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Carituto VII Los GIGANTES PATAGONES DEL MISMO MODO QUE EN CADA PUEBLO APARECEN ALGUNOS HOMBRES MONSTRUOSOS, AS{ TAMBIEN DENTRO DEL CONJUNTO DEL GENERO HUMANO EXISTEN ALGUNOS PUEBLOS DE SERES MONSTRUOSOS, COMO LOS GIGANTES, LOS CYNOCEFALOS, LOS CICLOPES Y OTROS MAS*"3, San isworo be sevita, Etimologias. Para muchos pueblos, en algtin lugar remoto de la Tierra vivian hombres de propor- ciones colosales, quizd vestigios vivientes de los tiempos iniciales en que los dioses hicieron el mundo. Esta creencia parecié confirmarse cuando los navios de Magallanes hallaron individuos de gran estatura en las pampas australes. Durante tres siglos Europa tendrd la certeza de que en alguna parte de América existia una nacién de gigantes. Gigantes en el alba de los tiempos Seguin mitos orientales, los primeros hombres fueron gigantes. La misma tradicién figura en los mitos fundadores del mundo heleno y en algunos episodios del Antiguo Testa- mento. Los griegos pensaban que en el inicio del universo reinaban los Titanes, una raza de seres de talla gigantesca nacidos de la uni6n de Urano y Gea. Aquel reino fue interrumpido por una terrible guerra entre los Titanes y los dioses del Olimpo; los gigantes fueron derro- tados y arrojados a profundidades insondables, donde reinan las tinicblas eternas. Sélo Atlas permanecié en la superficie, pero su castigo consistid en soportar el peso de la béve- da celeste. Otro gigante conocido fue Anteo, hijo de Poseidén y Gea, quien atacaba a todos los que osaban entrar en Libia, hasta que Hércules puso fin a sus dias. Estas tradiciones aparecen también en la Biblia, donde figuran dos pueblos de gi- gantes: uno que poblaba la tierra antes del Diluvio y otro que moraba en las tierras destinadas al pueblo de Moisés. Los gigantes antediluvianos son mencionados en el primer y en el tltimo libro del Antiguo Testamento: “En aquel tiempo habia gigantes sobre la tierra (y también después), 38 Ismoxo ne Seva, 1983, (Libro XI, 12), 49. 201 cuando los hijos de Dios se juntaron con Ia hijas de los hombres” (Génesis, 6:4). En el Libro de la Sabiduria se lee: “al principio, cuando perecieron los soberbios gigantes, una barca fue el refugio de esperanza de toda la tierra” (Sabiduria, 14:6). Por su parte, gigantes rivales de los hebreos también figuran con frecuencia en la Biblia: cuando Moisés vislumbra Ja tierra prometida, no se decide a tomar posesién pues le informan que “alli vimos unos hombres descomunales, hijos de Enac, de raza gigantesca, en cuya comparacién nosotros pareciamos langostas”. (Numeros, 13:34). Todo esto tiene su expli- cal poco antes de cruzar el rio Jordan, Dios le recuerda que esa tierra le fue dada a los hijos de Lot, “Tierra que fue considerada como un pais de gigantes, pues en ella moraban anti- guamente unos gigantes que los amonitas llamaban zomzommim, pueblo grande y numeroso, v de estatura descomunal, a semejanza de los enaceos. El Seftor los exterminé por mano de los ammonitas” (Deuteronomio, 2:20-21). El profeta Baruc confirma su existencia: “Alli [en Israel] vivieron aquellos famosos gigantes, de grande estatura, diestros en la guerra. No fueron escogidos por el Serior, no hallaron la senda del conocimiento: por lo tanto perecieron”. (Baruc, 3:26-27). Todo esto, sin olvidar al célebre gigante Goliat, muerto por el joven David. Esta tradicién adquiere un cardcter casi universal. Marco Polo sitta una isla de los gigantes cerca de la de los cinocéfalos; son grandes -nos dice- pero sobre todo gordos; pueden llevar la carga de cuatro hombres y comen como cinco. Incluso las poblaciones de América antes de 1492 tenian mitos andlogos. Los cronistas que describieron el imperio de Jos incas sefialan la existencia de una tradicién que hablaba de gigantes llegados en balsas de cafias, quizd una reminiscencia de antiguas invasiones polinésicas™*. E] mito de enormes iniciadores del mundo tiene su légica. La creacién de la Tierra, del mar, de la béveda celeste y de los seres que los pueblan, fue sin duda una obra descomu- nal; por lo tanto, quienes de una u otra forma participaron en ella, o que simplemente vivieron en los primeros tiempos, debian ser seres igualmente descomunales, dotados de una gran fuerza, tanto fisica como espiritual, y de una estatura conforme con la grandeza de la época y de las obras que entonces se realizaron. Asi lo entendié un tal Henrion, quien presenté ante 1'Académie des Inscriptions et Belles Lettres, en 1718, una tabla cronolégica del tamafio de los hombres a través de la historia, desde la creacién hasta el nacimiento de Jesucristo. Addn media ni mas ni menos que ciento veintitrés pies, nueve pulgadas y tres cuartos, o sea unos cuarenta metros. Noé habia perdido veinte pies en relacin a su antecesor. Abraham media sélo veintisiete pies (8,40 metros), Moisés trece (4,20 metros), Hércules diez (3,25 metros), Alejandro Magno seis (1,95 metros) y Julio César no Iegaba a los cinco (1,62 metros). Afortunadamente ~concluye Henrion- la Providencia suspendié una disminucién tan prodigiosa, ya que de lo contrario deberiamos clasificarnos entre los insectos™. mh De Ganpia, 1929, 34.35. 2% Sobre los gigantes patagones, 1984, 66-67. 202 Por otra parte, el hallazgo de huesos fosilizados de animales prehistéricos ~en épo- cas en que se desconocia la paleontologia— parecia corroborar la existencia de gigantes. Herédoto comunica que se descubrié el esqueleto de Orestes, que media mas de doce pies; segtin Plutarco, un tal Sertorio hizo desenterrar en la ciudad de Tanger el cadaver de Anteo, cuya longitud era de sesenta codos (unos 30 metros), mientras que Plinio se contenta con atribuir al esqueleto de Orién cuarenta y seis codos (unos 23 metros)". En la imaginacién de muchos europeos yacia latente la idea de que pueblos de gigantes podrian vivir en algin rincén perdido del planeta. FE descubrimiento de América despertaré esta reminiscencia de manera espectacular. Los primeros gigantes americanos Una de las primeras noticias viene de Pedro Martyr, quien en su Década vu habla del Gigante Datha, su mujer y sus cinco hijos, que reinaban en Ja provincia de Duhare, en la region de Florida. No obstante, el primer contacto con una poblacién compuesta por personas de gran estatura lo hard el propio Amerigo Vespucci. Igual que Coldn, efectuaré cuatro viajes; en el segundo arriba al Nuevo Mundo en las costas de Brasil, y desde alli pone rumbo al Norte. El encuentro con los “gigantes” ocurre en 1499, en una isla que puede ser la actual Curacao, en Jas Antillas holandesas. Cuando se aprestaban a raptar dos grandes mujeres, surgen hombres armados de estatura elevada. Esta escena revive inmediatamente la imagen de la reina de las amazonas y de Anteo, el gigante mitolégico. En estas condiciones, los conquis- tadores prefieren retirarse sin ejecutar sus planes: [.-] hallamos una poblacién de obra de 12 casas, en donde no encontramos mds que 7 mujeres de tan gran estatura que no habia ninguna de ellas que no fuese mds alta que yo palmo y medio. Y como nos vieron, tuvieron gran miedo de nosotros, y la principal de ellas, que por cierto era una mujer discreta, con sefales nos llevd a una casa y nos hizo dar algo para refrescar; y nosotros, viendo a mujeres tan grandes, acordamos raptar dos de ellas, que eran jévenes de 15 aitos, para hacer un regalo a estos Reyes, pues sin duda eran criaturas que excedian la estatura de los hombres comunes. Y mientras que estdba- mos en esto, legaron 36 hombres y entraron en la casa donde estébamos bebiendo, y eran de estatura tan elevada que cada uno de ellos era de rodillas mds alto que yo de pie: en conclusién eran de estatura gigantes, segtin el tamafio y proporcién del cuerpo, que correspondia con su altura; cada una de las mujeres perecia Pentesilea, y los hombres Anteos; y al entrar, algunos de los nuestros tuvieron tanto miedo que atin hoy no se we Sobre los gigantes patagones, 1984, 65-66. 203 Grabado anénimo (hacia 1505), que representaria los navios de Amerigo Vespucci en el Rio de la Plata obser- vvados por indigenes de gran estatura. Una sirene y un extrafio pez observan una de las naves. James Ford Bell Collection, Universidad de Minesota. sienten seguros, Tenian arcos y flechas y palos grandisimos en forma de espadas, y como nos vieron de estatura pequefia, comenzaron a hablar con nosotros para saber quiénes éramos y de dénde veniamos, y nosotros manteniéndonos tranquilos por amor dela paz, contestébamos por sefiales que éramos gente de paz y que ibamos a ver el mundo. En conclusién, estimamos oportuno separarnos de ellos sin querella, y nos acompariaron hasta el mar, y fuimos a los navios*”. Este encuentro marca un hecho sin precedentes: Ia talla prominente de los isleiios impresiona tanto a los conquistadores que deciden olvidar su orgullo, cambiar sus planes y retirarse transformados en apacibles contempladores del mundo. El préximo contacto con personas igualmente impresionantes tendré lugar veinte aiios después, en el otro extremo del continente sudamericano. 37 _-Vesrvccr, 1986, 60-61. 204 Un pueblo de gigantes en la Patagonia La flotilla que hard el primer viaje alrededor del mundo debia realizar el proyecto inicial de Coldn: navegar hacia el poniente para llegar hasta las islas de las especias. Pero sobre este plan pendia una duda de gran importancia: no se sabia si América tenia una extremidad sur 0 si se prolongaba en un mitico continente austral, llamado Terra Australis Incognita. Sebastian Caboto y Diaz de Solis habian buscado un paso interocednico sin éxito. Era necesario establecer de manera definitiva si existia o no un punto de encuentro -nave- gable- entre el Atléntico y el Pacifico. El proyecto estaba en el aire y habia varios candidatos, El emperador Carlos vse decide por el navegante portugués Fernando de Magallanes, quien estaba dispuesto a descender hasta latitudes australes para sortear la inmensa masa ame- ricana. Pese a la transcendencia del viaje, la Corona le otorga un apoyo un tanto mitigado, consistente en viejos navios y tripulantes poco experimentados. El monarca tenia sus razo- nes, Incluso en caso de que Magallanes tuvicra éxito y Ilegara hasta las islas de Jas especias, gcOmo saber si estas estaban en zona espafiola o portuguesa seguin el tratado de Tordesillas? La misién de registrar todo lo que aconteciera durante el periplo recae sobre el caballero Antonio Pigafetta. El escritor habia venido al mundo en Vicenza, hacia 1490. En su juventud habfa combatido contra Soliman el Magnifico en las galeras de Ja Orden San Juan de Rodas. Luego se instala en Barcelona, donde la Casa de la Contratacién lo enrola en la expedicién de Magallanes. Su relacién ser preciosa, pues consignara dia a dia los pormenores del primer viaje circunterraqueo, describiendo los lugares y proporcionando informaciones etnograficas y lingitisticas sobre los nativos, entre otros los llamados gigan- tes de la Patagonia. ¥] 10 de agosto de 1519, parten 237 hombres a bordo de cinco naves: la San Antonio, Concepcién, Santiago, Victoria y Trinidad, en cuyo méstil Magallanes iza la ensefia almiran- te. Buscando un paso interocednico, exploran la bahia de Rio de Janeiro y la del Rio dela Plata. Contintan hacia el Sur hasta que el invierno los obliga a detenerse en Ja rada de San Julian, en Ja actual patagonia argentina. En el refugio invernal entran en contacto por primera vez con un “gigante”, un hombre solo, casi calvo y muy pintado, pero de tal estatura que apenas le pasaban la cintu- ra. Luego divisan otros acompafiados de sus mujeres: Un dia, de pronto, descubrimos a un hombre de gigantesca estatura, el cual, desnudo sobre la ribera del puerto, bailaba, cantaba y vertia polvo sobre su cabeza. Mand6 el capitdn general a uno de los nuestros hacia él para que imitase tales acciones en signo de pazy lo condujera ante nuestro dicho jefe, sobre una islilla. Cuando se hall6 en su presen- cia, y la nuestra, se maravill6 mucho, y hacia gestos con un dedo hacia arriba, creyendo que bajébamos del cielo. Era tan alto él, que no le pasdbamos de la cintura, y bien 205 conforme; tenia las facciones grandes, pintadas de rojo, y alrededor de los ojos, de amari- Uo, con un corazén trazado en el centro de cada mejilla. Los pocos cabellos que tenia aparecian tintos en blanco, vestia piel de animal, [guanaco] cosida sutilmente en las juntas. [...] Calzaban sus pies abarcas del mismo bicho, que no los cubria peor que zapa- tos, y empufiaba un arco corto y grueso con la cuerda mds recia que las de un latid -la tripa del animal-, aparte un pufiado de flechas de carta, mds bien cortas y emplumadas como las nuestras. [...] Hizo el capitan general que le dieran de comer y de beber, v, entre las demds cosas que le mostré, pisole ante un espejo de acero grande. Cuando se miré alli, asustdse sobre mane- ra y salté atrds, derribando por el suelo a tres 0 cuatro de nuestros hombres. Luego le entregé campanillas, un espejo, un peine y algunos “paternostri” [rosarios] y envidlo a tierra en compatita de cuatro hombres armados. Un compariero suyo, que hasta aquel momento no habia querido acercarse a la nao, cuando le vio volver en compania de los nuestros, corrié a avisar a donde se encontraban los otros; y alinedronse, asi, todos des- nudos. Cuando Ilegaron los nuestros, empezaron a bailar y a cantar, siempre con un dedo en Io alto, y ofreciéndose polvo blanco, de raices de hierba, en vasijas de barro; no otra cosa hubiesen podido darles para comer. Indicdronles los nuestros por sefias que se acer- caran a los barcos, que ya les ayudarian a llevar sus cosas. Ante cuya demanda, los hombres tomaron solamente sus arcos, mientras sus mujeres, cargadas como burros, traian el resto. Ellas no eran altas, pero si mucho mds gordas. Cuando las vimos de cerca, nos quedamos aténitos: tienen las tetas largas hasta mitad del brazo. Van pintadas y desvestidas como sus maridos, si no es que ante el sexo llevan un pellejin que lo cubre™’. Seis dias después, conviven con otro hombre de gran estatura, quien permanece varios dias con ellos; lo bautizaron Juan. El encuentro con los “gigantes* provoca en los navegantes una impresin profunda y duradera. Asombrado por las dimensiones de sus cuerpos, Magallanes toma la decisién de apresar a dos de estos hombres para exhibirlos en Espaiia. Al poco tiempo aparece un grupo de cuatro patagones. Los espaiioles ejecutan sus planes sirviéndose de la ingenuidad de los nativos: Elardid de que se valié para retenerlos jue éste: les dio muchos cuchillos, tijeras, espejos, esquilones [campanillas] y cuentas de vidrio. Teniendo los dos las manos rebosantes de dichas cosas, hizo el capitan general que trajeran un par de grilletes, que los depositaron asus pies como tratdndose de un regalo; y a ellos, por ser hierro, placiales mucho. Pero no sabian cémo llevdrselos, y les apenaba renunciar: no teniendo dénde guardar las merce- des, y debiendo sujetar con las manos la piel que las envolvia. Quisieron ayudarles los otros dos, pero el capitdn se opuso. Viendo lo que les preocupaba abandonar aquellos am -Picarerta, 1985, 64-66. 206 grilletes, indicéles por seftas que se los haria centr a los pies, y que asi podrian Ievarlos. Respondieron con la cabeza que si. Répidamente, y al mismo tiempo, hizo que los argollaran a los dos; y, aunque, cuando notaron el hierro transversal, les asalté la duda, ante el gesto de seguridad del capitén permanecieron firmes. Sélo después de comprender el engano bufaban como toros, pidiendo a grandes gritos a “Setebos” que les ayudara*™. Un personaje gigantesco porta en sus manos un toro y una boleadora. Cosmograffa Universal, André Thevet. Durante la extenuante espera en San Julian, Magallanes debe enfrentarse con el primer motin. Aunque logra sofocarlo, Ia serie de desgracias contimia: la nave Santiago encalla en costas del Atlantico Sur, y mientras exploran el Estrecho deserta la San Antonio, Hevandose uno de los dos patagones. El cautivo no sobrevive al paso del Ecuador. Al cabo de treinta y ocho dias de dificil navegacién por los canales australes sobre- viene la inmensidad del Pacifico. El 28 de noviembre de 1520, las tres naos restantes inician Ja primera travesia conocida del mas extenso de los océanos, en el que permanecerdn tres meses. El trayecto entre el Estrecho y la isla de Guam seré una de las mas grande epopeyas de la historia de la navegacién. En la nave, Pigafetta intenta comunicar con el “gigante” -bautizado como Pablo— para conocer su estilo de vida. Su medicina le parece extrafia: en caso de dolores estomaca- les se introduce una flecha por la garganta, para provocar vémitos. Los dolores de cabeza Jos curan haciéndose un corte transversal en la frente o en cualquier otro lugar del cuerpo. 9 -Pacarerts, 1985, 67. 207 Suelen Ievar el pelo cortado con una gran coronilla, a la moda de los frailes, aunque algo mas largo, sujeta con un cordén de algodén en torno a la cabeza. Llevan el miembro viril atado entre las piernas. Encienden fuego frotando dos ramas entre si, para producir chis- pas que encienden otra rama puesta entre las dos primeras. No poseen verdaderas casas, sino cobertizos hechos de piel de guanaco, que transportan de un lugar a otro. Cuando uno de ellos muere, diez o doce hechiceros muy pintarrajeados danzan alegres en torno al cuerpo, hasta que aparece uno mas grande gritando ain con més energia; los primeros se Jaman Cheleulle y el otro Setebos. Los gigantes se alimentan de carne cruda y de una raiz dulce llamada chapae. En la nave, engullian las ratas sin que esto les produjera ningun asco”. Durante el viaje, Pigafetta elaborard un pequeiio diccionario correspondiente al idioma de cada grupo humano que tuvo la ocasién de conocer; brasilefio, filipino, las len- guas habladas en Malaca, en Jas Molucas e islas periféricas, y también un vocabulario patagén compuesto de ochenta y tres términos. Este tiltimo comprende los vocablos patagones utilizados para designar numerosas partes del cuerpo: cabeza = her, mano = chene y corazon = tol. Igualmente tradujo algunos verbos: ir = rei, combatir = Ohomagse y comer = Mechiere; siguen los colores, los astros y algunos fenémenos naturales™. Después del encuentro con los hombres de gran estatura, Magallanes decide Ila- marlos “Patagones”. Es poco probable que este nombre provenga -como se ha dicho- de sus grandes pies calzados de cuero de guanaco, ya que la relacién “patagén”-“patas” no tiene explicacién gramatical convincente ni en castellano ni tampoco en portugés, lengua materna de Magallanes. Parece mas acertada la idea que el origen de este nombre proven- ga de un personaje del romance de caballeria Primaledn, derivado de Palmerin de Oliva, muy en boga a comienzos del siglo XVI. Segun la traduccién inglesa de Primaledn de Grecia, hecha en 1596, utilizada por el escritor britanico Bruce Chatwin, el caballero Primaleén viaja hasta una isla remota donde encuentra un pueblo cruel y miserable que come carne cruda y se viste con pieles de bestias. Alinterior de la isla vive un ser llamado Gran Patagén, engendro de un animal, tan monstruoso como sabedor: tiene cabeza de perro, las orejas le tocan los hombros, unos dientes puntiagu- dos que salen dela boca, sus pies se asemejan a los de un ciervo, ademés corre a gran velocidad, es muy inteligente y ama a las mujeres. Primaleén hiere al Patagén mientras este emite atroces rugidos, lo captura y decide levarlo de regalo al rey de “Polonia”. Chatwin descubre una cierta simetria entre los personajes de este episodio de Primaleén y los indigenas descritos por Pigafetta: ambos comen carne cruda, se visten con pieles, dan atroces alaridos cuando los arrestan, corren con gran velocidad y tienen mucha fuerza; ademas, los espaiioles al igual que el héroe del romance deciden capturar aborige- nes para obsequiarlos a sus reyes. A esto se afiade otro elemento; en Jos afios 1590, un grupo 30 Picareris, 1985, 68-70, 75. 31 Picarerta, 1985, 165-166. 208 de Tehuelches atacaron a los tripulantes de un barco inglés bajo el mando del Capitan John Davis; segiin su descripcién, los guerreros lanzaban polvo al aire, saltaban y corrfan como bestias feroces y sus caras estaban cubiertas con mascaras de perro. Todo esto, a ojos de los Europeos, los aproximaba atin mas al personaje del romance de caballeria™. Con el paso de Jas semanas, las condiciones de vida a bordo se deterioran; la falta de agua y alimentos frescos provocan el temido escorbuto seguido de una muerte atroz. El segundo “gigante” tampoco sobrevivird. Pigafetta describe asi la primera navegacién del Pacifico y la muerte del Patagés Estuvimos tres meses sin probar clase alguna de viandas frescas. Comiamos galleta: ni galleta ya, sino su polvo, con los gusanos a pufiados, porque lo mejor habianselo comido ellos; olia endiabladamente a orines de rata. Y bebiamos agua amarillenta, putrefacta ya de muchos dias, completando nuestra alimentacién de cellos de cuero de buey, que en Ia coja del palo mayor, protegian del roce a las jarcias [cuerdas]; pieles mds que endure- cidas por el sol, la Iluvia y el viento. Poniéndolas al remojo del mar cuatro o cinco dias y después un poco sobre las brasas, se comian no mal; que el serrin, que tampoco despre- cidbamos. Las ratas se vendian a medio ducado [1 ducado = 3,5 gr. de oro, 0 375 maravedis] la pieza y mds que hubieran aparecido. Pero por encima de todas las penalidades, ésta era Ta peor: que les crecian a algunos las encias sobre los dientes -asi los superiores como los inferiores de la boca, hasta que de ningtin modo les era posible comer: que morian de esta enfermedad. Diecinueve hombres murieron, mds el gigante y otro indio de la tierra de Verzin. Otros veinticinco o treinta hombres enfermaron, quién en los brazos, quién en las piernas 0 en otra parte; asi, que sanos quedaban pocos*. En esas condiciones llegan a Ja isla de Guam y luego a las Filipinas, donde pierde la vida Fernando de Magallanes. Las bajas eran tales que el nuevo jefe, Juan Sebastian El Cano, resuelve destruir la Concepcién y dividir sus tripulantes entre Ia Victoria y Trinidad. El estado de esta tiltima era tan lamentable que su comandante intenta regresar a Panama pero los vientos desfavorables se lo impiden. En las Molucas serdn arrestados por los portugueses. La tinica nave sobreviviente retorna a Espaiia por el Cabo de Buena Esperanza. El ocho de septiembre de 1522, la Victoria, tripulada por sélo dieciocho hombres, echa anclas en Sanhticar de Barrameda. Afios mas tarde logran regresar algunos cautivos de los portu- gueses, lo que asciende a treinta y cinco el mimero de marinos que conservaron la vida después del primer viaje circunterréqueo. Pese a las desgracias, por primera vez después 32 Ceaxrums, 1975, 130-141. Duvtors, 1985, 59. Cabe sefialar que Baacn Mewénns7, 1971, 3738, se inclina por la hipétesis de los grandes pies. 33 Pigarerra, 1985, 75-76. 209 de siglos, los codiciados productos llegaban a Espafia por via directa, exentos de tributos debidos a los intermediarios. La venta de las especias transportadas en las bodegas de la Victoria permitieron cubrir todos los gastos de la expedicién. Volvamos a nuestro tema. ¢Qué pensar de los “gigantes patagones”? Igual que las Amazonas, el mito de los gigantes no se aplica a individuos aislados sino a todo un grupo humano. Fsta vez, la diferencia se fundamenta en la exageraci6n de la diferencia de estatura entre los Europeos y los Patagones. La media europea en el siglo XVI se debfa situar entre 1,50 y 1,60 metros, mientras que la de los Patagones sobrepasaba 1,75 metros. Por lo tanto, los “gigantes” debian medir 20 0 30 centimetros mas que un europeo. Existe una abundante bibliografia sobre los grupos que poblaron Ja Patagonia™: se trata de los Tehuelches y Onas, pueblos némadas conocidos por ser los indios mas grandes de América. Los relatos de Pigafetta seran el punto de partida de una controversia sobre la veracidad, o no, de la existencia de una nacién de gigantes. Noticias acerca de los “gigantes” patagones La posicién estratégica del Estrecho de Magallanes va a despertar rapidamente la codicia de las grandes potencias; navios de diversas nacionalidades surcaron sus aguas con. vistas a ponerlo bajo el dominio de sus respectivos estados, y con frecuencia miembros de sus tripulaciones describieron los “gigantes”. El Capitén francés Jean Alfonse’ afirma en 1559 que los patagones eran nada menos que dos veces mas grandes que el mds grande de los europeos; John Jane, en 1572, asegura haber visto gigantes lanzando grandes bloques de piedra contra los navios. En 1575, el franciscano francés André Thevet cree saber que miden entre diez y doce pies (2,80 y 3,36 metros), mientras que el cronista espaiiol Bartolomé Leonardo de Argensola los vincula con los ciclopes. Sarmiento de Gamboa narra sus encuentros con gigantes durante sus dos expedi- ciones al Estrecho de Magallanes (1579-1580 y 1581-1586). Durante su segundo viaje (en el que funda la Ciudad del Rey Don Felipe, que pasa a la historia como el “Puerto del Ham- bre”) pretende haber visto un gigante introduciéndose una flecha en Ja garganta, escena comparable a la descrita por Pigafetta®®. 3 Guvor, m, Les Mythes chee les Selknam, les Yaruana de la Terre du Feu, Paris, 1968, Mecsas, Osvs:00, Origen y desarrollo racial de la especie humana, Ed. Nova, Bs As, 1965. Caxtis-Faac, Salvador, Poblaciones indigenas de la Argentina, Ed. Sudamericana, Bs As, 1953. 45 Lallista de referencias a los gigantes patagones ha sido extraida de Duvrots, 1985, 60-69, asi como de la introduccién y del texto Sobre los Gigantes Patagones, 1984, 14-20. 36 Saeareo ne Gasca, 1988, 109-123 (primer viaje), 283-286 (segundo viaje). 210 MAG ELLANICI. Qa Be. _ eeprom SEPTENTRIO. o> Philyppepils Lan P Fanin. Carta del Estrecho de Magallanes de Hulsius (1626). Un gigante patagén practica Ja extrafia terapia de introducirse una flecha en la garganta. E} fuerte denominado “Philippopolis 1582” es una referencia a la Ciu- dad real de San Felipe, fundada por los naufragos de la expedicién de Sarmiento que se transformara en et “Puerto del Hambre”. La imaginacién va a asociar los ndufragos desaparecidos con la Ciudad encantada de los Césares. Al Sur figura el mitico continente austral, la “Terra australis incognita”. 211 Arriba, Gigantes asusta- dos por los tiros de los navios holandeses, salen de su canoas y arrancan arboles para cubrirse. Uno delos arbotes es una palmera, simbolo del exo- tismo que inspiran esas le janas tierras. Théodore de Bry, Bibliothéque Royale de Belgique. Abajo. Nustracién de una edicién holandesa de los relatos de Seebald de Weert, hacia 1600.Los “gi- gantes”, con rasgos bien holandeses, encienden fuego en sus canoas. 212 Aesto se agregan los relatos holandeses, Seebald de Weert, en 1599, sostiene haber visto seis 0 siete canoas Ilenas de gigantes de diez a once pies de alto (2,80 a 3,08 metros), tan forzudos que, asustados por Jos tiros holandeses, arrancaron arboles para cubrirse. Dos atios después, Olivier de Noort testifica que median once pies de alto (3,08 metros) y que tenian una mirada terrible, pelo largo, rostro pintado, aunque habia también hombres de estatura comin. Estos informes, venidos de fuentes tan diversas, eran convincentes. En el siglo XVI, incluso en parte del siglo XVII, Europa habia asimilado la idea de que en las extremidades australes existia una nacién de gigantes. En los decenios siguientes, los testimonios de los navegantes espafioles redujeron el tamaiio de los “gigantes” a proporciones mas préximas ala realidad. En el siglo de las luces, los detractores del gigantismo patagén ganan terreno sobre Jos defensores, pues estos tiltimos no habjan logrado probar sus afirmaciones. El debate pasa a segundo plano, hasta que nuevos testimonios de marinos franceses ¢ ingleses vuel- ven a lanzar la controversia. Amédée Frezier, ingeniero del Rey, visita la isla de Chiloé, en el Pacifico austral. El gobernador espaiiol Pedro Molina le dijo que los patagones median entre nueve y diez pies (2,52 y 2,80 metros). Frezier publica sus relaciones de viaje en Paris, en 1716, con tanto éxito que logra traducirlas al inglés, neerlandés y aleman. En 1767, también conoce una gran difusi6n el diario de viaje de un oficial britnico, ilustrado con imagenes sobre los patagones, se trata del Comodoro John Byron, quien habla de hombres de ocho o nueve pies (2,24 0 2,52 metros). La leyenda recobra vigor durante algunos decenios, pero a continuacién serd reducida a su aspecto real. En 1839, el francés Alcide d'Orbigny, uno de los protagonistas de la gran revolucién cientifica del siglo XTX, tras una estancia de ocho meses en el extremo sur del continente y haber medido centenares de individuos, nos informa que no encontré ningin oriundo que midiera mas de 1,92 metros y que la estatura media era de 1,73 metros. Ademas publica una larga lista de viajes en la regién que incluye una tabla que representa la estatura atribuida a los patagones a partir de Pigafetta hasta el francés Bougainville en 1766°”. Lo mismo hace George Musters, quien recorre la Patagonia durante un afio; anota que de regreso en Inglaterra en 1870, lo primero que le preguntaban, invariablemente, era por la estatura de los Patagones. E] norteamericano Benjamin Franklin Bourne vivid en la zona en 1849, cautivo de una tribu. Su testimonio esta desprovisto de fantasia. En esta situacién, el tinico patron de medida que poseia era su propia estatura, que alcanzaba unos 1,65 metros, y, segiin sus medidas, todos los patagones eran menos una cabeza mas grandes que él. 37 ‘Braun Mestinpez, 1971, 40-41, 213 Por su parte, el Conde de Ia Vaulx, antropélogo francés, mide en 1901 esqueletos encontrados en antiguas sepulturas de la patagonia; su investigacién revela que la altura de Jos tehuelches no ha variado en los iltimos siglos: en término medio median 1,75 metros". Igual que la creencia en una nacién de gigantes, los Tehuelches y Onas han dejado de existir. Con el paso del tiempo, las enfermedades los diezmaron. Se sabe que a fines del siglo XIX los‘Tehuelches no pasaban de un millar de individuos. Por esos afios se instalaron en la pampas australes poderosas familias, en su mayoria de origen britnico, que organiza- ron la exterminacién de sus habitantes para transformar la Patagonia en una regi6n propicia a la crianza de ovinos. Pese a su patético final, la leyenda de los gigantes patagones influyé obras litera- rias de anticipacién histrica como La Découverte Australe (1781) de Restif de la Bretonne, donde la Patagonia es un pais utépico poblado por los Megapatagones, “los mds sabios y grandes de los hombres”3", Sin embargo, este trabajo no fue el unico ni el primero. Inspiré también otro proyec- to de sociedad ideal, ejemplo del pensamiento de Jos enciclopedistas del siglo XVIII escrito por Francois Gabriel Coyer™". Conviene terminar este capitulo final con un resumen de pais fantastico, que en algunos aspectos evoca problemas que se prolongan hasta nuestros dias. La utopia patagona Gabriel-Francois Coyer viene al mundo en Baume-les-Dames, en 1707. Ingresa en la Compaiifa de Jestis, pero la abandona en 1736; forma parte de varias sociedades de erudi- tos y adquiere una cierta notoriedad por la solidez de la informacién y la calidad literaria de sus escritos. Bajo la forma de una Carta al Doctor Maty, escrita en 1767, concibe una hermosa utopia, cuyos protagonistas son los patagones. Influido por las ideas de Rousseau y Montesquieu, Coyer describe la educacién, el urbanismo, la vida familiar, la organizacién social, la politica y las leyes de una sociedad ideal, donde se ponen en practica Jas ideas que precedieron a la revolucién francesa. Curiosamente, esta utopia aparece tres aiios después que la de James Burgh sobre Ta Ciudad de los Césares (ver capitulo v), escrita en 1764. El libro de Coyer podria ser una respuesta francesa al proyecto de sociedad ideal, racional, pero extremadamente puritana, pregonada por el britanico James Burgh. st Bay Mewtnnez, 1971, 40-41 48 Citado por Duviors, 1985, 71. 3 Pyblicada por la Editorial Universitaria bajo el titulo “Sobre los gigantes patagones” traducida por A. de Ava Maxren, 215: El destinatario de la carta es Mathew Maty (1718-1776), médico y escritor, fervien- te partidario de Ja variolizacién antecesora de la vacuna y bibliotecario del British Museum. Coyer se interroga, “Por qué el género humano no puede tener diferencias de tamafios como algunas especies animales?”; y responde: “nuestros descubrimientos son poca cosa en compara- cién con los que quedan por hacer”. En esos dias, un navio inglés parte a buscar el rastro de los gigantes. Coyer decide entonces escribir la historia de los Patagones como él Ja imagina; y lo hace antes -no después- de que lleguen las informaciones. La crianza Los patagones se acercan a su mujeres con costumbres honestas, en buen estado fisico y con sentimientos inocentes que unian a los corazones en la Edad de Oro. Durante el embarazo alejan de su mujer todo lo que pueda entristecerla, halagan sus gustos, se esfuer- zan en que su alma se lene de gozo y la despiertan con los acordes de algun instrumento de musica. Pero la futura madre no debe descuidar Ia actividad fisica: las caminatas o algin trabajo agricola le sirven de entretenimiento. Cuando el patagoncito viene al mundo, sdlo su madre lo amamanta, pero de manera tal que continia sus labores sin sujetarlo en sus brazos. No quicren estaturas disminuidas ni hombres fallados. Si, a causa de su mal vivir, una familia empieza a achaparrarse, debera buscar refugio en el desierto y tal vez fundar una débil raza de cinco pies (1,40 metros). Para evitar esto, crian sus bebés con la cabeza desnuda, para fortalecer el cerebro contra las inflamaciones. Lo visten con ropas ligeras y sueltas, sin ninguna traba ni amarra que entorpezca la circulacién de la sangre. La criatura gatea a su gusto en un cuarto cubierto de esteras, donde nada puede lastimarla. Alli dejan a su alcance alguna fruta o verdura. No tratan de mantener al pequefio sentado 0 acostado: cuando quiere moverse lo ponen de pie. Cien veces al dia lo llevan al medio de un prado para respirar aire puro y correr sin riesgos. Poco a poco lo acostumbran a tolerar los rayos del sol, la humedad de la Iluvia, las asperezas del frio. El alimento que mas le apetece cuelga de un arbol en un canasto; para obtenerlo, debe derribarlo con una piedra lanzada con Ja honda, mediante un flechazo, o trepando al Arbol. Su fruto preferido esta enterrado y tiene que sacarlo con una pala. La educacion ‘Toda educacién patagona es una gimnasia permanente. Para llegar donde sus com- pafieros de juego el mozalbete debe saltar un foso Ileno de agua, cargar pesos, utilizar palancas y no hacer diferencia en el empleo de ambos brazos y manos. Los jévenes compi- ten en carreras, salto, lucha, manejo del arco y de la honda, levantamiento de pesos y combate contra bestias feroces. 216 No se conforman con enunciar justos principios, sino que los obligan a practicarlos diariamente. Si un alumno pide algo en préstamo, debe devolverlo el dia pactado; si a otro Je falta algo, es un honor compartir con él lo que necesita, Nadie puede hacerse justicia por si mismo, pero si el mas fuerte maltrata al débil es castigado con especial severidad. Los j6venes eligen sus jueces y un principe, réplica del que gobierna la nacién. Los patagones no tienen ninguna tradicién de aparecidos, de brujos, de suefios miste- riosos, de horéscopos, de niimero fatal, de dias nefastos. Los nifios no tienen una imaginacién alterada por el temor. Sélo se les habla de peligros reales para enseiiarles cémo evitarlos. El urbanismo Los patagones tienen una capital mds extendida que las mayores ciudades europeas, pero la poblacién es mucho menor. Todo es cémodo, nada eva decorados exor- bitantes. Las calles son anchas, limpias y rectas; hay muchos y amplios mercados, y fuentes abundantes que embellecen los barrios. Convencidos de que las ciudades donde los hombres viven como hormigueros son Ja perdicion del género humano, han introducido el campo en la ciudad. Las casas, aisladas, estan hechas de madera y tienen un solo piso, parque y jardin. El teatro es mas amplio que las salas conocidas en Europa: puede reunir treinta mil gigantes, aproximadamente el ntimero de habitantes de la capital con todas las clases so- ciales confundidas. La arquitectura es ristica pero tiene aspecto majestuoso. La medicina Los patagones sélo conocen la medicina natural. No han intentado adentrarse en la ciencia, pero de ninguna manera utilizan la sangria. Se consolarian facilmente de su igno- rancia si supieran que la medicina casi no ha progresado en los ultimos dos mil afios. Lo que més estiman es la higiene, el ejercicio, la temperancia y la alegria. No se les ocurre poner dos enfermos en la misma cama, mucho menos cinco 0 seis. Cuando una enfermedad fordnea provocé una gran mortandad, intentaron destruir el ger- men sin éxito. Entonces decidieron transformarlo en inofensivo inoculandolo después de haber preparado a los sujetos. Viven mas 0 menos doscientos diez aiios. Consideran que el imico sintoma indiscutible de la muerte es la putrefaccién. E] mas alto tribunal prohibié enterrar a los muertos dentro de Ja ciudad. Las costumbres Los patagones son los seres mas cercanos al hombre natural. No tienen horas fijas para las comidas; esperan tener hambre, pues para ellos el agrado de comer se funda en la necesidad de alimento. Prefieren los vegetales a los cadaveres de animales. Hay una esta- cién del aiio en que slo se alimentan de vegetales y de pescado para permitir la reproduccién de los demas animales. 217 Les interesa sobre todo la vida doméstica, su mujer, sus hijos, su educaci6n, sus sirvientes. Sélo existen visitas de negocios, de caridad 0 de amistad. Desconocen las visitas de cumplimiento. La familia es una fuente inagotable de agrados. En los entretenimientos piublicos, las doncellas patagonas lucen sus atractivos ingenua y decididamente. Distribuyen distinciones a los vencedores de las lides deportivas y escogen a sus esposos, que deben tener al menos veintiocho afios. La disparidad de familias no obstaculiza ningin matrimonio. La dpera es un simple recitado: celebra la naturaleza, el amor, los héroes que han inventado el arado, el molino, el arte de edificar, el lenguaje, la escritura, la navegacién... En la tragedia, los personajes son antiguos gigantes que intentan -sin éxito- tiranizar a los otros. La comedia tiene como tema predilecto la incapacidad de hombrecillos pequefios de cinco pies a valerse por si mismos. La categoria de patagones mas respetada son los beneméritos de la patria; los que han sido factor determinante en una victoria, los que han roturado un terreno extenso, Jos que han hecho escurrir aguas estancadas, los que han hecho progresar algina técnica agricola, artesanal o algin método terapéutico. El estado los mantiene a sus expensas. Las leyes Todo el pueblo trabaja en labores agricolas u otras artes necesarias; si alguien se niega a trabajar se le obliga a hacerlo, pero quien ya no puede trabajar recibe alimentacién sin mendigar y sin tener que avergonzarse. Por este motivo no hay mendigos. La poligamia es rechazada, pero la ley permite el divorcio. El estado se ocupa de los nifios. Los tributos se perciben en especies, en la época de Ia cosecha, y se calculan en base a la produccién. Sdlo participan en guerras defensivas. En tiempo de paz no tienen ejército, pues los soldados adquieren una vinculacién demasiado personal con el jefe. En realidad, cada patag6n es un soldado que sabe defender lo suyo. Fl Principe est obligado a visitar toda la Patagonia durante tres meses cada afio, para comprobar que nada esté fallando. Las leyes se hacen en las asambleas de Ja nacién. La organizacién de la Justi Antiguamente, los patagones obedecian a leyes barbaras. El castigo venia antes que la conviccién, y existia Ja tortura, la hoguera y el empalamiento. Un viejo patagon redacté un nuevo cédigo Iamado Buen sentido de las leyes, adoptado posteriormente por la nacién. Antes de Ia reforma, los juicios debian pasar por varios tribunales, con frecuencia Jejanos. Los gastos judiciales eran tan altos que en muchos casos el juicio carecia de inte- rés. Los acusados esperaban en prisiones duras, infectas y los procesos eran lentos. Todo se hacia en secreto y se arrancaban confesiones bajo la tortura. 218 Con el nuevo cédigo, las leyes son sencillas y claras. Cada ciudad 0 pueblo tiene su tribunal con competencia definitiva. Los magistrados son mantenidos a expensas piblicas; Tas prisiones patagonas sélo privan de la libertad, pero se est tan bien como en su casa; se establece que todo acusado debe ser juzgado en el curso de un mes lunar, los juicios son publicos y el acusado tiene derecho a recurrir a un consultor. La tortura fue abolida: la ley no puede atormentar antes del juicio, pues en ese momento la tortura es un hecho estableci- do mientras el delito no lo es atin. Los juicios son en tinica instancia, salvo en caso de pena capital. La ley establece grados en las penas y éstas consisten en trabajos de utilidad publica. La pena de muerte se limita al asesinato, y se abolieron las ejecuciones espectaculo. Un ministro intenté transformar la magistratura en hereditaria y venal. La asam- blea respondié “de acuerdo, a condicién de que los hijos puedan heredar los conocimientos paternos y que el buen sentido pueda ser puesto en venta”. No se hablé mas del asunto. Gabriel-Frangois Coyer interrumpe alli su relato. Termina diciendo “cuando vues- tro barco traiga los documentos, seria muy agradable si no tuviera nada que corregir”. E] Atlas Miiller (1519). En Brasil, los indios transportan la madera para los portugueses, rodeados de animales y aves salvajes. Al Sur del Rio de la Plata aparece un indio gigante. 219 Eritoco | La época en que los mitos americanos movilizaron a los conquistadores ha dejado numerosas huellas geograficas. California era el nombre de una comarca situada cerca del | Paraiso, segtin el romance de caballeria “Amadis de Gaula”. Patagonia era la tierra del | Patagén, un personaje de “Primaledn”, otro romance de caballeros andantes. Guayana pro- \ viene del mitico imperio de “Guiana” donde estaban el lago Parime y Manoa, la capital de El Dorado. Las Islas Salomén deben su nombre a una expedicién que Ilegé hasta ellas en busca de las minas del rey biblico. El Rio de la Plata y Argentina encarnan el deseo de encontrar la “Noticia Rica” y la “Sierra de Ja Plata”. El archipiélago de las Antillas evoca la mitica insula de “Antilia”. Y el Rio mas caudaloso del planeta debe su nombre a la nacién de mujeres guerreras. Los sentimientos sociales que hoy Ilamamos “mitos”, en tiempos del Renacimiento formaban parte del mundo que los europeos intuian como real. La frontera entre Jo percep- tible y lo imaginado era entonces incierta. Cuando los exploradores reunian informaciones sobre la faz oculta del planeta, la creencia en mundos y seres imaginarios, descritos por la tradicién y las Escrituras era una fuente de informacién, a veces tan importante como los descubrimientos geograficos y avances tecnoldgicos. Estas dos maneras de percibir la realidad coexisten en los hombres que emprendie- ron los descubrimientos. Se esforzaban en conocer los nuevos mares y continentes, midiéndolos y confeccionando cartas, y, al mismo tiempo, situaban en ellas las comarcas imaginarias. E] descubrimiento de América produjo un curioso y singular desplazamiento mental. Los mitos que el subconsciente colectivo de los pueblos europeos habia situado en el Lejano Oriente, entonces practicamente inaccesible, fueron transferidos al Nuevo Mun- do, que s{ estaba al alcance de los navios europeos. Quizd por primera vez en la historia, los europeos creyeron poder Iegar a los mundos de ensuefio. Bastaba cruzar el océano y em- prender la conquista de nuevas tierras. Alli asechaban terribles peligros, pero los espera la suprema recompensa: el codiciado oro, a raudales. La asociacién entre mundos imaginarios y riquezas que se produce en la mente de Jos colonizadores, serd un elemento motor en Ja colonizacién. La primera generacién de descubridores, como Colén y Vespucio, buscara sobre todo el oro en lugares miticos que 221 figuran en las Escrituras, como el Paraiso, las minas del rey Salomén, o en creencias anti- guas como el Aurea Quersoneso. En cambio sus sucesores -los conquistadores- se empecinan en hallar imperios tan 0 mas ricos que el de los Aztecas 0 el de los Incas, saqueados por Cortés y Pizarro, Una vez emprendida la colonizacién, la mitologia se adapté a los fantasmas de los conquistadores adquiriendo colores americanos. Durante el siglo XVI y parte del XVII, centenas de expediciones que sofiaban con imperios y ciudades doradas, recorrieron el continente en busca de El Dorado, Cibola, El Paititi y los Césares. Estos productos de la imaginacién colectiva motivaron la accién de los conquistadores y constituyen una de las causas de la exploracién y del poblamiento europeo de América. La btisqueda de las ciudades doradas, durante al menos dos siglos, modelé a los conquistadores y a sus sucesores. Para ellos, el enriquecimiento no era asunto de trabajo, ahorro ni acumulacién. Era acelerado, impetuoso. Resultaba del desprecio a los peligros que asechan en el camino de la ciudad oculta, la apropiacién de sus tesoros y el inevitable saqueo final. Las generaciones siguientes no encontraron ciudades doradas pero buscando- Tas se apropiaron de inmensos territorios y de los indios que los poblaban, institucionalizados como las “encomiendas”. La conversién de aventureros en grandes propietarios de tierras e indios, generé comportamientos de aversin a una actividad tan vulgar como el trabajo y un sentimiento de honra medieval, dominante y racista, asociados a la fortuna obtenida a través del despojo. Este sistema de valores formé la personalidad de los sefiores de Améri- cay en algunos casos permite explicar conductas actuales. E] comportamiento de espafioles y portugueses frente a los mitos fue diferente. Para los espaiioles, el descubrimiento y la apropiacién de las tierras americanas es la con- tinuacién de las guerras que los reinos ibéricos-cristianos libraron contra los reinos ibéricos-musulmanes y contra la poblacién ibérica-judia. Sin que estuviera en sus planes, Ios soldados cristianos Hegaron a un nuevo continente donde prosiguieron de cierta mane- rala Reconquista. Los movia el espiritu misionero alimentado por los romances de caballeria y la literatura religiosa. También la intolerancia y la negacién del otro. Creyeron facilmente en seres y tierras fabulosas; la racionalidad interviene sélo en una pequefia parte de sus motivaciones. Los portugueses, en cambio, habian terminado la Reconquista dos siglos antes. Durante el siglo XV exploraron sistematicamente las costas africanas en busca de la ruta hacia el Oriente. Sus objetivos eran pragmaticos: comerciar directamente con los producto- res de especias e instalar colonias productivas que pronto tomarfan la forma de plantaciones esclavistas. Su accién responde a un plan extremadamente racional y rara vez partieron tras paraisos 0 imperios dorados. Los mitos nacieron, vivieron, actuaron y finalmente se han diluido en el olvido. Aunque no totalmente. El mundo que nos rodea esta impregnado de mensajes que insi- 222 nuan el retorno a una inocencia primitiva o proponen substancias extraidas de la naturale- za salvaje capaces de atenuar las huellas de envejecimiento. Se evoca (a veces con intencién discriminante) Ia horda de seres sin rostro, innumerables, que podria invadir el mundo desde el Oriente. Tampoco faltan las fabulas sobre lugares inexplorados -en la tierra, las profundidades del mar o el cosmos- que podrian estar poblados por seres monstruosos, como tiburones descomunales, la bestia de loch Ness, el Yeti o el Alien de Ridley Scott. Estos seres contempordneos no son tan diferentes del terrible grifo o de los ejércitos de acéfalos ewaipanomas. Las sociedades humanas conservan temores seculares que no se han desvanecido y, al mismo tiempo, acarician el viejo suefio de encontrar al fin la Edad de Oro. Este es proba- blemente el hilo conductor que une el Paraiso que Cristébal Col6n creyé percibir en el Nuevo Mundo, con los proyectos de sociedades utépicas del Siglo de las Luces y con los mitos de nuestros dias. 223

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