he vagado da tras da. En la estril ausencia de lo presentido palpita un murmullo no dicho. Una forma, una sombra. El recndito desalojo de todo lo que me fue ofrendado antes del primer plpito, despus de la postrera huida, persiste con la porfa del condenado. Mi boca no se conforma con el precioso silencio de una simple derrota. Un surtidor de palabras sell la calma de los das y las noches, y me qued aqu, a la hora en que la vida empezaba a recordar quin era y cul era la piel que debi cubrir los incontables vericuetos del tiempo.