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Son Estrellitas y duendes y l fue y la sac a bailar.

Se metieron en lo ms hondo de la pista de baile, asardinados entre todos esos jvenes bronceados y felices. El aire acondicionado les salvaba la vida, las luces brillaban y se disparaban por toda la sala, y por encima de las cabezas corran las bebidas con sus rodajas de limn y sus sombrillitas. La salsa estaba en todas partes. Ella tena el pelo largo, negro y ensortijado, y era una trampa terrible para el corazn. Mova sus piernas largas a un ritmo acompasado, sus caderas se batan y hacan al aire llorar. Mientras, l la miraba y gotas de sudor perlaban su frente amplia, transpiraba trabajando a toda mquina, vueltita, pasito, atrs, adelante, un dos, un dos, y la miraba como queriendo quemarla con los ojos. A saber si estaba empezando a enamorarse, a saber si era ms bien el deseo de llevrsela a la cama. Difcil, pero en la parte ms romntica de la cancin le cant: Me tost en tus mejillas, como el sol en la tarde, y ella le dijo, Qu? porque la msica estaba altsima. Afuera haca una luna redonda y clara y veintitrs grados. En los compases finales de la salsa, l la tom de la cintura, con decisin, sus manos la sujetaron firmemente. Esboz una sonrisa clara y preventiva. Idiota, dijo ella y le abofete, con pizquita de halago, pero con mucha determinacin, sin dudar ni compadecerse, ni que fuera quinceaera, sino mujer y dura como el diamante. Le dio bien. Le abofete por intentar besarla con tremenda concha, mocoso atrevido. Y l le dijo, volviendo el rostro, con la mejilla empezando a ponrsele colorada, le dijo con su acento caribeo: Qu rico, mami. As me gusta que me maltrates. Y se abraz a ella otra vez y volvi a la carga, con mucha pasin y una osada bien bruta. Ella se despeg al instante y, esta vez, fue un puete. El impacto lo tir a l para atrs. Cay sentado, con la espalda apoyada detrs de una columna de seguridad. Se hizo un corrito alrededor. Ella dio media vuelta y l la vio marcharse, con su pelo ensortijado y largo, como de sirena, con las caderas vivas y su vaivn un dos, un dos, la vio salir a la terraza, al verano. Un hilo de sangre le empezaba a brotar de la nariz. Poda sentir su nariz latiendo delante de su cara, dolindole a chorros. An as, grit con todas sus fuerzas, antes de que ella se perdiera de vista: Qu rico pegas, ven aqu y dame otra vez, mami!! Luego, lo echaron de la disco. Y afuera haca la noche ms bonita que se recuerde en el Port Olimpic.

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