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Años es todo.

Las encuestas sobre los grandes discos de la historia del rock son un ente mucho más dinámico
y cambiante de lo que suele suponerse. Las perspectivas de apreciación histórica se modifican
en períodos más o menos cortos (¿cinco años? ¿diez?), más allá de que, lógica y
merecidamente, hay cánones difíciles de desbancar. En esta votación sin precedentes, en la
que -a cuarenta años de la edición del simple "La balsa" de Los Gatos- músicos, periodistas,
productores, representantes, fotógrafos y gente fuertemente relacionada con la historia del
rock nacional eligen los 100 grandes álbumes de todos los tiempos, Luis Alberto Spinetta
sobresale como el artista con mayor cantidad de obras seleccionadas. Una conclusión
previsible. Ahora bien, una década atrás, ¿hubiera sido Artaud el número uno? Sin duda, el
tiempo le concedió a esa obra de vanguardia, insuperable en su especie, el valor que se le
atribuye a los sueños perdidos (aunque latentes). En ese sentido, el resultado general es
fascinante: la lista y los textos que la acompañan permiten una nueva aproximación a la
complejísima historia del rock argentina, a bucear en los detalles y las circunstancias creativas
de un centenar de discos irrepetibles. A los escépticos del rubro pero fanáticos de la música
(nosotros nos incluimos en ambas categorías), no les hará falta más que dar vuelta la página
para bajar las defensas y entregarse al goce, la memoria, el descubrimiento y la indignación.
Porque puede que veinte años no sea nada; pero cuarenta, a juzgar por lo que se ve por aquí,
son demasiado. Y la buena noticia es que la piedra sigue rodando

PRODUCCION PERIODISTICA: Juanjo Carmona.


ESCRIBEN: Claudio Kleiman, Oscar Jalil, Diego Mancusi, Juan Ortelli, Pablo Plotkin, Humprey Inzillo,
Juanjo Carmona y Ernesto Martelli.
1. Artaud.
Pescado Rabioso
1973
Antonin Artaud nunca quiso que su obra fuera considerada literatura. Del mismo modo, Artaud nunca
quiso ser un disco, sino un gesto de vanguardia. Sin embargo, ahora lo es: el mejor de la historia del rock
nacional, según esta votación. Es cierto: el álbum de L. A. Spinetta firmado por Pescado Rabioso
("¿Vieron? Pescado era yo"), como si fuera el tercer LP del grupo, y bautizado como el poeta maldito
francés, contiene música registrada en unas líneas circulares sobre un plástico negro. ¿Entonces?
Entonces empecemos por recordar la mítica tapa, que de mera decoración o funcionalidad tenía poco.
Spinetta la llamaba la "deformé". El boceto que le envió al diseñador Juan O. Gatti ni siquiera podría
considerarse "estrella", es inclasificable. Claro; el primer problema de ese pack era ubicarlo en las bateas
y discotecas hogareñas. Efectivamente, el disco-objeto era un inadaptado: denunciaba con su
deformidad la cuadratura, la falta de libertad y el sometimiento a la geometría industrial del resto.
Qué mejor síntesis sobre la vida y obra de Antonin Artaud. Decía el escritor francés en "Surrealismo y
revolución" (1936): "Más que un movimiento literario, [el surrealismo] ha sido una revolución moral, el
grito orgánico del hombre, las palabras de nuestro ser contra toda coerción. En primer lugar, contra la
coerción del Padre". Para neurosis de los coleccionistas es imposible encontrar una tapa original de
Artaud sin las puntas ajadas: ese desafío a los patrones (padres) geométricos e industriales se pagaba
con la degradación. Otra forma de hablar del trágico destino de Artaud. Y eso que todavía no pasamos
de la tapa.
Sigamos. En el booklet del disco, que parecía prospecto de remedio, también se leía: "«Acaso no son el
verde y el amarillo cada uno de los colores opuestos de la muerte, el verde para la resurrección y el
amarillo para la descomposición y la decadencia?» (Antonin Artaud, carta a Jean Paulhan, París, 1937)".
De ahí las tonalidades de la portada y el gag de salir a escena con guantes verdes en uno de los shows de
presentación del álbum en el Astral, durante la primavera de 1973.
En realidad, Spinetta buscaba redimir el mensaje nihilista y el contagio de dolor que acarrea la obra
artaudiana. Artaud funcionaba como un antídoto contra Artaud. La contrafigura siempre es Lennon (de
ahí el "She Loves You" en el collage de "A Starosta, el idiota"). "Para él [Artaud], la respuesta del hombre
es la locura; para Lennon es el amor. Yo creo más en el encuentro de la perfección y la felicidad a través
de la supresión del dolor que mediante la locura y el sufrimiento", le aclaraba a Eduardo Berti en los 80.
La interpretación spinettiana era bien rockera. En un reportaje de 1973 aparecido en Gente, Spinetta
resumía: "Artaud fue un tipo que vivió la vida de un rockero, como si fuese Hendrix". El Artaud-Hendrix
spinettiano empujó a muchos a la lectura del poeta, produciendo lo que la revista Algún Día en 1974
llamó "la onda Artaud que se ha desatado en Argentina". Luis Alberto sabía que tenía que ser didáctico:
en sus shows exhibía "diapositivos" (sic) con textos de Artaud y entregaba un manifiesto "Rock: música
dura, la suicidada por la sociedad", donde denuncia la "profesionalización" y el "negocio" del rock,
además de oponerse a la etiqueta de "música extranjerizante" en boga en aquellos días en que el rock
era una subcultura de domingos a la mañana y una música "progresiva" que se oponía a la oficial, la
"complaciente" de los Palitos y los Sandros. Aquel ritual de mil quinientos roqueros un domingo a la
mañana en el teatro Astros era descripto por Jorge Pistocchi en una nota de Pelo: "Cada uno se prepara
a entender. Nos dan un papel escrito, con claves que no son gratuitas. En él se reúnen distintos
estallidos de Kerouac, Artaud, [Miguel] Grinberg, Thomas Merton, Luis, Timothy Leary, etcétera.
Y nos abren el paso". Eran tiempos pre YouTube, tiempos en que los libros y cierta forma de arte
alimentaban la idea de contracultura. Hasta el dúo folk naif Vivencia usaba una pintura de Van Gogh en
su disco Mi cuarto y los duros de Vox Dei en La nave infernal instalaban un collage de Max Ernst en tapa
y un poema de Rimbaud en la contra. En los recitales del Astral, de "teloneras" se usaban películas
mudas como El perro andaluz, El gabinete del doctor Caligari y cortos del argentino Hidalgo Boragno,
todo musicalizado por El lado oscuro de la luna, Pompa y circunstancia de Edward Elgar y Héroe de
guerra de Hendrix.
La palabra clave en la Argentina de 1973 era "liberación". Volvían la democracia y Perón a escena: el
candidato del justicialismo, Héctor Cámpora, prometía una "patria liberada". A comienzos de aquel año,
los roqueros porteños comenzaron a reunirse los domingos en Parque Centenario para debatir sobre
cuál sería el lugar del rock. Músicos como Spinetta, Emilio Del Guercio, Rodolfo García, Gustavo Spinetta
(estos tres fueron los únicos músicos que acompañaron a Luis Alberto en Artaud ), Miguel Abuelo y
otros se sentaban a la sombra a charlar con periodistas como Grinberg o Pistocchi, y quienes eran su
público. "Teníamos una visión más holística de la revolución", nos recuerda Del Guercio. "Nos
preocupaba saber cuál iba a ser el lugar del arte y la cultura en la sociedad por venir, cómo la
transformación personal de cada uno y la comprensión del otro podían modificar la sociedad. " De ese
cuestionamiento total es hija la libertad de Artaud. El rito del Centenario terminó "y ahora nos reprimen
igual que antes del triunfo de Perón. (...) Vos sos parte de la liberación. No tiene que ser espectacular,
estará formada de pequeños gestos y grandes ternuras", escribía resignado Grinberg en su revista
Rolanroc, donde también figuraba el manifiesto "Rock: música dura...". En ese manifiesto, Spinetta
recurría a la misma idea "micropolítica" de liberación: denunciaba su "yo enfermo" por su incapacidad
de expresarse de manera más directa (más artaudiana), consigo y con los demás. Como su primer disco
solista post Almendra, Spinettalandia y sus amigos (72), Artaud funcionaría como un "automanual de
autoayuda". Esa autoliberación implica aislarse, despojarse de todos y de todo: otra vez, el Lennon post
Beatles que busca purgarse; su mensaje de amor a Yoko redime todo el nihilismo de Artaud. Aquellos 70
eran años de "psicodelia reflexiva", como se puede comprobar en la letrística de Molinari, Smilari o
Pappo y su dialéctica de "pensamiento versus locura". A Spinetta, la "divina tragedia del pensar" de
Artaud (como la llama Susan Sontag) y el disco El lado oscuro de la luna le sirven para articular esa
problemática relación entre alucinación y alienación, como queda claro en las voces internas de "A
Starosta" o en "La sed verdadera" y sus enajenaciones espaciotemporales. Otro tema esencial:
encontrar una forma de vida en la madurez. Como sucede en Floyd y en el Graham Nash de "Teach Your
Children", "Todas las hojas son del viento" provee leves instrucciones para rockeros que van madurando
y formando familias, y deben afrontar la paternidad siendo antipaternalistas.
El "yo enfermo" que quiere liberarse sabe que "las palabras nunca son/ lo mejor para estar desnudos".
Así, Artaud fue un laboratorio de la canción. Por un lado, la letra. Aquí se llega al máximo de
desarticulación del discurso poético en "Por", construido a partir de sustantivos sueltos que surgen de
las líneas melódicas. Hay un redescubrimiento de la dimensión poética de las palabras que sólo puede
lograrse liberándolas de la oración. Por otro, la música. Resaltan los nueve minutos de la "Cantata de
puentes amarillos", que continúa el formato fluido de una rapsodia o una canción "muy celular" como la
llamaban los Incredible String Band, en quienes los Beatles se inspiraron para "Happiness Is a Warm
Gun". El modo en que se canta la palabra-fetiche "mañana" (de ahí viene el que ya es un refrán clásico
del rock nacional: "Mañana es mejor") es un punto alto. También la burocracia versosestribillos o
tensión-distensión ("Superchería") es puesta en duda.
¿Qué significa que Artaud sea elegido el mejor disco del rock nacional en el año 2007? El paso del
tiempo obligó a su reducción: de vinilo con tapa "deformé" a vinilo con tapa cuadrada en los 80, luego
cd diez años después, ahora mp3 almacenado en un disco rígido. ¿Qué queda de aquel Artaud que no
quería ser sólo un disco sino un acto cultural liberador y lo repetía desde la molestia de su tapa? ¿Sólo
grandes canciones? Más: un aura de algo irrepetible. Un pelo de pincel en el color. El aura de una forma
de hacer y ser rock más directa, más artística, más artesanal y menos masiva que ya no existe desde
1982. O sea, un ayer mejor: todo lo contrario de lo que el álbum quería enseñarnos en 1973.
2. Clics modernos.
Charly García
1983
POR CHARLY GARCIA.
Hoy, en 2007, no le cambiaría nada a Clics. Es un disco autoproducido hasta económicamente, hecho en
Nueva York, donde conocí a Joe Blaney. Compré los instrumentos, me instalé un estudio de dieciséis
canales en el Village y apareció en un momento Pedro Aznar con su novia e hicimos el primer reality
show, estábamos con Zoca, los cuatro, en el loft y… siendo tan histéricos no sé como hicimos para
convivir. Sí me acuerdo que cruzábamos Washington con un carrito de supermercado lleno de
emuladores y equipos…
Yo ya había grabado un disco en L.A. –el primero de Serú Girán- y me había servido de experiencia, pero
solía tener muchos problemas para plasmar los sonidos que quería. El arranque del disco fue así: voy a
los estudios Electric Lady y les digo: “Quiero alquilar the best, alquilarlo”. El dueño me dice: “Tu padre es
rico o qué?”. Yo le muestro la plata y me pregunta: “Un café?”, además de darme una lista de ingenieros
el último de los cuales era Blaney. Lo llamé y apareció al otro día, alto, cool, zapatitos de leopardo…
Vio el loft, la mesa Tascam de dieciséis canales; le mostré mis discos y quedamos en empezar. Yo
necesitaba un baterista y me encantaba el de Jan Hammer; lo probé y no me rindió, no pasaba nada,
incluso fuimos a grabar y yo le pregunté a Blaney qué sonido de batería podía sacarle. Y no funcionaba:
sabíamos que tocaba fenómeno, pero cono nosotros no funcionaba. Y al otro día no me quedó otra que
poner una batería electrónica TR 808 y grabamos “Nos siguen pegando abajo”, y se armó. Blaney se dio
cuenta, todos nos dimos cuenta y seguimos con máquinas. Es el primer disco que tiene un sample de
James Brown.
En la mitad de la grabación, Grinbank ya le había prometido a Blaney hacer la mezcla, pero después se le
ocurrió mandarme a Los Angeles. Ahí me agarró un tipo cínico que no era mal ingeniero pero era cínico.
Todo mal. Cuando ya estaba llorando en la pileta de un hotel, al tope, en el medio de la nada, me tiré en
la parte baja y me pegué un cocazo… Me acuerdo que volví a la habitación, sonó el teléfono y era
Blaney; yo le pedí perdón en todos los idiomas y me dijo: “Tengo cuarenta horas de estudio en Nueva
York…” “¡Sí!”, le dije “¡Sí!”. Esa llamada de Blaney fue providencial. Volví solo a Nueva York y no era
como ahora, que llevás la información en un iPod: eran cintas de veinticuatro canales, repesadas y yo
cargando todo. Y… ¿no lo va a cargar Grinbank, no?.
Llegué a Unique, donde tenía cuarenta horas y lo compartí con Laurie Anderson, que estaba grabado el
disco siguiente del que tiene “Oh Superman” y cenábamos con Laurie, trabajábamos ahí, y me pareció lo
máximo. Me acuerdo exactamente la mezcla de “Ojos de video tape”, cuando están los sintetizadores, y
me parecía lo más.
La tapa la hice junto a Uberto Sagramoso. Al disco yo lo iba a llamar Nuevos trapos, pero me en una calle
había una figura como la que pintaban acá de los desaparecidos, pero en negro, y decía MODERN CLIX y
me pareció un muy buen nombre. En realidad era un grupo de ahí. La nave despegó. En esa época yo
escuchaba Sandinista y seguramente Joni Mitchell, ésa era la época en que surgió el rock de peluquería.
Y no había muchos grupos que me gustaran (lo que descubrí de la new wave lo descubrí después). Lo
que escuchaba era Men at Work, porque sonaba… todo el tiempo. También Synchronicity, de The
Police.
Lo difícil de entender era que nadie había hecho una polirritmia entre máquinas y sonidos tocados. El
aporte de Joe fue mortal, porque la primera vez que tenía un ingeniero american, que había grabado
con The Clash y no sé qué; o sea, era rockero, del palo, norteamericano y estaba grabando en la sala A
de Electric Lady, que es el mejor estudio del mundo. Ahí te das cuenta de cómo es el sonido, cómo son
los discos y cómo se hacen.
Hay muy pocos discos de rock acá. Grabados acá, que suenen a rock. No sé qué es, creo que les ponen
mucho bajo. Tenían sonido de disco, es decir, de vinilo… que es algo muy particular. Para mí, los casetes
son para la playa, los Cds para los yuppies, y los discos son discos. Y este álbum tiene una artesanía de
disco, está hecho como un disco, no solamente hacer una canción y grabarla, sino que hay una serie de
reglas escritas y no escritas de cómo se hace un buen disco.

3. Manal.
Manal
1970
Uno de los grandes pilares sobre los que se asienta todo el rock argentino es el álbum debut de Manal,
aparecido durante los primeros días de 1970. Javier Martínez, un fanático de la música negra que había
pasado por los Beatniks – el pionero grupo surgido en La Cueva y liderado por Morris-, estaba
convencido de que se podía hacer música de blues en castellano, y llegó a encerrarse en un sótano para
desarrollar su propio estilo de batería y “gastar” su voz para asemejarse a cantantes afroamericanos
como Ray Charles. Su encuentro con Claudio Gabis, un joven casi adolescente pero ya virtuoso de la
guitarra y estudioso del blues, dio el puntapié inicial para la formación de un trío (a la manera de Cream
y Jimi Hendrix Experience), que se completaría con la llegada de Alejandro Medina, músico
experimentado que había integrado Los Seasons.
Cuando en una fiesta los escucha el editor Jorge Alvarez, se entusiasma tanto que decide crear, junto a
los jóvenes Pedro Pujó, Javier Arroyuelo y Rafael López Sánchez , el primer sello independiente del rock
local: Mandioca, que ya desde el nombre amenazaba con ser una versión latinoamericana de Apple de
los Beatles.
Un par de simples, especialmente “No pibe”, dieron la pauta de que el trío, cuyas actuaciones en vivo ya
eran leyenda, podía alumbrar una gran obra también en el estudio. Pero su primer álbum sorprendió a
propios y ajenos. La tapa, un collage fotográfico con los integrantes del grupo dentro de una bomba a
punto de estallar, no podía ser más acertada: ése fue el efecto que provocó el primer álbum de Manal
en la música argentina, y en las cabezas de los jóvenes que en ese momento compramos el disco.
El riff que abre “Jugo de tomate” ya nos prepara para lo que vendrá; ecos de soul y psicodelia en la
guitarra, una batería que aporta redobles jazzeros, y un bajo liquido y embriagador, con una presencia
que nunca antes había tenido ese instrumento en grabaciones realizadas en el país. Poco después, entra
esa voz negra repitiendo un estribillo casi mántrico, que es a la vez una feliz metáfora sobre lo que se
necesita para alcanzar el éxito en la sociedad de consumo: “Jugo de tomate frío/ en las venas deberás
tener”. A continuación, unas notas sumergidas en eco del órgano de Claudio Gabis y la voz de Javier que
parece venir de otra dimensión, relatando vívidamente un renacimiento espiritual: “Porque hoy nací/
hoy, recién hoy/ el sol me quemó/ y el viento de los vivos/ me despertó”. Nos despertamos de esa
experiencia y aterrizamos en plena “Avenida Rivadavia”, plena de swing jazzero, con la voz soulera de un
joven Alejandro y esos enamoramientos repentinos que nos ocurren frecuentemente en la calle:
“¿Cuando subiste a mi tren, mujer/ que yo no te vi?”. Llega el blues con “Todo el día me pregunto”, y la
acertada descripción del “naufragio”, la forma de vida que había adoptado la generación de La Cueva:
“Para qué vivo así/ caminando sin parar/ casi siempre sin dormir”. Era hora de dar vuelta al vinilo para la
apertura del lado B, con unos de los temas más perfectos de todo el rock local: “Avellaneda Blues”, un
relato suburbano genialmente imbuído de melancolía porteña, la sequedad de sus versos arropada en
una armonía jazzística, y un solo de Gabis mezcla de Bloomfield y Coltrane. “Una casa con diez pinos”,
quizás el tema más esperanzado de Manal, retoma el ideal de los “vagabundos del Dharma”, una
búsqueda al margen de la sociedad y en contacto con la naturaleza: “Poder ganar, o empatar/ prefiero
sonreír/ mirar dentro de mí/ fumar o dibujar/ para qué complicar”. El bajo responde a la voz soulera con
una línea cargada de notas, mientras la guitarra acentúa las frases con yeites a lo Steve Cropper. El final
es para denunciar, una vez más, la mecanizada rutina del hombre de la ciudad, y el siempre presente
anhelo de escapar, en una suerte de “Nosotros vs Ellos”: “No miro el techo/ para ver más que yeso/ y la
ventana me sirve para mirar/ un edificio con gente que desayuna/ se peina o fuma/ en la rutina de
continuar”. Medina graba un bajo con distorsionador, y Gabis, para no ser menos, también apreta el
pedal en un sinuoso riff. Final. Juan Carlos Kreimer, periodista pionero del rock, escribía en sus certeras
notas de tapa: “De regreso [del estudio] pienso en la depuración del conjunto, en el espectro de ritmos
que abarca del hard rock al soul, del beat más rabioso al blues más sentimental, en sus fraseos
delirantes y exactos, en sus acordes dolientes pero vitales. Y anoto: spirituals porteños, el sonido de una
generación que quiere creer”.

4. Oktubre.
Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota
1986
Pese a las explosiones iníciales, el verdadero comienzo del segundo álbum de los Redondos es más bien
un advenimiento, la aparición en el horizonte de una tropilla de sobrevivientes después del desastre
(¡Chernobyl!). Una escalada sonora rústica le gana terreno a la catástrofe nuclear y a los fuegos de una
revolución oscura. Del destape democrático (o su desencanto), ni noticias. Las voces llegan de la agonía
de la Guerra Fría y de un futuro de éxodos, terrorismos y sueños teledirigidos. Un disco cyberpunk
hecho por hombres de formación beatnik, un catálogo de visiones distópicas puesto en la escena de un
presente alterno: unos años 8o que no tienen nada que ver con los raros peinados nuevos ni la
posmodernidad. Lo que el Indio Solari -un treintañero que enfrentaba al público de rock en mangas de
camisa, pelada oficinesca y bigote montonero- tenía entre manos era un álbum programático, una obra
conceptual motorizada por el resentimiento post dictadura (más que ímpetu de liberación, se respiraba
el arte de la venganza), las transformaciones tecnológicas a la par de la crisis económica y la paranoia
inflamada por el consumo de cocaína. A eso se refería Solari cuando, en diálogo con ROLLING STONE,
trataba de desmenuzar el sentido de "Jijiji", séptima canción del disco y tema favorito de la mayoría
ricotera. "Para mí es un poco la paranoia de la droga, cuando alguien está a la deriva dentro de esa
situación. «Jijiji» es una risa medio perversa, marca una bidimensionalidad, es como que todo lo que
estás diciendo no es una afirmación." La cocaína, en efecto, estaba ahí para espolvorearlo todo. "Semen
Up", basada en un fraseo de guitarra del inigualable Skay Beilinson, definirá para siempre la sumisión
anhelante del mer-quero argentino: "La veo casi como un demonio/ y rasco la alfombra por su amor".
Pero la guerra subliminal que libraba el disco era mucho más abarcadora y profunda: lo que estaba en
juego era el "secuestro de tu estado de ánimo" ("Ya nadie va a escuchar tu remera"), y lo que Patricio
Rey venía a interpretar era una época de batallas culturales en las que el enemigo sería más difícil de
identificar que un grupo de tareas. Así, "Divina TV Führer" concilia la tensión atómica con la explosión
del mercado publicitario, mientras que "Canción para naufragios" cronometra el tiempo que le hubiera
llevado a un misil viajar de los Estados Unidos a Rusia (o viceversa): "Son 6 minutos y nuestra mami va a
contestar...".
El Oktubre Rojo y el Octubre Peronista. La masa Berni-bolche-vique que ilustra la tapa del álbum evoca
una épica revolucionaria que por entonces parecía derrotada. Rocambole, su autor, se lo contaba así a
Gloria Guerrero: "Las ideas salieron de una noche de fernet. El Indio veía banderas, multitudes. Primero
iba a ser todo rojo y negro, pero cuando lo fui haciendo más abstracto le agregué el gris. La tipografía
parece soviética al estar invertida una letra. En el reverso se ve la Catedral de La Plata en llamas: un
símbolo revolucionario". A dos años de la edición de su debut (Gulp!, grabado por Lito Vitale), los
Redondos todavía eran una banda underground, aunque ya convocaban a más de mil personas por
show. Oktubre fue registrado en los estudios Panda de la calle Seguróla, con Osvel Costa como técnico
de grabación, Tito Fargo como segunda guitarra, Daniel Melero en teclados y Claudio Cornelio en
percusión. Todo el álbum está filtrado por un velo sonoro opresivo, una especie de tremor precario que
lo ubica en un plano de percepción extrañamente lejano. "El técnico descubrió el reverb en el ínterin y
hacía que todo sonara como en el baño de nuestras casas", protestaba Willy Crook en La Adición,
haciendo pública una insatisfacción que, al menos parcialmente, compartía con Solari y Beilinson. Sin
embargo, la expresión sobrevivió a la resolución: el segundo disco de los Redondos encarna el espíritu
de un rock que asume su ubicuidad política en las últimas décadas del siglo XX. Las canciones tienen ese
ánimo, el de interpelar estéticamente al mundo, absorber elementos históricos y reordenarlos en un
espectro de pesadillas y alucinaciones. En esa mezcla de hambruna y furortecnológico, de valses
eléctricos mortuorios y rocanroles festivos, de militancia frustrada y bohemia romántica, en esa mezcla
de estados alterados reside la peculiar grandeza del disco.
Un juego de profecías convertido en remera. Una agria epopeya de nueve canciones, y el rock como
todo llanto.

5. Divididos por la felicidad.


Sumo
1985
A destiempo y gracias a algunos signos providenciales, el rock argentino pudo recuperar de golpe casi
ocho años de historia y completar la asignatura pendiente que dejó el punk como bomba de cambio:
Divididos por la felicidad, el álbum debut de Sumo, apareció como un manual de supervivencia para la
generación post Malvinas justo cuando empezaba el fin de la alegría democrática. El impacto fue
tremendo y aún hoy sigue sorprendiendo la irreverente mirada de Luca Prodan para sacudir una escena
tan alejada de sus años de formación en la lejana Inglaterra. De allí proviene el reggae blanco con mueca
prepotente, las derivaciones del punk como materia evolutiva en la búsqueda de climas oscuros y
actitud combativa, y los primeros experimentos entre rock crudo y música electrónica. Pero lo más
interesante aparece en la extraña integración entre la idiosincrasia de un italiano fugitivo y sus secuaces
argentinos. Cinco tipos en estado de shock permanente frente al tornado que dirigía una orquesta
desquiciada, cantaba raro y revelaba los síntomas de la enfermedad cada vez que subía a un escenario.
Luca sabía que no le quedaba mucho tiempo de vida y decidió jugar esas últimas cartas en un proyecto
imposible. Invitó ahorros en equipos e instrumentos, siguió cantando en inglés en una época difícil para
la lengua de Byron y convirtió a Sumo en una formación capaz de transformarse en grupos paralelos
como Ojos de Terciopelo, Sumito, y la Hurlingham Reggae Band. Y fue justamente el repertorio
jamaiquino de este último alias el que cautivó a un capo de CBS. Después de algunas charlas y con el
compromiso de agregar algunos reggaes al track list, Sumo comenzó a grabar su primer disco en octubre
de 1984. Sin experiencia previa, salvo una producción independiente registrada en casete bajo el título
de Corpiños en la madrugada (1983), el sexteto trasladó al estudio la anarquía que dominaba sus shows.
Todos los integrantes tuvieron su cuota de opinión en cómo debía sonar el disco y de esa bendita
inocencia surgió un ruido tan real como imperfecto pero la conjunción de esos elementos fue una
explosión de novedades. El eje maestro que formaban Ricardo Mollo y Diego Arnedo dejaba lugar para
el expresionismo ruidoso de Germán Daffunchio o los raptos esquizoides del saxo de Roberto Pettinato
y, por detrás, como auténtico guardián del tiempo, Superman Troglio enderezaba todos los desniveles
de la muralla. En lo más alto, el bravo clamor de Luca llamaba a tomar las armas aunque la cadencia de
un reggae sugiriera lo contrario.
Plagado de enigmas para la época, Divididos… invitaba a descubrir y perderse en su simbología oscura.
La tapa mostraba una imagen tomada de la televisión en la que dos ballenas yacían en una playa. El
título incluye más señales: como una cita explícita a Joy Division, la banda inglesa que marcó el camino a
las tendencias conocidas como after-punk y dark-rock, la traducción imperfecta tenía algo de
apropiación criolla y homenaje velado. Otra extraña conexión: la letra de “Mejor no hablar de ciertas
cosas” pertenece al Indio Solari y fue cedida por el líder de los Redondos luego de comprobar que Luca
se había adueñado de la canción cuando lo reemplazó en una ocasión en que la banda platense tocó sin
su voz original.
La primera aproximación al sonido Sumo atrapa desde el cuchicheo de las chicas pitucas que planean
estrategias de seducción antes que arranque el estallido disco-funk de “La rubia tarada”, una danza mala
onda con pasajes de comedia a cargo de Geniol. En cada escala reggae del disco sobresale la técnica
marciana de Troglio, considerado por Prodan “el mejor batero blanco de reggae del mundo”; y desde los
ritmos roots hasta las primeras implicancias del dub están presentes en esas intervenciones: por
momentos Sumo parece Clash y con el tiempo Clash se parece a Sumo. En “Mula plateada”, un ska con
rítmica tribal, surge otro de los destellos vaguardistas y “Debede” suena más actual que LCD
Soundsystem con su desarrollo electro-disco-punk- Buena parte de lo que escuchamos hoy nación con el
disco azul de Sumo. Desde Los Piojos a Los Tipitos, toda la generación del reggae y ska, y ni qué hablar
de Intoxicados, conocen de memoria el tratado de estilo que un italiano escribió hace más de veinte
años junto a cinco inadaptados, al sur de todas las cosas.

6. Almendra.
Almendra
1970
Spinetta no mintió si alguna vez dijo: “Almendra preparó por el metódico ejercicio de la búsqueda de la
autenticidad”, para encontrar y pulir las canciones que conforman este primer álbum de uno de los
grupos más innovadores e inspirados de la música en castellano. Su edición, el 29 de noviembre de
1969, revolucionó la escena inaugural del rock cantando en castellano y fue un pilar fundamental para la
construcción de un lenguaje y del movimiento.
Almendra fue el resultado de la unión de cuatro adolescentes (tres de ellos egresados del colegio San
Román) que, atrapados por las nuevas corrientes propulsadas por los Beatles, decidieron pintar su
propia aldea desde el living de una casa de la calle Arribeños, del barrio de Belgrano. El cuarteto
formado por Emilio del Guercio, Edelmiro Molinari, Rodolfo García y Luis Alberto Spinetta encontró su
lugar entre el purismo beat de Los Gatos, la psicodelia de Los Abuelos y el blues urbano de Manal.
Spinetta sentó para siempre el estatus poético del rock argentino y la banda inauguró la convivencia de
influencias como los Beatles y Piazzolla (“Laura va”, con el bandoneón de Rodolfo Mederos). La tapa,
magnética, contenía un dibujo de Spinetta que hoy es un ícono insuperable.
TEMAS CLAVE: “Fermín”, “Muchacha ojos de papel”.
7. La era de la boludez.
Divididos
1993
Con el disco anterior, Acariciando lo áspero (1991), la dupla Ricardo Mollo-Diego Arnedo había dejado
atrás el fantasma de Sumo, estableciendo su sonido y su personalidad. El álbum, además de la solidez
instrumental del trío, demostraba su viabilidad comercial, con excelentes ventas y hits como “El 38” y
“Ala delta”. El ingreso de Federico Gil Solá en la batería (un argentino que había vivido quince años en
San Francisco) fue fundamental para su consolidación, ya que aportó la potencia de un intérprete
fogueado en el Primer Mundo, así como una apreciación –que suele aparecer con la distancia- de la
música nacional. Para su tercer álbum, el trío se alió al productor Gustavo Santaolalla, que obró como
catalizador de su talento, dando origen a una de las obras más profundas e impactantes del rock latino
de los 90: La era de la boludez, un título que definía el falso esplendor de la era menemista.
El grupo ya venía ensayando con éxito su particular amalgama de rock, funk y post punk, pero lo que
aparece con fuerza aquí es la influencia del folclore, que había comenzado a insinuarse en el disco
anterior con “Haciendo cola para nacer”, suerte de baguala de voz y bombo. Santaolalla, pionero de la
integración entre rock y música autóctona con Arco Iris, estimuló esta tendencia, alentado por Gil Solá y
también Arnedo (cuyo padre fue el prestigioso folclorista Arnedo Gallo). Esta apertura dio origen a
temas como “Ortega y Gases”, especie de chacarera con un trabajo descollante de Arnedo en el bajo,
“Huelga de amores” y “Que ves?”, principal hit del álbum, en el que el grupo superpone un reggae con
ritmo de 6x8, dando origen al “chaca-reggae” (con una notable intervención de Santaolalla en
charango). La propuesta alcanza un pico de alto poder emotivo con la versión de “El arriero”, clásico de
Atahualpa Yupanqui transformado en una especie de blues hendrixiano por una interpretación
memorable de Mollo, que canta en forma degarradora y ofrece dos de sus mejores solos de guitarra
registrados en el disco.
La potencia de Divididos está en temas con ingredientes funk como “Salir a asustar” y “Salir a comprar”,
y en el empuje rocker de “Rasputín” y “Paisano de Hurlingham”. El grupo también deja aparecer su
faceta experimental en “Tajo C”, el instrumental “Pestaña de camello” (Mollo utiliza su guitarra a la
manera de un sitar) y en la jam psicodélica de “Indio, dejá el mezcal”. La participación de invitados como
Bruce Fowler –ex Zappa- en trombón (“Dame un limón”), y el coproductor Aníbal Kerpel en vibráfono y
Hammond contribuyen a realzar la variedad. La grabación en los estudios Cam-Am de Los Angeles, con
el famoso ingeniero Tony Peluso, consigue transmitir con un sonido cálido y analógico todo el rango y
dimensión de la música del trío.
TEMAS CLAVE: “El arriero”, “Que ves?”.
8. 30 minutos de vida.
Moris
1970
“A veces me encuentro con gente que, en la calle, me canta <<De nada sirve>> de principio a fin. ¡Y ni
siquiera yo me la sé entera y de memoria!, cuenta Mauricio Birabet (Moris). Y esboza una explicación:
“Creo que es porque significa algo para sus vidas. Tiene que ver con una problemática que sigue vigente:
la igualación total de la forma de vida. Es una canción universal… y un poco neurótica”. Moris improvisó
esa letra existencialista de casi ocho minutos (con más influencias de Albert Camus y Jean-Paul Sartre
que de Bob Dylan), sobre una base hipnótica, y transformó esa canción en un clásico, igual que la
mayoría de las que integran 30 minutos de vida: “El oso”, “Escúchame entre el ruido” y “Ayer nomás”,
entre otros. El disco, grabado y editado durante la dictadura de Onganía, lleva vendido casi medio millón
de copias. Y aún hoy, a treinta y siete años de su edición original, mantiene un promedio de ventas de
diez mil copias anuales.
Se grabó en los Estudios TNT (Buenos Aires), en una consola de cuatro canales Ampex, modernísima
para la época, manejada por los técnicos Salvador Barresi y Julio Costa (“estaban acostumbrados al
tango, pero tiraban para adelante”). El productor ejecutivo fue Jorge Alvarez, impulso del pujante
movimiento de rockeros emergentes (Manal, Miguel Abuelo…). Y la lujosa backing band la integraban
amigos: Claudio Gabis, Javier Martínez, Pappo y Richard Green, el organista de los In, dueño de un
órgano Farfisa.
TEMAS CLAVE: “De nada sirve”, “El oso”.

9. Canción animal.
Soda Stereo
1990
La presencia funk de Carlos Alomar en Doble Vida convirtió a Soda Stereo en una máquina fría, precisa y
calculadora. El truco funcionó a escala continental y después de casi dos años de giras interminables, el
trío acusó la necesidad de un cambio para privilegiar las canciones por sobre los efectos de producción.
Canción Animal es la respuesta a tanta sofisticación el primer registro en que Gustavo Cerati empieza a
mirarse como un heredero del rock argentino de los 70. El espíritu valvular de los viejos discos de
Pescado Rabioso, Color Humano y Vox Dei, sumado a las guitarras ruidosas del pre grunge –encabezado
por bandas como Screaming Trees, Smithereens y Pixies- formaron el marco de referencia para la
renovación. De esa mezcla entre pasado y presente nación un registro tan perdurable como los
estribillos de “Un millón de años luz”, “(En) El séptimo día” y, sobre todo, “De música ligera”. Otro factor
determinante fue el ingreso de Daniel Melero en el rol de cuarto integrante. La incorporación alteró los
vínculos de un triángulo sin fisuras hasta ese momento. Pero varias estrategias fatales del productor
invisible influyeron en Cerati y terminaron como algunas de las mejores ideas para el disco definitivo de
Soda. “Fue un momento muy inspirado del grupo, y Daniel fue una pieza clave”, señaló el cantante en el
número 60 de RS.
TEMAS CLAVE: “De música ligera”, “Té para tres”.

10. Alta suciedad.


Andrés Calamaro
1997
Antes de alcanzar el título imborrable de Alta suciedad, el regreso a la vida solista de Andrés Calamaro
tuvo varios nombres tentativos: El otro lado del novio del olvido podía confundir con sus intenciones
románticas, y Decidí contarlo delataba de antemano su carácter confesional. La ironía ganó con su carga
de metáforas a discreción y el propio Andrés anunciaba que el disco giraba en torno a “la victoria de los
vencidos y el fracaso de los campeones”. En esa intención de revertir los extremos, el cantante armó el
álbum soñado por un auténtico melómano que conoce a la perfección la letra chica de los discos
importantes: así desfilaron por las sesiones registradas en Nueva York músicos que trabajaron con
Steely Dan, Tom Waits y Keith Richards. El círculo de la confianza se cerraba con la producción de Joe
Blaney y su increíble facilidad para cruzarse con músicos argentinos en plena etapa de iluminación. El
resultado es brillante y en ningún momento abusa de los despropósitos de una superproducción. El
Groove es bien negro y las influencias, blancas; pero la desilusión tiene letra de tango y ausencias
infinitas. Frente a obras futuras, los quince tracks de álbum hoy parecen una módica suma de canciones
que iniciaron el camino hacia la fabulosa desmesura de Honestidad Brutal y El salmón. Nada de eso, Alta
suciedad conserva los niveles de equilibrio que identifican a toda masterpiece.
TEMAS CLAVE: “Media Verónica”, “Loco”.

11. Vol. 2.
Pappo’s blues
1972
En Pappo’s Blues Vol. 1, el guitarrista ya había establecido el formato, adaptando el esquema de power
trío inaugurado por Cream y Jimi Hendrix Experience –mezcla de blues y psicodelia- a una sensibilidad
urbana que se integraba con naturalidad al rock nacional de comienzos de los 70. Pero luego de un viaje
a Inglaterra, donde conoció a “Bonzo” Bonham y “Lemmy” Kilmister, Pappo regresó para ponerle el
moño al género que él mismo había creado. En este Vol. 2 todo es perfecto, desde la portada con el
dibujo naif de Juan O. Gatti hasta la foto interior con su estampa de guitar hero porteño, la Gibson SG
conectada a un Robertone y un único crédito: “Compositor, autor, dirección orquestal e intérprete:
Pappo”. En el comienzo, un solo de batería de Luis Gambolini introduce “El tren de las 16”, en que
Pappo convierte la simple estructura de un blues de 12 compases en una canción inolvidable, con un
recurso simple: la letra continúa a lo largo de dos estrofas, lo que extiende la “vuelta” armónica del
tema a 24 compases. Hay riffs memorables (“Tema I” –que bajo el nombre “Castillo de Piedra” había
aparecido en Spinettalandia-, “Pobre Juan”), muestras de su genial ingenuidad lírica (“ese monstruoso,
que caminando va/ no se da cuenta que no tiene lugar/ y con el tiempo desaparecerá”) y solos
improvisados que son libros de texto para generaciones de guitarristas. “Desconfío” se convertiría en el
standard del género en Argentina.
TEMAS CLAVE: “Desconfío”, “El tren de las 16”.

12. Piano Bar.


Charly García
1984
El efecto reacción envuelve a Piano Bar: después de Clics modernos, nada podía ser igual. García en
estado de gracia junto a una banda que descarta los lujos tecnológicos y expone una versión cruda del
pop rock en un disco cargado de desesperación y urgencia. “Yo que crecí con Videla” es la frase de
apertura y también un alarido generacional. García nunca había sonado tan punk como en “Demoliendo
hoteles”, pero más allá de los niveles de intensidad, ironía y lirismo, todo Piano Bar esconde un
romanticismo sombrío. El tema que le da título al álbum continúa la línea de “Canción de Hollywood”
(Serú Girán), una atmosfera de music hall decadente sirve para explicar que el rock funcionó como un
refugio en los años de horror: “Afuera se cae el mundo y el Piano Bar sigue inamovible, batiendo lo que
pasa afuera”, señaló García luego de la edición de esta obra cumbre. A pesar de la inspiración, fue un
disco incomprendido. La belleza sentimental de “Promesas sobre el bidet” –un tema dedicado a Zoca, la
novia eterna de Charly-, los rumbos modernos de “Raros peinados nuevos” o “El rap del exilio”, y las
fases reflexivas de “No te animás a despegar” y “Total interferencia” permanecen como instantes
sagrados de un artista que inauguraba su estadía en un espacio único y casi siempre en llamas.
TEMAS CLAVE: “Promesas sobre el bidet”, “Total interferencia”.
13. El amor después del amor.
Fito Páez
1992
El disco récord de ventas de la carrera del músico rosarino es el resultado de la puesta en obra de su
relación con la actriz Cecilia Roth, a quién conoció en 1991 mientras veraneaba en las playas de
Uruguay. Con la inspiración encendida, entró a fines de 1991 en los estudios ION para trabajar junto al
productor Carlos Narea y darle forma a su séptimo disco solista: Fito –su voz y su piano- nunca sonó tan
claro y con una producción musical tan ambiciosa. En la grabación, sumó la colaboración de músicos de
lujo para que hicieran su aporte en la travesía romántica: Mercedes Sosa fue la voz complementaria en
la chacarera “El muro de los lamentos”, Fabiana Cantilo y Celeste Carballo encarnaron a Thelma y
Louise, respectivamente, en “Dos días en la vida”; Spinetta sumó su magia para “Pétalo de sal”, Charly
García y Andrés Calamaro echaron a rodar “La rueda mágica” y los Ketama aportaron sus lamentos
gitanos en “Tráfico por Katmandú”. El álbum fue publicado en julio de 1992 y se transformó en un éxito
comercial inmediato. Todos los temas fueron hits y el estilo compositivo de Páez, entre la crónica de
García y la poética spinettiana, conquistó los corazones de más de una generación. En menos de un año
superó las 200 mil copias vendidas, quitándole a “La Balsa” (de Los Gatos) un récord de más de
veinticinco años.
TEMAS CLAVE: “La rueda mágica”, “Pétalo de sal”.

14. La Biblia.
Vox Dei
1971
Probablemente se necesite la inconsciencia de unos pibes de 20 años para acometer una empresa como
la de componer una obra conceptual (u “ópera rock”, como se decía por entonces) basada nada menos
que en la Biblia. Precisamente eso fue lo que hizo el grupo quilmeño en lo que era tan sólo su segundo
LP, editado como álbum doble. La idea inicial fue de su líder, Ricardo Solué, autor de todos los textos y
buena parte de las músicas, en las cuales colaboraron sus compañeros Willy Quiroga, Juan Cargos Godoy
y Rubén Basoalto. Varios elementos convirtieron este disco en algo único: fue la primera “obra
conceptual” del rock argentino, la grabación demandó 150 horas (algo completamente inusual para la
época) y, para “Cristo, nacimiento”, contaron con coro y una orquesta de cincuenta músicos, dirigida por
Roberto Lar. Pero el trabajo tuvo una historia accidentada: la banda se vio obligada a cambiar de
compañía en el medio de la grabación, ya que Mandioca quebró y los masters fueron adquiridos por
Disc Jockey, que a su vez editó el disco antes que fuera finalizado (de allí que “Apocalipsis” quedara sin
letra). A su vez, Godoy dejó el grupo antes de finalizar la grabación, por motivos nunca del todo
aclarados. Pero Vox Dei se sobrepuso a las adversidades creando una obra perdurable, cuyas canciones
poseen una calidad atemporal que ha convertido a casi todas (especialmente “Génesis” y “Libros
Sapiensales”) en clásicos “fogoneros”. La reedición de 2005 –hecha a partir del hallazgo de las cintas
originales- permite apreciar detalles nunca antes escuchados, y contiene gran cantidad de material
previamente inédito.
TEMAS CLAVE: “Génesis”, “Las guerras”.
15. La dicha en movimiento.
Los Twist
1983
El 17 de octubre de 1983 apareció el debut de Los Twist, un día políticamente incorrecto para los popes
de nuestro rock, que por aquellos días abrazaban el alfonsinismo como emblema de civismo y acción
democrática. Peronista, boquense y con guiños mersas, La dicha en movimiento utilizaba chucherías del
inconsciente nacional y popular para burlarse de todo y de todos. Rockabilly, twist y pop bailable tan
ligero como sus letras inteligentes y paródicas cambiaron el modo de abordar la canción de una escena
que recién empezaba a entender que era posible combinar diversión, frivolidad y ambigüedad. Grabado
en veintinueve horas bajo la mirada vampírica de Charly García –a cargo de la producción-, el disco se
convirtió en un exitoso compilado para fiesta sin edad. Como las serpentinas de carnaval que ilustraban
una de las primeras tapas vintage de nuestro rock. La dicha… incluía todos los ritmos y una catarata de
éxitos con extremos desopilantes (“El primero te lo regalan, el segundo te lo venden”, “Pensé que se
trataba de cieguitos”) y deliciosas apropiaciones pop (“Ritmo colocado”, “Salsa”, “Cleopatra, la reina del
twist”). El genio y la observación del tándem creativo formado por Daniel Melingo y Pipo Cipolatti, la
preciosa figura de Fabiana Cantilo y la producción de tío García lograron el milagro: cambiarle el humor
al rock argentino.
TEMAS CLAVE: “Ritmo colocado”, “El primero te lo regalan, el segundo te lo venden”.

16. Jessico.
Babasónicos
2001
Desde el fondo de la crisis argentina, expulsados de Sony y en la periferia estética del rock estatizado (en
días de la Alianza en el gobierno), los Babasónicos sacan de las tripas un disco esplendoroso, en que el
magnífico y disperso raíd de Miami (1999) se reorganiza en doce canciones directas y conquistadoras. El
comienzo con “Los calientes” determina la profundidad del viaje: un “paraswing” (Diego Tuñón dixit)
narcótico que abre las puertas a un mundo de placeres impúdicos, noches mágicas y conductas
rastreras. Ya sin Dj Peggyn en las filas, el sexteto gana precisión y potencia: la seducción electro de “Fizz”
y “Delectrico”, la soberbia rockera de “Pendejo” y “Soy rock”, la psicodelia sixties de “El loco” y
“Camarín”, el bolero corrido de “Rubí” y la épica western de “Yoli”. La tendencia natural de la banda y su
productor (Andrew Weiss, colaborador de Ween) a la digestión musical y el trabajo de estudio obsesivo
le cede terreno a la síntesis cancionera, sin perder originalidad ni vuelo. Detrás de una tapa
dolorosamente sexual de Ros, Dárgelos propone una revisión de los valores del rock imperante con altas
dosis de malicia y autoconciencia. Todo el disco, hoy, cobra la forma de un manifiesto vivo que
interpreta su época sin escamotearle un solo segundo al divertimiento y los bajos instintos.
TEMAS CLAVE: “Fizz”, “Soy rock”.

17. La grasa de las capitales.


Serú Girán
1979
Charly comienza su viaje con Serú Girán en plan abstracto e introspectivo, llegando incluso a crearse un
dialecto propio (recordar “Cosmigonón” o la canción que le da nombre neologista al grupo y al LP
debut). Sin embargo, en su segundo trabajo acusa el golpe del frío recibimiento del público y vuelve a
asomar la cabeza al mundo exterior, con letras que critican con ironía y escepticismos la levedad de la
vida moderna (“la grasa de las capitales no se banca más”, se queja García), un marcado vuelco al jazz
rock (muy en boga por aquellos años) y una tapa que replica la estética de la revista Gente. Está todo a
la vista.
TEMAS CLAVE: “La grasa de las capitales”, “Viernes 3 AM”.

18. Superficies de placer.


Virus
1987
En medio de la grabación de Superficies de placer, Federico Moura se enteró que había contraído una
enfermedad de la que se sabía poco salvo que era letal: tenía sida. Ocurrió en Río de Janeiro y, a pesar
de la terrible noticia, la banda platense siguió adelante por expresa decisión de su cantante. El sexto
álbum de Virus había sido pensado como un trabajo climático sin tantos hits y con un acercamiento más
decidido a los ritmos latinos. Paradójicamente, el tema de la muerte giraba en varios momentos del
disco: “Las cosas se alejan de mi” (en “Ausencia”), “mínimos toque de eternidad, arrebatos de emoción,
flecha tendida al azar” (de “Danza narcótica”) o “apocalipsis en mi intimidad” (de, claro, “Apocalipsis”).
Superficies… fue lanzado en septiembre de 1987 y, siguiendo el suceso masivo que había representado
Locura, en menos de un mes vendió más de 30 mil copias, la adhesión fue instantánea y temas como
“Mirada speed”, “Polvos de una relación” y “Superficies de placer” se perfilaron como nuevos clásicos
de la banda. La tapa y su exquisita ambigüedad causaron revuelo entre la prensa pacata: se moría por
saber a qué género pertenecía la imagen del culito.
Nada alteró el rigor artístico de la banda. A veinte años de su edición sería impropio calificar a
Superficies… como un disco valiente, porque esa escala ya había sido superada cuando apareció Wadu
Wadu. El último álbum de Virus con la voz de Federico pretendía plasmar una obra que describiera la
evolución después de siete años de carrera. El resultado mejora con el paso del tiempo e instala de una
buena vez un lenguaje más real para empezar a hablar de pop latino, en la perspectiva de este grupo:
siempre audaz, siempre con pretensión de actualidad.
TEMAS CLAVE: “Encuentro en el río musical”, “Superficies de placer”.

19. Pescado 2
Pescado Rabioso
1973
Luego del sonido explosivamente rockero de “power trío” de Desatormentandonos, Pescado Rabioso se
convierte en cuarteto con la incorporación de Carlos Cutaia en órgano Hammond y teclados varios, a la
vez que David Lebón reemplaza a “Bocón” Frascino en el bajo. Estos dos instrumentista muy completos
–David además tocaba guitarra, batería y cantaba- permiten a Spinetta ampliar considerablemente su
paleta compositiva, y ensayar una gran variedad de arreglos y texturas. El resultado fue ese monumento
del rock argentino llamado Pescado 2, un álbum doble con dieciocho canciones, realizado por cuatro
músicos jóvenes mancomunados espiritualmente y capturados en el pico de su creatividad. La idea de
liberación es una constante que recorre el trabajo, tanto en lo individual como en lo social –recordemos
que corría el año 1973, y la Argentina vivía una efervescencia militante por el regreso del peronismo-,
expresada en letras pobladas de imágenes surrealistas pero a la vez extrañamente familiares,
poseedoras de un poder de llegada casi instantáneo. EL sonido recorre desde el rock y blues más
potentes (“Nena boba”, “¡Hola pequeño ser!”, el hermosos blues menor “Como el viento voy a ver”)
hasta canciones casi acústicas con una sensibilidad cercana a Almendra (“Credulidad”), incluyendo
también extensas zapadas y elementos del rock progresivo. La edición original incluía un librito de 48
páginas con letras, comentarios, dibujos y poemas, envuelto en un delicioso clima de delirio, bien de la
época. El disco culmina con el ambicioso “Cristálida”, un tema de casi nueve minutos, con arreglos
orquestales de Carlos Cutaia, compuesto por varios módulos (a la manera del clásico “A day in the life”
de los Beatles), que constituye una de las obras cumbre de Luis Alberto Spinetta y de todo el rock en
castellano.
TEMAS CLAVE: “Cristálida”, “Credulidad”.

20. Violadores.
Los Violadores
1983
“Basta de hospicios, vetos y Cósmicos”, cantaba –berreaba- Pil Trafa en “Viejos patéticos”, parándose en
la vereda de enfrente de los patriarcas del rock nacional para cumplir con su misión en esta tierra:
destruir. El primer disco de Los Violadores, producido por Michel Peyronel, tiene la urgencia de quién
finalmente puede gritar luego de pasarse años amordazado: temas como “Represión” o “Para que estoy
aquí (Hijos de perra)” se alimentan de injusticias, le apuntan a la pasividad hippie y a la dictadura militar
y disparan con furia punk pura y explícita.
TEMAS CLAVE: “Represión”, “Viejos patéticos”.

21. El león.
Los Fabulosos Cadillacs
1992
Por un lado, El león aún hoy sigue funcionando como la banda sonora indispensable de cualquier fiesta
animada, y es el soundtrack vital de cualquier argentino que la haya pasado en grande a lo largo de
estos últimos años. Pero más allá del carácter festivo, también es un álbum fundacional del rock latino,
tan emblemático de los 90. Con Gustavo Santaolalla, Paulinho Da Costa y el Flaco Jiménez, como
invitados estelares, Los Cadillacs abordan ritmos del Brasil y el Caribe, versionan a Rubén Blades
(“Desapariciones”) y realizan un sugerido homenaje al Che Guevara (“Gallo rojo”).
TEMAS CLAVE: “Carnaval toda la vida”, “Siguiendo la luna”.

22. Llegando los monos.


Sumo
1986
En las primeras giras de Sumo por la costa atlántica, la banda anunciaba sus conciertos como
vendedores callejeros: megáfono en mano, la frase elegida para la difusión era “Llegando los monos”.
Con notables mejorías en el estudio y un repertorio menos sombrío, el segundo disco de la banda
celebra la diversidad. Del reggae (“Rollando” y “No good”) pasa al funk patotero y hitero (“Los viejos
vinagres” y “TV caliente”) y al after-punk con “Estallando desde el océano”. Fuera de la bitácora, un
dramático raid interno (“Heroína”) completa el viaje.
TEMAS CLAVE: “Heroína”, “Estallando desde el océano”.
23. De Ushuaia a la Quiaca.
León Gieco
1985/86
La idea de “De Ushuaia a la Quiaca” partió de la gira, que llevó a Gieco por todo el país, donde tomó
contacto con artistas desconocidos que trabajaban en el folclore de las distintas regiones. Con
Santaolalla como productor, los volúmenes 2 y 3 de De Ushuaia… reflejaban el viaje de Gieco y
Santaolalla por el país –al frente de un equipo de veinte personas-, con un estudio móvil que registraba
a bagualeros anónimos como Gerónima Sequida, chacareras santiagueñas de Sixto Palavecino y el
chámame de Isaco Abitbol. Un testimonio único de la música argentina de raíz.
TEMAS CLAVE: “Don Sixto Palevecino”, “Maturana”.

24. Kamikaze.
Luis Alberto Spinetta
1982
Lo que empezó como una compilación de inéditos de distintas épocas (1965-1978), terminó
convirtiéndose en uno de los álbumes imprescindibles de la discografía del Flaco. La instrumentación
básicamente acústica –Luis con su guitarra, más el ocasional acompañamiento de Diego Rapoport en
teclados- establece una inusual proximidad con su voz, dejando ver su lado más intimista. Las canciones
incluyen “Barro tal vez”, una increíble zamba compuesta cuando tenía 15 años; “Ella también”,
perteneciente a la legendaria ópera de Almendra; y la compleja minisuit “Águila de Trueno” (dedicada a
Tupac Amaru).
TEMAS CLAVE: “Barro tal vez”, “Quedándote o yéndote”.
25. Signos.
Soda Stereo
1986
En el año de la consagración de Soda en América latina, Signos aparece como el objeto ideal para
seducir a grandes audiencias. Contiene hits imbatibles (“Persiana americana” y “Prófugos”) e himnos
darks (“Signos”, “El rito” y “Final caja negra”). Más cerca de Echo and the Bunnymen y The Cure, el trío
sorprende con un álbum furiosamente directo y a la vez expansivo. La grabación casi deja afuera de
combate a Cerati: “Las letras se hicieron en una sola noche, un disco muy sufrido desde la tecnología,
fue complicadísimo todo. Y además estábamos tomando mucho, eso amplifica todo el desastre.”
TEMAS CLAVE: “Prófugos”, “Persiana americana”.

26. Yendo de la cama al living.


Charly García
1982
Mientras trabajaba en la composición para la banda de sonido de Pubis angelical, García recuperó
algunos temas que Serú había abandonado luego de su desintegración. Malvinas definió la urgencia de
ocho canciones fugitivas. No sólo fue el debut solista, también achicó las distancias entre su pasado y los
tiempos venideros. “No bombardeen Buenos Aires” explicaba el estado de las cosas; “Inconsciente
colectivo” abría la esperanza y “Peluca telefónica” iniciaban un posible camino junto a Spinetta. El rock
argentino dejaba atrás la edad de la inocencia.
TEMAS CLAVE: “No bombardeen…”, “Canción de dos por tres”.
27. Vol. 1.
Pappo’s Blues
1971
“Algo ha cambiado dentro de mi/ que alucinado quiero vivir”, decía el tema que iniciaba el primer álbum
de Pappo’s Blues, inaugurando una nueva era dentro del rock argentino. Después de mostrar su talento
en Los Gatos y La Pesada, a Pappo no le quedaba otro camino que armar su propia banda, lo que hizo
con esta demostración contundente de identidad musical, junto a Black Amaya, en batería y “Davies”
(David Lebón) en bajo. Guitarrista virtuoso, letrista con un raro poder de síntesis, que unía lo cósmico y
lo cotidiano, Pappo escribía el primer capítulo de su leyenda.
TEMAS CLAVE: “El viejo”, “El hombre suburbano”.

28. El jardín de los presentes.


Invisible
1976
El tercer y último disco de Invisible llega con el trágico año de 1976, y contiene algunas de las veladas
referencias a la situación represiva, como “Las golondrinas de Plaza de Mayo”. Con el trío inicial de
Spinetta, Pomo y Machi aumentado por el ingreso del guitarrista Tommy Gubitsch, el Flaco despliega
una obra maestra del lirismo urbano con aires tangueros, con los bandoneones de Mederos y Mosalini.
Podría integrar una “trilogía porteña” dentro de la obra spinettiana, junto al primero de Almendra y Bajo
Belgrano de Spinetta Jade.
TEMAS CLAVES: “El anillo del capitán Beto”, “Los libros de la buena memoria”.
29. Vasos y besos.
Los Abuelos de la Nada
1983
El 30 de Junio del 83, a meses de la democracia, Los Abuelos entran en los estudios Panda para registrar
su segundo disco, acaso el reflejo más fiel de la química de su mejor formación. “Es el mejor momento
del grupo, las canciones son parejas y hay mucha energía” (Calamaro dixit, autor de “Mil horas” y “Así es
el calor”). Cada integrante tiene autonomía creativa: Melingo hace su aporte al reggae con “Chalaman”,
Bazterrica suma “No se desesperen” y Cachorro, desde el bajo, le pone Groove a la poética de Miguel
Abuelo. Este álbum y sus shows teatrales fueron un estandarte de los primeros 80.
TEMAS CLAVE: “Vamos al ruedo” y “Así es el calor”.

30. Honestidad brutal.


Andrés Calamaro
1999
Definido por su autor como La Biblia del abandono o la declaración de principios de los que no tienen
principios, Honestidad es, por sobre todo, un álbum doble con 37 canciones para adorar a Calamaro y
sus gestos suicidas. Grabado en condiciones de riesgo, días y días sin dormir, y con la claridad
descarnada que sólo manejan los grandes discos de divorcio de la historia del rock, la excursión por el
país del desengaño es una lectura genuina del estado dylaniano conocido como Blood on the tracks. Un
disco peligroso, de alguien jugado a extraer verdades de cada herida.
TEMAS CLAVE: “El día de la mujer mundial”, “Los aviones”.
31. Pequeñas anécdotas sobre las instituciones.
Sui Generis
1974
Apenas dos años después de Vida, Sui era un grupo distinto: las canciones de su tercer disco
incorporaban instrumentación eléctrica, melodías intrincadas y complejos arreglos de teclados. Charly
comenzaba a dar muestras de su mordacidad y su facilidad para la protesta metafórica, aunque por
“pedido” del gobierno de Isabel Perón muchas de las letras fueron suavizadas y dos temas quedaron
afuera (“Juan Represión” y “Botas locas”, incorporadas en el CD).
TEMAS CLAVE: “Las increíbles aventuras del señor Tijeras”, “Para quién canto yo entonces”.

32. Don Cornelio y la Zona.


Don Cornelio y la Zona
1987
El debut de Don Cornelio es una colección de oscuras canciones psicodélicas. La banda no se parecía a
nada: se adueñaba de las palabras como el Spinetta de Pescado y tenía el aura del fin de Sumo. Era algo
nuevo y tan emocional como la voz de su cantante, un jovencísimo Palo Pandolfo. La producción de
Andrés Calamaro y Mario Breuer fue acusada de ser demasiado pop por los miembros del grupo y derivó
en la exhibición salvaje de Patria o Muerte, el segundo disco. Palo reconoció: “Me oía una voz tan de
maricón que la odié. Ahora la escucho y me encanta”.
TEMAS CLAVE: “Ella vendrá”, “Cenizas y diamantes”.
33. Bang! Bang! Estás liquidado.
Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota
1989
Nueve canciones, nuevos himnos. Con una concisión aplastante, los Redondos inventan el nuevo rock
del país. Rocambole reversiona los fusilamientos de Goya (los verdugos son miembros de la Cruz Roja),
Skay compone algunos de sus mejores riffs y fraseos (“La parabellum para el buen psicópata”), y el Indio
sintetiza su ideario de personajes de la noche (“El héroe del whisky”), drama amoroso (“Ropa sucia”) y
apocalipsis político (“Nuestro amo juega al esclavo”). Todos los versos son inolvidables.
TEMAS CLAVE: “Ropa sucia”, “Esa estrella era mi lujo”.

34. David Lebón.


David Lebón
1974
En los primeros años de su carrera, Lebón fue bajista de Pappo’s Blues, invitado eventual de Billy Bond
en la Pesada y baterista de Color Humano, hasta que Spinetta lo convocó para integrarse a las filas de
Pescado Rabioso como guitarrista y bajista. Cuando Pescado llegó a su fin, Lebón registró este
impactante disco debut junto a otros músicos y algunos compañeros de la Pesada entre otros los que
estuvieron Alejandro Medina, Black Amaya, Isa Portugheis, Pappo y Charly García. El disco refleja el gran
talento vocal y musical de Lebón y la influencia del Flaco, al que le dedica “Tema para Luis”, que habla
del desencuentro.
TEMAS CLAVE: “Dos edificios dorados”, “Hombre de mala sangre”.
35. Mi vida loca.
Los Auténticos Decadentes
1995
Esa rapsodia bohemia que es “La guitarra” empieza con violines y deriva en un trópico en que la voz de
Cucho Parisi patenta la letra de Jorge Serrano: “Tuve un problema de difícil solución…”. A partir de ahí,
los Decadentes se dedican a evadir la solución con una tenacidad conmovedora. Y nos alegran la vida.
Verdadero empacho de ritmos y melodías inolvidables, esta especie de grandes éxitos en tiempo real
concilia la cumbia romántica (“Corazón”) con ska punk fiestero (“Esta locura”), la canción de amor
arrebatada (“El pájaro vio el cielo y se voló”) con la bonaerense de Diego Demarco (“Turdera”).
TEMAS CLAVE: “La guitarra”, “Corazón”.

36. Los Gatos.


Los Gatos
1967
“Música Beat” se llamaba a fines de los 60 ese movimiento subterráneo de jóvenes bohemios y
pelilargos que recogían las influencias de grupos como los Beatles o los Rolling Stones, y no sólo las
traducían al español, sino que también las adaptaban a la idiosincrasia argentina. Los Gatos, luego de
vender 250 mil copias del simple “La Balsa”, graban en 1967 el primer LP del rock nacional, con un
puñado de canciones de Litto Nebbia que demostraban, aún con la ingenuidad de la época, los primeros
signos del compositor complejo que se convertiría, con el tiempo, en influencia perdurable.
TEMAS CLAVE: “La Balsa”, “El rey lloró”.
37. Los chicos quieren rock.
Ratones Paranoicos
1988
Ya en sus primeros años, los Ratones Paranoicos era un grupo de influencia punk muy acentuada. Y pese
a lo que se repetía, al momento de registrar este segundo disco, la banda de Juanse estaba más
obsesionada por el sonido de los New York Dolls que por el de los Rolling Stones (basta escuchar “Sucia
estrella” o “Enlace”). Con este disco, los Ratones Paranoicos lograron su primer reconocimiento masivo
con la difusión radial de “Carol” y, luego, “Ceremonia”, dos temas que adaptan el festivo espíritu del
rock global y la noche. Una influencia clave para las bandas de este tiempo.
TEMAS CLAVE: “Enlace”, “Una noche no hace mal”.

38. Chaco.
Illya Kuryaki & the Valderramas
1995
“Doscientas cincuenta mil copias vendidas de Chaco en toda América latina lo dicen todo: hay que tener
respeto, alguien lo hizo primero”, dijo Dante Spinetta. Estos dieciséis tracks producidos por Mariano
López y Machi Rufino (ex Invisible) y masterizados en Nueva York por Ted Jensen (Madonna) fueron la
puerta lateral hacia los chistes internos del dúo Spinetta/Horvilleur: el sueño de la provincia propia,
donde Federico Kleim baila g-funk (“Jaguar House”) y los remiseros son dioses nacionales. El primer
disco de hip hop latino con proyección regional.
TEMAS CLAVE: “No es tu sombra”, “Remisero”.
39. Conesa.
Pedro y Pablo
1972
Conesa, nombre de la calle donde quedaba la casa comunitaria, representa el encuentro de Pedro y
Pablo –especialmente Miguel Cantilo- con el rock representado por La Cofradía de la Flor Solar. Harto de
la censura, el dúo emigra a un sello independiente y graba una serie de clásicos, con letras que ensalzan
el “regreso a la naturaleza” (“El Bolsón de los cerros”, “Blues del éxodo”), sin dejar de lado la temática
social (“Apremios ilegales”, “Padre Francisco”). Las armonías vocales de Cantilo-Durietz se enriquecen
con el aporte de Roque Narvaja (a la manera de Crosby, Still & Nash), y brilla la guitarra de Kubero Díaz.
TEMAS CLAVE: “Padre Francisco”, “Catalina Bahía”.

40. Almendra 2.
Almendra
1970
Almendra no llegó a grabar su famosa ópera, pero antes de separarse registró el primer álbum doble del
rock argentino, una explosión creativa en múltiples direcciones que constituye una especie de Álbum
Blanco del grupo. Si bien en general el sonido es más rockero y distorsionado que el primer disco –en
sincro con el rock internacional de esa época-, hay desde canciones acústicas a temas esperimentales,
condimentados con psicodelia y surrealismo. Spinetta aporta temas de alta belleza (“Para ir”, “Parvas”),
pero Molinari no se queda atrás, con clásicos como “Mestizo” y “Amor de aire”.
TEMAS CLAVE: “Rutas argentinas”, “Para ir”.
41. Vol. 3.
Pappo’s Blues
1973
Apenas veintiocho minutos le alcanzan a Pappo para establecer un nuevo clásico del rock de los 70. Sus
progresos sobresalen en el instrumental que abre el disco, “Stratocaster Boogie”, verdadero rito
iniciático para cualquier aspirante a dios de la guitarra. Criticando la sociedad de consumo (“Pájaro
metálico”), los prejuicios de la clase media, defendiendo su estilo de vida con un riff machacante (“Sucio
y desprolijo”) y hasta desorientando a la prensa musical con una viñeta country criticada por
“comercial” (“Trabajando en el ferrocarril”), Pappo se afirma como el gran outsider del rock argentino.

42. After chabón.


Sumo
1987
En 1987, el tiempo de descuento que perseguía a Luca se mostraba implacable. El alcohol era el verdugo
y After chabón su última pelea contra la muerte. Grabado en condiciones caóticas, el disco tuvo
participación grupal: Luca se limitó a destrabar las cargadas bases con eficaces melodías vocales. Sin
pretender registrar un testamento, es el trabajo más experimental de Sumo y un conmovedor escudo
ante lo inevitable: brillan la épica de “Crua-Chan”, el reggae espiritual (“No tan distintos”) y las
atmósferas pesadas (“No te pongas azul”). “Mañana en el Abasto” es el sol de noche entre tanta
densidad.
TEMAS CLAVES: “Mañana en el Abasto”, “Crua-Chan”.
43. Ciudad de pobres corazones.
Fito Páez.
1987
El disco más rabioso de la carrera de Páez. Su raíz está en las noticias policiales. En el momento en que
Fito alcanzaba su consagración como solista, u a poco de fallecer su padre, fueron asesinadas la abuela y
la tía que habían estado a cargo de su crianza. El rosarino entró en una profunda crisis depresiva y sin
consuelo huyó a las playas de Tahití. Entre llantos, pastillas y reflexiones, compuso canciones que lo
sacaron del perfil optimista y candoroso de sus primeros discos. Una mezcla magistral entre catarsis
punk y sopor barbitúrico que aún hoy estremece por su crudeza.
TEMAS CLAVE: “Track Track”, “Ámbar violeta”.

44. Dale aborigen.


Todos Tus Muertos
1994
Fidel Nadal volvió de la gira El Expreso de Fuego y Hielo por Colombia junto a Mano Negra y, tras dos
meses de grabación de Casa Babylon en España, reconstruyó el fuselaje de su vieja banda para plasmar
la esencia de sus nuevas convicciones (“Mate”, “Alerta guerrilla”). Entraron: Gamexane en guitarra,
Pablo Pontezoni en batería y Pablo Molina en bingi-drums y voz, además de Manu Chao y Fermín
Murguruza como invitados. Este disco, el tercero, ese el mejor articulado de TTM. Y es, también (con la
base Casa Babylon y más tarde Ideia Zabaldu de Negu Gorriak), el vértice sur de la sagrada trilogía del
rock latino y mestizo.
TEMAS CLAVE: “Mate”, “Ándate”.
45. Et nada.
Miguel Abuelo
1975
En su exilio, Miguel Abuelo quiso mantenerse lejos de la música. No pudo. En Francia conoció a Moshe
Naim, un mecenas que venía de financiar a Dalí. Naim lo tentó para grabar u el resultado fue el disco
más experimental de su carrera. Junto al violero platense Daniel Sbarra y otros exiliados argentinos y
chilenos, formó Hijos de Nada. La lírica de Miguel fluye entre los sonidos de clavicordio, chelos y efectos
electrónicos. Hijos se disolvió y el productor postergó la edición hasta 1975, cuando optó por editarlo
como un trabajo solista. Inédito aquí, es uno de los discos más buscados por los coleccionistas.
TEMAS CLAVE: “El largo día de vivir” y “El muelle”.

46. Aquelarre.
Aquelarre
1972
Reuniendo dos ex Almendra (Emilio del Guercio y Rodolfo García, bajo y batería respectivamente), un
blusero (Hugo Gonzáles Neirea, teclados) y una “bola de ruido” (Héctor Stark, guitarra), Aquelarre
debutó en 1972 con un álbum marcado por los quiebres rítmicos y melódicos, las largas zapadas
instrumentales y las letras surrealistas. Aún con las inconfundibles influencias progresivas que surcaban
todo el LP. El grupo se permitía momentos de crudeza blusera (“Aventura en el árbol”) y pasajes
extraordinarios de belleza bucólica (“Cantemos tu nombre”).
TEMAS CLAVE: “Canto”, “Cantemos tu nombre”.
47. El número imperfecto.
Catupecu Machu
2004
En su búsqueda de intensidad, vital y rockera, Catupecu dio con este disco grabado como cuarteto (Fer y
Gabriel Ruiz Díaz, Macabre y Javier Herlein). No tan urgente como Dale!, no tan hitero como Cuentos
Decapitados, ni tan abstracto como Cuadros dentro de cuadros, es una síntesis de su obsesión por hacer
sonar el rock tan potente como original, forzando sus límites sin perder la ambición expresiva y emotiva.
Las letras y las guitarras de Fernando transparentan las influencias de Cerati y de Bumbury. Sus versos
cobran diferentes sentidos con el tiempo.
TEMAS CLAVE: “Magia veneno”, “El número imperfecto”.

48. Melopea.
Litto Nebbia
1974
Mucho antes de saber que significaba la palabra “melopea”, Nebbia bautizó su quinto álbum solista con
el vocablo de origen griego. “Me gustaba la fuerza que tenía al sonar… Luego me enteré de que quiere
decir componer y en un vulgarismo también es borrachera, explica Nebbia desde el booklet del disco
que consolidó la formación del trío junto a los jazzeros Néstor Astarita (batería) y Jorge Gonzales
(contrabajo). Aún hoy sorprende este cruce de géneros y la insistencia de Litto para vencer prejuicios.
Una perfecta conjunción de canciones pop y letras detallistas de Mirtha Defilpo.
TEMAS CLAVES: “La ventana sin cancel”, “¿Qué clase de amor tendrás?”
49. Color Humano.
Color Humano
1974
Originalmente pensado como un disco doble, el opus final de Edelmiro Molinari, Oscar Moro y Rinaldo
Rafanelli incluye la canción por la que muchos recordarán la agrupación: “Mañana por la noche” (“Estoy
tan cansado/ que me voy a suicidar/ mañana por la noche”). Por lo demás, el trío se muestra en su
apogeo, con la hendrixiana viola de Edelmiro brillando como nunca en “Cosas rústicas (Coto de caza)” y
“Las historias que tengo”. Cada uno de los temas que integran el disco posee algún instante memorable,
e invita a pensar en cómo podría haber sonado el combo de haber permanecido unido.
TEMAS CLAVES: “Mañana por la noche”, “Cosas rústicas…”

50. Conga
Daniel Melero
1988
Después de liderar Los Encargados desde comienzos de los 80 y participar en Oktubre (puesto 4 de esta
lista) pero antes de colaborar en Canción Animal (puesto 9), Melero se debatía, en sus días de fines de
los 80, entre el rol de productor y cazatalentos under (Todos Tus Muertos, Juana La Loca) y el inicio de
su carrera solista. En este álbum debut acumula algunas de sus piezas más pop (“No dejes que llueva”,
“Piso 24”). Entre una melancolía fría y la búsqueda de la emoción tecno-pop, algunos tracks anticipan un
derrotero que fue tomando un cariz más abstracto y experimental.
TEMAS CLAVE: “No dejes que llueva”, “Deleite fatal”.
51. Billy Bond y La Pesada del Rock and Roll.
Billy Bond y La Pesada del Rock and Roll
1971
Puro rock básico y pesado, con toques de blues psicodélico à la Cream y letras irreverentes con carga
ideológica. Esa era la fórmula de La Pesada, un auténtico seleccionado integrado por monstruos como
Pappo, Spinetta y David Lebon, siempre bajo la tutela del inefable Billy Bond. “Salgan al sol”, firmada por
Javier Martinez, representa como nada el orgullo de la rebeldía rockera en contraposición con la
comodidad burguesa. Hicieron escuela.
TEMAS CLAVE: “Salgan al sol”, “Cada día somos más”.

52. Sudamérica o el regreso a la aurora.


Arco Iris
1972
El interés por la música folclórica llevó a la banda de Santaolalla y Ara Tokatlian a realizar un viaje
místico al norte argentino. Allí compartieron vivencias con los aborígenes y eso fue el estímulo fina de su
proyecto más ambicioso: esta obra conceptual, dividida en dos actos, en la que el quinteto reafirma su
creencia en el poder espiritual y en las fuerzas del cosmos. Uno de los experimentos más arriesgados y
logrados en el difícil terreno de la fusión entre el rock y el folclore.
TEMAS CLAVE: “La canción de Nahuel” y “Sudamérica o el regreso a aurora”.

53. Luchando por el metal.


V8
1983
El debut de V8 encarna el sentimiento de jóvenes como los de “Brigadas metálicas” que, cansados de
llorar, querían gritar. Con sonido duro y letras marciales, el grupo se enfrentaba tanto a la pasividad
hippie como al optimismo del final de la dictadura. Grabado sin conocimientos técnicos, con pocas horas
de estudio y muchos excesos, cuenta con la participación de Pappo en “Hiena de metal”. En la sesión de
fotos de tapa, una razia apresó a la banda. Por eso quedó el logo sobre un fondo negro: hoy es la tapa
más icónica del heavy local.
TEMAS CLAVE: “Destrucción”, “Brigadas metálicas”.

54. Wadu Wadu.


Virus
1981
Solo por la foto de tapa, Virus merecía el premio a la banda rupturista de 1981: seis caras nuevas
irrumpían luciendo remeras ajustadas, pelo corto y corte desafiante. Mucho más atrevidas eran las
canciones, por su velocidad, contenido y duración. La novedad jugaba con los clichés del rock, desafiaba
el canon de lo correcto y proponía diversión con un rock ligero. Pero el real peligro se escondía en la voz
de Federico Moura y las letras de Roberto Jacoby, materia revulsiva de dos agitadores culturales
trastocando principios como autenticidad, compromiso y mensaje.
TEMAS CLAVE: “Soy moderno, no fumo”, “El rock es mi forma de ser”.

55. Silencio.
Los Encargados
1986
La historia de Silencio es una epopeya de resistencia y terquedad. En un medio hostil, Los Encargados
tuvieron que archivar dos discos antes de lanzar su álbum debut: aún permanecen inéditos Necesidad y
Creo que estamos bailando. Daniel Melero, Hugo Foigelman y Alejandro Fiori iniciaron el desvío hacia la
actualización de los presupuestos pop en su fase tecnológica. Con Silencio, el trío impuso un concepto
avanzado de canciones electrónicas. Y aunque la empresa ya estaba condenada al fracaso, el
reconocimiento llegaría con las voces del rock más original de la década pasada.
TEMAS CLAVE: “Orbitando”, “Líneas”.
56. Tango.
Tanguito
1973
En tiempos en que la bohemia local todavía conservaba la inocencia, José Alberto Iglesias se convirtió en
el primer tren descarrilado del rock nacional. Para 1970, las drogas y el alcohol ya habían hecho mella en
su salud física y mental; no obstante -en una sesión llevada a cabo en los estudios TNT- logró registrar, a
modo de demo, un puñado de canciones de belleza rústica y frágil, acompañándose solo con su guitarra
acústica. Murió dos años después, sin haber llegado a grabar un LP propiamente dicho. Pelo el sello
Talent rescató su legado en 1973 con Tango, una recopilación de aquellos esbozos desprolijos.
TEMAS CLAVES: “Amor de primavera”, “Natural”.

57. Yo vivo en una ciudad.


Pedro y Pablo
1970
Con influencias de Dylan, Simon & Garfunkel, Beatles, el café concert, la chanson, el folclore de
Yupanqui y el tango de Piazzolla, Miguel Cantilo y Jorge Durietz dan inicio al rock acústico en la
Argentina, a la vez que crean uno de los primeros himnos de protesta. “La marcha de la bronca”. Su
primer álbum, con arreglos de Jorge Calandrelli, incluye sensibles viñetas urbanas, humor, críticas al
consumismo y la represión de la dictadura de Onganía. La reedición en CD contiene temas censurados,
como “En este instante” y la primera versión de “Catalina Bahía”.
TEMAS CLAVES: “La marcha de la bronca”, “Yo vivo en esta ciudad”.

58. Contenidos.
Riff
1982
Si bien introdujo la estética metalera de cuero y cadenas, Riff estaba más cerca del hard rock que del
heavy. Después de grabar dos LO en 1981, la banda cristaliza su estilo en el tercer álbum, con un sonido
contundente y canciones atrapantes. Los cuatro integrantes componían, lo que daba a su repertorio una
variedad que incluye las historias de cómic-ficción de Michel (“Pantalla del mundo nuevo”), los hits
rocanroleros de Vitico (“Mal romance”) y las historias épicas de Pappo en plan héroe solitario (“Duro
invierno”). El punto más alto de un grupo que se separaría al año siguiente, y no conseguiría recuperar
el brillo en sucesivas reuniones.
TEMAS CLAVE: “Susy Cadillac”, “Me tienen cansado”.

59. Trance Zomba.


Babasónicos
1994
La flora y la fauna de América –el ñandú, el coyote, la palmera- giran a toda velocidad alrededor de un
grupo de gente capaz de enfocar la música cuadro por cuadro: los Babasónicos incorporan, inspirados
en el viejo disc jockey Pato C, a Peggyn, y asó se convierten en la primera banda del rock latino en
incorporar un DJ en su formación estable. Estética trash-menemista, infusiones de George Clinton y rap
para el desarme: como superados, después de catalizar la ansiedad generacional y antes de entregarse
al Adversario, Babasónicos se embarca en un trance de despegue.
TEMAS CLAVE: “Patinador sagrado”, “Koyote”.

60. Nadie sale vivo de aquí.


Andrés Calamaro
1989
El cuarto álbum solista de Calamaro merecía mejor suerte, pero la crisis lo sepultaba todo. Este álbum
anticipó el exilio español de Andrés y también los ritmos que iban a conmover a Los Rodríguez.
Escuchado por buenos amigos, Ariel Rot y Gringui Herrera en la delantera, el cantante de la eterna voz
adolescente dejó antes de la partida algunas de sus mejores canciones de amor y traición. Entre odas
alcohólicas y rocanroles de ruta reaparece el compositor pendiente de las melodías inolvidables y las
frases para no olvidar: “Nuestro Vietman, hecho saliva y sangre”.
TEMAS CLAVE: “Pasemos a otro tema”, “Señal que te he perdido”.
61. La la la.
Spinetta-Páez
1986
Sorteando todo tipo de trabas legales de sus respectivas disqueras, Spinetta y Páez registraron entre
agosto y octubre de 1986 este álbum doble que sería un hito de colaboración entre dos generaciones. La
la la es un disco extraño, en que la alquimia de Luis Alberto y Fito funcionó de forma tangencial e
interesante, pero no terminó de manifestarse en una unidad: los temas de Páez y Spinetta están
diferenciados en textura y estilo. Tal vez, el único en que la comunión creativa entre ambos alcanza a
plasmarse es “Hay otra canción”, el último tema del LP, ausente en reedición en CD.
TEMAS CLAVE: “Todos estos años de gente”, “Hay otra canción”.

62. Fin de semana salvaje.


Los Brujos
1991
“Grabado durante un fin de semana salvaje del mes de mayo de 1991”, aclara la contracubierta del
disco en que se imprimió la única versión del mayor clásico de esos primeros 90: “Kanishka”. Después de
tres años de demoler escenarios, invocaron a Melero para grabar en los estudios Aguilar “un demo de
once temas”, fábulas de psicodelia y amor indio, compuestas por su guitarrista, Gabriel Guerrisi. Con
Vivi Tellas como cantante invitada y el solo de Cerati en “Fin de semana salvaje”, Los Brujos destapan la
paella del Nuevo Rock Argentino.
TEMAS CLAVE: “Yo caí por tu amor”, “Fin de semana salvaje”.
63. The art(e) of Romance.
Fun People
1999
“Steve Albini nos obligaba a usar mamelucos tipo Devo para entrar en su estudio, Electrical. ¡Teníamos
una máquina de pochoclo y un billar!”. En ese ambiente, en los suburbios de Chicago, Fun People grabó
The Art(e) of Romance: su obra definitiva. Con Gato en la batería y Gori en guitarras, el productor de In
Utero (el último disco de Nirvana) apeló a su técnica de grabación y le imprimió el volumen de un mar
de cemento a las canciones de Nekro, un idealista de la emoción entregado a su propaganda. En la
increíble portada el retrato del anarquista Kurt Wilckens.
TEMAS CLAVE: “Vientos”, “Dick Dale”.

64. El cielo puede esperar.


Attaque 77
1990
El eterno karma del éxito punk: con su segundo disco, la banda liderada por Ciro Pertusi pegó un
megahit (“Hacelo por mi”, cortina del recordado programa de Mario Pergolini), tocó en televisión hasta
el hartazgo y vendió más de 150 mil copias, gracias a lo cual abandonaron definitivamente el under y, al
mismo tiempo, se ganaron la desaprobación de sus fans más radicales. En lo musical, El cielo puede
esperar (producido por el perico Juanchi Baleirón) los muestra influenciados por el pop inglés de los 60 y
70, alejándose de la ortodoxia ramonera de su álbum debut.
TEMAS CLAVE: “Hacelo por mi”, “Espadas y serpientes”.
65. Invisible.
Invisible
1974
Después de la etapa de Pescado Rabioso, a fines de 1973 Spinetta forma Invisible junto a Pomo Lorenzo
y Machi Rufino (ex Pappo’s Blues), y al año siguiente edita su LP debut, con el dibujo Charcos, de M.C.
Escher, en la tapa. Músicas complejas (rítmicas compuestas, armonías jazzísticas) y letras influidas por el
surrealismo y los simbolistas franceses caracterizan esta primera etapa del grupo, en que Spinetta
exhibe una creatividad expansiva que no cabía en un solo disco, como lo prueban tres simples
aparecidos en el mismo año: “La llave del mandala”, “Elementales leches” y “Viejos ratones del tiempo”.
TEMAS CLAVE: “Jugo de lúcuma”, “Suspensión”.

66. Vida.
Sui Generis
1972
En años en los que el rock nacional les sacaba lustre a sus influencias bluseras y psicodélicas, Charly
García (por entonces Charlie) y Nito Mestre irrumpieron en escena con Vida, un disco de canciones
simples, acústicas pastorales. Siguiendo los pasos de cantautores sensibles, como James Taylor y Elthon
John, García supo conectar de lleno con el sentimiento adolescente de aquella época, con letras
tangibles y a la vez poéticas, y con un lenguaje musical que, aun sin carecer de complejidades, podía ser
reproducido en cualquier fogón con la ayuda de una guitarra criolla.
TEMAS CLAVE: “Canción para mi muerte”, “Natalio Ruiz”.
67. Acido argentino.
Hermética
1991
Sobre el final de los 80, el heavy nacional perdió la pujanza que supo mostrar a medidos de la década,
ante la desaparición de sus dos bandas más emblemática: Riff y V8. La edición del tercer álbum de
Hermética en 1991 marcó un resurgir del género, pero además consolidó la figura de Ricardo Iorio como
caudillo del rock pesado local. Letras como las de “Gil trabajador” o “Robó un auto” reflejaban la
cotidianidad de los oprimidos y dejaban sentada la postura nacionalista que caracterizaría a Iorio en sus
obras posteriores. La voz de Claudio O’Connor, sobresaliente.
TEMAS CLAVES: “Gil trabajador”, “Memoria de siglos”.

68. Bicicleta.
Serú Girán
1980
Como si de E.T. se tratara, Serú Girán levanto vuelo en Bicicleta, su tercer álbum. A esta altura, los
“Beatles argentinos” ya jugaban de memoria: el ensamble instrumental se había afianzado y el estilo del
grupo, siempre afecto a combinar retorcidos pasajes de jazz rock con canciones directas y emotivas,
había llegado a su punto de mayor desarrollo. Por todo esto, el público no tuvo más remedio que
rendirse ante el clasicismo de “Desarma y sangra”, el “homenaje” a Lynyrd Skynyrd de “Encuentro con el
diablo” y la protesta política ultrametaforizada de “Canción de Alicia en el país”.
TEMAS CLAVE: “Canción de Alicia en el país”, “Desarma y sangra”
69. Bajo Belgrano.
Spinetta Jade
1983
En ocasión del regreso de la democracia, Spinetta vuelve a la temática porteña, con su magistral retrato
melancólico –y a la vez esperanzado- del estado psíquico de los sobrevivientes de un país devastado. El
tercer álbum de Spinetta Jade –en este caso reducido a un cuarteto, con Leo Sujatovich, César Franov y
Pomo- aúna el cariz jazzero del grupo con influencias del rock de los 80 (especialmente The Police),
visible en temas como “Maribel se durmió”, dedicado a las Madre de Plaza de Mayo. Spinetta se
muestra inspirado, con melodías memorables y grandes performances vocales.
TEMAS CLAVE: “Resumen porteño”, “Maribel se durmió”.

70. Narigón del siglo.


Divididos
2000
Posiblemente haya sido una combinación de factores, como la ruptura de su larga relación con Érica
García y la grabación en los estudios Abbey Road, lo que contribuyó a que los Divididos, y
especialmente Ricardo Mollo, alcanzaran un nuevo pico creativo. Mollo abandona en parte el
hermetismo de sus letras y la obligación de ser “la aplanadora del rock”, alumbrando algunas de la
canciones más emocionales (y bellas) de su discografía. Con este álbum, Divididos reinventa su carrera y
produce la primera obra maestra del nuevo milenio.
TEMAS CLAVE: “Par mil”, “Spaghetti del rock”.
71. Películas.
La Máquina de Hacer Pájaros
1977
Luego de la separación de Sui, Charly García armó un supergrupo de rock progresivo junto a otro
tecladista –Carlos Cutaia- , Gustavo Bazterrica, José Luis Fernández y Oscar Moro. Este, su segundo LP,
fue grabado durante la dictadura más sangrienta de la historia argentina. En la portada, los músicos
salen del cine. Acaban de ver Trama macabra, un film de Alfred Hitchcok, que sólo puede entenderse
como guiño a la situación social imperante. ¿Y las canciones? Poesía filosa (con toques de humor) y una
conjunción de virtuosismo sinfónico aplicado al funk y al candombe.

72. Salud universal.


Los Visitantes
1992
Durante un año y medio, Los Visitantes probaron las canciones que integrarían su primer disco en shows
memorables en el pub La Luna: un trío capaz de intervenir el tango con la solvencia enérgica del punk.
Nadie se había animado a ese sacrilegio. Palo Pandolfo y sus aliados trasladaron esa furibunda
demostración de poder eléctrico al estudio. Aunque suene más o menos, su tapa sea horrorosa y
algunos temas aturdan, es una obra maestra. Algunas de las mejores letras de Palo están en este disco
de esperanzas módicas, viajes suburbanos y una polenta que metía miedo.
TEMAS CLAVES: “Tanta trampa”, “Sangre”.

73. Despedazado por mil partes


La Renga
1996
Después de un hitero disco en vivo (Bailando en una pata), La Renga graba su obra cumbre bajo el ala de
Polygram y potencia su destreza para el rocanrol rutero, el Mataderos blues y las fábulas que cruzan
costumbrismo barrial con metafísica rasante. Este álbum resume la dinámica natural del trío Chizzo-
Tete-Tanque, su hard rock embebido en Creedence y Patricio Rey. El metal melódico de “El final es en
donde partí” (el “Enter Sandman” argentino) la épica arrabalera de “La balada del Diablo y la Muerte”…
En fin, una trompada tras otra.

74. Peligrosos Gorriones.


Peligrosos Gorriones
1993
Con su primer álbum, los Gorriones –una de las tantas joyas del inagotable filón platense- se postularon
para traducir al castellano aquella fiebre alternativa que dominaba el mundo anglosajón a principios de
los 90, y se convirtieron así en figuras de aquel caótico Nuevo Rock Argentino. Las letras desarticuladas
de Francisco Bochatón aportaban el factor irreverente al estilo del grupo, cercano al college rock, al
noise y el grunge. Allá por 1993, mirar media hora de MTV y no pescar el video de “Escafandra” era tan
difícil como sintonizar hoy ese canal y no enganchar un reality.
TEMAS CLAVE: “Escafandra”, “El bicho reactor”.

75. Muerte en la catedral.


Litto Nebbia
1973
Basado en rítmicas irregulares e improvisación, Muerte... es el inicio del trío formado por Nebbia,
Gonzáles y Astarita. “Lo bueno fue que yo no tocaba jazz, ni ellos tocaban rock, y armamos una nueva
manera de improvisar. Algo muy avant-garde, pero lo raro era que tocábamos en lugares populares, y
para la pendejada que cantaba y bailaba. Eso que era un quilombo de arreglos y cambios de ritmos”,
contó Litto. La pintura de tapa de Pérez Celis completaba una obra jugada en su lírica como el paisaje
que describe “El otro cambio, los que se fueron”.
TEMAS CLAVE: “Vals de mi hogar”, “El otro cambio...”.
76. Los delirios del mariscal.
Crucis
1977
El mariscal en cuestión era el tecladista Aníbal Kerpel (hoy socio creativo de Santaolalla en Surco), y su
delirio, un largo y enmarañado instrumental que resumía a la perfección la esencia de Crucis, al punto
de terminar dándole nombre a su segundo y último disco. Influido por grupos como Yes, Camel y
Emerson, Lake & Palmer, el cuarteto se muestra más aceitado que en su debut, desplegando su
virtuosismo en cuatro temas (sólo uno de ellos, “No me separen de mi” con parte vocal) en los que
sobresale la versatilidad del guitarrista Pino Marrone.
TEMAS CLAVE: “Los delirios del mariscal”, “Abismo terrenal”.

77. Mundo guanaco.


Almafuerte
1995
Dijo Iorio a RS: “Payando soy una luz, soy como el hijo mogolico de ese que canta en la doma”. Y tengo
una voz muy particular por eso siempre quise cantar...”. El ex líder de V8 se repone de la escandalosa
separación de Hermética: “Premeditaron apartarme y al saberlo me hice a un lado”, declara en “Amasijo
de un gran sueño”. Con Claudio Marciello en guitarra y Claudio Cardacci en batería, registran dos
versiones (“Desencuentro” de Castillo/Troilo y “De los pagos del tiempo” de José Larralde) y diez temas
propios que son su despegue como cantante bajo el seudónimo de Pedro Bonifacio Palacios.
TEMAS CLAVE: “Dijo el droguero al drogador”, “El pibe tigre”.
78. Tercer arco.
Los Piojos
1996
En un gran año para los tanques rockeros, Los Piojos llevaron a la masividad su proyecto de murganrol
festivo y sentimental, su idea de conciliar a los Stones con Discépolo. Álbum hi-fi para las esquinas
(producido por Alfredo Toth), pegó fuerte en el corazón de una época de vaciamiento político y héroes
de trapo. Sobresalían la canción de redención a una puta (“Al atardecer”), el himno “Maradó” (emblema
del rock futbolero) y los hits bolicheros “El farolito” y “Verano del 92”, basados en la ambición percusiva
de Dani Buira y en un Andrés Ciro de lengua y pluma afiladas.
TEMAS CLAVE: “Esquina libertad”, “Al atardecer”.

79. Sol Lucet Omnibus.


Massacre
1992
Entre junio y julio de 1992, Massacre produce y registra Sol Lucet Omnibus: su primer disco larga
duración, compuesto e inspirado en el viejo half-pipe de Ciudad Universitaria. Walas Cidade entrega la
guitarra a Pablo M. y, al mismo tiempo que su banda se desliza fuera de la Buenos Aires Hard Core, pasa
al frente de sus compañeros de colegio para asistir y bautismo del hippie-core argentino. Acá, los
tutores crossover y el stage-diving, criollo entregan el primer clásico del skate rock nacional: “3 walls” en
dos versiones. Banda de culto… desde los cromosomas.
TEMAS CLAVE: “3 walls”, “Nuevo día”.

80. Flopa Manza Minimal.


Flopa Manza Minimal
2003
Florencia “Flopa” Lestani, Mariano “Manza” Esaín y Ariel “Minimal” Sanzo armaron, por recomendación
de este último, un proyecto eventual: el trío acústico (y a veces no tanto) Flopa-Manza-Minimal,
conjunción de caracteres que jamás iba a grabar un disco hasta que un amigo les ofreció pagar la sesión
en TNT. Doce canciones que presagian, con beat sui generis, nuevos tiempos de folk en el over-ground.
Tres autores que se revelan y miden la profundidad de seis cuerdas de nylon por triplicado, de temas
que rondan el amor, la nostalgia y la esperanza del derrotado.
TEMAS CLAVE: “Dejadez”, “Debajo del Álbum Blanco”.
81. Colores santos.
Cerati-Melero
1992
Como Eno-Cale en Wrong Way Up. Cerati-Melero unieron fuerzas y egos para cristalizar un proyecto
postergado. “Cuando murió mi padre, el estaba ahí, y lo mismo sucedió cuando su padre. Todo ese
periodo estuvo marcado por la creación de Colores Santos, un disco que hicimos por el placer de hacer
música y fue una especie de ligazón con la vida a partir de situaciones muy fuertes”, recordó Cerati. Con
base de acid-house y el pop electrónico, el disco combina la pericia melódica de Cerati con el laboratorio
de Melero, y describe el trayecto sónico que irá a Dynamo, el siguiente disco de Soda.
TEMAS CLAVE: “Cozumel”, “Colores santos”.

82. Giros.
Fito Páez
1985
Con la salida del primer álbum (Del 63), Páez se postuló como potencial aspirante a alcanzar el podio de
los grandes solistas del rock nacional, pero fue con la edición de Giros, en 1985, que logró el lugar que lo
ponía en la línea sucesoria de Spinetta y García. Su fuerte personalidad, la calidad musical de sus
canciones y la profundidad de sus letras no pasaron inadvertidas ni para el público ni para sus pares. “Es
la mejor música que se está haciendo”, decía el propio Spinetta al referirse a este disco, en el que el
rosarino de 22 años enfatizó desde el rock, sus aproximaciones al tango (“Giros”) y al folclore (“Yo vengo
a ofrecer mi corazón”).
TEMAS CLAVE: “Giros”, “11 y 6”.

83. Esperando el milagro.


Las Pelotas
2003
Queriendo ironizar sobre la costumbre argentina de esperar que caigan soluciones del cielo, Las Pelotas
terminaron haciendo una analogía de su propia carrera: tras catorce años sumando público a paso de
hormiga, el “milagro” (encarnado en convocatoria masiva y difusión radial) llegó con este, su octavo
disco. A su característica fórmula de acidez, oscuridad y sensibilidad roñosa, el grupo le sumó prolijidad
y, fundamentalmente, una extraña canción de amor que con el tiempo se convertiría en un hito del rock
nacional modelo 00: “Será”.
TEMAS CLAVE: “Será”, “Esperando el milagro”.

84. Los Abuelos de la Nada.


Los Abuelos de la Nada
1982
“No creo que alguien haya logrado producir a Miguel Abuelo alguna vez”, señalo Charly García a RS, en
referencia a la tirante relación que mantuvo con él al encargarse de la producción del primer LP de Los
Abuelos. Pero el resto de los integrantes entendía que la relación con García era beneficiosa y medió
para que Miguel se amoldase a las directivas. El resultado es un disco prolijo que, aunque no logra
reflejar el calor de sus shows, fue clave para plantar las bases de su innovadora propuesta estética, esa
fusión de rock con ritmos negros, funk y reggae e influencias latinas.
TEMAS CLAVE: “Tristeza en la ciudad”, “En la cama o en el suelo”.

85. Libertinaje.
Bersuit Vergarabat
1998
Cuando los bersuit parecían degradados, como grupo y como seres humanos, apareció Santaolalla y
junto, con el productor, llegó la resurrección. Este álbum, una verdadera seguidilla de hits, los catapultó
hacia la fama no sólo en Argentina, sino que les abrió las puertas en el resto de América Latina. Con la
versión de “Sr. Cobranza” (compuesto por Las Manos de Filippi) y “Se Viene” como estandartes
combativos, Bersuit le puso letra y música al ocaso del menemismo. Pero también hay un homenaje a
los desaparecidos (“Vuelos”), una cumbia-rock (“Yo tomo”) y una “Murguita del sur”.
TEMAS CLAVE: “Sr. Cobranza”, “Yo tomo”.
86. Santaolalla.
Gustavo Santaolalla
1982
Después de la experiencia soluna, Santaolalla emigra y en Los Angeles se encuentra con la new wave,
que produce un gran impacto en su rumbo artístico. Identificado con el movimiento, forma el grupo Wet
Picnic; y durante su regreso a Buenos Aires en 1981 registra su primer álbum solista. El disco es casi una
crónica de esta transformación, con descripciones del “shock cultural” (“Mama, amigos, tengo una TV
color”), estética moderna y un sonido seco y directo. Incomprendido en su momento, ejercería una
profunda influencia –notoria en el Clics Modernos-, inaugurando los años 80 dentro del rock argentino.
TEMAS CLAVE: “Vasudeva”, “Ando rodando”.

87. No es sólo rock & roll.


Intoxicados
2003
“En algún momento en el tiempo y por algún lugar del espacio”, narra Pity Alvarez en el prólogo del
segundo disco de su segunda banda, Intoxicados: No es solo rock & roll. Con Ezequiel Araujo como
asesor en la producción de algunos tracks, el Pity se revela Jedi del monoblock y tiene sus clásicos raptos
de sinceridad brutal (“Un tema de mierda”, “Reggae para los amigos”) sobre una mayor paleta de
géneros (“¡Alta banda de hip hop Intoxicados, eh!, dijo una vez”). Con este disco, une rap con reggae
con blues, provoca la génesis de una nueva tribu urbana: el rastone.
TEMAS CLAVE: “Una vela”, “Está saliendo el sol”.
88. Luzbelito.
Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota
1996
Este álbum oscuro y potente marca el fin de la etapa más directamente hitera de los Redondos. Solari y
Beilinson parecen recurrir aquí a la épica de los orígenes (incluye el rescate de dos inéditos: “Mariposa
Pontiac” y “Blues de la libertad”) y a un sistema de grabación más moderno y recargado, en que la
guitarra de Skay cobra un filo de acero y la voz del Indio se pone más frontal y ominosa. Basado en el
imaginario mefistofélico del álbum, Rocambole modeló un busto de nueve kilos de barro que cobraría
estatus mítico al ser robado de una exposición.
TEMAS CLAVE: “La dicha no es cosa alegre”, “Juguetes perdidos”.

89. PorSuiGieco.
PorSuiGieco
1976
Un grupo de estrella, reunidos sin presiones ni pretensiones alrededor de un puñado de canciones folk:
cualquier semejanza con Still, Nash & Young no es pura coincidencia. En 1975, Raúl Porchetto, Charly
García, Nito Mestre, León Gieco y María Rosa Yorio idearon un proyecto acústico e informal que, pese a
haber sido pensado para durar, solo llegó a concretar este LP. La censura de la época cercenó “El
Fantasma de Canterville” (sólo está incluida en la primera edición), pero no nos privó de himnos del
hippismo vernáculo como “La colina de la vida” y “Tu alma te mira hoy”
TEMAS CLAVE: “La mamá de Jimmy”, “Quiero ver, quiero ser…”

90. Ahí vamos.


Gustavo Cerati
2006
De regreso a la temporada de guitarras. Ahí, en esa zona franca donde sencillez y energía todo lo
pueden. Cerati plantó trece canciones tan claras como la fuente eléctrica que las alimenta. Un plan
simple para devolverles a sus shows esos relámpagos que acallan hasta los ruegos por Soda. La
iluminación llegó acompañada de un par de amigos dispuestos a robarse una porción del primer plano
del mundo Cerati. Hace rato que un disco pop no sonaba tan rockero, y tanto Richard Coleman como
Fernando Samalea aportaron esas marcas de guerra que delatan veinticinco años en la ruta.
TEMAS CLAVE: “Lago en el cielo”, “Caravana”.
91. Escenas de la vida amorosa.
La Portuaria
1991
La aparición de Escenas de la vida amorosa convirtió a La Portuaria en uno de los grupos más
prometedores de los comienzos de los 90: mezcla de estilos, desprejuicio rítmico, letras tan candorosas
como cotidianas, instrumentación precisa. Un Diego Frenkel inspirado en la senda global latin de David
Byrne (y hasta un acercamiento al hip hop) es soporte para las ideas musicales de Christian Basso. Con
frescura y virtuosismo, planta bandera en la ambición de mirar el mapa musical de la región desde
Buenos Aires como capital rockera latinoamericana.
TEMAS CLAVE: “El bar de la calle Rodney”, “Mira las nubes”.

92. Abrecaminos.
El Otro Yo
1999
Este disco es el refugio de la última generación paria: los hermanos menores de los 90, los que vivieron
en diferido el Nuevo Rock Argentino porque eran infantes (apenas arañaron el grunge) y ahora se
desayunan con el audio de un país que se va al tacho, y una banda de hermanos mayores dispuestos a
protegerlos (“Cierro mis ojos y escucho/ te estoy creyendo/ si no creo, muero… muero”, María Fernanda
Aldana en “10.000.000”). Ezequiel Araujo llega de Avant Press para programar la histérica belleza de la
banda. Resultado: el gran salto de la música que no escuchan todos. El Nevermind de El Otro Yo.
TEMAS CLAVE: “Filadelfia”, “No me importa morir”.

93. Mensajes del alma.


León Gieco
1992
Después de algunos años oscuros, Gieco firma con EMI (un sueño de la adolescencia: grabar en el sello
de los Beatles) e inicia un renacimiento artístico. El cantante también inaugura su sociedad compositiva
con el tecladista Luis Gurevich, coautor de clásicos como “Todos los días un poco” y “Cinco siglos igual”.
Utilizando programaciones junto a instrumentos autóctonos, Gieco integra ritmos folclóricos con sus
raíces de rock y folk, alcanzando una síntesis en “Los salieris de Charly”, primera expresión del “rap
agropecuario”.
TEMAS CLAVES: “Cinco siglos igual” “Los salieris de Charly”.

94. Rock de la mujer perdida.


Los Gatos
1970
El quinto álbum de los gatos es el que los consagra como una banda revolucionaria del rock y el blues en
castellano (habiendo dejado atrás el beat). Producto calibrado del cruce de estilos de Nebbia y Pappo,
este disco rebautizado por la censura (iba a ser Rock de la mujer podrida) suena denso y melódico, con
una zapada proto-stoner (“Invasión”), rock con clase (“Por qué bajamos a la ciudad”) y una banda en
estado de gracia (Toth, Fogliatta, Moro). Notable como Lito Nebbia su rango vocal para seguir el vuelo
de un Pappo prematuramente magistral.
TEMAS CLAVE: “Requiem para un hombre feliz”, “Invasión”.

95. Valentín Alsina.


2 Minutos
1994
La tapa lo decía todo: el puente Alsina, ahí donde termina la Pompeya porteña y empieza este álbum
debut. Las crónicas crudas, vitales y graciosas de un grupo de pibes que se la pasan en el kiosco
tomando birra, puteando a los policías y escuchando punk. La síntesis anticipada del universo del rock
barrial tardío, aunque tocado en clave ramonera-cachivachera. Nadie esperaba que este disco pobre y
entrañable se convirtiera en un suceso de 50 mil copias. “Ya nos sos igual” fue un himno generacional,
las mochilas reprodujeron el logo de la banda y el Mosca se convirtió en una singular estrella de rock.
TEMAS CLAVES: “Ya no sos igual”, “Que mala suerte”.
96. Bistró Málaga.
Estupendo
1994
Heredando la falta de ubicuidad en el mapa rockero de Los Encargados de Daniel Melero, adelantando
fenómenos de música electrónica no bailable (de Air al Emisor, del ambient al nuevo easy listening), este
disco grabado por Fernando Lamas y Sebastián Mondragón muestra una renovación y un collage sónicos
junto a una tapa retro y kitsch. Autogestionado total, grabación ciento por ciento hogareña, en una casa
de Banfield, detalles de producción artesanal, electrónica fuera de la pista del dancefloor y cerca del
pop. El disco menos experimental del dúo.
TEMAS CLAVE: “Fui hecho para amarte”, “Mentol”.

97. Consumación o consumo.


Fricción
1986
Una obra de culto para la patria darkie. Fricción se formó en los backstages de los conciertos de la
primera mitad de los 80, cuando Richard Coleman desistió de ser el cuarto integrante de Soda Stereo
para liderar un proyecto personal, en el que Cerati cumplía el rol de de guitarrista invitado. Las
obsesiones oscuras y las metáforas de Coleman sobre la sociedad de consumo marcaron el pulso de la
época. Con Samalea en batería y Basso en bajo –ambos ex Clap-, en este disco producido por Cerati
carga con la sombría vitalidad de lo maldito.
TEMAS CLAVE: “A veces llamo”, “Autos sobre mi cama”.
98. Tiempos difíciles.
Juan Carlos Baglietto
1982
Fue mucho más que el debut de Baglietto. También fue el disco que marcó el arribo a Buenos Aires de la
“trova rosarina”, una camada de artista que traerían aires de renovación tanto al rock como a la música
popular. Baglietto grabo este álbum acompañado por su banda estable, casi una selección de estos
compositores e intérpretes entonces desconocidos: Rubén Goldín (guitarra y voz), Silvina Garré (coros) y
Fito Páez en teclados. Como muestra de sus raíces e influencias, sumaron, en la grabación al Chango
Farías Gómez y Manolo Juárez.
TEMAS CLAVE: “Mirtha de regreso” y “La vida es una moneda”.

99. Perro de playa.


Man Ray
1991
El grupo de Hilda Lizarazu y Tito Lovasio, bautizado en homenaje al revolucionario fotógrafo surrealista,
se propuso en este álbum retratar la imagen del ser porteño desde un costado optimista. Perro de playa
contó con dos ediciones. La primera, en 1991 para CBS y, más tarde, una edición independiente. Si bien
la primera de ellas había pasado inadvertida, el relanzamiento del disco, en 1992, permitió que “La
Maga, “Olvídate de mi” y “Caribe Sur” se convirtieran en hits radiales. Detalle no menor es que el disco
cuenta con un gran aporte de producción de Charly García y con su participación como invitado.
TEMAS CLAVE: “Sola en los bares” y “Tierra sagrada”.
100. Octubre (mes de cambios).
Roque Narvaja
1972
Tesoro oculto del rock argentino, el primer álbum solista de Narvaja sintetiza la confluencia de un grupo
de músicos alrededor del sello Trova que generó un sonido de rock acústico con influencias del folk
estadounidense y del folclore latinoamericano. Entre ellos estaban Nebbia, Pedro y Pablo, Domingo
Cura y Uña Ramos, cuyo talento embellece estas canciones magistralmente cantadas y tocadas por
Roque, con guitarras acústicas y charangos. Algunas letras políticas reflejan la convulsión de la época, lo
que disparó la censura y un destino casi maldito para este álbum
TEMAS CLAVE: “Traigan un vino”, “Octubre (mes de cambios)”.

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