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Haz que el ser psíquico se ponga en primer plano y
mantenlo allí, situando la mente, el vital y el físico bajo su
autoridad para que les infunda la fuerza de su aspiración
exclusiva, de su confianza, de su fe, de su sumisión, de su
poder inmediato y directo para descubrir todo lo que es
falso en la naturaleza, todo lo que está orientado hacia el
ego y el error, lejos de la Luz y de la Verdad.
Elimina el egoísmo bajo todas sus formas; elimínalo
de todos los movimientos de tu consciencia.
Desarrolla la consciencia cósmica: haz que el punto
de vista egocéntrico desaparezca en la amplitud, en la im-
personalidad, en el sentido del Divino Cósmico, en la per-
cepción de las fuerzas universales, en la realización y la
comprensión del juego de la manifestación cósmica.
En lugar del ego, descubre al verdadero ser, parte del
Divino, nacido de la Madre del mundo e instrumento de la
manifestación. Esta sensación de ser un instrumento y una
parte del Divino debe estar libre de toda vanidad, de todo
sentido del ego o pretensión egoísta y de cualquier afirma-
ción de superioridad, de toda exigencia o deseo. Porque si
estos elementos están presentes, es señal de que no se ha
obtenido el verdadero resultado.
La mayoría de los que practican el yoga viven en la
mente, en el vital o en el físico, iluminados ocasionalmente
y sólo en parte por la mente superior y por la mente
iluminada. Pero para prepararse para la transformación
supramental, es necesario (tan pronto como llegue el mo-
mento) abrirse a la Intuición y a la Sobremente, a fin de
que puedan preparar todo el ser y toda su naturaleza para
el cambio supramental. Deja que la consciencia se desa-
rrolle y se expanda tranquilamente y el conocimiento de
esas cosas vendrá progresivamente.
La calma, el discernimiento y el desapego -sin indi-
ferencia- son todos muy importantes, porque sus opuestos
dificultan mucho la acción transformadora. La intensidad
de la aspiración es necesaria, pero debe ir acompañada de
esa calma, de ese discernimiento y de ese desapego. No
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hay que tener prisa, ni inercia, ni impaciencia rajásica, ni
descorazonamiento tamásico: tan sólo una invocación y
una acción regulares, persistentes y, sin embargo, apaci-
bles. No hay que arrancar ni arrebatar la realización, sino
permitirle que surja en el interior y en lo alto y observar
cuidadosamente su campo, su naturaleza y sus límites.
Deja que el poder de la Madre trabaje en tí, pero vi-
gila para evitar que se mezcle con éste o lo sustituya la
acción de un ego potenciado o de una fuerza de la Igno-
rancia que se haga pasar por la Verdad. Aspira especial-
mente a la eliminación de toda oscuridad y de toda incons-
ciencia en la naturaleza.
Estas son las condiciones principales requeridas para
prepararse para el cambio supramental. Pero ninguna de
éstas es fácil, y deben estar completas para poder decir
que la naturaleza está a punto. Si se logra establecer la
verdadera actitud (psíquica, no egoísta, abierta solamente
a la Fuerza divina), el proceso se desarrolla de manera
mucho más rápida. Adoptar y mantener la verdadera acti-
tud, favorecer el cambio propio, tal es la ayuda que se pue-
de dar -y la única que se pide- para secundar el cambio
general.