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Presentacién Experiencias hist6ricas contemporsneas obligan a repensar o resignificar otras relati- vamente distantes, y el juego de espejos que se plantea entre unas y otras puede resultar licido, si al historiador no lo deslumbran los radiantes anacronismos que le saldran al paso al comparar a unas con otras. El lector que se adentre en el libro, Pasadosy presentes de la violencia en Colombia. Estudio sobre las Comisiones de investigacién (1958-201), saldri de él con la sensacién de haber hecho una travesia problemitica einspiradora. Los iltiples y sucesivos pasados de la violencia, aprehendidos por sucesivas comisiones de diferente mandato, perspectiva y composicién, no solo interpelan nuestro presente sino que en estos tiempos sirven como referente para la construccién de un futuro inmediato para Colombia, acicateado por un contexto de dislogos de paz Sin desconocer el amplio niimero de experiencias de verdad y de memoria que hha habido en el pais, el autor despliega sus reflexiones a partir de tres hitos: el de la Comisién Investigadora de las Causas de la Violencia, en los albores del Frente Na- cional; el de la Comisién de la era preconstituyente, conocida como la “Comisién de los violentélogos”; y, por tltimo, el de la trayect Grupo de Memoria Histarica. Se trata en los tres casos de mecanismos y recursos institucionales y sociales que pretenden dotar de sentido el pasado de las violencias que abordan, con una explicita vocacién transformadora. Las comisiones referidas no son exteriores a los procesos que registran e interpretan, sino que son parte del proceso mismo de biisquedas de sentido. En los tres casos tienen origenes institucionales, pero no son necesariamen- te oficiales, precisamente porque son resultado de las luchas sociales o los debates politico-culturales que las precedieron y alimentaron. No expresan. por lo tanto. voces oficiales, sino, como lo dice el socidlogo Jefferson Jaramillo, el autor de este libro, tramas que articulan relatos diversos. Leidos a distancia, no son textos para set tomados al pie dela letra, sino pretextos para promover la controversia y la conciencia piiblica de nuestros pasados vividos pero no resucltos. La Comision Investigadora de 1958 asociaba su funcién de esclarecimiento con la de Ia intervencién en algunas zonas en conflicto abierto, como gestora de iniciativas seconciliadoras o “micropactos de paz en las regiones”,segsin sus propios comisionados. mas procesual y acumulativa del Jefferson Jaramillo Marin Diagnéstico y propuestas de politica puiblica fueron dos componentes explicitos en la ercacidn de esa primera Comisién, a tal punto que el presidente Alberto Lleras se mantenia a la expectativa de los resultados de sus viajes y diagnésticos locales y re- gionales, que leirian proveyendo elementos para la toma de decisiones politicas sobre Ja marcha. Mas que escuchar a las victimas, la Comisién escuchaba a las pablaciones —en su hererogeneidad, sin ejercer sobre el restimonio esa taxonomia rigurosa a la cual hoy en dia somos allegados—, con las bondades y menoscabos que tuvo dicho acercamiento general, asi como a todas las fuerzas politicas y a las autoridades de todos los rangos. Sus periddicas informes del trabajo en el terreno le fueron dando un cardeter integrador a uno de los conflictos més fragmentados que haya tenido el pats. Por otro lado, uno de los rasgos mas interesantes, abundantemente documentado aqui, es que la Comisién Investigadora era recibida como Comisién de Paz en muchas localidades ¢ incluso por dirigentes y grupos guerrilleros. Deahi la ambigiiedad en su caracterizacién: si se la vela como investigadora habia recclo frente a ella en muchos citculos politicos; si se la erigia como pacificadora, era recibida con multitudinario tusiasmo, esperanza y expectativa. Los comisionados, nos dice el autor, “mas que como investigadores, fungieron como oidores de necesidades insatisfechas’, lo cual rendria un enorme impacto en un pais recién salido de afios de ejercicio de miltiples formas de censura. Aunque, como comenta cl autor, “la Comisién Investigadora practicé un ejercicio arqueolégico del pasado y de inventario de atrocidades enmarcado en parte, por las condiciones impuestas por el Frente Nacional”, también es cierto que lo que interesaba a esta experiencia era la pacificacién. Ea ese sentido, no habia formulacién de responsabilidades. Aun asi, la Comisién fue mucho més allé. Y su investigacién queds plasmada, unos afios mds tarde, en el libro admirable e inagotable, titulado La Violencia en Colombia, publicado como subproducto derivado més que como propésito inicial de la Comisién Investigadora. La Comisin de Estudios, a de los Violentdlogos de 1987, tuvo un origen y marco ‘muy distinto: mds que un diagndstico investigativo, e le pedia proponer qué hacer para superar la violencia: las recomendaciones eran lo esencial. Recuerdo que eso fue lo que nos dijo que queria, en la primera reunién que cuvimos, el Ministro Fernando Cepeda Ulloa: un pequefo folleto de recomendaciones. Habia una perspectiva muy prictica, diria que instrumental del trabajo encomendado. Por ello, el elemento testimonial no estaba en el centro, salvo el testimonio de analistas o funcionarios ubicados en cargos estratégicos. El equipo tomé muy en serio su trabajo y decidimos ir mas allé de lo que se nos habia pedido, pese al cortisimo tiempo de que disponiamos: entre tres y cuatro meses. Esto planteaba retos complejos, pues el modelo del texto icénico de German Guz- ‘man pesaba mucho como referente: se esperaba, en consecuencia, que nuestro registro tuviera una amplia dese incluso un registro visual de impacto para la opinién piblica. ¥ no seria asf: se tratarla de un informe de expertos que delos horrores generarfa recomendaciones que no fueron de recepcién inmediata. Sus efectos, no obstante, se fueron incorporando geadualmente en la institucionalidad. El contexto politico posterior, inchuidas la negociacién con el M19 y la Constitucién del 91, re- porenciaron la incidencia del Informe. En aquel entonces los intelectuales, no sin razones, eran extremadamente caute- losos y escépticas sobre la seriedad con la que se podian tomar sus recomendaciones. Este recelo se reflej6, como anécdota, muy significativa por cierto, en el hecho de que decidiéramos hacer la entrega del informe cuando ya lo tuviéramos editado en Ja imprenta de la Universidad Nacional. No queriamos dejar espacio a que se nos modificara una sola coma. El Presidente Barco, por su parte, mostré la misma eautela, recibiendo el informe en un acto privado, del cual no hubo siquiera un comunicado piiblico. La divulgacién se hizo por iniciativa nuestra. El elemento compartido del equipo y determinante en la perspectiva de los postulados cra la creencia en hs virtudes de la solucién negociada del conflicto. Las recomendaciones que haciamos no estaban divigidas hacia un Estado mas eficaz militarmence sino mis democritico, porque secreia que la violencia solo era derrotable con més democracia. La Comisin del 58 se enfrentaba al hecho desnudo de la violencia, en tanto que la del 87 se propuso dar cuenta delas enormes tensiones entre violencia y democracias, recogidas en el titulo: Colombia: violencia y democracia. La violencia patecta muchas veces encap- sulada en un discurso insticucionalista que invisivilisaba sus raices en las desigualdades y bloqueos ala participacién politica y la movilizacién social. El contexto del Grupo de Memoria Histérica fue muy distinto de los anteriores. El Grupo nacié en tiempos del discurso de la justicia transicional, en un inusual y paradgjico periodo marcado, inicialmente al menos, por un discurso de posconflicto bajo el ruido de las armas y in negociaciones, y dentro de una estructura institucional cuestionada en su conformacién —la Comisién Nacional de Reparacién y Recon- ciliacién—, de la cual recibié la delegacién de las tareas de esclarecimiento exigidas porla Ley de Justicia y Paz, una ley igualmente controvertida. Esto planted dos retos claves: conformar un equipo de investigacién que, amparado en la trayectoria de sus integrantes, fortaleciera la credibilidad de la Academia y las organizaciones de derechos humanos en medio de un gobierno —el de Uribe Vélez— que se habfa caracterizado por deslegitimarlos a ambos. El reto de construir legitimidad a partir de un contexto tan impugnado desde la misma Academia y las organizaciones de derechos humanos, por otra parte, llevé al Grupo a emprender un camino muy Jas Comisiones de Verdad 0 Memoria para llegar al informe general: el largo camino de los casos embleméticos como estrategia impuesta, no solo por las dimensiones y la diversidad del conficto colombiano contemporineo, sino también por el déficit de legitimidad que teniamos como punto de partida. La consigna bajo la cual comen- zamos a operat pudiera traducitse en estos términos: vamos a trabajar de modo que istinto al habitual de Jefferson Jaramillo Marin en el proceso mismo procuremos ganar la credibilidad y legitimidad que no nos da el contexto. Hasta qué punto se logré no me corresponde decitlo, Pero lo cierto es que el Grupo, alimentado por el largo proceso social de construccién de memoria y verdad que lo antecedié, contribuyé a poner en la esfera piiblica y en la insticucionalidad el derecho y el deber de memoria. El Grupo conformado no tenia ningiin vinculo con el gobierno de entonces, & incluso muchos de sus integrantes eran criticos reconocids del mismo, que en sus columnas, investigaciones o intervenciones habfan manifestado amplias razones de su oposicién frente ala politica de seguridad democritica. Si se revisan sus documen- tos fundadores (el Plan Estratégico de febrero de 1987), cuyos presupuestos se han mantenido vigentes hasta el dia de hoy, se vera que el proyecto de esclarecimiento del Gait apuntaba al extremo opuesto: a una solucién negociada del conflicto armado, aunque esta no fuera inminente cuando inicié labores en el 2007. La seguridad de- mocritica era una quebrada caparazén que incomodaba al Grupo recién constituido, pero no condicioné o fungié como marco inspirador de sus actuaciones. Mas bien considero que la direccién opuesta que tomé el Grupo fue posible gracias a que el gobierno de entonces se vefa en cierto modo obligado a responder los reclamos de Ia sociedad que, como dije antes, ya venia adclantando fragmentarios, y no por ello menos fundamentales, procesos de construccién de memoria y verdad. Qué lugar ocupé entonces el Gatti dentro del espectro politico en el que fue creado, no dejaré de ser una pregunta inquietante para el historiador, y no me corresponde aventurar aqui tuna respuesta protagénica. En esta direccidn, me distanciaria de la apreciacién de Jefferson segsin la cual el Grupo de Memoria Histérica habria que mirarlo como parte del “macropacto politico de la seguridad democratica”. El segundo reto del cat fue formalizar, desde el inicio de sus funciones, compro- misos de autonomia académica de los resultados, la cual se consages en la Primera Plenaria de la Comisién Nacional de Reparacién y Reconciliacién, que en la fecha mencionada le dio vida al Grupo. Y la tercera condicién expresa era la libertad de didlogo del Grupo con todas las vertientes del espectro politico, de las victimas y de los actores del conflicto. La auronomia era una apuesta muy fuerte del Grupo y un desafio que la cx, visto a la distancia, acepté con generosidad. Porque no era fil hacer una delegacién tan amplia del mandato y al mismo tiempo hacerse responsable de los productos generados en el marco de ese mandato, a sabiendas de que dentro de la propia cer habia quienes estaban lejos de compartir nuestras visiones. El Grupo tenia que resolver tambin la tensién entre una visidn caleidoscépica, fragmentada, y la tarea de un informe general —insistimos en no llamaclo informe final— que integrara los resultados y el mapa del horror, de los perpetradores y de las vietimas del conflicto armado en més de medio siglo. Ese pendiente se culminé en un aulevo contexto institucional y politico —el del gobierno de Juan Manuel Santos— y se materializé en el Basta Val: Colombia memorias de guerra y dignidad, y en el documental que lo acompasia, titulado No hbo tiempo para la tristeza. A diferencia de las comisiones de otras latitudes en las cuales el informe final es un momento de cierre simbélico del conflicto, en Colombia, el ;Basta Yaly la creacién del Centro de Memoria Hist6ria, abrieron paso, segiin me lo advirtié un colega espafol, a una especie de comisién de la verdad en permanencia; el informe es el hito de un perpetuo recomienzo frente a las demandas, expectativas y deudas de memoria de Jas victimas, regiones, y contendientes armados que en este momento estan sentados en una promisoria mesa de negociaciones en la Habana. Puede ser anticipado este diagnéstico, pero lo cierto es que en a Colombia de hoy las tareas de investigacién tienen una sorprendente vitalidad y continuidad, en el mundo institucional y en el mundo social, El horizonte previsible de una Comisién de la Verdad no anularia sino que redinamizaria estos procesos. La pluralidad de escenatios sociales, regionales y de formas de victimizacién hace todavia dificil la valoracién del trabajo del Grupo. Lalectuta del libro de Jefferson me ha llamado a salir una vez més en defensa, ya no solamente del trabajo del Grupo de Memoria Histérica sino de aquellasiniciativas sociales que provenientes del Estado se constituyen bajo premisas que se inspiran en estrictos marcos de competencia internacional en materia de derechos humanos. En ese horizonte, invito a pensar si el Estado mismo no ha lagrado redefinirse, al ‘menos en parte, con una mayor 6 menor conciencia, através de su didlogo con otras instituciones, como la Academia y las oxganizaciones de derechos humanos, 0 as co- iisiones estudiadas en este libros y aun agregarfa que es necesario comenzar a pensar en estas palabras que escribiera Boaventura de Souza Santos en una de sus Cartas a las Lequierdas: “el Estado es un animal extraito, mitad angel y mitad monstruo, pero, sin él, muchos otros monstruos andarfan sueltos, insaciables, a la caza de Angeles indefensos. Mejor Estado, siempre; menos Estado, nunca’. Su lectura también me hace considerar quella ley de Victimas no es una trampa tendida por manipuladores astutos, sino resultado de huchas sociales y del campo democritico forjados a pulso durante décadas. En este excenario, la produccién de la verdad judicial, es un campo de debate, de lichas por la memoria. Pignsese no més eémo un encuadre tan adverso para las victimas en sus formulaciones iniciales, fue transformado por ellas en el curso del debate publico. De hecho, en esa confrontacié Jn las organizaciones de vie- timas lograron ocupar un lugar ceneral en la escena politica, como nunca antes lo habjan hecho. Los contextos no son inmunes alas estrategias de los actores. En esa direccién, es preciso reconocer que el gobicrno nacional, Ilimese cxRR, Ikimese Grupo de Memoria Historica, no puede ser inmune al reclamo de las vietimas. Este reclamo ha sido en lo fundamental parte de una larga conversacién, un lugar para la palabra que pone frente a frente al narrador y al que escucha en un impredecible juego de reciprocidades, del que ambos, a veces sin ser muy conscientes de ello, salen transformados. Jefferson Jaramillo Marin Finalmente, una de las mayores virtudes de este trabajo, es que las ini verdad y de memoria en el pais no volveran a ser ni miradas, ni valoradas, ni juzgadas de la misma manera después de este balance, pues, en los sucesivos planos del juego de espejos en el que el autor nos ha invitado a reflejarnos, ha logrado adentrarse, con ho- nestidad y rigor, en los nudos de las legitimas controversias que alimentan los eercicios académico-politicos que son las comisiones de investigacidn sobre nuesteas violet Gonzalo Sanchez G. Director Centro Nacional de Memoria Histérica, Colombia Prdlogo Desde la segunda mitad del siglo xx, los colombianos hemos sido testigos de tres manifestaciones de violencia impactantes por sus dimensiones politicas y por la mag- nitud de sus secuelas sociales. La primera de esas manifestaciones, la Violencia, fue un enfrentamiento armado entre liberales y conservadores, ocustido entre 1946 y 1965, que dejé como saldo mas de 190.000 vietimas, sobre todo campesinos (véase Oquist 1978). La segunda de estas manifestaciones fueron las violencias de los afios ochenta. A diferencia dea época de la Violencia, en los afios ochenta, los méviles politicos no fueron Jos tinicos responsables del caos. Al contratio, en esta época, nos encontramos frente a Jas estructuras del crimen organizado, responsables de los altos niveles de homicidios en el pais, en especial en las zanas urbana. Estas estructuras criminales lograron permear varios sectores de la sociedad y de la institucionalidad. Latercerade estas manifestaciones correspondea lo que los expertos laman el conflicto armado intemo, Esta expresién, aunque polémica, permite dar cuenta de lahucha insusree- cional guerrilera, de las reacciones legales c ilegales del Estado frente a esa insurreccién y de los grupos paramilitares. Con el concepto de conflicto armado interno, se ha buscado rnombrar, més alld de un enfrentamiento entre partidos politicos o de unas modalidades deaceién criminal, un proceso de disputa histrica (prolongado y degradado) entre actores institucionales eilegales con diversas légicas de organizacién e intereses. Estas tres manifestaciones condensan hitos histéricos nacionales de ruptuea y tres pasados recientes que han sido representados y gestionados mediante diversas narrativas y dispositivos oficiales. Las comisiones de estudio sobre la violencia han sido uno de los instrumentos institucionales que han servido para tal fin. De estas comisiones, que no son ni comisiones de la verdad ni comisiones extrjudiciles las mas importantes han sido la Comisién Nacional Investigadora de las Causas y Situaciones Presentes dela Vio- lencia en el Tersitorio Nacional (1958), la Comisién de Estudios sobre la Violencia (1987) y el Grupo de Memoria Histérica (2007-2011). Este libro analiza estas tres comisiones, Nuestro principal interés es detallar cémo estas comisiones han sido vehiculos de ‘memoria histérica que han articulado dos operaciones centrales para la comprensién de lo ocurrido en Colombia durante la segunda mitad del siglo xx. De una parte, ofrecer maneras de procesar y gestionar oficialmente las secuelas de la violencia, Jefferson Jaramillo Marin oliticas, como la pacificacién, la rehabilitacién, la cultura de la nal. De otra parte, contribuir a la seleccién de unas narrativas dominantes sobre el pasado y el presente de violencia. Estas narrativas permiten que distincos actores (gobiernos, expertos, prensa, etc.) administren pablicamente los sentidos politicos y sociales sobre lo ocurrido en el pais. A lo largo de este libro, destacaremos eémo, alrededor de estas comisiones y de sus narrativas, se evocan y omiten responsabilidades en la escena piblica. Los dispositivos oficiales objeto de nuestro estudio han permitido pactar acuerdos para cerrar el pasado, realizar anatomias académicas de las violencias o generat politicas de memoria contra el olvido. A través de estas tecnologias institucionales, mostrare- ‘mos cémo ciertos grupos y algunos asuntos antes no tratados dentro de los debates nacionales son movilizados como capitales narratives. En sintesis, este libro es una apuesta analitica para tratar de comprender la naturaleza de la administeacion y de la produccién institucional de los pasados y presentes de la violencia en el pafs, reconociendo que este proceso de recuperacién y tramite de la memoria historica de nuestras violencias no es una preocupacién reciente. El libro esté estructurado en cuatro capitulos. En el primer capitulo, analizamos la Comisién Investigadora (1958). Este capitulo da cuenta de los protagonistas, del marco politico nacional ¢ internacional del momento, de las estrategias de procesa- miento institucional de las secuelas de la Violencia y de los mecanismos de pacificacién y tehabilitacién propuestos por la comisién. En el segundo capitulo, analizamos la Comisin de Expertos (1987). Este capitulo da cuenta de su formacién, de la coyuntura en la que surgié, de las caracteristcas y alcances del diagnéstico de la situacién del pais realizado por los comisionados, de la polémica alrededor de la tesis de la cultura de la violencia, de la idea de un nuevo pacto democritico y de las caracteristicas de Jas narrativas construidas por la comisién. En el tercer capitulo, analizamos el Grupo de Memoria Histérica (2007-2011). Este capitulo da cuenta del vinculo con las na- srativas humanicarias y los discursos transicionales, de los alcances y limitaciones del trabajo de este grupo, de su novedad respecto a las otras comisiones y del papel de los expertos dentro del grupo. En el cuarto capitulo, a modo de conclusién, realizamos un balance comparativo de las tres experiencias, preguntindonos en qué medida estas tres comisiones fueron tecnologfas de administracién y produccién de sentidos histéricos y politicos sobre el pasado, el presente y el futuro, en medio de las violencias del pais. Introduccién En este libro, defendemos la idea de que las comisiones de estudio sobre la violencia son tecnologias o artefactos institucionales de construccién de memorias historicas sobre lo ocurrido en Colombia desde mediados de los afios cuarenta hasta hoy. En ese sentido, pensamos que las comisiones de estudio sobre la violencia han funcionado, en medio del conflicto, como corteas transmisoras de narrativas de pais, como intentos de gestidn piblica de las violencias y como dispositivos de produccién histérica de versiones sobre el conflicto, en unos marcos temporales que son vivides de diversas maneras por Jos actores involucrados (véase Rufer 2010). Examinemos con més detalle esta idea. Las comisiones como vehiculos de tramas narrativas Las comisiones de estudio sobre la violencia abordadas en este libro son dispositivos oficiales que tienen efectos en la manera como reconstruimos el pasado, como diagnosti- camos el presente y como imaginamos el futuro, en medio del conflicto histbrico (vase Villaveces 1998). Las comisiones de estudio sobre la violencia permiten comprender que Jos pasados nacionales son marcos temporales que dejan una huella! en Jo que somos. En nuestro caso, estos pasados condensan diversas narrativas bélicas* que merecen ser “reabiertas, reavivando [en ellas} las potencialidades incumplidas, prohibidas, incluso destrozadas’ (Ricoeur 2009, 953). Los pasados ayudan a tejer una visién sobre el presente y el futuro, entre lo que es vivido y el horizonte de las expectativas de una sociedad. *Lanocén de huella es erucal en la representacion del pasado. Segtin Ricoeur hay tes tipos de hue lias: las cerebrales (dl ells tratan las neurociencias) las psquicas, relacionadas com las impresiones «que han dejando en nuestros sentidos yafects los acontecimientos traumticas (de ellas se ocupa el psicoanliss y las documentales, relacionadas con ls improntas escritas yarchivadas (de llas se ocupa el historiador) (vase Ricocur 2010, 30-32). Las dos éltimas son ls que os interesan, Pata el caso de as guerrseviles en Colombia, las narratvashaicas han sido trabsjadas por Ube y Lépex (2010) Jefferson Jaramillo Marin Partimos de una lectura de ls comisiones de estudio sobre la violencia como inieiai oficiales “que traman los acontecimientos de los que hablan” (White 2010, 483) 0 inicia- tivas oficiales que ensamblan experiencias histrico-temporales, a través de operaciones narrativas en el tiempo, dado que “lo narrado sucede en el tiempo y lo desarrollado tem- poralmente puede narrarse” (Ricoeur 2000, 190). Para lograr esa trama y ese ensamble, Jas comisiones de estudio sobre la violencia producen narrativas que permiten seleccionar y disponer acontecimientos heterogéneos sobre las violencias y el conflicto. La trama, tal y como es concebida en este libro, proporciona a la experiencia hu- ‘mana una inteligibilidad narrativa y una estructura, es decie, la trama transforma los acontecimientos temporales en relatos més o menos integradores (no tinicos) de lo que ha sucedido, En ese orden de ideas, las tramas presentes en las comisiones de estudio sobre la violencia no producen relatos homogeneizantes de pais, sino que articulan di- versos discussos dentro de marcos temporales c histéricos. La nocién de trama sugiere que los ingredientes de la accién humana, muchas veces discordantes y mudos (por su caricter traumético), son ensamblados institucionalmente, para otorgacles un grado de inteligibilidad (véase Ricoeur 2000) o para agregar un “contenido idcoldgico a la narrativa histérica” (White 2010, 486) que generan. Las tramas también funcionan, de acuerdo con Jean-Luc Nancy (2002), como ‘mecanismos que tienen la capacidad de hacer sentido del mundo, especialmente para quienes viven los rigores de la violencia y del conflicto armado. Esto quiere decir que Jas tramasarticulan tiempos histéricos, narrativas histéricas y contenidos ideol6gicos fracturados por la guerra, y aytudan a construir explicaciones sobre lo que ha acontecide de forma traumatica (véanse Malkki 1995; Castillejo 2010). Ahora bien, estas tramas solo se encuentran en las comisiones de estudio sobre la violencia? No necesariamente. Por ejemplo, ellas pueden estar presentes en imaginarios nacionales (como ef de la cultura de la violencia), en los instrumentos de gestién y administraci6n social y politica del pasado (como el Frente Nacional, la politica de seguridad democritica o la Ley de Justicia y Paz), en los relatos autobiogrificos sobre Jos periodos de violencia (como los producidas en los aft cincuenta en nuestro pais) cn las memorias del cautiverio de policias y politicos, en los informes de expertos, en las narrativas de los grupos hegeménicos (las élites politicas o militares) y en las narra- tivas de los colectivos sociales de resistencia (movimientos y organizaciones sociales, asociaciones de familiares de victimas, etc). El potencial analitico de las comisiones de estudio sobre la violencia permite, de un lado, articular significados, en contextos en los que los actores armados transfor man las categorias rectoras del mundo cotidiano (véanse Nordstrom 1997; Castillo 2010), y, de otro lado, trazar unas coordenadas de orientacién (véanse Rabotnikof 2007a, 20076), para comprender las capas temporales del confficto y la profundidad de sus impactos y significados.

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