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SEGUNDO PERIODO
TERCER PERIODO
CUARTO PERIODO
hay varios sabios; en Caro no hay sino una sabiduría. Con sar-
casmo corrosivo se le llamó un día el hombre de una sola idea.
Elogio imposible, que no carece de fundamento.
Miguel Antonio Caro apenas se asemeja a su padre Don Jo-
sé Eusebio. La mejor obra de éste, dijo un día del hijo Marceli-
no Menéndez y Pelayo. De ser así, añadamos que es la obra clá-
sica de un gran romántico. Don Miguel Tobar, el abuelo de Ca-
ro, es su autor espiritual. El lo nutrió en la acerada disciplina
del idioma del Lacio, y le infundió contornos imborrables.
Caro como político, merece una revisión. Si a los hombres
los pudiéramos clasificar como a los poderes públicos, diríamos
que Miguel Antonio Caro es el poder constituyente. Otros en
cambio, son el poder de "pronta providencia, breve y sumaria".
El señor Caro se aminora como político, cuando se le con-
sidera frente a Carlos Holguín, por ejemplo. Como filósofo pu-
do haber sido igual a José de Maistre si hubiera vivido en Eu-
ropa en la primera mitad del siglo diecinueve. Su "Ensayo so-
bre el utilitarismo" exhibe una enseñanza profunda, unida "al
arte cisoria de su dialéctica". Es de admirar cómo discrimina
e¡ señor Caro los elementos del bien; cómo los distingue, de qué
manera advierte las consecuencias contradictorias o las bases
pueriles del utilitarismo. Porque la argumentación de Bentham
es tan simple y el sofisma tan seductor en su trivialidad, que se
hace difícil desarmar un adversario que tan escuetamente se
presenta a la lucha. Miguel Antonio Caro se aprovechó en su
"Ensayo" de las doctrinas tomistas que impugnan toda invo-
lucración de bienes diferentes y rechazan, con fortuna, la más
certera contrarréplica.
Empero, Caro no fue decidido partidario de Santo Tomás;
no ya siquiera en la forma mesurada en que lo han sido los gran
des seguidores del maestro. Caro no abarcó con la adhesión
mental toda la doctrina del Doctor escolástico. Nunca formuló
con precisión sus observaciones; apenas sí insinuó cierto sin-
cretismo en cuestiones secundarias.
Tal vez la primera labor filosófica del señor Caro fue el
hacer conocer de sus compatriotas la obra de Sanseverino. Toda-
vía en su mocedad mantuvo en el "Liceo de la Infancia" la cá-
tedra de filosofía, nutriéndola de las doctrinas del autor italia-
no.
Juzgar al señor Caro cumplidamente requiere un largo em-
peño de meditación. Toda su grandeza, pero también su esfor-
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CAYETANO BETANCUR