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III. Estaban los Volksgenossen activos, como el voluntario Grass. Pero para el
régimen y su legitimidad de masas existía otro escalón de lealtad política
esencial: los jóvenes pasivos y los neutrales. “En aquella época consideré la
posibilidad de incorporarme a las SS. ¿Por qué? Porque un hombre de las SS
tenía un aspecto mejor y hablaba mejor y caminaba mejor que los mortales
corrientes. La razón era la estética, no la ideología”. Las declaraciones son del
filósofo anarquista de las ciencias, autor de un famoso libro “Against Method:
Outline of an Anarchistic Theory of Knowledge” de 1975, obra heterodoxa
plagada de citas de Marx, Engels y Mao, el vienés Paul Karl Feyerabend. La
confesión se encuentra en sus minimalistas memorias, Zeitverschwendung
(“Matando el Tiempo”) editadas póstumamente en 1995. Feyerabend era de la
generación de 1924, y como Hitler, era austriaco y un voraz lector de las novelas
de aventuras románticas de Karl May. Vivió el Anchluss, la unificación de
Austria en la Gross Deutschland en 1938, con entusiasmo. “’Pronto
trabajaremos de nuevo’, decían los desempleados; ‘Van a ocuparse de nosotros’,
decían los indigentes; ‘Por fin somos libres’, decían destacados socialistas”,
señala en su entrada de marzo de 1938. La anexión de Hitler sería el comienzo
de una era comunitaria y la liberación “de la Tiranía del Totalitarismo católico
que gobernaba Austria desde hacia años”. Sólo una despreciable minoría se
oponía al nacionalsocialismo. Su padre leía “Mein Kampf” en voz alta a toda la
familia. Feyerabend también entró en las “HJ”. En sus lecturas estaba
impresionado e influido por el antirracionalismo de Nietzsche en “Also sprach
Zarathustra” y por “Der Mythus des zwanzigsten Jahrhunderts”, de Alfred
Rosenberg, teórico de la teoría racial nazi y de la estética völkisch: “casi sentía el
flujo de la sangre nacional y el poder del Todo del que procedía…”. Rosenberg
en las primeras páginas afirmaba: “Alma significa Raza vista desde adentro. A la
inversa, la Raza es la externalización del Alma”. Pensemos hasta dónde habrá
llegado la influencia anti-racionalista del modernismo reaccionario en sus
perspectivas metodológicas… Con estas afinidades electivas, Feyerabend pasó
por el “RAD”, se presentó como voluntario para ser oficial, terminó su
instrucción en la Yugoslavia ocupada y fue enviado en 1943 a combatir en el
Ostfront, en la zona del Lago Peipus, en Staraia Russa, cerca de Pskov. Por su
valor y arrojo se ganó la Ritter Kreuz de Segunda Clase, la deseada “Cruz de
Hierro”, a comienzos de 1944, además de tres orificios de bala en la cara, la
mano y la columna vertebral. Terminó combatiendo en 1945 en Polonia, muy
cerca de Grass, donde recibió heridas gravísimas. Anduvo con muletas hasta su
muerte. La seducción que ejercía el nacionalsocialismo era para Feyerabend por
su irradiación estética y su avanzado populismo ateo. “A menudo sueño que he
cometido traición o asesinato”.
IV. Los neutrales pueden ser identificados con Heinrich Böll, el escritor
igualmente premionobelado. Lejos de ser un asesino voluntario, ni siquiera un
simpatizante difuso del nacionalsocialismo, Böll ejemplifica el hombre medio
alemán que simpatiza con el demonio mejor que Grass o Feyerabend. Fue
reclutado en la Wehrmacht en 1939 después de pasar por el obligatorio “RAD”;
era de la generación nacida en 1917 y estudiaba filología, como soldado participó
en Países Bajos, Francia, Rumania y Rusia. Pacifista y cristiano, su fuerte texto
“Carta a un joven cristiano” (1958) recuerda sus experiencias en Francia y cómo
miembros de su unidad robaban sábanas, mantas o juguetes en las casas
abandonadas, dividiendo los objetos más voluminosos para poder hacer
paquetes y encomiendas que se enviaban a casa. Allí nos relata que él, mientras
tanto, se dedicaba a visitar catedrales y debatir la práctica del catolicismo en un
mundo atroz. En el año 2001 se editaron en Alemania sus cartas de la época de
guerra en dos volúmenes, Briefe aus dem Krieg 1939-1945. La compiladora,
Annemarie Böll, realizó cortes que se indican en el texto, pero es un documento
de primer orden para entender la hegemonía del nacionalsocialismo incluso en
personas como Böll. Uno de los proyectos del Volkstaat, una vez ganada la
guerra contra la URSS, era la colonización brutal con limpieza étnica (“Rusia
será nuestra India” comentaba Hitler en sus charlas de sobremesa), un plan
general de asentamiento en el Ost que debía ofrecerles a los alemanes más
espacio, más materias primas y posibilidades de desarrollo personal. En su
forma más difundida, fijada en 1942, antes de Stalingrado, el plan preveía
desplazar hacia Siberia a cincuenta millones de eslavos. Ese plan era concebido
como parte fundamental del “socialismo nacional” y estímulo de un ascenso de
clase en Alemania. Hitler se entusiasmaba: “Podemos sacar a nuestras familias
pobres de Turingia… para darles grandes espacios”. En sus charlas de café
Hitler se ensoñaba en cómo se comportaría con esos aborígenes eslavos y
asiáticos: “a los ucranianos les haremos llegar pañuelos de la cabeza, cuentas de
cristal y todas esas fruslerías que tanto le gustan a los pueblos coloniales…
durante el período de cosecha se establecerá en cada pueblo grande un mercado,
al que nosotros llevaremos nuestros cacharros… el percal más barato y más
multicolor es para ellos maravilloso”. El plan se proponía eliminar al ejército
industrial de reserva en sentido marxista, incluso los campesinos pequeños e
improductivos, y apuntaba formar colonos con aquellas capas sociales que
treinta o sesenta años atrás habían debido emigrar a América. El 31 de
diciembre de 1943, desde un hospital de campaña en Ucrania, Böll escribía a
sus padres: “Echo mucho de menos el Rhin, Alemania, y sin embargo pienso a
menudo en la posibilidad de una vida colonial aquí en el Este después de haber
ganado la guerra”. Las promesas era que uno se podía en convertir en rico en
Ucrania de la noche a la mañana. Existe un cuento de Böll, “Aquellos días en
Odessa”, donde varios soldados alemanas, mientras esperan que los trasladen al
frente en Crimea, intentan matar el tiempo comprando comida y
emborrachándose con su pobre paga, incluso malvendiendo objetos personales
en el puerto de Odessa. Gracias a sus Briefe podemos saber que desde el mismo
hospital le escribía a sus padres “en el bazar podíamos comprar lo que
quisiéramos”. Lo que el cuento oculta e invierte es el perverso mecanismo de
“botín de guerra” que el NS-Staat aplicaba durante la ocupación: se imponía un
tipo de cambio forzoso altísimo favoreciendo el poder del Reichsmark, las
tropas alemanas vaciaron literalmente las tiendas de Europa, África y el Este,
enviando a casa millones de paquetes desde los frentes. Zapatos, terciopelo,
seda, licores, café, tabaco de Grecia, miel, tocino y cueros de Rusia, arenques y
bacalao de Noruega, etc., etc. Producían no sólo inflación, sino
desabastecimiento y mercado negro: hambre para la población local. Böll estaba
fascinado por lo que podía comprar con su paga de soldado, y ya en 1939
empezó a enviar café desde Rótterdam y a pedir que la familia le enviara todo el
dinero posible. Escribía: “quiero empaquetar rápidamente la mantequilla y
también jabón (cuatro grandes pastillas) para que salgan hoy al mediodía… me
siento feliz cuando tengo para enviaros algo…”. Böll remitía un hermoso
grabado desde París, cosméticos, cebollas, un par de zapatos, tijeras de uñas,
huevos, chocolate…El efecto corruptor de las nuevas posibilidades de pillaje
ampliadas se deducen de sus cartas inocentes: “parece como si estuviésemos
despojando a un cadáver”. Así surgieron millones de lealtades basadas no sólo
en las promesas del programa político de Hitler sino de este calculado
enriquecimiento ilícito individual, lealtades pasivas. Pero la dictadura de Hitler
no necesitaba más para funcionar políticamente ni para continuar una guerra de
conquista ad eternum. La familia de Böll, muy católica y políticamente alejada
de la Weltanschauung nazi, se encontraba plenamente satisfecha.
Nacionalsocialismo: una utopía siniestra pero casera y concreta para todos los
alemanes. La máxima aspiración demagógica del nacionalsocialismo, mantener
el buen ánimo y la lealtad de la mayoría de los alemanes con una combinación
de populismo, progresismo fiscal, asistencia social, welfarismo, junto al terror
puntual en los pliegues sociales, se logró con demasía. Así pudieron destruirse la
felicidad, el futuro y la vida de millares de miles de personas.
Otra vuelta de tuerca: El compromiso militante de Grass con las Waffen-SS
de Hitler fue una excusa. La discusión da una vuelta de tuerca. Han defendido la
tardía y táctica confesión John Berger, Salman Rushdie y Vargas Llosa. El
"Centro Simon Wiesenthal", fundado por el famoso caza-nazis, ha reclamado
que Grass aclare en profundidad su participación en la 10º SS-Panzerdivision
"Frundsberg", específicamente en el 10.SS-Panzerjäger-Abteilung (Regimiento
de Cazatanques, donde Grass era artillero de un Jagdpanther como lo recuerda
en sus memorias). En una carta de su director, Dr. Efraim Zuroff, se le reclama
más luz sobre su compromiso político, así como datos de en qué batallas
participó, nombre de sus oficiales superiores y subalternos y de sus actividades
durante 1945. El Centro pregunta además por los lugares en los que sirvió, los
horarios que cumplió y los documentos, y critica la escasa y paupérrima
memoria de Grass al recordar tan poco. ¿Una amnesia à lá Oskar Matzerath?
En Alemania las encuestas demuestran que la credibilidad de Grass no ha sido
mermada sino aumentada por su confesión. Y no fue una travesura, él mismo
descarta esa hipótesis salvadora: “Lo que hice no puede minimizarse como
tontería juvenil. No sentía ninguna opresión en la nuca, y ningún sentimiento de
culpa autoinducido, por ejemplo por haber dudado de la infalibilidad del
Führer, exigía ser compensado por un celo voluntario.” Ahora podría leerse toda
la obra de Grass como un largo y tortuoso mea culpa. La izquierda más
esclerótica y paranoica ha visto un intento de linchamiento de Grass por ser un
icono de izquierdas y la derecha elegante ha jugado con la ironía al reclamar el
mismo tipo de "confesión penitente" para intelectuales que defendieron el
stalinismo, el maoísmo o incluso a Fidel Castro. Las especulaciones giran en el
vacío: que operación de marketing, que lo confesó en lugar y tiempo
equivocado, que lo ocultó para acceder al Nobel, etc. El caso Grass no trata tanto
de la calidad de su obra literaria (reconocida universalmente casi sin
discrepancias), no pone en juego su historia personal (la individualidad
histórica es siempre opaca y única) como de explicarnos el "Why?" de una
decisión. Y mediatamente volver al tapete la tradicional incomprensión de qué
fue y que es el fascismo en su versión nacionalsocialista. Como Schwob
recordara, la ciencia de la historia nos sumerge en la incertidumbre acerca de
los individuos. Nos los muestra sólo en los momentos en que se entrecruzan con
las acciones generales. Pascal especula con la nariz de Cleopatra o con la arenilla
en la uretra de un irascible Cromwell, o con la bisexualidad de Julio César, pero
todos esos hechos individuales no tienen valor (o lo tienen muy devaluado) sino
y en cuanto modifican los acontecimientos o porque hubieran podido cambiar
su concatenación. No se trata de perdón intelectual, ni de remisión de pecados.
Tampoco un esquema de filosofía de la historia indulgente. Lo que Grass
permite (o el testimonio de Böll, Heidegger, Feyerabend, Jaspers, Gadamer,
Wagner, Jünger, Hamsun, Céline, Bergman, Michels…) apunta a poder
comprender lo incomprensible, lo políticamente incorrecto: que el estado
populista racial de Hitler, el "Volkstaat" nazi, era inmensamente popular hasta
horas antes de su derrumbe. Y que la seducción no sólo hacía mella en el
candoroso suelo mental de la masa amorfa y plebeya, sino en los cerebros de su
clase más refinada y culta: la Intelligentzsia.
En su "Diario de Trabajo", el Arbeitsjournal 1938-1955, Bertolt Brecht anota
inocentemente en la entrada del día 12 de septiembre de 1944: "la impaciencia
de la izquierda ante la actitud de los trabajadores alemanes [con respecto a
Hitler] es comprensible… los ejemplos históricos… han demostrado lo que
puede lograr una gavilla de delincuentes equipados con las armas y los vehículos
más modernos y apoyados por un bien organizado sistema policial…". Brecht
intentaba entender, con las lentes de la teoría stalinista del fascismo, cómo era
tan baja la resistencia interna del pueblo alemán y cómo, pese a los terribles
bombarderos diurnos y nocturnos sobre casi todas las ciudades alemanas más
las derrotas catastróficas en Francia y la destrucción de todo el Grupo Centro en
la URSS (Operación Bagration), Alemania seguía combatiendo y no se notaba
resquebradura alguna en la legitimidad interna del NS-Staat. Brecht entendía al
nacionalsocialismo como una mezcla de paramilitares aventureros, policía,
técnica armamentística y financiación del gran capital. Su esquema
interpretativo es una exhibición del extravío general de la izquierda de la época
con respecto al ascenso del fascismo. El intento de interpretar el nacimiento, la
vida activa y la caída del fascismo en términos de "intrusión" de elementos
extraños en una masa proletaria ingenua (ya atomizada; ya sin experiencia; ya
forzada) se arrastra desde la Marcha a Roma de Mussolini. Uno de los primeros
libros de interpretación, "Die Faschistengefahr"(1923) de Julius Deutsch,
dirigente de la socialdemocracia austriaca y del cuerpo armado "Schutzbundes",
sostenía que el fascismo era un movimiento político que demagógicamente
fanatizaba a elementos pequeños-burgueses y juveniles de la población al
servicio, obviamente, de la "reacción capitalista". No obstante los años pasados,
las variaciones en la información y la base documental, los dramatis personae
en su interpretación no han variado nada. El primer intento marxista-leninista
ortodoxo de interpretar al fascismo fue divulgado en el IVº Congreso Mundial
de la Tercera Internacional, reunido inmediatamente en que Mussolini accedía
al poder. Los comunistas italianos definieron al fascismo como un arma en
manos de los grandes propietarios terratenientes, una suerte de "fascismo
agrario", instrumento consciente usado por el capital agrario para derrotar a la
revolución de la clase trabajadora. Ni los propios militantes italianos habían
podido deducir teóricamente la enorme novedad del fascismo como una cultura
política alternativa y de masas.
El fascismo y su variante nacionalsocialista (racista) no fue un "paréntesis" en la
historia occidental; no mantuvo prisioneras a sus poblaciones a punta de
pistola; no fue una "infección" inyectada por la personalidad de sus líderes;
tampoco un síntoma de una "Sonderweg" especial de Italia y Alemania; tampoco
de renacimiento maquiavélico; ni una reacción antiproletaria a un capitalismo
al borde del derrumbe. Por el contrario: el nacionalsocialismo es parte integral y
medular de la historia europea. Y es una ideología compleja, un proyecto no
conformista, vanguardista y revolucionario. El nacionalsocialismo, y es lo que
esconde el verdadero motivo de la discusión sobre Grass, ha sido una fuerza
rupturista, anti-burguesa, capaz de arremeter contra el orden burgués
establecido después de 1918, con utopías populistas y programas completos, y lo
más importante (que enloquecía a Brecht): capaz de competir eficazmente con
el marxismo "tercerointernacionalista" de los años 20' y '30 en la mente,
voluntad y preferencia tanto de intelectuales maduros o en formación, así como
en las masas de trabajadores y empleados. El nacionalsocialismo es una
ideología disruptiva, síntesis del nacionalismo orgánico y de la revisión
antimaterialsta burda del marxismo vulgar (es más: muchos definen al fascismo
como una variante del marxismo del siglo XIX). Expresa, como lo recordó Grass
(y Feyerabend, y Heidegger…) una aspiración revolucionaria fundada en el
rechazo del individualismo liberal e intenta crear una cultura política
comunitaria, antiindividualista y antinacionalista, basada en el repudio de la
Aufklärung y de la Revolución Francesa. En una segunda fase se proponía la
construcción de una solución de recambio total, de un marco intelectual, moral
y político, único capaz de garantizar la perennidad de una colectividad humana,
la "Gemeinschaft" racial opuesta a la "Gesellschaft" formal del liberalismo, en la
que se integrarían perfectamente todas las capas y clases sociales. El
nacionalsocialismo pretendía hacer desaparecer los efectos más desastrosos del
capitalismo salvaje de los años '20, la atomización de la sociedad, la
disgregación del alma comunitaria, la alienación del hombre convertido en mera
mercancía lanzada al mercado. El nacionalismo también se rebeló contra la
deshumanización introducida por la secularización y la modernización,
intentando hacer una revolución que cambie las relaciones entre el individuo y
la colectividad sin romper el Deus absconditus de la burguesía: la propiedad
privada y el mercado. La revolución nacionalsocialista se sustenta en formas
controladas, planificadas y altamente reguladas de una economía regida por los
automatismos de mercado, por la vieja Ley de Say. Su comunidad se basa, ya no
en la clase o en el consumo, sino en la sangre, es una "Blutgemeinschaft". El
nacionalismo antes de convertirse en una fuerza política fue un fenómeno
cultural y que no debemos menospreciar, subestimar, que en la hegemonía y
lealtad de masas su marco conceptual cumplió un rol de especial importancia.
Grass es su prueba viviente.
Al año de la rendición incondicional de Alemania, en plena desnazificación, el
conservador historiador Friedrich Meinecke (luego nombrado rector de la
Universidad de Berlín) con 85 años escribe lo que será su opera postuma: "Die
Deutsche Katastrophe" (1946). Poco sospechoso de afinidades electivas con los
nazis, testigo de primera línea, empezaba su librito de comentarios y recuerdos
con la siguiente pregunta: "¿Será posible llegar un días a comprender
totalmente las tremendas experiencias que nos deparó el destino en los doce
años del Tercer Reich?". Su pesimista conclusión era que la experiencia
nacionalsocialista la habían "vivido" pero "sin exceptuar a ninguno de nosotros,
sólo incompletamente la hemos entendido". Con valentía descubría esa
opacidad y quizá fuera el primero en reconocer el lado "bueno" del NSDAP.
Ahora y antes un escándalo teórico. Su capítulo XI se titulaba
irrespetuosamente "Del contenido positivo del Hitlerismo". ¿El IIIº Reich
poseía cosas valiosas, progresistas, vitales para el 95 sobre 100 de los alemanes
arios? Sí. La gran idea, dice Meinecke, "que se agitaba en el ambiente" era
fundir el movimiento ideológico nacional con el pensamiento socialista. Hitler
fue "su ardiente profeta y su más decidido ejecutor". Y esta participación del
nacionalsocialismo en la gran idea objetiva de su época es lo que debe
reconocérsele categóricamente. Y no sólo. Meinecke reconoce los aportes en la
ideología fascista del "romanticismo técnico" que se sumo a los dos elementos
anteriores: un "pasaporte ancestral" que servía para re-componer lazos
comunitarios, conservar pura y renovada la raza nórdica y modernizar
reaccionariamente la Nación. También reconoce el papel fascinante de su
radical ateísmo, casi "comparable al Bolchevismo", ascenso de un nuevo
paganismo y una secularización de sesgo nuevo, paralela a la del stalinismo y del
liberalismo. Incluso Meinecke reconoce en el nacionalsocialismo una crítica al
imperialismo y una concepción de nación proletaria que desafiaba el status quo
mundial del Tratado de Versailles y de la inútil Sociedad de las Naciones. Pero el
contenido positivo, epocal del nacionalsocialismo había sido la intención
deliberada de unir "en una sola corriente la dos grandes olas ideológicas". Las
dos grandes "olas" de Meinecke formaron un coherente sistema ideológico,
creído por millones y seguido hasta la muerte. Aunque el "socialismo nacional"
había sido registrado por Barrès en Francia (el verdadero laboratorio ideológico
del fascismo) alrededor de 1898, la idea se extiende rápidamente por toda
Europa. El segundo elemento esencial que en simbiosis con un nacionalismo
antiliberal y antiburgués, conforma la identidad fascista, es la revisión
antimaterialista vulgar del marxismo. Es esta rebelión, que enfervoriza tanto a
la izquierda contestataria más radical y a franjas anarquistas, como a la nueva
derecha nacionalista, la que permite la asociación de una nueva variedad inédita
de socialismo con nacionalismo tribal y radical. Palabras más, palabras menos
del propio Alfred Rosenberg: “El socialismo depurado del marxismo, aparece
como un medio político al servicio del individuo y de la Gemeinschaft para
proteger la unidad del Pueblo de los apetitos de los particulares desenfrenados”.
Es lo que sedujo a Grass y que todavía como influjo no ha podido censurar, ni
olvidar: un movimiento anticapitalista y jacobino que movilizó a su generación
("Das Antibürgerliche am Nationalsozialismus sei entscheidend für die
Mobilisierung seiner Generation gewesen").
Y tenemos un dato más: las figuras de la mediación de la ideología
nacionalsocialista. Las propias elecciones autónomas de Grass, primero ser
miembro de los U-Boot, luego un SS, no hacen sino reconducirlo al corazón
mismo de la ideología nacionalsocialista. Recordemos que los arquetipos nazis
fueron variando a medida que Alemania entró en guerra. Antes de 1939, ya en
"Mein Kampf", Hitler exaltaba la educación física en primer plano. La formación
de carácter era por añadidura. El arquetipo antes de la toma del poder era el
Stürmer de las paramilitares S.A., por ejemplo Horst Wessel , a quién se le
dedicó un himno oficial, films, novelas, obras de teatro, una división de las
Waffen-SS, estación de metro (hoy "Rosa Luxemburg"), etc.; un segundo
arquetipo de la propaganda fue el corredor de autos de carrera, por ejemplo
Bernd Rosemeyer (muerto en un accidente en 1938 y el más grande piloto
alemán antes de Schumacher; por cierto miembro de las SS), enterrado con
honores militares y con un discurso del Führer. En ambos casos es el heroísmo,
el movimiento, el romanticismo, voluntad de conquista. A partir de 1939 la
Gestalt del trabajador-soldado empieza a predominar. El soldado era el símbolo
del trabajador y el luchador moderno, que combinaba un mínimo de ideología
con un máximo de actuación y cuya misión era "modelar lo alemán en una
nueva figura" (Jünger). En lugar del bólido de carreras lo ocupa el Panzer, el
tanque; el lugar del conductor romántico, el conductor de blindados con su
mono negro y sus calaveras (el soldado raso llamaba conductor, Führer, no sólo
al que manejaba el vehículo, sino a todos sus integrantes). A éste se le sumo el
comandante de submarinos, también tropa de élite, que combinaba en la
ideología el dominio intelectual de la tecnología con las cualidades militares
primordiales, una hazaña creativa que ligaba "la inmediatez primordial a la
racionalidad más avanzada" (Gunther). Ni hablar del hombre perfecto de las SS.
Grass cumplió metódicamente los pasos previstos del nuevo hombre alemán:
primero intentó ser un marino de submarinos; luego un Führer de las Panzer
División. Y lo logró.
La ideología nacionalsocialista es una contradoctrina, como lo fue en su
nacimiento el liberalismo y el marxismo. Es una ideología crítica-racista que
diagnostica el derrumbe y la decadencia de Occidente, anti capitalista (Marcuse
hablaba de su "progresividad"): "derrotar los síntomas de decadencia… esa es la
gran tarea del movimiento nacionalsocialista. De ese esfuerzo a de surgir un
nuevo Cuerpo Popular, que borre las más negras sombras del presente, la
escisión de clases de la que por igual son responsables la burguesía y el
marxismo" (Hitler), antiparlamentaria (a los políticos profesionales se los trata
de parásitos, traficantes parlamentarios, proxenetas de la política, cleptómanos
de partido, maleantes antinacionales). Su programa político se basaba en la
lucha contra el capital usurero, exigía la nacionalización de la banca y las
industrias estratégicas, el cierre de la Bolsa de Comercio, abolir la “esclavitud
del interés” (art. 11), incluso se reclama la estatización de “todas las empresas
constituidas en sociedades anónimas (Trusts)” (art.13). Se exige la participación
en las ganancias de las empresas, prohibir el trabajo infantil, municipalización
de los grandes centros comerciales, reforma agraria (expropiación sin
indemnización), eliminación del derecho romano por ser base del orden
materialista liberal, acabar con el trabajo como mercancía, prohibición del
trabajo infantil, educación secundaria y superior gratuita, laica y sin
restricciones… ¡Hasta la disolución del “viejo ejército de mercenarios y la
constitución de un ejército popular”! Los controles y regulaciones al capital, por
ejemplo, en 1938 no los tenía ninguna nación del mundo a excepción de la
URSS. La composición socioprofesional del NSDAP nos dice mucho: el 53% de
sus afiliados al 30 de enero de 1933 eran trabajadores y empleados
dependientes; los proletarios puros eran un 31,5%. En cuanto a su composición
generacional: el 41% de sus miembros eran jóvenes con edades comprendidas
entre los 20 y los 29 años, duplicando la proporción en la población total. Un
auténtico “Volkspartei”, un partido populista. Daniel Guerin, el anarco-
comunista francés, recorrió Alemania durante 1934 en bicicleta recabando
información para un libro contra el fascismo. Su objetivo era reunir
“investigaciones eruditas” para poder combatir eficazmente al fascismo
europeo. Editado en julio de 1936 con el título de “Fascisme et grand capital”.
Como el título lo indica, estaba influenciado por las teorías simplistas de la IIIº
Internacional y los escritos de Trotsky del fascismo como mero instrumento,
agente de intereses empresariales o pelele de la burguesía más concentrada.
Pero Guerin que palpó la realidad, no podía engañarse y se preguntaba “la
extraordinaria capacidad de mantenerse que tiene el fascismo”, y concluía que
“sería erróneo creer que el fascismo es un régimen totalmente impopular,
basado exclusivamente en el terror… consiguió de las masas una cierta
adhesión. Si no, hubiera sido más frágil”. Un inobjetable observador
socialdemócrata alemán, Harry Bark, observaba en el año 1940: “La clase obrera
alemana aprecia que los ‘privilegiados’ de siempre hayan dejado en la práctica
de serlo”. Hitler lo repetía a quién quisiera oírle: “En esta Nueva Alemania todo
hijo de obrero o de campesino debe de poder llegar…, gracias a la ayuda de
nuestra organización y a una selección consciente de la elite, hasta las cumbres
más altas de la nación”. Fue de esta constelación ideológica y material (no solo
demagógica) de donde extrajo su energía criminal y racista el “Volkstaat”
hitleriano.