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Y otros relatos
ELBIO APARISI NIELSEN
Grafismos de Waterloo
Y otros relatos
EDITORIAL DUNKEN
Buenos Aires
2009
Aparisi Nielsen, Elbio
Grafismos de Waterloo: y otros relatos.
1a ed. - Buenos Aires: Dunken, 2009.
120 p. 23x16 cm.
ISBN 978-987-02-3646-7
1. Narrativa. I. Título
CDD 863
El camino al origen
–¿Quién es el que impide un escabroso final para el persona-
je? –le cuestiona un joven periodista de traje.
–La demagogia es unos de los puntos presentes, todos so-
mos parte y no hacemos más que mirar a un lado, ¿qué clase de
preguntas hacen aquí? –harto de las interrogaciones se levanta
golpeando el micrófono y dejando a todos los periodistas con las
manos flotando. Más de veinte preguntas restan al menos, Kurt
solo quiere irse, ya no soporta la presión injustificada de tener
que vender sus libros, nunca pensó en tener que realizar doble
esfuerzo, demasiado hace por sí mismo al escribir.
En el bar.
14 ELBIO APARISI NIELSEN
Camino
Suelta el libro, ¡qué mierda de portada!, piensa mientras con-
duce por la autovía directo a París. “No volveré a Villeperdue, me
agobia ese hijo de puta, no soporto el hedor, es una mierda”, ha-
bla consigo, suelta palabras libres mientras mezcla con canciones
de la radio. Le duelen los ojos, no duerme mucho, estos últimos
días fueron entrevistas, una tras otra. Coge el móvil mientras pul-
sa el botón de los altavoces.
–Cariño, estoy de camino, cenamos luego en el “Au Pied de
Fouet”, ahora mismo hago la reserva, necesito verte –cuelga, la
contestadora del móvil guarda el mensaje, ella termina su turno
en unas horas.
La autovía quiebra Villeperdue y sube hacia el norte Parisino,
Kurt canta mientras remonta sus manos al aire, está radiante,
sabe que hace lo que siente. Una de las curvas que rodea el aero-
puerto de Le Boulay lo ubica frente al gigante aeronáutico, llegan
y salen aviones de todos los puntos.
Suena el móvil.
–¿Si? –no sabe quién, no puede ver de dónde proviene el
número, justo es una curva peligrosa. Pulsa el botón de los alta-
voces.
–Cariño, soy yo.
–Hola, estoy en camino a París por la A-10, en unas horas
estoy por ahí. Tengo muchas ganas de llegar.
–Ya, con lo que has hecho no me cabe ninguna duda. No tie-
nes que irte de las conferencias de esa manera, no vayas si no
quieres, así levantas mas polvareda que un infante, ahora todos
GRAFISMOS DE WATERLOO 17
Kurt cuelga mirando la grava, mira sus pies, sus zapatos tie-
nen algunas manchas, eso le inquieta. “Claro que es un titulo de
mierda, no hay dudas, tengo que escribir”, piensa mientras sube
al coche y da las primeras marchas.
París se presenta ante Kurt como algo triste y sombría, por
momentos le deslumbra en bella y por otros en oscura y vacía. Mi-
les de turistas deambulan cuasi perdidos, con gorros y mochilas.
Kurt adora el Sena al atardecer y los Jardines de Luxemburgo por
la mañana, no hay nada que no pueda describir y que el resto del
mundo no conozca, es París, la ciudad más visitada del mundo.
Las palabras de su padre se sostienen durante todo el viaje
de regreso, su rostro se dibuja, esos gestos de bondad, hasta las
posturas que solía poner al hablar de cultura y política. Nunca
pudo decirle todo lo que le agradecía haber sido tan comprensivo
con él, haberlo dejado experimentar tantas disciplinas sin haber
negado ninguna, agradece que el tiempo lo separe de su linaje y
no la muerte. Eso se lo debe, a él y a su madre. Imagina, durante
muchos silencios cerebrales al escribir, lo grandioso de tener una
extensión de sí mismo en la perpetuidad de la evolución, de la
cadena única y humana, es un deseo que no completa, por su
vocación y obstinación.
Llega a casa, siente estar de nuevo, aunque su casa no es
ningún lugar, la identidad de hogar solo la siente en su habitación,
en la habitación de las palabras. Solo quiere ducharse, está muy
cansado, enciende el televisor y lo primero que suena mientras
suelta la camisa en la cama es su voz, se reconoce pero no le
gusta, siempre es lo mismo, odia ser Kurt, ese Kurt que todos co-
nocen, uno de los tantos que usa en la vida. Es la imagen repetida
de la que hablaba en el coche María, solo que no le dijo nada de
las opiniones tertulianas y malignas de los panelistas obligados
de la noche. Entre canal 6 y el 5, elige el 6, se sienta en el final
de su lecho matrimonial y desata sus zapatos negros que nunca
deja de usar por cómodos.
Es una mujer entrada en los cincuenta años, sostiene un
bolígrafo en la mano izquierda y lo mece con toda su rabia hasta
marear al bolígrafo indefenso y a los televidentes.
GRAFISMOS DE WATERLOO 21
–Este holgazán no tiene nada que hacer con sus libros, habla
de la vida como si supiese todo, es muy soberbio y tiene una
falta de talento enorme, no sé cómo pueden leerlo –la mujer mira
a la cámara de frente–. Kurt si estás viendo el programa quiero
que sepas que no tienes nada que hacer con tus libros. Eres un
impresentable, seguramente te han ayudado tus amigos de dine-
ro, porque en verdad no tienen gancho tus libros, los dejo en el
prologo.
Es un momento único, esos que no se repiten, Kurt mirando
un programa de contenido cero, un hito a la pérdida de tiempo.
Kurt se para y busca su espejo de las mañanas, lo coge con su
mano derecha, se mira y observa el color de sus ojos, intenta ver
si hay algo dentro de sí que sirva, que pueda usar.
–Esta tía se va a enterar –en la parte inferior de la pantalla
figuran los teléfonos de producción, no duda un instante, es más
fuerte que él, es Kurt el que ve en la televisión, algo enfadado–.
Sí, sí pásame al plató en directo, si, no me importa, pásame ya,
mierda, ¡pásame!, ¿que no entiendes mi francés?, mira pequeño,
pásame con el director... ¡bien!, comprendo, bueno ahora que
te he oído puedes pasarme al plató en directo, ya, ¡ya!, vale, no
quiero dinero, estoy seguro, bien, espero.
Los bolígrafos danzan por todo el plató, cada panelista habla
de la literatura inglesa, de los clásicos, únicamente lo que han
leído momentos antes de entrar en la lista, nombres que figuran
en el guión del programa.
–Me dice el director... por favor no hablen que no se oye nada...
un momento, ¡es el director del programa!, están en vivo. Dice que
Kurt está en directo, ha llamado y quiere opinar –la presentadora
tiene un rostro entre pánico y “haz lo que te decimos”.
–Estamos en línea con el escritor más polémico del momento,
Kurt buenas noches te saluda Nicole...
–Nada, nada, solo llamo porque no soporto la estupidez, ha-
blan de mí como si supiese quien soy, solo escribo libros, que
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algo como tú, pero sin ser tú, exactamente. Cuéntame quién es
ella, sólo se su nombre.
–Pues... María es mi mujer, es cirujana en el Hospital de Mes-
sine Santé, llevamos quince años de casados, es el amor de mi
vida. No hay más –cierra el portátil, Kurt pierde los nervios.
–No tiene diferencias, ninguna diferencia entre él y Kafka, y
menos con Artaud. ¿Por qué siempre se me ocurren historias que
existen? –se pregunta indignado–. Toda la vida intentando crear la
mejor justificación, el minuto exacto de completitud, pero no hay
números naturales que dejen lleno el hueco en la teoría, soy el
escritor de mi propio final.
Ha llegado al origen.
Sigue allí, mirándonos, siendo esa energía única, ese cosmos
de conocimiento y altruismo.
ARMÓNICO Y DESALMADO
Uno
Al tiempo lo vemos, lo palpamos con nuestros deseos y lo ha-
cemos muy útil para evolucionar, lo contenemos en una fragmen-
tada memoria colectiva. El tiempo lo destruye todo, todo, incluso
se autodestruye a sí mismo.
Me puedo sentir cazador y cazado, tengo que escapar y mi
coche está lejos, no hay autobús ni metro hasta entrada la prime-
ra hora del día, no quiero decidir por nadie, la vida es lo más frágil
y único que existe.
Recuerdo leer a Cortázar por las tardes, en un invierno de hu-
medad y lazos destruidos, para fortalecer eso que había perdido,
pero fortalecer lo que no tenia, saber que ya era un hombre solo
en una tierra derruida por la ambición.
En unos de los cuentos Julio viajaba sobre una isla en un
avión de turbina, observando cómo aquello se convertía en una
obra de teatro viva, y podía verse como todo se volvía contra él,
el saber la clave lo hizo desaparecer, solo y olvidado en algún
rincón de Francia.
La muerte, el dejar la existencia, los pensamientos, la com-
plejidad del azar y los rostros de todos quienes quieren mirarme
es algo que no podría soportar, obviamente estando vivo. De solo
pensar que todo acaba en lo mismo me atormenta. De niño solía
dormir llorando por mis padres, mis hermanos, siempre los imagi-
naba morir y lloraba por ellos, luego reivindicaba sus existencias
en mí y reía en la mañana como un niño, pues lo era.
Buenos Aires y Borges, Borges, los espejos abominables y
la calle Maipú, donde pudo escribir algo de lo que luego, fue un
punto espacial donde todo lo podía ver y contemplar. Algo me trae
sus palabras y puedo sentir la brisa del Rio de la Plata, deambular
la reserva ecológica y sentir que esa tierra no es mía.
La terminal tiene que ser el único sitio para escapar de la
ciudad, tengo algo de dinero en metálico, solo eso. Quizá en Irún
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pueda estar unos días hasta poder ir a Toulouse donde tengo algo
más que mis anhelos, mi primer novela.
Olvidando un poco mi encuentro reciente puedo recordarme a
mí mismo que sigo siendo un escritor y que todo puede nutrirme
para lograr otra novela. Seguramente tendré algún tiempo para
volver a sentar mi cuerpo y hacer algo más bien interesante. Es
tan duro ser joven, escribir y describir que nos es solo una mera
afición sino un modo de vida, una manera suave de pasar el
tiempo siendo algo útil para quienes necesitan esclarecer en la
lectura una parte de sí mismos, o nada, pasar los minutos en la
creatividad de la mente y los conceptos, ajenos y propios.
Dos
La espera tiene que ser compartida, en la eternidad de la in-
condicionalidad física puede resultar incómodo ser algo más que
una unión orgánica de átomos.
Bajo el reloj de pared enorme y las paredes rojas y blancas
que caracterizan a Bilbao, espero que la salida a Irún sea pronto.
Pasaran unos minutos para saber cuánto falta, no puedo decir a
qué hora es, ya que el tiempo no es más que pensamientos den-
tro mío. Estoy en la terminal de autobuses, junto a la universidad
de Ingeniería.
Suena el teléfono verde que esta frente a mí, es algo pequeño
cuadrado y apoyado en una mesa alta blanca, donde se puede
escribir o mirar los billetes, leer revistas o solo apoyarse para es-
perar. Suena y pienso igual que antes, la gente se despertará, ya
que aquí muchos errantes sueñan todos los días con vivir dentro
y no fuera. Hace frio y un poco de movimiento no me hará daño.
–¿Qué quieren? –ya sé que es para mí, y quienes pueden ser,
no hay rodeos.
–No puedes escapar, mira a tu alrededor, todos conocemos
quien eres, no puedes disgregarte, tienes que aceptar, la caja
tiene que seguir su curso, siempre ha sido así, hoy te ha tocado
GRAFISMOS DE WATERLOO 41
–No creo que haya nada, pero es bonito pensarlo, lo veo como
la literatura, nos enamoramos de las ideas y las hacemos un mun-
do. Y un grano no es una playa.
–Es muy real lo que dices –tose fuerte mientras termina.
–¿Crystal te encuentras bien?
Ella tose todavía más fuerte.
–¡Sí! algo mareada, pero bien. Cuéntame algo, así puedo
tranquilizarme, suele pasar durante unos minutos.
–Hace unos instantes transitaba mientras pensaba en la cama,
que caminaba por las calles de mi ciudad natal, seguramente no
lo sabes pero soy de otro país, vivo hace años aquí pero sigo sien-
do de allí, aunque mi descendencia sea directamente celta, igual
eso no es importante. Pero en esos momentos mientras caminaba
recordaba lo que soñaba cuando era un adolescente soberbio,
pensaba en comerme el mundo de un mordisco y ser un Borges
mejorado, pensaba que el éxito me daría mucho dinero y que sería
feliz. Mis padres al verme tan aficionado a Borges me regalaron
la colección completa y la leí casi toda, memorizaba momentos y
repensaba lo que planteaba en sus libros, luego escribía copiando
el estilo y me encerraba días pensando en el Aleph. Pienso hoy
en día que era genial ser ignorante, ser tan puro e inocente. Me
gustaba enamorarme de mis ideas.
–Eso es muy profundo, algo profundo, ¿crees haber perdido
todo eso?
–Sí, sin dudas perdí el amor a los sueños, a pensar vidas y no
vivirlas, simplemente soñarlas. Quería ser escritor y hoy lo soy,
pero no como quería y me siento totalmente fracasado. Estoy lejos
de todo lo que quise algún día, incluso comencé a escribir libros
simples, para que todos me entiendan, para poder ganar dinero,
y me va de maravillas porque logro lo que me propongo, pero no
me llena para nada. Me llaman todos los días personas que quie-
ren hablar conmigo sobre mi obra, sobre mi vida e historia y no
puedo con todo eso, no quiero. Pero parece que eso alimenta aun
más mi popularidad ya que se imaginan mil personas distintas a
56 ELBIO APARISI NIELSEN
–Esto no existe.
–Sí existe, Crystal, todo tiene sentido.
Ahora tiene una silla con su respaldo contra la puerta, mira el
techo suspirando, ella sigue inmóvil y dolorida, cree sentir algo nue-
vo, una sensación que recupera luego de mucho tiempo, sonríe.
–¿Sabes? Creo entenderte, pero no comprendo por qué sigo
tirada aquí.
–Porque sabes que no puedes entrar, no lo permitiría.
–Estás mal, no ganas nada siendo así, tus historias son mucho
más interesantes, no entiendo como alguien que escribe tan bien
pueda ser como tú.
–Suena como si hubieses leído mis libros, ¿acaso esa persona
cercana eras tú?
–No, pero sé de lo que hablo.
–Es que no entiendes que mi vida dista años luz de mis obras,
no asocio vivir con escribir, es otro mundo al que no puedo sumar
a mi realidad, eso es lo que me duele más. Los elogios son una
mierda, perdona la expresión pero no son más que palabras y a
mí me alimenta sentir el frio del viento junto al mar. La perpetuidad
de mis obras y lo que generan no es mi problema, no sé porque
hablo contigo si no me entiendes.
–Claro que entiendo lo que dices, estoy muriéndome y la
sensación de tiempo es lo que más me tiene ocupada, todo se
viste de algo que no es una realidad, se que el tiempo ya no es
una variable perdurable, mi tiempo se fracciona a miles de horas,
no miles de días, eso da un carácter muy distinto a mi realidad.
Yo no sé que es morir, ni quiero pensarlo, pero la sensación de
abandonar mis pensamientos, mis recuerdos para que sean lue-
go energía dispersa e inútil me hace sentirme nada en mi aquí y
ahora. Se me anuda el estomago de pensarlo. Cuando escribes
seguro tu tiempo es distinto, ¿verdad?
–Es una apreciación vaga del tiempo, pero es real. ¡Sí! Dejo
mi vida en ello y no lo comparo con nada. Bueno, sí, lo podemos
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comparar con una película, pero solo por momentos, cuando rela-
to, luego cuando los personajes hablan se convierten en personas
vivas que se expresan y es cuando los escucho y me olvido de
mis dedos, solo los escucho como hablan. En ese caso seríamos
en estos momentos personajes de alguien que nos escucha y no
piensa en sus dedos. Me encantaría pensar que todo puede ser
así, un hombre de unos treinta años o menos, escribiendo con su
portátil en un bar vacio, vestido de negro y escuchando música,
bebiendo Coca-Cola, sintiendo que es distinto creando este mun-
do, no me lo creo.
–Cree en que me duele mucho el cuerpo.
–¿Aún más?
–Creo que sí, siento mis huesos, como se rozan y se astillan.
–No es posible sentir eso.
–Es la sensación. ¿Tienes algún calmante?
–Sí, tengo lo que bebo cuando me duelen los oídos, es un lí-
quido fuerte y amargo pero te hará olvidar un poco que tienes un
cuerpo además de tu talento.
–Por favor, si quieres no abres la puerta, por debajo pasa per-
fecto sin necesidad de abrir.
–Bien, sólo tardaré unos minutos.
Pasan los minutos, es decir, pasaron mientras él buscó en su
cajón de medicamentos.
–Toma –deja deslizar por debajo de la puerta una pequeña am-
polla de cristal–. Ten cuidado al romper la punta. Mejor, cubre tus
dedos con la ropa que tengas, así no te cortas, es lo que menos
quiero que pase.
–Tranquilo, no es la primera vez que bebo una de estas.
–Bueno, mejor así.
Siente cómo quiebra el cristal, suena distinto a un cristal nor-
mal, estos tienen algo que lo hacen menos ruidoso y peligroso,
pero igual cortan.
GRAFISMOS DE WATERLOO 59
–¿Y, Crystal?
–¡Ya está!, a ver cuándo me hace efecto, igual es curioso, me
siento más animada, siempre que bebo algo me animo al instan-
te, como si mi dolor supiese que bebo esto, eso me hace pensar
que deposito mi mente en esta receta mágica, yo que sé, lo de
siempre, de los cuentos que me leían de niña.
–Siento que ya podemos dejar esto, estoy algo aburrido.
–¿Por qué lo dices?, solo me dolía algo y me diste lo que me
quita el pesar.
–Es que ya no quiero hablar más, estoy algo aburrido, y no
tiene mucho sentido seguir con esto. No hay escritor detrás de
esto, ni nada, somos nosotros dos sintiendo que es especial tener
una conversación rara y sin sentido.
–Para mí tiene mucho sentido, fui yo quien le dio el sentido a
esto.
–Estás equivocada, hablamos porque yo quise comenzar a
hablar y no tiene que ver con que seas Crystal, ni siquiera sé si tu
nombre verdadero es Crystal o María; pero eso me da igual, no
me aporta nada.
–Eres muy egoísta.
–No, es que quieres que abra la puerta y no lo haré, por nada.
No quiero que me veas.
–¿Qué traes? Ropa interior de mujer, seguramente.
–Soy muy masculino.
–Seguramente, te acuestas con todas las mujeres que entran
al piso, significa entonces que con ninguna.
–Eso duele.
–Es la idea, pero no me mal interpretes, no sé nada de ti, más
que lo poco que escriben en revistas y libros.
–Cree lo mínimo, básicamente no hay diferencias entre un
periodista y yo, mienten más que hablan e inventan más que sue-
ñan, ven cosas que no existen y las cuentan. Pienso a menudo en
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–Tócame la parte donde todo cae, ciervo, mira mis patas como
sudan.
Y las hormigas quieren hacer su trabajo, no es más que un
dique insostenible de lava.
Cae la estrella cerca.
–Toca mi golpe certero a tu amor.
–Dije enamora mis dolores, golpéalos más que solo quieren
sobrevivir.
El estruendo llega desde lejos, un golpe expansivo, fue algo
fuerte, su rostro acompaña a la sangre que quiere escapar de su
envase.
–Ahora que nos dejan solos, por favor solo hazlo ahora.
Pican las aves mis órganos, porque podría ser Prometeo y la
caja abierta de...
La estrella gira y recorre la tierra, mientras ilumina, solo le
queda eso... ¡Un artista del hambre!
–Mátalo entonces maldito, tus patas serán tus raíces, no me
dejas mas opción...
Llueven nueve copos de nieve sobre su mano, la deja inerte
sobre un tronco húmedo repleto de hormigas.
Toca mis partes ciervo o ¿no piensas morir?
El último vértice
INERME
Era enorme entrar al bar, saber que estaban aquellos tres in-
dividuos, gritando con sus puros y copas agitadas sin descanso.
–¡Hombre Simón! ¿Qué tal estás? –Pilar no podía ocultar la
bondad.
–Bien Pilar, por suerte nada es tan malo. ¡Yo qué sé cómo
estoy!, eso me pregunto todos los días.
-Eres igual, no cambias. Mira tus colegas tienen alcohol hasta
en las lágrimas, mejor siéntate aquí conmigo, que hoy no es un
día muy tranquilo, ha habido muchos secuestros y tengo miedo.
Quédate aquí Simón, hazme el favor.
–Nada, me quedo, pero que quede claro que esa brigada te-
rrorista no me da miedo, me producen asco.
–Habla bajo, ¿quieres?, que hay muchos fisgón, detrás de
cada oreja hay un guardia. Hoy me han seguido toda la tarde, en
la tienda me han puesto un revólver sobre el mostrador, ha sido
horrible, Simón. Me están atormentando, y no sé qué hacer, no sé
si respiro o si duermo, esto no puede seguir así, han destrozado el
portal de mi casa, y mi cuñado no aparece desde el viaje a Fran-
cia. Tenemos miedo, y mis hijas no tienen con quién quedarse,
eso es lo único que me importa.
–Nada, tus hijas se vienen a mi casa, es lo único que puedo
hacer, pero lo haré con gusto, eres mi amiga, y no puedo dejarte
sola.
–Pero, ¿y qué haré yo?, si sólo tengo eso, sin la tienda y mis
hijas me muero.
86 ELBIO APARISI NIELSEN
3 de septiembre, 1986
El mar está calmo, hace unos instantes que pude sentarme en
una roca, tengo las manos manchadas de lodo y algunos restos
de sustancia, creo comprender lo que hice, ¿pero qué es com-
prender? Ayer fue un día estupendo, mucho calor, mucho verano
detrás, es que no quería disfrutar tanto antes de esto, pero la vida
es misteriosa, no me arrepiento. Respirar es un poco dificultoso,
no se me despega el aroma a quemado, mis manos tienen más
restos de sustancias, no las distingo.
–¿Qué ha pasado Iker? –es Nagore desde algún lugar de la
costa.
–Que, ¿Qué ha pasado?, ¿eres tonta o qué?, mira Nagore, me
da igual lo que hayas hecho y mas lo que digas ahora, pero tienes
que comprender que lo hemos hecho mal, algo no salió como es-
perábamos, ahora tengo a los guardias detrás y ni siquiera puedo
contener mi cuerpo, estoy destrozado, tengo magulladuras por
todos lados y no tengo donde ir.
–Es que, hicimos lo que pudimos, solo os digo a ti y a Borja
que dejéis la costa, el monte es más seguro, sino os pillaran.
–¡No entiendes!, Borja ha muerto y dos personas más, fue ho-
rrible, nos emboscaron y no pudimos hacer nada. Algunos nos mi-
92 ELBIO APARISI NIELSEN
raron y ya tienen nuestras caras, como puede ser que pase esto,
si estaba todo hablado, alguno de nosotros nos ha delatado. ¡Ya
mismo dejáis el coche en la boca del metro! Hay que tirar rastros
en la otra esquina de la ciudad, tengo poco tiempo.
–Ve donde el doctor Ibarretxe, él sabrá curarte, no hables,
conoces el código.
–No lo haré, procuren dejar el coche donde dije.
–Agur –adiós, dice Nagore.
Creo saber bien que hacer, no me ha mentido, su voz ha so-
nado bien, creíble, pero fiarse de ella puede ser un error. El doctor
puede ser algo más peligroso y mis heridas no son tan graves
como lo que hemos hecho.
Hay un coche en la acera, mal aparcado y con una cerradura
débil, tendrá unos años, es lo único que puede darme camino,
es que pensar en estas situaciones siempre ha sido imposible,
las últimas imágenes, esas miradas, los colegas, mejor dejar de
pensar.
En el cuarto de baño
Mirarme en el espejo, leer esos libros de mi niñez, recordar
tirado en la cama, mirando el techo y sus averías. Estoy en la du-
cha algo caliente, podría haber comido hace un rato y comenzar la
digestión en el agua, o igual bañarme justo después de una buena
paja, pensando en mis compañeras. El baño, si miro ahora a la
derecha tiene azulejos (¡como todos!), es que contar lo que veo
me parece algo inútil, si solo cuento mi historia es mejor, bueno,
nada, aquí estoy, buscando un presente, pensando en todo lo que
hice, y no me arrepiento.
La gente obviamente camina a sus casas, corren de prisa con
el hijo a cuestas y yo miro por la ventana, aburrido, recluido para
que pase el tiempo, no tengo teléfono, y mis libros se agotan y
no puedo leer mas. Por momentos me olvido de lo que no quiero
acordarme, pero tampoco soy feliz, simplemente me olvido y eso
GRAFISMOS DE WATERLOO 93
Por la noche
Ninguna obra se escribe en una sola fase, todos tenemos
fases que nos abruman y comienzan a perturbarnos, eso nos con-
vierte es nuestros escritores; pero, no puedo arrepentirme. Han
pasado tres meses, y el frío ya se siente en el monte, la gente no
anda por ahí, las calles se abarrotan de nieve cuajada y el paso se
hace imposible, llegan cartas que no puedo recoger, aunque sea
verano, las conservas se mantienen frías, me olvido del tiempo,
duermo muchas veces durante el día, cuando puedo, cuando me
dejo dormir.
Esperar nunca ha sido mi estilo, pero debo hacerlo.
El último
Hay días que no se qué hacer realmente, tengo bloqueos
mentales, lo único que se me da bien es comer y mirar el televisor.
Sé que no es forma de vivir pero no tengo otra cosa que hacer, lo
he intentado todo, desde correr por el circuito de la ciudad durante
un año a practicar tiro al blanco en el monte, pero nada de eso me
deja tranquilo. Tampoco creo que la solución sea ir una y otra vez
al psicólogo, porque siempre me dice lo mismo: –Usted no tiene
nada, es un ser sano.
–No es la respuesta que debería escuchar de un profesional,
pero es igual siempre, han sido cuatro y he agotado las consultas
ya que no hay más que unos pocos aquí. Luego al ambulatorio,
de allí al sofá de mi salón porque las respuestas suelen ser simi-
lares–. Usted es hipocondríaco –cuando me contestan sobre que
es realmente vuelvo al sofá.
Aquí estoy desesperanzado, porque no tengo más que res-
pirar, comer cuando mi cuerpo me lo pide, que es siempre, y
cagar, mear, bañarme y volver a hacerlo cada vez que mi cuerpo
lo pida.
Hay una cadena que me gusta mucho, es de cine, veo todo
lo que puedo, por momentos consulto el ordenador y vuelvo al
televisor, los libros casi no me gustan, me dejaron de gustar hace
tiempo, es más fácil mirar algo en movimiento que tantos trazos
inertes. El cine tiene algo que me fascina mucho mas, porque
ya no me gusta inventarme imágenes nuevas, porque todo se
asocia a lo que me sucedió hace tiempo, prefiero dejar que me
entretengan, me distraigan de los pensamientos. Pienso siempre
antes de dormir, es un coñazo la verdad pero es real, justo antes
de dormirme no puedo oír nada de ruido y ahí es cuando pienso
de verdad, me es muy difícil conciliar el sueño de esa manera
98 ELBIO APARISI NIELSEN
Diciembre
Luis San Martín acomodó la copa junto al plato y miró a Mar-
cos estudiándolo comparando que había pasado por ese rostro
durante los últimos 33 días.
104 ELBIO APARISI NIELSEN
Marcos miraba, y solo vio mucha luz, recordó aquél día en que
tomaron prestado aquél barco, en su mente surcaron las olas
golpeando el borde, llenando de agua la proa, vio a Marcos
tranquilizándolo, sintió esa paz que pudo transmitirle en ese
instante, incluso olió la mar de cerca, respiró ese aire de miedo
y tranquilidad. Miró el suelo, recordó a Loura, el nombre de su
colegio, se acercó a un comensal que comía junto a su familia
y le preguntó la dirección.
Abril
El piano terminaba de quebrar el sonido de la sala, Marcos
redujo los tres últimos acordes a dos compases para terminar,
estaba agotado, tenía dormido los dos dedos más pequeños de
las manos, la gente aplaudía y él se retiraba todo lo rápido que
podía.
Seattle no era una ciudad de escritores, pero era la ciudad
esmeralda para sus ciudadanos y eso era un buen comienzo. El
lago Unión era el favorito de Marcos, pero no había nada dentro
de este que lo alimentase como él quería. Estaba hambriento de
letras pero tenía muy pocas guardadas, sentía estar en blanco,
y hablaba con los ancianos del parque para ingresar algunos
datos.
–Éramos jóvenes y estúpidos, hicimos mucho mal, nos hicie-
ron hacer el mal y los odiamos por eso –Peter Cell no era precisa-
mente norteamericano pero había combatido por su nueva patria
en aquél entonces, a consecuencia de tal aventura le faltaban sus
brazos. Contradictoria la realidad lo obligaba a jugar al ajedrez,
porque la voz según él no se la quita ni Dios y menos ese presi-
dente que reeligieron.
Marcos pensó al mirarle el labio inferior agrietado por el frío
en un lago que busca irrigar agua a la tierra, pensó también en
las raíces de unos árboles africanos y principitos trepándolos en
espacios del universo. Había nubes y viento, poco sol, los ancia-
108 ELBIO APARISI NIELSEN
Diciembre
No recordar el nombre de su padre y que su padre no se lo
diga fue algo contradictorio para Loura desde siempre, pero las
promesas son hechas para que algunos las respeten y Luis San
Martín había decidido no quebrar ese límite por nada que el mun-
do pueda darle a cambio.
–Loura tienes que llevar el abrigo, el invierno es muy duro, allí
–Luis, su padre, la había apuntado al intercambio con la universi-
dad de Washington para hacer su tesis final sobre la evolución.
Loura terminaba sus últimos veinticuatro años para convertirlos
en veinticinco, ese regalo le pareció un buen momento para iniciar
su vida individual.
-Me llamarás todos los días al menos unos minutos, sino es a
casa por el cambio de horario me llamas al bufete, le dices a Sil-
via que llame así no gastas dinero, ya sabes que la tarjeta no tiene
límites, no pases los tuyos gastando lo que nunca has gastado,
pero vive bien, porque es crucial para la tesis final, es el puntaje
que te dará el honor del título y sus créditos.
–Siempre piensas en lo mismo, no es justo que justifiques tu
vida en mí, ya lo hemos hablado, no me hace falta nada más que
mis piernas y mis sentidos, es lo que amo de mi cuerpo –Luis la
miró e imagino a su padre y éste a su abuelo y así se imaginaron
las generaciones anteriores hasta llegar al viejo continente, Luis
vio como la genética no tuvo que ver en sus palabras, en sus
gestos, Loura hablaba como él (Luis) pero sus labios y sus manos
se movían como las de Marcos, sus pensamientos estaban enla-
zados, recordó el gesto de Marcos al darle un golpe un día que
Luis le critico su decisión de dejar las ciencias por la literatura.
Recordó.
–¿Quién mierda te crees puto abogado?, no sabes cómo me
siento cada día al levantarme, al comprender que sólo es mante-
nernos, entretenernos, desde nuestros inicios racionales al del de
hoy no hay nada que haya cambiado, los artificios suplantaron a
la naturaleza, pero nuestra naturaleza no ha cambiado nada, pero
nada, entiendes, tus palabras no me hacen daño, me enfurece
110 ELBIO APARISI NIELSEN
Abril
Cortó la última uña del pie, tenía el dedo gordo del pie derecho
un poco hinchado, era la resultante de un arduo trabajo semanal,
pero no era lo que le molestaba, ni el dolor al apoyar, menos an-
dar tres cuartos de hora para llegar al parque.
Estaba molesto porque había terminado la primera copia de
la novela, su gran trabajo, sus últimos dos años en Seattle y no
se lo había entregado a nadie para leer y corregir. Estaba moles-
to porque no quería que nadie mirase el interior de esas páginas
clonadas de su alma, sentía que podrían destrozarle la vida las
críticas y prefería tirar todas las copias al río a someterse a tal
homicidio o literatisidio, según su diccionario.
No había sol que iluminase el evento, las nubes tapaban a los
rascacielos y estos oscurecían mas las calles del centro. Marcos
miraba desde el puente como sus cabellos jugaban con el aire
y sus ojos, pensó en no hacerlo, imaginó revistas de grandes
tiradas con titulares de su entrevista y presentación, meditó so-
bre lo que sentía en sus ojos neuronales, pero no podía terminar
de creer que esos dos años de esfuerzo sirvieran de algo, no
GRAFISMOS DE WATERLOO 111
el ceño, ese hierro brillante, esa luz, que hay detrás de esa luz,
siempre te veo antes de dormir, pero nunca puedo recordarlo al
amanecer, si, si, puedo verte, quien está detrás de la luz, ese
hierro, el agua tiene que destruirme a mí, debe matarme, porque
es el cambio que tiene que quitarme este daño. Maldito libro, no
quiero nada, nadie sabe quién soy, y menos yo, como firmaría
en las presentaciones, hablaría como quien, si no hay nadie que
pueda decirme un nombre que me guste, no puedo permitirlo.
Soltó el libro al camino del puente, estiro sus manos aletean-
do, solo para entrar en calor. Los coches hacían sus sonidos y sus
notas hacían una música inferior, por debajo de sus pies, movió
sus dedos en un piano único, un piano sin teclas, de tacto natu-
ral, movió sus dedos de los pies agitándolos fuertemente hasta
perder el equilibrio, giro su cabeza hacia delante y cerró sus ojos
más fuerte, tan fuerte que vio todo blanco y recordó el ensayo de
Saramago, apretó su mandíbula, soltó el aire, olvidó la copia de-
trás suyo, oyó el piano estremecerse en sus yemas de los dedos,
creyó separar su alma, y se dejó caer al agua, su caída duró dos
segundos, su cabeza se rompió al tocar el agua.
Abril
Las maletas ya no se veían, las tenía debajo de la cama, le
provocaba la sensación de volver y prefería tenerlas debajo, por
si acaso. Loura llevaba un tiempo prudencial, y unas exigencias
que no esperaba, no tenía la tesis compuesta siquiera en sus
inicios y poco podía pensar, todavía le duraba el bloqueo, toda
esa información de golpe, todos esos paisajes nuevos, las nue-
vas costumbres, la comida. Cogió el abrigo, la bufanda gris, la
anudó sobre su fino cuello y miró un libro sobre la ceguera de
alguien sabio y pensó en llevarlo, pero hacía mucho frío como
para leer en un banco, solo quería caminar y dejar los pensa-
mientos por suspiros de aire frío. Que estará haciendo Olatz
pensó en sus ojos y el Cantábrico, hacía tiempo que estaba sola,
no sentía amor real, pero no estaba mal recordar el color de sus
GRAFISMOS DE WATERLOO 113
Septiembre
La tesis no tenía consistencia, el tramado se había desvincu-
lado de la idea principal, no era más que un teorema estudiado
por otros, se dio cuenta que no había nada que hacer, que era
simplemente lo contrario a lo que había pensado. Golpeó el
espejo varias veces en un intento de cortarse todo el cuerpo,
pero no hubo caso, no tenía las fuerzas, se odiaba por no poder
llegar a darlo todo por sus estudios, se sintió frustrada por no
tener nada claro, se creyó muy vieja, aceleró su vida sin pensar
que aun era Loura la pequeña Loura. Se ahogó en sus propias
falsedades, no meditó más que en sí misma. Mierda, mierda,
quien mierda soy, se dijo mirándose al espejo que resistió a
sus golpes pero que no se negó a reflejarla. No entiendo nada,
no quiero hacer nada, no tengo fuerzas, Dios, Dios, repitió esa
palabra muchas veces hasta no comprender que significaba
esa palabra. Que es esto, preguntó mirando sus ojos llenos de
lágrimas duplicados en el conjunto de arena incinerada. Juntó
los papeles, se arrodilló en la cama, mirando hacía la ventana
tiró uno a uno todos los papeles llenos de información de meses
completos. No quiero mas esta mierda, repitió también hasta el
hartazgo, no quiero nada mas, no puedo seguir así, concluyó
mojando con sus ojos sus rodillas y manos.
El libro como todos esperaba en el anaquel, había solo unos
pocos, Loura pensó en escuchar música, no es el momento
se dijo, y tomó una novela de torres e iglesias, otra de códigos
116 ELBIO APARISI NIELSEN
Prólogo ...................................................................................7
La puerta ..................................................................................47
El último ....................................................................................95
Piano ......................................................................................101
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Marzo de 2009