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Boletín Informativo
[Volumen 2, N° 83]
Mucho que agradecer
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Ordenación diaconal.
El 17 de Diciembre, en la Catedral de la ciudad de Osorno, se ordenó Diácono,
nuestro querido y recordado amigo Cristian Meneses, s.j. (Chubi). La ordenación fue
recibida de manos Mons. René Rebolledo, Obispo de la Diócesis. En la ceremonia
también fue ordenado el jesuita Iván Navarro. Tanto Iván como Cristián son ex
alumnos del Colegio San Mateo de Osorno.
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Equipo de Navidad
Parroquia San Ignacio de Loyola
Padre Hurtado.
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La inculturación se asemeja a los alimentos que se deben cocinar a fuego lento. Existen dos
posibilidades: que el alimento se quede crudo, porque no nos dimos tiempo para cocinarlo,
o bien que se queme, porque lo quisimos apurar.
Cuando se sale del propio ambiente al principio hay que seguir un proceso que parte con el
alejamiento, la separación. Esto es doloroso, es un duelo y se debe vivir como tal. Por más
bonita y atractiva que sea la misión que se está por empezar, y al hecho de que desde el
principio de nuestra formación como jesuitas nos hayan dicho que la misión es lo que
define nuestra vida, es innegable que los afectos tienen una dinámica de pasado, miran
hacia atrás, se refugian y gobiernan desde lo conocido.
No aceptar que uno extraña es negar lo vivido, es decirle a las personas con las cuales uno
ha compartido que las relaciones que se construyeron eran solamente accidentales y
funcionales. Javier en la India no dejó de extrañar a sus amigos (guardaba sus firmas en un
relicario al lado de su corazón). Ignacio mandó llamar de vuelta a Javier porque lo quería
cerca de nuevo, quizás para dejarle en sus manos la Compañía o simplemente porque
extrañaba su amistad cercana. Vale la pena mencionar que Javier nunca recibió esas cartas
porque ya había fallecido. Ni el deseo de Javier de tener presente a sus amigos, ni el deseo
de Ignacio de volver a tener cerca a Javier fue impedimento para la misión. Pero ambos no
negaron el afecto mutuo y sus deseos de estar cerca. Separarse duele, lleva tiempo, acelerar
ese proceso es quemar el alimento.
Ahora bien, junto con separarse hay que unirse a lo nuevo. La inculturación es eso, dejar
una cultura para ir a otra. El duelo de la pérdida seguramente irá perdiendo fuerza frente al
descubrimiento de lo nuevo. Esto no es cambiar una cosa por otra, sino animarse a hacer el
ejercicio afectivo de agrandar el corazón para que nuevos temas, nuevas personas, nuevos
afectos entren. No es mutar, es ampliar el espacio para que todo entre. Y eso lleva tiempo,
si esto no sucede el alimento queda crudo.
Este tiempo para reordenar los afectos necesita un condimento especial: estar libres de
prejuicios, o por lo menos ponerle un guión a la palabra: pre – juicios. Será necesario
comprender que lo que viene es un misterio donde incluso puede operar otra lógica
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diferente a aquélla en la cual he sido criado. Lo nuevo no ha de ser puesto bajo etiquetas
(que son fáciles de poner, pero difíciles de sacar) sino como un horizonte nuevo al cual
estoy invitado a conocer. Recordemos que primero será saber de qué hablan, hablar con
ellos y, también, pero al final, decir en qué estamos de acuerdo y en qué no. Las etiquetas,
como en todo alimento, se ponen al final, cuando todo esté cocido. Y cuando se come el
alimento es lo primero que se tira. Ellas no son tan importantes.
Este nuevo esquema que en América Latina está, en estricto rigor, reempezando -porque
nuestros compañeros mayores lo vivieron durante su formación- ha de ser una oportunidad,
una escuela no sólo de conocimientos sobre otras culturas sino una escuela para ampliar el
corazón.
Quizás se puedan transformar en la cocina ideal para que la cocción lenta que necesita la
inculturación se dé sin sobresaltos. Puede ser la oportunidad para que aprendamos juntos a
hablar de los temas, ya no de los otros temas o de mis temas, sino de los temas de
Latinoamérica, que son los temas de todos.
de nuestra vida no un modo de diferenciarnos que no permita el diálogo, sino un modo que
asuma las diferencias como una riqueza para la misión común.
Javier nunca estuvo en América, ni en África, e incluso muy poco en Europa. Su trabajo fue
en Oriente, se hizo especialista en Oriente, se cansó de bautizar niños orientales. Hoy no
hay misión en el mundo que no copie su modelo. Porque se “metió a fondo” se hizo
universal.
Dicen que habrá muchos juegos… actividades para compartir con los
hijos…
La oportunidad para disfrutar un ambiente alegre.
- Nació Sofia Valentina, nieta de Blanquita Tejo y Marcos San Martín. Bendiciones para
ellos y compartimos su alegría por el nuevo miembro que se suma a su familia.
- El Tata (Daniel Cantillana) está mejor de su neumonia. ¡Gracias Señor! por ellos.
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