Está en la página 1de 14

LA HISTORIA DEL SER Y EL CONSISTIR EN LA

CULTURA OCCIDENTAL

POR CAYETANO BETANCUR

Andrés Bello expuso, con mucho entusiasmo, que la proposición


castellana sólo consta de sujeto y atributo. "Para la Gramática no
hay en la proposición más que dos partes distintas y separadas: el
sujeto, a cuya cabeza está el sustantivo, y el atributo, a que preside
el verbo" escribió en la nota II de su "Gramática de la Lengua Cas-
tellana". (1).
Sabido es cómo el maestro venezolano hizo en su época, contra
las tendencias entonces vigentes de la existencia de una gramática
lógica general, la más severa crítica de esa pretendida gramática,
ocurrencia de Bello que Amado Alonso atribuye a que quizás aquel
conociera por referencias de Alejandro de Humboldt, los estudios que
el hermano de éste, el genial Guillermo, adelantaba en Europa so-
bre las lenguas y el lenguaje humano. Wilhelm von Humboldt mos-
tró, en efecto, que existe una forma interior del lenguaje (innere
Sprachform) que puede no corresponder en nada a la estructura ló-
gica del pensamiento. "El chino no distingue entre adjetivo y verbo;
y aún es más grave, —sigue comentando Amado Alonso— por afec-
tar a la partición de sujeto y predicado, hay lenguas que no estable-
cen diferencia entre nombre y verbo (p. 339) o lo hacen con límites
turbios, como el malayo (p. 271) donde, además el pronombre perso-
nal no se distingue del posesivo, y formas tan distintas para nosotros
como mi comida y yo como se dicen en la forma indistinta de mi
comer (p. 283)". (Introd. a los Estudios Gramaticales de Andrés Be-
llo, ed. de la Gram. cit. pág, XXVIII). (2) Bello, en suma, limita la
gramática general a unas cuantas leyes, que coinciden, como lo mues-
tra su renombrado prologuista, con algunas ideas de la gramática-
lógica pura de Husserl, a las que Alonso somete, por otra parte, a
devastadora crítica.
A medida que los distintos idiomas fueron estudiados más a fon-
do, se hizo común entre los lingüistas y filólogos, la tesis de la dife-

1) El presente es un capítulo autónomo de un libro a ú n inédito, y del cual h a n aparecido unos


capítulos resumidos en "EPISTEME", el excelente anuario de filosofía que dirige en Ca-
racas el profesor J. D. García Bacca.
2) "Obras completas de Andrés Bello", Ministerio de Educación, Biblioteca Nacional, t. IV,
"Gramática", p. 360 (Caracas, 1951).
32 REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE LOS ANDES

rencia de campos entre la gramática y la lógica y hasta se insistió


en la influencia de aquélla sobre ésta. Recuérdese que ya nuestro
Cuervo citando a Sayce, afirma que "si Aristóteles hubiera nacido
azteca (es decir, si su lengua nativa fuera polisintética), habría dado
a su lógica una forma completamente diferente". (Notas a Bello,
p. 389, ed. cit.). Y un libro famoso se ha escrito en nuestro tiempo
(Julius Stenzel) que trata precisamente "Ueber den Einfluss der
grieschischen Sprache auf die philosophische Begriffsbildung".
En la segunda nota que venimos citando, el señor Bello recha-
za, pues, la fórmula tradicional "S es P" para denotar la proposición.
Ya veremos sobre ésto algunas particularidades y distinciones. Pe-
ro importa seguir meditando sobre las consideraciones de nuestro
pensador americano. Dice él que carece de apoyo en la historia de
la lengua la división de la proposición en sujeto, cópula y predicado.
"¿Cuál es aquella (lengua —se pregunta—) en que se haya visto o
se vea palabra alguna, limitada sólo a enlazar el predicado en el su-
jeto? El verbo q u e significa la existencia en abstracto es un atributo
como otro cualquiera, y el verbo que lo denota se desenvuelve en
las mismas formas de persona, tiempo y modo que los otros. Se le
ha llamado verbo sustantivo y se ha considerado a cada uno de los
otros verbos como resoluble en dos elementos, el verbo que denota
la existencia en abstracto, y un adjetivo variable. Pero si con esto
se quiere decir que en la formación de las lenguas se ha principiado
por el verbo sustantivo, el cual combinándose con adjetivos engen-
d r e los demás verbos, no sólo es falso el hecho, sino contrario al pro-
ceder natural, necesario, del espíritu humano. Tan absurdo me pare-
ce pensar que Sentio haya principiado por sum sentiens, como lo
sería pensar que Homo y Cannis hayan provenido de ens humanum
y ens canninum". (3). En el párrafo transcrito hay tres afirmaciones
de notoria importancia en el pensamiento lógico contemporáneo: 1)
que la cópula " e s " denota de por sí la existencia, 2) que el juicio (es
decir, el pensamiento enunciativo) está compuesto sólo de dos miem-
bros: sujeto y predicado, solucionando en esta forma la vieja polé-
mica sobre el "secundo" y el " t e r t i o " "adjacente" de que h a n ha-
blado los tratados clásicos, y 3) que la forma "S es P" no es la origi-
nal en la evolución del lenguaje, sino un producto tardío del análisis
de la fórmula " S V " (sujeto-verbo) que estaría en la base de todas las
lenguas. (4).
Y este pensamiento no es sólo el del gramático Andrés Bello
sino también el del filósofo. No es que Bello, como pudo pensar tal

3) Op. et loc. cit.


4) La primera de las tesis sentadas, fue sostenida por Franz Brentano en su "Psicología des-
de el punto de vista empírico", que apareció en 1874. (Hay vers. parcial de I. Gaos, en
ed. de "Rev. de O c c " , 1935). Y Brentano sostiene que este fue el pensamiento de Aristóteles
(of S. Mansion: "Le jugemente d'existence chez Aristotle", 1946. Brentano se opone a la tesis
de J. Stuart Mill sobre los tres miembros del juicio y entra en polémica con el filósofo inglés
a este punto. Mill le opone que el juicio "El centauro es u n a ficción poética" no puede indicar
la existencia del centauro. Brentano le replica " . . . l a proposición "un centauro es una fic-
ción" no exige que h a y a un centauro, sino un centauro fingido, esto es, la ficción de un
centauro". Y en la nota II a la Gram. escribe Bello: "Mr. Mill no admite que el verbo ser,
cuando h a c e de cópula, signifique de necesidad la existencia en abstracto. ¿Y por qué? Por-
que este verbo no envuelve a veces el significado de existencia real; v. gr. en esta propo-
sición: "El centauro es una ficción poética". Y a ello replica Bello: "pero envuelve el signi-
LA HISTORIA DEL SER Y EL CONSISTIR EN LA CULTURA OCCIDENTAL 33

vez Marco F. Suárez, (5), sostuviera que en el campo de la gramá-


tica esto es así, pero en el campo de la ideología, (como se expresaba
nuestro humanista) otra tesis hubiese que admitir, por ejemplo, la
de que el juicio se compone en realidad de sujeto, cópula y predicado.
Contra este parecer, está el Bello de la "Filosofía del Entendimiento",
en donde escribe: "Pero es mucho más simple y exacto considerar
la proposición como compuesta de sólo dos elementos, el sujeto y el
atributo. El verbo ser es un verdadero atributo; el más general de
todos, porque comprende a todos los otros verbos, como la palabra
ente o cosa comprende a todos los sustantivos. Todos los verbos
que no significan la pura existencia significan modificaciones de la
existencia, como todos los sustantivos q u e no significan el ser en ge-
neral, significan especies o formas particulares del ser. No hay, pues,
más motivo para descomponer a leo en soy leyente, a vivo en soy
viviente, que a Dios en ente divino, a hombre en ente humano, a
cuerpo en ente corpóreo, y en suma, a todo sustantivo que no sig-
nifique el ser en general, en el sustantivo ente o cosa y un adjetivo:
descomposición enteramente gratuita, y además viciosa, p o r q u e com-
plica el lenguaje en lugar de simplificarlo". (Págs. 401-2 del tomo
IV "Filosofía" de las "Obras completas" de A. Bello, Caracas, 1951).
Sabido es que la Lógica de Port-Royal, escrita por Lancelot y
Arnauld, sostiene justamente el pensamiento contrario: Que en rea-
lidad sólo hay un verbo, el verbo "ser", y que todas las proposicio-
nes pueden reducirse a una sola, la de la forma apofántica aristoté-
lica "S es P " . "Si les langues etaient bien faites, elles se régleraient
exactement sur la logique, et puisque le v e r b e y signifie essentielle-
ment l'affirmation, il ne s'y chargerait d'aucune des significationes
accessoires qui en obscurcissent la vrai nature. Les phrases seraient
peut-etre un peu longues,. . .; mais, plus longues, elles seraient aussi
plus claires. . . Puisque le verbe a pour fonction principale d'affirmer,
et que la affirmation reste la meme quoi qu'on affirme un seul verbe
suffit pour tout affirmer. Or, ce verbe, nous l'avons. II y en a un, et

5) Como veremos más adelante, todo juicio se expresa en una proposición, pero no toda pro-
posición expresa un juicio. Por ello muy bien rechazaba Bello, como observa con toda razón
Suárez, que fuera definición exacta de proposición la que entonces era frecuente: "el juicio
expresado con p a l a b r a s " . Así q u e d a b a n por fuera las proposiciones que expresan deseos, pre-
guntas, mandatos, etc. Pero es que no distinguían nuestros gramáticos el pensamiento del juicio,
ya que éste no es sino una clase de pensamientos. Suárez da a entender que en el
juicio sí h a y cópula, pero no en la proposición: "El citado conde de Tracy, lo mismo que el
célebre abate Condillac, en su afán de confundir lo ideológico con lo sensible, fueron tenaces
defensores de la cópula gramatical como elemento esencial de la proposición; . . .La dis-
tinción de sujeto, cópula y atributo corriente en ideología, no debe admitirse en gramática, por
cuanto carece de fundamento y utilidad". (M. F. Suárez, "Estudios gramaticales", p. 74, ed.
"Biblioteca de la Presidencia de Colombia", Bogotá, 1957) .

ficado de u n a existencia imaginaria, y esto basta. La imaginación da una especie de ser


a lo que concibe, y lo viste de las apariencias del mundo real, que ella translada luego al
lenguaje" (p. 362). Esta última explicación de Bello aproxima un poco a lo que Brentano
llamaba "proposiciones existenciales". En carta a Brentano de 1873, Mill le dice sobre su teoría.
"The suggestion was new to me, but I at once s a w its truth when pointed out". Pero no
a t e t a n t e las concesiones que Mill le h a c í a , este mantenía como anteriormente, su opinión de
que el "existe" y "no existe" de estas (proposiciones) contiene el concepto de la existencia
como predicado", inaceptable p a r a Brentano. Mill pensó p a s a r el verano de 1873 en Avignon.
a donde invitó a Brentano a que lo visitase. Este esperaba entenderse mejor con él sobre estos
puntos en tal oportunidad, pero a Stuart Mill no le permitió la muerte hacer este viaje. (Vers.
Gaos, p. 126).
un seul, qui ait gardé cette fonction propre, c'est le verbe etre, qu'on
appelle verbe substanctif". (Resumen de E. Gilson "L'etre et l'essen-
ce" p. 269, París, 1948). Y en parecidos términos se expresaba el aba-
te de Condillac, en lugar que para glosar estas mismas ideas de Be-
llo, cita García Bacca en su obra inédita aún "Estudios sobre la filo-
sofía de A. Bello" (poseemos un ejemplar por gentil obsequio con
que nos ha honrado su autor).
Los lógicos de Port-Royal consideraban así inútiles todos los ver-
bos, si las gramáticas se ajustasen a la lógica. Pero fue esta una pre-
tensión inoperante y además innecesaria, pues si el pensamiento ló-
gico existe, si él es, en verdad, objeto de una ciencia autónoma, aque-
lla que se llamaba en tiempos de los discípulos de Aristóteles "Logi-
ké", bien puede el lenguaje revestirse con sus más caprichosos arbi-
trios, que a través de él hallará el científico de la lógica el verdadero
pensamiento, para sus menesteres.
Pero antes de avanzar, podría parecer que la oposición de Bello
a la tesis de Port-Royal obedeciera a que muchas de ellas fueron to-
madas más tarde por la filosofía sensualista, a la que Bello siempre
se enfrentó. Sin embargo, no es así. Justamente Bello es un tí-
pico ejemplar de su tiempo, época esta poco o nada ontológica, muy
adicta a la psicología, que parará más tarde en furioso psicologismo.
Ahora bien, para esta mentalidad, la posición agonal frente al sen-
sualismo es muy relativa; es, podríamos decir, como la de dos herma-
nos que se pelean.
Pero antes que cuestión de lenguaje, cuestión psicológica, pro-
blema lógico aún, el tema de la cópula es sobre todo una cuestión
ontológica capital. Ya lo advirtió muy bien Aristóteles cuando detu-
vo las pretensiones a la tesis de un filósofo precedente quien, también,
como Bello, quiso reducir el juicio a sólo sujeto y verbo. (6). Lico-
fron, a quien Aristóteles cita en la Física (7), "intentó eliminar el
"es" entre sujeto, y predicado, a fin de que, eliminando el "es", des-
apareciera esa pluralidad llamativa y acusada de sujeto y predica-
do, separados, tanto como unidos, por el es. La presencia del "es"
complica, presenta descompuesta en sus elementos la proposición.
La ausencia del es simplificará la expresión. Pero Licofron sostenía
semejante sentencia, según nos refiere el mismo Aristóteles, y con-
firma el comentador Simplicio (Ad. Phys. f. 20 A) por miedo de que
lo Uno se convirtiera en múltiple, y surgiera la contradicción
Mas, eliminado el es, quedaba la faena complementaria de reformar

6) Bien es verdad que Platón también insiste, pero con diversa t e n d e n c i a , en que el ser se
expresa en nombres y verbos (Cf. "El Sofista", 262 a, "Cratilo", 425 a.)
7) I, 2, 185 b 28. Copiamos aquí el párrafo pertinente de los "Físicos": "Los m á s recientes de
entre los antiguos se desvivían por evitar el hacer coincidir en una misma cosa lo uno y
lo múltiple. De a q u í que unos suprimieran el verbo es, como Licofrón, y otros acomodasen las
expresiones diciendo que el hombre no es blanco, sino blanqueado, o que no está andando,
sino que a n d a , con los que intentaban evitar el hacer múltiple lo uno por la introducción del
verbo es, lo cual supone que lo uno o el ser se entienden de u n a sola manera. Mas las cosas
constituyen pluralidad, sea por definición (verbigracia, los conceptos de lo blanco y del le-
trado son diferentes, y son, no obstante, lo mismo como sujeto, porque no obstante lo uno es
asimismo múltiple), sea por la división, como el todo y las partes. Acerca de esto se les v e í a ,
llenos de confusión, confesar que lo uno es múltiple, como si no fuese posible que la misma cosa
sea u n a y múltiple sin por ello presentar caracteres contradictorios, dado que, en efecto, existe
lo uno en potencia y lo uno en acto". (Vers. de E. González B., b a s a d a en la ed. franc. de
Carteron).
la sintaxis, la lexis (Arist. ibid.), su ritmo, como indica la palabra
griega empleada por Aristóteles. Así no habría que decir "el hom-
bre es blanco" sino "el hombre ha-sido-blanqueado" (leléukotai) los
guiones servirían en castellano p a r a indicar que en griego u n a sola
palabra gramaticalmente tratada según los métodos de la conjuga-
ción, supliría con su unidad la multiplicidad del verbo (es) y predica-
do; ni habría que decir el hombre está corriendo sino el hombre corre,
(ibid.)". (García Bacca, op. cit., pág. 42).
Con razones obvias muestra García Bacca por qué Aristóteles
se oponía a q u e prosperara la idea del sofista Licofron: había en ella
nada menos que un atentado a toda la metafísica peripatética: "El
tratamiento de la cuestión del ser, y del ser de los seres, la consi-
deración del ser en cuanto ser, y de los entes en cuanto seres (Met-
phys., libro III, c. I; lib. V, cap. I, etc.) y a su vez la imposibilidad de
establecer la teoría del silogismo, sirviéndose del estilo A es B " .
(ibid.).
De haber prosperado la tesis de Licofron, la ontología aristoté-
lica no habría tenido desarrollo y la historia de occidente habría si-
do m u y otra. Tal es el pensamiento de Heidegger: "¿El ser sólo es una
palabra vacía?, ¿o el ser y la pregunta de la pregunta ontológica
constituyen el destino de la historia espiritual de occidente?" (8).
Todo esto requiere posteriores desarrollos, pero ya Zubiri, en su es-
tudio "Sócrates y la sabiduría griega" había expuesto este pensa-
miento en amplio desarrollo, como lo veremos más adelante. Y Gar-
cía Bacca mostraba desde 1936 q u e la apófansis aristotélica, es decir,
la fórmula de la proposición enunciativa "S es P" había hecho po-
sible no sólo las matemáticas, sino todo el pensamiento lógico oc-
cidental, incluyendo en él el pensamiento gramatical.
Resulta de todo lo anterior que en la humilde cuestión del " e s "
se hallan implicados en extremo graves temas de la metafísica, y no
sólo de ésta, sino de la concepción misma del mundo que ha desple-
gado el genio occidental.
Pero para marchar por partes, retomemos las cuestiones con
cierto orden, y en plan por así decirlo, ad usum Delphini. Sabido es
que los pensamientos pueden ser de varias clases: enunciativos unos,
optativos los otros, imperativos e interrogativos, p a r a no mencionar
otros muchos que quizás no tengan una clara delimitación frente a
éstos. Estos pensamientos se expresan verbalmente en proposiciones,
nombradas de modo correspondiente a los pensamientos que expre-
san. En todas esas proposiciones puede estar el verbo "ser": "El oro
es maleable", "sería bueno que Pedro viniese", "Sé un hombre",
" ¿ F u e Hércules un dios?".
Con todo y hallarse el verbo "ser" en todas estas proposiciones,
sólo en la primera, en la que expresa un juicio, el ser está marcado
con un acento especial. Cuando preguntamos si Hércules es un dios,
no enunciamos que lo sea, ni cuando decimos ser bueno que Pedro
venga, estamos afirmando q u e Pedro haya venido, ni menos cuando
mandamos a un muchachuelo afeminado, q u e sea un hombre, le es-
tamos diciendo que ya lo es. P e r o en cambio, "el oro es maleable"
8) "Introducción a la metafísica", p. 120 (trad. de Emilio Estiú, Ed. Nova, B. Aires. 1956; pag.
65, de la ed. alemana, Max Niemeyer, Tübingen, 1953).
36 REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE LOS ANDES

delata un es que ya es. Con esto decimos muchas cosas: en primer


lugar, eso: que el oro tiene esa propiedad de ser maleable; segundo,
que es verdad que el oro es maleable, y tercero, posiblemente, quizás,
digamos también que el oro maleable existe. Pero aplacemos para
otro momento, esta última consideración.
El acento especial con que está marcado el "es" en el juicio le
proviene no de que por medio de él se relacione el predicado al su-
jeto, pues también por medio de este es el predicado está vinculado
al sujeto en la proposición interrogativa "¿es Hércules un Dios?".
De suerte que a la función relacionante del "es", un lógico alemán
de merecido prestigio, discípulo de Husserl, Alejandro Pfander, ha
añadido la función enunciativa, hasta hacer constar el juicio de cua-
tro elementos: el concepto-sujeto, el concepto-predicado, el concepto
relacionante y el concepto enunciativo de la cópula. Sólo que es me-
nester advertir que los dos primeros son conceptos objetivos, al par
que los dos últimos son apenas conceptos funcionales. (9).
Pero añade Pfander que nada más que por el concepto enuncia-
tivo de la cópula, el pensamiento se hace verdadero juicio, pues "el
juicio es esencialmente un producto mental enunciativo". De esta
suerte, el juicio, que se expresaría en la fórmula "S es P", recibiría
su elemento apofántico de la función enunciativa de la cópula, des-
envolviendo así la fórmula trimembre en cuatro miembros, aunque
no expresados en su totalidad. (10).
El "es" resulta así con una función enunciativa, que es la que
hace posible la verdad del juicio. No decimos que haga real la ver-
dad del juicio, pues evidentemente hacemos a menudo juicios, es
decir, enunciaciones, que resultan falsas; falsas objetivamente, pero
desde que enunciamos, es porque tomamos el conjunto en que se cons-
tituye el juicio, como verdadero. Ni a mi pregunta, ni a mi optación
o deseo, ni a mi mandato se les pueden llamar verdaderos o falsos.
Sólo a mi juicio cabe atribuir un calificativo de.; este orden. Y este
calificativo le viene precisamente de la función enunciativa de la
cópula.
Los cuatro elementos del juicio se conjugan entre sí de la si-
guiente manera: "El miembro primero y fundamental es el concepto
sujeto. En él se apoya la función primaria de la cópula que conduce
al concepto predicado y, pasando por encima de éste, refiere la deter-
minación del predicado al concepto sujeto; luego sobre el conjunto
se tiende la segunda función de la cópula, la enunciación, con la cual
queda cerrado el juicio. (11). Como se ve, con la función enunciativa
queda cerrado el juicio. Y esta subraya no es mía, sino del propio
Pfander. Y es porque esta función enunciativa, dice el mismo autor,
tiene por objeto "estatuir y hacer subsistir por sí mismo el conjunto
constituido" por los tres elementos precedentes. (12).
De donde se deduce que la fórmula incompleta S es. . . es como
ella misma revela una fórmula abierta. Pero no está cerrada, no só-

9) A. Pfander, "Lógica", vers. esp. de Pérez Bances, Ed. Rev. de Oca, Madrid, 1928, págs.
56 y ss., 190 y ss.
10) Op. cit., p p . 56 y ss.
11) Op. cit., p. 57
12) Op. cit., p . 56.
LA HISTORIA DEL SER Y EL CONSISTIR EN LA CULTURA OCCIDENTAL 37

lo porque no exista P, porque no exista el predicado, sino porque es


imposible que sobre ese vacío se despliegue la función enunciativa de-
la cópula. Esta no cuaja, sino cuando cerrado el círculo con el P,
sea entonces posible decir que en verdad algo es algo, S es P. Y el
verbo ser es el único que exhibe una tal capacidad de abertura; por-
que con la fórmula S es. . . abrimos todas las posibilidades de predi-
cación. Es cierto que muchos de los juicios que formemos podrán s e r
falsos; pero, en principio, todos los predicados son allí posibles.
P e r o este " e s " t a n abstracto, t a n formal, t a n abierto a todas las
posibilidades, no tiene paralelo con ningún otro verbo de las lenguas
conocidas. Es interesante notar, para la historia de las ideas en nues-
t r a América, que Bello creía q u e esta posibilidad incumbía también
a todos los verbos. Así escribe: "El verbo ser se j u n t a con adjetivos
que lo determinan y que, ejerciendo este oficio, se refieren al mismo
tiempo al sustantivo. Pero ésta no es particularidad que distinga a
ser, pues como se dice es bueno, es malo, se dice también está ciego,
está sordo, nació enfermo, murió pobre, duerme tranquilo, corre a p r e -
surado, anda triste, se muestra esforzado, etc. El adjetivo ejerce dos
funciones diversas con respecto al sustantivo: la de especificarlo o
determinarlo, limitando su n a t u r a l extensión, y la de explicarlo,
desenvolviendo, desentrañando de su significación conocida algo q u e
n a t u r a l m e n t e se comprende en ella". (13).
Nótese en lo transcrito cómo Bello poca cuenta hace de la p a r t i -
cularidad de la lengua castellana con su verbo estar, el más próxi-
mo a ser por su carácter abstracto y del que se ha dicho que por po-
seerlo daría, en cambio, alguna de sus provincias territoriales, la rica
lengua alemana. Por no advertir aquello, el maestro caraqueño lo
asimila a verbos tan concretos como dormir, andar, correr, etc. P e r o
no en vano Bello era un filósofo auténtico, y por ello sienta la es-
clarecedora adición final sobre el oficio del adjetivo: especificar y
explicar. Pues decir esto es enunciar una de las hazañas más g r a n -
diosas que recorrió el espíritu humano, y t r a s no largas peripecias.
Explicándonos un poco más, y retornando a la apertura del " e s " ,
diremos que, no obstante su amplitud ilimitada, cuatro son, según
Pfander las posibles clases de predicados: 1) los predicados que e x -
presan el qué o la esencia del sujeto; 2) los predicados que expresan
la forma de objetividad, es decir, si el sujeto es real o ideal, etc., 3)
los predicados que enuncian un atributo del sujeto, 4) los predicados
que ponen al sujeto en relación con otro sujeto. Así podemos decir
del oro: "El oro es un metal"; "El oro existe en grandes cantidades
en América"; "El oro es maleable"; El oro es más pesado que el a l u -
minio". (14).
¿Cómo fue posible que el es sirviera para todo ésto? La historia
del " e s " nos la ha relatado X a v i e r Zubiri en el ensayo citado atrás,
estudio que constituye una página filosófica de primer orden en
cualquiera de los idiomas que hoy trabajan en la filosofía. P o r cierto
que al comparar la evolución del " e s " en la filosofía griega, o b s e r v a
cómo entre los pueblos orientales carece de uso filosófico:.

13) "Gramática", Nota II, p á g . 361, ed. cit.


14) "Lógica", pp. 61 y ss.
38 REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE LOS ANDES

" L a primitiva literatura filosófica india no se apoya en el verbo


as, ser, sino en el verbo bhu-, equivalente al phyein griego con el
sentido de nacer y engendrar. Toda la exuberante riqueza de mati-
ces intelectuales de las cosas se expresa por las innumerables formas
y derivados a que da lugar el segundo verbo. Las cosas son bhuta,
engendros; el ente es bhu-, el nacido, etc. El verbo as-, no tiene,
en cambio, más misión que la de simple cópula sin consecuencias.
Tan sin consecuencias que el pensamiento indio jamás llegó a la
idea de esencia. No es que el Vedanta carezca en absoluto de algo
equivalente a nuestra noción de esencia, pero no es sino una remota
equivalencia. P a r a los griegos, la esencia es una característica pu-
r a m e n t e lógica y ontológica; es lo que corresponde en las cosas a
su definición, y lo que les da su naturaleza propia. En cambio, el
indio supedita siempre estas nociones a otras más elementales y de
distinto carácter. P a r a él, la esencia es ante todo el extracto más pu-
ro de la actividad de las cosas; en el mismo sentido en que emplea-
mos todavía hoy el vocablo cuando hablamos de una esencia en per-
fumería. Hasta tal punto, que una de las más primitivas denomina-
ciones de lo que llamamos esencia es rasa-, que propiamente signifi-
ca savia, jugo, principio generador y vital. Esta diferencia trascien-
de hasta la idea misma del ser. Mientras para Parménides, y aun
p a r a todos los griegos en general (dicho en términos un poco esque-
máticos) la característica del ser es estar, persistir y, por tanto ser
inmutable, no cambiar (akíneton), para el Vedanta el ser (sat-) es
más bien lo que se posee a sí mismo en perfecta calma, en paz inal-
terable (shanti-). Esta contraposición e n t r e la quietud eleática y la
calma o paz vedántica no puede olvidarse a beneficio de analogías
externas y evitará el confundir precipitadamente on y sat-. El pen-
samiento indio es la realidad de lo q u e habría sido Grecia, y, por
tanto, Europa entera, sin Parménides y Heráclito: en términos aris-
totélicos, una especulación sobre las cosas por entero, sin llegar ja-
m á s a hacer intervenir el "son"; algo que, m u y r e m o t a m e n t e nada
m á s , recuerda la gnosis". (15).
P e r o para responder más concretamente a la pregunta de cómo
el " e s " llegó a abrirse a semejante posibilidad que ningún otro ver-
bo le disputa, traigamos a cuento los orígenes de las distintas moda-
lidades que el ser como verbo adquiere en su conjugación. Heidegger
anota que "la raíz más antigua y propia es es; sánscrito asus: la vi-
da, lo viviente, lo que está por sí mismo y a partir de sí mismo y
en reposo, lo que tiene una propia posición fija"; de esta forma de-
r i v a n el ist (alemán), el es (español), y antes el est (latín) y el estin
(griego), etc. Otra raíz es bhu, bheu (ya citada por Zubiri), a la que
"pertenece el griego phyo, brotar, imperar, ponerse por sí mismo y
permanecer en posición". De ahí surgieron physis y phyein (equiva-
lentes a naturaleza, crecer) de donde surgió el perfecto latino fui,
el presente alemán bin (soy), el inglés to be (ser) etc. Una tercera
raíz es wes; "sánscrito: vesami, germ.: wesan, habitar, permanecer,
detenerse", de donde vienen las palabras alemanas "Wesen" (esen-
cia) "gewesen" (sido), "an-wesend" (presente), "ab-wesend" (ausen-
te). (16).

15) "Sócrates y la sabiduría griega", en "Naturaleza, Historia, Dios", Madrid, 1944, p á g . 223/4.
16) Op. cit., p . 105 y ss. p á g . 54 y ss., ed. a l ) .
LA HISTORIA DEL SER Y EL CONSISTIR EN LA CULTURA OCCIDENTAL 39

Heidegger afirma que intuitivamente asignamos al ser estas


tres significaciones que provienen en su orden de las tres raíces
nombradas: vivir, brotar, permanecer. A lo que habría que añadir
que nuestra forma española ser proviene de sedere (estar sentado),
"que debilitó en castellano y portugués su sentido hasta convertirse
en sinónimo de "estar" y luego "ser" (Corominas, "Dicc. etim. de
la leng. cast.", tom. IV, vocablo "ser". Este autor, por cierto, duda
que la sola evolución semántica de sedere hubiera por sí sola dado
nuestro "ser", "sería", "seremos" etc., pues ella se debió, a su jui-
cio, "a la confusión fonética entre sedere y essere que en latín vul-
gar sustituyó al clásico "esse").
Pero fuera de estas y otras consideraciones muy sabias que hace
el autor en torno a la confusión del sedere y el essere, no parece un
disparate señalar que hubo sabiduría filosófica en el genio creador
de la lengua española, al debilitar el sentido de sedere (estar sen-
tado) hasta hacerlo significar simplemente "ser". Pues si vivir, bro-
tar, permanecer dieron más tarde nuestro abstracto es, ist, estin, est,
etc. con mayor razón podría otorgarle este mismo sentido abstracto
un verbo como el que significase "estar sentado" (sedere), ya que
el ser, clásicamente, ha tenido también esa significación: lo que está
en sí, lo que permanece. Y cabe notar que todavía en nuestro len-
guaje común decimos a menudo, "aquí es Juan, allí es Pedro, para
indicar los asientos donde han de acomodarse. Y todavía, sin nece-
sidad de que la idea de sentarse nos obstine, usamos igual expresión
como sinónimo de permanencia, cuando decimos de los miembros
de una formación en que todos habrán de estar en pie: "a la cabeza
es Juan, al final es Alberto". (17)

17) E. Gilson escribe a propósito de la diferencia de vocablos entre el sustantivo "ser" y el


verbo "ser", en los distintos idiomas: "Le mot etre séntendre soit comme un verbe soit comme
un nom. Pris comme verbe, il signifie le íait meme qu'une chose soit; pris comme nom, il signifie
" u n etre", céts-a-dire l'une quelconque des choses dont on dit qu'elles son. Cette ambiguité"
náffecte p a s toutes les langues indoéuropéennes, ni meme latines. Tolérée en italien, oú l'on
peut parler d'essere et d'un essere, bien que les puristes préférent ente a'essere a u x sens
nominal du mot, elle n'existait p a s en latin technique-, oú, surtout á partir de Boece, le verbe
esse se distinguait nettement dun nom ens, ni en grec, oú l'on ne pouvait coníondre einai
avec to on et elle ne l'est p a s aujourd'hui en anglais, oú l'on distingue non moins nettement
le verbe to be du nom being. "Se lamenta en seguida Gilson que no hubiese prosperado la
tentativa de ciertoj filósofos del siglo XVII de forjar el nombre etant, por el sustantivo "etre".
En español como todos sabemos, ocurrió la misma equivocidad, y aunque tenemos el nombre
ente, él es visiblemente culto, frente a "ser" (sustantivo) de uso cuotidiano. "Ente" en es-
pañol, quizás no sea usado vulgarmente sino en la expresión "Fulano está hecho un ente",
p a r a indicar que ha perdido toda personalidad, que se ha convertido, o mejor, se ha reducido
a un ser sin determinaciones ni actividad ninguna, es decir, a lo que ontológicamente es el
concepto de ser o de ente (sin entrar a h o r a en las diferencias que estas dos p a l a b r a s presen-
t a n en la filosofía actual). Pues bien, Heidegger, en un luminoso capítulo de la "Einfürung",
ya citada, sobre la "Gramática del verbo ser", esclarece este intercambio entre el verbo y
el nombre, que también son idénticos en alemán.
Pero en español sigue viviendo el sentido ontológico del lenguaje, ya que no parece muy
antigua la introducción al uso común de la palabra ENSER, ENSERES. Corominas, (op. et. loc.
cit.) afirma, ella resulta de sustantivar la locución estar en ser o tener en ser, " e n existencia,
en su ser", íntegro, no tocado, " q u e solía emplearse en inventarios p a r a distinguir los ob-
jetos que fueron encontrados de hecho al hacer el inventario, de los que hubieran debido
estar y no se encontraron (por venta, consunción, pérdida etc.)" Añade Corominas que se
l l a m a b a n enseres a los objetos que solían figurar en inventarios. Y trae dos lugares como
prueba, uno de El Celoso Extremeño y otro de "El Quijote". Según esto, "enser" es, pues, lo
que existe de hecho. Y no c a b e duda de que la p a l a b r a ha venido tomando un sentido de "útil",
"instrumento", como cuando hablamos de los enseres de cocina, o de los enseres de taller, o
40 REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE LOS ANDES

Notemos además, porque viene al caso, que desde el punto de


vista idiomático, el maestro Corominas habla con mucha propiedad
de debilitación del sentido de sedere en ser. Pero desde el punto de
vista ontológico y lógico, esta debilitación es por otro aspecto una po-
tenciación, pues el verbo se abrió, se hizo cópula p a r a muchas pre-
dicaciones.
Algo más hondo que esta evolución del "estar sentado" hacia
nuestro "ser", fue todavía la que llevó a cabo el pensamiento griego
cuando convirtió "las cosas que nacen" en "las cosas que son". "Ya
hice observar, escribe Zubiri, que, para Parménides y Heráclito,
este vocablo (ser) poseía aún un sentido activo oriundo del phyein
y del gnomai, nacer. Sin embargo, ahora, gracias a la obra de aque-
llos dos titanes del pensamiento, el "es" adquiere u n a sustantividad
propia, se independiza del "nacer", y cobra un uso y un sentido cada
vez más alejado de este último verbo". . . . " S i nos fijamos en el
aspecto positivo, sobre todo en lo que Parménides nos dice "acerca
de lo que es", nos encontraremos con que este "es", que aún tiene
en el filósofo de Elea un sentido activo, va a atraer la atención de
sus sucesores en forma tal, que perderá su sentido activo para sig-
nificar tan sólo el conjunto de caracteres constitutivos de "lo q u e "
es: algo sólido, compacto, continuo, uno entero, etc. El "es" se refiere
entonces tan sólo al resultado, y no a la fuerza activa que conduce
a él". (18) Sin poder detenernos en todos los momentos de esta evo-
lución del "es", sí vale tener en cuenta los dos capitales cambios
que acontecen al " e s " en lo que adviene después de Parménides y
Heráclito. Esos dos momentos están representados por Platón y
Aristóteles. Y si recordamos lo dicho arriba sobre las cuatro clases
de predicados posibles a que todo " e s " puede cubrir en sus dos fun-
ciones, la relacionante y la enunciativa, ya podemos entender el pen-
samiento de Platón.
Platón, como arquetipo idealista, no podía admitir que las cosas
pudieran ser todas las cosas. Las cosas eran solo su qué, su esencia,
o como dice Zubiri, su consistencia. Por consiguiente, para Platón
el " e s " sólo cabe con pleno derecho en la primera clase de juicios de
q u e hablamos arriba, en los juicios determinativos de esencia. De
ahí que su esfuerzo todo se dirija a determinar entre dos posibili-
dades cuál es el es de una cosa: "A es B o C". Esta es la dialéctica, día
logos, "paseo a través de las esencias", como traduce elegantemente
García Bacca. (Introd. a la lógica moderna", ed. Labor, 1936, p. 20).
La postura platónica tenía largas consecuencias. Recuérdese sólo
aquellas que él mismo extrae sobre el problema de la nada en el diá-
logo "El Sofista". Pero otras m u y graves derivaban hacia el campo
mismo de la aritmética. El número 2, el número 4, con tratamiento
platónico, eran así "aritmos eidetikos", números esenciales, ideales.
Pero las esencias no se suman: tan imposible es sumar a 2 con 4 como
, esencias, como sumar el triángulo con el rectángulo tomados en su to-

18) Op. cit., p á g . 230-1)

en la expresión "muebles y enseres", que con razón García Bacca propone la palabra enser
p a r a traducir el "Zeug" de Heidegger, el "útil", cuyo modo de ser es la Zuhandenheit, la
amanualidad, el estar a la mano. (Cf. "Las ideas de ser y estar, de posibilidad y realidad
en la idea del hombre, de la filosofía actual", Rev. Universidad de Antioquia, N° 119, -1954-)
LA HISTORIA DEL SER Y EL CONSISTIR EN LA CULTURA OCCIDENTAL 41

talidad esencial. Esto hacía imposible la aritmética. Y aquí es donde


interviene el genial descubrimiento aristotélico.
Tanto la aritmética como la lógica, se hacen posibles mediante
la apófansis aristotélica. Según García Bacca, ésta "expresa el predi-
cado como "aclaración" del sujeto; es decir, formar una proposición
no es j u n t a r por " e s " una palabra con forma de " n o m b r e " y otra como
forma de determinación del primero (predicado); formar una propo-
sición es faena "fenomenológica" en sentido estricto, tal como define
Heidegger este término; "llevar una cosa a manifestación original,
inmediata de sí misma por sí misma", "encender la luz interna que
cada objeto tiene en sí mismo, no luciente aún, mientras no la haya-
mos expresado en una afirmación o negación". Así qué "logos apofán-
tico" es la operación mental a la vez que objetiva de tornarse el
objeto fosforescente. Por el mero hecho resulta clara la fuerza del
"es"; el " e s " expresa la identidad en la transfiguración, en el pro-
ceso por el que el sujeto va tornándose luminoso en fuerza de su
luz interna (predicado)" (Op. cit., p. 22)
Y aquí resulta clara la posición y la dimensión del cambio q u e
hace operar Aristóteles al "es". Ya el ser no es brote, creación, ac-
tividad. Cuando decimos que "el oro es amarillo", no indicamos que
el oro se convierta o transforme en el color amarillo; no es una
génesis, una gimnestai. La apófansis, digamos, la formulación pura,
no es una causa eficiente ni física ni psíquica". (García Bacca, op.
et. loc. cit).
Ya vimos cómo para Platón, las cosas son consistencias, en el
sentido de Zubiri, atrás indicado. El mismo filósofo, contrastando
en.este punto al maestro con el discípulo señala: "para Aristóteles,
en cambio, el ser no es consistencia, sino subsistencia. El " q u é " no
es toda la realidad, sino tan sólo el qué de ella. El logos, por esto,
no contiene simplemente a la realidad, sino que se refiere a ella,
desdoblándola en la cosa que es y lo que la cosa es" (op. cit. p. 272).
He subrayado esta última frase, no sólo por su importancia pa-
ra el tema que venimos refiriendo, sino porque con ella delata en la
lengua española su admirable plasticidad para el tratamiento onto-
lógico, en manos y mentes como las de los dos pensadores última-
mente citados.

Y aquí hemos llegado a la moraleja de todo este trabajo. Estamos


signados, como veía m u y bien Spengler, por el moralismo. Nuestra
metafísica, creía el pensador germano, no existe hoy, porque ya no
es posible que se dé7más q u e éticas, formas de conducta para la vida,
etc. (19). Pero es un hecho que las consideraciones morales que se
desprenden de las premisas aquí puestas, nacen ahora también de
una concepción metafísica y a ella vamos a enfrentarnos.
Conforme con lo dicho, Aristóteles abrió inmensas posibilida-
des con su descubrimiento del logos apofántico, con el descubrimiento
del " e s " como enunciación. Hizo posible la lógica y la aritmética, y
todo el restante pensamiento de Occidente, si recordamos ahora las
transcritas referencias de grandes maestros.

19) "La decadencia de Occidente", passim, en esp. t. II, p. 223 y ss. (vers. esp. de M. G.
Morente, Madrid, 1925)
42 REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE LOS ANDES

Pero vale tener en cuenta que el "es" tenía en Aristóteles tales


posibilidades, porque el "es" se abría a todos los actos, a todas las
formas. De aquí que diga en el conocido lugar de su Metafísica que
el "ser" se predica de muchas maneras. El "es" resulta así en el fi-
lósofo griego una expresión de la forma. La forma es acto de la
materia. Pero hay no sólo formas sustanciales, sino también formas
accidentales. Tanto el accidente como la forma sustancial, actuali-
zan el todo, que es el ser subsistente. De aquí me parece que resulta
exactamente interpretada la expresión de Zubiri, traída a cuento
atrás: Para Platón, el ser es consistencia, mientras para Aristóteles,
el ser es subsistencia.
Lo que primariamente es en el filósofo del Liceo, es la cosa con-
creta, la sustancia primera de las cosas materiales. Y todos los ac-
cidentes que le vienen después, ya no sólo los idion o propiedad, sino
symbebekos o accidente propiamente dicho, de la sustancia emanan
como de su última razón, como de su logos real y objetivo. Pero,
además, no olvidemos que para Aristóteles las sustancias son en-
telequias, seres con fines propios, y todos sus actos, al fin propio
están encaminadas. (20)
Todavía en Santo Tomás, aunque reciba deformados algunos
conceptos del Estagirita, este parece quedar fiel a su maestro. Y en
este sentido, es muy pertinente el siguiente lugar del opúsculo "De
ente et essentia": "Luego se debe saber que, como dice el filósofo en
el libro V de la Metafísica, el ser en sí se entiende de dos modos:
uno por el que se divide en diez categorías y otro que significa la
verdad de las proposiciones. La diferencia entre ambos consiste en
que por el segundo modo podemos llamar ser a todo aquello acerca
de lo cual puede formarse una proposición afirmativa, aunque ello
nada añada a la cosa; por cuya razón las privaciones y negaciones
también se llaman seres, así como decimos que la afirmación se opo-
ne a la negación, y que la ceguera está en el ojo. Pero en el primer
modo sólo puede darse el nombre de ser a lo que pone algo en la
cosa; por eso la ceguera y otros análogos no son seres". (Cap. Pri-
mero, pág. 24 de la trad. de J. Planela Guille, Ed. Atlántida, Bar-
celona).
Y para explicar cómo se predican los accidentes de la sustan-
cia, expone: "entre las formas sustanciales y las accidentales hay,
no obstante, una diferencia, pues así como la forma sustancial no
tiene de por sí un ser absoluto sin aquello a que sobreviene, tampoco
lo tiene aquello a que sobreviene, o sea, la materia; y por eso de la
unión de ambas queda aquel ser en el que la cosa subsiste por sí
misma y de ambas se origina la verdadera unidad, puesto que de
su conjunción se produce una esencia. . . Pero aquello a lo que
sobreviene el accidente es un ser completo en sí, subsistente en su
ser propio, el cual precede naturalmente al accidente que se le aña-
de. Y por eso el accidente sobrevenido, por su conjunción con aque-
llo a que sobreviene, no causa el ser en que la cosa subsiste, por el

20) Por suponerlos relativamente conocidos y por no a l a r g a r estas citas, nos limitamos aquí
a enunciar a p e n a s los lugares más pertinentes de la Metafísica de Aristóteles, sobre es-
tos temas: Libs.: III, 1; IV, 7, 30; V, 2; VI, 1, etc.
LA HISTORIA DEL SER Y EL CONSISTIR EN LA CULTURA OCCIDENTAL 43

cual la cosa es ser por sí misma; sino que originan un ser por el
cual la cosa subsistente puede ser entendida, como lo primero puede
ser entendido sin lo segundo. Por lo tanto del accidente y del sujeto
no se origina una unidad perfecta, sino unidad accidental, y de la
conjunción de ambos no resulta una esencia como de la unión de la
forma con la materia, por razón de que el accidente no tiene el
carácter de una esencia completa ni es parte de una esencia com-
pleta, sino que, como es una entidad por analogía, posee también
sus esencias por analogía".
Para rematar con el concepto aludido, es decir, que el es atribu-
tivo nace de un "es" determinativo o esencial: "Pero como sea que
lo más importante y verdadero que se predica de un género, es cau-
sa de todo cuanto se encuentra después en el mismo, como el fuego
que se halla en el límite de lo cálido es causa del calor en las cosas
cálidas, lo que se afirma en el libro segundo de la Metafísica, por
la misma razón la sustancia, que es lo primero en el género del ser
y posee la esencia en el grado máximo y más verdadero, es necesario
que sea causa de los accidentes que sólo secundaria y analógicamen-
te participan del concepto de ente". (Op. et loc. cit. p. 58 y 59).
Este, hasta aquí, fue todavía el "es" descubierto por la filosofía
griega. La múltiple apertura del ente o del ser estaba, pues, redu-
cida a unidad, por el concepto de analogía que había nacido con esa
cualidad o atributo del ser mismo. Pero a partir del Renacimiento,
se han perdido muchas cosas: se dejó de lado el ser como entelequia,
se abandonó la teoría de la materia y de la forma y se despreció la
del acto y la potencia. Pero, por sobre todo, se hizo del ser algo uní-
voco, con lo cual se ha hecho posible toda la lógica moderna, y desde
luego el inmenso desarrollo de las matemáticas.
¿No provendrá de aquí la anotación de Spengler, según la cual,
toda la filosofía de estos tiempos tiene que devenir en moralismo?
(No hay que desconocer, por otra parte, que este acaecer sobreviene
a todas las "culturas", según Spengler, de donde, fenómeno igual,
también a su hora les llegó a los griegos: estoicos, epicúreos, etc.).
Cuando se pierde el sentido del ser y del "es", vano es pensar que
una moralidad esté implícita en una metafísica; despreciada la me-
tafísica, la moral se construye por cuenta propia, se monta sobre lo
más arbitrario y ajeno al ser mismo del ente moral. En este sentido,
ya Heidegger ha dicho la última palabra en su "Carta sobre el
Humanismo" (21).
Pero cuando el "es" tiene tan {limitadas posibilidades, resulta
también posible esta anárquica vida moderna, de cuya crisis hablamos
en el sentido dé que se han roto todos los valores. Y no es que se
hayan roto todos los valores, sino que se ha perdido la base meta-
física sobre que ellos se asentaban. Al quebrar la raíz ontológica
del "es", se predicó la razón de estado por Maquiavelo, la economía
liberal por los fisiócratas, se llevó a sus extremos la idea del contra-
to social, se ideó también el que la sociedad es un organismo, para
parar un siglo más tarde en el estado totalitario. Amor libre, predo-

21) Vers. esp. de A. Wagner de Reyna, en Rev. "Realidad", en esp. N° 9, p á g . 357.


44 REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE LOS ANDES

minio de la libido, existencialismo. Todo esto no ha sido otra cosa


que el olvido de que no impunemente se juega con la fecundidad
ilimitada del ser, vacío de entidad creadora, como en su origen la
tuvo, como fue el origen mismo de su posterior significación.
Porque si ya vimos la virtualidad del "es" en la lógica, ella dio
más seguros resultados aun en las matemáticas. Y de ahí ha nacido
la cuantificación del universo. Hemos perdido el sentido de la cali-
dad. En la filosofía aristotelicotomista la cantidad tiene su funda-
mento óntico en la materia, al par que todo lo cualitativo surge
de la forma. Pero cuando se han abandonado aquellas ideas hile-
morfistas, porque con razón o sin ella, las hayamos encontrado insu-
ficientes, es menester encontrar un nuevo principio de lo cualitativo,
y este no puede ser otro que el consistir, la consistencia de las cosas
mismas, aquello que son esencialmente. De ahí que propongamos
este relativo retorno a Platón, a través del consistir tal como lo he-
mos desarrollado. Dejemos que las cosas sean todo lo que puedan
ellas llegar a ser; pero no olvidemos que el límite de su llegar a ser
estuvo siempre en aquello en que las cosas consisten. Forzarlas más
allá de este límite es prolongar nuestra crisis.

También podría gustarte