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WauL José Martinez de Sousa Manual de estilo de la lengua espanola 2.? edicién, revisada y ampliada | Las pos pares de que consta este Manual de estilo de la lengua espaniola tienen el mismo fin: ayudar a redactar bien y con propiedad a quienes diariamente han de enfrentarse con una cuartilla en blanco 0 una pantalla de ordenador vacta. La primera parte se propone ofrecer al lector los elementos basicos para conseguir una redaccién correcta con sujecion a las exigencias del lenguaje _ normativo por un lado y de la escritura cientifica por otro. Se afrontan las normas para dominar el trabajo documental (fuentes de consulta, citas, notas, remisiones, cuadros, referencias bibliograficas —incluidas las de recursos electronicos—), laescritura (autor, obra y destinatario, la redacci6n, las relaciones sintacticas, nivel de lengua y registro lingutstico, ctcétera), la bibliologia (comité editorial, el trabajo de edicion, el original, la diacrisis tipografica, Ja Ictra de imprenta, organizacin externa e interna de la obra y trabajo de producci6n). La segunda parte ofrece, en orden alfabético, un conjunto de materias que pueden ser objeto de atenta lectura o mera consulta para resolver los maltiples problemas con que el destinatario se puede tropezar al construir su discurso. Por ejemplo, todo Io relativo a la onomistica (antroponimos y toponimos principalmente, pero también alias, seudonimos, sobrenombres, etcétera), entidades, instituciones, nombres comerciales, tratamientos, simbolos, signos, sistema internacional de unidades, alfabetos como el arabe, el cirtlico, el hebreo, etcétera, todo ello acompaniado de las abreviaturas correspondientes al tema tratado cuando es pertinente, asi como una amplia ejemplificacion en cada caso y un ntimero notable de cuadros. Eldestinatario natural de esta obra es toda persona que desee escribir y presentar un trabajo que sea legible desde todos los puntos de vista. Ast, prestara buenos servicios a escritores y redactores en general, pero en particular a cientificos y técnicos, traductores, profesores, pcriodistas, correctores de estilo y tipograficos, investigadores, editores literarios y ciemtificos, etcétera. En él hallarin respuestas para sus preguntas, certezas para sus dudas, soluciones para sus problemas y explicaciones adecuadas para las cucstioncs mis enrevesadas y complejas que necesariamente se presentarn en cuanto comiencen a escribir. STRACION CULTURAL ISBN 86~9706-022-8 JM wa ‘TO14L10001 José Martinez de Sousa MANUAL DE ESTILO DELA LENGUA ESPANOLA Ediciones Trea, S. L. BIBLIOTECONOMIA Y ADMINISTRACION CULTURAL ~ 38 Primera edicién: marzo del 2000 ‘Segunda edici6n: septiembre det 2001 Primera reimpresién: marzo del 2003 © José Martinez de Sousa, 2000, 2001 © de esta edicisn: jones Trea, S. L., 2001 Maria Gonzdlez La Pondala, 98, nave D 33393 Somonte-Cenero. Gijén (Asturias) Tel.: 985.303.801. Fax: 985.303.712 Correo electrdnico: trea@trea.es Direccién editorial: Alvaro Diag Hu Produccisn: José Antonio Martin Cubiertas: Impreso Estudio (Oviedo) Impresién: Gréficas Apel, S. L. (Gijén) Encuadernacién: Encuadernaciones Cimadevilla, S. L. (Gijén) Depésito legal: As.-398-2003 ISBN: 84-9704.022-8 Impreso en Espafia ~ Printed in Spain ‘Todos los derechos reservados. No se permite la reproduccién total o parcial de este libro, ni su incorporacién a un sistema informético, ni su transmisién en cualquier forma © por cualquier medio, sea éste electrénico, mecénico, por fotocopia, por grabacién 1 otros métodos, sin el permiso previo por escrito de Ediciones Trea, S. L. ied wwe weve evr hey ew ew YU YE YOUU Para Pitt, mujer con estilo NNN 3. 4. PEELE Be NPS NTACION: 17 ALA PRIMERA ALA SEGUNDA DE LA OBRA: 27 DICION: 23 ICION: 26 INTRODUCCION LA NORMALIZACION, EL ESTILO Y LA EDICION La normalizacién: 31 Los origenes de la normaliz: 32 La aplicacién de las normas: 32 idn: El estilo: 34 La labor de los humanistas: 35 Los cédigos tipograficos: 35 Los libros de estilo: 37 Los manuales de estilo: 39 La edicién cientifica: 39 Norma, uso y autoridad lingtiisti- ca: 41 Norma y uso: 41 Autoridad lingitistica: 42 Bibliografia especifica para escri- tores v traductores; 42 Diccionarios: 43 1. Diccionarios de lengua: 43 Indice Diccionarias monogrificos: 44 Diccionarios ideoldgicos: 47 Diccionarios etimolégicos: 47 Diccionarios de usos y dudas: 47 Diccionarios de sinénimos: 48 Libros y manuales de estilo: 48 En espafol: 48 En otros idiomas: 48 Gramaticas y ortografias: 50 Otros temas: 51 Lenguaje: 51 Manuales de tipografia y biblio- logia: 51 PRIMERA PARTE EL TRABAJO INTELECTUAL El trabajo documental: 55 Las fuentes de consulta; 55 Fuentes de primera y de segunda mano: 55 : Las citas: 56 El estilo de la cita: 57 1. Cita directa: 57 2. Cita indirecta: 58 3. Cita indirecta libre: 58 indice 2.2. 2.3. 2.4. per wow Pee PpP al Citas de primera y de segunda mano: 58 Reproduccion del texto de la cita: 58 1, Disposici6n de las citas: 58 Intervencién en el texto de la cita: 59 Identificacion del autor y de la procedencia de la cita: 63 . La cita bibliografica: 63 2. Sistema autor-aiio: 64 3. El sistema numérico: 65 4. Otros sistemas de identifica- cién del autor de la cita: 65 Los derechos de autor, el derecho de cita y el plagio: 65 El derecho de autor: 65 El derecho de cita: 66 El plagio: 66 Las notas: 66 Funcién de las notas: 67 Contenido de las notas: 67 La llamada de nota: 67 Situacion de la Hamada: 69 acién de las notas: 70 Las remisiones: 70 Los cuadros: 72 Titulo general del cuadro: 72 Las casillas: 73 El cuerpo del cuadro: 73 Los filetes en los cuadros: 73 Notas en los cuadros: 73 Las referencias bibliograficas y las bibliografias: 74 Referencias bibliograficas: 74 Problemas de las referencias bi- bliograficas: 74 Datos de las referencias bibliogra- ficas: 75 1. Zona de responsabilidad prin- cipal: 75 El autor: 75 El autor individual: 75 .3. El autor colectivo: 76 .4. El autor corporativo: 77 Ll 1 1 1 7.2, 72.1. 7.2.2, 1.5, El autor anénimo: 77 2. Zona del titulo: 78 - Grafia del titulo: 78 . Dos o mis titulos: 78 . El subtitulo: 78 Abreviaciones de titulos y subtitulos: 78 Titulos en caracteres no lati- nos: 78 2.6. Titulos de capitulos o partes de monografias: 78 2.7. Titulo clave: 79 3. Zona de responsabilidad subor- dinada: 79 4. Zona de la edicién: 79 4.1, Grafia de la edicién: 79 4.2, Pie editorial: 82 5. Zona de la descripcién fisi- ca: 84 6. Zona de la coleccién: 85 7. Zona de las notas: 85 8. Zona del nimero normaliza- do: 85 Las bibliografias de monografias yarticulos: 85 Definicion: 85 Ordenacion de los datos: 85 Ordenacién de las referencias: 85 Puntuacién de las zonas y los ele- mentos de las bibliografias: 86 Grafia tipografica de las zonas y sus elementos: 89 Referencias bibliograficas de otros documentos: 90 Patentes; 90 Recursos electrdnicos: 90 peyne SORE 2, a . Zonas y grafias de las referencias de recursos electronicos: 91 . Responsabilidad principal: 91 lo: 91 . Tipo de soporte: 91 . Edicion: 92 Fasciculo: 92 . Lugar de edicién y editor: 92 . Fecha de publicacién o actua- lizacién: 92 8. Partes y contribuciones; 92 9. Notas: 92 10. Disponibilidad y acceso: 93 11. Fecha de consulta: 93 NOUAUN 73.2.2. 73.2.3, BEEBE eS ee oan eares ee 3.2. 12. Numero normalizado: 93 Aplicacién de los datos a los re- cursos electrnicos: 93 la, Textos electrénicos, bases de datos, programas informiti- cos: 93 18. Partes de textos electronicos, bases de datos, programas informaticos: 94 Ic. Contribuciones en textos elec- trénicos, bases de datos, pro- gramas electronicos: 94 2a. Publicaciones seriadas clec- trénicas completas: 94 2b. Articulos y otras contribucio- nes en publicaciones seriadas clectrénicas: 95 3a. Sistemas clectrénicos de bo- letines de noticias, listas de discusién (foros) y de men- sajeria: 95 3b. Mensajes electrénicos: 95 Bibliografia de referencias de re- cursos electronicos: 96 La escritura: 99 El autor, la obra y su destinata- rio: 99 El autor: 99 La obra: 100 El articulo cientifico: 100 Las revistas cientificas: 100 El destinatario: 101 La redaccién: 101 Cémo se empieza: 102 Elementos de la redaccién: 103 La titulacién: 105 Las relaciones sintécticas: 105 La concordancia: 105 I. Reglas generales: 105 2. Lasilepsis: 107 3. El plural de modestia: 107 4. El plural mayestitico: 107 3. La concordancia ad sénsum: 107 Orden de colocacién de los ele- mentos oracionales: 108 33. 4.1, 4.2, 4.3. 44, 5. 5. 5. at 5. 5. babe 7. 7.4. 75. 8. 8. indice 1. Los clementos sinticticos: 108 2. Tipos de orden o construccién: 108 3 El hipérbaton: 109 in de los adjetivos: 109 tas aposiciones: 110 Nivel de lengua y registro lingitis- tico: WN Nivel de lengua: 111 Registro lingiiistico: 112 Lenguaje marginal: 113 Lenguaje malsonante; 113 Ultracorrecci6n: 113 Los recursos lingiiisticos: 114 Presente y pasado histéricos: 114 Los cufemismos: 114 Las perifrasis: 114 Los modismos: 115 Los sinénimos y otros -6nimos: 11S 1. Los cuasisinénimos: 116 2. Los parasinonimos: 116 3. Los geosinénimos: 116 El lenguaje figurado: 116 La metfora: 117 La metonimia: 117 La sinécdoque: 117 La hipérbole: 117 Problemas de redaccion: \18 la ambigiiedad: 118 Ambigiicdad debida al orden de los elementos de la oracién: 118 2. Ambigiiedad por el uso de tiempos verbales y pronom- bres: 118 3. El uso del gerundio: 118 4. Otras formas de ambigiiedad: 118 La vaguedad: 119 Los anacolutos: 119 Anfibologia u oscuridad: 119 Empobrecimiento: 119 Formas de expresién: 120 Los latiguillos: 120 ~ pact an ZRANRRAR AR AR A AAR RNR ANA NAN RANA ATNO no 8.2. 8.4. 8.5. 12.1 12.2. 12.3. Le 1,2, 1.3. 14. 1.5. Las muletillas: 120 Los lugares comunes: 120 Los epitetos: 120 Los oximorones: 121 Propiedad e impropiedad del len- guaje: 121 Los pleonasmos: 123 Pleonasmos correctos: 123 Pleonasmos incorrectos: 123 Incorrecciones de lenguaje: 124 Los barbarismos: 124 Las cacografias: 125 Las cacologias: 125 Los dequeismos y antidequeis- mos: 126 Otras formas de barbarismo: 126 El gerundio: 127 Los solecismos: 127 Extranjerismos y voces extranje- ras: 127 Extranjerismos: 127 Voces extranjeras: 128 Préstamos y calcos: 129 1. Los préstamos: 129 Los calcos: 129 129 os: 130 + 130 Aspectos sincrénicos y diacréni- cos de la lengua: 131 Arcaismos y neologismos: 131 Palabras obsolescentes y palabras historicas: 131 Los anacronismos: 131 La ortotipografia: 133 La grafia, desde la letra hasta el texto: 133 Ortografia de la letra: 133 Ortografia de 1a silaba: 134 Ortografia de la palabra: 135 Ortografia de la frase: 136 Ortografia del texto: 136 pep we Bet ebb oo Exvanjerismos ortograficos: 136 mimetismo ortografico: 136 Anglicismos ortotipograficos: 136 Anglicismos ortograficos: 136 . Elempleo de mayusculas: 136 2. El plural de las siglas: 137 3. La escritura de las décadas y los afios: 137 4. La puntuacién de las cantida- des: 137 5. La numeracién de apartados y parrafos: 138 6. El uso de la raya y el me- nos: 138 7. Eluso de las comillas: 138 npleo de Ia coma: 138 9. Grafia de las abreviaturas: 139 10. La construccién del didlogo: 139 Anglicismos tipograficos: 139 1. Omisién de la sangria: 139 2. Utilizacién de la versalita en las primeras palabras del pri- mer parrafo: 140 3. Empleo de un cuadratin des- pués de un punto y seguido: 140 as Hamadas de nota: 140 mos ortotipograficos: 140 mos ortograficos: 140 icismos tipograficos: 141 barbarismo ortogrifico: 141 fetichismo de la letra: 141 onservadurismo ortografico: 141 Alternancias grafematicas: 142 Neografismos: 142 Los grupos cultos: 145 Los grupos consonénticos: 145 Los grupos vocillicos: 145 La abreviacion en el lenguaje es- crito: 146 El empleo de abreviaciones: 146 Abreviacién del sintagma: 146 Abreviaciones de palabras y sin- tagmas: 147 = 2. 2. 2. 2. 2. Los signos: 148 Signos ortograficos: 148 Clases de signos ortograficos: 148 . Signos ortograficos diacriti- cos: 148 2. Signos ortograficos auxiliares: 148 3. Signos ortogrificos sintagma- ticos: 148 Grafia de los signos ortograficos: 148 1. Signos ortograficos diacriti- cos: 148 2. Signos ortograficos auxilia- res: 150 3. Signos ortograficos sintagmyi- ticos: 151 Signos matematicos: 154 Signos lexicogrificos: 154 La bibliotogia: 155 Tipos de editoriales: 185 El comité editorial y el comité de expertos: 155 El comité editorial: 155 La revision por expertos: 156 Seleccién de fa revista: 158 Critcrios de seleccién: 158 Fuentes para la seleccion: Normas para la presentaci originales: 158 El trabajo de edici Definicidn de la obr El formato del libro: Medidas de la pagina tipografica: 160 Dimensiones de los margenes: Tipo de letra del texto: 161 Ojos, cuerpos e interlineados: 162 1, La edad del lector: 162 2. El tipo de texto: 162 3. La medida en ciceros de Ia caji de composicién y el estilo de la letra: 162 3.1.6. 3.1.7, 3.1.8. ye Blanco de cortesia en los arran- ques: 164 Estética de la pagina tipografi- ca: 165 Hojas de cortesia: 167 inal: 167 |: 167 1, El formato: 168 2. El texto: 168 2.1. De una obra: 168 2.2. De una tesis: 168 2.3. De un trabajo 0 articulo para una revista cientifica: 169 Original en soporte informatico: 169 Correccién de estilo y preparacion tipografica: 170 Numeracién de los capitulos y sus partes: 171 Numeracion decimal de capitulos: V7 La alineaci6n de los datos: 172 La composicién del texto: 173 La correccién de las pruebas ti- pograficas: 175 Signos de correccién: 178 1. Las Namadas: 178 2. Los signos: 178 La maqueta de compaginacién: 179 Los indices alfabéticos: 179 La alfabetizacién: 180 La diacrisis tipografica:180 El concepto: 180 Aplicacion de la diacrisis tipogra- fica: 182 La letra de imprenta: 184 La elecci6n de la letra de impren- ta: 184 El estilo de la letra: 185 Las letras romana antigua y roma- na moderna: 185 Las letras egipcia y paloseco: 186 La familia de la letra: 186 Letra redonda: 186 Letra cursiva; 186 Letra mintscula: 187 Letra versalita: 187 11 6.3.5. 6.3.6. 6.3.7. 6.3.8. 6.3.9, 6.3.10, 63.11. Pe) pee eee PREEE ecco 2a ewe bE ays eb be be paIRD Letra mayuscula: 188 Letra fina y letra normal: 188 Letra seminegra o seminegrita: 188 Letra negrita: 189 Letra estrecha y letra ancha: 189 Letra subindice: 189 Letra superindice: 189 Organizacién externa de la obra: Division externa de la obra: 190 Los tomos: 190 Los vohimenes: 191 Division interna de la obra: 191 Macroestructura textual: 191 1. Los tomos: 191 2. Los libros: 191 3. Las partes: 191 4. Las secciones: 191 Microestructura textual: 192 1. Los capitulos: 192 . Los subcapitulos: 192 . Los parrafos: 192 . Los apartados: 192 . Los subapartados: 192 . Los subsubapartado: La forma de los parrafos: Parrafo ordinario: 193 Parrafo moderno o alemin: 193 Parrafo francés: 193 Parrafo en bandera 0 composicién quebrada: 193 Pérrafo en bloque: 194 Parrafo espafiol: 194 Parrafo en base de lampara: 194 Composicién en base de limpara invertida: 195 ayawn 192 92 8.2. 8.3, ee bo Composicién epigrifica: 195 Organizacién interna de la obra: 195 Los pri 1, Paginas de cortesia: 2. Portadilla o anteportada: 195 3. Contraportada: 195 4, Portada: 196 5. Pagina de derechos: 196 6 7. 8 pios del libro: 195 195 . Dedicatoria: 196 . Lema, tema o epigrafe: 196 . Textos de presentacién de la obra: 196 9. Agradecimientos: 196 10. Indice: 197 II, Listas: 197 El cuerpo del libro: 197 Finales del libro: 197 El trabajo de produccién, impre- sion y encuadernacion: 198 La produc 198 7 La impresién y la encuadernacién: SEGUNDA PARTE DICCIONARIO DE MATERIAS INDICE DE MATERIAS: 203 A-Z: 207-645 BIBLIOGRAFIA: 647 INDICE ALFABETICO: 655 12 Lista de cuadros Al. A2. A3. A4. AS. PRIMERA PARTE Abreviaturas utilizadas en biblio- grafia: 80 Grupos cultos consonanticos y vo- calicos: Clasificacién de los signos orto- graficos: 149 Llamadas y signos empleados en correccién de estilo y tipografi- ca: 176 La diacrisis tipografica: 181 Clases de letras tipograficas: 187 SEGUNDA PARTE Voces biacentuales admitidas por la Academia: 212 Palabras de acentuacién dudosa: 214 Simbolos de los principales aero- puertos: 221 1. Del nombre al simbolo; 221 2. Del simbolo al nombre: 222 Aplicacién de los antenombres: Abreviaturas de los antenombres: 230 A6. AT. A8. AS. Al0. BI. B2. cl. C2. C3. C4. C5. Di. D2. D3. D4. El. Antropénimos espafioles: 233 Derivados de antropdnimos: 241 Acentuacién de apellidos extran- jeros: 251 Signos del alfabeto arabe: 253 Signos usados en astronomia: 262 Simbolos de la Biblia en espaiiol: 269 Simbolos de la Biblia en latin: 270 Algunos cargos y emplcos: 279 Signos del alfabeto cirilico: 284 Condecoraciones espafiolas: 289 Denominaciones y simbolos de las constelaciones: 292 Abreviaturas de cortesia: 294 Derivados de nombres de equipos de futbol espafoles: 301 Desinencias de la lengua espaiio- ta: 304 Los nombres de las partes del dia: 313 Abreviaturas y simbolos de los dias de la semana: 314 Simbolos de los elementos qui- micos: 326 13 mA AR AAA RAR RAR ~ AAA AR AAR RA AR AA Poe eae ~n NAZADVNNNNANDR ARAN RANA RRA AR RRA RRA AAR AR AA AAR lista de cuadros E2. E3. Fl. Gl. G2. Hi. 12. Ll. L2. MI M2. M3. M4. MS. NI. N2. N3. N4. NS. 14 1. Del nombre al simbolo: 326 2. Del simbolo al nombre: 326 3. Nombres y simbolos desecha- dos: 327 Tipos de buques ingleses y esta- dounidenses: 328 Abreviaturas cronolégicas: 334 Formatos chisicos de las fechas: 349 Abreviaciones de los grados: 361 Signos del alfabeto griego: 363 Signos del alfabeto hebreo: 368 Abreviaciones de los términos ho- rarios: 370. Simbolos de informatica: 374 Abreviaturas comunes de las len- guas mas utilizadas: 387 Locuciones latinas: 392 Matricula: 1. automovilisticas: 411 ionales: 411 3. 412 4, Suiza: 412 Los nombres de los meses: 415 Simbolos y abreviaturas para re- presentar los nombres de los me- ses: 415 Simbolos monetarios de uso co- rriente: 417 Las monedas y sus fracciones: 418 Nombres de personas, animales y cosas: 425 Divisiones de la clasificacion bio- logica: 427 Alternancias acentuales en nom- bres propios mitolégicos: 430 Notaciones musicales: 432 Notacién mayor y menor: 432 ol O02. O03. OF Pl P2. P3 Tipos de obras creadas: 436 Abreviaciones empleadas en obras musicales: 439 Onomatopeyas espaiiolas: 442 1. De la palabra a la onomatope- ya: 442 2. De ta onomatopeya a ta pala- bra: 443 Abreviaturas de érdenes y con- gregaciones religiosas: 446 1. Del nombre a la abreviacién: 446 2. De la abreviacién al nombre: 450 Prefijos y sufijos utilizados en es- paiol: 467 Periodicidad de las publicaciones periddicas: 482 Simbolos de los puntos cardina- les: 483 Siglas y acrénimos: 497 Denominaciones de lo Signos ortograficos, logicos, mo- netarios, musicales y_matemiti- cos mas habituales: 524 Simbolos de los prefijos y unida- des del sistema internacional: 544 Combinaciones posibles de pre- fijos y unidades de los sistemas de medida: 545 1. De la palabra al simbolo: 545 2. Del simbolo a la palabra: 555 Plural de los simbolos del si: 566 Simbolos topograficos de Brasil y Canada: 580 Abreviaturas y simbolos topogra- ficos de los Estados Unidos: 581 Simbolos de las comarcas de Ca- taluiia: 582 Nombres de paises con sus capi- tales y gentilicios: 583 Grafias toponimicas extranjeras: 600 T6. 77. T8. lista de cuadros Abreviaciones de toponimia urba- na: 611 Tratamientos de dignidades y car- gos: 613 1. De la dignidad o cargo al tra- tamiento: 613 2. Del tratamiento a Ja dignidad 0 cargo que lo recibe: 616 Abreviaturas de tratamientos: 618 1, Del tratamiento a la abreviatu- ra: 618 UL. Zi. 22. 23 Z4, 2. De la abreviatura al tratamien- to: 619 Conversion de medidas y pesos: 624 Nombres de los signos de! Zodia- co: 641 Signos del Zodiaco: 642 Las voces de los animales: 643 Nombres de los conjuntos de ani- males: 644 15 Presentacion ARTINEZ DE Sousa Heva me- Jo trabajando con la palabra, ya sea componiendo, corrigiendo, escribien- do o leyendo textos. Sus dedos estan encallecidos de apretar el boligrafo o de percutir las teclas de una maquina de escribir o de un teclado de ordenador: sus ojos estin cansados de Icer origina- les y prucbas a la espera de su publica- cidn. Pero, sobre todo, su mente ha e: do aquejada de la enfermedad que pie a la sabiduria: su obsesiva inquictud por encontrar respuesta al porqué de las cosas, No se ha limitado a aprender los intringulis de los diversos oficios que ha ejercido, sino que ha intentado siem- pre comprender las tareas que cada uno de ellos conllevaba; y no solo por cl puro desco de entenderlos y dominarlos me- jor, sino por el de perfeccionarlos. Bue- na parte de sus obras (entre otras, el Dic- cionario de tipografia y del libro, eb Diccionario internacional de siglas y acrénimos, el Diccionario de informa- cién, comunicacién v periodismo y el Diccionario de lexicografia préctica) responden precisamente a esa necesidad, De no ser por el curriculo que lo avata, podria parecer, si no pretencioso, si al menos atrevido redactar un manual de estilo de la lengua espafola. En primer lugar, porque el estilo, tal como lo con- cebimos hoy dia, no es cosa que pueda liquidarse compilando las reglas grama- ticales que gobiernan una lengua (gra- nnitica, ortografia, terminologia), tarea ya ardua de por si y no exenta de posi- ciones encontradas, sino que afecta al modo en que las unidades textuales que conforman un escrito son revestidas de forma grafica y apariencia fisica (tipo- grafia), a los métodos y técnicas que ayu- dan al escritor a construir su discurso (redaccién), a las normas y usos que re- gulan la publicacién (edicién) y, por ul- timo y no por ello menos importante, a las directrices éticas que deben guiar el proceder de los que escriben, traducen, corrigen y editan. Estamos, pues, ante un tema poliédrico y con aristas. Y en segundo lugar, porque no creo factible y menos atin eficaz, y asi lo ma- nifiesta también el autor en distintas par- tes de este manual, reunir bajo un mis- mo techo todas las peculiaridades del estilo en las distintas ramas del saber y 17 aR NR ARAN AA AAN - NAA aAN SM on presentacién entornos profesionales. Porque, si bien es verdad que la lengua es la herramien- ta comtin a todos tos que producen y tratan textos escritos, también lo es que Ja manera en que estos se visten y ador- nan en cada una de estas especialidades son extraordinariamente dispares. No obstante, si alguien en Espaiia esta en condiciones de hacerlo sin perecer en el intento, esc es, sin lugar a dudas, Martinez de Sousa. Solo él posce los mimbres que permiten construir esa ces ta. De todas las cuestiones a las que an- tes me referia y que caen bajo el amplio manto protector del estilo, Martinez de disertado monograficamente (Diccionario de tipografia y del libro, Diccionario de bibliologia v ciencias afi- nes, Manual de edicion y autoedicion, Diccionario de redaccion y estilo, Dic- cionario de ortografia de ta lengua ¢: paiiola, Diccionario de usos y dudas del espatiol actual, Diccionario de ortogra- fia técnica, Diccionario internacional de siglas y acronimos, Diccionario de in- formacion, comunicaciin y periodismo). ‘Ademas, posee el arrojo necesario para afrontar retos dificiles. Qué podemos de- cir de un hombre que ha osado propo- ner una reforma de la ortografia espaiio- la, aunque no haya gozado del eco que é1 pretendia, no por la esencia de sus propuestas, sino por carecer de la auto- ridad de que estan investidos los que tie- nen poder para reglar la lengua. Se nos presenta, pues, un manual que pretende asistir y orientar a escritores, tanto literarios como cientificos o técni- cos (desde profesores hasta investigado- tes), editores de todos los ramos, técni- cos editoriales, especialmente correcto- res de estilo y tipogrificos, periodistas. traductores...; en definitiva, que esta di- rigido a todos aquellos que participan de una u otra manera en cl complejo acto de la comunicacién escrita, Estén segu- ros todos los destinatarios de este libro de que en él hallaran respuestas a sus preguntas, certezas para sus dudas, solu- ciones a sus problemas, explicaciones para las cuestiones mas enrevesadas. Es tan inmensa y abrumadora la ca- tarata de conocimientos que aqui se des- ulan, que todos los sedientos de conoci- micntos lingiiisticos, estilisticos 0 tipo- graficos podrin aplacar su sed en esta fuente. Pero, y tal vez no pueda ser de otro modo dada la amplia audienci que se dirige, no todos quedaran mente satisfechos. Esta es al mismo tiem- po la grandeza y la miseria de esta obra Los autores y editores cientificos, por referirme a aquellos a los que me siento mas proximo y de los que puedo hablar con cierto fundamento, deberdn seguir sirviéndose de los manuales y estandares de facto vigentes en cada disciplina, Las particularidades terminoldgicas imperan- tes en cada campo y el seguimiento ma- sivo que se hace en las distintas areas de conocimiento de algunas de las normas que intervienen en la redaccién de un 10 cientifico, con especial mencién de los sistemas de citacion y referencia- cidn bibliografica, asi lo aconsejan. Hay que tener muy presente que los hibitos de publicacién son tan dis- pares entre las diversas disciplinas, que fo mas razonable es atenerse a las pau- tas que, tras alos de sesudos debates, han logrado imponerse a duras penas. Crear nuevas normas, por muy raciona- les que estas sean y por mucha autori- dad intelectual que posea quien las pro- pugna, entorpeceria mas que ayudaria a Ja comunicacidn cientifica. Baste obser- var lo que ha ocurrido con las normas 180 (International Organization for Stan- dardization) de publicacion: no son co- nocidas y, por ende, no son aplicadas, ¥ cuando se conocen son ignoradas 18 olimpicamente. A pesar de lo dicho, los cientificos, sobre todo los que siguen empleando el espafiol como lengua para comunicar los resultados de sus investi- gaciones, lamentablemente cada dia me- nos, podran recurrir a este manual con la seguridad de que podran hallar en él informaciones que no estan a su alcance en ninguna obra escrita en castellano. Estamos, por otra parte, ante un ma- nual de estilo atipico, si lo comparamos con los libros de estilo que para cl consumo de la prensa se han publicado en Espaia (Abc, El Pais...) 0 con ma- nuales de estilo anglosajones de la sole- ta del Chicago Stvle Manual, del Counc Biology Editors Manual, del American Medical Association Manual of Style o del Publication Manual of the American Psychological Association. Ante todo, porque todas estas obras son de respon- sabilidad colectiva. Aunque después de lo dicho sobre la personalidad del autor no nas puede extrafiar, pues ya pode- mos hacernos una idea de lo que cs capaz. Por consiguiente, lo que ma asombra de este monumental trabajo es que haya sido ejecutado en solitario, algo que ya sorprendié a uno de sus criticos, quien dudaba qué admirar mas, si la ciencia o la paciencia de que hacia gala el autor, Pero es que, ademas, ni por la forma en que se estructura y dispone ni por el lenguaje que emplea es un libro de esti- lo parangonable. Asi, mientras que lo ha- bitual en dichos manuales es organizar los temas de manera sistematica, des- componiendo un tema en epigrafes y subepigrafes, en este manual, sin renun- ciar a esta estructura (la parte primera de la obra sigue este camino), se opta, ademas, por ofrecer una lista alfabética de los términos pertinentes (segunda par- te). Aqui reside uno de los principales activos y aciertos de la obra. La disposi- cién cn forma alfabética posibilita que cualquier persona, sin necesidad de di poner de conocimientos previos, pueda consultarla con facilidad identificando el tema de su interés. Es, por otra parte, tal el ctimulo de entradas y de remisio- nes a otras voces equivalentes o relacio- nadas, que es dificil que el lector no pue- da localizar el aspecto que le interese. Asimismo, estd cuajado de cuadros, ilus- traciones graficas y ejemplos que per- miten al lector interpretar correctamente Ja informacion que se le ofrece. De nue- vo Martinez de Sousa nos vuelve a de- mostrar su maestria en la confeccién de este tipo de obras. No hay que olvidar que es un experto reconocido, siendo au- tor de un reputado manual con el que ha sentado citedra en la materia (Diccio- nario de lexicografia practica). Acostumbran los manuales de estilo al uso a cmplear un lenguaje claro, pre- ciso, conciso y prescriptivo, cualidades que enticndo deben adornar las obras que se precien de Hlevar este nombre. De no ser asi, se corre el riesgo del rechazo por parte de escritores y editores. Y es que cuando un autor o un editor se ha- Han en la zozobra de la duda necesitan, al igual que el enfermo que acude a su médico de cabecera, recetas que palien el mal y resuelvan el problema. Pues bien, que sepa el tector que en este libro no solo se le ofrecen recetas, sino que estas vienen aderezadas con explicacio- nes, justificaciones, discusiones, en al- gunos casos, a mi modo de ver, excesi- vas pata los fines de la obra, pero que estoy seguro de que hardin las delicias de los amantes de la lengua y demas biblidlatras, Pero la btisqueda de respues- tas racionales al porqué de la realidad es rasgo consustancial al autor. Al igual que su propensién natural a poner nombres a las cosas y a definir hasta lo indefini- 19 presentacién ble. Su amor por la lexicografia le Heva a utilizar, ¢ incluso a crear, términos irre- prochables conceptuaimente, pero de poco uso y ajenos al vocabulario del es- critor y editor de a pie. Sirvan de botén de muestra los siguientes: editorial bi- bliolégica, editorial hemerolégica, edi- tologia cientifica, ortotipografia. Creo Iegado el momento de calificar la obra. Lo mejor que se puede decir de un manual de estas caracteristicas ¢s que es itil, No hay que ir més alla de la lista de cuadros y figuras para darnos cuenta de la utilidad de este libro. Escritura de simbolos, numeros, fechas, unidades de tiempo, unidades de medida, nomen- claturas, antropénimos, topdnimos, abre- viaturas de todas las clases y un largo etcétera. Pero no se detiene ahi, pues nos suministra oricntaciones sobre como redactar titulos, citas, notas, referencias bibliograficas; sobre cémo emplear co- rrectamente nuestro idioma (ortografia, Iéxico, gramatica) 0 cémo hacer un di- io tipografico coherente y estético gra- cias a la informacién sobre tipos de le- tras, lineas, parrafos, paginas, partes de una obra... Por todo clio, el Manual de estilo de la lengua espafiola es una obra de refe: rencia fundamental para escritores, cdi tores, traductores, correctores; una de esas obras que deben estar siempre a mano encima de la mesa de trabajo. Podria seguir aiadiendo epitetos clogio- $0s, pero esta obra no los necesita. Mu- chos de ellos, por manidos, han perdido realmente su valor. Si algiin reproche pudiera hacérsele, es que Iega en un momento inoportuno, por no haber vis- to la luz antes. Su publicacién, por va- rias razones, no sélo era necesaria, sino urgente. En primer lugar, porque los medios profesionales de la edicién cs- paiiola, faltos de formacién reglada, ca- recen de la instruccién necesaria para desempefiar con el debido decoro su trabajo. Aunque esta obra no pueda su- plir esas carencias educativas, si por lo menos puede aliviarlas. En segundo lu- gar, porque existen campos de la edi- cién espafiola, como el cientifico, don- de la ausencia de manuales de este tenor constituye, mas que una laguna, un au- téntico agujero negro. En tercer lugar, porque de haber nacido antes esta obra, hubicra prestado un servicio ecolégico de primera magnitud, ahorrando el -pa- pel y la tinta que se han desperdiciado en la edicién de algunos mal Ilamados manuales 0 libros de estilo. Ahora ten- dra que cumplir otra funcién: evacuar la laguna de las obras que la han Henado de turbias aguas. Y en tiltimo lugar, porque las nuevas tecnologias de la in- formacion y la comunicacién han cor vulsionado el mundo de la edicién, Si el ordenador y los procesadores de textos dotaron al acto de escribir y editar un texto de sencillez y rapidez sin prece- dentes en la historia de la escritura, Internet ha aparecido como el mas po- tente medio de publicacién que ha visto el hombre desde la irrupcién de la im- prenta. Al dar voz. a los que antes no la tenian, ha hecho ajfiicos el tradicional circuito de comunicacién escrita que descansaba en la trilogia autor-cdi- tor-lector. El editor, que venia actuando de filtro entre el autor y el lector, como un agente regulador de los flujos de la producci6n escrita, se ha visto desbor- dado desde el momento en que el autor se transforma a la vez en editor de sus propios escritos. Miles de autores, antes an6nimos, que sofiaban con la posibili- dad de ver sus palabras en letras de molde impresas en papel, han hecho realidad sus deseos y, aunque ahora sca en moldes virtuales, tienen la posibili- dad de difundir sus pensamicntos sin limitacion alguna. Para todos ellos, este 20 presentacién rd herramicnta que ayudar nfo solo a juntar palabras con cierto orden 0 a hilvanar ideas con sentido, sino a presentarlas con rigor no cxento de belleza. manual Conociendo al autor, estoy seguro de que este manual no se detendra aqui. Antes aun de haber visto la luz esta edi- cién, ya estard pensando en la proxima, que, no me cabe duda, est asegurada. Emilio Dr.Gavo L6rez-C6zar Granada, octubre de 1999 21 ~ Prologo a la primera edicién UNCA se habia dado en espaol una floracién de libros de estilo como La aparecida, tanto en Espaia como en His panoameérica, en los ultimos veinte afios: libros de estilo de periddicos, de televi- siones, de radios, de universidades, de ayuntamientos, de cajas de ahorro... In- cluso libros de estilo generales, sin un destinatario preciso. Parece como si de pronto se hubiera despertado la concien- cia lingiistica y normadora de las per- sonas ¢ instituciones que manejan cl len- guaje escrito en sus relaciones profesio- nales con los demas. A primera vista, podria parecer que, si no fuera por cl mantenimiento y la alimentacin de la honrilla, seria prefe- rible fundir todos esos libros y obtener un solo libro de estilo genérico que fue- se util a todo el mundo hispanico, aun- que después cada periddico, ayuntamien- to, universidad 0 entidad afiadiese Ja in- formacién especifica para su propio uso. Sin embargo, este proceder, que seria sin duda ttil para los periédicos y algunas de las instituciones mencionadas, no lo seria para ninguna de las especialidades de la ciencia y de fa técnica. Es obvio gue un libro de estilo de_un periédico sirve de poco en una caja de ahorro 0 en un ayuntamiento, que tienen necesida- des expresivas distintas. Lo mismo su- cederia, con mas raz6n, en el campo de la biologia, la medicina, la quimica, la bioquimica, la sicologia, la siquiatria, la astronomia y en otras muchas especial dades cicntificas y técnicas. Las abre- viaciones, la terminologia, la metodolo- gia y otros aspectos son tan disimiles que, en efecto, cada uno de esos cam pos debe tener su propio manual de esti Io, y asi sucede en otras lenguas en las que desde hace tiempo se ha tomado con- ciencia de la importancia que tiene la emision cientifica de mensajes. Un in- conveniente, al parecer insalvable: esa situacién contribuye a aumentar la falta de uniformidad general en la presenta- cidn de los trabajos para su publicacién, ya que las normas fijadas por cada enti- dad o institucién no son necesariamente iguales que las de las restantes. La ex- periencia en la aplicacién de normas en el mundo editorial, sea el bibliolagico 0 el hemeroldgico, ya nos indica algo de esto: el lector no entiende como lo que es correcto en una publicacién esta 23 prélogo prohibido en otra o a qué se debe que unos libros utilicen una determinada gra- fia que es evitada cuidadosamente en otros. Esta situacién afecta especialmente (dramaticamente, diria) a los escritores y, sobre todo, a los traductores y a los correctores de estilo y tipograficos, pero también a los profesores de todos los niveles de la ensciianza y demas profe- sionales de la lengua. En muchos aspee- tos de la grafia, no se sabe qué aplicar ni qué enseiiar. También falta en ef mercado un ma- nual de estilo para las personas no espe- cializadas, para los escritores de a pie, los que no pertenecen a un periddico, a una revista, un ayuntamiento ni a una caja de ahorro y tampoco escriben ex- clusivamente para un publico cientifico © especializado. Me refiero a los escri- tores que trabajan en o para una cdito- rial, en su casa para si 0 para otros, a los traductores, a los impresores y a los autocditores, a los correctores de estilo y tipograficos, a las empresas de scrvi- cios editoriales y también, cémo no, a las instituciones y entidades que emiten mensajes, a los periodistas y especialis- tas que no tienen un manual de estilo que los guie en sus dudas y los ayude a pergehar y a presentar sus materiales escritos. También, claro, a quicnes pre- paran una tesis o han de presentar un trabajo de redaccién del tipo que sca. Las dudas que se presentan al tratar de pergefiar un texto destinado a la pu- blicacién son de todos los colores y for- mas. También son variopintas las mane- ras de resolverlas. Un manual de estilo tiene la funcién de elegir, para una pu- blicacién o una entidad determinada, las grafias que autoriza y los usos que re- chaza, asi como la parte de documenta- cién genérica que pueda resultar util cn funcién del tipo de escrito de que se trate, con las explicaciones oportunas cuando sean necesarias. Dice como se utilizan las abreviaciones (abreviaturas, abreviamientos, criptonimos, simbolos, siglénimos, siglas) y los alias y sobre- nombres; cudindo se utiliza maydiscul y mintiscula (documentos histéricos, cda- des, épocas; instituciones, entidades, or ganismos, organizaciones): como se es- criben los antropénimos (nombres y ape- Itidos) y los topénimos (macrotopéni- mos, mesotopdnimos y microtopénimos); cuil es la grafia de los nombres cientifi- cos; cémo afectan al significado de las palabras las desinencias y prefijos y sufi- jos; como se escriben los ejemplos, los titulos de obras creadas (libros, publica- ciones periddicas, titulos de esculturas, pinturas, obras musicales y de teatro); qué grafia hay que conceder a los ex- tranjerismos crudos 0 ‘a los aclimatados a las peculiaridades de nuestra lengu: cual es la grafia exacta y el significado preciso de una locucién latina o cl siz nificado de muchas siglas; como se uti- liza un tratamiento 0 a quién correspon- de una condecoracién o la abreviatura de una orden religiosa... De todo clio, en esta obra hay informacién para satis facer las dudas de quien pueda necesitar tales materiale: El lector debe saber que no hay que buscar cn un manual de estilo respucs- tas a cuestiones que hay que plantear a otras obras como los diccionarios de usos y dudas, por ejemplo. Un diccionario de usos y dudas nos dice, en relacion con las palabras y sintagmas que registra, cuales son los plurales que no se ajustan a las reglas ordinarias, la conjugacién de los verbos irregulares, cl régimen preposicional de algunas palabras, el gé- nero de las palabras que lo presentan dudoso, la propicdad 0 impropicdad de ciertos términos, las palabras y construc- ciones que hemos tomado impropia- 24 prélogo mente de otros idiomas y cuestiones se- mejantes. EI presente manual de estilo contiene informacion que puede resultar atil tan- to a los cientificos como a los técnicos y litcratos. Sus normas y los datos que Se aportan son comunes a todas las ¢s- pecialidades. Sin embargo. hay aspec- tos, sobre todo en Io relacionado con ta metodologia det trabajo y la forma de Ilevar a cabo ciertos extremos de la es- critura cientifica, en los cuales sin duda cada uno deberia seguir lo que los orga nismos pertinentes aconsejan para tales especialidades. Estas presentan neces dades normativas distintas, de tal mane- ra que, como se ha dicho antes. las nor- mas de una pueden ser inutiles, 0 poco menos, para otra. Sin embargo, en todas. las especialidades técnicas, cientificas 0 literarias se usan, alfabetizan y traducen nombres de personas (antropénimos) y de lugares (topdnimos), se escriben abre- viaciones generales y especializadas, ci- fras, tratamientos, etcétera. Por otro lado, escritores no especializados, periodistas, traductores, correctores de estilo y tipo- grificos, profesores, eteétera, pueden ne- cesitar en algiin momento la consulta de los datos que cn este manual se ofrecen y que probablemente no van a hallar con facitidad en otros manuales. En muchos casos, el contenido de este libro se complementa con el de otras ‘obras mias publicadas con anterioridad. No me ha parecido oportuno (por razo- nes que no vienen al caso) repetir una y otra vez que es conveniente, si se desea dominar mejor cl campo estudiado, con- sultar tales obras, pero creo que aqui debo decir que es aconsejable conocer especialmente dos de ellas: el Dicciona- rio de ortografia técnica (Madrid: Fun- dacion German Sanchez Ruipérez, 1987, 1999 [primera reimpresidn]) y el Diccio- nario de ortografia de ta lengua espaiio- Ja (Madrid: Paraninfo, 1996). En este ofi- cio de escribir y corregir también puc- den resultar wiles cl Diccionario de re- daccién y estilo (23 ed., Madrid: Pirami- de, 1997), el Manual de edicién y auto- edicién (Madrid: Pirimide, 1994, 1999 jan]), ¢l Diccionario de lexico- grafia préctica (Barcclona: Biblograf, 1995) y, finalmente, el Diccionario de usos y dudas del espatiol actual (22 ed., Barcelona: Biblograf, 1998). Me place dar las gracias por su ayuda a mis amigos Jon Akordagoikoctxea, Ra- mén Andrés, Alberto Lazaro Tinaut, Juan Gabriel Lopez Guix, José Antonio Pérez Bouza, Silvia Senz, Silvia Sesé y Ama- deu Pons i Serra, de Barcelona; Luis M. Garcia-Barrio, de Filadelfia (Estados Unidos); Gabriel Maria Verd (S. 1.), de Granada; Antonio Lépez de Zuazo Algar y Bernardo Rechea Bernal, de Madrid; José Antonio Cordon Garcia, de Sala- manca; Blanca Martinez Nieto y Ricard Sebastia Simarro, de Tarrasa (Barcelona); Jorge de Buen Unna, de Tijuana (Méxi- co); Manuel Anguiano Villegas (O. Carm.), de Roma (Italia), y Luisa Arman Lomba y Victor Manuel Iglesias Viquei- ra, de Vigo (Pontevedra). Quiero dar especialmente las gracias a Emilio Delgado Lopez-Cozar, profesor de la Universidad de Granada (amable presentador de esta obra), y a Karen Sha- shok, de la misma ciudad, especialistas cn escritura cientifica y en edicién de revistas cientificas. Ellos revisaron aten- tamente la primera parte y de ellos he aprendido mucho de lo que en ella digo. La responsabilidad ultima, naturalmente, es solo mia. José MARTINEZ DE Sousa 25 Feel le a a a NAN RARER ARR NR ARNO Prologo a la segunda edicién RACIAS a la amable acogida que esta obra ha tenido por parte de los lee- tores, en solo un aiio se ha agotado la primera edicion. Ello permite al autor corregir y poner al dia la materia, afinar las normas, adecuar los ejemplos, redis- tribuir los datos en casos de necesidad y dotar al conjunto del orden y fa claridad necesarios. Con este pulimicnto, la obra cumplira con sus fines con mayores ga- rantias de sericdad y a plena satisfac- cién de quienes la han adeptado como base de trabajo, estudio y consulta. En esta labor de correccion y puesta al dia no he estado solo. Muchos ami- gos me han escrito con sus listas de as- pectos opinables y perfectibles. Debo confesar que me he aprovechado desca- radamente de sus opiniones. No he esta- do de acuerdo con todas y cada una de las notas que me han proporcionado, pero si con la inmensa mayoria de ellas, lo que significa que los lectores de tex- tos normativos en espaitol son cada dia mas criticos y mas sabios. Esto es bue- no para la lengua y para Ja unificacién de criterios en la escritura técnica y cien- tifica, que es el fin que se propone la obra. 26 Entre las personas que me han ayud: do, y a fas cuales quiero mostrar mi age: decimiento mas sincero, debo mencio- nar a Fernando A. Navarro (especialmen- te) y a Juan Francisco Crespo Hidalgo, Amadeu Pons i Serra, Xabier Armend: ritz Gonzalez de Langarika, Concha F. Paris, Guillermo Calvo, Maria del Car- men Ugarte Garcia, José Santiago Mon- tes y Jordi Minguell, entre otros. Me parece de justicia agradecer las criticas que la obra ha merecido. De las que conozco, debo destacar especialmen- te las firmadas por Karen Shashok, José Luis Gonzalez, Asuncion Escribano, Ma- rietta Gargatagli y José Antonio Millan. Merecen también mi gratitud los miem- bros de la AEB (Asociacién Espaiiola de Bibliologia), presentadores de la obra en Salamanca, y los de la atic (Associaci6 de Traductors i d’Intérprets de Catalu- nya), organizadores de la presentacién en Barcelona. También agradezco a Maria-Fernanda Poblet su excelente trabajo en la confec- cidn del indice alfabético con que se en- riquece esta segunda edicién. José Martinez bE Sousa Manejo de la obra Con objeto de facilitar la consulta y obtener de cella los maximos bencficios, antes de sumergirse cn los vericuctos de Ja obra, cl lector debe tratar de com- prender sus mecanismos y la forma en que se presentan sus contenidos, espe- cialmente en lo que se refiere a la se- gunda parte. Para la comprensién de la primera parte basta, en principio, con consultar el indice (pp. 7-12), en el que se expone la materia con sus divisiones y subdivisiones. Este indice se comple- menta con la lista de cuadros y figuras (pp. 13-15), en el que se indican los que corresponden a cada {etra, ya que el nu- mero de cada cuadro va precedido de Ja letra en que esta inserto. Por ejemplo, el cuadro de los nombres de paises con sus capitales y gentilicios esta en la entrada toponimos y Neva el numero TS. Final- mente, para los casos de duda acerca del lugar en que sc trata una materia conereta, a partir de la pagina 655 se halla un completo indice alfabético con las entradas correspondientes a todas las materias contenidas en la obra. La segunda parte puede parecer mas compleja, pero en cl fondo no lo es. Se tata, en realidad, de una presentacién alfabética de la materia, con desarrollo de cada una de sus entradas y remisiones internas de una voz a las voces relacio- nadas directa 0 indirectamente con ella. De esta forma, es dificil que el lector se pierda, por cuanto siempre hallaré una palabra rclacionada con aquella que pro- voca sus dudas, si es que de primer intencién no ha dado con ella, Esta se- gunda parte esta precedida de un indice de materias (pp. 203-206) en el que apa- rece una lista con todas fas entradas, principales y secundarias, que ta forman. En el tratamiento de las entradas, al fi- nal, como wltimo parrafo, suele haber una remisién general a las palabras rela- cionadas con la de entrada o dependien- tes de ella. Con esta informacién, el lec- tor dara facilmente con la materia que necesita consultar. La primera parte se destina a instruir al lector acerca de la forma de enfocar el trabajo intelectual y de redactar el tex- to correspondiente. La segunda es, como se ha dicho, un diccionario en el que, por orden alfabético, se exponen las ma- terias dudosas y las normas que afectan 27 manejo de la obra a cada una de ecllas desde cl punto de vista de la definicién, la grafia, la alfa- betizaci6n, la traduccién y otras particu- laridades relacionadas con cl empleo de lo que la respectiva entrada sugiere, con remisiones a otras voces para ampliar la informacion o relacionar unos términos con otros del mismo campo asociativo. Por ejemplo, todo lo relativo a los nom- bres de pila esta en antropdnimo, pero también se registran términos como ape- llidos, nombres, nombres de pila, nom- bres de personas, con tratamiento pro- pio 0 envio a antropénimo cuando es necesario, al tiempo que los aspectos concretos relacionados con un tipo de antropénimo se estudian en su voz; por ejemplo, cognomentos, alias 0 apodos, sobrenombres, seudénimos. En general, en cada entrada el texto expone la nor- mativa aplicable al caso, Sin embargo, a veces, para facilitar la comprensién de la norma, se proporciona un texto se- cundario, en forma de nota o amplia cién. Esta se compone en texto menor, sangrado verticalmente y encabezado por una flecha (9). Las remisiones a otros puntos 0 en- tradas se indican con una ficcha como esta: =. Si el lector se siente interesado en el conocimiento del fendmeno a que afecta la remision, lo mejor es seguir la direccién de la flecha. En las citas textuales (por Jo tanto, puestas entre comillas latinas), un signo igual (=) indica que en el original de donde se toma el texto que se reproduce hay punto y aparte. En las referencias al empleo de las mayusculas en las respectivas entradas en que se trata de ellas, con frecuencia se habla de nombre genérico y nombre especifico (0 solo genérico y especifi- co). En las denominaciones sintagmiati- cas (las formadas por mas de un térmi- no), el nombre gencrico (0 solo genéri- co) es el elemento comin del conjunto, coincidente en otras denominaciones del mismo géncro, mientras que cl segundo, el nombre especifico (0 solo especifico), es el elemento distintivo, no coincidente con cl de otra denominacion, aunque esta comicnee con el mismo genérico, Por ejemplo, en un topénimo como bahia de Céidiz, bahia es cl nombre genérico, y Cadiz, el especifico; lo mismo puede decirse de bahia de Rosas, montaiias Ro- cosas, rio Ebro, cabo de Buena Espe- ranza, cicétera; en una cntidad o institu- cién como Ministerio de Hacienda, \a palabra Ministerio es el genérico, y Ha- cienda, cl especifico; lo mismo pucde decirse de Ministerio de Industria, Di- reccion General de Pesca, Escuela Na- val, ctcétera; en un nombre comercial 0 similar como Hotel Reina Sofia, \a pala- bra Hotel es el genérico, y Reina Sofi el especifico; lo mismo vale para Bar Garcia, Cafeteria Rosa, Cine Pelayo, et- cétera. Como se ve, en unos casos el genérico se escribe con inicial minuscu- la y en otros con mayiscula. La regla aplicable se explica en la entrada co- rrespondiente de la segunda parte. Las normas estin siempre ejemplifi- cadas, Cuando los ejemplos se eseriben en parrafo aparte y son mis de uno, solo el iltimo Ileva la puntuacién que le co- rresponda en funcién de cémo siga el texto subsiguiente (generalmente, tal puntuacién es el punto). En los casos de ejemplos de alfabetizacion, las entradas con remisién se grafian de la misma ma- nera que en principio se aconseja que emplee el lector cuando se encuentre en esa necesidad. Es decir, que para indicar que el texto de la remision esta inverti- do, la gratia de esta remision es: cataratas: v. Nidigara, Cataratas det, 28 manejo de la obra pero cn texto seguide habriamas escrito cataratas det Niagara, A lo largo de la obra aparecen nas abreviaturas y algun que otro signo, pero en ambos casos son sobradamente conocidos; por ejemplo, sabido es que con ©. C2 se te quiere decir al lector: avéase el cuadro C2» y con el signo § sczuido de una cifra le remitimos a un pirrafo conereto. Por esta razén, y por la escasa cantidad de abreviaciones que aparecen en la obra y la trasparencia de las que se utilizan, se prescinde aqui de introducir una lista que, ademas de cor- ta, seria en cierta manera redundante. Como el lector comprobaré consultando la lista de cuadros, muchas de las entra- das Hevan uno con las abreviaciones mis utilizadas en el tema al que aqucllas se reficren. Véanse, por ejemplo, los cua- dros 1. AS, C5, D4, B3, GI, H2, LI, M3, 02, O4, T2, T6, TR. No obstante, algunas pucden quedar descolgadas, como las siguientes: al, aleman; ¢., cua dro; fi:, fr i, inglés; it, italiano; port, portugués; ¢, también; v, 4, véase también. Entre las paginas 43 y $2 se ofrece al lector una bibliografia estructurada que le serviri de gran ayuda en la cleccién de las obras de referencia, especialmen- te los libros de estilo, siempre necesa- rias en el trabajo intelectual. Mas ade- lante, en las paginas 96 y 97, hallard una bibliografia especializada de fuen- tes de informacién de recursos electré- nicos y, por iiltimo, al final de la obra hay una bibliografia de las obras con- sultadas especialmente por el autor. To- dos ellos son materiales necesarios y es pero que suficientes para guiar al lector en este campo de la escritura cientifica. 29 Introduccién La normalizacion, el estilo y la edicién! 1. La normalizacién Podemos definir la voz normalizacién como, ba actividad dedicada ‘al establect- miento de disposiciones relacionadas con problemas reales o potenciales para sp asocomin y repetido, con el fin de ob- tener un. geado de orden éptime Bn de tyminado contexte. Tales disposiciones reciben eMmombre-de normas, que puc- den definirse como el arcsultado de una normalizacién realizada en un campo de- ttrminado y aprobads Por Ena aa tina autoridad Ta normalizacién se apoya en resul- tados comprobados técnica y cientifica- mente, asi como en la experiencia acu- mulada en los més variados campos de la cultura humana. Lejos de limitarse a las industrias y sus productos, como se- tia facil suponer, se extiende a otras mu- chas actividades, como pueden ser la do- cumentacién, la fisica, la quimica y la bioquimica, la economia, la lingiiistica, la lexicografia, la biblioteconomia, etcé- tera. Por ceftirnos a la documentacién y al escrito, que es lo que prioritariamente nos interesa aqui, las normas nacionales ¢ internacionales afectan a 1) los nombres de paises; 2) la trasliteracion de escrituras; 3) la terminologia de la informacién profesional y de la documentacién; 4) la codificacién informatica de los jucgos de caractercs; 5) la estadistica de los documentos y de las bibliotecas; 6) la identificacién y descripcién de documentos. Para ello, varios organismos naciona- les ¢ internacionales se dedican a la pro- duccion de normas. Por ejemplo, la Bst (British Standards Institution ‘Institucién Britanica de Normalizaci6n’), la Aansi (American National Standards Institute ‘Instituto Nacional de Normalizacién ' Los temas tratados en esta introduccién pueden ampliarse mediante ta consulta de obras y trabajos especificos como los que se mencionan en la bibliografia que figura en el pérrafo 5, especialmente el apartado 5.2, paginas 48 ss. También puede resultar iit la consulta de obras y trabajos concretos de la bibliografia general situada al final de la obra, paginas 647-653. 31 la normalizacién, el estilo y la edicién Estadounidense’), la astm (American Society for Testing Materials ‘Sociedad Norteamericana para cl Ensayo de Ma- teriales’, fundada en 1898), la pipm (Bureau International des Poids ct Mc- sures ‘Oficina Internacional de Pesas y Medidas’, fundada en Paris en 1875) y la 1FLA (International Federation of Li- brary Associations and Institutions ‘*Fe- deracién Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y de las Bibliotecas’). Las normas se publican por esos or- ganismos en forma de documentos en Jos que se explicitan una serie de condi- ciones que deben cumplirse. Tales orga- nismos se intercambian las normas pro- ducidas por cada uno de cellos, las cua- les sirven asimismo de base a la 1so y a otras organizaciones nacionales e inter- nacionales para la redaccion de sus nor- mas internacionales. 1.1. Los origenes de la normalizacién La preocupacién por el establecimien- to de un sistema de unidades que permi- tiera ordenar el comercio y la industria no es nueva cn ta historia de Ja hum: dad. Fuentes Arderiu (1996, 12) ofrece la siguiente lista de hechos: —dos siglos y medio antes de Cris- to, en Egipto estaba normalizada Ja medida de Jos ladrillos; —en el Imperio romano se cstable- cieron especificaciones sobre las longitudes y los pesos de las caiie- rias para la conduccién de agua; — en 1234, Jaime I establecié la Mit- gera de Monells, un medidor de grano vaciado en la picdra calcé- Tea, como patron para la medida de cereales en Gerona; — cn cl siglo xvi se consolida cn Eu- ropa la notacién musical actual; —en torno al aiio 1850 se introdujo el Hamado sistema Didor para ta normalizacion internacional de los. caracteres tipograficos; —cn 1872 se dio cl primer intento internacional de normalizar la no- menclatura en quimica orginica con la Nomenclatura de Ginebra; —en 1875 se creo la Oficina Inter- nacional de Pesas y Medidas. En el siglo xx Ilega a su cima ct esfuerzo normalizador. En 1917 se crea en Alemania el Comité de Normas para la Ingenieria Mecanica General, trans- formado después en el Instituto Aleman de Normalizacién, que crea y publica las famosas normas DIN (del nombre en aleman del propio instituto: Deutsches Institut fiir Normung). En octubre de 1946 se funda en Londres el organismo normalizador mundial, la iso (Interna- tional Organization for Standardization “‘Organizacién Internacional de Norma- lizacién’), con el objetivo de coordinar y unificar las normas internacionales. En marzo de 1961 se funda en Paris cl CEN (Comité Europco de Normalizacion) para fomentar la implantacion de las nor- mas iso en Europa, establecer las suyas propias y armonizar las ya existentes en los paises curopeos, En Espaia existia cl Iratra (Instituto Nacional de Racionalizacion del Traba- jo), que en enero de 1973 cambid su nombre por cl de franor (Instituto de Racionalizacién y Normalizacion) y en 1986 por el de Aenor (Asociacion Espa- Hola de Normalizacion y Certificacion), entidad reconocida actualmente para de- sarrollar tareas de normalizacién y cer- tificacién en nuestro pais. 1.2. La aplicacién de las normas Es indudable que el hecho de que exis- tan organizaciones internacionales y na- 32 la normalizaci6n cionales que se encargan de normalizar en campos cientifices generales 0 con- eretos solo debe merecer aplauso. C tidn bien distinta es que las normas emi- tidas por tales organismos hallen entre los potenciales usuarios el eco que por naturaleza deberian hallar. Hay que de- cirlo con claridad: en algunos casos, las normas internacionales o nacionales no han hallado eco, no se emplean. 4A que se debe este fendmeno, siendo asi que todos deseamos actuar de acuerdo con unas normas, mejor que convertir ta co- municacion cientifica en un campo de Agramante? Las causas son varias y a veces muy complejas. En primer fugar, el desajuste entre | exiStencia de la norma y su no apli cidn por los usuarios puede deberse a I gnorancia por parte de estos, pero a ges $¢ debe al hecho de que algunas nor- mas internacionales no hacen otra cosa que_reflejar los usos y costumbres del mundo anglosajén, tan distintos en al- gunos aspectos de los que en igual caso corresponden al mundo latino, y los or- ganismos de alcance nacional_se limi- _tan, la mayor parte de las veces, a tradu- git las normas internacionales, sit adap- tacion alguna a los usos y Tas costum- bres locales. gundo lugar, porque, como se ha apuntado, algunas normas con voca- cién de universalidad chocan con usos y_ costumbres distintos y no son aceptadas por los usuarios, i En tercer lugar, porque los organis- mos internacionales y nacionales no solo No permiten que sus normas de campos concretos y especificos sean divulgadas por otros autores o entidades pertene- cientes a esos mismos campos y asi da- das a conocer a quienes deben cumplir- las, sino que para autorizarlo_solicitan derechos desorbitados que hacen prohi- bitivo reproducirlas y darlas a conocer para que sean aplicadas, Esto contribu- ye al desconocimiento de las normas y a su correlative incumplimiento por quie- nes deberian ajustarse a ellas al escribir. Conclusion; Los organismos interna- cionales y nacionales siguen trabajando, pero el fruto de su trabajo ejerce, a ve- ces, poca influencia precisamente en el terreno donde sus normas deberian ser conocidas, estudiadas, discutidas y, fi- nalmente, aplicadas, Esto aumenta la frustracién de quicnes escriben para pa- blicos especializados que esperan del au- tor una guia segura en el marasmo de opiniones y criterios aplicables a la ma- teria de estudio y escritura. Ante esta situacion, las entidades, en especial los gremios y asociaciones profesionales, asi como fas editoriales, tanto bibliolégicas como hemeroldgicas, crean sus propias normas y aumentan asi, si cabe, el mare- inagno existente. El perjudicado es el Usuario potencial de las normas, bom- bardeado por tos organismos internacio- nales y nacionales y ademas por cada una de las empresas 0 entidades para las. que trabaja, aparte de los autores que mantienen criterios divergentes en rela- cién con los hechos culturales que les afectan. Se me ocurre, pues, ofrecer a tos organismos implicados en estos pro- blemas las siguientes sugerencias: Sugerencia primerq: Puesto que cier- tas Hormas no tienen que ser (tal vez no siempre pueden ser) necesariamente uni: versales, en algunos casos ge deberian rear normas particulares para sectores mundiales y especializados que habria que definir; por ejemplo, para el mundo anglosajén, para el mundo latino, para cl mundo estavo, para cl mundo arabe, etcétera, Este es el espiritu de la norma- lizacién universal, pero no siempre se cumple en todas partes. Pongo un solo ejemplo: gpor qué empefiarse en que el titulo del lomo de los libros se disponga de arriba abajo, a la anglosajona (como 33 ta normalizacién, el estilo y la edicion mandan las normas 1so 6357-1985 y UNE 50-120-92), cuando en el mundo latino se ha hecho tradicionalmente al revés, de abajo arriba, situacién a la que se le encuentran mas ventajas por lo que res- pecta a la lectura de esos textos? (Re- cuérdese que esta disposicién, con lec- tura de abajo arriba, es la misma que se aplica a los cuadros y grabados que se disponen en la pagina en la misma posi- cién por razon de su tamafio, de manera que en las paginas pares la cabeza del cuadro o grabado va al margen de corte y en las impares va al margen de lomo. Si se dispusicran al revés, para leer sus contenidos habria que girar el libro en direccién contraria a la de las agujas del reloj, lo cual es comodo.) Sugerencia. segunda: Se deberia_per- mitir a los escritores la divulgacién, den- ffo de irabajos mas amplios, de las nor- mas 0 partes de ellas que facilitan y uni- fican el trabajo en un campo determina- do. Por ejemplo, un bibliotecario debe- ria poder reproducir algunas de las nor- mas que afectan a su tema cuando esci be acerca de él. En un manual de estilo se deberian poder reproducir algunas normas internacionales 0 nacionales ne- cesarias para la unificacién de los crite- tios de escritura. Todo ello, naturalmen- te, con el conocimiento y la autoriza- cién expresa de los organismos implica- dos, para evitar abusos. Lo que no pare- ce admisible es que para la reproduc- cién de unas normas que no ocupan mas de cuatro o seis paginas se pretenda que el autor abone por ellas una cantidad que equivale a la totalidad de sus dere- chos de autor sobre la obra producida. Sugerencia tercera: Para facilitar gl cumiplimiento dé estas propuestas, los. Estados deberian. cantribuir -al_sosteni. miento de estas instituciones con algo mas que el reconocimiento oficial. 2. El estilo Las publicaciones que a lo largo de la historia se han creado para poner de ma- nifiesto la necesidad de uniformidad de criterios en lo relativo a todos los aspec- tos de la escritura técnica y cientifica desde un punto de vista profesional po- drian dividirse en tres categorias: — cédigos tipograficos, empleados en imprentas y en las editoriales bibliolégicas (las que editan prin- cipalinente libros) (v. § 2.2); — libros de estilo, de empleo en los periédicos y agencias de prensa para la unificaci6n de criterios en cl uso de la lengua, modelos de redaccién de los distintos textos in- formativos (noticias, crénicas, re- portajes, entrevistas, etcétera) (véa- se § 2.3); — manuales de estilo, que reinen en si aspectos de los cdigos tipogra- ficos y de los libros de estilo y que se destinan, especialmente en las editoriales, sociedades y aso- ciaciones cientificas, a sentar las bases de la escritura cientifica de libros y revistas (v. § 2.4). En principio, los tres tipos de publi- caciones son distintos por su contenido y su enfoque, asi como en lo relativo a sus destinatarios, como hemos visto. No es extraiio, sin embargo, que, desapare- cidos 0 a punto de desaparecer lo que pudiéramos considerar cédigos tipogré- ficos puros o estrictos, las publicacio- nes actuales, destinadas a los diarios, las agencias de prensa o las editoriales, se denominen promiscuamente libros de es- tilo 0 manuales de estilo, pese a que entre unos y otros hay o debe haber al- gunas diferencias, no solo de matiz, que los distinguen. Un codigo tipografico es un conjunto 34 elestiio de normas para la realizacién de un im- reso, entre Tas cuales sobresalen las que ‘se refieren a las grafias tipograficas. Al- gunos cédigos contienen también Aor- Mas para Ta composicién de ciertas par- ARS del texto (por ejemplo, folios expli- tativos, grafia de las firmas, disposicion de las citas) 0 de ciertos textos (por ejem- plo, las notas, los indices, Tas bibliogra- fias, las cronologias). Se utilizaron cn las imprentas y en las editoriales biblio- lgicas (las especializadas en fa edicion & libros, no de revistas), y en la actua- lidad sus contenidos suelen formar par- te de los manuales de estilo. * Los libros de estilo son publicaciones. generalmente normativas en las que, en- tre otras cosas, se dice como se escribe una palabra deterininada, Tas. palabras ic no deben usarse, 108 pfurales que, la fublicacién cree que s6n los correctos y “fa grafia elegida para los antropénimos y¥ topénimos. Se utilizan en las editoria- fes que editan‘fevistas cientificas, en los periddicos y en las agencias de prensa. ~ Los manuales de estilo ofrecen capi: tufés en los que se tratan Tas cuestiones “inds controvertidas en Felacién con un Tipo de publicaciones determinadas (de tnedicina, biologia, siquiatria, sicologia, ingenieria...), con doctrina sobre el pla- gio, la redacci6n cientifica de un texto, las normas de ética que afectan al escri- tor cientifico y las que deben cumplirse en la redacci6n de articulos de revistas, las formas de hacer citas, etcétera, y se completa_con aspectos mas propios de Tibros de estilo, como la escritura de los antropénimos y topdnimos, cuestiones gramiaticales y‘de ortografia, Terminolo- gia, etcétera. En muchos casos se enri- quecen con normas de composicién y disposicién de los textos, con lo cual se trata de mostrar al usuario ciertas nor- mas de ortotipografia que eran mas pro- pias de los codigos tipograficos. Se uti- lizan especialmente en las editoriales Cientificas (las especializadas en la edi- cién de revistas cientificas), pero tam- bién en las bibliologicas (libros), en Tas ~universidades, entidades, etcétera.~ ~~ 2.1. La labor de los humanistas La preocupacién por fa uniformidad de criterios, por la depuracién del estilo, por la presentacién pulcra y la realiza- cién exacta de los originales destinados a su publicacién nace con la imprenta. Seguramente con Ia aparicién de Ja pri- mera errata de que se tiene noticia en ef Psalmorum codex, impreso en Magun- Gia (Alemania) en 1457 por Johann Fust y Peter Schitfer (qecia Spalmorum en lugar de Psalmorwn), nacia timidamen- fe la necesidad de luchar contra el error bibliolégico, fuera del tipo que fuese. Quienes se encargaron de fijar las re- glas de Ja tipografia y de la ortografia fueron los tipdgrafos humanistas, a la cabeza de los cuales hay que situar al italiano Aldo Manuzio (h. 1449-1515), al que siguen los franceses Geofroy Tory (h. 1480-1533) y los miembros tipogra- fos de la familia Estienne (empezando por Henri I, cabeza de Ia estirpe [1460- 1520], y siguiendo por Robert [1499- 1559] y Henri Il [1531-1598], entre los mas importantes). En Espafia, esta fun- cion corresponde al humanista Elio An- tonio de Nebrija (1441-1522: Gramati- ca de la lengua castellana, 1492; Re- glas de orthographia en la lengua cas- tellana, 1517). Los cédigos tipograficos hallan sus Temotos antccedentes en ciertos manua- les profesionales destinados a los cajis- tas 0 compositores tipograficos (v. § 2.4). Estos manuales, en los que se encucn- 35 la normalizacion, el estilo y la edicién tran normas de realizacion de los impre- sos y de los cuales hay especimenes cn todas las lenguas, no son todavia ni si- quiera cédigos tipograficos propiamen- te dichos. Se tiene un antecedente nota- ble en la obra Orthonpographie, de Je- rénimo Hornschuch, publicada en latin en Leipzig en 1608 (traducida por Susan Baddeley y publicada en Paris por Edi- tions des Cendres en 1997). De hecho, las obras que andando el tiempo se con- vertiran en base de los cédigos tipogra- ficos y ortotipograficos surgen en Fran- cia en 1723 con La science pratique de Vimprimerie, de Martin-Dominique Fer- tel, seguido, entre otros, por el Code des corrections typographiques de Pierre Francois Didot (1732-1793), considera- do el primer cédigo tipografico propia- mente dicho, y por el Traité de mpogra- phie, de Henn Fournier (1825); la Guide pratique du compositeur d‘imprimerie, de Théotiste Lefevre (1855, scguida «casi hasta el plagion por Juan José Morato en su obra de 1900, incluso en cel titulo, como é] mismo confiesa); Les régles de la composition typographique, de Désiré Greffier (1898); Manuel pratique de composition typographique, de Victor Breton (1911), y otros, entre los que pue- de mencionarse uno de los ultimos, Afa- nuel de typographie et de mise en page, de Francois Richaudeau (1989), y La chose imprimée, dirigido por John Drey- fus y Frangois Richaudeau (1987), tra- ducido al espafiol con el titulo de Dic- cionario de la edicién y de las artes gra- ficas (1990). En Espafia hay un primer trabajo, Ins- titucién y origen del arte de la imprenta y reglas generales para los componedo- res, escrito hacia 1680 por Alonso Victor de Paredes. Contamos, ademas, con obras de tratadistas tipografos destaca- dos, entre los cuales descucllan el pri- mer tratado espafiol de tipografia, escri- to por Juan José Sigiienza y Vera, el Me- canismo del arte de la imprenta para Jacilidad de los operarios que la exerzan (1811). Le siguen, entre otros, el Ma- nual del cajista y de la tipografia, de José Maria Palacios (1845): el Manual de la tipografia espatola, de Antonio Serra y Oliveres (1852); el Manual de a tipografia espaiola, o sea el arte de Ia imprenta, de José Famades Villamur (1882); el Tratado de tipografia o arte de la imprenta, de José Giraldez (1884); el Manual del cajista de imprenta, de Francisco Bollo (1889); la Guia practi- ca del compositor tipografo, de Juan José Morato (1900, «La obra especial mejor orientada entre las de su clase en lengua a», en palabras de Fernando Muarte Morton); el Manual practico del cajista de imprenta, de Alvaro Fernan- dez Pola (1904); la Cartilla del aprendiz de cajista de imprenta, de Juan José Mo- rato (1929); el Manual del cajista de imprenta, de F. Fabregues y J. M. Saa- vedra (1933); El libro del corrector: va- demécum de los escritores y de los pro- fesionales de la tipografia, de Pelegrin Melts y Francisco Milla (1940); la Teo- ria y practica de la tipografia con no- ciones de las industrias afines, de Vi- cente Martinez Sichina (1945); la Carti- lla de tipografia para autores: prepara- cidn de originales y correccién de prue- bas, de Fernando Huarte Morton (1955); la Correccién de pruebas tipograficas, de R. Ramos Martinez (1963); La com- posicion en artes graficas, de Euniciano Martin (2 vols., 1970 y 1974), y, de José Martinez de Sousa, el Diccionario de tipografia y det libro (1974), el Diccio- nario de ortografia técnica (1987) y el Manual de edicién y autoedicion (1994). Pero tal vez el primer cédigo tipogra- fico propiamente dicho sea el titulado Code des corrections typographiques de- bido al impresor y librero francés Picrre- Frangois Didot (1732-1793). Aparte de Jos libros técnicos destinados a la forma- 36 el estilo cidn de cajistas y a la descripcién del oficio de componer textos y formar mol- des de imprenta, el primer cédigo tipo- grafico del siglo xx lo inicia en 1922 la Société amicale des protes ct correcteurs (Sociedad Profesional de Regentes de Imprenta y Correctores); la primera edi- cién se publica después de dos aiios de trabajo, En 1977, con el titulo de Code typographique: choix de regles @ l'usage des auteurs et professionnels du livre, aparecié en Paris la duodécima cdicion bajo los auspicios del Syndicat natio- nal des cadres et maitrises du livre, de la presse et des industries graphiques; la decimosétima edicién aparecié también en Paris cn 1993, esta vez auspiciada por la Fédération C.G.C. de la com- munication. En Espafia no se ha editado nunca un cédigo tipografico formal. Cuando mas, algunos folletos de normas para uso y disfrute de una sola editorial. Se puede poner el ejemplo, entre otros, de las nor- mas internas de dos editoriales ya desa- parecidas: Editorial Braguera, Normas para traductores y correctores de Edito- rial Bruguera (39 pp., 1971). y Edito~ rial Labor, Normas de trabajo (60 pp.. 1979), ambas impresas. Otras cditoria- les, como Seix Barral y Barral Editores de Barcelona como tas anteriores, dis- ponian de normas mecanografiadas des- de 1969 (en ambos casos se titulaban Normas de produecién y eran muy pa- recidas). Por desgracia, existe entre no- sotros el prurito de que nadie lo hace mejor que uno mismo, y ello nos Heva a considerar que nuestro criterio es inme- jorable. Sin embargo, las cosas estin cambiando ultimamente. Los editores se han dado cuenta de que ciertas correc- ciones recurrentes les salen demasiado caras, y, por otro lado, la entrada del ordenador en la tipografia facilita el aprovechamiento del trabajo de meca- nografiado det autor y del traductor. Se impone, pues, cl establecimiento de unas normas de trabajo que unifiquen crite- rios y sirvan de guia tanto para autores y traductores como para correctores de estilo y para correctores tipograficos (que asi «heredan» la responsabilidad que anteriormente correspondia a los co- trectores de estilo). 2.3, Los libros de estilo Antes de que dispusiera de sus pro- pios libros de estilo, la prensa se habia valido, como es légico, de los cédigos tipograficos por lo que respecta a la pre- sentacidn grifica (v, § 2.2), mientras que en lo relacionado con el estilo de escri- tura, especialmente con los aspectos gra- maticales y Iéxicos, habia que atenerse, de forma general, a lo establecido por la Academia Espaiiola en sus publicacio- nes, Los libros de estilo periodisticos son un producto tipicamente estadouniden- se. Tal vez uno de los primeros, si no el primero, sea cl que en 1962 publicé el New York Times, titulado The New York Times stvle book for writers and editors, que cn 1977 publicé su segunda edicién con el titulo de The New York Times, Manual of style and usage. En 1978 apa- recié el libro de estilo del Washington Post, titulado The Washington Post desk- book on style. The Times, de Londres, tuvo desde 1970 hasta 1984 un libro de estilo titulado Style book and spelling words adopted hy The Times. En noviem- bre de 1984 fuc sustituido por las nor- mas del Oxford dictionary for writers and editors (editado por Clarendon Press, 1981, puesto al dia anualmente), al que se aiiadian cinco paginas con las diferencias propias del diario. Este dic- cionario de escritores y directores ha sido tomado también como base de su estilo por otros muchos periddicos de lengua 37 la normalizacién, el estilo y la edicién inglesa, que se limitan a publicar unas paginas en las que hacen constar sus pre- ferencias expresivas. Por ejemplo, The Guardian aiiade 55 paginas, tituladas The Guardian style book. El Neue Ziircher Zeitung, de Zurich (Suiza), tiene un libro de estilo de 88 pa- ginas originado en un conjunto de nor- mas al parecer iniciadas en 1968, que actualmente se titula Sprachlich-Technis- ches Vademecum fiir die Redaktoren, Ko- rrespondenten und Mitarbeiter der Neue Ziircher Zeitung, cuya segunda edicién es de 1982. En Espaiia, los libros de estilo de la prensa han proliferado desde los prime- ros afios ochenta. Desde el Manual de espaiiol urgente (12.2 ed., 1998), de la Agencia Efe, que sirve de faro a mu- chos periddicos nacionales y extranje- ros («es el mas antiguo de los publica- dos en la comunidad de habla espaiio- la», se dice en su prélogo), hasta el de El Mundo (Madrid, 1996), pasando por el de El Pais, que va ya por la 142 edi- cién (Madrid, 1998), el de La Fanguar- dia (Barcelona, 1986), el de La Voz de Galicia (La Coruiia, 1992) y el de Abc (Madrid, 1993). Su abundancia no va en detrimento de la uniformidad de crite- tios en gran medida, como se podria su- poner, porque, en general (con pocas ex- cepciones notables), se copian unos a otros y las diferencias en lo relativo al léxico y la ortografia son practicamente nulas. Se trata, mas que de folletos (0 poco mas), como sucle ser habitual en algunos periddicos extranjeros, de ver daderos voliimenes que suclen superar las doscientas paginas. Con todo, debe advertirse que algunos de estos libros de estilo tienen poco interés y, en algu- Nos casos concretos, excesivos errores de todo tipo. También las emisoras de radio y tele- n tienen sus libros de estilo. Tal vez el primero sea cl que en 1980, con el 38 titulo de Manual de estilo para informa- dores de radio, publicaron conjuntamente Radiotelevisién Espafiola y Radio Nacio- nal de Espaiia, seguido, en 1985, por el de Miguel Pérez Calderén, Libro de es- tile de los Servicios Informativos (obra de escasa calidad y con excesivos erro- res). En 1991 aparecié el Libro de estilo de Canal Sur Televisién, de Sevilla; en 1993, el Libro de estilo de Telemadrid, y en el mismo ajio, el Manual de estilo de tre, redactado por Salvador Mendieta. En cuanto a las instituciones, se cuenta con las siguientes obras: Manual de es- tilo del lenguaje administrative, publi- cado por el Ministerio para las Admi- nistraciones Publ (Madrid, 1990); el Libro de estilo, redactado por Valentin Arias Lopez y publicado por fa Conse- Neria de Cultura ¢ Xuventude, de San- tiago de Compostela (1993); Joan Sola dirigid dos libros de estilo en catalan: el primero, titulado Llibre d’estil, para la Caixa d’Estalvis i Pensions de Barcelo- na (1991), y el segundo, titulado Llibre destil de V'Ajuntament de Barcelona, para el Ayuntamiento de Barcelona (1995). idad Nacional de Educacién a Distancia (UNED) tiene también su li- bro de estilo, el Manual de estilo, redac- tado por José Romera Castillo y otros y publicado en Madrid (1995). Hay también una serie de libros de estilo generales, cuya calidad y adecua- cidn a las propias necesidades habra de establecer el lector, previo analisis. Co- nozco los siguientes: Libro de estilo uni- versitario, de Carlos Arroyo Jiménez y Francisco José Garrido Diaz (Madrid: Acento, 1997); Manual general de esti- Jo, de Firmas Press (Madrid: Playor, 1994; obra que hay que consultar con precaucidn); el Libre de estilo para ju- ristas, de Antonio Millan Garrido (Bar- celona: Bosch, 1997); el Libro de estilo para universitarios, de Miguel Angel Santos Guerra, Benjamin Mantecén Ra- ta Curie Gere mirez y Crist6bal Gonzalez Alvarez (Ma- laga: Miguel Gémez, 1995); Manual practico de estilo, de Ramon Sol (Barce- lona: Urano, 1992). 2.4, Los manuales de estilo Aunque algunos libros de estilo pe- riodisticos llevan por titulo manual de estilo, esta denominacién suele reservar- se para los libros de estilo editados por para las editoriales, ya que su conteni- 8 disposicidn y aplicacion son bien dis- tintos de los que afectan al mundo pe- tiodistico. Aunque tienen como prec: dentes historicos los codigos tipografi- cos y las normas ortotipograficas que forman parte de los libros sobre técnica tipografica, en la actuali stos libros se alimentan tanto de los cédigos tipo- grificos como de las normas para la edi- cién cientifica (v. § 3). Los manuales de estilo mas antiguos son el de la Oxford University Press (1893) (Harts rules for compositors and readers at the Oxford University Press, 39." ed., Nueva York, Oxford University Press, 1983) y el de la Chicago Univer- sity Press (1906) (The Chicago Manual of Style, 144 ed., Chicago, University of Chicago Press, 1993). Ambos manuales tienen hoy un innegable prestigio inter- nacional. Sin embargo, no nacicron di- rectamente como manuales de estilo, sino como reglas para uso de las respectivas imprentas, En relacién con esto, «La his- toria del manual de la apa [American Psychological Association ‘Asociacién Norteamericana de Psicologia’] es muy representativa de lo que ha ocurrido a este respecto en otros campos cientifi- cos. Las siete paginas de las instruccio- nes de 1929 pasaron a treinta y dos en 1944 y a scsenta en 1952, que ¢s cuan- do se publica la primera edicién del ma- nual como un suplemento de la revista; fue publicada de forma independiente en 1957. [...J» (Emilio Delgado Lopez-Cé- Zar, 1998, 64-65). De este tipo de obras, en Espaiia solo disponemos del Diccionario de orto- grafia técnica (José Martinez de Sousa, Madrid: Fundacion German Sanchez Ruipérez, 1987, reimpr. 1999) y del Ma- nual de estilo publicado por la revista Medicina Clinica (Barcelona: Doyma, 1993), En catalan se cuenta con el Ma- nual d'estil: la redaccié i l’edicio de tex- tos, de Josep M. Mestres y otros (Barce- iona: Eumo, 1995), obra notable por su riqueza y el orden expositivo. 3. La edicion cientifica El primer periddico cicntifico, cl Journal des Savants, aparecié por pri- mera vez el 5 de enero de 1665 bajo la direccién de Denis de Sallo, pero la no- cin de edicién cientifica aplicada a los trabajos publicados en las revistas cien- tificas empieza a tomar cuerpo y a de- sarrollarse a partir de los afios cincuenta del siglo xx, cuando las viejas revistas se ven desbordadas por la abundancia de ofertas de trabajos para su publica- cién, trabajos generalmente mal escritos y de escasas cualidades de legibilidad. En los Estados Unidos, el American Institute of Biological Sciences (Insti to Estadounidense de Ciencias Biologi- cas) de Washington publica en 1960 lo que se considera el mas antiguo de los manuales para la ensefianza de la redac- cién cientifica, el Style manual for bio- logical journals, cuya autoria correspon- de a la Conference of Biology Editors (concretamente, al Committee on Form and Style). Las ediciones subsiguientes (1964, 1972, 1978, 1983 y 1994) corren a cargo del Council of Biology Editors (Consejo de Editores de Biologia), or- ganismo que instituye un Committee on 39 ta normali aci6n, el estilo y la edicién Editorial Policy (Comité de Politica Edi- torial), En 1987 se tradujo al espaiiol la quinta edicién del Style manual con cl titulo de Manual de estilo: guia para autores, editores y revisores en el cam- po de la medicina y la biologia (version espafiola de Marta Pulido). En Europa, la investigacién en este terreno es mucho mis lenta y modesta. En 1964, el editor Karger, de Basilea (Suiza), edita un folleto con propuestas de reglas de escritura cientifica. En 1970, J..N. Maillard y J. P. Benhamou publi- can L’article médical (Paris, VExpansion scientifique) y en 1973 aparece Com- ment écrire, comment dire, en médecine, de Roger Bénichoux (Paris: Masson, 1973). Entretanto, el American National Stan- dards Institute (ANst) de Nueva York pu- blica en 1969 una norma para la abre- viacién de los titulos de las publicacio- nes periddicas y en 1972 da a conocer la «Preparacion de los articulos cientifi- cos para su presentacion escrita u oral», en la que define la formula imrapb (Intro- duction, Material and Mcthods, Results and Discussion ‘Introduccién, material y métodos, resultados y discusién’: IMRyD), las cuatro partes en que desde entonces se divide el articulo cientifico, muy difundida actualmente (v. p. 104). En 1978, un pequefio numero de di- rectores de revistas médicas generales, mas tarde conocido como el Grupo de Vancouver, se reunieron en Vancouver (Columbia Britanica [Canada]) para es- tablecer las pautas relativas al formato de los originales que los autores enviaban a sus revistas. Sus normas para la uni- formidad de los originales fueron publi- cadas por primera vez en 1979. Actual- mente, este grupo se ha convertido en el International Committee of Medical Journal Editors (icmJE) (Comité Inter- nacional de Directores de Revistas Mé- dicas [c1oRM)), que se reine anualmente. El comité claboré en 1982 unos Requi- sitos de uniformidad para originales pre- sentados a revistas biomédicas que en 1997 alcanzaron la quinta edicion. Ac- tualmente, mas de quinientas revistas de todo el mundo siguen y recomiendan es- tas normas de uniformidad en la presen- tacién de originales. El objetivo de es- tos requisitos es conseguir que los tra- bajos que se presentan a las revistas adheridas cumplan tales requisitos y las revistas los acepten. Con ello se consi- gue que el cientifico tenga la seguridad de que su trabajo no seri rechazado por cuestiones formales. Es de alabar la de- cision del cipRM no solo de permitir la copia y reproduccién de sus normas, sino también el hincapié que hace en que ello suceda: «El comité anima a la distribu- cin de este material». Comparese con la actuacién de la Iso y de Acnor... (véa- se § 1.2). En los afios setenta se funda en el Reino Unido la European Association of Science Editors (Ease) (Asociacién Eu- ropea de Editores Cientificos), que pu- blica European Science Editing, boletin de enlace entre los responsables de edi- toriales cientificas curopcas y los profe- sionales de la edicién cientifica. En Espaia la preocupacién por la pre- sentacion uniforme de los originales des- tinados a revistas cientificas es mas tar- dia. Hay trabajos desde los primeros aiios sctenta (por ejemplo, David Romano: Elementos y técnica del trabajo cientifi- co, 1973). También contribuyeron a la aplicacién creciente de normas cientifi- cas obras como el Diccionario de orto- grafia técnica, de José Martinez de Sousa, destinado al mundo editorial en general, pero no faltan dignos ejemplos de preocupacién por la uniformidad de los originales destinados a revistas cien- tificas, como el ya mencionado Manual de estilo, hasta el presente el tnico ma- nual de estilo cientifico publicado en Es- 40 norma, uso y autoridad lingiifstica paia, editado por la revista Medicina Cli- nica, dirigido por Ciril Rozman y re- dactado por un equipo de destacados es- pecialistas en cada una de las materias tratadas. La edicidn cientifica, pues, ha hecho que el cientificismo de la edicién ad- quiera una importancia enorme en los tiempos actuales, en que la produccién literaria cientifica adquicre caracteres preocupantes por su cantidad y disper- sién. 4, Norma, uso y autoridad lingiiistica Estrechamente ligados a la normali- zacion y al estilo se hallan los concep- tos de norma, uso y autoridad. Ponga- mos la tiltima en primer lugar del anali- sis: si el usuario del lenguaje, cualquic- Ta que séa su nivel, no acepta de buepa Gana fa autoridad de las entidades en- cargadas de legislar, de nada sirve que exista una norma, la cual, para su mayor justificacién, debe estar en consonancia Zon un uso y servir como de cco o reso: nancia de él. El problema de la accpta- Gién de la autoridad se relaciona con ta facultad que esta tiene de legislar pata, el individuo y no para si misma, La fal- ta de acuerdo entre lo que cl uso esta- blece y lo que registra la norma es otro de los escollos con que tropieza quien escribe. No es facil que se legue al ple- no acuerdo de cuantas entidades en este mundo se dedican a legislar en aspectos que afectan al escritor (especialmente al escritor cientifico), y tal vez eso sea lo mejor que puede suceder, pero, asi como hay aspectos de la cultura que no recla- man urgentemente una legislacién, hay otros que, por el contrario, necesitarian un conjunto de reglas claro, sencillo y facilmente aplicable. Y necesitarian, ade- mas, que esa legislacién sustituyera al marasmo de usos y abusos actuales en la escritura cientifica. Pero el problema no estd solo en las normas y en el uso: esta también en la autoridad. 4.1. Norma y uso Una norma, en sentido lingiiistico, es el Conjunto de réglas restrictivas que de- Tinen lo que se puede utilizar en el uso de una lengua si se ha de ser ficl a cier- to ideal estético o sociocultural. La nor- ma supone la _existencia de unos usos, considerados correctos y otros conside- fados incorrectos, definidos ambos en las gramiaticas y ortografias normativas y en los diccionarios del mismo corte. La impone una institucién reconocida por la sociedad, institucién que para el espafiol, tante cl curopeo como cl hispa- noamericano, es la Real Academia Es- paiiola, fundada en 1713. Su funcién es discutida, pero su autoridad sigue sien- do mayoritariamente aceptada. Sin embargo, una norma ortografica puede estar en vigor durante siglos pese a que nadic la cumpla; y si una norma no se cumple en absoluto, pese a lo cual todo funciona bien, es que la norma so- bra. La iltima edicion de la gramética académica tiene, de hecho, mas de se- tenta aiios de antigiiedad, puesto que la edicién de 1959 era en todo semejante a la de 1931 y probablemente esta se pa- recia mucho a la de 1920, cuyo prologo reproducen ambas, la de 1931 y la de 1959. Publicado el prometedor Esbozo de una nueva gramatica de la lengua espaiiola en 1973, desde entonces sigue en estado de esbozo, puesto que la Gra- matica de la lengua espatiola de Emilio Alarcos Llorach (1994) y la Gramatica descriptiva de la lengua espaiiola de Ig- nacio Bosque y Violeta Demonte (1999) han sido publicadas por la Academia, pero ninguna de ellas es «su» gramati- ca. Por lo que respecta al Diccionario 41 ¢ ¢ ¢ ¢ ¢ nA nN AAA la normalizacién, el estilo y la edicién de la lengua espariola, el Diccionario por antonomasia para quienes hablamos y escribimos en espajiol, arrastra tal can- tidad de defectos lexicograficos, que su consulta se convierte a menudo en un engorro. Por poner un ejemplo, si se con- sulta la palabra delegucion, que es un sustantivo femenino, la Academia res- ponde con un verbo transitivo, puesto que dice: «Accién y efecto de delegar»; es decir, que para saber qué significa delegacién tenemos que consultar dele- gar, \a cual nos dara una respuesta ver- bal, no sustantiva, Asi pues, no es de extraiar que el uso vaya por delante de la norma, situacién que puede crear verdaderos problemas quicnes desean mantenerse dentro de la norma académica. Si la Academia ha de admitir en su Diccionario palabras 0 si; nificados que tienen todos los méritos para ello, debe hacerlo antes de que se conviertan en problema 4.2. Autoridad lingiiistica Debido a la delicadeza suma del arma que mangja, el lenguaje, e! escritor no lingilista necesita con frecuencia apoyar ‘su criterio en la opinién de quienes me- jor escriben o de quienes tienen conoc mientos acerca de la lengua. Para ello busca el amparo de entidades como la Real Academia Espajiola o de obras que fe merecen confianza a la hora de resol- ver sus problemas con la gramitica y el lenguaje. Ciertamente, es dificil para un escritor basarse en una sola autoridad. Se entiende que en una lengua como la nuestra, donde se acepta de buena vo- luntad la autoridad académica, esta no responda siempre a las necesidades de quien se dedica, por profesion o espora- dicamente, a dejar constancia escrita de lo que piensa, siente u opina. Se dice que los «buenos eseritores» se convicr- cn autoridad lingiiistica, pero el con- ‘Ceplo GS Tait Vago que resulta dificil de- dir qué es ser buen escritor. Si nos re- ferimos, como es habitual, a los clasi- cos, es obvio que su escritura nos pare- ce excelente, pero muchas de sus for- mulas y formas ya no nos sirven hoy. De hecho, muchas veces se conyierten en autoridades lingiiisticas 0 para cucs- tiones lingiiisticas escritores o tratad: fas_que no son ni clasicos ni académiz Cos. 5. Bibliogratia especifica para escritores y traductores Tanto los escritores como los traduc- tores necesitan rodearse de una bien nu- trida biblioteca en la que figuren las obras que emanan de las autoridades ofi- ciales y también las de los autores en los que el escritor deposite su confianza ala hora de resolver sus problemas. Trazar el contenido de una bibliogra- fia es sumamente complejo. Tentativa- mente se pueden proporcionar bibliogra- fias 0 listas de libros especializados para cada uno de los campos que a un autor le pueden interesar, pero nadie como el propio escritor o traductor para definir sus necesidades bibliograficas y la for- ma de satisfacerlas. A la hora de elegir un libro, debe el usuario tomarlo en sus manos y analizarlo aunque sea somera- mente. En este andlisis deberia prestar atencién cuando menos a dos aspectos: por un lado, el contenido, su alcance, su profundidad, su tratamiento en la obra, y por otro lado, la forma de presentarlo: formato, tipografia, disposicion en la pi gina, facilidad de lectura, etcétera. Si su- ponemos que el usuario busca un cionario de lengua, debe tener en cuenta que para los usos a que lo va a destinar probablemente necesita que contenga mas de cuarenta mil entradas, ya que de 42 bibliografi especifica para escritores y traductores lo contrario tal vez en muchos casos no respondera a su consulta por falta de da- tos. La cantidad de contenido es, en cual- quicr caso, importante, pero esa cantidad debe venir acompaiiada de la minima ca- lad tanto en el tratamiento de la mate- ria como en la forma de presentarla. Partiendo de criterios muy parecidos aestos, se ofrece seguidamente un ensa- yo de bibliografia que puede resultar titil a escritores y traductores. El hecho de figurar en esta lista no es signo forzoso de calidad. Las obras aqui mencionadas son de calidades muy distintas, y algu- nas incluso desechables. El lector debe tener conocimiento de cllas, saber que existen. Su eleccién, como he dicho an- teriormente, debe ser el resultado de un anilisis personal de la obra para elegir las que se ajusten a sus necesidades y desechar las que no alcancen la catego- ria suficiente. 5.1. Diccionarios 5.1.1, DICCIONARIOS DE LENGUA S.LL.L. Diccionarios normativos Acapemta Espaftota: Diccionario de la lengua espaiiola, 21." ed., Madrid: Espasa-Calpe, 1992, S.1.1.2. Diecionarios descriptives Diccionario general de ta lengua espufola ilus- trado Vox, Barcelona; Biblograf, 1997; antes, Diccionario general ilustrado we ta lengua espariola Vax, abreviado DGILE. Diccionario gencral de la lengua espaitola Vox, Barcelona: Biblograf, 1997; antes, Dicciona- rio actual de la lengua espariota, abreviado DALE. 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Diecionarios de lengua en lenguas extranjeras 1) Para el ingles: English Language Dictionary (coaui.o), Glasgow: HarperCollins, 1987. English Learners’ Dictionary Chambers/or, 24 e., Barcelona: Biblograf, 1997; ofrece un conte- nido en lengua inglesa con equivatentes en espafol en sus acepciones. Longman Dictionary of the English Language. Harlow: Longman, 1991. New Oxford English Dictionary, 20 vols., Oxford: ‘Oxford University Press, 1989 (existe una edi- cién en 2 vols., New Shorter Oxford English Dictionary, Oxford: Oxford University Press, 1993). Random House Dictionary of the English Lan- guage, Nueva York: Random House, 1987. Websters Encyclopedic Unabridged Dictionary of the English Language, Nueva York: Gra- mercy Books, 1989. Webster's Third New International Dictionary, Springfield, MA: Merriam Webster, 1986 (en uno 0 tres voltimenes). 2) Para el francés: Dictionnaire de ta langue francaise, Paris: La- rousse, 1995. Gtkoner, Jean: Dictionnaire de la langue fran- aise, 2 vols., Paris: Bordas, 1997. Le grand Robert de la langue francaise: dic- tionnaire alphabétique et analogique de la 43 la normalizacién, el estilo y la edici6n langue francaise, 9 vols., Paris: Le Robert, 1991; ed. rev. por Alain Rey. Gutuert, Louis, René LAGANA y Georges Nto- bey (dits.): Grand Larousse de la langue fran- guise, Paris: Larousse, 1989. Inuws, Paul, y Bernard QUENADA (dirs.): Trésor de la langue francaise: dictionnaire de ta lan- gue du xx et du x siécle, 16 vols., Paris: cwks-Klincksieck-Gallimard, 1971-1994. Le nouveau Petit Robert, Paris: Le Robert, 1996. 3) Para el alemn: Das grofe Werterbuch der deutschen Sprache, 8 vols., Mannheim-Leipzig-Viena-Ziirich: Du- denverlag, 1993. Wahrig. Deutsches Wérterbuch, Giltersloh: Ber- telsmann, 1997, 4) Para el italiano: Devoro, Giacomo, y Gian Carlo O1 della lingua italiana, Florencia: Monnier, 1990. Dizionario italiano Sabatini Coletti (vise). Florencia: Giunti, 197. 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Suir, Colin, y otros (dirs.): Diccionario Collins inglés-espaiol, English-Spanish, 52 ed., Lon- ures y Barcelona: Grijalbo, 1998, 2) Espafol-francés, francés-espaiiol: Gaxcia-Petayo, Ramén: Gran diccionario es- patol-francés, francés-espaitol, Barcelona: Larousse Planeta, 1994. 3) Alemin-espaiol, espafol-aleman: Klett Diccionario espaitol-alemdn, alemn-espa- fol, 2 vols., Barcelona: Biblograf, 1997. Mouter, Heinz, y Giinther HAENSCH: Langen- scheidis Handwérterbuch Spanisch-Deutsch, Deuisch-Spanisch, V1.7 ed., Berlin-Munich- Viena-Ziirich-Nueva York, 1998. Rudolf, Rudolf Grossman y Carlos ILtiG: terbuch des spanischen und deutschen Sprache. Diccionario de las lenguas espaito- a y alemana, 2 vols., Wicsbaden-Barcelona: Brandstetter-Herder, 1994. 4) laliano-espaiio}, espaiol-italiano: Ampnuzzi, Lucio: Nuovo dizionario spagnolo- italiano italiano-spagnolo, 2 vols., 7." ¢d., 24° reimpr., Turin: Paravia, 1973. Tan, Laura: Dizionario spagnolo-italiano, Dic- cionario itatiano espaol, Mikin: Hovpli, 1997. 5.1.3. DICCIONARIOS MONOGRAFICOS 1) Bibliologia y tipografi: Buonocore, Domingo: Diccionario de bibliote- cologia, 2 ed., Buenos Aires: Marymar, 1984. Daeveus, John, y Frangois Ricnaupeau: Dic- cionario de la edicién y de las artes grificas, Madrid: Fundacion GSR, 1990. Manrin, E., y L. Tariz: Diccionario encictopé- dico de las artes ¢ industrias gréficas, Bar- celona: Don Bosco, 1981. Martinez pe Sousa, José: Diccionario de tipo- gratia y del libro, 4.* ed., Madrid: Paraninfo, 1995, — Diccionario de informacién, comunicacién y periodismo, 2.* ed., Madrid: Paraninfo, 1992. — Diccionario de bibliologia y ciencias afines, * ed., Madrid: Fundacién German Sinchez Ruipérez, 1993. 44 bibliografia especifica para esc ores y traductores Martinez pr Sousa, José: Diccionario de lexi- cografia prictica, Bavcelona: Biblograf, 1995. 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DICCIONARIOS DE SINGNIMOS Conipio, Fernando: Gran diccionario de siné- nimos, voces afines e incorrecciones, Barce- ona: Bruguera, 1974 Diccionario avanzado de sinénimos y antonimos de la lengua espaiola Yox, Barcelona: Biblo- graf, 1997. Diccionario de sinénimos y anténimos, Barcelo- na: Océano, 1998. Diccionario de sinénimos y anténimos, Madrid: SAPE, 1994, Zainqui, J. M.: Diccionario razonudo de sind: nimos y contrarios, 2." ed., Barcelona: De Vec~ chi, 1997, 5.2. Libros y manuales de estilo 5.2.1. EN esraRoL 1) Medios de comunicacion Anc: Libro de estilo de Abc, Barcelona: Ariel, 1993. AGENCIA Ere: Manual de espariol urgente, 13." ed., Madrid: Catedra, 2000, CaNaL Su TV: Libro de estilo, Sevilla: Canal Sur TY, 1991. Menpteta, Salvador: Manual de estilo de rve Barcelona: Labor, 1993. Munbo, Ex: Libro de estilo, Madrid: Unidad Edi- torial, 1996. Pais, EL: Libro de estilo, 14.* ed., Madrid: El Pais, 1998. 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RoMERA CasTILLo, José, y otros: Manual de es- tilo, Madrid: Universidad Nacional de Educa- cion a Distancia, 1995. 3) Generales: ApKoyo JIMENEZ, Carlos, y Francisco José Ga- keiwo Diaz: Libro de estilo universitario, Ma- cento, 1997, INTERNACIONAL DE DikECTORES DE RE~ VISTAS MEDICAS [ciDRN]: Requisitos de uni- formidad para manuscritos presentados a re- vistas biomédicas, version espatola de INTER- NATIONAL COMMITTEE OF MEDICAL JOURNAL Epitoxs; «Uniform requeriments for ma- nuscript submitted to biomedical journals, N ngl. J. Med. (1973), 336, 309-315. Finmias Press: Manual general de estilo, Madrid: Playor, 1994 Manual de estilo: publicaciones biomédicas, Bar- celona: Doyma, 1993. Martinez DE SOUSA, José: Diccionario de orto- grafia técnica, Madrid: Fundacién German Sanchez Ruipérez/Pirdmide, 1987. — Libro de estilo, Barcelona: RBA Realizacio- nes Editoriales, 1999 (no vena). 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Lozano, Joseba, y Enrike GoRROrxatEGt: Argi idazteko bideak, Vitoria: Wat, 1996. 4) Inglés: AMERICAN CHEMICAL Sociity: Handbook for au- thors of papers in American Chemical Society Publications, Washington, DC: American Chemical Society, 1978, AMERICAN INSTITUTE OF PHYSICS: Sve manual, 42 ed., Nueva York: American Institute of Physics, 1990, AMERICAN MATHEMATICAL SOCIETY: manual Jor authors of mathematical papers, Peenigence (RI): American Mathematical Society, 1990. AMFRICAN MEDICAL ASSOCIATION: Masel of style, 94 ed., Baltimore: Williams & Wilkins, 1998. AMERICAN METEOROLOGICAL SOCIETY: Author's guide to the journals of the American Me- teorvlogical Society, Boston: American Metco- rological Society, 1983. AMERICAN PSYCHOLOGICAL ASSOCIATION: Public cation manual, 4.* ed., Washington, DC: The American Psychological Association, 1995. 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AnGos (seud. de Roberto Cadavid Misas): Gaza- eras gramaticales, 3.* ed., Antioquia (Colom- bia): Universidad de Antioquia, 1993. G6mEz ToRREGO, Leonardo: Manual de espaitol correcto, 2 vols., Madrid: Arco/Libros, 1989. — El buen uso de las palabras, Madrid: Arco! Libros, 1992. Gruetmo, Alex: El estilo del periodista, Ma- drid: Taurus, 1997. — Defensa apasionada del idioma espaiiol, Ma- drid: Taurus, 198. Lazaro Carrerer, Fernando: El dardo en la pa- labra, Barcelona: Galaxia Gutenberg-Circulo de Lectores, 1997. Loxenz0, Emilio: ET espariol de hoy. lengua en ebullicién, 4° ed., reestructurada y muy am- pliada, Madrid: Gredos, 1994 — Anglicismos hispénicos, Madrid: Gredos, 1996. Moreno bE ALBA, José G.: Minucias del len- guaje, México: Fondo de Cultura Econér ca, 1992, — Nuevas minucias del tenguaje, México: Fon- do de Cultura Econémica, 1996. Navarro, F Aw: Traduccién y lenguaje en medi- cina, Barcelona: Fundacién Dr. Antonio Esteve, 1997. SaaMienTo, Ramén: Manual de correccién gra- matical y de estilo: espaiol normativo, nivel superior, Alcobendas (Madrid): Sociedad Ge- neral Espafiola de Libreria, 1997. 5.4.2, MANUALES DE TIPOGRAFfA Y BIBLIOLOGEA BLack WELL, Lewis: Tipografia del siglo xx, Bar- celona: Gustavo Gili, 1998. BLANcHarn, Gérard: La letra, Barcelona: ceac, 1988, Baincnurst, Robert: The elements of typogra- phic style, 2." ed., rev. y ampl., Point Roberts, WA: Hartley & Marks, 1997. Brown, Alex: Autoedicién: texto y tipografia en 1a era de la edicién electronica, Madris Publish, 1991 Carter, R.: Disefiando con tipografia: libros, re- vistas, boletines, Barcelona: Index Books, s. a. Feict, James: Guia de estilo Publish para la autoedicién, Madrid [depésito legal]: Deli- bros, 1993. GASKELL, Philip: Nueva introduccién a la bi- bliografia material, Gijén: Trea, 1999. El libro técnico de las fuentes: como instalar, utilizar y gestionar las fuentes en el ordena- dor y en Internet (sobre PC/Windows y Ma- cintosh), Barcelona: J. M. P. Mariorell, 1998. Martin, Douglas: EY diseiio en el libro, Ma- drid: Piramide, 1994, Martins, Euniciano: La composicién en artes gréficas, 2t., Barcelona: Don Bosco, 1970 y 1974. — Antes grificas: tecnologia general, Barcelo- nna; Don Bosco, 1975, — Cémo se hace un libro, Barcelona: Don Bosco, 1983. — Composicién grifica: det diseiio a la impree sién, Barcelona: Edebé, 1995. Magrinez SicLuNA, V.: Teoria y prictica de la tipografia con nociones de las industrias afi- nes, Barcelona: Gustavo Gili, 1945. Martinez pe Sousa, José: Diccionario de ti- pografia y del libro, 4° ed., Madrid: Paranin- fo, 1995, — Manual de edicién y autoedicién, Madrid: Pirimide, 1994, 51 bibliografia especifica para escritores y traductores McKerrow, Ronald B.: Introduccién a la bi- bliografia material, Madrid: Arco/Libros, 1998, McLean, Ruari: Manual de tipografia, Madrid: Hermann Blume, 1987. Morett1, Dario: 1 progetto grafico del libro, Milan: Bibliografica, 1993, Otter, Paul: El tratado de documentacién: el libro sobre el libro. Teoria y préctica (trad. Maria Dolores Ayuso Garcia), Murcia: Uni- versidad de Murcia, 1996, Perrect, Christopher: Guia completa de la tipo- ‘grafia: manual préctico para el diseio tipo- grafico, Barcelona: Blume, 1994, RICHAUDEAU, Francois: Manuel de typographie et de mise en page, Paris: RETZ, 1989. SOLOMON, Martin: El arte de la tipografia: intro- duccién a la tipo.icono.grafia. El diseiio tipo- grafico actual a través de la tipografta clasi- ca, Madrid: Tellus, 1988. 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También algunos técnicos o expertos en materias determinadas necesitan po- ner en comin con los colegas de todo el mundo sus conocimientos de una mate- ria o de parte de una materia, y en vir- tud de ello deben afrontar la escritura de un articulo o de una obra. Asimismo, el estudiante que debe re- dactar una tesina o una tesis de doctora- do debe poner por escrito los resultados de sus investigaciones 0 especulaciones, con objeto de presentarlos ante las auto- tidades académicas correspondientes. Todo ello exige que los resultados del trabajo intelectual 0 especulativo se pon- gan negro sobre blanco en un soporte, papel o archivo informatico. A la hora de Ievar a cabo esta funcién entran en accién una serie de mecanismos que el redactor o escritor debe tener en cuenta. Una obra técnica 0 cientifica, sea un ar- ticulé para una revista o un libro, debe redactarse segtin unas técnicas general- ‘mente aceptadas. 1, Las fuentes de consulta Las fuentes son los documentos que aportan informacién para el estudio de una materia. Pueden ser muy variadas; por ejemplo, las actas de un congreso 0 de una institucin oficial, manuscritos, obras originales, publicaciones periédi- cas, libros, folletos, informes cientificos y técnicos y otras. Pueden ser de prime- rade segunda mano. LL. Fuentes de primera ¥ de segunda mano Las fuentes con que puede trabajar un escritor para realizar un trabajo so- bre un tema pueden ser de dos tipos: Primaria, original o de primera mano y el trabajo documental secundaria, derivada 0 de segunda ma- no. Son fuentes primarias las totalmente originales; suclen considerarse origina- les documentos como los libros, las pu- blicaciones periddicas, los informes cien- tificos y técnicos, los programas de in- vestigacion, las actas de congresos y otros semejantes, siempre que conten- gan informacién de primera mano. Este concepto es, con todo, algo complejo; por ejemplo, una autobiografia pucde ser una fuente de primera mano, pero no lo seré una biografia escrita por persona que ni siquiera haya convivido con el autor ni coetinea ni coterrancamente. Las fuentes de primera mano de una bio- grafia scran precisamente las fuentes de primera mano (los documentos, cartas, publicaciones periddicas y otros) que cl autor de la biografia haya mancjado, En. gelacién con una obra traducida, es de primera mano la obra original én idioma extranjero; la traduccion es una fuente de segunda mano: nada ni nadie nos ga- rantiza, a priori, que el traductor no trai- ciona el pensamiento det autor. Las obras de recopilacién de documentos son asi mismo fuentes de segunda mano; son de primera mano los dociivicitos mismos, ya que en la reproduccién pueden ha- berse cometido errores. Suelen conside- rarse fuentes de segunda mano los bole- tines de resimenes, las bibliografias y en general las obras de referencia, como los diccionarios y enciclopedias, reper- torios, directorios, anuarios. Son docu- mentos que se pueden manejar en la in- vestigacion y en la escritura del trabajo, pero, siempre que se pueda presentar duda en relacién con un dato, se debe hacer el esfuerzo de acceder a las fuen- tes de primera mano. El autor de un trabajo de investiga- cién esta obligado a trabajar con fuentes de primera mano, para lo cual muchas veces debera invertir muchas horas en investigar donde se hallan estas y en tra- tar de verlas y valorarlas por si mismo. Sin embargo, alguna vez sera ciertamente dificil acceder a la fuente de primera mano, y en ese caso sera licito que el autor recurra a fuentes de segunda mano, a fuentes derivadas. Por ejemplo, si_ha- cemos.una_cita de un texto de un autor, Ga fuente original es, en principio, la pro- pia obra, que es de donde debe tomarse. esc texto que necesitamos citar, Supe- niendo que el acceso a esa obra es im- Posible o muy dificil, se puede citar a través de una cita hecha anteriormente por otro autor. La mencién de la fuente debe hacer conStar al autor de Ja obra, pero también al citador intermedio, que, cs la fuente de segunda mano que’ he- mos utilizado. En los casos de documeit: ‘os desaparccidos 0 de los que solo existe un ejemplar dificil de ver, algunos auto- tes de reconocido prestigio que los re- produzcan pueden convertirse, en la Practica, en fuentes de primera mano para aquel tema concreto, No se debe citar «de oido», especial- mente si la fuente esta al alcance y es fa- cil de consultar, Por poner un ejemplo, quienes citan Ja célebre frase de don Qui- jote «Con la Iglesia hemos topado, San- cho, se equivocan una y otra vez. En el Quijote (2.2 parte, cap. 1X) no se dice eso, sino «Con Ia iglesia hemos dado, San- cho», no porque hubicran topado con ta Iglesia (institucidn), sino porque la som- bra que adivinaban antes de acercarse no era la del alcazar en que moraba su ama- da Dulcinea, sino la de «la iglesia prin- cipal del pueblo» (cito por la edicién de Editorial Labor, 1969, 11, 74). 2. Las citas __Las citas son textos ajenos que se traen somo prueba de Jo que se afirma.o como contraste con cllo. Los textos pueden ts¢ por dos mo- 56 las citas tivos principales: para analizar ese tex- To, $i estamos escribicndo un estudio cri- Tico de la materia o en el que la materia aparece como una de sus partes, o bien en apoyo 0 como contraste de las ideas que sé exponen. Las citas deben_estar 3iempre justificadas, y no seria honrado a Wabajo que se basase solo en citas traidas por los pelos y engarzadas unas a atras como si fueran cerezas, Se supo- ne que cualquier trabajo, modesto o im- portante, consiste en la exposicion y de- sarrollo de una idea acerca de un tema, y se supone también que el autor del trabajo sabe algo acerca de ese tema. Si Jo tinico que sabe es traer a colacion ¢ hilvanar fragmentos de textos de los que han investigado cl tema con anteriori- dad, cl trabajo no vale demasiado como elemento investigative. Las citas no de- ben constituir el mcollo-detn trabajo. salvo que se trate de un estudio critico Fe uno o mas documentos originales; ge- neralmenté son solo su apoyo. En principio, cs poco ético citar al jefe o al compafiero meramente porque To son, de la misma manera que es poco ético citarse a si mismo sin motivo sufi- ciente. Sin cmbargo, en uno y otro cast Ta cita debe hacerse cuando, indepen- dientemente de quicn sea cl autor del texto citado, este es relevante y se hu- bicra citado cn cualquier caso. A este respecto, el propio autor de un texto no debe citarse en cl sentido de «este tema ha sido tratado por mi en el trabajo tal», por cuanto mi no va a ser citado por nadie. El autor debe escribir su propio nombre; exactaniente iguaT qué hace con los de las demas obras citadas cn el mis- mo contexto y por los mismos motive Para bien o para mal, la evaluacién de la produccién cientifica de un autor, un pais © una materia se apoya en el mimero de veces que es citado por otros. ‘La extensién de la cita debe corres- ponderse con la importancia que su tex- to tenga para el trabajo que se. realiza. Dicho queda que un trabajo no se hace” con citas. sino con investigacién, y la cita apoya (en caso contrario, i su extension no estan plenamente justi- Ficadas, podriamos incurrir en plagio). ‘Se debe citar, ademas, exactamente aquel fragmento que contiene la informacion que interesa. Cuanto mas amplia sea la cita, mas dificil es justificarla y también analizar su contenido. Por otro lado, ¢l autor citado debe ser una verdadera au- toridad en el tema que se analiza, y lo que diga debe ser fruto de su propia in- vestigacién y andlisis. Mencionar a un Pero Grullo cualquiera al que nadie re- conoce autoridad es una forma de per der el tiempo y el propio prestigio. En cualquier caso, el texto que se cita tiene que tener enjundia ¢ importancia en re- lacion con la investigacién que se leva a cabo 0 con el texto que se escribe. Atribuir a ur. autor una frase de conoci- miento comtin y general es una impro- piedad, aunque tal autor haya escrito real- mente ese texto. 2.1. El estilo de la cita Por la forma en que se reproduzca el texto de la cita o de referirnos al pensa- miento de un autor, la cita se denomina cita directa, cita indirecta 0 cita indi- recta libre. 1. Cita pirEcTA. ka cita directa, tam- bién Mamada estilo directo 0 discurso directo, consiste en reproducir de forma_ literal y Exacta To-dicho o pensado por. Otr6 6 por uno mismo: «Cuando se estudia un autor extranjero, las citas deben ir en la lengua original» (Eco, 1982, 191). Me dije: «Si consigo una nota superior al apro- bado, podré ir de vacaciones a Egipton. 57 ATA RAR AAA AR ARR AAN ~A RANA el trabajo documental A ello nos referiremos a lo largo de toda esta seccién (v. § 2.2 ss,). 2. Crta INpIRECTA. La cita indirecta, también Ilamada estilo-indirecio _ydis- curso indirecto, consiste en la reproduc- cién de lo dichoO-pensad6 por otro o “por uno mismo no de forma literal, sino domo una oracién subordinada que ag- tia de complemento del verbo princi- pal: En opinion de Umberto Eco (1982: 191), si el trabajo se refiere a un autor extranjero, el tex- to de la cita debe respetar 1a lengua original. Me dije que aprobado, pod onseguia una nota superior al ir de vacaciones a Egipto, Este tipo de citas no s nguen_ con Giacriticos en relacién con el texto que fas Fodea. 3. CITA INDIRECTA LIBRE. La cita in- directa libre es un estilo indirecto en cl que se ha suprimido el sintagma verbal, introductor (decia que, dijo que, pensd, que) y en la escritura suele ir después “de dos puiitos—~ El muchacho seguia aferrado a su idea: si con- seguia una nota superior al simple aprobado, irfa de vacaciones a Egipto. No presenta problemas de grafia, puesto que no Ileva ningiin tipo de diacritico 2.2. Citas de primera y de segunda mano Las citas deben hacerse mediante fuentes primarias (v. § !.1), 0, si se trata de ediciones criticas o de otro tipo, va- liéndose de la edicién mas acreditada. Si esto no es posible, se puede echar mano de una fuente secundaria. Si la cita es de un autor extranjero en una lengua distinta-de: ta" nuestra; debe darse con el texto extranjero (escrito ‘Como las citas en espaiiol, siempre de redondo). A continuacién de ella, entre, paréntesis“O en hota a pie de pagina, ‘WebE Uarse su traduccion. 2.3. Reproduccién del texto de la cita El texto de la cita puede incluirse de vafiaS maneras en el entramado textual “que nosotros estamos confeccionando, siempre debidamente distinguido para Witir Gialquier maleritendido (no ‘seria Ronrado, sino un plagio, incorporar a nuestro texto el de otro autor sin indica- cién alguna). Las citas se componen empre con tra redonda; no es un acierto, sino todo lo contrario, distinguit- las componiéndolas en cursiva, y menos Jin si ademas se le aiiaden las comillas fatinas. 1. DisposiciOn DE Las ciTas. Elt to de la cita puede disponerse de fas si: guientes maneras: 1) sigs corto (digamos, entre tes_y Seis lineas, poco mas 0 menos), ‘puede situarse a continuacion del propio texto (sin hacer punto y. aparte), precedido de dos puntos 0, “de las indicaciones gramaticales AAecuadas que avisen al lector de gue lo que sigue es una cita; la Cita, en este caso, se encierra entre comillas latinas (« »); 2) sis largo, en parrafo aparte, pero a) en cuerpo menor que el del tex- to general (en imprenta o en autocdiciéa), a la medida de este texto y sin comillas; ©) angradg (es decit, dispuesto a thedida menor y marginado a la derecha en la pagina) y sin comillas; mara 58 c) con ef mismo cuerpo del texto, Sangrado.o sin sangrag, pero sin interlinea; también se omiten las comilla d) con el mismo cuerpo ¢ interli- neado de composicion del tex fo general, pero cn este caso G6n comillas para abrir y ce-. rrar la cita; si esta es muy larga ¥ tiene parrafos muy amplios, debe Hevar, ademas, comillas de Seguir, es decir, comillas de cig ‘Fre (») al inicio de cada parrafo para indicar al lector que la cita Sigue; si los parrafos son cot ‘os, las TOMI’ de seguir pue Ucn omitirse, con objeto de no sobrecargar el texto sin necesi- aa. Si la cita es de una poesia de pocos verS88> se puede disponer cn cl misiyo parrafo, encerrada entre comillas latinas y'separando unos versos de otros por medio de una barra (/) entre espacios: , «Ya suben dos compadres / hacia las altas ba- randas, | Dejando un rastro de sangre. / De- jando un rastro de lagrimas» (Federico Garcia Lorca, Antologia pottica, sel. de Guillermo de Torre y Rafael Alberti, 8." ed., Buenos Ai- res: Losada, 1975, 95). Si se reproducen més de cuatro versos, la poesia debe citarse aparte, en cuerpo mas pequefio (al menos dos puntos tipo- Brificos), de redondo, sin comillas y co locada en la pagina como se hace con ‘las poesias: centrada al verso mas largo. 2.4. Intervencién en el texto de la cita El texto de la cita debe reproducirse con sumo cuidado, escrupulosamente, in- cluso con errores 0 con las erratas que haya en la fuente. Sin embargo, le cabe al autor que cita la posibilidad de intro- las citas ducirse en el texto ajeno para rectificar- lo sin altcrarlo. Lo mas frecuente es que el citador afiada, ante lo que considera una irregularidad del texto original, un aviso al lector para indicarle que aque- Ilo esta asi en el original; suele expre- sarse con la voz latina sic entre corche- tes ([sic]) a continuacién de la palabra o expresién original que se considera irre- gular (algunos autores son partidarios de sustituir sic por asf ([asi]), que es su forma espafiola). Debe tenerse en cuen- ta que este aviso solo es valido para de- notar una grafia que el lector pueda re- construir con facilidad en funcién de la competencia lingiiistica que la lectura e interpretacién del texto requiera (los li- bros no tienen a todos los lectores por destinatarios naturales). Sin embargo, no sirve de nada, o de muy poco, cuando el error es mas grave 0 cuando, por ejem- plo, hay una alteracién de cifras en una fecha. Si trascribimos un texto donde dice que «Colén descubrid América en 1942», el [sic] (0 [asi]) puede valer por- que el lector sera capaz de ver que se le llama la atencién acerca de una fecha muy conocida, y convierte mentalmente 1942 en 1492; sin embargo, si el texto dijera 1893, es mas dudoso que todos los lectores sustituyeran 1893 por 1492. Peor todavia si cl error es de mayor im- portancia; por ejemplo, si un texto dice que «Francisco de Orellana tomé pose- sién del Pacifico en 1513» no basta con un {sic}; hay que intervenir a continua- cién de esa afirmacién y dejar constan- cia de lo contrario; por ejemplo: «Fran- cisco de Orellana [error: fue Vasco Nu- fiez de Balboa] tomé posesion del Paci- fico en 1513». También se podria hacer asi: «Francisco de Orellana tomé pose- sién del Pacifico en 1513 {asi en el ori- ginal; quien tomé posesion del Pacifico en 1513 fue Vasco Najiez de Balboa)». También se puede poner en nota a pie de pagina, si la obra las lleva. 59 el trabajo documental Puede el autor asimismo introducir un texto suyo, breve, para aclarar al lector algin aspecto de la cita que no quede claro por falta de informacién. Hay que tener en cuenta que normalmente el tex- to de la cita se saca de contexto (no es posible reproducir todo el contexto don- de se halla inserto el que nos interesa); también en este caso se hace uso de los corchetes para encerrar debidamente nuestra intervencit A veces la cita debe abarcar un gran trozo de texto, pero con Ia salvedad de que una o mis partes de su interior no nos interesan. Estas partes no interesan- tes pueden consistir en una palabra, una frase 0 uno o mis parrafos. Dado que no los necesitamos, no debemos repro- ducirlos, puesto que en este caso inclu- so pueden convertirse en un ruido o terferencia que aparte la atencién del lec- tor de aquello que mas nos interesa. En este caso lo que procede para indicar la clipsis es introducir tres puntos entre cor- chetes ({...]), un signo que suele deno- minarse puntos encorchetados 0 corche- tes intrapuntuados. Este signo se sitha precisamente en el lugar que ocupaba el texto que hemos suprimido. Si la pun- tuacién con que acaba el texto anterior al signo es punto 0 puntos suspensivos con valor de punto, se manticne en su lugar; si es coma 0 punto y coma, sc suprimen. Si lo que se suprime es un parrafo entero o mas de uno, se puede indicar de varias maneras: si la cita esta entre comillas latinas, a continuacién del ulti- mo final de parrafo se coloca un igual entre espacios, después los puntos encor- chetados, seguidos de otro igual entre espacios y el texto del parrafo siguiente: {cita) = [..) = [c se usa el mismo signo si se trata de un parrafo como si son dos o mis los su- primidos; si la cita se dispone aparte y en cuerpo menor, a) se hace punto y aparte después del ultimo parrafo trascrito, se marca la sangria que Ileve el texto y se coloca un signo de puntos encor- chetados: {cita] (1 [eita) o bien b) después del ultimo parrafo trasci to se hace punto y aparte y a toda la medida del texto de la cita se coloca una linea de puntos scpa- rados por un cuadratin © espacio similar (mas o menos, tres espa- cios de barra espaciadora): {cita} {citay El texto citado se dispone tal como aparezca en el original, con sus mismos puntos y aparte. Sin embargo, si la cita es corta y la introducimos en nuestro parrafo y entre comillas latinas, cl pun- to y aparte no se indica haciendo un pun- to y aparte efectivo, que daria al escrito un aspecto chocante, sino poniendo un signo igual (=) (0 incluso una doble pleca: ll) en el lugar que deberia ocupar el texto que omitimos; ira precedido de punto y espacio y le seguira espacio an- tes de continuar con el texto de la cita: {eita). = [cita). Si el texto subsiguiente no es el comien- zo del parrafo que sigue, es sefial de que hemos omitido parte del comienzo de este parrafo porque tampoco nos in- teresa. En este caso, la parte omitida se 60 las citas sustituye por puntos encorchetados, y la grafia queda asi: [eita). = [..} [eitap. Dentro de la cita se puede corregir una crrata que advirtamos; supongamos que cl texto dice conteto donde sin nin- guna duda debe decir contexto. No seria correcto corregir la palabra sin mds y escribir contexto, como si el texto origi- nal lo dijera bien. Lo que procede es introducir la letra faltante entre corche- tes en su lugar exacto: conte[x}o (no hace falta poner la x de cursiva en este caso, ya que es recurso que se re- serva para las trascripciones epigraficas © modernizaciones de textos antiguos) 0 bien introducir una explicacién cncor- chetada; supongamos que en vez de de- cir vertical, el texto dice perpendicular en un caso en el que sabemos con toda seguridad que se trata del primer térmi- no (se deduce por el contexto); lo que cabe hacer es, a continuacién de Ja pala- bra equivocada, aiiadir entre corchetes: [sin duda quiso decir vertical] y sigue la cita. También se puede optar por poner una llamada de nota en el punto adecua- do y remitir al lugar en que se hallen las notas; pero este recurso solo es vailido si Ja obra !leva notas, y no todas las tlevan. A veces, el texto que se toma no es inicio de parrafo ni va después de pun- to, raz6n por la cual fa cita debe comen- zar con minuscula; en estos casos se abren comillas latinas y a continuaci6n, sin espacio, se colocan puntos encorche- tados seguidos de espacio y el principio de la cita; asi (.-] [eita}. Si la cita termina con puntuacién que no sca punto 0 puntos suspensivos, se climina y a continuacién de la ultima palabra se coloca espacio, puntos encor- chetados y cierra comillas latinas; asi: {eita) (J. A veces, si para la dindmica del discur- so los signos iniciales estorban, sera li- cito en algun caso omitirlos (la escritura con miniiscula ya indica que no va des- pués de punto ni a comicnzo de parra- to); sin embargo, en los mismos casos no deberan supimirse los de cierre, ya que sin esos signos no se sabe si la cita termina o el citador ha omitido una par- te final. En cuanto a ta ortografia, las citas se hacen exactamente con la que tengan en el original. Sin embargo, si lo que esté en juego no es precisamente el tema de Ja ortografia, puede el autor que cita re- ducir la grafia del original para hacerla coincidir con la suya; por ejemplo, 1) puede escribir dio, vio, fue, fui aun- que en el original aparezcan acen- tuadas: did, vid, fué, ful, grafias in- correctas; 2) puede escribir prohibo, rehiso, buho, sustituido, grafias actualmen- te correctas, aunque en cl original esté escrito prohibo, rehuso, buho, sustituido; 3) puede acentuar a su modo en pa- labras biacentuales, como amonia- co, periodo, quiromancia, en vez de amoniaco, periodo, quiroman- cia, también correctas; 4) puede suprimir las tildes de este, ese, aquel y de solo; 5) puede simplificar los grupos cul- tos consonanticos 0 vocalicos que se presten a ello. Sin embargo, si lo que estd en juego es precisamente el uso ortografico, es ob- 61 el trabajo documental vio que se debe respetar escrupulosa- mente el original en este aspecto. También se debe respetar escrupulo- samente el original cuando el autor sea heterografo, es decir, cuando se aparte consciente e intencionadamente del mo- delo ortografico oficial; por ejemplo, una cita de un texto de Unamuno o de Juan Ramén Jiménez, que usaban heterogra- fias en sus escritos, debe respetar sus grafias, por raras que parezcan. No obs- tante, este aspecto debe avisarse, bien en nota a pie de pagina si se trata de algo esporddico, bien en una nota previa al principio del libro, advirtiendo al lec- tor de que en los casos de heterogratia se han respctado las grafias originales. Aunque se podrian aiadir, a continua cidn de las heterografias, las correccio- nes oportunas entre corchetes, en estos casos es mejor dejar el texto como esta, puesto que se supone que el lector, una vez advertido, ri interpretar el texto original y considerar las heterografias como tales. Si el autor citado puntia mal, el ci- tador puede rectificar esta puntuacion, pero solo después de respetar la del ori- ginal. Por ejemplo, supongamos que don- de el autor usa una determinada coma, deberia haber usado punto y coma; pues bien, la intervencién del citador consis- tira en colocar ese punto y coma entre corchetes después de la coma del origi- nal. También se puede dar el caso de que una coma sobre; si se trata de un texto general, salvo que la coma cambie el sentido (y esto es muy dificil de de- terminar, a menos que cl contexto lo deje muy claro), lo mejor es respetarla donde esta, pero si se trata de un texto ortogra- fico o gramatical, entre corchetes puede avisarse al lector de que la coma sobra, asi: [sobra esta coma]. En algunos ca- sos, para evitar engorros, se han utiliza- do otras soluciones; una de ellas seria, por ejemplo, tipografiando con letra ne- grita las comas que estén indebidamente colocadas, que sobran; sin embargo, esto presenta un problema grave: gqué se hace con las comas que estan incorrectamet te usadas en lugar de otro signo?; gqué se hace cuando un punto y coma debie- ra ser coma 0 punto? Se deben trasmitir todos los signos diacriticos del original; por consiguien- te, si una palabra aparece entre comillas © de cursiva, esta es la grafia que debe trascribirse; sin embargo, otros tipos de letras, como la versalita, las versales o maytisculas 0 la negrita, no se trascribi- ran si pertenecen a la situacion propia del libro de que se reproduce y no tiene cn él un significado especial que deba trascribitse. Si citamos, por ejemplo, de un diccionario (pongamos por caso, cl Diccionario de uso det espaiiol, de Ma- ria Moliner) en el que una serie de sig- nos adquieren un valor de significacion interna (es decir, tales signos solo son operativos 0 encicrran significado espe- cial en esa obra, mientras que fuera de ella pueden aplicarse con otros sentidos), tales tipos de letras deben despreciarse al citar esos textos. Supongamos que en un diccionario funciona la convencién de que las palabras escritas con versalitas remiten automaticamente a esa palabra asi escrita; pues bien, fuera de ese con- texto, la versalita en esa palabra carece de sentido y, por consiguiente, ese tipo de letra no debe reproducirse en una cita. Puede darse el caso contrario: que el citador cambie la grafia del original, afia- diéndole algun tipo de diacrisis tipogra- fica (v. cap. 4, § 5); por ejemplo, poner de cursiva una palabra que en el texto original aparece con letra redonda; en este caso, el citador esta obligado a avi- sar al lector de que el cambio realizado es de su responsabilidad; por ejemplo, asi: «{cita} [eursiva mia. 62 fas citas 2.5. Identificacién del autor y de la procedencia de la cita Siempre debe quedar constancia clara de la autoria y la procedencia de la cita. Hay para ello varios métodos; 1) cita bibliogriifica, referencia bibliogréfica 0 nota bibliografica (que algunos llaman cita-notay, 2) sistema Harvard 0 autor- -aiio; 3) sistema numérico; 4) otros siste- mas. El empleo de estos sistemas no sue- le ser indiferente, sino que de forma ge- neral depende del campo en el que se produzca el escrito. Por ejemplo, el sis- tema de cita bibliografica es més util zado en humanidades, aunque también en este campo sc emplea el sistema Har- vard; ef sistema Harvard pareee mi apropiado en ciencias sociales, aunque también aqui se emplea el de cita bi- bliogrdfica, y el sistema numérico es mas utilizado, en general, en ciencias experi- mentales. 1. La cita biptiocrérica. La cita bi- bliografica es cl método tradicional de indicar 1a fuente de la que se toman los datos. Se trata de un sistema engorroso ¢ incémodo que consiste en hacer una Namada en el texto, donde sea oportuno (es decir, el punto en que debe afiadirse cl dato bibliografico que remite a la fuen- te), y colocar a pie de pagina o al final del capitulo, la parte 0 el libro, los datos de autor, obra y pagina de donde se toma la cita. Se suele empezar por el o los apellidos y a continuacién el nombre, lo cual es innecesario, puesto que la cita dibliografica no forma parte de ningdn orden alfabético; se debe empezar, pues, por el nombre de pila seguido del o de los apellidos (escritos de redondo sin diacriticos), el titulo de la obra, el pie editorial (lugar de edicién y editor, ge- neralmente entre corchetes), el aiio y las. paginas donde aparece el texto que se cita: « Juan Gabriel Lépez Guix y Jacqueline Minett Wilkinson: Manual de traduccién: in- glés/castellano (Barcelona: Gedisa), 1997, 235-298, Si més adelante se cita al mismo autor y la misma o distinta obra, la grafia de- pende de cual sea la realidad, Por ejem- plo, si en la misma pagina, a continua- cién de la cita anterior, se hace otra cita bibliografica del mismo autor y la mis- ma obra, en la segunda se pone id. (idem) para indicar que es el mismo autor, se- guido de ib, (ibidem) (en ambos casos sin diacriticos, es decir, escrito en re- dondo) para indicar que es la misma obra, y a continuacion la nueva pagina: * dem, ib., 252. En estos casos en que se trata de la mis- ma obra mencionada en la cita biblio- grafica inmediatamente anterior, se pue- de comenzar con ib. (ibidem), y a conti- nuacién los datos pertinentes: § Ibidem, 235-298. Se omiten los datos de autor y afio, pues- to que forman parte del ibidem, es de- cir, el mismo lugar, pero se dan las nuc- vas paginas. Si se trata de obra distinta, se comienza con idem y a continuacién se hace constar el titulo de la nueva obra y los restantes datos. Si las citas bibliograficas estan en la misma pagina pero no van seguidas, se deben repetir los datos de autoria y obra. Cuando mis, esta podria sustituirse por 0. cit. (obra citada) (escrita de redondo) si se reficre a Ja ultima de la cual se han dado los datos (siempre y cuando la cita de la obra se haya hecho en la misma pagina), pero esta solucién no es valida si hay un cambio de pagina (es decir, si la altima obra fue citada en una pagina distinta de la actual), caso en el cual debe repetirse el titulo de la obra men- 63 el trabajo documental cionada (a veces en forma abreviada); tras este, cabe hacer dos cosas: poner «citada» y afiadir los nuevos datos (es decir, las nuevas paginas), o bien repetir de nuevo todos los datos editoriales, a los cuales se afiaden las nuevas paginas. ‘Como se ve, este sistema presenta mu- chos inconvenientes, ya que obliga a uti- lizar constantes referencias a datos men- cionados anteriormente. Por ejemplo, cuando se ha hecho una cita de un autor en una pagina que precede a la actual, al mencionarlo de nuevo es frecuente po- ner una nota bibliografica con cl nom- bre del autor y expresiones como op. cit. (opere citato en latin) 0, mejor, 0. cit. (obra citada) y los datos restantes, 0 bien /. cit. (loco citato en latin, lugar citado en espaiiol). Pues bien, a veces es dificil saber cual es ta obra citada si anteriormente se han citado varias y, so- bre todo, en ocasiones obliga a volver atrds varias paginas para saber a qué obra se reficre. Por todos estos inconvenicn- tes, este sistema esta en clara regresién, sustituido por el Ilamado sistema autor- -aiio, Una variante de este sistema consiste en repetir en la notacién a pie de pagina todos los datos de las referencias, aun- que estén inmediatamente antes, y aia- dir los cambios oportunos. Esto evita el engorro de utilizar las formulas idem, ibidem, cit., 0. cit., 1. cit., etcétera. 2. SISTEMA AUTOR-ANO. Este sistema (también llamado sistema Harvard, a ve- ces denominado de autor-fecha, deno- minacién impropia, ya que no se da la fecha, sino el afio) es mas dindmico, mas claro y menos engorroso que el anterior, y, ademas, de aplicacién facil. Si en el texto, antes o después de la cita o la mencién, se explicita el nombre del au- tor a quien hemos citado o mencionado, se pone entre paréntesis el afio de edi- cién de la obra a que nos referimos y, tras dos puntos, la o las paginas donde se halla el texto original: [..] de Gibaldi y Achtert (1994: 111-115, 119), que (...}; si no se hace menci6n explicita del au- tor, se pone entre paréntesis el 0 los ape- Hidos del autor (sin cl nombre de pila), el afio de edicién y las paginas: {..] las bibliografias en obras de consulta, fo- Hetos y publicaciones gubernamentales (Gi- baldi y Achtert, 1994: 111-115), que [..]. Este sistema se complementa con la bi- bliografia situada al final del libro, don- de se hallan por orden alfabético todos los autores mencionados con los titulos. de sus obras y los restantes datos, cn especial cl afio de edicién, que nos ha servido, junto con el apellido, para referenciar la obra tras la cita o la men- cién. Como se puede ver, no se recurre a la nota bibliografica a pie de pagina 0 dondequiera que se coloque. De esta ma- nera, si la obra es tan compleja que tam- bién Hleva notas, estas se pueden colocar a pie de pagina sin que las citas y las notas se interficran, (La puntuacion mas gencralizada de los datos encerrados en- tre paréntesis es la que he utilizado aqui cn los ejemplos; no obstante, a veces Jos dos puntos que separan el aiio y las paginas se sustituyen por coma; parece, no obstante, que los dos puntos son me- jor puntuacién, ya que si después del afio el niimero de la pagina fuese pare- cido, ese numero podria confundirse con el correspondiente a una segunda obra, en vez de a la pagina.) En este sistema, la disposicién de la bibliografia a final de una unidad textual o de la obra pue- de variar de la tradicional, adelantando el aio de edicién para colocarlo des- pués del nombre del autor: Lorenzo, Emilio (1994): El espariol de he lengua en ebullicion, Madrid: Gredos. 64 los derechos de autor, el derecho de cita y el plagio. Si de un autor se menciona mas de una obra, en este sistema se distinguen me- diante letras minisculas escritas de cur- Lorenzo, Emilio (19944): ET espuiol de hey, lengua en ebullicién, Madrid: Gredos. Esta misma distincién, naturalmente, se hace en el texto: J de datos léxicos» (Lorenzo, 1994a: 25) 3. EL SISTEMA NUMERICO. Este sis- tema presenta algunas variantes. Por ejemplo, tas normas Vancouver prefic- ren la numeracién correlativa de las fuen- tes a medida que se mencionan por pri- mera vez en cl texto, las tablas o los rotulos de las figuras, donde sc identifi- can mediante numeros arabigos del cucr- po del texto entre paréntesis. En estas unidades, las citas se numeran desde la primera en unidad textual. 4, OTROS SISTEMAS DE IDENTIFICA- CION DEL AUTOR DE LA CITA. Segiin una variante del sistema numérico, las obras que forman la bibliografia que sc va a manejar se numeran previamente (no hay necesariamente ningun orden preestable- cido, aunque puede emplearse el alfabé- tico), y después, en el texto, se utilizan en forma de llamada especial; por ejem- plo, colocadas en el lugar correspondicn- te encerradas entre corchetes: [234], ya sca con el mismo cuerpo del texto o con cifras voladitas (siempre entre corche- tes). Este sistema no se interfiere con el de las notas, que se indicarin con cifras voladitas sin corchetes; si ambas se ex- presan con cifras voladitas, no se estor- ban; por ejemplo,” I, donde 23 remite a una nota que normalmente debe estar al pie de la pagina y [234] remite a un autor que se halla al final de la obra, en la seccién dedicada a la bibliografia. Si la llamada bibliografica fuera acompa- fiada de las paginas a que se refiere, también podrian afadirse, tras dos pun- tos: PN, A veces, en ciertas obras especiales, se utilizan otros sistemas; uno de ellos consistiria en crear un sistema de siglas bibliograficas de una serie de obras es- tudiadas en aquella en que estamos tra- bajando. En el texto de esta, al referirse a una de ellas, incluso con su. pagina, puede hacerse mediante la sigla; por ejemplo, 1£, 58 querria decir ‘Libro de estilo de El Pais, pagina 58°. 3. Los derechos de autor, el derecho de cita y el plagio 3.1. El derecho de autor El autor de una obra o escrito, por el solo hecho de escribirlos, adquiere so- bre ellos unos derechos que la ley reco- noce y protege. En virtud de ello, nadie puede reproducir y publicar la obra 0 escrito sin cl permiso expreso de su au- tor. Para hacerlo legalmente, la repro- duccién y explotacién de la obra deben estar precedidas de la firma de un docu- mento entre autor y editor, documento que recibe el nombre de contrato de edi- cin. En él se fijan las condiciones se- gtin las cuales el editor reproduce y pu- blica la obra, asi como las contrapres- taciones que cl autor recibe por ello. Las normas basicas para la redaccion del contrato de edicidn se hallan en la ley de Propiedad intelectual de 1987, refor- mada posteriormente, ademas de otras que son consuetudinarias. La casuistica es muy variada, por lo que, en caso de sentitse inseguro, debe el autor consul- tar con un especialista en derechos de autor antes de ceder los suyos a un ter- cero, que en este caso suele ser el edi- tor. En el campo de las revistas cientifi- 65 el trabajo documental cas, los editores suelen explicitar sus nor- mas en las hojas de instrucciones para los autores que figuran en ellas, y estos deben aceptarlas en su integridad si quie- ren publicar en esc medio. Es habitual que los editores cientificos se reserven todos los derechos por la mera publica- cién del articulo cientifico. Pero el es- critor cientifico no tiene que aceptar ne- cesariamente tales condiciones; también puede negociarlas con el editor hasta He- gar a un acuerdo que favorezca a am- bos. En estos casos, el escritor debe ser consciente de qué tipo de derechos cede y cuales se reserva. En caso de duda, es aconsejable acudir al consejo de un ex- perto. 3.2. El derecho de cita El derecho de cita es una excepcién al derecho de autor. En su virtud, un autor puede reproducir trozos de texto de otros autores, pero con las siguientes condiciones: 1) la cita ha de estar plenamente ju: tificada; 2) su extensidn ha de ser razonable, en virtud de lo que se persigu 3) el texto se ha de distinguir ¢ mente de los que lo rodean; 4) debe darse la fuente exacta de don- de se toma el texto de la cita. La extensién de la cita no esta estricta- mente regulada por las leyes, aunque en algunos paises se dice que no pucde su- perar las mil palabras. La ley de Propie- dad intelectual espaiiola (art. 32) indica que «Tal utilizacién [de textos ajenos] solo podra realizarse con fines docentes o de investigacion, en la medida justifi- cada por el fin de esa incorporacién ¢ indicando la fuente y el nombre del au- tor de la obra utilizada», 3.3. El plagio Plagiar es copiar una obra, partes de ella o una idea y darlas como propias. Es cl mas directo atentado contra los derechos de autor, La ley to prohibe y persigue a quienes lo realizan. Sin em- bargo, hay algunos casos en que no se da plagio; por ejemplo, en los siguientes (de Martinez de Sousa, 1993: 687): 1) cuando exista similitud de ideas, puesto que estas no tienen cai ter rigurosamente personal; 2) cuando se pueda apreciar reminis- cencia, esto es, imitacion incons- ciente y sin mala intencién de la obra de otro; 3) cuando exista analogia, ya que puede tratarse del mismo asunto, pero no de la misma forma de ex- ponerlo o tratarlo, de la disposi cin de la materia, del estilo, etcé- tera, que caracteriza a cada autor; 4) cuando se trate de una parodia o imitacion de ciertas situaciones de una obra; 5) cuando se trate de un andlisis de la obra de otro; 6) cuando una obra, aunque inspira da cn otra de distinto autor, repre- senta una creacién personal y no una mera trasformacién de la pri- mera. Con todo, cl autor que no esté seguro de que acta dentro de la ley, debe consul- tar con un experto antes de meterse en trabajos que puedan resultar sospecho- sos. 4. Las notas Las notas son explicaciones, comen- lartos o advertencias que acompaiian a un texto, pero que se situan fuera de él. 66 las notas 4.1. Funcion de las notas Muchos autores creen que si su traba- jo va «adornado» con un aparato rebo- sante de anotaciones, indicaciones, acla- raciones, tlamadas de atencién, explica- ciones, remisiones y otras advertencias semejantes causara sensacién entre sus colegas 0 impactara al lector: «jCuanta erudicién! {Como domina la materia! jAsombroso!», Sin embargo, lo mas pro- bable es que la primera impresin del lector sea la del susto. Porque no todos los lectores reaccionan de la misma ma- nera ante la abundancia exagerada de notas a un texto. Si a ello afiadimos las citas bibliograficas que el texto pucda contener, que en casos asi pucden ser muy abundantes, la sensacion de baru- Ilo, ruido o interferencia que el lector experimente puede ser notable. Muchas veces, lo que se pretende con tanta ano- tacion es crear una faramalla en torno a la materia estudiada, de tal mancra que la abundancia de 1a forma ahoguc u ocul- te la falta de contenido de la obra. 4.2. Contenido de las notas Las notas pueden ser necesarias, pero no tan a menudo ni tantas como algunos autores opinan. Si la nota es esencial para la comprensién de la materia, debe incluirse cn el texto de esta, donde co- rresponda, haciéndole lugar. A veces bas- ta con situar ese texto entre paréntesis. En ocasiones el texto de la nota es muy interesante, pero no cabe en el texto, no hay manera de introducirlo si no es a costa de romper el hilo expositivo. En esos casos, las notas estan muy justifi- cadas y deben ponerse. Pueden ser ne- cesarias, por cjemplo, para abrir nuevos frentes de investigacién o de anilisis, para enviar al lector a otras fuentes que tratan extensamente aquel punto de la exposicién; a veces, incluso para afiadir una cita interesante que no halla lugar en el texto, dada la contextura de este. También se pueden usar las notas para situar a pie de pagina la traduccién o la adaptacion de un texto extranjero que hemos traido como cita, o para agrade- cer la ayuda que en aquel punto de la investigacién nos ha prestado un profe- sor, una persona particular o una institu- cién. La extensién del texto de la nota es otro problema. Si es demasiado ex- tensa, sin duda puede incluirse como apartado en el texto y ligar su contenido con la materia que se est exponiendo. 4.3. La lMamada de nota Las notas se numeran por algun pro- cedimiento de los varios que existen. Antiguamente se usaban los asteriscos, solos: *, 0 entre paréntesis, estos nor- males: (*), 0 voladitos: “, También se usaban letras maylisculas entre parénte- sis: (A), © letras miniisculas voladitas solas: *, entre paréntesis voladitos: @, entre paréntesis del cuerpo de composi- cion: (*), letras mintisculas normales en cursiva entre paréntesis redondos del cuerpo: (a), y aun otras formas faltas de estética como letras minusculas voladi- tas con un paréntesis de cicrre voladito: ®, o normal: *). En otros paises existen costumbres muy diversas, como emplear ciertos signos como llamada de nota (a lo que nuestra tipografia tampoco fue ajena en otros tiempos); por ejemplo, en el mundo anglosajén aun utilizan signos como cruces sencillas: *, 0 dobles: +, parrafos: §, calderones: %, y otros. Tam- bién se han usado cifras arabigas entre paréntesis del cuerpo del texto: (1), 0 voladitas: "'; pero la forma que hoy predomina, y que deberia ser la unica correcta en fa actualidad, es la que em- plea cifras arabigas voladitas desnudas, 67 el trabajo documental sin paréntesis ni ningin otro signo: '. Este es el método mas simple y mas claro entre los que hemos analizado (v. cap. 4, § 6.3.11). Las notas se numeran correlativamente a lo largo del capitulo, de la parte o del libro. Por razones obvias, es preferible numerarlas por capitulos, ya que, si se presenta la necesidad de un recorrido de la numeraci6n, siempre sera menor que si la unidad. numerada es mayor. No es recomendable, sino mas bien lo contra- rio, numerar las notas por paginas (se hacia asi cuando se usaban asteriscos como llamada), ya que, ademés de in- til y de no afiadir ninguna ventaja a la numeracién por capitulos, pucde dar un enorme trabajo. Si en la numeracién se sufre un error, las soluciones no suelen ser dificiles si se han numerado por capitulos y estos no son muy largos, pues se puede indi- car un ligero recorrido de la numera- cién. Sin embargo, si la numeracién es muy larga y no se quiere tomar e] traba- jo, existen soluciones elegantes para re- solver tales situaciones. Por ejemplo, su- pongamos que hemos pasado de la nota 13 a la 15, con falta de la 14; en este caso se convierte la 13 en 13-14 (escrita con guién para dotarla de unicidad). Su- pongamos ahora que, una vez compagi- nado el libro, advertimos que Ja nota 15 aparece dos veces correlativas en notas distintas; en este caso se convierte la pri- mera nota en 15a y la segunda en 156. Si se da el caso de que varios lugares llevan una nota cuyo texto es idéntico, las llamadas, aunque estén algo alejadas entre si, pueden hacerse con la misma numeracion; por ejemplo, puede haber una llamada 14 con un texto determina- do, luego la 15 con un texto distinto, después sigue la llamada 14 otra vez por que se repite el texto, después la 16 y la 17, después nuevamente la 14. Por su- puesto, la notacién a pie de pagina se da solo una vez, puesto que el texto es co- min a todas las Ilamadas realizadas con Ja misma cifra. Debe tenerse en cuenta que esta solucién solo es valida para las repeticiones que se dan en una misma pagina. Si estas pasan a la siguiente, debe comenzarse de nuevo, repitiendo a pic de pagina el texto de la nota 14. Lo con- trario supondria que el lector debe vol- ver atras para conocer el contenido de la nota repetida. Por supuesto, también se pueden numerar correlativamente todas las Hamadas y después remitir en cada caso a la nota 14. Cuando las notas correspondan a au- tores distintos dentro de una misma uni- dad textual (capitulo, articulo o lo que fuere) hay que distinguirlas de alguna manera. Lo mas facil es escribir sin nada especial las que mas abunden, que nor- malmente son las del autor, y sefialar el origen cuando varie; las notas que no son del autor pueden ser de! traductor 0 del editor. Raramente se debe permitir que otra persona intervenga en la obra para afiadir notas (alguna vez puede apa- recer una nota del revisor, pero, en ge- neral, estas notas, si tan precisas son, debe asumirlas cl editor o el traductor). Las indicaciones se hacen al final de la nota, entre paréntesis, de redondo y en abreviatura: (N. del [de la, de los} T.), (N. del E.). Al pie de la pagina, la repeticion de ta Hamada, que se llama notacién, suele repetir la grafia que tiene en el texto; como en este hemos acordado utilizar cifras voladitas sin paréntesis (seguidas de medio cuadratin), esta es la grafia que debe tener la notacién: ™ La historia... Sin embargo, alguna vez se advierte que cl editor ha prescindido de esta identi- 68

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