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Desde la Teoría Realista, una explicación de la política exterior de

Israel en materia de seguridad y defensa

La seguridad es un aspecto central de las relaciones internacionales y no hay


mejor manera de apreciar la complejidad de este aspecto que desde la Teoría
Realista, que no solamente provee un aparataje conceptual apropiado, sino
también permite relacionar la situación histórico-empírica con sus postulados
teóricos abriendo paso a la oportunidad de observar con claridad la relación
causa-efecto y de analizar los fenómenos internacionales con objetividad.

Los debates éticos y morales en torno al papel de Israel en la política de Medio


Oriente y la agresividad de su política exterior en materia de seguridad y defensa,
tienen una gran atención mediática que toca la conciencia del pacifismo de la
sociedad posmoderna. En este contexto el realismo permite es realizar una
aproximación que pueda explicar (cuando no justificar) la agresividad de la política
exterior de Israel con sus vecinos en la región.

La intención del ensayo no es argumentar a favor de la política exterior israelí, sino


ofrecer una explicación lejos de la emotividad subjetiva y la ambigüedad moral. La
primera sección del ensayo es un contraste entre la realidad histórico-empírica con
postulados teóricos como el estado de guerra, la anarquía en el sistema
internacional, la política de poder y el interés nacional. La segunda sección se
enfoca en la dimensión geopolítica del problema que se está abordando, haciendo
énfasis en las condiciones políticas regionales.

Finalmente la conclusión se enfoca no sólo a sintetizar la lógica bajo la que se


redactó el ensayo, sino también en plantear un escenario distinto en el cual es
posible llegar a pensar la región de diferente manera, sin desafiar el realismo de la
política de poder.
Aproximación teórica

Israel parece estar siempre en un estado de guerra aún cuando no está


combatiendo directamente con otro Estado, como si se tratara de un estado
perpetuo, inexorable, casi fatal. Los pacifistas sobre todo atribuyen esto a la “mala”
conducta de unos u otros, como si fuera un problema de voluntad. Pero si bien es
cierto, el Medio Oriente presenta niveles de conflictividad internacional más
elevados que otras regiones del mundo, encontrar la causa del estado de guerra
en una “mala conducta”, sería como asumir que la paz es el estado natural y que
este estado se rompe cuando un jugador atenta contra las reglas naturales del
juego.

Este planteamiento comulga con la Teoría Liberal; de acuerdo con Locke (1994,
pp. 46 - 47) el estado natural es de paz, buena voluntad, asistencia mutua y
conservación y el estado de guerra es de enemistad y destrucción, es decir, que
surge cuando se rompe con el estado natural de paz. La Teoría Liberal
contemporánea mantiene este postulado, pues defiende que aún reconociendo la
condición de anarquía como propia del sistema internacional esto no significa la
existencia de un estado de guerra perpetuo (Keohane 1993).

Si se acepta como valido este supuesto teórico, entonces se está obviando que
aún cundo no parece existir una amenaza real que sea probable para muchos
Estados; sobre todo aquellos que más poder acumulan, mantienen un política de
defensa permanente. Y es que se debe tener claro que el estado de guerra no
significa que se esté siempre en guerra, sino que la guerra puede ocurrir en
cualquier momento (Hobbes 1994, p. 107; Mearsheimer 2003, p. 43; Morgenthau
1990, pp. 5 - 24; Waltz 1988, p. 171). El estado de guerra deriva de la
desconfianza y la desconfianza es según Hobbes (1994, p. 106) la que motiva la
búsqueda del poder con miras a la autoconservación. Para los realistas ofensivos
como Mearsheimer (2007), más poder implica más seguridad. Israel en este
sentido busca acumular poder con el objetivo de asegurar su supervivencia en un
entorno que le es hostil, su política exterior de seguridad y defensa no es
contraproducente, sino se ajusta a las condiciones propias de un estado natural de
guerra. Esto no provee justificación para el uso excesivo e innecesario de la fuerza
como sucedió recientemente con el ataque de Israel a la flotilla de ayuda
humanitaria que se dirigía a Gaza o para el uso de violencia contra la población
civil como ha sucedido en los ataques a Líbano y Palestina, pero permite analizar
y aportar explicaciones de parte de la política exterior israelí a la luz de un
razonamiento teórico del realismo.

Los hechos deben comprenderse a través de la lógica del interés nacional, que
provee una explicación razonable sobre las actuaciones de los Estados en el
sistema internacional al margen de la ética y la moral. A través del concepto de
interés nacional se impone disciplina intelectual, se infunde orden racional en la
materia de la política y se hace posible su comprensión teórica (Morgenthau 1990,
pp. 45 – 61). El interés nacional se expresa no en términos morales, sino en
términos de poder. El realismo supone que las relaciones internacionales son
fundamentalmente relaciones de poder y de ahí que los Estados estén en su
búsqueda, pues eso asegura su supervivencia. Para Hobbes (1994) el poder es un
medio que asegura la supervivencia en un mundo donde el estado natural es el
estado de guerra.

La posición de un Estado como Israel, que no sólo a la luz de la teoría, sino


también a través de la apreciación empírica e histórica se sitúa permanentemente
en un escenario de confrontación (un estado de guerra), debe fijarse en torno a su
interés nacional que es naturalmente de preservación y el medio para lograrlo es
el poder, que abarca un conjunto de elementos como el poderío militar, el
posicionamiento estratégico y el poderío económico entre otros.

La alianza entre Estados Unidos e Israel, y la presencia del lobby sionista en la


política estadounidense no es para nada fortuita, sino responde a un interés
nacional, de la misma manera, también es parte de una política de poder el
manejo de las relaciones bilaterales con Turquía y Egipto.

La sola ocupación de territorios en manos de países árabes después de la


fundación del Estado de Israel es un claro ejemplo de la política de poder, donde
los territorios están en posesión efectiva de Israel que se impuso por medio de la
fuerza. Los Altos de Golán por ejemplo, han sido ocupados mediante el uso de la
fuerza ya que Siria no tiene el poderío para hacer frente a Israel; también la Franja
de Gaza ha sido bloqueada por todos los medios para ejercer el control sobre el
territorio, mientras que los asentamientos y los colonos protegidos por el ejército
israelí ocupan territorio cisjordano.

Estos hechos históricos y la agresividad de la política exterior israelí, reforzada por


la postura radical del Canciller Lieberman sólo pueden ser explicados a la luz de la
Teoría Realista, pues se demuestra claramente que la constante es la política de
poder, marcada por el interés nacional y el estado de guerra y no por la
cooperación entre Estados. Como Morgenthau (1990) razona, la moral y la ética,
son esferas distintas a la política, donde el interés nacional es primordial. No se
opera entonces bajo una lógica moral que apruebe o condene la política exterior
de Israel, sino bajo el sentido práctico del interés nacional.

Las condiciones anárquicas del sistema hacen posible que un Estado actúe de
acuerdo a sus propios intereses y que no existan reglas de juego; para
Mearsheimer (2003, p. 54) en una realidad anárquica el deseo de supervivencia
incita a los Estados a comportarse agresivamente; no en vano Aron (1995, p. 28),
aduce que a pesar del incremento de todo tipo de relaciones entre los Estados, las
relaciones internacionales no han abandonado la ley de la jungla.

Incluso liberales como Locke (1994, p. 48) reconocen que un Estado tiene derecho
a su defensa en el momento de ser amenazado. Habría que considerarse en el
escenario en el que se encuentra Israel para revalorar su política exterior, al
margen de debates morales que obscurecen la objetividad del análisis. No
solamente porque se encuentre ante la permanente y natural amenaza que
presenta la condición del estado de guerra tal y como lo plantea la Teoría Realista,
sino también porque se encuentra ante una amenaza explícita desde sus
enemigos en la región.
El contexto geopolítico de Israel permite explicar de mejor manera el contenido de
su política exterior en materia de seguridad y defensa, en concordancia con la
objetividad científica del realismo como teoría de las Relaciones Internacionales.

La dimensión geopolítica

Israel fue prácticamente implantado en un territorio ocupado fundamentalmente


por población árabe; su sola existencia en ese territorio constituyó un agravio para
los pobladores palestinos de origen árabe que si bien no constituían un Estado si
ocupaban efectivamente el territorio.

Entre sus vecinos más próximos los de mayor riesgo son Egipto, con quien se
lleva una relación estable pero existen antecedentes de agresión bélica con
consecuencias de pérdida de territorio para Egipto, Siria con quien disputan los
Altos de Golán y el Líbano donde la situación es sumamente tensa y ha sido
marcada por la permanente presencia de conflicto y esporádicos enfrentamientos
violentos.

Otra situación compleja en términos geopolíticos es el bloqueo a la Franja de


Gaza gobernada por Hamas y la relación con la Autoridad Palestina que gobierna
en Cisjordania. Palestina sigue disputando el territorio que ocupa Israel y aunque
sus pretensiones no son respaldadas por su verdadera condición política, la
seguridad de Israel se ha podido ver amenazada por la presencia de Hamas en el
territorio de Gaza.

En las proximidades también están Turquía y la hostilidad de Irán, gobernada por


Ahmadineyad que ha amenazado con la destrucción total de Israel. Es decir, que
el Estado de Israel se encuentra en un territorio cuyo contexto es absolutamente
hostil y la amenaza es constante y permanente. Israel en este contexto se ha
esforzado por impermeabilizar sus fronteras y aumentar su poderío militar, así
como implementar sistemas de inteligencia internos como Shabak y externos
como Mossad. Sin embargo, esto no significa que sea inmune a los desafíos
militares, ni que se hayan eliminado los riesgos como el que presenta el terrorismo
por ejemplo.

De ahí parte de la importancia de procurar la seguridad a toda costa. La expansión


territorial es también un esfuerzo de seguridad nacional, pues desde la perspectiva
del Espacio Vital de Haushoffer, los Estados deben poseer efectivamente un
determinado espacio territorial que le permita asegurar su supervivencia; en este
caso la ocupación de los Altos de Golán es un ejemplo, pues esta expansión
territorial se hace con miras geoestratégicas.

Israel trata por su lado de ejercer una política exterior de poder que le permita
mantener su status en la región y sobre todo preservar su seguridad. Asegurar su
poderío en la región, manteniendo un status geopolítico y geoestratégico en
términos de ocupación territorial y poder, es el medio que ha encontrado para
asegurar su supervivencia.

A manera de Conclusión

Es claro que la configuración geopolítica de Medio Oriente ha estado marcada por


el poder que representa Israel en la región y el conflicto que surge en torno a la
creación del Estado de Israel en territorio árabe. Israel busca asegurar su
supervivencia y su seguridad manteniendo una política exterior de seguridad y
defensa agresiva. La condición anárquica del sistema, donde no existen reglas de
juego, le ha permitido desempeñar en la región una política de poder definida en
función de su interés nacional.

El estado natural del sistema internacional es el estado de guerra, y si a ello se le


suma la conflictividad de la región con todos los elementos históricos y políticos
que ello implica resulta una formula explosiva para la seguridad de cualquier
Estado en las condiciones en que se encuentra Israel.
Pero, ¿es posible pensar en una situación distinta para la región?. La respuesta es
sí. La situación en la región puede cambiar en la medida que los Estados árabes
logren equilibrar el balance de poder con respecto a Israel; parecería irónico pero
la solución más cercana no es avanzar hacia una deposición de las armas que en
todo caso requeriría un elevado nivel de confianza que no existe, sino equilibrar el
poder entre unos y otros. La natural desconfianza y la complejidad del conflicto
exacerbado por el nacionalismo y las diferencias culturales, así como la disparidad
de poder, hacen que las negociaciones fracasen una y otra vez.

Sin embargo, si los Estados árabes acumulan suficiente poder para equilibrar el
balance en la región, la situación sería muy distinta. Para ejemplificarlo de alguna
manera: ¿atacaría Israel nuevamente al Líbano si estos tuvieran el poder para
responder con igual o mayor fuerza? o ¿se encontraría Israel en la misma posición
si existiera más equilibrio de poder?. En la medida que haya más equilibrio los
costos de una política exterior agresiva son mayores y por lo tanto Israel se vería
forzado a reevaluar su postura.

El discurso de líderes incendiarios como Ahmadineyad de poco sirve si no va


acompañado de los medios para hacerlo realidad. Schelling (2006), acierta al
indicar que la efectividad de la amenaza y la disuasión dependen directamente de
dos variables: la credibilidad y la potencia.

Sin credibilidad y sin potencia es imposible que la amenaza de los Estados árabes
surja algún efecto. En cambio en una condición de mayor equilibrio los costos de
la agresividad se incrementan y la estabilidad es posible. La política internacional
de cualquier forma no cambia su esencia, sigue operando bajo la lógica y la
dinámica del poder.

ARON, RAYMOND (1995). The anarchical order of power. Daedalus, vol. 124 No.
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