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aventuras de
Lucas Daga.
De Castilla a
México
Juan V. Oltra. Mayo de 2011. Para Luis
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ENVÍO
A ti, Luis, pequeño Almogávar. No se si te gustará o no, pero con cariño queda escrito.
A ti, Juan, ya mayor para este tipo de cuentos. Pero por ti, también va.
Con cariño,
Papá.
Juan V. Oltra
Valencia, mayo de 2011.
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EL PRINCIPIO
Lucas, Lucas Daga, zagal que con sus siete añazos cuidaba en
las montañas el rebaño de su padre.
Venían de Tormes, un
pueblo no muy lejano, y el
lazarillo le contó uno de los cantares con los que el ciego se
sacaba unas monedas en las plazas mayores de los pueblos.
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Le habló de unas tierras nuevas, allá donde se ponía el sol, y de
unos héroes que fueron a conquistarla para el César, con la cruz
y la espada.
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LA ESCAPADA
Fue a su jergón y no le vio, pero había una nota, escrita con esa
mala letra que intentaba mejorar. Jerónimo era de los pocos que
sabían leer y escribir y quería que su hijo disfrutara de esa
ventaja también.
Y es que Lucas
había hecho un
hatillo, había metido
dentro su muda
limpia, un chorizo, un
trozo de queso, un
cacho de pan y unas
monedas que eran
su tesoro, y se había
marchado temprano.
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El viejo, hombre duro y con la cara agrietada por el sol, sintió
pena de ese chiquillo que parecía estar solo por el mundo.
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EL ENCUENTRO
- Yo, señor.
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Una vez Lucas le explicó quien era, de donde venía y lo que
había pasado, el caballero sintió pena. Miró al cielo y dijo:
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TIERRA
Rigoberto reía cada vez que veía pasar a Lucas corriendo a popa
o a proa para calmar su mareo.
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Un día, avistaron tierra por fin.
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BERNAL
- ¡España!
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juntos. Y es que el mensaje que Rigoberto llevaba a Cempoala
era para el propio Hernán Cortés.
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CORTÉS
Y entonces le vio. Con una barba aún más poblada que la de los
otros españoles y unos ojos que no dejaban dudar sobre quién
era el jefe.
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- ¿Como te llamas, hijo?
- Lucas, para servir a Dios, al emperador y a usted, y en ese
orden.
Todos rieron.
Pero había poco tiempo para reír, tenían que avanzar, la lectura
del mensaje pareció dar prisas a Cortés.
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¡FUEGO!
Un incendio,
dijo Diego.
No, parece
niebla, dijo
Rigoberto.
Subamos a
ver.
Y allí fueron
ese grupo de
locos,
cargados
con arma y
resbalando
por la
montaña.
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ver un agujero tremendo, de donde salía el humo. Se acercaron y
entonces ¡FUEGO!
Una llamarada les tostó las barbas y dejó sus caras negras y
oliendo a azufre.
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MÉXICO y los 300
Junto con los 300 españoles iban unos 3.000 indios. Llegaron a
la ciudad de México. Todos les esperaban con una mezcla de
miedo y respeto.
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Dejemos mientras tanto a Lucas desayunando el chocolate de
los mayas. Fue el primer niño español en disfrutar de él.
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