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La perinola

La virtud, esa cosa olvidada


Álex Ramírez-Arballo

El término moralista tiene hoy en día un descrédito pavoroso, pues creyéndose,


como se cree, que cada quien puede y debe hacer lo que se le venga en gana, la
aparición de alguien que intente al menos señalar los límites de lo correcto o lo
incorrecto habrá de cosechar siempre silbidos e injurias. Es natural, al ser
humano reacciona con ferocidad y en defensa legítima contra quien quiera, o al
menos así lo parezca, imponer algo sobre su propia voluntad; el problema, creo
yo, es que la mayoría de las personas nos quedamos en ese estado primitivo de
reacción y no damos el obligado paso hacia el diálogo, a la contrastación, al
verdadero debate que puede dar siempre frutos.

Como educador he visto a lo largo de mi carrera cómo es que esta


flexibilización de los criterios ha generado un ambiente de confusión y de
callejón sin salida. He visto en estos campos -por Dios que sí- prácticas
verdaderamente demenciales en las que se abandona en nombre de la
corrección política toda evaluación y se pretende justificar este crimen
aduciendo no sé qué zarandajas. Aquí es donde encuentro yo la causa de
muchos de los males que aquejan a la sociedad nuestra, pues al demolerse los
paradigmas virtuosos se siembra irresponsablemente la semilla del caos y las
regresiones violentas.

Pero no sólo en materia educativa haríamos muy bien en volver a recuperar la


idea de la virtud, sino en toda actividad humana. Pensemos en dos áreas
fundamentales: la comunicación y la política. En ambas observamos el reinado
de un pragmatismo materialista que no obedece, aparentemente, más estatutos
que los del lucro y el cuestionable prestigio que deviene del ejercicio autoritario
del poder y la manipulación. Vivimos bajo el imperio de lo aparente.

“Los tiempos han cambiado”, escuché decir a uno de mis interlocutores, pero
yo, muy a pesar de los pesares, sigo perteneciendo a una escuela clásica de
valores que aún cree en la recomposición, la transformación y el
perfeccionamiento de la persona. Y no crea, queridísimo lector, que lo hago
porque me aferre a un racimo de prejuicios heredados; por lo contrario, todas
estas cosas que digo se me hacen evidentes en la observación y la meditación
filosófica del mundo que me rodea. Creo que se impone, por el bien de todos,
una subversión de la tendencia actual a desmontar toda verdad, toda ética
esencial y toda certeza trascendente.

P.S. Como principio rector de toda ética actual propongo a la persona. La vida
humana, lo que somos, lo que seremos, se me presenta como el valor más alto,
del que hay que derivar toda taxonomía o jerarquía de valores. Negar esto, así
me lo parece, es caer en una confusión que termina derivando en fastidio, en
abulia y en un profundo desinterés por todo y por todos.

Álex Ramírez-Arballo es doctor en literaturas hispánicas por la University of Arizona y


actualmente trabaja como profesor en el departamento de Español, Italiano y
Portugués de la Pennsylvania State University. Su correo electrónico es
alexrama@orbired.com

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