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Roland Barthes El susurro del lenguaje Mas alla de la palabra y de la escritura w Palpos W DE LA HISTORIA A LA REALIDAD EI discurso de la historia [La desctipetén formal de los conjuntos de palabras superiores fla frase (alos que, por comodidad, llamaremos discurso) no es ‘cota de ayer? desde Gorgias hasta el siglo XIX constituyeron ef ‘objeto propio de Ta antigua retérica. BI reciente desarrollo de Ta ciencinlingiistica viene a dare, sin embargo, una nueva actual- ‘ad y nuevos medios: quiza seré posible a partir de abora una Tinglstiea del discurso; a causa de su incidencia sobre el andisis literario (cuya importancia en Ia ensefanza ya conocemos) in- chuso llega a constituie tina de las primeras tareas de la se- miologia. “Esta segunda lingifstica, a Ia ver que dedicarse a buscar los ‘universales del disctrso (si c= quo existe), bajo la forma de uni- dades y de reglas generales de combinacidn, tiene evidentemente ‘que decidir sel anlisis estructural permite conservar Ia antigua tipologia de los discursos, si bien siempre sera leptimo oponer fl discurso podtico al discurso novelesc, el relat fcticio al re- Jato historico. Sobre este tiltimo punto es sobre el que querria proponer ahora ciertasrelesionest la narracién de aeontecimien- {os pasados, queen nuestra cultrs, desde los Griegos, esti some- tide generalmente a la sancién de ia eclencia» histériea, situada bajo la imperiosa garantin de Ia erealideds, justicada por prin- cipios de exposicion «raciontls, esa narracidn gdifiere realmente, por algin rasgo especitico, por alguna indudable pertinencia, DE LA HIsroRtA A 14 REALIDND 164 {de la narracién imaginara, tal come Ia podemos encontrar en la ‘popeys, 1 novela, el drama? Y si ese rasgo —o esa pertinencla— existe, gen qué punto del sistema discursivo, en qué nivel de Ia emunciaclén hay que situarlo? Para intentar sugerir una respues {a a esta pregunta someteremos ahora a observacién, aunque libre y en absoluto exhaustiva, ef diseurso de algunos grandes storiadores elisics, como Herodote, Maguiavelo, Bossuct Michelet Enunciacién Y, antes que nada, Zen qué condiciones el histriadar lésico se siente obligado —o autorizado— a designar, dentro de su dis. {eus, el acto por el cual lo est profirienda? En otras palabras, al nivel del diseurso —y ya no de la lengua—, gcusles son los shifters (en el sentido acordado por Jakobson a esta palabra)™ ue guraczan olpaso del enunlado Ta enuncalén (6 a Parece ser que el discurso clisico conlleva dos tipos regulares| de embragues.* El primer tipo rene a los que podrfamos llamar Jos embragues de escucha. Esta categoria ha sido ya selalada oF Jakobson, al nivel del Tenguale, y designada por el nombre de testimonial, y bajo a férmula C*CH/C%: ademas del acontec- ‘miento relatado (€*), el discurso menciona ala vez el acto del in. formador (C2) y la palabra del enunciante que a él se refiere (C2, Este shifter designa ast cualquier menciin de fuentes, de testimonios, toda referencia a una escucha del historiador, que recoge un enorraparte de su discurto y lo refere, La escucha explicta es una opcin, ya que es posible no referirse a elle; aproxima al historlador al etndlogo evanlo menciona a st infor: ‘mador; asl pues, este shifter se encuentra abundantemente en los |) historiadores etnélogos, como Herodoto, Sus formas son vatie- || das: Tegan desde los incisos del tipo tal como lo he odo, segs || mi conocimiento, hasta el presente histérco, tiempo que atesti- || gua ta intervencion del enunciador, y hasta euslquier mencién de || Is experiencia personal del historiador; éte es el caso de Miche- 1, R.Jakobson,Bssais de tings genre, 0. et, ca. IX, * Embrayeur Sule aducse por semragie (1) 1s 1 iscumso ne LA sHIsTORIA tet, que cescuchad la Historia de Francia a parts de una tami sain sabjtvn (a revoicin de allo de 1830) y da cuenta de Sia en su discrso. El shifter de each no es evidentemente Pertinente slo en el diacurso istricor fecsentemente se 10 Sheuentra en a converacion y en determinados artifcon de Sxposicon propioe de ls nove (ondcdotas contd reteridas fair de clertosinformadores ticis que se mencionan El segundo tipo de shifter reine todos lor sigos éeclara dos por fos que el ehuncante en est cas el historian, oan Se propio discs, l soma, lo odin a medio camino, en Un Talabre, siempre que uti hitosexplicts, Se tata de- un Ther importante, y los sorganiradoresy ds dsceso pen e- ‘tir exprcsionesvariaday todas eis pueden resi, n0 obs tant, como ingicacions de un movimiento de caer en rela chin ast materia , més exactamente slp argo de esa materia slap asi como ala manera de las eitcosYemporales 0 lest {os vowiooia asi pues, en relacion al joe a enoncacn, tendremos: Ia inmevilisad (come hemos dicko ees), a subida fans reper, reptcare da pi eto ogo), ta bad (a ror Indo aordine nostro, dco ome.) deencn (sobre dy to habloremos ma), el-amonclo ists som tas otras accion dignas de meonorta que hizo durante st reinao). El shifter de organizaién plants un notable problema, que aati os hemos de liter eunclr: el que nace de Ta coexistenci, o, melOr dicho, del ce de dow tempos: el uempo de la enunclaién 9 tiempo de ie materi enuncinda, Este rece da hia importan- {es hechos del escurg;itaremos tres de ellos, primero rem tea todos os fendmenos de acleracion de la historia nme: To igual de plginae (a ex qu es In burda media de em pode a emunclacin)cubreipsos de tempo variados (empo de Ir matera enunclada}: en las Hisvoris lrentnes de Moguls toto misma medida (an capa) eubre una vex varios sion thm unos reine afos; canto ms noe screams a tempo da Fistorindr, ms fuerte esl resin de a acelin, més Tent se torte la histori; siguler hay Isorong I que acai piitamente a lnealded Gl disurtey da aparece Wn parm {ramatlsmor posible en la palabra histrlen’* El segundo hecho + No to tndanco the agule ah) poraue ta equivalncia en espa ting in tema retrngdo 9 aceite CE] 13. “A parte de J. Kestovs (Satine, le mot le dologue et te roman, be tA sEISTOREA A 1A REALEDAD 166 recuerda también, a st manera, que ef discurso, aunque lineal ‘materiaimente, confrantado con el tiempo histéric, tiene como ‘isin, parece ser, la profundizacién en este tlempo: se trata de Jo que podria llamarse la historia en zigaag 0 en dientes de sie- ra! asf por cada personaje de los que aparecen en sis Histo. Pas, Herodoto se remonta hasta los antepasados del recién le- trado, vuelve después al punto de partida, continda un poco més alli, y vuelve a empezar, Por itimo, un tercer hecho de diseur- s0, considerable, atestigua el rol destructor de los shifters de ‘organizacién en relacién com el tiempo erica de la historia: se trata de las inauguraciones del discurso histérieo, puntos en los que se juntan el comienzo de la materia enunciada y de su diseutso, el cual, en consecuencia,ca- rece sisteméticamente de todo signo que remita al emisor del ‘mensaje histéreo: la historia parece estarse contando sols. Este sccidente ha hecho tna considerable carrera, ya que, de hecho, ‘corresponde al discurso histrico llamado «objetivo» (en el que el historiador no interviene nunca). De hecho, en este caso, el enun- ante snula su persona pasional, pero la sustituye por otra per ‘ona, la petsona «objetivay; el sujeto subsiste en toda su plenk ‘ud, pero como sujeto objetivo; esto es Io que Fustel de Coutan- ges llamaba significativamente (y con bastante ingenuidad tam- bign) la wcastidad de la Historiae. Al nivel del diseureo, la obje- tividad —o carencia de signos del enunciante— aparece como tuna forma particular del imaginario, como el producto de Jo que podriamos lamar la jlusién referencial, ya que con ella el hiss toriador protende dejar que el referente hable por sf solo. Esto ro es una Hsin propia del disearso histérico: jewsntos nove: Tistas de la época realista— imaginan ser «objetivose silo por- {que suprimen los signos del yo en el discurso! La lingisticay of Pslcoanalisis eonjugados nos han hecho hoy dia mucho més Ii- idos respecto a una enuneiacién privativa: sabemos que también Jas carencias de signos son significant. ‘Acabaremos rapidamente con la enunciacién mencionando el caso particular —que Jakobson, al nivel de la Tengua, coloca dentro de la cuadricula de los shiters— en que el enuncfante del discurso es, a Ia ver, participe del proceso enunciado, en que el ‘protagonista del enunciado es el mismo protagonista de ln ent ciacién (1/1, en que ol historiador, que fue actor en Ta época Gel suceso, se convierte en su nario es el caso de Jenofonte, due participa en la retirada de los Diez Mil y a continuacion s¢ convierte en su historiador. Bl ejemplo més ilustre de esta con jJuncién del yo enunciado y el yo entnciante es sin duda el uso 169 BL miseURSO we LA MLsTOREA del &1 que hace César. Este eélebre é! pertenece sl enunciado: ‘cuando César pasa a ser explicitamente enunciante, utiliza el nosotros (ut supra demostravimus). Este él de César a primera vista aparece sumergida entre los otros partcipantes del discurso cenunciado, y a ese titulo se ha visto en el el signo supremo de la objetividad; no obstante parece ser que se lo puede diferenciat formalmente; edmo?, pues observando que sus prédicados han sido constantemente selecelonados: el ef de César no tolera mis que determinados sintagmas, que podriamos lamar sintagmas de la jefatura (der ondenes, conceder audiencia, vistar, obligar @ hacer, elicitar, explicar, pensar, todos ellos, de hecho, muy cer ‘anos a determinados performativos en los que las palabras se confunden con el acto. Hay otros ejemplos de este dl, actor pasa do y narrador presente (especialmente en Clausewite): todos ellos demuestran que la elccclén det pronombre apersonal no es ‘ds que un truco retérico y que la aiténtica situacién del enn: clante se manifesta en la elacclén de 10s sintagmas de los que rode sus actos pasados. 2. Enunciado EI enunciado historico debe poderse prestar @ una divisién estinada a producir unidades de contenido, que a continacién ppodrisn clasiiearse. Estas unidades de contenido representan Aaguello de io que habla la historia; en cuanto significados no som ni el referente puro ni el diseurso completo: el conjuto que forman esté constituido por el referente dividido, nombrado, ine {eligible ya, pero ain no sometido a una sintais, No nos pondre- ‘mos ahora a profundizar en estas clases de unidades, seria um trabajo prematuro; nos limltaremos a hacer algunas observacio- nes prevas ‘Al igual que el enunciado fristico, el enunciade histérico comprende sexistentes» y «acurrentesy, sees, entidades y sus [predicados. Ahora bien, un primer examen permite suponer que unos y otros (por separado) pueden constitu lists relativamen- te cerradas, manejables, en consecuencia, en una palabra, colee- ciones cuyas unidades acaban por repetirse gracias combinacio- nes evidentemente variables; ast pues, en Herodoto, los existentes se reducen a dinastias, principes, generals, soldados, pueblos y De La prasronta 4 LA REALIDAD 170 lugares, y los ocurrentes a acclones como devastar, someter, alia se, salir en expedicign, rein, utilizar una estratagema, consul- tar al onfeulo, etc. Estas coleeclones, que son (relativamente) cerradas, deben prestarse a determinadas reglas de susttucién y de transformacién y debe ser posible estructurarla, tares mas ‘© menos ficil, evidentemente, segin de qué historiador se trate: las unidades de Herodoto, por ejemplo, dependen en general de tun unico lerico, el de la guerra; habria que averiguar sien cua- toa ls histotiadores modernos son de esperar asociaciones mis, ‘complejas de léxicos diferentes y si, ncluso en ese aso, el dis- ceurso histérico no est siempre, en el fondo, basado en coleccic- res sidas (es mejor hablar de colecciones, y no de léxicos, ya ‘que mos estamos manteniendo exclisivamente en el plano del Contenido). Maguiavelo parece como si hubiera tenldo Ia intuk cid de esa estructura: al principio de sus Historias lorentinas ‘precenta su «colecelén», es decir, la lista de los objetos juridicos, politicos, éiicos, que a continuacién pondré en movimiento a 1o largo de su narracin. En los casos de colecciones més fuidas (los historiadores me- nos arcalcos que Herodoto), las unidades del contenido pueden, ‘sin embargo, recibir una fuerte estructuracién, no de! léxico, ino {e Ia temética personal del autor; esos objetos temaéticos (recur rrentes) son mumerosos en un historiador romdatico como Mi Chelet; pero también es facil encontrarlos en autores considera- {dos como fnteleetuales: en Téeito, la fama es una undad perso- ral, y Maquiavelo asienta su historia sobre una oposicién temé- fica, Ia del mantenere (verbo que remite ala energia fundamental {el gobernante) y del ruinare (que, por el contrario, implica un Tigiea de In decadencin de las cosas)" Es natural que, a través {de esas unidades tematicas, a menudo prisioneras de una palabra, se encuentren unidades del discurso (y no tan s6lo del content. 40); ast se lega al problema de Ia denominacién de los objetos Iiistoricost la palabra puede economizat una situacién o una serie de acclones; favarcce la estructuracién en Ia medida en que, proyectada en el contenido, constituye por s{ misma una pequeda estructura; asf, Maguiavelo se sirve de In palabra conjuracién para economizar la explicitacién de un dato complejo, designan- 15s E Ramon, Opere di Nesta Maen {Ml Uoo Mor m 1 DISeURSO DE IA atsronTA do ast ta tinica posibilidad de lucha que subsiste cuando un go- Dbierno sale victorioso de todas las enemistades declarndas plena Tuz. La denominacién, al permitir una fuerte articulacién del discurso, refuerza su estructura; las historias fuertemente estructuradas son historias sustantivas: Bossuet, que piensa que Ja historia de los hombres ha sido estructarada por Dios, ust con abundancia sucesiones de abreviaciones en forma sustantiva,® Estas observaciones valen tanto para los ocurrentes como para los existentes, Los procesos historicos en sf (sea cual fere su desarrollo terminolégico) plsntean un problema interesante, entre otros: el de su estatuto. El estatuto de un proceso puede ser asertvo, negativo, interrogativo, Ahora bien, el estatuto del sliscurso histdrico es asertio, constativo, de una manera unifor- ‘me; el hecho histdrico ests linglstieamente ligada an privile- tio del ser: se cuenta lo que ha sido, no lo que no ha sido o lo ‘que ha sido dudoso. En resumen, el discurso histérico ne conoce la negacién (o lo hice muy raramente, de una manera exeénti- 2). De manera curiosa —pero significatiea— podria ponerse este hhecho en relacién con la disposicién que se encuentra en un ‘nunctante muy distnto del historiador, que es el psietica, inca- ‘paz de hacerle sufrir una transformacin negativa a un enumcla- 1; poxtria decirse que, en cierto sentido, el discurso «abjetivor (el caso del historiedor positivista) se acerca a la situacién del Aiscurso esquizofrénico; tanto en un easo como en otro, hay una ‘censura radical de la enunciacién (el sentimiento de sta es lo tinico que permite la transformacién negativa) reflajo masivo el discurso hacia el enunciado e, incluso (en el caso del historia. dor), hacia el referente: no queda nadie que asuma el enuneiado, Abordando otro aspecto, eseneial del enunciado histérico, hay ‘que decir algo sobre las clases de unidades del contenido y sit ‘sucesin. Estas clases son, como indica un primer sondeo, las ‘ismas que se han crefdo descubrir en el discurso de Reeidn. La 1, Hjemplo: Antes que nada, 1 gue a we oe a Inacencia 9 I sable ura de oven Toney sees Iitertaon sur hermanos flan, luMenta deste fan hombre fe edad que guaran ear ffsldad samira i peseceiones que Ets tf sobre piso Fs onstanlae (Bosc, Discus ur Thistie wniverate, eh at ‘etnren Pas, Gaiinard, cB de a Pade eh, Babs Ne 1 I, egaay, sNigtion et trenformation neestive das le langage ses Seaopnes, Lane, 5, art de 57 pape B18 1 Vea alntoducion & Teale stectarie rst, Conan: De LA HISTORIA 4 LA REALIDAD m primera clase incluye todos los segmentos del discurso que re mniten a un significada implicito, de acuerdo con un proceso me- taérico; asi cuando Michelet describe el abjgarramiento de los vestidos, la alteracién de los blasones y Jn mezcla de estlos en arquitecturs, al comienzo dal siglo xv, como otros tantos signif ‘cantes de tn significado tnieo, que es Ia division moral del fin de Ja Edad Media; ésta es, pues, la clase de Tos indices, o, mas exac- tamente, de los signos (una clase muy abundante en la novela elses). Ta segunda clase de unidades est constitulda por los fragmentos de discurso de naturaleza razonadora slogistica, 0, ‘ms exactamente, entimemsties, ya que casi siempre se trata de Slogismos impertectos, aproximatives.” Los entimemas no son texelusivos del discurso histérico; son frecuentes en la novela, en ln que las bifurcaciones de la anéodota se justiican generalmente, ante el lector, con seudorrazonamientos de tipo silogistico. El en- timema introduce en cl discurto histGrico wna inteligibilidad no simbolica, y por ello es interesante: gsubsiste en las historias recientes, en Ine que el diseurso trata le romper con el modelo lisico, aristotlicn? Por iltimo, hay una tercera clase de unis {es —que no es In més pequesia— que recibe lo que Hamamos a partir de Propp las «furciones» del relato, 0 puntos cardinales a partir de los que la anéedota puede tomar un curso diferente; ‘estas funclones estan agrupadas sintagméticamente en series cerradas,saturadas ldgleamente, 0 secucncias; ast, en Herodoto, ‘or varias veces encontramos una secuencia Ordculo, compuesta fe tres términos, los tres alternatives (consultar 0 no, responder ‘no, seguirlo 0 no) y que pueden estar separados unos de otros ‘or unidades extraias a Ia seeuencia; estas unldades son, 0 bien los terminos de otra secuencia, y enfonces el esquema es de im- bricacién, o bien de pequefas expansiones (informaciones, ind clos), y ef exquema entonces es et de una catilisis que rellena los Intersticios entre Ios ncleos Generalizando —quizé de manera abusiva— estas pequefias ons nim 8, novembre 1968 (Recodo en Ia cl. solnss, 1, du Sel iat 1, Veamos et esguema eogstio de un pose de Michelet (Hist saline Te i io Wizap iy 1am di pal fa 3 11 DISCURSO DK LA HISTORIA ‘observaciones sobre la estructura del enunciado, podemos sugerir {que el dscurso histérco oscila entre dos polos, seyin la densi- dad respectiva de sus indices y aus funciones. Cuando en ut his: toriador predominan las wnidades indciales (remitiendo en cada ‘momento a un significado implicito) la Historia aparece condu- ‘ida hacia una forma metaférica y se acerca al lrsmo y a o sim- Dolico: és es el caso de Michelet, por ejemplo. Cuando, por el contrario, las que lo conducen son las unidades funcionales, Ia Historia foma una forma metonimica, se emparienta con Ia epo- peys: como ejemplo’ puro de esta tendencla podriamos citar Ia historia narrativa de Augustin Thiory. A decir verdad, hay wna tercera Historia: la que, por la estructura de su diseurso, intenta -producir la estructura de las opciones vividas por los protago- nistas det proceso relatado; en ella dominan los razonamientos una historia relexiva, que también podriamos llamar historia cstratézica, y Maquiavelo serfa el mejor ejemplo de este tipo. 3. Significacién Para que Ja Historia no tenga significado es necesario que el sliscurso se limite a una pura serie de anotaciones sin estruc- tura: es el caso de las eronologias y de los anales (en el sentido puro del término). En el discurso histérico constituido (podria: mos decir erevestidov) los hechos relatados funcionan investi Dlemente como indices o como neleos cuya misma secuencia tiene un valor indicial; ¢ inehiso, si los hechos fueran presen tados de una manera andrquica, al menos significarian la anar- ain y roman una determina idea nega de a Mistria Los signifcados del discurso histérico pueden ocupar al me- nos dos niveles diferentes. Primero hay wn nivel inmanente a In ‘manera enunciada; este nivel retiene todo el sentido que el his- torlador concede voluntariamente a los hechos que relaciona (el abigatramiento de los vestidos del siglo xv para Michelet, la im- portancia de ciertos confictos para Tucidides,et.); de este tipo pueden ser las sleccioness, morales 0 politias, que el narrador ‘xtrae de determinados episodios (en Maguiavelo, o Bossuet) Si la slecciéno es continua, se alcanza un segundo nivel, el del sg- nifcado trascendente a todo el discurso histérico, transmitido De LA SEISrORIA A 1A REALIDAD am por la temética del historiador, que, de este modo, tenemos dere- tho a identificar como In forma del significado; ast, la misma imperfeceién de la estructura narrativa en Herodoto (que mace de determinadas series de hechos sin elerre Anal) remite en cl fondo a una determinada flosotie de la Historia, que es Ia dispo- nibilidad de los hombres sometidos a Ia ley de los dioses; asi también, en Michelet, a soldisima estructuracién de los signi ceados particulates, artiewiados en oposiciones (antitesis al nivel {el significante) tiene como siltimo sentido uns flosofia mani- ‘quetsta de la vida y Ia muerte. En el discurso histrico de nues tha civiizgeén, el proceso de significacién intenta siempre «lle nar» de sentido la Historia: ef historiador recopila menos he- ‘chos que signlfiantes y los relacona, es decir, los organiza con elfin de establecer un sentido positivo y Henar asf el vacio de ta pura Como se puede ver, por su propia estructura y sin tener nece- sided dle invocar Ia sustancia del contenido, el diseurso hist6rieo fs esencialmente elaboracién ideolégica, 0, para ser mis precisos, Jmaginaro, si entendemos por imaginario el lenguaje gracias al cual cl entinciante de un discurso (entidad puramente lings a) «rellena» el sujeto de In enunciacidn (entidad psicolégica fdeologica). Desde esta perspectiva resulta comprensible que la nnocién de «hecho» histérico hays suscitado a menudo una clerta ‘desconfianza, Ya decia Nietzsche: «No hay hechos en sf. Siem- pre hay que empezar por introducir un sentido para que pueda hhaber un hecho». A partir del momento en que intervene el len ‘uaje (ey exindo no intervlene?) el hecho sélo puede definirse de ‘manera tautolégiea: Jo anotado procede de lo observable, pero To abservable —desde Herodoto, para el que la palabra ya ha perdido su acepcién mitiea— no es mis que lo que es digno de memoria es decir, digno de ser anotado, Se lega ast a esa pars ddoja que regula toda la pertinencia del discurso histérico (en comparacién con otros tipos de discurso): el hecho no tiene fhunea tna existencia que no sea lingistien (como término de tun discurso), y, no obstante, todo sucede como si esa existencia no fuera més que la ecopia» pura y simple de otra existencia, situada en un campo extraestructural, la «reatidade. Este dis ‘eurso es, sin duda, el inico en que el referente se ve como exte- oF al discurso, sin que jams, sin embargo, sea posible acerear- se 8 l fuera de ese discurso. De manera que habria que interro- us HL DIScURSO Of LA stESTORIA tgarse con més precision sobre el lugar de la «realidad» en la es tructura discursiva, EI discurso historico supone, por ast decito, una doble ope jn, may retoreida, En tin primer momento (esta descompo- sicién evidentemente es solo metaférica), el referente esté seps- ado del discurso, se convierte en algo exterior a él, en algo fun- dador, se supone que es el que To regula: es el tiempo de las res gestae, y el discurso se ofrece simplemente como historia rerum sestarum: pero, en un segundo momento, es el mismo significado 1 rechazado, el confundido con el referent; el referente entra en relacidn directa con el signiiante, y el discurso, encargado Simplemente de expresar I realidad, cree estar economizando el término fundamental de Ins estructaras imaginarias, quo es el significado. Como todo discurso con pretension ercalistas, el de Inhistoria no eree conocer, por tanto, sino un esquema seméntico de dos términos, el referente y el significant; la confusién (ite soria) del referente y el significado define, como sabemos, a los discursos subreferenciales, como el discurso performativo; po- dria decirse que el discurso histérico es umn discurso performs: tivo falseado, en el cual el constativo (et descriptivo) aparente noes, de hecho, mas que el significant del acto de palabra como facto de autoridad.® En otros términos, en ls historia xobjetiva, la «realidad no fs nunca otra cosa que un significado informulado, protegido tras Ia omnipotencia aparente del eferente. Esta situacion defi re lo que podria llamarse el efecto de realidad. La eliminacién, dal significado, fuora del discurso «objetivo», permitiendo que, aparentemente, se enfrente la «realidad» con st expresi6n, nun: ‘a deja de producir un nuevo sentido, tan elerto es, una ver més, 4que en um sistema, toda careneia de elementos es en si misma sigificante, Este nuevo sentido —extensivo a todo discurso his ‘rico y que define, finalmente, su pertinencis— es la propia rea- Jidad, iranstormada subrepticiamente en significado vergorzante: cl discurso histérico no concuerda con la realided, lo tinico que senda era Connon entre Teerente ¥ siacnd, y 6 1 eal del Sstoriador de sawiente manera: Ser senllamente vere, set io a0 Tos oan son eh stigmas, no ger cen com que la, att nade Sino ‘rac scl, como ela, ni rds nebo. dua elise (eado por. Te lla dvr ronald XIX ste, ars, Heebete yee LXHL) De LA seisrota 4 14 meatapaD 176 hace es significarla, no dejando de repetir esto sucedié, sin que esta asercidn legue a ser jamis nada més que Ta cara del signi ‘eado de toda la narracién histriea El prestigo del sucedié tiene una importancia y una amplitud verdaderamente histrcss. En toda nuestra civiizacién se da un iusto por el efecto de realidad, atestiguado por el desarrollo de igéncros especiicos como Ia novela realisa, el diario intimo, 1a literatura documenta, et siceso, el museo histérico, 1a expos! cidn de antigtiedades, y, sobre todo, el desarrollo masivo de la Totografia, cuyo tinico rasgo pertinente (en relacién con el ibu- Jo) es precisamente el significar que el acontecimiento presenta- do ha tenido lugar realmente" Una ver secularizads, Ia reliquin ya no dotenta mds sacralidad que la propia sacralidad ligada al enigma de lo que ha sido, ya no es y se ofrece a la lectura, no ‘obstante, como el signo presente de tna cosa muerta, En senti- do inverso, In profanacién de las reliquias es, de hecho, Is des ‘ruceién de la misma realidad a partir de la intalcién de que La realidad nunca es més que un sentido, revocable cuando Ia his. toria lo exige y reclama una auténtica subversion de Jos mismos fundamentos de Ia cvilizacion™ [AI negarse a asumir Ia realidad como significado (0 incliso 4 separar el referente de su propia asercién) es comprensible {que la historia en el momento privilegiado en que intent6 cons- Uiturse como género, es deci, en el siglo xtx, haya llegado a ver fen la Felacién «pura y simple» de los hechos la mejor prucba de tales hechos, ¥ institut Ia narracién como signifieante pri ‘ilegindo de In realidad, Augustin Thierry se convitié en el te6r co de esa historia narrativa, que extrae su «verdad» del mismo ‘cuidado de la narracion, de ia arquitectura de sus articulaciones. yy la abundancia de sus expansiones (que en este caso se flaman ‘detalles concretos+) Queda asi cerrado el circulo paraddjico: 21, Vense oka hétorique de Timager, Communications, , 4, novi ‘ns te 1964 Reso Obvi 9 To Ota BED. Vee tambon La ‘Shamre cir 180 (Nota delete rans) ote ingdnlcte ot emia bye dar, md a. ‘Templo dal ugar en que malé Canfuco (enero de 96: ecorders gues ‘Shorten ceva ultras or hata traduction Sei cxpresion ‘lstruciin de lor fundamentor doa cinco Basha digo bv al nr cinta wo ort im EL piscuRso pr 14 arisroRtA Ia estructura narrativa,claborada en el crsol de las fieciones (por ‘medio de los mitos y las primeras epopeyas), se convierte en sig no y, la ver, prooba de ln realidad. También es comprensible 4que ia debilitacién (cuando no la desapariciin) de la narracién cn Ia ciencia histrica actual, que pretende hablar més de es ‘ucturas que de cronologias, implique algo més que un simple cambio de escuela: una auténtiea transformacién ideolégica: Ia nnarracin histrica macre porque, c signo dela Historia, de aho- ren adelante, es mucho menos Io zeal que lo inteigile. © 1961, tnformaton sur les sciences sociales. Tins canard impresonary de conreneer todo ls epi, que ‘ermife ones decoofieea y deja tongs gadas © a haracn compe Penh Tivesy, Rec des tmps marovingiens, vl I, Pars, Far, 13, a Bh El efecto de realidad ‘Cuando Flaubert, al describir Ia sala en que esté Mme, Aubain, In sefora de Féliclté, nos dice que «un vielo piano soportaba, bajo un barémetro, un montén piramidal de eajas y cartoness,* cuando Michelet, al relatar la muerte de Charlotte Corday y fontar que, antes de Ia Hegada del verdugo, recibié en la prision Ja visita de un pintor para que hiciera su retrato, Ilega a precisar ‘gue wal cabo de una hora y media, alguien llam6 suavemente 2 una puertecilla que estaba tras ellar® ambos aulores (entre ‘muchos otros) estén anotando observaciones que ef andlisis es tructural, cupado en separar y sistematizar las grandes articu- laclones del relato, por lo general, y al menos hasta hoy en dis, deja a un lado, bien porque elimina det inventario (no hablando {de ellos) todos los detalles «superftuos» (en relacfén con la es- tyuctura), bien porguie trata estos mlsmos detalles (el proy ‘autor de estas lineas asf lo ha intentado tambiéa)® como «relle- hose (catilisis), provistos de un valor funcional indirecto, en ta ‘medida en que, al sumarse, constituyen algin indiio de eardeter 2G, Maghert, Un conur simples, Trois Cones, Pals, Charpentier asics, 055 nue SS Michele, Hisere de Francs, Le Resolution, #.V, Lawsana Rencontre, 16H pdt 3 Be tattovtin.& Tanaive structurale, dwt, fis page (Reside en a ol ePoat Ba Communications, ‘Seat et) bP 14 HrORIA A LA REALIOAD 120 0 de atmésfera, y, de esta manera, pueden ser finalmente recs perades por la estructura No obstante, parece que si se pretende que el andliss sea ex: Ihaustvo (zy qué valor tendria un método que no diera cuenta del ‘objeto en toda su integridad, es devi, en este cas0, de toda la Superfice del tejido narrative?) al intentar recoger, para con cederle su lugar en la estructura, el detalle absolito, la unidad Invisible, Ia transicién fugitive, debe fatalmente toparse con fanotaciones que ninguna funcién (por indirecta que sea) permite justifcar: estas anotaciones son escandalosos (desde ef punto de vista de Ia estructura), 0, lo que ain es mas inquletante, pare teen proceder de una especie de injo de la narracién, prdiga hes acl punto de dispensar detalles simitilese y eleva asf, en deter rminados puntos, el coste de Ia informacién narrativa, Pues, si bien en Ia deseripeién de Flaubert, es posible, clertamente, ver ‘en Ta observacin del piano un indice del standing burgués de su propictaria y en la de los eartones un signo de desorden ¥ algo asf como de evenido a menos» apropiadas para connotar Ia imésfera de la casa de los Aubain, no hay ninguna fnalidad que pparezca justificar la referencia a'un barémetro, objeto que no resulta nf incongruente ni significativo y por lo tanto, no partie a a primera vista, del orden de lo notable; y en la frase de Michelet tenemos la misma dificulted para dar cuenta estructi- ralmente de todos los detalles: lo nico que es necesario para la ria es que el verdugo viene detris del pintor; el tiempo que ‘dura la pose, la dimension y la situacin de la puerta son init Jes (pero el tema de la puerta, a suavided con que la muerte lama, tiene un indiscutible valor simblico). Incluso cuando no son numerosos los «detalles imitiles» parccen, asi pes, inevita bles: todo relat, o al menos todo relato occidental de un tipo comin, contiene algunos. La Snotacion insigificante™ (tomando esta palabra en sit sentido fuerte: aparentemente sustrada de la estructura semi tica del relato) tiene parentesco con la deseripcién, incluso euar- do el objeto parezca no estar denotado mas que por una palabra (on realidad, a palabra pura no existe: el barsmetro de Flaubert sir" ess no dare shel de anton i twuctura‘anayatmplia usa anotacion en cls, no es ni signifieane nt inle- rife necesta un eonieto presente’ salizado- 181 1 BPEETO BE REALIBAD no esté eitado en si mismo; est situado, aprehendido en un sin- tagma referencia y'a la ver sintético) esto subraya el carter enigmitico de toda deseripcién, del que habria que hablar un poco, La estructura general del relato, al menos la que ha sido Analizada hasta el presente, se aparece como esencialmente pre. dictiva; esquematizanda hasta cl extremo, y sin tener en cventa Jos numerosos rodeos, retrasos, retrocesos y decepciones que el relato impone insttucionalmente a este esquema, se puede decit ‘que, en cada articulacidn del sintagma narrativo, alguien dice al Inéroe (0 a lector, eso no tiene importancia): si actias de tal manera, si eliges tal parte de la slternativa, esto es To que vas a conseguir (el cardeter relatado de tales predicclones no altera su naturaleza préctica). Muy diferente es el easo de Ia deseripel6n: ésta no lleva ninguna marca predictiva; al ser eanslégleay su estructura es paramente aditiva y no contiene esa trayectoria de opciones y alternativas que da a la narracién el disefio de un amplio dispatching, provisto de una temporalidad referencial (y no solamente discursiva). Es ésta una oposicion que, antropol6- sicamente, tiene su importancia: cuando, bajo la influencia de log trabajos de Von Frisch empezamos a irmaginar que las abejas ppadian tener un lenguaje, fue necesario constatar que si bien 30s animales disponian de un sistema predictivo a base de dan- ‘as (para Ia yecoleceién de su alimento), no habia nada en él que Se aproximara a una descripeién® La descripcién aparece asi como una especie de eearécter propio» de los lenguajes lamados superiores, en In medida, aparentemente paradgjica, en que no festa justifonda por ninguna fnalidad de accién © de comunica. cidn. La singulardad de la descripeidn (o del edetalle inl») en €l teido narrativo, su soledad, designa una cuestin de la méxima Importancia para el anilisis estructural de ls relatos, Esta cues- tion es ln siguiente: todo, en el relato, es significante y euando no, cuando en el sintagma narrativo subsisten ciertas zonas in- sigolficantes, geudl seria, en defnitiva, si nos podemos permitir hablar en estos términos, la signifcacion de esta insignifcancia? En primer lugar, habria que recordar que la cultura oceiden- tal, en una de ss ms importantes corvientes, nunca ha dejado ala descripeia al margen del sentido y hasta lag provisto de tuna finalidad perfectamente reconocida por la Institucén ite 2 F, Bresson, ola sinicato ats, POF, i Problimes de paychotingnstiou, De UA SEISTORIA A LA weAtaDAD 12 ‘rl Esta corriente es a retorica y esa finalidad es Ia «bellezaw la descripcién, durante mucho tiempo, ha tenido wna funcion estética. La Antigliedad, desde muy temprano, habla aftadido 4 los dos géneros expresamente funcionales del discurso, el judi cial y el politico, un tercer género, el epidictico, diseurso arma. ‘menial, dedicado a provocar In admiracién del auditorio (no ya Su persuasién), que contenia en estado germinal —fueran cusles 3s rituales de su empleo: elogio de un héroe © ne- Ta misma idea de una finalidad estética del lenguaje; en In neorretbrica alejandrina (la del siglo 1 después de Jesu: cristo), hbo una pasion por la ekfrass, pie brillant, separable {0 sea que con una finalidad en sf misms, independiente de toda funeén de eonjunto), y que tenia por objeto la descripeién de lugares, tiempos, personas w obras de art, tradicion que se man {uvo a lo largo de fa Edad Media, En esta épaca (como muy bien haa sefialado Curtius)> la descripeién no est sometida a ningsin realismo; poco importaba su verdad (incluso su verosimilitud); no se siente ninguna incomodidad por colocar Ieones w olivos en tun pats nérdico; tan solo cuentan las exigenclas del género des- criptvo; Ia verosimilitud en este easo no es referencia, sino cla ramente discursiva: son las reglas genévicas del discurso las qu slctan su ley. ‘i damos un salto hasta Flaubert podemos apreciar que Ia nalidad de la descripcién es todavia muy fuerte, En Madame Bovary, In deseripein de Rouen (referente real como pocos) est sometida a las exigencias tirinicas de lo que deberiamos Hamar Jo verosimil estétio, como To atestiguan las correcciones apor- tadas a ese fragmento en el curso de seis redacciones sucesivas En primer lugar, vemos que las correcciones no proceden en absoluto de una mejor consideracién del modelo: Rouen, per cibido por Flaubert, sigue siendo el mismo, o, més exactamente, sl algo varia de una version a otra, eso es tinicamente por la nece- sidad de concretar una imagen 0 de evitar una redundancia féniea reprobada por las reglas del buen estilo, o también para sence. Pig k ReQtln fa Hutratareeurpdene tte Moyen Ase ttn, Po “30, Las ses versiones sucesivas de esta descripeiin estén citadas por A Alaa, Trav!‘ rie, Paris, Atal Coins 198 Does 18 ye 1 BL BFECTO DE REALIDAD jar» una expresion feliz totalmente contingente; en seguida se nota que el tejido descriptivo, que a primera vista parece dar una ran importania (por sus dimensiones y el cuidado de 10s deta- ) al objeto Rowe, en realidad no es sino una especie de fondo destinado a contener las joyas de algunas metéforss raras, el ex- tiplente neutro, prosalco, que envuelve a la preciosa sustancia simbdliea, como si de Rouen tat s6lo importaran Ins figuras re- trieas a ins que Ia vista de In ciudad se presta, como si Rouen sélo fuese notable por sus sustituciones (los mdstiles como ut bosque de aguias, ar islas como grandes peces negros detenidos, as nubes como olas aéreas que se vompen en silencio contra ut sacantilado); enfin, ae ve que toda la descripcién esti construida on la intencién de asemejar @ Rowen con una pintura: Jo que el Tenguaje toma a su cargo es una escena pintada («Visto ast, desde arriba, el palsaje entero tenia un aspecto inmexil, como ua pin ‘uras); el eseritor en este caso responde a la definicién que da Plat6n del artista, que considera un hacedor en tercer grado, ya {que estd Imitando lo que ya es Ia simulacién de una esencia® Deeesta manera, aunque la descripcién de Rouen sea perfectamen- te simpertinenteren telacion a la estructura natrativa de Madame ‘Bovary (no es posible ligerla a ninguna secuencia funcional ni a nhingsin significado caracteril, atmosferialo saplencial),en modo ‘lgung resulta eseandaloss,y est justificada, sino por la logica de In obra, al menos por las leyes de la literatura: su esentidor ‘existe, y no depende de la conformidad al modelo sino de las replas culturales de la representacién. ‘Sin embargo, le fnalidad estética de Ia descripeién faubertia. ‘na esté completamente mezelada con imperativos «realistas, co: mmo si la exactitud del referente, superior o fniferente a cual ‘Quiet otra funcién, ordenara y justifears por s{ sola, aparente- Inente, el hecho de descrbirio, o—en el caso de las descripciones reducidas a una palabra— el hecho de denotarlo: las exigencias estdieas esti entonces penetradas de exigencias referenciales, tomadas al menos como excusas: es probable que, si llegiramos st comeotae et verso Ge Badsiaie: cha servante au grad oct (ok Fela ie vino esta voreo de la relacién); Ia retdria clisica habia institucionalizado en clerto ‘modo el fantasma bajo el nombre de una figura particular, Ia hipotipesis, encargada de «meterie las cosss por los ojos al onstatadora, sino dotando e todo el brillo det deseo (esto formaba parte del discurso viramente fluminado, netamente coloreado: la fgustris oratio) al reaunciar de manera declsrada a Ins exigenciae fel caiigo retcrico, el realismo debe encontrar una nueva razén para deseribir. ‘Los residuos ireductbles del anslisis funcional tienen esto en ‘comin, la denotacién de lo que comiinmente se Hama Ia realidad, conereta» (pequefios gestos, actitudes transitorias, objeto insig- nificantes, palabras redundantes) La wzepresentacions pray sim ple de Ia’ «realidad, la relacién desnuda de «lo que es» (0 ha sido) aparece de esa manera como una resistencia al sentido; esta resistencia confirma la gran oposicién mitiea entre Io vivido (lo vivient) y Io inteligibe; basta con recordar que, en Ia ideolo. gia de nuestro tiempo, la referencia absesiva a lo «coneretor (en todo lo que se exige retéricamente de las ciencias humanas, de Ja Mteratura, de las conductas) sta siempre armada como una ‘maquina de guerra contra el sentido, como si, por una exclusién de derecho, lo que esté vivo no pudlera signifiear (y a Ia reck roca) La resistencia de la erealidads (bajo st forma excita, por supuesto) ala estructura esta muy limitada en el elato de ic 15 L eeuero ie meALiDAD cidn, que, por definicién, esté constmuide sobre un modelo que, fen lineas generales, no tiene mas exigencias que las de To intel gible; poro esta misma srealidads se convierte en Is referencia fesencial en el relato histérico, que se supone que da cuenta de «lo {que ha pasado realmente»: (qué importa entonces la no funcio- nalidad de un detalle, siempre que éste denote «lo que ha tenido lugars?; Ta erealidad concreta» se convierte en la justifcacién suflciente del decir. La historia (el diseurso histérico: historia serum gestaruys) e8, do hecho, el modelo de rot relatos que admiten el relleno de los intersticios entre sus funciones por me- {io de anotaciones estructuralmente supertas, y es Iogico que el realismo Hiteratio haya sido, con pocos decenios de diferencia, contemporineo del imperio de la historia «objetivas, a lo que hhabria que afiair el desarvollo actual de las técnlcas, las obras ¥ las instituciones basadas sobre Ie necesidad incesante de au: tentifcar lo «reale: Ia fotogealia (mero testigo de «lo que ha su: cedido ahis), el reportaje, as exposiciones de objetos antiguas (una buena muestra seria’ el éxito del show de Tutankamén), el turismo acerca de monumentos y lugares histéricos. Todo ello stirma que lo «real» se considera autosuficiente, que es lo bas: tante fuerte para desmenti toda idea de «funciéns, que 84 entn- clacién no tlene ninguna necesidad de integrarse en una estruc- tura y que el shaber estado ahie de las costs es wn principio si: ficlente de la palabra ‘Desde ln Antigedad, lo «reals estaba del Indo de la Historia; pero eso era para mejor oponerse a lo verosimil, os decir, al ‘orden mismo del relato (de Ia imitacién o «poesias). Toda la cul- tura elisica ha vivido durante siglos con Ia idea de que fo real no podin en absolut contaminar a lo verosimil; primero, poraue To verosimil no es nunca més que lo opinable: esté enteramente sometido a la opinion (del piblico): Nicole decia: «No hay que rmlrar las cosas como son en s{ mismas nl como sabe que son el due habla 6 escribe, sino solamente relaciondndolas con To que saben los que leen 0 los que entienden»;" en sepundo hugar, por que es general, y no particular, como es Ia Historis, segin se ppansaba (de ahi la propensidn, en los textos elisios, a funciona. Tear todos los detalles, a producir estructaras séidas y ano 53, lado por R. Bras, Formation deta doctrine elusique, Pars, Né et 6, a De 1A srIsroREA 4 U4 REALIDAD 186 dejar, parece ser, ninguna anotacién bajo la simple garantia de la erealidads); por iltimo, porque en lo verosimil nunca es impo: sible lo contrario, ya que la anotacién descensa sobre una opt hid mayoritata, pero no absolut. La gran palabra que se sobre: fentiende en el umbral de tado discurso clisico (sometido a la antigua verosimilitud) es: Bsto (Sea, Admtamos..). La anotacién steal», parcelaria, intersticial, podriamos decir, de la que aqut ‘exponemos el caso, renuncia ‘a esa introduccién impliita y se ‘desembaraza de toda intencién postuladora de que ella forme parte dat tejido estructural, Por eso mismo existe una ruptura fntre lo verostmll antiguo y el reallsmo moderno; pero, también por eso mismo, nace una neva verosimilitud que es precisamen- {eel realismo (entendemos por realista todo discurso que acepte ‘enunciaciones acreditadas tan s6lo por st referente). ‘Semisticamente, cl adetalle conereto> ests consituide por lx colusién directa de un referente y un significant; el significado festé expulzado del signo y, con él, por supuesto, la posiilidad fe desarrollar una forma del significado, es decie, de hecho, la ‘misma estructura narrativa (la literatura realista es clertamente narrativa, pero eso solo porque el realismo en ella solamente parcelaro, errtico,esté confinado en los edetalless, y el relato ‘ds realista que podamos imaginar se desarrolla de acuerdo con vias irealistas). Esto es lo que se podrfa lamar Ia iusién refe rencial® La verdad de esta iusién es ésta: eliminado de la enn: lacién realista a titulo de significado de denotacién, lo exeal= relorna a titulo de significado de connotacién; pues en el mismo momento en que esos detalles se supone que denotan directa mente lo real, no hacen otra cosa que significaro, sin decirio; et Dardmetro de Flaubert, la puertecilla de Michelet, en el fondo, n0 dicen mas que esto: nosotros somos fo real; entonces lo que se ‘est signifcando es la categoria de lo «reals (y no sus contenidos Contingentes); dicho de otra manera, la misma careacia de sig: nificado en provecho del simple reterente se convierteen el sign! ficante mismo del realismo: se produce un efecto de realidad, ‘base de esa verosimilitud inconfesada que forma Ia estéica de todas las obras més comunes de Ia modernidad, 4, Ils clagamente strada por el programa gue Thies signa al hstorindr: Ser tenelmente vera sr o.oo lay comne an en ‘misma no ser ota com dels, no scr nada ino gris elle como ‘Gay i mde of manos que clas (Cao por Jalan, Hictorons Fangs “du esate, Pansy Macha, #8, pg EXT 187 1 mruero oe mEALIOND Esta nueva verosimilitud es muy diferente de la antigua, pues ya no es el respeto a las eleyes del aéneros, cara, sino que procede de la intencién de alterar la naturaleza tripartida del signo para hacer de la anotacién el mero encuen- ‘uo entre un objeto ¥ su expresion, La desintegracién det signo que parece ser la ocupacién més importante de la modern: ad— esté ciertamente presente en ln empresa realisa, pero de ‘ua manera en cierto modo regresiva, ya que se hace en nombre de una plenitud referencil, mientras que, hoy en dia, se trata de Io contrario, de vaciar el'signo y de hacer retroceder infinita: ‘mente su objeto hasta poner en cuestién, de una manera radical, Inestética secular de la «representacion» 1968, Communications. En anexo La escritura del suceso escribir el suceso implica que éste ha sido objeto de escritu- ra, @Cémo puede eserbirse sobre un suceso? ¢OUe es lo que podria querer decir explica- ‘ign, En cuanto a la interpretacign, se trata de, poco 8 poco, ir Sustituyéndola por un nuevo discurso, que tenga como finaidad, yao el desvelamiento de una estructira tiniea y «verdadoras, fino el estableeimiento de un juego de estructuras multiples: un tstablecimiento que estar también escrito, es decir, separado fe In verdad de la palabra; dicho con mis precisién: son as re- Taciones que anudan estas estructuras concomitantes, sometidas 1 reglas todavia desconocidas, las que deben consttuir el objeto de una nueva teorta 1968, Communications

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