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Nuevos Textos para Comentar
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Texto 1
(Fecha de entrega 21/11/08)
Delación
MANUEL VICENT EL PAÍS, Última, 02/11/2008
Existe un catálogo de odios humanos según el grado de su refinamiento y perfidia. El
más intenso es el odio teológico, que se produce entre sectas religiosas. Por la distinta
interpretación de una sola palabra revelada a un profeta han sido degollados millones
de creyentes. Al de los teólogos le sigue el odio entre eruditos e historiadores, capaces
de los peores navajazos personales en su disputa acerca del número de sandalia que
calzaba Alfonso X el Sabio. En tercer lugar está el odio entre poetas, artistas y
escritores, que va desde el pellizco de monja a la insidia más ruin. Este odio suele ser,
a veces, tan melifluo que es difícil distinguirlo de la envidia. El odio libera, pero la
envidia ata. Por eso su mezcla es explosiva. La envidia es el único vicio que no
produce placer. Se trata de un gen muy doloroso, asentado en el hígado, que puede
llevarte a cometer grandes felonías y sólo por eso está catalogado como pecado
capital, aunque no se trata de un pecado sino de una enfermedad amarilla. La
calumnia y la puñalada por la espalda son los remedios clásicos, que el portador de
ese gen utiliza para sacudirse de encima el sufrimiento por el bien ajeno. Sólo las
personas que no conocen la envidia son realmente libres. Estar siempre dispuesto a
alegrarse por el éxito de un amigo, no experimentar un secreto regocijo ante
cualquiera de sus fracasos constituye una cumbre del espíritu, que no es diferente de la
dicha de vivir, un don que el estómago agradece con digestiones felices y el cerebro
con sueños profundos y sosegados. El niño chivato del colegio, el empleado soplón de
la empresa, el confidente de la policía de bajos fondos se mueven en un estrato
psicológico en el que la envidia todavía duele. Pero existe un nivel más profundo de la
perfidia, allí donde la envidia, el odio y el fanatismo se unen, ocupado por la figura
del delator político, quien llega a creer que la traición, junto con el veneno, es el arte
protagonista de la historia. Con la húmeda suavidad del reptil, sus palabras se deslizan
hasta el oído del inquisidor. No espera recompensa. Después de la delación se siente
bien pagado por el bálsamo muy dulce que le invade todos sus cartílagos con sumo
placer hasta el fondo de los sentidos.
Texto 2
(Fecha de entrega 2/12/08)
Texto 3
(Fecha de entrega 16/12/08)
Yo Leonor (X)
4 Noviembre 08 – La Razón- María José NAVARRO
Me ha mandado el Richard un papel en forma de pelota y me ha dado en un lazo. No
es que el Richard tenga la puntería fina, no, es que a mi padre le mola que los lleve del
tamaño de la carpa de un circo porque por lo visto, los lazos son muy de reinona. Así
que voy al colegio que parezco el meeting point de un aeropuerto. El caso es que abro
el papel del Richard y leo: tu abuela la ha montado gordísima, shata. Se me ha puesto
un come-come con la preocupación que me he dejado el plátano sin tocar. Qué habrá
hecho esta mujer ahora, me preguntaba yo para mis adentros sin echarle cuentas a la
ficha donde había que colorear una vaca. Ha venido mi padre a recogerme y he vuelto
en el coche con un morro que se me podía atar con una manta. Me ocultan cosas. No
hay derecho, pero me las ocultan. «Padre, ¿qué ha dicho la abuela que está Llamazares
con la cabeza loca?». El Heredero me ha hecho prometerle que no se lo voy a contar a
mi madre y ha cantado la gallina. Por lo visto, la mujer ha dicho lo que más o menos
suelen decir las señoras de su misma generación, y lo ha dicho como lo suelen decir
las señoras de su generación, es decir, como les da la gana y de la manera que les
apetece y sin importarles si viene bien o mal, o regular. Y después, como les ocurre a
las señoras de su generación, sintiéndose enseguida fatal porque no quisieron decir lo
que se dijo que dijeron. A mí me da punto que la abuela saque los pies del tiesto
porque así puedo achacar yo mis derrapes a los genes mientras ella va creando
precedente, pero lo que me da más risa de todo es que se haya montado tal bochinche
y que la gente diga que sí, y otros que no, y unos que se calle y otros que hable, y que
se use lo que ha dicho para acercarla a no se qué grupos y que sea el PSOE el que la
defienda de un señor del Partido Popular. Así que he visto a la abuela luego y le he
dicho: me va Vd. a dejar sin negocio, señora. Y hala, que estoy castigada.