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Mi madre era una bruja del destino y a pesar de todas las historias que circulan
sobre ellas tanto en Vodacce como en el resto de Theah, mi padre la amaba.
Quizá si no nos hubiera querido tanto no habría estado tan ciego para no ver
lo que se fraguaba a sus espaldas, porque al contrario que mi padre, mi madre
era una mujer muy ambiciosa y no podía soportar la manera en que mi padre
desperdiciaba su vida sin intentar siquiera llegar a lo más alto valiéndose de las
capacidades Sorte de su amada esposa. Aquello era inconcebible para mi
madre, pero también lo era para mi padre pues él veía a Francesca no como
una simple herramienta para alcanzar el poder sino como lo que era, su mujer,
la mujer a la que amaba y por la que estaba dispuesto a dar cualquier cosa.
Este era el motivo de las mil y una discusiones de las que secretamente fui
testigo y los momentos más amargos que solía pasar, pero no duraban mucho.
Cada vez que acababa una de estas disputas mi padre iba en mi busca,
supongo que necesitaba el consuelo de tener el cariño de su única hija ya que
por mucho que odiara admitirlo, no tenía el de su esposa. Siempre salíamos a
pasear por Porta Serafina y cuando regresábamos a casa mi padre volvía a
estar tan risueño como siempre. Aún recuerdo cómo le brillaban los ojos cada
vez que miraba a mi madre y cómo sonreía cuando ella le dedicaba atención
aunque sólo fuera por algunos segundos. Pero aquella noche al regresar de
nuestro paseo las cosas cambiaron para siempre. Cuando nos sentamos a
cenar, mi padre parecía recuperado de la discusión. Bromeaba conmigo y de
vez en cuando tomaba tímidamente la mano de mi madre y se la besaba...
hasta que mi madre clavó en mí su fría mirada y con su melodiosa voz
anunció:
- No me hacen falta tus poderes para saber lo que vas a decirme Francesca,
siempre he sabido que este momento llegaría pero no voy a permitirlo- la cara
de mi madre se descompuso en una mueca de odio.
- Y por eso mismo deberías desear una vida distinta de la tuya para ella- no
fueron tanto las palabras de mi padre como el hecho de ver que algo
parecido a un hilo negro estaba formándose en torno a él, lo que me hizo
comprender exactamente de lo que estaban hablando mis padres. Había
escuchado a mi madre hablar mil y una veces acerca de las hebras que veía
y tocaba para doblegar el destino a sus deseos. En numerosas ocasiones yo
también las había visto entretejiéndose y uniéndose a la gente que me
rodeaba, pero eran tan difusas que nunca creí que tuviera la mayor
importancia. Pero ahora empezaba a verlas con mayor frecuencia y mucho
más fuertes, mi madre parecía haberlo advertido. Así pues tenía que darle la
razón, aquello sólo podía significar una cosa: yo era como ella, una bruja del
destino y mi padre quería evitar a toda costa que yo me convirtiera en lo que
era mi madre.
En ese momento lo quise más que nunca, yo no quería ser como Francesca,
tan fría y calculadora, deseaba ser como él. Vivir la vida sin seguir ninguna
regla, salvo las suyas propias, encontrar mi propio camino y recorrerlo. Pero al
parecer mi camino estaba ya marcado y andado por tantas otras mujeres
antes que yo y a las que muy pronto me uniría quisiera o no.
- No, Francesca. Clarissa no será una proscrita puesto que aún no es una bruja
del destino y si de mí depende no lo será jamás. Clarissa, ve a recoger tus
cosas. Nos marchamos.
Y así fue como teniendo recogidas mis cosas para embarcarme con mi padre
rumbo a Castilla me encontré siguiendo a mi madre hasta las mismas puertas
de la Dilatente, la escuela de refinamiento para Brujas del destino situada en
Serine. Las lágrimas me corrían por las mejillas, la muerte de mi padre supuso
un duro golpe para mí no sólo por lo mucho que lo quería sino porque estaba
casi segura de que la culpable de ello era mi madre.
- Límpiate esa cara y deja de llorar de una vez- me espetó mi madre antes de
cruzar el umbral de la Dilatente-. Como vuelva a verte derramar una sola
lágrima lo lamentarás. No soporto a los débiles, eres como tu padre y mira
cómo acabó. Pero cambiarás, ya lo creo que lo harás si quieres conservar tu
cordura intacta- la odié intensamente por todo cuanto me estaba diciendo y
ella lo supo de inmediato. Pero eso no le disgustó, muy al contrario, se sintió
complacida y lo tomó como el principio de mi transformación. Por mucho que
me duela tengo que darle la razón porque ese odio me mantuvo serena
durante los años que tuve que pasar allí, y fue por ese mismo odio y por el
deseo de saber con certeza que ella había asesinado a mi padre por lo que di
lo mejor de mí misma para aprender a controlar mis capacidades Sorte.
Los odié a todos por ello, salvo a mi padre. Él era diferente, había intentado
evitar por todos los medios que yo llevara esa vida. Pero su muerte me había
condenado a un futuro en el que estaría casada con un pomposo imbécil
cualquiera, amargada y sola aun rodeada de gente. Sería simplemente un
instrumento del que valerse en la escala de poder de todos aquellos que nos
temen. En nuestra ignorancia radicaba el control y por lo tanto el poder
quedaba así en manos de los hombres. Por ello redoblé mis esfuerzos para
tener una formación lo más completa posible en esas artes prohibidas para las
brujas del destino antes de que estuviera lista para abandonar la Dilatente. Yo
no iba a ser un instrumento tan fácil de manejar, iba a ponerles las cosas muy
difíciles a quienes intentaran hacer de mí una herramienta más a utilizar en el
Gran Juego.
Meses después de haber cumplido los 16 años recibí una notificación en la que
mi madre me comunicaba sin tapujos que me había prometido en
matrimonio. En mi ingenuidad había pensado que siendo tan sumamente
intratable que ni siquiera ella era capaz de aguantarme, no lograría jamás
encontrar un hombre que fuese capaz de soportarme, pero una vez más
había estado equivocada. Me esforcé por ser más odiosa si es que era posible,
si yo había de sufrir el imbécil al que me había prometido sufriría conmigo.
Y así fue como nos pusimos en marcha en un viaje que no debía llevarnos más
de unos pocos días y que sin embargo la Sorte me indicaba todo lo contrario.
El hombre extraño y el viaje sin fin... Algo iba a pasar, podía sentirlo.
La cubierta del barco estaba casi totalmente desierta cuando salí a tomar un
poco el aire, los marineros me rehuían. Según dicen da mala suerte llevar a
bordo una mujer y no digamos ya una bruja del destino. Y si eran dos como en
este caso… Aquello era lo que yo buscaba, paz y tranquilidad antes de que
ocurriera lo que tenía que ocurrir y no se hizo esperar.
Unas horas más tarde, mi madre reunió el valor suficiente para acercarse y
entablar una conversación conmigo:
Levanté la vista de las aguas del mar con deliberada lentitud y la atravesé a
ella con la mirada. El estremecimiento que recorrió a Francesca me hizo sentir
un placer inconmensurable.
- Por supuesto, seré una esposa tan ejemplar como tú, madre- le dije
sarcástica-. Tú no eres nadie para decirme cómo debo o no debo
comportarme- espeté con la voz cargada de desprecio. Ella frunció el ceño y
abrió la boca para replicar pero entonces los gritos de los marineros nos
alertaron de la proximidad de un barco corsario.
Temiendo el sinfín de desgracias que les perseguirían por el resto de sus días, los
corsarios no habían tenido
valor para abandonarme
a mi suerte. Sin saberlo, al
haberme secuestrado me
acababan de liberar pero
no me mostré agradecida
en absoluto. Si lo hacía se
aprovecharían de mis
facultades en pago del
favor que me habían
hecho y eso era algo que
no estaba dispuesta a
consentir.
Acababa de convertirme
en una fugitiva pero no
me importaba puesto que
ese era mi destino: el viaje
sin fin y el hombre
desconocido: el capitán
del navío, mi secuestrador
y al mismo tiempo mi
libertador.
Clarissa Villanova.
1. ¿Cuál es su nombre completo?
Clarissa Villanova
8. ¿Dónde vive ahora y con quién? Describe el lugar y las personas que viven
con él.
Sigo a bordo del Azote, con un montón de borrachos malolientes, Jean Pierre,
que es un noble hedonista y superficial y con Benito, el capitán pirata más
estúpido e incapaz que pueda existir y el muy tarugo sigue creyendo que este
pútrido cascarón de madera flotante es el azote de los siete mares.
9. ¿A qué se dedica?
10. Escribe una descripción completa sobre él. Debes considerar altura, peso,
raza, color de pelo, ojos y tatoos, cicatrices o cualquier otra marca que le
diferencie.
Antes formaba parte de una élite social de Vodacce, una élite prisionera, pero
élite al fin y al cabo... Ahora supongo que no pertenezco a ninguna clase, salvo a
la de los fugitivos y los desheredados.
No.
Suave, casi aterciopelada, sin embargo, bajo esa aparente suavidad, se esconde
una voz inflexible y afilada, dura como el acero llegado el caso.
Tocar el arpa, coser, leer, hacerle la vida imposible a Benito. Oh sí, ya lo creo
que le dedico tiempo, sobre todo a esto último, no lo puedo evitar.
20. ¿Tiene tics, manías, hábitos extraños u otras características que le definan?
21. ¿Cuáles son tus metas a corto plazo?¿Cuáles son tus metas a largo plazo?
22. ¿Estás interesado en buscar pareja? ¿Qué tipo de persona sería tu pareja
ideal?
No.
25. De la siguiente lista ¿Cuáles son sus mayores temores? ¿Cuál es su origen?
¿Podría llegar a superarlos? ¿Cómo reacciona ante ellos?
Sus mayores temores suelen estar asociados a los sentimientos, cree que estos la
hacen débil y vulnerable así que siempre procura ocultarse tras una máscara de
frialdad insolente cuando no reacciona con un estallido colérico.