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Naguib Mahfuz
No s.
Y luego qu hizo?
Par para ver cmo estaba y qu se poda hacer. Se me ocurri salir
detrs del camin pero entonces aparecieron stos corriendo hacia m,
con garrotes y piedras, y no tuve ms remedio que tenerles a raya con
el arma.
Tiene licencia?
S, soy pagador en Suez y viajo mucho.
El inspector se volvi hacia los labradores y les pregunt:
Por qu sospechis de l?
Gritaron, quitndose la palabra de la boca:
Porque vimos perfectamente lo que hizo y no le dejamos escapar. . .
El hombre dijo angustiado:
Es mentira, no vieron nada.
El inspector orden a un agente quedarse vigilando y a otro avisar al
fiscal mientras se trasladaba con todos a Jefatura, para escribir el
atestado. Tanto Al Musa como los labradores mantuvieron sus
declaraciones. Al empezaba a dudar de que la investigacin fuese a
poner en claro la verdad. De la vctima sali a luz el nombre: Ayyad alYafari, y que era vendedor ambulante, en tratos con casi todos
aquellos labradores. Al Musa preguntaba:
Me habra parado si fuera culpable?
El inspector contest framente:
Atropellar a alguien y huir no son cosas que se sigan necesariamente.
Ms espera. Los labradores en cuclillas. Al Musa ocup una silla con
permiso del inspector. El tiempo transcurra lento, doloroso, espeso.
Acabado el atestado, el inspector se desentendi de ellos. Nada de
aquel asunto pareca ir con l y se puso a matar el rato leyendo la
prensa. Por qu tendran los labradores aquel empeo en culparle? Lo
peor es que mantenan su testimonio con la misma limpieza que si
fueran sinceros. Sera todo un espejismo? Sera que, como suele
suceder, uno habra lanzado aquella versin del accidente y los dems
Usted?!
Retrasa la presencia del fiscal, no respeta las leyes.
Le llevo al calabozo.
Es peor que este caos?
Es que quiere recurrir al expediente de locura?
Al se levant desafiante, la mirada extraviada. El inspector llam a los
agentes. Entonces son el timbre del telfono. El inspector descolg y
estuvo atento unos momentos. Colg y mir a Al con malicia y rencor,
disimulando a la par una sonrisa; y le dijo:
Ha muerto a consecuencia de las heridas. Al Musa se demud
ligeramente. La mirada maliciosa choc con otra de clera ciega. Grit
con voz estremecida:
La ley an no ha dicho nada, esperar...
Traduccin de Marcelino Villegas y Mara J. Viguera
Instituto Hispano-rabe de Cultura, Madrid, 1988