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vez el factor que, por si mismo, más ha transformado la situación económica de los
últimos 10 años. De 1980 a 1992, la tasa media de crecimiento anual del stock de
activos financieros fue 2.6 veces superior a la de la formación bruta de capital fijo de los
países de la OCDE.
Este crecimiento acelerado de la esfera financiera a seguido de cerca la liberalización y
la desregulación de los sistemas financieros nacionales y la transición de un régimen de
finanzas administrado a un régimen de mercado.
Los términos “autonomía, “autonomización”, etc. Deben ser utilizados con una gran
precaución. Los capitales para los cuales los operadores financieros aseguran su
valorización a través de sus colocaciones financieras y los arbitrajes que ellos efectúan
entre diferentes tipos de activos, nacieron invariablemente en el sector productivo y
comenzaron a tomar la forma de rentas constituidas con motivo de la producción y el
intercambio de mercaderías y servicios. Una fracción, hoy elevada, de esos ingresos es
captada o canalizada en beneficio de la esfera financiera y transferido hacia ella. Es
solamente después que esa transferencia tuvo lugar que muchos procesos de
valorización ampliamente ficticios. Pudieron producirse al interior del campo cerrado de
la esfera financiera.
Los créditos otorgados a los países en desarrollo han creado el primer mecanismo de
transferencia de riquezas a gran escala durante el período contemporáneo. Pero a la
misma época, sin que el flujo de transferencias Norte-Sur se detuviese, el centro de
gravedad de los mecanismos de captación de ingresos en beneficio de la esfera
financiera se ha desplazado hacia los países de la OCDE.
Es importante comenzar por comprender cómo, por medio de cuáles etapas, en un lapso
de tiempo tan corto, hemos arribado a esta dominación de la esfera financiera. La
mundialización financiera ha nacido de un proceso de interacción sobre una quincena de
años entre el movimiento de consolidación de las posiciones del capital privado –
industrial tanto como bancario – y el impasse creciente de las políticas
gubernamentales. El contexto general es el del fin de la “edad de oro”. Es decir, que ha
comenzado a manifestarse desde fines de los años 1960 y que la mundialización
financiera no puede ser comprendida fuera de aquello que los regulacionistas
denominan la “crisis del modo de regulación fordista” entre 1950 y la recesión de 1974.
Es con la ayuda de los beneficios no repatriados, pero también no invertidos en la
producción, depositados a Londres en el sector off-shore por las firmas transnacionales
americanas, que el mercado de eurodólares comenzó a desarrollarse a partir de
mediados de los años 1960, mucho antes de la crisis petrolera y la recesión de 1974-
1975. La experiencia adquirida en este ámbito ha permitido a las instituciones
financieras incrementar su presión en vista de obtener a la vez una política monetaria
favorable a los intereses de los acreedores y una liberalización financiera creciente. En
Estados Unidos y Reino Unido las condiciones políticas estaban creadas. Los gobiernos
buscaban nuevas formas de financiar sus déficits sin dolor político excesivo.
El movimiento en conjunto, sin embargo, ha cobrado progresivamente (desde 1992
especialmente), la apariencia de un proceso incontrolado, con dimensiones evidentes de
retirada por parte de los gobiernos, devenidos cada vez más impotentes frente a las
fuerzas que ellos mismos han contribuido a desencadenar.
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…su costo y sus desafíos
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2. Pasaje simultáneo a las finanzas de mercado y a la interconexión de los sistemas
nacionales por la liberalización financiera (1980-1985)
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3. Acentuación de la interconexión, extensión del arbitraje e incorporación de los
“mercados emergentes” (1986 – 1995)
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de los acreedores”. Declarar que la hipertrofia financiera y su cortejo de males serían
irreversibles, es caer en una forma sospechosa de determinismo histórico.
Dentro del dominio financiero, el recurso a la idea de “irreversibilidad” tiene un carácter
incongruente. Una mirada rápida a la historia financiera del siglo XX permite
convencerse. En 1920, por ejemplo, la potencia de los mercados financieros,
notoriamente bursátiles, y su pretensión a orientar a economía parecían también
“irreversibles”. Sin embargo, en el espacio de algunos años, a continuación de una
tormenta económica, política y militar mundial, nacía un sistema financiero
administrado, en el cual las actividades bancarias y financieras eran estrechamente
supervisadas por les gobiernos.
Los diferentes autores de este libro comparten una convicción análoga, en la medida en
que piensan que no existe ni fatalidad económica ni situación que sea independiente de
modificaciones dentro de las relaciones sociales y que no pueda ser resuelta por medio
de políticas correctivas más o menos drásticas. Algunos capítulos, examinan los
márgenes de maniobra que son ofrecidos actualmente a la definición y a la
implementación de tales políticas, llegando a preguntarse si una crisis financiera de gran
amplitud no es la condición preexistente.