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FRANTZ FANON Piel N egra, Maéscaras Blancas EDITORIAL ABRAXAS BUENOS AIRES ‘Titulo original: Peau noire, masques blancs... ‘Traduccién: ANGEL ABAD Disefio grafico: SERGIO CAMPOREALE © by Editorial Abraxas, 1973, Asamblea 1130, Buenos Aires, Argentina. Hecho el depésito que marca Ia ley 11728, Impreco en In Argentina, Printed in Argentina, Libo de Edicién Argentina, INTRODUCCION Yo hablo de millones de hombres a quienes sa- diamente se les ha inculcado el miedo, el com- plejo de inferioridad, el temblar, la genufle- zién, la desesperacion, el servilismo. (A. 06 saire, Discours sur le colonialisme.)" La explosién no tendré lugar hoy. Es demasiado pron- to... 0 demasiado tarde. No vengo en absoluto armado de verdades decisivas. Mi conciencia no esté transida de resplandores esenciales. Sin embargo, con toda naturalidad, pienso que seria bueno decir unas’ cuantas cosas que vale la pena que sean dichas. Estas cosas voy a decirlas, no a gritarlas, Porque hace tiempo, bastante tiempo, que el grito salié de mi vida, Realmente, queda muy lejos... 2Por qué escribir esta obra? Nadie me lo habla pedido, Sobre todo, no me la pidieron aquellos a los que va dirigida. 2Entonces? Entonees, con calma, respondo que en la tie. ra hay demasiados imbéciles, Claro que una afirmacién co- mo esta hay que probarla. Hacia un nuevo humanisme... La comprensién entre los hombres... Nuestros hermanos de color... Yo creo en ti, Hombre. El prejuicio de raza Comprender y amar... por doquier me asaltan e intentan imponérseme dece- nas y centenas de piginas Sin embargo, una sola linea bas taria, Una sola respu i ere Uns ola respuesta y ol problema negro se despoja de Qué quiere ei hombre? a quiere el hombre negro? i yo quisiese ganarme a pulso ef resentimiento de sni hermanos de color, yo diria que el Negro no es on homer, -,f*¥ wna zona de no-ser, una regién extraordinariamente estéril y Srida, una cuesta esencialmente calva, a cuyo térmi, Be puede nacer un auténtico surgimiento. En la mayoria de los casos, el negro no goza el beneficio de realizar oste des. cendimiento a los verdaderos Infiernos. _ El hombre no es solamente posibilidad de reemprendi- miento, no es s6lo negacién. La conciencia es actividad de trasceudencia; si esto es verdad, hemos de saber también que esta trascendencia est4 transida por el problema del amor ¥ Ja comprensién. E] hombre es un SI que vibra con las ar- monias e6smaicas. Arrancado de cuajo, dispersado, confundi. do, condenado a contempiar la disolucin, una tras otra, de las verdades por él elaboradas, el hombre dejaré algin dia de Proyectar sobre el mundo una antinomia que le es eoexistente. El negro es un hombre negro; es decir, que al ealor de tuna serie de aberraciones afectivas, se ha instalado en el inte. rior de un universo del que bueno-ser4 hacerle salir. El problema tiene su importancia, No buscamos otra cosa, nada menos, aie lberar al hombre de color de si mismo. a remos muy. lent 2 Bnee yees—amuy lentamente, porque thay dos campos: el Interrogaremos una y otra vex a las dos metafisicas; ya veremos que muchas veces son muy disolventes, No tendremos ninguna piedad para con los viejos gober- nedores ni. para los antiguos misioneros. Para nosotros, el . que_adora a los negros esté tan “enfermo” como el que los execra. ¥ al revés, el negro que quiere blanquear su raza es tan desgraciado como el que predica el odio. al blanco. En el absoluto, el negro no es més digno de amor que el chevo, y en verdad de lo que se trata es de desamarrar y soliar al hombre. Este libro deberia haberlo eserito hace tres afios... Pe- ro, entonces, las verdades nos quemaban. Hoy, podemos decirlas sin fiebre. No hay necesidad de arrojar estas ver- dades a la cara de los hombres. Su intencién no es entusias- mar. Desconfiamos del entusiasmo. Siempre que lo hemos visto despuntar en alguna parte, anunciaba fuego, hambre, miseria-.. También, el desprecio al hombre. E] entusiasmo es por excelertcia el arma de Jos impotert- tes, de los que calientan el hierro para forjarlo inmediata- mente, Nos gustaria ealentar el capatazén del hombre y par- tir. Quizé legésemos a este resultado: el Hombre mantenien- do este fuego por auto-combustién. Ei Hombre liberado del trampolin que es la resistencia del otro y cavando en su carne para encontrarse un sentido, Solo" unos pocos de los que nos lean adivinarén las difi- cultades que hemos tenido pars redactar esta obra. a En un perfodo en que Ja duda eseéptica se ha instalado en el mundo, y en que; al decir de una pandilla de marranos, ya no es posible discernir el sentido del sinsentido, arduo es bajar 2 un nivel en el que todavia no se han empleado las eate- gorias del sentido y el sinsentido, : El negro quiere ser blanco,’ El blanco busca apasiona- damente realizar una condieién de hombre. Bn esta obra iremos viendo cémo se elabora un ensayo de comprensién de la relacién negro-blanco. El blanco esta encerrado en su blancurs. El negro en su negrura. Intentaremos determinar las tendencias de este doble narcisismo y las motivaciones a las que nos remite, ‘Al comienzo de nuestras reflexiones, nos habia parecido 9 inoportuno explicitar las conclusiones que van a leerse, E] deseo de terminar con un circulo vicioso fue el Gnico guia de nuestros esfuerz0s. Es un hecho: hay blaneos que se consideran superiores a los negros. Otro hecho: hay negros que quieren demostrar_a Jos blancos, cueste lo que cneste, la rigueza de su pensamiento, Ja igual potencia de su espfritu. 4Cémo salir de este circulo? Hace un instante empleados la palabra narcisismo. En efecto, pensamos que sélo una interpretacién psicoanalitica del problema negro puede revelar las anormalidades afectivas responsables del edificio de los complejos. Trabajamos por una curacién total de este universo mérbido. Estimamos que un individuo ha de tender a asumir e] universalismo inhe- rente a la condicién humana, Al decir esto pensamos, indife- rentemente, en hombres como Gobineau 0 en mujeres como Mayotte Capécia. Mas, para conseguirlo, es urgente desem- barazarse de toda una serie de taras y secuelas del periodo infantil. La desgracia del hombre, decia Nietasche, es haber sido nifio. Sin embargo, diffcilmente podriamos olvidar, como lo da a entender Carlos Odier, que el destino def neurdtico sigue estando en sus propias manos. Por penosa que pueds sernos esta constatacién, estamos obligados a hacerla: para el negro, sélo hay un destino, ¥ este destino es blanco. Antes de abrir el proceso, tenemos que decir algunas co- sas, El andlisis que acometemos es psicolégico. No obstante, es evidente que para nosotros la verdadera desalienacién del negro implica una toma de conciencia abrupta de las realida- des econémicas y sociales. El complejo de inferioridad se deriva de un doble proceso: — Econémico, en primer lugar. — Por interiorizacién 0, mejor, epidermizacién de esta interioridad, después. Reaceionando contra la tendencia constitueionalista de finales del siglo x1x; Freud, mediante el psicoandlisis, pidié ° 10 que se tuviese en cuenta el factor individual, Freud substi- tufa la tesis filogenstica por la perspectiva ontogenética. Ya veremos més adelante que la alienacién del negro no es una cuestiOn individual. Junto a la filogenia y la ontogenia esta fa sociogenia, En un cierto sentido, y valga como respuesta a Leconte y Damey!, digamos que se trata de un sociodiag- néstico. 2Cuél es el pronéstico? Pero la Sociedad, al contrario de lo que ocurre en los Procesos bioquimicos, ‘no escapa a a influencia humana, El hombre es aquello por medio de lo cual la Sociedad es, El pro- néstico esté en manos de los que quieran sacudir sin mira. mientos las carcomidas rafces del edificio. El negro ha de luchar en dos planos: habida cuenta de que, histéricamente, ambos se condicionan, toda liberacién unilateral es imperfecta; el peor de los errores seria creer en su dependencia mecdnica, Ademés, los hechos contradicen una semejante inclinacién sistemética, Ya lo demostraremos, Por una vez, la realidad reelama una comprensién total. Tanto en el plano objetivo como en el subjetivo hay que en contrar una solucién. ‘No vale la pena venir aqui a proclamar que se trata de salvar el] alma con aires de compungido mea culpa. Sélo habré una desalienacién auténtiea en la medida en que las cosas recuperen su lugar, en el sentido mas ma- terialista, En _una obra de peicologia es de buen gusto avanzar un punto de vista metodolégico. Renunciamos a la costumbre. Dejamos los métedos a los boténicos y a los mateméticos. Hay un momento en que los métodos se reabsorben, Nos gustaria colocarnos en él. Intentaremos descubrir Jas diferentes posiciones que adopta el negro ante la cf zacién blanca. No nos referiremos aqu{ al “‘salvataje de la selva”. Y 3 que, para él, algunos elementos todavia no tienen significado propio. 1M, Leconte y A. Damey. Hszai eritigne des nosopraphics pshychia- triques actuelles, i cb Estimamos que, a causa de Ia presencia de las razas blanca y negra, hay un complejo masivo psico-existencial, Al analizarlo apuntamos a su destruccién. ‘Muchos negros no se descubriran a sf mismos en las pégi- nas que siguen. Algo semejante les ocurriré a muchos blancos, Pero el que yo me sienta extrafio al mundo de la esquizo frenia o al del impotente sexual no afecta para nada Ja reali- dad de ambos. Las actitudes que me proponigo describir son verdaderas. ‘Laz he comprobado un namero incalculable de veces. H Taentifiqué un mismo componente de agresividad y pa- sividad)en los estudiantes, obreros y chulos de Pigalle o de Marsella. Esta obra es un estudio elinieo, Los que se reconozcan en ella creo habrén avanzado un paso. Quiero verdadera- mente que mi hermano, negro o blanco, sacuda con la mayor energia ol lamentable eaparazén de servidumbre construido durante siglos de incomprensién. ‘La arquitectura del presente trabajo se sitéa on la tem- poralidad. Todo problema humano reclama ser considerado a partir del tiempo. Pues el ideal supone siempre que el pre- sente sirve para construir lo porvenir. Este porvenir, este futuro no es el del cosmos, sino al de mi siglo, mi pais, mi existencia, De ninguna manera me pro- pondré la preparacién del mundo que me sobrevivird. Perte- nezco irreductiblemente a mi época, Yo viviré para ella, El futuro seré una construccién sos- tenida por el hombre existente. Esta edificacién se vincula con el presente en la medida en que pongo este tiltimo como algo a rebasar. Los tres primeros capitulos se refieren al negro moder- no, ‘Tomo al negro actual ¢ intento determinar sus actitudes en el mando blanco. Los dos tiltimos estén consagrados a un intento de explicacién psicopatolégica y filoséfica del ezistir del negro. EI andlisis es, sobre todo, regresivo. Los capitulos cuarto y quinto se sitdan en un plano esen- cialmente diferente. 12 En el capitulo cuarto critico un trabajo* que, a mi jui- cio, es peligroso, El autor, Mannoni, es por lo demas cons- ciente de su ambigiiedad. Quiz4 sea éste uno de los méritos de su testimonio, Mannoni ha intentado dar cuenta de una situacién. ‘Tenemos derecho a declararnos insatisfechos. Te- nemos el deber de mostrar al autor en qué nos apartamos de €, BI capitulo quinto, que he titulado “La experiencia vi- vida del negro”, es importante por més de un concepto. Muestra al negro ante su propia raza, El lector se apercibiré de que no tienen nada que ver negro de este capitulo con ese otro que aspira a acostarse con la blanca, En este dltimo se descubria el deseo de ser blanco. Em cualquier caso, una sed de venganza. Por el contrario, en esta obra contempla~ remos los esfuerzos de un negro que busee. encarnizadamente ‘qescubrir el sentido de la identidad negra, La civilizacion blanca y la cultura europea han impuesto al megro una des- viacién existencial, Ya mostraremos cémo lo que se Wlama el alma negra es una construccién del blanco. E] negro evolucionado, esclavo del mito negro, volunta- rio, césmico, siente en un momento dado que su raza ya n0 le comprende. © que él ya no la comprende. Entonces, se felicita y, desarrollando esta diferencia, esta incomprensién, esta desarmonfa, halla e] sentido de su verda- dera humanidad 0, cosa muy rata, quiere anclar en el seno de su pueblo. Entonces, es la rabia en los labios, el vértizo en el corazén; se clava en el gran agujero negro. Ya veremos cémo esta actitud, tan absolutamente bella, rechaza la actua- Midad y lo porvenir en nombre de un pasado mistico. Antillano de origen, mis observaciones y conclusiones sélo valen para lag Antillas, por Io menos en lo que concierne al negro en au tierra, Habria que hacer un estudio consagra- do a explicar lat divergencias existentes entre antillanos y africanos. Quizd lo haga algin dia. Qaizé, ya para entonces, sea inGtil; entonees nos felicitaremos. 2 Paychologie de la colonisation, 0 Mannoni (Td. du Seuil, 1950). bt 1B I. EL NEGRO Y EL LENGUAJE Concedemos una importancia fundaments) al fenémeno del lenguaje, Por esto estimo necesario este estudio, que ha- bra de procurarnos uno de los elementos de comprensién de la dimensién para-otro del hombre de color. Damos por su- puesto que hablar es existir absolutamente para el otro. El negro tiene dos dimensiones, Una con su congénere, otra con el blanco. Un mismo negro se camporta de modo diferente con un blanco y con otto negro. Que esta gran dispa- ridad sea una consecuencia de la aventura colonialista, nadie To pone en duda... Que alimente su vena principal del cora- zn de las diferentes teorfas que han querido hacer del negro al Iento caminar del mono al hombre, nadie se atrove ya Boner en dua, Son evidencias objetivas ane expresan Ja Pero, une vez dado cuenta de esta sitnacién, un : prendida, nos encontramos con que la tarea no’ cata termine da... 1Cémo no escuchar de nuevo, desandando los peldafios de la Historia, aquella’ vor: “Ya no se trata de conocer el mundo, sino de transformarto!” En nuestra vida, se trata absolutamente de esto. Hablar. Esto significa emplear una cierta sintaxis, po- goer J morfologia, de éia o aquela lengu pero, fundamen- ente, es asumir una cult i talent; a ella, soportar el peso de ana 14 Pero como Ja situacién no presente, un sentido dnico, la exposicién lo habré de tener en cuenta, Quiera é) lector con- sentirnos algunos puntos que, por inaceptables que le parez- can al principio, encontraran més tarde en los hechos el erite- rio de su exaetitud. ‘El problems que abordamos en este capitulo es el si- guiente: el negro antillano seri tanto mas blanco, es decir, ge parecer tanto més al verdadero hombre, eusnto mas y me- jor haga suya la lengua francesa. No ignoramos que ésta es una de las actitudes del hombre ante el Ser. ‘Un hombre que posee la lengua posee, de rechazo, el mundo implieado y ex presado por esta lengua, Ya se ve a-dénde queremos llegar: en la posesion del lenguaje hay un poder extraordinario, Bien Jo sabia Paul Valéry, quien llamaba al lenguaje “el dios en la carne extraviado” *. Nos proponemos estudiar este fenémeno en una obra at- tualmente en preparacion?. ‘Por el momento, quisiéramos simplemente mostrar por ‘qué el negro antillano, sea cual fuere, tiene siempre que en- cararse con el lenguaje, Més atin, ampliaremos el horizonte Ge nuestra descripcién de manera que, a través, pero mas alld de él, contemplamos a todo hombre colonizado, Todo pueblo colonizado —es decir, todo pueblo en cuyo seno hays nacido un complejo de-inferioridad a consecuencia Gel enterramiento de la originalidad cultural local— se sitéa siempre, se encara, en relacién con la lengua de la nacién civi- Tizadora, es decir, de la cultura metropolitana, E} colonizado escapard tanto mas y mejor de su selva cuanto més y mejor haga suyos los valores culturales de Ia metrépoli. Ser tanto més blaneo cuanto més rechace su negrura, su selva. En el ejército colonial, y mas concretamente en los regimientos ide fusileros senegaléses, los oficiales indigenas son, ante todo, jnlérpretes. Sirven para transmitir a ‘sus congéneres las br- denes del sefior, gracias a lo cual también ellos gozan de una cierta honorabilidad. 1 Charmes, Ls Pythie. 2 Le langage et tegressivité, ae 15 Hay la ciudad; hay el campo. Hay a capital; hay la provincia. Aparentemente, el problema es el mismo, Tome, mos un lyonés en Paris; alabard la calma de su ciudad, la be. llcza embriagadora de ‘los muelles del Rédano, el esplendor de Jos plétanos y tantas otras cosas que cantan las personas que no tienen mada que hacer, Si le encuentran a su yuelts die Paris, y sobre todo si ustedes no conocen la capital, enton ces no parard de elogiarla: Parfs-ciudad-luz, el Sena, los ane. renderos, conocer Parfs y morir... EI proceso se repite en el caso de] martiniquense. Prime- to en su isla: Basse-Point, Marigot, Gros-Morne y, enfrente, Ja imponente Fort-de-France. Después, y éste es el moments crucial, fuera de su isla. El negro que conoce la metrépoit es un semidins. Recuerdo a este respecto un hecho que ha afectado considerablemente a mis compatriotas, Muchos. an- {illanos, al cabo de una estancia mas 0 menos larga en la me tropoli, vuelven para consagrarse, Con ellos, el indigena, el. queno-ha-salido-nunca-del-agujero, el “bitaco”, adopta la for- ma més elocuente de la ambivalencia, El negro que ha vivido algiin tiempo en Francia vuelve radicdlmenteanstariads, en genéticos, que su feno-fipo sufre una » absoluta Ya antes de Ta partida Se sien andar “aéreo, la quemazén de unas fuer- vas mievas, Cuando eneuentra a un amigo o compafiero, hay un amplio gesto humeral que Jo anuncia: diseretamente, nules- tro “futuro” se inclina. La vos, ronca de costumbre, deja adivinar un movimiento interno hecho de un sordo zumbido. Poraue el negro sabe que allé abajo, en Francia, hay una idea de 61 que le echaré la garra en Le Havre 0 en Marsella. “Sov martin‘qués, es Ia primera vez que vengo a Francia sabe que eso que os poetas llaman “arrullo divino” (léase criollo) es s6lo un término medio entre el “negrito” y el fran- cés. La burguesia de las Antillas no emplea el criollo, salvo en sns relaciones con Jos domésticos. En Ja escuela el joven martiniqués aprende a despreciar el patois. Se hable de crio- % Quoremos deci> con esto que los negros que vuslven con los sayor dan Ie impresién de haber realizado un cielo, de haberse afadide alge que les faltaba. Vuelven literalmente llenos do si mismos. 16 is ili fl ‘follo y Uismos, Algunas familias prohiben el uso del criollo y las mamés laman a sus hijos “tibandes” cuando Jo emplean, “Mi madre al querer un hijo memordndum sino te sabes la leccién de historia no irés a Misa ef domingo con tus cositas de domingo este nifo seré la serene de nuestro nombre este nifio ser nuestra blasfemia cdllate te he dicho que tenfas que hablar francés el francés de Francia el francés del: francés el francés francés Si, es conveniente que vigile mi elocucién, porque s2 me juzgara un poco por ella... Dirfn de m{, con gran despre- cio: ni siquiera sabe hablar francés, i: En un grupo de jévenes antillanos, e] que se expresa bien, quien posee 7 Gomina el lenguaie, resulta excesivamente lla- mativo y ehillon; hay que tener cuidado con él, es casi_un blanco, En Francia, se dice: hablar como un libro, En Mar- tiniea: hablar como un blanco. STE Leg entra en Francia reaccionara contra el mi- to il anata que-se-come-laserres. La emprendera con ellas, y en verdad que entrara en conflicto abierto con el mito, No solamente se apliearé a rular las erres, sino que las ador- naré ostentosamente, Espiando las menores reacciones de los demés, escuch’ndose a sf mismo, desconfiando de la lengua, Srgano desgraciadamente perezoso, se eneerraré on su cuarto y leer durante horas enteras..., para conseguir una buena oe la siguiente histo- Hace poco me contabs un compafiero la siguis ria. Un ‘martiniqués recién llegado a Le Havre entra en un eafé, Con una seguridad perfecta, lanza: “Garrrcon! Un v2 de bié.” Esto es una verdadera intoxicacién. Atento a i responder a Ia imagen del negroquese-comelaserres, hab’ 4 Lebn-G, Damas, Hoguet (Pigments), wt hhecho una buena provision de las mismas, pero sin saberlas repartir convenientemente, Hay un fenémeno psicolégico consistente en creer en una abertura de] mundo en la medida que las fronteras se quia bran. El negro, prisionero en su isla, perdido en una atmés- fora sin la menor salida, mira esta llamada de Europa como un respiradero, Porque, todo hay que decirlo, Césaire fue ain magninimo con su Cahier d'un retour au pays natal. Esta ciudad, Fort-de-France, es verdaderamente vulgar, malogra- da, Alla abajo, en los pliegues de su sol, “esta ciudad trivial, repantigada, dudosa de su buen sentido, inerte, sofocada bajo el peso geométrico de cruces que retornan una y otra vez, eternamente, indécil a su suerte, muda, contrariada en todas formas, perpleja, escatimada, reducida, rota en su fauna y ‘flora’”®, La descripeién de Césaire no es en modo alguno poética, Se comprende entonces que el negro, al anuncio de su viaje a Francia (como se dice de quien “viene al mando”), muestre su jiibilo y decida cambiar, Por lo demés, no hay en ello tematizacién alguna; @ cambia de estructura independiente- mente de’ todo paso reflexivo, En Estados Unidos hay un centro dirigido por Pearce Williamson, el contro de Packman. Los realizadores han probado que en las personas casadas $@ produeia un cambio bioquimico; segiin parece, estos investi gadores han detectado la presencia de ciertas hormonas en ¢l esposo de una wujer embarazada, Seria igualmente intere- sante, ya habré quien lo haga, imvestigar las transformacio- nes humorales de los negros a'su legada a Frarcia, 0, sim- plemente, estudiar mediante tests, las modificaciones de su psiquismo antes de su partida y un mes después de su insta- Jacién en Francia, ‘Hay um drama en eso que se ha convenido en lamar cien- cias del hombre. ;Se debe postular una realidad humana tipo ¥ deseribir sus modalidades psiquicas, tenienda en cuenta s6lo imperfecciones, 0 bien se debe intentar, sin pérdida de tiem- Po, una comprensién concreta y siempre nueva del hombre? Cuando se nos dice que a partir de los veintinueve afios 5 Pagina 30. : 18 el hombre no ‘puede amar, y que es necesario esperar hasta los cuarenta y nueve para que reaparezea su afectividad, sen- timos que el suelo vacila bajo nuestros pies. Solo saldremos el atasco a condicién de plantear correctamente los proble- mas, porque todos estos descubrimientos e investigaciones tienden a un solo fin: obligar al hombre a admitir que él na es nada, absolutamente nada, que tiene que terminsr con este narcisismo segiin el cual se imagina diferente a los demas “animales”. En ello hay, ni més ni menos, una eapitulacién del hombre. Para decirlo todo, yo afirmo mi narcisismo a manos llenas y abomino de la abyeccién de quienes quieren hacer del hom bre una mecénica. Es posible que el debate no se pueda abrir en el plano filoséfico, es decir, en el de la exigencia funda- mental de la realidad humana; en este caso, consiento le- varlo al plano del psicoandlisis, es decir, de “Jo fallido”, en el sentido en que decimos “el motor falla”. E] negro que entra en Francia cambia porque, para él, la metrépoli representa el Taberndculo; cambia,’ no sola- mente porque es de este pafs de donde le legaron Montesquiea, Rousseau y Voltaire, sino porque también de é1 legan los mé- Gicos, los jefes de servicio, los innumerables pequefios poten- tades, desde el sargento mayor con “quince afios de servicio” hasta’ el gendarme originario de Panissiéres, Hay una espe- cie de embrujamiento a distancia, y quien va a partir dentro de una semana con destino a la Metropoli, crea a su alrededor un halo mégico en el que las palabras Paris, Marsella, La Sorbona, Pigalle, representan las llaves de la béveda. El ne- ero parte, y la amputacién de su ser desaparece a medida que se precisa el perfil del paquebote. El negro que parte lee en los ojos de quienes le acompafian su poder, su mutacién... “Adieu madras, adieu foulard... Ahora que ya lo hemos levado al puerto, dejémosle va- gar; ya lo encontraremos de nuevo, Por el momento, vamos al encuentro de uno de los que vuelven, El “desembarcado”, desde su primer contacto, se reafirma; s6lo responde en fran- cés y, muchas veces, ya uo comprende ¢l criollo. A este res} pecto, el folklore nos proporciona una buene ilustracién. Tras 19 e unos meses en Francia, un campesino vuelve con los suyos. Reparando en un instrumento para arar, pregunta 2 su pa- dre, viejo campesino, aquiennoselapeganadie: “;Cémo se llama esta méquina?”’ Por toda respuesta, su padre se la tira @ los pies y la amnesia desaparece. Singular terapéutica, ‘Tenemos, pues un desembarcado, Ya no entiende el patois, habla de la Opera, que por cierto s6lo ha visto de lejos; pero, sobre todo, adopta una actitud critics para con sus ¢ompa- triotas. Ante el menor acontecimiento, se comporta original- mente, Hs “el que sabe”. Se le conoce por su lenguaje. En Ia Savana, donde se retinen los jévenes de Fort-deFrance, el espectaculo es revelador: inmediatamente; tiene la palabra el desembarcado, A la salida del liceo y de las escuelas, se reinen en la Savana, Parece como si hublese algo poético fen esa Savana, Imaginense un espacio de doscientos metros de largo por cuarenta de ancho, limitado en los lados por ta- marindos carcomidos, en lo alto por el inmenso monumento a los muertos —Ia patria reconocida a sus hijos—, em la parte baja por el Central-Hotel; ‘un espacio torturado, adoquines desiguales, cantos que Tuedan bajo los pies, y,' encerrados dentro de todo ello, paseando arriba y abajo, trescientos 0 cua- trocientos mozos y mozas que forman corrillos para hablar, que se ponen a hablar, pero que no, no hablan jamés, y luego se separan. —i Qué tal? —Bien, ¢¥ ti? —Bien. : ¥ asi durante cincuenta afios. S{. Esta ciudad esté la- mentablemente malograda. Esta vida también, Bien, Se vuelven a encontrar y hablan. Si el desembar- cado obtiene rapidamente la palabra es que le estaban espe- rando. Primero, la forma: se recoge al vuelo la menor falta, la analizan, y en menos de cuarenta y ocho horas todo Fort-de- France lo conoce. A quien se la confiere una superioridad no se le perdona faltar a su deber. Si dice, por ejemplo: “Il ne ‘ma pas été donné de voir en France des gendarmes a che- vauz”, esté perdido, Sélo le queda una alternativa: desha- eerse del parisinismo 0 miorirse de vergienza. Porque nadie 20 olvidard en absoluto; si esté casado, su mujer sabré que tiene Por marido una historia; sus hijos tendrén que aftontar y vencer a una anéedota. *De dénde proviene esta alteracién de la personalidad? 4De dénde proviene este nuevo modo de ser? Todo idioms €8 una manera de pensar, deeian Damourette y Pichon, El hecho de que el negro recién desembarcado adople un lengua- Je diferente del de la colectividad que le ha visto nacr ex. bresa un desajuste, una brecha. E] profesor Westermann escribe, en The African to-day, que los negros sufren un sen- timiento de inferioridad, sobre todo los evolucionados y los que intentan tenazmente dominar. Por lo general, afiade, la manera que tienen de hacerlo es inocente: “Llevar vestidos europeos 0 trapos a ta dltima moda, adoptar las cosas que uusa el curopeo, sus formas exteriores de urbanidad, adornar el lenguaje indigena con expresiones europeas, usar frases ampulosas hablando 0 escribiendo en una lengua europea, to- do lo intentan para conseguir sentirse en igualdad respecto del europeo y su modo de existencia” Quisiéramos, haciendo referencia a otros trabajos y a nuestras observaciones personales, intentar mostrar por qué el negro se sitia de manera peculiar ante el lenguaje euro- peo. Recordamos una vez mas que las conclusiones a las que Heguemos s6lo seran vélidas para los antillanos; no ignora. mos, sin embargo, que estos mismos comportamientos se dan también en todas las razas colonizades, Hemos conocido, y' desgraciadamente seguimos conocien- do, compatieros originarios de Dahomey 0 Congo que se la- man antillanos; hemos conocido y todavia conocemos antilla- os que se sienten ofendidos si se les supone senegaleses. ‘¥ ¢s que el antillano es més “evolucionado” que el negro de Africa (entiéndase bien, que esté més cerca del blanco); esta diferencia existe, no solamente en la calle y los pasevs’ sino también en la administracién y en el ejército. Todo antilla no que haya hecho su servicio militar en un regimiento de fusileros conoce esta desazonadora situacién: de un lado, los europeos de las viejas colonias u originarios, del otro, los fusi- leros, Ain me acuerdo a veces de un dia en que, en pleno 21 combate, se impuso la necesidad de aniquilar un nido de ame- tralladoras. Se lanz6. tres veces a los senegaleses, y tres veces fueron rechazados. Entonces, uno de ellos pregunté por qué no iban los toubabs. En circunstancias ya nadie sabe lo que es uno, si toubab o indfgena, Sin embargo, son muchos los antillanos que no se desazonan ante esta situacién, sino que, por e} contrario, fa consideran totalmente normal. jS6lo fal- ‘taria eso, que nos asimilaran a los negros! Los originatios desprecian a los fusileros; el antillano reina como seffor in- discutible entre toda esta despreciable negrada. Extremo opuesto, recuerdo un hecho que no tiene nada de cémico a mi fuicio: hace poco, un martiniqués me hizo seber lleno de e4- era que algunos guadalupenses se hacian pasar por nuestros, Pero, afiadfa, la mafia se ve en seguida, porque son més sal- vajes que nosotros; Kase otra ves: estin més alejados del blanco, Se dice que ef negro amaba las palabras; cuando yo pronuncio “palabras”, veo un grupo de niffos jubilosos, lan- zando al mundo lamadas inexpresivas, roncas; nifies en pleno juego, en la medida que pueda concebirse el juego como una Iniciacién a la vida, El negro ama las palabras y.no es largo el camino que conduce aesta nueva proposicién: el negro es sélo un nifio. Los psicoanalistas tienen aqui materia sobra- da; el término oralidad brota inmediatamente. Pero habremos de ir mas lejos. El problema del lenguaje es demasiado importante para que pretendamos exponerlo aqui integramente Los notables estudios do Piaget nos han ensefiade a distinguir diversos estadios en su aparicién; los de Gelb y Goldstein nos han mostrado que la funeién del len- guaje se distribuye en estantes, como en grados. Aqui nos interesa el hombre negro ante la lengua francesa. Queremos comprender por qué le gusta tanto al antillano hablar el francés. Jean-Paul Sartre, en su Introduccién a la Anthologie de Ue possi négre et malgacke, nos dice que el poeta negro se vuelve contra la lengua francesa, pero que no ocurre lo mismo con los poetas antillanos. A este respecto compartimos la opinién de Michel Leiris, quien, hace poco, escrib{a sobre al criollo Jo siguiente: 2 “El criollo, lengua popular todavia, , que todos conocen © menos, pero que s6lo los iletrados hablan exclusiva nivel de vida material) se difunda entre las capac mn heredadas de la. poblaciin,” I autor akade: “hen ms oo gue me refiero no pretenden en absoluto hacerse “axtilaro —en el plano del pintoresquismo felibrés— usando an le, guaje de prestado y sin irradincién exterior, cuslesguions que puedan ser sus cualidades intrinsecas, sino afirmar tee 7 a algunos Dlenens Jmbuides de tos peotes prejuicios racia- dea geet im orgullo cada vex menos jusificad, In intage Existe ciertamente un Gilbert Gratia i patois, pero habremos de confesar gue la jee as eae Fara, Digamos ademés que el valor poético de estas eromnin es es muy dudoso, En cambio, tenemos auténticas ote traducidas del wolofo, del pewhl;’ también seguimos con recs 6s los estudios de lingtiistica de Chetk Ante Dion # En las Antillas, nada recido, len; oficalmente al franeée; los macstroe sinieg eects te que los nifios no hablen el eriollo, Silenciaremos las rasa ¥I problema, aparentemente, podria ser el siguiente: en los Antillas, como en Bretafia, hay un dialecto y, ademas, eles Gun francesa, Pero esto es falso, pus los bretones no ee conse inferiores a log at Ceram inferiores los franceses, ‘Loe bretones no fueron ei __ Negéndonos a maultiplicar los elementos, riesgo de no delimitar adecuadamente el hogar; ahors View cs importante decir al negro que la actitud de raptura jamao ha salvado a nadie. Es verdad que yo debo liberarme de quice me ahoga, pues es evidente que no me deja respirar; pero atencién, sobre una base fistolégica. Si ia dificuttad de ree, 6 Temps Modernes, febrero 1950, -Martinique-Guedaloupe-Haitie, 23, iracién es mecénica seria malsano introdueir un elemento psicolégico, es decir, la imposibilidad de expansién. Qué quiere decir esto? Sencillamenie: cuando un ant llano licenciado en filosofia decide no presentarse a oposi- ciones alegando gy color, yo digo que Ja filosofia no ha sal- vado jamds a nadie, Cuando cualquier otro pretende a toda costa probarme que los negros son tan inteligentes como los laneos, yo digo que tampoco la inteligencia ha salvado ja- mis a nadie; y esto es verdad, porque si bien se proclama Ja igualdad entre los hombres en nombre de la filosofia y de la inteligencia, también em su nombre se decide su exterminio, Antes de continuar nos parece necesario decir algunas cosas, Hablo, por una parte, de los negros alienados (mixti- ficados) y, por otra, de blancs no menos alienados (mixtifi- cadores y mixtificados). Un Sartre o un Verdier, el carde- nal, ya han dicho que el esc4ndalo del problema negro dura ya demasiado; concluyamos diciendo que su actitud es perfec- tamente normal. También podriamos multiplicar las referen- cias y las citas y mostrar que, efectivamente, el “prejuicio de color” es una idiotez, una iniquidad que hay que destroir. Sartre comienza asi su Orfeo Negro: “Pues qué espe- ‘rébais cuando quitisteis la mordaza que tataba estas bocas negras? ;Que entonasen vuestra alabanza? ;Pensdbais leer adoracién cuando se levantasen estas cabezas doblegadas has- {a el suelo por la fuerza?” ? No sé, pero digo que quien bus- que en mis ojos otra cosa que una interrogacién perpetua per- derd la vista; ni reconocimiento ni odio. Si yo Janzo un gran grito, no ser& en absoluto negro. No, en la perspectiva adop- tada aqui, no hay problema negro, ¥ si lo hay, los blancos se han interesado por 61 por pura casualidad. Este es un asunto que se tramita en la oscuridad; bueno sera que el sol que yo trashumo ilumine hasta el Gitimo rincén, El Dr, H-L. Gordon, médico del hospital ‘de psicopatia de Mathari, en Nairobi, eseribe en un articulo de la Presse Medicala del Este Africano: “La observacién exhaustiva de ‘una serie de cien cerebros de indigenas normales establece descarnadamente una ausencia de cerebros nuevos, earacteri- (7 JoP, Sartre, Profacio ala Anthologie de la poésie négre et malgache, 24 zados, como se sabe, por células legadas al tiltimo estadio de su desarrollo. Esta inferioridad presenta cusntitativamente el 14’8 por 100” (citado por sir Alan Burs)’, Se dice que el negro es e) eslahén que une af hombre con ef mono; el hombre blanco, se entiende; sir Alan Burns con. cluye, allé por la pagina ciento veinte: “No podemos, por con- siguiente, considerar clentificamente establecida la teoria se- gin la cual el hombre negro seria inferior al hombre blanco ovprovendris de un tronco distinto.” cil nos seria, afiadi- mos por nuestra cuenta; mostrar lo absurdo de proposiciones tales como: “Segin la Escritura, la separacién de las razas blancas y negras perdurar4 en el cielo al igual que en la tie- ra; los indigenas que sean acogidos en el Reino de los Cielos serén apartados a algunas de esas casas del Padre de las cuales ya habla el Nuevo Testaments,” Y también: “Somos el pueblo elegido, mira el tinte de nuestra piel, otros son ne- gros 0 amarillos, es por causa de sus pecados.” Si, como se ve, echando mano de la humanidad, del sen- timiento de la dignidad, del amor y la caridad, facil ‘nos seria, Drobar o de hacer admitir que el negro es igual a) blanca. ero nuestra finatidad es muy otra: lo que nosotros queremos es ayudar al negro a liberarse del arsenal de complejos que Jo han dominado y que germinaron en una situacién colonial. M. Achille, profesor del liceo del Pare de Lyon, citaba en wna conferencia cierta aventura personal, Esta aventura ea conocida universalmente. Pocos son los negros residentes en Francia que no la han vivide. Catélico, Achille parti- cipaba en.una peregrinacién de estudiantes, Un sacerdote, avistando al bronceado Achille en su rebaiio, le dijo: “;De- Jaste la gran Savana para venir con nosotros?” El interpe- lado respondié cortésmente; el que salié trasquilado en esta historia no fue ef joven desertor de les Savanas. Los presen- tes rieron de este quid pro quo y la peregrinacifn siguié ade- ante, Pero, si nos detenemos un momento, veremos algunos datos interesantes en la manera cémo el sacordote se dirigié al negrito: 1. "Yo conozco a los negros; hay que dirigirse a ellos 8 Le préjugé de race et de couleur, pig. 112. : 26 con gentileza, hablarles de su pafs; lo importante es saber hablarles, Mire usted.” No exageraremos, Un ‘laneo que dirige la palabra a un negro se comporta igual que un adulto con un nifio, haciéndole carantofias y melindres, susurrén- dole, haciéndose e] simpatico, zalamero No es un blanco s0- Tamente al que hemos visto actuar asi, sino a cientos Nues- tras observaciones no se refieren a una determinada categoria, sino que, procurando adoptar una actitud esencialmente objetiva, ‘nos dedicamos a estudiar este hecho en médicos, agentes de policfa, empresarios. Se nos dird, olvidando al ha- cerlo nuestra intencién, que podriamos habernos fijado en otros, que hay blancos que no cuadran con esta descripcién. A estos objetores les responderemos que estamos hacien- do aqui un proceso de los mixtificados y de los mixtificado- res, de los alienados; si existen blancos que se comportan sanamente ante un negro, bien, pero no son ellos los que nos ccupan. Porque el higado de mi enfermo funcione bien no le voy a decir que tiene los rifiones sanos, Reconocidamente normal el higado, le abandono en su normalidad, que es nor- mal, y me pongo a reconocer sus rifiones; hombre! tiene us- ted los rifiones enfermos. Esto quiere decir que funto a per- Sonas normales que se comportan saludablemente segin una psicologia humana, las hay que se eomportan patolégicamen- te segiin una psicologia humana, Ocurre que la existencia de este tipo de hombres ha determinado unas cuantas realids- des y que deseariamos contribuir a liquidarlas, Hablar a los negros de esa manera es ir hacia ellos, po- nerlos eémodos, es querer ser comprendidos por ellos, tran- quilizarlos.. ‘Les médieos de las salas de consulta lo saben. Veinte enfermos curopeos, uno tras otro: “Siéntese, sefior -.. Qué se le ofrece? Qué le aqueja...? Entra un negro o un arabe: “Signtate, muchacho... {Qué tienes? ;Dénde te duele? Cuando no: “A ver, hombre, zqué tienes ah{... ?” 2, Hablar “negrito” a un negro es vejarlo, porque él es quien-habla~‘negrito”. Sin embargo, se nos dir, no hay in- tencién en ello, no hay voluntad de insultar. De acuerdo, pero 26 Jo vejatorio es precisamente esta ausencia de voluntad, esta desenvolture, esa facilidad con le que se le fija, se le apr i rrimitiviza y se le anticiviliza. some eae fe dirige en “negrito” 2 un hombre de color oa un frabe no reconoce en este comportamiento una tara, fm vieio, es quo jamas ha reflexionado, Personalmenté, me doy cuenta 2 veces, a interrogar a clortos enfermos, en qué momentos resbalamos . .- i momente aquella vieja campesina de setenta y tres afios, sub- normal, en pleno proceso demencial, siento que se me quie- bran las antenas con las cuales toco y mediante las cuales soy tocado, Cuando yo adopto un lenguaje apropiado a la de- meneia, a la debilidad mental, cuando me “‘inclino”, desde arriba,’ sobre la pobre vieja de setenta y tres afios, cuando voy hacia lla, a la bisqueda de un diagndstico, entonces, des- cubro el estigma de una recaida en mis relaciones humanas, Usted es un idealista, diré alguien. No, qué va. Los ypuercos son los otros. Por'mi parte, me dirijo siempre a los "bicots” en francés correcto y siempre he sido comprendido ‘Me responden como pueden, pero yo me rebelo contra toda comprensién paternalist: H “Bonjour mon zamif Ov y a mal? He? Dis voir un peu?, le ventre?, le coeur? asi Todo eso con aquel suave acento que los “infra” de Jas salas de consulta conocen bien. 7 ‘Cuando el “infra” recfbe la respuesta de la misma ma- nera; se siente con buena conciencia, “Vea usted, no es un chiste lo que le cuento, Son efectivamente asi En caso contrario, el “infra” habré de echar mano de sus pseudépodos y comportarse como. un adulto, Todo el edi- ficio se derrumba. Un negro que le dice: “Sefior, yo no soy en absoluto su muchacho ni su amigo...”, le obliga a reac- cionar y-le crea de nuevo su mala coneiencia. Pero ain hay que buscar mis profundo. Me siento en un café, en Rouen o en Strasburgo; deseraciademente, me ve un viejo borracho, Se sienta en mi mesa: “;Africano? Dakar, Rufisque, burdeles, mujeres, café, mangas, bana- as...” Me levanto y me voy, saludado con una sarta de ju- aa eT ramentos: “Sueio negro. {No te dabas tanta importancia en tu selva!” Mannoni ha descrito lo que él llama. el complejo de Prés- pero. Ya volveremos sobre estos descubrimienios que nos facilitarén la comprensin del eolonialismo, Pero ya desde ahora podemos decir: Hablar “negrito” supone expresar esta idea: “Td, quédate donde estis” Me encuentro con un alemén o un ruso que hablan mal el francés. Intento darles, gesticulando, Ja informacién que me piden, pero sin olvidar que uno u otro tienen su propia lengua, un pais y que, quiz, sean abogados o ingenieros en su cultura, En todo caso, son extrafios » mi grupo, ¥ Sus Rormss son segue ramente diferentes. Nada semejante ocurre con el negro. No tiene cultura, ui civilizacién, Carece de ese “largo pasado histérico”. Se comprende, quizd, de donde vienen esos esfuerzos que hacen tantos negros contempordneos: cueste 1o que eneste, hay que probar al mundo blanco la existencia de una civilizacién negra, Lo quiera o no, el negro tiene que ponerse la librea que Ie ha puesto el blanco, Miren las ilustraciones para nifios: los neyros tienen todos en la boca el owi missié de rigor. En el cine, la cosa Hegar a ser extraordinaria. La mayoria de los films norteamericanos doblados en Francfa reproducen negros del tipo: {Al rico plétano!”, con su correspondiente modulacién. _ En uno de estos films, reciente por cierto, Reguins d'acier (Tiburones de acero), un negro, miembro de la tripulacién del submarino, habla la jerga méS castiza que pueda imaginarse. Es un negro negro, que tiembla al menor movimiento de c6- lera del jefe de a bordo, que finalmente muere en la aventura, No obstante, estoy convencide de que la versién original no ofrece esta modalidad de expresién. Y, de todas formas,-aunque asi fuese, no veo por qué en la democratica Francia, con se- senta millones de ciudadanos de color, se tienen que doblar (en los dos sentidos) las imbecibilidades del otro lado del Atlén- tieo, Pero, claro, hay que presentar l negra de una cierts ma- nera, Esta esterotipia se deseubre ya on el negro de Sin Piedad —"18) buen cbreio, no miontas nunce, no robes rmanea”—, haste doméstica de Duelo al Sol... 1 daira] negro se le pide que sea un buen negro; ostablecido esto, todo 10 dems viene sol0. Hacerle hablar “negrito” supone Gdhoritlo ala imagen que de 41 se tiene, untarlo de negro cha- Jol aprisionarlo, hacer de él la vietima eterna do una esencia, de un aparecer del cual él no es responsable. Naturalmente de la misma manera que ¢8 sospechoso un judio que gasta di- Gero sin tasa, asi también hay que vigilar al negro que cita Montesquieu, Eutendimoncs: vigilarlo en la medida en que con alvomienza alguna cosa, Y, cfertamente, no estoy diciendo que a estudiante negro sea sospechoso a los ojos de sus compaiie- ete y profesores. Pero fuera de los medios universitarios sub- Tee un ejéreito de imbéciles: lo importante’ no es educarlos, sino que el negro consiga no ser esclave de sus arquetipos, Gue estos imbéciles son produoto de una estructura eo- pémico-psicolézica, de acuerde, pero hay que ir todavia mucho Tus lejos, pues hace tiempo que nos hemos estancado en se tructura. i ee NGuando un negro habla de Marx, la primera reaceién ta siguiente: “Se 08 ha edueado y ahora os volvéis contra nues- tree bienhechores. ;Ingratos! Decididamente, nada puede es- perarse de vosotros”. Ademds, hay también este argument dei Plantagor en Aftiea: nuestro enemigo os el maestro, To que venimos diciendo simplemente es que eb eurapeo tiene una idea definids del negro; no hay nada mas exasperante que oir decir: “;Cudnto tiempo lleva usted en Francia? Habla jen el francés”. usted may Piepundérveme que esto se debe al hecho de que muchos negros se expresan en “negrito”. Pero esto serin, demir Siado facil. Uno va en el tren; prezunta: °"perd6n, sefior. ;Querria usted indicarme el coche, res- inte, por favor? ij fanram cmon 2am, toi y en @ prendre couloir tout drot un deuz, trois, c'est l- No, hablar “negrito” quiere decir encerrar al negro. per= petuar ‘una situacién conflictual en la que el blanco infects al Regro de cuerpos extrafios oxtraordinariamente téxicos. No hay 29

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