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10/10/2007

Crisis en Birmania: Un ejemplo de explotación sobre los estados fallidos

Por Jaime Pérez González

La situación política de Myanmar, ex Birmania, en su esencia implica un


problema de política interna. No obstante, los ingredientes que inserta la
“revolución naranja”, junto con el asesinato de un reportero japonés, durante
las manifestaciones posteriores al 24 de Septiembre, cuando se contabilizaron
movilizaciones de unas 300 mil personas a lo largo de su territorio, establecen
una internacionalización de la crisis. Al menos frente a los ojos de los medios
de comunicación.

En el fondo, su problemática posee argumentos de mayor peso para considerar


al conflicto Birmano como tema de reflexión y acción global. Pues al incorporar
elementos de análisis, como las intervenciones de los capitales
transnacionales, el apoyo de EEUU a los monjes exiliados que emprenden
campañas en contra de la Junta Militar desde norteamérica; la necesidad de
asegurar suministros energéticos, junto con la carrera por acaparar áreas de
influencia en el continente Asiático. Es posible sostener que la situación
Birmana es el resultado extremo de como pueden acabar los llamados “estados
fallidos”, cuando son explotados y manipulados para el beneficio y éxito de las
potencias económicas, en el concierto del “nuevo orden mundial”.

Con este panorama, el desorden interno de este país ubicado entre China e
India, ambos protagonistas absolutos en cuanto al futuro de las relaciones
internacionales. Ha puesto en la opinión pública las reiteradas violaciones a los
derechos humanos ejercidas por la junta militar, junto con la defensa de las
libertades fundamentales del pueblo Birmano.

Lo que claramente fue expresado por George W. Bush en su discurso ante la


ONU al señalar que “En Birmania el pueblo no tiene libertad de expresión, ni de
asociación, las minorías son perseguidas. El régimen mantiene encarcelados a
miles de prisioneros políticos"

Lo lamentable de este discurso no sólo es el que Bush pretenda, en una


aberrante contradicción con los sucesos de violaciones a los derechos
humanos en la guerra de Iraq, defender al pueblo de Birmania. Sino que reside
en el acto seguido que realizan los medios de comunicación mundial, al repetir
sus palabras sin cuestionar los intereses de la política internacional
norteamericana, sobre los recursos energéticos que posee Myanmar.

En este caso específico, que no sólo implica intervencionismo desde el


gobierno de Washington. Nos encontramos frente a un claro ejemplo de cómo
aperan hoy en día los espacios de acción e intervención que abre el “nuevo
orden mundial”, para la explotación de los países menos aventajados en
términos de respeto del derecho, gobernabilidad, y resguardo de la democracia
y del bien común.
Considerando que Birmania es un estado fallido. Al menos así lo declara el
ranking de los países que están “al borde de la ruina”, como los define la
revista Foreign Policy. Justo por debajo de Venezuela, en el lugar 23 con una
mayor puntuación en violación a los Derechos Humanos (9,6 de 10) y con su
menor puntuación (lo que para estos efectos es de mayor importancia) en
intervención externa (3,0 de 10)1.

Quisiera hacer hincapié en el último punto, puesto que esta revista con sede en
Washington, fiel a su tradición de la Ciencia Política Estadounidense, se siguen
los preceptos de la política realista, es decir, con un claro enfoque estatalista.

Ello determina que la ponderación para intervenciones internacionales sea así


de baja en el caso de Birmania. Pues aquí nos encontramos con un manejo de
extrema fineza de la practica intervencionista, donde se ejerce influencia a
través de los grandes capitales, en forma de empresas transnacionales; los
organismos supraestatales como la ONU y la UE, y, últimamente, a través de la
cooptación de la organización religiosa y la convocatoria que posee el budismo
en dicho país, en su condición de credo mayoritario de la población Birmana.

Por tanto, es posible señalar a dos importantes empresas de nivel mundial que
buscan extracción de recursos naturales, principalmente hidrocarburos, el país
Birmano.

Estas son la francesa Total y la estadounidense Texaco a través de su filial ex -


Unocal. Así, según los estudios realizados por la Federación Internacional de
Derechos Humanos (FIDH), la multinacional francesa del petróleo Total aporta
un 7% del presupuesto del Estado de la Junta. Mientras que ambas empresas
son las artífices del gasoducto de Yadana, a través de sucesivas
subcontrataciones con empresas que eran propiedad de familiares de la Junta
Militar, encargadas de conseguir trabajadores a punta de cañón 2

Mientras tanto, en materia de las “movilizaciones sociales” que se vienen


sucediendo en Myanmar desde el pasado mes de Agosto, es necesario separar
la forma del fondo. Pues esta aparente manifestación de la sociedad civil en
contra de la Junta de Gobierno, también implica el apoyo de Estados Unidos a
las manifestaciones comandadas por los devotos budistas. Lo que se explica
claramente con el llamado de los monjes exiliados en Estados Unidos para
boicotear los juegos Olímpicos de China. Situación que deja entrever su
complicidad con las verdaderas intenciones norteamericanas, que ven en
Birmania un lugar privilegiado para la explotación de recursos naturales,
principalmente hidrocarburos. Pero que, además, lo considera como un país
importante como foco estratégico de influencia y equilibrio de poder, dentro del
continente Asiático.

En este punto es necesario rescatar lo que plantea Pascual Serrano, cuando


establece que “El delito de la junta militar birmana se llama China, un país con
el que su comercio ha aumentado un 39,4 % en los primeros seis meses del
1
Véase ranking de Estados Fallidos en http://www.fp-es.org/ago_sep_2005/story_10_16.asp
2
http://www.publico.es/internacional/002435/multinacionales/petroleras/embargo/myanmar/birmania/total/chevron
año, con una empresa petrolera –PetroChina- que se adjudicó la compra del
gas birmano en perjuicio de la india ONGC, sin duda un país más amigo de
Estados Unidos que China”.

En este punto nos encontramos con el verdadero motivo por el cual, el foco de
atención del mundo, se ha fijado durante los últimos días en este país en crisis.
Es decir, un motivo ya conocido. La disputa de intereses y la explotación de
hidrocarburos.

Frente a este tema es clave considerar la ideología del Neoconservadurismo,


que implica la implantación de la estrategia imperial que refuerza el terrorismo
de Estado, como el realizado durante la guerra de Irak, lugar donde nunca se
encontraron las armas de destrucción masiva que argumento el gobierno de de
EEUU para establecer la ocupación bélica.

Bush, en su actual panorama de país que sale de una guerra prácticamente


perdida, la cual sólo contribuyó a la mayor desestabilización de Irak. Se
encuentra, presenta y plantea, frente a otros Estados, sólo en calidad para
emprender crítica contra los más débiles y blandos. Pues Birmania al igual que
Irán, implica un peligro para Estados Unidos por su mayor cercanía con el
posible eje de Alianza bélica de entre China y Rusia. Pero, aún más
preocupante para la moribunda superpotencia, es el arrebato del mercado, la
influencia y los recursos que implica ganar la mayor parte del poder el
continente Asiático.

Así, aunque hoy Zarkosy intente exportar el modelo neoconservador de


Norteamérica y comience a apuntar sus dardos contra los regimenes no
alineados del Oriente. Y, aunque este último intente hacer lobby con Rusia,
mientras trata de desmarcarse de su responsabilidad, como Estado y como
representante de la UE artífice de sanciones económicas en contra de Birmania
al igual que la ONU. Lo cierto es que las sutiles intervenciones y la
preocupación de quienes otrora detentaron el poder mundial, dan luces sobre
el giro que está teniendo la hegemonía norteamericana frente a la
rearticulación de Oriente, a partir de su inserción al capitalismo y a la pelea por
ser el líder en el nuevo orden mundial.

Por esta razón es necesario preguntarnos ¿Son necesarias las sanciones e


intervenciones internacionales sobre el régimen de Birmania? De llegar a
concretarse una medida que realmente cale profundo en las arcas de la junta
militar Birmana, ¿Cuál sería el precio social que pagarían los habitantes de
dicho país, hasta el momento en que los militares decidan dejar el poder? ¿Es
absolutamente culpa de su régimen totalitario? El parecer a esta última si
podemos dar una respuesta, pues en el caso Birmano nos encontramos frente
a un estado fallido, que es absolutamente necesario para la prosperidad de las
grandes potencias, y la perpetuación de diferencias extremas entre los países
desarrollados y subdesarrollados.

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