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192 horas

¿Usted ha oído decir que la cosa más insignificante puede desatar una gran
catástrofe? Pues eso es lo que hizo un normal y corriente papel con el que
jugaban un grupo de adolescentes a un juego. Antes de empezar con la
historia, veamos a los protagonistas de nuestra anécdota. Eran 5. La
primera era Carmen, el segundo Eric, la tercera Alberta, el cuarto era Juan
y la quinta era Eloisa. Y así, conociendo a los chicos de nuestro libro,
empiezo la historia.

Un día como todos los demás, Carmen, la cabecilla del grupo, fue a dar un
paseo aprovechando del magnífico día que se presentaba. Llegó a una calle
que era famosa por sus grandes y atractivas tiendas. Siguió andando y
entonces se paró en medio de la acera. Vio un puesto que no había estado
nunca antes. Se dirigió hacia él y estaban un hombre que parecía de
Oriente y un montón de objetos extraños. Y entonces, observó un juego de
mesa. Tan solo al mirarlo, sintió ganas de comprarlo. Algo le atraía. Cogió
el dinero correspondiente y ya se iba a marchar, cuando el hombre le dice:

-Debes tener cuidado con eso, muchacha. Ese juego tiene una terrible
maldición. No puedes tener como puntuación final el 192.

Carmen le iba a preguntar por qué pero el vendedor se había esfumado.


Ella hizo como si no hubiera pasado nada y prosiguió con el camino. Al
llegar a casa quiso leer las instrucciones porque la frase de la que le
advirtió el hombre le asustó un poco. Entonces, mirando cada letra, cada
párrafo, no encontró nada. Solo ponía cómo jugar, pero sobre la maldición
no decía nada. Pero de todos modos, Carmen llamó a su amigo Eric y este
llamó a Alberta y ella a Juan, y Juan a Eloisa. Todos quedaron para jugar a
ese juego que tanto atraía a Carmen.

Al día siguiente, Carmen y todos sus cuatro amigos quedaron al fin en la


playa de la ciudad. Hacía un sol espléndido y sin embargo, no había casi
nadie en la playa. Pero en fin, eso no tiene nada que ver con la historia. Así
que bien, Carmen hizo todo como ponían las instrucciones y se tiraron allí
mucho tiempo, lo bastante para que llegara la hora del almuerzo. Al final
del juego, todos se quedaron decepcionados porque Carmen había sido la
ganadora, pero al mirar el papel de las puntuaciones a Carmen le dio un
terrible escalofrío en toda la médula. Vio que todas las puntuaciones eran
normales y corrientes. Pero sin embargo, su puntuación era increíblemente
el número 192. Y entonces recordó las palabras del hombre del puesto en
la calle:
-No puedes tener como puntuación el número 192.
Carmen, asustada, le contó la historia a sus amigos y ellos lo
comprendieron todo. Se quedaron preocupados por lo que podía pasar en
ese mismo instante, pero nada. Entonces vieron que el hombre se había
equivocado de número. Pero eso no sería así. Ya llegada la noche y de
estar preocupada nuestra protagonista toda la tarde, apareció la noche. Y
Carmen, con mucho sueño de lo cansada y agotada que estaba, se acostó
en su cama y durmió con un lirón. Pero al siguiente día ocurriría lo que
todos los 5 protagonistas llevaban temiendo todo el día.

Al día siguiente, Carmen estaba durmiendo tan tranquilamente cuando


abre los ojos y ve al hombre que había en la calle. Este le dijo:
-Bien, ya estás despierta. Tengo un mensaje para ti. Ayer os estaba
vigilando y vi que a ti te salió en el juego el número 192.
Carmen le preguntó:
-Me dijo que ocurriría una catástrofe si me salía ese número. ¿Qué me
quería decir usted?
A esto el hombre le contestó:
-Bueno, sin ir a complicaciones. Una gran tormenta de arena se acerca
desde el Sáhara y azotará medio mundo. Si no quieres que ocurra tienes
192 horas, exactamente 8 días, para encontrar el papel y rasgarlo en
pedazos. Si no lo haces, millones de personas perderán sus casas y a
algunos seres queridos. Todo depende de ti. ¡Chao!
Y el hombre se volvió a esfumar.
Carmen estaba asustada. No podía creerse que una gran tormenta de arena
se acercara a medio mundo. Sabía que lo había dejado tirado en la playa,
pero no sabía si lo había tirado alguien, se lo llevó el viento, cayó al agua...
Rápidamente, Carmen llamó a sus amigos y les contó la terrible noticia.
Todos se quedaron boquiabiertos, pero decidieron buscar el papel por
todos los rincones de la playa.

Así que llegaron y estuvieron buscando, pero no encontraban la hoja. Ya


rendidos, propusieron seguir la búsqueda para el siguiente día.
Día 2:
Nada. Siguieron buscando y nada. Rebuscaron y rebuscaron pero no se
topaban con nada. Miraron en la profundidad del agua, excavando...
Carmen se preocupaba porque ya solo faltarían mañana 6 días.
Ya pasados 3 días más, solo quedaban 72 horas. Estaban cansados y ya
habían mirado por todas partes. La playa había sido vigilada por estos
niños, pero no habían encontrado el papel.

Carmen, sin esperanzas, no sabía qué hacer. La hoja estaba en la playa y


desapareció como si nada. Había malgastado 5 días para ningún caso.
Así que tuvo que contarles la historia a sus padres. Ellos se quedaron
escuchando atentamente y al final se quedaron increíblemente
sorprendidos. Su madre intentó tranquilizarla diciendo:
-Hija, ese hombre estaba chiflado. Era un vagabundo que sabía lo que
decía. Todo lo que te contó es mentira. Así que no te preocupes porque
pasado mañana no vendrá ninguna tormenta de arena.
Pero aún así, Carmen seguía teniendo miedo.

Y pasados los otros 3 días, llegó el gran momento. Todos estaban


durmiendo cuando un fuerte temblor los despertó. Carmen no sabía lo que
estaba pasando, porque estaba profundamente dormida, pero al instante se
despertó. Y entonces vio que la profecía se había cumplido. La tormenta de
arena estaba llegando, y más fuerte que nunca.

Rápidamente, Carmen llamó a sus amigos y les dijo que la profecía estaba
ocurriendo. Y todos vieron que era verdad. Los cinco amigos tuvieron que
salir de sus casas. Entonces, Carmen se acordó de sus padres. No podía
dejarlos solos allí. Debía rescatarlos, la tormenta estaba a tan solo unos
kilómetros. Corrió dentro y sus padres seguían durmiendo. Gritó:
-¡Papá, mamá! ¡Que viene la tormenta!
Sus padres se despertaron y sintieron el temblor. Y justo antes de llegar la
tormenta, salieron de la casa. Corrieron y corrieron. Pero no sabían a
dónde iban. Entonces, Carmen vio en medio de la ciudad una cueva donde
había mucha gente refugiada y entraron adentro inmediatamente.

Estaba muy oscuro, pero al menos estaban a salvo del peligro que había.
Estuvieron allí media hora aproximadamente, ya que la tormenta fue
grande y todo terminó bien. Pero cuando Carmen salió fuera de la cueva,
sus padres y sus cuatro amigos se habían esfumado de la nada. No estaban
en la cueva ni tampoco en la calle. Carmen estaba algo contenta porque la
tormenta había pasado, pero entonces se puso a llorar a mares cuando vio
que debía vivir a solas, buscándose la vida. Miró hacia arriba y además vio
enseguida que entonces había desaparecido todo el mundo. No había nadie
allí. Carmen estaba asustada, preguntándose que estaba ocurriendo. Y
enseguida pensó que sería otra maldición que el hombre oriental no se
había atrevido a contarle. Pero eso no importaba, ahora debía encontrar el
papel para salvar su vida y la de los demás.

Fue andando por toda playa, cuando vio una punta de color blanco en
medio de la arena. Corrió y corrió y justo cuando iba a llegar, se cayó. Pero
cogió el papel. Allí estaba, el papel que había causado tantos problemas.
Lo tenía en sus manos y por fin podía arreglar las cosas. Recordó las
palabras que le dijo el hombre y entonces, rasgó y rompió en pedazos el
papel. Cayeron al suelo y Carmen los enterró, quedando el 192 perdido
para siempre. Pasados 2 minutos, no ocurrió nada. Pero entonces, ocurrió
una cosa extraña.

Carmen viajó en el tiempo, sobrevolando por las cabezas de las personas y


viajando atrás en el tiempo durante esa aventura tan fascinante y a la vez
terrorífica. Carmen era la primera persona en viajar en el tiempo, y le
gustó. Finalmente, toda esta aventura en el tiempo terminó en el momento
en el que Carmen paseaba por la calle al principio de esta historia. Allí
Carmen se transformó en su otra yo y justo cuando iba a visitar al hombre,
dio media vuelta y se fue a su casa. Estuvo contándoles la historia a sus
padres y ellos se quedaron boquiabiertos con la historia. Solo dijeron:
-¡Qué imaginación!
Y el hombre oriental, viendo que nadie acudía a su tienda, decidió dejar de
vender ese juego y se dedicó a otra profesión que le encantó: cocinero.
Así, todo acabó bien. Pero Carmen esperó que no ocurriera nunca jamás
esa anécdota tan terrible.
FIN
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