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TRIBUS URBANAS Y CULTURAS CIUDADANAS:

Hacia el reconocimiento de las “caleñidades”

Presentación:
No cabe duda de que la ciudad de Cali desde hace ya bastante tiempo, está experimentando
una serie de dificultades, crisis y conflictos, que se viven a nivel social, económico y
cultural. Todo ello es correlato de los procesos históricos de Colombia y su consolidación
como nación, pero también se debe a un fenómeno que desde hace aproximadamente 20
años viene discutiéndose por intelectuales y gobernantes, y actualmente se ha instalado en
la cotidianidad de los ciudadanos; me refiero al fenómeno de la globalización.

Quiero centrar mi exposición en el fenómeno de la globalización en relación con la ciudad


de Cali desde un punto de vista cultural, y describir cómo la ciudad ha experimentado una
serie de transformaciones que igualmente viven muchas otras ciudades del país y del
mundo, claro está, unas mucho antes que otras. Quiero iniciar por aquí, teniendo en cuenta
la ciudad como marco referencial, para situar el tema del neotribalismo, más aún cuando
éste es un fenómeno urbano que creíamos se vivía en las grandes urbes y países
desarrollados. La globalización, esa apertura del mundo, ese acercamiento de todas las
expresiones y manifestaciones culturales del mundo, y que genera tanto diálogo como
conflicto de las culturas, tiene su influencia en lo que es Cali hoy, y en las tribus urbanas
que han emergido en nuestra ciudad.

Globalización, Cultura y Ciudad:


La globalización es vista por muchos como una problemática que va a homogenizar el
planeta. Desde esta perspectiva, la sociedad está en manos del mercado que en su afán de
acaparar cada vez más las riquezas del mundo para producir más objetos de consumo,
establece estrategias que las controlen. Haciendo uso de los avances tecnológicos, el
mercado global promueve a través de las industrias culturales y comerciales una serie de
imágenes, formas de sentir y pensar que inciden en las relaciones sociales. Un ejemplo es la
promovida imagen única de belleza (cuerpo tonificados, rostros simétricos, etc.), que ha
estimulado el auge de las cirugías estéticas, los spa y gimnasios de atención personalizada,
para cumplir los sueños de las personas de acercarlas a la apariencia de la actriz o el actor
de Hollywood que tanto admiran por las pantallas de TV. En esa dinámica hay todo un
conjunto de estrategias comerciales que son atractivas para el mercado y le permiten
fortalecerlo, pero también hay una concepción totalizadora del planeta.

Con el fin último de simplemente distribuir, proveer objetos y garantizar que la sociedad
los consuma, la ciudad es diseñada para garantizar el éxito del mercado global, y los
sujetos que la habitan pasan a ser piezas y mecanismos que facilitan tal operación,
experimentando como seres humanos un vacío de significados porque no hallan un lugar
de encuentro real con el otro, ni se les permite una experiencia con la ciudad de otra manera
que no sea, por ejemplo, la de circular aceleradamente por las autopistas para conectarse
con su sitio de trabajo. 1

El fenómeno de la globalización ha impactado a Santiago de Cali al estimular el mercado


de la guerra y del narcotráfico. A mediados de los años 90, se desarticuló el conocido cartel
de Cali, la ciudad se vio frente al resto del mundo como un lugar peligroso, cargado ahora
de estigma social. Lo que durante mucho tiempo, en apariencia, proyectó la imagen de Cali
pujante, de progreso industrial, la sucursal del cielo, rumbera y alegre, era en realidad
viabilizado por el negocio de las drogas, que permeó todas las esferas sociales, se alió con
los poderes locales y había calmado los problemas laborales y de desempleo generados por
las decisiones políticas de inicios de los años 90.
Por ahora, no ahondaré más en ello. Sólo quiero decir, para cerrar esta idea, que la ciudad
de Cali vivía, ¿vive aún?, dos caras de la misma moneda; cuando la cara de la fantasía
terminó, quedó expuesto su lado real, obligando a la sociedad a verse a sí misma, y esto
generó una crisis social, económica y sobre todo simbólica. Hay que aceptarlo, desde hace
mucho tiempo las instituciones oficiales estuvieron más atentas de legalizar todo el flujo de
dinero de los cuales muchos sacaban provecho, mientras el narcotráfico agenciaba un estilo

1
En este sentido podemos hablar de la ciudad clonada como aquellas configuraciones espaciales urbanas que tienen las
mismas características en todas partes y cumplen funciones semejantes, como lugares de tránsito y rápida circulación, o
como escenarios del consumo masivo: los supermercados, los centros comerciales, los aeropuertos, los terminales de
transporte masivo y las estaciones del metro. Al igual que las pantallas del espectáculo televisual, las grandes autopistas
de asfalto y las de información, los enormes rascacielos, los edificios inteligentes se construyen hoy bajo estrictos
parámetros de racionalidad técnica y económica, también globalizados. Ulloa Alejandro, “Globalización, Ciudad y
Representaciones Sociales, la ciudad clonada”. Editorial Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín, 2000,. Pág. 43
de vida para la ciudad, la del consumo exacerbado, la narco – estética, la rumba
interminable, el hiperindividualismo y la ley del más fuerte. Claro está, todo esto es un
conjunto de valores no extraños al sistema mundial de vida.2

Todo ello ha transformado la ciudad, y con ella la cotidianidad de los sujetos, las formas de
relacionarse y de vivirla. No obstante, el panorama no es tan apocalíptico. Muchos
investigadores comparten el hecho de que el mundo no es sólo el mercado global y su
armazón tecnológica, sino que es habitado por muchas otras comunidades y pueblos que
quieren vivir dentro de él conservando sus tradiciones, sus historias y su identidad. Ellas
quieren ser tenidos en cuenta sin tener que dejar de ser lo que son. Recuérdese entonces,
dentro de nuestra realidad más cercana, las luchas indígenas, de las comunidades
afrodescendientes y de los inmigrantes.

Las tribus urbanas en Cali: historias de resistencia y refugios del desencanto.


En el contexto de la globalizada ciudad de Cali encontramos las tribus urbanas, las cuales
son grupalidades juveniles que se caracterizan por compartir una apariencia y estética con
su grupo de pares, establecen un conjunto de ideas, normas y actitudes que los afianza
identitariamente y se manifiesta en su apariencia física. En relación con otros semejantes,
construyen discursos que les permite afianzarse a sí mismos, reconocerse en ellos y
encontrar un lugar de pertenencia. Son jóvenes fuertemente impulsados por los
sentimientos, las emociones, la necesidad del contacto físico, huyendo de un mundo
paradójicamente más comunicado, gracias a los avances de las tecnologías de la
información, pero cada vez más solo, frío y aislado.
Aunque, el fenómeno de las grupalidades juveniles data de los años 50 del siglo XX,
originándose en Inglaterra y Estados Unidos, es relevante decir que los procesos de
globalización han extendido a muchas localidades las tribus urbanas. En Colombia, cuando
aún ni se pensaba en cambiar la constitución política, se conoció del fenómeno punk a

2
… Como negocio rentable, coherente con el orden capitalista en el que nace, el narcotráfico no sólo generó una gran
acumulación de capital, nunca antes vista en el país, sino que desarrolló la violencia, e incentivó la corrupción de un
sistema político bipartidista, ya corrupto desde los tiempos del frente nacional. Por otro lado, exacerbó el consumo
suntuario y la ostentación; precipitó el enriquecimiento rápido, desvalorizando el trabajo como forma de progreso;
propició el derroche y el despilfarro de bienes y servicios como estilo de vida; asimiló las nuevas categorías estéticas del
simulacro y la plasticidad; adoptó el modelo barbie de belleza femenina estimulando la cirugía plástica como afirmación
del estatus social y eterna juventud. Ibíd., Pág. 175.
través del cine. La película de Víctor Gaviria, titulada Rodrigo D, no futuro (1988), narra
los últimos días de un joven punk, quien vive en carne propia el desarraigo, el desencanto y
la desesperanza de las comunas marginales en Medellín, donde las condiciones de vida
están limitadas y definidas por la guerra, el narcotráfico, el sicariato y las pandillas. A
través del lente vemos lo que las letras expresan: un mundo sumido en la pobreza, donde el
esfuerzo ya nada vale, y la resignación de vivir sin soñar, porque de noche ya nadie
duerme, es la constante para los que quieren morir en paz. Sonidos estruendosos que
invocan la más cruda realidad, porque no se puede huir de ella. Rodrigo D en un acto de
negación total a ello, decide suicidarse antes que aceptar su destino absurdo e irrevocable,
el de hacerle juego a un conflicto que los sepulta en el anonimato y la impunidad, sin ni
siquiera habérselos consultado.

Los jóvenes como sujetos socioculturales, están en constante conflicto con la realidad que
viven, están buscando constantemente referentes que los situé frente a ese mundo vaciado
de sentido, provocado por una ciudad hecha para el mercado global, pero también sacudida
por su historia inmediata. En el caso de Cali, Colombia, esta realidad está enmarcada por la
guerra y el narcotráfico. 3 Los jóvenes ante esa fractura de sí mismos, no encuentran donde
reconocerse, donde anclarse; ante la insoportable levedad de su ser, no saben qué les
pertenece y ante ello reaccionan, se resisten o se refugian. Su energía vital es causada por
la negación radical de la sociedad y su cultura dominante4.

Estos jóvenes reaccionan con los mismos mecanismos inmediatos con los que han
socializado en su cotidianidad: la violencia (tanto física como simbólica), intrafamiliar, de

3
Los procesos de organización y participación juvenil en Colombia registran cuatro etapas distintivas y caracterizadas: la
primera, de los años sesenta a ochenta, por el debate en torno a la forma excluyente de gobernar del régimen del frente
nacional; la segunda, de 1980 a 1991, por una lógica inicial del ¨no futuro¨, en la cual la sociedad se mostró incapaz de
atender e integrar las nuevas dinámicas que presentaba la juventud, siendo ésta expulsada continuamente hacia los límites
sociales, promoviéndose una visión estigmatizada y peligrosa que justificaba la respuesta agresiva del estado hacia la
juventud; la tercera de 1991 a 1997 por el reconocimiento explícito de la ciudadanía juvenil; la cuarta desde 1997 hasta la
actualidad, presenta una reevaluación crítica de los preceptos establecidos en la Constitución Nacional en medio de un
panorama de guerra generalizada donde el mayor porcentaje de víctimas corresponde a la población juvenil. Celis Luís
Eduardo( 2001), las dinámicas de participación y organización juvenil en Colombia, Documento de consultoría para la
OPS, Bogotá, citado por Libardo Sarmiento Anzola, Política Pública de Juventud en Colombia,
www.quindio.gov.co/home/docs/general.
4
La sociedad occidental moderna, y máxime su acelerada versión del siglo XX, ha empujado con fuerza los valores del
individualismo y del éxito del individuo, favoreciendo con ello el aislamiento progresivo del individuo y de su núcleo
familiar. Pere-Oriol Costa, José Manuel Pérez, Fabio Tropea. Tribus Urbanas, El Ansia de identidad Juvenil, Paidós,
Barcelona, 1996, pág. 30
pandillas o de las instituciones burocráticas y tradicionales, es trasladada a los estadios, por
ejemplo, en masas fervientes de hinchas de algún equipo de fútbol.
Se resisten, como los grupos punks, que emergen con sus crestas que rayan el cielo azul de
la sucursal, haciendo de su cuerpo un libro, un manifiesto, un collage de signos, tatuajes y
piercings, gritándole a la ciudad que su apariencia es su ser y no hay que disfrazarlo como
se hace con la realidad urbana.

Actualmente, hay colectivos punks y skin heads que han asumido una lucha política directa
contra las desigualdades sociales que se viven actualmente en Colombia. Con su voz, su
cuerpo, su música, el uso de medios impresos y audiovisuales, construyen un proyecto que
sueña una sociedad más incluyente y justa.

Así mismo están los rastafaris, que a través de sus dread locks manifiestan su creencia en
un mundo para todos, donde se respete la naturaleza y no exista el racismo. Sin importar los
medios de expresión, convocan todas las voces afrodescendientes excluidas y
estereotipadas como ladrones y matones. Por medio del hip hop, del reggae, de las
peluquerías, recrean una cotidianidad distinta a la promovida masivamente en los medios
oficiales y en la opinión pública de los caleños.

Se refugian también en las industrias del consumo, del espectáculo y los medios masivos de
comunicación, que son los lugares más habitados hoy por los jóvenes y de los cuales
extraen, por su fácil acceso, los relatos, imágenes y símbolos que los afianza como sujetos.
Un ejemplo, son los emo, voy a referirme a ellos por ser en estos momentos un referente
cercano a todos nosotros, pero igual, ha ocurrido con otras tribus urbanas5.

Esta grupalidad contemporánea hace parte de esa tendencia que ronda por el mundo actual
del reciclaje y el collage de estilos. Gracias al fenómeno global y las industrias del
consumo, circulan por el planeta infinidad de signos que ya no remiten a un relato único o

5
Es decir mientras las instituciones sociales y los discursos que de ellas emanan (la escuela, el gobierno en sus diferentes
niveles, los partidos políticos, etc.). tienden a cerrar el espectro de posibilidades de la categoría joven y a fijar en una
rígida normatividad los límites de la acción de este sujeto social, las industrias culturales han abierto y desregularizado el
espacio para la inclusión de la diversidad estética y ética juvenil. Reguillo Cruz Rossana, Emergencia de culturas
juveniles, nombrar la Identidad un Instrumento Cartográfico, Norma, 2000, pág 13
identifican a una sociedad en particular. Ya cualquier tradición, imagen y relato puede
adaptarse a cualquier otro lugar del mundo, siendo vaciado de su sentido original. Es por
ello que los emo son un estilo ecléctico que recoge la más variada gama de manifestaciones
tribales como los punk y los góticos, pero, a su vez, incluyen iconos audiovisuales del
anime manga japonés, o animados como puka. La bipolaridad de los sentimientos y
emociones se representan al incluir en sus atuendos colores negros y rosado al tiempo,
símbolos conjugados de agresividad y muerte con efusividad y alegría. Su inconstante
estado de ánimo es exhibido también en su apariencia corporal porque de ese modo
comunican su actitud al resto de la sociedad, correspondiéndose con ese desenfreno y
vértigo que produce el mundo acelerado globalizado, que ofrece una gama casi infinita de
signos /sensaciones pero todos tan efímeros como los anuncios publicitarios.

Visto entonces, el fenómeno neotribal en Cali y su emergencia como parte de las


transformaciones socioculturales de la ciudad y del mundo, visto el joven como un sujeto
que vive y hace parte de ello, pasemos ahora, para terminar, a relacionarlo con el tema de
la ciudadanía.

Juventud, Política y Cultura:


A la juventud la conmueve aquello que la política, en gran parte, excluye: ¿cómo frenar la destrucción
global del medio ambiente? ¿cómo puede ser conjurada, superada, la desocupación, la muerte de toda
esperanza, que amenaza precisamente a los hijos del bienestar? ¿cómo vivir y amar con los peligros del
sida? Cuestiones todas que caen por los retículos de las grandes organizaciones políticas…Los jóvenes
practican una denegación de la política altamente política. Ulrick Beck (1999)

En esta cita encontramos un campo de tensión bastante fuerte entre la política concebida
por las instituciones estatales y sociales y la denegación que producen en los jóvenes,
quienes componen las tribus urbanas. La Historia Colombiana ha estado marcada por una
cultura de la exclusión, que ha definido una sola forma de concebir ser colombiano, o vivir
la nación. Hoy más que nunca, es necesario reconocer en la práctica la diversidad cultural y
las diferencias para que se estimule su conservación y desarrollo, redimensionando así el
ejercicio de la democracia, que no se agota en la representación institucional.

En torno a esto hay que referirse entonces a la interculturalidad como una realidad que la
vivimos a diario pero mal vivida: ahora, lamentablemente, el encuentro entre culturas se
halla en la negación del otro más que en su reconocimiento. No hay que desconocer aquí
que los encuentros entre pueblos y comunidades han sido conflictivos, pero es necesario
construir espacios para pensar juntos la diferencia, porque, como lo expresa Jesús Martín
Barbero: hablar de interculturalidad es hablar contra todo intento de mantenernos vírgenes culturalmente.
La vocación de la humanidad es la mezcolanza y eso aterra a los puristas y monoteístas. Una cultura que se
cierra a sí misma y no permite al otro, es una cultura que se mata.

Pensar en lo anterior, es superar la noción convencional de la cultura como algo estático,


inmutable, que se aferra a discursos y prácticas como único destino fundante de la realidad,
invisibilizando otras experiencias y manifestaciones culturales. Si bien es necesario tener
raíces porque sin ellas no se puede vivir, hay que saber hoy que demasiadas raíces no dejan
caminar.

Siguiendo lo anterior, a mi modo de ver, la cultura ciudadana como discurso oficial está
planificada para recuperar ese pasado caleño, ya mitificado, y en ese empeño de buscar el
paraíso perdido, se establece una mirada monolítica y unidireccional de la cultura y la
realidad caleña que excluye y promueve a veces la xenofobia. Ante ello, las tribus urbanas
responden con un cierre identitario que igualmente se enclaustra en su realidad vivida como
única posible. En ambos casos, se establece un estancamiento de todas las dimensiones de
la vida, de las relaciones sociales, porque se imposibilita el diálogo y el reconocimiento.

Para empezar a pensar la ciudad y contribuir a su desarrollo cultural para superar la crisis
simbólica que enfrenta, hay que redimensionar la noción de ciudadanía que va más allá de
su definición formal y legal como una figura política abstracta, más bien, tal como lo
expresa Chantal Mouffe: un ciudadano es una persona cuya existencia está localizada en un
lugar sobre la tierra, un lugar específico. El ciudadano existe en interacción con una serie de
relaciones fuertemente ancladas en ese mismo lugar (con sus amigos, familiares, el trabajo). Es de
estas relaciones que cada uno extrae porciones de poder (simbólico, material). Y estos poderes son
la materia prima de la democracia. Estas porciones de poder son lo que le permite a las personas
jalonar su comunidad social y su entorno natural hacia la visión de futuro que tienen en mente.6
6
citado por Clemencia Rodríguez, Universidad de Oklahoma, en: Tres lecciones de los medios ciudadanos y comunitarios
en Colombia, ponencia presentada en el Encuentro Nacional de Medios Ciudadanos, Bogotá 2006
Las tribus urbanas son una realidad cultural porque tienen experiencias e historias que
contar, porque viven, sueñan, sufren la ciudad a su manera y en ese sentido tienen que ser
tenidos en cuenta como ciudadanos. Muchas de ellas deben superar su visión
fundamentalista de la cultura, afianzándose políticamente, entrando en diálogo con otras
expresiones urbanas y así aprender juntos, para en consecuencia exigirle a la sociedad y a
las instituciones sociales que reconozcan las diferencias, las caleñidades dentro de la
ciudad para reconstruirla. ¿Cómo no reconocer a los rastafaris cuando en tiempos de crisis
mundial ambiental, entre otras, ellos promueven un pensamiento de respeto y cuidado de la
naturaleza y los recursos naturales?; ¿cómo no reconocer el hip – hop, que con sus letras y
música representan la cotidianidad del gueto en el Distrito de Aguablanca, fortaleciendo la
identidad en medio de las dificultades? Para ellos la cultura ciudadana no es un hecho, para
ellos la cultura ciudadana es un deseo de comunidad que se desarrolla y sostiene con los
otros.

Ponencia presentada al Primer Encuentro Humanístico de Jóvenes por


Cali, Institución Educativa Agustín Nieto Caballero, por:
Gober Mauricio Gómez, Comunicador Social, Universidad del Valle
Cali, Marzo 27 de 2009

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