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Rafael Mejía
Las heridas son impresionantes, quizá más que las generadas en un accidente
por la mano del azar, ya que en estos casos las marcas son precisas, ubicadas
en partes del cuerpo bien determinadas y realizadas con trazos fríamente
calculados. Ante todo, la pregunta que persiste al conocer este problema es:
¿por qué alguien, casi siempre joven, toma un cuchillo o navaja para cortarse la
piel, ocasionarse dolor y crear huellas imborrables en su cuerpo?
Recurso peculiar
A fin de comprender mejor este padecimiento, la psicóloga narra curiosa
anécdota que le ocurrió durante su infancia. “Cuando cursaba la primaria hubo
una ocasión en que me caí al jugar y me puse a llorar por un raspón que me
hice en la rodilla; entonces llegó un compañerito que dijo que podía quitarme el
dolor y, aunque al principio lo dudé, le pedí que lo hiciera. Para mi sorpresa, me
pegó en el hombro muy fuerte y luego me preguntó: ‘¿ahora en donde te
duele?'. Le contesté que en el brazo y, en efecto, se me había olvidado lo de la
pierna”.
Parece extraño, pero este episodio describe en forma sencilla la conducta que
siguen muchas personas que se lastiman y hacen cortaduras. “Alguien con
depresión profunda puede comenzar a agredirse para desplazar el dolor
emocional que le resulta insoportable, y lo transforma en una experiencia física
que siente que puede controlar mejor, ya que la profundidad, número y tamaño
de las lesiones obedece a una decisión personal. También hay ocasiones en
que encontramos individuos que se hacen heridas porque consideran que es
una forma de ‘entrenarse' en el manejo de experiencias difíciles y tristes”,
explica.
Por otra parte, Cecilia Quero manifiesta que al ejercer su labor como psicóloga
ha encontrado que algunos jóvenes con conducta de autoagresión “también
gustan de hacerse perforaciones y tatuajes (como los chicos emo) o, dentro de
la subcultura dark o gótica, se afilan los colmillos para simular que son un
vampiro. No quiero decir con esto que todos los chicos que recurren al piercing
u otras manifestaciones de este tipo tengan la tendencia a hacerse cortaduras
u otras formas de daño físico, pero sí he notado que en ciertos casos, además
de la finalidad estética, existe deseo por experimentar dolor en forma
sublimada, es decir, a través de recursos que aunque agresivos son mejor
vistos socialmente”.
Más de un origen
La especialista afirma que hay otras causas que desencadenan la agresión a
uno mismo, por ejemplo, cuando alguien se siente culpable o merecedor de un
castigo. Estos casos de autoflagelación se convierten en una manera de tratar
de alcanzar el perdón, y su origen se encuentra en problemas emocionales
generados por una educación familiar, escolar, religiosa y/o social demasiado
rígida, cargada de leyes y normas de comportamiento regidas por el miedo al
castigo. Sería el caso de aquellos adolescentes que se hieren porque creen
que son responsables del divorcio de sus padres o la muerte de alguien.
Otro aspecto relativamente común, asegura, es que “frente a la incapacidad
para resolver situaciones conflictivas que generan mucha frustración, hay
personas que se destrozan la mano y los nudillos porque, por ejemplo, al
discutir con su pareja llegan a grados muy altos de desesperación y golpean la
pared o hasta rompen el cristal de su automóvil”.
Así, la psicóloga subraya que cada problema de autolesión puede tener causas
diversas y que por ello el tratamiento debe ser determinado a través de la
exploración de un psicólogo o psiquiatra mediante una entrevista personal que
le ayude a conocer las características del individuo.
Alternativas de tratamiento
Es difícil que los pacientes acudan a consulta por prácticas de autoagresión;
más bien, solicitan ayuda por problemas relacionados. “Ningún paciente me ha
dicho que necesita ayuda porque se hace heridas en el cuerpo —afirma Cecilia
Quero—, y por lo general se sabe que en estos casos las personas afectadas
acuden al psicoterapeuta porque se sienten ‘extraños', han perdido habilidades,
tienen dificultad para establecer relaciones o están deprimidos, y sólo conforme
avanza la terapia hacen referencia a este tipo de conductas”
Haciendo hincapié en los adolescentes, que son quienes presentan esta actitud
con mayor frecuencia, explica que es común notar fuerte incapacidad para
relacionarse debido al resentimiento que generan experiencias de soledad,
traición o abandono de los padres. “Son chicos que no se vinculan porque les
molesta el trato con los demás; tienen un amigo o amiga ‘favorita´, pero no
cuentan con más personas de confianza; en ocasiones finalizan una relación
de noviazgo de varios meses de duración para ‘no lastimar' a su pareja o no
permitir que se interesaran o ‘clavaran' con ellos”.
Así, es básico que el paciente sepa que miedo, enojo o dolor le pertenecen, y
que de ello depende poder reconstruir su vida emocional. “Es normal que haya
tristeza ante una separación, porque alguien a quien contemplabas en tu
proyecto de vida ya no está, pero ser capaz de decir ‘estoy triste' brinda la
oportunidad de saber qué está pasando y qué puede hacerse para resolver el
problema, además de que sirve para evaluar si es algo normal o si se necesita
ayuda de un especialista para salir adelante. La solución a un problema no
radica en negar nuestras emociones”.
http://www.saludymedicinas.com.mx/nota.asp?id=1739