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Lt discurso de la querra recorre toda ja obra de Sarmien- to. Esta presente en sus reflexiones politicas y econdmi- as, y hasta en sus textos sobre educaci6n. Incluso la paz se ancibe como una agitada movitizacion militar sin batalla. De hi que el discurso bélico sirva para hilvanar, a través de sus li- ros, las cuestiones mas diversas y heterogéneas. Sarmiento pensaba que el espiritu de un pueblo reflejaba © sélo sus maneras de vivir sino también, y en igual medida, 4s formas de morir. Mantenerse con vida en un territorio sig- ificaba, para cada sociedad, darse una economia y un go- jerno, y ademas, junto con ellos, su peculiar arte de la gue- fa. Los pueblos tenian, segtin él, sus modos especificos de roducir pero también, no se le escapaba, sus singulares ma- eras de destruir. Por eso, lejos de oponer las figuras eternas de fa razon y fa uerza, de fa ley y la vioiencia, fa lucha sarmientina entre Civi- zacién y Barbarie drarnatizaba, en sus ensayos, un conflicto istarico y concreto entre dos modalidades bélicas divergen- as, entre dos diagramnas estratégicos y tacticos diversos, o in- luso, si se prefiere, entre dos complejos dispositivos de po- ler, inspirados en tormas militarizadas de dominacién Barcos sobre la pampa analiza el plan tactico y estratée- lico de Sarmiento en sus distintos niveles, y como éste procu- aba vencer dos obstaculos fundamentales: el cuerpo indémi- 0 del gaucho y la ingente extension del territorio. ARDO SCAVINO es dacente de la LBA y escribe para el suplemento “Cultura y Nacién” del diario Clarin. Publi- 6 Nomadologia (Una lectura de Deleuze) en 1991, y en a actualidad prepara en el CONICET su tesis doctoral sobre la teratura policial en Argentina. ' tle Coleccion La Cultura Argentina (dirigida por Jorge Cernadas) Dardo F. Scavino. Barcos sobre fa Pampa Las formas de la guerta . en Sarmiento Proxima aparicion: Oscar Teran Nuestros arias sesentas ~ La formacién de la nueva izquierda intelectual argentina 1955-1966 Maristella Svampa Pensar el Facundo Civilizacién y Barbarie en Ja cultura y la politica argentinas : Ediciones EL CIELO POR ASALTO Corrientes 2548 3° G (1046) Bs. As Tel: 952-8065 Fax.: 953-1539. BARCOS SOBRE LA PAMPA Las.formas de la’guerra en Sarmiento Dardo F. Scavino BARCOS _ SOBRE LA PAMPA Las formas de la guerra en Sarmiento EvICiOtEs ELCiEY POR ASALTo . “Tego Mundi ISBN N? 987-99239-7-9 © Ediciones El Cielo pos Asalto Disefio de tapa: Alejandra Benitez Composicién y armado: Andrea Di Cione Impreso en Argentina * Printed in Argentina Ediciones E] Cielo por Asalto Corrientes 2548 3° G (1046) Buenos Aires - Argentina Tel. 952-5065 Fax. 953-1539 INTRODUCCION A los hombres se desgiiella, a las ideas no. Sarmiento E N 1845 esta frase’ servia de epigrafe a Facundo, Es redundante de- _ cirlo. Sera repetida y parafraseada millares de veces. Se convertira en un emblema del pensamiento sarmientino. Mal comienzo, si se quiere iniciar su lectura sin riesgo de caer en la banalidad oe] Perogrullo. Pero éon ella“Sarmiento proponia también un criterio de distincién simple entre guerra y politica. Y es ahi donde nos gustaria interferirla: ahi donde Sarmiento crea unos conceptos y no donde repite o traduce unos términos, ahi donde las necropsias celebratorias o irénicas no pue- den alcanzarla. Por eso nuestro texto no quiere ser mds que unas cuan- tas palabras acerca de esas pocas palabras. En ellas se cifra toda la nove- dad del discurso sarmientino. Novedad que él supo extraer del antiguo drama de la Civilizacién y la Barbarie. En efecto, antes de Sarmiento este drama habia tenido ya varios ac- tos. Tal vez no concluyé atin, En todos ellos la politica parecié oscilar en- tre la persuasién y la disuasién, entre la razén y las armas. Como si hu- biera une lucha enire estas dos formas o utia alianza secreta entve elias: al igual que cualquier lucha ésta tendra sus secretos y sus imposturas, como toda alianza ésta tendrd también sus traiciones y fidelidades. Podemos asignarle a este drama imaginario un primer acto mitico: los barbaros han tomado Ja ciudad. Se presenta entonces la primera figu- ra funesta de la Barbarie: entra el tirano, el cauditlo devenido déspota, el guerrero devenido Principe: estélido, cinico, cruel, con una muéca salvaje en el rostro, una sentencia fria en los labios y una atroz espada en la ma- no. Es la disuasién misma convertida en politica: persuadido de que los pueblos sélo se gobiernan por Ia violencia, estrena en cada esquina su es- 7. pectdculo de crueldades. Esté persuadido de ello, en efecto: hay que mi- rar también detras del telon, alli donde una figura se mueve, le palmea el hombro y le susurra cosas al oido: es el consejero del Soberano, hom- bre de ja persuasién, de la palabra secreta, cuchicheada. Alguien se presenta en segundo lugar. Lleva una toga negra, y cuando habla, su lengua también es negra. Es e} sacerdote de la transva- loracién, el trasmutador de todos los valores . Le habla al pueblo desde el proscenio: “{No ven la ternura del Principe -dice su sermén-? Deberian estarle agradecidos, puesto que les petdona bondadosamente Ja vida. To- dos, mientras vivan, tienen una deuda sagrada con El]. Deberdn pagarla con dolor y sacrificio. Esas vidas con que cargan no serian nada si no fue- ra por El, son sélo un girén tenue de Su figura, apenas la bruma evanes- cente de Su aliento, ya que le bastarfa una palabra pronunciada a me- dias para que-todos ustedes desaparezcan, como un mal pensamiento en un dia de fiésta”, Les viejos vecinos se reinen consternados. Alguien les habla, otro hombre de Ja persuasién, primera imagen mitica de la Civilizacion. Tam- bién él tiene la misién de persuadir al soberano. Solo que su Soberano ya no es el déspota sanguinario sino el Pueblo. No podrd susurrar enton- ces esas | furtivas palabras que eran como un cosquilleo en Ja oreja del Se- for, Sup palabra ser vociferante y publica (esto tiene sus inconvenientes, le dird Alberdi a Sarmiento, “la prensa como el proscenio desarrolla la vanidad, que es enemiga del secreto, y sin el secreto se puede gobernar por una hora de asonada el populacho de la calle, pero no una Republi- ca”). Asi pues, el hombre de la persuasién publica ya no se encarama de- ‘tras del trono: sube al pilpito, quiere ser reconocido por todos. Sacude el indice como un puntero contra los acusados: el tirano y sus secuaces. Es el fiscal, el defensor insobornable del pueblo (por momentos también apunta con impetu hacia arriba, puesto que tiene a la razén como testi- go), Ya no es hombre del Principe sino de los Principios. Su palabra des- pierta al Pueblo, y éste, mientras se despereza, va tomando conciencia de su voluntad. Su palabra “resuena idénticamente en la conciencia de todos”, diria Hegel, ya que es la lengua misma del Pueblo, la vox poputi. Y es que el politico de la Civilizacién no dice sino aquello que todos sa- bian ya en secreto, como un sentimiento en el fondo de sus corazones: ellos reconocen en 6] le que conocian bien sin haberse percatado, Por eso él los representa, no los gobierna: si é] vence es porque convence, y si él convence se debe a que ellos estaban persuadidos de antemano (ellos, pues, no obedecen sino a su Razén). En las fronteras dei pais alguien se resiste aun a esta convencién, No escucha esa palabra unificadora y se obstina en balbucear un lengua- je Aspero e incomprensible: es la segunda figura mitica de la Barbarie. Esta vez no media entre las alturas que separan a Dios y al Hombre, si- no entre los abismos que unen al hombre con los animales. Por eso evade Ja Ley y el orden Civil, porque se sustrae a la Razén misma: es el deli- rante o el vagabundo. Nadie lo representaria tampoco en el Estado, ya que sus rudos deseos no podrian ser reconocidos por la comunidad civili- zada: come la carne cruda de los animales y bebe su sangre atin caliente {sus caballos también comen camne)!. No tiene, asi, prestigio ni propie- dad, y vive esclavo de sus instintos salvajes. Reaparece el sacerdote. Ahora viste una levita. La Civilizacién, anuncia, nos salva doblemente. En primer término, de les tiranos: prime- va figura ominosa de la Barbarie. Y es que ya nadie manda en sentido es- tricto. No quiere decir, claro, que la disuasién haya desaparecido: es sélo que no le pertenece a nadie o le pertenece a la comunidad misma. Todos mandan porque todos obedecen. Asi que todos seguiran pagando: la deu- da no ha sido cancelada. Pero en rigor de verdad, nadie ocupa ahora el si- tio del acreedor, nadie puede gozar obscenamente de nuestro tributo. En segundo término, dicen los sacerdotes, la Civilizaciéh nos salva del salvajismo, de la tirania de los instintos (segunda figura inquietante de la Barbarie). La ley nos libera de las determinaciones sensibles de nuestro deseo: cuando mas le obedezcamos, mas libres seremos. puesto que obedecemos nada menos que a la misma Razén Pura. Por eso existe una relacién intima entre los dos barbaros: el tirano 1, “Con los némades no se puede hablar; no conocen nuesti idioma y casi no tienen uno propio. Entre ellus se entienden a la manera de los grajos; siempre se les oye como graz- nar. Nuestra forma de vida, nuestras instituciones les twsultan incomprensibles y no se interesan por ellas; en consecuencia rechazan tambidm toda forma de lénguaje por seiias .-) Ultimamente al carnicery se le ocurrié evitarse por lo menos el trabajo de carnear, y por la maiiana se trajo un bucy vivo. Seria mejor que no lo vuelva hacer; me pasé toda una hora en el fondo de mi local, tirade en el suelo, y me echd encima en todas las ro- pas, mantas y almohadones que pude encontrar para no cir los mugidos del bucy, sobre el cual se abalanzaron de todos lados los némades para savarle a dentelladas su carne caliente” Kafka, “Un vivjo papel’, en Relatos Completes, Tomo I, p-171, Bucnos Aires, Losada, 1980, de los otros es e} esclavo de si. Sdlo los virtuosos gobernardn en la Civili- zacion: la virtud no sera el poder para imponerle una voluntad a los de- mas sino para impenérsela a si mismo: sélo pueden gobernar los que mas obedecen, Sécrates dixit. Y los que no se dejen persuadir con tan nobles razones, entonces ha- bra que disuadirlos: la guerra se convertira en la continuacién de la poli- tica por otros medios (a saber: violentos}. Precisamente, el problema es que los adversarios no tienen un lenguaje comtin, no pueden entenderse. Pero puesto que.no hay mas lenguaje verdadero que el de la comunidad (que es’ el de la razén), el enemigo no habla: grazna, delira. La guerra fuerza la comunicaci amos a comunicarnos aunque tenga que matar- te, parece decir; aceptards esta lengua con la sangre de tu gente. Por eso algunos se cuestionardn seriamente por qué esta lengua, siendo de la Razén en persona, no logra persuadir al adversario, no logra que éste la reconozca como suya. {No sera, se preguntan, que esa persua- sién nos seduce irresistiblemente? gEsa logica irrefutable no serd una re- térica artificiosa? Entonces ese poder es superior al de la disuasion, y es- td en manos de quienes poseen los medios sonoros y visuales de persua- sion, Sera la era del stmulacro. Pero la Barbarie retorna. Si el simulacro nos captura, si lo acepta- mos, dicen otros, se debe a que, inconscientemente, tememos ser castiga- dos por no hacerlo. jToda persuasion esconde una disuasién! Toda creen- cia se sostiene en una violencia, toda ley en una fuerza, La politica de la clase dominante, se podra decir entonces, no es mas que la continuacién secreta de la guerra por otros medios (a saber: persuasivos). Parece que “la Civilizacién no habia desplazado a la Barbarie, sélo se encargé de es- camotearla y haceria volver de puntillas por {4 puerta trasera. El verdadero secreto, el que no queremos ni siquiera aceptar, no se- ria la sabia palabra susurrada al oido del necio tirano, ni la voz callada de la razén resonando en nuestra conciencia, Las figuras del persuasor y e! disuasor se han intercambiado: hay una amenaza implicita que sostie- ne al hombre de la persuasién y le da crédito suficiente. Detrds del telén no se oculta mas el consejero, se parapeta en cambio el viejo déspota con su afilada espada: si somos convencidos es porque fuimos vencidos, pero en otro.lado. El revolucionario, entonces,.no tardard en aliarse con los nuevos sacerdotes, los indagadores del alma: jHemos interiorizado el desgtiello, dicen, bajo la forma terrible de la castracién! jHemos interiori- 10 zado la deuda bajo la forma culpogena de la neurosis! Es Edipo, Edipo el tirano quien vuelve (Las escenas, pues, se han duplicado; detras del te- l6n hay otro escenario donde se esta desarrollando una tragedia: la poli- tica, verdaderamente, se ha convertido en un destino). El sacerdote ha abandonado su toga, pero su lengua no es menos ne- gra. La culpa, nos dice, ya no es una deuda consciente con el Estado: se ha vuelto inconsciente, como si tuviéramos una cuenta personal con débi- to automatico. Esta es la verdadera privatizacién del Estado que nos de- para el capitalismo: el inconsciente ya no es un secreto que se le sustrae a Su mirada (oscuro salvajismo de los instintos que Cambaceres solia evocar); es, directamente, un secreto y una razon de Estado. La concien- cia resultaba un vigilante falible para el gobierno de si, y las amenazas publicas muy faciles de evadir. La buena nueva ha llegado: el inconscien- te no és un barbaro tiranizado por la naturaleza, es un barbaro despdético gobernandonos en el fondo de casa, Todavia surgirdn nuevas figuras de la Civilizaci6n y la Barbarie, de la persuasién y la disausién, de sus alianzas y luchas. Por alla la “aldea global” y los medios masivos de comunicacién; por acd la destruccién to- tal y los medios termonucleares de disuasion. La divina T.V. Fiihrer, co- mo diria Solari, y los marines de los mandarines (que cuidan por noso- tros las puertas del nuevo cielo), Para Sarmiento el problema del poder (y, en consecuencia, el de la politica) pasa por otro lado. Es cierto que la guerra entre la Civilizacién y la Barbarie recorre todo su discurso. A ninguno de sus comentadores se le escapa esto. La guerra dirige sus reflexiones politicas, econdmicas, educativas. Hasta la paz se piensa segun el modelo de la guerra. Auin asi, esta guerra ne es sélo un enfrentamiento polar entre dos contendientes: es, mds que nada, el enfrentamiento entre dos formas estratégicas y tac- ticas de hacer la guerra. Esto quiere decir: sus objetivos politicos, sus propésitos militares y sus medios armados varian de uno a otro bando. * Es como si, frente a Rosas y Jos unitarios, Sarmiento hubiera dicho: cambiemos de conversacién, esta dialéctica de Ja ley y la fuerza no me convence. Por eso para Sarmiento las estrategias y tacticas militares es- tin indisolublemente unidas a modos de posesion det sueio, pero también a formas de circulacién de las mercanctas.y a modalidades de consumo y goce que pueden ser econémicas o no. Pero estas figuras que recorren 11 toda la obra sarmientina estan estrechamente relacionadas con modelos de dominacién, formas estatales de gobierno y tipos de autoridad. Sarmiento opone, en primer término, las figuras de la Civilizacién y la Barbarie como si se tratara de disyunciones binarias. Pastoreo vs. Agricul- tura, per ejemplo, cuando hable de formas de posesién del suelo. O bien Despotismo vs Republica, cuando se refiera a formas estatales de gobierno. Pero Sarmiento divide estas oposiciones de acuerdo con una serie de ras- gos distintivos que pueden ir desde el “uso del tiempo libre”, en un caso, hasta los “esquemas de inversién del consumo”, en otro, O bien, “tipos de fuerza” y “zonas de intervencién del poder”, cuando quiera distinguir los diversos modelos de dominacién, En este aspecto, las relaciones entre eco- noma, politica y guerra no se explican ni por una simple determinacién canal, ni por un senceillo caleulo-de intereses. Lo que es un modelo 0 una forma‘en un nivel, puede convertirse-én rasgo distintivo de otra. Pero Civilizacién y Barbarie no sélo operan aqui segmentaciones bi- narias: trazan también wna segmentacién lineal.o evolutiva: Los siste- mas no sé distinguen, unicamente, como formas cualitativas opuestas. Estdn montados, ademas, en una linea gradual o cuantitativa de incre- mento del poderio militar o econémico, Estos gradientes 0 intensidades se miden por los niveles de aprovechamiento de la energia, de un lado, y por los aumentos estratégicos y tacticos en la velocidad, del otro. Esta li- nea cuantitativa le da un sentido a la Historia y al progréso, pero tam- bién una fatalidad econémica y militar: las formas mas avanzadas o po- derosas van a vencer indefectiblemente a las mds rezagadas. Por ultimo, Civilizacién y Barbarie componen, en el discurso sar- ‘mientino, dos amplios segmentos circulares girando en torneo a polos de autoridad o centros jerdrquicos de goce que no se identifican necesaria- mente ni con las formas de gobierno ni con los modelos de dominacién ni con las clases sociales: cuerpo voluptuose del Caudille, por un lado; cuer- Po gozoso del Capital, por el otro. “Todos estos segmentos se combinan de diversas maneras, y ninguno de ellos se presenta sin que los demas lo secunden. Por eso quisimos an- ticiparlos aqui, ya que tos capitulos no se dividirdn siguiendo estas distinciones. El primer capitulo es mas bien spinociano, presenta una serie de de- finiciones y axiomas que nos ayudardn luego con la lectura de Sarmiento (merodear4 por alli la sombra ineludible de Clausewitz), 12 Los tres siguientes parten de éste e intentan determinar, en la gue- tra de Sarmiento, cud! era su objetivo politico, cual su propdsito militar y cémo pretendia conquistarlos. E] quinto capitulo intenta mostrar cémo las formas bélicas, econdémi- cas y politicas estan imbricadas en el discurso sarmientino. El sexto, por ultimo, intenta describir los mecanismos sarmientinos para la produccién masiva de subjetividades. Para finalizar, diré que este trabajo fue escrito bajo el notorio influjo de Paul Virilio (estudioso de Ja guerra y las velocidades), de Michel Fou- cault (historiador de los procedimientos y las infamias) y de esos dos car- tégrafos del deseo que son Deleuze y Guattari. Las referencias y citas de este trabajo no mediran suficientemente la lectura estimulante de sus textos. 13 I EL DISCURSO DE LA GUERRA Escribo como medio y arma de combate, que comibatir es realizar el pensamiento. Sarmiento \ ] AMOS a intentar aqui distinguir y analizar las dos modalidades béli- cas enfrentadas en la literatura sarmientina: Civilizacién y Barba- rie. Se nos permitird para ello que a menudo echemos mano de Clause- witz, cuando hagamos referencia categorias pertenecientes a:la teoria de la guerra. Al igual que Clausewitz, Sarmiento vera en la guerra un ins- trumento de violencia para alcanzar una finalidad politica: la guerra se- rd un acto de fuerza para imponer una voluntad a un adversario. Pero como decia ya Clausewitz no hay que confundir el objetivo politi- co (Zweck) con e] propésito militar (Ziel), por mas que aquél se alcance a través de éste: la guerra es la continuacién de la politica pero por otros medios. E] objetivo es imponerle una voluntad al otro, y podria llevarse a cabo pacificamente si el otro, obstinado en su resistencia, no se armara para impedirlo: como dice Clausewitz, la guerra siempre comienza por la defensa. Sdlo cuando el otre se convierte en adversario militar, el politico recurrird a su brazo armado. Los propésitos militares, entonces, pueden ser ya aniquilar al enemigo, ya desarmarlo (y veremos que Sarmiento op- ta por lo segundo). El triunfo militar, luego, creara las condiciones necesarias para impo- ner una voluntad politica. No es casual que Sarmiento haga hincapié en esta distincién entre objetivo y propésito: quiere tomar distancia de Ro- sas para.quien la politica era la gestién estratégica de las coacciones ya que se confundia con el propésito militar: su politica era una poliorcética. * 17 Esto no quiere decir, claro, que la politica de Sarmiento no nos depare al- gun que otro temblor. Asi podran distinguirse en Sarmiento tres sujetos. Cada uno de ellos, como en Clausewitz, ocupard un lugar jerarquico en la trilogia bélica: el jefe politico postula el objetivo; el comandante militar disema la estrate- gia para alcanzar el propdsito marcial; e) soldado, por ultimo, usa su fuerza y Sus armas en la maniobra tactica. La guerra reine, pues, esta “sorprendente trinidad”; la voluntad politica, la inteligencia estratégica y Ja violencia armada. Recordemos que la tdctica es el arte de combinar y conducir las fuer: zas individuales con vistas al encuentro aislado. La estrategia, en-su lu- gar, combinard éstos encuentros para alcarizar el propdésito militar final: “La tdctica -decia Clausewitz- ensefia el uso de las fuerzas arnadas en los encuefitros y la estrategia el uso de los encuentros para alcanzar el propésito,de la guerra” *, entido todo el pensamiento militar de Sarmiento estara atra- vesado por un modelo combinatorio. Hay combinaciones estratégicas y tacticas;,e incluso, si pensamos en el cuerpo mismo del soldado, su uni- dad relativa no serd mds qué una maquina combinatoria: coordinacién complaja'y rigurosa de miembros, armonfa de los gestos, correccién de las posturas, compacidad de los actos, etc. La trinidad bélica se presenta, ademés, como un sistema jerarquico de mediaciones. En éste la nocién antropoldgica de uso esté a la orden del dia, Hay en Sarmiento una primera ‘pragmatica” de la guerra: el ob- Y 0.8 aleanza por medio de la estrategia militar; .e) propdésito Su vez, se conquista mediante la accién ordenada y eficaz de las unidades tacticas de asalto y resistencia. Esta pragmatica plantea un uso broyectivo def-arma o la herramienta. Esta presente en tas opiniones de Sarmiento acerca del ejercito como “instrumento”de la politica pero también, por ejemplo, acerca del cuchillo como “instrumento” del gaucho, prétesis.agresiva 0 laboral de su cuerpo Aun ai, habrd que considerar una jerarqufa inversa, una segunda pragmatica de la guerra. Ya no se tratard de un uso proyectivo del ins- trumento sino de un “so introyectivo: la herramienta o él arma dejan de ser instrumentos y se convierten, como diria Marx, en “maquinas”: se es- tablece una nueva alianza entre el cuerpo y el arma. Un ejemplo Io tene- mos en la “simbiosis” del gaucho y el caballo: el cardcter de un individuo, 2. Karl von Clausewitz: Dela guerra, Barcelona, Labor, 1976, p.121- 18 sus deseos e ideas, dependeran, en este caso, de los medios que dispone para luchar o trabajar; como dirva Hegel, las armas son la esencia misma de los combatientes . Desde este punto de vista, los progresos del poder armado condicionan el estatuto del propdsito militar y, con ello, la inteli- gencia estratégica. Por lo mismo, varian los objetivos politicos alcanza- bles y las pretensiones de los gobernantes. Claro que ya Clauswitz aludia a esto: el objetivo, afirmaha, “debe adaptarse a la naturaleza de los medios a su disposicién y, de tal “modo, cambiar a menudo completamente” 4, Pero’ para Clausewitz este ajuste . era meramente coyuntural: la sagacidad politica consistia en sabér. re- nunciar 0 postergar a tiempo las finalidades politicas inalcanzables por jas restricciones en el poderfo armado. Para una dialéctica de las pasio- nes esto querfa decir: los sacrificios de la guerra pueden ser demasiado onerosos y vencer, en combate a muerte, a los motivos que la suscitaron. Para Sarmiento, en cambio, el progreso tecnolégico en los armamen- tos y en las tacticas que estos engendran, condicionan los objetivos pes-'~ tulables. Como veremos luego, la democracia como sistema politico sélo fue posible, para Sarmiento, cuando las armas de fuego irrumpieron en occidente y tornaron inutiles 4 fortalezas y armaduras, cuando la infan- teria y la artilleria triunfaron por sobre la caballeria, cuando la plebe desplazé del campo de batalla a la nobleza. La inteligencia estratégica no puede definirse de una vez para siem- pre a partir de reglas eternas: las categorias de deliberacién estratégica se modifican con les progresos técnicos en el armamento. Tampoco las ca- tegorias esenciales de los ideales politicos pueden conocerse a priori, co- mo pretendian los racionalistas y apraxicos unitarios: estas categorias se modificaran también junto con la evolucién del armamento, junto con las variaciones eventuales de las estrategias posibles. Primer axioma, pues, que nos interesa de Sarmiento: la voluntad politi- ca y el poder armado se hallan en una relacién de determinacién reciproca o de condicionamiento mutuo. La historia politica de los pueblos estard in- disociablemente unida al progreso tecnolégico de sus armas: linea ascen-' dente de poder y de provecho militar 0 econémico de la energia. Podemos adelantar, asi, una primera definicién de progreso, tal como subtiende al discurso sarmientino: la voluntad politica no tiene un objeti- vo trascendente al sistema, su finalidad no es otra que el increment ili- mitado del poder de obrar del ejército, vale decir, el perfeccionamiento 3. Ibid, p. 58. 19 tdctico de los medios disponibles. En la medida en que este poder se in- crementa (o progresa), la voluntad podra ambicionar nuevos objetivos, siempre y cuando éstos no sean fines en si mismos sino medios idéneos para acrecentar atin mds las capacidades operativas de ese ejército. El propésito militar era desarmar al enemigo, pero e] objetivo politico sera armar y entrenar a los aliados. Por ejemplo cuando debe hablar de fos objetivos politicos de la educa- cién popular, Sarmiento dird: “El poder, la riqueza y Ja fuerza de una na- cién dependen de Ja capacidad industrial, moral e intelectual de los indivi- duos que la componen; y la educacién publica no debe tener otro fin que el de aumentar cada vez mas el ntimero de individuos que Jas posean” 4. Por eso el pensamiento sarmientino aporta, entre nosotros, una buena cuota de novedad. Ya no confunde la finalidad politica con la militar, co- mo, segun él, hacia Rosas, Unira, esta vez, los destinos de la deliberacién politica a los del ordenamiento tactico. Gobernar no sera tante planificar una estrategia armada contra ana poblacién, como extender ta maquina- ria de una tactica mititar sobre la sociedad. De ahi el anti-rosismo o el anti-terrorismo de Sarmiento. Porque esta oposicién histérica a la tirania se deriva de aquel cambio en ta perspectiva politica y militar. El pueblo ya no sera e! propésito bélico, un ejército al que atacar o del cual defenderse. El gobernante establece ahora una alian- za militar con el pueblo: éste deviene medio tactico. El estratega, entonces, ya no lo acosa: lo organiza. No lo amenaza: lo administra. Con Sarmiento el cuerpo social se convierte en un disciplinado cuerpo de tropa. Rosas, el déspota, no gobernaba, habfa dicho Sarmiento. Encerrado por meses en su casa de Palermo 6) “dirigia la guerra”: para 6] la politica era la continuacién de la guerra por lox mismos medios. Imponia su vo- huntad a fuerza de verga y puiial, de terror y degiiello: el Estado en ese entonces tenia la forma ingente y amenazante de un ejército sanguina- rio. Sarmiento, en cambio, no ve en la poblacién el objeto de una conquis- ta armada sino el sujeto de un poderio bélico y econdmico, si se los sabia disciplinar para tal fin. Por eso, mas que con una estrategia letal, Ia poli- tica se confunde con una tactica funcional: orden y progreso. Claro que, en lineas generales, podemos decir que estas dos actitudes bélicas corresponden a dos formas de gobierno -el despotismo y la republi- ca-: y esto se veriticaria asi en Sarmiento. Pero para ser precisos, no se tra- ta tanto de formas de gobierno como de modalidades de dominacién diver- 4. Sarmiento: Educaeién popular, Bs. As, Lautary, 1949, p.26, subrayamos. 20 sas, que van incluse mas alla de una mera gestién estata), Los modelos de dominacién 0 de poder recorren todas las formas institucionales, desde el ejército y la escuela hasta la domesticacion del caballo por parte del gaucho. Rosas debe mantener una fuerza permanente de represién interna: la Mazorca. Con ella mantiene vigente su amenaza de muerte y aniquila- miento sobre la poblacién. El terrorismo estata! logra que la poblacién se someta a cambio de conservar su vida: “Degtiella, castra, descuartiza a sus enemigos para acabar de un solo golpe la guerra (...) el terror es un medio de gobierno que produce mayores resultados que el patriotismo y la espontaneidad” 5 Cuando Alberdi lea a Sarmiento, algo no se le escapard: en sus concep- ciones el ejército se extiende e identifica, practicamente, con el pueblo, co- mo lo recomendaba Maquiavelo tres siglos antes, Excepto que, ahora, el objetivo politico de estas tropas no sera tanto Ja conquista violenta de otro reino o la defensa armada de la Soberania, como una gestién de las propias fuerzas, el incremento ilimitado del poder de la poblacién-ejército. La fuer- za cambia aqui de naturaleza: la violencia era una fuerza que procuraba descomponer los cuerpos y limitar 0 neutralizar, con ello, la fuerza del ene- migo; la disctplina sera la fuerza que busque cambinar 0 componer los cuerpos de manera que aumente su poder de obrar, , De este modo, estos dos modelos de dominacién se distinguen, en princi- pio, por tipos de intervencién: sila violencia amenaza y mutila los cuerpos, ja disciplina los sana, los instruye, los incentiva, los gestiona, los supervisa. El degiiello separaba los cuerpos en pedazos: era una ablacién sangrienta. La disciplina separa al cuerpo de su fuerza de trabajo acrecentadazal indi- viduo, de su poder militar incrementado: como diria Marx, no busca la apropiacién de los cuerpos sino el aprovechamiento de su poder de obrar. Civilizar, en una primera acepcién, serd poner a un pueblo en marcha. La politica Sarmientina, lejos de ser la paulatina desmilitarizacién del Es- tado, extiende la militarizacion a todas las combinaciones intra o inter-cor- porales de la vida social: una permanente e incruenta guerra sin combate. Ese punto intangible en donde la heroica “libertad de movimiento” que sé oponia a la tirania estanca, se convierte en una administracién minuciosa del movimiento, en una inquieta politica de movilizacién de masas. 5. Sarmiento: Facunde, Buenos Aires, Losada, 1963, p.233 y 189-Por supuesta, cada vez que en este ensayo nos referimns a Rosas, no hablamos de su figura histérica sino del “Rosas” de Sarmiento. 22 Ii OBJETIVO POLITICO El aspecto conjunto de ta vida no es ta indigencia, el estado de hambre, sino mas bien la riqueza, la abundancia, y hasta la insensata dilapidacién; donde se combate, se combate por el poder. Nietzsche ETENGAMONOS ahora en el objetivo politico de Sarmiento. “{Por qué combatimos?” se pregunta en Facundo, y 61 mismo se contesta: “combatimos para volver a las ciudades su propia vida” ®, La voluntad politica de Sarmiento sera resucitar las ciudades arrasadas por larbarba- tie. Mientras el propésito militar seria quitar la vida, o al menos, debili- tarla; el objetivo, al contrario, sera fortalecerla. Cuando le escribe a Paz, a rafz de la publicacién de Facundo, Sar- miento dice claramente cual es su finalidad: “Facundo no tiene otro obje- to que ayudar a destruir un gobierno absurdo y preparar el camino a otro nuevo”. Doble finalidad,. pues: un propésito militar (cuyas evoluciones y conclusién seran relatadas en Campafia del Kyjército Grande), y un obje- tivo politico (prefigurado en Argirdpolis), Amén de una salvedad: el pro- pésito militar “prepara el camino” para el objetivo politico, no se confun- de con él. De ahi Ja sinuosa disputa de Sarmiento con Alberdi en torno a la figu- va caudillesca de Urquiza. Es cierto, y Alberdi se lo achaca: detrds de los ataques de Sarmiento se esconden sus ambiciones personales. Pero las “ 8." Ibid, p.T0. 25 intenciones del autor exceden los limites de nuestro andlisis. Si quere- mos ser rigurosos con nuestro objeto de estudio deberiamos oir, mas bien, el argumento de Sarmiento: “Si antes de conocer a! general Urqui- za dije desde Chile ‘su nombre es la gloria mas alta de la confederacién (en cuanto instrumento de guerra para voltear a Rosas)’, lo hice, sin em- bargo, con estas prudentes reservas: Sera 6} el unico hombre que, ha- biendo sabido elevarse por su energia y talento, legado a cierta altura (el caudillo) no ha alcanzado a medir el nuevo horizonte sometido a sus mi- radas, ni comprender que cada situacién tiene sus deberes, que cada es- calon de la vida conduce a otro mds alto?” 7. En opinién de Sarmiento, Alberdi confunde, en ese momento, al jefe militar con el politico: Urquiza sdlo cumple con el propésito castrense o, si se quiere, con el momento negativo del objetivo politico, es un “instrumen- to de guerra para voltear a Rosas”. Su bizarria -algo que, por otra parte, Sarmiento se encargard bien de poner en duda- no alcanza para legitimar sus ambiciones politicas: la nueva situacién, que él posibilita, requiere de un escalén mas alto en el podio de las conducciones: como Cincinato, Ur- quiza deberia retirarse para poner en manos de un politico (Sarmiento, claro) da‘gestacién de la Organifaciéti*Nacional. Nuevamente Sarmiento distingue fuerzas de dos naturalezas: de destruccién y de gestién’. El objetivo politico es revitalizar las ciudades, incrementar su fuerza y su poder. Siguiendo Ia linea gradual de aumento de potencia, el objeti- vo de la politica sarmientina sera hacer avanzar la Historia (si, como ve- remos, la Barbarie tiene como aliada a la Naturaleza, la Civilizacién cuenta a su favor con ta bendicién de la Historia). Esta idea repercute, primero, en toda la teoria sarmientina del deseo. 7. Sarmiento: Campania del Ejército Grande, México, Fondo de Cultura Ecanémiza, 8, p.73, subrayamos. privilegia en las Cartas Quillotanas Ja capacidad mililar por sobre ul proyecto politico: “No hay dda yue haber excrite diez ais contra el tiranu de Ja Republica, es un tituly de gloria; pero ex mucho mayor el haberle volteado en el campo de batalla”. Para terminar comparandy ta espada con la pluma alli donde Ja primera lleva los de ga- nar: “La guerra de fa prensa no ha Wwnido un general en jue por parte de la oposicidn a Rosas; si la prensa hubiese durrovado al-enemigo por una revolucisn popular -tniea vie~ loria (que Ja prensa puede Hamar suya- la gloria del trinnle ne habria sido de usted solo sino de veinte esuritores iguales a usted vn servicios (...) en esas publicaciones no estaba usted solo; exté una emigracion entera, yue lo apoyaba no sélo por la suscripeién sino por la inspiravion, Pero sucede que en Ja prensa, como en la guerra, el jefe da su nombre ala columna”, Bs. As.. CEAL, 1967, pp. 69 y 90. Para un andlisis de las relaciones entre jefe politico y a militar es impreseindible eonsultar el libro de Ledn Rozitehner: Perént entre la sangre y el tiempo, Buenos Aires, CEAL, 1984. 26 El romanticismo habia escindido radicalmente los fines de la naturaleza y los de la cultura. El utilitarismo, en cambio, los asimilaba, concibiendo a la cultura como un arsenal de utiles a través de los cuales la naturale- za humana realizaba sus fines. Sarmiento mantiene una relacién proble- matica con ambas posturas. Por un lado adscribe 4 cierto funcionalismo decimonénico: la cultura como sistema de medios técnicos realiza los fi- nes de Ja naturaleza. Es mas: lo hace con el menor fastidio y Ja mayor prontitud. Hay aqui toda una ética del bienestar y el confort: e] esfuerzo téenico disminuye el esfuerzo fisico; la Civilizacién, por eso, es mucho mas eficaz que la naturaleza y sus instintos. No hay verdadera renuncia, ° no hay contradiccién entre apetito y virtud. Pero la Civilizacién no lleva a cabo los fines de la naturaleza sin cambiar y, acaso, plegar, la natura- leza del gace. E} goce natural, animal, barbaro, es e) efecto del uso inme- diato de los objetos para la satisfaccién de una necesidad: tiene, pues, to- do el aspecto del despilfarro, de! consumo improductivo. El goce civiliza- do, en cambio, se alcanza con el consumo productivo, cuando el uso de un objeto permite aumentar el poder de obrar de un individuo, cuando ya no se busca una mera satisfaccién sino un beneficio. Luego, no hablaremos ya de necesidades sino de intereses. Por ultimo llamaremos voluntad al deseo que procura decidir sobre los medios a través de los cualés los hombres realizardn sus intereses: las instituciones. Pero como ta volun- tad “civilizada” desea el progreso de una nacion, ella debe incrementar las posibilidades de cada una de sus partes. Las necesidades buscan la satisfaccién inmediata. Los intereses se procuran los medios que tienen a su alcance para obtener su beneficio: los intereses pueden ser econémicos o sociales pero no son politicos por- que no deliberan acerca de Jos medios; sélo la voluntad politica lo hace (aunque a menudo Sarmiento use Ja palabra “interés” para referirse a la “voluntad” o a Jas “ideas” politicas : a nosotros no nos importan los térmi- nos sino los conceptos que ellos denotan). De modo que la Organizacién Nacional es el objetivo de una voluntad politica. Aunque no se trata solamente de un incremento en las fuerzas de accion de la nacién: es la disposicién de esta Organizacién lo que se desea imponer, Por eso imponer una voluntad no significa reprimir, por la violencia de Estado, los intereses individuales para favorecer al inte- rés del Estado: se trata, mas bien, de imponer conductas, medios o insti- tuciones para cumplir, de la manera mas eficaz y menos conflictiva, con esos intereses particulares. La lucha de intereses definia un estado de guerra (“las convulsianes, internas que desgarran las entrafias de un noble pueblo”), mientras que a7 la voluntad se vale de una guerra de Estado para conjurar ese conflicto: desde Hobbes, el aparato de Estado pone fin a la lucha de intereses egoistas. Sin embargo en Sarmiento, a diferencia de Hobbes, la guerra de Estadn, ejercicio permanente del terror, no es una forma de gobierno; ella sélo allana el obstaculo para establecer, politicamente, un gobierno. Ese estado de guerra tiene un nombre en Facundo: Federacién; aquella gugrra de Estado, aquella guerra que domestica a la guerra, tiene otro: “préparar el camino para otro gobierno”. Pero en definitiva, hacerle la guerra al estado de guerra {no es obrar como Rosas, por el terror? Para Sarmiento este momento hobhesiano sélo tiene un propésito bélico, En efecto, como decia Hobbes, en el estado de guerra la oposicién mutua de las fuerzas reduce su poder a cero; he ahi el problema: las partes se dibilitan mutuamente. Al contrario, el Estado, le- jos de obligar a una renuncia, debe ligar y complementar los intereses, dira Sarmiento, a través de un sistema econdmico. Este sistema debe sus- tituir la “oposicién mutua” de los intereses por un “beneficio mutuo”: de- be convertir el estado de guerra en un comercio, Si la guerra de Estado interviene es porque libra una batalla contra el sistema econdmico que permite “ esa miserable condicién de guerra”, El propdsito de esta guerra no sera aniquilar al oponente o gobernarlo mediante una amenaza de muerte: prefiere desarmarlo, desposeerlo de sus medios, desarticular sus formas de posesién de! suelo. Con lo que el estade de guerra, ese “robarse y expoliarse unos a otros”, como diria Hobbes, no describe, para Sarmien- to, la amarga situacién de un mitico estadio natural sino la de un siste- ma econdémico y politico barbaro. Por lo mismo, Civilizacién y Batbarie no representan un conflicto de intereses, los urbanos y los rurales: ciudad y campo no funcionan, en principio, como sujetos sociales en enfrentamiento polar. Son voluntades 0 proyectos politicos divergentes. Y estos proyectos inconciliables se ca- racterizan, precisamente, por dos formas antagénicas de hacer la guerra: Rosas uo tiene otro objetivo politico que imponerte su voluntad al pueblo con un ejército personal y una estrategiaterrorista; Sarmiento, al con- trario, tiene como instrumento al pueblo y como objetivo aumentar inde- finidamente su poder de movilizacién. Como dira Sarmiento, Rosas pre- fiere la inmovilidad, la innaccién de la poblacién; él, en cambio, quiere la accion incesante, Ja movilidad permanente. Si los intereses pueden “ligarse”, como propone Sarmiento en Argirépo- lis, significa que el estado de guerra practica un falso combate: la tinica verdadera guerra se desata entre voluntades politicas divergentes. Efecti- vamente, mientras que los intereses aparecen “puestos en juego”, la volun- 28 tad procura establecer nuevas reglas de juego, nuevos medios. Claro que el nuevo sistema impuesto por esa politica beneficiara ciertos intereses y per- judicaré otros, con lo cual éstos se enfrentan, pero lo hacen sélo cuando se convierten en proyectos, en “ideas” o voluntades. La guerra politica, para Sarmiento, es el deseo de crear un mundo, una nueva disposicién de los medios para aumentar el poder econdmico y militar de una nacidén: todo conflicto verdaderamente politico es un conflicto sin reglas. 9 En este sentido, el objetivo politico de Sarmiento es doble, un doble gesto fundacional. Por un lado, organizar la Nacién-Estado como estruc- tura politica-institucional (“hacer de esta inmensa extensién del pais un Estado”, dira en Argirépolis) y, para ello, revitalizar las ciudades, es de- cir, favorecer el comercio. Por el otro, se trata de “organizar” la nueva subjetividad de sus pobladores para aumentar su capacidad de accién (misién propuesta en Educacién Popular) y, para ello, moralizar 0 do- mesticar ]a superabundancia vital del gaucho: muerto Dios, esta moral dejard de ser asunto de creyentes y jesuitas; se convertird en el mondto- no ritual sin mito del trabajo disciplinado. 9. Eneste sentido, Sarmienty se aparta aqui ante de Hohbes coma de Lévi-Strauss. Para el pensador inglés la sociedad primitiva, identificada con el estado de naturaleza, era ta gue- yra de todus contra todos y, en consecuuncia, ta ausencia de toda verdadera sociedad. Para cl antiopélego franeés, en cambio, la xpeivdad primitiva eva el intercambin de Lodos con to. dos. y significaha la base de toda verdadera sociedad. Sin embargu, aunque se opongan en Yo que al estatus de las soviedades primitivas se refiere. enineiden en To eseneial: pata am- hos sociedad ex sindnimo de interrambie y conjuracion de la guerra, En “Guerra et comer: ve chez le Indiens de Amérique du Sud”, unos de las poens textos que dediea a lax guerras tribales. Levi-Strauss dice: “Las inturvambios evondmicos reprusentan guerras potenciales: resugltas pacificamente, y lax guervas son el rusultade de Leansazeiones desgraciadas” (pag. 136}, Piveisamunte, Sarmiento se aceiva aqui a posicimmes mas actuales, como ta del antropdloge Pierre Clastres: la guerra tiene un origen politico y, al contrario de ly supues- lo per Hobbes y Lévi-Strauss, es la cuncicidn para yue exista comercin. Que tiene un ori fen politico: la guerva no es alge gue ef Estade deha domesticay, la gusiya comivnaa euan- do se quiere semotér a una comunidad al poder sobrecedifivador de un Estado, la guerra se origina cuando Ja comunidad quicr: defender ta autonomia de sus instituciones, sus ar- mas, sus-formas du vida, contra el intento de un Estado de sumeteria a una ley de inter- cambiy generatizado, a un eyuivalente general que elimine su diferencia, su singularidad, Para Sarmiento, come para Clastres, aunque desde valorizaciones opuestas, la sociedad primitiva no es tanto un Estado que conjura la guerya como una guerra que conjura al Es- tado. ¥ es en tanto busea aliudos para oponere a ese Otro que busca desautonomizarla, que surge ul intercambio. El interambio. contvariamente a la prédica lévi-straussiana, no se opone a la guerra: es un Mecanismo de alianza hélica y politica contra un “tefeery”. Pa- va todos estos problemas se puede eonsultar fa excepeional bra de Piere Clastres: Inves- tigaciones en antropologin politica. Barcelona, Gedisa, 1981. 29 I PROPOSITO MILITAR Las armas no son otra cosa que la esencia - misma de los combatientes. Hegel é Para qué la guerra? Como vimos, para Sarmiento, el propésito de la - intervencién armada no era 1a liquidacién lisa y Ilana del enemigo sino su desarme, el mdximo debilitamiento de su poder de actuar. Desde el punto de vista de la defensa, en consecuencia, el propdésito va a ser evi- tar, en la medida de lo posible, ese desarme, mantener intacta su capaci- dad operativa, conservar su posicién en el territorio, sus armas, sus fuen- tes de aprovisionamiento, en sintesis: su sistema logistico, El problema estratégico de] ataque y la defensa distingue a la guerra de cualquier enfrentamiento vectorial de fuerzas: cuando dos fuerzas se enfrentan segtin un vector Ilegan a un punto muerto o de equilibrio don- de la resultante es cero. No sucede lo mismo en la guerra, “ya que el ata- que y la defensa son cosas de clase diferente y de fuerza desigual. Por eso la polaridad no les es aplicable” 10. Si las treguas suelen ser mds duraderas que las batallas, no es porque las partes hallen un punto de equilibrio en la equivalencia efectiva de sus fuerzas. Sucede que existe una superioridad de la defensa por sobre el ataque, lo que no significa que los defensores, lanzados a la ofensiva, sean superiores a los antiguas atacantes en situacién defensiva. Sin embargo, defensa y ataque son categorias exclusivas de las estra- * tegia militar. Cuando se trata, en cambio, de la voluntad politica de quie- op. cit., p. 52. ; St nes utilizan estas estrategias, decimos que mediante la defensa se quiere breservar.un_ orden de cosas; mientras que, por medio de) ataque, se in-- tenta imponer otro nuevo. Ahora bien, ataque y defensa, como vimos, no sélo estan determinados por una decisidn politica, también pesan sobre ellos las condiciones materiales de las fuerzas armadas: la caballeria, por ejemplo, ataca o contraataca, es fuerza de choque, pero no defiende, a lo sumo emprende una prudente retirada; en vez la infanteria, frente a la caballeria, adopta una actitud defensiva, pero toda retirada, en este caso, le resultaria fatal, La defensa es la forma mas fuerte de hacer la guerra. Ella dicta las leyes de la guerra, decia Clausewitz. La defensa “posee” el espacio y el tiempo. El ejército defensor esta ya ubicado en el terreno que el atacante desea conquistar, tiene a mano sus recursos y sus fuentes de abasteci- miento; no hace mas que “esperar el golpe”. Es duefio, luego, del tiempo, ya que cualquier demora en las acciones no hace mds que jugar en su fa- vor: el adversario consume sus recursos y, pata colmo, se encuentra a merced de cualquier contraataque inesperado. Asi las cosas, {quién ataca y quién defiende en Ja guerra sarmientina? Esto seria simple de responder si el conflicto se redujera a un enfrenta- miento dual entre Civilizacién y Barbarie. Pero éstas son fuerzas que se desprenden de un primer enfrentamiento revolucionario contra los espa- fioles: “cuando un pueblo entra en revolucién, dos intereses opuestos - y aqui Sarmiento utiliza el término “interés” para referirse al concepto de voluntad politica y no tanto al de conveniencia econémica o social- Tu- chan en principio: ef revolucionario y el conservador; entre nosotros se han denominado los partidos que los sostenfan: patriotas y realistas. Na- tural es que después del triunfo el partido vencedor se subdividia en fracciones de moderados y exaltados; los unos que querrian llevar la re- volucién en todas sus consecuencias, 1o otros que querrian mantenerla en ciertos limites. También es del cardcter de las revoluciones que el partido- vencido primitivamente vuelva u reorganizarse y triunfar merced a la di- vision de los vencedores. Pero cuando en una revolucion, una de las fuer- zas llamadas en su auxilio se desprende, inmediatamente forma una ter- cera entidad, se muestra indiferentemente hostil a unos y otros comba- tientes, a realistas o patriotas; esta fuerza que se Separa es heterogénea; la sociedad no ha conocido hasta entonces su existencia, y la revolucién s6lo ha servido para que se muestre y se desenvuelva” "> - 11eFacundo, p. 60. 34 La Revolucién cumple con el propésito militar destructivo, pero no con el objetivo politico de sintesis u organizacién. Sarmiento parece seguir aqui la distincién saint-simoniana entre periodos criticos o destructivos y momentos orgénicos 0 constructivos. Lo cierto es que ese elemento hetero- géneo, inclasificable, aparece cuando la etapa destructiva y carente de to- da organizacién social o civil se prolonga y se convierte en un terrorifico sistema politico: si la Rioja era “una maquina de guerra que ira donde !a leven” !2, con Rosas esa maquina de guerra se ha apropiado del Estado (en lugar de ser el Estado quien damestique a la maquina de guerra). La disolucién de la asociacién unitaria del pais sobrevino por “el aflojamiento de todo vinculo nacional, producido por la revolucién de la Independencia” 15. Es este “estado de transicién” lo.que se da en Namar “federalismo”: “después de toda revolucién y cambio consiguiente de autoridad, todas las naciones tienen sus dias y sus intentos de federacién” !4, Los caudillos abandonan el objetivo politico de la revolucién. Sarmiento, por ejemplo, evoca en Recuerdos de Provincia al negro Panta, un famoso bandido sen- tenciado a muerte por sus delitos. Sin otra autoridad que su fuerza, Panta Neva a cabo una revolucién en San Juan. Pero esta revoluctén, dice Sar- miento, “no tenia objeto politico ninguno”, sélo se proponia saquear a los”: vecinos ricos. El problema -post-revolucionario sera para Sarmiento, y no s6lo para él, e) bandolerismo, Ya lo habia advertido Maquiavelo: “la gue- rra hace al ladrén y la paz lo ahorca™!#, $i Rosas |leva este sistema a un molde mas acabado se debe a que establece una organizacién planificada y centralizada del terror, el feaude y la rapacidad. Correccién, pues, de la primera propuesta: la guerra de Sarmiento no es tanto el conflicto entre dos voluntades politicas divergentes como Ja lucha de la politica con la au- sencia de politica: “No se sabe bien por qué es que quiere gobernar -dice el epigrafe de Lamartine que encabeza el capitulo 1 de Ja Tercera Parte de Facundo-. Una sola cosa ha podido averiguarse,.y es que estd poseido de una furia que lo atormenta: jquiere gobernar! Es un oso que ha roto ids rejas de la jaula, y desde que tenga en sus manos “su gobierno’ pondra en fuga a todo el mundo. jAy de aque! que caiga en sus manos! No Jo largara hasta que expire bajo “su gobierno’. Es una sanguijuela que no se des- prende hasta que no esta repleta de sangre” !6. 12. Ibid, p. 97. 13, feid., p. 108. 14. [bid., p. LOB. 15. Nicolds Maquiavelo: Del arte de la guerra, Madrid, Teenos, 1988, ps8. 16. Facundo, p. 195. 35 La guerra es doble: primero, dentro de la Civilizacién, dice Sarmiento, de Jas ciudades contra los espanoles “a fin de dar mayor ensanche a Ia cultura”; luego, de los caudillos contra la Civilizacion en general, “a fin de liberarse de toda la sujecién civil” '7, En este caso, agrega Sarmiento, ° las virtudes guerreras degeneran en vandalismo, y la voluntad politica en “odio de pura descomposicién y desorden” !8, Civilizacién y Barbarie distribuyen, de esta manera, una serie de en- frentamientos problematicos, ya que no toda Civilizacién pertenece a lo que Sarmiento Nama ciudad (la ciudad moderna del siglo XIX y no la re- concentrada y gética ciudadela del siglo XII; Buenos Aires y no Cérdoba). La ciudad espafiola asume una actitud defensiva para preservar un “orden de cosas” colonial. De ahi Cordoba, esa fortaleza impenetrable para los ejércitos, las ideas y las mercancias . Buenos Aires, por el contrario, que- riendo intponer un nuevo orden, el del comercio, el progreso y el movimien- to, asume una actitud ofensiva. La campafa -y no toda ella, sino la pasto- ra- para evitar todo ordenamiento civil, adopta una compleja estrategia de huidas y ataques sorpresivos ‘propios de la caballeria): “Masas inmensas de jinetes que vagan por el desierto ofreciendo el combate a las fuerzas disciplinadas de las ciudades, si se sienten superiores en fuerzas; disipan- dose corno la nube de cosacos, en todas las direcciones, si el combate es igual siquiera, para reunirse de nuevo, caer de improviso sobre los que duermen, arrebatarles los caballos, matar a los rezagados y las partidas avanzadas; presentes siempre, intangibles por su falta de cohesion, débiles en el combate, pero fuertes he invencibles en una larga campana que al fin la fuerza organizada, el ejército, sucumbe diezmado por los encuentros parciales, las sorpresas, la fatiga, la extenuactén” !9. Como diria Maquiave- lo, desorden contra los demas y desorden entre ellos. Lo contrario del ejér- cito civilizado que viene a imponer un orden y actua disciplinadamente. éCémo vencer, pues, al caudillo? Para Sarmiento el propésito militar es claro: no basta con matar 0 derrocar a los hombres (Facundo 0 Rosas). No hasta con liquidar al enemigo como hace Resas, como hizo Lavalle con Dorrego. Hay que desbaratar un “orden de cosas”, hay que desarticular el sistema logistico del enemigo, el dispositivo que sostiene su poder de obrar, ¥a a Sun Tzu y Clausewitz se les ocurria que el uso del territorio era una ventaja para la defensa: la capacidad de resistencia de la poblacién, 17. Ibid, p- 61. 18. Sarmiento: Recuerdos de provincia, Buenys Aires, Kapeluz, 1953, p. 131. 19. Facundo, p.61. 36 decia Clausewitz, depende de “la extensién de la superficie expuesta” 20, Salvo que, como lo comprobé desastrosamente Napoledn, en Europa Uni- camente Rusia cumplia con este requisito 2!. La pampa y el caballo son, en el proyecto sarmientino, los mayores obstdculos para alcanzar el pro- pésito militar de la civilizacién: “E] individualismo constituia su esencia, el caballo su arma exclusiva, la pampa inmensa su teatro” 22, El orden de cosas que debe ser desbaratado, el sistema logistico del enemigo barbara, se concibe como una disposicién tactica de los medios, instrumentos y vehiculos con los que el gaucho se compone para mante- nerse vivo (son los modos para satisfacerse y defenderse, para subsistir y aumetitar su poder de obrar): “La clasificacién que hace a mi objeto es la que resulta de los medios de vivir del pueblo de las campanias, que es lo que influye en su cardcter y su espiritu” 2". Puestos en funcionamiento para ofrecer al lector europeo una idea del universo pampeano, todos los analoga sarmientinos operan en dos nive- les: uno, puramente imaginario, a partir de semejanzas sensibles (gau- cho=beduino, pampa=mar, etc.); el otro, condicién del primero, se articu- la de acuerdo con la manera como las diversas comunidades cumplen y satisfacen su vida. Hay una fenomenologia sarmientina en donde las vi- sibilidades de objetos y sujetos se distribuyen de acuerdo con las tacticas y estrategias de los pueblos. Cada pueblo, en efecto, usa las armas que le son propias, su manera de morir refleja sus formas de vivir 24, 2. “La naturaleza del terreno es el principal factor que contribuye a que un ejército logre fa victoria”, Sun Tzu, El arte de ta guerra, Buenos Aires, Editorial Estaciones, 1989, p.B84- 2L. Casi un siglo mas tarde Mav-Tse-Tung revivird el uso estratégico de la extensién como arma de la guerra popular: “desde el punto de vista de la posibilidad de Hevar a vabo la guerra du partisanos, usta condicién (las grandes extensiones del terreno} es muy im- portante e inchaso eapital, En paises pequefios, por ejemplo Belgica, donde esta condi- cién no existe, ta posibilidad de Nevar a cabo una guerra de partisanos es muy reducida, practicamente nule. Pero en China esta condicién es inmediata, no plantea ningun pro- blema, viene duda por la natiraleza y no tenemos mds que aprovecharla”. De Proble- mas Estratégicos, 1938, subrayamos. Joseph Conard. por su parte, reeverda cn “El alma del guerrero” Ja calamitosa campafia napolednica de Rusia: “El cl gran Napoledn- salté sobre nosotros ~), Como dirfan los fisiécratas, el interés personal impulsa a cada hom- cbre en particular a perfeccionar y multiplicar las cosas que vende, a en- : sanchar asi Ja gama de placeres que puede proporcipnar a los demas y. pot dltinio, como dirfa Mercier de la Riviere, a ampliar la masa de place- nto; Argirépelis, Buenvs Ainss, La Culuura Argentina, 1446, p.192. 38 res que los demas hombres pueden proporcionarle a él #4. Aunque, como vinios, la concepcion librecambista de Sarmiento se acerca mas -aun par- tiendo de problemas diversos- a las posturas de los manchesterianos, ya que el consumo se vuelca directamente sobre la produccién: a medida que Ja variedad de productos consumidos aumenta, se acrecienta la pro- porcién de actividad stockeada o convertida en trabajo. E] peor enemigo del comercio, entonces, es el maonopolio; luego, devie- ne el mayor obstaculo para e! progreso. En el caso de Argentina, el de- sierto y sus sublimes extensiones se vuelven cémplices del monapolio, ad- versarios del comercio y frenos para el progreso: si, como afirma Sar- nriento, “las Wanuras preparan fas vias para el despotismo”, estas vias son, paraddjicamente, la ausencia patolégica de caminos. Los fluidos vi- vificantes de la nacién se estarican, Ja inaccién y el sopor provinciano inundan el paisaje desértico, todo se convierte, para usar una imagen de Albverdi, en una silencioga y eterna necropolis. “El monopolio llevara el selle de la vida pastoril, la expoliacién y la violencia” 55, E} monopolio, en efecto, es el mejor aliado de la “estancia de ganado”, ya que ésta permanece ajena a la “variedad de productos” de la vida moderna. Y asi explica Sarmiente que Rosas haya “restaurado” el monopolio-colonial: Rosas, el propietario, el ganadero 58, “El monopolio lleva el sello de la expoliacion”: los grandes estancieros, a la manera de los sefiores feudales evocados por Kleist en Michael Koh- daas, erigen una serie de aduanas internas o “secas”, “estériles” como las llamara Alberdi, que dificultan. la “libre circulacién” de las mercancias, encareciendo los productos y tornandolos incompetentes en e! mercado, debide a les altos costas. Asi se obstaculiza el avance del comercio ¥ del progreso: “en todos Jaz paises civilizadas de) mundo que tengan gobiernos racionales,-no hay aduanag inieriores. En las edades mas barbaras de Europa. los senores feudales que tenian establecidos sus castillos en las crestas de las montaiias, en las gargantas de los valles, en las encrucija- das de los caminos, 0 en Jos vados de los rios, tenian sus tropas de sier- vos armados para arrancar contribuciones a los pasantes y quitarles par- $4. Mercier de Ja Riviere L’ordre natural et essentiel des societés politiques, 1787. Editiuns Doire. 55. Facundo, p.90 5h, Contrariamente a Jo prepuusty por Sarmienin, histéricamente el Hbrecambin beneheis a los seelures ganaderes que pudieron vender sus preduclos en el extranjery sin aranceles: y consumir Jos prnductas cummpeos labsrados, Se puede onsultar a Chiaramonte: Nae cionalisme y Liberalismo Econdémico 1869-1880, ucnes Aires, Hyspamerica, L984 59 + te de lo que llevaban" 57. Si la expoliacidn y el impueste se distinguen, se debe a sus modalidades de goce: una absorbe todos |os flujos de mercan- cfas o.d@sinero en provecha de} sefior y su cuerpo voluptuoso; la otra se convierteen propiedad publica y se reinvierte en eMproceso a través de la constructidén de caminos, puertos, correos, ete. ee “E] monopolio -por ultimo- Heva el sello de la violencia”: requiere un ré- gimen politico despdtico no sdlo para extraer mediante la coaccidén extrae- conémica cualquier excedente sino ademas para impedir que otros propie- tarios vendan sus productos en e} mercado del caudillo y Jo obliguen, asi, a rebajar sus precios. Sarmiento evoca como Facundo abastecia los mercados con su ganado cuando sus armas Negaban a alguna parte, “cuidando siem- pre de monopolizarlo en su favor por algun bando o un simple anuncio (...) En seguida de una batalla sangrienta que le ha abierto la entrada a una ciudad, lo primero que el general ordena es que nadie pueda abastecer de carne el mercado...” 55, Como veremos enseguida, si Rosas perfecciond este sistema es porque supo usar como arma al territorio, y, en consecuencia, mas que la agresividad, la morosidad de las coriunicactones. Estancia de pastoreo-monopolio-despotismo forman la triada que Ja guerra de Sarmiento se propone destruir, No se venceria al enemigo, ala Barbarie, si no se lograra acabar con ese orden de cosas: si toda econo- mia es una economia de guerra, toda guerra es, paralelamente, una gue- tra econémica. Pero Sarmiento va incluso mas alla: no se trata de decir solamente que la vida pastoril requiere el monopolio y el despotismo, como cuando deci- mos que los intereses econdmicos-determinan las instituciones sociales y politicas. Hay un uso de la fuerza'y un tipo de intervencién comunes a la ganaderia y el despotismo: la violencia como uso y la mutilacidn. el des- cuartizamiento, el desgiello como modalidad: por eso no es casual, decia Sarmiento, que la Mazorca se componga, come los cabochiens parisinas, de “los carniceros y desolladores de Buenos Aires” 54. Hay un isomorfismo en la modatidad de goce: consumo de carne, por un lado; absorcién improduc- tiva de mercancias y dinero a través del tributo monopdlico, por el otro. Existe un paralelismo marcade en la modalidad de dominacion det ganado y del pueblo que Sarmiento no cesa de hacer notar: “jLas vacas dirigen la politica argentina! {Qué son Rosas, Quiroga y Urquiza? Apacentadores de 57. Campana det Ejército Grande, p.5 58.Facundo, p.91 59. Ibid. p.202 60, Campana del Ejército Grande, p.311 60 vacas, nada mas” ®, La “vaca” resume toda la politica barbara: la bulimia felina del caudillo inspira su economia y su sistema de gobierno. Rosas Nevo este sistema a un estadio mas perfecto y acabado, dice Sarmiento. Lo extendié por todo el pais: convirtié esa precaria organiza- cién econémico social de la campana, hija del saqueo y el vandalismo post-revolucionario, en un Estado, reviviendo incluso algunas institucio- nes espafiolas como la Inquisicién. Cuenta con una ventaja estratégica para ello: el territorio y su extensién. Rosas tiene encerrados a los pueblos del interior “como el carcelero a los presos que custodia”. Y es que domina el puerto, Jas comunicaciones y la informacién: “una medida administrativa que influia sobre toda la na- cién vino a servir de ensayo y manifestacion de esta fusién unitaria y de- pendencia absoluta de Rosas”*!. Esta medida sintetiza, como una puesta en abismo, toda Ja estrategia del gobierno restaurador. En épocas de Ri- vadavia -representante, aqui, del progreso de las luces- se habian multi- «-pligado los servicios de. mensajeros haciaslas-provincias.y-haciasGhile y Bolivia, porque “los gobiernos civilizados det muitdo ponen toda &u solici- tud en aumentar a costa de gastos inmensos los correos no sélo de ciudad a ciudad, dia por dia y hora por hora, sino en e] seno mismo de las gran- des ciudades, estableciendo estafetas de barrio, y entre todos los puntos de la Tierra por medio de lineas de vapores que atraviesan el] Atlantico y costean el Mediterraneo” 82, Todo esta determinado por la velocidad en el transporte 0 en la informacién. “porque la riqueza de los pueblos, la segu- ridad de las especulaciones de comercio, todo depende de la facilidad de adquirir-noticias”. La velocidad combate el monopolio y el despotismo, porque combate la extension, “se traga las leguas en un santiamén”, Ro- sas, pues. para reprodutir su sistema y favorecer sus intereses econdmi- cos, debe impedir el desarrollo de estas velocidades; su guerra, en verdad, es contra la celeridad y sus vehiculos: ‘En medio de este movimiento ge- neral del mundo para acélerar las comunicaciones de los pueblos, don Juan Manuel de Rosas -para mejor gobernar sus provincias- suprime los correos que existen en toda la Repdblica hace catorce afios. En su lugar - continua indignado Sarmiento- establece chasques de gobierno que despa- cha 6}, cuando hay una orden o una noticia que comunicar a sus subalter- nos”. Existen mensajes de dos naturalezas, dos direcciones y dos velocida- des: aquellos que deben ser demorados para no favorecer al enemigo, y los 61 Facundo. p.211 62, Ibid. p.212 que deben ser acelerados para una respuesta tactica mas Tapida y efecti- va de fos subordinados (érdenes). Como dice Sarmiento, estas medidas produjeron las consecuencias mas utiles para este sistema. El interior quedara sumido en Ja desinformacion, la duda, ja incertidumbre %, Sarmiento hace referencia a un hecho sintomatico ocurrido en 1843. E] precio de la harina habja subido. Las provincias del interior lo ignora- ban. Enterados por mensajeros privados, San Juan y Mendoza envian millares de cargas a Buenos Aires. Cuando terminan de atravesar la pampa, cuando lentamente logran Negar a la ciudad, se encuentran con que hacia dos meses que e! precio-de la harina habia bajado, y ya ni si- guiera, podian costear los fletes: “Imagindos si podéis, pueblos colocados a . inmensas distancias, ser gobernados de este modo!” 84. * No es casual-que Rosas aplauda complacido la ruptura de las relacio- " nes entre Chile y Cuyo: esto le permite cerrar las vias de comercio que no ‘dependan de Buenos Aires. Asi como tiene sitiado a Montevideo, Rosas vtiéne sitiada a toda la Republica ya que su modelo de administracién eco- Wémica_al igual que su sistema de dominacién politica toma a la poblacién como un ejército enemigo: “Rosas no administra, no gobierna en el sentido oficial de la palabra. Encerrado meses en su casa, sin dejarse ver por na- die, él solo dirige Ja guerra, Jas intrigas, el espionaje, la Mazorca, todos los diversos resortes de su tenebrosa politica; todo lo que no es uti) para la guerra, no forma parte del gobierno, no entra en Ja administracidn” §5, Debido a esta alianza de Rosas con Jas lejanias, Borges podria haber visto en Sarmiento un precursor de] Emperador de Kafka, 0 de ese joven que gasta toda su vida en cabajgar hasta e) pueblo mas cercano. ZY no tendria una doble inspiracién, sarmientina y kafkiana, ese laberinto bor- .geano que es un desierto y donde perece un rey de sed y hambre? El monopolio, la estancia y el despotismo tienen como complice a la naturaleza. El comercio, Ja agricultura y la democracia, en cambio, se en- frentan a la morosidad de los hombres, al ritmo perezoso y cansino del gaucho: “Para preparar vias de comunicacién basta solo el esfuerze del individuo y los resultados de la naturaleza bruta: si el arte quisiera pres- tarle auxilio, si las fuerzas de la sociedad intentaran:suplir la debitidad -de} indjviduo, las dimensiones colosales de la obra arredrarian a los mas 63, Histéricamunte sabemos que Rosas se vuclea al proteccionismy por las presiones del In- terior y no por lus ganaderos del Liloral, quienes estan, como De Anogelis, a favor del li- brecambiv. Ver Chiaramonte, op.cit., p.22 64. Facundo, p, 212 65. [bid., p. 230 62 emprendedores. y la incapacidad del esfuerzo lo haria oportuno. Ast, en materia de caminos, la naturaleza salvaje dard la ley por mucho tiempo y la accion de Ja civilizacién permanecera deébil e ineficaz” *, La civilizacién se impondra el dia que Ia ciudad pueda extender sus tedes sobre la camparia. {Pero no resultaria esto una contradiccién? Es que hay que comprender que significa, para Sarmiento, e} términe ciu- dad. En principio, y en un sentido literal, Cérdoba también es una ciu- dad. Sin embargo, y Sarmiento lo remarca, se distingue de Buenos Aires, Su diagrama estratégico es por completo divergente. Como la posicién es- panola frente a la Revolucién, Cordoba erige una estrategia defensiva con vistas a preservar un orden colonial de cosas. Por eso, mas que una ciudad, es una ciudadela fortificada. Impenetrable para los ejércitos y para las nuevas ideas, completamente incomunicada #7, Cordoba es la ciudad-estacionamiento, la ciudad-proteccionista, abro- queleada en medio de un territori®-hostil, rodeada por un mar procelose de Barbarie. Algo muy.diferente sucede con Buenos Aires, Su geometria urbana ya no és euclidiana sino euleriana: establece un nudo, un lugar en donde se concentran tos caminos. Como en esta geometria, hija del puerto de Koennisberg, ya no limita un espacio interior de otro exterior sino que los conecta y comunica a través de redes de circulacién. Buenos Aires es una encrucijada, una ciudad-compuerta, es el nombre propio de un diagrama de flujos, una estrategia territorial de control de la circula- cién de stocks e informacién. Como diria Virilio, con Buenos Aires “el lu- gar de la guerra no es mas la frontera que limita e] territorio, sino aquel donde se mueve la maquina de transporte”, 6. bid 87. La ustrategia defensiva de Cordoba esta deturminada por su ubleaciin gesgratica, en una hondonada, lo yue la obligd. dice Sarmiento, a “mplegarsy subre si misma, a estrechar reunir sts regulars edifi du fadrillo”. Sarmiento ansia encontrar en ella la reprodur vign fiei de una fortaleza medieval. Tanto us as que, como le sefala Heariquez Urena, co- mete un erreur: la catedral de Cordoba no us, come of cree, de orden goticu, “nico modelo en la América del Sur de la anquiteclura de la Edad Media”. El templo fue construide si- guiendo las notmas de} barruey expatial, Mas acorde, ineluso, enn el jesuitiame embazada con que Sarmiento pinta la ciudad. En Conflictos y Armonias... Sarmiento usard simi- lames coneeptos para twlerirse a Espana: “La Expafia vs una peninsula que sc apatta en cuanto puede dy ja Europa a que pertenee: por su guografia, aunque por su geologia sea afiicana 0 atlantica. Sepdivnla del eontinente los Pirinens, yue habitan aun les vaseos. de estirpe lan primitiva que Jas lenguas arias que han aleanzado de uno y otro lado hasta sus faldas, no pudiervn penetrar en sus valles ni escalar sus elevadas crestas. Por estas barreras continentales ha debido la Espafia quedar sustraida a los movimientos de ideas, salvo cuando civilizaciones exdticas hacfan agujero y (raspasaban Ia Ifnea vasea”, P.208. 68. Paul Virilio: Lthorizon negatif, p. 56 p27 63 La ruta es un campo de concentracién de la velocidad y de vectoriza- cién de las fuerzas 0, como dirian Deleuze y Guattari, un “aparato de captura” del movimiento y la actividad. Ya no bajo la forma despética de la apropiacién monopdlica de la renta y del encierro proteccionista. Al contrario, se trata de una acumulacién del movimiento, de Ja violencia, bajo la forma de una apropiacién unilateral de la transmisién (puerto) y de Ja emisién monetaria como forma de stockear el cambio a través del impuesto, del control directo del patron de comparaci6n de los objetos in- tercambiados, En efecto, también Alberdi en su Sistema econdaitco y ren- tistico quiso distinguir entre la “aduana estéril”, elemento de despobla- cién y despotismo que se vale de Jas prohibiciones y el impuesto exorbi- tante con fines proteccionistas; y Ja aduana de poblamiento que utiliza como medio‘la libertad de mercado y no tiene otro fin que el fiscal: las rentas permitirian convertir el capital comercial en capital financiero, para subsidiar el desarrollo del nuevo pais: la construccién del puerto, los caminos, los medios de comunicacién, etc. La ciudad, pues, es un me- dio de relevamiento y direccionamiento, de redistribucién y difraccién de flajos de mercancias y capitales, o de hombres, incluso. Su modalidad de dominacién, de este modo, ya no es la embestida sangrienta, ni el encie- tro o la lentitud. La ciudad ejerce el poder a través de dos empleos de la fuerza: la aceleracién de los movimientos de todo tipo, la conversion o transformacign del territorio en tierra, de la actividad en trabajo, del in- tercambio en impuesto, del dinero fiscal en financiero. A diferencia de ta ciudadela medieval fortificada, conectada directa- mente con el cuerpo voluptuoso del Sefior, la ciudad moderna cambia su modalidad de goce: se vuelve medio de inversién. Cuando el Estado se “urbaniza” deja de fancionar como un agujero negro que no termina de ser Venado y de gozar improductivamente. Con Ja ciudad moderna el Es- tado y la “autoridad” se desplazan: ella ya no pertenece al déspota, mi si- quiera a una asamblea de ciudadanos, ella esta en las “cosas”, como dice Sarmiento, en el propio sistema. La ciudad ya no se define por e] majestuoso y cefiido espacio intramu- ros de Ja ciudadela medieval. Buenos Aires es el “correlato de la ruta”. ¥ es que esta nueva urbe “no existe mas que en funcion de una circulacién y de cireuitos; es un punto singular sobre circuitos que la crean y que ella crea. Se define por entradas y salidas, y hace falta algo que entre y salga. Impone una frecuencia. Opera una polarizacién de la materia, inerte, vi- viente o humana...” 64, Sarmiento, en este sentido, nunca fue un escritor del “espacio” urbano, sino de su “velocidad”: fue siempre un poeta de la “rata”. 64 La ciudad, en Sarmiento, funciona como el teatro de una actividad hi- percinética, de una danza vertiginosa. Ella controla movilidades de todo tipo: de comercio, por empezar, promotor de la produccién de excedentes; de trabajo, pues, que requiere actividad disponible (flujo de inmigrantes) y Novedades técnicas para aumentar su rendimiento, disminuir su fatiga y convertir el “exceso de vida” en trabajo (actividad stokeada);, de sabe- res, entonces, que reclaman la capacitacién disciplinaria, técnica y cienti- fica de los ciudadanos; de ideas politicas, también, para que las clases postergadas tengan acceso a posibilidades educativas y sanitarias sélo concedidas antajio a las castas dirigentes; de instituciones, por ultimo, que puedan servir a los nuevos intereses sociales, ligarlos y comprender- los. Esta espiral del progreso no se mueve, no se pone en marcha sin vias de comunicacion, sin la eliminacién cada vez mas rdpida de las distan- cias: “la provincia de San Juan en la Republica Argentina -por tomar sélo un ejemplo de las dados por Sarmiento- es una de las que esign.situadas a la falda de los Andes y por su colocacién fuera de las grandes vias del traéfico sus habites domésticos permanecen estacionarios, conservando aun Ja sencillez colonial” ™. Asi la politica unitaria de la Civilizacién y el progreso sera por comple- to diferente a la “unidad barbara” conquistada y defendida por Rosas y Quiroga. Esta unidad viene dada por ei “encierro” del monopolio y el sitio armado. Argentina tiene el aspecto, en este.caso, de una dilatada Bastilla; deberé ser liberada para imponer la nueva unidad, la de la polarizacion y la concentracién de la circulacién y la expansién del comercio: sila Argen- tina es unitaria se debe a que “esta geogréficamente constituida de esa manera”, y ha de ser unitaria “aunque el rétulo de Ja botella diga lo con- trario” 7! Estas dos formas de unidad estan en estrecha correspondencia +con las dos formas de circulacion de las mercancias vy con las dos modali- dades de goce: monopolio-goce-del- déspota y librecambio-reinversién. Esta justificacién del fatalismo unitario del pais debida a la confluen- cia geografica de los rios reaparece con toda su fuerza en Argirépolis. La ciudad utopica de Argirépolis estaria ubicada en la isla Martin Garcia, punto de convergencia de las principales vias fluviales, compuerta geo-es- tratégica dominada en ese entonces por los franceses. Argirépolis es el ideal de ese punto singular sobre circuitos de comunicacién, asedio militar y¥ comercio: como dice Sarmiento, esta isla no es solamente una posible 69, Deleuze-Guattari: Mille Plateaux, Paris, Minuit, 1980, p.539. 70, Educacién Popular. p.114 71. Facundo, p. 108 ciudad-almacén, es, por sobre todo, la “lave del pais”. Al igual que Vau- ban, Sarmiento juzga la importancia estratégica de una posicién no tanto por sus combinaciones mas o menos hipotéticas sino por la configuracién misma del pais; “sera un nudo importante de vias de comunicacion, el punto de crecimiento de rutas numerosas o Ja confluencia de valles” ™. Dos geografias se enfrentan en Sarmiento: las distancias secas -el de- sierto- y las vias htimedas -los rios-; una Argentina de las extensiones in- héspitas, del pastoreo y la barbarie; otra fluvial, comercial y civilizada: “toda la vida va a transportarse a los rios navegables, que son las arte- rias de los Estados, que llevan a todas partes y difunden a su alrededor movimiento, produccién, artefactos, que improvisan en pocos arios pue- blos, ctudades, riquezas, naves, armas, ideas” “4. Ahora bien, ya Alberdi le habia reprochado este determinismo geogra- fico undimensional. Sarmiento, decia, confunde e) origen politico del po- der portefio -ligado a su contro! del capital financiero- con un origen geo- grafico: la confluencia de tos rios. La autoridad de Buenos Aires seria vista como “natural”: ella habria sido elegida por el sabio dedo de la Naturaleza. Sin embargo, si en Sarmiento hay una determinacién “ en ultima ins- tancia” de ta geografia natural por sobre la geografia politica, es que hay un uso estratégico del territorio que domina la lucha entre Civilizacion y Barbarie. Esta usa la Nanura y sus colosales distancias como medio de défensa, Aquélla usa los rios como instrumentos de ataque o invasién de la “morada sin limites” del caudillo. Pero como ya vimos, mas que la ex- tensién y los caminos, guienes se enfrentan en esta lucha son la lentitud y la velocidad. Mucho antes que e] Mariscal von Moltke, Sarmiento destacé la impor:” tancia estratégiea de los caminos y la informacién. Todo el diagrama es- trategico que buscaba terminar can fos ataques de los malones en el sur de la provincia de Buenos Aires -y con jas mismas naciones aborigenes- se basaba en la superioridad tecnoldgica de ta Civilizacion. Se alejaba asi 72 Ya en el capitulo XXUU del Libre Cuahu, Clausewits eviticaba ta idea de la “Llave del pats": en un Lerriloriv ng habia ningun punto, afirmaba, cuya pusesidn devidiera la con- (quista de Lode el pats, 73. Vauban: Curso de for nie y de la artilleria, L ficacién permanente de la Escuela de aplicacién del ge- 4: eitado pur Viniliv en Vitesse et Politique, p.2i. Sarmionta cita a Vauban on Conflictos y Armonias..El arte del ataque y de la defunsa de las ciudades estaba en toda su cientitiea prdvtica antes de Vauban por los cubrizus héroes de Avaueo...” ivoniza Sarmiunly refinindose a la fantesiosa Araueana de Envilla. Ver p, 108 74, Argirspolis, p. 37. 66 del modelo aislacionista y proteccionista -~puramente defensivo- de la cé- lebre “zanja” de Alsina: “Dos vaporcitos echados en el Colorado, telégra- fos de brazos elevados sobre fuertes para dar desde cada uno de ellos la seal de alarma a los dos contiguos. son suficientes modos de mantener la seguridad y las comunicactone. Los medios que propagan el comer- cio no difieren, coma lo demostrard Conrad, de aquellos que sostienen la seguridad militar. Como lo senialara Robert Schnerb, la semantica econémica utiliza un lenguaje militar para definir el comportamiento en materia de aduanas: “se habla de guerra tarifaria, de desarme aduanero, de nuevas armas, de contingentes” “8, Y no es casual que esto sea asi. Desde el siglo XVII el mercantilismo britdnico unié los destinos de Ja estrategia militar a los de la circulacién econémica: fue lo que dio en llamarse el fleet in being 77. Esta estrategia, disehada por el Almirante inglés Herbert, sustituye la guerra de efusién sangrienta por la presencia en el mar de una flota invi- sible y peligrosa, invisible por su velocidad y peligrosa por su informa- _cién y su capacidad teletopoldgica de previsién de los movimientos de los filibusteros. Es decir, sustituye la violencia inmediata como fuerza estra- tégica por la celeridad en el desplazamiente. Como dirfa Marx, “un mons- truoso despotismo que aspira a la dominacién exclusiva de los ecéanos” (y no es casual que un filibustero como Laffitte financiara la publicacién de] Manifiesto). Pocos afios antes de Salgari. quien denunciara la guerra del fleet in. being en sus aventuras del “Tigre de la Malasia”, ya Sarmiento suscribia a ella para combatir al “Tigre de log Llanos”. : El problema que intentaba resolver el fleet in being era sencillo: ya no se podia poseer el mar comp se posee un territorio; no se podia alambrar un océano, ni ocuparlo, ni custodiar sus fronteras. Habia que negar estos vastos espacios por la contraccién vertiginosa de las distancias: la veloci- dad como nueva realidad estratégica. El fleet in heing convierte la “gue- rra absoluta” de la Barbarie. en “guerra total”, ubicua: “ello se realiza en primer lugar sobre el mar -dice Virilio- porque la explanada maritima no presenta naturalmente ningun obstaculo permanente para un movi- miento,,.” * 75. hid. p. 76 76. R. Schnerh: Libre-échange et protectionisme. Pavis, P.UF.. 1963, p.74. 77. Para un analisis de Ja eslralugia del Aevt in heing se puede consullar a Paul Virilio: Vie tesse et Politique, p. 46 y Ltinsecurité du territoire p, 26 78. Virilio: Vitesse et Politique, p.57 oa *

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