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Decadencia del Imperio romano

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Para otros usos de este término, véase Decadencia del Imperio romano
(desambiguación).

La Porta Maggiore de Roma. Grabado de Giovanni Battista Piranesi (1775).

La decadencia y caída del Imperio romano es un concepto historiográfico que hace


referencia a las transformaciones operadas durante la Anarquía Militar y el Bajo
Imperio romano, que a partir de 395 condujeron a un rápido deterioro del poder romano,
y al hundimiento del Imperio de Occidente, cuyo último emperador efectivo, Rómulo
Augusto, fue depuesto por el caudillo hérulo Odoacro, empleado al servicio de Roma.

La decadencia y caída del Imperio romano es una de las cuestiones más debatidas y
estudiadas de la Historia. Es considerada por algunos como "el mayor enigma de todos",
y ha sido uno de los ejes del discurso histórico clásico desde San Agustín de Hipona. La
ruina de la “Roma eterna” ha perdurado como el paradigma por excelencia del
agotamiento y muerte de las civilizaciones, una caducidad mundana interpretada como
el precedente y anuncio del fin del mundo o, al menos, de la civilización occidental. Los
ss. XX y XXI han visto multiplicarse el interés por este problema histórico, debido
probablemente al hecho de que la civilización contemporánea tiene muchos rasgos
comunes con la de la Antigüedad Tardía, y a que la cultura occidental está en un
período de transición, como la Roma de los ss. III y IV.1

La historiografía ha oscilado entre una interpretación minimalista (la interrupción de la


serie de emperadores en la parte occidental del Imperio) y una maximalista (el
hundimiento de una civilización y el quiebro de una historia del mundo dividida en dos
etapas: una antigua-pagana y otra moderna-cristiana). De igual modo, de un extremo al
otro del espectro de teorías propuestas, se ha considerado el proceso como una larga
transformación debida a fenómenos endógenos (la "decadencia") o un derrumbamiento
repentino por causas fundamentalmente exógenas (la "caída").
En la actualidad predominan las teorías exógenas menos dramáticas, aunque sin restar
importancia a los problemas internos y las consecuencias que produjo la irrupción de los
germanos en el Imperio. Esta concepción continuista defiende la pervivencia hasta
época carolingia -a pesar de las invasiones y violencias- de las estructuras político-
económicas fundamentales y de la concepción del poder del mundo tardorromano. Ya
sugerida por el célebre historiador belga Henri Pirenne, esta corriente continuista tendría
su mayor exponente en Walter Goffart, de la Universidad de Toronto, hasta cierto punto
en autores como el británico Peter Heather, y en su caso más extremo en la muy
criticada corriente fiscalista del francés Jean Durliat. Un ejemplo serían las palabras del
profesor Gonzalo Fernández Hernández, de la Universidad de Zaragoza:

El Imperio Romano de Occidente se enfrenta a unos problemas entre 454 y 476 que
desembocan en una reunificación del Imperio (...) 476 no supone el fin de Imperio alguno (...)
los soberanos bárbaros federados al Imperio romano reconocen la soberanía nominal de un
único emperador con sede en Constantinopla (...) en teoría esta situación perdura hasta la
coronación imperial de Carlomagno...
2

Por otra parte, sigue habiendo quienes defienden una visión más "catastrofista" y acorde
a la concepción tradicional de este problema histórico, tal es el caso del arqueólogo
británico Bryan Ward-Perkins. De igual modo, hay diferencias entre quienes ponen el
acento en el carácter romanista endógeno de las transformaciones (como Goffart), y
quienes por el contrario apuntan hacia el carácter germanista exógeno (como el
austriaco Walter Pohl).

Contenido
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• 1 Fuentes
o 1.1 Fuentes literarias
o 1.2 Fuentes documentales
o 1.3 Fuentes arqueológicas
• 2 Decadencia frente a transformación
o 2.1 Tesis de la decadencia y caída
o 2.2 Tesis del continuismo y la transición
o 2.3 Tesis del colapso
• 3 Causas
o 3.1 Teorías religiosas y morales
 3.1.1 Historiadores tardoantiguos
 3.1.2 Edward Gibbon
o 3.2 Teorías raciales y culturales
 3.2.1 Karl Julius Beloch
 3.2.2 Tenney Frank
 3.2.3 Otto Seeck
 3.2.4 Franz Altheim
 3.2.5 Martin Nilsson
 3.2.6 Joseph Vogt
o 3.3 Teorías militares y hostilistas
 3.3.1 Flavio Vegecio Renato
 3.3.2 Arther Ferrill
o 3.4 Teorías naturales
 3.4.1 A.E.R. Boak
o 3.5 Teorías políticas
 3.5.1 Ramsay Macmullen
o 3.6 Teorías económico-sociales
 3.6.1 Ludwig von Mises
 3.6.2 Moses Finley
o 3.7 Teorías "pesimistas"
o 3.8 Teorías de la multiplicidad de causas
• 4 Referencias
o 4.1 Notas
o 4.2 Bibliografía

• 5 Enlaces externos

Fuentes [editar]
El historiador francés Marc Bloch, miembro de la Escuela de los Annales, defendía que
"Todo libro de historia digno de este nombre debería incluir un capítulo o, si se
prefiere, insertar en los puntos esenciales del desarrollo, una serie de párrafos
titulados ¿Cómo puedo saber lo que voy a decir?".3 En este sentido, y dado que la
Historia se redacta basándose en fuentes susceptibles de interpretación, la veracidad y
fiabilidad de éstas han de ser analizadas previamente. En este sentido, los historiadores
actuales consideran que el fallo metodológico más grave de las sucesivas corrientes
historiográficas ha radicado precisamente en esta falta de análisis de las por toda la
istoriafuentes.

Fuentes literarias [editar]

En abierta contraposición respecto al siglo III, las fuentes disponibles para el período
del siglo IV en adelante son extremadamente ricas y variadas, tal que sobrepasan
incluso a la época de Cicerón, y hace de éste uno de los períodos mejor documentados
de la historia romana. Desgraciadamente, la historia romana es ante todo una
historiografía limitada a lo político y lo militar, una historia fundamentalmente
narrativa. Es decir, composiciones integradas por afirmaciones factuales, sosteniéndose
cada hecho enunciado en otro, y el conjunto aparece como una red de unidades
enunciativas cohesionadas entre sí.

Además de las obras de estricto carácter historiográfico (Amiano Marcelino, Aurelio


Víctor, Zósimo, Hidacio, Jordanes, etc.), lírico (Panegíricos Latinos, Rutilio
Namaciano), epistolar (Símaco, Sidonio Apolinar) o biográfico (hagiografías varias),
por añadidura, es ésta la época de los grandes autores cristianos, tanto latinos (Jerónimo,
Ambrosio, Agustín, Salviano de Marsella) como griegos (Basilio de Cesárea, Gregorio
de Nisa, Gregorio Nacianceno y Juan Crisóstomo). Todos ellos son continuadores de la
tradición clásica, y por lo general también son de igual modo tendenciosos. Las obras
tanto de paganos como de cristianos tienen intencionalidades manifiestas, y dan lugar a
interpretaciones muy variadas.

Fuentes documentales [editar]


La Historia de Occidente ha sido construida y redactada con documentos. El redactar
una historia crítica supone la existencia de documentos neutros, cuya meta primitiva no
haya sido la información histórica. Con respecto al período republicano, el Bajo Imperio
presenta una inmensa cantidad de material, aunque la epigrafía sea mucho menor que la
altoimperial

El panorama administrativo puede seguirse a través de los pocos documentos


conservados de la alta administración imperial: el Laterculus Veronensis y el Laterculus
de Polemio Silvio, ambos listas de provincias del Imperio ordenadas por diócesis; las
inscripciones honoríficas ordenadas por los gobernadores provinciales, que recogen
nombres, títulos, cargos y fechas; y la Notitia Dignitatum, un registro de cargos,
oficiales, subalternos y unidades militares a disposición de la administración central y
provincial distribuidos por ambas partes del Imperio.

El Codex Theodosianus y el Corpus Iuris Civilis, las recopilaciones legislativas de los


emperadores Teodosio II (408-50) y Justiniano (518-65) representan un sumario
precioso del material jurídico de la época imperial, al igual que la epigrafía que
contienen leyes imperiales, edictos, decretos, cartas, diplomas militares (decretos de
baja), decretos senatoriales, inscripciones de municipios, de colegios, inscripciones
privadas, etc.

Un importante material documental se puede encontrar también en los papiros egipcios


de la época imperial, en especial los procedentes de Oxirrinco; aunque la inmensa
mayoría se refieren sólo a su zona de localización y no son extrapolables, entre ellos se
ha hallado documentos de gran importancia, como por ejemplo una copia de la
Constitutio Antoniniana de Caracalla.

Las monedas constituyen otra fuente original muy importante.4

Fuentes arqueológicas [editar]

La reciente incorporación de la arqueología ha permitido desterrar varios mitos


asentados en la historiografía tardorromana. La gran crisis del siglo III se superó con
una rapidez asombrosa en el siglo IV, que fue un período no de decadencia general, sino
de recuperación generalizada e incluso de gran prosperidad en algunas zonas, a pesar de
los problemas del latifundismo, la presión fiscal, la inflación o la polarización social.
Las Grandes Invasiones, sin dejar de ser violentas y traumáticas, no lo fueron tanto
como para destruir la civilización romana. Y si bien se puede decir que iniciaron un
proceso de decadencia del Mundo Antiguo, éste no se inició realmente hasta el siglo VI.

La arqueología demuestra además que los pueblos germánicos eran completamente


sedentarios:

"La principal impresión que suscitan las excavaciones es la de comunidades estables y


duraderas, algunas de las cuales ocupaban los mismos lugares durante décadas o incluso siglos,
otras trasladaban sus viviendas sin alejarse demasiado de los confines de su territorio original
[...] Parece claro [...] que la primitiva economía germana [...] era, en esencia, semejante a la
agricultura campesina de las provincias occidentales del Imperio romano"
5
Otro aspecto de capital importancia evidenciado por el registro arqueológico es que la
"Decadencia y caída" no fue un fenómeno homogéneo y común a todo el Imperio.
Algunas regiones efectivamente declinaron, pero otras no. Hispania, la Galia, Iliria,
Grecia y las zonas del limes danubiano, escenario de numerosos conflictos, fueron los
territorios más afectados por las guerras entre romanos y por las invasiones bárbaras. En
Italia, tras los saqueos de Alarico y Atila, hay una continuidad hasta el siglo VI,
alcanzando la cúspide de su prosperidad con Teodorico, para decaer y no recuperarse
hasta la Plena Edad Media, a causa de la Guerra Gótica y las invasiones lombardas.

Un hito de gran importancia es que las excavaciones patrocinadas por la Unesco en el


norte de África han revelado la pervivencia de la prosperidad africana durante la
ocupación vándala, y un verdadero "renacimiento bizantino" tras las dificultades del
reinado de Justiniano, alcanzando un nivel de prosperidad comparable al de comienzos
del siglo V, para ser definitivamente arrasado por la invasión musulmana, que fue
extremadamente cruenta en la zona y en el transcurso de cuarenta años de luchas arrasó
todas las grandes ciudades (Cartago, Susa, Hadrumeto, Hipona, Leptis, etc.).

Otro tanto ocurriría en las islas mediterráneas, en especial Sicilia, que a pesar de la
irrupción de los vándalos se mantuvo prácticamente al margen de toda invasión hasta la
llegada de los musulmanes. Las excavaciones revelan por último que Siria y Palestina
alcanzaron probablemente su máxima prosperidad en los siglos V y VI, a pesar de los
terremotos y las devastaciones de Cosroes I en el reinado de Justiniano; esta prosperidad
se mantuvo hasta el siglo VII, decayendo con rapidez a causa de las invasiones de
persas y mahometanos.

Decadencia frente a transformación [editar]

Genserico saqueando Roma, por Karl Briullov (1836).

Tesis de la decadencia y caída [editar]

La versión tradicional del final del mundo antiguo fue que la desintegración política y
militar del poder romano en Occidente acarreó la ruina de su civilización. Desde San
Agustín hasta el siglo XXI ha predominado la idea de que las culturas ofrecen una
evolución similar a la de los seres vivos, y que la decadencia es su fase final. Esta visión
tuvo su origen en el siglo XVIII. Hasta entonces el absolutismo político y el
Cristianismo del Bajo Imperio habían sido valorados positivamente, pero con los
nuevos vientos ilustrados, comenzó a valorarse de manera peyorativa, surgiendo la idea
de la decadencia.

Edward Gibbon y su monumental History of the decline and fall of the Roman Empire
recibieron de la historiografía anterior un legado muy mediatizado por la religión,
puesta en tela de juicio por los filósofos ilustrados. En este panorama de profunda
revisión, Gibbon hizo suya la exposición de principios de Tácito, y desarrolló su
monumental obra partiendo de la idea de moda en ese momento, ya adelantada por
Montesquieu en sus Considérations sur les causes de la grandeur des Romains et de
leur décadence (París, 1734): que la pérdida de la "virtud republicana" fue causa
fundamental de la decadencia del Imperio. Gibbon plantea que tras la Edad de Oro
racionalista de los Ulpio-Aelios se inicia la decadencia, el inicio del triunfo de lo
bárbaro y lo cristiano, el momento en el que la irracionalidad ocupa el poder. El
historiador italiano Arnaldo Momigliano6 indicaba que lo novedoso de Gibbon no
fueron sus ideas políticas, morales o religiosas, que son las mismas de Voltaire, sino que
supo comprender el importante papel de los hechos en la Historia y supo ordenarlos y
valorarlos, realizando la primera historia moderna, y en eso radica su importancia y la
fuerza con que ha calado en toda la historiografía posterior.

La visión de Gibbon, probablemente el historiador más influyente de todos los tiempos.7


8
fue compartida por los grandes historiadores positivistas del siglo XIX como Jacob
Burckhardt u Otto Seeck. Entre las obras del primero se destaca Die Zeit Constantins
des Großen (Basilea, 1853), donde abundaba en la idea de la decadencia como un
envejecimiento social reflejado en la creencia en la inmortalidad y la vida ultraterrena,
que desintegró la civilización clásica.

En general, hasta los últimos decenios del siglo XX se mantuvo la visión que de este
periodo había establecido Gibbon, principalmente de la mano de Mikhail Rostovtzeff, y
su influyente Social and Economic History of the Roman Empire (Oxford, 1926). Este
historiador ruso realizó la primera explicación sistemática de la crisis bajoimperial, con
una metodología concreta pero muy condicionada por sus experiencias personales (la
Primera Guerra Mundial y la Revolución rusa). Rostovtzeff mantuvo el mismo esquema
establecido por Gibbon, pero cambiando las religiosas por las económicas.

De la mano de Rostovzeff se retomó a Max Weber, estudiándose los fenómenos


económicos que serán seguidos fundamentalmente por la historiografía marxista.
Siguiendo esta tendencia, a lo largo del siglo se ahondó en aspectos más concretos, pero
sin cuestionar la tesis "decadentista".

Otros importantes historiadores retomarán las ideas de la "barbarización del imperio",


como Franz Altheim, con su obra Die Soldatenkaiser. Todos ellos mantienen el mismo
concepto de fondo iniciado por Gibbon que llevaría a otro importante historiador como
André Piganiol a decir que "la civilización romana no ha muerto de muerte natural. Ha
sido asesinada". En general, los rasgos más importantes de la teoría tradicional de la
"decadencia del Imperio romano" pueden resumirse en 7 puntos:
1. Ruina económica: depreciación monetaria, carestía y contracción de la actividad,
en especial de la comercial, lo que conduce a la autarquía.
2. Guerras civiles e intensificación de las rapiñas de una soldadesca cada vez más
barbarizada.
3. Plagas pestíferas y despoblación.
4. Desórdenes internos, revueltas sociales (bagaudas), bandidaje terrestre y
marítimo (piratería sajona).
5. Abandono de tierras y expansión de la vinculación personal (colonato).
6. Luchas de poder entre el ejército bárbaro y los funcionarios civiles romanos por
la dirección del Estado, con victoria de los militares: surgen diversos caudillajes
(Estilicón, Aecio, Ricimero).
7. Destrucción de las clases privilegiadas e imposición del dominio del campo
sobre la ciudad.

En 1956 el arqueólogo, epigrafista e historiador del arte Henri Irénée Marrou publicó un
artículo de capital importancia titulado «La décadence de l’Antiquité classique». En él
consideraba que los historiadores, él mismo incluido, habían subestimado la Antigüedad
Tardía al considerarla mero periodo intermedio entre el clasicismo antiguo y su
recuperación renacentista. El error habría sido de partida y metodológico, ya que
humanistas e ilustrados habían utilizado con parcialidad el concepto de decadencia en
defensa de sus opiniones e intereses. El concepto de "decadencia" implica
necesariamente un juicio de valor que sustenta toda una filosofía de la historia:
humanistas e ilustrados pretendían "disipar las tinieblas de la Edad Oscura", para
redescubrir una antigüedad pretendidamente luminosa, la existente hasta la muerte de
Marco Aurelio. El Bajo Imperio, con el triunfo del cristianismo y el absolutismo, era
desdeñado por los prejuicios ilustrados como un período de «barbarie», «tiranía» y
«superstición».

Marrou consideraba que los historiadores debían evitar caer en esos prejuicios y renovar
su metodología. El Imperio Tardío no era en nada inferior al de Augusto o los
Antoninos. Su cultura y modelo de civilización no eran decadentes ni reproducían, sin
comprenderlos, los esquemas del Alto Imperio. Además, estaban produciendo nuevos
modelos, es decir, que la época mostraba originalidad.

A la luz de los nuevos estudios, la historiografía piensa actualmente que existió una
crisis importante, pero matizada y condicionada a zonas geográficas concretas, de las
cuales todavía queda mucho por determinar.

Tesis del continuismo y la transición [editar]

Ya desde el siglo XIX algunos historiadores pensaron que el término "caída" no era el
término apropiado para el período que posteriormente sería bautizado como Antigüedad
tardía, predominando actualmente la idea de cambio y evolución desde el modelo de
sociedad de la Roma altoimperial a la plenamente medieval.

El pionero del moderno continuismo fue Fustel de Coulange (Institutions politiques de


l'ancienne France. I-VI vols; París, 1874), que consideraba que los bárbaros no serían
destructores del mundo antiguo, sino que dieron un nuevo rumbo a un proceso de
transformación del mundo romano que ya estaba en marcha. Encontró una gran
variedad de pervivencias posteriores, observando que las instituciones tardorromanas
estaban muy cerca de las similares de merovingios y carlovingios, y que las fuerzas de
integración social actuaban de igual forma antes y después (creencias, estructura
económica, etc.).

Henri Pirenne continuó en la línea de su maestro Coulange, planteando su célebre teoría


(Mahomet et Charlemagne; Bruselas, 1937), según la cual las invasiones germánicas no
destruyeron la unidad mediterránea del mundo antiguo, ni tampoco eliminaron los
rasgos que suelen considerarse esenciales de la cultura romana tal como aún existía en
el siglo V. La verdadera causa de la ruptura con la tradición de la Antigüedad la habría
producido el rápido e inesperado avance del Islam, que interrumpió las rutas
comerciales del Mediterráneo y llevó al declive de la economía europea, provocando un
largo período de autarquía. Sin embargo, a pesar de su fama, Pirenne no convenció a la
historiografía dominante en aquel momento, muy influenciada por el marxismo.

Tesis del colapso [editar]

De origen antropológico y sociológico, sus principales representantes son Arnold


Toynbee, James Burke y Joseph Tainter (The Collapse of Complex Societies;
Cambridge, 1988).

En ellas se suele aceptar que la caída del Imperio romano era inevitable, equiparándola
con la de otras grandes culturas de la historia universal, de acuerdo a una teoría del
derrumbe de las sociedades complejas. Simplificando mucho, esta visión considera que,
a medida que una sociedad se desarrolla, se diferencia cada vez más socialmente y se
hace más compleja, de modo que para poder seguir existiendo necesita de un
crecimiento correspondiente.

Causas [editar]
A grandes rasgos, se pueden ordenar en siete categorías o clases las diferentes teorías
sobre las causas del hundimiento del poder imperial romano en Occidente. Es difícil
citar nombres concretos, ya que muchos de los que figuran en cada categoría podrían
también aparecer en otros apartados. Los nombres que siguen, aun siendo
representativos, no engloban a la extraordinaria cantidad de obras, autores y tendencias
que se han pronunciado sobre el tema. Así por ejemplo, el profesor alemán Alexander
Demandt, de la Universidad Libre de Berlín, publicó una obra en que repasaba 210
teorías diferentes sobre la caída de Roma titulada Der Fall Röms. Die Auflösung des
romischen Reiches im Urteil der Nachwelt (Múnich, 1984).

Teorías religiosas y morales [editar]

La "culpa del cristianismo" ha sido uno de los factores a los que más se ha achacado la
crisis del siglo V. Actualmente es una teoría sin peso y sin defensores, al menos en
estricta puridad. Unir bajo un mismo punto de vista metodológico la progresiva crisis
del mundo romano y la victoria del cristianismo, haciendo culpable a este último de la
primera es un planteamiento voluntarista, excesivamente radical, que no responde a la
realidad. La Iglesia no volvió la espalda al Imperio y, si algunos cristianos
contribuyeron a debilitar la resistencia imperial, otros apelaron al patriotismo romano;
durante el Bajo Imperio, el cristianismo triunfante sirvió de aglutinante a la sociedad
romana. Además, en Occidente (Galia, Germania, Britania e Hispania), donde la crisis
fue más aguda, el cristianismo tuvo una implantación limitada hasta entrado el s. V,
mientras que fue precisamente el Oriente más cristianizado el que mejor sobrellevó la
crisis.

Historiadores tardoantiguos [editar]

Ya en la Antigüedad Tardía hubo intelectuales, como el historiador pagano del s. V


Zósimo y su maestro Eunapio de Sardes, que echaron la culpa al cristianismo de los
males que afligían del Imperio. Los paganos creían que la crisis se debía a que los
dioses les negaban su protección por culpa de la expansión cristiana en el Imperio, lo
que impulsó a gentes como Cipriano de Cartago, Agustín de Hipona o Paulo Orosio a
defender lo contrario en obras como De civitate dei o Historiarum adversum paganos.

Edward Gibbon [editar]

Artículo principal: Edward Gibbon


Artículo principal: Historia de la decadencia y caída del Imperio romano

La apologética pagana potenció su influencia con la Ilustración; la “Edad de la Razón”,


señalada por su negación del pasado, su escepticismo religioso, y su crítica violenta del
poder monárquico y de la autoridad religiosa, no podía aceptar como algo positivo el
poder monárquico absoluto y la profunda influencia del clero y la religión en el Imperio
romano tardío. Edward Gibbon en su clásico History of the decline and fall of the
Roman Empire, aparecido entre 1776 y 1788, se planteó las causas de la decadencia del
Mundo Antiguo desde estos presupuestos racionalistas, agnósticos, e incluso
neopaganos, pero su mérito estuvo en hacerlo de una manera totalmente novedosa.
Adaptando las ideas de Tácito, el sabio inglés atribuyó la decadencia del Imperio a la
pérdida de las virtudes cívicas, y echó la culpa al cristianismo, que predicaba un género
de vida que influyó negativamente en la marcha de la gravísima crisis que padecía el
Imperio desde la época de Marco Aurelio:

"En tanto en cuanto la felicidad en una vida futura es el gran objetivo de esta religión, podemos
aceptar sin sorpresa ni escándalo que la introducción -o al menos el abuso- del Cristianismo
tuvo una cierta influencia en la decadencia y caída del Imperio romano. El clero predicó con
éxito doctrinas que ensalzaban la paciencia y la pusilanimidad; las antiguas virtudes activas
[virtudes republicanas de los romanos] de la sociedad fueron desalentadas; los últimos restos
del espíritu militar fueron enterrados en los claustros: una gran proporción de los caudales
públicos y privados se consagraron a las engañosas demandas de caridad y devoción; y la
soldada de los ejércitos era malgastada en una inútil multitud de ambos sexos [frailes y monjas,
esta opinión sobre ellos era habitual en el público inglés del s.XVIII] capaz sólo de alabar los
méritos de la abstinencia y la castidad. La fe, el celo, la curiosidad, y pasiones más terrenales
como la malicia y la ambición, encendieron la llama de la discordia teológica. La Iglesia -e
incluso el estado- fueron distraídas por facciones religiosas cuyos conflictos eran muchas veces
sangrientos, y siempre implacables; la atención de los emperadores fue desviada de los campos
de batalla a los sínodos. El mundo romano comenzó, pues, a ser oprimido por una nueva especie
de tiranía, y las sectas perseguidas se conviertieron en enemigos secretos del estado.br /> Y sin
embargo, un espíritu partidista, no importa cuán absurdo o pernicioso, puede ser tanto un
principio de unión como de desunión. Los obispos, desde ochocientos púlpitos, inculcaban al
pueblo los deberes de la obediencia pasiva buscada por el legítimo y ortodoxo emperador; sus
frecuentes asambleas y su perpetua correspondencia los mantenían en comunión con las más
distantes iglesias; y el temperamento benevolente de los Evangelios fue endurecido, aunque
confirmado, por la alianza espiritual de los católicos. La sagrada indolencia de los monjes era
con frecuencia abrazada en unos tiempos a la vez serviles y afeminados; pero si la superstición
no había supuesto el fin de los principios de la República, estos mismos vicios [la servilidad y
el afeminamiento] habrían llevado a los indignos romanos a desertar de ellos. Los preceptos
religiosos son fácilmente obedecidos por aquellos cuyas inclinaciones naturales les llevan a la
indulgencia y la santidad; pero la pura y genuina influencia del Cristianismo puede hallarse, si
bien de forma imperfecta, en los efectos que el proselitismo cristiano tuvo sobre los bárbaros del
norte. Si la decadencia del Imperio Romano se había acelerado con la conversión de
Constantino, al menos su religión victoriosa redujo en algo el estrépito de la caída, y rebajó el
feroz temperamento de los conquistadores."
(Capítulo XXXIX)

Teorías raciales y culturales [editar]

En buena medida, casi todas ellas han sido resultado de la identificación de cultura, raza
y nación propias de la sociología y antropología darwinista.

Karl Julius Beloch [editar]

Artículo principal: Karl Julius Beloch

En Die Bevölkerung der griechisch-römischen Welt (Leipzig, 1886) ofrecía una


explicación culturalista: la creación de un estado panmediterráneo impidió el desarrollo
y consolidación de la vida civilizada. La Roma imperial habría ahogado los impulsos
innovadores de la Grecia plural. Es preciso señalar que Beloch hizo tales conclusiones
tras la unificación alemana, en pleno auge del militarismo, el nacionalismo y la
sozialpolitik de Bismarck, que en pocos años acabaron con la tradición liberal alemana.

Tenney Frank [editar]

Artículo principal: Tenney Frank

Este profesor norteamericano de la Universidad John Hopkins, publicó en 1916 un


estudio titulado "Race Mixture in the Roman Empire"9 en el que defendía que la
decadencia de Roma se debía a la diversidad cultural y la mezcla de razas: al
emanciparse todos los griegos y orientales esclavos, cambiaron el carácter del Imperio,
convirtiéndolo en una monarquía helenística, motivando el absolutismo, la expansión de
las religiones orientales, la decadencia de la literatura latina y la desaparición de la vieja
clase gobernante, ruda y viril, que construyó el Imperio romano.

Otto Seeck [editar]

Artículo principal: Otto Seeck

En Geschichte des Untergangs des antiken Welt (Stuttgart, 1920-1921) planteó que la
decadencia de Roma se debió al hecho de que a partir del s. III hubo una especie de
"selección al revés" que provocó la desaparición de la élite que dirigía el Estado
romano. Esta desaparición se explicaría por el desinterés de las clases dirigentes en
reproducirse y por su debilitamiento, desgastadas por mezclas continuas, provocada por
la manumisión de esclavos, el matrimonio de libres y libertos, la prohibición del
matrimonio a los soldados, las continuas guerras, etc. Asimismo, los emperadores se
habrían dedicado a exterminar la capacidad y el mérito personal, y a extender la
mentalidad servil, a lo que contribuyó el triunfo del cristianismo. El resultado obvio de
todo ello habría sido la decadencia y el hundimiento del poder imperial.

Es importante señalar que Seeck planteó su teoría tras la derrota de la Alemania


imperial en la Primera Guerra Mundial, en pleno proceso democratizador de la
República de Weimar. El error de fondo subyace en la creencia de que hay razas
superiores e inferiores. Ferdinand Lot objetó a esta tesis que, muy al contrario, el Bajo
Imperio fue una época de grandes personalidades.

Franz Altheim [editar]

Artículo principal: Franz Altheim

En sus obras Die Soldatenkaiser (Frankfurt, 1939) y Die Krise der alten Welt im 3.
Jahrhundert n. Zw. und ihre Ursachen (Berlín, 1943), este prestigioso historiador
alemán explicaba la caída de Roma en la preponderancia de las "razas jóvenes"
germanas, con mayor agresividad e iniciativa, sobre las "razas viejas" y decadentes del
Mundo Mediterráneo, sumidas en la desidia. En su momento, sus explicaciones entraron
dentro de la historiografía oficial del III Reich.

Martin Nilsson [editar]

Artículo principal: Martin Nilsson

Para este profesor sueco, la primera autoridad en religión griega, la decadencia de Roma
vendría motivada por un cambio racial. Según su planteamiento, la “raza romana”
estaría cada vez estaría más diluida y más barbarizada. No obstante, pasó poco tiempo
antes de que autores como N.H. Baynes señalaran en la región donde la mezcla de razas
fue mayor, Asia Menor, en el Bajo Imperio no hubo decadencia alguna, ni en lo
intelectual, ni en lo social, ni en lo económico, ni el cristianismo tuvo ningún resultado
funesto (antes al contrario).

Joseph Vogt [editar]

Artículo principal: Joseph Vogt

Su obra The decline of Rome: The metamorphosis of Ancient Civilization (Londres,


1967) insistía en la metamorfosis cultural, pero ajena a planteamientos biológicos,
defendiendo una noción de continuidad sobre la base de un cambio. Consideraba que la
mal llamada "decadencia" fue un proceso lento de cambio, que comenzó con Cómodo
(180-193) y que dio como resultado un tipo nuevo de cultura, muy parecida al Mundo
Medieval. En esta idea de cambio cultural, Vogt remarcaba la importancia de tener
presente que las invasiones germánicas eran "una migración de gentes, no meramente
una invasión de bárbaros".

Teorías militares y hostilistas [editar]

Entran en el grupo los que explican el fin del Imperio Romano en Occidente por el
impacto que sobre el mismo tuvieron los germanos, de cualquier modo que ello se
entienda, ya sea desde el punto de vista puramente militar o de las causas internas que
obraron con ocasión de la coyuntura de la presión de los germanos.

Flavio Vegecio Renato [editar]

Artículo principal: Flavio Vegecio Renato

En su Epitoma rei militaris (c. 430), este historiador militar contemporáneo de los
hechos afirmó que la decadencia de las armas romanas se debía al abandono de las
antiguas formas de organización de las legiones y la incorporación de mercenarios
bárbaros al ejército romano.

Arther Ferrill [editar]

Este autor sigue a Vegecio y destaca los factores militares como la principal causa de la
caida del Imperio romano, poniendo especial énfasis en la barbaraización de ejercito
como principal causa.

Teorías naturales [editar]

Un cuarto grupo de autores han formulado explicaciones fundadas en las ciencias


naturales, haciendo hincapié en la población, el clima y el suelo. Es importante señalar
que el enfriamiento del clima a partir del siglo II tendría su influencia en malas
cosechas, plagas de peste y la mayor movilidad de los pueblos bárbaros.

A.E.R. Boak [editar]

Este profesor de Historia Antigua en la Universidad de Michigan, especialista en


Historia Bizantina, publicó un estudio, que ha tenido gran aceptación en América del
Norte, titulado Manpower Shortage and the Fall of the Roman in the West (Londres,
1956). Opinaba que la causa de la caída de Roma se debe al déficit de la mano de obra
que sufrió el Imperio, que tuvo efectos desastrosos en la agricultura, en la industria y en
los servicios públicos; los decenios comprendidos entre los años 235 y 284, lo que se
conoce con el nombre de la Anarquía Militar debido a las continuas luchas y a la peste,
que asoló todo el Imperio durante 15 años y vació, al decir de los contemporáneos,
ciudades enteras (ya a mediados del s. II, en época de Marco Aurelio, hubo otra pertinaz
peste), fueron desastrosos para la población rural. La falta de mano de obra esclava se
sintió en Occidente, pero no en Oriente.

El ejército, falto de nuevos reclutas desde mediados del s. II, alistó bárbaros, lo que
produjo la barbarización del ejército ya en el s. III. La falta de mano de obra se agravó
en el s. IV por la valoración cristiana de la castidad, y por el control de la natalidad, ya
que las mujeres no querían tener más que un hijo. Sin negar que hubo períodos en que el
déficit de mano de obra fuera grande, los historiadores actuales no consideran que fuera
una causa determinante de la decadencia del Imperio.

Teorías políticas [editar]


Muchos historiadores consideran que los problemas políticos internos debilitaron
económica y militarmente a Roma, y que ello permitió a sus enemigos externos derribar
"un edificio podrido".

Ramsay Macmullen [editar]

Artículo principal: Ramsay Macmullen

Su obra Corruption and the Decline of Rome (Binghampton, 1988) es novedosa por el
análisis cuantificado de algunos aspectos de la decadencia de Roma y la incorporación
critica de nuevos materiales. Hace una gran labor de sociología histórica, analizando las
relaciones entre los distintos grupos sociales, concluyendo que algunos grupos sociales
llegarían a constituirse en enemigos internos del Imperio: desertores, rebeldes,
bandidos, etc.

Considera que el factor clave del fracaso del Bajo Imperio es que, a medida que se iba
volviendo más burocrático (la alta administración pasó de unos 200 cargos a 6.000
desde Trajano a Teodosio) y totalitario, el poder absoluto iba escapando de manos del
Emperador en favor de los funcionarios civiles y militares. Éstos sólo velaban por sus
intereses personales, lo que llevó a la corrupción, los abusos de poder y la creciente
incapacidad para enfrentarse adecuadamente a los problemas administrativos y
militares. Los factores favorecedores de esta corrupción serían los siguientes:

• Empleo de favores y violencia coercitiva por parte del Gobierno.


• Ambigüedad de las leyes.
• Totalitarismo.
• Aislamiento del Emperador.

El efecto más notable sería el deterioro del ejército, con la barbarización de la tropa y la
oficialidad, la falta de equipo militar y la corrupción de la clase dirigente. Bajo el
mando de emperadores fuertes, la nave del Estado se mantenía firme, pero con el
ascenso al poder de personajes débiles como Honorio, declinó rápidamente, lo que
llevaría al caudillismo, encarnado en grandes espadones como Estilicón o Aecio.

Teorías económico-sociales [editar]

Ludwig von Mises [editar]

Artículo principal: Ludwig von Mises

Para este economista austriaco la caída del Imperio fue causada por la manipulación de
la moneda realizada con objeto de enriquecer al Estado y una legislación creciente que
regulaba el mercado. En su tratado La acción humana Mises sostiene que:

Apelar a la coacción y compulsión para invertir la tendencia hacia la desintegración social era
contraproducente ya que la descomposición [del Imperio] precisamente tenía sus orígenes en el
recurso a la fuerza y la coacción. Ningún romano fue capaz de comprender que la decadencia
del Imperio era consecuencia de la injerencia estatal en los precios y del envilecimiento de la
moneda.
Consideraciones en torno a la decadencia de la civilización clásica
Entre la medidas regulatorias que habían tomado los emperadores romanos estarían el
castigo a quien osara abandonar la ciudad, la nacionalización del comercio de grano, la
regulación de los precios agrícolas y del sector naviero (generando escasez) el aumento
y la creación de nuevos impuestos especialmente desde el siglo III d. C. (sobre
herencias y bienes para sufragar los gastos militares, la creación de espectáculos y obras
públicas, para la pensión de soldados veteranos). A esto se sumaría un constante
envilecimiento y devaluación de la moneda para adquirir mayores beneficios de
"señoreaje" (diferencia entre el valor nominal de la moneda y sus costes de fabricación).

Moses Finley [editar]

Artículo principal: Moses Finley

En The Ancient Economy (Londres, 1985) plantea la importancia del desinterés. La


polarización social y la acumulación de inmensos patrimonios en unas pocas manos
aristocráticas provocaría que el dinero permaneciera ocioso por falta de incentivo.
Además, los nuevos ricos no tendrían un verdadero afán de crear capital y producir
riqueza, sino de adquirirla e imitar el modo de vida de la clase dominante. Los objetivos
económicos no serían fines en sí mismos, sino medios de promoción política y social.
Una vez alcanzados, se trataría de mantener el nivel de vida. Asimismo, al ser la tierra
la base de la riqueza y no producirse progreso técnico alguno, el crecimiento
económico, la productividad y aún la eficiencia se habrían estancado.

Teorías "pesimistas" [editar]

Teorías de la multiplicidad de causas [editar]

Referencias [editar]
Notas [editar]

1. ↑ (Blázquez 1973: 113).


2. ↑ La crisis del Imperio Romano de Occidente (454-476 d. C.). En: Revista de
arqueología, año 28, nº 344, pp. 55-63.
3. ↑ Apologie pour l'histoire ou métier d'historien. París, 1949, p. 30.
4. ↑ Burnett, Andrew (1987): Coinage in the Roman World. Londres: B. A. Seaby
Ltd ISBN 0 900652 85 3
5. ↑ Todd; Malcolm (1975): The Northern Barbarians 100 BC - Ad 300. Londres:
Hutchinson. ISBN: 0 091222 20 6
6. ↑ "Gibbon’s Contribution to historical Method", en: Historia, 1954, 458-460.
7. ↑ «Edward Gibbon (British historian) - Britannica Online Encyclopedia».
8. ↑ In the early 20th century, biographer Sir Leslie Stephen ["Gibbon, Edward
(1737-1794)," Dictionary of National Biography, vol. 7, (Oxford, 1921), 1134]
summarized The History's reputation as a work of unmatched erudition, a degree
of professional esteem which remains as strong today as it was then:

The criticisms upon his book...are nearly unanimous. In accuracy, thoroughness,


lucidity, and comprehensive grasp of a vast subject, the History is
unsurpassable. It is the one English history which may be regarded as
definitive. ...Whatever its shortcomings, the book is artistically imposing as well
as historically unimpeachable as a vast panorama of a great period.

9. ↑ En The American Historical Review, Vol. 21, No. 4, 689-708.

Bibliografía [editar]

• Arce, Javier (1997): El último siglo de la España romana (284-409). Madrid:


Alianza. ISBN: 84-206-2347-4
• Blázquez Martínez, José Mª (1990): Aportaciones al estudio de la España
romana en el Bajo Imperio. Madrid: Istmo. ISBN 84-7090-216-1
o - (1973) Causas de la decadencia y hundimiento del Mundo Antiguo. En:
Jano nº 98, pp. 113-123.
• Bock, Susan (1992): Los hunos: tradición e historia. En: Antigüedad y
cristianismo: Monografías históricas sobre la Antigüedad tardía, Nº 9, pp. 1-
463. Murcia: Universidad de Murcia. ISSN 0214-7165.
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• García Moreno, Luis Agustín (1998): El Bajo Imperio Romano. Madrid:
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• Gibbon, Edward (2007): Historia de la decadencia y caída del Imperio romano.
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• Heather, Peter (2006): La caída del Imperio Romano. Barcelona: Crítica. ISBN
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• Ward-Perkins, Bryan (2006): La caída de Roma y el fin de la civilización.
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Enlaces externos [editar]

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