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CONTRA EL DISCURSO DEL MIEDO

Dos intelectuales, referentes de la ciencia política, sostienen la necesidad de vencer el miedo al cambio que
hoy sobrevuela sobre los sectores más desprotegidos y olvidados por el modelo de gestión kirchnerista y
pronuncian su apoyo público a la candidatura de Ricardo Alfonsín.

Guillermo O'Donnell es abogado por la Universidad de Buenos Aires y doctor en Ciencias Políticas por la
Universidad de Yale, EEUU. Es profesor universitario en universidades del extranjero y en 1995 fue
nombrado Doctor Honoris Causa de la Universidad de Buenos Aires. Ha sido declarado ciudadano ilustre
de la Ciudad de Buenos Aires.

Gabriela Ippolito-O´Donell es Doctora en Ciencia Política de la Universidad de Cambridge,


Reino Unido. Realizó estudios de Master en la Universidad de Notre Dame, EEUU, y de
Licenciatura en Ciencia Política en la Universidad del Salvador.

Uno escucha con frecuencia a ciudadanos rasos y algunos periodistas que, aunque están lejos de preferirlo,
dicen que acabará votando a candidatos/as justicialistas "porque sin ellos no se puede gobernar", y que si no
gobiernan "será el caos".

Este es el discurso del miedo, de la resignada aceptación de sus premisas, alentada por imágenes que son en
parte reales, en parte fantasiosas y en parte intereses que, no cabe duda, se seguirán ocupando tesoneramente
de fomentarlas.Cuando una sociedad se rinde al miedo no sólo tiende a reproducir las causas que lo suscitan -lo
que suele llamarse una profecía autocumplida. Además, cuando el miedo opera con vistas a -nada menos- que
una elección presidencial, implica renunciar al supremo acto de ciudadanía que implica decidir el voto sin
coerciones físicas ni psicológicas.

Demasiados miedos ya hay que no podrán ser eliminados de inmediato: perder el subsidio por no votar "como
se debe" o por no subirse al ómnibus cuando el jefazo lo indica, caer en la indigencia, sufrir violencias y tantos
otros.

Estos difundidos miedos sólo podrán ser eliminados por una sociedad que los afronte colectivamente, incluso
mediante decisiones que producen gobiernos seriamente comprometidos en eliminarlos; por supuesto, en esta
sociedad los muchos que apoyan al justicialismo podrán seguir expresándose y compitiendo libremente.
Además, el miedo con vistas a las elecciones nacionales se funda en imágenes notablemente rudimentarias:
consiste en proyectar linealmente situaciones desde un pasado hacia un presente que ha cambiado
profundamente. Esto presupone que nadie ha aprendido nada y que nada ha cambiado en una economía
internacional nunca como hoy tan favorable a nuestro país; además ignora que el justicialismo es hoy más que
nunca un mosaico de visiones e intereses divergentes, algunos de ellos compatibles con proyectos de otras
fuerzas políticas, y que es posible emprender políticas que susciten amplio apoyo por su clara intención de
desarrollo con equidad social.

También ignora que, aunque muy gravoso y perverso en sus efectos, los beneficiarios del "capitalismo de
amigos", no se caracterizan por su lealtad a sus padrinos.Más aún, ese miedo ignora el sutil pero fundamental
papel que puede jugar desde la cumbre del Estado una gestión ejemplar por su capacidad, transparencia y
honradez. Es cierto que esto que enunciamos por ahora es sólo una posibilidad.

Pero contra la desesperanza de los comentarios arriba transcriptos, no es nada menos que eso: la posibilidad de
abrir el camino que, partiendo de exorcizar ese miedo, abra un futuro de mucha mejor convivencia para todos.

No sería honesto si no agregáramos que la ruta que para ello nos parece preferible es una candidatura de
Ricardo Alfonsín por la UCR en alianza con los socialistas y GEN, más otros sectores y votantes independientes
que se agregarían.

Pero creemos con igual sinceridad que algunos actores, especialmente la UCR y el Peronismo Federal, deberían
ahora tomar una decisión auténticamente democrática respecto de otras fuerzas políticas que, aliadas o no,
merecen respeto. Nos referimos a apoyar las acciones contrarias al veto presidencial de los artículos 107 y 108
de la ley 26.571 que crean insalvables obstáculos a la legalización de partidos políticos menores.

Es cierto que hay que impedir la formación de micropartidos que se ofrecen "en alquiler" al mejor postor. Pero
para esto habrá tiempo y consensos adecuados durante el próximo gobierno constitucional; ahora existen
partidos como Proyecto Sur y GEN que, aunque pequeños, expresan corrientes muy reales en nuestra sociedad
y que, por lo tanto, deben ser apoyados en su legítima pretensión de ofrecerse como tales a los futuros
votantes.-

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