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Los procesos alquímicos

Asignatura: Pociones

Profesor: Severus Snape

Alumno: Leon5

ID: 151752

Casa: Gryffindor
La alquimia (del árabe ‫ الخيمياء‬al-khimia) es una antigua práctica protocientífica y una
disciplina filosófica que combina elementos de la química, la metalurgia, la física, la
medicina, la astrología, la semiótica, el misticismo, el espiritualismo, el arte, y la magia.
La alquimia fue practicada en Mesopotamia, el Antiguo Egipto, Persia, la India y
China, en la Antigua Grecia y el Imperio romano, en el Imperio islámico y después en
Europa hasta el siglo XIX, en una compleja red de escuelas y sistemas filosóficos que
abarca al menos 2500 años.
Lo que intentaba la alquimia era, a través de procesos “desesperadamente
complicados”, transformar metales comunes, como el hierro, a oro puro, y lograr crear
un catalizador extraordinariamente potente que, añadido a los metales vulgares,
conseguiría transmutarlos, al estilo del Rey Midas, en Oro; y fuese capaz de crear un
elixir que pudiera curar cualquier herida y concebir la vida eterna, la Piedra Filosofal.
La fabricación de la Piedra aparece como un proceso largo y complejo. Para
empezar, el alquimista debe extraer la materia prima de las profundidades del suelo,
luego proceder en cuatro etapas: licuar la materia, evaporar el agua superflua para
obtener un producto viscoso, separar y purificar cada elemento de la materia y,
finalmente, reunir estos elementos o “espíritus” puros para formar la Piedra Filosofal.
Por lo tanto el alquimista es un experto que
debe dominar varias técnicas: “la Obra al negro”,
que permite separar la materia de sus
impurezas,”la Obra al blanco”, que permite
fabricar la piedra blanca que transmuta metales
“viles” en plata; y “la Obra al rojo”, que produce la
piedra roja que transmuta el mercurio en oro, la
Piedra Filosofal. El lenguaje alquímico no puede ser
disociado del lenguaje simbólico: “la Obra al
negro” es también la muerte, “la Obra al blanco”, la
restitución del alma al corazón purificado, y “la
Obra al rojo”, la vida eterna espiritual.
Según las teorías de los primeros filósofos griegos, ampliamente difundidas hasta la
llegada de la ciencia moderna, todo lo que forma parte del mundo físico se componía de
una sustancia básica
llamada “materia prima”.
La materia prima poseía
distintas cualidades y
características, pero en
esencia era una misma cosa.
Aún más, se creía que toda
la materia estaba viva. Se
decía que los metales y los
minerales, así como las
plantas y los animales
poseían un espíritu
universal o fuerza vital, que
los antiguos filósofos
llamaban pneuma (palabra griega que significa aliento o viento).
Dada su concepción del mundo físico, no había razón alguna para que los alquimistas
no pudieran tomar metales como el hierro o el estaño, reducirlos a la condición de
materia prima (calentándolos en fraguas y tratándolos con ácidos y reactivos) y luego
remodelar la metería prima para obtener oro. Los alquimistas de la Antigua Grecia y
Egipto creían que podían lograr la transmutación añadiendo una pequeña cantidad de
verdadero oro al brebaje. Esta se comportaría como una semilla, que al esta viva,
germinaría y produciría una gran cantidad de oro usando la materia prima como
nutriente. Los alquimistas medievales, por su parte, creían que calentando sus mezclas
el pneuma que estas contenían se desprendería en forma de gas que, junto con otros
vapores, podían atraparse y condensarse luego en alambiques. El liquido así obtenido,
refinado y destilado sucesivamente centenares de veces (incluso durante años) acabaría
siendo esencia de pneuma concentrada, purificada y extraordinariamente potente. Esa
era la mítica piedra filosofal. Añadida a la materia prima, podría, al menos en teoría,
obligarla a adquirir su forma más perfecta, la del oro. Tomada como elixir, puesto que
era la esencia de la fuerza vital, curaría cualquier enfermedad y proporcionaría la vida
eterna.
Otra teoría más común, decía que todos los metales eran una combinación de
mercurio y azufre. Cuanto mas amarillo era el metal, mas azufre contenía. Así pues,
combinando azufre con mercurio, en la proporción y la secuencia correcta, se obtendría
oro.
Los secretos de la alquimia se
transmitieron a través del mundo árabe y se
difundieron por Europa alrededor del año
1200 por medio de manuscritos escritos en
latín y bastantes difíciles de encontrar. Estos
manuscritos describían sofisticados
instrumentos de laboratorio hasta entonces
inimaginables, además de complicadas
fórmulas, productos químicos y
procedimientos complejos mediante los
cuales uno podría crear la piedra filosofal y
obtener una enorme riqueza, por no hablar
de la promesa de la vida eterna. Se decía que
la alquimia era también una práctica
espiritual y que, con la actitud humilde y de
mucha dedicación, el alquimista se vería
elevado a un estado superior de pureza y
nobleza.
Todos los libros de alquimia, en su mayor
parte estaban escritos en un lenguaje
deliberadamente críptico, y los secretos mas
ocultos no se hallaban en palabras sino representados mediante misteriosos dibujos. Un
dibujo, por ejemplo, era un desierto lleno de fuentes hermosas que rebosaban de
serpientes. En otro se veía un
arbusto azotado por el viento en la
cima de una montaña rodeada de
grifos y dragones.
Además, en lugar de usar el
termino común aqua regia para la
mezcla de ácido nítrico y ácido
clorhídrico, los alquimistas se
referían al “dragón verde”. El
plomo era el “cuervo negro”.
El lenguaje alquímico parece
abstracto, absurdo, incomprensible:
en realidad, es esotérico y místico,
saturado de referencias que
confunden al profano. Trampas y
desvíos se suceden. El alquimista considera esencial esta dificultad de acceso, ya que se
trata de transformar la mentalidad del lector a fin de hacerlo capaz de percibir el sentido
de los actos descritos. El lenguaje alquímico es un instrumento de extrema agilidad que
permite describir operaciones con precisión y, al mismo tiempo, situándolas con
respecto a una concepción general de la realidad.
Una vez finalizado el proceso de descifrar estos documentos, suponiendo que se
consiguiera, se necesitaba fraguas, metales (estaño, el hierro, el plomo, el mercurio,
etc.), productos químicos y todos los instrumentos de cristal necesarios para montar un
laboratorio de alquimia, además de la paciencia para pasar meses, o incluso años,
persiguiendo la escurridiza Piedra Filosofal.
Muchos alquimistas trataron de seguir los procedimientos de las partes del libro que
lograban entender, pero como los procedimientos que se seguían no estaban completos
o faltaban pasos a seguir, nunca se obtenía nada. Solamente los iniciados por maestros
alquimistas podían comprender los dibujos y
lograr acercarse remotamente a su objetivo
final. Sin embargo, solo uno lo logró.
El alquimista Nicholas Flamel fue el único
que lo consiguió tras muchos años de
investigación y esfuerzo utilizando las formulas y
los dibujos de un manuscrito encuadernado en
cobre que compró en el año 1357, cuyo autor
era Abraham el Judío. “He proyectado la
Piedra roja sobre una cierta cantidad de
mercurio -escribió- en presencia de Perenela
(su esposa) exclusivamente, y la he transmutado
en la misma cantidad en la misma cantidad de oro puro”.
En su obra “De los diversos artes”, Teofilo, un monje del siglo VII que vivía en el
norte de Germania y cuyo nombre verdadero es Rogerus, nos explica cómo los
alquimistas fabrican el oro español, un oro especialmente maleable y fácil de trabajar;
aunque debo admitir que este procedimiento es un poco radical y de veracidad
discutible por sus procesos de elaboración. Antes que nada, según Teofilo, hace falta
generar basiliscos (si, según el libro de Teofilo, “generar Basiliscos”), reptiles puestos
por un gallo viejo:”Tienen bajo tierra una habitación en la que el techo, el piso y todas
las partes son de piedra, con dos pequeñas ventanas tan angostas que apenas se puede
ver algo a través de ellas. Colocan en ellas dos gallos viejos de doce o quince años, y
les dan de comer abundantemente. Cuando están suficientemente gordos, por el calor
de su gordura se aparean y ponen huevos. Entonces, retiran a los gallos y en su lugar
colocan sapos para empollar a los huevos, a los que se alimenta con pan. Una vez los
huevos empollados, nacen polluelos machos, como los de las gallinas, a los que, al
cabo de siete días, les crece cola de serpiente; inmediatamente, si el cuarto no tuviera
el piso de piedra, entrarían en tierra. Para prevenir esto, los que los crían tienen unas
vasijas redondas de bronce, de gran capacidad, perforadas por todas partes con
orificios muy estrechos: meten a los polluelos adentro, tapando los orificios con tapas
de cobre, y los entierran; durante seis meses, los polluelos se alimentan de tierra fina
que penetran por los agujeros. Después de esto, sacan las tapas y les prenden fuego
hasta que los animales estén completamente quemados. Una vez enfriados, los sacan y
los muelen cuidadosamente, agregando un tercio de sangre de hombre pelirrojo: esta
sangre desecada será triturada. Ambas cosas reunidas son remojadas en vinagre fuerte
en una vasija limpia. En seguida se toma dos láminas muy delgadas de cobre rojo muy
puro, se esparce sobre cada lado una caja de la preparación y se ponen sobre el fuego.
Cuando se han calentado al blanco, se retiran, se apagan y se lavan en la misma
preparación. Se sigue este procedimiento hasta que la preparación haya corroído todo
el cobre, de ahí el peso y el color del oro. Este oro está listo para todos los trabajos”.
Algunos otros científicos conocidos estudiaron alquimia. Sir Isaac Newton, físico y
matemático, escribió mucho sobre el tema, pero, siguiendo la tradición y la costumbre,
mantenía sus experimentos de alquimia en secreto, e incluso, en cierto momento, instó a
otro alquimista a mantener”un profundo silencio” sobre su trabajo.

La alquimia continúo siendo un tema serio hasta fines del siglo XVII, cuando sus
teorías fueron sustituidas por las de la química moderna, de mucho mas peso. Aunque
no fueron otros sino los alquimistas los que descubrieron muchos productos útiles para
la ciencia y la medicina. También inventaron las técnicas básicas de laboratorio y
diseñaron prácticamente todos los aparatos químicos que se usaron hasta mediados del
siglo XVII.
Ahora sabemos que aunque el oro es un elemento simple, cada uno de sus átomos
está compuesto de electrones y de un núcleo de protones. Actualmente, los científicos
pueden realizar la Piedra Filosofal, preciada por los alquimistas, con la ayuda de un
acelerador de partículas y de reacciones nucleares. El único inconveniente de esta
alquimia moderna, por lo demás inaccesible para el alquimista del siglo XV, es que
cada átomo de oro producido costaría millones de veces su valor comercial.
Para concluir, después de haber expuesto aquí diversos procesos alquímicos, diversa
formas y métodos para llegar a la transmutación de un metal común al oro, y distintos
caminos para llegar a la Piedra Filosofal, he de decir que hay varias formas de llegar a
obtener riqueza e inmortalidad. Algunas en las que son necesarios sacrificios tremendos,
en otras, no tanto. Algunos caminos para llegar a nuestro objetivo están forjados en base
a teorías descabelladas, y algunos otros, la ciencia los avala, ¿pero como saber cual es el
correcto? Solo experimentar esos caminos nos puede dar la solución. ¿Y si fracasamos
en el intento? Bueno, se aprende más de nuestros errores que de nuestros triunfos. ¿Y
cual de todos estos caminos nos llevará a la inmortalidad y a la riqueza al final? Bueno,
habrá que preguntárselo a Nicholas Flamel.

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