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CAPÍTULO QUINTO

UNA ÉTICA POLÍTICA DE LA ECONOMÍA: LA JUSTICIA COMO


IMPARCIALIDAD

El esfuerzo por acercarnos a los hechos económicos para entender sus mecanismos y encontrar
en ellos los márgenes de libertad y los valores morales que nos permitan concebirlos como materia de una
reflexión ética, nos ha conducido, a través de un largo trayecto que va de la microeconomía a la teoría de
la elección pública, pasando por la economía del bienestar y la teoría económica institucional, hasta el
ámbito de la política y por eso mismo hasta el umbral de la reflexión ética. La articulación de teorías
sobre lo económico que hemos propuesto en los capítulos anteriores, nos ha confirmado una de las
primeras intuiciones que dieron lugar a esta investigación, que la realidad económica es muy compleja y
que no existe una teoría económica que explique el mundo de la economía en su totalidad, ni todas las
implicaciones de un hecho económico particular. Para acercarse a los hechos económicos es necesario
articular y complementar perspectivas teóricas que permitan ir elaborando una visión más o menos
completa de los mismos, para que tal visión, a su vez, nos permita plantear las alternativas técnicas
factibles en un caso determinado.
Sin embargo, la presentación de tales alternativas es sólo el resultado de un primer momento
del método que propusimos al inicio (ver antes, cap. 1: 6.3.) y que tiene por objetivo elaborar la materia
prima para el planteamiento correcto de los problemas de moral económica. Este planteamiento, ya de
carácter ético, constituye el segundo momento de nuestro método y tiene como objetivo propio detectar
en las alternativas bienes o valores morales en conflicto, los cuales a la luz de principios éticos y la
referencia a un ideal social, cuya postulación constituye un tercer momento, deben ponderarse en un
ejercicio de discernimiento, cuarto momento metodológico, para desembocar en la instrumentación de
decisiones, lo cual nos lleva nuevamente al ámbito de las teorías sociales, en un quinto momento que,
como el primero, es también de carácter empírico.
En los tres capítulos anteriores nos abocamos a exponer y articular las teorías de lo económico
que a nuestro parecer pueden ser utilizadas en los momentos del análisis (1º) y de la instrumentación de
decisiones (5º). Ahora debemos proponer una teoría que pueda ser utilizada en los momentos propiamente
éticos de nuestro método (2º, 3º y 4º). Para ello, proponemos la utilización de la teoría de la justicia de
John Rawls, también llamada justicia como imparcialidad por su mismo autor. Sin embargo, es necesario
adelantar algunas condiciones que justifiquen la utilización de esta teoría.
Con respecto al método ético-teológico que esbozamos en el primer capítulo, es necesario que
la teoría ética que utilicemos, además de mantener la continuidad entre los momentos económicos (1º y
5º) y los momentos éticos (2º, 3º y 4º), pueda dar contenidos teóricos a éstos últimos, es decir,
1) que permita plantear correctamente los problemas de moral económica como conflictos de
bienes/valores (2º momento de nuestro método) para lo cual nos debe presentar los
bienes/valores que estén implicados en un problema de moral económica; la noción
rawlsiana de bienes primarios, particularmente los socio-económicos, satisface esta
condición;

2) que permita contar con principios básicos (3er momento de nuestro método) para la
evaluación y el discernimiento, para lo cual Rawls nos ofrece lo que él llama principios de
la justicia; y que también nos permita proponer un ideal social normativo para la praxis
social (3er momento de nuestro método), para lo cual el autor nos ofrece su idea de una
sociedad bien ordenada;

3) que permita priorizar bienes/valores para realizar el discernimiento del problema moral (4º
momento de nuestro método), para lo cual Rawls nos ofrece su secuencia de prioridades y
su principio lexicográfico previo o mínimo social, así como su noción de razón pública.

Pero la ética social que propongamos debe permitir a la vez la continuidad entre la ética y la
teología moral. Para ello proponemos como criterio la convergencia de la teoría de Rawls con las
exigencias de los teólogos presentados en el primer capítulo y con las posturas morales del magisterio
social de la Iglesia, por lo que consideramos que la primera debe llenar los siguientes requisitos:
1) que conciba la racionalidad económica como una dimensión más de la razón humana que
por lo tanto debe articularse con la dimensión ética de ésta última, de tal manera que la
teoría económica encuentre su lugar y su función mediadora al interior de la teoría ética; la
concepción rawlsiana de la persona moral, que subyace a su concepción política de la
persona, fundamentada en la estructura de la razón práctica, como razonable y racional nos
ofrece esta posibilidad;
2) que proponga una concepción de la sociedad que permita superar el individualismo
metodológico y el economicismo propios del libertarismo, o neoliberalismo, para lo cual
Rawls nos propone la idea de la sociedad como un sistema justo de cooperación
fundamentada en la reciprocidad, y que permita también superar el particularismo y el
etnocentrismo propios del comunitarismo actual, para lo cual nos propone el
constructivismo político como método para establecer principios generales de justicia;

3) que ubique el mercado en su contexto institucional, para que la eficiencia pueda ser
asumida en el contexto de la justicia; para Rawls el mercado es parte de un proceso social
más amplio cuyo curso depende de las restricciones impuestas por la justicia procedimental
de las instituciones básicas que la sociedad se da a sí misma;

4) que asuma la pluralidad, religiosa, moral y cultural, de las sociedades complejas actuales o,
en otros términos, que no sea totalitarista, en el sentido de que pretenda ser la concepción
que rija todas las relaciones humanas, para que deje abierta la posibilidad de que los valores
cristianos así como su concepción teológica incidan en la vida social; las concepciones
rawlsianas de pluralismo razonable y consenso traslapado abren esta posibilidad; y

5) que sus principios tengan al menos cierta afinidad con la opción preferencial por los
pobres como criterio evangélico de acción y discernimiento, afinidad que encontramos en
el mínimo social y en el principio de diferencia propuestos por Rawls.

Consideramos que estos son los rasgos mínimos que debería tener una teoría ética para poder
integrarse al método teológico moral que propusimos en el primer capítulo. Y aunque nuestro propósito
no es llegar hasta la crítica teológica del pensamiento de Rawls, sí podemos proponer el ámbito de lo
político como lugar de encuentro entre las concepciones políticas y éticas de la justicia como
imparcialidad, por una parte, y las exigencias éticas de los teólogos analizados en el primer capítulo, así
como los principios y categorías básicas sobre la vida en sociedad que nos ofrece el magisterio de la
Iglesia católica, por la otra.

Conviene recordar que cuando el magisterio hace afirmaciones de carácter político, en el sentido en el que
aquí estamos entendiendo la política, muchas veces está recurriendo a alguna filosofía política que no se
ha originado en la teología, pero el hecho de que tales afirmaciones se expresen como “magisterio” de la
Iglesia católica supone que, al

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