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Introducción

El corpus con el que vemos a través de la historia parece acercarnos a otro


momento, a otra verdad; a una distinta forma de pensar y vivir; no es así, las
realidades distan de ser objetivamente interpretadas. Las instituciones, el Estado,
autoridades oficiales; legitiman y justifican su poder en base a fuentes,
documentos que han sido enunciados y escritos por la pluma de los vencedores.
Estos corpus no expresan la realidad. Lo que leemos en nuestras fuentes son
verdades incompletas. Verdades para el sujeto que las enuncia, mirando a partir
de su propio horizonte. Incompletas por sólo mostrar una cara de la historia.

La ideología de una sociedad se máquina por estrategias que le permitan


construir sucesos verosímiles con su entorno y con la memoria colectiva, a fin de
que estas ideas produzcan verdad dentro del imaginario de la época. La verdad
se transforma en ideología.

Efectivamente, vivimos bajo el reinado de los vencedores: La historia (…)


está escrita por personas que son, indiscutiblemente, jueces y parte a la vez. 1
Mirar la historia de México, implica mirar hacia Occidente, la razón es sencilla, a
partir del encuentro entre Europa y México, el pensamiento Occidental no ha
dejado de presentarse dentro de nuestra memoria. Es imposible dejar de pensar y
escribir en la manera como se nos ha enseñado hacerlo. Los médicos del siglo
XIX no dejaron de mirar a través de la ética cristiana. La manera de enunciar los
casos clínicos en mujeres, provoca asombro: nunca dejaron atrás el mundo
religioso, no al menos hasta esta época. La ciencia y la moral cristiana heredada
por el pensamiento Occidental pueden ser vistas en La Gaceta Médica de la
época decimonónica. ¿Cómo podemos acercarnos a ella como objeto de estudio?
Bien, a partir de ella pretendo comparar el pensamiento cristiano en base a la
lectura de una de las fuentes más viejas de Occidente; La Biblia.

1
Michel, Onfray. Las sabidurías de la antigüedad. Contrahistoria de la filosofía I. Traducción de Marco
Aurelio Galmarini. Barcelona, Ed. Anagrama, 2007., pp. 55
Los textos de Oliva López y Rosalina Estrada, me han permitido formular
este punto de comparación. A pesar de que La Gaceta Médica es escrita por
Médicos oficialmente reconocidos; esta fuente permite entender la situación de los
viejos médicos; conocer la historia de los que perdieron por falta de educación.
Sus creencias y sus prácticas aún en el siglo XX siguen presentes, abría que
preguntarse ¿Cómo es que lograron sobrevivir a tan devastador enemigo, la
ciencia? Sin embargo, aspiro a reconstruir la mirada de los galenos, su realidad.
¿No es a partir de nuestra otredad y del contexto histórico como se construye una
realidad? Los galenos debieron mirarse, interpretarse (en relación con su
horizonte, en base a como se le enseño hacerlo); se enuncio y, explicó lo que no
conocía buscando en su memoria. La ciencia y los viejos médicos les permitieron
mirarse y construirse.
EL PECADO EN EL CUERPO

La filosofía Platónica en contra del cuerpo es la cara de la historia dominante que


durante siglos se ha encontrado inmersa en nuestra mente. Onfray muestra como
el pensamiento antiguo fue retomado por el pensamiento cristiano para después
hacer de él una doctrina.

La tradición platónica, vigorosamente sustituida por el cristianismo, domina


Occidente desde hace siglos. Lo que entra en este orden es minimizado,
despreciado, caricaturizado, olvidado. La filosofía, en su período griego, pero
también después, ha presentado siempre un doble rostro, del que se muestra
y se privilegia un solo lado. Pues, al salir triunfadores, Platón, los estoicos y el
cristianismo imponen su lógica: odio al mundo terrenal, aversión a las
pasiones, las pulsiones y los deseos, desacreditación del cuerpo, el placer y
los sentidos, sacrificados a las fuerzas nocturnas, a las pulsiones de muerte.2

La repulsión hacia el cuerpo y su representación simbólica tuvo un encauce


que hacia legitimo este pensar; su fundamentación estaba ya inscrita en los
pliegos de la Biblia. Desde la llegada de los españoles, con los evangelios
procurados por las primeras órdenes mendicantes, hasta ya transcurridos los
años, “el cristianismo ya había contribuido extraordinariamente a demonizar la
felicidad y el placer, hasta hacerlo inaudible, cargado de miasmas y perfumado de
pútridos gases del infierno católico. Lo sublime, se encontraba abandonado por la
razón, los instintos y las pulsiones emparentaban al hombre con el más salvaje,
3
con el más brutal de los animales.”

El mismo efecto tuvo en el pensamiento de las sociedades mexicanas del


siglo XIX. Expedido el Plan de Ayutla, el primero de Marzo de 1854, se
proclamaron dos leyes, una de ellas: La Ley de Administración de Justicia
Orgánica de los Tribunales de la Nación, del distrito y territorios; conocida
vulgarmente como la Ley de Juárez. En donde, se derogaba la intervención del
clero en asuntos civiles. Lejos de mirar una sociedad secular, se reelaboró un
nuevo concepto acerca del cuerpo. Durante la segunda mitad del siglo XIX,
México deja de ser pionero en la ciencia para iniciarse como uno de los países con

2
Ibíd., p. 35, 55
3
Ibíd., p. 50
mayor investigación científica. En 1867, con la República Restaurada, se dio
comienzo a una nueva etapa de la ciencia en México. Durante el gobierno de
Porfirio Díaz; la medicina adquirió un papel preponderante. Dentro de los ideales
políticos; la construcción de una Nación Moderna y civilizada, aceleró el proceso
en investigaciones científicas.

¿Estamos hablando de dos maneras de mirar, de estar y pensar el mundo,


durante el siglo XIX? Antes y después de la ola cientificista del siglo decimonónico,
el pensamiento aún no se parte en dos. La ciencia no se aparta de la ética
cristiana; la idea que se tiene acerca del cuerpo, al igual que el pensamiento
religioso, se encuentra plagada de moral. La crítica que los galenos hacen a los
médicos tradicionales, acerca de sus creencias y su modo de intervenir ante una
enfermedad; sólo reafirma que la única diferencia que existe entre ambos, es que
los galenos tienen la necesidad de apartarse de los yerbateros, parteras u otros;
construirse como seres superiores a partir de un nuevo modelo explicativo de la
realidad.

LOS CHARLATANES Y LOS CURANDEROS.- En todos tiempos y en todas


partes han existido estas plagas de la humanidad, como un testimonio de
ignorancia y de las preocupaciones del vulgo; pero tal vez en ninguna como
en México está tan desarrollada, por falta no ya de leyes prohibitivas del
ejercicio profesional, sino lo que es peor, por no exigir la responsabilidad legal
al que perjudica á sus semejantes, y por la impunidad en que quedan todos
los que con una supina ignorancia ó la más espantosa mala fe se dedican al
ejercicio de la más difícil y más trascendental de las profesiones. (…) Ya
hemos visto los trastornos a que da origen la ignorancia de las parteras, y no
podríamos, sin faltar á un deber de conciencia, guardar silencio sobre los que
se deben a ciertos individuos con quienes tienen muchos puntos de contacto.
En efecto, los yerbateros recolectan infinidad de plantas cuya naturaleza y
propiedades les son completamente desconocidas, y las aplican en todas
aquellas circunstancias que las creen útiles ó en las que necesitan salir del
paso, explotando a la gente rústica, quien por su parte prefiere morir de esta
manera á ser asistidos por facultativos ó profesores en la materia.
Casos ha habido en la misma capital en que se tenga que ocurrir
violentamente por un médico para tratar los estragos que dejara la acción
venenosa de una planta administrada por yerbateros, y ¡cuántas veces no ha
sido posible volver á la vida á esas víctimas infortunadas de la barbarie!4

4
Gaceta Médica. Periódico de la Academia de Medicina de México. Tomo X. México. Imprenta de Ignacio
Escalante, Bajos de San Agustín, No. 1, 1875, p. 20-21
La realidad del galeno era más verdadera que la del yerbatero o cualquier
otra persona que no perteneciera al campo. Oliva López, acierta al citar a Thomas
S. Kuhn. “Lo que ve un hombre depende tanto de lo que mira como de lo que su
experiencia visual y conceptual previa lo han preparado a ver.” A lo largo de la
historia lo único que hacemos es pasar de una verdad a una verdad distinta. La
existencia particular de cada hombre interpreta el mundo, lo narra en función de
ideas que se vuelven eficaces para comprender su mundo; su experiencia le
permite hacer de su realidad un lugar habitable. La ciencia en ese momento
traducía una explicación plausible con su contexto social; por tal razón, las viejas
creencias en dones curativos o conocimientos empíricos eran resultado de la
ignorancia y la astucia de gente que se dedicaba a dañar y mentir sin
remordimiento alguno.

¡Error funesto que pospone la ciencia y el estudio al empirismo y la ignorancia,


y que hace despreciar lo cierto y positivo por lo efímero y lo aventurado!
Harto sabido es el prestigio de que gozan ciertos individuos de la clase más
ínfima de la sociedad, que hallándose dotados de una astucia fuera del
alcance de la gente iletrada del pueblo, llegan a adquirir sobre ella una
influencia funesta. Esto depende de que se les considera, ya como dotados de
profundos conocimientos sobrehumanos, ya, lo que es más frecuente, en
relación con duendes y hechiceros que les conceden el dón de provocar y de
curar toda especie de males y dolencias por graves que sean: tales son
aquellos casos en que el enfermo necesita ser tratado precisamente por el
yerbatero fulano, por haberle fijado la vista con insistencia su enemigo; y tales
aquellos otros en que el mismo explotador hace creer á la victima que le
corroe las entrañas una víbora, ó tiene en los intestinos llagas originadas por
insectos asquerosos que solo pueden ser expulsados con una yerba que
conocen. En estos últimos casos se afecta de tal suerte la moral del paciente,
que hemos visto presa de horribles convulsiones á una mujer de San Angel,
(México) la cual nos aseguraba haber expelido con unos polvos que le
administraron, alacranes y aun una culebra de media vara.
Pero la credulidad humana es una de las cosas más curiosas del siglo que,
bajo este punto de vista, no tiene nada que envidiar á los antiguos, en que la
astrología y los procedimientos mágicos y cabalísticos decidían de la suerte y
vida de los hombres y de los imperios. Como un ejemplo de esto podemos
citar un hecho que pasó en la ciudad de México el año de 1870. La calle de
Tiburcio se hallaba atestada de gente del pueblo que ocurria en busca de un
remedio á casa del Médico-santo, llamado así por el dón que decia haber
recibido de curar toda clase de enfermedades con saliva (…) Estos individuos,
si es verdad que en ciertas circunstancias han solido atinar con el diagnóstico
de algunas enfermedades, tambien lo es que sus curaciones no compensan
los casos fatales que se deben constantemente á su ignorancia. En efecto,
¿cómo puede un simple aficionado á la medicina ejercer un arte tan difícil y
escabroso aun para los que han sacrificado los años de su vida al estudio y á
la cabecera de los enfermos en los hospitales? (...) ¿qué remedio poner á
costumbres y usos tan inveterados? ¿Cómo evitar el que la ignorancia sea
explotada y se deje llevar de sus instintos y preocupaciones?5

La medicina científica segregó a los viejos practicantes de la medicina


tradicional. Su conocimiento científico discriminó el viejo saber heredado por
generaciones. Sólo los médicos que contaban con una cédula podían ejercer la
profesión. La ardua educación y el aprendizaje dentro de un edificio, tenían
reconocimiento oficial; por lo tanto: “No era un oficio que podía ser aprendido (…)
empíricamente. El 23 de diciembre de 1830 se iniciaron los arreglos de los
requisitos para ingresar a la Escuela de Medicina. El Protomedicato exigió la
preparación de bachiller para cursar la carrera de medicina (…) se prohibió el
ejercicio profesional de boticarios y médicos extranjeros en el país si antes no
habían cumplido con un examen que los avalara como médicos calificados” .6

Pese a los esfuerzos por pronunciar un conocimiento más avanzado que el


de los viejos practicantes de medicina, el concepto de enfermedad y salud paren
a una mujer con el pecado en el alma; la ciencia y la moral nada tienen de ser una
dicotomía. La lógica puritana del catolicismo inscrita en la biblia sigue presente en
la ideología de los galenos de la época decimonónica. El pecado se traduce como
enfermedad, mientras, la virtud aspira a esculpir el modelo de lo salubre; el ideal
de un Estado envías del progreso. Excusa que será aprovechada por los galenos
para desacreditar a los tradicionales médicos:

los embaucadores (…) hacen poco honor al país, revelando un atraso


verdadero en sus más caros intereses, como son en todo pueblo civilizado, la
observancia de los principios de higienes pública y la persecución de los que
sin obstáculo alguno ejercen en pleno siglo XIX, la más infame y vergonzosa
de las explotaciones.7

5
Ibíd., p. 22-23
6
Olivia López Sánchez. Enfermeras, mentirosas y temperamentales: La concepción médica del cuerpo
femenino durante la segunda mitad del siglo XIX en México. Ed. Centro de Estudios y Atención Psicológica
A. C./ Plaza y Valdés, México, 1998, pp.33 165p
7
Gaceta Médica. Periódico de la Academia de Medicina de México. Tomo X. México. Imprenta de Ignacio
Escalante, Bajos de San Agustín, No. 1, 1875, p.23
La práctica sexual de la mujer, fue juzgada por los iniciados a la ciencia
médica con la misma vara que el cristianismo. La lectura que hace el catolicismo
acerca del cuerpo, es la misma lógica de Platón: La prostitución del espíritu
corrompía su materia corporal. Mientras que, el filósofo buscaba alcanzar el
conocimiento pleno por medio de la expurgación de placeres carnales que le
distraían de la meditación y el dialogo; el cristianismo dio una nueva lectura a la
idea acerca del cuerpo: confundió la seducción y el pecado con la suciedad que
enfermaba la materia corpórea.

Ahora bien, las obras de la carne son manifiestas y son: fornicación,


inmundicia, conducta relajada (es una suciedad; depravación; lascivia en
término griego se le conoce como inmundicia o libertinaje; desenfreno;
conducta desvergonzada).8

La virginidad era símbolo de virtud y de limpieza. ¡No llama la atención que


sea la prostituta acusada por la propagación de enfermedades venéreas! Por
ejemplo, Rosalina Estrada, cita la Gaceta Médica de México para mostrar cómo es
que, los galenos del siglo XIX culpaban a la prostituta de ser la culpable de la
propagación de sífilis.

“La contagiosidad de la sífilis (…) adquiere una importancia de aspecto muy


especial, por sus ligas íntimas con el pavoroso problema de la prostitución;
pues aunque perfectamente susceptible de transmitirse fuera de este terreno
(…) es dentro de él, donde se efectúa el contagio en la inmensa mayoría de
los casos, y aun los que están fuera de él, provienen, en último resultado, de
alguno que partió de esa repúgnate sentina”.9

Los excesos sexuales son diagnósticos que da el médico al desconocer las


causas que producen ciertas enfermedades. Las medidas de higiene contenían
una alta carga de moral hasta tal punto de predicar una limpieza espiritual y
carnal. “Lo que importaba, era instruir a los jóvenes de sexos masculino; la
castidad y la templanza sexual; dos virtudes recomendables desde el punto de

8
Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras. Gálatas Capítulo V; versículos 19-20
9
Rosalina E., Urroz. Medicina y moral: Las enfermedades venéreas durante el Porfiriato, en: Medicina,
Ciencia y Sociedad en México, siglo XIX. Editora Laura Cházarro G. Zamora Michoacán. Ed. El Colegio de
Michoacán. Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. 2002, p. 249.
*Nota periódica de la Gaceta Médica de México, t. III, núm. 5, 31 de mayo de 1908, pp. 295-307
vista médico”.10 La sugerencia a la abstinencia sexual; también se encuentra
dentro de las páginas de la biblia:

Pero digo: sigan andando por espíritu y no llevará a cabo ningún deseo carnal.
Porque la carne está contra el espíritu en su deseo, y el espíritu contra la
carne. Porque estos están opuestos el uno al otro, de manera que las
mismísimas cosas que ustedes quisieran hacer no las hacen.11

La concepción cristiana que se tiene del cuerpo y alma, alude a la taxonomía entre
lo sagrado y lo profano. Por un lado, la materia; lo palpable; lo carnal; pertenece al
campo de lo profano. El alma o espíritu obedece al campo sagrado, es por medio
de las virtudes que podemos lograr transmutar nuestra alma profanada por el
pecado original hacia algo sagrado. Si nuestra alma se encuentra limpia y no se
prostituye, entonces nuestro cuerpo estará sacralizado y libre de toda suciedad.

10
Ibíd., p. 253
11
Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras. Gálatas Capítulo V; versículos 16-17
CONCLUSIONES

La idea que se tenía acerca del cuerpo antes y después del proceso de
secularización cambio lentamente, las ideas positivistas se enclaustraron en el
pensamiento decimonónico mexicano, sí, las palabras para enunciar los hechos
biológicos intrínsecos a la vida; no son las mismas ni en tiempo, ni en lugar. El
cuerpo humano fue comparado con un reloj; y sin embargo, su significado
resonaba en la mente de la sociedad del siglo XIX, de igual manera que repicaba
en el pensamiento de los habitantes de México siglos anteriores. Veamos: sí
antes, lo que lo pervertía al cuerpo era el pecado sentido a través de malestares
físicos, ¿Cuál es la diferencia?, de aquello que causa dolor por excesos sexuales
que desgastan y provocan enfermedad en la cascara que recubre el espíritu.
Ciertamente, para cuando se atiende un caso médico de la época; la idea del alma
en el paciente, desaparece. Aquí podemos percibir el cambio que tuvo que darse
paulatinamente. La lógica cientificista comenzaba a construir un nuevo modelo de
realidad a partir de lo que conocía (del pensamiento religioso cristiano) y de lo que
iba aprendiendo (la ciencia). Los yerbateros, las parteras etc., ayudaron a construir
y reelaborar el viejo modelo que se conocía acerca de la vida, mirándola desde
otro horizonte. Los que perdieron en la ciencia médica, los otros, le permitieron al
galeno esculpir su identidad; pulió la imagen de lo que quería y pretendía ser;
diferenciarse de lo que lo hacía igual al médico tradicional; desempolvo la imagen
borrosa de lo que quería ser y reflejar.
BIBLIOGRAFÍA

Gaceta Médica. Periódico de la Academia de Medicina de México. Tomo X.


México. Imprenta de Ignacio Escalante, Bajos de San Agustín, No. 1, 1875, 24p

Michel, Onfray. Las sabidurías de la antigüedad. Contrahistoria de la filosofía I.


Traducción de Marco Aurelio Galmarini. Barcelona, Ed. Anagrama, 2007., pp. 55

Olivia López Sánchez. Enfermeras, mentirosas y temperamentales: La concepción


médica del cuerpo femenino durante la segunda mitad del siglo XIX en México .
Ed. Centro de Estudios y Atención Psicológica A. C./ Plaza y Valdés, México,
1998, 165p

Rosalina E., Urroz. Medicina y moral: Las enfermedades venéreas durante el


Porfiriato, en: Medicina, Ciencia y Sociedad en México, siglo XIX. Editora Laura
Cházarro G. Zamora Michoacán. Ed. El Colegio de Michoacán. Universidad
Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. 2002, p. 249.

Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras.

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