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Ejercito Romano
Ejercito Romano
INDICE
TEMA página.
Indice 3
P rólogo 4
1.1.- La fundación y el entorno de Rom a
durante sus prim eros siglos. 6
1.2.- Organización Militar. 15
1.3.- Batallas Decisivas. 18
2.1.- Rom a frente a Cartago. 20
2.2.- Organización Militar. 29
2.3.- La Batalla de Zam a. 32
3.1.- Expansión por el Mediterráneo. Las
Guerras Civiles. C. Julio César. 36
3.2. Organización Militar. 43
3.3.- Las batallas de P idna y F arsalia. 47
3.3.1.- La Batalla de P idna. 48
3.3.2.- La Batalla de F arsalia. 54
4.1.- El Im perio Rom ano. 58
4.2. Organización Militar. 62
4.3.- La Batalla de Teutoburgo Wald. 71
5.1.- La decadencia del Im perio Rom ano. 76
5.2.- Organización Militar. 78
5.3.-La Batalla de Adrianópolis. 84
Bibliografía. 89
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PRO L O GO
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El Autor.
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Tras el incendio de Rom a por los galos, Marco F urio Cam ilo
decidió cam biar esa organización. De agruparse por el censo
de tribus, los soldados pasaron a hacerlo por edades, for-
m ando tres divisiones: hastati, princeps y triarii, los véli-
tes continuaron reclutándose por el censo ya que pertene-
cían a la plebe y no a los ciudadanos de las tribus origina-
les. Tam bién desapareció la m asa falangista y la legión se
ordenó en tres divisiones ordenadas en profundidad: los
hastati, m ás jóvenes, en cabeza; los princeps, hom bres de
m ediana edad en segunda línea y los triarii, m ás veteranos,
en retaguardia.
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P uede que los rom anos esperasen una guerra breve y fácil,
ya que los griegos habían logrado derrotar en otras ocasio-
nes a los cartagineses y ellos m ism os, en el 262 a.d.C. les
vencieron en Agrigento. Sin em bargo, los africanos tenían la
costum bre de pelear m ejor cuanto m ás desesperada era su
situación. Contuvieron a los rom anos y, entre tanto, su
poder naval m antuvo vivas sus líneas de abastecim ientos.
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En aquellos trece años Rom a creó sus dos prim eras provin-
cias lejanas: Hispania Citerior e Hispania Ulterior; la dis-
tancia obligó a Rom a a prolongar el plazo de un año de per-
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Su prim er acto fue enviar una com isión a Grecia para acla-
rar la situación; tres delegados, a cuyo frente se encontra-
ba Gneo Dom icio Enobarbo, triunfador de Magnesia. Una vez
regresaron e inform aron de la caótica situación, P aulo reci-
bió autorización para nom brar los tribunos de sus dos
legiones, reclutó cuatro legiones m ás y partió para Delfos.
P rohibió a los centinelas llevar arm as “porque su m isión no
era luchar sino vigilar”, organizó un sistem a de relevos,
asignó trabajos a todos y repuso las escasas existencias de
alim entos y agua. Reunió a los oficiales y, tras estudiar su
estado de ánim o, em pezó a trabajar secretam ente en sus pla-
nes.
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Sobre las tres de la tarde del día 22, un caballo rom ano se
soltó y em pezó a galopar hacia la orilla griega, seguido por
tres soldados. El agua les llegaba a las rodillas. Dos tracios
del ejército m acedónico quisieron capturar al anim al,
resultando m uerto uno de ellos. Aquelló irritó tanto a un
cuerpo de 800 jinetes tracios que se lanzaron a la lucha,
siendo im itados por las dos cohortes rom anas. Ante el
ruido, P aulo salió de su tienda para averiguar qué pasaba.
El rom ano pensó que lo m ejor sería aprovechar el ardor de
sus soldados y convertir en oportunidad favorable lo que no
era sino un m otivo casual. Nasica, al tiem po, anunció a
P aulo que P erseo estaba form ando en orden de batalla a sus
soldados.
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Octavio era cualquier cosa m enos tonto. Com prendió que los
prejuicios rom anos e italianos pesaban aún m ucho y que el
poder no debía alejarse dem asiado de Italia, excepto si su
objetivo era conseguir ser asesinado. Declaró que respeta-
ría el Senado y el m odo de gobierno..... Cum plió con su pala-
bra a su m anera. El Senado discutía, proponía, organizaba
eventos y nom braba funcionario inferiores; casualm ente,
los senadores eran nom brados por Augusto (nom bre que
adoptó, junto al de su tío, durante la guerra civil que siguió
a la m uerte de éste) y los cargos verdaderam ente im portan-
tes de la República estaban en sus m anos. Rom a seguía sien-
do una República..., que hacía lo que deseaba el Em perador.
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Escipión com ían carne dos veces al día, sobre todo tocino
aunque no faltaba con cierta frecuencia la carne fresca.
Los días de com bate com ían tem prano para estar prepara-
dos. El ejército rom ano condecora a sus hom bres tanto com o
castiga la indisciplina: estandartes, coronas, m edallas,
brazaletes, cadenas, hebillas, collares o placas que se
entregaban delante de las tropas reunidas. Com o en la
actualidad, en tantas otras cosas, tam bién los rom anos con-
decoran en función del rango: Brazaletes, collares y m eda-
llas para los legionarios, pretorianos y centuriones.
Coronas, astas o estandartes (vexillium ) para oficiales
superiores y algunos centuriones. Tres coronas, tres astas
o tres estandartes para los legados legionarios. Y cuatro de
cada para los com andantes en jefe.
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m edad o herida o por ignom inia, o sea, por haber com etido
algún delito.
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GRADO DENARIOS
Legionario 225
P retoriano 500
Centurión 1.250/2.500
P rim i Ordines 5.000
Tribunus sem estris 12.500
Tribunus laticlavius 30.000/50.000
Tribunus angusticlavius 25.000
P raefectus castrorum 30.000
P raefectus alae 25.000/30.000
Tribunus cohors urbanae 50.000
“ “ praetoriae 50.000/75.000
P rim us P ilum iterus 50.000/75.000
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Varo, pese a todo, fue inform ado del plan de Arm inio por
Segestes, quien le aconsejó que redujese a prisión a los
conspiradores. Sin em bargo, Varo debió de considerar la
delación com o un intento de Segestes de saldar sus cuentas
con el joven querusco. En septiem pre u octubre del año 9,
los 20.000 hom bres de las legiones XVII, XVIII y XIX, con
sus bagajes y fam ilias iniciaron el traslado a Aliso.
Arm inio y sus hom bres perm anecieron junto a Varo, escol-
tándoles por los tortuosos cam inos, hasta la tarde anterior
al día en que se había planeado com enzara la acción.
Segestes tornó a avisar al rom ano, pero éste no le hizo caso.
Cuando las legiones cam inaban entre m arism as y bosques,
Arm inio y los suyos desaparecieron. Las prim eras señales
del desastre que se avecinaba llegaron al saberse que unos
soldados de los destacam entos de exploración habían sido
asesinados. Varo cam bió la dirección de la m archa, que-
riendo alcanzar la carretera que conducía a Aliso por el
paso de Dören.
Dión nos cuenta que m ientras los rom anos se abrían cam i-
no por el bosque, descargó una torm enta que puso el suelo
fangoso y escurridizo, haciendo m uy peligroso el avance, ya
que las ram as de los árboles se rom pían cayendo sobre los
soldados en m edio de gran confusión. Los rom anos em peza-
ron a descuidar el orden de m archa, m ezclándose com ba-
tientes y paisanos. F ue entonces cuando Arm inio atacó de
im proviso, lanzando nubes de venablos contra aquella m asa
heterogénea. No obstante las dificultades, se logró detener
la m archa y establecer un cam pam ento fortificado.
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P ese a que desde Caracalla todos los hom bres libres del
Im perio son ciudadanos rom anos, persiste la división del
ejército entre legiones y fuerzas auxiliares. Otras de las
reform as de este Em perador consisten en excluir a los
senadores de los altos m andos, que ahora se com ponen de
oficiales profesionales, y en la creación de fuertes colum -
nas m óviles y ligeras, que acuden a los puntos atacados por
el enem igo bajo las órdenes del Em perador o de legados m uy
fieles. Galieno com pleta esta últim a reform a convirtiendo
tales fuerzas en caballería.
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4.- Atacar al enem igo por las dos alas, dejando descubierto
el centro del ejército; así com batió Escipión en la batalla de
Ilinga y Aníbal en Cannas.
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B ibliografía:
LA GUERRA CIVIL.
Editorial Juventud. 1986. Barcelona.
AUTOR: Cayo Julio César.
EL EJERCITO ROMANO.
Ediciones Akal, S.A. Madrid. 1990.
AUTOR: John Wilkes.
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