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EN EL ANÁLISIS CULTURAL
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Judith Vallés, Iñaki Santacruz, Lena de Botton, Sandra Asensio, Alfons Medina1
Introducción
La sociedad europea es cada vez más plural. El aumento de la inmigración está teniendo como
consecuencia un aumento de la diversidad en la composición étnica, social y cultural de las
poblaciones.
En este contexto, en la Unión Europea y en general en todos los países más desarrollados
económicamente, se está produciendo una doble dinámica: por un lado se están dando políticas
que nos conducen hacia una precarización del empleo creando un flujo de atracción de la
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Judith Vallés, estudiante de sociología, Iñaki Santacruz, doctorando en sociología; Lena de Botton, doctoranda
en Historia; Sandra Asensio, doctoranda en sociología; Alfons Medina, doctorando en sociología.
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inmigración más pobre hacia estos puestos de trabajo y, por otro lado, se establecen muros a la
inmigración, haciendo del racismo una válvula de escape de los problemas económicos,
políticos y sociales de cada estado.
De esta forma, en los estados más ricos se intenta frenar la inmigración, la llegada de personas
de otras culturas con la excusa del riesgo de pérdida de identidad (racismo posmoderno), pero
a la vez se sigue explotando a las personas de otras culturas -que ya estaban en el territorio-
mediante su aportación a los trabajos precarios.
Desde la Unión Europea lo que se ha hecho es eliminar las fronteras entre los países miembros
y a su vez cerrar las puertas a la inmigración extra-comunitaria. La regulación de la
inmigración se pretende realizar mediante una política de cuotas ajustada a las necesidades del
mercado de trabajo del país o zona receptora.
A toda esta serie de estrategias propias de un modelo de sociedad desigual y excluyente debe
añadírsele el auge de la extrema derecha en varios países europeos como el FPO en Austria, el
Frente Nacional en Francia, Alianza Nazionale (AN) en Italia o el Vlaams Blok en Bélgica.
Este nuevo fascismo trata de desmarcarse de sus antecesores, de manera que Haider defiende
que no es nazi ni racista. La problemática y los planteamientos que se realizan sobre la
inmigración no pueden ser analizados desde los postulados del racismo moderno, sino que
necesitamos de una nueva comprensión del racismo (el posmoderno) para analizar las políticas
que se proponen actualmente.
En este sentido resulta de gran relevancia el análisis que realiza Touraine de la sociedad
francesa, la imagen abierta y generosa de la república se ha transformado en rechazo de los
inmigrados, reforzado por la inquietud ante la inseguridad económica y el paro. (...) La
evocación de los ideales republicanos y nacionales de Francia presta a este rechazo de los
inmigrados una fachada noble, pero pertenece al mismo movimiento de rechazo que el
racismo. (Touraine, 1997: 268)
Las bases intelectuales del pensamiento posmoderno se sitúan en autores cuyas teorías han
ejercido gran influencia en el pensamiento contemporáneo: Nietzsche y Heidegger. Aún
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teniendo en cuenta las posibles diferencias entre aquellos y aquellas que podemos considerar
como posmodernos, existe un nexo que los unen: el ataque radical a la idea de Modernidad. Se
puede ejemplificar este ataque a partir del posmodernismo de Lyotard (1984), la genealogía de
Foucault (1975) y el deconstruccionismo de Derrida (1967). En relación a como se
conceptualizan las etnias, las culturas y las relaciones multiculturales, el antimodernismo
adopta una postura relativista que da pie a una nueva forma de racismo: el racismo
posmoderno.
El objetivo principal de las fuerzas dominantes frente al contacto creciente entre culturas
distintas está en frenar la entrada de nuevos inmigrantes. Por esta razón, los discursos del
racismo posmoderno que ponen el énfasis en la imposibilidad de entendimiento entre las
diferentes culturas que, por ejemplo, comparten un territorio, legitiman a esas fuerzas
dominantes y acaban justificando el objetivo de la expulsión: ya que las etnias y culturas son
tan diferentes, no pueden desarrollar sus identidades a menos que vivan en su tierra de origen.
El saber científico, por lo tanto, es una clase de discurso más. Como consecuencia de esto, no
podemos hablar de legitimación de un discurso; cualquier tipo de pretensión de validez en el
conocimiento no tendrá razón de ser:
Lo que ya no tiene vigencia no es preguntarse lo que es verdadero y lo que es falso, es
representarse la ciencia como positivista, y condenada a este conocimiento sin
legitimar, a este semi-saber que le atribuían los idealistas alemanes. (Lyotard, 1993:
116)
Lyotard elimina la posibilidad del consenso, eliminando, por tanto, la posibilidad de establecer
unas condiciones universales que hagan válidos los discursos. En este momento los pequeños
relatos son la forma de la invención imaginativa y también de los discursos científicos. ¿Qué
implicaciones tiene esta propuesta? Si no podemos establecer un consenso sobre un tema para
establecer unos universales significa que no son posibles ya las grandes explicaciones, las
teorías abarcadoras, las explicaciones más generales, y evidentemente nada que tenga que ver
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con teorías morales de carácter universal. Todo intento de explicación científica se quedará en
el ámbito de lo particular: no es posible la comparación con carácter universal de los
fenómenos estudiados.
Por otro lado, Foucault pretende desmontar el carácter (conciencia) histórica que caracteriza a
la Modernidad. De esta manera, puede tomar los discursos descontextualizándolos de todo
referente social. Para Foucault las pretensiones de validez de los discursos están sometidas a su
propio contexto, cayendo también en el relativismo epistemológico. La historia genealógica
convierte los discursos en un tipo más, al igual que las Metanarrativas de Lyotard y la
Deconstrucción de Derrida. La genealogía de Foucault se opone a la búsqueda del origen.
Foucault, mediante el análisis genealógico, describe cómo el saber científico emerge de una
voluntad de poder sin sujeto.
Derrida niega la existencia de una realidad exterior al individuo, por lo que las ciencias sociales
pierden su objeto de estudio. Se eliminan las pretensiones de validez a través de la negación de
la existencia de una verdad asequible para los individuos. Con su concepto de deconstrucción,
afirma que existe una profunda distancia entre el lenguaje y el mundo de referencia. La
separación que realiza tiene graves repercusiones sobre el objeto de conocimiento de las
ciencias sociales, ya que si se pierde el nexo entre lenguaje y realidad, es totalmente imposible
afirmar alguna cosa verdadera o falsa, creíble o verosímil sobre cualquier aspecto de la
realidad. Menos posible será, claro está, articular un discurso universal sobre los derechos
humanos o científico en torno a la realidad.
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plural porque el original se ha perdido. Pero Derrida afirma que el libro no ha existido nunca y
que lo más que hay son rastros borrosos. (Habermas, 1993).
De alguna manera, lo que quiere decir con esta imagen es que no existe ninguna verdad
universal que haya que conocerse, y por tanto cualquier esfuerzo en busca del conocimiento es
estéril.
Derrida (2001), en una de sus últimas obras, opone a lo que denomina una hospitalidad pura o
incondicional, es decir, dejar venir a cualquiera, sin pedir ningún tipo de explicación o cuentas,
personas que no “han sido invitadas”, una hospitalidad de invitación en la que los extranjeros
se tienen que acoger a las normas, reglas y condiciones del lugar que los acoge.
En effet, pour une société organisée qui possède ses lois et qui veut garder la maîtrise
souveraine de son territoire, de sa culture, de sa langue, de sa nation, pour une famille,
pour une nation qui tient à contrôler sa practique de l’hospitalité, il faut bien limiter et
conditionner l’hospitalité (Derrida 2001: 102).
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de plexos de fundamentación y de relaciones conceptuales de dominio como son, por
ejemplo, las existentes entre el habla y la escritura, entre lo inteligible y lo sensible,
entre la naturaleza y la cultura, entre lo interior y lo exterior, entre el espíritu y la
materia, entre el hombre y la mujer. Uno de estos pares conceptuales es el que
constituyen la lógica y la retórica. Derrida tiene un particular interés en poner cabeza
abajo la primacía, canonizada ya por Aristóteles, de la lógica sobre la retórica.
(Habermas, 1993: 227)
Las propuestas de Touraine se sitúan en una línea de trabajo totalmente opuesta al pensamiento
derridiano. Se mueve a partir de diferentes elementos de la perspectiva comunicativa que
hemos trabajado desde CREA. Como el relativismo, la perspectiva comunicativa considera que
las culturas y las etnias no son ni superiores ni inferiores, sino diferentes. Pero la perspectiva
comunicativa tiene una concepción social del poder que conlleva una posición crítica hacia las
desigualdades entre las personas, las culturas y las etnias. La corriente crítica de la perspectiva
comunicativa opta por la actividad transformadora hacia principios como la igualdad y la
libertad; considera la diferencia como necesariamente vinculada a la igualdad, como la
expresión del derecho igualitario que tiene todo el mundo a vivir de manera diferente.
Esta defensa de los principios de la modernidad, de la idea del sujeto transformador, que sea el
Sujeto personal, sus resistencias, sus esperanzas y sus fracasos el centro del análisis social es
uno de los ejes de la teoría de Touraine.
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Desde un enfoque comunicativo se fomenta la igualdad de las diferencias, que orienta el
proceso encaminado a conseguir una posición igualitaria de las diversas etnias, culturas y
personas. Desde esta perspectiva, en las escuelas se entiende la diferencia como una de las
bases de una educación sensible a la diversidad, y la igualdad como otra de las bases de una
educación orientada a proporcionar a todos y todas aquellas competencias requeridas por la
sociedad de la información, que han de permitir a los niños y niñas ir más allá de cualquier
muro. El reconocimiento de las diferencias a partir del principio de la igualdad de las
diferencias propio del enfoque comunicativo promueve el mantenimiento y el desarrollo de las
culturas e identidades. La priorización de la igualdad, por otra parte, permite la expansión de
esas culturas e identidades y su promoción social.
Es necesario que las escuelas así como nuestros curriculums, metodologías y actividades,
incluyan en sus planteamientos, las aportaciones que, desde la teoría y desde la práctica,
contribuyen a romper con los enfoques tanto homogeneizadores como relativistas, y fomentan
el respeto a la diversidad de las distintas formas culturales, garantizando la igualdad entre ellas.
Estos son los retos a los que, como personas vinculadas a la educación, debemos hacer frente,
puesto que la superación de los mismos depende de la educación que impartamos.
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Convivir y trabajar de manera conjunta al mismo tiempo que se mantienen nuestras diferencias
culturales, aquí está la clave del multiculturalismo tal y como lo entiende Touraine. Para este
autor, en las sociedades actuales no puede haber democracia sin un reconocimiento de la
diversidad entre culturas, además del reconocimiento de la desigualdad en la que se encuentran
las diferentes culturas. Por esto es tan importante la búsqueda de la comunicación entre
culturas, que supone al mismo tiempo para Touraine, la aceptación de la diversidad y el recurso
a un principio de unidad. Pero para Touraine existe un peligro en el ideal democrático de la
sociedad multicultural, la cultura de masas de un lado, la obsesión identitaria del otro, la
globalización cultural y los integrismos culturales que tan fácilmente se transforman en
exterminio de las minorías en nombre de la limpieza étnica o religiosa. (Touraine, 1997: 270)
Para Touraine ya no es posible creer que el sistema escolar reduce las desigualdades o
establece mejor la igualdad de todos, sin tener en cuenta la diversidad y las diferentes
identidades culturales presentes en la escuela.
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concepto de igualdad, se deconstruyen los propósitos de diálogo entre culturas bajo el
argumento de que son tan diferentes que sólo puede entenderse desde ellas mismas y, que, por
tanto, cualquier mezcla, representa una pérdida de identidad.
Resulta interesante la crítica realizada por Eco a los planteamientos de Derrida, preguntándose
si una historia podría tener sólo un sentido, todos los sentidos, o sólo algunos, privilegiados
respecto a su interpretación correcta.
En 1984 Derrida me escribió para comunicarme que estaba instituyendo con algunos
amigos un College International de Philosophie y me pedía una carta de adhesión.
Apuesto que Derrida asumía que: a) yo había de asumir que él decía la verdad. B) yo
tenía que leer su programa con un mensaje unívoco, tanto para aquello que se refería
al presente (estados de hecho) como para aquello que se refería al futuro (propósitos
del que escribe). C) la firma que era solicitada al pie de mi carta tenía que ser tomada
más en serio que la firma de Derrida al final de “Signature, événement, contexte”. Está
claro que la carta de Derrida podría haber asumido para mí otros significados y
haberme estimulado a realizar sospechosas conjeturas sobre aquello que él quería
hacerme entender. Pero cualquier otra inferencia interpretativa tendría que haber
estado basada en el reconocimiento del primer nivel de significado del mensaje, el
literal. (Eco, 1992: 34)
En cierta forma, lo que Derrida hace, rompiendo la relación entre el lenguaje y la realidad, es
similar al recurso de Lyotard, cuando nos remite a las relaciones sociales básicamente como
juegos de lenguaje. Para este, la legitimidad del saber científico se reduce a una cuestión de
coherencia lingüística. Se elimina el problema de la legitimación ya que el saber narrativo no
está sujeto a pretensiones de validez y no puede ni quiere ser científico porque no busca la
verdad ni tampoco es necesario que sea verosímil.
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La idea de ambigüedad, polivalencia o metáfora, nutre gran parte de la cultura moderna. Con
el nacimiento de la ciencia moderna también se heredará de la antigua Grecia el pensamiento
hermético, que transforma el mundo en fenómeno lingüístico y elimina del lenguaje todo poder
comunicativo.
La educación antirracista transformadora considera que las escuelas y otros centros educativos
pueden hacer una gran contribución a la perspectiva crítica. Por un lado, reciben gente de
diferentes etnias y de diferentes culturas. Por otro, sufren la presión de la cultura dominante
que las ha configurado como instituciones etnocentristas, tendiendo hacia la homogeneidad y
hacia la exclusión de las otras culturas. Pero, los protagonistas de la escuela, el profesorado,
los y las estudiantes, los y las familiares, y la comunidad en general, pueden desarrollar
procesos comunicativos que orienten sus prácticas hacia la igualdad de las diferencias.
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viejo patriotismo y desarrolla el patriotismo de la constitución. En lugar de orígenes raciales,
esta perspectiva tiene en cuenta las normas consensuadas para organizar la convivencia de
gente diferente, a través del diálogo y abriendo posibilidades para una lucha crítica por la
obtención de consensos más igualitarios.
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Las educadoras y los educadores debemos hacer nuestras críticas a la democracia dominada
por el sistema capitalista pero con la finalidad de conseguir una democracia globalizada mejor
y no para desarrollar una actitud nihilista que al final siempre favorece las alternativas
antidemocráticas exclusoras y el racismo. En esta línea, autores como Touraine señalan que,
con frecuencia, bajo un discurso que se opone a la globalización por sus efectos perversos en
Europa, lo que defienden son estrechos intereses corporativos sociales y económicos,
utilizando el lenguaje del nacionalismo y de la defensa de la identidad cultural contra las
fuerzas impersonales de los mercados globales y el poder de los flujos.
En la actualidad, al sistema educativo se le plantean una serie de retos a los que ha de hacer
frente, y cuya solución marcará el futuro de las nuevas generaciones. Las sociedades europeas
se convierten en multiculturales, y dada esta creciente pluralidad cultural, una de las cuestiones
fundamentales a las que ha de responder la educación es al binomio igualdad/diversidad
(supuestamente contradictorios). Todo ello se encuentra enmarcado en la actual sociedad de la
información, la cual provoca nuevas causas de exclusión, al tiempo que ofrece también nuevas
oportunidades para la igualdad y la participación social. En este sentido, la educación se
presenta como uno de los instrumentos fundamentales para mejorar la situación de aquellos
grupos sociales en riesgo de marginación.
Dado la multiculturalidad que caracteriza las actuales sociedades, es necesario fomentar toda
una serie de acciones que permitan la inclusión de todas aquellas culturas que están
compartiendo un mismo espacio. Es decir, el reto que se plantea es combinar dos conceptos,
aparentemente contradictorios, estos son la igualdad y la diferencia.
La educación se ha de apoyar en las diferencias de todas aquellas culturas que han nacido en su
seno si quiere recoger la diversidad existente. No obstante, las especificidades culturales no
pueden desvincularse del principio de igualdad para garantizar que toda persona tenga la
posibilidad de adquirir las competencias necesarias dentro de la sociedad actual.
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Referencias bibliográficas
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