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¿Usted ha oído decir que la cosa más insignificante puede desatar una gran
catástrofe? Pues eso es lo que hizo un normal y corriente papel con el que
jugaban un grupo de adolescentes a un juego. Antes de empezar con la
historia, veamos a los protagonistas de nuestra anécdota. Eran 5. La
primera era Carmen, el segundo Eric, la tercera Alberta, el cuarto era Juan
y la quinta era Eloisa. Y así, conociendo a los chicos de nuestro libro,
empiezo la historia.
Un día como todos los demás, Carmen, la cabecilla del grupo, fue a dar un
paseo aprovechando del magnífico día que se presentaba. Llegó a una calle
que era famosa por sus grandes y atractivas tiendas. Siguió andando y
entonces se paró en medio de la acera. Vio un puesto que no había estado
nunca antes. Se dirigió hacia él y estaban un hombre que parecía de
Oriente y un montón de objetos extraños. Y entonces, observó un juego de
mesa. Tan solo al mirarlo, sintió ganas de comprarlo. Algo le atraía. Cogió
el dinero correspondiente y ya se iba a marchar, cuando el hombre le dice:
-Debes tener cuidado con eso, muchacha. Ese juego tiene una terrible
maldición. No puedes tener como puntuación final el 192.
Rápidamente, Carmen llamó a sus amigos y les dijo que la profecía estaba
ocurriendo. Y todos vieron que era verdad. Los cinco amigos tuvieron que
salir de sus casas. Entonces, Carmen se acordó de sus padres. No podía
dejarlos solos allí. Debía rescatarlos, la tormenta estaba a tan solo unos
kilómetros. Corrió dentro y sus padres seguían durmiendo. Gritó:
-¡Papá, mamá! ¡Que viene la tormenta!
Sus padres se despertaron y sintieron el temblor. Y justo antes de llegar la
tormenta, salieron de la casa. Corrieron y corrieron. Pero no sabían a
dónde iban. Entonces, Carmen vio en medio de la ciudad una cueva donde
había mucha gente refugiada y entraron adentro inmediatamente.
Estaba muy oscuro, pero al menos estaban a salvo del peligro que había.
Estuvieron allí media hora aproximadamente, ya que la tormenta fue
grande y todo terminó bien. Pero cuando Carmen salió fuera de la cueva,
sus padres y sus cuatro amigos se habían esfumado de la nada. No estaban
en la cueva ni tampoco en la calle. Carmen estaba algo contenta porque la
tormenta había pasado, pero entonces se puso a llorar a mares cuando vio
que debía vivir a solas, buscándose la vida. Miró hacia arriba y además vio
enseguida que entonces había desaparecido todo el mundo. No había nadie
allí. Carmen estaba asustada, preguntándose que estaba ocurriendo. Y
enseguida pensó que sería otra maldición que el hombre oriental no se
había atrevido a contarle. Pero eso no importaba, ahora debía encontrar el
papel para salvar su vida y la de los demás.
Fue andando por toda playa, cuando vio una punta de color blanco en
medio de la arena. Corrió y corrió y justo cuando iba a llegar, se cayó. Pero
cogió el papel. Allí estaba, el papel que había causado tantos problemas.
Lo tenía en sus manos y por fin podía arreglar las cosas. Recordó las
palabras que le dijo el hombre y entonces, rasgó y rompió en pedazos el
papel. Cayeron al suelo y Carmen los enterró, quedando el 192 perdido
para siempre. Pasados 2 minutos, no ocurrió nada. Pero entonces, ocurrió
una cosa extraña.