Si hay que declarar de todo punto insuficiente la imagen
de Dios como garante del orden csmico, con mayor razn hay que rechazar otra imagen que a menudo se hace derivar de aqulla: la de Dios como garante del orden social establecido. La sociedad, tal como hoy la vivimos y experimentamos, slo puede declararse como un desorden institucionalizado y ms o menos compensado, en definitiva casi siempre a favor de los ms poderosos, que son los que imponen, en ltima instancia, las leyes de este desorden ordenado. Y nadie piense que al hablar as no hacemos ms qu