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LA DANZA DE LOS SIETE VELOS

En los evangelios de Marcos y Mateo se cuenta que Salom danz para


Herodes en su cumpleaos. Tal fue el impacto del espectculo sobre el
poderoso monarca que, concluido el baile, se dirigi a la joven para
ofrecerle satisfacer cualquier deseo que se le antojara: Pdeme lo que
quieras, y yo te lo dar. Salom le respondi: Quiero que me des ahora
mismo la cabeza de Juan el Bautista en una bandeja.

Esta historia en la que se mezclan la sensualidad y la tragedia, fue


tomada por Oscar Wilde para transformarla en una obra de teatro. Con
ella le dio impulso a una de las fantasas erticas ms excitantes del
imaginario occidental: La Danza de los Siete Velos. Hoy todos podemos
evocar sin dificultad a una bella odalisca despojndose graciosamente
de la seda que cubre su cuerpo, siguiendo la cadencia en espiral que
marca el Bolero de Ravel. Esas imgenes pueden ayudarnos a entender
por qu fue tan difcil que los venezolanos identificramos el carcter
desptico del chavismo.

Y es que el comandante eterno, como la odalisca, tom cuidado de


vestir ropaje democrtico para ocultar su esencia autoritaria. Para
caracterizar a ese lobo que se vesta de seda, se habl de autoritarismo
competitivo, de neoautoritarismo, de autocracia posmoderna; pero estos
conceptos resultaban demasiado abstractos para una ciudadana
cautivada por la coreografa del hiperlder y embriagada por la orga
petrolera de los largos aos de vacas gordas.

Las formas democrticas resultaban demasiado incmodas para el


autcrata. Paulatinamente se fue despojando de los velos; comenz en
2001 imponiendo sin consulta ni negociacin los 49 Decretos Ley,
siguieron los 20 mil despidos en PDVSA, la enmienda inconstitucional
despus de la derrota de la reforma, las expropiaciones arbitrarias.
Muerto el comandante, el desangelado y torpe sustituto continu la
danza: el dakaso, la suspensin del revocatorio y de las elecciones
regionales.

La semana pasada, con el golpe de estado a lo Fujimori, cay el ltimo


velo. Ahora ya no hay dudas, estamos en dictadura; frente a nosotros no
tenemos a una sensual odalisca, sino a la contundencia viperina del
negro del whatsapp.

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