Carituto VII
Los GIGANTES PATAGONES
DEL MISMO MODO QUE EN CADA PUEBLO APARECEN ALGUNOS HOMBRES
MONSTRUOSOS, AS{ TAMBIEN DENTRO DEL CONJUNTO DEL GENERO HUMANO
EXISTEN ALGUNOS PUEBLOS DE SERES MONSTRUOSOS, COMO LOS GIGANTES,
LOS CYNOCEFALOS, LOS CICLOPES Y OTROS MAS*"3,
San isworo be sevita, Etimologias.
Para muchos pueblos, en algtin lugar remoto de la Tierra vivian hombres de propor-
ciones colosales, quizd vestigios vivientes de los tiempos iniciales en que los dioses hicieron
el mundo. Esta creencia parecié confirmarse cuando los navios de Magallanes hallaron
individuos de gran estatura en las pampas australes. Durante tres siglos Europa tendrd la
certeza de que en alguna parte de América existia una nacién de gigantes.
Gigantes en el alba de los tiempos
Seguin mitos orientales, los primeros hombres fueron gigantes. La misma tradicién
figura en los mitos fundadores del mundo heleno y en algunos episodios del Antiguo Testa-
mento.
Los griegos pensaban que en el inicio del universo reinaban los Titanes, una raza de
seres de talla gigantesca nacidos de la uni6n de Urano y Gea. Aquel reino fue interrumpido
por una terrible guerra entre los Titanes y los dioses del Olimpo; los gigantes fueron derro-
tados y arrojados a profundidades insondables, donde reinan las tinicblas eternas. Sélo
Atlas permanecié en la superficie, pero su castigo consistid en soportar el peso de la béve-
da celeste. Otro gigante conocido fue Anteo, hijo de Poseidén y Gea, quien atacaba a todos
los que osaban entrar en Libia, hasta que Hércules puso fin a sus dias.
Estas tradiciones aparecen también en la Biblia, donde figuran dos pueblos de gi-
gantes: uno que poblaba la tierra antes del Diluvio y otro que moraba en las tierras destinadas
al pueblo de Moisés.
Los gigantes antediluvianos son mencionados en el primer y en el tltimo libro del
Antiguo Testamento: “En aquel tiempo habia gigantes sobre la tierra (y también después),
38 Ismoxo ne Seva, 1983, (Libro XI, 12), 49.
201cuando los hijos de Dios se juntaron con Ia hijas de los hombres” (Génesis, 6:4). En el Libro de
la Sabiduria se lee: “al principio, cuando perecieron los soberbios gigantes, una barca fue el
refugio de esperanza de toda la tierra” (Sabiduria, 14:6).
Por su parte, gigantes rivales de los hebreos también figuran con frecuencia en la
Biblia: cuando Moisés vislumbra Ja tierra prometida, no se decide a tomar posesién pues le
informan que “alli vimos unos hombres descomunales, hijos de Enac, de raza gigantesca, en
cuya comparacién nosotros pareciamos langostas”. (Numeros, 13:34). Todo esto tiene su expli-
cal poco antes de cruzar el rio Jordan, Dios le recuerda que esa tierra le fue dada a los
hijos de Lot, “Tierra que fue considerada como un pais de gigantes, pues en ella moraban anti-
guamente unos gigantes que los amonitas llamaban zomzommim, pueblo grande y numeroso, v
de estatura descomunal, a semejanza de los enaceos. El Seftor los exterminé por mano de los
ammonitas” (Deuteronomio, 2:20-21). El profeta Baruc confirma su existencia: “Alli [en
Israel] vivieron aquellos famosos gigantes, de grande estatura, diestros en la guerra. No fueron
escogidos por el Serior, no hallaron la senda del conocimiento: por lo tanto perecieron”. (Baruc,
3:26-27). Todo esto, sin olvidar al célebre gigante Goliat, muerto por el joven David.
Esta tradicién adquiere un cardcter casi universal. Marco Polo sitta una isla de los
gigantes cerca de la de los cinocéfalos; son grandes -nos dice- pero sobre todo gordos;
pueden llevar la carga de cuatro hombres y comen como cinco. Incluso las poblaciones de
América antes de 1492 tenian mitos andlogos. Los cronistas que describieron el imperio de
Jos incas sefialan la existencia de una tradicién que hablaba de gigantes llegados en balsas
de cafias, quizd una reminiscencia de antiguas invasiones polinésicas™*.
E] mito de enormes iniciadores del mundo tiene su légica. La creacién de la Tierra,
del mar, de la béveda celeste y de los seres que los pueblan, fue sin duda una obra descomu-
nal; por lo tanto, quienes de una u otra forma participaron en ella, o que simplemente
vivieron en los primeros tiempos, debian ser seres igualmente descomunales, dotados de
una gran fuerza, tanto fisica como espiritual, y de una estatura conforme con la grandeza
de la época y de las obras que entonces se realizaron.
Asi lo entendié un tal Henrion, quien presenté ante 1'Académie des Inscriptions et
Belles Lettres, en 1718, una tabla cronolégica del tamafio de los hombres a través de la
historia, desde la creacién hasta el nacimiento de Jesucristo. Addn media ni mas ni menos
que ciento veintitrés pies, nueve pulgadas y tres cuartos, o sea unos cuarenta metros. Noé
habia perdido veinte pies en relacin a su antecesor. Abraham media sélo veintisiete pies
(8,40 metros), Moisés trece (4,20 metros), Hércules diez (3,25 metros), Alejandro Magno
seis (1,95 metros) y Julio César no Iegaba a los cinco (1,62 metros). Afortunadamente
~concluye Henrion- la Providencia suspendié una disminucién tan prodigiosa, ya que de lo
contrario deberiamos clasificarnos entre los insectos™.
mh De Ganpia, 1929, 34.35.
2% Sobre los gigantes patagones, 1984, 66-67.
202Por otra parte, el hallazgo de huesos fosilizados de animales prehistéricos ~en épo-
cas en que se desconocia la paleontologia— parecia corroborar la existencia de gigantes.
Herédoto comunica que se descubrié el esqueleto de Orestes, que media mas de doce pies;
segtin Plutarco, un tal Sertorio hizo desenterrar en la ciudad de Tanger el cadaver de Anteo,
cuya longitud era de sesenta codos (unos 30 metros), mientras que Plinio se contenta con
atribuir al esqueleto de Orién cuarenta y seis codos (unos 23 metros)".
En la imaginacién de muchos europeos yacia latente la idea de que pueblos de
gigantes podrian vivir en algin rincén perdido del planeta. FE descubrimiento de América
despertaré esta reminiscencia de manera espectacular.
Los primeros gigantes americanos
Una de las primeras noticias viene de Pedro Martyr, quien en su Década vu habla
del Gigante Datha, su mujer y sus cinco hijos, que reinaban en Ja provincia de Duhare, en la
region de Florida.
No obstante, el primer contacto con una poblacién compuesta por personas de gran
estatura lo hard el propio Amerigo Vespucci. Igual que Coldn, efectuaré cuatro viajes; en el
segundo arriba al Nuevo Mundo en las costas de Brasil, y desde alli pone rumbo al Norte. El
encuentro con los “gigantes” ocurre en 1499, en una isla que puede ser la actual Curacao,
en Jas Antillas holandesas. Cuando se aprestaban a raptar dos grandes mujeres, surgen
hombres armados de estatura elevada. Esta escena revive inmediatamente la imagen de la
reina de las amazonas y de Anteo, el gigante mitolégico. En estas condiciones, los conquis-
tadores prefieren retirarse sin ejecutar sus planes:
[.-] hallamos una poblacién de obra de 12 casas, en donde no encontramos mds que 7
mujeres de tan gran estatura que no habia ninguna de ellas que no fuese mds alta que yo
palmo y medio. Y como nos vieron, tuvieron gran miedo de nosotros, y la principal de
ellas, que por cierto era una mujer discreta, con sefales nos llevd a una casa y nos hizo
dar algo para refrescar; y nosotros, viendo a mujeres tan grandes, acordamos raptar dos
de ellas, que eran jévenes de 15 aitos, para hacer un regalo a estos Reyes, pues sin duda
eran criaturas que excedian la estatura de los hombres comunes. Y mientras que estdba-
mos en esto, legaron 36 hombres y entraron en la casa donde estébamos bebiendo, y
eran de estatura tan elevada que cada uno de ellos era de rodillas mds alto que yo de pie:
en conclusién eran de estatura gigantes, segtin el tamafio y proporcién del cuerpo, que
correspondia con su altura; cada una de las mujeres perecia Pentesilea, y los hombres
Anteos; y al entrar, algunos de los nuestros tuvieron tanto miedo que atin hoy no se
we
Sobre los gigantes patagones, 1984, 65-66.
203Grabado anénimo (hacia 1505), que representaria los navios de Amerigo Vespucci en el Rio de la Plata obser-
vvados por indigenes de gran estatura. Una sirene y un extrafio pez observan una de las naves. James Ford Bell
Collection, Universidad de Minesota.
sienten seguros, Tenian arcos y flechas y palos grandisimos en forma de espadas, y como
nos vieron de estatura pequefia, comenzaron a hablar con nosotros para saber quiénes
éramos y de dénde veniamos, y nosotros manteniéndonos tranquilos por amor dela paz,
contestébamos por sefiales que éramos gente de paz y que ibamos a ver el mundo. En
conclusién, estimamos oportuno separarnos de ellos sin querella, y nos acompariaron
hasta el mar, y fuimos a los navios*”.
Este encuentro marca un hecho sin precedentes: Ia talla prominente de los isleiios
impresiona tanto a los conquistadores que deciden olvidar su orgullo, cambiar sus planes y
retirarse transformados en apacibles contempladores del mundo. El préximo contacto con
personas igualmente impresionantes tendré lugar veinte aiios después, en el otro extremo
del continente sudamericano.
37 _-Vesrvccr, 1986, 60-61.
204Un pueblo de gigantes en la Patagonia
La flotilla que hard el primer viaje alrededor del mundo debia realizar el proyecto
inicial de Coldn: navegar hacia el poniente para llegar hasta las islas de las especias. Pero
sobre este plan pendia una duda de gran importancia: no se sabia si América tenia una
extremidad sur 0 si se prolongaba en un mitico continente austral, llamado Terra Australis
Incognita. Sebastian Caboto y Diaz de Solis habian buscado un paso interocednico sin éxito.
Era necesario establecer de manera definitiva si existia o no un punto de encuentro -nave-
gable- entre el Atléntico y el Pacifico. El proyecto estaba en el aire y habia varios candidatos,
El emperador Carlos vse decide por el navegante portugués Fernando de Magallanes, quien
estaba dispuesto a descender hasta latitudes australes para sortear la inmensa masa ame-
ricana.
Pese a la transcendencia del viaje, la Corona le otorga un apoyo un tanto mitigado,
consistente en viejos navios y tripulantes poco experimentados. El monarca tenia sus razo-
nes, Incluso en caso de que Magallanes tuvicra éxito y Ilegara hasta las islas de Jas especias,
gcOmo saber si estas estaban en zona espafiola o portuguesa seguin el tratado de Tordesillas?
La misién de registrar todo lo que aconteciera durante el periplo recae sobre el
caballero Antonio Pigafetta. El escritor habia venido al mundo en Vicenza, hacia 1490. En
su juventud habfa combatido contra Soliman el Magnifico en las galeras de Ja Orden San
Juan de Rodas. Luego se instala en Barcelona, donde la Casa de la Contratacién lo enrola
en la expedicién de Magallanes. Su relacién ser preciosa, pues consignara dia a dia los
pormenores del primer viaje circunterraqueo, describiendo los lugares y proporcionando
informaciones etnograficas y lingitisticas sobre los nativos, entre otros los llamados gigan-
tes de la Patagonia.
¥] 10 de agosto de 1519, parten 237 hombres a bordo de cinco naves: la San Antonio,
Concepcién, Santiago, Victoria y Trinidad, en cuyo méstil Magallanes iza la ensefia almiran-
te. Buscando un paso interocednico, exploran la bahia de Rio de Janeiro y la del Rio dela
Plata. Contintan hacia el Sur hasta que el invierno los obliga a detenerse en Ja rada de San
Julian, en Ja actual patagonia argentina.
En el refugio invernal entran en contacto por primera vez con un “gigante”, un
hombre solo, casi calvo y muy pintado, pero de tal estatura que apenas le pasaban la cintu-
ra. Luego divisan otros acompafiados de sus mujeres:
Un dia, de pronto, descubrimos a un hombre de gigantesca estatura, el cual, desnudo
sobre la ribera del puerto, bailaba, cantaba y vertia polvo sobre su cabeza. Mand6 el
capitdn general a uno de los nuestros hacia él para que imitase tales acciones en signo de
pazy lo condujera ante nuestro dicho jefe, sobre una islilla. Cuando se hall6 en su presen-
cia, y la nuestra, se maravill6 mucho, y hacia gestos con un dedo hacia arriba, creyendo
que bajébamos del cielo. Era tan alto él, que no le pasdbamos de la cintura, y bien
205conforme; tenia las facciones grandes, pintadas de rojo, y alrededor de los ojos, de amari-
Uo, con un corazén trazado en el centro de cada mejilla. Los pocos cabellos que tenia
aparecian tintos en blanco, vestia piel de animal, [guanaco] cosida sutilmente en las
juntas. [...] Calzaban sus pies abarcas del mismo bicho, que no los cubria peor que zapa-
tos, y empufiaba un arco corto y grueso con la cuerda mds recia que las de un latid -la
tripa del animal-, aparte un pufiado de flechas de carta, mds bien cortas y emplumadas
como las nuestras. [...]
Hizo el capitan general que le dieran de comer y de beber, v, entre las demds cosas que le
mostré, pisole ante un espejo de acero grande. Cuando se miré alli, asustdse sobre mane-
ra y salté atrds, derribando por el suelo a tres 0 cuatro de nuestros hombres. Luego le
entregé campanillas, un espejo, un peine y algunos “paternostri” [rosarios] y envidlo a
tierra en compatita de cuatro hombres armados. Un compariero suyo, que hasta aquel
momento no habia querido acercarse a la nao, cuando le vio volver en compania de los
nuestros, corrié a avisar a donde se encontraban los otros; y alinedronse, asi, todos des-
nudos. Cuando Ilegaron los nuestros, empezaron a bailar y a cantar, siempre con un dedo
en Io alto, y ofreciéndose polvo blanco, de raices de hierba, en vasijas de barro; no otra
cosa hubiesen podido darles para comer. Indicdronles los nuestros por sefias que se acer-
caran a los barcos, que ya les ayudarian a llevar sus cosas. Ante cuya demanda, los
hombres tomaron solamente sus arcos, mientras sus mujeres, cargadas como burros,
traian el resto.
Ellas no eran altas, pero si mucho mds gordas. Cuando las vimos de cerca, nos quedamos
aténitos: tienen las tetas largas hasta mitad del brazo. Van pintadas y desvestidas como
sus maridos, si no es que ante el sexo llevan un pellejin que lo cubre™’.
Seis dias después, conviven con otro hombre de gran estatura, quien permanece
varios dias con ellos; lo bautizaron Juan. El encuentro con los “gigantes* provoca en los
navegantes una impresin profunda y duradera. Asombrado por las dimensiones de sus
cuerpos, Magallanes toma la decisién de apresar a dos de estos hombres para exhibirlos en
Espaiia. Al poco tiempo aparece un grupo de cuatro patagones. Los espaiioles ejecutan sus
planes sirviéndose de la ingenuidad de los nativos:
Elardid de que se valié para retenerlos jue éste: les dio muchos cuchillos, tijeras, espejos,
esquilones [campanillas] y cuentas de vidrio. Teniendo los dos las manos rebosantes de
dichas cosas, hizo el capitan general que trajeran un par de grilletes, que los depositaron
asus pies como tratdndose de un regalo; y a ellos, por ser hierro, placiales mucho. Pero no
sabian cémo llevdrselos, y les apenaba renunciar: no teniendo dénde guardar las merce-
des, y debiendo sujetar con las manos la piel que las envolvia. Quisieron ayudarles los
otros dos, pero el capitdn se opuso. Viendo lo que les preocupaba abandonar aquellos
am -Picarerta, 1985, 64-66.
206grilletes, indicéles por seftas que se los haria centr a los pies, y que asi podrian Ievarlos.
Respondieron con la cabeza que si. Répidamente, y al mismo tiempo, hizo que los
argollaran a los dos; y, aunque, cuando notaron el hierro transversal, les asalté la duda,
ante el gesto de seguridad del capitén permanecieron firmes. Sélo después de comprender
el engano bufaban como toros, pidiendo a grandes gritos a “Setebos” que les ayudara*™.
Un personaje gigantesco porta en sus manos un toro y
una boleadora. Cosmograffa Universal, André Thevet.
Durante la extenuante espera en San Julian, Magallanes debe enfrentarse con el
primer motin. Aunque logra sofocarlo, Ia serie de desgracias contimia: la nave Santiago
encalla en costas del Atlantico Sur, y mientras exploran el Estrecho deserta la San Antonio,
Hevandose uno de los dos patagones. El cautivo no sobrevive al paso del Ecuador.
Al cabo de treinta y ocho dias de dificil navegacién por los canales australes sobre-
viene la inmensidad del Pacifico. El 28 de noviembre de 1520, las tres naos restantes inician
Ja primera travesia conocida del mas extenso de los océanos, en el que permanecerdn tres
meses. El trayecto entre el Estrecho y la isla de Guam seré una de las mas grande epopeyas
de la historia de la navegacién.
En la nave, Pigafetta intenta comunicar con el “gigante” -bautizado como Pablo—
para conocer su estilo de vida. Su medicina le parece extrafia: en caso de dolores estomaca-
les se introduce una flecha por la garganta, para provocar vémitos. Los dolores de cabeza
Jos curan haciéndose un corte transversal en la frente o en cualquier otro lugar del cuerpo.
9 -Pacarerts, 1985, 67.
207Suelen Ievar el pelo cortado con una gran coronilla, a la moda de los frailes, aunque algo
mas largo, sujeta con un cordén de algodén en torno a la cabeza. Llevan el miembro viril
atado entre las piernas. Encienden fuego frotando dos ramas entre si, para producir chis-
pas que encienden otra rama puesta entre las dos primeras. No poseen verdaderas casas,
sino cobertizos hechos de piel de guanaco, que transportan de un lugar a otro. Cuando uno
de ellos muere, diez o doce hechiceros muy pintarrajeados danzan alegres en torno al cuerpo,
hasta que aparece uno mas grande gritando ain con més energia; los primeros se Jaman
Cheleulle y el otro Setebos. Los gigantes se alimentan de carne cruda y de una raiz dulce
llamada chapae. En la nave, engullian las ratas sin que esto les produjera ningun asco”.
Durante el viaje, Pigafetta elaborard un pequeiio diccionario correspondiente al
idioma de cada grupo humano que tuvo la ocasién de conocer; brasilefio, filipino, las len-
guas habladas en Malaca, en Jas Molucas e islas periféricas, y también un vocabulario
patagén compuesto de ochenta y tres términos. Este tiltimo comprende los vocablos
patagones utilizados para designar numerosas partes del cuerpo: cabeza = her, mano = chene
y corazon = tol. Igualmente tradujo algunos verbos: ir = rei, combatir = Ohomagse y comer =
Mechiere; siguen los colores, los astros y algunos fenémenos naturales™.
Después del encuentro con los hombres de gran estatura, Magallanes decide Ila-
marlos “Patagones”. Es poco probable que este nombre provenga -como se ha dicho- de
sus grandes pies calzados de cuero de guanaco, ya que la relacién “patagén”-“patas” no
tiene explicacién gramatical convincente ni en castellano ni tampoco en portugés, lengua
materna de Magallanes. Parece mas acertada la idea que el origen de este nombre proven-
ga de un personaje del romance de caballeria Primaledn, derivado de Palmerin de Oliva,
muy en boga a comienzos del siglo XVI.
Segun la traduccién inglesa de Primaledn de Grecia, hecha en 1596, utilizada por el
escritor britanico Bruce Chatwin, el caballero Primaleén viaja hasta una isla remota donde
encuentra un pueblo cruel y miserable que come carne cruda y se viste con pieles de bestias.
Alinterior de la isla vive un ser llamado Gran Patagén, engendro de un animal, tan monstruoso
como sabedor: tiene cabeza de perro, las orejas le tocan los hombros, unos dientes puntiagu-
dos que salen dela boca, sus pies se asemejan a los de un ciervo, ademés corre a gran velocidad,
es muy inteligente y ama a las mujeres. Primaleén hiere al Patagén mientras este emite
atroces rugidos, lo captura y decide levarlo de regalo al rey de “Polonia”.
Chatwin descubre una cierta simetria entre los personajes de este episodio de
Primaleén y los indigenas descritos por Pigafetta: ambos comen carne cruda, se visten con
pieles, dan atroces alaridos cuando los arrestan, corren con gran velocidad y tienen mucha
fuerza; ademas, los espaiioles al igual que el héroe del romance deciden capturar aborige-
nes para obsequiarlos a sus reyes. A esto se afiade otro elemento; en Jos afios 1590, un grupo
30 Picareris, 1985, 68-70, 75.
31 Picarerta, 1985, 165-166.
208de Tehuelches atacaron a los tripulantes de un barco inglés bajo el mando del Capitan John
Davis; segiin su descripcién, los guerreros lanzaban polvo al aire, saltaban y corrfan como
bestias feroces y sus caras estaban cubiertas con mascaras de perro. Todo esto, a ojos de los
Europeos, los aproximaba atin mas al personaje del romance de caballeria™.
Con el paso de Jas semanas, las condiciones de vida a bordo se deterioran; la falta
de agua y alimentos frescos provocan el temido escorbuto seguido de una muerte atroz. El
segundo “gigante” tampoco sobrevivird. Pigafetta describe asi la primera navegacién del
Pacifico y la muerte del Patagés
Estuvimos tres meses sin probar clase alguna de viandas frescas. Comiamos galleta: ni
galleta ya, sino su polvo, con los gusanos a pufiados, porque lo mejor habianselo comido
ellos; olia endiabladamente a orines de rata. Y bebiamos agua amarillenta, putrefacta
ya de muchos dias, completando nuestra alimentacién de cellos de cuero de buey, que en
Ia coja del palo mayor, protegian del roce a las jarcias [cuerdas]; pieles mds que endure-
cidas por el sol, la Iluvia y el viento. Poniéndolas al remojo del mar cuatro o cinco dias y
después un poco sobre las brasas, se comian no mal; que el serrin, que tampoco despre-
cidbamos.
Las ratas se vendian a medio ducado [1 ducado = 3,5 gr. de oro, 0 375 maravedis] la
pieza y mds que hubieran aparecido. Pero por encima de todas las penalidades, ésta era
Ta peor: que les crecian a algunos las encias sobre los dientes -asi los superiores como los
inferiores de la boca, hasta que de ningtin modo les era posible comer: que morian de
esta enfermedad. Diecinueve hombres murieron, mds el gigante y otro indio de la tierra
de Verzin. Otros veinticinco o treinta hombres enfermaron, quién en los brazos, quién en
las piernas 0 en otra parte; asi, que sanos quedaban pocos*.
En esas condiciones llegan a Ja isla de Guam y luego a las Filipinas, donde pierde la
vida Fernando de Magallanes. Las bajas eran tales que el nuevo jefe, Juan Sebastian El
Cano, resuelve destruir la Concepcién y dividir sus tripulantes entre Ia Victoria y Trinidad.
El estado de esta tiltima era tan lamentable que su comandante intenta regresar a Panama
pero los vientos desfavorables se lo impiden. En las Molucas serdn arrestados por los
portugueses.
La tinica nave sobreviviente retorna a Espaiia por el Cabo de Buena Esperanza. El
ocho de septiembre de 1522, la Victoria, tripulada por sélo dieciocho hombres, echa anclas
en Sanhticar de Barrameda. Afios mas tarde logran regresar algunos cautivos de los portu-
gueses, lo que asciende a treinta y cinco el mimero de marinos que conservaron la vida
después del primer viaje circunterréqueo. Pese a las desgracias, por primera vez después
32 Ceaxrums, 1975, 130-141. Duvtors, 1985, 59. Cabe sefialar que Baacn Mewénns7, 1971, 3738, se inclina por la
hipétesis de los grandes pies.
33 Pigarerra, 1985, 75-76.
209de siglos, los codiciados productos llegaban a Espafia por via directa, exentos de tributos
debidos a los intermediarios. La venta de las especias transportadas en las bodegas de la
Victoria permitieron cubrir todos los gastos de la expedicién.
Volvamos a nuestro tema. ¢Qué pensar de los “gigantes patagones”? Igual que las
Amazonas, el mito de los gigantes no se aplica a individuos aislados sino a todo un grupo
humano. Fsta vez, la diferencia se fundamenta en la exageraci6n de la diferencia de estatura
entre los Europeos y los Patagones. La media europea en el siglo XVI se debfa situar entre
1,50 y 1,60 metros, mientras que la de los Patagones sobrepasaba 1,75 metros. Por lo tanto,
los “gigantes” debian medir 20 0 30 centimetros mas que un europeo. Existe una abundante
bibliografia sobre los grupos que poblaron Ja Patagonia™: se trata de los Tehuelches y
Onas, pueblos némadas conocidos por ser los indios mas grandes de América.
Los relatos de Pigafetta seran el punto de partida de una controversia sobre la
veracidad, o no, de la existencia de una nacién de gigantes.
Noticias acerca de los “gigantes” patagones
La posicién estratégica del Estrecho de Magallanes va a despertar rapidamente la
codicia de las grandes potencias; navios de diversas nacionalidades surcaron sus aguas con.
vistas a ponerlo bajo el dominio de sus respectivos estados, y con frecuencia miembros de
sus tripulaciones describieron los “gigantes”.
El Capitén francés Jean Alfonse’ afirma en 1559 que los patagones eran nada
menos que dos veces mas grandes que el mds grande de los europeos; John Jane, en 1572,
asegura haber visto gigantes lanzando grandes bloques de piedra contra los navios. En
1575, el franciscano francés André Thevet cree saber que miden entre diez y doce pies (2,80
y 3,36 metros), mientras que el cronista espaiiol Bartolomé Leonardo de Argensola los
vincula con los ciclopes.
Sarmiento de Gamboa narra sus encuentros con gigantes durante sus dos expedi-
ciones al Estrecho de Magallanes (1579-1580 y 1581-1586). Durante su segundo viaje (en el
que funda la Ciudad del Rey Don Felipe, que pasa a la historia como el “Puerto del Ham-
bre”) pretende haber visto un gigante introduciéndose una flecha en Ja garganta, escena
comparable a la descrita por Pigafetta®®.
3 Guvor, m, Les Mythes chee les Selknam, les Yaruana de la Terre du Feu, Paris, 1968, Mecsas, Osvs:00, Origen y
desarrollo racial de la especie humana, Ed. Nova, Bs As, 1965. Caxtis-Faac, Salvador, Poblaciones indigenas de
la Argentina, Ed. Sudamericana, Bs As, 1953.
45 Lallista de referencias a los gigantes patagones ha sido extraida de Duvrots, 1985, 60-69, asi como de la
introduccién y del texto Sobre los Gigantes Patagones, 1984, 14-20.
36 Saeareo ne Gasca, 1988, 109-123 (primer viaje), 283-286 (segundo viaje).
210MAG ELLANICI. Qa Be.
_ eeprom
SEPTENTRIO.
o>
Philyppepils Lan P Fanin.
Carta del Estrecho de Magallanes de Hulsius (1626). Un gigante patagén practica Ja extrafia terapia de
introducirse una flecha en la garganta. E} fuerte denominado “Philippopolis 1582” es una referencia a la Ciu-
dad real de San Felipe, fundada por los naufragos de la expedicién de Sarmiento que se transformara en et
“Puerto del Hambre”. La imaginacién va a asociar los ndufragos desaparecidos con la Ciudad encantada de los
Césares. Al Sur figura el mitico continente austral, la “Terra australis incognita”.
211Arriba, Gigantes asusta-
dos por los tiros de los
navios holandeses, salen
de su canoas y arrancan
arboles para cubrirse.
Uno delos arbotes es una
palmera, simbolo del exo-
tismo que inspiran esas le
janas tierras. Théodore de
Bry, Bibliothéque Royale
de Belgique.
Abajo. Nustracién de una
edicién holandesa de los
relatos de Seebald de
Weert, hacia 1600.Los “gi-
gantes”, con rasgos bien
holandeses, encienden
fuego en sus canoas.
212Aesto se agregan los relatos holandeses, Seebald de Weert, en 1599, sostiene haber
visto seis 0 siete canoas Ilenas de gigantes de diez a once pies de alto (2,80 a 3,08 metros),
tan forzudos que, asustados por Jos tiros holandeses, arrancaron arboles para cubrirse. Dos
atios después, Olivier de Noort testifica que median once pies de alto (3,08 metros) y que
tenian una mirada terrible, pelo largo, rostro pintado, aunque habia también hombres de
estatura comin.
Estos informes, venidos de fuentes tan diversas, eran convincentes. En el siglo XVI,
incluso en parte del siglo XVII, Europa habia asimilado la idea de que en las extremidades
australes existia una nacién de gigantes. En los decenios siguientes, los testimonios de los
navegantes espafioles redujeron el tamaiio de los “gigantes” a proporciones mas préximas
ala realidad.
En el siglo de las luces, los detractores del gigantismo patagén ganan terreno sobre
Jos defensores, pues estos tiltimos no habjan logrado probar sus afirmaciones. El debate
pasa a segundo plano, hasta que nuevos testimonios de marinos franceses ¢ ingleses vuel-
ven a lanzar la controversia.
Amédée Frezier, ingeniero del Rey, visita la isla de Chiloé, en el Pacifico austral. El
gobernador espaiiol Pedro Molina le dijo que los patagones median entre nueve y diez pies
(2,52 y 2,80 metros). Frezier publica sus relaciones de viaje en Paris, en 1716, con tanto
éxito que logra traducirlas al inglés, neerlandés y aleman.
En 1767, también conoce una gran difusi6n el diario de viaje de un oficial britnico,
ilustrado con imagenes sobre los patagones, se trata del Comodoro John Byron, quien habla
de hombres de ocho o nueve pies (2,24 0 2,52 metros). La leyenda recobra vigor durante
algunos decenios, pero a continuacién serd reducida a su aspecto real.
En 1839, el francés Alcide d'Orbigny, uno de los protagonistas de la gran revolucién
cientifica del siglo XTX, tras una estancia de ocho meses en el extremo sur del continente y
haber medido centenares de individuos, nos informa que no encontré ningin oriundo que
midiera mas de 1,92 metros y que la estatura media era de 1,73 metros. Ademas publica
una larga lista de viajes en la regién que incluye una tabla que representa la estatura
atribuida a los patagones a partir de Pigafetta hasta el francés Bougainville en 1766°”.
Lo mismo hace George Musters, quien recorre la Patagonia durante un afio; anota
que de regreso en Inglaterra en 1870, lo primero que le preguntaban, invariablemente, era
por la estatura de los Patagones.
E] norteamericano Benjamin Franklin Bourne vivid en la zona en 1849, cautivo de
una tribu. Su testimonio esta desprovisto de fantasia. En esta situacién, el tinico patron de
medida que poseia era su propia estatura, que alcanzaba unos 1,65 metros, y, segiin sus
medidas, todos los patagones eran menos una cabeza mas grandes que él.
37 ‘Braun Mestinpez, 1971, 40-41,
213Por su parte, el Conde de Ia Vaulx, antropélogo francés, mide en 1901 esqueletos
encontrados en antiguas sepulturas de la patagonia; su investigacién revela que la altura de
Jos tehuelches no ha variado en los iltimos siglos: en término medio median 1,75 metros".
Igual que la creencia en una nacién de gigantes, los Tehuelches y Onas han dejado
de existir. Con el paso del tiempo, las enfermedades los diezmaron. Se sabe que a fines del
siglo XIX los‘Tehuelches no pasaban de un millar de individuos. Por esos afios se instalaron
en la pampas australes poderosas familias, en su mayoria de origen britnico, que organiza-
ron la exterminacién de sus habitantes para transformar la Patagonia en una regi6n propicia
a la crianza de ovinos.
Pese a su patético final, la leyenda de los gigantes patagones influyé obras litera-
rias de anticipacién histrica como La Découverte Australe (1781) de Restif de la Bretonne,
donde la Patagonia es un pais utépico poblado por los Megapatagones, “los mds sabios y
grandes de los hombres”3",
Sin embargo, este trabajo no fue el unico ni el primero. Inspiré también otro proyec-
to de sociedad ideal, ejemplo del pensamiento de Jos enciclopedistas del siglo XVIII escrito
por Francois Gabriel Coyer™". Conviene terminar este capitulo final con un resumen de
pais fantastico, que en algunos aspectos evoca problemas que se prolongan hasta nuestros
dias.
La utopia patagona
Gabriel-Francois Coyer viene al mundo en Baume-les-Dames, en 1707. Ingresa en la
Compaiifa de Jestis, pero la abandona en 1736; forma parte de varias sociedades de erudi-
tos y adquiere una cierta notoriedad por la solidez de la informacién y la calidad literaria
de sus escritos. Bajo la forma de una Carta al Doctor Maty, escrita en 1767, concibe una
hermosa utopia, cuyos protagonistas son los patagones. Influido por las ideas de Rousseau
y Montesquieu, Coyer describe la educacién, el urbanismo, la vida familiar, la organizacién
social, la politica y las leyes de una sociedad ideal, donde se ponen en practica Jas ideas
que precedieron a la revolucién francesa.
Curiosamente, esta utopia aparece tres aiios después que la de James Burgh sobre
Ta Ciudad de los Césares (ver capitulo v), escrita en 1764. El libro de Coyer podria ser una
respuesta francesa al proyecto de sociedad ideal, racional, pero extremadamente puritana,
pregonada por el britanico James Burgh.
st Bay Mewtnnez, 1971, 40-41
48 Citado por Duviors, 1985, 71.
3 Pyblicada por la Editorial Universitaria bajo el titulo “Sobre los gigantes patagones” traducida por A. de
Ava Maxren,
215:El destinatario de la carta es Mathew Maty (1718-1776), médico y escritor, fervien-
te partidario de Ja variolizacién antecesora de la vacuna y bibliotecario del British Museum.
Coyer se interroga, “Por qué el género humano no puede tener diferencias de tamafios como
algunas especies animales?”; y responde: “nuestros descubrimientos son poca cosa en compara-
cién con los que quedan por hacer”.
En esos dias, un navio inglés parte a buscar el rastro de los gigantes. Coyer decide
entonces escribir la historia de los Patagones como él Ja imagina; y lo hace antes -no
después- de que lleguen las informaciones.
La crianza
Los patagones se acercan a su mujeres con costumbres honestas, en buen estado
fisico y con sentimientos inocentes que unian a los corazones en la Edad de Oro. Durante el
embarazo alejan de su mujer todo lo que pueda entristecerla, halagan sus gustos, se esfuer-
zan en que su alma se lene de gozo y la despiertan con los acordes de algun instrumento de
musica. Pero la futura madre no debe descuidar Ia actividad fisica: las caminatas o algin
trabajo agricola le sirven de entretenimiento. Cuando el patagoncito viene al mundo, sdlo
su madre lo amamanta, pero de manera tal que continia sus labores sin sujetarlo en sus
brazos.
No quicren estaturas disminuidas ni hombres fallados. Si, a causa de su mal vivir,
una familia empieza a achaparrarse, debera buscar refugio en el desierto y tal vez fundar
una débil raza de cinco pies (1,40 metros).
Para evitar esto, crian sus bebés con la cabeza desnuda, para fortalecer el cerebro
contra las inflamaciones. Lo visten con ropas ligeras y sueltas, sin ninguna traba ni amarra
que entorpezca la circulacién de la sangre. La criatura gatea a su gusto en un cuarto cubierto
de esteras, donde nada puede lastimarla. Alli dejan a su alcance alguna fruta o verdura. No
tratan de mantener al pequefio sentado 0 acostado: cuando quiere moverse lo ponen de pie.
Cien veces al dia lo llevan al medio de un prado para respirar aire puro y correr sin riesgos.
Poco a poco lo acostumbran a tolerar los rayos del sol, la humedad de la Iluvia, las asperezas
del frio. El alimento que mas le apetece cuelga de un arbol en un canasto; para obtenerlo,
debe derribarlo con una piedra lanzada con Ja honda, mediante un flechazo, o trepando al
Arbol. Su fruto preferido esta enterrado y tiene que sacarlo con una pala.
La educacion
‘Toda educacién patagona es una gimnasia permanente. Para llegar donde sus com-
pafieros de juego el mozalbete debe saltar un foso Ileno de agua, cargar pesos, utilizar
palancas y no hacer diferencia en el empleo de ambos brazos y manos. Los jévenes compi-
ten en carreras, salto, lucha, manejo del arco y de la honda, levantamiento de pesos y combate
contra bestias feroces.
216No se conforman con enunciar justos principios, sino que los obligan a practicarlos
diariamente. Si un alumno pide algo en préstamo, debe devolverlo el dia pactado; si a otro
Je falta algo, es un honor compartir con él lo que necesita, Nadie puede hacerse justicia por
si mismo, pero si el mas fuerte maltrata al débil es castigado con especial severidad. Los
j6venes eligen sus jueces y un principe, réplica del que gobierna la nacién.
Los patagones no tienen ninguna tradicién de aparecidos, de brujos, de suefios miste-
riosos, de horéscopos, de niimero fatal, de dias nefastos. Los nifios no tienen una imaginacién
alterada por el temor. Sélo se les habla de peligros reales para enseiiarles cémo evitarlos.
El urbanismo
Los patagones tienen una capital mds extendida que las mayores ciudades
europeas, pero la poblacién es mucho menor. Todo es cémodo, nada eva decorados exor-
bitantes. Las calles son anchas, limpias y rectas; hay muchos y amplios mercados, y fuentes
abundantes que embellecen los barrios. Convencidos de que las ciudades donde los hombres
viven como hormigueros son Ja perdicion del género humano, han introducido el campo en la
ciudad. Las casas, aisladas, estan hechas de madera y tienen un solo piso, parque y jardin.
El teatro es mas amplio que las salas conocidas en Europa: puede reunir treinta mil
gigantes, aproximadamente el ntimero de habitantes de la capital con todas las clases so-
ciales confundidas. La arquitectura es ristica pero tiene aspecto majestuoso.
La medicina
Los patagones sélo conocen la medicina natural. No han intentado adentrarse en la
ciencia, pero de ninguna manera utilizan la sangria. Se consolarian facilmente de su igno-
rancia si supieran que la medicina casi no ha progresado en los ultimos dos mil afios. Lo
que més estiman es la higiene, el ejercicio, la temperancia y la alegria.
No se les ocurre poner dos enfermos en la misma cama, mucho menos cinco 0 seis.
Cuando una enfermedad fordnea provocé una gran mortandad, intentaron destruir el ger-
men sin éxito. Entonces decidieron transformarlo en inofensivo inoculandolo después de
haber preparado a los sujetos. Viven mas 0 menos doscientos diez aiios. Consideran que el
imico sintoma indiscutible de la muerte es la putrefaccién. E] mas alto tribunal prohibié
enterrar a los muertos dentro de Ja ciudad.
Las costumbres
Los patagones son los seres mas cercanos al hombre natural. No tienen horas fijas
para las comidas; esperan tener hambre, pues para ellos el agrado de comer se funda en la
necesidad de alimento. Prefieren los vegetales a los cadaveres de animales. Hay una esta-
cién del aiio en que slo se alimentan de vegetales y de pescado para permitir la reproduccién
de los demas animales.
217Les interesa sobre todo la vida doméstica, su mujer, sus hijos, su educaci6n, sus
sirvientes. Sélo existen visitas de negocios, de caridad 0 de amistad. Desconocen las visitas
de cumplimiento. La familia es una fuente inagotable de agrados. En los entretenimientos
piublicos, las doncellas patagonas lucen sus atractivos ingenua y decididamente. Distribuyen
distinciones a los vencedores de las lides deportivas y escogen a sus esposos, que deben tener
al menos veintiocho afios. La disparidad de familias no obstaculiza ningin matrimonio.
La dpera es un simple recitado: celebra la naturaleza, el amor, los héroes que han
inventado el arado, el molino, el arte de edificar, el lenguaje, la escritura, la navegacién...
En la tragedia, los personajes son antiguos gigantes que intentan -sin éxito- tiranizar a los
otros. La comedia tiene como tema predilecto la incapacidad de hombrecillos pequefios de
cinco pies a valerse por si mismos.
La categoria de patagones mas respetada son los beneméritos de la patria; los que
han sido factor determinante en una victoria, los que han roturado un terreno extenso,
Jos que han hecho escurrir aguas estancadas, los que han hecho progresar algina técnica
agricola, artesanal o algin método terapéutico. El estado los mantiene a sus expensas.
Las leyes
Todo el pueblo trabaja en labores agricolas u otras artes necesarias; si alguien se
niega a trabajar se le obliga a hacerlo, pero quien ya no puede trabajar recibe alimentacién
sin mendigar y sin tener que avergonzarse. Por este motivo no hay mendigos. La poligamia
es rechazada, pero la ley permite el divorcio. El estado se ocupa de los nifios. Los tributos se
perciben en especies, en la época de Ia cosecha, y se calculan en base a la produccién.
Sdlo participan en guerras defensivas. En tiempo de paz no tienen ejército, pues los
soldados adquieren una vinculacién demasiado personal con el jefe. En realidad, cada
patag6n es un soldado que sabe defender lo suyo. Fl Principe est obligado a visitar toda la
Patagonia durante tres meses cada afio, para comprobar que nada esté fallando. Las leyes
se hacen en las asambleas de Ja nacién.
La organizacién de la Justi
Antiguamente, los patagones obedecian a leyes barbaras. El castigo venia antes
que la conviccién, y existia Ja tortura, la hoguera y el empalamiento. Un viejo patagon
redacté un nuevo cédigo Iamado Buen sentido de las leyes, adoptado posteriormente por la
nacién.
Antes de Ia reforma, los juicios debian pasar por varios tribunales, con frecuencia
Jejanos. Los gastos judiciales eran tan altos que en muchos casos el juicio carecia de inte-
rés. Los acusados esperaban en prisiones duras, infectas y los procesos eran lentos. Todo se
hacia en secreto y se arrancaban confesiones bajo la tortura.
218Con el nuevo cédigo, las leyes son sencillas y claras. Cada ciudad 0 pueblo tiene su
tribunal con competencia definitiva. Los magistrados son mantenidos a expensas piblicas;
Tas prisiones patagonas sélo privan de la libertad, pero se est tan bien como en su casa; se
establece que todo acusado debe ser juzgado en el curso de un mes lunar, los juicios son
publicos y el acusado tiene derecho a recurrir a un consultor. La tortura fue abolida: la ley
no puede atormentar antes del juicio, pues en ese momento la tortura es un hecho estableci-
do mientras el delito no lo es atin. Los juicios son en tinica instancia, salvo en caso de pena
capital. La ley establece grados en las penas y éstas consisten en trabajos de utilidad publica.
La pena de muerte se limita al asesinato, y se abolieron las ejecuciones espectaculo.
Un ministro intenté transformar la magistratura en hereditaria y venal. La asam-
blea respondié “de acuerdo, a condicién de que los hijos puedan heredar los conocimientos
paternos y que el buen sentido pueda ser puesto en venta”. No se hablé mas del asunto.
Gabriel-Frangois Coyer interrumpe alli su relato. Termina diciendo “cuando vues-
tro barco traiga los documentos, seria muy agradable si no tuviera nada que corregir”.
E] Atlas Miiller (1519). En Brasil, los indios
transportan la madera para los portugueses,
rodeados de animales y aves salvajes. Al Sur
del Rio de la Plata aparece un indio gigante.
219Eritoco
| La época en que los mitos americanos movilizaron a los conquistadores ha dejado
numerosas huellas geograficas. California era el nombre de una comarca situada cerca del
| Paraiso, segtin el romance de caballeria “Amadis de Gaula”. Patagonia era la tierra del
| Patagén, un personaje de “Primaledn”, otro romance de caballeros andantes. Guayana pro-
\ viene del mitico imperio de “Guiana” donde estaban el lago Parime y Manoa, la capital de
El Dorado. Las Islas Salomén deben su nombre a una expedicién que Ilegé hasta ellas en
busca de las minas del rey biblico. El Rio de la Plata y Argentina encarnan el deseo de
encontrar la “Noticia Rica” y la “Sierra de Ja Plata”. El archipiélago de las Antillas evoca la
mitica insula de “Antilia”. Y el Rio mas caudaloso del planeta debe su nombre a la nacién
de mujeres guerreras.
Los sentimientos sociales que hoy Ilamamos “mitos”, en tiempos del Renacimiento
formaban parte del mundo que los europeos intuian como real. La frontera entre Jo percep-
tible y lo imaginado era entonces incierta. Cuando los exploradores reunian informaciones
sobre la faz oculta del planeta, la creencia en mundos y seres imaginarios, descritos por la
tradicién y las Escrituras era una fuente de informacién, a veces tan importante como los
descubrimientos geograficos y avances tecnoldgicos.
Estas dos maneras de percibir la realidad coexisten en los hombres que emprendie-
ron los descubrimientos. Se esforzaban en conocer los nuevos mares y continentes,
midiéndolos y confeccionando cartas, y, al mismo tiempo, situaban en ellas las comarcas
imaginarias. E] descubrimiento de América produjo un curioso y singular desplazamiento
mental. Los mitos que el subconsciente colectivo de los pueblos europeos habia situado en
el Lejano Oriente, entonces practicamente inaccesible, fueron transferidos al Nuevo Mun-
do, que s{ estaba al alcance de los navios europeos. Quizd por primera vez en la historia, los
europeos creyeron poder Iegar a los mundos de ensuefio. Bastaba cruzar el océano y em-
prender la conquista de nuevas tierras. Alli asechaban terribles peligros, pero los espera la
suprema recompensa: el codiciado oro, a raudales.
La asociacién entre mundos imaginarios y riquezas que se produce en la mente de
Jos colonizadores, serd un elemento motor en Ja colonizacién. La primera generacién de
descubridores, como Colén y Vespucio, buscara sobre todo el oro en lugares miticos que
221figuran en las Escrituras, como el Paraiso, las minas del rey Salomén, o en creencias anti-
guas como el Aurea Quersoneso. En cambio sus sucesores -los conquistadores- se empecinan
en hallar imperios tan 0 mas ricos que el de los Aztecas 0 el de los Incas, saqueados por
Cortés y Pizarro,
Una vez emprendida la colonizacién, la mitologia se adapté a los fantasmas de los
conquistadores adquiriendo colores americanos. Durante el siglo XVI y parte del XVII,
centenas de expediciones que sofiaban con imperios y ciudades doradas, recorrieron el
continente en busca de El Dorado, Cibola, El Paititi y los Césares. Estos productos de la
imaginacién colectiva motivaron la accién de los conquistadores y constituyen una de las
causas de la exploracién y del poblamiento europeo de América.
La btisqueda de las ciudades doradas, durante al menos dos siglos, modelé a los
conquistadores y a sus sucesores. Para ellos, el enriquecimiento no era asunto de trabajo,
ahorro ni acumulacién. Era acelerado, impetuoso. Resultaba del desprecio a los peligros
que asechan en el camino de la ciudad oculta, la apropiacién de sus tesoros y el inevitable
saqueo final. Las generaciones siguientes no encontraron ciudades doradas pero buscando-
Tas se apropiaron de inmensos territorios y de los indios que los poblaban, institucionalizados
como las “encomiendas”. La conversién de aventureros en grandes propietarios de tierras
e indios, generé comportamientos de aversin a una actividad tan vulgar como el trabajo y
un sentimiento de honra medieval, dominante y racista, asociados a la fortuna obtenida a
través del despojo. Este sistema de valores formé la personalidad de los sefiores de Améri-
cay en algunos casos permite explicar conductas actuales.
E] comportamiento de espafioles y portugueses frente a los mitos fue diferente.
Para los espaiioles, el descubrimiento y la apropiacién de las tierras americanas es la con-
tinuacién de las guerras que los reinos ibéricos-cristianos libraron contra los reinos
ibéricos-musulmanes y contra la poblacién ibérica-judia. Sin que estuviera en sus planes,
Ios soldados cristianos Hegaron a un nuevo continente donde prosiguieron de cierta mane-
rala Reconquista. Los movia el espiritu misionero alimentado por los romances de caballeria
y la literatura religiosa. También la intolerancia y la negacién del otro. Creyeron facilmente
en seres y tierras fabulosas; la racionalidad interviene sélo en una pequefia parte de sus
motivaciones.
Los portugueses, en cambio, habian terminado la Reconquista dos siglos antes.
Durante el siglo XV exploraron sistematicamente las costas africanas en busca de la ruta
hacia el Oriente. Sus objetivos eran pragmaticos: comerciar directamente con los producto-
res de especias e instalar colonias productivas que pronto tomarfan la forma de plantaciones
esclavistas. Su accién responde a un plan extremadamente racional y rara vez partieron
tras paraisos 0 imperios dorados.
Los mitos nacieron, vivieron, actuaron y finalmente se han diluido en el olvido.
Aunque no totalmente. El mundo que nos rodea esta impregnado de mensajes que insi-
222nuan el retorno a una inocencia primitiva o proponen substancias extraidas de la naturale-
za salvaje capaces de atenuar las huellas de envejecimiento. Se evoca (a veces con intencién
discriminante) Ia horda de seres sin rostro, innumerables, que podria invadir el mundo
desde el Oriente. Tampoco faltan las fabulas sobre lugares inexplorados -en la tierra, las
profundidades del mar o el cosmos- que podrian estar poblados por seres monstruosos,
como tiburones descomunales, la bestia de loch Ness, el Yeti o el Alien de Ridley Scott.
Estos seres contempordneos no son tan diferentes del terrible grifo o de los ejércitos de
acéfalos ewaipanomas.
Las sociedades humanas conservan temores seculares que no se han desvanecido y,
al mismo tiempo, acarician el viejo suefio de encontrar al fin la Edad de Oro. Este es proba-
blemente el hilo conductor que une el Paraiso que Cristébal Col6n creyé percibir en el
Nuevo Mundo, con los proyectos de sociedades utépicas del Siglo de las Luces y con los
mitos de nuestros dias.
223