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SEMI~TICA
DEL DISCURSO
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Jacques Fontanille
jacques fontaniUe

convocaclos e n cli.;ci:rso, caracrei-ística de la predicación esisrencial; la


autorreferencia es cl principio mismo de la referencia deícrica pctesro
que, planteando itna relación cleíctica, la instancia de discurso recuerda
sci propia posición: los n-iodos de existencia están en el corazón de la
inodalización. pues las diferentes modalidades se declucen directatnente
de los cuatro principales modos de existencia (cf. capítulo IV Los
actuntes).

3. LA PRAXIS ENUNCIATIVA
Algunas d e las puntualizaciones que preceden permiten precisar
ahora lo que se entiende por la expresiór! praxis enunciativa, concep-
to avanzado en semiótica hacia el fin d e los anos ochenta por A.J. Grei-
mas, y desarrollado en Semiótica de laspasiones. En efecto, la praxis
enunciativa n o es la praxis semiótica en general. Significar es un acto;
discurrir, un conjunto d e actos, un haz y un encabalgamiento d e opera-
ciones d e las que la enunciación sólo toma directamente a cargo las que
conciernen a la presencia del enunciado o a la presencia d e la instan-
cia d e discurso. La praxis enunciativa está, pues, particularmente rela-
cionada con la aparición y con la desaparición de enunciados y d e for-
mas semióticas en el campo del discurso, o con el acontecimiento que
constituye el encuentro entre el enunciado y la instancia que lo toma a
su cargo. Todas las otras operaciones, todos los otros actos dependen
de las lógicas respectivas de la acción, d e la pasión y d e la cognición y
no acceden a esta dimensión metadiscursiva, que es propia de la enun-
ciación. Es lícito que cada uno entienda el concepto d e enunciación
como lo entiende, pero a riesgo de hacer d e él una simple repetición
d e la noción d e semiosis, y un parasinónimo inútil d e la noción más
general d e discurso en acto.
La praxis enunciativa dirige esta presencia d e magnitudes discursivas
e n el campo del discurso: convoca o invoca e n discurso los enunciados
que componen este último; los asume más o menos, les otorga grados
d e intensidad y una cierta cantidad. Recupera formas esquematizadas
por el uso, incluso estereotipos y estructuras fijadas; las reproduce tal
cual o las desvía y les otorga nuevas significaciones. Presenta otras con
todo el brillo de la innovación, las asume como irreductiblemente sin-
gulares, o las propone para un uso ampliamente difundido.
Definir la enunciación como una doble predicación (existencia] y
asuntiva), refiriendo la presencia del enunciado y d e la instancia d e dis-
curso la una a la otra, y afirmar que es la praxis enunciativa la que dirige
1, nresencia e n discurso, es volver a decir que la enunciación, tal como
la hemos definido, no puede ser sino una praxis cuya sustancia consis-
te, en lo esencial, e n las dos grandes dimensiones d e la presencia, la in-
tensidad y la extensión. La noción d e praxis enunciativa comporta,
pues, algunas implicaciones que conviene despejar desde ahora:
Ella n o es el origen primero del discurso; presupone algo distin-
to d e la actividad discursiva (el sistema d e la lengua, pero tam-
bien el conjunto d e géneros y d e tipos d e discurso, o d e reperto-
rios y enciclopedias d e formas propias d e una cultura); supone,
también, una I~istoriad e la praxis, cle los usos que fueron praxis
anteriores, asumidas por una colectividad y alinacenadas e n me-
moria.
La semiótica inspirada en los trabajos d e Greinas ha tomado la
iniciativa d e disponer los elementos del sistema subyacente bajo
la forma d e un recorrido gemratiw, constituido por muchos ni-
veles que se deducen los unos d e los otros por presuposición: las
.estructuras narrativas presuponen los enunciados de junción, que
presuponen a su vez estructuras elementales. Pero el recorrido
generativo d e la significación e s sólo un simulacro idealizado d e
la competencia enunciativa; permite organizar las estructuras vir-
tuales d e las q u e dispone la instancia d e discurso al momento d e
enunciar; sin embargo, e n el análisis concreto de los discursos,
puede a lo sumo servir d e cuadro formal d e referencia para la
descripción d e los actos d e enunciación; pues no indica cómo
procede la enunciación, indica solamente (y parcialmente) a par-
tir d e q u é y sobre qué interviene. El recorrido generativo sería,
de alguna suerte, el simulacro del 'modo de almacenamiento" d e
los componentes del sistema y d e los productos del uso.
Por lo demás, el sistema no puede ser ya considerado como el
origen del discurso. La noción d e "apropiación individual de la
lengua", adelantada por Benveniste para definir la enunciakión,
no e s enteramente satisfactoria, pues oculta el hecho d e q u e el
sistema (la lengua) es, en sentido inverso, el producto esquemati-
zado d e los usos, y, en consecuencia, d e la acumulación d e la
praxis.
Para comprender el funcionamiento d e la enunciación, hay que
admitir, e n suma, que ella no se contenta con explotar el sistema
en stock, sino q u e contribuye a remodelarlo y a ponerlo en de-
venir. Tales consideraciones suponen, bien entendido, q u e supe-
ramos una concepción estrictamente individual y personal d e la
jacques fontaniüe

enunciación, piiesto que* los discursos sólo pueílen contribiiii al


clevenir del sisteiiia si no se separa la enunciación individual y la
enunciación colectiva, esto es, si se las considera C O I I I ~ forii~cin-
d o parte de iin ii-risii-roconjunto en devenir.
La perspectiva d e la praxis eniinciativa es, pues. interactiua. En
términos topológicos, extrae formas e n un espacio d e esqueinati-
zación que, a su turno, riiodifica y nutre. En términos ten~porales,
supera la oposición entre sincronía y diacronía, pues inantiene el
vínciilo entre un estado sincrónico dado, d e una parte, y todos
los estados sincrónicos anteriores y ulteriores; si hay leyes d e la
praxis enunciativa. serán pancrónicas más que acrónicas (el siste-
ina es, por definición, acrónico; la praxis es pancrónica).
En términos d e presencia -es decir, a la vez espacia!es y tempo-
rales-, la praxis enunciativa dirige, entre otras cosas, el modo de exis-
tencia d e las magnitudes y d e los enunciados que componen el discur-
so: los capta en estado vinual (en cuanto entidades pertenecientes a un
sistema); los actualiza (en cuanto seres d e lenguaje y d e discurso); los
realiza (en cuanto expresiones); los potencializa (en cuanto productos
del uso), etc. Los modos d e existencia, cuya distribución y variación son
dirigidas por la praxis, concieinsri directamente a las relaciones entre el
sistema y el discurso, puesto q u e el sistema es, por definición, virtual,
mientras q u e el discurso apunta a la realización.
La reflexión sobre la praxis enunciativa debería, pues, proseguirse
e n d o s direcciones:
El examen de las operaciones q u e producen tipos, los reactivan
o los recusan; que producen formas innovantes y que las esque-
matizan.
La praxis enunciativa, manipulando los modos d e existencia, se
inserta, d e una parte, e n una dialéctica de la creación y d e la se-
dimentación, y, d e otra parte, concurre a la formación d e la di-
mensión retórica de los discursos (lugares, figuras, tropos y argu-
mentación).
La definición d e un campo de ejercicio de la praxis.
La praxis se ejerce e n un campo, el campo del discurso, que se
puede definir provisionalmente como un dominio espacio-tem-
poral. Es posible distinguir muchas fases aspectuales e n el pro-
ceso semiótica, según q u e la significación sea "emergente", esté
"en curso" o "quede terminadan; estas tres fases sirven de princi-
pio d e declinación, según el cual el campo adquirirá tres formas
diferentes.
la enundadón

- En el curso d e la fase d e emergencia, el campo perceptivo es


por las intensidades sensibles y afectivas y por las
, extensiones y cantidades perceptivas; estas primeras articiila-
ciones del campo del discurso son las valencias (intensivas y
extensivas). Se trata, hablando estrictamente, d e un campo de
presencia.
- En el curso d e la segunda fase, la del discurso en acto propia-
mente dicho, la del emplazamiento d e las formas discursivas,
el campo del discurso es un esquema o un ensamblaje d e es-
quemas discursivos; e n efecto, e n esta segunda forma del
campo del discurso pueden ser esquematizadas las fenome-
nologías subyacentes, y e n ella se forman, e n consecuencia,
las configuraciones propiamente semióticas; además, en esta
segunda forma del campo del discurso adquieren forma los
valores. Se trata ahora del campo esquemático.
- En el curso d e la última fase, la del discurso enunciado y aca-
bado, el campo del discurso se convierte en una red de dife-
rencias, e n un espacio categorizado, discretizado. Nos encon-
tramos aquí con el campo dverencial.
El campo del discurso se declina, pues, en tres fases: el campo de
presencia, el car* esquemático y el campo dijerencaal.
Pero, más allá del campo del discurso, hay que imaginar un dominio
espacio-temporal q u e sería común al sistema y a los discursos, un do-
minio que, e n cada enunciación particular, se reduce a un campo de
presencia específica, pero q u e n o puede ser confundido con la suma d e
todos los campos de presencia posibles. Así como el discurso n o puede
ser considerado la suma d e todos los enunciados q u e contiene, la pra-
xis tampoco puede ser definida como la suma de todos los discursos
q u e la activan. El dominio de la praxis es, también, e n efecto, el de la
memoria cultural y e l de los esquemas semióticos tanto como el de los
discursos singulares. ,/

El modelo de la semiosfera, tomado de Lotman, nos suministrará una


hiien.i upivAiiiiauuii 2 *-1
---.&u LPI ú ~ ~ l l ~ i - le1
ri-rnv:rnrr-:~- 1 - --:
i üb, e 12 experi~ricidscmi<jiica den-
tro d e una cultura.
1

!
4. LAS OPERACIONES DE LA PRAXIS
4.1 Las tensiones existenciales

Para q u e en u n mismo discurso cohabiten magnitudes d e diferente


i. estatuto, deben depender d e diferentes n ~ o d o sd e existencia: la co-pre-
j
jacques f o n t d e

sencia discursiva no se i-ecluce a la co-ocurrencia. Los nzochs ck C-J-visten-


ciu, el uirtunliz~ido.el nctuulizudo. el potenciulizudo y el 1-eulizuclo.
convierten, de alguna manera, la co-presencia en un espesor discui-si-
\:o,y proyectiin aiticul;iciones inod;iles sobre el caiiipo del discurso. Si
se representa el campo como un dominio dotaclo de horizontes, los
cuatro modos de existencia se distribuyen así:

(potencialización)

(virtualizacion)

(actualización)

El acto productor de significación se presenta, pues, primero, como


una tensión entre lo virtual (lo que está fuera del campo del discurso)
y lo realizado (el centro del campo del discurso), mediatizado por el
modo a c t u u l i d o (el pasaje de la frontera). Además, aparece otra ten-
sión, la que conduce del modo realizado al modo uirtualizado, que es-
tá mediatizada por el modo pofencializado (el pasaje de la frontera en
el otro sentido). Hay que notar, de paso, que, en la perspectiva del dis-
curso en acto, lo que hemos definido como campo esquemático, el cam-
po del discurso propiamente dicho, n o puede volver al modo Yirtual
estrictamente hablando; salir del campo esquemático es adoptar una po-
'
sición que sigue siendo definida en relación con este campo; esto n o e s
volver a las estructuras virtuales del sistema. Y eso porque, en un sen-
tido, se parte del modo uirtual, y, en el otro, sólo se alcanza el modo
uirtualizado.
¿A qué corresponden estos diferentes modos d e existencia? El modo
uirtual, e n sentido propio, es el de las estructuras de un sistema subya-
cente, d e una competencia formal disponible al momento d e la pro-
ducción del sentido. El modo actualizado es el d e las formas que ad-
vienen en discurso, y de las condiciones por las que ahí advienen: la
actualización d e un cromatismo en una imagen, por ejemplo, conlleva
el conjunto de tensiones y de contrastes e n los cuales entra, por el lie-
cho de su coexistencid con los cromatismos vecinos. El modo realiza-
do es aquel por el que la enunciación Iiace que las formas del discurso
se encuentren con una realidad, realidad material clel plano d e la expre-
sión, del mundo natural y del mundo sensible en el plano del
contenido.
~1 movimiento inverso es propio de la dimensión retórica d e los ac-
tos de discurso: una forma es llamada potencializada cuando su difu-
sión o su reconocimiento son tales que le permiten figurar como lugar
del discurso (tipo, tópico o motivo, disponibles para otras convocacio-
nes). ~l modo virtualizado (no se retorna jamás al modo virtual propia-
mente dicho, puesto que estamos siempre e n el discurso en acto) es el
d e las magnitudes que sirven d e segun. plano al funcionamiento d e
las figuras del discurso: el acto semiótico consiste, entonces, en realizar
una figura, en devolver otra al estado uirtualizado, y en ponerlas e n in-
teracción, d e manera tal que, al momento d e la interpretación, el enun-
ciatario sea canducido al ir y venir de una a otra.
Las operaciones d e la praxis pueden ser consideradas desde dos
puntos de vista diferentes: desde el punto d e vista del devenir del obje-
- to - e l objeto es aquí una magnitud semiótica cualquiera, el producto

del acto significante, un enunciado-, o desde el punto d e vista del de-


mnir de los sujetos -los sujetos son, en ese caso, los participantes d e
la interacción semiótica-.

4.2 El devenir existencia1de los objetos semióticos


El devenir del objeto está regulado por los actos d e la praxis, consi-
derados como operaciones que tienen su modo d e existencia. El primer
recomdo, el que explota la tensión entre el modo virtual y el modo rea-
lizado, será llamado ascendente, e n el sentido e n que "suben hacia la
manifestación, y e n que tiene por objetivo alcanzar el centro d e referep-
cia del discurso, la instancia realizante. El segundo recorrido, el que *ex-
pletz !y s t r d :zíisiCn, entrc: el iiiodo reuíizudo y ei modo uirruaiizaao,
será llamado descendente (o decadente), e n el sentido e n que vuelve
hacia el sistema, fija las formas vivientes en estereotipos,'en praxemas,
y e n suma, alimenta la competencia d e los sujetos d e la enunciación
gracias a los productos d e los usos más típicos.
El recorrido ascendente, d e acuerdo con el cual las formas signifi-
cantes son convocadas con vistas a la manifestación, es analizable e n
dos actos diferentes:
24 O jacques fontaniUe

l.:\ f:~sc \'ir.t~rrrlrz~ttlo 1V


- Aclrrnlizci~lo + A 1 rcprcsentLi la c)rl~cn.-
~c~zcicr dt- iinii foi-iiia. Es una fast. d e inno\:ación.
1.2 fase Acrr~crlii~rt~/o - Realizado 1 A -+ R 1 tlescribe la apartci611 l
de una forriia. L:i forii~arecibe ahí una expresión y un ttst;rtuio
l
tle i-c;ilitl:id que le permite hacer referencia. I
131 1-ecoi-ritlotlttscendente, d e acuerclo con el cual las foriiias signifi-
cantes quedan iniplícitas. s e guardan en la ii~eii~oria. son tipificadas. in-
cluso borradas y ol\:idatlas, coiilporta también dos fases:
La fase Re~lizado- Potencializado I R + P 1 es la condición del
decli~wde iina forrna en cuanto forma viviente e innovante. y, e n l

consecuencia, clescribe su entrada en el uso, y su fijación e n


cuanto prasei-iia, potencialmente disponible para otras convoca-
ciones.
LA fase Potencializado - Viríu.alirado [ P -+ V 1 describe la de-
saparición d e una forma, y su disolución en las estructuras vir-
tuales, subyacentes al ejercicio d e una práctica significante.
En la perspectiva cle la dimensión retórica del discurso, donde toman
su lugar las principales transformaciones del uso y las interacciones del
discurso con el sisteina del q u e se nutre, debemos tomar en considera-
ción la manipulación concomitante de dos magnitudes o, al menos, d e
dos enunciados. En consecuencia, la praxis, e n este caso, se referirá glo-
balmente a dos magnitudes a la vez, dependiendo cada una d e un mo-
d o d e existencia diferente. El acto serniótico rebaja una forma para pro-
mover otra; dos modos d e existencia e n concurrencia son solidariainen-
te modificados.
La praxis incluye, pues, al menos, un acto d e orientación ascendente
y un acto de orientación descendente. La tipología del hacer serniótico
se vuelve, entonces. calculable:
[ A + R ] & [ P + V 1: la aparición d e una forma correlativa a la
desaparición d e otra constituye una rewlución semiótica. La clá- ..

sica conmutación es un ejemplo d e esto. En el dominio d e la ima-,


ge=, c! c6!ehrc c;cn?p!c Ue \X7i::geiiaeiíi, el " p t u c u n e j ~ "depen-
,
d e estrictamente d e esta operación: la aparición del corlejo
entraiia la desaparición del pato, y recíprocamente.
[ V + A ] & [ R 4 P 1: la emeqencia d e una forma correlativa al
decliw d e otra es una distorsión semiótica. Los tropos vivientes,
sean verbales o visuales, son excelentes ejemplos d e esto, pues
ponen en concurrencia una forma actualizada (el contenido figu-
rante y percibido) y una forma potencializada (el contenido re-
constituido, conceptual o parafrástico).
[ v +, A ] & [ P +, V 1:
la emergencia d e una forma conjugada
la desaparición d e otra es una reorganización semiótica,
que afecta las relaciones entre los primitivos culturales y el siste-
ma. Responde a esta situación toda operación que apunta, por
a hacer jugar d e nuevo la combinatoria virtual d e un es-
tereotipo; por ejemplo, poner en escena la expresión "etre sur les
dents"' e n forma d e una verdadera acrobacia.
[ A +, R ] & [ R +, P 1: la aparición d e una forma conjugada con
el declive d e otra es una fluctuación semiótica. Es el caso, parti-
cularmente, cuando dos isotopías, ligadas por una metáfora, son
manifestadas en superficie por turno; su alternancia supone, en-
tonces, que la isotopía figurante va y viene entre la actualización
y la realización, y la isotopía figurada, entre la realización y la po-
tencialización. La figura de la 'imagen en la imagen" es un ejem-
plo comente: cuando se fija la atención sobre la imagen engasta-
da, la imagen d e acogida no se pierde d e vista, y queda poten- .
cialmente disponible.
Recapitulernos. La praxis enunciativa, considerada como una com-
posición d e actos ascendentes y descendentes, y captada desde el pun-
to d e vista del devenir del objeto, puede adoptar cuatro estrategias di-
ferentes, definidas como cuatro transfomraciones terzsim entre estados
concurrentes. Obtenemos globalmente la siguiente red:

Un ejemplo en espafid de reorganizaci6n semántica de una "frase hechaw(y gastada).


por medio de una verdadera aaob;icia semiótica, nos lo ofrece la siguiente interven-
ci6n de un perx>nap político: ' U pmwknre Fujimn no se fue m e gaUm y media-
noche; se fue el lunes en la m a i i a d . (Somar, NO 729. 25/11/2000 [La citan Sin pro-
ponérselo. la congresista Martha Chávez ac~udlzael sentido lingüístico de la figura
( q u en la frase permanecía uirtuulkuab), dejando de lado (-uirtuulizando) el sentido
que el uso había congelado (-potencializado): "a escondidas", "a deshora*. Se confir-
ma. pues, el recomdo semiótica de la reorganización:CV + +
Al & fP VI. (N. del T3.

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