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Nada o poco sabrn los jvenes y nios de nuestra poca sobre la emocin de recibir una
carta. Yo misma poco lo s, no tuve la fortuna de crecer en esos aos donde el email, el
whatsapp o el Facebook eran mera ficcin. Sin embargo, alguna vez recib un par y el
contacto con el sobre, con la letra del remitente, la especulacin de la lectura, me produjeron
una sensacin francamente distinta a las conversaciones diarias por medios digitales.
Las ltimas cartas del escritor Andrs Caicedo fueron tambin publicadas, en una de ellas,
escrita el da de su suicidio, suplica a su pareja Patricia Restrepo que no lo abandone: Dame
algo de alegra, porque t eres mi alegra y yo tengo en estos momentos el corazn en pedazos y ya
no s dnde recogerlos, o no s qu hacer con ellos. Me deprime tambin la posicin tan inestable
ma en este apartamento. Si t te vas yo me ir, claro, al lado de mi mam, a intentar crear de nuevo
un mecanismo de soledad que sea casi perfecto. Tengo necesidad de ti, amor mo.
La poeta Sylvia Plath, quien tambin se suicid, escriba a su madre para tranquilizarla
sobre su salud mental: La razn por la que ahora debes estar tranquila y no preocuparte por mi
airoso cambio es que he aprendido a crecer en la vida a base de tolerar los conflictos, las penas y los
sufrimientos. Ahora no les temo y acepto cualquier prueba con la firme conviccin de que la vida es
buena y con una cancin de alegra en los labios.
Pero el llamado para estos tres escritores vino por su propia mano y no hubo carta para
detenerlo.
Entre mis cartas favoritas estn las enviadas por James Joyce a su esposa Nora. Son cartas
de ndole sexual, apasionadas, que derraman saliva, sudor y erotismo, por ejemplo, le
escriba Joyce a su esposa: Te acuerdas del da en que te alzaste la ropa y me dejaste acostarme
debajo de ti para ver cmo lo hacas? Despus quedaste avergonzada hasta para mirarme a los ojos.