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Conclusiones: ¿Hacia dónde va

la generación de energía renovable?

Los autores de este libro han valorado el uso actual y el potencial futuro
de las tecnologías para la generación de energía renovable. Estas son tecnolo-
gías que, como Godfrey y Boyle exponen en el Capítulo 2, «permiten aprove-
char flujos de energía renovable que se reponen constantemente para producir
energía eléctrica en formas útiles a la humanidad de un modo sostenible». En
particular, los autores han discutido las dos siguientes preguntas: ¿Por qué ra-
zón fomentar la energía renovable? Y, ¿Qué implicaciones tiene la integración
generalizada de la energía renovable en los mercados y sistemas energéticos?
En este capítulo de conclusiones se resumen las respuestas ofrecidas en los ca-
pítulos anteriores y se discuten algunas de las posibles implicaciones derivadas
del fomento de las energías renovables.

I. ¿Por qué razón promover la energía renovable?


Kenneth Gillingham y James Sweeney argumentan en el capítulo 5 que la
transición de las tecnologías basadas en el carbono hacia la energía renovable
es inevitable a muy largo plazo. Como comenta Erin Mansur en el Capítulo 3,
es probable que en las décadas venideras veamos un mayor protagonismo de las
energías renovables en la cobertura de la demanda de electricidad en los países
desarrollados. La experiencia reciente, recogida en este libro, es consistente
con esta tendencia, en especial los casos de Alemania (por Hannes Weight y
Florian Leuthold en el Capítulo 14) y España (por Luis Agosti y Jorge Padilla,
en el Capítulo 15). La meta de la Unión Europea es alcanzar una reducción
significativa en la intensidad de uso del CO2 para el año 2020. Como expuso
Christopher Jones en el Capítulo 12, a finales de 2007 alrededor del 60% de la
capacidad eólica mundial se encontraba instalada en Europa, adicionalmente,

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la UE está comprometida a alcanzar una participación del 20% de la energía


renovable en el mix energético total para 2020, partiendo de aproximadamente
un 8,5% en 2005.
El crecimiento de la generación de renovables no está determinado por las
fuerzas del mercado —y, en el futuro previsible, no es probable que lo esté—.
Por el contrario, el crecimiento es en gran parte resultado de la intervención gu-
bernamental. Como describe Richard Schamalensee en el Capítulo 11, existen
cuatro esquemas de apoyo básicos enfocados a la generación de renovables:
las tarifas y primas a la producción, los subsidios a la producción, los subsidios
a la inversión y las cuotas de producción. Las tarifas o primas a la producción
garantizan un precio predeterminado para la energía por encima del de merca-
do durante un periodo dado. Éstas han sido utilizadas ampliamente en la UE,
sobre todo en Alemania y España, y han demostrado ser un potente mecanismo
para promover la inversión, minimizar el coste que perciben los consumidores
(esto es, para un nivel dado de producción y combinación de tecnologías re-
novables), y maximizar la producción. Los subsidios a la producción pagados
sobre el precio de mercado, aunque no tan ampliamente empleados, pueden
ser tan efectivos como, y menos distorsionantes que, las anteriores tarifas. Los
subsidios a la inversión son, por su parte, menos eficientes que las tarifas o pri-
mas a la producción y los subsidios a la misma, sin embargo son ampliamente
usados en todo el mundo para promover el despliegue de la creación y uso de
plantas de energía renovable. Finalmente, las cuotas de producción requieren
típicamente que los individuos que operan en los mercados de energía gene-
ren o adquieran una participación mínima de energía proveniente de fuentes
renovables.
Los mecanismos de apoyo a la generación de renovables, ya sean tarifas
o primas a la producción, subsidios o cuotas, o ayudas a la inversión, común-
mente se justifican como medios para reducir las emisiones de CO2, y, por
consiguiente, como parte de la respuesta general al calentamiento global. De
hecho, la política energética de los Estados Unidos y de la Unión Europea sitúa
a las energías renovables en la cabecera de la lucha contra el calentamiento
global (ver Capítulos 11 y 12). Se espera que el cambio climático afecte adver-
samente a muchos sectores económicos y sistemas naturales, y que incremente
la mortalidad y morbilidad humana. La necesidad de enfrentar esta amenaza es
indiscutible. Con respecto de la energía renovable, desde la perspectiva econó-
mica la pregunta relevante, y difícil, es si los mecanismos de apoyo actuales,
y los que se planean a futuro, constituyen una respuesta eficiente a los retos
impuestos por el cambio climático.
Desde el punto de vista económico, el diseño de una política climática
eficiente debe partir de un mecanismo basado en el mercado que internali-
ce las externalidades asociadas a los gases de efecto invernadero, tales como

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un impuesto al CO2 o un sistema de comercio de emisiones (cap-and-trade).


Ambos mecanismos, adecuadamente diseñados, pueden en teoría reducir las
emisiones al menor coste posible.
Los instrumentos basados en el mercado son por definición neutrales a la
tecnología utilizada 1. Es decir, afectan a diferentes tecnologías únicamente en
términos de sus emisiones de gases de efecto invernadero, y por tanto, a priori
no favorecen una tecnología en particular (como las energías renovables) sobre
otras formas de generación bajas en emisiones (como la energía nuclear o la
eficiencia energética). Bajo dichos mecanismos las tecnologías compiten en
sus méritos y la electricidad es generada de forma eficiente, usando aquellas
tecnologías que sean más económicas en relación a sus costes de producción
efectivos y al coste de mercado de sus emisiones. Así, la inversión en tecnolo-
gía renovable puede constituir una respuesta eficiente a las intervenciones ba-
sadas en el mercado, sin embargo no existen garantías de que éste sea el caso.
Asimismo, las soluciones basadas en el mercado afectarían uniformemente
a todos los sectores emisores de CO2, y no dejarían la totalidad de la carga de
de-carbonización al sector eléctrico. La mayoría de las jurisdicciones analiza-
das en este libro se han comprometido con ambiciosas metas de generación de
energía renovable aun cuando para ellos posiblemente la manera más sencilla
y económica de alcanzar la de-carbonización de sus economías hubiera sido
imponer un impuesto a la emisión de CO2.
Sin embargo, los gobiernos han adoptado políticas específicas para pro-
mover la generación de energía renovable casi universalmente, en vez de apo-
yarse en soluciones basadas en el mercado. Esto, aun cuando las tecnologías
alternativas pudieran ofrecer los mismos beneficios medioambientales a un
coste menor. Pero, por supuesto, las decisiones regulatorias son resultado de
un proceso político que es frecuentemente complejo, y sería ingenuo esperar
que éstas respondiesen exclusivamente a las recomendaciones de la literatura
económica.
Las políticas actuales y las propuestas futuras en lo referente a la energía
renovable se han defendido haciendo uso de argumentos tanto económicos
como no económicos. Los diferentes autores de los anteriores capítulos mues-
tran todo un rango de posiciones respecto a estas justificaciones y a la necesi-
dad o preferencia por ciertos mecanismos de apoyo a las energías renovables.
El punto de vista de los editores se deriva de estas observaciones.

1 
Se define en este contexto un «instrumento basado en el mercado» como una herramienta que pone
un precio a las emisiones de gas de efecto invernadero (o, por lo menos, a las emisiones de CO2), ya sea
de forma directa a través de un impuesto, o de manera indirecta estableciendo techos a los precios (cap-
and-trade). Por tanto, bajo esta definición, instrumentos como los certificados negociables de renovables
(o, hipotéticamente, un impuesto a toda la generación de energía no renovable) no entran en la categoría de
instrumentos basados en el mercado.

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Primero, es plausible que el verdadero tamaño de las externalidades ne-


gativas asociadas a las emisiones de CO2 —el coste social del carbono— sea
mayor al precio actual de las emisiones (como sucede en el Sistema de Comer-
cio de Emisiones de la Unión Europea, o ETS por sus siglas en inglés), y que,
como Boyle argumenta en el Capítulo 2, la diferencia exceda el coste incre-
mental de las energías renovables relativo a la generación convencional. Ésta
es una condición necesaria para apoyar la generación de energía renovable,
aunque en ningún caso es una condición suficiente (por ejemplo, uno podría
simplemente incrementar el precio de las emisiones de CO2).
Segundo, también es plausible que otras formas de reducción de las emisio-
nes —tales como la nuclear, la captura y almacenamiento de carbono (CAC),
o las políticas de energía eficiente 2— sean más costosas que las energías reno-
vables (por lo menos en el margen), menos eficientes, o estén restringidas por
factores no económicos, tales como los relacionados con la aceptación de la
energía nuclear por parte del público.
La tercera observación, soportada ampliamente por la sección IV de este
libro, es de tipo empírico: los procesos políticos no siempre ofrecen resultados
óptimos en términos de la reducción de emisiones de gases de efecto inverna-
dero a través de mecanismos neutrales a la tecnología basados en el mercado.
Este hecho motiva preguntas de economía política muy interesantes; está claro
sin embargo que los gobiernos enfrentan grandes dificultades para comprome-
terse de una manera creíble con precios del carbono cercanos al coste social
del mismo a largo plazo, o igualmente, con precios suficientemente altos como
para apoyar inversiones significativas en tecnologías bajas en carbono. Incluso
el ETS de la UE, que es sin duda un logro único e impactante, tiene actual-
mente un nivel dado de precios que induce el cambio del carbón al gas natural
como fuente para la generación, pero no es suficientemente alto como para
apoyar este tipo de inversiones.
Tras anotar conjuntamente estas tres observaciones, los editores reconocen
que la necesidad de responder a los retos del calentamiento global, combina-
dos con las restricciones impuestas por el mundo real al proceso del diseño de
políticas, pueden ofrecer una justificación válida a los mecanismos de apoyo
específicos para las energías renovables, especialmente a las versiones menos
costosas. Sin embargo, ninguna combinación posible de supuestos justificaría
una postura de «pagar lo que sea necesario». El valor sombra de invertir en
una tecnología dada es finito, está limitado, si no lo está por nada más, por lo
2 
Como explicó José Goldemberg en el Capítulo 6, en los países industrializados la eficiencia ener-
gética, aunque limitada, resultará atractiva como alternativa a la generación de energía renovable. Mientras
que en los países en vías de desarrollo es menos probable que los programas de eficiencia energética sus-
tituyan a la promoción de las tecnologías bajas, o libres, en carbono. En estos países, donde la demanda
energética está destinada a crecer, se deben implementar tecnologías limpias y eficientes que respondan a
dicho incremento en las etapas tempranas del proceso de desarrollo.

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menos lo estará por el coste de oportunidad de invertir mayores cantidades en


tecnologías con menor coste. Por ello, es difícil justificar una inversión exten-
siva en la implementación de formas de renovables extremadamente costosas,
tales como la energía fotovoltaica en España, Alemania y parte de los EEUU,
y la eólica marítima en el Reino Unido.
Se ha visto que la lógica detrás del apoyo a medidas específicas para la
promoción de renovables no depende de argumentos relacionados con fallos
de mercado, citados con frecuencia a favor de este tipo de medidas. Aunque es
posible identificar muchos de estos fallos (ver Capítulo 5), en la mayoría de los
casos éstos no son suficientemente notorios como para justificar las interven-
ciones a gran escala que han sido llevadas a cabo. En general, los argumentos
conocidos como «externalidades de tipo no cambio climático», tienen un tinte
más bien débil.
Por ejemplo, invertir en renovables con el objetivo de crear trabajos parece
una política económica poco sólida. Esto se debe a que la generación de elec-
tricidad es generalmente un proceso altamente intensivo en capital; así, a corto
plazo (durante una recesión), no se alcanza a proporcionar un impulso tempo-
ral sobre empleo pues el tiempo necesario para llevar a cabo las inversiones
es muy largo, y a largo plazo es muy poco probable que este tipo de políticas
afecte a los factores macroeconómicos estructurales que determinan el nivel
de empleo. El caso de España es un claro reflejo de esto, el rápido crecimiento
de la energía renovable antes de la recesión tuvo, como mucho, un impacto de
minimis es su mercado laboral y tampoco hizo ningún tipo de contrapeso al
crecimiento del desempleo durante la crisis.
Con respecto a la política industrial, la mayoría de los gobiernos más impor-
tantes del mundo desarrollado creen que serán líderes mundiales de las nuevas
tecnologías de energía, y que esto generará externalidades positivas sobre las
demás compañías del sector energético, así como sobre otros sectores indus-
triales y de servicios. Sin embargo, hasta ahora en todos los casos la evidencia
a favor de ello es muy tenue. En particular, hay poca evidencia que indique que
ante una implementación extensiva de las tecnologías renovables se generen
beneficios colaterales de aprendizaje (spillovers) que no estén internalizados
por las propias empresas (ver, por ejemplo, el Capítulo 5). Más aún, es pro-
bable que al igual que otras industrias, tales externalidades positivas sean más
fuertes a nivel de la I+D. Por tanto, es poco probable que se pueda justificar un
subsidio a la implementación a gran escala de tecnologías renovables costosas
basándose en la existencia de costes sobre-estimados (pues reducirán costes
futuros), o en que dichas tecnologías estimularán las industrias en desarrollo.
Una justificación alternativa a los mecanismos de apoyo a los renovables
existentes, y a los propuestos, tiene que ver con su impacto en la seguridad de
suministro. En la mayoría de los mercados los participantes individuales ma-

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nejan la incertidumbre sobre la oferta y demanda de forma eficiente y eficaz a


través de incentivos en los precios, contratos de aseguramiento bilateral y dis-
positivos relacionados. Por tanto, concluir que la intervención gubernamental
es necesaria para garantizar la provisión de energía debe fundamentarse en la
evidencia de una o más externalidades específicas que sí puedan ser corregidas
a través de una intervención distinta a la del mercado.
Desde la perspectiva de los EEUU, en el Capítulo 5 Gillingham y Swee-
ney muestran que una externalidad importante es la asociada a los costes de
la seguridad nacional, pero esto está relacionado con el crudo, y tiene poco
que ver con fuentes renovables distintas de los biocombustibles. En el caso de
la UE, donde la seguridad de suministro está en la primera línea de la agenda
política, y es un argumento a favor de los subsidios a los renovables, Boaz Mo-
selle identifica en el Capítulo 4 importantes externalidades en el contexto de
los elementos clave de la seguridad de suministro relevante: la dependencia de
Rusia y Argelia como proveedores de gas natural. Aún cuando los dirigentes
políticos hablan con frecuencia de una dependencia generalizada de las impor-
taciones, en realidad existen pocos problemas de seguridad en relación con el
uso del carbón importado. Esto se debe a que hay muchos países con enormes
reservas de carbón con los que Europa ha tenido históricamente una buena re-
lación. Moselle discute hasta qué punto las fuentes renovables en la UE —ver-
sus otras fuentes de energía—, pueden reemplazar al gas proveniente de Rusia
y Argelia. Concluye que la dependencia del gas importado sí causa verdaderos
problemas de seguridad de suministro dentro de la UE, especialmente en Euro-
pa Oriental, y que los resultados de mercado pueden no ofrecer una respuesta
eficiente a tales riesgos debido a las externalidades generadas por dilemas de
«riesgo moral». Argumenta, sin embargo, que puesto que no está claro en qué
medida las fuentes renovables pueden reemplazar al gas proveniente de Rusia
y Argelia, y que otras fuentes con generación baja en carbono pueden tener un
impacto similar, o mayor, en la seguridad de suministro, estas externalidades
no justifican la promoción específica de las renovables.
En síntesis, aun cuando los beneficios medioambientales del uso de ener-
gías renovables son indiscutibles, los editores son escépticos a las justificacio-
nes de tipo geoestratégico y económico a favor de su promoción. Reconocen,
sin embargo, una lógica política tras los mecanismos existentes de apoyo a
renovables: dar subsidios a la generación renovables es menos costoso polí-
ticamente que imponer un impuesto a la polución sobre consumidores y pro-
ductores. Y, como en muchos otros casos, las elecciones óptimas de política
económica pueden no ser políticamente viables. En estos casos, es necesario
buscar una «segunda-mejor» solución en términos de política económica. En el
contexto discutido, los mecanismos de apoyo a las renovables existentes y pro-
puestos sólo pueden pensarse como la segunda-mejor respuesta a los retos del
cambio climático. Aun así, en general los autores están de acuerdo en que tanto

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las políticas actuales como las anticipadas requieren de un mayor refinamiento


antes de que éstas se puedan considerar como instrumentos políticos adecua-
dos, incluso en el contexto de las soluciones de «segundo-mejor» orden.

II. Generación renovable y los sistemas de energía


en la práctica

Las políticas actuales para reducir las emisiones de gases de efecto inver-
nadero en la generación eléctrica de la UE, en muchos Estados miembros de
la UE, en algunos Estados y regiones de los EEUU, y de manera muy consi-
derada, a nivel federal en Estados Unidos, combinan un mecanismo neutral en
la tecnología basado en el mercado (e. g., el ETS en la UE, y muchos sistemas
cap-and-trade en California y el Noreste de los EEUU) con intervenciones
específicas sobre las tecnologías renovables, la CAC y la energía nuclear. Esta
combinación de políticas tiene implicaciones profundas sobre los mercados
mayoristas de electricidad.
Pueden, por ejemplo, motivar dudas con respecto del modelo actual de
liberalización de los mercados energéticos. Una parte importante de los bene-
ficios de liberalizar este mercado proviene de mejores decisiones de inversión.
De hecho, consideraciones de eficiencia dinámica se encuentran bajo el paso
de un mercado regulado a uno no regulado. Sin embargo, las políticas actuales
implican que las fuerzas de mercado tendrán un impacto limitado en las de-
cisiones de inversión futuras, pues éstas se encontrarán determinadas en gran
parte por las preocupaciones de los gobiernos sobre los problemas medioam-
bientales y de seguridad en el suministro energético. Este es el caso de Reino
Unido, donde las decisiones sobre nuevas inversiones están afectadas por un
amplio abanico de programas medioambientales (como discutió Michael Pollit
en el Capítulo 13), cuyo efecto acumulado sea probablemente determinante 3.
De manera más concreta, las políticas existentes y las planeadas a fu-
turo, deben tener un impacto significativo en lo relativo a la economía de
las plantas generadoras convencionales. Como muestra James Brushnell en
el Capítulo  9, la explotación de los recursos eólicos tendrá un impacto en
los precios del mercado. Esto también afectará la forma del consumo neto,
es decir, la diferencia entre la demanda y la oferta provenientes de fuentes

3 
Estos programas incluyen el ETS de la Unión Europea; el Esquema de Comercio de Emisiones del
Reino Unido; los Certificados de Obligación de Renovables, que financian el uso de los renovables de for-
ma diferencial de acuerdo a la tecnología implementada; subsidios a la inversión en renovables, conocidos
como subvenciones de capital; tarifas o primas a la producción de nuevos micro-renovables; apoyos a la
co-generación; nuevas medidas de apoyo —actualmente en proceso de desarrollo—, a la energía nuclear y
la CAC; la obligación a los proveedores de energía a instalar procesos eficientes, encaminados al cumpli-
miento del Objetivo de Reducción de Emisiones de CO2 (CERT por sus siglas en inglés); al igual que otro
número de medidas.

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intermitentes. Es probable que esto refleje diferencias más amplias entre la


demanda de producción térmica punta y promedio. Como consecuencia, la
inversión de equilibrio de la combinación de fuentes no eólicas se orientará
hacia un escenario de menos carga eléctrica base y más capacidad de punta.
Las experiencias de España y Alemania muestran que una implementación
amplia de la generación eólica intermitente promueve la volatilidad en los
precios, registrando precios muy bajos (incluso iguales a cero) cuando los
patrones eólicos generan altos niveles de producción en momentos de cargas
bajas (ver Capítulos 14 y 15).
Es posible que esta combinación entre volatilidad en el precio spot y la
necesidad de un gran número de plantas punta con bajo nivel de utilización
aumenten el problema de «missing money» que puede también surgir en los
mercados mayoristas de energía. En este caso la combinación entre la ausencia
de un sistema de determinación de precios en tiempo real para los consumi-
dores, el comportamiento de los operadores de los sistemas de transporte, las
intervenciones regulatorias explícitas (techos en los precios) y la regulación
implícita, hace que los mercados no reflejen las señales necesarias para obte-
ner una capacidad punta suficiente.
Existen en esencia tres aproximaciones a este problema. La primera es
observar que los mercados son capaces de lidiar con problemas de este tipo a
través del mecanismo de precios, incluso en el caso de bienes no almacenables.
La demanda hotelera en las estaciones de esquí, o cerca de ellos, por ejemplo,
está altamente relacionada con el clima. Altos precios de hotel durante los
momentos de demanda punta (alrededor de Navidad o durante las vacaciones
de invierno) aseguran un alto nivel de inversión y la ausencia de pistas alejadas
de los chalets de esquí. Similarmente, si no hay techos para los precios y los
inversores no esperan una intervención del gobierno en el futuro, se esperaría
que éstos construyan capacidad suficiente para cubrir la demanda, invirtiendo
en plantas alternativas que estarían en funcionamiento con poca frecuencia,
basados en que en tal escenario los precios serían suficientemente altos como
para recuperar los costes fijos a medio plazo. Mientras tanto, en la medida
en que la prevalencia de los precios pico hace más rentable dedicar tiempo
y realizar las inversiones de capital necesarias para desplazar la demanda en
los momentos de carga eléctrica punta —y por tanto facilitar esta labor—,
la demanda debería volverse más sensible a las señales de corto plazo de los
precios.
Sin embargo, en muchas jurisdicciones (probablemente en la mayoría si no
en todas), los gobiernos no tienen la habilidad de comprometerse a no interve-
nir en el mercado cuando los precios son altos. Muchos mercados de energía
liberalizados, incluyendo varios en los EEUU y algunos Estados miembros de
la UE, tienen, efectivamente, sistemas con precios máximos. Esto es reflejo de

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sensibilidades políticas, pero también constituye una reacción a preocupacio-


nes bastante infundadas de que los mercados mayoristas son más propensos
que otros al abuso de posición en el mercado.
En tales circunstancias, la segunda aproximación al problema de la inter-
mitencia, puntas de precios y la necesidad de establecer generación de respal-
do, es proporcionar un subsidio a la inversión en generación a través de pa-
gos de capacidad (y en términos de eficiencia, quizá también sea conveniente
otorgarlo a las cargas flexibles). Varios factores de diseño relacionados con
los mercados de capacidad determinan estos pagos. Éstos han sido estudiados
ampliamente en Estados Unidos (tanto en la teoría como en la práctica) y, en
una menor medida, en Europa, donde un número reducido de jurisdicciones
ha implementado alguna modalidad de pagos por capacidad. En este contexto,
definir un nivel adecuado para dichos pagos es un factor clave a la hora de ase-
gurar que la transición hacia la energía renovable no comprometa la fiabilidad
de los sistemas eléctricos.
La tercera aproximación sería concluir que las medidas de este estilo son
inefectivas, y que los mercados competitivos con una participación importante
de energía renovable intermitente (y bajo coste marginal) no son capaces de
generar las rentas necesarias para inducir un nivel adecuado de inversión en
la capacidad punta. A partir de la anterior discusión está claro que los editores
no comparten esta conclusión. Las perspectivas de una nueva regulación de la
energía encaminada a asegurar que la generación sea adecuada, otorgando a la
vez un control más directo a los gobiernos sobre las elecciones tecnológicas es,
con todo, una perspectiva real 4, aunque desde el punto de vista de los editores
sea problemático y potencialmente preocupante.
Las posibles distorsiones y los retos regulatorios derivados de la introduc-
ción de las energías renovables no deben justificar, sin embargo, renunciar a los
mercados. No hay duda de que los reguladores deberán adaptar sus herramien-
tas para hacerlas compatibles con las preocupaciones de los gobiernos sobre
el medio ambiente y la seguridad de suministro, no obstante deben hacerlo sin
dejar de lado la disciplina que imponen los mercados tanto en consumidores
y productores, como en los actores políticos. Las malas políticas, al igual que
las empresas deficientes, tienden a fracasar rápidamente una vez entran en el
mercado real.
Los mercados de energía que integran grandes volúmenes de viento eleva-
dos enfrentan varios problemas adicionales. Primero, aparte de las considera-

4 
Propuestas recientes del regulador de energía británico (previamente el abanderado de la libera-
lización de los mercados de energía) incluyen, en el extremo, la creación de un único comprador central
responsable de suministrar la energía a nivel mayorista y de realizar las contrataciones necesarias para
garantizar la inversión en nuevas renovables, lo cual podría asegurarse a través de contratos de largo plazo
(ver Ofgem, 2010).

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ciones de inversión discutidas anteriormente, dada la dificultad de predecir el


nivel de producción con anticipación suficiente, incrementar la penetración de
los generadores intermitentes motiva preocupaciones de tipo operacional. Sin
embargo, con el tiempo ha habido mejoras significativas en las predicciones
de generación de los generadores eólicos (ver Capítulo 2). Como resultado,
Moselle argumenta en el capítulo 4 que las consideraciones operacionales son
relativamente sencillas y que, sujetas a solucionar el problema de generar in-
centivos a la inversión adecuados para garantizar una disponibilidad suficiente
de plantas punta, éste se convierte simplemente en un elemento de costes adi-
cional.
Segundo, un subsidio por Megavatio hora de generación renovable dis-
torsiona las señales de precios y puede generar ineficiencias. Por ejemplo, la
introducción masiva de la generación eólica puede llevar a precios negativos,
reflejando así un resultado ineficiente cuando los generadores eólicos, que po-
drían parar su producción a un coste social cero —pero al coste de perder el
pago de sus tarifas y primas a la producción—, pagan a terceros (como los
generadores nucleares) para que éstos incurran en los costes reales de producir
menos electricidad (Schamalensee ilustra el caso del este de Tejas, donde se
registraron precios spot negativos). Otra serie de ineficiencias pueden surgir
cuando el nivel de pagos no está relacionado con el precio de mercado (esto
es, cuando no hay incentivos para producir durante las horas punta o en los
periodos punta del año).
Un tercer problema tiene que ver con la necesidad potencial de nuevas
inversiones en transporte en la medida en que los nuevos patrones de la ge-
neración, que reflejen diferentes patrones de localización para la nueva ca-
pacidad instalada, motiven cambios en los patrones de flujos de los sistemas
de transporte. Christian von Hirschhausen explica en el Capítulo 10 que las
complejidades propias del aprovechamiento de las energías renovables para
generar electricidad son relativamente simples en relación a las considera-
ciones del transporte de esta energía a grandes centros de demanda en largas
distancias. También describe los distintos problemas de mercado e institu-
cionales, incluyendo los riesgos regulatorios y tecnológicos, y los factores
de la distribución de las rentas, que dificultan dar una solución a los cuellos
de botella en la red de transporte y por ende limitan el uso efectivo de las
renovables. Si la generación renovable debe tener un mayor protagonismo
en la escena energética, los agentes políticos deben hacer frente a problemas
difíciles como éste.
La localización de los recursos de energía renovable a gran escala de-
penderá de una serie de factores, incluyendo la localización apropiada de los
recursos, como el agua, el viento, la luz solar y las fuentes de biocombusti-
bles; los costes de transporte relevantes para estos recursos; consideraciones

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relacionadas con los emplazamientos; y los costes de desarrollar los sistemas


de transporte y distribución necesarios. Una determinación de precios loca-
cional eficiente, como fue discutido por Hogan en el Capítulo 7, ayudaría a
proporcionar incentivos para la toma de decisiones eficientes en relación a
la localización de las instalaciones de generación y transmisión, tales como
asegurar mayores precios en las zonas donde haya cuellos de botella. Sin
embargo, aun en teoría sería exagerado intentar descentralizar plenamente
las decisiones de transporte a través de los precios locacionales (o margi-
nales). Para empezar, porque las inversiones en transporte son de tipo fijo y
comúnmente eliminan las diferencias en precios nodales que justificaron en
su momento las inversiones. Por tanto, en la práctica se requiere de un trabajo
más extensivo en desarrollar e implementar las metodologías apropiadas para
planear el transporte.
Más aún, una consecuencia de la necesidad de ubicar los generadores cerca
de las fuentes de energía renovable y lejos de los ciudadanos con mentalidad
«no en el patio de mi casa», hace más probable que no haya coincidencia
entre las localizaciones de generación y consumo. Por tanto es necesario que
los nuevos arreglos referentes a transporte contengan acuerdos que coordinen
a los múltiples propietarios de los sistemas de transporte. La experiencia de
los EEUU muestra que los sistemas de electricidad operados por operadores
regionales y operadores independientes son más efectivos a la hora integrar
la generación eólica. Estos sistemas aprovechan su integración operacional
y de transporte para tener mayor facilidad al implementar la generación de
energía renovable (ver el Capítulo 11). En Europa, por su parte, se vislumbra
una nueva estrategia sobre la planificación de infraestructuras. Bajo el tercer
paquete energético dos nuevas organizaciones europeas, la Agencia para la
Cooperación de los Reguladores de Energía (HACER por sus siglas en inglés),
y la red Europea de Operadores de Sistemas de Transmisión de Electricidad
(ENTSOE), deberán cooperar y coordinar la puesta en marcha de la nueva in-
fraestructura, e introducir reglas de acceso a la red que aseguren por una parte
un crecimiento sostenible de la energía renovable y, por la otra, el uso eficiente
de la capacidad disponible (ver Capítulo 12).
Finalmente, el uso a gran escala de la generación de energía renovable
motiva preguntas referentes a la naturaleza de la regulación requerida. Richard
Green sostiene en el Capítulo 8 que la regulación energética deberá ser ajusta-
da, por ejemplo, para reconocer la necesidad de nuevas inversiones reguladas,
pero nunca en el ámbito de un cambio estructural en el alcance de la regulación
energética. Este autor también sugiere que los reguladores deben seguir ha-
ciendo énfasis en la promoción de la competencia y los modelos competitivos
tendrán mayores ventajas en el contexto de la transición a las renovables dado
su desempeño superior en estimular la innovación.

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III.  Conclusión
Con excepción del terrorismo nuclear, el calentamiento global es posible-
mente uno de los mayores retos que enfrenta la sociedad global actual. Los
actores políticos están considerando las posibles formas de confrontar este reto
y, así mismo, han puesto una cantidad considerable de dinero sobre la mesa
para este fin. Una porción significativa de este dinero se ha destinado a los
mecanismos de apoyo a la generación de energía renovable. Por una amplia
serie de razones, gran parte de esos fondos se gastarán de forma ineficiente.
Dado que las sumas en cuestión son sustancialmente grandes, es imperativo
que haya una discusión en torno al paso hacia un sistema de electricidad bajo
en emisiones al menor coste posible. Esto requiere trasladarse de las discu-
siones arcaicas y genéricas sobre las metas políticas, hacia los análisis del
diseño e implementación de mecanismos de apoyo a la generación de energía
renovable, así como de los méritos relativos de las políticas de generación de
renovables en comparación con otras políticas de de-carbonización. Tenemos
esperanza en que este libro represente un paso no-trivial en esta dirección.

Referencias
Ofgem, 2010: Project Discovery: Options for delivering secure and sustainable en-
ergy supplies, 3 de febrero.

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