De una vez para siempre debiera quedar arrumbada la
idea de Dios como rival del hombre, como el que limita y coarta su libertad, su creatividad, su responsabilidad o su felicidad. La conocida sentencia lapidaria de S. Ireneo se hace inevitable: La gloria de Dios es que los hombres vivan, sin omitir el complemento que aporta el mismo autor: y la vida de los hombres es que tengan la visin de Dios, que pienso que habra que referir no slo a la visin definitiva de una vida futura prometida, sino tambin a la atencin a Dios que el hombre ha de tener en el ejercicio de su responsabilidad en el mundo, a fin de que sta sea para vida y no para muerte de los hombres, que son la gloria de Dios. Ya a Abraham se le haba dicho con un sentido semejante: