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Matas Rivas

Perdona hijo, mis gritos insufribles/ los portazos/ la cruel injusticia de


mis palabras/ y el tono infame de mis arrebatos/ S que no hay consuelo
ni piedad posible/ante mi neurosis desatada. Mi gusto por el orden/ y mi
fe en la voluntad son inverosmiles./ Carezco de la soltura de la que t
gozas/ de esa elasticidad con la que te estiras por el suelo./ Soy a la luz
de cualquier vela un manojo de nervios retorcidos/ Te ruego que no me
escuches ni me observes/ Mi paciencia es breve/ y me duele la cabeza y
el cuello de tanto manejar/ en las noches aprieto las mandbulas hasta
triturar mis muelas./ Disculpa mis malos modos./ Detesto mi escaso
entusiasmo, mi cansancio crnico/ y ese pesimismo jocoso con que
amanezco./ Mi mente parece un panal de abejas con humo/ y resisto
gracias a las maromas/ de tu madre y la piedad de mi familia./ Han
tenido entereza y excesiva templanza, lo s./ S que no soy un pen de
porcelana./ A tu edad, mis padres me daban correazos en las piernas si
eran necesarios;/ en cambio, lo que a m me toca es aprender a
escucharte/ como si fueras un Buda

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