Una oscura presencia, una realidad diluida en formas efmeras y tenues contornos, puesto a mano ante la llamada del instinto y la necesidad pasajera. Una breve existencia para la mirada que busca y esquiva, y el olfato que rastrea y tropieza. Ahora soy columna ocenica puesta ante la quilla que avanza entre indescifrables sargazos, ahora puerto cordial a la hora de la fatiga y el reposo. Ahora borrosa figura desdibujndose entre la distancia y el olvido. Indiscernible. Insubstancial y vacua. Soy el rbol de perro. En la quietud de m mismo espero, altivo, sereno, a que unas manos recuerden y unos ojos abran la breve brecha del minuto que me traer a la hoguera del mundo, en una efmero momento de ser y de tiempo. Soy el rbol de perro. Cuando digo que estoy meado de perro, no es una simple metfora para un estpido verso.