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y techos de teja a dos aguas muy empinados, una iglesia medieval llamada San
Andrs y la pintoresca plaza central, era el lugar perfecto para retomar mi novela,
estancada haca varios meses. Su quietud y el ambiente rstico, seran las musas que
necesitaba. No quise hospedarme en The Manor House Hotel y decid rentar una
casa que estaba a muy buen precio. Las ventanas daban a un puente sobre un arroyo
rodeado por frondosa arboleda. Todo el paisaje era inspirador.
Llegu de noche, el pueblo estaba en silencio y apenas iluminado. Dej mi automvil
detrs de la casa, baj las maletas y mi inseparable mquina de escribir Remington.
El dueo haba previsto mi llegada y dej la mesa servida con un plato de carne roja
asada y guarnicin de vegetales, junto a una botella de vino Chateau Mont-Redon.
No toqu la comida, el cansancio me abati y solo sub las escaleras para
desmayarme en la cama. Al otro da, me levant temprano, con la idea de recorrer un
poco el pueblo. Cuando abr la puerta, haba una rosa blanca. Qu extrao?. Ser
un admirador?, me pregunt. Luego reaccion, no era una escritora tan famosa para
ello y adems, tampoco era tan bonita para despertar esa pasin instantnea. Continu
con lo planeado. De regreso, al atardecer, intent escribir pero no pude. El evento de
la rosa no dejaba mi mente:
Quin sera susurr en voz alta mientras cenaba sola.
William
El rompecabezas comenzaba a armarse y tener sentido. Esper a la maana siguiente,
tom la rosa blanca que estaba en mi puerta y me dirig al cementerio del pueblo.
Pregunt al encargado y l me condujo a la tumba de Catherine, la antigua duea de
la casa. El hombre me cont que luego de la muerte de su esposo, ella qued
devastada. Pasaba los das en la ventana observando el puente principal, tratando de
ver, tal vez, el regreso de su amado William. Muri a una avanzada edad y sola.
Conmovida por la historia, me inclin y deposit la rosa sobre su lpida.