son
das (por ejemplo, cuando se procede a la venta de una incluidos en el acontecimiento dialógico entre Dios y los
iglesia). hombres, se expresa con ello el cuidado por los bienes
Las restantes bendiciones son benedictiones (invoca-
tivae). Las imparten el obispo o respectivamente el pá-
7. Cf., sobre este punto, el comentario de J. Lligadas en «Concilium» 21(1985)149-156.
rroco, los sacerdotes y diáconos autorizados para ello 8. J.-M.R. Tillard, Segen, Sakramenlalilat una Epiklese, «Concilium» 21(1985)140-149.
cuando van unidas a la predicación o a alguna solem- Con la bendición, la súplica al Espíritu Santo queda como estampada en un sello.

402 403
de la creación, pero también la fe en que todos estos
bienes creados glorifican, a una con los hombres, al Dios
que está presente en su mismo centro. índice de nombres

Bibliografía XI

Los sacramentales

Baumgartner, J. (dir.), Glaubiger Umgang mit der Welt. Die Segnun-


gen der Kirche, Zurich-Friburgo 1976.
Bommes, K., en H. Luthe (véase bibliografía I), 597-671.
Jorissen, I.,-Meyer, H.B., Zeichen und Symbole im Gottesdienst, Inns-
bruck 1977 (especialmente sobre el tema de las bendiciones).
Jounel, P., Las bendiciones, en A.G. Martimort (dir.), La Iglesia en Adam, A. 131 Barth, G. 138 159
oración, Herder, Barcelona 31987, 835-860. Agustín, san 20 24 42 52s 57 69s 74 Barth, K. 61 117 363
Kaczynski, R., Die Benediktionen, en B. Kleinheyer-E. von Severus- 76 80 83ss 86 117 119 122 148 152 Basilio, san 146
R. Kaczynski, Sakramentliche Feiern II, Ratisbona 1984, 233-274.
175 204 207 238 246 372s Bátzing, G. 233 252
Kleinheyer, B., Heil erfahren in Zeichen, Munich 1980.
Alberto Magno, san 71 121 284 Baudler, G. 132
Machí der Segnung, Segnung der Machí, «Concilium» 21(1985), n.° 2.
Reinhardt, H.J.F., Die Sakramentalien, en HRK, 836-839. Alejandro ni 208 375s Baumer, I 134
Schafer, P.-Deichgraber, R.-Davies, J.G., Benediktionen, en TRE V, Álvarez Gutiérrez, C.G. 302 Baumgartner, J. 404
1980, 560-573. Amato, A. 286 Báumler, C. 286
Westermann, C , Der Segen in der Bibel und in Haldeln der Kirche, Ambaum, J. 64 131 Becker, J. 29
Gütersloh 1981. Ambrosio, san 77 197 202s 325 Becker, K.J. 238 355
Amougou-Atangana, J. 172 Beda, san 206 293
Angenendt, A. 77 80 98 112 114 Beeck, F J . van 132
145 152 158s 165 197 205s254 268s Beinert, W. 53 56ss 59 61 134 254
286 357 347
Aubin, P. 159 Benrath, G A . 283
Auer, J. 132 Berengario de Tours 207
Auf der Maur, H.J. 117 Bernhart, J. 286
Austin, J.L. 101 Bertsch, L. 130
Averbeck, W. 252 Betti, U. 355
Aymans, W. 396 Betz, J. 194 200 214 220 224 229
250ss 254
Baciocchi, J. de 136 Betz, O. 290
Baldanza, G. 381 396 Bezzel, E. 279
Baltensweiler, H. 396 Biemer, G. 132 172
Balthasar, H.U. von 28 58 229s Bieritz, K.H. 198
233s Bitoto Abeng, N. 393
Barlea, O. 349 355 Blank, J. 258 357
Barral-Baron, N. 172 Blumenberg, H. 101

404
405
Bóckle, F. 395s Crouzel, H. 359 374 Fahey, M.A. 137 Ghirlanda, G. 356
Bode, F.J. 252 Cunningham, A. 237 355 Faivre, A. 356 358 Giraudo, C. 195 197s 253 255
Boff, L. 26 132 Falk, Z.W. 367 Glade, W. 132
Bommes, K. 404 Chauvet, L.M. 100 132 134 Farnedi, G. 158 356 Glásser, A. 137 249
Bornkamm, G. 52 Christen, E. 396 Feckes, C. 53 58 Goody, J. 363
Borobio, D. 132 134 Feld, H. 252 Gregg, R.C. 396
Bosshard, St.N. 232 249 252 Dacquino, D. 372 396 Felmy, K.Ch. 252 Greshake, G. 255 301 356
Bourgeois, H. 158 Dalmais, I.H. 134 Feneberg, R. 252 Grillmeier, A. 48
Bouyer, L. 186 Daniélou, J. 37 Ferrari, G. 172 Grimm, R. 396
Brachel, H . H . 94 Dantine, J. 137 Feuillet, A. 255 Gross, K. 163
Breuning, W. 397 Dassman, E. 357 Fiedler, P. 255 Grótzinger, E. 253
Brinkman, B.R. 134 Davies, J.G. 401 404 Filón de Alejandría 373 Guillermo de Auvernia 269
Brosseder, J. 158 Deissler, A. 356 Finkenzeller, J. 32 58 67 69 74s 80ss Guillermo de Melitona 269
Browing, R.L. 132 Dekkers, E. 196 254 83 90s 106 118 124 126 132 376 Guilluy, P. 287
Brunner, P . 61 Delhaye, P . 356 Fiorenza, F . P . 25 Guitmundo de Aversa 208
Buber, M. 29 Delumeau, J. 287 Fischer, B. 358 Guzetti, G.B. 397
Buenaventura, san 71 270 284 Delling, G. 159 181 25¿ Flatten, H. 391s 397 Gy, P.M. 133
Bultmann, R. 61 Denis, H. 65 132 Fleming, T.L. 287
Bürki, B. 252 Desserprit, A. 396 Frankemólle, H. 181 193 255 Hágele, G. 287
Burnish, R. 159 Doms, H. 363 Fransen, P . 135 318 322 325ss 342s Hahn, F. 161
Dooley, C. 287 381s 396 Hainz, J. 356
Cabié, R 133 253 Dóring, H. 61 357 Frend, W . H . C . 287 Halleux, A. de 172
Calvino, J. 85 216 218 273 296 Dournes, J. 108 Frenkle, N . J . 132 Hallonsten, G. 287
Calvo Espiga, A. 286 Dubarle, A . M . 153 Fríes, H. 354 Hanson, A.T. 163
Callam, D. 254 Duby, G. 362 Frohnhofen, H. 349 358 Háring, H. 38 64
Carlomagno 374 Duggan, R . D . 159 Hauke, M. 347
Casel, O. 41 42 92s 231 249s Dulles, A. 135 Gáde, G. 130 Hauschild, W . D . 189 255
Cipriano de Cartago, san 57 69 147 Dupuy, B.D. 358 Gamber, K. 135 252 Háussling, A. 229 254
165 203 237 320 323 Durrwell, F.X. 198 Ganoczy, A. 94 132 135 Heidegger, M. 100
Cirilo de Alejandría, san 202 Duss-von Werdt, J. 396 Gansewinkel, A. van 396 Hein, M. 358
Claessens, D. 363 Duval, A. 132 217 332 381 García Manzanedo, V. 356 Heinemann, H. 391 397
Clemente vi 284 García Prada, J . M . 135 Heinz, Ch. 137
Clemente de Alejandría 202 323 Ebeling, G. 111 Garijo Guembe, M.M. 55 135 195 Henseler, R. 283 287
Clemente de Roma, san 266 Eid, V. 258 366 396 303 Herberg, J. 59
Clerck, P . de 286 332 357 Eijik, A . H . C . van 135 Gaudemet, J. 287 356 Herms, E. 354
Congar, Y. 35s 58 109 162 254 350 Eisenbach, F. 40 42s 1 lOs 132 222 Geldbach, E. 137 Heron, A . I . C . 253
357 239 Genn, F. 356 Herrmann, H. 120
Connery, J.R. 397 Elders, L. 356 Geringer, K.Th. 397 Heumann, J. 132
Cordes, P J . 239 341 355 Engelhardt, H. 396 Gerken, A. 200 220 224 253 Hierold, A.E. 151 159 169
Corecco, E. 396 Évenou, J. 133 Gese, H. 186 Hilberath, B.J. 181 221 225 229
Cottiaux, J. 396 Esteban i 147 Gesteira García, M. 253 231s 255 358
Courth, F. 143 148 159 Evdokimov, P . 396 Ghiberti, G. 253 Hillel 367

406 407
Hincmaro de Reims 375 Josuttis, M. 174 231 233 251 255 Luthe, H. 133
Hintzen, G. 221 249 253 Jounel, P. 133 404 Kuhn, J.E. 58
Hipólito de Roma, san 118 145 152 Jourjon, M. 132 Kunz, E. 255 Lligadas Vendrell, J. 133 403
236 266 320s 334 Juan Crisóstomo, san 203 325
Hódl, L. 358 Juan Duns Scoto 270 Labourdette, M . M . 159 Maas-Ewerd, Th. 93 253
Hoffmann, J. 358 Juan Pablo n 363 387 392 Lanfranco de Bec 208 Macquarrie, J. 356
Hoffmann, N. 230 Jung, H . G . 358 Langa, P . 372 397 Macy, G. 253
Hoffmann, P. 258 366 Jüngel, C. 59 132 135 159 Lanne, E. 172 Madeja, S. 255
Hofmann, H. 231 Jungmann, J.A. 199 205 Larrabe, J.L. 172 Máki, P. 159
Holeton, D.R. 253 Justino, san 145 199 202 Laurance, J . D . 237 356 Malone, R. 397
Homberg, B. 313 356 Lecuyer, J. 356 Margerie, B. de 135 287
Hopko, Th. 356 Kaczynski, R. 151169 282 299 301 Leeuw, G. van der 101 Marliangéas, B.M. 287 356
Hossfeld, F.L. 193 358 397 400 404 Lefebvre, M. 174 Martel, G. de 287
Hotz, R. 61 114 132 135 242 374 Kaiser, M. 347 350 387 390s 397 Legrand, H . M . 255 358 Martelet, G. 356
Houssiau, A. 135 159 Kámpfer, H. 133 Lehmann, K. 137 232 392 Martimort, A.G. 133 253 349 356
Hubbeling, H.G. 102 Kandler, K.H. 255 Lell, J. 272 288 Martin, G.M. 174
Hubert, H. 152 159 Kant, I. 362 Lendi, R. 287 Martin, J. 235s 318 356
Hübner, K. 101 Karrer, M. 358 Lengeling, E.J. 39s 135 300 302 358 Martín v 295
Hugo de San Cher 269 284 Karrer, O. 148 Lengsfeld, P. 104 Martos, J. 133
Hugo de San Víctor 70 375 Kásemann, E. 61 León x 274 284 Marxsen, W. 182
Hünermann, P . 94s 135 350 Kasper, W. 56 59 6196175 250 392 León XIII 383 Mayer, A. 180 255
Hus, J. 211 272 284 295 397 León-Dufour, X. 181 186 189s253 Mazza, E. 195 197 242 253
Hutter, M. 365 Kerff, F. 287 Lessing, E. 112 255 McDermott, B. 114
Kertelge, K. 356 Lettmann, R. 381s 397 Medisch, R. 255
lersel, B. van 72 Kilmartin, E.J. 255 Lévinas, E. 29 Meer, H. van der 347
Ignacio de Antioquía, san 199 235 Kirchhoff, H. 132 Lienemann-Perrin, Ch. 159 Melanchthon, F. 273 379
237 318 337 372 Kirchschláger, W. 290 302 Lies, L. 94 135 199 249 253 255 357 Mélia, E. 287
Inocencio i 147 292 Klauck, H.J. 181sl85s253 255 358 Lietzmann, H. 182 Merklein, H. 193 313s
Inocencio ni 86 148 180 210 Kleinheyer, B. 318 339 358 397 404 Ligier, L. 172 Merle, R. 287
Ireneo de Lyón, san 202 236 319 Kliendienst, E. 397 Lips, H. von 315 356 Mette, N. 94
Irwin, K.W. 135 Klinger, E. 26 Lohaus, G. 114 Metz, J.B. 25 63 115 127
Isidoro de Sevilla, san 205 Knoch, O. 314 358 Lohff, W. 328 Metzger, M. 287
Ivon de Chartres 375 Knoch, W. 132 Lohfink, G. 138 159 315 358 Meyer, H. 232
Koch, G. 132 397 Lohfink, N. 153 Meyer, H.B. 172 195ss 205 210 233
Jacob, H. 110 Kóning, D. 356 Lóhrer, M. 399 253 302 404
Jedin, H. 217 397 Kóster, H . M . 153 Lorizio, G. 133 Michel, E. 363
Jerónimo, san 325 373 Kramer, H. 397 Lozano Sebastián, F.J. 287 Mieth, D. 397
Jetter, W. 132 Kress, B. 133 Lubac, H. de 58 117 213 253 Molinski, W. 152 159 383 397
Jilek, A. 318 356 Kretschmar, G. 172 318 358 Lüdicke, K. 387 397 Moltmann, J. 174 229
Johnson, R.A. 363 Kruse, H. 397 Luhmann, N. 363 Molí, H. 253
Jorissen, H. 287 Kühn, H. 14 55 61 65 83 94s 104 Lutero, M. 53 66 83s 199 215 272s Mórsdorf, K. 326
Jorissen, I. 302 404 HOss 133 137 174 179s 183 215 225 284 296 328 378s Mühlen, H. 41 172

408 409
Mühlen, K.H. zur 272 Payer, P.J. 288
Mühlsteiger, J. 287 Reetz, U. 104 133 SchiUebeeckx, E. 53 64 131 133 136
Pedro Damiano 78 376
Müller, A. 133 317 321 341s Regli, S. 137 353 160 254 345 357 398
Pedro Lombardo 71 78 81 212 326
358 Reicke, B. 365 Schlette, H.R. 246
376
Müller, G. 357 Reinhardt, H . J . F . 401 404 Schlink, E. 232
Pelagio 152
Müller, H. 338s 348 350 359 Reinhardt, K. 397 Schmálzle, U . F . 398
Pesch, O.H. 135
Müller, H . P . 102 Resé, M. 17 161 189 191 Schmid, R. 400
Pesch, R. 193 253 290 397
Mumm, R. 357 Reumann, J. 254 Schmidt, M. 24
Peters, A. 288
Munier, C. 288 Rhode, J. 318 357 Schmidt-Keiser, St. 133
Petri, H. 172
Richter, H . F . 365 Schmied, A. 26 5 1 9 2 104 106 112
Peukert, H. 94
Nagel, E. 152 159 Richter, K. 136 195 253 302 357 136
Pfnür, V. 137
Nautin, P . 397 397 Schmitt, E. 372 398
Pío xi 383
Neidhart, W. 286 Ries, J. 133 Schmitz, H. 158
Pío xu 300 332 339
Nélis, J. 253 Ringeling, H. 361 363 Schnackenburg, R. 74
Piolanti, A. 253
Nepper-Christensen, P . 159 Ritschl, D. 398 Schneider, Th. 15 56 133 136 179
Pissarek-Hudelist, H. 348
Neumann, J. 359 Ritzer, K. 398 181 221 225 229 231s 254s 391s
Plank, P. 242 253
Neuner, P. 137 Rohls, J. 359 Schóer, H. 357
Platelle, H. 288
Neunheuser, B. 159 Plock, H. 397 Roloff, J. 181ss 184 199 359 Schónborn, Ch. von 51 133
Nicolás i 147 Plóger, J.G. 345 Rordorf, W. 133 Schoonenberg, P . 224
Nicolás, J . H . 198 Poschmann, B. 266 285 Rosenberg, A. 133 Schrage, W. 290
Nocke, F.J. 15 133 255 288 Power, D. 401 Rouillard, Ph. 356 Schróter, M. 362
Nordhues, P . 172 Pratzner, F. 254 Roux, J.M. 255 Schulte, R. 65 111 136 160 254
Novaciano 147 Primetshofer, B. 391 397 Ruffini, E. 130 Schultz, F. 136
Nowell, I. 400 Probst, M. 302 397 Ruster, Th. 133 Schulz, H . J . 160 194 197 221 256
Pruisken, J. 254 Schupp, F. 95 134
Oeyen, Ch. 349s 359 Przywara, E. 58 Saier, O. 242 Schürmann, H. 193
O'Neill, C E . 48 64 92 133 Salado Martínez, D. 255s Schütz, Ch. 35 94s 136 162
Oñatibia, I. 135 Sammai 367 Schützeichel, H. 136 172 288 302
Quesnel, M. 160
Orbanic, Z. 159 Sánchez Caro, J.M. 254 256 Schwagger, R. 113 138 140 143s
Orígenes 202 320 323 Sancho, J. 288 160 193 230 256
Rahner, H. 57
Ortigues, E. 100 Sayes, J.A. 221 254 Schwendenwein, H. 345 359
Rahner, K. 24 26 29 31 43s 53 58s
Oswald, J . H . 58 Schaeffler, R. 95 Schwerdtfeger, N. 26
61ss 64s 95ss 100 105ss 109 111
Ott, D. 397 Scháfer, P . 400 404 Searle, J.R. 101
115s 122 126 130 132s 135 154 217
Ott, H. 61 Scháfer, Ph. 254 Semmelroth, O. 32 59 llOs 134 350
242 254s 266 280 285 318 343 345
Ott, L. 332 357 Scharfenberg, J. 133 Sennen, R. 363
347 354 357 397
Otto, E. 28 Scheeben, M.J. 58 Sequeira, J.B. 398
Ramis, G. 255
Scheffczyk, L. 110 347 Severus, E. von 397
Raske, M. 111
Pablo vi 224s 285 339 Schenke, L. 160 Seybold, M. 90 136s 249
Ratramno 206s
Pannenberg, W. 61 137 397 Schick, L. 38 338 357 Silvestre i 147
Ratschow, C H . 397
Paproeki, H. 135 Schifferle, A. 174 Simonis, W. 76
Ratzinger, J. 78 96 114 186
Pascasio Radberto 206 Schild, M.E. 378 Skowronek, A. 134
Reckinger, F. 152 160
Pascher, J. 43 Schilson, A. 42 92s 96 104 133 136 Slenczka, R. 137
Reed, R.A. 132
140 249 Snela, B. 134 332 357
410
411
Zalba, M. 288 Zerndl, J. 172
Sobotta, F. no Vaskovics, L. 396 Zapp, H. 397 Ziegenaus, A. 302
Sohm, R. 53 Verheul, A. 254
Zardoni, S. 345 357 Zizioulas, J . D . 254 350 359
Spiegel, Y. 134 Verspieren, P. 398
Zemp, P . 357 Zollitsch, R. 357
Sprinks, B.D. 158 Villalmonte, A. de 153
Zenger, E. 17 27ss 30 364 Zuinglio, H. 85 215s 218 273
Standart, B. 136 Villalón, J. 134
Stefañski, J. 302 Villette, L. 117
Stein, A. 359s Vischer, L. 232
Stenzel, A. 160 Vodopivec, G. 359
Stevenson, K. 372 398 Vogel, C. 357 398
Stock, U. 134 Vogt, H . J . 359
Stockeimer, P. 359 Vogtle, A. 139 193 265 288 310
Stóhr, J. 134 313s
Strebel, A. 136 Voigt, G. 137
Volk, E. 256
Tafferner, A. 29
Vorgrimier, H. 18 33 37 43 105 107
Talley, J. 199
111 117 126 184 195 229 258 261
Tertuliano 69 75 146 148 152 2021 265s 270 278 280 283 288 290 292
237 319s 323 372 301s 318 328 345 350 357
Theodorou, E. 350s 359 Voss, G. 157
Thomassen, J. 110
Thomassin, L. de 58
Wagner, H. 353 359
Thunberg, L. 256
Wainwright, G. 158 179 198 214
Thurian, M. 137 158 232 248s
Walter, E. 254
Tillard, J.M.R. 56 101 119 136s 195
Weber, H . J . 110 345
232 288 357 403 Weber, L.M. 398
Tillich, P . 61 104 Weber-Kellermann, I. 362
Tilliette, X. 256 Wehrle, P. 134
Todorov, T. 100 Weigand, R. 281 288
Tomás de Aquino, santo 31 39 53s
Weiser, A. 193
71 81s86 95 97s 117 121 127 131
Welte, B. 224
148 167 21 lss 239 246 251 270 272
Wenz, G. 256
284 294 327 376 378
Werbick, J. 258
Tortras, A . M . 359
Wess, P. 357
Tostato, A. 365
Westermann, C. 404
Tragan, R. 74 134
Wiederkehr, D. 254
Triacca, A . M . 134
Wili, J. 363
Trilling, W. 315 359
Wyclif, J. 211 272 284 295
Trütsch, J. 156 160 256
Wohlmuth, J. 217 221 254
Worgul, G.S. 134
Urban, H.J. 232
Wulf, H. 259
Vagaggini, C. 350
Vanhoye, A. 317 357 359 Zadra, D. lOOs 136

412
413

También podría gustarte