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200804403
Sin embargo, este trabajo debe ser un trabajo en conjunto entre arqueólogos,
autoridades, maestros, familias y la sociedad en general. Muchos sitios
arqueológicos y museos de sitio son administrados y resguardados por los
gobiernos locales del lugar en el que están inmersos y muchas colecciones son
donaciones de las familias modernas que desprenden sus tesoros personales
de ese contexto hogareño para convertirlo en un tesoro nacional que expresa,
como unidad, parte de la riqueza cultural de nuestro pasado.
En éste texto hablaré sobre el estado de algunos sitios arqueológicos del Sur,
Centro y Norte de la Ciudad de México. Sobre su historia y su estado actual, y
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veremos como el contexto urbano y las situaciones sociales tienen un gran
impacto sobre estos monumentos. Haremos un recorrido geográfico desde el
Sur en dónde está la cede de la formación de arqueólogos mexicanos hasta el
norte de la ciudad más allá de sus límites simbólicos con el estado de México
en la región más densamente poblada de nuestra nación.
Sur
En la primera parte de este trabajo, dedicada al sur de la cuenca, hablaré sobre
una zona arqueológica en los límites de Xochimilco con milpa alta y sobre una
serie de vestigios que rodean el centro de Tlalpan, sobre y junto al derrame de
lavas basálticas del Xitle.
En mi primer intento por ir, traté de seguir los señalamientos viales y terminé
dando vueltas en círculo pasando tres veces frente al mercado y me perdí 45
minutos. En México los señalamientos sirven sólo para no perder la fe pero no
se puede confiar en ellos a menos que sean de aquellos que guían a alguna
institución privada. Por fortuna pasé en frente de la dirección de turismo en
una de las vueltas y me detuve para pedir referencia y dirección del sitio. Esa
tarde había un concurso de ballet folclórico entre varias escuelas de la
delegación. El ganador se presentaría en alguno de los eventos programados
para la conmemoración de nuestros doscientos años de independencia. La
oficina estaba llena de jóvenes mujeres (niñas) vestidas con floridos huipiles
ajustados a la cintura, con el pelo bien amarrado alargando la línea de los
párpados y con tocados de listones que, entre un ambiente de sonrisas y
tacones telégrafos, reflejaban con sinceridad el más efímero lucero que caía
sobre ellos. En realidad había entrado al backstage del evento. Me acerque a
una señorita que trabajaba detrás de un escritorio y propiamente pero con una
voz firme y segura le pregunte cómo llegar a los petrograbados de Cuailama y,
en la sala, primero se hizo un silencio y después muchas personas dijeron
“ammmmmm” mientras trazaban mentalmente su mejor ruta y, de pronto,
como cuando se abren las apuestas en un hipódromo, me llovieron las
indicaciones para tomar camino a mi destino. Algunas se oponían tanto que
abrían discusiones, y las niñas que estaban siendo peinadas por sus madres,
en ese momento, quedaron con tocados zoomorfos llenos de nudos. Entre toda
la confusión que se había formado y una guerra de dedos índices que
apuntaban en todas direcciones ya se me había olvidado que yo no había ido a
Xochimilco para ver bailar a nadie… De esa espesa nube de gente, emergió
una señora de lentes, delgada y con una sonrisa tranquilizante y me preguntó
si era yo quien había preguntado por los petrograbados de Cuailama y sólo
dije: sí, señora, soy yo. En ése momento dejé de estar perdido y comencé a
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recibir, de aquella mujer, la mejor atención que cualquier turista puede
esperar.
Esa pared empinada cubierta de hierba era el sitio y su entrada era una puerta
también de la misma malla que está parcialmente arrancada del marco de tal
forma que cuelga como los jóvenes que reciben el cambio y anuncian los
destinos en los microbuses . Está poco anunciado y se tiene que tener mucha
suerte ó muy “buen ojo” para saber que esa es la entrada a una zona
arqueológica.
Fue muy interesante ver que estaban protegidos detrás de barras de hierro
como si hubieran arrancado la barda del jardín de un vecino y la hubieran
dejado recargada sobre la pared en la que estaba el glifo. Se trataba del
Tlamatini, palabra que para algunos pobladores (otomies) quiere decir anciano.
Esta imagen que contiene a un personaje con tocado, sentado sobre una
pirámide con escalinatas fue mi iniciación a la glífica Xochimilca.
Según una interpretación del profesor José Gonzales Rodríguez (de quien hay
una placa en la entrada al sitio) y Herman Beyer, representa a una persona en
actitud de reflexión con el cósmos significa “venimos al lugar”. Tal vez sea este
uno de los petroglifos más deteriorados del lugar pero es perfectamente
visible el contorno de la figura. En verdad me sentí frente a la piedra roseta de
Xochimilco. No podía creer lo que nuestra guía nos estaba diciendo pero, lo que
no es raro, coincidía con la información que me habían dado en las oficinas de
turismo. Por lo menos su discurso concuerda y si bien el documento no
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presentaba bibliografía, está basado, según los autores que nombra, en el
trabajo de un Arqueólogo, el Doctor Jeffrey Parson y los dos profesores
previamente citados, uno de los cuales, José González, hizo una recopilación
del reconocimiento que las tradiciones de herencia oral hacían a los
petroglifos:
Es un bastón que tiene discos que representan estrellas puestas en cierto orden,
formando una constelación. Este significado de constelación es la evidente razón por la
cual fue esculpido en ése lugar que és el más septentrional del cerro de Cuailama.
Tiene una barra transversal debajo de la cual hay una calavera y una empuñadura
adornada con cuatro cintas anudadas y dos grandes fajas que se dirigen a la izquierda
de la imagen.
Este petrograbado también estaba cubierto con barrotes de acero que parecen una
medida desesperada por protegerlos. No son nada cómodos y mucho menos estéticos
pero al menos aquellos que sí estaban protegidos estaban mejor conservados que los
que no y ese es el caso del báculo que se percibe perfectamente. Tiene una pátina que
le fue aplicada para conservarlo protegiéndolo del clima que apenas y se alcanza a ver.
Zipaktli: (cocodrilo o lagarto), conocido por la gente Náhuatl del lugar con el nombre
de Tlaltippaktli, que traducido al español quiere decir Planeta Tierra. Dentro del
calendario Náhuatl representa el primer día del año.
Es una cabeza de rasgos ofidianos con las fauces abiertas, con colmillos y lengua
bífida; características evidentes de una cabeza de serpiente, toda la cabeza está
rodeada de puntas y la ceja termina en voluta. En la esquina superior derecha de la
imagen está la cifra “UNO”.
Este ejemplara está bien tallado y, a diferencia de los demás, esta enmarcado en una
cuadrado como los glifos Mayas. ES considerablemente más pequeño y a un metro
frente al báculo y al alcance de la mano ha sido maltratado por los grafiteros quienes lo
han decorado con una de sus lindísimas rubricas en color violeta.
Ozelotl: (jaguar). Dentro del calendario es el décimo cuarto día y símbolo del solsticio
de invierno, como nahual de Texcatlipoca, su piel representa el cielo nocturno y sus
manchas las estrellas.
Se trata de una imagen doble con una flor a la izquierda y una mariposa a la derecha.
Son de un mismo estilo y coetáneas. En tanto son representaciones de las cuatro
regiones del planeta que para los habitantes del México prehispánico eran disolubles.
La flor que estaba junto a la figura de la mariposa era similar al Alcatráz y es una de las
flores sagradas de la región. Tenía una especie de celosía que eran el tallo y las raíces
y me recordaon un poco a las enredaderas de calabaza que están grabadas en la roca
justo junto a la imagen del Rey. Curiosamente Esta imagen de Cuailana está junto al
onzelote ó jaguar, tan sólo a un métro de distancia.
Tonaltetl: (piedra del sol), se le conoce como Nahi Ollin (cuatro movimientos)
representa a las cuatro eras o edades de la humanidad y el quinto sol; también a los
cuatro rumbos ó cuadrantes del universo y en el centro tiene un rayo solar hacia el
norte que otras personas interpretan como un punzón con empuñadura.
Esta es la descripción que los turistas reciben y, como pasa con los museos,
transmite un discurso con el que muchas personas pueden no estar de
acuerdo. Sin embargo éste el discurso que transmite el pueblo de Xochimilco
sobre su propia historia y trata de presentarlo de la manera más digna que le
es posible.
En resumen puedo decir que el sitio arqueológico de Cuailama tiene una gran
riqueza que mostrar, tanto por sus materiales prehispánicos, como por la
situación social que lo rodea. Desgraciadamente el gran esfuerzo que se hace
para preservarlo no ha sido suficiente y la información que reciben los
pobladores de Santa Cruz y sus alrededores, no ha logrado cautivar a sus
representantes más jóvenes quienes, supongo, son autores de los murales de
grafiti que cubren sin discriminar, todas las superficies verticales que
encuentran, incluyendo las representaciones simbólicas de la fundación del
lugar en el que viven.
Volvimos al mismo camino que nos había llevado hasta Santa Cruz y sin salir
de ella, pero ahora con dirección a Xochimilco, llegamos al Museo que es una
maravilla.
José Emilio Rodríguez De Hoyos
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Muy cercano al cerro de Cuailama y con un canal que conecta con el
embarcadero de Nativitas que se habría abierto para llegar en trajinera,
proyecto que fracasó por la evaporación y pérdida de agua de los canales; y
con una fachada bien cuidada, sencilla pero muy notable, el Museo de
Arqueología de Xochimilco es de mis favoritos.
Está dividido en dos partes ó salas que son el cuarto de máquinas y la Tina ó
pozo que a su vez presentan limitaciones espaciales que subdividen las
representaciones y el flujo del andar por el museo.
Nos da la bienvenida una roca tallada que representa el glifo de Xochimilco que
tiene tres imágines en la parte superior que representan los tres estadios de la
tierra de siembra que son: la preparación, la producción, y el descanso.
Formando un patrón lineal Horizontal, tiene canoas y canales que rematan con
dos flores acuáticas.
Esta segunda sala expone desde entierros directos hasta entierros dentro de
vasijas cerámicas. Tiene un gran ejemplo del aprovechamiento de la obsidiana
mostranado una serie de herramientas y lapidaria para el uso personal. Las
vitrinas son grandes y muy ricas y la museografía es tan clara que si el Museo
de Templo Mayor tuviera la misma suerte su visita sería un par de horas más
corta.
Salimos del museo con ganas de seguir viendo. En la entrada, mientras Érika,
Ivonne y nuestra guía se refrescaban dentro del coche que se había convertido
en un horno, pregunté sobre la asistencia que tenía el museo y me
respondieron una impresionante cifra que se suponía era un promedio
mensual. Mil personas visitan este museo cada mes. Aquel día era entre
semana y había más gente que nosotros pero según dice la directora del
museo los fines de semana reciben muchísimas familias y grupos escolares.
Dentro del recinto tiene una sala de usos múltiples en la que suele haber
exposiciones temporales y hay una pequeña sala auditorio en la que realizan
actividades culturales.
Cuicuilco es una palabra de proscedencia náhuatl que quiere decir lugar dónde
se hacen ruegos ó el lugar de cantos (Fray Alonso de Motolinia 1571, 2ª edición
(1966 p. 330) pero el verdadero nombre, es decir, el nombre que dieron sus
constructores originales es desconocido.
Hoy en día el museo, si bien está muy bien cuidado, da la sensación de ser
viejo. El montaje ya no convence. Sin embargo es excelente para visitar los
fines de semana porque se complementa y enriquece con el recorrido a pie que
se puede hacer dentro del sitio. En general, sobre Cuicuilco se sabe poco pero
lo que hay en la literatura no coincide con el discurso de museo y aún habría
por hacer un gran trabajo con el sitio para aprovecharlo como medio didáctico
para el público en general.
Con respecto a Villa Olímpica, los basamentos están en dos partes diferentes
del parque. Aquellos que formaban la calzada están en un espacio rejado con
un segmento de pista de atletismo sobre el circuito que conduce de la entrada
del complejo a la zona de oficinas que es el acceso a la alberca, las canchas de
tenis y básquet y los gimnasios. Uno de los montículos fue aprovechado para
usar como cimientos de un gran monumento de forma circular que se eleva
algunos metros anunciando la ignorancia del arquitecto que lo construyó. El
otro complejo está entre la alberca y el campo de futbol. Es un basamento de
planta rectangular cuyas dimensiones superan las de las demás estructuras
dentro del predio.
El problema que ofrece Cuicuilco, y algo muy bello (u orripilante), es que está
divido el contexto prehispánico por los contextos modernos quedando tres
secciones, siendo a la vez, la correspondiente al edificio de Peña pobre la
menos clara pero con mayor potencial de ser trabajada. Con respecto a los
accesos a cada sitio, el de Peña pobre está en San Fernando esquina con
Insurgentes Sur dirección Norte, Cuicuilco está del mismo lado de Insurgentes
pero esquina con Periférico Sur y Villa Olímpica está justo del lado opuesto
cruzando la avenida , es decir, en dirección Sur.
Para visitarlo hay que entrar a ese parque ecológico y el acceso es por San
Fernando justo después de la entrada a plaza inbursa pero antes de llegar a
insurgentes. El parque es pequeño pero tiene un ambiente muy tranquilo. En
realidad es agradable caminar y tal vez detenerse a tomar un café.
Degraciadamente tampoco es un paseo arqueológico y no cuenta con
museografía y toda la información que nos pueden dar está en el museo de
sitio de cuicuilco. En Loreto y peña pobre la gente sabe que ese cerrito es una
pirámide.
Entrando al bosque por Zacatépetl, que es calle que pasa detrás del centro
comercial Perisur y cruza debajo del periférico hasta llegar al bosque, vamos a
caminar siguiendo el sendero que va paralelo a aquel que pasa junto a la pista
de corredores hasta topar con pared. Siempre siguiendo la barda vamos a
caminar derecho hasta que encontremos un señalamiento que diga pirámide a
la izquierda y ahí está. No se recomienda ir sólo porque está algo alejada pero
si está bien vigilada. El basamento está en mejores condiciones que el de
Zacatépetl pero igualmente abandonado. Da la sensación de haber sido
construido como una atractivo extra.
En la página del INAH, en el apartado con el título “lo que el Xitle se llevó”
encontramos que se propone que ambos (tenantongo y Zacatépetl), por
asociación estilística, deben ser Cuicuilcas pero las pocas investigaciones que
se han realizado han sido mal dirigidas.
Cuando salí de mi casa llovía fuerte. Mi plan era tomar el metro en la UNAM y
bajar en la estación Cerro de la Estrella haciendo un par de transbordes. Esta
sería mi primera visita a esa delegación e incluso a esa línea del metro. Muchos
compañeros de la carrera viven en las cercanías al cerro y me advirtieron
sobre lo peligrosa que puede ser esa colonia pero nadie me explicó que debía
bajar en la estación Iztapalapa.
El viaje en metro fue una de los más lentos que he hecho. Por alguna razón el
tren se detenía entre cada estación y las paradas eran de hasta quince o veinte
minutos. Un recorrido que fácilmente hubiera podido hacer en cuarenta
minutos me tomo casi dos horas. Cuando llegue a la que pensaba que era mi
estación -“Cerro de la Estrella”- me bajé del metro pero antes de salir a la calle
recargué mi tarjeta pensando que me podían asaltar y quitar el poco dinero
que llevaba.
Volví a la calle y tomé un taxi que me cobró doce pesos con cincuenta
centavos. Es muy notable que después de cruzar la entrada al parque, las
casas continúan hasta muy alto. No es un cerro muy grande pero según el
INEGI, el cerro de la estrella, que es un área natural protegida, ha perdido el
85% de sus terrenos originales y con ellos gran parte de su flora y su fauna, al
ser invadida, otra vez, por asentamientos irregulares. Este es un problema
grave en todo el país y se debe a la poca confianza que la gente tiene por su
gobierno y a la pobreza y a la falte de educación. Es una guerra de estira y
afloje que se está llevando entre la patas a las poquísimas reservas naturales
que tenemos y que genera toda clase de problemas sociales que uno pueda
imaginar. Según la UNESCO, la Ciudad de México no cuenta con el promedio
mínimo de áreas verdes que se necesitan para una calidad de vida media, que
son de 9 m2 por habitante. La capital tiene 7.5.
José Emilio Rodríguez De Hoyos
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Las autoridades dicen que esto no es cierto porque en sus cerros hay bósques,
como el Ajusco y la Marqueza. Tenemos suerte de que no hayan dicho que la
ciudad está rodeada de un país con grandes recursos naturales porque México
es uno de los países más deforestados del mundo.
Pasamos en el taxi hasta dónde se permite la entrada a los coches que es justo
después del museo del Fuego nuevo. Junto al auto pasó un señor de unos
cuarenta años a quien preguntamos sobre a la zona arqueológica, nos vió raro,
se rascó la cabeza y señalando el museo nos dijo: ¡ahí!
Baje del taxi y mi plan era caminar a paso veloz hasta arriba y de regreso
entrar al museo. Delante de mi, a unos cien metros podía ver al señor que me
había dado las indicaciones.
Cuando me recuperé por completo subí hasta la cima y quedé fascinado con la
vista. Ya no llovía y estaba parcialmente nublado. Los pocos rayos de luz que
se filtraban jugaban una danza exótica con los cerros del Ajusco y Guadalupe.
Estaba tan claro que sentía que me podía poner los pantalones de Santa Fé y
tomar una cocacola con hielos en el mirador de Torre mayor. Sentía que podía
ver desde Sierra de las Navajas hasta Chalcatcingo. Xochimilco y Chalco eran
dos charquitos. También Texcoco estaba en la pintura.
En el techo de esta sala hay una pintura que es una reproducción del
calendario prehispánico segín la interpretación de Fray Diego Durán.
Con el museo culminó mi visita al cerro de la estrella dejando atrás una serie
de petroglifos y cuevas que espero poder ver muy pronto.
Además cuenta con una sala de usos múltiples en la que había una exposición
de pintura y erotismo y
Sin embargo, nunca creí ni media palabra de lo que decían ni los guías ni los
letreros de los museos, ni los libros de texto y estaba seguro de que todo
estaba mal. A demás no conocí a ningún arqueólogo y para mi eran tan lejanos
como el pueblo que había tallado las cabezas colosales de San Lorenzo. Lo que
más me frustraba, y sigue frustrando hoy en día, era entrar a las zonas
arqueológicas y ver tantas cosas reconstruidas. Sentía que había perdido para
siempre la oportunidad de ver como las encontraron y hacerme de mi propia
idea de cómo hubieran sido cuando estaban habitadas. En verdad me enojaba
mucho y casi siempre salía de mal humor.
Del templo mayor sabía la historia que nos ensañaban en la escuela de la que
lo único que recordaba era la imagen de la piedra del sol, la coyolzausqui?? Y la
Cuatlicue de los libros de texto; piezas que pensaba que estaban ahí. A demás
tenía la idea de que alrededor de la historia de la llegada de los españoles sólo
había muchos litros de sangre y mentiras. También recordaba que algo me
habían dicho sobre la fundación de Tenochtitlán y yo no veía ningún lago por
ninguna parte.
Nunca entendí a dónde se había ido el lago y, como era más ecologista que
ahora, me daba muchísima tristeza saber que se había convertido en calles y
edificios. Cuando entramos a la zona arqueológica estaba muy alterado porque
no entendía nada. Ni las formas de los vestigios ni las explicaciones de los
letreros. Pensaba que los arqueólogos habían destruido todas las etapas
constructivas para mostrar el corazón y no entendía cómo pudo haber quedado
enterrado ése lugar. Me llenaba de lágrimas el pecho, saber que la catedral
estaba sobre algún otro templo ó estructura antigua y que la ciudad que hubo
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antes de la Ciudad de México había desaparecido por completo. No tengo
muchos recuerdos del museo en aquel viaje pero si recuerdo a la mega piedra
labrada con una mujer “rota” labrada en ella, en ese recuerdo la mujer tiene un
rostro mucho más definido del que tiene en le realidad. También recuerdo la
oscuridad de las salas y la sensación de descuido de las piezas de las vitrinas.
En mi más reciente visita al templo mayor, visita que hice para el presente
trabajo, tuve una ventaja sobre el niño Emilio que había ido la primera vez
hace casi veinte años. Esta vez iba sólo y con el tiempo suficiente como para
detenerme a ver con calma todo lo que quisiera. En primer lugar los
alrededores han cambiado mucho. Ahora es más fácil caminar por el Zócalo y
es posible ver las fachadas de los edificios sin la interrupción de una lona
estridente que protege un lote de tenis de tallas únicas. Aún así extraño las
multitudes de vendedores sin sentir que hagan falta.
Disfruté mucho esta vez. Si bien hizo muchísimo calor, por haber ido entre
semana, el museo y el zócalo, estaban casi para mi sólo. Ahora entiendo
menos que cuando era niño pero con ojos de adulto, con ojos de un arqueólogo
potencial y con la misma necesidad de saber que había pasado ahí
exactamente.
Es un gran museo. Tiene una planeación y diseño únicos y estoy seguro de que
sorprende al más exigente de lo públicos, sobre todo porque es muy
impresionante el Zócalo y los muros del museo son un gran oasis en medio del
tumulto y caos que puede ser el centro histórico de la ciudad.
Esta vez, como todas las demás pero ahora por ser estudiante de arqueología,
no pagué la entrada pero el costo hubiera sido de 50 pesos. Lo malo es que no
me dieron boletito.
Dentro están las piezas que se han recobrado de las distintas temporadas de
excavaciones desde finales del siglo XIX hasta la fecha. Es un acervo riquísimo
bien montado pero mal conservado, por lo menos en cuestión de material
informativo y de iluminación por que en realidad el material arqueológico
parece estar muy bien.
El Museo es una espiral que conduce por las diferentes etapas de la historia de
Tenochtitlán entrelazando la arqueología con un discurso histórico del pueblo
Mexica. Trata, con el más puro de los esfuerzaos, de mostrar al mundo la
grandeza de la cultura Arqueológica que fundó la primera gran Ciudad en la
cuenca de México y la relación y conocimiento del medio ambiente que
desarroyó en todos sus años de estancia.
El museo tiene tres problemas que ya mencioné y estoy seguro de que tienen
solución muy sencilla.
El segundo problema es que las salas son muy grandes y obscuras y hay tantos
focos fundidos que muchas cosas no se alcanzan a ver bien. A la gente le
molestaba mucho que no toda la información pudiera ser leída. Y que muchas
de las piezas no se vieran.
Esa situación es muy común. Es un problema que comparate con otros museos
con exposiciones permanentes. Al curador de la exposición que anda de viaje y
al encargado del museo donante no les parece necesario sustituir las piezas
prestadas por otras diferentes o tal vez esa tarea no sea sencilla per es un
hecho que en el MUTEMA se encontraran con muchas vitrinas vacias.
Por todo los demás este museo es muy bonito y se encuentra muy buenas
condiciones. Ofrece actividades como cursos de verano para niños y telleres
infantiles los fines de semana. Tiene un proyecto de excavación en el ala
oriente que ha sido muy rico y estoy seguro de que las investigaciones en el
ZOOcalo seguirían para siempre por lo que la actual etapa de abandono parcial
por la que atraviesa es sólo un ratito de su historia.
Cuando cruzas la barda del perímetro el museo para salir de él, una extraña
sensación de inseguridad invade tu cuerpo y sumada a ella una gran nostalgia
circula las venas al ver a los danzantes y sahumadoras que ahora viven de sus
representaciones teatrales.
José Emilio Rodríguez De Hoyos
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Tlatelolco
La primera vez que estuve ahí, antes de conocer su historia, fui como una de
esas visitas que hacía con mis abuelos a los lugares históricos de la ciudad.
Esta vez tuve todo el viaje un gran enojo porque sentía que los vestigios
arqueológicos estaban mutilados. Además, algo muy raro que aún recuerdo
muy bien, es que en los pasillos interiores por los que se camina, veía sangre.
Veía todas las paredes llenas de sangre pero no sangre escurriéndose, fresca,
sino una especie de pátina seca que cubría las piedras que yo sabía que era
sangre y me puse muy triste.
La primera vez que visité sólo el lugar fue a principios del semestre pasado
para acudir a una representación teatral como parte de los eventos
programados para el aniversario de los hachos ocurridos en el 68. Veríamos
una obra de teatro dirigidi por Carlos Corona. En ella participaba nuestra
profesora de redacción que estudio dramaturgia en la UNAM. La obra estuvo,
perdón por la expresión, Chingonsísisma.
Es un lugar muy tranquilo, aparentemente pero no hay que confiarse. Suele ser
silencioso como un cementerio, a peasr de que está entre dos avenidas muy
transitadas.
El semestre pasado tuve una clase en Tlatelolco guíada por los arqueólogos
que estaban trabajando y esa será la narración que usaré para el presente
trabajo.
José Emilio Rodríguez De Hoyos
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Tres grandes obras se estaban realizando y dos de e ella nos recuerdan que en
nuestra disciplina hay que estar preparados para todo.
Se trataba de un sitio conocido como caja de agua. Las cajas de agua eran
antiguos sistemas de almacenaje que construían en donde existía corriente ya
fueran manatiales o riachuelos. En el Convento de santa cruz Tlatelolco esta
caja de agua era alimentada por los canales de el lago que conectaban el lugar
con el zocalo y Xochimilco, antiguemente.
Acuallmete este museo está abierto al público pero las excavaciones de el gran
basamento y templo mayor ya se terminaron.
De todos los sitios visitados estos dos eran los que me quedaban más lejos. Es
curioso como las distancias dentro de una ciudad como la de México son tan
grandes que en comparación, el tiempo que se hace para recorerla de un
extremo a otro en metro y microbús es el mismo que toma atravesar el estado
de Querétaro desde sus límites con el estado de México e hidalgo hasta su
frontera con Guanajuato.
La parroquia es muy breve y sencilla a demás de que es muy claro el uso del
material del basamento en los muros y contrafuertes de la iglesia.
Para llegar hasta a ella mi plan original era hacer el recorrido a pie pero
después de pedir referencias un par de veces me dijeron que con mi cara de
guerito no iba a llegar muy lejos, que mejor tomara un pecero o un taxi.
Tomé un taxi que me costó veinte pesos. No parece caro pero exactamente
cuatro veces el precio del camión pero no me arrepentí porque cuando
llegamos, si bien tiene una apariencia más colonial y amable, está lleno de
jóvenes de aspecto agresivo que están sin hacer nada. Siempre he sido mucho
de pasear a pie y meterme por donde no me importa y es la primera vez que
me siento inseguro. Ni siquiera en Tepito había tenido esa sensación.
Para mi mala suerte la pirámide, que por cierto también está perimetrada por
una barda, estaba cerrada con el mismo letrero del apoyo a los trabajadores
del SME. Está también cercana a la iglesia y conservan la misma orientación
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pero aquí aparece a espaldas de la parroquia y ambas están en una especie de
callejón.
Así terminaba mi paseo. Para regresar tuve que tomar un transporte que me
dejara en una parada de camión sobre la autopista México-Querétaro que es
parte del periférico en ése punto. Espere quince eternos minutos hasta que
subí al pecero que me llevaría de regreso al metro indios verdes en dónde
podría atravesar de vuelta la ciudad hasta la UNAM.
Comentarios
En general puedo decir que mi visita a estos diez sitios ha sido muy valiosa
para mi carrera porque ahora tengo un panorama más claro sobre el gran
problema de comunicación que existe entre los arqueólogos y la población en
general. Me da una gran pena saber que los discursos que producimos no
puedan llegar a toda la gente que deberían y que por esto no se haya logrado
construir un respeto sincero por el patrimonio arqueológico de todos. Si a esta
falta de información le sumamos el resentimiento que existe en muchos
sectores sociales podemos entender que monumentos como los glifos de la
fundación de Xochimilco estén cubiertos de violeta en aerosol.
Reseñas
Con respecto a las imágines, perdí casi toda la información de mi computadora, razón
por la cual no pude entregar a tiempo el trabajo pero anexo en el CD un archivo con
todas las que pude recuperar.