Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
ocasiones ganar admiraciones y simpatías deslumbrando. Hable como todos; si acaso, de tarde en tarde, tenga en estas
conversaciones vulgares una reflexión oportuna, ingeniosa, sutil: estas reflexiones sabias y agudas que se realizan sin
ruido, sin pretensiones, entre las palabras vulgares, es lo que Fernando de Rojas llama en el prólogo de La Celestina
"deleitables fontecicas de filosofía”.
El político, el artista, el poeta, el cantante, serán invitados muchas veces a las fiestas y ágapes, más bien que por su
persona, para que tal fiesta o comida tenga un aliciente con su ingenio o habilidad. Conozca el artista o político cuándo
sucede esto; en tal caso sea cauto, y ya que le han hecho ir de la misma manera que se llevan plantas o tapices, sea
tan vulgar como todos, es decir, no dé muestras de su ingenio, ni use de su estro, ni, si es posible, cante o taña, como
esperaba el que le invitó.
XIV. ESTÉ IMPASIBLE ANTE EL ATAQUE
El político no debe nunca perder la sangre fría; permanecerá siempre impasible ante el ataque. En el parlamento, en las
reuniones públicas, muchas veces se verá blanco de la invectiva, de la cólera o de la insidia; él permanezca en todo
momento sin mover un músculo de la cara, sin dar la más leve señal de irritación, de impaciencia, de enojo. Habando
Hernando de Pulgar, en sus Claros varones, de Don Juan Pacheco, marqués de Villena, hombre eminentísimo en el arte
político, dice de él que tenía tan gran sufriento, que ni palabra áspera que la que dijesen le movía, ni novedad de nogicio
que oyese le alteraba; y en el mayor discrimen de las cosas tenía mejor arbitrio para las entender o remediar".
No se pierda nunca la ecuanimidad y buena ponderación del carácter. Muchos logran escuchar el ataque sin que su
cara muestre la más ligera alteración; pero un movimiento instintivo e irrebitable de la mano, o la manera violenta de
abrir una carta que acaban de traerle, o la contestación rápida y seca que da a un compañero que tiene al lado y que le
pregunta algo, un pequeño ademán, en fin, viene a demostrar al observador que la impasibilidad de que alardea el
atacado es ficticia, violenta, y que puede acabarse en un instante. Estos movimientos instintivos pueden revelar lo que
la faz o las palabras no revelan; las manos hablan tan elocuentemente como las lenguas. Se dice que para evitar el ser
traicionados por ellas, algunos grandes diplomáticos y negociantes las ocultaban al tiempo de conferir o negociar; tal
grande conquistador tenía hábito de llevarlas a la espalda; tal consumado diplomático las metía en los bolsillos.