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El tal Tomás era un tipo vulgar y de mal genio, solía gastarle bromas
pesadas a Harry abusando de su corta edad de apenas once años y su
humilde posición como ayudante para limpieza y lubricación, de ahí su
apodo y su apariencia.
Pero esta vez las cosas serían diferentes. El niño, calculando sus
movimientos, se acercó a una de las tablillas con ruedas que se usan
para deslizarse bajo el auto, y la hizo rodar hacia atrás justo en el
camino del otro, haciéndolo tropezar y caer de forma estrepitosa y
ridícula. Lleno de ira, se incorporó para desquitarse, pero para su
sorpresa, Harry permaneció inmóvil con una llave en sus manos y una
mirada de determinación que no le conocía.
Tomás volteó para ver a Franco: no hacían falta palabras, no iba a
permitir que agrediera al muchacho. Disimuladamente, desistió y volvió
a su trabajo.
Permaneció en silencio.
-Bien, señor-
Cada quien volvió a su trabajo. Don Luis se había apartado junto con
Harry y platicaban muy animadamente, entre risas y ademanes.... ¿qué
tanto charlaban? -se preguntaban los trabajadores y el mismo Mustafá
desde el cristal de su oficina-
-¿Azúcar?-
-¡Exceleeente!....queda grabado.
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Se despidió de todos.
Pero las aguas vuelven a su cauce, y para nuestro hombre las cosas no
habían adelantado mucho. Ciertamente había conservado su empleo, pero
aún tenía a su hermanito enfermo y el trato con su patrón por
resolverle el problema no quedaba muy claro: finalmente el "ogro" era
un empresario y comerciante... árabe, además.
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A una calle del taller se topó con Georgina, quien regresaba del banco.
-Gracias nenas-
checov