A una distancia de año y medio, los acontecimientos que circundan las
elecciones del 2 de julio de 2006, y las acciones que convergieron en las condiciones sociales específicas que desembocaron en un escenario de incertidumbre y polarización de sectores diversos de la sociedad, a la que los políticos partidistas denominan siempre de manera abstracta como pueblo, han sido prácticamente olvidados por aquella creación maniquea de los medios cuya doctrina siempre dicotómica y a la que la mayoría de los individuos son proclives; denominada como opinión pública, trata siempre de encajonar mediante la adjetivación de la información, volviendo los fenómenos que se suscitan en el medio social elementos bidimensionales, minimizando las opiniones disidentes por un lado y magnificando toda postura que vaya de acuerdo a una línea editorial que condiciona la información y la forma de presentarla al público por el otro. Seria un error pensar entonces que los medios de información cumplen una función que obedezca al beneficio de toda la sociedad, no son ni están al servicio de la ciudadanía per se, son empresas y cómo tales ofertan lo que consideran es de interés para una mayoría que ha de ser seleccionada de entre varios sectores y aglutinados en un mismo campo de acción para la distribución y capitalización de intereses a través de la difusión de información de las bondades de lo que sea que se oferte.
Tenemos entonces un instrumento que permite que los políticos,
refugiados en la polisemia del signo, en lo ambiguo del verbo, se pronuncien de manera siempre tibia con respecto a las cuestiones concretas que afectan en su dinámica y/ o desarrollo a los individuos que componen una ciudad, estado, etc. Por ello el instrumento electrónico, se convierte entonces en una quimera, que se presenta a si mismo como la representación fiel de la realidad colectiva, una que en todo caso no lo es a cabalidad, pues a través de la mutilación y la reorientación del significado mediante la descontextualización y el diseño grafico que resignifica por la forma, el fondo de la información que es mostrada al espectador quien se ha imbuido una idea unilateral de lo que es la “libertad de expresión” y por la cual es en la mayoría de los casos susceptible de manipulación a la mención de las mencionadas tres palabras sumando estado a la ecuación y para lograr de esta manera la histeria inmediata.
Lo anteriormente constituye de alguna manera un eje axial, no a manera
de jerarquización de los elementos que contribuyeron a la derrota de un personaje que se fue perfilando en unos años, como el mesías que los sectores con más necesitados de esperanza al obtener nada más que una larga lista de pretextos que suelen enunciarse a manera de justificación del estatismo, de la falta de oportunidades, dinero o cualquier otra cosa que los individuos y los grupos en los que se conforman necesiten (siendo tan específicos, un error común es agruparlos siempre en es campos semánticos generales). Aferrados a una esperanza, clamaban desesperadamente algo que representara por fin, una diferencia del desencanto que se a gestado gracias a la cantidad creciente de políticos que son siempre ineficaces, insuficientes, corruptos y un largo etcétera de adjetivos con los cuales se asocia en el consenso colectivo a los personajes que participan de la vida política de un país, que por su diversidad es un craso error utilizar siempre el mismo sesgo. Y así nos damos cuentas de que si bien los que apoyaban la campaña de López Obrador, muchas de las veces lo hacían por un fanatismo exacerbado, dónde no fueron capaces de sortear los argumentos de sus detractores, que si bien nunca fueron brillantes o incluso ciertos, fueron por lo menos articulados de manera más o menos lógica.
La democracia, o lo que a este país se lo denomina como tal, es una
falacia, o si ofende demasiado la palabra, no es ni por asomo la democracia que se contrasta siempre con los países de primer mundo, en todo caso no puede ser, las características especificas de nuestro entorno dictan otras formas de interacción y de manipulación del sentir diverso de los ciudadanos hasta convertirlo, sólo de nombre en una sentimiento más o menos generalizado pero nunca homogéneo en su totalidad. López Obrador y sus colaboradores pecaron en el mejor de los casos de cándidos, puesto que la postura de darle la espalda primero a los medios de información, tanto electrónicos como impresos, la falta de visión en la vinculación con los sectores que se empeñaron en ver como antípodas al movimiento, fue una irresponsabilidad, un desconocimiento total de las reglas de facto de un juego que no es más el de las mejores promesas, de la demagogia eterna y de las formas simbólicas del pasado. En términos sencillos que permitan ilustrar la parte medular de mi tesis; no tomar en cuenta aún y las formas más bajas de convencer o de llegar a la gente equivale a jugar béisbol sin un bate, sin atender a las indicaciones del manager y los entrenadores que tendrán al estar fuera de la acción central un panorama distinto que complementa lo que se experimenta al ser la figura visible. Sus colaboradores cercanos no tuvieron el valor o la inteligencia (o ambas) de decodificar de manera benéfica para ellos lo que se venia. Pudo ser de cierta manera la enajenación o las practicas a las que estaban acostumbrados la mayoría de los colaboradores, pues no existe un cambio visible de fondo, sólo de formas no muy acertadas de llevar una campaña política, en dónde la soberbia, el concepto que en cada pagina tiene por lo menos una alusión velada, se convirtió en la fuerza que empujó finalmente al olvido la propuesta Lopezobradorista, y se convirtió finalmente en un ir contra corriente, en convertirse para el universo mediático y falaz de la opinión pública en un loco que se aferra a sus apetitos megalómanos a como de lugar, aún y cuando se convierta en nada más que un circo, o “patadas de ahogado como se expresaría coloquialmente.
A manera de cierre y como invitación a la reflexión de las formas
arcaicas de conducirse en la sociedad que, alargando las formas de gobierno que desgastadas muestran su ineficacia y su desfase dentro de una sociedad mexicana que cada vez más mira hacia afuera; ya sea gracias a la existencia del internet y al surgimiento de formas de relacionarse que, son en conjunto con las existentes o maneras siempre cambiantes de interactuar con lo que sucede en un entorno inmediato, reflejo parcial de uno que se sucede en esencia en otro espacio geográfico con el cual estamos relacionados de manera directa o indirecta, en la lógica de la globalización y en detrimento de las culturas locales (ni todo el tiempo ni totalmente). Nos encontramos tratando de entrar en una democracia que se antoja obsoleta, puesto que en lo global nos encontramos con formas totalmente distintas de conducirse, con conceptos tales como Estado-transnacional, Empresa-nación, Multitud (que si bien no es nuevo, surge como una posibilidad de organización social replanteada por supuesto con los elementos específicos de nuestro espacio-tiempo) y que para ello siendo de vital interés para un servidor, me permito citar un fragmento que se desprende de un texto llamado Gramatica de la Multitud y cuya autoría pertenece a Paolo Virno: La multitud contemporánea no está compuesta ni de "ciudadanos" ni de "productores"; ocupa una región intermedia entre "individual" y "colectivo"; y por ello ya no es válida de ningún modo la distinción entre "público" y "privado". Es a causa de la disolución de estas duplas, dadas por obvias durante tanto tiempo, que ya no es posible hablar más de un pueblo convergente en la unidad estatal. Para no proclamar estribillos de tipo postmoderno ("la multiplicidad es buena, la unidad es la desgracia a evitar"), es preciso reconocer que la multitud no se contrapone al Uno, sino que lo redetermina. También los muchos necesitan una forma de unidad, un Uno: pero, allí está el punto, esta unidad ya no es el Estado, sino el lenguaje, el intelecto, las facultades comunes del género humano. El Uno no es más una promesa, sino una premisa. La unidad no es más algo (el Estado, el soberano) hacia donde converger, como era en el caso del pueblo, sino algo que se deja a las espaldas, como un fondo o un presupuesto. Los muchos deben ser pensados como individuaciones de lo universal, de lo genérico, de lo indiviso. Y así, simétricamente, puede concebirse un Uno que, lejos de ser un porqué concluyente, sea la base que autoriza la diferenciación, que consiente la existencia político- social de los muchos en cuanto muchos. Digo esto para señalar que una reflexión actual sobre la categoría de multitud no tolera simplificaciones apresuradas, abreviaciones desenvueltas, sino que deberá enfrentar problemas ríspidos: en primer lugar el problema lógico (para reformular, no para eliminar) de la relación Uno-Muchos.