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ESTUDIO SOBRE EL SEGUNDO TRATADO SOBRE EL GOBIERNO

CIVIL, DE JOHN LOCKE.

Ficha bibliográfica

John Locke:
Segundo Tratado sobre el Gobierno
Civil

Un ensayo sobre el verdadero origen,


alcance y fin del Gobierno Civil

Traducción, prólogo y notas de Carlos


Mellizo

El Libro de Bolsillo. Alianza Editorial


Tercera reimpresión, 1998

INDICE

1.- Breve síntesis por capítulos

2.- Comentario general:


a) El autor, su época y su obra.
b) Segundo tratado sobre el gobierno civil.

3.- Epílogo y conclusiones

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1.- BREVE SINTESIS POR CAPITULOS

En este capítulo, resume Locke el contenido de su primer


tratado sobre el gobierno civil, concluyendo que el poder no
tiene su origen en sucesión familiar o don divino, ni en la
fuerza o violencia. Por ello, busca una tercera vía que
explique el origen del poder político y del gobierno, siendo
éste el cometido de su segundo tratado.

Del estado de naturaleza

El poder político tiene su fundamento en la propia


naturaleza humana, la cual exige un estado de perfecta
libertad e igualdad. Dicha libertad sólo tiene como límite la
no destrucción de sí mismo o de los demás, tanto en lo
referente a la persona, como a sus derechos y bienes, y cuyo
fundamento no es otro que la ley natural, es decir, la razón.
La ley natural, igual que todas las demás leyes, necesita
de algún poder que la haga cumplir cuando sea necesario para
proteger al inocente. En esa necesidad se fundamenta el que un
hombre llegue a tener poder sobre otro hombre y, por tanto, el
poder de castigar al infractor. Tal castigo habrá de ser
proporcional a la falta cometida y producir siempre el efecto
de reparación del daño causado, de corrección del infractor y
de servir como disuasión para los demás.
Todos los hombres son iguales por compartir una misma e
igual naturaleza, lo cual constituye el denominado estado de
naturaleza (estado de paz, buena voluntad, asistencia mutua y
conservación) y sólo por el derecho de autoconservación es
posible, habida cuenta de las pasiones e imperfección humanas,
la formación del poder político por acuerdo mutuo entre los
individuos.

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Del estado de guerra

El estado de guerra (estado de enemistad, malicia,


violencia y mutua destrucción) es una premeditada y
establecida intención contra la vida de otro hombre, el cual
tiene derecho a destruir a quien amenaza con destruirle a él,
pues según la ley fundamental de la naturaleza, un hombre debe
conservarse a sí mismo hasta donde le sea posible.

Quien intenta poner a otro hombre bajo su poder


absoluto, se pone a sí mismo en situación de guerra contra él,
pues el poder absoluto sobre alguien le priva de su libertad,
fundamento de todas las demás cosas. Así, pues, el que
introduce un estado de guerra y es en ella el agresor, se
expone a que le maten con justicia, no cesando dicho estado
hasta que las partes se someten al arbitrio de la ley, propio
del llamado estado de sociedad.

De la esclavitud

La libertad natural del hombre no admite más norma que la


ley de naturaleza, lo mismo que la libertad del hombre en
sociedad no admite más leyes que las que se hayan establecido
por consentimiento mutuo en el seno del Estado, es decir, por
el poder legislativo erigido dentro de la sociedad. Por eso,
la esclavitud no es más que el estado de guerra continuado
entre un legítimo vencedor y su cautivo, pero siempre
respetando la vida de éste.

De la propiedad

La razón natural nos dice que todos los hombres tienen


derecho a su autoconservación, lo cual conlleva incluso el
derecho a la propiedad privada, pues dicha razón debe ser
siempre usada para conseguir mayor beneficio de la vida y
mayores ventajas.

El trabajo del cuerpo y la labor de las manos es una


propiedad exclusiva de la persona que lo realiza. Por tanto,
el trabajo realizado sobre un elemento o bien natural confiere
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a éste un valor añadido que transforma su naturaleza
originaria, en virtud de lo cual dicho elemento o bien natural
pasa de la esfera de bien comunitario a la esfera de bien
particular, sin que sea necesario para ello un consentimiento
explícito de la comunidad, titular genérica de todos los
bienes naturales, al menos siempre que queden todavía
suficientes bienes comunes para los demás y que la apropiación
no implique perjuicio alguno para los otros.

La misma ley natural que justifica y fundamenta la


propiedad en tanto que fruto del trabajo personal, también
pone como límite a esa propiedad el hecho de que haya bienes
suficientes para todos, pues de lo contrario nadie podría
apropiárselos sin un reparto justo.

El valor intrínseco de las cosas depende de su grado de


utilidad para la vida del hombre, por ello el deseo de poseer
más de lo necesario es injustificado, al mismo tiempo que
altera dicho valor intrínseco.

El trabajo del hombre aumenta el valor y la utilidad de


los bienes naturales en una proporción del 100 por 1, siendo,
además, lo que introduce la diferencia de valor en todas las
cosas, pues las cosas, tal como las ofrece la naturaleza para
nuestro uso, en la inmensa mayoría de los casos tienen escasa
o nula utilidad.

Resulta, pues, evidente que, aunque las cosas de la


naturaleza son dadas en común, el hombre, al ser dueño de su
persona y de las acciones y trabajos de ésta, tiene en sí
mismo el gran fundamento de la propiedad. Será la evolución de
la sociedad y la escasez de bienes lo que obligue a las
comunidades o sociedades a regular las propiedades de sus
miembros y de ellas mismas entre sí.

Lo único que rebasa los límites de la justa propiedad no


es la cantidad de cosas poseídas, sino el dejar que se echen a
perder sin usarlas. Pero como sólo se pueden echar a perder
los bienes perecederos, es la acumulación innecesaria de éstos
lo que resulta injusto y deshonesto, pero no la acumulación de
los bienes duraderos.

En esta distinción entre bienes perecederos o de


naturaleza corruptible (de gran utilidad para la vida o
subsistencia humana) y bienes duraderos (de escasa o nula
utilidad para dicha subsistencia), así como en el trueque de
unos por otros, fundamenta Locke el nacimiento y uso del
dinero, el cual permite el intercambio entre bienes
perecederos y duraderos y, por tanto, la posibilidad de
conservar y aumentar las posesiones o propiedades.

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El valor del dinero surge, únicamente, del consentimiento
de los hombres. El dinero se hace de oro, plata o cualquier
otro metal, los cuales pueden ser acumulados sin causar daño a
nadie, ya que son poco útiles para la vida del hombre en
comparación con la utilidad del alimento, el vestido o los
transportes.

Mediante la sutilísima invención del dinero por


consentimiento de la comunidad humana, es claro que ésta ha
acordado y consentido también y consecuentemente que la
posesión de la tierra (bienes) sea desproporcionada y
desigual.

Por todo lo expuesto, concluye Locke que no puede haber


razón para disputas en lo referente al derecho a la propiedad,
ni duda alguna con respecto a la extensión de las posesiones
que ese derecho permite.

Del poder personal

Locke defiende igual poder de ambos padres sobre los


hijos, proponiendo el cambio de la expresión "poder paternal"
por el "poder de los padres", pero entendiendo también que
esta suerte de gobierno y jurisdicción sobre los hijos es algo
transitorio, pues a medida que van creciendo estos lazos se
van aflojando hasta que, con la mayoría de edad, quedan en
disposición de decidir por sí mismos.

Con la mayoría de edad los hombres llegan al pleno uso de


su razón, siendo ese el momento en quedan sujetos, al igual
que todos los seres humanos, a la ley de la razón, la cual no
prescribe más cosas de las son necesarias para el bien general
de quienes están sujetos a dicha ley. Por eso la ley de la
razón es fundamento, además, de todas las demás leyes.

La finalidad de la ley no es abolir o restringir, sino


preservar y aumentar nuestra libertad, pues no debe darse el
nombre de limitación a aquello que nos protege de andar por
tierras movedizas y de caer en precipicios.

Donde no hay ley no hay libertad, pues ésta consiste en


estar libre de la violencia de los otros, a fin de poder
disponer no sólo de la propia persona, sino también de sus
acciones, posesiones y propiedades, según lo permitan las
leyes.

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Para que las leyes, tanto naturales como civiles,
obliguen al hombre, es necesario que éste las conozca, siendo
la edad de 21 años y, en algunos casos antes, la que Locke
considera como mayoría de edad, es decir, la edad en que el
hombre adquiere ya su plenitud de razón y, por tanto, la
plenitud de su libertad. De aquí que todos aquellos que, por
alguna deficiencia, como los lunáticos y los idiotas, no estén
en posesión de esa plenitud de razón, estarán siempre sujetos
al gobierno de sus padres o tutores. Normalmente es el
Estado el que fija la mayoría de edad.

El padre es únicamente el guardián de sus hijos, por eso


cuando deja de cuidarse de ellos, pierde su poder sobre los
mismos.

El poder de los padres no alcanza, sin embargo, las vidas


o los bienes que los hijos hayan conseguido con su trabajo o
que les hayan sido entregados por la generosidad de otra
persona.

Según la ley natural, la plenitud de razón y de libertad


no exime al hijo de honrar debidamente a sus padres, pues esta
misma ley le impone el deber permanente de honrar, respetar,
agradecer y asistir a los mismos.

El poder político y el poder paternal son poderes


separados y diferentes entre sí, por lo que el poder paternal
jamás puede implicar ningún grado de dominio similar al del
príncipe o magistrado sobre sus súbditos.

El padre posee generalmente, aparte de lo dicho hasta


ahora, el poder de entregar sus bienes a sus hijos, con menor
o mayor liberalidad, según la conducta de uno u otro hijo se
haya conformado en menor o mayor medida con su voluntad o con
sus preferencias. En lo referente a la tierra y los bienes
inmuebles heredados, los hijos vienen obligados a aceptar
dicha herencia, si la aceptan, en las condiciones en que sus
ancestros la tuvieron y que vayan anejas a esas posesiones.

De la sociedad política o civil

El entendimiento y el lenguaje hacen del hombre un ser


sociable por esencia, siendo la del hombre y la mujer, así

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como la del amo y siervo, los primeros tipos de sociedad
existentes.

La finalidad de la sociedad conyugal es la de procrear y


propagar la especie, la cual vemos que se cumple también,
aunque de modo diverso según las especies, en las criaturas
inferiores. Los lazos conyugales son más firmes y duraderos en
el hombre que en el resto de las criaturas, sobre todo por su
capacidad de previsión y su facultad de prepararse para el
futuro.

Locke se pregunta por qué el pacto conyugal, una vez


cumplidas sus finalidades, no puede ser cancelado, como sucede
en otros casos, afirmando que pactos de este tipo no están
regulados por ley positiva que ordene que deban ser perpetuos.
Por eso, si bien reconoce que hombre y mujer tienen derecho a
separarse, sin embargo piensa que, en caso de separación, el
gobierno, en lo referente a sus intereses y propiedades, debe
concederse al hombre, por ser éste el más capaz y el más
fuerte, aunque ello no le da poder sobre otros aspectos ni
sobre la custodia de los hijos, que corresponderá a uno o
otra, según lo determine el contrato entre ambos.

En lo referente a la sociedad formada por el amo y el


siervo, éste es un hombre libre y depende de su amo por un
cierto tiempo, el de la duración de su contrato, y a cambio de
un salario, cosa que no sucede en el caso del esclavo, pues el
esclavo, capturado en guerra justa, ha renunciado a su
libertad y propiedades, no formando parte de la sociedad
civil, cuyo fin primordial es la preservación de la propiedad.

Ahora bien, cuando el hombre renuncia a su poder natural


y lo entrega a la comunidad, excluyendo todo juicio privado de
cada hombre en particular, la comunidad viene a ser un árbitro
que decide, según normas y reglas establecidas, imparciales y
aplicables a todos por igual, y administradas por hombres a
quienes la comunidad ha dado autoridad para ejecutarlas. Se ha
formado, en este caso, la sociedad política o civil.

Ese poder que radica en la sociedad política o civil es


el que da origen al Estado, al cual corresponde el poder de
hacer las leyes, es decir, el poder legislativo, y
consecuentemente el poder ejecutivo, y por ello la posibilidad
de hacer la guerra y la paz. De aquí que la monarquía
absoluta, equiparable al estado de naturaleza, sea,
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ciertamente, incompatible con la sociedad civil, excluyendo
todo tipo de gobierno civil, al no existir la posibilidad de
apelación a una autoridad común justa e imparcial.

Del origen de las sociedades políticas

Todos los hombres son libres por naturaleza, iguales e


independientes, por lo que ninguno puede ser sacado de esa
condición y puesto bajo el poder político de otro sin su
consentimiento.

Cuando un grupo de hombres ha consentido formar una


comunidad o gobierno, quedan con ello incorporados en un
cuerpo político en el que la mayoría tiene el derecho de
actuar y decidir en nombre de todos.

Por tanto, la voluntad y determinación de la mayoría, es


decir, el consenso de la comunidad, es el fundamento de toda
ley, por lo cual cada miembro de esa comunidad está obligado,
por consentimiento, a someterse al parecer de la mayoría, ya
que el acto de la mayoría se toma como acto del pleno de la
comunidad, tanto por ley de naturaleza como por ley de razón.
Y esto es lo único que puede dar origen a los gobiernos
legales del mundo.

Finalmente, Locke refuta dos objeciones a lo expuesto.


Primera: que no se encuentran en la historia ejemplos de
agrupaciones de hombres independientes e iguales entre sí, que
se unieran para establecer un gobierno. Y segunda: que todos
los hombres nacen ya bajo un gobierno al que han de someterse,
careciendo de libertad para formar otro nuevo.

De los fines de la sociedad política y del gobierno

A pesar de la libertad de que goza el hombre en estado de


naturaleza, éste decide, sin embargo, someterse,
voluntariamente, a la voluntad y al gobierno de la mayoría,
como forma de conseguir seguridad en la defensa de su vida,
sus libertades y sus posesiones, ya que en el estado de

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naturaleza faltan los elementos que hacen posible esa
seguridad: una ley establecida, fija y conocida; un juez
público e imparcial; un poder que respalde el cumplimiento de
las sentencias justas. En definitiva, el fin de la sociedad
política y del gobierno no es otro que el de lograr la paz, la
seguridad y el bien del pueblo.

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De los tipos de Estado

Locke señala y explica las siguientes formas de gobierno:

* Democracia perfecta: cuando el poder de la comunidad reside


naturalmente en la mayoría.

* Oligarquía: cuando el poder reside en manos de unos pocos


hombres selectos, y en sus herederos.

* Monarquía: cuando el poder está depositado en manos de un


solo hombre, siendo hereditaria si el poder pasa del rey a sus
sucesores y electiva en caso contrario.

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Del alcance del poder legislativo

La primera y fundamental ley positiva de todos los


Estados es el establecimiento del poder legislativo, el cual
no sólo es el poder supremo del Estado, sino que también es
sagrado e inalterable, pero, no obstante, tiene algunas
limitaciones:

No puede ser ejercido absoluta y arbitrariamente sobre


las fortunas y las vidas del pueblo, pues debe procurar el
bien público de la sociedad.

La autoridad legislativa o suprema no puede atribuirse el


poder de gobernar mediante decretos extemporáneos y
arbitrarios, sino que ha de guiarse por leyes promulgadas y
establecidas, y sirviéndose de jueces autorizados.
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El poder supremo no puede apoderarse de parte alguna de
la propiedad de un hombre, sin el consentimiento de éste.

La legislatura no deberá ni podrá transferir a nadie el


poder de hacer leyes, ni depositarlo en lugar diferente de
aquél en el que el pueblo lo ha depositado.

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De los poderes legislativo, ejecutivo y federativo del Estado

Debido a la fragilidad de los hombres, los cuales tienden


a acumular poder, es recomendable, desde todos los puntos de
vista, que los poderes legislativo y ejecutivo suelan estar
separados, teniendo en cuenta, además, que al Estado le
corresponde también, en relación con otros Estados vecinos o
con el resto de la humanidad, el poder de hacer la guerra y la
paz, de establecer ligas y alianzas y de realizar tratos con
todas las personas y comunidades fuera del Estado. Este poder
es llamado por Locke "poder federativo", el cual está casi
siempre unido al poder ejecutivo aunque ambos sean diferentes.

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De la subordinación de los poderes del Estado

El poder legislativo es un poder fiduciario, es decir, un


poder delegado para cumplir el fin de lograr el bien del
pueblo, por lo cual la sociedad conserva siempre el verdadero
poder supremo, pues si el poder legislativo no cumple con sus
fines, el pueblo puede y debe deshacerse del mismo.

No obstante, mientras el gobierno subsista, el poder


supremo radica en el legislativo, y todos los demás poderes
que residan en cualquier parte o miembro de la sociedad,
derivan de él y están subordinados a él, incluido el poder
ejecutivo y el federativo.

El poder legislativo no tiene por qué estar siempre en


funciones, pero sí el poder ejecutivo. Si el poder ejecutivo
abusa de su fuerza impidiendo al legislativo cumplir con sus
funciones, el pueblo tiene derecho a emplear también la fuerza
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para restablecer su soberanía y su correspondiente poder
legislativo.

Aunque el poder ejecutivo tenga la prerrogativa de


convocar y disolver las sesiones legislativas, no es por ello
superior al poder legislativo, ya que el bien del pueblo es la
ley suprema (salus populi suprema lex).

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De la prerrogativa

El bien de la sociedad exige que el poder ejecutivo, por


sentido común, ya que la ley no puede preverlo todo, pueda y
deba hacer uso de sus facultades en aquellos casos que
requieran una intervención y no hayan sido previstos por el
legislador, hasta que los legisladores puedan reunirse en
asamblea y dicten la ley adecuada para el caso. Esta facultad
discrecional del poder ejecutivo es lo que se denomina
prerrogativa, pues como afirma Locke "la prerrogativa no puede
ser sino un permiso que el pueblo da a sus gobernantes para
que éstos tomen ciertas decisiones por sí mismos allí donde la
ley no ha prescrito nada", o lo que es lo mismo, "el poder de
hacer un bien público, sin regla alguna".

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De los poderes paternal, político y despótico


considerados juntos

El poder paternal solo tiene lugar mientras la minoría de


edad incapacita al hijo para la administración de su
propiedad. El poder político tiene lugar allí donde los
hombres disponen de su propiedad y, finalmente, el poder
despótico es el que se ejerce sobre aquellos que han sido
desposeídos de todas sus propiedades.

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De la conquista

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Muchos han estimado que la conquista es uno de los
orígenes del gobierno, confundiendo la fuerza de las armas con
el consentimiento del pueblo. El conquistador, si vence en
causa justa, tiene derecho a ejercer un poder despótico sobre
las personas de quienes colaboraron y participaron en la
guerra contra él, y tiene también derecho de reparar daños y
gastos con el trabajo y los bienes de los vencidos, de manera
que no afecte los derechos de nadie más. Pero no tiene poder
alguno sobre el resto del pueblo que no dio su consentimiento
a la guerra, ni sobre los hijos de los cautivos mismos, ni
sobre las posesiones de ambos.

Y así, por virtud de la conquista misma, no tiene derecho


de dominio sobre ellos, ni podrá pasárselo por herencia a sus
descendientes, y será un agresor si intenta incautarse de sus
propiedades, y, si lo hace, se pondrá a sí mismo en un estado
de guerra contra ellos.

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De la usurpación

Sólo hay usurpación allí donde uno ha tomado posesión de


algo a lo que otro tiene derecho. Por tanto, todo aquel que
llegue a ejercer algún poder sirviéndose de medios que no
corresponden a lo que las leyes de la comunidad han
establecido, no tiene derecho a que se le obedezca, aunque el
sistema político del Estado haya sido conservado.

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De la tiranía

La tiranía viola lo que es derecho, y consiste en hacer


uso del poder que se tiene, no para bien de quienes están bajo
ese poder, sino para propia ventaja de quien lo ostenta. Al
que ejerce la tiranía se le puede hacer frente igual que a
cualquier hombre que por la fuerza invade los derechos de
otro.
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De la disolución del gobierno

La manera más clara de disolución del Estado y del


gobierno es la intromisión de una fuerza extranjera que llegue
a imponerse sobre los miembros de la comunidad. Pero frente a
esta causa que podríamos llamar externa, existen otras
internas, entre las se pueden citar:

1. Cuando el poder legislativo se descompone. A esto suelen dar


lugar quienes dentro de la comunidad hacen mal uso del poder
que tienen.

2. Cuando el poder legislativo, o el príncipe, actúan


contrariamente a la misión que se les ha confiado. Al actuar
así, el pueblo tiene entonces el derecho de retomar su
libertad original y el de establecer un nuevo cuerpo
legislativo.

3. Cuando al pueblo se le hace sufrir y se encuentra expuesto a


los abusos del poder arbitrario, la rebelión tendrá lugar,
sin duda.

4. Cuando el cuerpo legislativo se altera, o los legisladores


actúan contrariamente al fin para el que fueron
constituidos, quienes resulten culpables serán culpables de
rebelión.

En resumen, el poder que cada individuo dio a la sociedad


cuando entró en ella, nunca puede revertir de nuevo a los
individuos mientras permanezcan la sociedad y su poder
legislativo. Sólo podrá volver ese poder al pueblo en dos
supuestos:

1º) Cuando el pueblo haya establecido límites a la duración de


la legislatura, y ésta haya terminado.

2º) Cuando los que están en posesión de la autoridad pierden


ese poder por causa de sus abusos.

En ambas situaciones, el poder revierte de nuevo a la


sociedad, y el pueblo tiene el derecho de actuar con autoridad
suprema, y el de asumir la legislatura, pudiendo, si lo estima

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conveniente, erigir una nueva forma de gobierno, o depositar
la vieja en otras manos.

2.- COMENTARIO GENERAL:

a) El autor. Época y significación de su obra:

John Locke (1632-1704) nació en Wrington, en las


cercanías de Bristol, y estudió en Oxford. Obtuvo su
licenciatura en medicina en 1674. Fue diplomático y residió en
Francia y Holanda. Muy interesado en la filosofía moderna y en
las ciencias, se ocupó intensamente de problemas políticos,
sociales, educativos, religiosos y económicos.

Su filosofía política, especialmente tal como fue


expuesta en la obra que comentamos, Segundo tratado sobre el
gobierno civil, influyó grandemente en la formación de la
ideología liberal moderna.

Desde el punto de vista filosófico, Locke es uno de los


fundadores del movimiento empirista inglés, estudiando sobre
todo el origen y naturaleza del conocimiento humano, pero casi
tan importante como su filosofía es su doctrina ética y su
doctrina política, y aunque sus Tratados sobre el gobierno y
su Carta sobre la tolerancia aparecieran anónimamente, no
quiere decir que Locke prestara escasa atención a la doctrina
moral y política, pues dedicó mucho tiempo a la composición de
dichas obras.

Tanto la teoría y filosofía general de Locke como su


ética y su doctrina política ejercieron enorme influencia,
especialmente durante el siglo XVIII. Se ha llegado a hablar
de la "edad de Locke", a imitación de otra expresión similar,
"la edad de Newton", e incluso se ha hablado de las dos
juntas, "la edad de Locke y Newton".

Los principales enciclopedistas franceses, como


d'Alembert y Voltaire, por ejemplo, tuvieron la filosofía de

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Locke como aquella que corresponde a la física de Newton, y
ambas como la expresión de la "razón humana".

Locke ejerció gran influencia sobre los filósofos y


economistas de tendencia "liberal" y sobre gran parte de la
evolución de las ideas y costumbres políticas en muchos
países, especialmente los de habla inglesa.

b) Segundo tratado sobre el gobierno civil:

Rechazadas las tesis del origen divino o hereditario del


poder, así como el que pudiera ser fruto de la fuerza o la
violencia, John Locke se centra, en este segundo tratado, en
la búsqueda y formulación de una tercera teoría que explique,
de modo más convincente, el verdadero origen del gobierno y
del poder político.

Según Locke, el poder político se fundamenta en la propia


naturaleza humana, siendo la libertad y la igualdad sus dos
bases esenciales.

La razón y la equidad son las reglas básicas que deben


regular las relaciones humanas, y ellas son las que exigen
que, de alguna manera, el infractor de la ley natural sea
castigado de forma adecuada, con la finalidad, siempre, de
reparar el daño causado, enmendar al propio infractor y
disuadir a los demás.

Podríamos afirmar, con Locke, que existen tres estados


fundamentales:

1º) El estado de naturaleza, es decir, un estado de paz,


de buena voluntad, de asistencia mutua y conservación, pues
todos los hombres, por su propia esencia natural, son libres e
iguales unos a otros, no existiendo, desde este punto de
vista, ninguna razón que pudiera justificar el poder de un
hombre sobre otro hombre, lo cual sería, por otra parte,
tremendamente peligros, dado que cada uno sería en sí mismo
juez y ejecutor.

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2º) El estado de guerra, es decir, un estado de
enemistad, malicia, violencia y mutua destrucción. El instinto
natural de conservación llevaría, dado el egoísmo humano y sus
pasiones, al abuso de unos hombres sobre otros, según
confirman, además, las conocidas leyes de Darwin, aplicables
también a la especie humana.

3º) El estado de sociedad, es decir, el estado intermedio


entre el ideal natural y el estado de guerra, el cual se
produce cuando cesa el estado de guerra y las partes se
someten a una autoridad superior, la ley consensuada, que
dirima las diferencias.

Evidentemente, el estado de naturaleza es utópico, acorde


sólo con una concepción ideal del hombre, pero sirve de
fundamento y de auténtica base moral para el estado de
sociedad.

Locke distingue sabiamente entre libertad natural, que no


admite más norma que la ley natural, y la libertad del hombre
en sociedad, que no debe someterse a más normas que las
dimanadas del poder legislativo constituido en el seno del
Estado. El que desobedezca estas leyes se expone a un estado
de esclavitud, es decir, de sometimiento al que aplica la ley,
que puede, incluso, utilizarlo en su servicio, cosa hoy
impensable.

Por otro lado, razón natural y ley natural son elementos


absolutamente correlativos, y en ellos tiene su verdadero
fundamento la libertad y su lógico corolario de respeto a sí
mismo y a los demás. En estos elementos y en el instinto de
autoconservación encuentra su fundamentación la propiedad
privada, entendiendo por tal todo aquello que es fruto del
esfuerzo y del trabajo personal, sin más límite que el bien de
los demás, es decir, que la propiedad privada no implique
perjuicio alguno para los otros.

Sin duda, el hombres es dueño de su vida, de su trabajo y


de sus propias acciones. El verdadero fundamento de la
propiedad, y el más evidente, es el trabajo personal, capaz de
producir bienes útiles para la vida del hombre.

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En los inicios, el hombre realiza trueque de bienes con
sus vecinos para mejor organizar y satisfacer sus necesidades.
Mientras ese trueque se realiza sólo entre bienes perecederos
o corruptiles, precisamente los de mayor y más clara utilidad
para la vida del hombre (alimnentos, vestidos, etc.), resulta
injusta y deshonesta la acumulación innecesaria de dichos
bienes, aparte de ilógica, ya que si no se utilizan se echan
a perder. Pero la vida del hombre evoluciona y comienza
también a intercambiar bienes perecederos por otros no
perecederos, dando lugar al nacimiento del dinero, que permite
la acumulación de bienes y la extensión de las propiedades,
sin por ello causar perjuicio a los demás hombres. Y aquí está
el origen de la sociedad capitalista, tan denigrada por
determinados sectores del pensamiento, pero que, en los
últimos tiempos, se ha quedado, tras la caída del muro de
Berlín, como camino único para el desarrollo de las sociedades
que quyieran progresar. Otra cosa será que el capitalismo deba
ser controlado, a fin de soslayar sus aspectos más inhumanos y
salvajes y potenciar aquellos otros que conduzcan a un
crecimiento armónico, equilibrado y lo más justo posible.

En cuanto al poder paternal, la doctrina de Locke es de


gran actualidad. El poder o derecho de los padres sobre los
hijos, más bien un privilegio de los hijos, se refiere sobre
todo al mantenimiento y a la educación de los hijos; es
siempre un poder temporal, pues éste cesa cuando los hijos
adquieren la mayoría de edad, salvo que éstos sufrieran algún
tipo de deficiencia por el que no pudieran valerse por sí
mismos. Y sobre todo es un poder natural, ya que resulta
evidente que la naturaleza ha dotado a los padres de un
sentimiento de ternura para con los hijos. No obstante, el
poder de los padres está muy lejos de poder dictar leyes que
puedan afectar la propiedad, la libertad, los miembros o la
vida de los hijos.

Por el contrario, el deber de los hijos es permanente,


una especie de gratitud como pago por los por los beneficios
recibidos y, en este sentido, un privilegio de los padres. No
obstante, el deber de gratitud y respeto de los hijos para con
los padres, y el grado en que deben dispensarse, variarán
según haya sido el cuidado y la atención el gasto empleados
en los mismos, pues a veces unos hijos reciben de sus padres
más que otros.

Es ésta, pues, una doctrina viva que recoge en su


totalidad la doctrina legal vigente que forma parte del

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sistema educativo y de la tradición en el seno familiar, al
menos en la cultura occidental.

El estado natural y la sociedad conyugal evolucionan


hacia la sociedad política o civil, pues la anarquía que se
derivaría de un estado natural permanente, harían imposible la
convivencia entre los hombres, en la medida en que la
población aumenta y se hace necesario administar los recursos
para que lleguen a todos. Sin la sociedad política o civil, y,
por tanto, sin el Estado, no está asegurada la justicia ni la
supervivencia de los mismos seres humanos, si no es la de los
más fuertes, cosa totalmente inadmisible desde todos los
puntos de vista, pues repugna a la propia razón y conciencia
humana.

El verdadero origen de la sociedad política está, pues,


en el consentimiento de cada uno de los miembros de una
comunidad, por el cual todos deciden someterse a la voluntad y
determinación de la mayoría. Esto, y solamente esto, es lo que
da origen a todos los gobiernos legales del mundo, entendiendo
esta legalidad en sentido democrático, aunque Locke no siempre
lo entiende así, pues la democracia es la única fórmula que
garantiza el consentimiento de una pluralidad de hombres
libres que aceptan la regla de la mayoría.

Cabría preguntarse que si en el estado de naturaleza la


libertad del hombre es tan grande por qué decide mermar dicha
libertad sometiéndose al dominio y control de otro poder a
través del poder político o gobierno civil, es decir, cuáles
son los fines de la sociedad política y del gobierno. La
respuesta parece evidente: en el estado de naturaleza, a pesar
de esa libertad máxima y precisamente por ello, el hombre está
expuesto a la incertidumbre y a la amenaza de ser invadido por
otros, con lo que la libertad se le trueca en inseguridad.

De aquí que, a pesar de todos los privilegios que


conlleva el estado de naturaleza, el hombre se incline a
entrar en sociedad cuanto antes, a fin de preservar su vida,
sus libertades y sus posesiones. En este sentido, vendría,
como anillo al dedo, aquel dicho de que la unión hace la
fuerza, pues a través de ella el hombre consigue disfrutar,
con más seguridad, de muchas comodidades derivadas del
trabajo, de la asistencia y de la sociación de otros que
laboran unidos en la misma comunidad.

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El poder reside, pues, en la sociedad y ésta lo deposita
en la mayoría, que es la que determina la forma de Estado
según donde deposite el poder de hacer las leyes: si este
poder lo tiene realmente la mayoría, tendremos una democracia
perfecta, si lo tienen unos pocos hombres selectos y sus
herederos, una oligarquía, y si lo tiene un solo hombre,
monarquía, que será hereditaria si tal poder pasa del rey a su
heredero, y electiva si pasa del rey a la comunidad y ésta
nombra al nuevo rey.

Pero, ¿cuál es alcance del poder legislativo? Sea cual


sea la forma de Estado y la forma de gobierno, los poderes
legislativo y ejecutivo han de sujertarse a una serie de
principios fundamentales, a fin de garantizar la paz social,
el bienestar y progreso del pueblo, entre los cuales podemos
citar, por ejemplo:

* La existencia de leyes promulgadas y establecidas y


aplicables a todos sin excepción y por igual, buscando siempre
y únicamente el bien del pueblo.
* No sobrecargar a los ciudadanos arbitrariamente y fuera
de lo previsto por las leyes.
* Y respetar la voluntad popular, no tranfiriendo a nadie
el poder de hacer leyes ni depositarlo en otro lugar que en
aquel que el pueblo haya elegido.

Aunque el poder legislativo es el poder supremo del


Estado, éste siempre es un poder fiduciario, es decir,
delegado por el pueblo a sus representantes, pues el verdadero
y supremo poder está siempre en el pueblo. La consecuencia
lógica de ello es que todos los demás poderes, incluido el
ejecutivo y el federativo, estarán siempre subordinados al
legislativo. Y a pesar de que el ejecutivo suela tener la
facultad de disolver y convocar al legislativo, no por ello es
superior a él.

Como resulta prácticamente imposible que los legisladores


puedan prever toda la casuística futura de la realidad, la
cual casi siempre es cambiante, la razón natural y el sentido
común aconsejan facultar al poder legislativo para que pueda
ejercer el derecho de prerrogativa, siempre que el bien de la
sociedad lo exija, el cual consiste en tomar ciertas
decisiones por sí mismos allí donde la ley no ha prescrito
nada, es decir, hacer un bien público, sin regla alguna, y
hasta tanto el poder legislativo pueda dictar la ley adecuada
al caso.

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El poder paternal y el poder político buscan el bien, el
primero de la prole y el segundo de la sociedad en general,
mientras que el despótico sólo busca el beneficio de quien lo
ejerce, claro está, siempre a costa del prójimo, por lo cual
resulta esencialmente perverso.

Señala Locke que la ambición de los hombres es, y ha


sido, tanta, a través de la historia, que frecuentemente han
confundido la fuerza de las armas con el consentimiento del
pueblo. De ahí los distingos entre guerra por causa justa y
guerra por causa injusta, conquista y derechos de conquista,
poder despótico, etc. Esta filosofía, que ha tenido su
vigencia en otras épocas históricas, está hoy totalmente
desfasada, pues más bien se considera que toda guerra es
injusta por esencia, y que no puede haber explicación alguna
que justifique una guerra.

La usurpación (tomar uno posesión de algo a lo que otro tiene


derecho) y tiranía (hacer uso del poder que se tiene en
beneficio propio, sin tener en cuenta el bien genaral), son
abusos de poder que, lógicamente, quedan fuera de lo prescrito
por ley. Por ello, en ambas situaciones, el perjudicado tiene
derecho a oponerse y a resitir por la fuerza, pues fuerza es
lo que se ha empleado contra él.

En el último capítulo, Locke repasa las distintas causas


de disolución del gobierno. De entre todas ellas, la que no
ofrece dudas "es la intromisión de una fuerza extranjera" que
llegue a dominar a un gobierno hasta su sustitución por otro.
Pero además de esta causa, que podríamos llamar externa,
existen otras posibles causas internas, como la descomposición
del poder legislativo o cuando el poder lesgislativo, o el
príncipe, actúan contrariamente a la misión que se les ha
confiado.

En todo caso, y siempre, es evidente que la soberanía


radica en el pueblo, el cual la deposita en sus representantes
legítimamente elegidos para que, en su nombre, ejerza el poder
en nombre del bien de esa sociedad. Y siempre que, tanto el
poder legislativo como el ejecutivo, cumplan con esa misión
sagrada de velar por el bien general de la comunidad, será una
rebelión tratar de alterar su naturaleza, impedir que puedan
cumplir sus funciones, o sencillamente sustituirlo por otro
gobierno.
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Señalar, finalmente, que me ha parecido un libro muy
profundo. Su lectura no me ha parecido difícil, pero sí me he
visto obligada a leerlo muy despacio, y en muchos casos
releer, para poder enterarme bien. Su lectura también me ha
sorprendido gratamente, pues he aprendido muchos conceptos que
desconocía y, en general, creo que me ha enseñado muchas cosas
importantes para mi carrera.

3.- EPÍLOGO Y CONCLUSIONES

El segundo tratado sobre el gobierno civil es una gran


obra de teoría política. La teoría política de Locke es, sobre
todo, una fundamentación del llamado "liberalismo" y una
oposición frontal a la teoría del derecho divino de los reyes.
Según Locke, los hombres son iguales y libres en su estado de
naturaleza. Por consentimiento común llegan a formar una
sociedad, la cual no es solamente el resultado de un deseo de
evitar la "guerra de todos contra todos", de que había hablado
Hobbes, sino también el fruto de un consentimiento libre. La
sociedad se funda también en la existencia de derechos
naturales, tales como el derecho de existencia (o
subsistencia) y el de propiedad (el cual permite al hombre
disponer de los bienes para su existencia o subsistencia).

Este derecho de propiedad no es absoluto, pues tiene sus


limitaciones. Por un lado, la propiedad tiene su fuente en el
trabajo (y también en la herencia, en la cual se expresaron
los frutos de un trabajo). Por otro lado, tiene sus
limitaciones en los demás miembros de la sociedad, pues a
ninguno debe perjudicar la propiedad detentada por otros.

Lo más fundamental en la doctrina política de Locke es su


teoría del gobierno como gobierno representativo. Los miembros
del gobierno son aquellos a quienes los que componen la
sociedad han confiado el poder y el derecho de dirigir a los
gobernados para el bien de la comunidad y de cada uno de sus
miembros.

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Como la sociedad, el gobierno es, o debe ser, resultado
del consentimiento libre de los individuos que forman la
sociedad y no debe nunca pisar los derechos fundamentales de
estos individuos, sino más bien protegerlos.

Locke divide el poder del gobierno en tres poderes, cada


uno de los cuales da lugar a una rama de gobierno:

* El poder legislativo: que es fundamental.


* El poder ejecutivo: en el cual incluye el judicial.
* El poder federativo: que se el poder de declarar la guerra,
concertar la paz y establecer alianzas con otras
comunidades.

Mientras el gobierno siga siendo expresión de la voluntad


libre de los miembros de la sociedad, la rebelión no es
permitida. Es injusta la rebelión contra un gobierno legal.
Pero la rebelión es aceptada por Locke en caso de disolución
de la sociedad y cuando el gobierno deja de cumplir su función
y se convierte en una tiranía.

En la obra que comentamos, las ideas fundamentales y la


doctrina política clave de Locke, versa, pues, sobre:

. Estado natural y estado de guerra


. Propiedad
. Sociedad civil
. Rebelión

Según Carlos Mellizo, traductor y prologuista de la


edición, en Alianza Editorial, del Segundo tratado sobre el
gobierno civil, el contenido de esta obra sigue siendo uno de
los pilares fundamentales del Estado democrático moderno.

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ESTUDIO SOBRE LA OBRA DE JOHN LOCKE:

SEGUNDO TRATADO SOBRE EL GOBIERNO CIVIL

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